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Fortificaciones de Pamplona Pasado, presente y futuro
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978-84-95930-44-6
Pasado, presente y futuro
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Fortificaciones de Pamplona
Portada valdenebro & co.
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El contenido de esta publicación está basado en las actas del ciclo de conferencias “Fortificaciones de Pamplona: Pasado, presente y futuro” celebrado en el Palacio del Condestable de Pamplona los días 27 y 30 de abril y 5,10,17 y 24 de mayo de 2010. Edita: Autores:
Ayuntamiento de Pamplona. Área de Proyectos Estratégicos Juan José Martinena Ruiz, Victor Echarri Iribarren, Enrique Maya Miranda, José Vicente Valdenebro García, Alberto Escovar y Francisco J. Toledo Coello Coordinador: José Vicente Valdenebro García Realización: Formas de Proyectar Fotografía: Berta Buzunariz, José Manuel Cutillas, Luis Prieto Impresión: Gráficas Ulzama ISBN: D.L.:
978-84-95930-44-6 NA
© De la edición Ayuntamiento de Pamplona © De los textos y fotografías sus autores Pamplona, 2010 www.pamplona.es www.murallasdepamplona.es Impreso en papel TCF libre de ácidos y dioxinas, biodegradable y reciclable.
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Índice
Presentación
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Las murallas de Pamplona:
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cuatro siglos de historia de la fortificación Juan José Martinena Ruiz. DOCTOR EN HISTORIA. ACADÉMICO CORRESPONDIENTE REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA Y EX DIRECTOR DEL ARCHIVO GENERAL DE NAVARRA
DE LA
Estrategias defensivas de Pamplona a partir del Renacimiento
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Víctor Echarri Iribarren. DR. ARQUITECTO. PROFESOR DE LA E.T.S. DE ARQUITECTURA DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE. Autor del libro “Las murallas y ciudadela de Pamplona”
La muralla verde
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Enrique Maya Miranda. DR. ARQUITECTO. DIRECTOR-GERENTE DE URBANISMO Y VIVIENDA DEL AYUNTAMIENTO DE PAMPLONA Y PROFESOR DE LA E.T.S. DE ARQUITECTURA DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA
Las fortificaciones de Pamplona:
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proyectos para su integración en la ciudad moderna consolidada José Vicente Valdenebro García. DR. ARQUITECTO. DIRECTOR DEL ÁREA DE PROYECTOS ESTRATÉGICOS DEL AYUNTAMIENTO DE PAMPLONA Y PROFESOR DE LA E.T.S. DE INGENIEROS INDUSTRIALES Y DE TELECOMUNICACIÓN DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA DE NAVARRA
La historia de las fortificaciones de Cartagena de Indias 123 Alberto Escovar. ARQUITECTO. DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN ESCUELA TALLER DE BOGOTÁ
El sistema de fortificación del Estrecho de Gibraltar
133
La Bahía de Cádiz y el Atlas de las fortificaciones de 1814. La restauración del Puente Suazo Francisco Javier Toledo Coello. ARQUITECTO TÉCNICO Y MASTER EN RESTAURACIÓN, REHABILITACIÓN Y GESTIÓN DEL PATRIMONIO. Autor del Proyecto de Adecuación, Rehabilitación y Mejora del Entorno “Sitio Histórico Puente Suazo y Fortificaciones Anejas”
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El monumental conjunto amurallado y el recinto fortificado de la Ciudadela son protagonistas destacados del pasado, del presente y del futuro de Pamplona. Sus amplias extensiones de sillares, instaladas en su origen como inquebrantables estructuras defensivas, han ido modificando su aspecto de la mano del desarrollo urbanístico y de los nuevos usos sociales. Ahora, en pleno siglo XXI, este cinturón de piedra constituye uno de los elementos diferenciadores de Pamplona, porque logra conjugar con armonía el valor de un recinto histórico de primer orden con la belleza y la utilidad de un espacio abierto y natural ubicado en el corazón de la ciudad. Por ello, para el Ayuntamiento de Pamplona supone una labor prioritaria garantizar su conservación, mejorar sus prestaciones y promover su conocimiento. En este último objetivo juega un papel fundamental el desarrollo de exposiciones y jornadas como las que recoge este libro, celebradas en Pamplona durante los pasados meses de abril y mayo y que ofrecieron una información detallada sobre la evolución del recinto amurallado, su consolidación como gran pulmón verde de la ciudad y su relación con otras fortificaciones. En este sentido, deseo que esta publicación pueda ofrecer respuestas concretas sobre el conjunto amurallado y su relación con las personas que habitamos Pamplona. Espero que este libro que tiene en sus manos sea el primero de una amplia serie de trabajos divulgativos y de investigación sobre las Murallas de Pamplona. Sin duda, uno de los tesoros arquitectónicos más importantes de Navarra. Yolanda Barcina ALCALDESA DE PAMPLONA
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Las murallas de Pamplona cuatro siglos de historia de la fortificación Juan José Martinena Ruiz DOCTOR EN HISTORIA. ACADÉMICO CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA Y EX DIRECTOR DEL ARCHIVO GENERAL DE NAVARRA
I. Breve síntesis de la historia de las murallas Desde que se tienen las primeras noticias históricas sobre Pamplona, aparecen referencias a su recinto amurallado. A Carlomagno se atribuye ya una destrucción de las murallas pamplonesas, en su malograda expedición a Zaragoza allá por el año 778. Y con anterioridad, de la época de la romanización, se conserva, aparte de algunos restos arqueológicos aparecidos en sucesivas campañas de excavación, un mosaico que representa un tramo del recinto de Pompelo con sus torres almenadas. En época medieval, los distintos burgos en que entonces se hallaba dividida la ciudad estaban defendidos por sus propios recintos, construidos a base de muros de piedra almenados, con torreones de planta cuadrangular situados de trecho en trecho. Conocemos los nombres y el emplazamiento de algunas de estas torres como la del Molino, la Tesorería o la Tejería en la ciudad de la Navarrería; la de María Delgada, la Torre Redonda y la de San Nicolás, en la población del mismo nombre, y la torre del Rey, la de San Llorente, la de la Rocha y la de la Galea, en el Burgo de San Cernin. Con posterioridad al año 1423, en que Carlos III el Noble otorgó el privilegio de la Unión, unificando las tres poblaciones en un solo municipio, quedaron terminadas las murallas exteriores, completando el cierre del perímetro en determinados puntos en que estaba abierto. Paralelamente, se fueron cegando los antiguos fosos de separación interior y construyendo casas apoyadas en los muros que quedaron
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inútiles, pero que no se demolerían hasta 1535-40, para aprovechar sus materiales en las obras de fortificación que por entonces se estaban llevando a cabo. Tras la conquista de Pamplona por las huestes del Duque de Alba en julio de 1512, Fernando el Católico mandó erigir un nuevo castillo de planta cuadrangular, con recios torreones cilíndricos en las esquinas y muros no muy altos y en talud, con fosos, preparado ya para el empleo de la artillería. Lo proyectó el ingeniero Pedro de Malpaso. Quedó entonces sin uso otro más pequeño que hizo levantar el rey Luis Hutín entre los años 1308 y 1310, que ocupaba la parte de la actual Plaza del Castillo más próxima a la calle Estafeta. En esta segunda fortaleza, que el rey puso bajo la advocación de Santiago, caería herido el gentilhombre, luego santo, Íñigo de Loyola en 1521, defendiéndola cuando el cerco de las tropas franco-agramontesas mandadas por Asparrós. Obras en tiempo de Carlos V Durante el reinado de Carlos V se llevaron a cabo considerables obras de
Pamplona y sus murallas en 1521 (maqueta de Juan Mª Cía)
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Pamplona en 1521. Al norte, el Palacio Real, luego del virrey, y al sur el castillo de Fernando el Católico (maqueta de Juan Mª Cía)
mejora en el recinto, con el fin de adaptar las antiguas murallas medievales a las nuevas técnicas de guerra, especialmente al empleo de la artillería, que revolucionó los sistemas de ataque y defensa de las plazas fuertes. Hacia 1530 se construyeron los nuevos cubos o bastiones de Labrit, en la antigua torre sobre el molino de Caparroso; del Redín, en la torre de la Tesorería, y se fortificó el antiguo Palacio de los reyes, desde 1539 ocupado por los virreyes. En la zona del Burgo se erigieron los de Santa Engracia y San Llorente, y en la parte de la población de San Nicolás, el de la Torredonda, que absorbió en su planta las dos torres del mismo nombre. En estos años pasaron por Pamplona varios de los mejores ingenieros militares, como Benedicto de Rávena y Luis Pizaño. Como complemento de estas mejoras, en 1553 se abrían dos nuevos portales: el de Francia y el de la Rochapea, siendo virrey don Beltrán de la Cueva, Duque de Alburquerque. El Portal de Francia conserva todavía su antiguo escudo con las armas imperiales y una pequeña inscripción, en la que se lee: ANO 1553. DVCE BELTRANO ALBVRQVERQVE PROREGE Otra inscripción idéntica, con su correspondiente escudo, que antes estuvo
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en el desaparecido Portal de la Rochapea, puede verse hoy en una de las dos airosas torres que flanquean el Portal Nuevo, reedificado por Víctor Eúsa en 1950, que da entrada a la carretera de Guipúzcoa. Obras en tiempo de Felipe II. La Ciudadela Durante el reinado de Felipe II tuvo lugar la radical transformación del recinto amurallado de Pamplona, a raíz de la construcción a partir de 1571 de la nueva ciudadela pentagonal proyectada por Giacomo Palearo, llamado El Fratín. El ingeniero se inspiró en la de Amberes, ideada por Paciotto de Urbino, y los cinco baluartes fueron bautizados con los nombres de San Antón, el Real de San Felipe, Santa María, Santiago y la Victoria. En la obra se empleó la piedra de la vieja fortaleza de Fernando el Católico,que fue inutilizándose paulatinamente. El emplazamiento de la ciudadela, un tanto alejado de la alineación de la muralla antigua, que iba por el actual paseo de Sarasate, calle Ciudadela, Rincón de la Aduana, San Lorenzo, Recoletas y plaza de la O, hizo necesario el trazado de dos nuevos frentes fortificados,
La muralla antigua, con el Castillo Viejo, y la muralla nueva y su conexión con la ciudadela. Plano de 1608 (Archivo General de Simancas)
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que encerraban en su interior el antiguo campo de la Taconera, hasta entonces extramural, incluyendo el actual Paseo de Sarasate y el Primer Ensanche. La nueva línea defensiva comprendía cuatro nuevos baluartes: el de Gonzaga, cuyos restos permanecen enterrados bajo los jardines del actual mirador; el de la Taconera, que todavía puede verse en los jardines del mismo nombre, frente a las piscinas militares; y los de San Nicolás y de la Reina, que fueron derribados hacia 1920. En 1584 el rey autorizó la demolición de la muralla antigua, que había quedado ya inútil, en los dos frentes comprendidos entre el castillo viejo, que sería también derribado, y el bastión de Santa Engracia. Sin embargo, la nueva muralla en los frentes de San Nicolás y la Taconera tardaría aún bastantes años en estar terminada y revestida de piedra. En 1608 continuaba “levantada y figurada de solo el terreno, y habiendo tantos años que se hizo, se ha ido cayendo y lo está por muchas partes”. Obras en tiempo de los últimos Austrias Posteriormente, en 1644, reinando Felipe IV, se construyeron medias lunas en tres de los portales y quedó terminado el portal de Tejería, en un flanco del baluarte de la Reina, en cuyo frontis se colocaron, junto a las armas reales, dos escudos del virrey conde de Oropesa, hoy en la puerta de la ciudadela. En 1646 el rey visitó Pamplona y con tal motivo Martínez del Mazo pintó un gran cuadro que representa la llegada de la regia comitiva ante la puerta principal de la fortaleza. En 1665, último año del reinado de Felipe IV, con la terminación de los baluartes de la Taconera y de la Reina, se dio por concluida la construcción del recinto amurallado. Para conmemorarlo, se mandó poner en ellos la siguiente inscripción: REINANDO PHELIPE IIII/SIENDO BIREY Y CAPITÁN GE/NERAL DESTE REINO/Y DE GVIPVZCOA/DON FRANco TUTAVILA, DV/QVE DE Sn. GERMAN. AÑO 1665. Durante el reinado de Carlos II se terminaron otros dos portales; los de la Taconera y San Nicolás, en 1666, y el de la Puerta Nueva, en 1675. De ellos subsiste, cambiado de emplazamiento, el de San Nicolás, cuya fachada barroca
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da acceso a los jardines de la Taconera desde la calle del Bosquecillo. Al pie del escudo con las armas reales de la Casa de Austria, se puede ver una lápida con la siguiente inscripción: REINANDO CARLOS II, GO/BERNANDO LA REINA SV MA/DRE, SIENDO BIRREY Y CAPITAN/ GENERAL DESTE REINO Y DE GVIPUZCOA/ DON FRCO TVTAVILA, DVQUE DE/SAN GERMAN. AÑO 1666. Otra inscripción similar –y los correspondientes escudos- se han recuperado en el frontis del Portal de la Taconera, desmontado en 1906 y reconstruido en 2002 junto al lugar donde estuvo, entre el Bosquecillo y el parque de Antoniutti. También reinando Carlos II, en 1685, se hicieron los revellines y contraguardias
Los dos recintos amurallados: el medieval y el abaluartado, éste con los nombres de sus baluartes, portales y demás elementos de fortificación (J. J. M.)
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que constituyen las defensas exteriores de la ciudadela hacia la parte de la Vuelta del Castillo. En ellas, paseando por los fosos, son todavía visibles los escudos de armas del virrey Benavides y sendas inscripciones, en las que se lee: REINANDO CARLOS II DE/CASTILLA Y V DE NABARRA/VIRREY Y CAPITAN GENERAL DES/TE REINO DON ENRIQVE/BENAVIDES Y BAZAN DEL CON/SEJO DE ESTADO. ANO 1685. Este año 2010 se ha llevado a cabo la restauración de la contraguardia de Santa Clara, con su revellín, que se hallaban gravemente deterioradas por la acción destructora de la vegetación, que removía y acababa por romper los sillares; y en breve se iniciarán las obras de recuperación de la otra contraguardia -la de Santa Isabel-, con su revellín, en los que se hallan situadas las dos puertas exteriores de la llamada Puerta del Socorro. Obras y proyectos en el siglo XVIII Durante el reinado de Felipe V, primer monarca de la Casa de Borbón, el recién creado Cuerpo de Ingenieros del Ejército llevó a cabo importantes obras exteriores, para aumentar la capacidad defensiva de las viejas murallas del siglo XVI, muy superadas ya por la nueva ingeniería militar de la escuela del Mariscal de Vaubán. Siendo ingeniero general el marqués de Verboom se aprobó un proyecto general para las fortificaciones de la plaza y ciudadela, del que apenas se llegó a ejecutar una mínima parte. En la ciudadela, se cambió de lugar la Puerta del Socorro, pasándola a su actual emplazamiento; se hicieron varias bóvedas a prueba de bomba, se construyó la sala de armas o arsenal de artillería, se rehizo el cuerpo de guardia principal y se reforzaron las bóvedas de los almacenes, la bodega y el polvorín. En las fortificaciones de la plaza, se trabajó principalmente en dos proyectos: el frente de Francia y los fuertes avanzados, emplazados a cierta distancia del recinto amurallado. En el frente de Francia construyeron los nuevos baluartes bajos de Guadalupe y de Nuestra Señora del Pilar y el revellín de los Reyes, con el fin de mejorar la defensa del antiguo baluarte del Redín y de los accesos al Portal de Francia, fortificaciones que no se terminarían hasta 1756, reinando ya Fernando VI. En cuanto a los fortines, aparte del de San Roque, que tuvo una existencia efímera, hacia 1730 se trabajaba en el fuerte de San Bartolomé, en el inicio
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de los actuales jardines de la Media Luna, que este año 2010 se está restaurando y rehabilitando para que en muy pronto pueda acoger en sus casernas abovedadas el centro de interpretación de las murallas. De la misma época data también el fuerte del Príncipe, cuyo basamento de piedra puede verse todavía en el edificio del que fue Colegio Menor Ruiz de Alda, en el estadio Larrabide, erigido sobre él hacia 1940. A lo largo de los siglo XVIII se elaboraron distintos proyectos, parciales o generales, por parte del Cuerpo de Ingenieros, para la reforma y modernización del recinto amurallado, como el de Juan Martín Zermeño en 1756 y el del general Hurtado en 1794, que no se llevaron a efecto a causa de su elevadísimo coste; este último se elaboró a raíz de la guerra contra la Convención Francesa, en la que la plaza estuvo a punto de ser sitiada por las tropas revolucionarias. El siglo XIX. Ocupación francesa, asedios y bloqueos. En 1808, en vísperas del inicio de la Guerra de la Independencia, la plaza y la ciudadela fueron ocupadas por sorpresa por los franceses, que habían sido recibidos aquí como aliados y amigos, por lo que en 1813 Pamplona tuvo que sufrir un largo y penoso bloqueo hasta su liberación y la ciudadela estuvo a punto de ser volada por los invasores. En 1823 le tocó sufrir el asedio y bombardeo de los Cien Mil Hijos de San Luis; en 1841 otro bombardeo, esta vez desde la ciudadela, con ocasión de la sublevación de O´Donnell, y en 1874 un nuevo bloqueo, en esta ocasión puesto por los carlistas, fueron experiencias de las cuales las autoridades militares extrajeron las oportunas conclusiones de orden práctico. La última de ellas puso en tela de juicio la eficacia defensiva de las viejas fortificaciones frente a la moderna y eficaz artillería de ánima rayada, iniciándose gestiones a distintos niveles, orientadas a lograr la autorización para su derribo, con vistas al ensanche de la ciudad. No obstante, hay que decir que todavía en 1858, los ingenieros Ortiz de Pinedo y Rodríguez Arroquia elaboraron un proyecto de nueva planta para la fortificación de Pamplona, a base de una sucesión de frentes iguales con casamatas y caponeras, que caso de haberse ejecutado hubiera supuesto la desaparición de las murallas
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de los siglo XVI al XVIII. A partir de 1878 se inició la construcción del Fuerte de Alfonso XII, en el monte de San Cristóbal, que venía a materializar las nuevas teorías en cuanto a técnicas de fortificación. Una Real Orden de 21 de marzo de 1889 autorizó el derribo parcial de dos baluartes de la Ciudadela y la inutilización de su foso interior, para posibilitar la construcción del Primer Ensanche, que resultó muy insuficiente para las necesidades de la ciudad, y de los nuevos cuarteles, hasta entonces ubicados en antiguos conventos expropiados en la Desamortización. Era el primer paso o el anticipo de un proceso que culminaría unos años después, con la realización de lo que durante mucho tiempo fue el sueño dorado de los pamploneses. Siglo XX. Del derribo parcial a la recuperación En 1905 otra Real Orden autorizó la reforma y demolición parcial de algunos portales del recinto amurallado, con el fin de dar mayor amplitud a los accesos a la ciudad, que resultaban angostos para los nuevos carruajes y vehículos automóviles. Ese mismo año se reformó el de la Taconera, desmontando la antigua fachada barroca con sus inscripciones, y el año siguiente el de San Nicolás, trasladado más tarde a los jardines de la Taconera, y el Portal Nuevo, que fue reducido a una antiestética pasarela de hierro y no se reedificaría en su forma actual hasta 1950. En 1914 se ensanchó el de la Rochapea, junto al corralillo de los toros, quedando en la forma en que podemos contemplarlo. La antigua lápida y el escudo que lo decoraban se ven hoy en una de las dos torres del Portal Nuevo. La ansiada autorización para el derribo de las murallas se logró al fin el 7 de enero de 1915, siendo alcalde de la ciudad don Alfonso de Gaztelu. La primera piedra se derribó, en medio del júbilo popular, el 25 de julio de aquel año, y después de algunas interrupciones y retrasos en las obras, en 1921 el derribo estaba ya finalizado. Las fortificaciones que entonces desaparecieron para posibilitar el inicio del Segundo Ensanche iban desde la Ciudadela hasta el baluarte de Labrit, aproximadamente por el solar de las actuales calles de García Ximénez, avenida de Roncesvalles y calle Juan de Labrit, en cuyo espacio se levantaban los baluartes de San Nicolás y de la Reina, y los portales
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de San Nicolás y Tejería. Esta demolición pudo haberse evitado, ya que el Segundo Ensanche se podía haber trazado salvando las murallas y rodeándolas de un cinturón de zonas verdes. Algo similar a lo que más tarde se haría con la Ciudadela, tras su cesión al Ayuntamiento, que con la Vuelta del Castillo constituye hoy uno de los parques más concurridos de la ciudad, y en cuyos baluartes y murallas se han llevado a cabo y se siguen ejecutando costosas y acertadas obras de restauración. La parte de recinto amurallado que quedó en pie después de 1921, fue declarada Monumento Nacional, por orden de 25 de septiembre de 1939. Comprende el fuerte de San Bartolomé, baluarte de Labrit, ronda de Barbazán, baluartes del Redín, frentes de Rochapea y Descalzos, mirador y baluarte de la Taconera y fuerte de San Roque. La ciudadela fue cedida en 1964 por el Ejército al Ayuntamiento de la ciudad, que tomó posesión de ella el 23 de julio de 1966. Por Decreto de 8 de febrero de 1973, está declarada Monumento Nacional. El presente y el futuro. Proyectos realizados y en ejecución. En nuestros días, la ciudad y su Ayuntamiento han tomado conciencia de que el recinto amurallado constituye una pieza esencial y singular de su patrimonio histórico, que debe ser conservado y puesto en valor como una faceta hasta ahora casi inédita de su variada oferta al visitante, tanto nacional como extranjero. Las murallas de Pamplona constituyen uno de los conjuntos defensivos más interesantes de España en lo que se refiere a la fortificación abaluartada. En los últimos años se han llevado a cabo importantes y costosas obras de restauración en la zona del Redín y del portal de Francia y actualmente se sigue trabajando en la recuperación de las defensas exteriores –revellines y contraguardias- de la Ciudadela. Simultáneamente, se trabaja en la rehabilitación del fortín de San Bartolomé, de mediados del siglo XVIII, que en breve plazo pasará a alojar en su interior el centro de interpretación de las murallas. Una pasarela de diseño moderno lo conectará con el cercano baluarte de Labrit, punto inicial del recorrido perimetral del recinto, que se podrá recorrer en la totalidad de su parte conservada, terminando el itinerario en la Ciudadela.
