Cura brochero (dad) n3

Page 1

El mito

Un hombre que desafió los límites. Camino al altar

El milagro que lo hizo beato.

El Evangelio gaucho

Palabras simples para ideas profundas.

ADEMÁS…

Manifestaciones divinas. Nuestro cura obrero.


LA ENFERMEDAD

Un pastor sin límite

Brochero no temía acercarse a los leprosos para predicarles el Evangelio. Así contrajo la enfermedad que le costó la vida. Sin embargo, quienes lo atendieron jamás se contagiaron la lepra.

U

na de las virtudes heroicas por las cuales fue beatificado el cura Brochero es el compromiso con la evangelización y el amor por el prójimo. Nunca se negaba a recorrer largas distancias para brindar la comunión a alguno de sus feligreses que no podía acercarse a la iglesia, o solo para acompañarlos y compartir unos mates con ellos. Y en esa tarea no importaba si aquel que visitaba estaba enfermo, aun a costa del riesgo de contagiarse. Su primer encuentro cercano con la enfermedad lo tuvo en 1857, a raíz de la epidemia de cólera, cuando asistió a cada uno de los necesitados en lo material y en lo espiritual, y se ocupó de dar cristiana sepultura a las víctimas de la epidemia. Más impactante fue su relación con los enfermos de lepra. Jamás negó el abrazo a un enfermo a pesar del peligro de contagio, y no prestaba atención a quienes se lo advertían. A la parroquia de Villa del Tránsito asistía un leproso de muy mal carácter, a quien el cura Brochero comenzó a visitar y a asistir. Cuando su propia sobrina lo retaba por correr ese riesgo, él contestaba sin dudar: “¿Es que el alma de ese pobre hombre no vale nada?”. Con el tiempo y la prédica, el hombre calmaría su furia y moriría con todos los sacramentos, acompañado de Brochero. Su alma había sido salvada. Y así fue como el Cura Gaucho se contagió la enfermedad, que lo fue debilitando hasta la muerte. Este inquieto hombre de Dios se fue quedando ciego, débil y solo. La gente lo evitaba por miedo al contagio. Incapaz de valerse por sus medios, un día le pidió a don Palacio, vecino de El Tránsito, que le prestara a uno de sus hijos como lazarillo y compañía. El hombre le envió al joven José, quien no era cuidadoso ni amoroso. Al enterarse de los malos tratos, Palacio se sintió tan conmovido que le prometió desde entonces cuidarlo por las noches. Cuando vio las condiciones de pobreza en que el cura vivía y el estado de su carne por acción de la lepra, necesitó gran voluntad para continuar con su promesa. Brochero le dijo: “No tengas miedo, hermano. Ni vos ni tus hijos se van a contagiar esta lepra…”. Esas palabras llegaron a oídos del joven José, quien volvió a acompañar al cura, arrepentido de su anterior actitud. Una sirvienta del Colegio de Niñas del pueblo —construido por Brochero—, doña Rafaela Villarreal, pidió per18

miso a las religiosas para ir a atenderlo. Se lo permitieron, pero le advirtieron que no podría volver al convento por dos años. Rafaela lo cuidó con amor y dedicación, consiguió a alguien que escribiera en su nombre y, al morir Brochero, preparó su cuerpo para el humilde funeral. Tras su muerte el 26 de enero, fue enterrado en la capilla de la Casa de Ejercicios, en una fosa de cuatro metros de profundidad en la que sobre el ataúd echaron una capa de cal viva por miedo al contagio. Años después de haber fallecido, se descubrió que partes de su cuerpo se hallaban incorruptas, en el mismo estado en que lo habían enterrado. Entre ellas, su cráneo y sus asentaderas que, según él mismo decía, era la parte que más usaba de su cuerpo, ya que pasaba horas sentado sobre su mula para viajar por la sierra. “Uso más el culo que la cabeza”, decía con desenfado.

Su sobrina le reprochaba que visitara a un leproso. Él le respondía: “¿Es que el alma de ese pobre hombre no vale nada?”.

