Nuevos artistas ecuatorianos

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ARTÍCULO SOBRE LA EXPOSICIÓN “MAS ES MAS” Escrito por Fabián Patinho Fotos de Christoph Hirtz y CAC Publicado en Mundo Diners Curadora: Ana Fernández Centro de Arte


GalerĂ­a

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Más es más y hasta

es divertido

Hace unos diez años Ana Fernández me invitó a participar en una exposición colectiva en el cine OchoyMedio. Fue cuando conocí a la Ana curadora, más allá de la Ana ejecutante. Ya desde antes esta artista, que tiene una sonrisa que llega unos microsegundos antes que el resto, no solo se ha ocupado de su obra sino que agita las aguas de nuestros zaguanes estéticos, e invita a salpicar desde ahí en distintas direcciones con algún juego conceptual. La exposición Más es más, Utopías materiales, del Centro de Arte Contemporáneo de Quito, podría ser su gestión más refrendada. Manufactura ante todo Gregor Schneider dice que cuando una obra se expone pierde interés. Tal vez es cierto. Porque el espacio expositivo es la última etapa de la función trófica del arte, adonde van a reposar las exequias de su cuerpo iluminado.

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washington guayasamín, Un informe para una academia, acrílico, 2013.

Con esta exposición percibimos que lo

Por Fabian Patinho Fotos de C. Hirtz y archivo CAC

son obras que representan un proceso.

más importante sucedió antes de que las piezas fueran desembaladas. Porque

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Frente a eso Ana decidió formar un

nos autores tienen recorrido. Premios

horror y disfrute, para darnos y qui-

equipo. Las propuestas de 28 artistas

internacionales y participaciones en

tarnos con la misma premura y gene-

heterogéneos: dibujantes, pintores, es-

bienales y otras plataformas del arte.

rosidad, así como la fotografía se vale

cultores, videastas, fotógrafos y autores

Pero también hay un contingente de

de recursos simples como la luz y el

textiles, representan un copioso caudal

artistas noveles que no llegan a superar

retoque digital. Carlos Vaca también

de sentidos; un abanico de grandes

los 30 años. No sé si haya una solución

habla de la naturaleza como un esce-

estribaciones. Junto a la curadora, se

de continuidad entre esas generacio-

nario de ausencias. Obras horizontales,

alinearon cinco cocuradores: Larissa

nes, mas hay suficientes elementos para

panorámicas al óleo, estiran horizontes

Marangoni, Paula Barragán, Juana Cór-

juntar las extremidades y formar una

donde la esperanza ha perdido color y

dova, David Santillán y Pablo Gamboa.

sabrosa ronda juntos. Es, en concreto,

perspectiva, casi futuristas, como si los

Cada uno de ellos escogía cinco artis-

una exposición colectada y colectiva

lienzos fueran la impresión del biorrit-

tas y formaban microsociedades. Y sí,

que ofrece una ininterrumpida lectura

mo de un deceso.

es un proceso, porque el resultado es

sintagmática de todo el conjunto, y 28

David Santillán no habla del futu-

una muestra amable de un recorrido.

lecturas paradigmáticas que se resuel-

ro, sino del pasado, del origen del boom

Sin excesivas estridencias. Un acceso al

ven a placer solas.

petrolero. Son dos lienzos grandes y

disfrute. Un regreso a los tiempos seminales del arte como goce. Así de román-

sardónicos, monocromáticos, como La tierra y los vacíos

documentos históricos descoloridos, y

tico. Esta vez el tradicional hermetismo

El juego empieza con Cristina

que hacen referencia a una nueva po-

del arte contemporáneo ofrece unos

Salas, que invita a participar al espec-

tencia asiática en una actualización de

ojos de cerradura para indagar en su

tador al inicio de la muestra. Ella pro-

responsabilidades. Roberto Noboa usa

poética medular. Uno se lleva el morral

pone un entrevero totémico con sus

una instalación compuesta por dibu-

lleno de sensaciones y las explicaciones

matrioskas textiles, con el que nos habla

jos informales y violentos. Los paisajes

casi están demás.

