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LA REVISTA de FUERTEVENTURA
nº235
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SEPTIEMBR 2017
EDITORIAL
«ESPECIAL PUEBL OS PUEBLOS DE LA OLIVA» En nuestras páginas, durante estos 20 años que llevamos en la calle, siempre hemos querido recorrer una parte de las raíces de nuestra historia; conocer para algunos y recordar para otros las costumbres, situaciones, tradiciones, ... de los antiguos visitantes de esta tierra. En este nuevo Especial, hemos recopilado historias profundas y llenas de vida, que unen todos los pueblos de nuestro municipio, y nos trasladan durante su lectura a unos unos escenarios inimaginables, una época de supervivencia, de lágrimas, sudor y alegrías. Gracias a todos ellos, a nuestros mayores. Gracias por ayudarnos a mantener viva nuestras raíces.
Edita: Ediciones La Oliva Directora: Paloma Presencio ResponsableComercial/ Colaboradora: María Valero Diseño y Maquetación: Paloma Presencio Redactora Jefa: Susana Pintos (Periodista) Colaboradores: Itziar Fernández / Graciana Morcaldi José «El Canario» / Jero Lozano María Presencio / Braulio Fernandez Agustín Santana / Carlos Lanzarote
«VECINOS» es una publicación que nace para informar, debatir, crear, reivindicar.. siempre en una línea coloquial, cómoda de leer y cercana. Sin más pretensiones que ser una revista por y para el PUEBLO. En nuestras páginas transmitimos el sentir de los vecinos.
Teléfonos: Redacción: 690 31 08 09 Publicidad: 666 51 34 74 Tel. 690 31 08 09 E-mail: vecinosdecorralejo@yahoo.es vecinosdefuerteventura@yahoo.es Depósito Legal: G.C. 1027 - 2001 Vecinos, no comparte necesariamente la opinión vertida por sus colaboradores en los artículos publicados, al igual que no se hace responsable ni de las cartas ni de las ofertas realizadas por los anunciantes. Revista Mensual. • Gratuita
ESPECIAL pueblos de La Oliva 6
Historias DE NUESTRAS RAÍCES, UNA MIRADA ATRÁS.
Ángela, con 16 años, comenzó a buscar sus raíces, a crear el árbol genealógico familiar y descubrió los entrelazados que estamos los majoreros de Corralejo.
Por Sara Estévez VECINOS 217 - Marzo 2017
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a tarde era algo calurosa, ya algo más tranquila me senté en una terraza esperando el momento de tenerla enfrente. Con la mente distraída en preguntas, ella llegó, me saludó, y me cautivó con sus ojos grandes. Y, sin darnos cuenta, de una manera natural estábamos ya las dos alegando, como dos VECINAS. Me contó que todo había comenzado en la víspera de las bodas de Oro de sus abuelos paternos. Toda la familia sabía que se acercaba tal fecha pero nadie sabía con exactitud cuándo había sido. Así Ángela, con 16 años, animada por su padre, comenzó a buscar sus raíces, a crear el árbol genealógico familiar, y a descubrir lo entrelazados que estamos los majoreros de Corralejo.
Años de trabajo, en los que cuando comienzas a investigar las raíces más antiguas, tienes que recurrir a los archivos eclesiásticos de partidas de bautismo... Sí, y los juzgados de paz se crean en 1870 y en La Oliva existía documentación de la época pero trás el incendio que sufrió el Ayuntamiento, las partidas de nacimiento de antes de 1815 desaparecieron bajo el fuego. En aquella época además no se hacía el registro en el momento de nacer, al contrario, se retrasaba en el tiempo. Fue años más tarde, cuando se aprobó una orden y es entonces, cuando muchas personas, incluso adultas, se inscriben de inmediato. Pero en esos años, también se registraban en la Iglesia. Sí, pero no estaban bien inscritos. Se registraba el nombre pero no el de los padres, y con los apellidos tampoco había un orden establecido. Dentro de la rama familiar, se elegía la familia más notable, y se le daba ese apellido. Por eso en un matrimonio podían tener hijos con apellidos diferentes. También estaban los apellidos impuestos dependiendo del lugar del que venían, como: «De Lugo», «Vizcaíno»... O por la profesión que
ejercían, como «Calero», que eran personas que trabajan en hornos de cal, o los Cabrera. ¿Es tarea complicada conseguir partidas de nacimiento o matrimoniales, de hace tantos años, en las instituciones públicas? Muy difícil, no porque no te dejen sino porque los documentos están en muy mal estado. Pedí permiso en la iglesia y no tuve ningún problema, pero me dio miedo que aquellos documentos se desintegraran en mis manos. Me comentabas hace días, que los patrones familiares se repetían. Sí, es muy curioso, pero las familias se casaban basándose en dos aspectos, la clase social y familiaridad. Cuando avanzas a lo largo de los años ves que las familias se repiten. Por ejemplo si los Tatarabuelos eran Hierro y Alonso, 5 generaciones después se repite Hierro con Alonso, y se repiten en varias ramas del mismo árbol, sin que ellos tengan constancia que ya en el pasado hubo una unión de Hierro con Alonso. En esta búsqueda, seguro que te habrás encontrado con datos duros o desconocidos... Si, como el tema de las defunciones infantiles. Un caso muy curioso fue cuando saqué la rama de mi suegra que tenía 10 hermanos y mi marido siempre pensó que habían sido cinco, que eran los que él había visto con vida. Fue un shock para él. Otro tema que también ha sido asombroso conocer, son las muertes en naufragios o durante o después de un parto, normal de la época. Y todo esto daba lugar a matrimonios en segundas nupcias, que a la vez entre ellos no se reconocen como familia puesto que eran de otra madre o de otro padre. Si has estudiado cada rama, también te habrás encontrado algún caso de emigración, no? Solo conozco un caso pero que es por parte de mi padre que tuvo que huir por circunstancias de la guerra civil española. Pero es una rama que no he tocado muy en profundidad, porque según vas descubriendo historias y familiares unos te tiran más que otros y sigues la que más te atrae. Concretamente me paso con la tatarabuela de mi abuela que tenía 5 hijos, y su historia me pareció interesante, porque solo uno de los hijos era con padre reconocido y me surgen varias hipótesis, quizás convivencias que no estaban bien vistas, por lo que no permitían el registro de los niños, o la dama de un señor etc. Seguro que durante esas largas conversaciones, también te has encontrado con tradiciones, cuentos e historias de nuestros mayores... Si, hay muchas anécdotas y curiosidades... Por ejemplo, me han contado que cuando querían que una visita se fuera ponían las escobas al revés... (risas)...
ESPECIAL pueblos de La Oliva 8
LA OLIVA TIERRA DE NOBLES, CORONELES, CAMPESINOS Y GRANDES MANSIONES...
abrera Antonio C
D. Antonio Cabrera PPerdomo, erdomo, es uno de los pocos nativos, que hoy en día quedan en el pueblo, y ordenando recuerdos, nos traslada un poco más a ese tiempo en el que La Oliva pertenecía a un cuento de nobles, coroneles, campesinos y grandes mansiones.
Por Pilar Santos VECINOS 207 - Mayo 2015
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U
bicado al norte, en un lugar casi estratégicamente perfecto, se encuentra el pueblo que lleva el nombre del municipio… La Oliva… Rodeado de montañas, sus gentes, apenas unas cuantas familias, y la nobleza, que por aquel entonces había decidido tomar posesión de la zona, forman un pueblo dedicado por entero a la ganadería y la agricultura, porque el mar era casi un espejismo para aquel, que a pie o en burro debía ir. D. Antonio… nació y se crió en La Oliva… Hasta que puedo recordar, toda mi familia nació aquí. Mis padres, mis abuelos y hasta mis bisabuelos. Yo nací aquí, me crié aquí, me casé aquí, y aquí me quedaré. La historia de mis padres es similar. Nacieron, se criaron, se casaron y aquí se quedaron.
Solo recuerdo una tía mía, que un señor vino a servir a la casa de los coroneles, y se enamoró de ella y se la llevó a Tenerife, a Puerto de la Cruz, y con eso arrastró a mi abuela, y mi abuela se llevó a parte de la familia para allá. Medio Puerto de la Cruz, ¡es familia mía! ¿Y cómo se vivía en La Oliva hace más de ochenta años? Se vivía con tranquilidad y respeto. Unas cuantas familias que vivían de la agricultura o la ganadería, o las dos cosas, porque no había nada más. Mi padre siempre se dedicó a la agricultura y mi madre ayudaba a mi abuela con sus tierras, porque mi abuela era propietaria de fincas de labranza y tenía sus «medianeros», que era gente que trabajaba esas fincas y obtenía las cosechas de ellas. Mi abuela digamos que arrendaba esa tierra para que el arrendatario la labrase, y de lo que obtenía o le daba una parte o le pagaba un arriendo, Así se hacía en esa época. Más adelante, mi madre
aprendió a «marcar» y «calar» y enseñó a mis hermanas. Soy el único varón de seis hermanos y cuando ellas iban creciendo, se dedicaban a calar, que a raíz de eso, les llamaban «las niñas de la aguja y el dedal» (risas). Esos «calados» se ponían a la venta, y gracias a eso, nadie de mi familia tuvo que trabajar para gente de fuera. La escuela… ¿Cómo era entonces? Yo tuve una escuela muy sacrificada. Desde que se creía que se podía, los hijos varones ayudaban a los padres, y las hijas a las madres. Yo ayudaba a mi padre, que trabajaba sus tierras montaña arriba, desde que amanecía. Y desde allá arriba, debía fijarme en la bandera que había sobre la escuela que era una habitación en una casita pequeña. En cuanto esa bandera, que por aquel entonces era la republicana, bajaba, quería decir que la escuela estaba abierta. Yo debía bajar toda la montaña y llegar allí. ¡La mitad de las veces se me hacía tarde! (risas) pero entre los compañeros, que los tenía muy buenos, siempre conseguía estar al día. En la escuela, estábamos todos juntos… ¡pequeños y grandes! Los niveles se organizaban en cinco bancos, cuanto más adelante, mayor nivel. El cambio de banco era leer «El Quijote» y «Los tres manuscritos» que eso era ¡Criminal! Y el maestro solo atendía a los dos primeros bancos, por lo tanto adelantar bancos era todo un logro… ¡imagínate la alegría! Después, los bancos de adelante, enseñaban a los de atrás…y así sucesivamente hasta los últimos. Pero eso sí, no había límite de edad para salir. El maestro, Miguel Vera Calero, nos dejaba en la escuela hasta que lográbamos el nivel adecuado, tanto en matemáticas, como en lengua española. Se volcaba con sus alumnos y convencía a los padres para que dejaran ir a la escuela a sus hijos, porque muchos de ellos, eran analfabetos y no entendían la importancia de aprender. ¿Y la infancia en La Oliva? Imagina, sin tele, y sin apenas coches para ir a ningún sitio. ¿La playa? ¡Imposible ir a pie! Escondidos, nos escapábamos y nos bañábamos en unos estanques que había por ahí abajo cuando hacía mucho calor… mi primera vez a la playa fue cuando ya tenía unos dieciséis, dieciocho años, que ya iba a las fiestas de los pueblos y todo, ¡ya había coches y todo! Pero aún recuerdo cuando no había aquí coches, que salíamos todos corriendo cuando llegaba la guagua de Puerto a traer el correo, que venía dos veces a la semana, y eso era toda una emoción. Y para entretenernos… «el trompo» era a lo que más jugábamos, o hacer correr el aro con un palito a ver quien llegaba antes a una meta, o el «saltito inglés» que era ir saltando unos por encima de otros. ¡Eso sí era hacer ejercicio!
