La mujer retratada en yerma, de Federico García Lorca

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La mujer retratada en Yerma

Curso: García Lorca: el Primer romancero gitano. Historia, poesía, folclore Profesor: Mario Hernández

La mujer retratada en Yerma, de Federico García Lorca

Beatriz Ledesma Curso 2007/2008

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La mujer retratada en Yerma

ÍNDICE

Páginas

Introducción …………………..………………………………………………….……......................3 Deseo de maternidad y maternidades imposibles…. …..…………………………......................4 El ayer y el hoy de la esterilidad………………………………………………………....................6 El amor como fuerza creadora……………………………………………………….......................7 La instrumentalización del otro en el hambre de maternidad……………………….................. 10 La envidia femenina………………………………………………………………..................…….11 Instinto y amor maternal..........................................................................................................13 Realización personal…..…………………………………………….............................................15 La muerte…………..……………………………………………………….....................................19 Politización de Yerma……..………………………………………………………………..............21 Conclusión ............……………………………………………………………………....................22 Referencias bibliográficas…………………………………………………………….....................25

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La mujer retratada en Yerma Introducción Entre los personajes femeninos más relevantes de la obra de Federico García Lorca, como Mariana Pineda, doña Rosita la soltera, la zapatera prodigiosa, las mujeres de la Casa de Bernarda Alba, o la Madre y la Novia en Bodas de sangre, hemos escogido el de Yerma para aproximarnos de su mano al retrato lorquiano de la mujer. Las mujeres de Lorca son, por lo general, personajes de una profundidad psicológica, de una intensidad, de una complejidad y entidad dramática superiores a la de sus personajes masculinos. Lorca retrata en sus obras el carácter, el coraje y el destino de unas mujeres constreñidas por unas tradiciones y circunstancias sociales y personales que las alejan de sus anhelos. Son mujeres que, por una u otra razón, viven en profundo conflicto consigo mismas y con la sociedad que las rodea. Como es sabido, Yerma es la segunda parte de una trilogía de la tierra española que no llegó a completarse y cuya primera parte es Bodas de sangre. Aunque, como explica Mario Hernández en su edición de Yerma1, al parecer la obra fue concebida por Lorca en 1931, y comienza a redactarla en 1933, terminándola a su vuelta de América en 1934. Pero como también advierte Hernández, las primeras ediciones de Yerma no se publican sino hasta 1937-1938. Ya desde su estreno el 29 de diciembre de 1934 en el Teatro Español de Madrid, Yerma estuvo rodeada de una fuerte politización “que García Lorca al parecer rechazaba”. La prensa conservadora fue muy crítica con la obra -mientras que como señala Hernández en su edición, los críticos más prestigiosos la elogiaron- y la izquierda la celebró con entusiasmo. En su “Cronología y estreno de Yerma…” Mario Hernández afirma que “la acogida que obtuvo Yerma supuso la polarización de dos posturas extremas, desde el entusiasmo más total hasta la más cerrada repulsa.”2 Más adelante veremos cómo las diferentes lecturas e interpretaciones sociales y políticas que según Miguel García Posada 3 hicieron unos y otros, condicionaron, o al menos nos permiten entender desde el contexto actual, sus distintos posicionamientos con respecto a la obra. Lo que nos llama poderosamente la atención de la Yerma de Lorca, por lo que hemos decidido ahondar en su estudio, es precisamente la ambigüedad del personaje, que ha dado lugar a interpretaciones tan equívocas como las que luego expondremos. En Yerma, Lorca retrata a una mujer a su vez oprimida y auto-liberadora, cuya lectura suscita sentimientos y reflexiones encontradas, y es esta ambigüedad la que la convierte en un personaje que nos resulta fascinante. 1

Mario Hernández, Edición a la obra Yerma de Federico García Lorca, Alianza Editorial, Madrid, 1998, pág 8

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Mario Hernández, Cronología y estreno de Yerma, poema trágico, de García Lorca, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXXII (1979), pág 299. 3

Miguel García-Posada, Edición a la obra Yerma de Federico García Lorca, Madrid, 2007

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La mujer retratada en Yerma Deseo de maternidad y maternidades imposibles El tema de la infertilidad o de las ansias por ser madre es un tema recurrente en la literatura española, y en concreto en la obra de Lorca y Unamuno, como señala el propio Hernández al referirse a una obra teatral de éste, Raquel encadenada, que versa sobre esta cuestión: “(…) Incluso Miguel de Unamuno, con generosidad extrema, confesó en una entrevista de prensa la primacía de Yerma sobre una obra propia de tema semejante: Raquel (Raquel encadenada en su título definitivo).4 Este tema de las maternidades imposibles y del deseo de maternidad inherente a la mujer lorquiana y a la unamuniana que nosotros abordaremos someramente, es estudiado detenidamente por Maria-Gisela Sievering-Lorenzo en su tesis Doctoral “De la preocupación pedagógica a la expresión literaria de la infancia: de Ganivet a Lorca y Cernuda”.5 En Dos madres, Unamuno retrata la obsesión de la protagonista, Raquel, por ser madre, y manipula a su amante, Juan, para que se case con Berta y le dé una hija. Y en su novela La Tía Tula, es Gertrudis quien encarna estas ansias de maternidad, que al igual que en el caso de Raquel -atormentada como Yerma por su infertilidad- no llegarán a materializarse biológicamente. Sin embargo, a diferencia de Yerma, ambas mujeres verán satisfecho su anhelo. Asimismo, en Niebla, su extraordinaria nivola, Unamuno describe a través de Víctor y Elena la angustia, los prejuicios y los reproches iniciales que conlleva la infertilidad en una pareja, la posterior resignación y acomodo de ésta y finalmente el desconcierto y contratiempo de una inesperada paternidad tardía que sin embargo acaba llenando de una felicidad exultante el hogar conyugal. Sievering-Lorenzo analiza la cuestión del hijo imposible en la obra de Lorca en los siguientes términos: “Contrariamente a las protagonistas unamunianas que ven satisfecho su anhelo de maternidad, la característica de los personajes lorquianos es, en cambio, la frustración ante la imposibilidad de ver realizados sus deseos. Diferentes factores conducen a las mujeres ya a una virginidad estéril, ya a la imposibilidad de tener hijos. Pero no sólo las mujeres, los hombres también son víctimas de esta frustración. Surge de este modo el hijo imposible, ser ausente que se convierte en obsesión en algunos personajes lorquianos.” 6 La lucha, el conflicto en que viven las mujeres en las obras de Lorca es descrita por Sievering-Lorenzo a través de la siguiente metáfora: “(…) Las protagonistas femeninas comparten su soledad y su lucha contra las normas establecidas por la sociedad, las cuales 4 Aut.

y op. cit., pág 10

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Maria-Gisela Sievering-Lorenzo: Tesis Doctoral “De la preocupación pedagógica la expresión literaria de la infancia: de Ganivet a Lorca y Cernuda” presentada en la Facultad de Letras de la Universidad de Ginebra bajo la dirección del Profesor Antonio Lara Pozuelo, Tesis nº 543: http://www.unige.ch/cyberdocuments/theses2003/Sievering-LorenzoM-G/these.pdf 6

