...sobre Cultura y otras Curiosidades Año 2 Núm.6 Agosto de 2012
Hanna Montana, los Beatles y el telediario La educación de las emociones en los niños Luz Érase una vez ¿Qué harán nuestros hijos?
CuĂŠntale a los niĂąos la verdad. Bob Marley
Número dedicado a quienes son la esperanza. Quiero agradecer a Marianna Salvioli, Mariel Hernández, Juan Vargas, Marc Benito, Nicola Mariani y Brand Inc. por su colaboración. Mar, gracias por existir. Tonatiuh.
Diseño y edición: Tonatiuh Tenopala tonateno@gmail.com
La educación de las emociones en los niños Juan Jesús Vargas Velázquez
Ellos llegan a la tierra y traen consigo mensajes de conciencia, son seres de luz que no necesitan hablar para enseñar, la transparencia y pureza de sus ojos desnuda el alma de quién los mira, basta una sonrisa y sus actitudes para proponer cambios; su misión, recordarnos quienes somos y para que vivimos. Son capaces de despertar nuestro poder interior dormido por los años del automatismo social y la demagogia espiritual de la que somos presos, dentro de una sociedad alimentada por el consumismo, lo superfluo y las ideas de progreso que abandonan el verdadero existir del hombre… ese con el cual los niños nacen; es la cualidad que les permite relacionarse de forma natural con sus semejantes, sin importar condición social, económica o cultural, pues esos conceptos no los conocen, son inciertos hasta que nosotros les enseñamos el supuesto deber a través de la “educación” maquiavélica que nos han heredado de generación en generación, nosotros los adultos estamos tan inmersos en nuestro mundo de problemas y preocupaciones que no nos damos cuenta
de los mensajes y enseñanzas que ellos nos proporcionan diariamente con el sólo hablar y convivir con ellos, con sólo observarlos y ver como ven la vida de una forma más sencilla, cómo se relacionan con otros niños y ambos son felices. Tal vez su mundo no lo acabamos de entender, porque pensamos que nosotros somos los que debemos enseñarles lo que es la vida, lo que es vivir, el cómo deben de comportarse, y al final es cierto pues nos fundamenta que somos sus padres y que debemos educarlos, el problema es primero descubrir si esa educación que nosotros poseemos es la correcta y somos una adecuada guía para esos seres puros y dotados de lo que a través del tiempo perdemos los adultos: el amor a la misma naturaleza del ser humano, a su origen y a su propia misión de existencia que es la realización del hombre, un hombre feliz. Quienes tenemos la dicha de ser padres, podemos coincidir que la culminación del amor entre un hombre y una mujer se da con la llegada de un hijo, esa felicidad no se puede
comprar con todo el dinero del mundo, es una felicidad que surge del amor, el sentimiento más puro y maravilloso que podemos experimentar los seres humanos, y por esta razón no podemos olvidarnos que la educación de este hijo debería ser dentro de este mismo marco: educar con amor, guiar con amor, dentro de un marco moral y ético que permita una educación racional a la par de una educación emocional. El sentimiento me parece, es justamente el elemento que se ha olvidado dentro de la educación y la falta de este tipo de educación es lo que ha deshumanizado a los adultos, pues el sentimiento es una poderosa realidad humana que es preciso educar, son justamente los sentimientos los que a lo largo de la vida nos impulsan a actuar para bien o para mal; los sentimientos siempre aparecen atemperándonos o destemplándonos, surgen en el origen de nuestro actuar, toman forma de deseos, ilusiones, esperanzas, miedos o motivaciones, revelándose en forma de tristeza, satisfacción, ánimo, remordimiento, felicidad o culpa. Dentro de la educación a los hijos me parece que hemos perdido de vista que la educación principal es la de las emociones, normalmente estamos más ocupados en la educación de las formas, en aplaudir las buenas calificaciones en ingles, matemáticas o la medalla del primer lugar de natación, y por otro lado nos olvidamos de educar la emoción, la cual se la dejamos al marketing, publicidad y la televisión, donde ellas se encargan de definir los espacios para ser feliz o estar triste dentro de un marco consumista y manipulador, donde la felicidad y el valor como persona radica en la marcas y el estatus, pero sobre todo en los modelos de personas que representan los comerciales e imagen de los productos o series de telenovelas; es ahí donde los niños pierden sus emociones naturales y las sustituyen por las que se les vende socialmente, es evidente que los sentimientos son influenciables, moldeables, y si los padres y las escuelas no ponemos atención en la educación emocional, el entorno social se encargara de influenciarlos. Al menos hasta los seis años la educación emocional es fundamental pues los niños no son pura emoción, su nivel racional aún no es tan influenciable, por lo que dependen más del influjo familiar y de la escuela, es un momento importante para enseñar al niño que