LA OLIVA, especial pueblos 9
¿Cuándo sale por primera vez de la isla? Mi primera vez fue a los catorce años, cuando mi tía me llevó a Las Palmas para que conociera algo más que esto. ¡Eso fue una locura! Coches, gente, ¡todo era a lo grande! Y después cuando fui a hacer la mili. A mí me tocó ir al hospital militar de Las Palmas durante 13 meses. ¡Trabajaba solo hasta la 1! Estaba tan contento allí, que solo de pensar en volver al arado y la tierra… uff… vine por mi familia, porque sino… ¡Me hubiese quedado allá! ¿Qué era lo peor de aquellos años? Lo peor eran los años acabados en «7» (risas) ¡Es verdad! Se decía que los años que acababan en «7» eran ruines, y al final era cierto. Esos años, no solía llover mucho menos y eso era terrible para un pueblo de agricultores ¡Así salí yo, de ruin…nací en 1947! (más risas)
En cuanto esa bandera, que por aquel entonces era la republicana, bajaba , quería decir que la escuela estaba abierta. Yo debía bajar toda la montaña y llegar allí. La mitad de las veces se me hacía tardes, pero entre los compañeros que los tenía muy buenos, siempre conseguía estar al día.
Aunque gracias a Dios, malos tiempos nunca pasamos, ni hambre, ni nada de eso. Por muy malo que fuera el año, mal, mal, de pasar hambre… ¡nunca! Pero se trabajaba mucho ayudando a la familia. ¿Cuándo comienza a cambiar la economía en La Oliva? Cuando llegan aquí los militares. A esa gente, los padres les mandaban dinero y ellos gastaban lo que les mandaban en comer y en cosas del pueblo. Ellos conocieron el gofio gracias a nosotros y nosotros conocimos el jamón gracias a ellos... (risas). De ahí en adelante, La Oliva fue cambiando. Usted, ¿A qué dedicó su vida? Mi salida de la escuela, fue porque el ayuntamiento pidió ayuda al maestro para que le recomendara dos personas para hacer un callejero y un padrón municipal, y el maestro nos recomendó a mi primo y a mí. Debió salirnos bien porque cuando algo necesitaba, volvían a llamarnos. Y así pasé mis años, entre ayudar a mi padre y ayudar al ayuntamiento. En 1959, me casé con la que es mi esposa, desde aquel año hasta la fecha. Con cuatro hijos, dos varones y dos hembra, seguí haciendo lo mismo, ayudar al que me lo pedía. Entendía mucho de papeles, y me nombraron «secretario local de la seguridad social agraria». Llegué a tener ciento sesenta afiliados que pagaban su seguridad socia, que por aquel entonces era todo un logro hacer entender a la gente, lo bueno que era para ellos tener una seguridad social que les daría después una jubilación, aunque en principio tuvieran que pagar. Hoy, todavía me dan las gracias todos ellos. Y esa gratitud, se la reconocen poniendo su nombre a una calle… Bueno, a mí al principio me parecía algo absurdo… ¡eso se lo hacen a los muertos! (risas) pero ya me estoy acostumbrando. Y no fue solo por eso, sino que al cumplir el servicio militar en el hospital, me formaron como sanitario. Y tanto en La Oliva, como en los alrededores, era yo de los pocos, sino el único que sabia poner una inyección. Y allí me iba, con mi bicicleta, donde fuera que me necesitaran, a poner inyecciones,...¡lo que fuese! Por eso me conocían en casi todos los pueblos y por eso pusieron mi nombre a la calle donde vivo. ....................................................................................................................................
ESPECIAL pueblos de La Oliva 10
«En medio de una llanura extendida, de tonos rojos y amarillos, está la Oliva, un pueblo noble de coroneles, casonas y mediadores, terrenos y ganado.... Un lugar imperturbable al paso del tiempo.»
DESTINO
LA OLIVA
Por Pilar Santos
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En ese tiempo, ya había proveedores que venían a «tomarte nota» aunque solo había dos. aAún así, no teníamos que esperar mucho. Ellos vendían de todo y entre semana y semana nos apañábamos bien.
SUPERMERCADO Suarez La Oliva
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reinta años hace que este «supermercado de barrio» abrió sus puertas de la mano de la familia «Suárez». Primero los padres, y más tarde los hijos. De la mano de Inmaculada, una de los once hijos de un matrimonio de los de antes, conocemos este supermercado, que sigue siendo un negocio totalmente familiar que ha trascendido a lo largo de los años, de padres a hijos.
Allá por los años ochenta.. a su padre se le ocurre la idea de abrir un supermercado… Sí… Y eso que no tenía nada que ver con su profesión, porque era tractorista, pero se le ocurrió y lo abrió. Fue pionero en este tipo de negocio, porque siempre hubo una tienda de barrio, de esas de toda la vida, en las que pides y te sirven, y que, por cierto, sigue estando, pero un «autoservicio» tipo supermercado, fuimos nosotros los primeros. Y con mi padre empezamos a trabajar varias hermanas. Nos íbamos casando y se quedaban las otras, hasta que, al fallecer mi padre, y mi hermana Pilar, abrir la panadería, yo volví y aquí me quedé. ¿Cómo han logrado mantenerse a lo largo de estos años? ¡Con mucho esfuerzo! Al principio, aunque no había mucha gente en el pueblo, y todos nos conocíamos, nos funcionaba muy bien. Cada año mejor. Con el boom de la construcción se vendía muchísimo, incluso yo tuve que coger una excedencia y entregarme en cuerpo y alma al negocio. El pueblo estaba lleno de gente. Pero estos últimos años, con la crisis, fue decayendo y pasamos de tener cuatro empleados, a ser solo dos… Pero aquí seguimos Algo que haya tenido que cambiar a lo largo de todos estos años… Lo único que he cambiado es intentar traer productos para extranjeros. Lo demás lo he seguido manteniendo. El mismo trato familiar al cliente, el mismo local… apenas hemos tenido cambios. Es pequeño, pero tenemos un poco de todo. Aquí la gente viene a comprar lo imprescindible, lo de todos los días, el pan o lo que le falta…Intento apuntar lo que me pide la gente y tenerlo para una posible próxima vez. ¿Qué tiene La Oliva, que no tenga otro municipio? La Oliva está cambiando, está creciendo. Cada vez se abren más negocios y son cada vez más los turistas que se acercan al pueblo…
BAR LA OLIVA. David Pérez Darias
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asi un siglo lleva abierto este local que acoge a todo el que llega. El de siempre y el reciente, el turista y el lugareño. Antaño, sus dueños iniciaron la actividad, y tras pasar por varias manos, al fallecer éstos, David, nativo y vecino del pueblo de toda la vida, animado por la hija de los dueños, lo alquila hace siete años, y lo trabaja con esfuerzo y cariño en su recuerdo. ¿Cómo ha ido evolucionando el negocio, a lo largo de todos estos años? Más o menos siempre igual porque suelo trabajar más con el residente del pueblo, que con el turista. Si es verdad que ha habido momentos duros, como cuando echaron a tanta gente del ayuntamiento, que venían a desayunar aquí, o cuando empezó la crisis de la construcción, que aquellos gallegos que paraban aquí a echarse el café de paso que iban para las obras, se tuvieron que ir, pero aparte de eso, siempre ha ido más o menos bien. Unos meses mejor y otros lo justo para pagar pero bueno, mientras dé para pagar… ¡no hay queja! ¿Has tenido que adaptarte para sobrevivir? En realidad no he tenido que adaptarme… He intentado tener lo que demandaba la gente del pueblo desde el principio. Trabajo mucho con los partidos de fútbol, con el futbolín, la bola… Me vuelco con la juventud, que es lo que he hecho siempre, y con los mayores, que vienen a echar la partida, por eso nunca me falta el que viene a echarse la cerveza, el café o el bocata mientras ve el partido, pero también doy de comer al que venga, aunque no somos un restaurante, ¡Una buena carne de cochino, queso de cabra, atún o pulpo, nunca me faltan! ¿Y qué me dices de la competencia? ¡Aquí no tenemos competencia!... Está ahí «Hijos de Suárez» y yo aquí, y ahora el kiosko que abrió hace poco. ¡No somos más! No hay competencia. Yo con Suárez me llevo muy bien, que me hace falta arroz, se lo pido a él…que le hace falta a él, se lo doy yo. Él tiene sus clientes y yo los míos, van para allá y vienen para acá… esto es un bar de pueblo y la cosa funciona así ¡Hay para todos! ¿Cómo te has mantenido durante estos años de crisis? Escapando como he podido. Estamos ganando lo justo para mantenernos. Ya no es como antes, que pagábamos pero no lo notabas porque se ganaba dinero… Ahora a la gente le cuesta gastar. Aquí vienen la primera y segunda semana del mes, pero a partir de mitad de mes, la gente no sale de sus casas ¡Porque ya no tienen dinero! ¿Quién va a gastar a un bar, teniendo cuatrocientos euros de ayuda? Pagan un piso de trescientos…y les quedan cien euros para comer…así no se puede. Que a más de uno le he dado un plato de comida… cuando sabes con seguridad que lo está pasando mal.
