lecturas sobre espiritualidad

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lecturas sobre espiritualidad inspirarse en la literatura (www.espiritulecturas.wordpress.com) (fotos: Wikipedia) selección de Francisco Bengochea

la Luz ¡ALEGRÉMONOS! QUE SALTE DE GOZO nuestro corazón sumido en la tiniebla de nuestra desesperanzada rutina de la vida: la Luz viene a acampar entre nosotros. Entre nosotros quiere poner su morada. Viene a iluminar nuestros ojos enturbiados por el escepticismo. Viene a iluminar la penumbra de nuestros cansancios y nuestros miedos. Que el desierto de nuestra soledad interior prepare caminos ala Luz. Luz que penetre en la hondura de los valles de nuestra mediocridad, descubriendo los tesoros que nuestra pereza oculta en su espesura. Luz que abaje los escabrosos montes de nuestra suficiencia, donde se encubre el oscuro bandidaje de nuestro egoísmo, acechando siempre en puerta ajena. Dejémonos cortejar por la Luz. Mirémosla venir brincando sobre los collados de nuestra indiferencia. Se para a nuestra puerta, cerrada por nuestras comodidades y recelos; atisba por la celosía de nuestra cámara interior, allí donde yace adormecido nuestro espíritu. Que al menos vele nuestro corazón en su esperanza. —Mira que estoy a la puerta y llamo. Si me abres te invadirá la claridad del nuevo día que te ofrezco. Si respondemos con la lentitud de nuestro adormilamiento, al llegar a la puerta, la Luz habrase ido de largo.

Isabel Guerra: “El libro dela PAZ INTERIOR” (Ed. Styria)

(isabelguerra.com)

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fundamentalismo ES PROBABLE QUE QUIEN SE HAYA VISTO SOMETIDO en la infancia al fundamentalismo religioso de una comunidad galesa tradicional se encoja secretamente cuando oye pronunciar la palabra religión. Mi familia había dejado más o menos una generación antes la vida de criadores de ovejas en las laderas plagadas de helechos, pero sus actitudes se habían mantenido invariables, junto con la convicción de que no hacía falta más que una estricta observancia maquinal de los preceptos de su religión, para asegurarse un lugar apropiado a la derecha de Cristo en su gloria. La generación más joven daba poca importancia a sus ideas religiosas. Lo que resultaba sumamente molesto era que santificaran las fiestas, una práctica larga y agotadora en la que todas las formas de placer quedaban escrupulosamente suprimidas. Se prohibían los juegos y se excluía la música (incluso los silbidos), aparte del tecleado de himnos religiosos al piano. Cuando, al hacerse los niños mayores, pasó a considerarse sospechosa la evasión intelectual, se cerraba con llave la biblioteca el domingo y sólo se podía leer el Christian Herald durante el largo período de inactividad que había entre las visitas a la capilla. Los servicios religiosos eran un asunto muy serio. Cuando el reverendo Davies pedía a su congregación que amara al prójimo, conseguía que la palabra amor pareciera odio. Predicaba a gente despiadada y sin imaginación, pero incluso con esa calumnia al cristianismo, era lo suficientemente mayor ya para que me asombrara que me obligaran a oír un sermón sobre «el pecado del perdón», que se aclamaba en el templo con una ovación puestos en pie.

NORMAN LEWIS: “Un imperio de Oriente” (Ed. Península)

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crisis y religión EL “AURA RELIGIOSA” de algunos contenidos del inconsciente no sorprende al historiador de las religiones. Sabe que la experiencia religiosa incluye al hombre en su totalidad, así como las regiones profundas de su ser. Eso no significa reducir la religión a sus componentes irracionales, sino simplemente que se reconoce la experiencia religiosa tal cual es: experiencia de la existencia total, que revela al hombre su modo de ser en el mundo. No obstante estamos de acuerdo en considerar los contenidos y estructuras del inconsciente como el resultado de situaciones críticas inmemoriales. Toda crisis existencial cuestiona tanto la realidad del mundo como la presencia del hombre en ese mundo. La crisis es, en suma, “religiosa”, porque en los niveles arcaicos de cultura, la experiencia religiosa es lo que sienta las bases del mundo. La orientación ritual, con las estructuras del espacio sagrado que revela, transforma el “caos” en “cosmos” y, por tanto, hace posible una existencia humana (es decir, le impide regresar al nivel de existencia zoológica). Toda religión, incluso la más elemental, es una ontología: revela al ser cosas sagradas y figuras divinas, muestra lo que realmente es, y, al hacerlo, funda un mundo que deja de ser evanescente e incomprensible, como sucede en las pesadillas, y como parece volver a ser cada vez que la existencia está en peligro de hundirse en el “caos” de la relatividad total, cuando no emerge ningún “centro” que garantice una orientación.

MIRCEA ELIADE: “Mitos, sueños y misterios” (Ed. Kairós)

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opción por los pobres EN NUESTRO CASO, desde la opción previa todavía inconcreta por los pobres, desde la perspectiva de su liberación, parece necesario —opina L. Boff— optar resueltamente por la elección del instrumental analítico propio de la tendencia crítico-dialéctica: «¿Qué tipo de análisis asumir y a qué teoría social conceder el privilegio? Aquí entra en cuestión la definición del lugar social y la determinación del motivo por el que hacemos el análisis: en función de la liberación de los oprimidos. De las dos tendencias básicas en el análisis social —la funcionalista que ve a la sociedad principalmente como un todo orgánico y la dialéctica que ve ante todo a la sociedad como un conjunto de fuerzas en tensión y en conflicto debido a la divergencia de intereses— creemos que el análisis dialéctico es el que atiende a los anhelos de los pobres y de los que carecen de poder». Las razones aducidas son claras: «El funcionalismo con su desarrollismo y progresismo no consigue hacer que funcione la sociedad con relaciones humanamente admisibles y soportables en términos de justicia y participación. La tasa social de injusticia que exige el progreso moderno es inmensa y tiene que pagarla el pueblo. Las cuestiones que entonces se suscitan no las responde adecuadamente el funcionalismo. Exigen otra respuesta».

Julio Lois: “TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN” (Ed. Iepala)

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wahabismo AQUÍ PARECE QUE RADICA UN PEQUEÑO pero importante choque de civilizaciones, no entre Oriente y Occidente, o entre hinduismo e Islam, sino en el interior del propio Islam. Entre las formas estrictamente reguladas de los wahabíes y las costumbres de los sufíes heterodoxos se extienden dos concepciones totalmente distintas sobre cómo vivir, cómo morir y cómo realizar el viaje final y más importante, y el más difícil de todos: hacia el Paraíso. –¿El Paraíso en nuestro interior? –dijo Saleemullah, enarcando las cejas–. No, no. Eso no es más que cháchara emocional… Un espejismo. ¿Hay alguna evidencia de ello en el Corán? En el Corán no hay nada acerca del Paraíso en el interior del cuerpo o en el corazón: el corazón es demasiado pequeño para Dios. El Paraíso esta fuera, es un lugar físico en los cielos que Dios ha creado para su pueblo. Según nuestras creencias habría muchos niveles de Paraíso, un total de ocho, con un lugar para cada creyente. Habría divanes en los que tumbarse a la sombra, y ríos de leche y miel, así como fresca y limpia agua de manantial. Para llegar allí hay que seguir los mandamientos del Todopoderoso. Cuando usted muera, insh’alá, todo su viaje acabará ahí. El Día del Juicio los mares, océanos y tierra se convertirán en un infierno, pero aquellos musulmanes que sigan la ley y realicen buenas acciones serán transportados al Paraíso. Se detuvo y volvió a mesarse la barba. –El Islam verdadero es una disciplina –dijo–. No son sólo los impulsos del corazón. Hay normas que hay que seguir: cómo comer, cómo lavarse y cómo recortarse el bigote. El corazón y las ideas sobre el amor… son irrelevantes si uno no sigue los rituales y prácticas mandados por el Santo Profeta.

William Dalrymple: “Nueve vidas. En busca de lo SAGRADO en la INDIA de hoy” (Ed. Kairós)

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silencio LO SORPRENDENTE ES QUE ME ENCANTÓ. Me cuesta recordar qué fue primero, si la libertad de la soledad o la energía del silencio. Cuando uno vive solo tiene una libertad especial. Me instalé en la casa y la decoré con colores muy intensos. Alguien comentó lo distinta que era esta casa de todas en las que había vivido, y caí en la cuenta de que mis gustos personales habían quedado relegados a favor de los de mi familia. (Todavía me hace gracia pensar en lo poco que se parecen tanto mi casa como la de mi marido a las que compartimos juntos). Otra muestra de libertad fue la comida; comer lo que uno quiere y cuando quiere representa una libertad enorme tras años de abastecer a una familia, con lo que eso implica de organización, equilibrio, esfuerzo y responsabilidad. Son pequeños detalles cotidianos, pero tienen mucha importancia. El tiempo se dilató de pronto, y disponía de libertad, de espacio y de capacidad para elegir. Me volví menos impulsiva, más reflexiva y mucho menos frenética. Y en ese espacio fluyó el silencio: salía al jardín por la noche o a primera hora de la mañana, y me limitaba a observar y escuchar; había estrellas, estaciones, crecimiento y repetición. Por primera vez en mi vida fui consciente de la transformación de los colores antes del amanecer: del índigo al azul puro, pasando por el albaricoque.