El relicario de Brochero Ese cuerpo incorrupto es otra muestra de la divinidad del Curita Gaucho, y así lo entendió el artista neuquino Pablo Andrés Méndez, que realizó, para presentar en la misa de beatificación, un hermoso relicario con un fragmento de la masa encefálica de Brochero en una artesanía de madera de algarrobo, que quedará expuesto para la veneración. Méndez, un artista plástico oriundo de Neuquén, vive desde hace años en San Carlos Minas, atraído por la devoción hacia el padre José Gabriel. Su

· El cura Gaucho ·

sueño es que la obra ayude a que las próximas generaciones conozcan la vida de Brochero, que los más chicos pregunten el porqué del camino de montaña y del Cura Gaucho montado en mula, y así se acerquen a la historia de este hombre tan venerado en su región. La masa encefálica es la representación más fiel de la inteligencia y de la visión de progreso que tuvo el beato, y que llegó al altar en manos de Nicolás, el niño del milagro brocheriano (ver páginas 20 y 21).


El Evangelio criollo

Así habló el Cura Gaucho

Una de las virtudes de Brochero fue predicar la Palabra de Dios en un lenguaje llano, accesible para la gente sencilla a la que buscaba despertarle la fe. Quería que lo entendieran, antes que lucirse como teólogo.

U

na de las características distintivas del sacerdote José Gabriel del Rosario Brochero en su tarea pastoral era su modo de predicar la Palabra de Dios. Brochero evitaba a las parábolas retorcidas, las descripciones complejas y la teología profunda. Le hablaba, como lo había hecho Jesús en su tiempo, a un pueblo en su mayoría ignorante, con poca capacidad de abstracción y urgido por entender. Durante las homilías en las misas que muchas veces daba a cielo abierto, en algún rancho del interior profundo, fuera en Córdoba, Tucumán, Catamarca, San Juan o San Luis, Brochero hablaba en criollo hasta de la Pasión de Cristo: “Mira, hijo, lo jodido que está Jesucristo, saltados los dientes, chorreando sangre. […] Por ti tiene jodidos y rotos los labios, tú que maldices cuando te chupas. Qué jodido lo has dejado en los pies con los clavos, tú que perjuras y odias”. Frases tan contundentes como esa tenían más llegada a la gente simple del campo que las florituras del teólogo, aunque él también lo era. Así lograba convertir al cristianismo a aquellos que por vicio, ignorancia o falta de un cura como Brochero, permanecían alejados de Dios. Y no solo con sus fieles actuaba así. También son conocidas sus admoniciones a los sacerdotes que trabajaban con él: “Nuestra polémica contra el vicio —les decía— ha de ser la de Jesucristo. La mansedumbre y la paciencia. Cuando se halla la mula ante mucha hacienda brava, para pasar no se larga a tirar

“Mira, hijo, lo jodido que está Jesucristo, saltados los dientes, chorreando sangre. […] Por ti tiene jodidos y rotos los labios, tú que maldices cuando te chupas”. Cura Brochero. coces, sino se abre paso, poco a poco, con el anca. No tires coces a los pecadores exacerbándolos con palabras en medio de la polémica. […] Mal volverán a Dios los que quedaron resentidos y humillados”. El sello personal que le dio a su prédica mereció el aprecio de religiosos y también de laicos. Dios le había dado el carisma de anunciar su Palabra con llaneza, pero también con hondura, porque calaba profundo en la gente. Ponía el lenguaje al servicio de la fe de los más pobres. “Consta que se adaptó en todo, incluso en el lenguaje, para que todos lo entendieran. Decía que prefería ser entendido, antes que pasar por erudito y que no

comprendieran”, afirmaba el sacerdote jesuita Antonio Aznar Flores en el informe que elevó a sus superiores en Córdoba capital. En una semblanza de Brochero, El Diario de Buenos Aires señalaba en 1895: “Es el sacerdote del pueblo, mejor dicho, del campo, de sus gentes sencillas, con cuya alma se ha identificado y de la que ha tomado sus hábitos en lo que tiene de bueno y pintoresco. Un predicador que habla al aire libre, en pleno campo, desde su caballo o su mula, y más con su propio ejemplo enseña y convence. ‘La gracia de Dios es como la lluvia, que a todos moja’, dice y enseña el incomparable misionero de las sierras cordobesas”.