del valor fundacional del agua a través

de tinta sufren calamidades en los que

La premisa de la muestra es pre-

de esos vasos comunicantes que son las

elementos deportivos parecen ser parte

sentar obras que son concebidas, per-

plantitas de taxo y granadilla. Damián

del ecosistema, frágiles en su protago-

petradas, reincididas y llevadas incluso

Sinchi se va al otro lado, al cáustico,

nismo. Arriba, una roca Damocles sos-

más allá del final. La palabra clave es

con un símil de sierra eléctrica de gran-

tiene el conjunto como una amenaza.

manufactura. Quince artistas son qui-

des proporciones hecha con la madera

Lucía Falconí esculpe dos flores en

teños, ocho guayaquileños, tres cuen-

extraída de los mismos árboles talados.

bronce y las sujeta en un plano oscuro

canos, un riobambeño y un japonés,

Una ironía de la verdad sostenible en-

que hace resaltar a las piezas, como sa-

quiteño por adopción, claro está. Algu-

tre el arte y la defensa ambiental, entre

lidas de un vortex incidental. Las flores,

el discurso y la consecuencia. Gabrie-

que siempre han ayudado a metaforizar

la Portaluppi habla de la incontenible

las pasiones humanas, también hablan

fuerza de la naturaleza para producir

de un tiempo petrificado, insondable.

Graciela Guerrero, Penitentes, pequeña instalación escultórica de cerámica y madera, 2013.

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Arriba: fernando arteaga, Testigos, 贸leo sobre tablas de picar, 2013. Abajo: pablo gamboa, R茅gimen alimenticio, ensamblaje de espejos, plastilina y resina, 2013.

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Paula Barragán es más benévola y usa el nudo persa de una alfombra para ejemplificar la labor cotidiana y apícola del hombre al modificar sus entornos. La ciudad se vuelve naturaleza y los objetos utilitarios se vuelven arte cuando se convoca a ese ánimo creador que mueve las cosas. Los diablos y los círculos Fernando Arteaga usa tablas de picar para compartir un secreto. Varios rostros al aceite se desgañitan entre ellos con gestos torvos e impostados como si fuesen una nueva red social hecha con teléfonos de cordel. La obra constituye una panoplia de vanidades Arriba: Fernando falconÍ, Recopilación II, óleo y collage sobre lienzo, (detalle), 2013. Abajo: Cristina Salas, La madre de todas es el agua, alambre, tela, tierra y plantas, 2013.

que sugiere el ciclo de la carne. Pablo Gamboa recoge sartenes, jarros y latas de atún y los coloca como una constelación de sabores de raigambre psicotrópica. Bocas y ojos de plastilina y resina cocinados como chismosos y fisgones en alguno de los círculos de Dante, y el dentífrico cierra el vínculo con la tierra. Graciela Guerrero hace un acercamiento gótico-pop a la espera, a la temperancia suspendida en el desempleo mítico. El uso del cemento en las figuras de gárgolas y quimeras robustece la calidad monolítica de estas sobre las bancas lacadas de una catedral sin cúpulas ni cielo, en un inventario grotesco y hasta dulce. Larissa Marangoni propone una bailarina que agita sus manos y piernas metálicas, envuelta en un vestido de princesa de cuento de hadas. Tiene espinas romas que tal vez la protejan pero luce tan vulnerable que se vuelve una expresión de martirologio de la mujer de nuestros días. A su turno, Ricardo Coello Gilbert combina dos elementos: una vieja tira cómica de Mickey en la que se expone un cuadro ridiculizado en la tercera viñeta, y 5


el mismo cuadro elaborado con factura

caras alegres, parecen mirar desde al-

de luz que las resignifica. Así encandila

casi clásica. La dupla de imágenes cons-

gún lugar del propio espacio sensorial.

lo doméstico poniéndole en un estrato

tituye un juego de apropiación similar a

Como una forma de escrutinio interior.

sublime.