los sentimientos favorecen unas acciones y entorpecen otras. Para favorecer la educación emocional en los niños es importante demostrarles cuánto los queremos, no debemos escatimar en besos y caricias con ellos, el ser tolerantes y hacerles sentir que nuestro amor es incondicional y que no está sujeto a sus acciones, es de vital importancia para su formación emocional, pues sólo quien recibe amor es capaz de trasmitirlo y esa debe ser la base de su propia naturaleza. El tener un buen clima familiar donde no haya violencia es importante para el desarrollo emocional del niño, hay que evitar que en su presencia se hablen temas o discusiones de adultos, al menos hasta que tenga una madurez emocional para entenderlo y que no le afecte. El diálogo y explicaciones adecuadas a su edad también son importantes para que aprenda a tener actitudes abiertas y conciliadoras, los castigos no son suficientes para educar sus acciones, deberá entender que hay situaciones que deberá enfrentar como consecuencia de una acción. Para un niño es muy estimulante saber que sus padres están conscientes de sus progresos y se sienten orgullosos, no hay que escatimar en reconocerle todo lo que hace y hacerle sentir bien con él mismo. Dentro de la educación de los sentimientos a nuestros hijos, es muy importante estar conscientes que nosotros mismos podemos no tener una educación emocional de lo que intentamos formarles sin embargo sí creo que es un camino en el cual también crecemos y nos educamos por el amor a nuestros hijos; no perder la paciencia nos ayuda a reeducarnos y a crear un mejor entorno de vida para los futuros adultos, pero sobre todo que aprendan a conservar la felicidad con la que llegaron a la tierra, es indudable que los niños son enviados para que sean nuestros maestros, pero también un reflejo de nosotros mismos de nuestras virtudes y defectos, así que cuidémoslos y guiémoslos conservando su libertad, pero sobre todo su amor por el mismo ser humano. Gracias Dios por enviarme dos maestros que me han hecho un mejor ser humano, pero sobre todo incrementar mi felicidad y amor por la vida. Max y Erick los amo.
Luz
por Marianna Salvioli
tiene que acostarse a las ocho. Se molesta y le grita a su mamá “no me quieres”. Rosanna le dice “nadie te quiere porque eres adoptada”. No es cierto. No es cierto. Pero ojalá.
Las tres niñas grandes juegan a las madres y las madrinas. Mónica es la madrina de la hija de Rosanna, una muñeca de pelo castaño a la que ha bautizado Doris; Rosanna es la madrina de Patricia, la muñeca de pelo rojo que Adriana mece; Adriana es la madrina de Edurne, la muñeca de pelo negro que es hija de Mónica. La cuarta muñeca, la de pelo azul y llena de moco, no tiene sino madre. Así que la niña pequeña está rogando tener una hermanita con quien jugar.
Porque “las muchachas” no juegan con ella. Porque no hay vecinos de su edad. Porque está aburrida de los morochitos de aire y de espejo. Porque Mónica se va al cine con los otros niños de 10 años a ver películas que ella aún no entiende. Porque Rosanna la deja encerrada en el baño hasta que llega Mónica y le pega a Rosanna.
A veces se escabulle dentro del cuarto de sus hermanas mayores para hacer algo muy malo: jugar con Doris y Edurne. Son mucho más bonitas que su muñeca de pelo azul y llena de moco. Quizás, cuando sea grande, podrá ser la madrina. O quizás no porque Rosanna y Mónica tienen muchas compañeras de sus edades. Entonces empieza a llorar. No quiere ser pequeña. O más pequeña. Quiere tener seis años más para poder jugar a las mamás y las madrinas. Se da cuenta de que está mojando la muñeca de Mónica con sus lágrimas, por lo que vuelve a su cuarto y se da permiso para llorar desconsoladamente.
Y es una lástima. Apenas tiene cuatro años.
Solo una cosa puede contentarla: leer un poco. Algún día será tan inteligente como su hermana mayor y leerá un libro de cien páginas. “¡Cién páginas!”- se dice, edulcorando ese futuro. Y si no lo lee todo, leerá un poquito y le pedirá a Mónica que la ayude con el resto.
*** Las tres niñas grandes pueden acostarse a las diez hablando de los vecinos. La pequeña
Porque mañana va a aprender la lección más importante de su vida.