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II. Un paseo por la totalidad del recinto Posiblemente, la mayor singularidad que ofrece al turista el patrimonio histórico de Pamplona sea precisamente el interesante conjunto de su antiguo recinto amurallado, construido entre los siglos XVI y XVIII, y declarado Monumento Nacional en 1937. Después del derribo parcial llevado a cabo entre los años 1918 y 1921 para hacer posible el trazado del Segundo Ensanche, el conjunto ha perdido su integridad, pero a pesar de ello se puede decir que la parte conservada, incluida la Ciudadela, supone unas tres cuartas partes de lo que fue, que merece la pena visitar y conocer. Por eso, en esta conferencia vamos a tratar de hacer un recorrido por los distintos muros y baluartes, ofreciendo a la vez algunas noticias esenciales de la época en que se construyeron. Baluarte de Labrit y frente de la Magdalena El punto más aconsejable para iniciar el recorrido es la Plaza de Santa María la Real, junto al Palacio Arzobispal, desde la que se accede a la Ronda de Barbazán y a la plataforma superior del baluarte de Labrit. Las antiguas memorias militares de la plaza fuerte llamaban frente de la Magdalena al tramo de muralla comprendido entre este baluarte de Labrit y el del Redín. El primero de ellos, erigido en tiempo de Carlos V, hacia el año 1540, se llamó al principio
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Cubo del Molino de Caparroso o Bastión de Caparroso; más tarde, baluarte de la Merced, por el convento que existió donde hoy está la plaza de Santa María la Real, y a partir de 1669, se le denominó ya generalmente baluarte de Labrit. De uno de sus flancos partía el desaparecido frente de la Tejería, que se derribó en 1918-20 para la construcción del Ensanche, y cuyo arranque, rebajado en su altura, se conserva detrás del frontón Labrit y junto al otro frontón conocido popularmente como “Jito-Alai”. Al pie del baluarte, subsiste parte de la plataforma que lo rodeaba, una de cuyas caras desapareció hacia 1960, a raíz de las obras de mejora y ensanchamiento de la carretera de la Chantrea. Enfrente, en los jardines del parque de la Media Luna, se puede ver el fuerte de San Bartolomé, de mediados del siglo XVIII. A finales de este año 2010 se instalará una pasarela peatonal que comunicará dicho fuerte con el baluarte de Labrit por encima de la carretera de la Chantrea. Entre el baluarte de Labrit y el del Redín la muralla carece de cañoneras, y el antiguo camino de ronda fue abierto al público como paseo hacia 1960, siendo alcalde Miguel Javier Urmeneta, con el nombre de Ronda del Obispo Barbazán.
Baluarte o bastión de Labrit (maqueta de L. Sarasola)
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A él se asoman la hermosa capilla gótica llamada Barbazana y otras dependencias de la Catedral. Se conservan en este paseo un par de garitas, del tipo característico de mediados del siglo XVIII y algunos vestigios del primitivo recinto medieval. Este frente de muralla nunca tuvo foso, debido a su considerable altura, al escarpe del terreno y a la proximidad del río, que aquí y en el frente de la Rochapea hacía de foso natural. Baluarte del Redín y frente de Francia El baluarte del Redín, construido también -como el de Labrit- en torno al año 1540, ocupa el emplazamiento de la torre medieval de la Tesorería. Al principio se le llamó Cubo de la Tesorería, Torreón de la Moneda y Baluarte de la Magdalena. En el siglo XVII aparece como baluarte de la Iglesia Mayor o de los Canónigos. Desde el siglo XVIII se le conoce con el nombre de El Redín, aunque alguna vez se le llamó también baluarte del Carmen, por el convento de carmelitas calzados que existió al inicio de la calle del mismo nombre. Es, junto con el de Labrit, lo más antiguo del recinto. A mediados del siglo XVIII, para perfeccionar su capacidad defensiva, se le añadió el baluarte bajo de
Baluarte del Redín y baluarte bajo de Guadalupe (maqueta de L. Sarasola)
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Frente de Francia, con los baluartes bajos de Guadalupe y del Pilar (maqueta de L. Sarasola)
Nuestra Señora de Guadalupe, siguiendo ya los nuevos sistemas del célebre ingeniero Vaubán. El conjunto de ambos baluartes, el del XVI y el del XVIII, ofrece una muestra de un claro valor didáctico de la evolución que se operó en la fortificación abaluartada, desde los primeros modelos del Renacimiento
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hasta la época de la Ilustración, por los constantes avances técnicos de la ingeniería militar. El frente de Francia comprende desde el baluarte del Redín hasta el baluartillo del Abrevador. Rodeando a este último se construyó a mediados del siglo XVIII el baluarte bajo de Nuestra Señora del Pilar, muy similar en su aspecto y características al ya mencionado de Nuestra Señora de Guadalupe, con el que casi viene a conformar una tenaza u hornabeque, uno de los tipos de fortificación más utilizados por los ingenieros militares del siglo XVIII. Entre ambos baluartes se halla situado el revellín llamado de los Reyes, que corresponde a su misma época y tipología.
Frente de Francia, baluartes bajos y revellín de los Reyes, s. XVIII (maqueta de L. Sarasola)
Portal de Francia o de Zumalacárregui La antigua Puerta de Francia, llamada anteriormente del Abrevador, tal como ahora la vemos fue construida por el virrey duque de Alburquerque en 1553. Se abre al final de la calle del Carmen, en el ángulo que forma la muralla con
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el baluartillo del Abrevador. Conserva una magnífica labra heráldica renacentista, con el escudo imperial de Carlos V con el águila bicéfala y una breve inscripción que recuerda el nombre de su constructor. También son visibles aún, en las dos jambas de la puerta, las guías por las que subía y bajaba el rastrillo de hierro que la cerraba originariamente todas las noches. El portal exterior, que todavía conserva el puente levadizo con su mecanismo de ruedas y contrapesos, sistema Derché, se halla situado en el flanco del baluarte bajo del Pilar, que data de 1754. Siguiendo por el camino, en el revellín de los Reyes, se abre la tercera puerta y en la salida del camino cubierto al glacis una cuarta, la más exterior, que daba salida hacia el puente de San Pedro, y también, rodeando los glacis, al de la Magdalena. Este portal es el único que ha subsistido en su integridad -incluyendo sus obras y defensas exteriores- de los seis que se abrían en el recinto amurallado de la Plaza. Frente de la Rochapea y Palacio del Virrey o de Capitanía El largo frente de la Rochapea va desde el citado baluartillo del Abrevador y del Portal de Francia, hasta el baluarte del Mirador o de Gonzaga, en los Jardines de la Taconera, junto al Portal Nuevo. En todo este frente, la muralla -reducida a un simple muro de contención del terreno- no presenta detalle digno de reseñar, a excepción de la plataforma o semibaluarte de Parma o de la Rochapea, inmediato al palacio de Capitanía o de los Virreyes, antiguo alcázar de los reyes de Navarra hasta la conquista del Reino por Fernando el Católico en 1512. Al pie del Palacio, que rehabilitado por Rafael Moneo, desde 2003 sirve de sede al Archivo Real y General de Navarra, mirando hacia lo que un día fueron sus jardines y huerta y al antiguo convento de Dominicos, hoy sede del Departamento de Educación, se conserva un muro con recios contrafuertes. Este muro, aunque modificado en el siglo XVI, pudiera ser un resto de la primitiva barbacana o recinto exterior del palacio medieval de los reyes de Navarra. Desde hace un año, una vez acondicionado el tramo correspondiente a la trasera del actual Archivo, se puede ya realizar el recorrido perimetral de todo el recinto amurallado siguiendo el trazado de los antiguos caminos o paseos
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de ronda. Hay que decir que todo el sector de muralla comprendido entre el baluarte del Labrit y el Portal de Rochapea, que hemos descrito hasta aquí, es el que se halla conservado en su total integridad, y el que ofrece por tanto un mayor interés desde el punto de vista histórico. En ningún caso se debería permitir llevar a cabo en él ningún tipo de intervención que no sea el de una respetuosa y documentada restauración, como la que recientemente ha realizado en la zona del Redín la Institución “Príncipe de Viana”. Es necesario insistir en esto con rotundidad, porque en alguna ocasión hemos podido ver determinadas propuestas de actuación ciertamente espeluznantes.
Frente de la Rochapea y Palacio del virrey o capitania (maqueta de L. Sarasola)
Portal de la Rochapea y Ronda de los Descalzos Entre el baluarte de la Rochapea, de Parma o del Palacio, y el cantón en el que se levanta el antiguo hospital, actual Museo de Navarra, se abre un hueco en la muralla, que nos señala el emplazamiento donde estuvo el Portal de Rochapea, construido en 1553 por el Virrey Duque de Alburquerque. Su frontis era exactamente igual que el de Francia, y como éste contaba también con otra puerta exterior con su puente levadizo, pero sin elemento ornamental alguno.
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Fue demolido el año 1914, y el escudo imperial de Carlos V que lo decoraba se puede ver hoy en una de las torres gemelas que flanquean el monumental arco del Portal Nuevo, reconstruido en 1950 con un peculiar criterio historicista por el arquitecto Víctor Eúsa, como luego diremos.
Palacio del virrey, baluarte de Parma y portal de Rochapea (maqueta de L. Sarasola)
Todo el tramo de muralla comprendido entre el Portal de Rochapea y el Portal Nuevo se reduce, como ya se ha apuntado, a un simple muro de contención, a cuyo pie existe un talud de tierra con abundante arbolado, que obviamente nunca hubo mientras las murallas cumplieron su función militar. Hace años, el Ayuntamiento llevó a cabo en esta zona obras de consolidación de cierta importancia, ante el serio peligro de ruina que afectaba al propio fundamento de la muralla. El antiguo camino de ronda -la llamada ronda de los Descalzosse abrió como paseo público hace ya más de treinta años, excepto en el tramo correspondiente a la trasera del Museo, que se habilitó en época más reciente, permitiendo el recorrido del paseo en toda su longitud. Esta zona de la ronda de los Descalzos ofrece menor interés, desde el punto de vista de la fortificación, que las que hemos citado anteriormente. Sin embargo, hay que
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decir que tal vez pudiera ocultar en su terraplén o relleno restos arqueológicos de la desaparecida muralla medieval del antiguo Burgo de San Cernin. No hace mucho el Ayuntamiento instaló en su mitad un moderno ascensor-funicular que facilita notablemente la comunicación entre el casco antiguo y la Rochapea.
Baluarte de Parma, portal de Rochapea y acceso a la ronda de Descalzos (maqueta de L. Sarasola)
Portal Nuevo y Mirador de la Taconera El Portal Nuevo, en su actual estructura, fue proyectado y construido por Víctor Eusa en 1950. Es una obra monumental y de cierta belleza, pero que no guarda relación con el estilo del resto de las murallas. El portal antiguo debió de ser construido hacia 1675, siendo Virrey el Conde de Fuensalida. Reconstruido tras el bombardeo de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, era el menos artístico de los seis con que contaba la ciudad y su aspecto se asemejaba al de una poterna. En 1906 fue demolido -aunque entonces al derribo se le llamó reformapara dar mayor amplitud a la entrada de la carretera de Guipúzcoa. En lugar del arco de piedra se instaló una fea pasarela de hierro, meramente funcional, para facilitar la ronda de los centinelas, que se mantuvo en uso hasta 1949, fecha en que dieron comienzo las obras del portal que vemos hoy.
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La zona de los Jardines de la Taconera que hasta no hace mucho estuvo ocupada por el bar Vista Bella, y el vecino paseo del Mirador, es la que originariamente correspondía al baluarte de Gonzaga, también llamado en algún momento de Santa Engracia, con su foso, casamatas y contraguardia. Era un baluarte con una estructura bastante compleja y un tanto extraña, producto sin duda de sucesivas obras y reformas parciales, y que, según se ve en las fotografías que han quedado de él, tenía un cierto aire de fortificación inacabada. Hacia 1925 fue modificado radicalmente, cegándole el foso, demoliendo parcialmente sus muros y recreciéndolos en algunas zonas. Todo ello para facilitar la comunicación de los jardines con la zona de Larraina, y para dar mayor amplitud al paseo de la barandilla del Mirador. Junto a la pequeña galería de arcos góticos donde estuvo el efímero monumento al rey Teobaldo I, erigido en 1934, es todavía visible la esquina que formaba la muralla, actualmente enterrada, que iba a juntarse perpendicularmente con el antiguo mirador. Si algún día un Ayuntamiento valiente tomara la iniciativa de la reconstrucción del baluarte, no tendría más que desenterrarlo e integrararlo como un elemento más en el bello conjunto de los Jardines. Parque y muralla
Baluarte de Gonzaga con su contraguardia y media luna de San Roque (maqueta de L. Sarasola)
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Baluarte de Gonzaga con su contraguardia y media luna de San Roque (maqueta de L. Sarasola)
no son conceptos contrapuestos. Basta darse un paseo por la Vuelta del Castillo y por la propia Taconera para comprobarlo. Entre el baluarte de Gonzaga y el enlace con la Ciudadela, la muralla formaba el llamado frente de la Taconera, que algunas memorias militares subdividen en dos frentes distintos, el de Gonzaga y el de la Taconera, separados por el baluarte de este nombre, del que luego hablaremos. En este primer tramo existen desde 1950 unas plataformas escalonadas modernas, resto de un proyecto absurdo que hubo por entonces de llenar los fosos de agua y construir un embarcadero, y que hoy en buena lógica deberían derribarse, dejando el lienzo de muralla en su estado original. Baluarte de la Taconera y media luna de San Roque El baluarte de la Taconera presenta una planta similar a la que tenía el ya desaparecido de La Reina, aunque de dimensiones más reducidas, y parece que su revestimiento de piedra se terminó en 1665. Hacia el año 1940 perdió su antiguo coronamiento de cañoneras, y en su lugar se le dotó de un
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Baluartes de Gonzaga y Taconera y media luna de San Roque (maqueta de L. Sarasola)
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antepecho de piedra, más acorde con la función de paseo que adquirió a partir de entonces el antiguo camino de ronda. La acertada labor de cantería, así como la tonalidad de la piedra empleada hacen que esta adición no resulte discordante del aspecto del conjunto. Entre los baluartes de Gonzaga y de la Taconera existe todavía enmedio del amplio foso, la media luna de Gonzaga, también llamada de San Roque, En realidad, este nombre corresponde a un fuerte construido hacia 1730, cuya existencia fue bastante efímera, y cuyo emplazamiento vendría a coincidir hoy con la piscina militar, parte de la de Larraina, y la carretera de circunvalación. En uno de sus muros luce el escudo del virrey Pignatelli, lo que nos indica que fue construida entre los años 1699 y 1701. Esta fortificación, que se hallaba muy deteriorada a causa de la proliferación incontrolada de arbustos y vegetación, acaba de ser acertadamente restaurada. Portal de la Taconera El Portal de la Taconera, que daba entrada a la ciudad al camino real de Estella por las actuales calles Navas de Tolosa y del Bosquecillo, fue construido por el Virrey Duque de San Germán el año 1666. Su fachada barroca era muy similar a la del Portal de San Nicolás, edificado por el mismo virrey, y que desde 1929 puede verse reconstruida en la calle del Bosquecillo. El Portal de la Taconera fue desmontado en 1905 para facilitar el paso de vehículos, y en 1954 se enterró la luneta que lo defendía para dar mayor amplitud a la entrada a la ciudad por la actual avenida de Pío XII. El pasado año 2002, a iniciativa de la actual alcaldesa Yolanda Barcina, en la que tuve una modesta intervención, el frontis del portal fue fielmente reconstruido a escasos metros de su primitivo emplazamiento. En un almacén del Ayuntamiento yacían olvidados distintos escudos y otros elementos ornamentales, que junto con la lápida que desde 1960 se podía ver en el Parque de Antoniutti, hicieron posible que la reconstrucción fuese plenamente fidedigna, con lo que se recuperó otro de los portales desaparecidos, y que además, junto con el de San Nicolás, era el más artístico de los seis que había. Hay que advertir que el amplio puente que comunica el Bosquecillo y la calle Navas de Tolosa con el parque de Antoniutti y el inicio de la avenida de Pío XII,
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conserva embutidos en su relleno los basamentos de piedra del puente del antiguo portal. Asimismo se halla también enterrada bajo el inicio del parque de Antoniutti y la contigua pista de patinaje la luneta o revellín del siglo XVII que lo defendía.
Baluarte y portal de la Taconera con su revellín o media luna (maqueta de L. Sarasola)
Comunicación de la muralla de la Taconera con la Ciudadela La comunicación de la muralla contigua al Portal de la Taconera con la Ciudadela se rompió hacia 1970 para posibilitar el trazado de la actual avenida del Ejército. Sin embargo, hay que decir que el pequeño tramo que aún subsiste pegado al baluarte de la Victoria no es original, sino que se construyó hacia 1890, para cerrar el recinto, de forma un tanto forzada, tras el derribo parcial del citado baluarte de la Victoria y del de San Antón para la construcción de los antiguos cuarteles del Primer Ensanche, ya desaparecidos. La piedra para el cierre se habría tomado sin duda del propio material sobrante de la demolición de los citados baluartes.
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Ciudadela La Ciudadela, proyectada por Giacomo Palearo, llamado El Fratín, siguiendo el modelo de la de Amberes, fue construida entre los años 1571 y 1605. Aunque en líneas generales se puede considerar que se halla bien conservada, hay que decir que desde 1887 tiene mutilados dos de sus baluartes, los de San Antón y de la Victoria, que caso de existir en la actualidad, ocuparían buena parte de la avenida del Ejército e incluso de los bloques de viviendas militares. Encima de la puerta principal, que se abre a dicha avenida, se puede ver una lápida con la siguiente inscripción: Año 1571/SIENDO BISORREY Y CAPITAN/GENERAL EN NAVARRA/Y LA PROVINCIA BESPASIANO/GONZAGA COLONA, DV/QVE, MARQVES Y CONDE En el interior, acondicionado como parque, se han conservado antiguas construcciones como el horno del siglo XVI, el antiguo almacén –llamado de mixtos- con su bodega abovedada, de finales del siglo XVII, el polvorín de 1694, obra de Hércules Torelli, y la sala de armas o arsenal de Artillería, de mediados del XVIII, en los cuáles tienen lugar exposiciones y otros actos culturales. Las defensas exteriores, es decir las medias lunas y las contraguardias que miran hacia la Vuelta del Castillo, fueron construidas en 1685 por el virrey don
Así era el frente de la Ciudadela que daba hacia la ciudad. Baluartes de la Victoria y de San Antón, puerta principal con su puente y luneta de Santa Teresa (maqueta de L. Sarasola)
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Enrique de Benavides y presentan en algunos puntos señales alarmantes de deterioro, así como arbustos, raíces y matorrales que han ido creciendo entre las juntas de las hiladas de piedra, que poco a poco, haciendo de palanca, van desencajando los sillares, provocando su caída, con el consiguiente riesgo para el resto del muro. En este momento acaba de finalizar la restauración de una de las contraguardias con su revellín y se va a acometer la intervención en la otra, la de la Puerta del Socorro, incluyendo también su revellín. Cuando el pasado año 2000 se realizaron los trabajos de excavación previos a la construcción del Auditorio y Palacio de Congresos, aparecieron, enterrados bajo el pavimento de la calle General Chinchilla, y en el solar que hoy ocupa el auditorio, casi toda la luneta de Santa Teresa, que hasta 1887 defendía la puerta principal de la Ciudadela, con su foso y contraescarpa, y una parte del
Imagen aérea de la Ciudadela antes de la construcción de la estación de autobuses
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Portal de San Nicolás con su revellín o media luna (maqueta de L. Sarasola)
El desaparecido baluarte de la Reina, el más grande de todo el recinto (maqueta de L. Sarasola)
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Superposición, sobre la actual trama urbana del Segundo Ensanche, de los frentes de San Nicolás y de Tejería, derribados entre los años 1918 y 1921 (J. J. M.)
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baluarte de San Antón, que quedó integrada en una de las salas de la nueva dotación cultural. Posteriormente, en septiembre de 2005, con ocasión de las obras de nueva estación de autobuses, salió a la luz otra de las lunetas de la Ciudadela, la de Santa Lucía, situada entre los baluartes de San Antón y El Real de San Felipe, en la zona que hasta entonces servía de aparcamiento, y en la que se instalaban las barracas por San Fermín. A una con las obras de la nueva estación, se llevó a cabo la restauración de dicha luneta, incluyendo la recuperación de su explanada o glacis, que han quedado integrados en el conjunto de la Ciudadela y del parque de la Vuelta del Castillo, el más frecuentado de la ciudad. Como ya se ha dicho en la primera parte de esta conferencia, las murallas que antiguamente completaban el recinto defensivo desde la Ciudadela hasta el baluarte de Labrit, en las que se localizaban el baluarte de la Reina y los portales de San Nicolás y de la Tejería, fueron derribadas en los años 1918 a 1921, y parte de sus cimientos yacen enterrados debajo de distintas calles del Segundo Ensanche. El frontis del portal de San Nicolás, como ya se ha dicho, fue reconstruido en 1929 como entrada al salón o paseo central de los Jardines de la Taconera.
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Estrategias defensivas de Pamplona a partir del Renacimiento Víctor Echarri Iribarren DR. ARQUITECTO. PROFESOR DE LA E.T.S. DE ARQUITECTURA DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE. Autor del libro “Las murallas y ciudadela de Pamplona”
El desarrollo del poder destructivo de la artillería El uso de la pólvora en el ataque y defensa de plazas supuso un giro copernicano en el diseño y construcción de plazas fuertes y fortalezas. Ya en el silgo XIV se tiene constancia de la utilización de armas de fuego en los sitios, aunque sus limitaciones técnicas hacían que su acción ofensiva fuera más de carácter psicológico. El desarrollo técnico de los cañones fue lento y progresivo. Al comienzo se hacían con caña y recámara, dos piezas que debía ensamblarse y desensamblarse cada vez que se efectuaba un disparo, una operación ardua y compleja que se traducía en una muy baja cadencia de tiro, en una disminución del alcance y la precisión, y en una menor vida útil del cañón. En el siglo XV comenzaron ya a hacerse cañones de una sola pieza. Primero de hierro forjado y posteriormente de hierro colado. Un hecho que marcaría un antes y un después en el empleo de estos artificios tan sorprendentes fue el empleo de un singular cañón en el sitio de Constantinopla en 1453. El verano anterior el líder turco Mahomet contó con los servicios del ingeniero húngaro Orbón, quien fabricó una enorme pieza de artillería de cuarenta palmos, es decir, veintiséis pies y ocho pulgadas. El grosor del bronce era de un palmo, y su circunferencia de cuatro palmos por la parte más ancha del cañón, por
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donde se encajaba la pólvora, y doce palmos por la mitad de la parte delantera, por donde se introducían las balas. Estas pesaban doce quintales. Se necesitaron cien hombres para su transporte y manipulación, que requirió una carreta tirada por quince pares de bueyes. Vale la pena recoger la descripción de las pruebas que se hicieron: «Lo arrastraron con cierta dificultad hasta las cercanías del palacio de Mahomet, donde se probaron diversas clases de pólvora. Se advirtió a los ciudadanos de Andrinópolis que escucharían un ruido infernal, pero que no debían tener pánico. En realidad, en cuanto se encendió la mecha y se disparó la primera bala, el estampido fue oído en cien estadios a la redonda; la bala fue lanzada por el aire hasta una milla, y luego abrió un boquete en el suelo de seis pies de profundidad. Mahomet estaba contento. Envió a doscientos hombres a nivelar el camino que conducía a Constantinopla y a reforzar los puentes, y en marzo emprendió la marcha el cañón tirado por sesenta bueyes, con doscientos hombres que caminaban a su lado para mantener en posición el afuste. Mientras tanto, las fundiciones bajo la dirección de Orbón fabricaron otro cañón sin ser tan grande ni tan famoso como el primer monstruo».