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ESPECIAL pueblos de La Oliva 12
LAJARES CAMELLOS, CABRAS, LABRANZA Y TELARES...
iqueg r d o R l e u g Mi
D. Miguel Rodríguez, nos
Por Pilar Santos VECINOS 208 - Junio 2015
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ajares era apenas un camino de tierra. Un camino de relata las inquietudes paso, con gentes que se dedicaban a cultivar millo, trigo, de los jóvenes y la de garbanzo, chícharo o cebada con ayuda de camellas, criar un pueblo de algún cochino, unas pocas galabradores, donde llinas, o a cuidar cabras, que estaban bien flaquitas. sus gentes apenas Tan flaquitas que con la humedad de la noche se echaban, y necesitaban más al día siguiente, ¡no podían ni lenada que un poco vantarse hasta que salía el sol, porque no existía el pienso como de gofio y un trozo hoy, y a veces, ni hierba, ni «varilla», ni «cosco» había. de queso de cabra, y Hasta que caía una buena «agua donde camellos y lluvia» y entonces, hasta las cabras engordaban. Y así pasácabras vivían en bamos los años. Mi padre siempre se dedicó a la perfecta armonía. tierra y los animales, como la mayoría, y las mujeres compartían tareas de la casa, con el calado, los hijos, y ayudar al marido. Cada vecino tenía dos camellas y un burro, o una camella y un burro. ¿Y la infancia en Lajares? Nos criaban en el mismo campo. Con apenas unos meses, nos llevaban a los campos de labranza y mientras los padres trabajaban, los bebés estaban en cajas, porque no había cunas ni carritos. Y cuando lloraban de hambre, se ponían a mamar de «la jaira» que era la cabra más mansa del rebaño. Yo llegué a mamar incluso de la camella en alguna ocasión que tenía hambre, yo en un lado y la cría de la camella en el otro. Nuestra infancia pasaba entre pelotas de trapos, chuchangas, «camellitos y amos», «escondidas» y palos, la escuela, y ayudar a los padres. ¡No había más! Se andaba en la calle hasta bien entrada la noche, y aunque no había ni luz, ¡se sabía hasta donde estaba cada piedra! ¿Qué es lo que más recuerda de aquellos años? ¡El deseo de las cosas, porque todo era escaso! Y apenas conocíamos nada. Por aquí, ni plátanos había. Que por no ver, ni cono-
cíamos casi ninguna fruta. Mi primera naranja, me comí hasta la monda! (risas) ¡porque no sabía! Hambre no recuerdo haber pasado, porque se criaba un cochino, que se mataba, se «raspaba» bien, se despedazaba y se conservaba en sal para consumirlo hasta que se acababa, o alguna gallina o alguna cabra. Y gofio o queso, que nunca faltaba, pero había mucho «deseo de cosas» Y de esa escuela de antaño ¿Qué nos puede contar? Nuestra escuela era un salón en una casita ahí delante… Una escuela mixta y con los niveles todos juntos, que Manolita De vega Montero, se dedicaba a enseñarlos todos. Una profesora buenísima a la que le gustaba su trabajo y disfrutaba enseñándonos. Ahí estábamos hasta los catorce años, más o menos. Cuando alcanzábamos el nivel necesario para buscarnos la vida. Al salir de la escuela, nos dedicábamos a trabajar cuidando los animales. Ese fue mi primer trabajo. Cuidar las camellas en el «Barranco del Jable» ¡Por cada una me daban una peseta! y de ahí salieron mis primeros ahorros. Pero usted, no se conformaba con eso… Siempre fui un joven con muchísimas inquietudes… Con apenas dieciséis años, ya no me veía haciendo siempre lo mismo, como mi padre. Solía ponerme a pensar, y decía para mis adentros «¿Pero esta será mi vida siempre? ¿Con los animales de aquí para allí? «Y entonces me atreví a hablar con mi padre y le dije: «... Padre, venda los animales, que yo quiero trabajar en otra cosa» Y él, que no conocía más nada, me contestó: «Pero Miguel, ¿Qué te falta? Tienes queso, tienes gofio…» Y yo metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón y los saqué para fuera vacíos y le dije «Pero no tengo… nada». Mi padre se quedó mirándome y yo seguí con los animales algunos meses más… hasta que no aguanté y volví a hablar con él… Esta segunda vez, no necesité mucho, me entendió enseguida, y me dejó ir. Me puse a trabajar en Puerto Rosario en los hornos de cal… En una semana, echaba tanto de menos aquella vida de cuidar los animales, ¡que veía las cabras por todos lados! ¡Tenía los pies y las manos llenas de callos y quemaduras! Hasta que, a punto de renunciar, me hice a la cal y al trabajo. Después de unos meses, me pasé a la «Disa» y estuve trabajando para ellos durante dos años, pero seguía pensando que no era lo que quería. Cuando me fui, me dieron dos mil pesetas de liquidación, que eso era todo un dineral, en aquel año, y decidí hacer, lo que la mayoría hacía en ese momento: ¡irme a África! Primero me fui con mi hermano y un primo a Villa Cisneros, y como no encontramos trabajo en tres días, nos tuvimos que ir de allí.
LAJARES, especial pueblos 13
Nos fuimos a Las Palmas y volvimos de nuevo con contrato de trabajo. Ahí trabajé en las termas, y haciendo lo que se llamaban servicios militares, que eran trabajos para el estado, pero que los gestionaban los militares. Después de un tiempo volví para Fuerteventura, y de aquí me fui para Laayoune donde me puse a trabajar en «La colomina» abriendo zanjas para obras, con un compresor. ¡Ganaba nueve mil pesetas al mes! Con eso compré mi primer solar en Puerto, que no pude ni registrarlo a mi nombre porque era menor. Estando en Laayoune, el marido de una prima mía, me ofreció trabajo en un bar que tenía allí y acepté porque ya estaba harto del martillo compresor. Y aunque ganaba solo tres mil pesetas, ¡no lo dudé! Comencé pelando papas y en poco tiempo, conocí el oficio de camarero.
Y cuando lloraban de hambre, se ponían a mamar de «la jaira» que era la cabra más mansa del rebaño. Yo llegué a mamar incluso de la camella en alguna ocasión que tenía hambre, yo en un lado y la cría de la camella en el otro.
Y de ayudar en un bar… a montar su propio negocio Pues si. El marido de mi prima, decidió traspasar el bar y me lo ofreció a mí y al cocinero que tenía por aquel entonces, que era de Lanzarote. Juntamos nuestros ahorros y cogimos el traspaso. Acabamos ganando veinte mil pesetas al mes para cada uno. Hasta que me citaron para el servicio militar, y tuve que dejarlo. Al cumplir, volví a Villa Cisneros, y allí, entre idas y venidas, me quedé diez años. Me ofrecieron llevar otro bar y bastante tiempo estuve llevándolo hasta que cogí una parada de taxi que llevé durante unos cinco, seis años. Entre esas idas y venidas, me casé. Mi mujer se vino conmigo durante cuatro años, hasta que las colonias se entregaron al Sahara y nos evacuaron a todos. Así comencé mis andanzas de camarero y empresario. De África… ¡vuelta a Lajares de nuevo! Y seis meses que tuve que vivir en casa de mi suegra, porque todavía no teníamos la nuestra arreglada. Me cogieron en el tres islas de camarero y en mis ratos libres, aprovechaba para arreglarla. Llegando la fiesta de San Antonio, y como yo ya era un experto entendido, le dije a mi mujer: «Me dan ganas de poner un ventorrillo…» Y así mismo como está hoy la barra, fue que lo pusimos. Llegamos a ser cinco personas detrás del ventorrillo y no dábamos avío, ni a colocar las botellas, que puse a mis hijas a colocarlas, mientras nosotros servíamos. Después de eso, mi mujer me dijo… « Miguel, ¿Y por qué no montamos un bar?» y desde entonces… ¡treinta y ocho años aquí metidos! Meses eché saliendo del bar por la mañana y abrochándome la camisa mientras me esperaba la guagua para ir a trabajar al hotel. ¡Creo que dormí más en esa guagua, que en la cama mía! Más tarde, después de que hice las gestiones, pude traerme la parada de Villa Cisneros y compaginé la parada, con el bar… ¡durante doce años! Con sus años, su vida, ¿Qué lección nos podría dar para los que nos queda aún vida y camino por recorrer? Que la vida es la misma y es importante entender que los que se quedan para vivirla, son los jóvenes, y a ellos hay que intentar trasmitirles buenos valores, para que continúen su legado. Hay que trabajar, pero también hay que disfrutar de la vida y de los seres queridos. ....................................................................................................................................
ESPECIAL pueblos de La Oliva 14
DESTINO
LAJARES
«Una ermita de paredes blancas y teja, un molino y una molina, 5.000 cabezas de ganado, son algunas de las huellas que evocan el pasado de un pueblo, con un escenario muy diferente al que existe ahora.»
Por Pilar Santos
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En principio.. un tablón sujeto con bloques hacía las veces de «barra provisional» y posteriormente, un local más adecuado, dio paso a uno de los
LOS PINCHITOS Gloria Rodríguez.
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esde 1.975 este local se abre para dar comidas típicas y pararse a tomar algo. En principio, y solamente para la época de las fiestas de San Antonio, un tablón sujeto con bloques, hacía las veces de «barra provisional» y posteriormente, un local más adecuado dio paso a uno de los PRIMEROS restaurantes de Lajares. Hoy, sigue dedicándose a hacer que la gente se sienta bien y
Escuela ARTESANÍA CANARIA. Sr. Hernández
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l primer taller de calados que hubo en el municipio de La Oliva, hace más de medio siglo, lo llevaba la Sra. Hernández, en su escuela de artesanía canaria, como reza en el letrero ubicado sobre el local. Poco queda ya de aquel taller que llevó a albergar más de treinta señoras de la zona, a las que pagaba para que hicieran los calados, que posteriormente, vestirían las mesas de los turistas vacacionales.
disfrute de una buena comida típica, realizada con las recetas originales. Recetas que han pasado de madres a hijas.
De caladora, a dueña del único taller de la zona norte de la isla Sí. Mi madre, con apenas veinte años, cuando acababa sus trabajos, los metía en una maleta y se los llevaba a Las Palmas a una mujer que los vendía allí a los turistas, pero un día pensó, ¿Por qué voy a ir a vender a Las Palmas, pudiendo vender aquí y evitar el gasto del viaje? Y comenzó a vender sus trabajos a los primeros turistas que llegaron a la isla. Poco después, como era tanta la demanda, abrió el taller y comenzó a contratar a las señoras que sabían. ¡Llegó a tener más de treinta! Y de paso, enseñaba a las que no sabían.
Gloria, ¿Recuerdas esos principios? ¡Imagina! Hace ya cuarenta años que mis padres abrieron esto… ufff…mucha mezcla de recuerdos y sentimientos. Al principio, era un bar de pueblo en el que se daban comidas, pero poco a poco tuvieron que ampliar porque cada vez eran más los que venían a comer la carne cabra que mi madre hacía. Recuerdo que se llenaba de gente, tanta, que hacían cola para el turno. Nosotras, éramos pequeñas y nos ponían a ayudar a recoger o colocar botellas. Somos cuatro hermanas y todas mujeres. Y hoy soy yo la que lleva el local, pero durante los años de más auge, las tres mayores acabamos ayudando en el negocio familiar.
Una profesión heredada de madres a hijas… Los calados eran muy populares y aquí no había otra cosa por aquel entonces. O eras caladora, o te dedicabas al campo y al ganado, así que, nosotras, que de seis hermanos, cuatro éramos mujeres, e hijas de caladora, acabamos todas aprendiendo a calar. La primera y la que más ayudaba a mi madre fue Águeda, porque es la mayor, seguidamente Natividad, Ángela, y yo (Noelia) aunque yo, al ser la pequeña, apenas estuve en el taller. Yo me dediqué más a estudiar y trabajar fuera, hasta que hace unos años volví y me quedé con la tienda. Entre nosotras nacieron mis hermanos Arsenio y Domingo, que se dedicaron a otros menesteres.