*** Rosanna entra a la tienda de ropas. Adriana le muestra los distintos modelos de camisas que tienen. Mónica hace la factura. Tanto por dos es igual a tanto. La hermana pequeña las ve. -Quiero jugar también- les dice. Pero nadie parece oírla. -Quiero jugar también- repite. Silencio. -Mónica, ¿puedo jugar? Rosanna y Adriana se quejan. Ella es muy chiquita y fastidia mucho. -Si quieres después te enseño a peinar a tu barbie- le dice Mónica, como consuelo. -¿Cuándo? Antes de que insista más, Mónica deja de facturar y entra resignada al cuarto de la
pequeña. Es un desastre: la camisita roja del uniforme está sobre la almohada, las barbies están desnudas, la muñeca de pelo azul está debajo de la cama, y el cuaderno de letras en el piso. -¿Hiciste tu tarea?- le pregunta Mónica, mientras recoge algunas cosas y las pone en su sitio. -Es muy difícil. ¿Me ayudas? Mónica la está ayudandando cuando entran Rosanna y Adriana. Que se apure. Que deje a la pequeña. La niña les sonríe tranquila y desafiante. Mónica sí la quiere y van a peinar sus barbies . Sin embargo, cuando ve que su hermana mayor la mira disgustada, empieza a dudarlo. En ese momento ocurre un milagro. Rosanna le dice que puede jugar con sus carteras. “¡Con las carteras de Rosanna!”- piensa, y la sorpresa le sabe pegostosa y dulce como el chocolate. -Pero juegas en la terraza- le advierte- Ten, te doy estas tres carteras. “¡Tres carteras de Rosanna!”. El chocolate se derrite en su cerebro mientras toca los bolsos con cariño y éxtasis. En la terraza entra un primer cliente de aire y espejo. Le gusta la cartera marrón. La más bonita. Cuesta tanto. Vende una por una porque aún no sabe multiplicar. Eso lo hacen las niñas grandes. Ella es la cliente. Luego es la vendedora. Luego es la cajera. Durante horas ella es cliente, vendedora y cajera. En el cuarto de al lado están sus dos hermanas y su prima repartiéndose los roles. Ella, en cambio, debe hacerlo todo sola. Como siempre: la madre y la madrina; la cliente, vendedora y cajera. No se aburre gracias a su imaginación. Por
ella tiene amigos de aire y de espejo, aunque nadie más pueda verlos. Por ella entiende los libros antes que los demás niñitos de su clase. Por ella puede ser todos los roles de un juego. Por ella habla consigo misma y puede estar sola. Es entonces cuando se da cuenta de algo terrible y hermoso. Siempre estará sola. Esta vez no tiene ganas de llorar. Se lleva las tres carteras a su cuarto y las tira en el suelo. Baja a la biblioteca y se promete que algún día leerá un libro de quinientas páginas. Lo hará sola. Como todo. El mundo no es tan grande. Ella es la única en su mundo. Desde entonces, siempre lo he sido.
Hannah Montana, los Beatles y el telediario por Nicola Mariani
En el interesante artículo titulado «Consumidores de estrellas» (publicado en El Periódico de Catalunya el día 21 de junio de 2009) el crítico de cine Nando Salvà abordó el fenómeno de Hannah Montana y de otras jóvenes pop star similares, como Jonas Brothers o Zac Efron, cuyas actividades cinematográficas y musicales están especificamente dirigidas hacia un público de adolescentes y preadolescentes. En dicho artículo Salvà analizó en profundidad tanto los aspectos económicos y comerciales, relacionados con el consumo de estos productos creados apositamente por la industria del entretenimiento para un público cada vez más joven, como los efectos psicológicos y comportamentales que fenómenos masivos de este tipo producen hoy en día en el imaginario de una parte consistente de los niños occidentales. En aquella ocasión Salvá se refería especialmente al caso de Miley Cyrus, pero mencionaba también, muy oportunamente, otros antecedentes históricos de famosos jóvenes actores y cantantes - como Judy Garland, Drew Barrymore, Macaulay Culkin o Britney Spears (y se podrían añadir más, desde Shirley Temple a los Jackson Five...) – y reflexionaba sobre su condición de protagonistas celebrados y, al mismo tiempo, victimas explotadas de sus carreras doradas. Salvá recordaba que por aquel entonces (verano de 2009) Hannah Montana había inspirado hasta 140 productos en diferentes mercados, y su firma movía un total de mil millones de dólares. En este senido, gracias a Hannah Montana y a muchas otras marcas de productos similares, la Walt Disney Company (la holding más importante del mundo en la industria del entretenimiento y leader absoluta en el mercado del entretenimiento infantil) se había convertido en una auténtica «gran factoría de ídolos preadolescentes»; ídolos creados a medida para target cada vez más consistentes y diferenciados de niños espectadores-consumidores. Pocas semanas antes de que escribiese ese artículo, Salvá me entrevistó en calidad de sociólogo experto de consumo y fenómenos culturales de masas (de los que me ocupo desde hace años tanto a nivel de reflexión teórica como a nivel de investigación empírica). El crítico español y yo tuvimos entonces la ocasión de conversar sobre Hannah Montana y otros casos análogos como los que se han mencionado arriba. En aquella conversación expresé unas cuantas consideraciones que, en mi opinión, siguen siendo cruciales hoy en día para reflexionar sobre temas como, entre otros, la relación entre la hegemónica cultura del consumo global y nuestras específicas culturas de consumo personales; los efectos, conscientes e inconscientes, que ejercen sobre nuestros comportamientos las estrategias de persuasión publicitaria y más en general de marketing (en sus muchas y diversísimas formas actuales); las culturas y las subculturas juveniles; las herramientas y las dinámicas de life branding de las personas y especialmente de los más jóvenes.