la entomología. Fernando Falconí ali-

Más allá, Ernesto Proaño usa pe-

nea cuadros pequeños y no escatima en

dazos de corosil de distinto color como

usar densas capas de pintura para trazar

soporte, de ahí la fuerza cromática

Esa otra metamorfosis simiesca del

un perímetro en el cual recortes de re-

de su obra. Personajes flagelados por

Kafka de Informe para la Academia ayu-

vista narran situaciones sueltas. Parecen

una escritura automática se reparten

da a Washington Guayasamín a expo-

pasteles de cumpleaños con leyendas

por la gran superficie, desorientados,

ner un acrílico de envergadura, de esos

festivas en la superficie, como festejan-

amordazados en un vaivén inútil. Raúl

de antes. Un expresionismo violento

do con el arcoíris lo absurdo del ejer-

Ayala plantea tres individuos goyescos

y primario, como para verlo de lejos,

cicio de la pintura. La Suerte (seudó-

viviendo apuros oníricos. La formación

hace eco de los carraspeos libertarios y

nimo de Sofía Acosta) sirve una mesa

tricolor puede hablar de la migración,

libertinos del humano gris que aún se

vertical con un menaje de platos de

pero se sustrae de este tópico recurren-

agarra del siglo XX y se resiste al actual.

alcurnia. Con acrílico redefine el fondo

te y es más universal en su homenaje

También el nihilismo de Nietzsche y el

de los platos y cuenta hacia dónde van,

a la contemplación; a la indiferencia

desborde de Picasso son secuaces de

qué enlace concupiscente se despertará

que producen las ensoñaciones actua-

Pablo Almeida en la pieza más volu-

tras convocar los fantasmas de los bo-

les del progreso. El japonés Nakamu-

minosa de la muestra. Por esta obra, la

cadillos habidos. El conjunto habla de

ra también habla de la contemplación,

galería está impregnada de óleo, remor-

la niñez golosa, los bloqueos diabéticos

esa que se reparte entre los objetos que

dida de taller, como si fuese un escudo

y el desfogue.

nos rodean. Con su usual recurso de la

plástico que nos protege del frío estatal,

proyección de diseño, el videomapping,

de la prisión de las ideas. Dos círculos de

recubre las cosas diarias con una pátina

casi un metro de diámetro apuntalan ese

Dibujos y flagelos

Cosas grandes y pequeñas

La obra de María Pérez es un conjunto textil como un teatro de variedades. Un patio de juegos también es. Con aguja, hilo, parches y remiendos elabora viajes entre el tiempo y la memoria, el disparate y el amor, la lluvia y los gatos. La combinación de materiales tan hogareños y familiares produce ese cálido regaño que brota al final de una larga vigilia. María Salazar hace trazos invisibles de hilo blanco sobre tela blanca, y la obra permanece a un par de palmos de la pared, de modo que la tela se transparenta, el dibujo flota y la luz redimensiona. El relato del trazo textil se cuela por los oídos como una premonición a destiempo. Rachel Echanique no usa hilo, usa pintura de espray. Y óleo. Crea dos rostros sumergidos en una miríada de líneas coloridas; no son María Pérez, Complacencias y malquerencias, obra textil, 2013.

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aroma a estudio. Diego Bravo hace estas dos grandes y asimétricas manchas Rorschach para hablar sobre esas cosas que pasan por la piel pero la cabeza no las ubica, las distorsiona y las domestica. En lo que me suena a una broma de la curaduría, junto a estas tres obras plus, se exhibe la más pequeña, de Stéfano Rubira. Un cubo de cristal, de apenas siete centímetros por arista, se convierte en una pieza pitonisa que espía a un futuro miniatura en el que los accesos temporales se chocan con la fría impavidez de un paisaje. Sin alardes, Edwin Lluco presenta un gran atlas comercial como libro de artista. Es un journal de trazos y collages por el que desfilan y se desenvuelven personajes ásperos, sobre un impersonal argumento cartográfico. En alguna parte hay un guion y un derrotero, pero el extravío sin patria ni bandera es inminente. Juana Córdova se detiene a escuchar el mar o le pide a un par de caracoles que sean vicarios de su fuero interno. Este objeto sonoro es como una pileta de juguete que se retroalimenta, pero en lugar de agua usa una marea de audio que une su continente humano con un océano blanco. Catalina Carrasco cuelga del techo dos mundos gemelos de cobre y ácido, quirománticos. Sus propiedades ópticas son lectoras de apretadas posibilidades sostenidas con alfileres. También sugieren esa gran imposibilidad de hablar de un antes y un después. Un espejismo del eterno retorno. Así terminan estas utopías materiales.

Arriba: larissa Marangoni, La bailarina, materiales mixtos, 2013. Abajo: EDWIN LLUCo, Página de libro de artista, 2013.

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