Habéis estado en los años de plenitud… y en los de crisis ¡Sin duda! Los primeros años fueron buenísimos. Cada año mejor. No dábamos a vasto; mi madre en la cocina, mi padre en la barra y nosotras ayudando en la cocina, en la barra… donde fuera necesario, y aun así también había que contratar a alguien. Así daba gusto trabajar. Con la crisis, ya solo quedábamos la familia para seguir adelante. Había que recortar. Pero aún así, «Los pinchitos» seguirá abierto en memoria de mi madre, que hoy por desgracia ya no está con nosotros, y de mi padre, que fueron los fundadores.
Natividad madre, siempre tuvo alma de empresaria… Pues sí, porque antes del taller, ya había montado un salón de baile, que era muy conocido en la zona, y cuando ella ya se iba haciendo mayor, aunque se quedó calando en el taller hasta los setenta y dos años, montó un bar y un supermercado al lado del taller, así que se puede decir que lo suyo eran los negocios (risas)
PRIMEROS restaurantes de Lajares.
¿Qué nos quieren ofrecer al entrar a «Los pinchitos»? Un ambiente familiar en el que degustar platos como la carne cabra o el queso majorero, pero además animar a probar nuestros «pinchitos» que fueron, los que dieron lugar al nombre del negocio. Y que son exclusivos en la zona, porque la receta se la trajo mi madre de África, donde ella y mi padre trabajaron y vivieron durante diez años.
Y de aquel Lajares… ya no quedan ni los calados ¡Pues sin duda que no! Los calados ya no son lo que eran. Hoy quedan aún, pero nada de aquellas jornadas intensivas de horas bajo la luz de un candil, porque ni luz eléctrica había. Hoy la mayoría de los calados se hacen por encargo, y antiguamente, ¡se vendía todo lo que se hacía! Gracias a la camella para el arado, la cabra para la leche y el queso y los calados que hacía una señora, salían adelante muchas familias de la zona. Hoy eso ya no existe. De cuatro familias y un par de tiendas de comestibles, mira lo que hay ahora.
ESPECIAL pueblos de La Oliva 16
Apenas queda nada de aquel Villaverde de antaño, donde solo unas familias convivían en un pueblo, que de verde tenía poco. Alejado de la costa sus habitantes se dedicaban al ganado y la cosecha de cebada, trigo, garbanzos, lentejas o chícharos, que, si el año era «de bienes» alcanzaba para abastecer, no solo a toda la isla, sino incluso para exportar al resto de las islas.
a Pedro Ver
Pero si era un año seco, y «ruin» como dicen los de la tierra, no había otra que llevarse el ganado a beber y a bañarlos a la playa y comer… lo que se podía.
VILLAVERDE ....CEBADA, TRIGO, GARBANZOS O CHÍCHAROS
Por Pilar Santos VECINOS 209 - Julio 2015
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P
edro Vera González, es uno de los pocos autóctonos de la zona. Sus antepasados siempre fueron del lugar. Y nos relata las penurias de un pueblo de labradores en un tiempo, que apenas había, sino un trozo de queso que llevarse a la boca.
D. Pedro, ¿cómo se vivía en Villaverde antaño? Cuando mi padre volvió de la guerra, la mayoría de la gente se había ido de la isla. No quedábamos, sino algunas mujeres, niños y los ancianos, ¡pero él dijo que no se iba! Y nos sacó adelante con la pesca. Nos llevó para la costa, y allí se dedicó a la mar. En los tiempos de la guerra y la posguerra, aquí se pasó muy mal. ¡Hubo mucha hambre! No llegaba apenas nada a las islas, cuanto menos a Fuerteventura, que apenas la tenían en cuenta. Y si llegaba algo, estaba racionado con una «cartilla» y por familias, tocaba un kilo de arroz, o de harina y poco más… y algunos vendían lo que tenían al triple de lo que lo compraban…más de uno se hizo rico con ese tipo de contrabando… Y si el año había sido lluvioso, aún teníamos suerte, bueno, con las cosechas ¡porque para nosotros eran terribles los inviernos de agua y frío! ¡Mal vestidos y descalzos! Con los animales de allá para acá.. ¡Imagínese! Pero para la simiente era buenísimo. Se plantaban garbanzos o lentejas, cebada o trigo, que podían dar para todo el año, pero como había que vender para conseguir lo que se necesitaba para pasar el resto del año, ¡nunca llegaba! Y si el año era seco, entonces era mucho peor. ¡Había días que se comía una sola vez en todo el día! El pueblo, ¿cómo era por aquel entonces? En todos lados siempre ha habido ricos y pobres, pero aquí la diferencia era muy grande. Solo había dos tipos, el que vivía muy bien, y el que apenas tenía para comer… no había más. Dos o tres casas de piedra formaban todo el pueblo, y todas más
lejos de la carretera. La mayoría éramos familia, pero había algún «señor» que se había hecho una casona aquí y venían a instalarse y se adueñaban de las tierras. Antes, cualquier papel firmado ya valía para todo. El primer coche que yo vi, fue el del padre de Domingo González Arroyo ¡Y eso era un espectáculo! Aquí, la mayoría no sabían leer ni escribir apenas su nombre. ¡No había escuela! Lo que había era un maestro o maestra que enseñaba a todos los niños juntos en una habitación de alguna casa de alquiler. Y se aprendía lo justo para que a uno no le engañaran. Yo no pude ir, era el mayor de siete hermanos y tenía que ayudar a mi padre. Con seis años ya le ayudaba a trabajar en la tierra o con los animales. ¡Aprendí a leer y escribir solo! ¡Y algún amigo que me enseñó las cuatro reglas de matemáticas! De paso que cuidábamos juntos a los animales. Aquí no había nada... A veces, uno tenía algo de dinero y no tenía dónde meterlo, porque no había ni para comprar. Recuerdo una vez que mi madre y una vecina salieron de la casa, ella con diez duros, y la vecina con veinte, para comprar algo de grano, no recuerdo si habíamos cenado ese día, pero ellas salieron a recorrer las fincas en busca de algo de grano. Recorrieron Villaverde, La Oliva, y dos o tres fincas más por ahí, y llegaron de vuelta con apenas ¡medio kilo de tuno pasado para dos casas! ¡Porque grano no había en ningún sitio! Menos mal que mi padre apareció con unas seis o siete viejas, porque sino, ¡otro día sin cenar! Y ese día no habíamos comido. ¿Cómo se entretenía un niño en aquel tiempo? ¡Como podía! (risas) Como no había nada, con cualquier cosa lo pasábamos bien, y acabábamos tan entretenidos que no nos acordábamos ni de comer. Un palo y unas piedras eran suficientes juguetes… ¡incluso al fútbol! Recuerdo una vez que le quité a mi madre una media para hacer una pelota, pero después no teníamos que meterle dentro y le metimos hierba seca.
VILLAVERDE, especial pueblos 17
Mi madre se pasó días preguntándome si había visto la media y tanto yo como mis hermanos, no decíamos nada, solo nos mirábamos.. Hasta el día que me encaró con la pelota, y pegar no me pegó, pero me alcancé un buen «rasca»... ¡y nos quedamos sin pelota!
«Aquí, en el pueblo,
Y de niños, pasaban a ser hombres… ¡Desde luego! La mayoría de nosotros, con apenas seis u ocho años, ya cuidábamos del ganado o ayudábamos en las tierras a la familia. Y con doce o catorce, no es que nos obligaran, pero nos animaban a que nos fuéramos a trabajar para ayudar. ¿Y quién se negaba? Era clara la necesidad, y el respeto a los mayores, sobretodo a los de uno. Muchos fuimos los que iniciamos nuestra vida laboral en los hornos de cal de Puerto del Rosario, que por aquel entonces, se llamaba Puerto Cabras. A mi me tocó con apenas catorce años, y allí estaba yo… siendo un niño. ¡Esclavos éramos todos! Trabajando de sol a sol y malcomidos… con apenas una pella de gofio, un caldo de pescado o un potajillo de papas o fideos… Eso para todo el día. Teníamos las manos y los pies llenos de ampollas y quemaduras por todo el cuerpo porque la cal quemaba la ropa y te traspasaba. Un año aguanté yo, ¡y bastante fue! Porque tenía que ir caminando cada fin de semana, desde Puerto del Rosario a Villaverde, y vuelta otra vez a Puerto para trabajar. ¿Cómo dormíamos? En barracones, tirados por el suelo, sobre unos cartones y a veces hasta sin manta. Aquí se pasó verdaderamente mal hasta que llegó la construcción y entonces ya empezó a venir de todo y para todos.
y el que apenas
¿Cuál fue la impresión de la primera vez que salió del pueblo? Cuando mi padre se fue a la guerra yo apenas contaba cinco años y mi madre nos llevó a Las Palmas, a casa de mi abuelo, una temporada porque aquí no tenía nada para sacarnos adelante. Fue todo un espectáculo. Apenas recuerdo detalles, pero sé que me asustó un poco el ir y venir de gente. Y al llegar a Las Palmas, el único recuerdo que me quedó grabado, fue el de mi abuelo que cuando nos vio, él estaba encargado de una panificadora allá, y nos trajo unos «panitos» blanquitos y
solo había dos tipos de gente, el que vivía muy bien, tenía para comer.. no había más» «Con apenas 14 años, me tocó trabajar de sol a sol en los hornos de cal de Puerto Rosario. Teníamos las manos y los pies llenos de ampollas y quemaduras por todo el cuerpo... Dormíamos en barracones, tirados por el suelo, sobre unos cartones y a veces hasta sin manta... Y cada fin de semana desde Puerto caminando a Villaverde...»
calientes y, mantequilla. ¡Eso fue un manjar! Mis hermanos y yo hicimos una fiesta cuando vimos eso. No tardamos medio minuto en comernos todo aquello… ¡llevábamos todo el día en el barco y sin comer! ¡Estábamos hasta mareados! Y su vida, como la de la mayoría… trabajando y ayudando a la familia…hasta que formó la suya propia Pues sí. Uno pasa de ser hijo, a ser padre, casi sin darse cuenta. Después de trabajar en los hornos de cal, ya me fui a trabajar a la construcción y ahí me quede años, hasta que me hice oficial. Me casé con una vecina mía de toda la vida. Con apenas yo veinticuatro años y ella veinte. Y a los pocos años, se me enfermó del corazón. Mi vida entonces, fue un ir y venir en busca de la mejoría de mi mujer. Nos trasladamos a Las Palmas unos meses, porque allí había mejores médicos y medicinas. Y al volver, seguí trabajando en la construcción, donde ganaba trescientas pesetas a la semana. Me ofrecieron irme a trabajar a Laayoune por ochocientas pesetas a la semana, pero la semana que menos gané fueron novecientas cincuenta pesetas. Hubo semanas que ganaba ¡dos mil quinientas pesetas! Tuve que venirme cuando me llamaron porque mi mujer enfermó y tenían que ingresarla en el hospital. Ya teníamos dos hijos, y había que atenderlos. Cuando llegué, le pregunté al médico si él me la curaba y el médico me dijo: -Yo la curo, pero cuesta mucho dinero. Y como por aquel entonces no había seguridad social, si no se trabajaba, las treinta mil pesetas que había conseguido reunir, ¡se me fueron en seis meses! Estuvimos veinticuatro años entre Las Palmas y Fuerteventura, buscando los mejores médicos. Y veintidós años en Madrid, donde se operó tres veces. Gracias a que consiguió criar a los tres hijos que tuvimos antes de fallecer. Con sus años vividos, ¿qué lección de vida nos da a los que aún nos queda años por recorrer? ¡Que se cuiden la salud! Porque sin salud, ya uno puede tener todo el dinero del mundo, que no sirve de nada. Respetar al prójimo y mantener el orden. Tener educación y ser cívico. ...........................................................................................