Lewis Carroll, “Alice Liddell as a beggar girl”, 1858. Photo by Lewis Carroll first published in Carroll’s biography by his nephew Stuart Dodgson Collingwood: “The Life and Letters of Lewis Carroll” (1898), London.
Reflexionando sobre estos temas, le comenté a Salvá que si miramos al fenómeno de Hannah Montana (y los demás de la misma clase que se nos puedan occurrir) desde un punto de vista estrictamente técnico, y no solámente cultural, no nos resultará difícil ver lo que realmente es Hannah Montana: una “marca paraguas”. Es decir, una marca bajo la cual caben muchas clases distintas de productos: series televisivas; películas; CDs musicales, agendas; mochilas; camisetas; pegatinas;
videojuegos; tonos para móviles etc. Si la miramos desde este punto de vista, entonces, Hannah Montana sería algo parecido a la marca de un distribuidor comercial (como Walmart, Groupon, Corte Inglés, Fnac etc.). Esto es, una especie de “centro comercial personificado” en donde comprar diferentes tipos de productos. La metáfora del “centro comercial” no se ha utilizado aquí por casualidad. En efecto, como ha explicado muy bien el sociólogo Luis Enrique Alonso en su libro magistral La era del consumo (2005), el centro comercial tiene hoy en día una relevancia absoluta tanto en la topografía física y mental de las personas como en sus sistemas de referencia simbólica y, por ende, en la definición de sus propios comportamientos. En definitiva, se trata de un elemento sustancial de la cultura dominante en el occidente postmoderno. Escribe Alonso a este propósito: «Si el consumo es el rito de la postmodernidad – el trabajo lo fue de la modernidad -, los grandes centros comerciales hacen de templo o catedrales, donde su visita integra y normaliza al comprador (o al simple paseante) en la cultura social dominante. La gran fuerza que confiere al centro comercial su lugar primordial en la solidaridad orgánica postmoderna es su enorme capacidad de normalizar comportamientos, de unificar la diversidad, de convertir lo personal en social, de fragmentar lo masivo en particular – para cada público, su objeto – y de masificar lo particular: todo vale si entra en el canal comercial, que absorbe e integra las preferencias incluso más características, minoritarias y particularistas, si presentan potencialidades de venta» (p.124). En este sentido, el centro comercial tiene hoy en día un valor esencial como categoría del pensamiento que ordena la realidad, define los estilos de vida y finalmente discrimina las conductas de comportamiento. Escribe Alonso: «El gran centro comercial es, por tanto, mucho más que un modo de compra que ha triunfado por programación publicitaria o ventaja objetiva. Es un modo de vida o, si se quiere, una forma de integración y un lenguaje de comunicación con el mundo social. Rituales signos y símbolos del consumo se dan así en un recinto que cumple – como nos enseña la sociología de la religión – la labor de dosel sagrado: un orden objetivado de representaciones que sanciona la conducta individual, separando lo normal de lo patológico, lo interno de lo externo, la seguridad del peligro y, en suma, lo legítimo de lo maldito » (p.126). A partir de estas consideraciones, entonces, es fácil darse cuenta de que el proceso de construcción de los ídolos juveniles es un fenómeno, cultural y comercial a la vez, que empezó a desarrollarse sistemáticamente a partir de mediados del siglo pasado (básicamente, a partir de la segunda postguerra mundial, con una aceleración importante en los años sesenta) en la dirección de una sistematización y consolidación de una mitología juvenil, metropolitana y “modernista” creada ex novo. La fama de personajes como aquellos interpretados por James Dean o Marlon Brando (pero también de los propios actores en tanto personajes a su vez, y de un sinfín de otros héroes de esta mitología postfordista) se han impuesto en el imaginario colectivo en buena medida gracias también a la labor imponente de un aparato industrial sin precedentes en la historia humana. Una labor dirigida hacia target cada vez más jóvenes y cada vez más diferenciados entre sí en diferentes sectores del consumo. Pienso, por ejemplo, en las empresas de las comunicaciones de
Hannah Montana/Miley Cyrus.