Sara Maitland: “Viaje al SILENCIO” (Ed. Alba)

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sobre la ciencia 2 PERO EL MENSAJE CIENTÍFICO NO ES PRESCRIPTIVO. Ni es una orden de un superior social, ni un imperativo moral. La influencia que tiene el conocimiento en la acción proviene de su poder predictivo. Tomar una decisión es elegir entre caminos ramificados hacia el futuro, a la luz de sus puntos finales imaginados o calculados. Con la ayuda del mapamundi de la ciencia hacemos una extrapolación modesta y confiada al futuro próximo y esperamos alcanzar nuestro fin deseado. El conocimiento científico es fiable, hay que creer en la ciencia, en la medida en que esté justificada esta confianza —por supuesto, no simplemente en la experiencia personal de cada uno de nosotros, sino como consecuencia del modo en que la sociedad lo ha creado para ese propósito y nos proporcione un consejo sabio y prudente—. Por supuesto, es perfectamente posible creer en la ciencia sin que haya intención ni oportunidad de hacer de esa ciencia una base para tomar decisiones. El mapa del universo que nos presentan la astronomía y la cosmología es prácticamente inútil como medio de predecir el resultado de cualquier acción en la escala humana del espacio y el tiempo. Dentro de las limitaciones de las leyes locales de la física y del estado de cosas aquí en la tierra, el cosmos podría ser completamente distinto sin que esto supusiera la más pequeña diferencia para el trabajo, riqueza y felicidad de la humanidad. Pero el hecho de que la investigación científica se extienda mucho más allá de lo inmediatamente aplicable y que la producción de conocimiento científico se convierta en un fin en sí mismo, no implica que se pueda desconectar el concepto de creencia del de acción. Y la fuerza retórica que tiene una predicción fructífera y sutil al validar una teoría científica, está íntimamente relacionada con una necesidad práctica que tenemos de algo que nos guíe con confianza en la oscuridad del futuro desconocido.

John ZIMAN: “La credibilidad de la CIENCIA” (Ed. Alianza)

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haz lo que quieres de verdad ACLAREMOS UNA COSA DE ENTRADA. No debe haber ningún malentendido en esto. Los grandes tomadores de decisiones no andan por ahí haciendo todo lo que quieren. Uno no toma grandes decisiones si hace siempre lo que quiere. ¿Queda claro? Bueno. Ya le dimos el lugar debido a la responsabilidad. Pero cuando uno revisa buenas y malas decisiones, sigue comprobando una y otra vez que la gente que toma las buenas se pregunta qué quiere de verdad y le da mucha importancia a lo que quiere de verdad. En un alarmante número de casos, usted verá que las personas que tomaron una mala decisión jamás se preguntaron qué querían en realidad. Las mejores decisiones se construyen sobre la base de los verdaderos deseos de uno, de lo que uno quiere para sí. Mucha gente, lamentablemente, se deja arrastrar tanto por los hechos, por el impulso que trae su vida, por el clamor de otras personas, por el puro hábito, por el miedo al fracaso o por el temor a la vergüenza, que desatiende esa cuestión crucial. ¿Qué quiere uno para su vida, para sí? La gente que toma las mejores decisiones es igual al resto de nosotros. No siempre sabe de entrada la respuesta a esa pregunta. También tiene sus responsabilidades. Pero no toma decisiones importantes hasta no cavar y llegar al sitio donde puede ver lo que quiere.

Charles Foster: “Cómo DECIDIR” (Javier Vergara, Ed.)

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liderazgo NO CREO QUE HOY EN DÍA UN COMANDANTE pueda inspirar a grandes ejércitos, o unidades aisladas, o incluso a hombres individuales, y llevarles a alcanzar grandes victorias, si carece de un correcto sentido de verdad religiosa; debe estar preparado para reconocerla, y conducir a sus tropas a la luz de esa verdad. Debe tomar siempre el pulso espiritual de sus ejércitos; debe estar siempre seguro de que el propósito espiritual que les inspira es correcto y verdadero, y que es claramente expuesto a todos. Sin llevar esto a cabo, no puede esperar ningún éxito perdurable. Según creo, todo liderazgo está basado en la cualidad espiritual, en el poder de inspirar a otros a seguirle a uno; esta cualidad espiritual puede ser para el bien, o para el mal. En muchos casos en el pasado, esta cualidad ha sido dedicada a fines personales, y ha sido parcial o totalmente mala; cuando esto ha sucedido, al final ha fracasado. El liderazgo dedicado al mal, aunque pueda tener éxito temporalmente, siempre lleva consigo la semilla de su propia destrucción.

Bernard L. Montgomery: “The memoirs of field marshal MONTGOMERY”

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una vida distinta PORQUE TODO CUANTO ACABABA DE OÍR no podía hallar cabida en su cabeza. Para él, todo aquello eran increíbles conceptos nuevos. Sentía que si, por ejemplo, él deseaba seguir tales enseñanzas, tendría que arrojar a una pira todos sus pensamientos y costumbres, su carácter y su índole toda, tales cuales habían sido hasta aquel instante, reducirlos a cenizas y luego llenar su ser de una vida totalmente distinta y forjarse un alma enteramente nueva. La doctrina que le ordenaba amar a los partos, sirios, griegos, egipcios, galos o britanos, perdonar a los enemigos, devolverles bien por mal y aun amarlos se le antojaba una locura. Y, sin embargo, al mismo tiempo tenía la intuición de que algo había en esa misma locura más poderoso que todos los sistemas filosóficos hasta entonces conocidos. Pensaba que a causa de su locura esa religión era impracticable; pero a causa de su misma dificultad, era también divina. Y en su alma la rechazaba; pero sentía al hacerlo así como si se apartara de una pradera de flores impregnada de embriagador perfume, y que cuando se ha aspirado una vez –como ocurre en la tierra de los lotófagos– se olvidara de todas las demás cosas para siempre, y sentía nostalgia por esa tierra. Le parecía que en ella no había nada de real, y al mismo tiempo comparada con la realidad ésta era algo tan despreciable que no merecía la pena que se pensara en ella.

Henryk SIENKIEWICZ: “Quo vadis?”

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creer o no creer EL CREYENTE SÓLO PUEDE REALIZAR SU FE en el océano de la nada, de la impugnación y de lo problemático; el océano de la inseguridad es el único lugar donde puede recibir su fe; pero no pensemos que el no creyente es el que, sin problema alguno, carece de fe. Como hemos notado antes, el creyente no vive sin problemática alguna, sino que siempre está amenazado por la caída en la nada. Pero los destinos de los hombres se entrelazan: tampoco el no-creyente vive dentro de una existencia cerrada en sí misma, ya que incluso a aquel que se comporta como positivista puro, a aquel que ha vencido la tentación e incitación de lo sobrenatural y que ahora vive una conciencia directa, siempre le acuciará la misteriosa inseguridad de si el positivismo siempre tiene la última palabra. Como el creyente se esfuerza siempre por no tragar el agua salada de la duda que el océano continuamente le lleva a la boca, así el no creyente duda siempre de su incredulidad, de la real totalidad del mundo en la que él cree. La separación de lo que él ha considerado y explicado como un todo, no le dejará tranquilo. Siempre le acuciará la pregunta de si la fe no es lo real. De la misma manera que el creyente se siente continuamente amenazado por la incredulidad, que es para él su más seria tentación, así también la fe siempre será tentación para el no-creyente y amenaza para su mundo al parecer cerrado para siempre. En una palabra: nadie puede sustraerse al dilema del ser humano. Quien quiera escapar de la incertidumbre de la fe, caerá en la incertidumbre de la incredulidad que no puede negar de manera definitiva que la fe sea la verdad. Sólo al rechazar la fe se da uno cuenta de que es irrechazable.

Joseph RATZINGER: “Introducción al CRISTIANISMO” (Ed. Sígueme)

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dejarse ir LA FUNCIÓN DEL MAESTRO consiste en guiar al buscador por un camino de disciplina hasta llegar al punto en el que sea capaz de sentarse en contemplación absoluta sin contemplar nada. Ésta es la cumbre pura, simple y última de la condición meditativa. Se trata sólo de ser. A partir de ahí, el único que puede ayudar es Alá. De manera que el buscador tiene que completar la mitad del círculo por sí mismo, pero la otra mitad no está en sus manos. Se puede alcanzar la altura hasta la que se puede escalar, ¡y luego hay que dejarse ir!

Shaykh Fadhlalla Haeri: “El SUFISMO. Su significado en el mundo de hoy” (Ed. Nuevos Temas)

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concentración en la verdad EL MÉTODO ESPIRITUAL DEL SUFISMO, por el cual el conocimiento teórico se actualiza, de manera que se convierte en parte del ser del hombre, es esencialmente concentración en la Verdadmediante la coordinación y la realización de los poderes inherentes al estado humano. La tendencia fundamental del hombre caído es dispersiva. Como vive como si él fuera solamente su ego, su inteligencia se “externaliza” y se dispersa. Está “repartida entre mil asuntos sin importancia, entre miles de deseos y cosas grandes y pequeñas”. El objetivo inmediato del método es invertir esta tendencia dispersiva; y puesto que la condición presente del hombre resulta del “olvido” (ghaflah) de su esencia pretemporal, el medio mediante el cual se produce la concentración se conoce como dhikr, “recuerdo” de Dios.

William C. Chittick: “La doctrina SUFÍ de RUMI” (José J. de Olañeta, Ed.)