18 VECINOS de Fuerteventura
VECINOS de Fuerteventura 19
D Ó N D E
C O M E R
SURF - CAFETERÍA EL ARCO
PIZZERÍA MUCHO GUSTO
BAR LA OLIVA
Para los que buscan auténticos zumos naturales, un excelente café de la marca «Arabica Especialidad» o saborear nuestras hamburguesas caseras de ternera o veganas... Cerveza artesana de Lanzarote.
Disfruta de deliciosas y variadas pizzas, hamburguesas caseras, burritos, fajas, nachos o una rica lasaña casera... Exquisitos platos con el sabor de los productos frescos de la tierra.
Abierto desde 1970, te ofrecemos todo el sabor de la auténtica gastronomía majorera en platos y tapas variadas. Carne de cochino, queso majorero,... y exquisita PATA ASADA todos los martes y viernes.
Calle Principal Lajares - Tel. 928 86 41 53 Abrimos a las 8.30. / Domingo cerrado
Avda. Tabaire, 13 - Tel. 928 868 195 Abrimos 12-15.30h. / 18.30-23h. Lunes cerrado.
Calle Majorera nº3 Abrimos desde las 6 de la mañana hasta las 24h.
LAJARES
LA OLIVA
LA OLIVA
BAR HIJOS DE SUÁREZ
BAR ESCANFRAGA
KIOSKO LA OLIVA
Sin duda, parada obligada para los que quieren saborear una cocina tradicional canaria, donde la carne de cabra y de cochino son los auténticos protagonistas de una carta con sabor a nuestra tierra.
De camino a Corralejo, te invitamos a este pequeño y acogedor rincón, donde puedes saborear exquisitos platos como: «champiñones rebozados de queso de cabra y miel de palma». Auténtica cocina Canaria.
Auténtica morcilla de Burgos, tortilla, ensalada, solomillo, salmón ahumado... y gran variedad de tapas fuera de carta hechas con productos de temporada, son nuestra rica tarjeta de presentación.
Avenida Tabaire, 11 Abrimos a las 8.00 a 23h.
Fco. Bordón Méndez, 61 - Tel. 928 864 068 Abrimos 12.30 a 22.30. Domingo 12.30-15.30. Martes cerrado.
Plaza de la iglesia de La Oliva Horario de lunes a viernes: 7 a 18h. / sába y dom: 8-15h.
LA OLIVA
VILLAVERDE
LA OLIVA
BAR PIEDRA PLAYA
URBAN CAFÉ CORRALEJO
BAR EL SITIO
Abrimos las puertas temprano para preparar exquisitos desayunos, o ricos aperitivos. Tambien puedes saborear un variado almuerzo o cena, o disfrutar de una caña fria acompañando una de nuestras tapas.
No es un local cualquiera, Urban Café es una combinación del mejor servicio junto a una carta de tapas de primera clase acompañadas de un excelente Rioja o Ribera. Urban Café soprende siempre!
Disfruta de una bonita velada con una puesta de sol como postre en nuestra acogedora terraza, mientras saboreas una hamburguesa casera o un rico plato combinado, y un caprichoso Cocktail para terminar.
Avenida Los Lagos 5 - Tel. 637 56 12 25 Abrimos todos los días de 7.30 a 24h.
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EL COTILLO
CORRALEJO
EL COTILLO
MANDUCA
VIERNES CONCIER TOS EN DIRECT O CONCIERT DIRECTO
Disfruta de MÚSICA EN DIRECTO, y acompaña la velada con una de nuestras exquisitas pizzas, tapas y otras grandes especialidades. Además nuestra fantástica terraza puedes ver todo el fútbo, fórmula 1 y GP. Calle Francisco de Bordón, 57 - Tel. 928 65 40 50 VILLAVERDE Abierto todos los días de 8.30 a 24h.
8 de septiembr. . Marco Morvillo 22h. 15 de septiembr. No hay concierto, motivo VIRGEN .............................. DE LA PEÑA. 22 de septiembr. Mejor con Copas a las 22h. 29 de septiembr. EDI a las 22h.
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D Ó N D E
C O M E R
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RESTAURANTE EL TESTE
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Desde la Oliva te invitamos a visitar «tu casa de comidas», un lugar de referencia cuando quieras apostar por una cocina Típica y Casera. Todo el sabor de los platos de la tierra en una variada carta que puedes degustar en nuestras instalaciones o te la podemos preparar para llevar. Nuestra cocina también está preparada para dar sabor a tus celebraciones.
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Terraza C.C. Raíz del Pueblo en La Oliva - Tel. 686 55 113 / 686 55 41 13 Abierto de lun. a sábad. de 9 a 16h. y de 18 a 22.30h.
LA OLIVA
C/Lepanto, nº30 - Tel. 928 866 237 www.serigrafialapintadera.com serigrafialapintadera@hotmail.com
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ESPECIAL pueblos de La Oliva 22
TINDAYA TIERRA MÁGICA DE HECHICERAS, BRUJAS Y GANADEROS...
quiel Pedro Eze
Pedro Ezequiel Reyes Espinel, uno de los pocos autóctonos del lugar, hoy nos traslada en el tiempo a un pueblo que se dedicaba a la pesca cuando la mar dejaba, y a la ganadería el resto del año.
Por Pilar Santos VECINOS 210 - Agosto 2015
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T
indaya fue siempre mágica, quizá porque hubo una época que la vinculaban a brujas y hechiceras, quizás porque la traquita que la compone, la hace especial y única o quizás porque los majos, decidieron realizar allí sus grabaciones podomórficas. Sus gentes, en su mayoría ganaderos, apenas han modificado su manera de vivir y en sus calles todavía se confunden arena y piedra. Nacido y criado en Tindaya… ¡Si! Desde que recuerdo, toda mi familia era de aquí. Apenas me acuerdo de mi padre porque murió cuando era yo un niño y por aquel entonces, la gente se moría y ni te decían de qué. ¡Se morían y punto! ¡Y a los niños no se les decía nada!
No es como ahora, que lo saben todo. Antes, donde hablaba un mayor, el niño no estaba… y eso se respetaba. Después de que mi padre falleció, mi madre tuvo que sacarnos adelante a mis tres hermanos y a mí. ¿Cómo? ¡Pues como podía! ¡Pasándolo mal! El poco conocimiento que había entonces, no daba para mucho. Aquí no se vivió el tiempo de guerra, pero sí se pasó hambre... ¡Mucha hambre!, porque no había nada que comer. Y a veces había, pero no valía. Teníamos pescado, pero era pescar y comerlo porque no se podía guardar. Se caminaba sobre el marisco, ¡pero no se sabía lo que eran! Cargábamos los camellos y los burros con cosco y barrilla, que son las hierbas que están pegadas a la tierra, y que solo sirven como comida para los camellos. Los llevábamos al barranco de esquinzo a lavarlos para después secarlos bien y desgranarlos a mano para hacer gofio con ello. ¡Aún con lo peligroso que era de comerlo porque estreñía que daba miedo! Igual que cuando se hacía el pan para las fiestas, que se cernía la harina y salían los «afrechos»… Nos hartábamos a comerlos,
hasta que nos sangraba la garganta de lo que rascaban, que hoy, ¡ni los cerdos lo comen! pero en esos momentos, cuando había hambre, ¡uno se comía lo que fuera! D. Pedro, ¿cómo era Tindaya, cuando apenas era usted un niño? Era un pueblo con cuatro casas. ¡Cuatro familias! En total, unas veinte personas que vivíamos en gracia de Dios. Eso sí, el respeto era lo más grande. Se dejaban las puertas abiertas y se vivía tranquilo. Entre los pueblos, nos ayudábamos. Lo poco que había, se repartía. Recuerdo que si había una cosecha lista para retirar, iba toda la agrupación de vecinos a ayudar a cosechar, y a la siguiente semana, se volvían a juntar para ayudar al vecino del otro lado. Nada que ver con lo que hay ahora. Hoy vamos todos juntos, pero a sacarnos los ojos... Hay una envidia que no es normal! Y no tuvieron colegio, hasta bien entrado el siglo pasado… Las piedras que darían forma al primer colegio del pueblo, las cargué yo sobre mi espalda con apenas catorce años. Y en principio era un salón de piedra donde cabían todos, ¡y aún sobraba salón!, donde aprendían a leer todos juntos, grandes y pequeños. Yo ni siquiera fui al colegio y como yo, la mayoría de los de mi edad. ¡Empecé a firmar cuando hice la mili! No me enseñó nadie a leer ni escribir. Nadie sabía. No nos hacía falta. Los niños desde bien pequeños teníamos que ayudar a la familia. Esa era nuestra escuela… ¡la calle! ¿Aburrirnos? ¡Nunca! No teníamos tiempo de aburrirnos porque quehaceres no nos faltaban. Estábamos dedicados al cuidado de los animales, a llevarlos y traerlos para que comieran, que bebieran o asearlos a la playa porque ni agua había. Para traer agua, teníamos que ir a la fuente del barranco de esquinzo y esperar horas y horas a que manara agua. La mayoría de los días que íbamos, amanecíamos allí esperando para coger un simple garrafón. Entonces, ¿cómo se entretenía un niño en Tindaya? Entre todas las tareas que teníamos, apenas nos quedaba tiempo para jugar. Nuestra diversión era esa… Ver pasar el tiempo mientras ayudábamos a la familia. A partir de los ocho, nueve, ya ayudabas en las tareas. ¡Y nos gustaba! Porque era lo que nos enseñaban, lo que conocíamos… Arábamos la tierra, nos encargábamos de los animales, que normalmente todos teníamos alguna cabra, un camello, algún burro y hasta alguna vaca… y a partir de los doce años, uno ya era un hombre y se iba a trabajar. La mayoría a los hornos de cal a Puerto del Rosario o a Gran Tarajal a recoger el tomate, ¡que caminando teníamos que ir porque no había coches! El primer
TINDAYA, pueblos de La Oliva 23
coche que llegó a la isla, fue para los González años después. Llegó solo el chasis y aquí le hicieron la carrocería.