Alzado y sección de una boca de fuego. Cristóbal Lechuga. Tratado de la Artilllería y de Fortificación. Milán, 1611, p. 141
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Posteriormente, las campañas del rey francés Carlos VIII en Italia, a las puertas del siglo XVI, demostraron que con piezas de bronce de menor escala y el uso de proyectiles de hierro por vez primera, las antiguas murallas medievales estaban llamadas a ser sustituidas por otras que garantizaran una mejor defensa frente a tan destructiva arma. Durante el siglo XVI surgieron numerosos diseños de piezas, que con mayor o menor fortuna se iban incorporando en las tareas de ataque y defensa. Culebrinas, falconetes, sacres, medias culebrinas, y un sinfín de tipos hacía difícil una normalización. Numerosos tratadistas
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hacían referencias a estos problemas y exponían además la escasa precisión de estas armas a la hora de abrir brecha o poder desencabalgar las piezas de artillería del defensor o del atacante. Otros problemas añadidos, como la necesidad de enfriar las piezas de artillería durante un tiempo excesivo, o las dificultades en el proceso de carga, hacían que la cadencia de tiro fuera todavía muy baja. Puede decirse que durante este siglo el arcabuz y el mosquete, con un alcance eficaz de unos cien metros, eran mucho más efectivos en la guerra de sitios. Durante el siglo XVII la situación mejoró sensiblemente. Se inventó el fusil y se comenzaron a establecer sistemas de carga más ágiles mediante el empleo de cartuchos. Ya no se necesitaba la cuchara para la carga de la pólvora. Se inventaron las bombas y las granadas, así como la introducción de metralla y explosivo con el que causar un daño mayor. Los morteros llegaron a alcanzar distancias de hasta 3.000 metros, siendo imprescindible contar en las fortalezas con bóvedas a prueba de bomba. También la artillería de campaña experimentó una sustancial transformación cuando Gustavo Adolfo de Suecia
Grabado de una serie de piezas de artillería de distintas longitudes y modelos. Tomás Morla. Tratado de Artillería para el uso de la Academia de Caballeros Cadetes. Artículo II, lámina 20
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empleó piezas de apenas 300 kg de peso. Hacia 1669 se empezó a utilizar la bayoneta, arma implantada por Vauban en todas sus acciones bélicas. Pero la invención más significativa no se debió tanto a una mejora técnica de los cañones o de los materiales que se emplearon para su fabricación, sino a un inteligente uso de estas armas consistente en modificar la trayectoria de las balas: el tiro de rebote. Su inventor fue Vauban. Utilizando una menor carga de pólvora en el tiro, y modificando adecuadamente la inclinación, se conseguía que la bala barriera en sucesivos rebotes todo el camino cubierto en que el defensor se hallaba posicionado a resguardo. Esta técnica revolucionó la guerra de sitios y conllevó la invención de un elemento –también a cargo de Vauban que protegía en parte a los defensores apostados con su fusil en el camino cubierto. Se trata de traveses prismáticos de tierra armada revestidos de piedra que se disponían en la conexión del camino cubierto con las plazas de armas de éste. Durante el siglo XVIII no es preciso destacar avances significativos, pues el poder destructor de los cañones y morteros no experimentó apenas evolución. Nacimiento y desarrollo de la fortificación abaluartada Esta fue a grandes rasgos la evolución que sufrieron la artillería y el resto de armas de fuego entre los siglos XVI y XVIII. ¿Cómo influyó todo este desarrollo técnico en las obras de arquitectura militar? Desde el principio se le denominó el “arte de fortificar plazas”, es decir, una conjunción de aspectos técnicos y científicos perfectamente integrados con el fin de producir una arquitectura con función principalmente defensiva. En el lento proceso de adaptación de las murallas medievales al poder destructor de los cañones intervinieron los más destacados humanistas del Renacimiento: Alberti, Leonardo, Durero, Miguel Angel, Antonio de Sangallo el Joven, etc. Las murallas debían por una parte ser capaces de evitar y/o soportar los impactos de las balas del cañón al máximo, sin que las tierras se desmoronasen y se pudiera hacer una brecha practicable. Por otra parte debían ser capaces de alojar artillería en las mejores condiciones de protección de los artilleros y con un adecuado barrido de las posiciones del sitiador. Muchos de los castillos de la época fueron transformados poco a poco, y otros fueron construidos de nueva planta, como los de Grajal de Campo, Salces o el Castillo de Santiago de Pamplona. En muchas plazas se introdujeron bastiones en algunos lugares significativos para la defensa, con
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los ángulos y esquinas del recinto, y muchas torres medievales fueron desmochadas. La principal transformación fue la de reducir la altura de los lienzos de muralla, terraplenarlos y reforzarlos con muros de mampostería con contrafuertes y encamisamientos de sillería.
Distintos ejemplos de baluartes recogidos por Adam Freitag en su tratado Architectura Militaris, Leyden, 1642. Destacan los baluartes con forma de corazón, cuyos primeros diseños comenzaron en la primera mitad del siglo XVI. En Pamplona se realizó uno de estas características delante de la puerta de San Lorenzo
Se hicieron torreones cilíndricos anchos y resistentes, de manera que pudieran hacerse troneras para batir el glacis con piezas de artillería. Tanto los lienzos como los torreones resolvieron sus escarpas mediante ataluzamientos. También se excavaron fosos amplios batidos desde casamatas para dificultar al máximo que el atacante se aproximara a ascender por la brecha hacia el interior de la fortaleza. Delante de las puertas se dispusieron barbacanas y pequeños revellines para protegerlas. Así fueron muchas de las transformaciones o recintos de nueva planta que se hicieron durante el reinado de Carlos V.
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A partir del segundo tercio del siglo XVI la transformación fue más significativa al disponerse de manera generalizada bastiones angulares en vez de torreones circulares. Estos bastiones se hicieron todavía más bajos y protegidos desde el glacis. Impedían que hubiera ángulos muertos dentro del foso que permitieran al atacante estar a resguardo mientras minaba la escarpa. Incorporaban casamatas bien protegidas de las baterías exteriores del enemigo, con las que se batía el foso de manera violenta. Un buen ejemplo de esta innovación lo tenemos en la Fortaleza de Basso de Florencia, obra de Sangallo. Era Italia y sus ciudades-estado el laboratorio de experimentación y formación de los ingenieros militares, que exportaron sus invenciones a otros países europeos. Tal es el caso de España, que contó desde el inicio con el trabajo de estos especialistas. Su carácter de potencia económica, política y militar propició que se convirtiera pronto en el motor del desarrollo del arte de fortificar cuando Felipe II asumió el trono. El monarca estableció pronto la Academia de Matemáticas de Madrid, en la que contó con los mejores especialistas. Se tradujeron los mejores tratados de la época y se acometieron nuevos tratados más avanzados con los que se resumía todo el estado del arte de fortificar y se proponían importantes innovaciones. Felipe II contó inicialmente con el ingeniero militar Juan Bautista Antonelli y toda la saga familiar. Visitó numerosas plazas en la Península y elaboró importantes proyectos. Sin embargo, en la década de los años sesenta apostó por incorporar a uno de los más prestigiosos ingenieros, Jacobo Palear Fratín. Sería el encargado de supervisar numerosas plazas en España, y realizó proyectos tan significativos como la ciudadela de Pamplona. Otros ingenieros como Franceso Marchi, Francesco Paciotto, Tiburcio Spannocchi, o el Virrey Vespasiano Gonzaga, trabajaron en lo que podríamos calificar como la cumbre de la fortificación abaluartada en el siglo XVI. Con la ciudadela de Turín, y posteriormente la ciudadela de Amberes -«la más soberbia ciudadela que hubo en Europa», Felipe II impulsó la creación del paradigma de la perfección del arte de fortificar: la ciudadela pentagonal. Sólo cuatro años después decidiría construir una ciudadela pentagonal en Pamplona, siguiendo el modelo de Amberes.
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Ciudadela pentagonal en perspectiva. Gabriello Busca. Della expugnatione et difesa delle fortezze, libri due. Turín, 1585
La nueva arquitectura militar se basaba principalmente en la disposición de frentes bastionados adaptados a la geometría y topografía de las ciudades. Dos bastiones y la cortina que los unía, proporcionados de forma que se pudiera batir el foso con la artillería desde las casamatas, y con el tiro de fusil, eran los elementos principales. Se trataba de diseñar la geometría en planta y en sección que conllevara casamatas de anchura suficiente para dos, tres o cuatro cañones, protegidas por el orejón, que batieran toda la superficie del foso sin ángulos muertos. Las caras de los bastiones debían ser de suficiente longitud para alojar en su coronación baterías con las que dificultar las aproximaciones del sitiador, pero al mismo tiempo no en exceso, pues facilitaría al atacante la operación de atravesar el foso. Efectivamente, cuando el sitiador acometía la parte más dificultosa del asedio, atravesar el foso para hacer la brecha practicable y acceder al interior de la fortaleza, si lo hacía hacia la cara del bastión, sólo recibiría le fuego de los cañones desde una de las casamatas. Convenía en definitiva una adecuada proporción de todos los planos, escarpas, contraescarpas, casamatas, incluidos los ángulos de las puntas de los bastiones. Un ángulo excesivamente agudo sería fácilmente dañado por el
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fuego artillero, mientras que un ángulo excesivamente obtuso sería más resistente, pero podría generar un recinto excesivamente amplio, con el inconveniente del coste de la obra y del elevado número de integrantes de la guarnición para su defensa. Por eso a mayoría de los tratadistas –Cristóbal de Rojas, Francesco di Marchi, Daniel Specklin, etc.- entendía que la ciudadela perfecta era la pentagonal. En cuanto a la dimensión del lado del pentágono, dependía de factores como el presupuesto para su construcción, la guarnición prevista para su defensa, y principalmente del alcance eficaz del tiro de arcabuz y mosquete, que a finales de sigo XVI podía cifrarse en unos 150 metros. Así, la ciudadela de Pamplona se hizo de dimensión algo menor que la de Amberes, la de Jaca se hizo todavía menor.
Distintas obras de fortificación que se realizaban en las últimas décadas del siglo XVII: tenazas, hornabeques, bonetes, coronas, colas de golondrina, etc. Nicolás de Fer. Les Forces de L’Europe, ou description des Principales Villes. París, 1693
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Ciudadela pentagonal con golas circulares en los baluartes. Francesco de Marchi. Della architettura militare, del capitano Francesco de Marchi bolognese, ... Comino Presegni. Brescia, 1599
La continua evolución que experimentó la artillería y la técnica de minar fortalezas obligó a desarrollar sistemas de fortificación más complejos y con técnicas más sofisticadas. Durante el siglo XVII se dispusieron en muchas plazas y fortalezas revellines o medialunas delante de las cortinas, que permitían adelantar casi 100 metros el tiro de arcabuz en la defensa; hornabeques en lugares estratégicos para la defensa, delante de cortinas o baluartes; contraguardias introducidas por Van Coehorn delante de revellines y baluartes; se perfeccionaron sistemas de esclusas –principalmente en Holanda- según los cuales se podía hacer el foso húmedo o seco según se necesitara en cada momento; se escalonaron las distintas piezas de fortificación en altura decreciente según el plano de pendiente del glacis, de manera que el atacante debía disparar hacia arriba, y el defensor encontraba con facilidad el tiro de rasante; falsabragas, caponeras y tenazas de ángulo entrante delante de las cortinas, muy utilizadas estas últimas por Vauban, que posteriormente se harían con flancos a modo de hornabeque; se perfeccionaron los baluartes –el lugar escogido habitualmente para abrir brecha y atravesar el foso- con diversas técnicas como hacerlos vacíos, hacerles cortaduras en forma de hornabeque en su plano superior para prever una
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última resistencia a asalto de la atacante; o se colocaron caballeros, esto es, una construcción más elevada de caras paralelas a las del bastión para disponer piezas de artillería que descubrieran mejor las posiciones del sitiador; también el camino cubierto se perfeccionó con plazas de armas y traversas con las que contrarrestar el efecto del tiro de rebote. Con el fin de poder desentramar el ataque proveniente de minas subterráneas, técnica inventada a comienzos del siglo XVI por Pedro Navarro y ampliamente perfeccionadas en los siglos posteriores, se realizaban contraminas que partían de la contraescarpa para poder escuchar por dónde avanzaban las minas enemigas y salirles al paso para su destrucción. La cumbre del arte de fortificar: Sébastien le Prestre Vauban A finales de siglo nos encontramos con sistemas complejos que adelantaban la defensa y dificultaban en el tiempo los avances del ejército atacante. Sistemas de tratadistas como Van Coehorn, Simon Stevin, le Compte de Pagan o Vauban se aplicaron en algunas ciudades de importancia estratégica con éxito, aunque presentaban el inconveniente del coste y de necesitar una numerosa guarnición para su defensa. La figura más sobresaliente, por su experiencia y talento, fue Sebastien le Prestre de Vauban, que recibió el encargo de Luis XIV de supervisar todas las fortificaciones francesas existentes –unas 120-, además de proyectar y dirigir las obras de 30 plazas de nueva planta, y dirigir 38 sitios. Zastrow consideró «nunca probablemente existió un general más rico en experiencia de la guerra...». Vauban supuso el máximo esplendor del arte de fortificar. Recopiló todo el saber y supo aplicarlo con maestría en la defensa y ataque de plazas fuertes. Saverien concluiría en 1775 que «después de Vauban no ha hecho la arquitectura militar progresos particulares y se puede presumir que él le dio la última perfección de que es capaz porque la artillería ha llegado a ser tan formidable que no hay fortificación que resista sus estragos». Racionalizó y sistematizó todos los conocimientos sobre la materia y los aplicó con maestría. Sus intervenciones eran precedidas de un proyecto fruto de un cuidadoso análisis sobre el relieve y otras características como recursos, guarnición prevista, etc. Así surgieron diseños bien dispares, desde Neuf-Brisach hasta Mont Dauphin, pasando por pequeños fuertes como el de Bayona.
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Las caras de los bastiones que proyectó están entre 44 y 160 metros de longitud, con flancos de 16 a 54 metros. Esto habla por sí mismo de la variedad de soluciones que empleó. Los revellines que dispuso tuvieron hasta 120 metros de cara. Vauban confiaba el flanqueamiento al mosquete, con líneas de flanqueamiento entre 66 y 340 metros, y reservaba la artillería para el flanqueamiento de los fosos, tal y como planteara Errard de Bar le Duc. Los estudiosos de la obra de Vauban han querido resumir sus aportaciones en tres sistemas, un tanto discutible si tenemos en cuenta la gran variedad de soluciones que proyectó. Vauban no se sujetó nunca a reglas o trazados fijos. El primer sistema deriva de los planteamientos de Pagan. Flancos simples curvos en vez de triples, que podían alojar hasta cinco troneras, y tenazas con flancos delante de las cortinas. El principal defecto era que si un bastión quedaba fuera de combate, los dos adyacentes quedaban parcialmente indefensos. Aplicó este sistema en su famosa ciudadela de Lille, todo un prototipo, y en la ciudadela de Bayona. Tras analizar esos defectos y encontrar personalmente manera de atacar este sistema, procedió a establecer un segundo sistema, en el que creaba torres bastionadas de dos alturas, cuya parte inferior estaba rodeada de casamatas con las que batir el foso. El espacio superior estaba diseñado para proteger a los defensores del tiro de rebote o “tir à ricochet”. Lo aplicó en Besançon, Belfort y Landau. El tercer y último sistema perfecciona el segundo. La cortina es abaluartada, y la medialuna se hace más compleja haciendo dos piezas de modo similar a las torres bastionadas. Incorpora las propuestas de Coehorn con fosos de agua y estacadas. El ejemplo más característico es Neuf-Brisach en 1697. Si Vauban aportó mucho al arte de defender plazas, fueron todavía mayores sus aportaciones en su ataque. Sistematizó éste con el fin de racionalizarlo y tener un control sobre los recursos y el tiempo necesarios para hacerse con el control de las plazas fuertes, algo imprescindible para poder planificar las estrategias y logística de los conflictos bélicos. Tras la toma de Ath en 1697, estableció que cualquier plaza, siempre que se dispusiera de un conjunto de tropas diez veces mayores que las del defensor, podía ser tomada en un máximo de 48 días en condiciones ordinarias. Tomó por ejemplo Maastricht en
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13 días en 1673, de la que se dijo «Aucune place n’a été attaqué avec tant d’art et de vistese tout à la fois». Este era básicamente el sistema y sus doce fases:
Ataques d’une fortification avec des Tours bastionées. Sébastien Le Prestre de Vauban. Traité des Siéges et de l’Ataque des Places, par le Maréchal de Vauban. 1704. XXIXe Feuille
1. Dejar aislada la plaza con el exterior. 2. Instalar el campamento entre dos líneas de atrincheramiento alrededor de la plaza. La interior es la línea de contravalación, destinada a evitar las salidas de los defensores. La exterior es la línea de circunvalación, para impedir que llegue el socorro a la plaza. 3. Reconocimiento de las fortificaciones de la plaza para elegir el sector de ataque. Ya no atacaba como antes las cortinas, sino que elegía como zona de acción dos bastiones contiguos y la medialuna intermedia. 4.
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Partiendo de la contravalación, a unos 2.400 metros de la plaza, hacía avanzar dos trincheras en zig-zag para evitar el tiro de enfilada, siguiendo los ejes de los dos bastiones. El trabajo era realizado de día y de noche
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por grupos de cuatro hombres. Se estimaba en 160 metros de trinchera por día. Este método, aparentemente costoso, se presentó en realidad mucho más rápido y eficaz que el sistema anterior. Su eficacia aumentó considerablemente cuando el propio Vauban aplicó el tiro de rebote en el ataque. 5. Llegados a 600 metros de la plaza, límite del alcance del cañón, se realizaba una primera paralela o plaza de armas. De este modo, sin obstruir el avance de los ramales, se podía emplazar la artillería y reunir a cubierto tropas y material. 6. Los dos ramales seguían avanzando hasta 350 metros de la plaza. Se establecía entonces una segunda paralela alrededor de ésta. 7. Parten de la plaza tres ramales, dos sobre los ejes de los bastiones y un tercero sobre el eje de la medialuna. Se injertaban porciones de paralelas o medias plazas de armas para baterías. 8. Al llegar al pie del glacis se establecía una tercera paralela, cerrada en sus extremos por una batería situada frente a las dos medialunas laterales. 9. En contacto con el camino cubierto, se levantaban los "caballeros de trinchera", protegidos por un parapeto, que permitían rechazar a los defensores mediante el uso de granadas hacia las plazas de armas entrantes. Después se cavaba una última paralela sobre la cresta del glacis o de la contraescarpa del foso. 10. Se preparaba entonces el descenso al foso previo a la ejecución de la brecha. Vauban prefería hacer la brecha con cañones para reducir las pérdidas humanas y la duración del sitio. 11. El acceso a la brecha se hacía por una galería subterránea inclinada. Cuando el foso era húmedo, debía hundirse parte de la contraescarpa y elevarse con fajina para atravesar el foso.
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12. Vauban prefería el asalto a plena luz del día para evitar la confusión. Si la reacción del defensor evitaba el asalto, se pasaba el foso por una trinchera protegida, haciendo la brecha practicable y estableciendo un "nid-de-pie", obligando al enemigo a negociar.