Tesis … pág 319

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La mujer retratada en Yerma impiden la vivencia de la sexualidad y la realización del yo volitivo. Sienten sed: sed de libertad, sed de goce sexual, sed de hombres, sed de maternidad. La sed de maternidad de Yerma es la sed de la tierra estéril que necesita agua para ser fecundada; la sed de Adela [La casa de Bernarda Alba] es la sed de lo prohibido; la sed de la Novia [Bodas de sangre] es la sed de la pasión amorosa que sólo Leonardo puede saciar. Pero calmar la sed es sinónimo de muerte. Adela y la Novia seguirán el camino de la inclinación: Adela saciará sus impulsos sexuales, la Novia escapará con Leonardo. Yerma se convertirá en madre en un acto homicida. Al camino de la inclinación se opone el qué dirán, la crítica. Al agua, el fuego.“7 Por último, refiriéndose al tema de la esterilidad, Sievering-Lorenzo señala que “(…) El matrimonio de Yerma con Juan, el de la Novia con el Novio, el del Zapatero con la Zapatera, el de Belisa con Perlimplín [Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín], son matrimonios de conveniencia, arreglados por una tercera persona, casi siempre los padres. Aquí es donde reside el problema: en la obra lorquiana la relación matrimonial y el amorpasión son incompatibles. La esterilidad de los personajes toma como punto de partida la imposibilidad de vivir la pasión. Paralelamente, ésta es negada por la sociedad, la cual no acepta el nacimiento de una criatura fuera del contexto matrimonial. Entramos en un círculo cerrado en que los personajes viven en continua lucha.”8 Aunque más adelante profundizaremos en la esterilidad de Yerma no queremos pasar por alto en este punto la siguiente referencia de Sievering-Lorenzo a Hernández en su tesis: “Mario Hernández establece conexiones entre la Casida de la muchacha dorada y Yerma y concluye: «podemos colegir que lo que se llora en la casida es, al igual que en Yerma, el tema de la esterilidad».”9 Tanto en el caso de Unamuno como en el de Lorca, esta importancia de la presencia de los hijos en el seno familiar, del ansia de maternidad y de los conflictos de la paternidad en general, se han atribuido a sus circunstancias personales. Así, Unamuno concentraría en el hambre por el ejercicio de la maternidad de sus protagonistas, la ausencia del padre en su propia vida y la pérdida de su hijo Raimundo. No nos parece casual el hecho de que algunos personajes de sus obras, como Augusto en Niebla o Ramiro en la Tía Tula sean hijos de viudas, como lo fue él mismo, ya que su padre, Félix de Unamuno Larraza murió cuando él apenas contaba seis años, dejando viuda a su esposa –que era su sobrina carnal- Salomé Jugo Unamuno. Por su parte, Lorca cuyo conocimiento de la mujer se deriva de su crianza en un universo principalmente femenino (madre, hermanas, primas, criadas…) retrata en las protagonistas de sus obras, el fracaso, la frustración y el padecimiento causados por el hijo imposible, ya sea de la solterona, ya sea de la casada estéril. Algunos estudios de índole 7

Tesis … págs 310-311

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La mujer retratada en Yerma psicoanalítica lo atribuyen a una proyección íntima del poeta derivada del sufrimiento de su homosexualidad estéril. El ayer y el hoy de la esterilidad El propio Lorca afirmó: “(…) Yerma será la tragedia de la mujer estéril. El tema, como usted sabe, es clásico. Pero yo quiero que tenga un desarrollo e intención nuevos”10 En su intervención “Yerma y los médicos: García Lorca, Marañón y el grito de la sangre” en el Congreso Internacional de Granada sobre “Federico García Lorca, clásico moderno”, Paul Julian Smith aseguró que “tal vez sea significativo que en un momento en que los médicos proclamaban que, por primera vez en la historia, eran capaces de volver fecunda a la mujer estéril, García Lorca escribiera una obra sobre el tema de la infecundidad irremediable.”11 Efectivamente el avance de la ciencia y la evolución de las mentalidades han supuesto una revolución en el ámbito de la reproducción sexual. En los tiempos de Yerma no sólo los tratamientos de reproducción asistida eran incipientes, como señala P.J. Smith, sino que la mujer se enfrentaba con otro obstáculo, casi tan insalvable como las por aquel entonces inexorables leyes naturales de la reproducción: las leyes sociales. A nuestro juicio, los dramas de las mujeres en los pueblos de España que relata Lorca en sus obras arraigan en la inexorabilidad de ambas. Por un lado, en Yerma se nos muestra una España profunda y rural que vive de espaldas a estos avances médicos que señala Smith, la prueba está, a nuestro modo de ver, en que ni por un momento, ni aún en los de mayor angustia, Yerma se plantea acudir a un doctor. Sin embargo, recurre a los consejos de la Vieja, a Dolores la conjuradora, a la romería de las casadas secas… En su desesperación, abraza la superstición, a lo largo del relato vive de cara a ésta y de espaldas a la medicina. Por otro lado, Yerma rechaza de plano soluciones a su problema al margen de la ortodoxia: “(…) Nunca lo haría. Yo no puedo ir a buscar. ¿Te figuras que puedo conocer otro hombre? ¿Dónde pones mi honra? El agua no se puede volver atrás ni la luna sale al mediodía. Vete. Por el camino que voy seguiré. ¿has pensado en serio que yo pueda doblar otro hombre? ¿Qué yo vaya a pedirle lo que es mío como una esclava? Conóceme, para que nunca me hables más. Yo no busco.”

En esto Yerma se distingue de las mujeres unamunianas (e incluso de los hombres, como en el caso de Antonio en Niebla, que cría a la hija del amante de su mujer como propia) que de una manera u otra buscan solucionas más o menos heterodoxas a su deseo de maternidad. Así, Yerma se opone a la sugerencia de Juan de adoptar un sobrino:

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Ildefonso-Manuel Gil, Edición a la obra Yerma de Federico García Lorca recoge una parte de la entrevista a Lorca por Juan Chabás publicada en el diario madrileño Luz, Cátedra, Madrid, 2007 pág 13. 11

Paul Julian Smith, artículo “Yerma y los médicos: García Lorca, Marañón y el grito de la sangre” en recopilación hecha por Andrés Soria Olmedo et al., Federico García Lorca clásico moderno, Granada 25-29 de mayo de 1998, Diputación Provincial de Granada, pág 32.

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La mujer retratada en Yerma “No quiero cuidar hijos de otros. Me figuro que se me van a helar los brazos de tenerlos.”

También otras mujeres de la narrativa lorquiana como Amelia y Magdalena, hijas de Bernarda Alba se niegan a “cuidar niños ajenos”. Así pues, como apuntábamos arriba, estimamos que entre el mundo castrador, implacable e inapelable de Yerma y el de hoy día ha habido una doble revolución. Una revolución mental, por un lado, que consiente tantas soluciones como problemáticas haya, diferentes modelos de familia, es decir, el vale tudo. Y por otra parte, se ha producido un avance mayúsculo en el campo de la medicina reproductiva (tratamientos hormonales, inseminación artificial, Fecundación in Vitro, etc). Estas dos revoluciones, han hecho posible que hoy día se puedan salvar o superar ciertas leyes naturales y sociales que constreñían y se imponían a Yerma. Ahora bien, nos gustaría matizar estas afirmaciones en la conclusión cuando abordemos el tema de la vigencia del mensaje y de la problemática de Yerma.