La marca de la vaca negra Un ejemplo de la prédica sencilla y cercana a lo que la población rural podía entender es la anécdota que le relató Brochero al jefe político de San Alberto, Guillermo Molina, en una carta fechada en Tucumán en mayo de 1901: “[...] Voy a dar dos misiones con las que principio mañana en el Ingenio San[ta] Ana, y he predicado dos sermones en Santo Domingo, y dos en dos conventos de Monjas, a solicitud de ellas mismas. Voy pasando por un predicador de fama, a consecuencia que los

peri[ó]dicos de Tucumán, así me presentaron, cuando llegué a esa ciudad. Pero lo que quiero contarle es el texto con que rompí en la primera misión: este fue una vaca negra, que estaban viendo todos los oyentes. Dije, que así como esa vaca estaba con la señal y marca del Ingenio llamado la Trinidad, así estábamos señalados, y marcados por Dios todos los cristianos; pero que Dios no marcaba en la pierna, ni en la paleta, ni en las costillas, sino en el alma, y que Dios no señalaba en las orejas, sino en la frente, por-

· José Gabriel del Rosario Brochero ·

que la señal de Dios era la santa cruz, y que la marca de Él era la fe, y que esta la ponía en el alma. Pero, mi querido, hizo tal eco mi elocuencia, que se han costiado hasta de 25 leguas a oírme, y se han confesado en esa misión como no lo han hecho en otras, que han dado Jesuitas copetudos y elocuentes. He adquirido una fama, que ya me ven para el año que viene. No se oye otra cosa que la sabiduría del Cura Brochero, expresada, o sintetizada, en la marca y señal de la vaca negra del Ingenio de la Trinidad”.

19


EL MILAGRO

El protegido del beato La vida de Nicolás Flores Violino pendía de un hilo cuando su padre le rogó a Brochero que lo salvara. Contra el pronóstico médico, el niño se recuperó. Fue el milagro confirmado que elevó al Cura Gaucho a los altares.

E

l 28 de septiembre de 2000, la familia Flores Violino viajaba de regreso de Córdoba a su pueblo en Traslasierra por la ruta provincial C45. A la altura de Falda del Cañete, el auto en que viajaban Osvaldo Flores, Sandra Violino, los padres de ella y su hijo de once meses, fue embestido de frente por una camioneta que se cruzó de carril con las luces apagadas. Sandra viajaba en el asiento trasero con su bebé, Nicolás, y su madre. Su padre murió en el choque. Nico sufrió fuertes golpes en su cabeza que sangraban de modo profuso. Su papá Osvaldo, en medio del dolor y mientras le daba asistencia respiratoria, encomendó la vida del niño al cura Brochero. Unos minutos después, vecinos que pasaban por el lugar los asistieron y llamaron a los paramédicos, que trasladaron a Nicolás al Hospital de Niños. Sandra y Osvaldo son oriundos de la localidad de Traslasierra, tierra del cura Brochero, y ambos son devotos del beato, al punto de haberse casado en Villa Cura Brochero y haber ido hasta allí para bendecir su embarazo de Nicolás. Los médicos pensaban que el bebé no iba a superar las lesiones que había sufrido en su pequeño cráneo: tenía importantes traumatismos con pérdida de masa encefálica, estaba en estado vegetativo. Nuevamente Osvaldo invocó la protección de Brochero. Después de sufrir tres paros cardiorrespiratorios (el último, de quince minutos de duración), Nico reaccionó. Cuando salió de la emergencia, el pronóstico era desolador: los médicos creían que quedaría ciego, mudo e inmóvil. Sin embargo, el cerebro de Nico se recuperó lentamente del daño sufrido, aunque quedaron algunas secuelas: perdió la vista de un ojo y tuvo proble-

20

La familia Flores Violino. Nicolás salvó su vida gracias a un milagro del Cura Gaucho.

Cuando Nicolás salió de la emergencia, el pronóstico era desolador: los médicos creían que quedaría ciego, mudo e inmóvil.

· El cura Gaucho ·

mas de habla y motricidad en sus primeros años de vida. Una vida que, según la ciencia, no debía ser. Hoy Nicolás tiene trece años y, con ayuda de una maestra integradora, terminó sexto grado en una escuela común. Sandra cuenta que Nico es inquieto, va a la escuela y, si bien tiene algunas dificultades motrices, se desenvuelve solo y tiene una fe única en sí mismo para superar las secuelas que el accidente dejó en el lado derecho de su cuerpo. Durante tres años, Nico fue sometido a estudios médicos para validar el milagro del Cura Gaucho, pero el chico no supo a qué se debían hasta el año pasado, cuando sus padres decidieron revelárselo. “Cuando se lo contamos le preguntamos qué sentía —recuerda Sandra—, él nos respondió: ‘Siento mucho amor en el corazón’. Y creo que es la mejor síntesis de lo que pasó. Él lleva el amor que le dieron Dios y Brochero”. No hay explicación racional para la recuperación de Nico, y después de mucho investigar, siete médicos y un grupo de teólogos