masas, como cine, TV o la prensa especializada; pero también en la industria de la moda, de la música, de la editoría o de los medios de transporte (coches y motociclos “legendarios” como Lambretta, Vespa o Harley Davidson), de la alimentación (locales, comida rápida, marcas de comida y bebidas icónicas) etc. En este sentido, los “míticos” años sesenta han sido un periodo histórico de extraordinaria estandarización y masificación de los hábitos y las pautas de consumo (juvenil pero no sólamente). Y gran parte de los protagonistas reconocidos de la pop culture mundial - como por ejemplo algunos grupos musicales icónicos, como Beatles y Rolling Stones - siempre han sido también impresionantes máquinas para hacer dinero, siendo productos consumidos a nivel masivo en el “supermercado” de las identidades juveniles. Como bien recordaba Salvà en su artículo, la relación entre, por un lado, los ídolos-productos creados ad hoc para adolescentes y preadolescentes y, por otro lado, sus cada vez más jóvenes admiradores-consumidores tiene evidentemente otras implicaciones más allá de aquéllas comerciales, culturales y semiológicas de las que hemos venido hablando hasta aquí. Implicaciones de tipo social, psicológico e incluso ético; que afectan tanto a los consumidores (continuamente en búsqueda de referentes exclusivos especificamente dirigidos a ellos) como a las mismas pop star, quienes en ciertas ocasiones (como en los casos mencionados al comienzo de este artículo) se encuentran en la paradójica situación de ser, al mismo tiempo, aclamadas estrellas internacionales y menores de edad trabajando, con un estilo de vida duro y un cargo de compromisos y responsabilidades muy grandes para su edad. Hablar de estas otras facetas del fenómeno también podría llevarnos a reflexiones ulteriores sobre la naturaleza ambivalente y circular de este tipo de hechos sociales y culturales. Es decir, sobre su capacidad de ser al mismo tiempo modelo potencial de referencia para los segmentos más jóvenes de la sociedad y reflejo de la realidad, mucho más realista y verdadero de lo que se podría imaginar en primera instancia. De hecho, si hasta hace poco la formación de la personalidad era algo que se alcanzaba con el tiempo, a través de experiencias y etapas predefinidas de maduración y desarrolo del individuo, hoy en día, en cambio, en muchas ocasiones parece ser que se tienda a considerar a los niños como pequeños seres precozmente perfectos. Ya estructurados, autónomos y concientes de lo que quieren ser. Pero no cuando sean mayores, sino hic et nunc: aquí y ahora (y si posible rápidamente, puesto que los padres tienen muchas cosas que hacer y no pueden permitirse perder el tiempo...). Dicho de otra forma, a pesar de su infancia, se les pide a los niños que sepan ya, con claridad, qué personalidad quieren tener; qué productos quieren consumir; qué estilo de vida quieren adoptar. Muy a menudo la retórica de los discursos de los adultos, tanto en el ámbito familiar privado como en las representaciones sociales y mediáticas, tiene como mood recorrente la búsqueda perpetua de un escenario permanente y del espectáculo a toda costa. Y también los actos sociales de los niños parecen convertirse cada vez más en pequeños desfiles, o mini-performance. Se les pide que sean ellos mismos a decidir conscientemente sobre cualquier cosa: cómo quieren vestirse; qué prefieren comprar en el supermercado; dónde quieren ir de vacaciones o a celebrar sus cumpleaños; qué gustos tienen. A veces son los propios padres los que (quizás proyectando sobre los hijos sus propias aspiraciones, deseos o frustraciones) buscan para ellos el éxito fácil, incitándolos a ser famosos jugando al fútbol, o bien apuntandose a certámenes, festivales, espectáculos televisivos o de otro género. Con la esperanza de que sus pequeñas star del hogar se conviertan en superstar de fama internacional. No debería sorprendernos, entonces, que sea un deseo bastante difundido en el imaginario adolescente y pre-adolescente actual el de convertirse rápidamente en campeones de algo. Bailar, cantar, ser futbolista o modelo. En suma, ser famosos en algún campo. Y serlo ya.