«Para traer agua, teníamos que ir a la fuente
Y ya siendo hombres, tenían del barranco de edad para casarse… La mayoría nos casábamos jóesquinzo y venes. Yo tenía veinte años esperar horas y cuando me casé, y mi mujer catorce. Pero es que antes érahoras a que mos hombres y mujeres a esa edad. Mi mujer, que en paz desmanara agua. canse, a sus catorce años, era La mayoría de una mujer de los pies a la cabeza. Recuerdo que cuando me los días que casé, le dije: «- La mayor de las riquezas que podemos íbamos, amanetener, es que tengamos veincíamos allí te hijos…» y pensando en eso, me hice un salón con mis proesperando para pias manos, de veinte metros coger un simple por cinco de ancho, techado con Uralita… «Aquí nos cabe garrafón.» una mesa donde poner nuestra fortuna… ¡Nuestros veinte hijos!» ¡TUVIMOS CATORCE! Pero con el tiempo me di cuenta de que no era como yo pensaba… Un día le dije a mi mujer: «Qué equivocado estaba…» y ella me respondió: «¿¡Ahora es que te das cuenta!?» Los hijos, da igual que sean dos, o catorce, llegan… y se van…. ¡Y uno se queda solo! Para sacar catorce hijos adelante… Hay que trabajar mucho Siempre. Donde me daban trabajo, allá me iba. Hasta Villa Cisneros llegué y allí trabajé siete años en cubiertas y tejados…se ganaba dinero, y se trabajaba, pero no estábamos nada mal. Lo único por la distancia, pero como siempre he sido una persona discreta y que no se ha quejado de nada, no tuve problema nunca con la empresa y tenía permiso para venir a mi casa cada seis meses. A la vuelta trabajé en la fábrica de bloque durante veinte años y más tarde en el ayuntamiento durante dieciséis años como encargado de limpieza, donde me jubilé. Pero entre todo lo que yo he trabajado, soy bien consciente de que mi mujer trabajó mucho más que yo. Una casa da mucho trabajo y más con catorce hijos. Don Pedro, ¿qué diferencia ve en el pueblo, desde aquellos años a hoy? Uffff…. ¡Como el día a la noche! .... Yo ya les digo a mis hijos. Ustedes nacieron en un tiempo bueno. En cuanto nacieron, les pusieron su ropa, sus zapatos, una muda de sobra para cambiarse, coche en la puerta y comida en abundancia. Pueden estudiar y tener buenos trabajos. Ustedes no saben lo que es pasarlo mal… Hoy ni los perros se comen la basura, y antes, ni basura había porque todo se aprovechaba… A buena hora, hoy un hijo quiere dedicarse a cuidar las cabras, o arar la tierra. Hoy huyen de los trabajos de la tierra porque tienen donde elegir. Con sus años de vida, ¿Qué lección nos da a los que todavía nos quedan años que recorrer? Que no se olviden nunca de respetar. Los adelantos son buenos, y uno tiene que ir cambiando la mentalidad, pero hay cosas que no se deberían cambiar, como el respeto a los demás y la educación
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ESPECIAL pueblos de La Oliva 24
DESTINO
TINDAYA
«Un pueblo rodeado de misterios, historias y leyendas, donde los lugareños sin duda se conocen todos o... casi todos! El paisaje invita, y te atrapa en el tiempo.»
Por Pilar Santos
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CAFÉ-BAR MARÍA
QUESERÍA DE DOMINGA VERA GONZÁLEZ
ieciocho años lleva abierto este local a la entrada del pueblo de Tindaya. Ramón y María Dolores, lo abrieron decididos a embarcarse en la aventura de ser sus propios jefes. Un viaje casual a Lanzarote fue el motivo que unió a Ramón y María Dolores y, tras casarse, él la convence de venir a vivir a su tierra, al pueblo donde nació y se crió. Hubo un tiempo en que los bocadillos se juntaban con los platos combinados y la afluencia de gente llenaba el local. Hoy, apenas unos cuantos turistas se acercan a conocer la historia de la montaña con más misterio de la isla.
l mejor queso es el que se prensa a mano, a la antigua usanza, como se hacía antaño. Dominga Vera aprendió de su madre cuando apenas era una niña y se ha convertido en toda una quesera profesional. Conocida en toda la isla, mima su trabajo y se dedica en cuerpo en alma. Posiblemente alguno de sus hijos herede su arte, pero mientras, el queso más sabroso del pueblo de Tindaya, lo fabrica Dª Dominga con la leche de sus propias cabras.
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¿Cómo sobrevive un negocio como el suyo en Tindaya? Es un negocio sencillo. El que se acerca al pueblo suele parar por aquí y los vecinos cercanos vienen a echar la partida y a tomarse un refresquito. Nunca hubo muchísima gente, pero tampoco hay queja. De vez en cuando viene un grupo de turistas y algo gastan, aunque a veces, consumen lo justo. Y así pasamos los días. Hubo un tiempo en que Tindaya tenía más movimiento… Pensándolo bien, hace unos años había más negocios que ahora. Teníamos una panadería que llegó a tener cerca de cuarenta y cinco empleados y su pan llegaba a toda la isla e incluso a Lanzarote. Dos o tres supermercados de barrio donde comprar lo esencial, aunque había familias que todo lo que necesitaban lo compraban ahí. Hoy solo queda una tienda, y dos bares. Hoy se vive bien en el pueblo, pero antaño se pasó mucha hambre… Los mayores del pueblo, que se reúnen aquí a jugar la partida o vienen para charlar un rato, cuentan que sufrieron verdaderas calamidades. Que había mucha miseria. Tenían que salir caminando a las cuatro de la mañana para ir a buscar agua. Cargaban el burro con garrafas vacías y salían camino al barranco de esquinzo o la fuente de La Palma para volver ya de mañana con las garrafas llenas.
E
Dominga, su madre le enseñó la técnica de la elaboración del queso majorero. Bueno, mi madre me enseñó cómo lo hacía ella, supongo que cada zona tendrá su manera de hacerlo. Yo no sé si la mía es mejor que la de otros, pero es la que yo sé. ¡La que me enseñó mi madre! La que aprendí después de quedarme horas mirando cómo ella lo hacía mientras me explicaba. De fabricar para casa… a tener su propia fábrica Desde siempre en mi casa hubo alguna gallina y unas cuantas cabras. No eran muchas, pero sí las suficientes para cubrir las necesidades de la casa., porque antiguamente, criábamos a los hijos con leche de cabra y gofio, con huevos de la casa y con lo que teníamos en las huertas. La leche que daban las cabras, era primero para la casa y el resto para hacer los quesos. Mi madre lo hacía así, y yo, seguí su método. Me quedaba la leche que necesitaba para mis hijos y el resto era para hacer los quesos que vendía para comprar el millo y el pienso para comer las cabras, con ello ayudaba a mi marido con los gastos y así no usábamos todo su sueldo. Al jubilarse mi marido, el sueldo no llegaba, así que teníamos que vender más quesos para poder salir adelante. Mis hijos se hacían mayores y se iban a trabajar a otras cosas, pero al fallecer mi marido y al bajar tanto el trabajo, les dije; «- Mis hijos, honradamente hay que buscarse la comida, porque el que llevaba la casa, ya no está…» Y ellos se pusieron a plantar papas para vender, a comprar más ganado y a adecuar las instalaciones para producir más queso para vender y hoy tenemos nuestra propia fábrica. Que no es mía, sino de ellos. Generación tras generación… el queso, sigue fabricándose como antaño… A mí no me van a decir que un queso hecho a mano, que está salado y prensado a mano, va a saber igual que uno prensado y salado a máquina…¡eso no me lo creo! Hay cosas, como la manera de llevar la leche, que antes era quizás menos higiénica y ahora va directa de la sala de ordeño a la sala de producción y no se toca la leche para nada, o en la curación, que ahora se curan en un cuarto preparado, con cierta temperatura, totalmente cerrado pero con ventilación controlada, eso si, pero ni el prensado, ni el salado, se pueden modificar, porque esa es la técnica correcta para que el queso sea artesano. ¿Qué es lo más importante para que un queso esté perfectamente elaborado? Lo principal es la higiene. Recuerdo que siendo yo muy pequeña, mi padre era comprador de queso. Él lo compraba y después lo embarcaba para Las Palmas y le decía a mi madre que se quedara ella con el que más le gustara, y mi madre lo primero que le preguntaba era, ¿De quién era cada queso? Para quedarse con el que ella sabía que lo hacía de manera más limpia.
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ESPECIAL pueblos de La Oliva 26
Un viaje de placer con un viejo amigo hizo que Petrus Riteco Riteco, arquitecto e ingeniero holandés, aterrizara en nuestra isla a principios de los años setenta. Maravillado por el encanto del clima, la luz, el mar… sentado en la montaña que hay detrás de lo que hoy en día es Parque Holandés visualizó un sueño, un ambicioso proyecto: levantar un pueblo en medio de la «nada» «nada».
o Olaf Ritec
Animado y respaldado por inversores diversos, y con la ayuda de su hijo Olaf Riteco, puso nombre a su sueño y lo convirtió en realidad.
Parque Holandés UN PUEBLO EN MEDIO DE LA NADA...
Por Pilar Santos VECINOS 211 - Septiembre 2015
U
n viaje de placer con un viejo amigo hizo que Petrus Riteco arquitecto e ingeniero holandés, aterrizara en nuestra isla a principios de los años setenta. Maravillado por el encanto del clima, la luz, el mar… sentado en la montaña que hay detrás de lo que hoy en día es Parque Holandés visualizó un sueño, un ambicioso proyecto: levantar un pueblo en medio de la «nada». Animado y respaldado por inversores diversos, y con la ayuda de su hijo Olaf Riteco, puso nombre a su sueño y lo convirtió en realidad. Hoy, D. Olaf Riteco, nos da a conocer un poco más de la historia de Parque Holandés y nos presenta una parte de la creación de este ambicioso proyecto aún sin finalizar. ...................................................