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cristianismo ASÍ LLEGARON A LA PUERTA DEL CIELO, y el ángel guardián de la entrada preguntó: — ¿Quién eres? Dime cuál es tu fe y pruébamela con tus acciones. — He guardado rigurosamente los mandamientos. Me he humillado a los ojos del mundo, he odiado y perseguido la maldad y a los malos, a los que siguen por el ancho camino de la perdición, y seguiré haciéndolo a sangre y fuego, si puedo. – Quien empuñe la espada morirá por la espada, ha dicho el Hijo. Tú no tienes su fe. ¿Eres acaso un hijo de Israel, de los que dicen con Moisés: « Ojo por ojo, diente por diente »; un hijo de Israel, cuyo Dios vengativo es sólo dios de tu pueblo? — ¡Soy cristiano! — No te reconozco ni en tu fe ni en tus hechos. La doctrina de Cristo es toda ella reconciliación, amor y gracia. — ¡Gracia! — resonó en los etéreos espacios; la puerta del cielo se abrió, y el alma se precipitó hacia la incomparable magnificencia. Pero la luz que de ella irradiaba era tan cegadora, tan penetrante, que el alma hubo de retroceder como ante una espada desnuda; y las melodías sonaban dulces y conmovedoras, como ninguna lengua humana podría expresar. El alma, temblorosa, se inclinó más y más, mientras penetraba en ella la celeste claridad; y entonces sintió lo que nunca antes había sentido: el peso de su orgullo, de su dureza y su pecado. Se hizo la luz en su pecho. — Lo que de bueno hice en el mundo, lo hice porque no supe hacerlo de otro modo; pero lo malo…, ¡eso sí que fue cosa mía! Y el alma se sintió deslumbrada por la purísima luz celestial y desplomóse desmayada, envuelta en sí misma, postrada, inmatura para el reino de los cielos, y, pensando en la severidad y la justicia de Dios, no se atrevió a pronunciar la palabra « gracia ». Y, no obstante, vino la gracia, la gracia inesperada. El cielo divino estaba en el espacio inmenso, el amor de Dios se derramaba, se vertía en él en plenitud inagotable.

Hans Christian ANDERSEN: “Es la pura VERDAD” (En “Cuentos completos”, Ed. Labor)

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alegría Y AHORA VIENE LA PREGUNTA DEL MILLÓN: ¿cuál es la mayor gratificación que puede darnos algo en la vida? ¿Cuál es la recompensa más alta que podemos obtener de un esfuerzo, una caricia, una palabra, una música, un conocimiento, una máquina, o de montañas de dinero, del prestigio, de la gloria, del poder, del amor, de la ética o de lo que se te ocurra? Te advierto que la respuesta es tan sencilla que corre el riesgo de decepcionarte: lo máximo que podemos obtener sea de lo que sea es alegría. Todo cuanto lleva a la alegría tiene justificación (al menos desde un punto de vista, aunque no sea absoluto) y todo lo que nos aleja sin remedio de la alegría es un camino equivocado. ¿Qué es la alegría? Un «sí» espontáneo a la vida que nos brota de dentro, a veces cuando menso lo esperamos. Un «sí» a lo que somos, o mejor, a lo que sentimos ser. Quien tiene alegría ya ha recibido el premio máximo y no echa de menos nada; quien no tiene alegría —por sabio, guapo, sano, rico, poderoso, santo, etc., que sea— es un miserable que carece de lo más importante. Pues bien, escucha: el placer es estupendo y deseable cuando sabemos ponerlo al servicio de la alegría, pero no cuando la enturbia o la compromete. El límite negativo del placer no es el dolor, ni siquiera la muerte, sino la alegría: en cuanto empezamos a perderla por determinado deleite, seguro que estamos disfrutando con lo que no nos conviene. Y es que la alegría, no sé si vas a entenderme aunque no logro explicarme mejor, es una experiencia que abarca placer y dolor, muerte y vida; es la experiencia que definitivamente acepta el placer y el dolor, la muerte y la vida.

Fernando SAVATER: “ÉTICA para Amador” (Ed. Ariel)

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entrar en sí —OS HE HABLADO CON EL CORAZÓN EN LA MANO a vos y a vuestra señora; os he contado mis orígenes en toda verdad y nunca he pensado en mentiros ni engañaros. ¿Y para qué? Lo que yo sé decir no viene de mí, sino de mi sabio y difunto starets o de los Padres en los que he leído. La oración interior que como ninguna otra cosa ilumina mi ignorancia, no la he adquirido de mí mismo; ella nació en mi corazón por la divina misericordia y merced a las enseñanzas del starets. Cualquiera puede llegar a lo que yo he llegado; basta con sumergirse más silenciosamente en su corazón e invocar un poco más el nombre de Jesucristo, y luego empieza a descubrirse la luz interior, todo aparece claro y en esta claridad se hacen patentes ciertos misterios del Reino de Dios. Y es ya un gran misterio el que el hombre descubra esta capacidad de entrar en sí, que se conozca en verdad y que llore dulcemente sus caídas y su voluntad pervertida. No es muy difícil pensar rectamente y hablar con las gentes; antes es una cosa posible, porque el espíritu y el corazón existían antes que la ciencia y la sabiduría humanas. Siempre está en nuestras manos cultivar el espíritu por la ciencia y la experiencia; pero donde no hay inteligencia, nada conseguirá nuestra educación. Lo que sucede es que estamos lejos de nosotros mismos y que no sentimos el menor deseo de acercarnos; andamos siempre huyéndonos de miedo de encontrarnos frente a nosotros mismos; preferimos las bagatelas a la verdad y pensamos: mucho me gustaría llevar vida espiritual y ocuparme de la oración, pero no tengo tiempo para eso; los negocios y las ocupaciones me impiden entregarme a estas cosas con seriedad. Pero, ¿qué es más importante y más necesario, la vida eterna del alma santificada, o la vida pasajera del cuerpo por la que pasamos tantas fatigas? Esta es la explicación de por qué las gentes llegan o a la sabiduría o a la animalidad.

Anónimo: “Relatos de un PEREGRINO ruso” (publicado en http://hesiquia.files.wordpress.com/2009/06/peregrino.pdf)

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sufrimiento EL HOMBRE QUE SUFRE EXPERIMENTA ESPECIALMENTE su propia finitud, «se encuentra en un momento especialmente importante de su vida, un momento en el que, a la luz de esa experiencia, puede comprender con luces nuevas la distinción entre lo verdaderamente importante y lo que no lo es». El dolor nos puede servir para ser menos dependientes de nuestros deseos, porque aprendemos a prescindir de algunas cosas de las que nos priva la enfermedad: capacidad para valerse por sí mismo, movilidad, etc. Entonces relativizamos la importancia de algunas necesidades que antes nos parecían imprescindibles, llevando nuestra capacidad de sufrir más allá del límite que nos creíamos capaces de aguantar. Cuántas veces hemos comprobado, con asombro, cómo puede aumentar la capacidad de soportar en un enfermo grave; por eso tenemos que ser cautos a la hora de valorar los índices de «calidad de vida», pues podemos considerar como intolerables o insoportables, desde nuestra situación de buena salud, algunas limitaciones que el enfermo puede sobrellevar con serenidad e incluso en algunos casos con alegría. La enfermedad y/o la proximidad de la muerte nos puede hacer reflexionar, llevándonos quizás a adoptar una nueva jerarquía de valores, a la vez que nos permite vivir cada momento con mayor intensidad y nos mueve a reconciliarnos y, de alguna manera, a despedirnos. La mujer o el hombre que sufren se enriquecen si han sabido afrontar la adversidad (primera función). Esto además les puede ayudar a tomar en serio aquello que verdaderamente lo es (segunda función). Es frecuente que las personas que han sufrido tengan una conciencia más profunda y real de sí mismas y de lo que les rodea: tienen más serenidad ante las dificultades y son menos propensas a la frivolidad.

Manuel González Barón y otros: “Dolor total y SUFRIMIENTO” (En: “Dolor y cáncer. Hacia una oncología sin dolor”, Ed. Médica Panamericana)

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dignidad TRAS ESTE INTENTO DE PRESENTACIÓN PSICOLÓGICA y explicación psicopatológica de las características típicas del recluido en un campo de concentración, se podría sacar la impresión de que el ser humano es alguien completa e inevitablemente influido por su entorno y (entendiéndose por entorno en este caso la singular estructura del campo de concentración, que obligaba al prisionero a adecuar su conducta a un determinado conjunto de pautas). Pero, ¿y qué decir de la libertad humana? ¿No hay una libertad espiritual con respecto a la conducta y a la reacción ante un entorno dado? ¿Es cierta la teoría que nos enseña que el hombre no es más que el producto de muchos factores ambientales condicionantes, sean de naturaleza biológica, psicológica o sociológica? ¿El hombre es sólo un producto accidental de dichos factores? Y, lo que es más importante, ¿las reacciones de los prisioneros ante el mundo singular de un campo de concentración, son una prueba de que el hombre no puede escapar a la influencia de lo que le rodea? ¿Es que frente a tales circunstancias no tiene posibilidad de elección? Podemos contestar a todas estas preguntas en base a la experiencia y también con arreglo a los principios. Las experiencias de la vida en un campo demuestran que el hombre tiene capacidad de elección. Los ejemplos son abundantes, algunos heroicos, los cuales prueban que puede vencerse la apatía, eliminarse la irritabilidad. El hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las terribles circunstancias de tensión psíquica y física. Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino. Y allí, siempre había ocasiones para elegir. A diario, a todas horas, se ofrecía la oportunidad de tomar una decisión, decisión que determinaba si uno se sometería o no a las fuerzas que amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo, la libertad interna; que determinaban si uno iba o no iba a ser el juguete de las circunstancias, renunciando a la libertad y a la dignidad, para dejarse moldear hasta convertirse en un recluso típico.