Hechos curiosos El largo camino hacia la recuperación de Nicolás está jalonado de acontecimientos al menos llamativos. Uno de ellos ocurrió apenas dejó de estar en riesgo de vida y los médicos evaluaban cómo cerrar el orificio en su cráneo, producto del accidente automovilístico. Habían recomendado introducir una malla de titanio que reemplazara el fragmento de cráneo perdido. Pero no hizo falta: la profunda herida en la cabeza de Nicolás comenzó a cicatrizar sola hasta que se cerró por completo sin necesidad de ayuda externa. Más adelante, el chico corría el riesgo de quedar ciego, según la opinión de tres médicos consultados por Sandra y Osvaldo, sus padres. Un cuarto médico, en Buenos Aires, les dijo que había chances de salvar la vista de un ojo, pero que iba a requerir una larga y riesgosa cirugía. El día de la intervención, estimada en tres horas de duración, Sandra volvió a rezarle al cura Brochero para que Nico pudiera tener visión suficiente para valerse por sus medios. Apenas veinte minutos después de haber ingresado al quirófano, el médico salió y dijo a los padres que había ido todo bien y que estaba asombrado porque nunca había realizado una operación tan veloz. Nicolás recuperó la vista de un ojo, con un campo visual limitado.

El despertar de Misia Elina

Foto Mariano Paiz

asignados por el Vaticano certificaron que la ciencia médica no podría haberlo salvado y que se trataba de un milagro. Más de cien personas dieron su testimonio en este caso, entre ellos, quienes asistieron a la familia minutos después del accidente. Hasta los médicos que lo atendieron lo reconocieron: “La naturaleza se vio auxiliada por la intervención de factores que nuestros conocimientos médicos no explican”. Al igual que en la vida misionera de Brochero, la recuperación de Nico exigió el sacrificio cotidiano de la familia. “Eso es bien ‘brocheriano’: hace lo suyo pero pone a trabajar a todos”, bromea monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje y delegado del Episcopado argentino para la Causa de los Santos. Nico está orgulloso de haber sido el motivo principal para que su protector sea consagrado beato. Su papá, en tanto, dice que no dudó ni un instante de que Brochero intercedió por la vida de Nico ante Dios. Y tampoco dudó de que el curita transerrano iba a alcanzar la beatitud.

Luego de revelarle a Nico que él era el milagro que haría beato a Brochero, sus padres le preguntaron qué sentía: “Siento mucho amor en el corazón”, dijo.

En la Iglesia católica romana, una positio —positio super virtutibus (posición sobre las virtudes, en castellano)— es el conjunto de documentos utilizados en el proceso para declarar a una persona venerable, el segundo de los cuatro pasos (siervo de Dios, venerable, beato y santo) en el camino hacia la declaración de santidad. En la página 328 del tomo II de la positio sobre José Gabriel del Rosario Brochero, se incluyó el testimonio de María Dora Carreras de Necco, que relata cómo el cura logró despertar a su madre, Misia Elina, de un coma: “Siendo yo niña, estaba mi madre muy enferma. Se puso muy grave. Nuestra angustia era grande porque éramos huérfanos de padre. Estando ya mi madre en estado de coma, Brochero llegó a la casa de mi tía, quien lo invitó a que visitara a mi madre en ese angustioso estado. Llegó a nuestra casa y nos encontró a todos los hijos bañados en llanto y rodeando la cama de mi madre. Al entrar echó a todos afuera y nos retó por nuestros gritos y lamentos. Yo, por ser la más curiosa, me quedé por allí cerca para observar. El señor Brochero tomó su rosario y comenzó a dar vueltas por allí. Luego se acercó a mi madre y la increpó, diciéndole: ‘Oiga, Misia Elina, levántese: ¡Qué! ¿Ya no me va a hacer las empanadas tan ricas que de vez en cuando me envía?’. Mi madre continuó en estado de coma. Brochero la tomó de la mano y le dijo: ‘En nombre de Dios te mando que te levantes’. Mi madre reaccionó y se puso buena. El padre Brochero quedó en la casa tomando mate. Nuestra alegría fue grande porque nos devolvió a nuestra madre, que vivió con nosotros muchos años”.

· José Gabriel del Rosario Brochero ·

21


MANIFESTACIONES DIVINAS

El despertar de la fe Antes de que el mundo lo conociera como un misericordioso pastor católico, Brochero atravesó momentos en su vida en los que se revelaron las fuerzas en pugna en su corazón.