¿Cómo fue esa primera toma de contacto con el proyecto «Parque Holandés»? Desde el principio tuvimos muchísimo trabajo. El primer inconveniente fue tener que reformar los lindes porque estaban mal ubicados. No coincidían los datos de los mapas con la realidad. Eso fue una odisea porque se tiene que hacer por aire y por tierra, y la inversión fue importantísima, tanto económicamente, como en cantidad de personal y colaboradores. Aquí colaboraron arquitectos e in-genieros de Las Palmas, Madrid, Holanda, Alemania, Argentina …etc… Después de los lindes, hubo que allanar el terreno por distintas zonas porque era muy irregular. Fuimos pioneros en distintos materiales para la construcción de instalaciones de servicios como la electricidad, el agua, o el sistema de recogida fluvial. La mayoría de los materiales utilizados eran importados de Holanda porque aquí apenas encontrábamos nada. Nosotros compramos el primer fax de toda la isla, y esa misma tarde, apareció el juzgado, la guardia civil y el cabildo para
enviar faxes ¡imagínate! ¡Los años setenta! El primer proyecto, que se convirtió en un primer plan parcial, fue crear un pueblo de villas con sus parcelas. Pero poco a poco se fue ampliando y en los siguientes proyectos se incluyeron más edificios hasta convertirse en un pueblo con todos los servicios. ¿Cuál fue la idea principal de este proyecto? Hacer calidad. Viviendas unifamiliares en parcelas de mil quinientos metros mínimas, con dos o tres dormitorios y algunas con un estudio independiente… como para hacer la típica «casa de invitados» o como decían algunos… «para las suegras molestas» (Risas) Intentamos seguir una línea de diseño lo más parecida al sur de la península. Las tejas, los arcos… Se vendieron en seguida, compraron alemanes, austriacos, suizos, franceses, holandeses, españoles… De todo. Gente que venía con mucho dinero y ganas de invertir. Los había que venían solo en vacaciones o a relajarse y los que se retiraban aquí. Querían las casas en cuanto las veían acabadas, como era lógico, pero se perdió mucho tiempo, sobretodo por temas burocráticos en la contratación del suministro de electricidad. Por aquel entonces, la luz la generaban con motores en casi todo el municipio. Yo, que ya me había casado aquí y ya tenía mi primer hijo, me vine a vivir también a una vivienda y teníamos la luz de un generador por la mañana, pero por la noche teníamos que utilizar un «campingas» para calentar la comida del chiquillo. Esta demora en el suministro, nos provocó un parón en la obra de cinco años, que yo me pasé ¡regando las parcelas! Porque las limitamos entre ellas con palmeras, en total unas cinco mil…y no podíamos dejar que se echaran a perder. La contratación de las líneas telefónicas fue otra «odisea» y una inversión de millones de «pesetas» por aquel entonces. Cuando ya por fin tuvimos todos los suministros, comenzamos con el centro comercial, que fue creado para que la gente tuviera donde comprar.
PARQUE HOLANDES, especial pueblos 27
Un pueblo… en medio de «la nada» ¡Pues sí! Si echo la vista atrás, recuerdo que no había ni carretera, hablamos del año setenta y tres, más o menos. En el 75 se inauguró «Tres Islas» y llegar desde Corralejo hasta ese hotel era una aventura a través de las Dunas. El cabildo hizo la carretera desde Parque Holandés hasta el hotel, pero el ayuntamiento debía hacer el tramo hasta Corralejo, y tardó varios años en ello, así que ir desde Corralejo, era arriesgarse a acabar hundido en las dunas como te despistaras un poco (risas) Lo que también nos resultó extraño fue que se continuara la carretera desde Parque Holandés hasta los hoteles por la costa, porque nosotros habíamos preparado el terreno para llegar por detrás hasta Villaverde, y pensábamos que lo más lógico era que el Cabildo lo hiciera por allí, pero en cambio siguió la obra por la costa ¿Porqué? No lo sé, porque si en aquel momento no entendía bien el idioma, menos todavía la política. ¿Cómo ha ido cambiando el «Parque Holandés» desde su creación? Realmente, Parque Holandés, nunca llegó a ser lo que pretendíamos. Queríamos un lugar distinto, con todos los servicios posibles, para que los que vivían aquí, no echaran nada en falta, y los que venían de visita, estuvieran a gusto, pero todo eran «despropósitos» y la verdad, es que mucha ayuda del ayuntamiento tampoco teníamos. Fueron dejándonos un poco de lado y tuvimos que seguir como pudimos. Hubo un tiempo en que aquí se hacían los mejores conciertos, las mejores fiestas y las reuniones más concurridas de todo el municipio. Llegamos a tener un centro comercial lleno, una piscina pública a rebosar, unos locales completos, un hotel funcionando muy bien y las viviendas casi todas vendidas, pero la moratoria turística que salió en el dos mil dos, nos perjudicó en todo, iba a ser por tres años, y después lo hicieron indefinido. El hotel ya no se podía mantener. Llegué a tener ochenta y seis empleados y tuve que ir echando a todos porque ya no podía mantenerlos. Me arruiné, porque tuve que indemnizar a la mayoría. Cerraron la piscina porque el ayto. tenía que hacerse cargo de su mantenimiento y según ellos no podían, y el pueblo
«Nosotros compramos el primer fax de toda la isla, y esa misma tarde, apareció el juzgado, la guardia civil y el cabildo para enviar faxes ¡imagínate! ¡Los años setenta!» «La Moratoria Turística, nos perjudicó en todo. Llegué a tener 87 empleados y tuve que ir echando a TODOS. Me arruiné....»
fue decayendo porque somos un pueblo mixto, es decir, turístico y residencial. Creo que el gobierno debería buscar soluciones que compensen y beneficien, no que perjudiquen. La moratoria era buena para ahuyentar al especulador, pero ampliarla tanto en el tiempo, ha perjudicado mucho al sistema y han provocado que complejos a medio terminar, cancelados por esta medida, hayan quedado regados por toda isla, perjudicando el paisaje de Fuerteventura. En vez de esto, podían haber centrado los complejos en ciertas zonas, y exigir más zonas verdes, o más infraestructuras para crear buenas zonas de ocio y todos contentos. Pero hubo un tiempo que «Parque Holandés» no estaba bien visto… Bueno, eso fue un bulo creado quizás por las mismas inmobiliarias que querían vender lo que ellos tenían en Corralejo o por un tiempo, en que estuvieron aquí hospedados los obreros de la construcción de «Tamaragua» porque eran gente de «rein-serción social» pero no había problemas. La mayoría venían a trabajar aunque siempre hay alguno que da la nota discordante. Comenzó a decirse que aquí se traficaba con droga, bueno, seguro que algo se vendería, y eso por desgracia pasa en todos lados, pero problemas graves, nunca tuvimos. ¿Robos? Alguno, ¡pero yo firmo ahora mismo si me dicen que puede haber un robo al año! Porque eso fue lo que pasó. Y hoy nos encontramos un pueblo lleno de vida y con muchas ganas de crecer… Hoy en día, somos un pueblo muy tranquilo, con mucha mezcla de nacionalidades, pero que vivimos en perfecta armonía. Tenemos un centro comercial con muchos locales cerrados, pero no nos falta un minimarket, varios bares-restaurantes y hasta una pequeña librería-papelería. Sin duda queremos crecer. Solo esperamos que en algún momento empiecen a tomarnos en cuenta y comiencen a cumplir con todos los convenios firmados, como hacer la carretera que une el pueblo con Villaverde, que lo tenemos firmado con el Cabildo desde el año ochenta y todavía estamos esperando, aún así, no perdemos la esperanza y continuamos con la idea de mejorar nuestro pueblo cada día.
ESPECIAL pueblos de La Oliva 28
DESTINO
P. Holandés
«Un pueblo sin terminar, que recuerda su época más dorada, cuando las calles se llenaban de movimiento de vecinos y turistas que querían venir al Parque Holandés»
Por Pilar Santos
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PETER BECKER
FRISO RITECO
eter Becker, llega hace diez años desde Alemania a nuestra isla animado por un amigo que le ofrece trabajo en un bar de Parque Holandés, pero el trabajo cesa cuando el local cierra y Peter decide abrir su propio negocio en Corralejo. Tres años como autónomo y la nueva ley antitabaco, después de haber invertido en acondicionamiento del local, son motivos más que suficientes para hacerle volver a Parque Holandés, donde desde hace cinco años, encuentra el local perfecto para abrir su bar «Curry Peter», un local de cervezas… ¡y salchichas!
Friso Riteco, pertenece a la tercera generación de los creadores de Parque Holandés. Primero su abuelo, como creador y fundador, después su padre continuando el proyecto, y ahora él. Su padre decide cederle el local, y crear aquí un negocio familiar. Hoy, hace poco más de un año que el minimarket abre sus puertas en el centro comercial, y cada vez son más los que se acercan a comprobar la variedad de productos que aquí se pueden encontrar.
P
¿Por qué eliges Parque Holandés para tu negocio? ¡Porque es especial! Aquí nos llevamos todos bien y aunque hay mucha mezcla de culturas, todos nos entendemos. Yo abrí el bar para tener un lugar de risas. Un lugar en el que compartir y hablar, en el que conocerse, tomar algo y comer salchichas, Pero sobretodo poder reír en buena compañía... Vivo aquí, trabajo aquí… ¡Tu feliz, yo feliz! Esa es mi filosofía… ¿Cómo ha evolucionado Parque Holandés en estos años? Conozco el pueblo desde que llegué a la isla hace diez años y no lo cambio por nada. En aquel momento, el boom de la construcción atrajo a gente con dinero. Constructores y demás de gremio que gastaban en comer y beber, y no importaba el precio. Hoy muchos locales han cerrado, pero todavía somos algunos, los que nos animamos a abrir un negocio aquí, y aunque hemos tenido que bajar los precios al límite, el negocio da para vivir y cubrir gastos. Parque Holandés no ha experimentado un gran cambio, pero por lo menos ahora tenemos un mini-market y una librería y varios bares y restaurantes aquí al lado. La población del pueblo aumenta mucho en verano, porque son muchos los que vienen a quedarse ahí abajo, en la playa de «El Jablito» o los que vienen de vacaciones porque se han comprado una residencia vacacional aquí, pero después volvemos a ser los mismos de siempre, y volvemos a la rutina.