El amor como fuerza creadora Lorca expresa este concepto del amor como fuerza creadora a través del personaje de la Vieja, y aunque no lo expresa claramente, parece deducirse que Yerma también piensa que de haberse casado con Víctor, el pastor, de quien estaba enamorada, habría tenido hijos: (Vieja) ¿No tiemblas cuando se acerca a ti? ¿No te da así como un sueño cuando acerca sus labios? Dime (Yerma) No. No lo he sentido nunca (Vieja) ¿Nunca? ¿Ni cuando has bailado? (Yerma) (Recordando) Quizá … Una vez…Víctor (Vieja) Sigue. (Yerma) Me cogió de la cintura y no pude decirle nada porque no podía hablar. Otra vez el mismo Víctor, teniendo catorce años (él era un zagalón), me cogió en sus brazos para saltar una acequia y me entró un temblor que me sonaron los dientes. Pero es que yo he sido muy vergonzosa. (Vieja) Y con tu marido… (Yerma) Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y yo lo acepté (…)

Así, de este modo se refiere Lorca al concepto del amor como fuerza creadora a través del personaje de la Vieja que achaca a su falta de enamoramiento por Juan su imposibilidad de concebir:

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La mujer retratada en Yerma (Vieja) “Y con tu marido…” (Yerma) “Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y yo lo acepté. Con alegría. Esta es la pura verdad. Pues el primer día que me puse novia con él ya pensé… en los hijos Y me miraba en sus ojos. Sí, pero era para verme muy chica, muy manejable, como si yo misma fuera hija mía. (Vieja) “Todo lo contrario que yo. Quizá por eso no hayas parido a tiempo. Los hombres tienen que gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así corre el mundo.” (Yerma) “El tuyo, que el mío no. Yo pienso muchas cosas, y estoy segura que las cosas que pienso las ha de realizar mi hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme.”

Poco después de su conversación con la Vieja, Yerma tiene este significativo y revelador diálogo con Víctor, cuyo simbolismo veremos a continuación: (Yerma) ¿Cantabas tú? (Víctor) Yo (…) (Yerma) Y que voz tan pujante. Parece un chorro de agua que te llena toda la boca. (Víctor) Soy alegre. (Yerma) Es verdad. (Víctor) Como tú triste. (Yerma) No soy triste, es que tengo motivos para estarlo. (Víctor) Y tu marido más que tú. (Yerma) Él sí. Tiene un carácter seco.

Ildefonso-Manuel Gil interpreta el trasfondo de este diálogo y analiza el simbolismo del agua en este contexto: “La Vieja dice que los hijos «llegan como el agua» y que los hombres han de dar de beber agua a las mujeres en su propia boca, frase ésta que tendrá inmediatamente un fuerte eco en Yerma cuando dice a Víctor que su voz «parece un chorro de agua que te llena toda la boca» -señalemos que ése es uno de los pasajes en que la frustración amorosa se hace más patente con la utilización del símbolo: aunque ella misma se esfuerce por ignorarlo, desearía beber ese chorro en la boca del pastor; al decir seguidamente que su marido «tiene un carácter seco» se hace más intensa la significación de la escena: en el chorro de Víctor y en la sequedad de Juan se ahoga el niño que nunca le nacerá a la pobre Yerma”. 12

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Aut. y op. cit., pág 24.

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La mujer retratada en Yerma En otra ocasión se pone de manifiesto tras un diálogo con Víctor, que es éste y no Juan, su marido, por quien Yerma suspira, y que es él quien inspira la canción invocadora de la maternidad que entona acto seguido de su conversación: (Víctor) (...) Bueno, pues a ver si con el ejemplo te animas. En esta casa hace falta un niño. (Yerma) (Con angustia.) ¡Hace falta! (Víctor) Pues adelante. Dile a tu marido que piense menos en el trabajo. Quiere juntar dinero lo juntará, pero ¿a quién lo va a dejar cuando se muera? Yo me voy con las ovejas. Dile a Juan que recoja las dos que me compró, y en cuanto a lo otro, ¡que ahonde! (Se va sonriente.) Yerma (Con pasión) ¡Eso! ¡Que ahonde! Te diré, niño mío, que sí, Tronchada y rota soy para ti. ¡Cómo me duele esta cintura, donde tendrás primera cuna! ¿Cuándo, mi niño, vas a venir? ¡Cuando tu carne huela a jazmín! (Yerma, que en actitud pensativa se levanta y acude al sitio donde ha estado Víctor y respira fuertemente, como si aspirara aire de montaña, después va al otro lado de la habitación como buscando algo y de allí vuelve a sentarse y coge otra vez la costura. Comienza a coser y queda con los ojos fijos en un punto.)

También para Gil la actitud de Yerma es inequívoca: “Aunque Yerma recoja con pasión la intencionada frase de Víctor, el tono con que repite la estrofa final de la canción y la escena muda que cierra el acto no confirman que piense en el marido, sino en Víctor. Así la pantomima inicial queda puesta de nuevo en la atención del espectador. Es casi una estructura circular.” 13 Aunque en otro sentido, también para Unamuno poseía el amor fuerza creadora. Sievering-Lorenzo asegura que “así lo manifiesta en el prólogo-epílogo a la segunda edición de Amor y Pedagogía. Al comentar las ideas del poeta Menaguti nos dice el propio autor que «no hay obra poética más grande que un hijo o una hija» Había diferenciado el poeta Menaguti entre tres tipos de amores: los grandes amores que tienen por fin producir grandes obras poéticas, los amores vulgares que terminan en hacer hijos y los heroicos en hacer poemas o cuadros o sinfonías.” 14 Así, el tema del amor frustrado o frustración erótica subyace en Yerma, como en otras obras de Lorca, y ahí radicaría según la Vieja lorquiana, la infecundidad de la protagonista. Así, nos parece evidente que la Vieja pagana hace del amor pasional o erótico condición necesaria para la procreación conyugal, mientras que Unamuno escribió acerca de la fuerza del amor paterno-filial. Estimamos que este último planteamiento es universal e

13 Aut. 14

y op. cit. pág 52.

Tesis … pág 312

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La mujer retratada en Yerma intemporal, y por lo tanto sigue vigente hoy en día. En cambio, el paso del tiempo y el avance de la ciencia han bastado para echar por tierra la teoría de la Vieja pagana.

La instrumentalización del otro en el hambre de maternidad Carlos París, en su obra “Unamuno: estructura de su mundo intelectual” analiza la cuestión de la instrumentalización del otro en el hambre de maternidad en la obra Dos madres de Unamuno: “(…) Nos encontramos en presencia de un caso máximo despiadado, de «instrumentalización del otro», de radical enajenamiento para satisfacer la instintividad diatrófica. Unamuno llevará esta situación a sus últimos límites. No sólo una mujer esclavizada será absorbida y utilizada, sino también el hombre mismo. (…) La pasión maternal frustrada por la biología o por la represión aparece impresionante, arrastrando seres humanos convertidos en muñecos despiadadamente manejados. Auténticamente aniquilados, tal como se siente Don Juan en Dos madres, atraído por la nada hasta acabar en la muerte física. (…) Y con todo ello se viene apuntando hacia ciertas frustraciones radicales existentes en el personaje. El mismo relato unamuniano nos lleva hacia ellas cuando nos habla no ya sólo del deseo positivo, de la búsqueda del hijo, sino de «venganza». Cuando Juan reflexiona sobre su condición de mero instrumento manejado por Raquel se pregunta: «[…] un instrumento, un medio. ¿Un medio de qué? ¿De satisfacer una furiosa hambre de maternidad? ¿O no más bien una extraña venganza, una venganza de otros mundos?»” 15 Salvando las distancias entre Raquel y Yerma, puede establecerse un paralelismo entre ambos relatos en la cuestión de la instrumentalización del otro. Yerma busca en Juan no a Juan en sí y por sí mismo como deja claro en repetidas ocasiones a lo largo de la obra, sino a su hijo: (…) Yo pienso muchas cosas, y estoy segura que las cosas que pienso las ha de realizar mi hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme (…) (Vieja) ¡Y resulta que estás vacía! (Yerma) No, vacía no, porque me estoy llenando de odio. Dime: ¿tengo yo la culpa? ¿Es preciso buscar en el hombre al hombre nada más? Entonces, qué vas a pensar cuando te deja en la cama con los ojos tristes mirando al techo y da media vuelta y se duerme? ¿He de quedarme pensando en él o en lo que puede salir relumbrando de mi pecho? Yo no sé, ¡pero dímelo tú, por caridad! (Se arrodilla.)