Plan d’une defense de fossé par dessous le chemin couvert. Sébastien Le Prestre de Vauban. Traité des Siéges et de l’Ataque des Places, par le Maréchal de Vauban. 1704. XIe Feuille
Es preciso señalar, para no producir en el lector una idea equivocada, que cuando Vauban decía “en condiciones ordinarias” a la hora de tomar una plaza, en muchos casos no era posible aplicar sus sistema a rajatabla. Algunas fortalezas lo eran más por el enclave natural en que se asentaban que por sus construcciones, y en ocasiones hubiera supuesto un enorme coste de vidas aplicar el sistema ideado por Vauban. En esas ocasiones se recurría con frecuencia a bloquear la plaza a la espera de que capitulara por falta de agua o víveres, o en otras ocasiones se procedía a minar algún punto concreto de las murallas para poder efectuar posteriormente una brecha practicable. Tal es el caso por ejemplo del sitio que sufrió el Castillo de Alicante en 1708 a cargo de las tropas francesas y españolas para echar de él a los Aliados partidarios del Archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión. Ante la imposibilidad de proceder a la aproximación mediante trincheras y posterior asalto sin gran derramamiento de sangre, se procedió a minarlo. Se tardó prácticamente cuatro meses en excavar la mina en la roca, y tras la enorme explosión, era más complejo intentar el asalto que antes de ser minado. Tras un mes más de bloqueo, ante la falta de agua y víveres, y la
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imposibilidad de recibir un socorro por mar, los ingleses decidieron capitular y abandonar el castillo. Antes de adentrarnos en el verdadero fin de esta exposición –las estrategias defensivas adoptadas en Pamplona- es preciso decir que el último estadio en la evolución del arte de fortificar consistió, desde la época de Vauban, en disponer fuertes avanzados en algunos lugares estratégicos alrededor de la plaza, de manera que en primer lugar en sitiador debía trabajar para desalojar de ellos a los defensores, y posteriormente proceder al sitio del recinto amurallado. Esto hacía retrasar de manera importante el tiempo del sitio, y era más sencillo poder recibir un socorro o hacer desistir al sitiador de llevar a cabo su empresa. Era importante tener muy bien comunicados estos fuertes con el recinto, para poder evacuar a salvo a las tropas y no dejar piezas de artillería, pólvora y pertrechos de guerra en manos enemigas. Estrategias defensivas de las fortificaciones de Pamplona Se va a tratar de modo sintético de establecer que estrategias defensivas se introdujeron en Pamplona desde el Renacimiento hasta el siglo XIX. Se intentará encuadrarlas en las claves expuestas anteriormente, al tiempo que hacer una valoración de la calidad técnica de las propuestas y los inconvenientes que se encontraron los defensores. Se citarán sólo aquellas propuestas que resultaron más significativas, los autores de tales proyectos, y las influencias detectadas de escuelas de fortificación o maestros ingenieros. De esta forma se podrá también entender cómo evolucionaron las fortificaciones de Pamplona y el por qué de las sucesivas transformaciones. La primera transformación importante del antiguo trazado medieval de las fortificaciones se produjo tras la anexión de Navarra a Castilla. Tras el fin de la contienda entre los partidarios de los Reyes de Navarra y los partidarios de Castilla, continuaba la desconfianza hacia los naturales. El recelo de los monarcas castellanos se extendía incluso al bando que había tomado parte por Castilla, los beaumonteses, y se mantuvo durante todo el siglo XVI, como lo prueban algunos testimonios. La posición de Pamplona resultaba determinante para el control del Reino. Fernando el Católico deseaba contar en Pamplona con una fortificación moderna y un reducto todavía más fuerte
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que asegurara el dominio del territorio de una población dividida, que ofrecía pocas garantías de fidelidad a la Corona. La población, evidentemente humillada, se resistiría con diversos argumentos, y olvidando la existencia del castillo viejo de la Navarrería se dirigirá al rey suplicando no tomase esa determinación: «Por cuanto en la dicha Ciudad nunca hubo fortaleza, suplican a V. A. que en tiempo ninguno no haya de haber fortaleza edificada en la dicha ciudad»; añadirá además que «la principal fortaleza que S. A. precisa tener, son los corazones de los que en ella viven, por la afición que tienen al servicio de S. A.». Fernando el Católico contestó prudentemente, que se tendría en cuenta la demanda y se haría lo que cumpliese, aunque «los reyes no acostumbran quitarse libertad en tales cosas»; pero distaba mucho de fiarse de los corazones de los pamploneses, no sin razón, y decidió en todo caso la solución más segura. En 1513 Fernando el Católico encargó a ingeniero Pedro Malpaso la construcción de un castillo con las máximas garantías defensivas. La idea obedecía a dos fines: contribuir a la defensa exterior, como principal punto fuerte, y asegurar la lealtad de los navarros. Imagen del castillo de Santiago, de planta cuaMalpaso decidió construir un drada con torres redondas en la esquinas, construido por el ingeniero Pedro de Malpaso en 1513. castillo en el circuito de la Luis Pizaño. (s. f.) H. 16 de junio de 1548. AGS. M. muralla, en la llamada «tierra de P. y D. XIII-41. G.A. Leg. 33, fol. 29 nadie», es decir, el espacio situado entre los antiguos burgos. Ocupó el terreno donde se hallaba el Monasterio de Santiago, obligando a su derribo. El castillo recogería la advocación, conociéndose entonces por fortaleza de Santiago. El proyecto fue uno de los diseños más avanzados de España en esa época, concebido plenamente como castillo artillero. Conocemos bien su aspecto general por el testimonio gráfico de Pizaño de 1548, y por varias descripciones; en estos documentos se aprecia la evidente relación que guardaba el nuevo castillo de
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Pamplona con la fortaleza de Salses, verdadero paradigma de la época. Como Salses, el nuevo castillo se diseñó de planta cuadrada con cubos redondos en sus esquinas, dos de ellos situados en la línea del recinto, de modo que tres de sus lienzos daban al exterior y uno al interior; contaba con foso húmedo y puente levadizo, accesible desde el interior de la plaza. Hasta aquí no resultaría muy desemejante de otros castillos algo anteriores. Pero sus muros serán más bajos y gruesos que los medievales, y estarán reforzados en su parte inferior con un talud; al parecer, perpendicularmente a los muros se dispondrán bóvedas transversales, que permitirían abrir traveses o cañoneras a mitad de altura, como existían de hecho en el Castillo, y facilitarían conseguir en su
Gráfico en perspectiva de las estrategias defensivas de Pamplona tras la construcción del Castillo de Santiago, comenzado en 1513, obra del ingeniero Pedro Malpaso
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coronación un andén de suficiente amplitud; las torres cilíndricas se ataluzarán también, describiendo una superficie cónica en su contacto con el foso húmedo; las coronaciones de muros y torres se adivinan muy gruesas, y tienen sus pretiles inclinados (rectos o más probablemente curvos) para evitar los desprendimientos causados por los impactos del exterior, y facilitar la pendiente para apoyar bocas de fuego de artillería o fusilería. La ubicación del castillo permitía, con bastante protección, abrir fuego hacia el exterior en tres de los lados del cuadrado. Se cubría bien la aproximación del enemigo por la parte de la Tejería, por la planicie del sur, y en menor medida la aproximación desde la Taconera. El cuarto lado miraba hacia el interior de la ciudad. Permitía la conexión con ésta, al tiempo que garantizaba un control de la población o del enemigo en el caso de que hubiera tomado la ciudad. Respondía sin duda a los últimos avances técnicos de la artillería, pero pronto quedaría obsoleto cuando mejoró la precisión, su capacidad destructora y la cadencia de tiro. La construcción de un castillo tan sofisticado no fue óbice para que pocos años después se iniciara la construcción de pequeños baluartes en las cuatro esquinas del recinto amurallado de la ciudad. Lo conocemos gracias a algunos documentos de entre 1515 y 1521. Las torres medievales fueron sustituidas por estas construcciones y se procedió a ubicar piezas de artillería. En 1535 se aumentó el tamaño de dichos baluartes y se adaptaron a los diseños propuestos por los tratadistas italianos más prestigiosos, destacando el baluarte en forma de corazón que se dispuso en San Lorenzo, uno de los diseños más avanzados de la época. La construcción de la ciudadela pentagonal Mientras que Carlos V impulsó algunas fortificaciones en la Península y trató a Pamplona como una plaza más, dando por bueno el castillo de Santiago construido por Malpaso, Felipe II comprendió la necesidad de reforzar sus territorios con ciudadelas bastionadas, y especialmente Pamplona, a la que dedicó sus mejores esfuerzos. La estrategia de dominio territorial a través de estas espectaculares construcciones causó sensación en toda Europa. Las ciudadelas tenían una doble función –dominio de la población y defensa frente
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a los ataques exteriores- y eran custodiadas por una guarnición de absoluta confianza. Se diseñaban de manera que tres de los baluartes miraban y defendían el exterior, mientras los otros dos quedaban dentro del recinto amurallado de la ciudad para su control. Felipe II promovió directa o indirectamente algunas ciudadelas, entre las que destaca por encima de todas la de Amberes –como ya hemos anticipado-, pocos años antes de iniciar el proyecto para Pamplona. Inicialmente envió a Juan Bautista Antonelli para que elaborara un informe, en el que manifestaba le necesidad de construir una ciudadela, y poco después encargó a Jacobo Palear Fratín que realizara un proyecto de ciudadela pentagonal. El lugar elegido fue muy acertado, justo en la parte sur de la ciudad, de manera que se controlaba con las baterías las aproximaciones del enemigo por las planicies que circundaban la ciudad de este a oeste. Para encajar adecuadamente la ciudadela en el recinto amurallado, Fratín proyectó un nuevo cinturón abaluartado por la parte de la Tejería, San Nicolás y Taconera, los frentes sin duda más difíciles de defender.
Plano de la Plaza y Ciudadela de Pamplona. Jacobo Palearo deto Fratin. 1571
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Mientras que por la parte oeste de la Taconera un bastión dominaba la planicie y la terraza sobre el río, controlando una posible aproximación del enemigo al abrigo del talud natural, por la parte de la Tejería la defensa resultaba más compleja. Debido al declive natural hacia el baluarte del Labrit, no era sencillo construir un baluarte en esa zona. Además el terreno volvía a elevarse hacia el este, por lo que hubiera sido fácilmente atacado. A pesar de las indiscutibles virtudes del proyecto del Fratín algunas de sus propuestas fueron criticadas por otros especialistas, principalmente Vespasiano Gonzaga, que fue nombrado poco después Virrey de Navarra. Ambos mantuvieron enconadas disputas por el diseño de la ciudadela de Pamplona, pero también por proyectos realizados para otras plazas como Alicante. Tal es así que Gonzaga llegó a decir del proyecto elaborado por el Fratín que « que es imposible que haya salido de hombre tan entendido » Gonzaga entendía que El Fratín había dispuesto la ciudadela demasiado próxima a la ciudad, y esto produciría un efecto negativo en la defensa. Además era partidario de hacer, al contrario que el ingeniero, las contraescarpas paralelas a las caras de los bastiones. Y por último los bastiones eran demasiado pequeños. La intervención de Gonzaga fue determinante, pues se siguieron sus directrices. Posteriormente, Tiburcio Spannocchi, en 1588, corrigió otros errores en plena fase de ejecución de la fortaleza: los muros de la ciudadela eran demasiado bajos y aconsejaba elevar la cota de los baluartes. Las casamatas eran demasiado bajas, y eran accesibles al asalto. Un error sin duda destacable. De todas formas también podríamos concluir de estas disputas lo que Antonio de Herrera, secretario privado de Gonzaga en esa época y futuro Cronista de Castilla y de las Indias, no sin cierto sentido del humor decía, que «los ingenieros son como los médicos, que lo que uno hace contradice otro y siempre en daño del enfermo». Podemos concluir acerca de la construcción de la ciudadela de Pamplona que fue sin duda un proyecto acertado, bien ubicado respecto de las murallas de la ciudad. Protegía los ataques por los lugares más desfavorables para la defensa. Gracias a las fuentes naturales existentes en el entorno, podría fácilmente realizarse un foso húmedo. El terreno –la conocida tufa de Pamplona- era magnífico para realizar la cimentación de escarpas y
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contraescarpas. Asaltar la ciudadela requeriría tomar en primer lugar la ciudad, y posteriormente intentar el ataque desde el interior al abrigo de las construcciones existentes. A primera vista hacía falta un nutrido ejército y bien provisto de tren de artillería. Procurar el asalto desde el exterior no requeriría menor esfuerzo en el tiempo ni en vidas humanas.
Gráfico en perspectiva de las estrategias defensivas de Pamplona tras la construcción de la ciudadela pentagonal proyectada en 1571 por Jacobo Palear Fratín
Nos adentramos ahora en pleno siglo XVII en una nueva guerra con Francia. La ciudadela y los nuevos frentes bastionados de la ciudad estaban próximos a su conclusión, aunque persistían carencias muy básicas como los acabados del camino cubierto, algunas contraescarpas de piedra, etc.
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Ante la posibilidad de recibir un ataque del ejército francés se realizaron nuevos proyectos. El más destacable sin duda fue el del ingeniero Juan de Garay en septiembre de 1641. Teniendo en cuenta el uso generalizado de revellines delante de las cortinas en numerosas plazas europeas desde hacía varias décadas, propuso construirlos delante de todas las cortinas que había proyectado el Fratín –en los frentes de la Taconera, San Roque, la Tejería y San Nicolás-, así como en la ciudadela. Como he explicado al comienzo la estrategia de suponer revellines dificultaba considerablemente la labor del enemigo, que debía en primer lugar tomar estos elementos o al menos desalojar de ellos al defensor. También proponía Garay hacer uso del agua para rellenar los fosos exteriores de la ciudadela y de los frentes de San Nicolás y la Taconera. Ya vimos como era una táctica controvertida, con partidarios y detractores. Pero Garay va más allá, y por primera vez establece otras estrategias defensivas mucho más ambiciosas y complejas. Proponía reforzar el frente de la Rochapea, en principio fuerte por naturaleza por la presencia del río y el desnivel existente. La táctica de los sitios a las ciudades había evolucionado mucho en los últimos años, y no era descabellado pensar que el enemigo asaltara la ciudad por esa parte del noroeste. Proyectaba una corona de gran escala, de bastiones y cortinas similares a las de la ciudadela, que salvaba por el interior el río. Una obra sin duda compleja técnicamente y costosa en términos económicos. Nunca se llegaría en Pamplona a reforzar este frente. Para resolver la deficiencia de no poder construir un bastión en condiciones en el Labrit –el existente se había quedado obsoleto por su excesiva altura y escasa capacidad armamentística- proponía la construcción de un hornabeque frente a él, en la parte más elevada, de manera que se defendía el posible ataque tanto desde la parte baja del río, donde el enemigo podía acceder a cubierto, como desde la planicie que descendía hacia la Tejería. Veremos cómo este punto significó siempre un grave riesgo para la defensa de Pamplona por discurrir a contrapendiente. Estimaba también por esta razón que debía elevarse el baluarte de la Tejería, posteriormente denominado de la Reina. La última estrategia consistía en reforzar el otro frente bañado por el río Arga, el de la Magdalena. Lo consideraba más protegido que el de la Rochapea, pero disponía una falsabraga y baluartes bajos en Redín y Labrit, con una través en mitad de la cortina para alojar piezas de artillería. El
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proyecto de Juan de Garay y los de otros ingenieros de esos años, suponían una adaptación al creciente poder destructor de la artillería y a las nuevas técnicas de asalto a las fortificaciones.
Plano de las fortificaciones de la ciudad y Ciudadela de Pamplona. Anónimo. (s. f.) (1 de junio de 1645). Acompaña a los pareceres de los Padres Claudio Ricardo y Juan Carlos de la Falle. Este plano se elaboró, con toda probabilidad, en base al proyecto de Juan de Garay. AGS. M. P. y D. XXV-61. G.A. Leg. 1592
Tras finalizar el conflicto bélico, que sirvió para modernizar las fortificaciones de Pamplona con revellines, las propuestas de los ingenieros militares de reforzar algunos frentes yacieron en el cajón de algún despacho de la Corte durante más de cuarenta años. Un nuevo conflicto con Francia aceleró la producción de nuevos proyectos, pero esta vez con la premisa de que una invasión era posible y la estrategia de asalto de fortificaciones racionalizada por Vauban se vislumbraba muy superior al estado defensivo de Pamplona. Octaviano Meni realizó en 1683 un importante proyecto que sería precursor del que establecería cuarenta años después Jorge Próspero Verboom: el Proyecto Director del siglo XVIII. Meni se llevó una primera impresión negativa del estado de las fortificaciones:
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«...respondo a V.E. con el desconsuelo de no haber visto cosa en todo este recinto que se pueda decir perfeccionada como deviera ser para su buena defensa (…) por ser muy largas y flacas las defensas que tiene». Estaban mal finalizados los terraplenes, fosos y contraescarpas, los glacis mal resueltos para poder batir desde las propias baterías, y un sinfín de desperfectos que hacían la tarea de defender la plaza desalentadora. Preveía tres ataques desfavorables por la parte oriental de la muralla, que discurría desde la ciudadela hasta el baluarte de Labrit. El primer ataque posible era sobre el baluarte de San Nicolás, poco probable porque su cara derecha estaba defendida por la ciudadela y por la medialuna más próxima, y su cara izquierda se defendía desde el flanco derecho del baluarte de la Tejería y la medialuna de San Nicolás. El segundo ataque era sobre el baluarte de la Tejería. Éste era más peligroso por tener su cara izquierda un ángulo muerto y por ser oblicua su defensa. Se podría paliar el defecto encamisando la medialuna de la Tejería. El tercer ataque era en su opinión el más desfavorable, aunque podría solucionarse con relativa facilidad. Se trataba del baluarte de Labrit, y de modo concreto de su cara izquierda. Era demasiado alto y poco capaz de artillería, y sólo lo defendía la cortina hacia la Magdalena, aunque padecía los mismos defectos, y sus tiros eran bastante oblicuos. El enemigo, en cambio, tenía todo a su favor. Cubierto por el ribazo de la orilla del río podía aproximarse por el Molino de Caparroso, con mucha tierra a su favor para atrincherarse, y con el cuartel que instalaría en la altura de Mendillorri tendría ventaja ofensiva sobre el baluarte. La solución consistía en fortificar el molino y crear una trinchera defensiva debajo del baluarte, comunicada con el camino cubierto, de modo que se cortase el avance del enemigo. En la parte que discurría desde la ciudadela hasta el baluarte de Gonzaga podían producirse dos ataques: uno sobre el baluarte de la Taconera, poco probable por la defensa que le aportaría la ciudadela, y el segundo sobre el baluarte de Gonzaga. El enemigo podría fácilmente aproximarse a su cara derecha -que caía sobre el río- entre el ribazo de San Roque y el río. El enemigo podía situar cuarteles allí a 900 pies para abrir brecha en el baluarte. También se mostraba extremadamente sencillo atravesar el río por la parte frente a la cara derecha del baluarte. Curiosamente no ofrecía aquí ninguna solución al problema.
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La principal aportación de Octaviano Meni fue la estrategia de disponer fuertes avanzados con los que reforzar las defensas en los puntos más débiles. Suponía sin duda una mayor inversión frente a acometer reformas, pero sin duda el resultado en términos de defensa era muy eficiente. La ventaja de contar con una ciudadela robusta y bien situada, a pesar de contar con revellines excesivamente pequeños –se ampliarían pocos años después-, facilitaba la disposición de estos fuertes avanzados. Meni proponía construir dos de ellos: uno a la altura de la Cruz Negra, donde luego se construiría el Fuerte del Príncipe, que dominaba el ribazo existente en la parte sureste de la ciudad, de planta cuadrangular; y un segundo en forma de hornabeque junto a la ermita de San Roque, dominando el avance por el río al oeste y reforzando los frentes de la Taconera y de Gonzaga. No es que estuviera en contra de reforzar también otros frentes, sino que planteaba una propuesta inteligente y ajustada a los recursos que realmente podían destinarse a Pamplona por parte de la Real Hacienda, con el máximo de efectividad en cuanto a resultados defensivos. Verboom dispondría en su proyecto director de 1726 dos fuertes en estos mismos parajes, aunque con forma y función diferentes.
PAMPLONA. Explicacion Desta Planta de la ciudad y Castillo de Pamplona, y de sus Fortificaciones y Puestos exteriores. Octaviano Meni. 21 de julio de 1683. AGS. M. P. y D. LXI37. G.A. Leg. 2583
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Tras el proyecto de Meni se impulsó mucho la actividad de los trabajos y proyectos en las fortificaciones. No es posible mostrar aquí todas las propuestas que se elaboraron, pero es preciso indicar que se plantearon estrategias muy diversas a las de Meni e ingenieros anteriores. Esteban Escudero, por ejemplo, proyectó en 1686 dos contraguardias delante de los revellines de San Francisco Javier y San Saturnino en la ciudadela. Supusieron un interesante escalonamiento en la defensa de hasta tres niveles, tal y como nos han llegado hasta nuestros días. Aumentó los flancos altos de los baluartes de la ciudadela y modificó sus alturas, aumentando el número de troneras. Proyectó también dos medias contraguardias delante de los baluartes de Gonzaga y Labrit con el fin de cubrir puntos débiles de la fortificación. Eran obras más económicas que las proyectadas por Meni para evitar las aproximaciones del enemigo por la parte del río, pero también menos eficaces. Hércules Torelli planteó dotar de almacenes a prueba de bomba la ciudadela, y especialmente un polvorín. Además de estrategias similares a las planteadas para reforzar los ataques por la parte del río, y por el ribazo a la altura de la Cruz Negra, planteaba una estrategia bien diferente de las que en su día proyectara Juan de Garay: en vez de construir obras de fortificación en la Rochapea y en el frente de la Magdalena, proponía, además de continuar con las obras de un baluarte bajo en el bastión del Redín, iniciar otro baluarte bajo en el del Abrevador, es decir, hacer un frente bastionado en el norte del recinto amurallado, mirando a Aranzadi. Sería precursor del futuro Frente de Francia proyectado por Verboom. Estimaba más probable el ataque desde ese punto, pues el enemigo no tendría las dificultades de parapetarse y moverse que ofrecía el río Arga a derecha e izquierda. También proponía construir un hornabeque delante del revellín de San Saturnino en la ciudadela. La influencia de Vauban en Pamplona Tras iniciarse diversas obras, como dos contraguardias delante de los revellines de San Francisco Javier y San Saturnino, otra contraguardia delante del baluarte de Gonzaga, la transformación de las flancos de los baluartes de la ciudadela, con baterías altas y bajas, un baluarte bajo en el Redín y otro en el Labrit, el siglo XVIII se iniciaba con la Guerra de Sucesión. Esta vez serían ingenieros militares franceses quienes propondrían algunas estrategias para defender mejor Pamplona. La ciudadela estaba entonces guarnecida por tropas
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PAMPLONA y Su Castillo. De Tigné. 3 de marzo de 1706. Delineado por Juan Antonio Toreli durante la Guerra de Sucesión. AHN. Sign. 629. Estado. Leg. 297, caja 1
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francesas. Fue un periodo interesante para el tema que nos ocupa, pues las propuestas que hicieron suponían aplicar las tesis de Vauban a la plaza de Pamplona. Por no extendernos, hablaremos únicamente del proyecto que elaboró Mr. De Tigné en 1706. Aplicaba efectivamente en la ciudadela algunos de los presupuestos de Vauban: lunetas avanzadas delante de los baluartes del Real, Santiago y Santa María de la ciudadela, es decir, los tres exteriores; modificaba el camino cubierto con plazas de armas y traveses para protegerse del tiro de rebote; disponía dos tenazas delante de las dos cortinas del sur de la ciudadela; dobles caponeras y por último realizaba cortaduras en los baluartes de la Victoria, San Antón y el Real, y un caballero en el de Santiago. En el recinto amurallado de la ciudad disponía una contraguardia delante del baluarte del Labrit, otra del baluarte de Gonzaga –ya en construcción- un bastión plano en la cortina de la Rochapea, y foso y camino cubierto desde el baluarte del Labrit hasta el del Abrevador. Ninguna de estas obras llegará a realizarse, pues tras el fin de la guerra y la salida de las tropas francesas, se vio oportuno acometer otras estrategias. El ingeniero militar Alejandro de Rez elaboró en 1720 un ambicioso proyecto por encargo del responsable de las fortificaciones del país, Jorge Próspero de Verboom, un verdadero especialista, autor de la ciudadela de Barcelona, que se convertiría en el Vauban español por la brillantez de sus propuestas y su labor de dirección y gestión. Reforzaba los frentes de la Rochapea y de la Magdalena, este último de forma exagerada. De hecho Verboom, en su proyecto de 1726 apenas le prestó atención. Dispuso una luneta o fuerte avanzado delante del baluarte del Labrit, de forma similar al actual Fuerte de San Bartolomé. Disponía dos fuertes avanzados más, en la Cruz Negra y delante de la cortina de la Taconera, una estrategia esta última un tanto divergente de lo planteado por sus predecesores, que lo situaban asomándose hacia la parte del río. La última estrategia consistía en reforzar de forma muy importante la ciudadela con cinco contraguardias delante de los bastiones. En este punto coincide con la propuesta que poco después, en 1724, elaboró Luis de Langot, en la que disponía tres contraguardias delante de los bastiones del Real, Santiago y Santa María, los tres que miraban al exterior. Con estas obras pretendía
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corregir el defecto que tenían en esta época dichos bastiones, esto es, que estaban excesivamente expuestos al fuego de las baterías del sitiador, y era necesario retrasar sus trabajos en pro de abrir brecha en alguna de sus caras. El tercer ingeniero militar que cabe nombrar es Ignacio Sala, quien en 1720, es decir, casi al tiempo que Alejandro de Rez realizaba su proyecto, también realizó otro por encargo de Verboom. Sus propuestas se centraron exclusivamente en la ciudadela. Proyectó bóvedas a prueba de bomba en el interior de la cortina del Socorro. Acertó de pleno. Era una carencia manifiesta, sin la cual no era posible mantener la defensa, pues los solados necesitaban poder descansar al abrigo del fuego enemigo, además de poder almacenar los pertrechos de guerra. Su segunda estrategia consistía en modificar las golas y fuegos de los flancos de los bastiones. Seguía al pie de la letra el patrón ideado por Vauban, y que el propio Verboom había aplicado en 1715 en la ciudadela de Barcelona.