Viktor E. FRANKL: “El hombre en busca de SENTIDO” (Ed. Herder)

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sobre la filosofía LA FILOSOFÍA NO NECESITA NI PROTECCIÓN, ni atención, ni simpatía de la masa. Cuida su aspecto de perfecta inutilidad, y con ello se liberta de toda supeditación al hombre medio. Se sabe a sí misma, por esencia, problemática, y abraza alegre su libre destino de Pájaro del Buen Dios, sin pedir a nadie que cuente con ella, ni recomendarse, ni defenderse. Si a alguien, buenamente, le aprovecha para algo, se regocija por simple simpatía humana; pero no vive de ese provecho ajeno, ni lo premedita, ni lo espera. ¿Cómo va a pretender que nadie la tome en serio, si ella comienza por dudar de su propia existencia, si no vive más que en la medida en que se combata a sí misma, en que se desviva a sí misma? Dejemos, pues, a un lado la filosofía, que es aventura de otro rango. Pero las ciencias experimentales sí necesitan de la masa, como ésta necesita de ellas, so pena de sucumbir, ya que en un planeta sin fisicoquímica no puede sustentarse el número de hombres hoy existentes.

José ORTEGA Y GASSET: “La rebelión de las masas”

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sobre la ciencia … LUEGO, LA CIENCIA SE IMPUSO Y OCUPÓ EL LUGAR DE LA RELIGIÓN. Y la ciencia es estupenda, la ciencia contribuye enormemente a hacernos la vida más cómoda. Llueve y nos pone un techo sobre la cabeza, tenemos hambre y nos da de comer. Pero ¿qué más nos da? Nada. Nos quita el cielo, porque con el pretexto de serlo todo, obstaculiza cualquier otra aspiración. Yo no estoy en contra de lo moderno ni de lo científico, pero también en esto hay que encontrar un equilibrio, buscar la Vía del Medio. Hay algo en nosotros…, el corazón, el sentimiento del amor, la intuición…, que la ciencia no tiene en consideración. No quiere saber nada de los sentimientos. Y ves que nadie deja ya que la voz del corazón le hable. Es más, hacerlo se considera un poco de idiotas. Hay grandes científicos, personajes que descubren cosas increíbles. Pero no por ganar el premio Nobel de Química uno es por fuerza un maestro, un despierto. Puede ser un gilipollas. El hombre se hace la ilusión de que sabe, y desde luego, avanza en el camino del conocimiento. Pero se da cuenta de que, cada vez que llega al límite de lo conocido, lo desconocido es inmensamente más vasto que cuanto conoce y llegará a conocer nunca. Estaría bien, pues, aceptar que existe ese misterio, que hay algo que nunca comprenderás y abrazarlo. Incluido el misterio de la muerte.

TIZIANO TERZANI: “El fin es mi principio” (Ed. Maeva)

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positivismo EL POSITIVISMO LÓGICO, UN MOVIMIENTO FILOSÓFICO perteneciente al siglo xx, nacido del Círculo de Viena, que fundó Moritz Schlik en 1924, transformó prácticamente toda la situación. Dicha escuela mantenía que una afirmación sintética sólo posee significado cuando existe una serie de datos con sentido capaces de verificarla o demostrar su falsedad. El positivismo lógico (muchos de sus seguidores prefieren el término «empirismo lógico») tiende a restringir el sentido a las afirmaciones analíticas y a las observaciones empíricas. De forma que, según esta visión, las afirmaciones metafísicas o afirmaciones sobre «Dios» carecen en parte o por completo de sentido (en caso de tenerlo, se trataría de un sentido limitado, de carácter cultural, sociológico o psicológico). Muchos de los filósofos pertenecientes a esta escuela han copado los departamentos de filosofía de la mayor parte de las universidades a lo largo de este siglo. No obstante, la bancarrota filosófica del movimiento es en la actualidad un hecho incontrovertible. A este propósito, dice Bruce Reichenbach: «Ya pasó el tiempo en que las afirmaciones o argumentos metafísicos eran desechados por absurdos o carentes de sentido a causa de la inexistencia de un criterio de verificación preestablecido» (1972).

Therry MIETHE y Antony FLEW: “¿EXISTE DIOS?” (Ed. Cátedra)

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felicidad y virtud ES CLARO QUE SI QUISIÉRAMOS SEGUIR todas las mudanzas de la fortuna de un hombre, sucedería muchas veces que llamaríamos a un mismo individuo dichoso y desgraciado, haciendo del hombre dichoso una especie de camaleón y de una naturaleza medianamente mudable y pobre. Pero qué, ¿es prudente dar tanta importancia a los cambios de la fortuna de los hombres? No es en la fortuna donde se encuentran la felicidad o la desgracia, estando la vida humana expuesta a estas vicisitudes inevitables, como ya hemos dicho; sino que son los actos de virtud los únicos que deciden soberanamente de la felicidad, como son los actos contrarios los que deciden del estado contrario. La cuestión misma que dilucidamos en este momento es un testimonio más a favor de nuestra definición de felicidad. No, no hay nada en las cosas humanas que sea constante y seguro hasta el punto que lo son los actos y la práctica de la virtud; estos actos nos aparecen más estables que la ciencia misma. Además, entre todos los hábitos virtuosos, los que hacen más honor al hombre son también los más durables, precisamente porque en vivir con ellos se complacen con más constancia las personas verdaderamente afortunadas; y he aquí, evidentemente, la causa de que no olviden jamás el practicarlos.

ARISTÓTELES: “MORAL, a Nicómaco” (Ed. Espasa-Calpe)

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liberación ES POSIBLE ESTUDIAR LOS LIBROS para conseguir conocimiento teórico de la mente y los factores mentales, pero no puedes usar esa clase de conocimiento para acabar realmente con la codicia, el odio y la ilusión. Solo has estudiado sobre las característica externas de la codicia, el odio y la ilusión y estás simplemente describiendo las diferentes características de las corrupciones… la codicia es como esto, el odio es como aquello y demás. Solo sabes sobre sus cualidades externas y su apariencia superficial, y solo puedes hablar de ellas en ese nivel. Puede que hayas desarrollado algo de atención plena y discernimiento, pero lo importante es que cuando las corrupciones realmente surgen en la mente, ¿cae ésta bajo su control y adquiere sus características? Por ejemplo, cuando encuentras un objeto mental indeseable, ocurre una reacción que lleva a la mente a adquirir ciertas cualidades. ¿Te apegas a esa reacción? ¿Puedes dejar ir esa reacción? Una vez que eres consciente de la aversión que ha surgido, ¿almacena “él que sabe” esa aversión en la mente, o habiéndola visto, puede “él que sabe” dejarla ir inmediatamente? Si, habiendo experimentado algo que te desagrada, todavía almacenas aversión en la mente, debes llevar tu práctica de vuelta al inicio. Porque estás todavía equivocado; la práctica todavía no es perfecta. Si alcanza el punto de perfección, la mente dejará ir las cosas automáticamente.

AJAHN CHAH: “La clave de la LIBERACIÓN” (Publicado en http://www.acharia.org)

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el dios del materialismo QUE NO SE PUEDE SERVIR A DIOS Y A MAMMON es una verdad económica del más alto valor. Tenemos que elegir nuestra opción. Las naciones occidentales hoy gimen bajo el talón del monstruoso dios del materialismo. Su crecimiento moral se ha quedado estancado. Miden su progreso en libras esterlinas. La riqueza americana se ha convertido en el estándar. Es la envidia de otras naciones. He oído que muchos de nuestros compatriotas dicen que conseguiremos la riqueza americana, pero evitaremos sus métodos. Me aventuro a sugerir que tal tentativa estaría condenada al fracaso. No podemos ser «sabios, moderados y furiosos» al mismo tiempo. Nuestros líderes tendrían que enseñarnos a ser moralmente superiores en el mundo. Esta tierra nuestra fue una vez, nos han dicho, la morada de los dioses. No es posible concebir a dioses que habitan una tierra corrompida por el humo y el alboroto de chimeneas y fábrica, cuyas carreteras son atravesadas por motores acelerados que arrastran numerosos coches atestados por hombres que no saben lo que quieren, están a menudo distraídos, cuyos temperamentos no mejoran al estar incómodamente empaquetados como sardinas en cajas y que se encuentran rodeados de completos extraños que les expulsarían si pudieran y a quienes ellos a su vez tratarían de modo similar. Me refiero a estas cosas porque se consideran símbolos del progreso material, aunque no agregarían ni un átomo a nuestra felicidad.

Mahatma GANDHI: “Política de la NOVIOLENCIA” (Ed. Catarata)

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el hombre blanco LOS PAPALAGI VIVEN EN CONFUSIÓN con sus profesiones. Ellos no se dan cuenta de eso y en caso de que me oyeran hablar de este modo, seguramente me llamarían loco, porque yo habría juzgado sin haber tenido una profesión o haber trabajado un solo día como trabaja un europeo. Pero esos Papalagi nunca han sido capaces de explicarnos o hacernos entender por qué debemos hacer más trabajo del que Dios nos pide para satisfacer nuestra hambre y proporcionarnos un tejado sobre nuestras cabezas, y para el disfrute de una fiesta y sus preparativos en la plaza del pueblo. Nuestras ocupaciones pueden parecer diminutas y carentes de las habilidades de un oficio, pero cada hombre de verdad y hermano de la isla hace su trabajo alegremente, y nunca con tristeza. Para eso preferiría no trabajar en absoluto. Esto es lo que nos distingue de los Papalagi. El hombre blanco suspira cuando habla sobre su trabajo, como si estuviera siendo aplastado por su peso; sin embargo nuestros jóvenes caminan a los campos de taro cantando, y con una canción lavan las doncellas los taparrabos en el rápido arroyo. Con certeza el Gran Espíritu no nos desea con cabellos grises como resultado de algún trabajo, ni nos quiere arrastrándonos como una babosa de mar en la laguna, o como un sapo en la tierra. Nos quiere haciendo nuestras cosas orgullosos y erguidos, y que seamos gente de ojos felices y miembros flexibles. Siempre.