The Beatles.
Muchas veces parece ser que nos olvidamos de que los niños son seres más débiles, indefensos e imperfectos que los seres humanos adultos, puesto que no tienen todas sus barreras y filtros psicológicos y culturales. Y es desarmante ver como muy a menudo se les expone a una serie de estímulos brutales, como, por ejemplo, la gran cantidad de guiños y alusiones sexuales de la publicidad o de los programas televisivos; o el nivel altísimo de violencia que se les suele ofrecer (en televisión, al cine, o en los videojuegos) sin que haya la menor preocupación por los efectos sobre sus personalidades todavía en devenir. Y no me refiero solamente a las películas o las series de acción. Me refiero también a la violencia que se les suele proporcionar a través de periódicos y telediarios; con un cinismo culpable y bárbaro. Es como si los niños, en muchos casos, ya no existieran. Como si fueran desaparecidos de nuestra sociedad. Se habla y se actúa como si todos fuéramos personas adultas, ya perfectamente desarrolladas y conscientes. Pero la verdad es que no es así. Y muchas veces nos olvidamos de ello. O quizás simplemente preferimos remover esta preocupación de nuestros pensamientos, porque es más fácil hacer esto que poner en duda nuestras conductas habituales, nuestras rutinas consolidadas. En este sentido, me parece muy significativo lo que me contestó mi sobrina (quien tenía entonces 11 años) cuando le pregunté si prefería ver en la tele Hannah Montana o el telediario, y por qué. «Hannah Montana ¡mil veces! Porque quiere ser una superstar. Una vez vi el telediario y había un montón de muertos. Aquella noche no pude dormir, tuve pesadillas». ¿De verdad hacía falta enseñar en el telediario todo y cada uno de los cadaveres – con tanta abundancia de sangre y mutilaciones - para que nos enteráramos todos, niños incluídos, de que hubo efectivamente un montón de muertos en un atentado? Si es así que los adultos le representamos la realidad a nuestros niños y si son éstos los modelos de ordenación de la realidad que les proponemos ¿Qué vamos a pretender finalmente de ellos? ¿Qué es lo que le dejamos realmente a su imaginación? ¿A sus sueños, deseos, ilusiones, fantasías, aspiraciones? Preguntémonoslo. Pero sin hipocresía, por favor. Bibliografía recomendada: −ALONSO, Luis E.: La era del consumo, Madrid, Siglo XXI, 2005. −BARTHES, Roland: Mythologies, Paris, Editions de Seuil, 1957. −BASSAT, Luis, El libro rojo de las marcas, Barcelona, DeBolsillo, 2006. −BAUMAN, Zygmunt: Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Barcelona, Gedisa Editorial, 2005. −BAUMAN, Zygmunt: Vida de consumo. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2007. −BAUMAN, Zygmunt: Arte, ¿líquido?. Sequitur. Madrid, 2007. −BOURDIEU, Pierre: Sobre la televisión, Editorial Anagrama, Barcelona, 1997. −BOURDIEU, Pierre: La distinción. Criterio y bases sociales del gusto, Madrid, Editorial Taurus, 1998. −BRÉE, Joël: Los niños, el consumo y el marketing, Barcelona, Paidós, 1995. −DEBORD, Guy: La sociedad del espectáculo, Pre-Téxtos, Valencia, 2009. −HEBDIGE, Dick: Subcultura. El significado del estilo, Barcelona, Paidós Comunicación, 2004. −LAERMER, R. - SIMMONS, M.: Punk Marketing, Editorial Planeta, Barcelona, 2008. −MARIANI, Nicola: “Descifrar los jóvenes”, Enfocarte.Com, Noviembre 2008: http://red.enfocarte.com/articulo_detalle.php?idarticulo=203&idcategoria=142 −MARIANI, Nicola: “De Rerum Marca”, Enfocarte.Com, Mayo 2009: http://red.enfocarte.com/articulo_detalle.php?idarticulo=601&idcategoria=142 −MARIANI, Nicola: “Cultura del consumo y metamarcas de moda: el mercado de las identidades”, Nicola Mariani I Arte y Sociedad, 16 de Noviembre de 2009: http://nicolamariani.es/2009/11/16/cultura-del-consumo-y-metamarcas-de-moda-el-mercado-de-las-identidades/ –PACKARD Vance: Las formas ocultas de la propaganda, Buenos Aires, Sudamericana, 1989. –RITZER, George: La McDonalización de la sociedad, Barcelona, Editorial Ariel, 1996. –RITZER, George: El encanto de un mundo desencantado: revolucion en los medios de consumo, Editorial Ariel, Barcelona, 2000. –SALVÀ, Nando: “Consumidores de estrellas”, El Periódico de Catalunya, Domingo 21 de junio de 2009, Cuaderno del periódico. Barcelona, pp.10-11. –SEABROOK, John: Nobrow. The culture of marketing-The marketing of culture, New York, Alfred A. Knopf, 2000. –SENNET, Richard: La cultura del nuevo capitalismo, Barcelona, Editorial Anagrama, 2006. –TUNGATE, Mark: Marcas de moda. Marcar estilo desde Armani a Zara, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 2008.