Hipótesis del proyecto general para las fortificaciones de Pamplona realizado por Alejandro de Rez en 1720, según memoria conservada en el AGS. G.M. Leg. 3700
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El Proyecto Director de Verboom 1726. Un año importante para las fortificaciones de Pamplona. Jorge Próspero de Verboom visitó la ciudad con el fin de elaborar un Proyecto Director para las fortificaciones. Partía de las propuestas que había encargado a Sala y Rez, pero en absoluto se guió por lo que éstos habían dispuesto. Su experiencia, conocimientos técnicos y sobre todo su genio militar le llevaron a realizar un extraordinario proyecto, del que se conservan varias copias. Sus principales virtudes eran el equilibrio en la defensa de todos los posibles ataques, y la economía de recursos. Apostaba decididamente por la estrategia de disponer fuertes avanzados. Se necesitaban cinco, tres de los cuales habían sido propuestos por otros ingenieros anteriores: uno de mayor entidad en forma de hornabeque a la altura de la Cruz Negra, cuyo precursor había sido Octaviano Meni. Desechaba Verboom la forma cuadrangular –que también había proyectado poco antes Francisco Larrando de Mauleón- por considerarla perjudicial en caso de que el enemigo se apoderara de él, pues podría disponer baterías para atacar la plaza y ciudadela; un segundo fuerte en la ermita de San Roque para proteger los frentes de la Taconera y Gonzaga, y la posible incursión del enemigo al abrigo de la terraza del río Arga; y un tercero frente al Labrit para proteger la incursión por la otra parte del río. Estos tres fuertes se denominarían respectivamente del Príncipe, San Roque y San Bartolomé. Sólo este último llegaría a construirse hasta su perfeccionamiento, mientras que los otros dos quedaron en fase de movimiento de tierras y desaparecieron. Sólo quedó una pequeña luneta revestida de piedra en el Fuerte de Príncipe, de la que se conservan algunas fotografías. El cuarto fuerte tenía forma de hornabeque, con dos revellines en su parte delantera a su espalda, y lo ubicaba en la altura de Mendillorri. Este fuerte resolvía la carencia defensiva existente al este de las murallas, en que la planicie discurría a contrapendiente hacia el Labrit, facilitando la aproximación del enemigo. El Fuerte de San Bartolomé no era suficiente para resolver este defecto. El quinto fuerte tenía forma de luneta y lo disponía al final de Beloso, en la terraza que domina el este de la Cuenca de Pamplona. Una ubicación estratégica dificultaba sin duda cualquier aproximación del enemigo. La segunda estrategia afectaba a la ciudadela. La reforzaba disponiendo un hornabeque delante del revellín y contraguardia de San Saturnino. Entre éste
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y el Fuerte de San Roque colocaba una luneta en la Taconera, y otra similar a media distancia con el Fuerte del Príncipe. La tercera estrategia era inteligente también. Anteriormente se habían planteado numerosas opciones en la parte de la terraza hacia el río. Esta combinación natural ofrecía una buena defensa en sí misma, pero no era suficiente. Verboom, en vez de seguir la línea de Garay y Rez de reforzar los frentes bañados por el río de una manera desproporcionada, se centraba en el Portal de Francia, en el que hacía un frente compuesto de dos baluartes bajos bien dotados, y un revellín. De esta forma defendía cualquier aproximación desde Aranzadi y las aproximaciones del enemigo a derecha e izquierda. Dado que la parte de la Rochapea carecía de baterías bajas, proyectaba un baluarte en mitad de la cortina. Lo mismo hacía en la parte de la Magdalena, donde preveía que se completaran tanto
Plano de la Plaza y Ciudadela de / Pamplona / Con sus contornos, en que se demuestra su situación, consistencia de sus Forti- / ficaciones antiguas y sus defectos, con los proyectos de obras… Jorge Próspero de Verboom (?). Probablemente del 28 de mayo de 1726. SHM. M - b - 9 - 1 / A - 19 - 1. 1874,6. / 007 - 445
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el baluarte bajo en el Labrit, como el baluarte en mitad de la cortina, que se encontraban todavía en fase de movimientos de tierras y terraplenado.
Gráfico en perspectiva de las estrategias defensivas de Pamplona tras el Proyecto General de Jorge Próspero de Verboom en 1726
Durante todo el siglo XVIII, el proyecto de Verboom se fue llevando poco a poco a la práctica. Se finalizó el Frente de Francia. Igualmente el de San Bartolomé, aunque posteriormente. Los del Príncipe y San Roque quedaron sólo con sus terraplenes de tierra y no persistieron, salvo la pequeña luneta antes referida. Sin embargo la inversión fue escasa y la mayor parte de las ideas, como sucediera en tantas ocasiones, quedaron en formato papel. En 1756, el prestigioso ingeniero Juan Martín Zermeño elaboró un nuevo proyecto en el que establecía algunas tímidas diferencias respecto de Verboom. Pretendía, con un nuevo realismo, ajustar las obras a las posibilidades económicas. Suprimía los
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fuertes de Beloso y Mendillorri, el baluarte bajo en la Rochapea, y las dos lunetas de alrededor de la ciudadela. Por lo que respecta a ésta, giraba un poco el hornabeque proyectado por Verboom y lo ponía delante del baluarte de Santa María. Lo más significativo de su propuesta, por no extenderme en la descripción del proyecto, era que invertía la importancia entre los fuertes de San Bartolomé y del Príncipe: el primero era un hornabeque de gran escala, y el segundo un baluarte o luneta. Consideraba que, al suprimir los fuertes de Beloso y Mendillorri, había que reforzar la defensa por la parte de la Medialuna, y paliar los graves defectos a los que me he referido anteriormente. Su última estrategia defensiva consistía en demoler los edificios del interior de la ciudadela, construyendo otros más capaces y a prueba de bomba, dispuestos en un trazado distinto: «En lo interior de la Ciudadela ay varios edificios para quarteles, pavellones y almacenes, y una iglesia; pero la mayor parte son tan deviles y de mala consistencia, que no dan motivo de referir sus circunstancias, no teniendo ninguna que merezca conservarlos, maiormente quando es tan costoso que anualmente es preciso gastar en sus reparos cantidades notables, sin que puedan servir en el caso de un sitio, a mas de su poca capacidad para lo que esta fortificacion necesita. »De todos modos, solamente ay dos utiles y que merecen atencion. El uno es un almacen de polvora bastante capaz y de buena construcccion, executado pocos años hace; el otro; un almacen de viveres y dos naves, que actualmente sirve de granero en su estancia o piso principal y el baxo esta destinado para bodega». Eran de vital importancia para soportar un sitio, y no podían relegarse a un segundo plano a la hora de establecer prioridades. Estrategias defensivas tras la aparición de los cañones de ánima rayada El desarrollo de la fortificación abaluartada tuvo su cúspide a finales del siglo XVII y su declive un siglo después. A finales del siglo XVIII -podría precisarse temporalmente durante la campaña francesa de Italia en 1796- las mejoras
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en la artillería hicieron que el sistema bastionado se volviera absolutamente inoperante. La causa no fue otra que la precisión, alcance y poder destructor que consiguió la artillería tras la utilización de piezas con ánima rayada. Una muestra de la inoperancia de la fortificación abaluartada clásica lo tenemos en la ciudadela de Amberes, que fuera paradigmática en otras épocas. En 1832 los franceses la tomaron en un mes escaso a través de un incesante y preciso fuego de obuses y morteros. Todos los edificios del interior quedaron destruidos, y aunque las casamatas y galerías subterráneas estaban intactas, la destrucción y un olor insoportable hicieron inviable la defensa. En Pamplona, al igual que en la mayoría de las ciudades, se mantuvieron los recintos amurallados para ofrecer al menos un mínimo de defensa, pero en términos tácticos no cumplían ya ninguna función. Los sistemas ideados para poder ejercer una buena defensa requerían una total transformación. Únicamente la disposición de fuertes exteriores recíprocamente cubiertos entre sí a varios kilómetros de distancia podían defender realmente una plaza. Comenzaba una nueva era en la fortificación. Los sistemas adoptados consistían en fortificaciones enterradas, ocultas, extremadamente protegidas, provistas de baterías cubiertas con poderosas bóvedas a prueba de bomba y mortero, y caponeras totalmente ocultas, y también protegidas, que batieran eficazmente los fosos. Los tratadistas precursores de los nuevos sistemas fueron Cormontaigne y Montalembert, que ya no basaban la defensa en la acción del fusil sino en la del cañón. En 1796, tras la Guerra de la Convención, el ingeniero Antonio Hurtado elaboró un significativo proyecto para la plaza de Pamplona, pero además del hecho de que no llegó a hacerse ninguna de las obras que planteaba, pronto quedó obsoleto por las razones antes señaladas. Se entretenía en señalar defectos de algunos bastiones y revellines, cuando estos habían dejado en realidad de tener función defensiva. Un rasgo característico del proyecto era su rechazo hacia los fuertes destacados, justo lo contrario a lo que se impondría posteriormente como mejor sistema defensivo. Prefería reforzar las fortificaciones del recinto principal con buenos
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PLANO DE LAS FORTIFICACIONES / de la Plaza de Pamplona, en que se manifiestan to- / dos los Proyectos que se consideran necesarios y / obras conducentes a su mejora. Antonio Hurtado. 7 de septiembre de 1796. SHM. A - 19 - 1. 1874, 1. / 007 - 446
Plano de la Ciudadela de la Plaza de / Pamplona, ... con el Proyecto de Obras que / se proponen, tanto por lo que toca a la fortifica- / ci贸n como a sus Edificios Militares a prueba ... Antonio Hurtado. 31 de mayo de 1797. SHM. M - b - 8 - 53 / A - 21 - 18. 1993, 44
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bastiones, revellines y contraguardias, y, como elemento esencial -aunque ya había sido apuntado por otros ingenieros como Zermeño- los sistemas de contraminas, realizando para ellos un detallado estudio.
Plano de la Plaza de Pamplona / con el proyecto de contraminas / a que acompaña el correspondiente Discurso. Juan Ximénez Donoso. 19 de febrero de 1795. SHM. M - b - 9 - 27 / A - 19 - 9. 1890, 2
También realizó un importante proyecto para la ciudadela, con sus contraminas, aunque sus propuestas no llegaron a realizarse. Destacaba por su originalidad la disposición de los edificios a prueba de bomba de su interior, y las cortaduras de los cinco baluartes. Resulta paradójico pensar que mientras Pamplona no fue sitiada cuando mejor hubieran respondido sus fortificaciones, en los siglos XVII y XVIII, no sucedió lo mismo a partir de este momento de declive del sistema de fortificación abaluartado. La plaza fue sitiada o bloqueada en cuatro ocasiones durante el siglo XIX: en 1813, tras la Guerra de Independencia, en 1823 con la entrada de los Cien Hijos de San Luis, en 1841 con motivo de la sublevación de O’Donnell y en 1874 durante la Tercera Guerra Carlista. Mientras que la
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mayoría de los recintos amurallados de las ciudades europeas fueron demolidos a lo largo del siglo XIX para permitir la expansión de las ciudades, no sucedió así en Pamplona. Mantuvo su carácter de plaza fuerte, y se siguieron aplicando estrategias defensivas por su importancia para una adecuada defensa de la nación. Los proyectos de Cándido Ortiz de Pinedo, de 27 de agosto y 13 de septiembre de 1858, son sin duda los más ambiciosos que se llegaron a plantear para resolver las carencias defensivas de Pamplona frente a la nueva artillería. Consistía el primero en un sistema de seis fuertes avanzados en forma de luneta, con unos diseños vanguardistas, que dificultaban cualquier
Cándido Ortiz de Pinedo. Proyecto para las fortificaciones de Pamplona. 13 de septiembre de 1858. Según planos conservados en el IHCM. A-20-12 nº 1950/008-155-158
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Gráfico de señalización de los posibles ataques sobre la Plaza de Pamplona y la respuesta de los ingenieros militares mediante la construcción de algunos frentes defensivos y fuertes destacados
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aproximación a la ciudad. Y el segundo, el más atrevido, consistía en la realización de un nuevo cinturón fortificado dotado de modernos sistemas de torres bastionadas, con bóvedas a prueba de bomba, cubiertas por baluartes de grandes dimensiones en ángulo agudo, con caponeras en los fosos, y fuertes similares destacados en Iturrama, en San Juan, y otro en lugar del Fuerte del Príncipe. Lo mismo hacía en el Frente de Francia. Lo más llamativo de este cambio de estrategia es que Ortiz de Pinedo contemplaba destruir la ciudadela, obsoleta e ineficaz. Hubiera supuesto una nueva imagen para la ciudad de Pamplona, y hoy no hubiéramos disfrutado de tan espléndida fortaleza. Tras la Tercera Guerra Carlista, donde quedó una vez más en evidencia la inoperancia de las murallas de Pamplona, se decidió cambiar drásticamente de estrategia, aunque no afectó a las fábricas y construcciones existentes. La construcción del Fuerte de San Cristóbal permitió controlar todo el espacio de la Cuenca de Pamplona con sus poderosas baterías. Más que un sistema de fuertes exteriores suponía desestimar la capacidad defensiva de Pamplona y confiarla a un punto estratégico que la dominaba a ella y sus alrededores. Finalizaban así más de tres siglos de continuos esfuerzos por hacer de Pamplona una plaza fuerte. Poco después, al igual que el resto de las ciudades europeas, se procedió a la demolición de algunos de sus frentes fortificados para permitir el nacimiento de modernos ensanches. Comenzaba una nueva etapa en su historia, esta vez sin estrategias defensivas.
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La muralla verde Enrique Maya Miranda DR. ARQUITECTO. DIRECTOR-GERENTE DE URBANISMO Y VIVIENDA DEL AYUNTAMIENTO DE PAMPLONA Y PROFESOR DE LA E.T.S. DE ARQUITECTURA DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA
El lugar La estructura urbana de Pamplona es consecuencia de la confluencia de dos valores singulares. Por un lado su ubicación en el paso desde Francia hacia el sur a través del Pirineo Occidental. Por otro, su implantación en una meseta entre ríos, con suave pendiente hacia el sur y el oeste y un fuerte desnivel hacia el norte y el este, donde se ubica el río Arga Los ríos dan lugar a unos suelos fértiles y, por ello, a un lugar con recursos suficientes para asentar una población en un lugar de paso natural también a escala regional para el intercambio de productos entre la Montaña y la Ribera de Navarra. Su ubicación es el origen de la fundación de la ciudad como plaza militar romana y son las características del lugar, con una barrera natural por el norte y el este pero indefenso por sus dos otros flancos, las que hicieron que Pamplona se configurase como una ciudad amurallada en lo que hoy es la Navarrería. La ruta Jacobea, que atrajo a peregrinos, comerciantes y artesanos, es el origen en el Siglo XI del Burgo de San Cernin y, casi al mismo al tiempo, al sur, se funda la Población de San Nicolás. Tres ciudades distintas, muchas veces enfrentadas, y, por ello, con sus murallas diferenciadas, hasta 1423, año en el que se conforma una sola ciudad y, por lo tanto, un único recinto amurallado que se termina a finales del Siglo XVI con la construcción de la Ciudadela.
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Pamplona se mantiene como plaza militar hasta los primeros años del siglo XX por lo que el recinto amurallado permanece en gran medida intacto. Sin embargo, la delimitación de zonas polémicas por razones defensivas había imposibilitado edificar fuera de las propias murallas limitando el ensanche que la ciudad necesitaba. El Ayuntamiento de Pamplona solicitó a finales del Siglo XIX la demolición de las murallas al resultar ya inútiles por razones defensivas y generar graves problemas de salubridad, con altos índices de mortandad por hacinamiento, derribo que fue aprobado por ley en 1915. Ese mismo año se iniciaron las obras y finalizaron en 1921. Por suerte se evitó la desaparición de la Ciudadela, cuya demolición también se solicitaba, al menos de la parte que mira a la ciudad. Reconociendo que, desde la consideración que en este momento se tiene hacia el Patrimonio Cultural, el derribo de esos frentes amurallados fue un error irreparable, debe aceptarse también que las razones para ello eran poderosas y que, una vez derribadas las murallas, la extensión del Casco Antiguo hacia el Ensanche ha aportado a la ciudad un magnífico lugar, una muestra de gran valor desde el punto de vista de la integración urbana entre dos ámbitos complejos, configurando una nueva estructura desde la nueva Plaza de Toros hasta la Ciudadela, pasando por la Plaza del Castillo y el Paseo de Sarasate. Una intervención realmente ejemplar. Si penoso fue el derribo, brillante fue lo proyectado. Si algo importante se perdió, algo de gran valor se consiguió. Y quizás ha sido esa integración entre el nuevo Ensanche y el Casco Antiguo la que ha posibilitado que, en ese lugar de contacto entre ambos, se haya mantenido una constante vitalidad urbana y que, por extensión, con el paso de los años, se vaya consiguiendo la recuperación integral del casco. El carácter militar de Pamplona ha posibilitado también que las murallas se hayan preservado del desarrollo urbanístico y que posteriormente se hayan entregado para el uso público los terrenos de los glacis que se fueron transformando en los parques urbanos más importantes de la ciudad. Por ello,
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Murallas, Casco Antiguo y Ensanches
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hoy Pamplona dispone de un conjunto amurallado que es al mismo tiempo un gran parque urbano. Podemos definir hoy el Conjunto Amurallado de Pamplona como un lugar que se integra de manera natural en la ciudad por su borde oeste, al convertirse en parque, en los Parques de la Taconera, Bosquecillo y Antoniutti. En el que la muralla del noreste es recorrido sobre el parque del río, y también es paisaje desde el río. En el que la muralla ha desaparecido en su límite sur para integrar casco y ensanche. En el que, en su límite suroeste, emerge la Ciudadela, espacio de intensa actividad urbana, inmersa también en un gran parque, el de la Vuelta del Castillo. El planeamiento El Plan Municipal de Pamplona reconoce y fomenta el singular valor paisajístico de la ciudad “La ciudad se configura a partir de la valoración del territorio, del lugar que ocupa. Se trata de un emplazamiento privilegiado en muchos aspectos, atractivo, sugerente y valioso, que ha sido determinante a lo largo del tiempo y lo sigue siendo ahora en la definición de las características de Pamplona. De la adecuada implantación de la ciudad edificada sobre el territorio y de la armonización entre ambos, surge el diferencial de calidad de la ciudad. Frente a la visión del territorio como obstáculo para desarrollar una ciudad equilibrada, el Plan Municipal entiende que es la oportunidad que diferencia a Pamplona y el objeto del proyecto que dirige en buena medida la idea de ciudad. El Plan desarrolla el proyecto del medio físico inedificado al mismo tiempo que el del edificado. Pretende recuperar el sentido y la noción de uso asociado al ámbito físico y considera que la ciudad construida debe entenderse como un sistema interrelacionado con el resto del territorio que le rodea”. “En Pamplona no existe una clara distinción funcional ni paisajística entre la ciudad (lo urbano, con sus distintas concepciones y formalizaciones) y el campo (lo natural y lo rural), por lo que se puede afirmar que el paisaje urbano y el rural
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son la misma cosa, diferenciada únicamente por su grado de humanización. Pero en cualquier caso, por la diversidad de sus estructuras, la presencia casi continua de la vegetación (natural o parques y jardines), los ríos, la ausencia de impactos de consideración, etc... Pamplona es una ciudad con valores paisajísticos considerables”.
Plano de Usos del Plan Municipal de Pamplona
El Plan Municipal identifica también el papel que juegan en la ciudad el Centro Histórico y Conjunto Amurallado. “El Ensanche configura junto con el Casco Antiguo el centro de la ciudad y alberga junto con aquél una gran parte de las instituciones locales y de la Comunidad Foral; acoge asimismo una buena parte de las actividades administrativas y culturales de la ciudad”. “Pamplona contiene la ciudad central localizada en el Casco Viejo y los Ensanches Históricos, que se ha extendido también al III Ensanche en el lado oeste de los vacíos centrales de Taconera y Ciudadela; es el lugar de los usos institucionales y representativos.”
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“Resulta razonable considerar como criterio básico de partida posibilitar el recorrido peatonal a lo largo de todo el conjunto amurallado asociado a una actividad edificatoria y una implantación de nuevos usos suficiente como para incentivar la vitalidad urbana en ese ámbito, que provoque una tensión de actividad entre el centro y el perímetro...”