Erich SCHEURMANN: “Los Papalagi (los hombres blancos). Discursos de TUIAVII DE TIAVEA, jefe samoano” (Ed. RBA)

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sencillez Y SIN EMBARGO, VIVIMOS MEZQUINAMENTE, como las hormigas, aunque la fábula nos cuenta que ha mucho que fuimos transformados en hombres; luchamos con grullas, como pigmeos; no es sino error sobre error y remiendo sobre remiendo; y nuestra mejor virtud revela, llegado el caso, una miseria superflua y evitable. Nuestra vida se desperdicia en detalles. Un hombre honrado rara vez necesita contar sino con los diez dedos de la mano o, en casos extremos, recurriendo adicionalmente a los de los pies; el resto se compra a bulto. ¡Sencillez, sencillez, sencillez! digo; que vuestros asuntos sean dos o tres en vez de un centenar o un millar; en lugar de un millón contad hasta media docena, básteos la uña del pulgar para llevar las cuentas. En medio de esta picada mar de la vida civilizada, tales son las nubes, galernas, arenas movedizas y mil y una cosas con que contar, que para no naufragar, irse a pique o perder puerto, el hombre ha de vivir a la estima; y no son pocas las dotes de buen calculador que exige una feliz arribada. ¡Simplificad, simplificad!

Henry David THOREAU: “WALDEN” (Ed.delCotal)

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el morir del yo EL MORIR DEL YO ES DESPRENDERSE de las estructuras y esquemas que nos daban seguridad. Es un suceso que concierne a la persona entera y que le sacude hasta en sus profundidades más recónditas. Se lleva a cabo en lo que la mística denomina la noche oscura de los sentidos, del alma y de la mente. Es el camino de la purificación que en todos los caminos esotéricos constituye la tarea esencial, el desprendimiento de toda seguridad, mucho más difícil que el morir físico. No puede quedar ni siquiera el deseo de caer en la mano segura de Dios. Lo único que queda es el desprendimiento absoluto: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». En tal situación, muchas cosas podrán parecer patológicas y clasificarse como tales en el marco de la psicología. Pero es un morir para vivir. La meta es la vuelta a la vida mientras tengamos este cuerpo. Tendremos que experimentar y manifestar lo divino aquí y ahora. Pero tampoco la experiencia mística en sí es lo último. La tarea principal del camino esotérico constituye más bien la integración de la experiencia en la vida cotidiana.

WILLIGIS JÄGER: “En busca del SENTIDO DE LA VIDA. El camino hacia la profundidad de nuestro ser” (Ed. Narcea)

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una decisión libre LAS ALTERNATIVAS SE HAN CLARIFICADO. Y exactamente aquí —más allá de la teología «natural», «dialéctica» y «de postulado moral»— reside el nudo gordiano de la solución al interrogante de la existencia de Dios: • Si Dios existe, es la respuesta a la radical problematicidad de la realidad. • Que Dios existe es un hecho que no puede ser aceptado en virtud de una prueba o demostración estricta de la razón pura, ni en virtud de un postulado moral incondicionado de la razón práctica, ni en virtud siquiera del simple testimonio bíblico. • Que Dios existe es un hecho que a fin de cuentas sólo puede ser aceptado sobre la base de una confianza basada en la realidad misma. A la admisión confiada de un último fundamento, sostén y sentido de la realidad se la llama ya atinadamente en el lenguaje común «creer» en Dios («fe en Dios», «confianza en Dios»). «Fe» en el más amplio sentido, porque tal fe no tiene que ser suscitada necesariamente por la predicación cristiana, sino que también está al alcance de los no cristianos. A los hombres que profesan una fe semejante se les llama justamente, sean o no cristianos, «creyentes en Dios». En contraposición, el ateísmo, que supone una recusación de la confianza en Dios, recibe a su vez en el lenguaje corriente la denominación de «incredulidad». Así, pues, el hombre no tiene otro remedio que tomar ante la realidad como tal y ante su fundamento, sostén y sentido primordiales una decisión libre, aunque no arbitraria. Como ni la realidad ni su fundamento, sostén y sentido primeros se imponen con evidencia irrefutable, queda margen para la libertad humana. El hombre debe decidirse sin coacción intelectual. Tanto el ateísmo como la fe en Dios son una empresa aventurada, un riesgo. Toda la crítica de las pruebas de Dios apunta hacia ahí: la fe en Dios tiene carácter de opción y, al revés, la opción por Dios tiene carácter de fe.

HANS KÜNG: “Ser cristiano” (Ed.Cristiandad)

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placer y virtud PERO CUANDO DECIMOS QUE EL PLACER es nuestro fin, no aludimos a los placeres de los depravados y de los que se abandonan en el deleite –como consideran algunos que nos desconocen o no están de acuerdo con nosotros o nos comprenden mal–, aludimos a no sentir dolor en el cuerpo ni sufrir inquietud en el alma, pues ni los banquetes, ni las fiestas orgiásticas celebradas sin descanso, ni el gozar de los jóvenes o las mujeres, ni disfrutar de los pescados o de las otras viandas que ofrece una suculenta mesa ocasionan una vida placentera, sino que la origina la sobria mesura que tanto investiga las causas de cada elección y rechazo cuanto destierra de nosotros las ilusiones que generan una enorme confusión para el alma. La prudencia es el principio de todas estas cosas y el mayor bien. De ahí que sea más valiosa aun que la filosofía ya que de ella se generan las demás virtudes, porque nos enseña que no existe una vida feliz sin juicio, sin bondad y sin justicia, ni una vida juiciosa, buena y justa sin felicidad. Pues las virtudes nacen de una vida dichosa y el vivir con dicha es inseparable de ellas.

EPICURO: “Máximas para una VIDA FELIZ” (Ed. Temas de Hoy)

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ciencia y fe DURANTE EL SIGLO PASADO, y parte del anterior, se sostuvo de modo generalizado que existía un conflicto insalvable entre ciencia y fe. La opinión predominante entre las personas de ideas avanzadas era que había llegado la hora de que el conocimiento, la ciencia, fuese sustituyendo a la fe; toda creencia que no se apoyase en el conocimiento era superstición y, como tal, había que combatirla. Según esta concepción, la educación tenía como única función la de abrir el camino al pensamiento y al conocimiento, y la escuela, como órgano destacado en la educación del pueblo, debía servir exclusivamente a este fin. Probablemente sea difícil encontrar, si se encuentra, una exposición tan tosca del punto de vista racionalista; toda persona sensata puede ver de inmediato lo unilateral de esta exposición. Pero es aconsejable también exponer una tesis de forma nítida y concisa si uno quiere aclarar sus ideas respecto a la naturaleza de esa tesis. No hay duda de que el mejor medio de sustentar cualquier convicción es basarla en la experiencia y en el razonamiento claro. Hemos de aceptar sin reservas a este respecto el racionalismo extremo. El punto débil de esta concepción es, sin embargo, éste, que aquellas concepciones que son inevitables y que determinan nuestra conducta y nuestros juicios, no pueden basarse únicamente en este sólido procedimiento científico. En realidad, el método científico solo no puede mostrarnos cómo se relacionan los hechos entre sí y cómo están mutuamente condicionados. El anhelo de alcanzar este conocimiento objetivo pertenece a lo más elevado de que es capaz el hombre, e imagino, por supuesto, que nadie sospechará que intente yo rebajar los triunfos y las luchas heroicas del hombre en esta esfera. Es también evidente, sin embargo, que el conocimiento de lo que es no abre la puerta directamente a lo que debería ser. Uno puede tener el conocimiento más claro y completo de lo que es, y no ser capaz, sin embargo, de deducir de ello lo que debería ser el objetivo de nuestras aspiraciones humanas. El conocimiento objetivo nos proporciona poderosos instrumentos para lograr ciertos fines, pero el objetivo último en sí y el anhelo de alcanzarlo deben venir de otra fuente. Y no creo que haga falta siquiera defender la tesis de que nuestra existencia y nuestra actividad sólo adquieren sentido por la persecución de un objetivo tal y de valores correspondientes. El conocimiento de la verdad en cuanto tal es maravilloso, pero su utilidad como guía es tan escasa que no puede demostrar siquiera la justificación y el valor de la aspiración hacia ese mismo conocimiento de la verdad. Nos enfrentamos aquí, en consecuencia, a los límites de la concepción puramente racional de nuestra existencia.

ALBERT EINSTEIN: “Mis IDEAS y opiniones” (Ed. Bon Ton)

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donde el corazón te lleve NO ES CIERTO: NO HARÉ NADA. Si estás en alguna parte, si tengo la posibilidad de verte, sólo me sentiré triste tal como me siento cada vez que veo una vida desperdiciada, una vida en la que no ha logrado realizarse el camino del amor. Cuídate. Cada vez que, al crecer, tengas ganas de convertir las cosas equivocadas en cosas justas, recuerda que la primera revolución que hay que realizar es dentro de uno mismo, la primera y la más importante. Luchar por una idea sin tener una idea de uno mismo es una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer. Cada vez que te sientas extraviada, confusa, piensa en los árboles, recuerda su manera de crecer. Recuerda que un árbol de gran copa y pocas raíces es derribado por la primera ráfaga de viento, en tanto que un árbol con muchas raíces y poca copa a duras penas deja circular su savia. Raíces y copa han de tener la misma medida, has de estar en las cosas y sobre ellas: sólo así podrás ofrecer sombra y reparo, sólo así al llegar la estación apropiada podrás cubrirte de flores y de frutos. Y luego, cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad con que respiraste el día en que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aún. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve.