Sin embargo, este no es el caso de Juan, que busca a Yerma por sí misma: (Yerma) ¿Y qué buscabas en mí? (Juan) A ti misma 15

Carlos París, Unamuno: estructura de su mundo intelectual, Anthropos, 1989, pág 364 y sigs.

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La mujer retratada en Yerma

(…) (Yerma) ¿Qué buscas? (Juan) A ti te busco. Con la luna estás hermosa.

Yerma busca en el otro la realización de su anhelo de maternidad, de manera que Juan llega a identificarse con el hijo. Como señala Sievering-Lorenzo “a lo largo de la pieza, el lector / espectador es testigo de la masculinización de la protagonista quien realiza actividades de hombre. En ese proceso de masculinización, se produce una identificación de Yerma con el propio hijo al mismo tiempo que con su marido, Juan. El proceso de masculinización y de identificación de Yerma con su hijo podría ser interpretado como la búsqueda del otro que satisfaga sus deseos dentro de sí misma y, en consecuencia, la imposibilidad del encuentro amoroso.”16 Al principio de la obra, los gestos de Yerma (como pasarse la mano por el vientre) y sus actividades (la costura) son tradicionalmente femeninos, pero conforme avanza el tiempo y con él aumenta su desesperación y decae su esperanza de concebir hijos, la propia Yerma se refiere así a su masculinización: (Yerma) Acabaré creyendo que yo misma soy mi hijo. Muchas veces bajo yo a echar la comida a los bueyes, que antes no lo hacía, porque ninguna mujer lo hace, y cuando paso por lo oscuro del cobertizo mis pasos me suenan a pasos de hombre.

La envidia femenina Lorca deja entrever en Yerma, como enseguida veremos, la cuestión de la envidia femenina relacionada con el deseo de maternidad y el complejo de la mujer infértil. La envidia entre mujeres es un tema en el que Lorca se sumerge profundamente en otras de sus obras, como en La Casa de Bernarda Alba, en que la envidia es uno de los temas centrales de la obra y domina las relaciones entre las mujeres dentro de la casa. También Unamuno buceó sobre todo en Dos madres a través de los celos que le tiene Raquel a Berta por su fertilidad y su pugna por conseguir a Juan o pelea por el macho. Como desarrolla Carlos París, Unamuno encuentra su inspiración para este tema en el Antiguo Testamento, en episodios como el de Sara y Agar o como el de Raquel “estéril y celosa de su hermana Lía, postergada en el amor de Jacob, pero fecunda. Es Raquel la figura combativa, ardiente, dominante, que hace parir a la sierva Bala sobre sus rodillas y termina exclamando: «Lucha de Dios he luchado con mi hermana y he vencido»”17 Así, Carlos París argumenta la importancia de la descendencia en el mundo bíblico, hacia el que Unamuno vuelve la vista, en estos términos: “Para la mujer hebrea la máxima 16

Tesis… pág 326

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Aut. y op. cit., pág 364

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La mujer retratada en Yerma aspiración será el convertirse en engendradora del Mesías. De aquí que la esterilidad, la frustración de esta voluntad propagadora representen el máximo fracaso. El «infierno» se dirá en las páginas de Unamuno hablando de un vientre estéril, y en cierta forma así lo era en el mundo bíblico porque significaba la exclusión de la promesa (…) Es cabalmente el encogimiento del horizonte, la pobreza nuevamente lo que nos aparece cual raíz de la envidia que aquí se va a constituir (…)” 18 Nos ha llamado la atención que sean prácticamente estas mismas palabras las que admite Yerma sincerándose con María: (María) Me da tristeza que tengas envidia. (Yerma) No es envidia lo que tengo; es pobreza. (María) No te quejes. (Yerma) ¡Cómo no me voy a quejar cuando te veo a ti y a las otras mujeres llenas por dentro de flores, y viéndome yo inútil en medio de tanta hermosura! (María) Pero tienes otras cosas. Si me oyeras, podrías ser feliz. (Yerma) La mujer de campo que no da hijos es inútil como un manojo de espinos, y hasta mala, a pesar de que yo sea de este desecho dejado de la mano de Dios. (María hace un gesto como para tomar al niño.) Tómalo, contigo está más a gusto. Yo no debo tener manos de madre. (María) ¡ Por qué dices esto? (Yerma) (Se levanta) Porque estoy harta de tenerlas y no poderlas usar en cosa propia. Que estoy ofendida, ofendida y rebajada hasta lo último, viendo que los trigos apuntan, que las fuentes no cesan de dar agua y que paren las ovejas cientos de corderos, y las perras, y que parece que todo el campo puesto de pie me enseña sus crías tiernas, adormiladas, mientras yo siento los golpes de martillo aquí, en lugar de la boca de mi niño. (María) No me gusta lo que dices. (Yerma) Las mujeres cuando tenéis hijos no podéis pensar en las que no los tenemos. Os quedáis frescas, ignorantes, como el que nada en agua dulce y no tiene idea de la sed.

Como se aprecia en estas líneas, la envidia está presente en Yerma, pero de manera diferente a la Raquel bíblica o a la Raquel unamuniana en Dos madres, o por lo menos se manifiesta de una manera que se nos antoja más comprensible, más humana y mucho menos maquiavélica. Yerma, en su desgracia, se compara con las demás mujeres y eso la hace sentirse aún peor, más inútil, más desgraciada. Incluso declara sentirse ofendida y rebajada por no poder participar del ciclo de la naturaleza, por no poder hacer algo tan sencillo y natural -como reproducirse- que hasta las ovejas, las perras o incluso las fuentes de agua, hacen con suma facilidad y frecuencia.

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Ibidem, pág 363

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La mujer retratada en Yerma Acerca de estas mismas líneas, Gil apunta que “las palabras de Yerma son aquí de gran belleza, a la par que muestran su descenso a lo irracional. Ve la vida entera desde su frustrada egolatría, que la hace sentirse eje del universo.”19 Instinto y amor maternal En su libro sobre el mundo intelectual unamuniano, Carlos París también resalta que “Unamuno maternaliza todo el erotismo de la mujer: «Y en la mujer todo amor es maternal», coincidiendo con la manera en que Freud ve la actuación de la mujer en el matrimonio.”20 En Yerma también se encuentran numerosos ejemplos que parecen apuntar hacia la misma idea, como este diálogo que mantiene Yerma con su esposo y que a nuestro juicio rezuma amor protector y maternal: (Yerma) ¿No tomas un vaso de leche? (Juan) ¿Para qué? (Yerma) Trabajas mucho y tú no tienes cuerpo para resistir los trabajos. (...) (Juan) ¿Has acabado? (Yerma) (Levantándose) No lo tomes a mal. Si yo estuviera enferma me gustaría que tú me cuidases. «Mi mujer está enferma. Voy a matar este cordero para hacerle un buen guiso de carne.» «Mi mujer está enferma. Voy a guardar esta enjundia de gallina para aliviar su pecho, voy a llevarle esta piel de oveja para guardar sus pies de la nieve.» Así soy yo. Por eso te cuido. (Juan) Y yo te lo agradezco. (Yerma) Pero no te dejas cuidar. (...)