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Has vivido aquí, toda la vida, ¿Qué recuerdos tienes del Parque Holandés de antaño? Recuerdo que cuando yo era un niño esto era un lugar espectacular. El restaurante siempre estaba lleno y la piscina era una atracción increíble. Ahí se celebraban fiestas con cientos de personas. Esta plaza del centro comercial, tenía tiendas, y un supermercado y siempre había gente comprando, paseando, tomando algo en las terrazas de los locales. La fiesta de Fin de año era la más concurrida. Turistas recorrían el pueblo. Había un ambiente, que no se puede describir… Todo el mundo quería venir a Parque Holandés. Con el paso de los años, el pueblo se hizo más residencial y poco a poco se fueron cerrando negocios y el pueblo comenzó a decaer. Con la llegada de una constructora que hospedó aquí a sus obreros y que eran en su mayoría de «reinserción social» empezaron un poco los problemas en parque holandés, no tanto por lo que pasaba, que no eran más que peleas de vez en cuando entre ellos, sino por la desconfianza que se creó con la mala prensa, y la falta de información. Mira, que han pasado ya bastantes años y aún así la gente sigue estando reacia a venir, pero todo el que vive aquí, puede decir que aquí se vive muy bien y muy tranquilo. ¿Cómo animarías a otras personas a invertir en Parque Holandés? Bueno, simplemente decir que aquí hacen falta muchas cosas, como una simple peluquería, por ejemplo. ¡Aquí una chica peluquera haría su agosto todo el año! O una tienda de ropa, o complementos, o accesorios de cocina, y de casa… son muchos los que vienen a preguntarme por un cuchillo, por ejemplo… Parque Holandés, tiene vida. Y tenemos que desplazarnos para la mayoría de las cosas. Quiero pensar que si hay alguien que se arriesgue a invertir aquí, no vamos a ir a otro sitio, a gastar en gasolina o en guagua teniéndolo en el pueblo. Y tú te animaste, y apostaste por abrir tu propio negocio.. Sí, un minimarket un tanto peculiar. Aquí los bares tienen un horario muy diferente y no suelen abrir muy pronto, así que, nos encontrábamos que la gente quería tomar un café y no sabía donde, así que, pusimos unas mesitas ahí fuera, y la gente hace la compra, y después se toma el café ahí sentado, leyendo un poco. Las familias bajan y dejan los niños por aquí en la plaza y ellos se toman el café y usan mi wifi y en invierno, las madres esperan ahí a los niños llegar del colegio mientras se toman el café. La verdad, es que al mismo tiempo, hacemos también una labor de relaciones sociales entre las gentes del pueblo. Trabajamos aquí muchas horas, pero colaboramos toda la familia porque abrimos todos los días mañana y tarde, y todos los domingos hasta mediodía.
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ESPECIAL pueblos de La Oliva 12
COTILLO EL PUEBLO DE MARIQUITA HIERRO, DEL SABOR AL MEJOR CALDO DE PESCADO
riquita Mama Ma
Visitar La Isla, y disfrutar del sabor del caldo de pescado de Mariquita Hierro, Hierro se convirtió en una tradición más allá de las fronteras regionales. En Alemania escribieron un libro con sus recetas que muchos turistas les pedían que firmara cuando venían a comer a su casa,
Por Pilar Santos VECINOS 210 - Agosto 2015
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T
Una cuesta de rocas y arena, te llevaba directo a la playa. Y alrededor de esta, apenas una treintena de casas formaban este bendito pueblo, que durante siglos ha guardado celosamente las historias de sus escasos habitantes. La mayoría eran familiares entre sí, quien no era hermano, era primo y la cadena se sucedía. Entre ellos se encuentra Benito González Sosa, hoy de los pocos que quedan ya, de aquella época en la que El Cotillo se sostenía gracias a los pescadores, a todos ellos, que vivían de lo que el mar les regalaba porque no había otra cosa. «¡No teníamos escuela!... una maestra nos enseñaba a leer y
las cuatro reglas básicas de matemáticas; sumar, restar, multiplicar y dividir… eso era todo. Y a los doce años, a la calle, a coger carnada y aprender a pescar… la vida nos enseñaba el resto…» Inventaban juegos con piedras, que ni siquiera existían en otros lugares, la pelota era un calcetín relleno de arena. Y por no haber, no había ni médico, el que curaba lo hacía con hierbas, con lo que se encontraba en la calle. Horas de camino a pie o en burro, separaban los pueblos entre sí y para cualquier documento, Puerto Cabras (Hoy Puerto Rosario) era el viaje obligado. «Tengo un vago recuerdo de mi primer viaje a Puerto Cabras, fue con mi madre por algún papeleo pero aquello era inmenso para mis ojos… asustado incluso… tardé años en volver. Yo me encuentro bien en Cotillo, en mi mundo de pescadores. Aquí nací, aquí me crié… y aquí me quedo.» Y hace apenas unas décadas, comienza a conocerse El Cotillo, y una de las personas que lo dio a conocer fue Maria Hierro, conocida como MARIQUITA HIERRO, con su famoso «caldo de pescado». Mujer del marinero Domingo Franqui, con apenas veintiséis años, fundó el primer restaurante donde daba de comer por una peseta, y aquel que se acercaba a Cotillo no podía dejar de ir y probar su famoso y exquisito «caldo de pescado».
Nadie entendía cómo hacía aquella mujer para criar ocho hijos y dar de comer además a todo el que se acercaba, porque siempre tenía para el que pagaba y para el que no podía pagar. Hoy ya no está con nosotros, pero nos queda su recuerdo en el nombre de sus ocho hijos. Para ellos, y para todo el pueblo de El Cotillo, dedicamos este homenaje. Conocida es por todos por su "CASA DE COMIDAS", pero ¿cómo empezó? Ella nunca supo lo que era una escuela, allí a los chiquillos los mandaban a mariscar desde que aprendían a andar, esa era su escuela. Y con esa vida, ¿cómo no iba a aprender ella a cocinar su famoso caldo de pescado, si con una lapilla que cogiera, la revolvía por aquí y por allá, le ponía esto y lo otro y tenías comida para dos días?... Así comenzó, casi sin quererlo, con mi padre siempre en la mar y ella sola con 8 chiquillos, de alguna manera tenía que salir adelante. Y como la casa donde vivíamos era muy grande, empezó a dar de comer a gente que llegaban de fuera y que venían a probar ese rico caldo. Recuerdo que Domingo el de la guagua, venía siempre con gente. También Maximino, el que tenía el taxi en Corralejo, empezó a llevar a los turistas. Y también cuando veía a alguien que estaba pasando necesidades, mi madre le decía: "¡anda, pasa para adentro que te pongo un plato de comida!" ¿Cómo se organizaba? Al principio ella cocinaba, limpiaba, servía... Después cuando las hijas fuimos creciendo le ayudábamos a servir, pero siempre de la comida se encargaba ella. Luego de más mayor, cuando quedó ciega al morir mi padre, mi cuñada Maruca le ayudaba en la cocina. ¿Qué pasó con su salud? Los médicos dijeron que al ser diabética, pero quedó ciega de la impresión, después de la muerte de mi padre, mi madre perdió mucho, temía hasta quedarse sola. Pero eso sí, nunca nadie le llevó la comida a la boca, nunca nos dejó ayudarla. En vida le dieron una placa y algún premio del Turismo, pero cada vez está más olvidada. ¿Qué imagen le queda del recuerdo de su madre? Su pulcritud, era una mujer muy limpia, y su sentido del humor, siempre estaba alegre y haciendo bromas... Y por supuesto, el recuerdo de una mujer muy trabajadora. Llevaba su casa y "la casa de comidas", y estamos hablando de un tiempo en que para hacer la comida primero había que ir caminando al faro a recoger leña para el fuego, y para lavar la ropa, que se hacía con los sacos de azúcar, las mujeres no tardaban menos de 3 o 4 horas, frotando en aquella piedra blanca que sacaban de los barrancos y rodeadas de las latas de agua que primero habían tenido que ir a buscar a algún aljibe.
COTILLO, especial pueblos 27
REST. CASA ANDRÉS
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En la misma recta de la entrada a «El Cotillo» se encuentra el restaurante «Casa Andrés» un local que ya cumplió un cuarto de siglo. Fundado por Andrés Morales padre, y que hoy dirige Andrés Morales hijo, «Casa Andrés» es un negocio familiar donde se come toda clase de pescado fresco del día, y de la zona. Treinta y cinco años, avalan la experiencia de esta familia dedicada por entero a la hostelería. Andrés, sois el local más antiguo de la zona… Sí… hoy en día sí. Primero estaba Mariquita Hierro, que en paz descanse, que por cierto, todavía no sé porque no le han puesto un monumento a la entrada del pueblo a esa mujer en reconocimiento, porque fue la primera persona en promocionar el pueblo y gracias a ella se conoció El Cotillo. Luego estaba Guillermo el de «Bar Playa» que también falleció, y después nosotros. Así que, ahora mismo somos el negocio más antiguo de Cotillo. Recuerdo que yo era poco más que un niño cuando en 1979, junto con mis padres y mi hermana, empezamos con esta aventura, y en menos de diez años ampliamos el local con la fabricación de apartamentos arriba. Y, aunque parezca mentira, en ese entonces desde aquí al muelle no había absolutamente nada, solo una preciosa vista al mar, la iglesia y al fondo el faro. Hoy en día, Cotillo es un referente para los inversores, ¿qué crees que atrae? En realidad, creo que son muchos los que vienen atraídos por el clima, las vistas, las playas, las puestas de sol pero al final, no son tantos los que aguantan, porque aunque Cotillo ha crecido, le faltan muchas cosas. No tenemos nada que ofrecer al turista, más que sol y mar, y eso aburre ya, porque playas hay en todos lados. Además, somos un pueblo donde no hay control. Aquí vienen, abren, y nadie controla nada. Por no haber, no hay ni un puesto de policía, ni siquiera una ambulancia de guardia… Cotillo NO tiene nada.
Pastelería EL GOLOSO Entre las mejores costas del Norte de la isla, se encuentra El Cotillo, un pueblo del que nada queda ya de aquel círculo de casitas de pescadores alrededor del muelle.
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ás de una década lleva Mathew Oger en nuestra isla y en nuestro municipio. Enamorado de esta tierra, de su mar, sus gentes y sus pueblos, comenzó sus andanzas como pastelero en varios hoteles de la zona. Hoy, desde hace más de ocho años dirige «El Goloso de El Cotillo» la pastelería francesa, que día a día nos deleita con exquisitos pasteles y distintas clases de pan. ¿Cómo nace «El Goloso de El Cotillo? Todo el mundo sabe que aquí había una panadería alemana y los que la llevaban, tenían que irse. Así que, como me conocían y sabían que yo soy pastelero, me la ofrecieron. Vi posibilidades en el local, y no necesité pensarlo mucho. Llegué, modifiqué la producción a mi manera de hacer las cosas, decoré el local a mi gusto… ¡y aquí estamos! ¿Por qué en El Cotillo? Bueno, desde los veintiún años, no he parado de viajar. Salí de Francia porque quería ver mundo y lo conseguí. He viajado por varios países del mundo, y ¡Las islas me encantan! Quería aprender español y vine a Fuerteventura por el surf, como tantos otros, y cuando descubrí El Cotillo, me di cuenta de que tenía todo lo que me gusta; mar, buen tiempo, tranquilidad, y aquí encontré la oportunidad de desarrollarme como empresario. Aún tengo muchos sueños y ya no por mí, sino por mi hijo, quiero continuar mejorando… ampliando… tengo varios proyectos en mente, pero El Goloso de El Cotillo, todavía tiene mucho que enseñar. ¿Qué crees que te hace diferente? Para mí es muy importante tener un buen equipo y yo creo que lo tengo. Al mismo tiempo necesito trabajar con buena base de ingredientes. Al tener mi propio negocio, decidí trabajar con la mejor materia prima para realizar las recetas originales, y aunque uno tiene que decidir, calidad o precio… ¡yo voté por la calidad! Y creo que eso se nota.
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ESPECIAL pueblos de La Oliva 35