SUSANNA TAMARO: “Donde el CORAZÓN te lleve” (Ed. Seix Barral)

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estima de la inteligencia NO ES MERITORIO TRANSPIRAR como las plantas, ni respirar como las bestias y las alimañas, ni dejarse impresionar por la imaginación, ni manipular como una marioneta por los impulsos, ni vivir en rebaño, ni alimentarse, pues esto es similar a soltar los detritos del alimento. ¿Qué es lo que merece la pena? ¿Ser aplaudido? No. Por tanto, ni siquiera ser aplaudido por las lenguas, pues la buena fama entre la multitud es el aplauso de las lenguas. Renunciaste, pues, también a la vanagloria. ¿Qué queda que merezca la pena? Me parece que moverse y detenerse de acuerdo con la constitución propia, que es a lo que conducen las ocupaciones y las artes. Pues todo arte busca este fin: que la cosa constituida sea apropiada a la obra para la que ha sido constituida. El arboricultor que se ocupa de la vid, el domador de potros y el que se ocupa de los perros esto buscan. Y la instrucción de los niños y la enseñanza ¿qué fin persiguen con empeño? Ahí tienes lo que merece la pena, y con que esto sólo esté bien, huelga que pretendas cualquier otra cosa. ¿No cesarás de estimar otras muchas cosas? Pues no serás libre ni autosuficiente ni impasible. Porque forzoso será que tengas envidia, que seas celoso, que receles de los que pueden quitarte aquellos bienes, que intrigues contra los que poseen lo que tú estimas. Total, es forzoso que se perturbe el que está necesitado de alguno de aquellos bienes, y encima que dirija muchos reproches a los dioses. El pudor y estima de tu propia inteligencia te hará complaciente contigo mismo, bien avenido con los hombres y concorde con los dioses, esto es, alguien que alaba cuanto aquellos reparten y han ordenado.

MARCO AURELIO: “Meditaciones” (Ed. Alianza)

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una realidad más profunda HEMOS COMPROBADO QUE NO ALCANZAMOS seguridades absolutas, ni definitivas soluciones, ni estados ideales… Sabemos que no abriremos este o aquel libro al azar y hallaremos la “respuesta milagrosa”. Nada de eso, porque la respuesta para mí es, ante todo, mi propio ser recibido y, desde luego,la Fe. ¿Entonces? ¿Qué es lo que buscamos? ¿Está siempre inquieto nuestro corazón? ¿Sabemos lo que realmente queremos? ¿Cómo entender e interpretar sucesos y hechos dolorosos, que acaecen por aquí o por allí, en un mundo tan complejo? Y, desde luego, ¿qué tiene que ver todo esto con nuestra vida espiritual? Los pasos de nuestras jornadas se tornan cada vez más complejos y difíciles, es cierto, y tienen la particularidad de distraer y desordenar nuestro andar… Pero hay una realidad más profunda y esto es lo indiscutible. Toda nuestra ansiedad y nuestro dolor se debe a no atender las honduras y a quedar alcanzados y prisioneros por los artilugios de un enemigo que constantemente procura descolocarnos… Por ello los fantasmas son feroces y terribles para acobardar nuestro paso y dejarnos a la puerta de entrada sin poder pasar más allá. La clave de todo es volver presto y sin dilaciones al corazón más profundo. Y es ésta la respuesta que damos y nos damos: Si el Señor ha venido a habitar íntimamente en el corazón, precisamente a hacer su morada, a morar allí mismo entrañándose, es este acontecimiento lo primero que debemos atender. La realidad de la Presencia que, por otra parte, funda nuestro ser, ha de acaparar, inicialmente, toda la atención y el cuidado, hasta el punto de dar razón de todos y cada uno de los instantes de nuestra vida. Y sabemos que lo expresamos débilmente, que no alcanzamos a decir casi nada y que nuestro lenguaje es apenas un ensayo, incapaz de reflejar la magnitud de lo que intentamos insinuar.

P. Fr. Alberto Enrique Justo O.P.: “Nuevas sendas en las montañas” (Publicado en http://www.monografias.com/trabajos70/nuevas-sendas-montanas/nuevas-sendas-montanas.shtml)

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no hacer EN GENERAL CREEMOS QUE ES NECESARIO PENSAR, que es la única manera de resolver nuestros problemas, pero de hecho estamos despilfarrando nuestra energía mental. Lo que realmente necesitamos es comprender que en el momento en que dejemos que nuestra mente descanse, será la primera vez que nos demos un poco de espacio. No deberíamos sentirnos culpables por no hacer ‘nada’ cuando dediquemos un tiempo a meditar durante veinte o treinta minutos. Si mantenernos ocupados fuera a resolver todos nuestros problemas, ya lo habríamos conseguido hace tiempo, pues llevamos toda la vida trazando planes y estrategias. Mientras meditamos, por el contrario, nuestra mente no tiene necesidad de involucrarse en la elaboración de ningún plan. Cuando nuestros pensamientos no estén involucrados en el pasado ni en el futuro, entonces estaremos donde deseamos. Deberíamos permanecer completamente relajados, pero desafortunadamente, una vez lo conseguimos, nuestra mente empieza a descolocarse. No podemos ser felices porque nuestra mente está acostumbrada a pensar continuamente en hacer algo. No sabemos qué hacer cuando no hay pensamientos. Si fuera a daros instrucciones sobre la verdadera meditación mahamudra, os diría simplemente: “No habléis, no penséis, no meditéis, solamente estad sentados”. Pero siento gran simpatía por vosotros y creo que no debo daros semejantes instrucciones. Tal y como ya señalé anteriormente, los occidentales habéis sido educados en una cultura que establece la actividad y el estar ocupados como un modelo a seguir. Estáis convencidos de que tenéis muchas cosas que hacer y de que debéis mantener vuestras mentes ocupadas para encontrar sentido a vuestra vida. En vez de cultivar una mente tranquila y pacífica, creéis que debéis estar siempre trabajando con dureza y no os concedéis ni un solo segundo de descanso, porque lo consideráis una pérdida de tiempo. Esta es vuestra idea más enraizada; y estáis totalmente equivocados. Ya habéis perdido suficiente tiempo pensando y haciendo de todo. De hecho, sentaros a meditar, sin hacer nada, es lo único que podéis ‘hacer’ para desarrollar algo de sabiduría.

Lama YESHE LOSAL: “VIVIR EL CAMINO. Un método práctico de meditación budista para la vida cotidiana” (Ediciones I)

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amor armado NADA TUVO DEMASIADO SENTIDO durante todo aquel día, cuando se suponía que yo descansaría de varias semanas de cansancio acumulado en varios países de la región, bellísima y violenta, de Centroamérica. Y desde aquel maldito día, siempre que vuelvo a Chichicastenango, sea cual sea la flor que más florece en sus entornos, me acuerdo de aquella maldita niña y de las ganas que me dieron de gritar, sobre el silencio que dejó el napalm, ante las ausencias de los que, piojosos, pero ellos, soñaron de alguna manera lo mismo que yo, que se podía ser humano aunque se fuera indio, aunque se fuera rojo, aunque se fuera distinto. Los que huyeron del napalm fueron cazados a punta de fusil. Otra vez las balas. Gritar bajo las balas. Gritar contra las balas. Ellos, los nuestros, como siempre y con el apoyo de los que están por la paz, no tenían suficientes balas. No se detiene a los kaibiles con buenas voluntades ni con buenos argumentos. Sólo conocen el contundente y sólido sonido del plomo. Y ahí empiezan las contradicciones de un pacifismo en la distancia, un estar contra la guerra y pensar que basta con ello para que se suspendan las operaciones de «limpieza», para que se acaben las masacres. Un no darse cuenta de que no aceptar la esclavitud lleva a muchos pueblos a la muerte, sin que sirvan de nada las palabras, las protestas o la indignación, expresada de vez en cuando y desde lejos, desde muy lejos de las bombas, de los helicópteros, de los fusiles. Desde una distancia suficiente como para que los muertos no tengan nombres, sean sólo cifras. Como para que no nos moleste el olor de la muerte y de la pólvora; como para poder guardar la cabeza fría; como para pasar incómodos la página del periódico, salir a tomar una cerveza y comentar indignados las noticias. Yo estaba allí, y allí he estado tantos años, que tenía y tengo que gritar. Tengo ganas de gritar por lo que vi y viví y sentí cuando allí estaba. Y «allí» son tantos sitios, tantos sitios donde el odio se expresa en forma de matanzas, donde el amor se defiende desarmado, donde tienden a ganar los más salvajes, tanto que ya no puedes guardar las distancias entre razones y emociones, sentimientos y análisis, y además entiendes que sólo uniéndolos podrás comprender y actuar en consecuencia. Tan lejos de los análisis «objetivos» desde esa distancia perdida para siempre.