Video still image from “Bad Day”, videoclip for R.E.M.’s song “Bad Day” (4:07), 2003. From the compilation “In Time: The Best of R.E.M. 1988–2003”. Warner Bros (October 2003).
www.origamirecords.com
¿Qué harán El moderno análisis sobre la construcción social de la infancia ha conllevado nuevos contextos y nuevas legitimaciones del discurso social respecto a lo que atañe a ese periodo vital. No descubriremos la sopa de ajo al explicar que no siempre se ha entendido la infancia con los mismos parámetros, ni de la misma forma. En este artículo simplemente se pretende hacer una pequeña reflexión sobre discursos sociales contemporáneos dónde se ha utilizado la herramienta social de la defensa de la niñez para legitimar, con carácter universal, formas de control social. Pensadores sociales han teorizado sobre un supuesto “Siglo del niño” que ha sido analizado desde diferentes disciplinas, con el legítimo sesgo aportado por cada una de ellas. Las nuevas formas de control social han encontrado en la utilización de un discurso pro-infancia el gran legitimador de sus acciones. Todo se ha hecho por la infancia y para la infancia dejando de lado los principales actores (los niños) y encontrando en ese discurso, una legitimación universal con la formación de muchas barreras casi inquebrantables en el imaginario. Todo se puede discutir, todo lo podemos analizar excepto cuando aparece el discurso que la acción sirve para mejorar el bienestar de nuestros hijos, con esta sencilla argumentación se ha encontrado la mejor arma de legitimación. Gracias a este discurso se han conseguido grandes avances y mejoras pero es necesario no olvidar que poner en cuestión de la ecuación perfecta vinculada a la protección de la infancia es saludable socialmente. Que quede claro que no cuestionamos la educación o las funcionalidades de los diferentes sistemas educativos. Mucho se ha teorizado sobre la piedra filosofal de la niñez pero ¿a dónde nos lleva la utilización del instinto
nuestros hijos? (protección de las nuevas generaciones) en la creación de barreras universales insalvables? En momentos de crisis, como supuestamente es el actual, es muy dañino y peligroso encontrar legitimaciones universales sean de la índole que sean. En este siglo de los niños ha aparecido una legitimación del discurso de las acciones por un supuesto “bien de los niños”, llegar a esta conclusión ha conllevado un todo vale si se trata de hacerlo por el bien de nuestros hijos. No se puede dejar de lado a los principales actores en este proceso, los definidos como niños, porque es a ellos a quienes más les va a incumbir en su formación hacia el mundo adulto. Los miedos sociales se reproducen en los sistemas educativos, trasmitimos los mismos miedos que teníamos nosotros a las nuevas generaciones precisamente apelando que es lo mejor para ellos. Apostar por una educación crítica ha llevado nuevos contextos y nuevos desordenes, el control y la desviación social se ha intentado tocar desde muchas prismas, apostar por una educación cambiante, participativa dónde aceptemos de una vez que vivir en sociedad provoca la inevitable castración social pero no utilicemos el recurso fácil de la apropiación del bienestar infantil. Grandes aberraciones de la humanidad han tenido la bandera delante del cuestionamiento de ¿qué harán nuestros hijos? Igual si se lo hubiésemos preguntado a ellos que son los principales actores hubieran encontrado la mejor solución. Replanteémonos nuestro inevitable discurso adultocentrista y empecemos a aceptar que no hay verdades universales. Poniendo como premiso que esto que acabas de leer no es más que una pataleta.