L

a vida de José Gabriel del Rosario Brochero antes de comenzar su inmensa tarea pastoral está marcada por episodios fundacionales de su fe y su devoción católica. Tal como quedó retratado en la positio que condensa las investigaciones realizadas sobre su vida antes de ser declarado venerable y luego beato, ya desde la niñez, Brochero se reveló como un fiel creyente en el poder de Dios. Y en su juventud atravesó un tiempo de incertidumbre antes de abrazar la fe para siempre, en el que su madre tuvo un papel preponderante.

LA PRIMERA MANIFESTACIÓN Según relata el historiador Efraín Bischoff en su libro póstumo El Cura Brochero, en una tarde calurosa de Santa Rosa del Río Primero, un grupo de chicos fue a bañarse al río. Entre ellos iba José Gabriel. Los chicos eligieron una zona de la orilla en que el caudal era bajo y se metieron en el agua para jugar. José Gabriel los miraba divertirse, pero sentía una inquietud que lo llevaba a mirar con atención un recodo río arriba, observando la corriente. En ese momento apareció Don Sebastián, un conocido de su familia, y le preguntó por qué no se bañaba junto a los demás chicos. José Gabriel le señaló la corriente, que iba tornándose pardusca, y advirtió a sus amigos: “¡Muchachos, salgan, puede venir la creciente!”. Don Sebastián se retiró a caballo rumbo al poblado y dejó solo al jovencito, ensimismado en el río. De pronto, José Gabriel vio una oleada que saltaba sobre la orilla opuesta, en el recodo. Volvió a gritar a los chicos: “¡La creciente!”, aunque el aluvión de agua ya estaba encima de ellos. Los chicos treparon rápidamente, pero uno tropezó y se cayó. El agua lo golpeó y lo arrastró. José Gabriel corría por la orilla, clavándose espinas de las matas, esperando que su amigo hiciera pie, pero era inútil. En su desesperación, el joven cayó de rodillas con los brazos abiertos en cruz y la cara mirando el cielo. “¡Virgen Santa!... ¡Señor!... ¡Que no se ahogue!...”, exclamó. Después se cubrió el rostro con las manos mientras seguía orando. Instantes después, al abrir los ojos, vio que Don Sebastián estaba auxiliando al chico tendido en la costa del río. En medio del susto, su amigo estaba a salvo. Don Sebastián contó luego que se había alejado unas tres cuadras por el bosque tras charlar con José Gabriel, cuando algo inexplicable lo llevó a volver al río. Era como una voz que le decía que su presencia era necesaria porque alguien estaba en peligro. Re22

Él, que debía todo lo que era como persona a su madre, Petrona, terminaría tomando la mano de la Virgen Madre para alcanzar a Jesús.

gresó al río a tiempo para ver cómo el amigo de Brochero se ahogaba en las agitadas aguas, y rápidamente pudo sacarse algunas prendas y lanzarse a rescatarlo. El ruego de José Gabriel había sido escuchado. LA MANO DE SU MADRE Cuando el joven Brochero estaba terminando sus estudios, llegó la hora de decidirse por la ordenación como sacerdote. Como en todo hombre, en Brochero también surgieron dudas: comenzó a tener pesadillas, a sentir su mente dispersa y a resultarle pesado rezar. San Ignacio de Loyola, creador de los Ejercicios Espirituales a los que luego se haría adepto Brochero, llama a ese estado del ser la “desolación espiritual” y aconseja no tomar decisiones importantes durante esa condición “porque lo hará guiado por el espíritu malo y no por el espíritu bueno”. · El cura Gaucho ·

Atribulado, Brochero asistió a una misa matinal, en la que el sacerdote hizo el sermón de “las dos banderas” de San Ignacio (el eterno enfrentamiento entre Lucifer y los voluntarios de Cristo). Y así calmó su espíritu. Esa misma noche volvió a soñar. Veía la figura de Jesús lejos en el horizonte, que lo llamaba con la mano. Pero un precipicio los separaba y José Gabriel no encontraba la forma de sortearlo. De pronto, a su lado apareció su madre, Petrona Dávila, quien con calma lo tomó de la mano. En un instante, José Gabriel estaba al lado de Cristo, que lo miraba con genuino afecto. Al despertar, las imágenes estaban grabadas a fuego en su mente y entendió que una mujer, una madre, iba a ser quien lo guiara. Él, que debía todo lo que era como persona a su madre, terminaría tomando la mano de la Virgen Madre para alcanzar a Jesús. A ella se entregó con amor en el camino que ya Dios había elegido para él.