Plan Municipal. La Ciudad de la Meseta y el Parque del Arga
Entre los objetivos a conseguir se plantean: - Facilitar la relación del Casco con su entorno y la ciudad, en particular con los barrios del Norte y parque fluvial del Río Arga. - Entender el Paseo del Borde de la Muralla, y sus conexiones con el Parque de Media Luna, como un ámbito de “actuación de reurbanización” . - Desde la consideración de la importancia estratégica del Redín, debe desarrollarse el eje Ciudadela-Palacio de Congresos-Sarasate-Plaza del Castillo-Redín..., como espacio básicamente peatonal.
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Maqueta del Plan Municipal. La muralla y el río
La muralla en la ciudad Pamplona dispone de un conjunto amurallado, declarado Monumento Histórico Artístico en 1939, que en razón de la evolución de la ciudad, alberga el Casco Antiguo y ocupa un lugar central, a caballo entre la ciudad del valle del Arga al norte, el Segundo Ensanche de la primera mitad del siglo pasado al sur y el Tercer Ensanche de los años 60-70 al oeste. Las murallas son el centro de Pamplona y en ellas se disponen amplias zonas verdes como son los Parques de la Taconera y Bosquecillo, la Ciudadela con
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sus glacis de la Vuelta del Castillo o la Ronda Barbazana, paseo arbolado en el frente este. Grandes zonas verdes con magníficos ejemplares de arbolado entre los que las falsas acacias del Redín y de la Ciudadela, los tilos de la Ronda Barbazana o la Secuoya del INAP, también en el Redín, son sólo algunos ejemplos. Espacios con espléndidas alineaciones arboladas, como las de la calle Labrit, la calle Ciudadela o Paseo de Antoniutti. La relación del conjunto amurallado con su entorno posibilita a su vez, sobre todo a través del parque del río Arga al norte, la relación con los espacios
Muralla y río. El Parque del Arga
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rurales periféricos. Río Arga que mantiene en Pamplona unos grandes valores paisajísticos y un gran potencial ecológico. Es un elemento singular en sí mismo y constituye, junto a las orillas, las ripas y las huertas, un amplio espacio que podemos clasificar sin duda como de natural, dentro de un medio urbano. Muralla y medio natural en un mismo ámbito, con unas relaciones entre ellos difíciles de definir. Una muralla en la naturaleza. La naturaleza en una muralla. Esa es la suerte. Esa es la herencia recibida. El reto está en potenciar ese valor. Así se está haciendo. Y así se debe seguir. El atractivo de esta relación entre patrimonio natural y cultural está a su vez plenamente integrada en la vida habitual de los ciudadanos quienes no sólo reconocen ese valor sino que lo viven a diario y lo disfrutan. Y apoyan toda iniciativa que se tome para su potenciación. Este valor singular está presente también en dos elementos de enorme valor cultural como son el Camino de Santiago, declarado Bien de Interés Cultural y las Fiestas de San Fermín. Ambos conviven entre sí, con las murallas y con su entorno. El Camino de Santiago penetra por el este de la ciudad a través de sus murallas, entre el Baluarte Bajo de Nuestra Señora de Guadalupe y el Revellín de los Reyes, al pie del Baluarte del Redín. Atraviesa el recinto amurallado por el Portal de Francia. Discurre por el Casco Antiguo, atraviesa la Plaza Consistorial y sale a través de la calle Mayor por la Taconera y los Glacis de la Ciudadela. Las Fiestas de San Fermín tienen lugar sobre todo en el Casco Antiguo. La fiesta se inicia con el “Chupinazo” en el corazón del casco, en la Plaza Consistorial. Plaza por la que también discurre la procesión que venera al Santo el 7 de julio por la mañana. Procesión que atraviesa el casco desde la Capilla de San Fermín, en el borde oeste de las murallas, en la Iglesia de San Lorenzo.
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Muralla y Camino de Santiago
El “Encierro” empieza en la muralla, en los Corralillos de Santo Domingo, en el Bastión Bajo del Palacio Viejo, actual Archivo General de Navarra, junto al Medio Baluarte de Parma. Discurre junto a los lienzos de las murallas del Burgo de San Cernin, donde poco antes los mozos habían pedido protección frente a la hornacina del Santo. Atraviesa la Plaza Consistorial, sube por Estafeta y llega a la Plaza de Toros, allí donde las murallas ya no existen, allí donde se derribaron. Antes del encierro, al anochecer del día anterior, el mucho menos conocido “Encierrillo” permite disfrutar, en silencio, de la manada de toros que había salido de los Corralillos del Gas, en carrera entre el río y los lienzos del Frente de Rochapea. Las murallas en la Vuelta del Castillo, en los Glacis de la Ciudadela, también son lugar de encuentro masivo cada noche de la fiesta, para participar en el espectáculo de fuegos artificiales. Ciudadela que a lo largo de todo el año es lugar cultural, con celebración de múltiples eventos.
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La Ciudadela
La estrategia El Convenio Europeo del Paisaje redactado en Florencia en el año 2000, define el paisaje como cualquier parte del territorio tal como la percibe la población cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos. En su preámbulo se expresa que el paisaje desempeña un papel importante de interés general y que constituye un recurso favorable para la actividad económica; que contribuye a la formación de las culturas locales, al bienestar de los seres humanos y a la consolidación de la identidad europea; que es un elemento importante de la calidad de vida de las poblaciones; que por todo ello se debe responder a la aspiración general de disfrutar de paisajes de gran calidad y de participar activamente en el desarrollo de los mismos. En resumen, que el paisaje es un elemento clave del bienestar individual y social y que su protección, gestión y ordenación implican derechos y responsabilidades para todos.
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La muralla de Pamplona y su entorno se constituyen así en un “paisaje” de indudable valor, en un gran parque urbano y para potenciarlo se han puesto en marcha una estrategia de actuación con distintas acciones. Por un lado, la recuperación y mejora de los espacios libres que la rodean, de carácter urbano o natural según los casos, sobre todo en su borde norte, donde ha tenido lugar una profunda transformación urbanística, que permite en este momento disponer de un parque lineal en dirección este-oeste en el que se integra el río Arga, que conecta a su vez con el entorno rural periférico. Es éste el lugar desde el que disfrutar de la visión más próxima de la muralla y del río. El lugar en el que muralla y río incluso llegan a tocarse bajo el Medio Baluarte de Parma. Es este el espacio que da continuidad las zonas verdes urbanas y las pone en conexión a su vez con el Parque Fluvial y por extensión con el medio natural circundante.
Muralla, Parque, Río
Especial interés adquiere el Meandro de Aranzadi, cuyos suelos son ya de titularidad pública y para cuyo ámbito se está redactando el proyecto de adecuación como parque urbano integrado en un medio natural en el que se van a preservar incluso parte de las actuales huertas y en el que se valora el respeto del lugar como zona inundable. El entendimiento del conjunto amurallado como parque urbano exige darle continuidad peatonal y para ello, se han ejecutado obras específicas de restauración y urbanización en el Parque de la Media Luna, la Ronda del Obispo
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Muralla y meandro de Aranzadi
Barbazán y el Redín-Caballo Blanco; en el entorno del Archivo General de Navarra donde se ha recuperado la continuidad históricamente perdida; en el Paseo de Ronda; en la Plaza de la O, ahora en ejecución; en el frente del Baluarte de Gonzaga; en la Ciudadela. Estas actuaciones se han complementado con la dotación de una nueva comunicación exterior con la Rochapea mediante unos elevadores bajo la muralla en la prolongación de la calle Eslava, elevadores que van acompañados de la construcción de un edificio dotacional público y de un restaurante cafetería. En este momento también está en ejecución la conexión del Parque de la Media Luna con la Ronda Barbazana a través de la Plaza de Santa María La Real, mediante una nueva pasarela peatonal. En la zona de Descalzos, donde se ha impulsado un ambicioso plan de vivienda del que se empiezan a ver los primeros resultados, está prevista otra conexión peatonal con el Paseo de Ronda, en una compleja actuación que incluye el
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Izda. Parque bajo la Ronda Barbazana. Elevadores Rochapea-Casco Antiguo
traslado de la guardería ubicada en ese punto a otro lugar muy próximo, la ampliación del Museo de Navarra, y el derribo y nueva construcción de un edifico de viviendas. En el subsuelo de los Glacis de la Ciudadela se ha construido la nueva Estación de Autobuses, valioso ejemplo de integración entre la protección y recuperación del Patrimonio Cultural y la implantación en él de nuevos usos. Con esta actuación se ha recuperado además la gran extensión verde del glacis y se ha reconstruido el Revellín de San Lucía.
La estación de autobuses
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Se está restaurando el Fortín de San Bartolomé, en cuyas casernas se va a implantar el Centro de Interpretación de las Fortificaciones de la Ciudad. Entre las intervenciones pendientes está el Centro Temático de los Sanfermines, muy próximo al fortín, para cuya ubicación se ha tenido especialmente en cuenta su proximidad al conjunto amurallado y la intervención en las Huertas de Santo Domingo, en las que se va a construir un aparcamiento en subsuelo, un polideportivo y se va a completar el recorrido del Paseo de Ronda. Conclusión La ubicación de Pamplona en el territorio y su desarrollo histórico determinan que se caracterice por un indudable valor paisajístico en el que destaca la integración de su Conjunto Amurallado con el resto de la ciudad, con sus parques y el medio natural entre ríos. El Conjunto Amurallado está adquiriendo un protagonismo creciente. Como zona verde y de ocio, y también como espacio cultural. Como paso y estancia del Camino de Santiago. Como lugar vinculado a las Fiestas de San Fermín. Con el objetivo de potenciar ese valor se han acometido, además de numerosas e intensas actuaciones específicas para la restauración material de las murallas, acciones más ambiciosas como la reurbanización de casi la totalidad de su perímetro, una mejora sustancial de sus conexiones con el entorno y la implantación en él de nuevas dotaciones públicas. En paralelo se han potenciado los espacios exteriores a la muralla de mayor valor ambiental, sobre todo el Parque Fluvial del Arga al norte, que permite conectar las murallas con el medio natural de los núcleos rurales periféricos. Si en general las fortalezas se destacan por la solidez de sus muros y la contundencia de su trazado, consecuencia de su función defensiva, las de Pamplona lo hacen además por la naturalidad con la que se integra con los espacios verdes que la rodean por el exterior y que acoge en su interior. Muralla de Pamplona. Muralla Verde.
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Las fortificaciones de Pamplona: proyectos para su integración en la ciudad moderna consolidada José Vicente Valdenebro García DR. ARQUITECTO. DIRECTOR DEL ÁREA DE PROYECTOS ESTRATÉGICOS DEL AYUNTAMIENTO DE PAMPLONA Y PROFESOR DE LA E.T.S. DE INGENIEROS INDUSTRIALES Y DE TELECOMUNICACIÓN DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA DE NAVARRA
El conjunto fortificado de Pamplona, construido entre los siglos XVI y XVIII, es uno de los recintos abaluartados mejor conservados de toda Europa. En su diseño participaron algunos de los mejores y más importantes ingenieros militares de las tres escuelas europeas de fortificación: flamenca, italiana y francesa. Como ocurrió en otras ciudades, le llegó su ocaso en el siglo XIX, debido a su ineficiencia frente a los avances de la artillería y, sobre todo, al gran crecimiento demográfico que exigía una ampliación de la trama urbana. Pamplona celebró como un gran acontecimiento el derribo de sus murallas entre 1915 y 1921. Sin embargo, diferentes motivos han permitido que actualmente Pamplona cuente con la mayor parte de sus elementos defensivos prácticamente intactos. Por Orden Ministerial de 25 de septiembre de 1939, el conjunto de las murallas fue declarado Monumento Nacional Histórico-Artístico y por Decreto de 8 de febrero de 1973 la Ciudadela consiguió la misma calificación. Desde entonces, la pérdida de la función defensiva llevó a que no fueran prioritarias sus labores de conservación y mantenimiento. Esto originó el deterioro evolutivo de sus lienzos tanto por acumulación de suciedad como por el enraizamiento de gran cantidad de vegetación entre sus sillares. Por otro
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Arriba: ortofoto de Pamplona Abajo: superposici贸n recinto amurallado siglo XVIII a ortofoto de Pamplona
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lado, la ciudad antigua, que había crecido en el interior de las murallas, se había quedado obsoleta y deficitaria en infraestructuras, algo que se hacía más patente en función de la proximidad a los límites de la fortificación. Esta situación, que en ocasiones puede ser motivo para decidir no abordar determinadas actuaciones, puede llegar a convertirse en una oportunidad para incrementar el valor de aquellas que se lleven a cabo. Siguiendo esta premisa, el Ayuntamiento de Pamplona comenzó a trabajar en el año 2006 en un importante plan de actuación para la recuperación del recinto fortificado de la ciudad y la mejora de su entorno. Entre sus principales objetivos destacan los siguientes: - Ordenar, conservar y enriquecer el paisaje urbano histórico de la ciudad amurallada - casco antiguo de Pamplona. La arquitectura contemporánea se integrará en el paisaje urbano histórico con el objeto de no alterar su concepción. - Adecuar el patrimonio a las nuevas funciones y demandas. La recuperación funcional del patrimonio se convertirá en un atractivo cultural, turístico y económico, de tal manera que se consigan espacios atractivos para vivir, visitar e invertir. Para ello es fundamental superar las tensiones existentes entre los marcos legales, demandas sociales y acción política. - Comprender y organizar la ciudad histórica para el bienestar de habitantes y visitantes. Para ello se integrarán nuevos usos y actividades, incorporando mejoras funcionales en parámetros como vivienda, aparcamiento, dotaciones y espacios públicos. - Conseguir que el recinto amurallado sea accesible en todo su trazado. Las murallas pasaron de ser un límite infranqueable para defender la plaza a convertirse en un lugar de encuentro y esparcimiento para los vecinos de Pamplona. El siguiente reto está en que cualquier persona pueda disfrutar con libertad de este espacio.
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- Concienciar a la ciudadanía de Pamplona y de Navarra sobre la importancia material e inmaterial del hecho fortificado de su capital, como un valor histórico y de futuro. - Convertir a Pamplona en un referente internacional sobre patrimonio material e inmaterial ligado a las fortificaciones, potenciando a su vez la ciudad como un destino de turismo cultural a través de sus recursos patrimoniales. - Acompañar las actuaciones iniciadas en la candidatura a la Capitalidad Cultural Europea 2016. Este plan estratégico para la ciudad se está desarrollando dentro del marco normativo definido tanto por las figuras de planeamiento vigentes, Plan Municipal de Pamplona [2002] y PEPRI del Casco Antiguo [2001], como por el Plan de Actuación en las Fortificaciones de Pamplona [2006] redactado al efecto. Todas estas actuaciones tratan de recoger las recomendaciones de los diferentes documentos del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios–ICOMOS o de la UNESCO como son la Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico de Ámsterdam [1975], Declaración de Ámsterdam [1975], Carta Internacional para la Protección del Patrimonio Arquitectónico de Europa o Carta de Granada [1985] y especialmente el Memorando de Viena–Patrimonio Mundial y Arquitectura Contemporánea. Gestionando el Paisaje Urbano Histórico [2005], marco para el debate sobre los cambios funcionales y la integración de las nuevas arquitecturas en la ciudad histórica, y dentro del cual se establece la necesidad de ordenar y conservar el paisaje urbano histórico. Tres ejes de actuación El plan de recuperación del recinto amurallado se ha diseñado sobre tres ejes principales. El primero de ellos dirigido a realizar las actuaciones específicas de conservación y restauración del bien material. El segundo a llevar a cabo mejoras funcionales del entorno en parámetros como vivienda, dotaciones, espacios públicos y mejoras de movilidad y accesibilidad. Y el tercero centrado en la promoción y dinamización del propio recinto amurallado con el objeto de
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divulgar sus valores históricos y arquitectónicos tanto a ciudadanos de Pamplona como a visitantes. A su vez, coincidiendo con estas actuaciones, se han realizado labores arqueológicas de investigación y documentación de los restos de algunos lienzos de muralla que años atrás fueron derribados y que con ocasión de la construcción de nuevas infraestructuras han visto la luz. Entre las labores ya ejecutadas y las que están en ejecución en la actualidad suman un total superior a 25 actuaciones [Anexo 1]. Aunque normalmente predomina uno de los ejes mencionados, la mayor parte de ellas gozan de una cierta transversalidad de tal modo que resuelven de forma conjunta varias de las carencias de la zona.
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Conservación y restauración del monumento La pérdida del valor defensivo del recinto amurallado de Pamplona unido a las necesidades de expansión de la ciudad llevó a que sus murallas pasaran a convertirse en un problema para la ciudad. Alguno de sus elementos defensivos como los baluartes de San Antón y la Victoria y los revellines de Santa Teresa y Santa Lucía de la Ciudadela o el baluarte de la Reina en el lienzo sur, fueron destruidos para permitir el crecimiento de la ciudad. La parte restante, que se mantuvo, dejó de conservarse y la vegetación fue invadiendo poco a poco los lienzos creando una muralla verde sobre la propia muralla de piedra.
Frente de Francia
Con el paso de los años la vegetación fue apoderándose del monumento, llegando a enraizar entre las juntas de los sillares lo que en algunos casos provocó problemas de estabilidad en los lienzos de los elementos defensivos. La conservación fue prácticamente inexistente y a comienzos del siglo XXI se toma conciencia de la progresiva degradación a la que estaba sometido el monumento. A partir de este momento comienza la búsqueda de fondos para hacer frente a esta importante inversión.
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En primer lugar, entre los años 2003 y 2008, se acometieron las obras de restauración del conjunto denominado Frente de Francia, compuesto por algunos de las estructuras defensivas más singulares de todo el recinto amurallado (baluartes del Redín, de Guadalupe y del Abrevador y revellín de los Reyes), así como las de reconstrucción del revellín de Santa Lucía unidas a la construcción de la nueva estación de autobuses de Pamplona, actuación de la que se dará cuenta más adelante. Durante el año 2009 se actuó en el conjunto de la Taconera, donde se restauraron los fosos del propio baluarte de la Taconera, el revellín de San Roque y los restos del antiguo Baluarte de Gonzaga en el que se ha urbanizado
Revellín de San Roque: antes y después de la restauración
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el paseo de Ronda del frente norte de la ciudad entre la cuesta de La Reina y el Portal Nuevo. Hace escasamente dos meses se finalizó la obra de restauración del revellín de Santa Clara (con su contraguardia, foso, contraescarpa y camino cubierto) perteneciente a la Ciudadela de Pamplona, que junto con el conjunto de la Taconera es uno de los elementos defensivos en los que más urgente era su intervención causada por el deterioro producido por la vegetación.
Revellín de Santa Clara: antes y después de la restauración
En todas estas actuaciones los procesos seguidos han sido muy similares: numeración y retirada de aquellos sillares con riesgo de desprendimiento, eliminación de la vegetación existente y aplicación de biocidas, reposición de sillares, limpieza de los lienzos mediante cepillado y rejuntado con mortero de cal hidráulica. Se encuentran ya redactados los proyectos que permitirán la continuación de la restauración del resto de defensas exteriores de la ciudadela: el revellín y contraguardia de Santa Isabel junto con la Puerta de Socorro, y el revellín de Santa Ana.
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Mejoras funcionales La calidad constructiva y social de los centros históricos que se encuentran en el interior de recintos amurallados, siempre suele estar ligada a la calidad del propio conjunto amurallado. De los diferentes estudios realizados en relación a la problemática del Casco Antiguo de Pamplona se desprende que el deterioro del mismo aumenta a medida que nos aproximamos a los límites del recinto amurallado (paseo de Ronda). Ello es debido, en gran parte, al efecto de “fondo de saco” generado por su orografía, lo que dificultaba la conexión con el resto de la ciudad y por lo tanto lo convertía en un espacio poco transitado. Sin embargo, estas zonas son las que cuentan con mayor potencial de cara al turismo y al ocio, tanto por sus valores históricos como por sus características espaciales y privilegiada situación. Dentro de las políticas de revitalización de ciudades y centros históricos es fundamental actuar con decisión para dotarlas de condiciones funcionales apropiadas a la vez que se preservan los valores culturales que las caracterizan. Para ello se ha trabajado en cuatro líneas principales: movilidad y accesibilidad, espacios públicos, aparcamientos y dotaciones. Movilidad y accesibilidad Con el objeto de transformar el borde las murallas en un lugar de paseo y ocio, se han priorizado actuaciones encaminadas a las mejoras de movilidad y accesibilidad. En este momento la totalidad del paseo de Ronda, que acompaña a los lienzos de muralla en su parte superior, es transitable y la gran mayoría accesible. De esta forma, se ha conseguido un paseo de casi cinco kilómetros de longitud en los que los lienzos de la fortificación sirven de límite al parque urbano que los acompaña. En esta línea de actuación se ha reurbanizado el paseo correspondiente al parque de la Media Luna, ronda de la Barbazana y baluarte del Redín, frente de Francia o de la Rochapea y frente del antiguo baluarte de Gonzaga, consiguiéndose recuperar la continuidad histórica perdida.
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Intervención en el paseo de ronda: antes y después
Intervención en los restos del Baluarte de Gonzaga: antes y después
También se ha optado por incorporar elementos mecánicos para salvar los 30 metros de desnivel existentes entre los barrios del norte de la ciudad situados a extramuros. Así, en 2008 concluyeron las obras de construcción de dos elevadores que, a través de una galería que atraviesa el talud y el lienzo de la muralla, salvan la diferencia de cota existente entre el barrio de la Rochapea y el Casco Antiguo y desembarcan en un edificio dotacional que incorpora un restaurante-mirador y varias salas de exposiciones. Esta actuación, junto con otras llevadas a cabo recientemente, han permitido consolidar un eje comercial importante que atraviesa el Casco Antiguo en su dirección norte-sur comunicándolo con otra áreas peatonales del Segundo Ensanche.
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Elevadores – Portal de Descalzos
Dentro también de las actuaciones para la mejora de la movilidad han comenzado a ejecutarse las obras de construcción de una pasarela peatonal que permitirá, a la vez que se mejora la continuidad del paseo de Ronda, comunicar de un forma más inmediata y libre de barreras el Segundo Ensanche de la ciudad con el Casco Antiguo. Se trata de una sencilla estructura de acero corten que salva entre ambos extremos. Otra iniciativa que sigue esa línea de actuación es la construcción en la misma zona de un ascensor urbano que potenciará la conexión mecánica entre el Casco Antiguo y Segundo Ensanche con el Parque Fluvial del río Arga. Actualmente están en ejecución las obras de esta infraestructura que permitirá salvar los 20 metros de desnivel exitentes entre el soto del río y la ciudad.