Más adelante los gestos que retrata Lorca en Yerma nos transmiten un reflejo de su instinto y amor maternales:

(...) (Yerma se dirige a la costura, se pasa la mano por el vientre, alza los brazos en un hermoso bostezo y se sienta a coser) Y por supuesto la canción de “esperanzada maternidad” 21 que sigue a estos gestos no es menos reveladora: ¿De dónde vienes, amor, mi niño? (...) ¿Qué necesitas, amor, mi niño?

19 Aut.

y op. cit, pág 81.

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Carlos París, op. cit, pág 360

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Aut. y op. cit., pág 45

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La mujer retratada en Yerma (...) Te diré niño mío, que sí, tronchada y rota soy para ti. ¡Cómo me duele esta cintura donde tendrá primera cuna! ¿Cuándo, mi niño, vas a venir? (...)

Como se aprecia a lo largo de la obra, Yerma lo ve todo a través del cristal de la maternidad. A continuación recogemos otro episodio que a nuestro juicio pone nuevamente de manifiesto el instinto y protección maternales que siente Yerma, pero que no comparte ni con su esposo como se refleja en otros diálogos, ni con Víctor, como se refleja en esta ocasión: (Yerma) ¿No sientes llorar? (Víctor) (Escuchando.) No. (Yerma) Me había parecido que lloraba un niño. (Víctor) ¿Sí? (Yerma) Muy cerca. Y lloraba como ahogado. (Víctor) Por aquí hay siempre muchos niños que vienen a robar fruta. (Yerma) No. Es la voz de un niño pequeño. (Pausa) (Víctor) No oigo nada. (Yerma) Serán ilusiones mías. (Lo mira fijamente y Víctor la mira también y desvía la mirada lentamente como con miedo.) (Sale Juan.)

En palabras de Sievering-Lorenzo, “Víctor no logrará penetrar en el mundo de Yerma, no oirá la voz de niño que «lloraba como ahogado» 22. Pero el ejemplo más emblemático de que en Yerma no sólo sus afectos y su visión del mundo, sino también su sexualidad, está subordinada a la maternidad es el siguiente: (…) Yo pienso muchas cosas, y estoy segura que las cosas que pienso las ha de realizar mi hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme (…)

A este respecto Gil señala que “Yerma rechaza el concepto dionisíaco de la existencia; el amor sólo existe como medio de acceso a la maternidad y el matrimonio sólo se justifica por la procreación.”23

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Tesis ... pág 327

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Ildefonso-Manuel Gil, op. cit., pág 56

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La mujer retratada en Yerma

Por otra parte, Yerma demuestra a lo largo de la obra la cantidad de conocimientos que tiene sobre el embarazo y la maternidad: (Yerma) (...) No andes mucho y cuando respires respira tan suave como si tuvieras una rosa entre los dientes (María) Oye, dicen que más adelanta te empuja suavemente con las piernecitas. (Yerma) y entonces es cuando se le quiere más, cuando se dice ya: ¡mi hijo!

Según Gil, “Yerma emplea un presente ilusionado, que podríamos llamar por su subjetividad, presente de anhelo. Parece encontrarse ya realmente en el gozo de la maternidad.”24 Asimismo, Yerma tiene una idea muy clara de lo que supone la crianza de un hijo: (María) Dicen que con los hijos se sufre mucho. (Yerma) Mentira. Eso lo dicen las madres débiles, las quejumbrosas. ¿Para qué los tienen? Tener un hijo no es tener un ramo de rosas. Hemos de sufrir para verlos crecer. Yo pienso que se nos va la mitad de nuestra sangre.

Mas adelante, al reprochar a una muchacha que ha dejado solo a su hijo en casa, dice: (Yerma) (...) los niños no se pueden dejar solos ¿hay cerdos en tu casa? (...) no os dais cuenta lo que es un niño pequeño. La causa que nos parece más inofensiva puede acabar con él. Una agujita, un sorbo de agua. (Muchacha 2ª) Si tuvieras cuatro o cinco no hablarías así. (Yerma) ¿Por qué? Aunque tuviera cuarenta.

Realización personal Es evidente que para Yerma la realización personal pasa por tener un hijo. Ella misma lo concibe así: (Yerma) ¡Cómo no me voy a quejar cuando te veo a ti y a las otras mujeres llenas por dentro de flores, y viéndome yo inútil en medio de tanta hermosura! (María) Pero tienes otras cosas. Si me oyeras, podrías ser feliz. (Yerma) La mujer de campo que no da hijos es inútil como un manojo de espinos, y hasta mala, a pesar de que yo sea de este desecho dejado de la mano de Dios.(...) 24

Ibidem., pag. 48

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La mujer retratada en Yerma

Pero también la sociedad en la que vive -salvo algunas excepciones que enseguida veremos de personas que podrían considerarse como adelantadas a su tiempo- concibe la maternidad como única vía de realización de la mujer casada. Es una sociedad – representada por las lavanderas de la obra- que desprecia, descalifica, condena y estigmatiza a la casada seca, a la pobre Yerma: (Lavandera 5ª) Estas machorras son así: cuando podían estar haciendo encajes o confituras de manzanas, les gusta subirse al tejado y andar descalza por esos ríos. (Lavandera 1ª) ¿Quién eres tú para decir estas cosas? Ella no tiene hijos, pero no es por culpa suya. (Lavandera 4ª) Tiene hijos la que quiere tenerlos. Es que las regalonas, las flojas, las endulzadas, no son a propósito para llevar el vientre arrugado. (Ríen) (...) Cada hora que transcurre aumenta el infierno en aquella casa. Ella y las cuñadas, sin despegar los labios, blanquean todo el día las paredes, friegan los cobres, limpian con vaho los cristales, dan aceite a la solería, pues cuando más relumbra la vivienda más arde por dentro. (Lavandera 1ª) Él tiene la culpa; él: cuando un padre no da hijos debe cuidar de su mujer. (Lavandera 4ª) La culpa es de ella que tiene por lengua un pedernal.(...)

Hasta la Lavandera 1ª, que la defiende con valentía y firmeza frente a las habladurías de las gentes, admite que la solución pasa por tener hijos: (Lavandera 1ª) Todo esto se arreglaría si tuvieran criaturas.

Y más adelante en la canción que entonan las lavanderas, la Lavandera 1ª repite : ¡Ay de la casada seca! ¡Ay de la que tiene los pechos de arena!

Hasta tal punto para Yerma su realización como mujer pasa por la maternidad que ni se siente digna de ser considerada como tal: (Yerma) (...) Ojalá fuera yo una mujer.

En cambio, hay dos mujeres en la obra que tienen una visión diferente de la realización personal de la mujer, una visión que podríamos considerar más feminista. Es el caso de la Muchacha 2ª, cuya realización personal no pasa por la maternidad y cuya visión Lorca contrapone a la de Yerma en el siguiente diálogo: (Muchacha 2ª) De todos modos, tú y yo con no tenerlos [hijos], vivimos más tranquilas. (Yerma) Yo no.

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La mujer retratada en Yerma (Muchacha 2ª) Yo, sí. ¡Qué afán! En cambio, mi madre no hace más que darme hierbajos para que los tenga, y en octubre iremos al Santo que dicen que los da a la que lo pide con ansia. Mi madre pedirá. Yo, no.