JOSÉ MARÍA MENDILUCE: “El amor armado” (Ed. Planeta)

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creer en Dios PERO ENTONCES MIRÉ HACIA MÍ MISMO y hacia lo que acontecía en mi interior, y recordé las agonías y renacimientos vividos cientos de veces. Recordé que sólo vivía en los momentos en que creía en Dios. Ahora, exactamente igual que antes, me decía: para que yo viva me basta con saber que Él existe; me bastaría olvidarlo, dejar de creer en Él para morir. ¿Qué son esos renacimientos y esas agonías? Está claro que no vivo cuando pierdo la fe en Su existencia; y que me habría matado hace mucho tiempo si no tuviera la vaga esperanza de encontrarle. Sólo vivo verdaderamente cuando le siento y le busco. «Entonces, ¿qué sigo buscando todavía?», gritaba una voz dentro de mí. A Él, a Aquel sin el cual es imposible vivir. Conocer a Dios y vivir son la misma cosa: Él es la vida. «Vive buscando a Dios y ya no habrá vida sin Él». Y con más fuerza que nunca una luz brilló dentro de mí, y esa luz no me ha abandonado desde entonces. Y de ese modo me salvé del suicidio. Sería incapaz de decir cuándo y cómo se produjo esa transformación en mí. De la misma manera gradual e imperceptible que la fuerza de la vida se había ido destruyendo en mí, conduciéndome a la imposibilidad de vivir, a la necesidad del suicidio, recuperé la fuerza de la vida. Y lo extraño es que la fuerza de la vida que volvía a mí no era nueva, sino la más antigua; era la misma fuerza que me había guiado al principio de mi existencia. En esencia volví a las cosas que habían formado parte de mi infancia y de mi juventud. Volví a la fe en aquella voluntad que me había engendrado y que quería algo de mí; volví a la idea de que el principal y único objetivo de mi vida era ser mejor, es decir, vivir conforme a esa voluntad. Volví a la convicción de que podía encontrar la expresión de esa voluntad en lo que la humanidad había elaborado hacía mucho tiempo para su propia guía. En otras palabras, volví a la fe en Dios, en el perfeccionamiento moral, y a aquella tradición que le había dado un sentido a la existencia. La única diferencia era que antes había aceptado todo eso inconscientemente, mientras que ahora sabía que no podía vivir sin ello.

LEV TOLSTÓI: “Confesión” (Ed. Acantilado)

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pensamientos A MENUDO ME PIDEN AYUDA SOBRE QUÉ HACER respecto a los pensamientos en el Zazen. Diré alguna cosa más después, pero he aquí una o dos ayudas: sentarse en atención pura o “desnuda” es sentarse en espaciosidad; es unificarse y ser dueño de sí mismos, abiertos y transparentes. Eso es lo ideal. Pero no hay que apegarse a ese estado ni poner demasiado empeño en alcanzarlo. Ni tratar de reprimir o de suprimir pensamientos. Cada uno es sus pensamientos: emociones, imágenes, ideas, actitudes, juicios y decisiones. Al mismo tiempo, es más que los pensamientos. Y no se puede dar uno cuenta de lo que se es más allá de los pensamientos, sino pasando a través de ellos. Los pensamientos son básicamente las cuestiones que la vida plantea así como las cuestiones que se le plantean a la vida. Es cuestión de sentarse con todas las cuestiones de la vida y que éstas se ordenen a la luz de lo que está más allá de los pensamientos. Mas cuando la misma existencia o el sentido de la vida se convierte en un interrogante, entonces eso mismo pasa a ser nuestro koan. De ello hablaremos más adelante. Aún cuando la vida haya sido ordenada a la luz de la verdad última y nos hayamos asentado allí donde nada puede posarse, las preocupaciones vanas, los pensamientos no queridos y las emociones ineludibles nos pueden invadir y zarandear repetidamente. En ese caso (además de contar las respiraciones) la respiración abdominal controlada puede resultar de ayuda. Pero no hay que excederse ni convertir eso en una mera técnica. Al contrario, la práctica es una forma de no-acción: la acción en la no-acción. La meta es, a través de la atención en la respiración, que la mente se transforme en cuerpo, y “desprenderse” o “dejar caer” la mente-cuerpo hasta tener una atención no enfocada, no dual.

ARUL M. AROKIASAMY: “¿Por qué BODHIDHARMA vino a Occidente? La transmisión del ZEN: problemas, peligros y promesa” (Ed. Zendo Betania)

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vida interior LA VIDA EXTERIOR QUE TIENES es el reflejo de tu vida interior. Pero, debes tener en cuenta, que esto se da con un cierto retraso. Es decir, que la vida que tienes en lo exterior, es el reflejo de la vida interior que tenías hace un tiempo. Si cambias en tu interior, si se produce en ti la metanoia, cambiará tu vida exterior más temprano que tarde. Pero muchas veces buscamos el cambio fuera para que repercuta dentro y eso no es muy eficaz, porque la propia interioridad termina tiñendo o contaminando el nuevo medio con las viejas miradas. Lo que pasa fuera de nosotros nos influye, pero sólo en la periferia de nuestro ser, no nos determina. Lo más importante es crear el monje interior, porque si éste nace y se fortalece terminará generándose la exterioridad adecuada, la vida que necesitas, el medio favorable al desarrollo de este hombre nuevo. El monje interior es la unificación de los deseos. ¿Quieres vivir centrado en Dios? ¿Quieres permanecer en su Presencia? ¿Te gustaría que tu vida se pareciese al Edén y pudieran escucharse sus pasos? Entonces debes querer eso, desear sólo eso. No te iluminará ningún libro, ni ningún viaje, ni esa entrevista o encuentro, ni ese trabajo más tranquilo, ni esa nueva casa o aquel monasterio o que te encarguen otra función. No hace falta ninguna condición previa para encontrarle, sólo es preciso unificar los deseos. Dios no se esconde, es más, está a la vista, a toda hora y en todo lugar. Pero nosotros atendemos a otras cosas. Abandonamos los intereses que nos alejan de él. Siempre tenemos problemas que solucionar antes. Si quieres ser monje es porque sientes un movimiento interno que te impulsa, que te lleva hacia eso. Eso es una vocación, una tendencia del corazón. Ser monje es ser uno como la palabra lo indica y esa unificación nos lleva a su Presencia permanente.

MARIO DE CRISTO SALVADOR: “DIOS habla en la SOLEDAD. Diálogos sobre la vida espiritual” (Ed. Narcea)

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el sentido del sufrimiento EN RELACIÓN CON EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO, no debe ser entendido éste como una capacidad, sino como aquello que puede movilizar las fuerzas creativas. El sufrimiento siempre ha estado en el origen del ser humano, pero también la superación de este sufrimiento ha marcado siempre su existencia. En ciertas épocas de la historia el sufrimiento ha sido comprendido como tragedia, drama o aporía. La voluntad de sentido trataría aquí de relacionar la existencia no sólo con el sufrimiento, sino también con la posibilidad de otorgarle un sentido nuevo a éste. El dolor es algo concreto, localizable en un espacio determinado. Es siempre dolor por algo. Sin embargo, el sufrimiento demanda un deseo de comprensión y de sentido que va más allá de lo concreto. La vida impone numerosas trampas que debemos superar. Es curioso que en la época actual no haya héroes. Quizá se deba a que el sufrimiento se ha transformado en otra forma de vacío o, lo que viene a ser lo mismo, no se entiende de una manera positiva, como un desafío. El sentido del sufrimiento no significa de manera empírica que estoy sintiendo que sufro, sino que el sufrimiento depende de algo más. Para Viktor Frankl, el sufrimiento nos ayuda a comprender la propia existencia del hombre. En este sentido, el sufrimiento se coloca en una escala superior al sentido del fracaso o del dolor. Cuando tememos al fracaso o al dolor, tenemos miedo de algo inmediato, pero cuando nuestro temor procede del sufrimiento, se debe a que tenemos miedo de que una situación de infelicidad se prolongue durante toda nuestra vida. Para ello, el análisis existencial no deberá entender el sufrimiento como algo que se encuentra oculto o reducirlo al ámbito del ello, sino que deberá ponerlo de relieve en el propio ámbito de la existencia humana y particular. Matar la conciencia es difícil, al igual que olvidar el sufrimiento, pero más difícil es acabar con algo carente de sentido. No existe nada que no tenga un sentido en este mundo, puesto que el hombre ha de vivir cada día haciendo algo y esperando algo.

ANTONIO MARÍÑEZ: “El sentido de la vida en la obra de VIKTOR FRANKL” (Ed. Entrelíneas)

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experiencias próximas a la muerte A PESAR DE LAS DIFERENCIAS EN LAS CIRCUNSTANCIAS que rodean los casos próximos a la muerte y en los tipos de personas que los han sufrido, sigue en pie el hecho de que hay una notable similitud entre los relatos de las experiencias. De hecho, las similitudes entre los distintos informes son tan grandes que pueden elegirse fácilmente quince elementos separados y recurrentes entre el grupo de historias que he recogido. Sobre la base de esta semejanza, construiré una experiencia breve, teóricamente «ideal» o «completa», que encierre todos los elementos comunes en el orden en que se han producido. Un hombre está muriendo y, cuando llega al punto de mayor agotamiento o dolor físico, oye que su doctor lo declara muerto. Comienza a escuchar un ruido desagradable, un zumbido chillón, y al mismo tiempo siente que se mueve rápidamente por un túnel largo y oscuro. A continuación, se encuentra de repente fuera de su cuerpo físico, pero todavía en el entorno inmediato, viendo su cuerpo desde fuera, como un espectador. Desde esa posición ventajosa observa un intento de resucitarlo y se encuentra en un estado de excitación nerviosa. Al rato se sosiega y se empieza a acostumbrar a su extraña condición. Se da cuenta de que sigue teniendo un «cuerpo», aunque es de diferente naturaleza y tiene unos poderes distintos a los del cuerpo físico que ha dejado atrás. Enseguida empieza a ocurrir algo. Otros vienen a recibirlo y ayudarlo. Ve los espíritus de parientes y amigos que ya habían muerto y aparece ante él un espíritu amoroso y cordial que nunca antes había visto -un ser luminoso-. Este ser, sin utilizar el lenguaje, le pide que evalúe su vida y le ayude mostrándole una panorámica instantánea de los acontecimientos más importantes. En determinado momento se encuentra aproximándose a una especie de barrera o frontera que parece representar el límite entre la vida terrena y la otra. Descubre que debe regresar a la tierra, que el momento de su muerte no ha llegado todavía. Se resiste, pues ha empezado a acostumbrarse a las experiencias de la otra vida y no quiere regresar. Está inundado de intensos sentimientos de alegría, amor y paz. A pesar de su actitud, se reúne con su cuerpo físico y vive. Trata posteriormente de hablar con los otros, pero le resulta problemático hacerlo, ya que no encuentra palabras humanas adecuadas para describir los episodios sobrenaturales. También tropieza con las burlas de los demás, por lo que deja de hablarles. Pero la experiencia afecta profundamente a su existencia, sobre todo a sus ideas sobre la muerte y a su relación con la vida.