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Infografías de la nueva pasarela y ascensor urbano junto al Fortín de San Bartolomé
Aparcamientos y espacios públicos Es habitual que los recintos amurallados se correspondan geográficamente con los centros históricos de las ciudades, por lo que las intervenciones en los mismos, como es el caso de Pamplona, suelen ir ligadas a labores de peatonalización y reurbanización de estos centros. La eliminación progresiva del aparcamiento en superficie como consecuencia de estas labores obliga a la construcción de nuevas plazas en enclaves próximos facilitando, por tanto, el aparcamiento de residentes y visitantes. Se trata de una necesidad que repercute directamente en su poder de atracción. El baluarte de Parma, conocido también como las Huertas de Santo Domingo, es uno de los espacios que el Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Casco Antiguo de Pamplona señala como susceptible de acoger un estacionamiento en el subsuelo ligado a la construcción de un espacio público superficial. Recientemente, finalizó la redacción del proyecto básico que posibilitará la eliminación de un aparcamiento en superficie ubicado sobre el baluarte de Parma para convertirlo en un espacio público que albergará en su subsuelo un aparcamiento subterráneo y un polideportivo. Por otro lado, la necesidad de dar respuesta al desarrollo demográfico en el interior de las fortificaciones obligó al crecimiento en altura de las viviendas dando lugar a una trama muy densa formada por edificaciones de una única crujía de gran profundidad y calles muy estrechas.
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Archivo General y baluarte de Parma: Estado actual y propuesta de intervenci贸n
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A la vez que se han potenciado una serie de medidas para impulsar la actividad de rehabilitación edificatoria, ha sido necesario recuperar espacios públicos para el vecindario, que sirven para oxigenar la propia trama urbana edificatoria. Entre estos espacios es importante destacar los resultantes de la urbanización del paseo de Ronda o la recuperación de una superficie verde superior a 30.000 metros cuadrados restituyendo el antiguo glacis de la Ciudadela, que se había transformado en aparcamiento de vehículos en superficie, actuación ligada a la construcción de la nueva estación de autobuses.
Recuperación del revellín y glacis de Santa Lucía de la ciudadela de Pamplona
Se encuentra en ejecución la obra de reurbanización de la Plaza Virgen de la O, junto al paseo de ronda y Portal Nuevo, que servirá también como espacio de ocio para los vecinos de la zona. Dotaciones Se han realizado actuaciones ambiciosas en lo que afecta a la cualificación de aquellos espacios vacíos que en algún momento soportaron estructuras pertenecientes al recinto amurallado que, con el objeto de permitir la evolución de la ciudad o la construcción de instalaciones militares más modernas, fueron derribadas. La construcción de la nueva estación de autobuses ha sido un brillante ejercicio de integración de nuevas dotaciones recuperando la estructura formal del propio monumento. En 2005 comenzaron las obras de esta infraestructura
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que se “esconde” junto al monumento, ocupando el subsuelo de su desaparecido glacis. La cubierta de la estación se convierte en una gran lámina verde que como si de un ejercicio de papiroflexia se tratase se pliega junto con la estructura para reconstruir los elementos defensivos -glacis, camino cubierto, contraescarpa y foso- del revellín de Santa Lucía de la Ciudadela de Pamplona que años atrás habían desaparecido para posibilitar el desarrollo de la ciudad mediante la construcción del Primer Ensanche y de nuevos cuarteles militares.
Revellín de Santa Lucía. Estado durante la excavación y estado final
En este caso, aunque debían ser compatibles, la función y la construcción quedaban al servicio de la forma. Todo ello derivado de la necesidad de reconstrucción literal de la envolvente del monumento.
Ciudadela
Foso
Camino cubierto
Glacis vegetado
Avda. Ejército
Sección transversal de la estación de autobuses
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La restauración de otras edificaciones, algunas ligadas a la propia fortaleza, para convertirlas en dotaciones públicas ha permitido introducir uso con capacidad generadora de actividad en el entorno próximo a la murallas. Entre ellas está la restauración del antiguo Palacio Real como Archivo General de Navarra o el antiguo hospital Militar como sede del Departamento de Educación del Gobierno Foral. Delante de este último, junto al baluarte de Parma, se conformará, como se ha comentado anteriormente, una nuevo espacio público que, siguiendo un proceso similar al de la estación de autobuses, será capaz de albergar en el subsuelo un aparcamiento y un polideportivo. La incorporación de nuevas dotaciones junto al recinto amurallado y en ocasiones junto a los restos de las cimentaciones de los tramos que habían sido derribados años atrás para permitir el desarrollo de la trama urbana de la ciudad, se ha convertido en una oportunidad para ejecutar una obra con valor añadido. Si bien es cierto, que ha llegado a complicar algunas actuaciones se ha procedido a la incorporación de restos arqueológicos relevantes devolviéndolos que durante algunos años dejaron de estar a la vista. Es el caso, por ejemplo, de la ya mencionada construcción de la nueva estación de autobuses que propición que el revellín de Santa Lucía volviera a formar parte de la ciudadela, o de la ejecución del aparcamiento subterráneo ubicado en el subsuelo de las calles Carlos III y Roncesvalles. La ejecución de estas nuevas infraestructuras y dotaciones han posibilitado la financiación de la restauración y conservación de los lienzos de murallas por ellas afectadas.
Restos del Baluarte de la Reina y Castillo de Santiago. Interior del aparcamiento de Carlos III
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Mejoras dinamizadoras y de promoción Una ciudad con este potencial tiene y debe estar orgullosa de las murallas en las que lleva escrita su historia y que acabaron definiendo su desarrollo urbano. En palabras de la alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina, “la evolución histórica de la ciudad es en gran medida la historia de la intervención en sus murallas, en un continuo proceso de construcción, mejora, transformación y, también, de destrucción”. Por ello es fundamental darla a conocer de tal modo que sirva como elemento de atracción turística y cultural de la ciudad. En este sentido, uno de los últimos proyectos que se ha comenzado a ejecutar es la restauración y rehabilitación del fortín de San Bartolomé, último elemento construido de la fortificación y que cuenta con entidad propia, como Centro de Interpretación de las Fortificaciones de Pamplona. Al margen de permitir ser conocido en sí mismo, la incorporación de diversos recursos expositivos audiovisuales en sus espacios interiores abovedados,
Fortín de San Bartolomé y propuesta para su reutilización
será la base para la explicación, de forma didáctica, participativa y adaptada a los diferentes públicos, del nacimiento, la evolución y el mantenimiento (como etapa final) de las fortificaciones de la ciudad a lo largo de los siglos. Además, se pretende acercar al visitante no sólo hasta las fortificaciones como obra de ingeniería (o arquitectura) militar, con su correspondiente explicación constructiva, sino también darle una visión global del momento social, del entorno humano, de la forma de vida de las gentes que las habitaban, de sus tradiciones y cultura, además de relacionarlas con otras fortificaciones españolas, europeas o americanas del momento.
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Este centro terminará de conformar uno de los enclaves estratégicos de la ciudad en el que confluyen el Parque Fluvial del Arga, el final del recorrido del encierro y uno de los extremos del recinto amurallado -los principales exponentes del patrimonio natural, patrimonio inmaterial y patrimonio material de Pamplona- creando una nueva zona cultural de referencia en la ciudad. Otra actuaciones en las que se están trabajando con el objeto de apoyar la promoción e investigación en torno a las fortificaciones son: señalización del recorrido de las murallas y de los elementos singulares del mismo; creación del sitio web www.murallasdepamplona.com dedicado a las fortificaciones de Pamplona; organización de conferencias y jornadas científicas; visitas guiadas a las obras de restauración en las que se puede apreciar las técnicas constructivas tradicionales; divulgación por grupos (escolares, familias, investigadores...) del monumento; y campañas de promoción turística.
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Reflexiones finales Las murallas urbanas forman parte de la vida cotidiana de las ciudades, siendo muy difícil entender las mismas sin contar con su recinto amurallado. Hoy en día es incuestionable el valor patrimonial, medioambiental, turístico y cultural que tienen los sistemas fortificados. Dentro de las políticas de revitalización de ciudades y centros históricos es fundamental actuar con decisión para dotarlas de condiciones funcionales apropiadas a la vez que se preservan los valores culturales que las caracterizan. Es posible preservar el patrimonio cultural de las ciudades a la vez que se realizan mejoras de infraestructuras y dotaciones que impidan la pérdida de vitalidad de las mismas. Siguiendo el ejemplo de actuación en las fortificaciones de Pamplona queda demostrado que es posible conseguir que las murallas, que en su momento fueron concebidas con función de límite, pasen a convertirse en un nexo de unión entre barrios, en una muralla urbana capaz de adaptarse a los nuevos tiempos incorporando nuevas dotaciones. Ha habido muchos debates y planes sobre cómo actuar en recintos amurallados, pero pocas son las ciudades en las que se ha pasado del mundo de las ideas a la realidad. Pamplona es una de ellas, es un referente tanto en la conservación de su patrimonio como en la integración de nuevos usos junto a sus murallas, consiguiendo un perfecto equilibrio entre conservación y funcionalidad. Ha primado un enfoque estratégico orientado a la acción en contraposición a aquellas otras ciudades en las que se sigue debatiendo sobre cómo actuar en su patrimonio monumental mientras sus monumentos siguen deteriorándose. Los nuevos usos son una oportunidad para la recuperación y enriquecimiento de los paisajes urbanos históricos. Probablemente sin la integración de nuevas dotaciones e infraestructuras no hubiera sido posible la investigación arqueológica y la restauración de algunos monumentos. En ciertos momentos una actuación exclusiva de restauración hubiera podido ser cuestionada, de no ir acompañada de una actuación de mayor envergadura, mientras existieran otras prioridades en las ciudades.
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Frente de la Rochapea
En todas las actuaciones ha primado el criterio del máximo respeto a la traza del paisaje urbano histórico. Han pasado más de 150 años desde que Aniceto Lagarde dibujara la silueta de la ciudad de Pamplona vista desde las huertas de la Magdalena. Se trata, sin duda, de una de las imágenes más interesantes y representativas de la ciudad que en la actualidad, después de múltiples vicisitudes, sigue manteniéndose como muestra indiscutible de los valores del paisaje cultural de la ciudad de Pamplona. Hoy es el día en que, lejos de ser un estorbo para los ciudadanos, las murallas de Pamplona han sabido incorporar modernas dotaciones a la vez que se han convertido en un espacio de esparcimiento para sus habitantes.
Vista de Pamplona en 1850 (dibujo de Aniceto Lagarde)
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Gracias a un gran equipo humano ... Todo este trabajo ha sido gracias a un importante equipo humano, bien desde sus responsabilidades en las administraciones, en la redacción del proyecto y dirección de las obras, obras, o bien como actores directos de los trabajos de restauración y construcción formando parte de las plantillas de las empresas constructoras-restauradoras. Aun a riesgo de olvidarme algún nombre parece oportuno mencionar a algunos: José Ignacio Alfonso, Alonso-Hernández Asociados, Arian, Construcciones Aranguren, Jesús Armendáriz, Rakel Arbizu, Alberto Artundo, Silvia Azpilicueta, Azysa, Ignacio Balsa, Yolanda Barcina, Manolo Blasco, Boreas NT, Jesús Cabrejas, Alberto Calvo, Javier Castrillo, Cima Ingenieros, Juan Ramón Corpas, CPA, Juan Dávila, Victor Echarri, Ana Esteruelas, Francisco Linero, José Javier López, José Luis Franchez, José Luis González, Mariano González, Leopoldo Gil, Iñigo Huarte, Ignacio Iribarren, IC Construcción, Teresa Lasheras, Construcciones Leache, Jesús Leache, Pedro Legarreta, Amaia Los Arcos, Pedro Lozano, Maite Mariezcurrena, María Marsa, Juan José Martinena, Enrique Maya, Alvaro Miranda, Teresa Moreno, Oscar Mongay, Jesús Montaner, Marta Monreal, Miguel Monreal, Obenasa, Juan M. Ochotorena, Jesús Odériz, Ignacio Olite, Construcciones Ortega, Camino Paredes, Carlos Pereda, Arturo Pérez, Gonzalo Pérez, Iñaki Pérez, Oscar Pérez, Raquel Pérez, Paz Prieto, Ignacio Polo, Verónica Quintanilla, Francisco Ramírez, José Reyes, Albert Ripoll, Joaquín Salanueva, Juan Luis Sánchez de Muniain, Javier Sancho, Inés Tabar, Fernando Tabuenca, Luis Tabuenca, Mercedes Unzu, Javier Urdaci, Joaquín Torres, Ángel Vázquez, Javier Vázquez, Construcciones Zubillaga, ...
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ANEXO 1: Relación de actuaciones en el entorno amurallado ACTUACIÓN Reconstrucción del Portal de la Taconera Impermeabilización y acondicionamiento de la Sala Felipe II de la Ciudadela Rehabilitación del Paseo de Ronda de los Frentes de la Magdalena y de Francia Restauración del Frente de Francia (fase I): Baluarte de Ntra. Sra. de Guadalupe Pavimentación de los caminos interiores de la Ciudadela Estación de autobuses. Reconstrucción revellín de Santa Lucía de la Ciudadela Restauración del Baluarte Real y cortina del revellín de Santa Lucía de la Ciudadela Restauración del Frente de Francia (fase II): Baluarte bajo de Ntra. Sra. Guadalupe y cortina de Palacio Construcción de ascensor urbano para comunicar la Rochapea y el Casco Antiguo: Portal de Descalzos Urbanización paseo de Ronda en el entorno del Archivo General de Navarra Restauración del Revellín de San Roque Restauración del Baluarte de la Taconera, fosos y contraescarpa Restauración del Portal Nuevo, paseo de Ronda y restos del Baluarte Gonzaga Restauración del revellín, contraguardia, foso y camino cubierto de Santa Clara Plaza Virgen de la O. Restauración del recinto amurallado, paseo de Ronda y plaza Mejora de movilidad en el tramo del Camino de Santiago entre Burlada y Pío XII Mejora de la accesibilidad entre el Casco Antiguo y el II Ensanche mediante pasarela peatonal Eliminación de barreras (rampa) entre la plaza Sta. María y paseo de Ronda frente de la Magdalena Conexión peatonal (ascensor urbano) entre el Parque de la Media Luna y el Paseo Fluvial del Arga Restauración del Fortín de San Bartolomé y reutilización como Centro de Interpretación de las Fortificaciones Restauración del revellín, contraguardia, foso y camino cubierto de Santa Isabel y Puerta de Socorro Restauración del revellín, foso y contraescarpa del revellín de Santa Ana Mejora de accesibilidad y ordenación del entorno amurallado del Baluarte de Parma (polideportivo + aparcamiento)
OTRAS DOTACIONES QUE HAN CONTRIBUIDO A LA PUESTA EN VALOR DEL CONJUNTO FORTIFICADO Y REVITALIZACIÓN DEL CENTRO HISTÓRICO Baluarte Palacio de Congresos Archivo General de Navarra Reforma Plaza de Toros Aparcamiento Carlos III-Roncesvalles Aquavox San Agustín Hotel Puerta del Camino Reurbanización calle García Ximénez Escuela Municipal de Piragüismo Centro Temático del Encierro y los Sanfermines
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La historia de las fortificaciones de Cartagena de Indias Alberto Escovar ARQUITECTO. DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN ESCUELA TALLER DE BOGOTÁ
La bahía de Cartagena es un emplazamiento geográfico singular, constituido por dos dársenas naturales, denominadas la Bahía Exterior que esta delimitada por una larga y angosta península llamada Bocagrande, un conjunto de islas denominadas Tierrabomba (Antiguamente, Carex), Manzanillo y Barú, y por la costa continental. La llamada Bahía Interior, esta delimitada a su vez por las islas de Manga y Manzanillo, por la península de Bocagrande y por el litoral continental. La isla de Tierrabomba determina dos únicos puntos de acceso a la bahía, uno amplio denominado Bocagrande y un estrecho denominado Bocachica. Como lo afirma Marco Dorta, la historia de las fortificaciones comienza al mismo tiempo que la vida de la ciudad y ésta a su vez se encuentra estrechamente vinculada a determinantes geográficas, así como a hechos históricos y políticos. Desde el punto de vista histórico y político la derrota y sometimiento del imperio incaico desvió el foco de atención que hasta el momento había estado centrado en las islas de las Antillas. El paso forzoso por el istmo de Panamá, requirió de un fuerte apoyo logístico y militar que brindó Cartagena y de igual manera las incursiones en el territorio de la actual Colombia, que partiendo del litoral navegaron por los ríos Magdalena, Atrato, Sinú, San Jorge y Cauca permitieron el descubrimiento de ricas regiones
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incrustadas en los Andes tropicales y la fundación de una red ciudades y villas que tuvieron como punto de confluencia y contacto con ultramar, la ciudad de Cartagena de Indias. El puerto entonces se consolidó rápidamente como una escala obligada y punto de referencia para los viajes interoceánicos. Sin embargo el oro del Sinú, los ricos territorios del interior del Nuevo Reino de Granada o la constante amenaza de piratas y corsarios, que desde muy temprano atacaron la ciudad y su puerto, no justifican en sí mismos el impresionante sistema defensivo de la ciudad. Aquí el aspecto geográfico y político son de vital importancia por cuánto Cartagena era un punto de apoyo vital para la defensa y comunicaciones con el verdadero interés de la Corona: el virreinato del Perú y, con él, el resto de Sudamérica. Una vez España tuvo dominio del territorio americano, emprendió la tarea de administrarlo y con este fin decidió desarrollar una sólida administración basada en dos componentes cuya evolución y operatividad estuvo en perfecta coordinación geoestratégica. Un Sistema defensivo que ha sido denominado como “estático” y que consistía en la adecuación y fortificación de una red de puertos en el Mar Caribe, donde se habían expandido los conflictos bélicos de las potencias europeas y otro denominado sistema “dinámico”, que regularizaba y reglamentaba los viajes y el comercio, fundamentalmente entre los Virreinatos de la Nueva España y el Perú, fuente de riquezas e ingente cantidad de mano de obra indígena. Al iniciarse el reinado de Felipe II, se estableció un trafico reglamentado y organizado que con itinerarios y fechas preestablecidas permitió el comercio e intercambio de España con sus reinos americanos. Esta decisión es la que le otorga a Cartagena de Indias su carácter de enclave estratégico de primer orden, al convertirse en el sitio de espera, reparación y aprovisionamiento de la denominada “Armada de los Galeones” o “Galeones de Tierra Firme”, conocida por el nombre simple de “Los Galeones,” que partiendo de los puertos de Sevilla y Cádiz se dirigía a ésta ciudad, donde anclaba por largos lapsos que se aprovechan para reparar, calafatear y en general poner a punto las embarcaciones. “Los Galeones” partían de Cartagena de Indias hacia Nombre de Dios inicialmente y posteriormente hasta Portobelo, ambas en el
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istmo de Panamá, punto de encuentro con la denominada “Armada del Sur”, que cargaba con los ricos productos provenientes del virreinato del Perú, los cuales eran embarcados en El Callao y transportados hasta Panamá, para cruzar por tierra la angosta franja del istmo. “Los Galeones” retornaban a Cartagena de donde partían hacia La Habana y de allí zarpaban rumbo a España, después de unirse a la denominada “Flota de la Nueva España” conocida simplemente como “La Flota”. Esta a su vez partía de Sevilla y Cádiz, se dirigía a Veracruz, punto también de encuentro y cierre de todo un circuito imperial al intercambiar mercancías provenientes del célebre “Galeón de Manila”, que unía este puerto con Acapulco en la costa pacifica, de donde cruzaba por tierra hasta Veracruz, previo paso por la ciudad de México. Sí bien Nombre de Dios y después Portobelo fueron los destinos prácticos de “Los Galeones”, Cartagena de Indias fue su verdadero puerto terminal, pues ofrecía unas condiciones insuperables por los puertos del Istmo: seguridad de su puerto, excelentes y abundantes maderas provenientes de las cuencas de los ríos Atrato y Sinú y extensas tierras interiores ricas en productos que
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permitían el avituallamiento de una numerosa población flotante que allí se encontraba. La necesidad de dotar al puerto de un sistema defensivo que garantizara su seguridad fue obvia e indispensable. Después de los primeros ataques de los cuales fue víctima la ciudad, a cargo de Roberto O Baal y el de Martín Cote y Juan Beautemps, una Real Cédula de 1565 ordenó fortificar la ciudad, razón por la cual en 1566, bajo la gobernación de Antón Dávalos de Luna, se construyó el Fuerte del Boquerón, situado en la isla de Manga, que fue la primera defensa construida después de las empalizadas iniciales. Este fuerte fue construido en el mismo lugar que hoy ocupa el fuerte de San Sebastián del Pastelillo. En julio de 1568 John Hawkins (1532-1595) bloqueó y atacó la ciudad después de intentar engañar al entonces gobernador Martín de Alas, sin embargo y a los ocho días de infructuosos intentos debió retirarse. Justo en ese momento se estaba pensando en la necesidad de construir una fortaleza que defendiese la zona propiamente del muelle. Sería Sir Francis Drake (c.1540-1597), pariente de Hawkins, quien en 1586 pondría de manifiesto la incapacidad defensiva de la ciudad cuando al mando de una poderosa escuadra y después de un breve sitio, la tomó y permaneció en ella casi dos meses, luego de los cuales y después de llevarse consigo un cuantioso botín, decidió partir, no sin antes quemar más de cien casas pajizas y derribar una de las naves de la catedral, dejando a Cartagena semidestruida y aterrorizados a sus habitantes. Paradójicamente, Mientras Drake asolaba la ciudad, el Consejo de Indias, sin conocer la noticia de la toma, aprobaba un importante proyecto estratégico de fortificación de todas las posesiones españolas de ultramar, el cual fue encomendado al reconocido y prestigioso ingeniero militar Bautista Antonelli (¿ - 1616), el cual acompañado por el maestre de campo Juan de Tejeda, arribó a la ciudad en julio de 1556. Antonelli junto con de Tejeda, determinaron la construccion de un fuerte la entrada del canal de Bocagrande, en la punta de Icacos y recomendaron ampliar el fuerte del Boquerón; dispusieron también la construcción de una trinchera y una estacada, con sendos fosos para defender los accesos de la ciudad. En 1594 Bautista Antonelli realizó su segunda y