(Yerma) ¿Por qué te has casado? (Muchacha 2ª) Porque me han casado. Se casan todas. Si seguimos así no va a haber solteras más que las niñas. Bueno, y además..., una se casa, en realidad mucho antes de ir a la iglesia. Pero las viejas se empeñan en todas esas cosas. Yo tengo diecinueve años y no me gusta guisar, ni lavar. Bueno, pues todo el día he de estar haciendo lo que no me gusta. ¿Y para qué? ¿Qué necesidad tiene mi marido de ser mi marido? Porque lo mismo hacíamos de novios que ahora. Tonterías de los viejos. (Yerma) Calla, no digas esas cosas. (Muchacha 2ª) También tú me dirás loca, ¡la loca, la loca! (Ríe) Yo te puedo decir lo único que he aprendido en la vida: toda la gente está metida dentro de sus casas haciendo lo que no les gusta. Cuánto mejor se está en medio de la calle. Ya voy al arroyo, ya subo a tocar las campanas, ya me tomo un refresco de anís.

Respecto del personaje de la Muchacha, Sievering-Lorenzo afirma que “para ella la sexualidad está en un primer plano. Ha logrado conciliar matrimonio y amor-pasión.” 25 Se nos hace evidente que la Muchacha no considera que el papel de la mujer deba quedar circunscrito a la casa, a las tareas domésticas, y que ésta deba quedar confinada en el hogar. La postura de la Muchacha contrasta también con la de Juan –además de con la de la propia Yerma- que cree que su esposa debe permanecer en la casa: (Juan) Si necesitas algo me lo dices y lo traeré. Ya sabes que no me gusta que salgas. (Yerma) Nunca salgo. (Juan) Estás mejor aquí. (Yerma) Sí. (Juan) La calle es para la gente desocupada. (Yerma) (Sombría) Claro. (...) (Juan) Debías estar en casa. (Yerma) Me entretuve. (Juan) No comprendo en qué te has entretenido. (Yerma) Oí cantar los pájaros.

25

Tesis... pág 325

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La mujer retratada en Yerma (Juan) Está bien. Así darás que hablar a las gentes. (...) (Juan) ¿Es que no conoces mi modo de ser? Las ovejas en el redil y las mujeres en su casa. Tú sales demasiado. ¿No me has oído decir esto siempre? (...) (Yerma) Yo no sé quién soy. Déjame andar y desahogarme. En nada te he faltado. (Juan) No me gusta que la gente me señale. Por eso quiero ver cerrada esa puerta y cada persona en su casa. (Yerma) Hablar con la gente no es pecado. (Juan) Pero puede parecerlo. Yo no tengo fuerza para estas cosas. Cuando te den conversación cierra la boca y piensa que eres una mujer casada (...) Aunque me miras de un modo, que no debía decirte: perdóname, sino obligarte, encerrarte, porque para eso soy el marido.

El otro personaje cuya filosofía de vida, dionisíaca y despreocupada, contrasta con la de Yerma, es la de la Vieja pagana: (Vieja) (...) Yo he sido una mujer de faldas en el aire, he ido flechada a la tajada de melón, a la fiesta, a la torta de azúcar. Muchas veces me he asomado de madrugada a la puerta creyendo oír música de bandurrias que iba, que venía, pero era el aire. (Ríe.) Te vas a reír de mí. He tenido dos maridos, catorce hijos, cinco murieron y, sin embargo, no estoy triste, y quisiera vivir mucho más. Es lo que digo yo. Las higueras, ¡cuánto duran!, y sólo nosotras, las endemoniadas mujeres, nos hacemos polvo por cualquier cosa. (...) Todo lo contrario que yo (...) Los hombres tienen que gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así corre el mundo. (Yerma) El tuyo, que el mío no. (...) (...) Entonces, que Dios me ampare. (Vieja) Dios, no. A mí no me ha gustado nunca Dios. ¿Cuándo os vais a dar cuenta de que no existe? Son los hombres los que te tienen que amparar (...)

Aún María, que lleva una vida tradicional, concibe para Yerma la posibilidad de que se auto-realice e incluso de que sea feliz al margen de la maternidad o a pesar de esta carencia, y así se lo sugiere francamente: (...) (María) Pero tienes otras cosas. Si me oyeras, podrías ser feliz.

En numerosas ocasiones a lo largo de la obra se pone de manifiesto que la realización de los hombres en general, es muy diferente a la de las mujeres, como lo es su concepción de la paternidad, que como en el caso de Víctor ve al hijo como un heredero: (Víctor) (...) Bueno, pues a ver si con el ejemplo te animas. En esta casa hace falta un niño. (Yerma) (Con angustia.) ¡Hace falta!

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La mujer retratada en Yerma (Víctor) Pues adelante. Dile a tu marido que piense menos en el trabajo. Quiere juntar dinero y lo juntará, pero ¿a quién lo va a dejar cuando muera? (...)

Y sobre todo cabe destacar el caso de Juan, que deja patente que su realización personal no pasa por la paternidad y cuya óptica de la vida contrasta con la de Yerma: (...) (Yerma) Cada año.... Tú y yo seguimos aquí cada año.... (Juan) (Sonriente.) Naturalmente. Y bien sosegados. Las cosas de la labor van bien, no tenemos hijos que gasten. (Yerma) No tenemos hijos...¡Juan! (...) (Juan) He de cuidar el ganado. Tú sabes que esto es cosa del dueño. (Yerma) Lo sé muy bien. No lo repitas. (Juan) Cada hombre tiene su vida. (...) (...) (Yerma) Pero yo no soy tú. Los hombres tienen otra vida, los ganados, los árboles, las conversaciones; las mujeres no tenemos más que ésta de la cría y el cuidado de la cría. (Juan) Todo el mundo no es igual. (...) (...) (Yerma) ¿Y qué buscabas en mí? (Juan) A ti misma. (Yerma) (Excitada.) ¡Eso! Buscabas la casa, la tranquilidad y una mujer. Pero nada más. ¿Es verdad lo que digo? (Juan) Es verdad. Como todos. (Yerma) ¿Y lo demás? ¿Y tu hijo? (Juan) (Fuerte.) ¿No oyes que no me importa? ¡No me preguntes más! ¡Que te lo tengo que gritar al oído para que lo sepas, a ver si de una vez vives ya tranquila! (Yerma) ¿Y nunca has pensado en él cuando me has visto desearlo? (Juan) Nunca. (...) (...) Y a vivir en paz. Uno y otro, con suavidad, con agrado.¡Abrázame! (La abraza).

La muerte Hasta tal punto la ansiedad y el anhelo por ser madre en Yerma lo eclipsan todo, hasta tal punto lo subordina todo -su realización como mujer, su sexualidad, su razón de sera ese afán de maternidad, que una vez que sus últimas esperanzas se desvanecen, y su esterilidad y la de su marido quedan patentes, ella se siente tan humillada ante el

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La mujer retratada en Yerma acercamiento y las intenciones sexuales de Juan, explícitamente exentas de la voluntad de procrear por lo que éste acaba de revelarle, que reacciona con furia y rabia apretándole la garganta hasta matarle:26 (Yerma) ¿Y no podré esperarlo? (Juan) No (Yerma) ¿Ni tú? (Juan) Ni yo tampoco. ¡Resígnate! (Yerma) ¡Marchita! (Juan) Y a vivir en paz. Uno y otro, con suavidad, con agrado. ¡Abrázame! (La abraza.) (Yerma) ¿Qué buscas? (Juan) A ti te busco. Con la luna estás hermosa. (Yerma) Me buscas como cuando te quieres comer una paloma (Juan) Bésame..., así. (Yerma) Eso nunca, nunca. (Yerma da un grito y aprieta la garganta de su esposo. Éste cae hacia atrás. Le aprieta la garganta hasta matarle. Empieza el coro de la romería.) Marchita. Marchita, pero segura. Ahora sí que lo sé de cierto. Y sola. (Se levanta. Empieza a llegar gente.) Voy a descansar sin despertarme sobresaltada, para ver si la sangre me anuncia otra sangre nueva. Con el cuerpo seco para siempre. ¿Qué queréis saber? No os acerquéis, porque he matado a mi hijo, ¡yo misma he matado a mi hijo!