RAYMOND A. MOODY, JR.: “Vida después de la vida” (Ed. Edaf)

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trascender las limitaciones ordinarias LOS SUFIS AFIRMAN que cierta actividad mental o de otro tipo puede producir, en condiciones especiales y con determinados esfuerzos, lo que se llama un funcionamiento superior de la mente que conduce a percepciones especiales, cuyo órgano está latente en el hombre común. Sufismo, por lo tanto, es trascender las limitaciones ordinarias. No debe sorprender, entonces, que algunos hayan vinculado la palabra Sufi con el vocablo griego para la sabiduría divina (sofía) y también con el término cabalístico hebreo ain sof (el infinito absoluto). Los problemas del estudiante no se reducirán en esta etapa al enterarse de que se dice con toda la autoridad de la Enciclopedia Jvdva que los hebreos expertos consideran que la Cábala y el Hasidim, la mística judía, se originan en el Sufismo o en una tradición idéntica. Tampoco lo alentaría escuchar que, si bien los mismos Sufis señalan que su conocimiento ha existido durante varios milenios, niegan que sea un derivado y afirman que es un equivalente de las corrientes hermética, pitagórica y platónica.

IDRIES SHAH: “El camino del sufí” (Ed. Paidós)

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sobre el uso de drogas EL USO DE LOS ALUCINÓGENOS puede equipararse a las prácticas ascéticas: son medios predominantemente físicos y fisiológicos para provocar la iluminación espiritual. En la esfera de la imaginación son el equivalente de lo que son el ascetismo para los sentidos y los ejercicios de meditación para el entendimiento. Apenas sí debo añadir que, para ser eficaz, el empleo de las substancias alucinógenas ha de insertarse en una visión del mundo y del trasmundo, una escatología, una teología y un ritual. Las drogas son parte de una disciplina física y espiritual, como las prácticas ascéticas. Las maceraciones del eremita cristiano corresponden a los padecimientos de Cristo y de sus mártires; el vegetarianismo del yogui a la fraternidad de todos los seres vivos y a los misterios del karma; los giros del derviche a la espiral cósmica y a la disolución de las formas en su movimiento. Dos transgresiones opuestas, pero coincidentes, de la sexualidad normal: la castidad del clérigo cristiano y los ritos eróticos del adepto tantrista. Ambas son negaciones religiosas de la generación animal. La comunión huichol del peyote implica prohibiciones sexuales y alimenticias más rigurosas que la Cuaresma católica y el Ramadán islámico. Cada una de estas prácticas es parte de un simbolismo que abarca al macrocosmos y al microcosmos; cada una de ellas, asimismo, posee una periodicidad rítmica, es decir, se inscribe dentro de un calendario sagrado. La práctica es visión y sacramento, momento único y repetición ritual. Las drogas, las prácticas ascéticas y los ejercicios de meditación no son fines sino medios. Si el medio se vuelve fin, se convierte en agente de destrucción. El resultado no es la liberación interior sino la esclavitud, la locura y no la sabiduría, la degradación y no la visión. Esto es lo que ha ocurrido en los últimos años. Las drogas alucinógenas se han vuelto potencias destructivas porque han sido arrancadas de su contexto teológico y ritual. Lo primero les daba sentido, trascendencia; lo segundo, al introducir períodos de abstinencia y de uso, minimizaba los trastornos psíquicos y fisiológicos. El uso moderno de los alucinógenos es la profanación de un antiguo sacramento, como la promiscuidad contemporánea es la profanación del cuerpo. Los alucinógenos, por lo demás, sólo son útiles en la primera fase de la iniciación. Sobre este punto Castaneda es explícito y terminante: una vez rota la percepción cotidiana de la realidad —una vez que la visión de la otra realidad cesa de ofender a nuestros sentidos y a nuestra razón— las drogas salen sobrando. Su función es semejante a la del mandala del budismo tibetano: es un apoyo de la meditación, necesario para el principiante, no para el iniciado. La acción de los alucinógenos es doble: son una crítica de la realidad y nos proponen otra realidad. El mundo que vemos, sentimos y pensamos aparece desfigurado y distorsionado; sobre sus ruinas se eleva otro mundo, horrible o hermoso, según el caso, pero siempre maravilloso. (La droga otorga paraísos e infiernos conforme a una justicia que no es de este mundo, pero que, indudablemente, se parece a la del otro según lo han descrito los místicos de todas las religiones.) La visión de la otra realidad reposa sobre las ruinas de esta realidad. La destrucción de la realidad cotidiana es el resultado de lo que podría llamarse la crítica sensible del mundo. Es el equivalente, en la esfera de los sentidos, de la crítica racional de la realidad. La visión se apoya en un escepticismo radical que nos hace dudar de la coherencia, consistencia y aun existencia de este mundo que vemos, oímos, olemos y tocamos. Para ver la otra realidad hay que dudar de la realidad que vemos con los ojos. Pirrón es el patrono de todos los místicos y chamanes.

OCTAVIO PAZ: “LA MIRADA ANTERIOR”, prólogo a “Las Enseñanzas de don Juan”, de Carlos Castaneda (Ed. Fondo de Cultura Económica)

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quietud y recogimiento ESTA QUIETUD Y RECOGIMIENTO DEL ALMA es una cosa que se nota mucho en la satisfacción y en la paz que se pone en la misma alma, con un grandísimo contento y sosiego de sus potencias, y muy suave deleite. Le parece al alma –como no ha llegado a más– que no le queda más que desear, y que de buena gana diría con san Pedro que le hicieran ahí su morada. No se atreve a hacer nada, ni a moverse siquiera, porque le parece que se le va a ir ese bien como de entre las manos el agua; no querría a veces ni respirar. La pobrecita alma no entiende que pues ella por sí misma no pudo nada para traerse aquel bien, que menos podrá retenerlo más tiempo de lo que el Señor quiere. Ya he dicho que en este primer recogimiento y quietud, las potencias del alma no faltan; pero está el alma tan satisfecha con Dios, que mientras aquello dura –aunque las otras dos potencias se desbaraten–, como la voluntad está unida con Dios, no pierde la quietud y el sosiego, sino que, al contrario, el alma vuelve a recoger el entendimiento y la memoria. Porque aunque el alma no ha entrado del todo en sí misma, está tan bien ocupada sin saber cómo, que por mucha diligencia que pongan el entendimiento y la memoria en desbaratarla, no le pueden quitar su contento y su gozo, sino que, sin esfuerzo, ella va haciendo para que esa centellica de amor de Dios no se apague.

TERESA DE JESÚS: “Orar es hablar con quien nos ama. Experiencias de su oración” (Ed. Palabra)

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felicidad «CREO QUE EL PROPÓSITO fundamental de nuestra vida es buscar la felicidad. Tanto si se tienen creencias religiosas como si no, si se cree en talo cual religión, todos buscamos algo mejor en la vida. Así pues, creo que el movimiento primordial de nuestra vida nos encamina en pos de la felicidad.» Con estas palabras, pronunciadas ante numeroso público en Arizona, el Dalai Lama abordó el núcleo de su mensaje. Pero la afirmación de que el propósito de la vida es la felicidad me planteó una cuestión. Más tarde, cuando nos hallábamos a solas, le pregunté: -¿Es usted feliz? -Sí -me contestó y, tras una pausa, añadió-: .Sí…, definitivamente. Había sinceridad en su voz, de eso no cabía duda, una sinceridad que se reflejaba en su expresión y en sus ojos. -Pero ¿es la felicidad un objetivo razonable para la mayoría de nosotros? -pregunté-. ¿Es realmente posible alcanzarla? -Sí. Estoy convencido de que se puede alcanzar la felicidad mediante el entrenamiento de la mente. Desde un nivel humano básico, he considerado la felicidad como un objetivo alcanzable, pero como psiquiatra me he sentido obligado por observaciones como la de Freud: «Uno se siente inclinado a pensar que la pretensión de que el hombre sea “feliz” no está incluida en el plan de la “Creación”. Este tipo de formación había llevado a muchos psiquiatras a la tremenda conclusión de que lo máximo que cabía esperar era la transformación de la desdicha histérica en la infelicidad común ». Desde ese punto de vista la afirmación de que existía un camino claramente definido que conducía a la felicidad parecía bastante radical. Al contemplar retrospectivamente mis años de formación psiquiátrica, apenas recordaba haber escuchado mencionar la palabra «felicidad», ni siquiera como objetivo terapéutico. Naturalmente, se habla mucho de aliviar los síntomas de depresión o ansiedad del paciente, de resolver los conflictos internos o los problemas de relación, pero nunca con el objetivo expreso de alcanzar la felicidad.

DALAI LAMA con Howard C. Cutler. M.D.: “EL ARTE DE LA FELICIDAD. Un nuevo mensaje para nuestra vida cotidiana” (Ed. Grijalbo)

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