FE Y OBRAS

El cura obrero criollo Cada acequia abierta, cada nuevo camino, cada escuela construida eran, para Brochero, pilares de una obra magnífica que buscaba un resultado: mejorar la vida de la gente. Y tenía un propósito: que todos pudieran recibir a Jesús en sus corazones.

“Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en quince días, ayudado por sus feligreses, a quienes da ejemplo y estimula con su esfuerzo personal”.

A

rtículos periodísticos publicados entre 1877 y 1898 en diarios de Córdoba y de Buenos Aires como El Interior, El Progreso, El Porvenir, La Tribuna Nacional y La Patria trazaron semblanzas de Brochero con notorias coincidencias, a pesar de las distancias temporales, físicas y hasta ideológicas que los diferenciaban. Todos lo describían como un cura ejemplar, capaz de cargarse al hombro tareas duras por el bien de la comunidad y de la Iglesia, y de convencer a sus feligreses para que lo acompañasen en el trabajo apenas terminada la misa. A continuación se transcriben algunos fragmentos, compilados por el equipo nacional de asesores de la Acción Católica Argentina: “Es una excepción: practica el Evangelio. Desde luego, es pobre, habiendo servido un curato rico durante más de un cuarto de siglo, ¡ya es una recomendación! Es realmente un pastor, según la palabra y la intención de Jesús: su grey es su rebaño [...]”. “¡Es un apóstol! [...] ¿Falta un albañil en su curato para hacer una obra pública, ya sea para la Iglesia o para beneficio del pueblo? ¡Pues él es albañil y trabaja con sus propias manos a la par del más esforzado y compitiendo con el más diestro! ¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en quince días, ayudado por sus feligreses a quienes da ejemplo y estimula con su esfuerzo personal. ¿Falta todo? ¡Pues él es todo!”. En momentos en que Brochero está en boca de todos tras su ascenso al altar por su beatitud, puede sonar a exageración todo lo que se cuenta sobre su monumental obra, tanto en la conversión de almas como en la más tangible: la construcción de iglesias, escuelas, acequias y caminos. Pero no es una afirmación oportunista. Brochero le puso obra a la fe. Hizo, y mucho. Si construía caminos era porque quería que la gente no

sufriera días y días de viaje a lomo de burro. Si propiciaba los ferrocarriles era porque quería que las mercancías de un pueblo llegaran rápidamente a otro para venderlas y evitar el desperdicio de la fruta o la verdura machucada o podrida. Si fomentaba la agricultura en los pobladores pobres era para evitar que el padre de familia tuviera que dejar a la familia y partir lejos en busca de trabajo. Si quería implantar nuevas especies de peces en ríos y lagos era para dar otra fuente de subsistencia a los pobres a través de la pesca. Si erigía escuelas era para mandar a los pobres a estudiar... La historia recordará que construyó 200 kilómetros de caminos carreteros entre Cruz del Eje, Minas, Pocho, San Alberto, San Javier y Río Cuarto, además de los caminos secundarios para unir las villas. Abrió escuelas desde la Villa del Tránsito hasta las cumbres del Champaquí, los bajos del Chancaní y los altos de Panaholma. Instaló molinos para la molienda de trigo y maíz, y abrió acequias y canales para llevar agua a los poblados y a los campos. Brochero no hizo todas esas obras para provecho propio o de la Iglesia. Lo hizo con la mente puesta en que, si la gente vive mejor, sin urgencias, tiene el corazón más abierto para recibir a Cristo y sus enseñanzas. Hasta en lo más material de su accionar se escondía su objetivo inclaudicable: salvar las almas de cuantos pudiera. · José Gabriel del Rosario Brochero ·

“Un creyente total” Señala Jorge Torres Roggero en su libro El Cura Brochero y su tiempo: cultura popular, santidad, política (Babel Editorial, 2012): “Lo admirable de Brochero es el respeto y la obediencia hacia una Jerarquía a veces obcecada o mal informada, y la independencia con que se movió entre sus amigos y condiscípulos políticos, que llegaron a la más alta cima del poder. Su vida es una epopeya de la libertad de los hijos de Dios. Fue, como diría Leopoldo Marechal, un creyente total, porque un santo es en este mundo ‘un canto de libertad y una risa de libertad y una danza caliente de libertad’. Y esa es una sabiduría secreta de los humildes y pobres de este mundo que, en las crisis más desoladoras y en los tiempos de gran tribulación, son el resto que Dios ha dejado para seguir comunicándose con el hombre”.

23


“No somos cristianos por una idea o decisión ética, sino por encontrarnos con Jesucristo”.

24

· El cura Gaucho ·


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.