En su conferencia sobre Texto y pretexto: Las mujeres en el Teatro de Lorca, Concepción Argente del Castillo Ocaña señala que “la dimensión existencial está expresada en estas mujeres tanto por un impulso vital como por un impulso destructivo, puesto que la no realización de la maternidad/ fertilidad vital lleva a la muerte, el «agua que no desemboca» de sus poemas, y así el amor funciona como un mito enajenador que rompe ese discurso, porque la imposibilidad de su cumplimiento, de la fertilidad de los impulsos vitales lleva al hombre, tanto como a la mujer, a destruirse.” 27 Así, para Concepción Argente del Castillo, al igual que para Mario Hernández, como veremos luego, debe resaltarse la dimensión existencial y el conflicto humano –que trasciende géneros y nacionalidades- que subyace en los personajes lorquianos.28 26

Pareciera difícil creer que Yerma pudiera estrangular con la mera fuerza de sus brazos a su marido, pastor y rudo hombre de campo, pero que lo que prima aquí es el simbolismo de la muerte de Juan. 27

Concepción Argente del Castillo Ocaña, artículo “Texto y pretexto: Las mujeres en el Teatro de Lorca” en recopilación hecha por Andrés Soria Olmedo et al., Federico García Lorca clásico moderno, Granada 25-29 de mayo de 1998, Diputación Provincial de Granada, pág 245 28

Cfr. Ibidem.

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La mujer retratada en Yerma

Es interesante a nuestro juicio exponer aquí dos interpretaciones contrapuestas sobre lo que para Yerma implica la muerte de Juan, el enfrentamiento con la realidad -según Sievering-Lorenzo-, o el evitar esa confrontación -de acuerdo con Gil-. Así, para Sievering-Lorenzo, “Yerma responde a tres momentos: el sueño de la protagonista –embarazo psicológico-, la búsqueda –en la que no abandona el sueño- y el despertar. La pieza pone en escena la imposibilidad de ver realizado su sueño. Vive Yerma un embarazo psicológico que se ve favorecido por una maternidad natural que le permite saber lo que siente una mujer cuando está embarazada, es decir, la relación especial que se establece entre el niño y la madre en el momento del amamantamiento, la fragilidad y el cuidado que necesitan los niños. El hijo de Yerma vive en su imaginación. A través del sueño y de la nana logra entrar en contacto con el hijo deseado que se halla en su mente. Con él comunica mediante la música, el ritmo y la palabra al principio de la obra. Como contraposición al hijo ausente de Yerma, está el hijo de María, (...) Podríamos hablar de embarazo físico de María y embarazo psicológico de Yerma. Ambos se desarrollan paralelamente. (...). Al final de la obra, despierta Yerma de su sueño de maternidad y se enfrenta a la esterilidad. La aceptación de su esterilidad física la llevará a cabo en el acto homicida del asesinato de su marido. Al matar a éste, el sueño se desvanece y se lleva a cabo un aborto psicológico. El hijo de su mente se constituye en un hijo imposible.” 29

Sin embargo, de acuerdo con Gil “siempre nos quedará una tremenda duda: ¿No será que Yerma ha abandonado la realidad y está dispuesta, en la reclusión forzada de la cárcel a seguirse creyendo capaz de engendrar un hijo? Que al matar al marido «haya matado» al hijo, es otra cosa. Y su seguridad de que no se despertará sobresaltada «para ver si la sangre me anuncia un hijo» no invalidaría su creencia en que era seguro de que hubiese podido tenerlo. Podrá pensar que ha sido ella misma y no el destino quien ha imposibilitado, al matar al marido, el cumplimiento de su anhelo de maternidad. Separada de las gentes, convertida en una presidiaria y situada en una viudez inacabable, podrá contarse a si misma esa terrible mentira. Muerta la ansiedad dubitativa de tener hijos, podrá ya vivir tranquila, igual que la Madre de Bodas de Sangre, cuando le han matado a su último hijo.” 30

Politización de Yerma Como señaláramos al principio del trabajo, García-Posada, recoge las posturas que adoptó el espectro político español de la época respecto de Yerma y es crítico con unos y con otros: “La campaña de la prensa conservadora contra la obra fue durísima. A partir de las frases «blasfemas» de la Vieja Pagana y de algunas «crudezas» de lenguaje, las críticas fueron brutales, sin que faltaran alusiones a la sexualidad del poeta quién llegó a recibir 29

Tesis..., pag. 326 y ss.

30

Aut. y op. cit., pag. 31

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La mujer retratada en Yerma anónimos.(...) A la cerril campaña de las derechas respondía otra izquierdista que tampoco era especialmente respetuosa con el texto. ¿O hay algo en éste que permita tales lecturas? Las interpretaciones sociales y políticas de la tragedia llegan, insisto, hasta nuestros días: se ha visto en ella una representación de la lucha por la emancipación de la mujer española; se ha llamado a su heroína «la imperfecta casada» por oposición al modelo de dócil esposa cristiana que postuló fray Luis de León, y, en fin, se la ha considerado una alegoría de la España progresista.” 31. Mario Hernández también señala las diferentes reacciones que suscita la obra entre la prensa y entre el público y recoge el siguiente comentario atribuido a un periodista de la época: “«El público aplaude cuando Yerma mata a su marido como si éste perteneciese a la Ceda».Y añade: “Es muy posible que esta extrema politización del poema trágico partiera [en Barcelona], casi con exclusividad (y como en Madrid), de los críticos y espectadores más reaccionarios (...)” 32 Hernández tacha de simplista el planteamiento que hizo Corpus Barga incidiendo en la politización de Yerma al afirmar que: “« La tragedia de Yerma es la tragedia de la sexualidad en España, aunque esté planteada al revés(...)», ya que a su juicio, Corpus Barga “circunscribía Yerma a un problema de sexualidad nacional (por no decir local), ajeno a lo que de conflicto trágico radicalmente humano –no español sino en lo accidental- tenía la despojada e intensa obra lorquiana.” 33

Conclusión Estamos de acuerdo con Hernández en que Yerma, más allá de estar localizada en una mujer estéril de la España rural de los años treinta del siglo pasado, refleja, como la obra lorquiana en general, el “conflicto trágico radicalmente humano”34. Efectivamente, en un plano general, Yerma, representa a nuestros ojos la tragedia de la condición humana que no puede escapar a su destino. Así, más allá de que Yerma es una mujer, casada y estéril, rural y española, subyace en la obra en palabras de Hernández “un conflicto trágico radicalmente humano”. Este conflicto trágico radicalmente humano que en este caso Lorca concretiza y desarrolla a través del personaje de Yerma, trasciende al género (masculino o femenino), al entorno (rural o urbano), a la nacionalidad (española o extranjera) o al tema (la infertilidad en este caso). El propio Lorca aseguró lo siguiente: “Yerma, cuerpo de tragedia que yo he vestido con ropajes modernos, es, sobre todas las cosas, la imagen de la fecundidad castigada a la