Marc Benito aka Respectmark
Érase una vez por Tonatiuh Tenopala
Lo que hace grande a un país es la participación de su gente, lo he escuchado infinidad de veces en radio y tele durante los últimos meses en toda la propaganda que hizo el IFE para las elecciones del 1 de julio. Pero ¿qué tanto hacemos realmente? La gran mayoría (y me incluyo) simplemente intentamos apoyar ciertas causas, publicando o compartiendo información en redes sociales, buscamos ser buenos ciudadanos más no aportamos más allá de lo que nuestras rutinas nos dictan. Y el extra que damos lo hacemos detrás de una computadora. Es por eso, que la siguiente historia es tan especial. Se trata de un proyecto de 2 mujeres, que dando más de si, hacen su pequeña GRAN contribución para hacer de este un país mejor. Todo empezó en las operaciones de rescate tras la devastación que dejó el huracán Stan en Tapachula en 2005, durante las tareas de ayuda a la comunidad se conocen las voluntarias Mariel Hernández y Liliana Molina. “Había muchos poblados incomunicados, -narra Mariel- por lo que sus posibilidades, tanto de transporte como económicas, limitaban el suministro de víveres y agua, así que nos dimos a la tarea de hacerles llegar, en lo que nos fue posible, alimentos, agua, medicamentos y ropa, todo ello fruto de la generosidad de la sociedad civil, que lo llevaba a los centros de acopio.” El ver tan de cerca las carencias y necesidades con las que convivía tanta gente, impulso a Mariel y Liliana a crear una fundación capaz de aportar un granito de arena. A partir de ahí, iniciaron la planeación, la búsqueda de una comunidad que las recibiera, se documentaron y buscaron la forma de obtener recursos para llevar a cabo el proyecto. Así es como nació Ach Banomil que significa “tierra Nueva” en tzotzil. Esta fundación busca elevar la calidad de vida y un sano crecimiento y desarrollo en las comunidades indígenas, que se han visto marginadas por el acelerado desarrollo del mundo moderno. La fundación se ha dado a la tarea de acercarse a algunos de los menos afortunados, como son los habitantes de la Ranchería “El Vergel”, comunidad tzotzil del Municipio de Teopisca, Chiapas y, en convivencia con ellos, lograr mejores oportunidades para su gente y mayor respeto y conocimiento de su cultura. El censo realizado en esta comunidad durante el 2008, arrojó las siguientes cifras: -365 habitantes en total -140 padres y madres de familia -43 niños y niñas en edad preescolar Y durante el 2005, el INEGI informó en el II Conteo de Población y Vivienda, que el 36.05% de la población de este municipio era analfabeta. En 2007 y 2008, se llevaron a cabo acuerdos con la comunidad; en marzo de 2008 se constituyó legalmente la organización, y se construyó el Centro de Desarrollo infantil Ach Banomil en un terreno donado por El Vergel a la asociación civil, en donde se
da atención educativa y nutrimental a los niños y niñas en edad preescolar, así como atención a la salud de la comunidad en general. El 7 de septiembre del 2009, se inició por completo el funcionamiento del centro de desarrollo infantil, recibiendo diariamente a 30 niños y niñas en edad preescolar, quienes reciben educación impartida por profesionistas, en su lengua materna, además de 3 alimentos balanceados y suficientes para cubrir el 80% de sus necesidades calóricas. Por nombrar alguno de los logros que ha tenido la fundación está el siguiente: En Diciembre de 2008, se dieron a la tarea de calzar a todos sus niños. Exhortaron a la sociedad civil a apoyar esta causa, y la respuesta fue inmediata, en menos de una semana cada niño y niña tenía un “Rey Mago” que le haría llegar un par de tenis y una despensa. Esta acción se repitió en diciembre de 2009, 2010 y 2011, con logros superiores, ya que cada par de tenis se vio acompañado de una chamarra, un juguete y una cobija. La fundación también proporciona semanalmente, consultas médicas gratuitas en atención a la comunidad en general, en las que se dan medicamentos básicos de forma gratuita. Es así que gracias a Mariel, Liliana y muchos voluntarios más, quienes a diario dan mucho más, enfrentado retos nuevos a favor de aquellos que más lo necesitan, proporcionan a los niños y niñas de esta comunidad, escondida y alejada de las grandes urbes, la esperanza de vivir una vida mejor. Desafortunadamente esta no es una historia con final feliz, ya que el Vergel es una comunidad con muchas carencias, y como esta hay muchas más que no cuentan con alguna ayuda, y está en nosotros el ver un poco más allá de nuestra pequeña burbuja de confort en la que vivimos y hacer algo a favor de nuestro país, recuerden que “lo que hace grande a un país es la participación de su gente”.