31

García-Posada, pags. 20 y 21

32 Aut.

cit. Cronología y estreno de Yerma...pág 313

33

Ibidem, pág 307

34

Ibidem, pág 307

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La mujer retratada en Yerma esterilidad. Un alma en la que se cebó el Destino señalándola para víctima de lo infecundo.” 35 Así, ya desde el título de la obra, Yerma, que es el nombre por el que se denomina a la protagonista (aunque sólo se dirigen a ella llamándola directamente por su nombre sus cuñadas y Dolores la conjuradora) está estigmatizada, y predestinada a fracasar en su intento de ser madre. El destino de Yerma está escrito, ya desde el principio de la obra y anunciado en el mismo título, y nada puede hacer ella para eludirlo. Para Gil, importa el cómo se va cumpliendo su destino. Afirma que el interés está en cada matiz del proceso dramático y psicológico, materia esencial de la creación lorquiana y en la belleza y autenticidad con que se expresan. “En el caso de Yerma, no en su esterilidad, sino en su obstinación en negarse a aceptarla, en hacer de la maternidad un valor absoluto y necesario, que por trágica paradoja está más allá de su vida (...) Su problema no es de raíz sentimental, es simple y terriblemente biológico. Ahí están, juntas, la debilidad y la grandeza de la Yerma lorquiana. Criatura pasional, irracional, energuménica, quiere imponer su voluntad de maternidad a su cuerpo estéril, porque no puede aceptar el hecho fatal de que está «fisiológicamente condenada»: admitir que ella no puede concebir hijos, sería la negación de sí misma, su aniquilamiento.” 36 A nuestro juicio es en esa incapacidad de aceptar su destino, en esa frustración y falta de resignación ante la inevitable realidad donde radica el “conflicto trágico radicalmente humano” del que habla Hernández. En Yerma se concreta en la búsqueda obstinada del hijo. Hay un monólogo de Yerma que nos parece revelador, y que a la luz de la muerte de su marido cobra un valor y un significado esclarecedores: (...) (Yerma) Alerta ¿de qué? En nada te ofendo. Vivo sumisa a ti, y lo que sufro lo guardo pegado a mis carnes. Y cada día que pase será peor. Vamos a callarnos. Yo sabré llevar mi cruz como mejor pueda, pero no me preguntes nada. Si pudiera de pronto volverme vieja y tuviera la boca como una flor machacada te podría sonreír y conllevar la vida contigo. Ahora, déjame con mis clavos.

Yerma deja claro que para vivir tranquila tendría que haber eliminado cualquier atisbo de esperanza y posibilidad de concebir, algo que se le ocurre sólo podría suceder en la vejez marchita. Piensa que esa vejez estéril podría liberarla de la presión brutal con que ahora carga, y así hallar en la ancianidad el reposo y tranquilidad de espíritu que su juventud y obcecación le niegan. Al final de la obra descubriremos que es por otra vía, la de la desaparición del marido (frente a la de la aceptación de su propia esterilidad y su convivencia pacífica con ésta), por la que Yerma alcanzará la paz de la resignación.

35

Miguel García-Posada, op. cit., pág 19

36

Ildefonso-Manuel Gil, op. cit., págs 27 y 28

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La mujer retratada en Yerma Yerma se rebela contra su sino desde el principio de la obra hasta el final. No es capaz de aceptar su incapacidad de procrear, y cuando Juan le “obliga” a enfrentarse a convivir con esa cruda realidad, Yerma comete el mayor acto de rebeldía. Como decía Gil, admitir que no puede tener hijos sería la negación de sí misma, su aniquilamiento, así que dar muerte al marido supone para Yerma su reafirmación y su liberación. La historia del ser humano no es sino la historia de una eterna pugna entre el hombre y su destino. La tragedia estriba en que el pulso lo gana siempre éste último sin que el hombre se resigne a aceptarlo. Así, dando muerte al marido, Yerma le echa un pulso al destino, lo desafía. Si bien Yerma no conseguirá escapar a su tragedia personal, encuentra un subterfugio para no enfrentarse a ella, de manera que matar al marido supone su auto-liberación. El ser humano, como Yerma, se rebela inútilmente contra su destino. A veces hasta parece que logre ganarle terreno, a lo sumo para tener la ilusión de retrasar lo inevitable, pero nunca para impedir su cumplimiento. El conflicto interno de Yerma es el de una mujer en desesperada búsqueda de la maternidad y el de su frustración y falta de aceptación ante la evidencia de la infructuosidad de dicha búsqueda. Yerma se niega a aceptar el destino que le viene impuesto, y sabemos que sus convicciones morales y su concepto de la honra le impiden buscar al hijo fuera del matrimonio, y que además rechaza la posibilidad de la adopción. Así las cosas, dentro de su autolimitado margen de acción, dentro de sus limitadas posibilidades, mediante la muerte del marido, Yerma siente que elige su destino por vez primera. Es por todo ello que discrepamos de la visión expuesta por Miguel García-Posada respecto de la falta de actualidad de Yerma y de su mensaje. 37 Si bien como adelantamos al principio los avances científicos y el cambio de mentalidades han hecho posible que la mujer estéril conciba hijos y que la maternidad no sea la única vía de realización para la mujer (casada o no), hay un fondo, esencial y “radicalmente humano”, que no ha variado. Podemos admitir que la forma del mensaje de Yerma no sea la más actual, aunque incluso con ciertas reservas, porque el anhelo de maternidad en la mujer actual nos hace presenciar a diario el combate que –bajo distintas modalidades- con el arma de la ciencia médica, libra la mujer estéril con la naturaleza. En el mundo de hoy, a diferencia de en el de Yerma, la mujer sale victoriosa de esta particular batalla. Sin embargo, más allá de la forma, el fondo del mensaje de Yerma permanece inalterable. Y es precisamente en el fondo, en la universalidad de este mensaje, donde reside su vigencia. Hay batallas que ni con la ayuda de la ciencia puede el ser humano ganar. Y hay batallas decisivas, esenciales, que hacen que el hombre pierda la guerra que inevitablemente está predestinado a perder. Así, el ser humano que no acepta su destino 37

Miguel García-Posada, op. cit., págs 33 y sig.

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La mujer retratada en Yerma está condenado a sufrir. En este sentido, la rebelión del hombre actual, al igual que la de Yerma, es tan inútil como trágica.

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La mujer retratada en Yerma Referencias bibliográficas Hernández, Mario, Edición a la obra Yerma de Federico García Lorca, Alianza Editorial, Madrid, 1998. Hernández, Mario Cronología y estreno de Yerma, poema trágico, de García Lorca, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXXII (1979). García-Posada, Miguel, Edición a la obra Yerma de Federico García Lorca, Madrid, 2007. Sievering-Lorenzo, Maria-Gisela, “De la preocupación pedagógica la expresión literaria de la infancia: de Ganivet a Lorca y Cernuda” Tesis Doctoral Nº 543 presentada en la Facultad de Letras de la Universidad de Ginebra bajo la dirección del Profesor Antonio Lara Pozuelo, http://www.unige.ch/cyberdocuments/theses2003/Sievering-LorenzoM-G/these.pdf Gil, Ildefonso-Manuel, Edición a la obra Yerma de Federico García Lorca recoge una parte de la entrevista a Lorca por Juan Chabás publicada en el diario madrileño Luz, Cátedra, Madrid, 2007. Smith, Paul Julian, “Yerma y los médicos: García Lorca, Marañón y el grito de la sangre” artículo en recopilación hecha por Andrés Soria Olmedo et al., Federico García Lorca clásico moderno, Granada 25-29 de mayo de 1998, Diputación Provincial de Granada. París, Carlos, Unamuno: estructura de su mundo intelectual, Anthropos, 1989. Argente del Castillo Ocaña, Concepción, “Texto y pretexto: Las mujeres en el Teatro de Lorca” artículo en recopilación hecha por Andrés Soria Olmedo et al., Federico García Lorca clásico moderno, Granada 25-29 de mayo de 1998, Diputación Provincial de Granada.

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