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ultima visita a la ciudad; trazó los planos para construir una muralla abaluartada de cierre de toda el área urbana, que en buena medida es la que permaneció, sin embargo fue construida precitadamente y con materiales perecederos de los cuales la naturaleza se encargo de dar pronta cuenta: en 1.606 la muralla estaba por el suelo y en algunos sitios no quedaba ni rastro de sus cimientos. En el siglo XVII se distinguen dos periodos de fortificaciones: el primero correspondiente a las gobernaciones de Pedro de Acuña y Francisco de Murga, con los ingenieros Juan Bautista Antonelli y Cristóbal de Roda, en la que se concentra la acción en la Bahía Interior; el segundo, a las gobernaciones de Luis Fernández de Córdoba, Pedro Zapata y Pedro de Ulloa, con los ingenieros Juan de Somovilla y Juan Betín, dedicado a la protección de la Bahía Exterior. Cuando se pensó que el problema defensivo estaba resuelto gracias a las intervenciones del gobernador Francisco de Murga y cuando el canal de Bocachica no tenia prácticamente ninguna importancia estratégica, el 17 de marzo de 1640 naufragaron en el canal de acceso de Bocagrande una nave capitana y dos galeones portugueses que generaron la formación de una franja de tierra que cerró completamente el canal de Bocagrande y alteró el curso de las corrientes marinas que dragaron y abrieron el canal de Bocachica, con lo que se alteró completamente la geografía del lugar y la estrategia defensiva de la ciudad. Ahora que el puerto contaba con una sola entrada marítima por el canal de Bocachica, se tomó la decisión de construir en su costado norte y sobre la isla de Carex o Tierrabomba, el fuerte de San Luis según diseño y planos del ingeniero Juan de Somovilla. Para complementar el sistema defensivo se planteó la construcción de otra estructura en el costado sur del canal, pero no se construyó en ese momento. En 1650 se construyó el Canal del Dique que permitió comunicar el puerto con el río Magdalena y por consiguiente con el interior del país, lo que colaboró a consolidar la importancia de Cartagena. Este hecho coincidió con una breve tregua en los ataques militares hasta 1697, cuando el almirante francés Jean Bernard Desjeans, Barón de Pointis, al mando supremo de una expedición, se tomó la ciudad, entró en ella e hizo celebrar un Te Deum Laudamus, en la
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Catedral, se instaló y recogió todo el oro, plata y piedras preciosas que encontró a su paso y partió no porque tuviera intenciones de marcharse sino forzado por una epidemia que lo forzó a zarpar con su botín, legando la ciudad en manos de su socio en el ataque Juan Bautista Duchase, quien al abandonarla, la dejó nuevamente arruinada física y económicamente. Ese mismo año tomó posesión del cargo de gobernador Juan Díaz de Pimienta y Zaldívar y fue destinado a la plaza de Cartagena, el ingeniero militar Juan de Herrera y Sotomayor, quien trabajó en ella hasta su muerte, acaecida en 1732. Correspondió a estos dos personajes la labor de enmendar los daños causados por el ataque de los franceses y la construcción de otra serie de obras de importancia, entre las que se destacan las baterías de Chamba, Santiago y San Felipe en la Isla de Carex, sobre su costa occidental, quedando entonces conformado al que se le denomina como el Teatro Bélico Barroco. El 13 de marzo de 1740 el Almirante Edward Vernon, Oficial británico de Marina al servicio del Rey, intentó por primera vez tomarse la ciudad, no lo logró y regresó un año después al frente de la más grande y poderosa escuadra vista hasta la fecha en el mar Caribe: ciento ochenta y seis barcos de distinto tipo; nueve mil infantes de marina al mando del General Wentworth, dos mil negros
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jamaiquinos armados con machetes y un regimiento de las colonias inglesas de Norte América. Vernon y el Almirante Ogle tenían directamente a su cargo otros cinco mil hombres. Por su parte en Cartagena, no había disponibles más de tres mil hombres; se encontraba en la ciudad el nuevo Virrey del Nuevo Reino de Granada y Teniente General de los Reales Ejércitos, Sebastián Eslava; el gobernador y Mariscal de Campo, Melchor de Navarrete y el conocido General de Galeones, Blas de Lezo, manco, cojo y tuerto, después de sus largos y fieles servicios a España. Nada hacía predecir un final favorable para los españoles. Los ingleses lograron destruir el fuerte de San Luis, penetraron a la bahía y se tomaron los fuertes de Castillo Grande y Manzanillo, el cerro de la Popa y cuando todo parecía obrar a favor de los atacantes, a pesar de la tenacidad de los defensores, dos factores insospechados: los mosquitos y las malas aguas, cambiaron el curso de los acontecimientos. Estos causaron altas fiebres y disentería que afectaron considerablemente a las tropas inglesas, razón por la cual Vernon partió de Cartagena dejándola atrás con todo su sistema defensivo destruido. Adicionalmente, se volvió a abrir el canal de Bocagrande, con lo cual la situación de la ciudad y su puerto fue aun más grave. Se ordenó la ejecución de un plan de obras y se nombró como Ingeniero Director de las fortificaciones a Juan Bautista Mac-Evan y al ingeniero Antonio de Arévalo (1717-1800) como Ingeniero Extraordinario, los cuales llegaron a Cartagena de Indias en 1742, iniciándose así la etapa final y más notable dentro del proceso de fortificación y defensa de la ciudad. Mac-Evan construyó el Fuerte de San Sebastián del Pastelillo, en el mismo emplazamiento que había tenido el castillo del Boquerón, primera fortificación cartagenera. Ignacio de Sala, prestigioso ingeniero que había realizado importantes obras en Andalucía, fue nombrado como Gobernador y Capitán General en 1.748. Mac-Evan y Sala centraron sus esfuerzos en la defensa del Canal de Bocachica y estuvieron de acuerdo respecto al emplazamiento, sobre un bajo de arena, y sobre el trazado de la batería de San José. Tuvieron diferencias respecto a la localización y forma del nuevo fuerte de San Fernando, que llegaron hasta España donde se tomó partido respecto a las propuestas de Mac-Evan; por esta razón Sala pidió ser relevado, lo cual se produjo en
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1753. Con la conclusión de las obras del fuerte de San Fernando y las baterías de San José y Santa Barbara, en 1759, la defensa del canal de acceso a la bahía quedó solucionado. Le correspondió a Antonio de Arévalo concluir el sistema defensivo de la ciudad, remediando definitivamente los problemas que había tenido desde su fundación. Con la construccion de la Escollera de la Marina se evitaron, de manera definitiva, los destrozos que causaban los temporales en la parte norte y con la Escollera de Bocagrande, una impresionante muralla submarina, se cerró definitivamente este canal de acceso, dejando practicable únicamente el estrecho paso por el Canal de Bocachica, el cual fue aun reforzado mediante la construccion de la Batería del Angel San Rafael, en lo alto del Cerro del Horno en la Isla de Tierra Bomba, en el mismo lugar que había propuesto Ignacio de Sala para localizar a San Fernando, que sirvió para vigilar y proteger, cubriendo la parte trasera de dicho Fuerte. También son obra de Arévalo las Baterías colaterales de San Fernando, denominadas San Francisco de Regís y Santiago; la construcción de San Felipe de Barajas, que fortificó todo el Cerro de San Lázaro, convirtiéndolo en un sitio inexpugnable; así mismo la edificación de los cuarteles entre los baluartes de Santa Catalina y Santa Clara, hoy conocido como “Las Bóvedas”, con lo cual se concluye y cierra el cordón de murallas, en 1798 y quedando así conformado el Teatro Bélico Neoclásico. De esta manera y casi coincidiendo con el final de la presencia española en esta parte de América, terminó un proceso de fortificación de más de dos siglos: Cartagena de Indias declara su independencia de España, el 11 de noviembre de 1811; fue reconquistada por Pablo Morillo en 1815, sin embargo, a los pocos años inició definitivamente su vida republicana. Desde el punto de vista patrimonial el conjunto defensivo de la ciudad aún se conserva en su gran mayoría, sin embargo, es importante mencionar que el antiguo revellín de la “Media Luna” fue demolido en 1883 y la batería y parte de sus baluartes adyacentes correrán la misma suerte diez años después. Entre 1910 y 1911 se demuele el lienzo de cortina entre San Ignacio y San Francisco Javier y sus sillares son utilizados para la construcción de un
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monumento a “la Bandera” en una esquina de la Plaza de San Pedro Claver. En 1914 se contrata con la firma inglesa G. Pearson and Son un proyecto de saneamiento del puerto que incluye la demolición de los baluartes y cortinas adyacentes al sector de La Matuna, así caerán los antiguos baluartes de San Pedro Apostol, San Pablo y San Andrés, que partían de la Boca del Puente (Torre del Reloj) hacia el Barrio El Cabrero y las cortinas que los enlazaban, fueron demolidos como lo cuenta Donaldo Bossa Herazo, por iniciativa particular, legalizada posteriormente por un contrato con la alcaldía de Cartagena. Esta demolición empezó en la puerta abierta al final de la calle del tablón (Nuestra Señora del Valle) en 1919. Luego continuó hasta 1931, cuando de noche, para evitar las protestas de la ciudadanía, y utilizando cargas de dinamita, se hizo volar el baluarte de San Pedro Apostol a corta distancia de donde fueron fusilados los mártires de Cartagena, el 24 de febrero de 1816. Esta última demolición nocturna fue ejecutada por la Sociedad de Mejoras Públicas. Otro hecho para lamentar y que narra Daniel Lemaitre consistió en arrojar al mar los más de 400 cañones que estaban sobre la muralla y que fueron en parte recogidos por un tal M.L. Tyler quien los sacó de allí y luego los envió a Inglaterra. La Ley 5ª de 1940 inició el control de las construcciones y demoliciones en el recinto amurallado y desde entonces y para fortuna de las fortificaciones de la ciudad no se realizaron más atropellos de esta naturaleza y se emprendieron restauraciones como la del período comprendido entre 1968 y 1973 y otras encabezadas desde entonces por la Sociedad de Mejoras Públicas, que han asegurado la conservación del conjunto.
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El sistema de fortificación del Estrecho de Gibraltar La Bahía de Cádiz y el Atlas de las fortificaciones de 1814. La restauración del Puente Suazo Francisco Javier Toledo Coello ARQUITECTO TÉCNICO Y MASTER EN RESTAURACIÓN, REHABILITACIÓN Y GESTIÓN DEL PATRIMONIO. Autor del Proyecto de Adecuación, Rehabilitación y Mejora del Entorno “Sitio Histórico Puente Suazo y Fortificaciones Anejas”
Introducción Desde tiempos remotos, la costa ha dado muestras de ser un espacio óptimo para el asentamiento humano. Por esta razón, los territorios costeros se han considerado siempre zonas con un gran valor estratégico, motivo por el cual han sido el centro de ataques e incursiones para ser conquistados y gozar de dicha posición privilegiada. Como territorio costero, la Bahía de Cádiz hunde sus raíces en tiempos prehistóricos, siendo su ubicación y morfología los responsables de su ocupación y desarrollo económico y, en consecuencia, de su defensa. La Bahía de Cádiz se sitúa entre la desembocadura del Guadalquivir y el Estrecho de Gibraltar (en la ruta comercial entre el Mediterráneo y el Atlántico); así mismo, posee inmejorables condiciones morfológicas, tratándose de un abrigo natural para el resguardo de embarcaciones, rodeado de marismas emergentes que le confieren un carácter inexpugnable. Estas circunstancias han favorecido que diferentes culturas se hayan asentado en este enclave a lo largo de la historia. Ciudades como Cádiz, El Puerto de Santa María y San
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Fernando hunden sus raíces en tiempos prehistóricos como enclaves volcados a la actividad comercial marítima y militar. Es por esto, que la Bahía de Cádiz ha sido ocupada, defendida y conquistada, destruida y reedificada, construida y fortificada a lo largo de la historia, en un continuo afán por incorporarla a otros dominios territoriales o bien, para suprimirla como puerto comercial y territorio militar.
Imagen aérea de las marismas de la Bahía de Cádiz
Análisis histórico-territorial de la bahía de Cádiz La bahía de Cádiz como ruta de comercio: el puerto y la construcción naval Las excelentes condiciones que tiene la Bahía de Cádiz, por su condición de abrigo natural en el atlántico, en las inmediaciones del Estrecho de Gibraltar, han favorecido que la actividad portuaria sea uno de los primeros motores económicos en la zona, paralelamente con la construcción naval. En Cádiz, antes de la llegada de las civilizaciones mediterráneas: fenicios, cartaginenses y romanos, ya existía una sociedad muy avanzada, Tartessos (el
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imperio más antiguo de occidente), cuyo motor económico era el comercio marítimo con las islas británicas. Evidentemente, tuvieron que existir en esas fechas y en nuestras costas, puertos para el atraque de las embarcaciones, y arsenales para la construcción y reparación de las mismas. Al igual que para Tartessos, para los fenicios, las condiciones de la Bahía de Cádiz satisfacía unas necesidades básicas: por un lado, una muralla de agua, que significaba una barrera defensiva de primer orden, y por otro, un control seguro de los accesos a las ciudades de la metrópoli. Así, el ámbito de la bahía gaditana será, desde la llegada de esta civilización mediterránea, el centro de la actividad comercial; y con la llegada de Roma, el punto de partida para la conquista de Iberia y cabeza para el control institucional de las ciudades del área. Evidentemente, esta hegemonía comercial marítima y militar tuvo que precisar de unas instalaciones portuarias, o incluso varias. Así, las fuentes clásicas mencionan en el entorno de la Bahía de Cádiz la existencia de dos puertos: Portus Menestheus, en el actual Puerto de Santa María, y Portus Gaditanus, en Cádiz, el cual se situaba en la zona sur-occidental de la isla. También en la zona del Caño de Sancti-Petri, en uno de los estribos del Puente Suazo existió un muelle o dique en época romana, según restos hallados en él. Con respecto al Portus Gaditanus, es el primero del que se tiene constancia escrita, ya que Estrabón (63 a. C- 19 d. C), nos habla de su construcción por orden de Balbo el Mayor. Según el cronista, este puerto se acompañó de un arsenal a orillas del Trocadero, que participó en la fabricación de diez naves destinadas en la guerra entre Julio César y Pompeyo. Fue en la época de César cuando el puerto de Cádiz tiene su etapa de mayor esplendor, con la exportación de salazones y vinos hacia Roma y otras provincias del Imperio. A partir del siglo IV, con la caída del imperio romano, la zona de la Bahía de Cádiz entra en decadencia y habrá que esperar a la llegada del período musulmán, quienes a su manera, siguieron practicando la actividad portuaria y naval. En el siglo IX, con las invasiones normandas, la actividad decayó nuevamente, debiendo esperar a la reconquista de los reyes cristianos, en 1260, para su reinstauración.
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Durante los siglos XIV y XV, los puertos de la Bahía de Cádiz, en manos de la nobleza, comerciaban con África y las Islas Canarias en busca de oro, esclavos y otras mercancías. Este comercio trajo consigo una fuerte rivalidad con Portugal y varias contiendas hispano-lusitanas, así como la creciente presencia de comerciantes mediterráneos, principalmente catalanes y genoveses. Tal fue el auge de la bahía durante el siglo XV, que los Reyes Católicos construyeron su propio puerto, Puerto Real, por Real Orden de 19 de junio de 1483. De esta forma nace el primer puerto moderno de la bahía, el cual se centra en el comercio con África y posteriormente, con el Descubrimiento de América, con las colonias de ultramar En cuanto a la producción, fue de vital importancia la política de fomento de construcciones navales emprendida por Felipe II en la década de 1560, merced a la cual comenzó el gran despliegue de la industria naval gaditana. Se puede afirmar que estas disposiciones marcaron un antes y un después en la industria naval de la Bahía de Cádiz: a partir de este momento comienzan a levantarse los primeros careneros gaditanos. Así, Antonio de Ledesma, solicitó
Proceso de excavación arqueológica de los almacenes de carena que Juan de Ledesma mandó construir junto al Puente Suazo (21/06/2010)
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el 14 de noviembre de 1562, la construcción, a sus expensas, de dos muelles y almacenes para la carena de barcos junto al Puente Suazo, lo que le fue concedido el 18 de octubre de 1564. El comercio con América, monopolizado por el Puerto de Sevilla, aunque con amarre previo en la Bahía de Cádiz, va afianzando la actividad portuaria y naval en la bahía durante todo el siglo XVII; así, Felipe III, en 1613 autoriza a completar la carga de los buques con destino a "Nueva España o Tierra Firme" en Cádiz, después del descenso por el río Guadalquivir, y años más tarde, en 1627, Felipe IV, mejora estos privilegios, concediendo a Cádiz el derecho a completar en su puerto hasta un tercio de la carga de los barcos con destino a las Indias Occidentales. Tal es la importancia que está adquiriendo Cádiz en este sentido, que en 1639, por Real Orden de Felipe IV se establece en Cádiz el "Oficio de Palanca", encomendando a un Capataz Mayor el trabajo de control de la actividad portuaria. Cuarenta años más tarde, en 1679, las autoridades municipales solicitan a la Corona la construcción de un puerto o muelle de cantería, el cual se incrementa en 1685 con la construcción de un muelle de 400 varas de largo y 24 de ancho, posiblemente el arranque del actual dique de San Felipe. Durante este período, los Reales Careneros del Puente Suazo tienen una actividad constante, aunque el tamaño que van adquiriendo las embarcaciones con el paso del tiempo, hace que se traslade la actividad naval a la zona de la Carraca y del Trocadero, ya que la bóveda central del puente impedía el paso de los reales navíos. A partir de este momento comienza a diversificarse la industria naval en la Bahía de Cádiz: por un lado como actividad civil y más vinculada al Puerto de Cádiz, con base en el Trocadero; y por otro, como actividad militar y más vinculada a la construcción de Reales Navíos de la Armada, con base en el futuro Arsenal de la Carraca. Con la llegada de los Borbones, a principios del siglo XVIII, la ciudad gaditana se convierte en sede de la Casa de la Contratación (1717) y del Departamento Marítimo de Cádiz (1726), es decir, capital del comercio con la colonias de ultramar y sede de la Real Armada. Esta acción favoreció la mejora de las
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infraestructuras portuarias y navales, reconstruyéndose los careneros del Puente Suazo y el Trocadero, y construyéndose el Arsenal de la Carraca. Para la Bahía de Cádiz este sería su siglo de oro, pues gracias al auge comercial de estos años, Cádiz, la Isla o El Puerto de Santa María se transforman, convirtiéndose probablemente en una de las zonas más ricas de España. En lo que a tecnología se refiere, aparece el dique de carenar en seco, que supone la conquista fundamental en lo que a la conservación de los barcos se refiere, pues además de tiempo, se ahorraba el considerable quebranto que suponía varar la embarcación o caerla a la banda para carenarla y calafatearla. En el Arsenal de la Carraca se proyectaron desde bien pronto, aunque las enormes dificultades del terreno dieron al traste con los proyectos de Jorge Juan y Barnola en 1753, y de Mateo Mullan en 1757 y 1763. Habrá
Estado actual de uno de los diques de carena de la Isla del Trocadero, en Puerto Real (Cádiz)
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que aguardar hasta 1760 para que Juan Botto construyera el primer dique del Trocadero, y hasta 1783 para que un ingeniero, experto en la construcción de diques, Julián Sánchez Bort redacte el proyecto definitivo para la aparición del primer dique de carenar en seco en la Bahía de Cádiz. En estas fechas, el Trocadero era un complejo industrial con almacenes y viviendas a ambas orillas del caño, según puede observarse en los planos levantados de la zona en 1786. Por entonces, los barcos aún debían vararse para su carena, pues no se aprecian estructuras de diques, el cual aparece en los planos de 1792, en la margen izquierda del caño, justo donde hoy se encuentra la rampa de acceso. La pérdida del monopolio del Puerto de Cádiz del comercio con las colonias, y la Guerra de la Independencia, supusieron un revés en la actividad naval en el Trocadero, el Arsenal de la Carraca y los Careneros del Puente Suazo, los cuales fueron utilizados como cuarteles por los franceses y tropas aliadas respectivamente. A partir del trienio liberal el puerto de Cádiz sigue desarrollándose comercial e industrialmente; así, en 1829 empieza a funcionar como puerto franco y en 1861 se enlaza con la línea de ferrocarril. En esta época, la madera deja de utilizarse como único material en la construcción de cascos y estructura de los buques. A pesar de ser más ligera que el agua y muy resistente en relación con su peso específico, presentaba grandes dificultades de ensamblaje, y por tanto suponía un grave problema para la construcción de grandes buques, que estaba limitado a los 60 o 70 metros de eslora. A partir de entonces se inició la construcción mixta madera-hierro que permitió un considerable aumento del tamaño de los buques y la aparición del modelo clíper, largo y esbelto, con una proa estrecha y prominente. Con esta nueva forma de construir, y sobre todo a partir de 1859, cuando Isabel II declara de interés nacional la creación de establecimientos particulares para la carena de barcos, empezaron a abrirse en Cádiz y las localidades de la bahía, astilleros e industrias auxiliares donde se fundían todo tipo de piezas, se arreglaban y construían máquinas a vapor y todos los
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elementos necesarios en la habilitación de embarcaciones, destacando la Empresa Gaditana del Trocadero, los talleres de Thomas Haynes en Puntales, y la construcción de un dique en la playa de Matagorda por Antonio López, Marqués de Comillas, en 1878. Durante todo el siglo XIX, y sobre todo a partir de la Exposición Marítima de 1887 y la aprobación de la Ley de Escuadra, la construcción naval fue uno de los motores económicos de la Bahía de Cádiz. A partir de entonces se crean la Factoría Naval Gaditana, integrada por destacados representantes de la burguesía local, y la Compañía de Antonio López, o lo que es lo mismo, el nacimiento de la Factoría de Matagorda. A pesar de estas mejoras políticas y tecnológicas en la construcción naval, la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, en 1898, suponen un duro revés para el puerto gaditano, entrando en una profunda crisis económica hasta las primeras décadas del siglo XX. Hasta entonces, el puerto de Cádiz se va adaptando a las nuevas exigencias tecnológicas, construyéndose nuevos muelles y configurándose tipológicamente. En esta etapa del siglo XX, la Empresa Gaditana del Trocadero y la Compañía Trasatlántica Española conviven a ambos lados del Caño del Trocadero, siendo en estos momentos cuando se realizan los diques de la Isla del Trocadero y se construyen los primeros grandes buques trasatlánticos, destinados a la línea regular entre Barcelona y Nueva York, en la factoría de Matagorda. Desde la década de los cuarenta a los sesenta, tanto los Astilleros de Cádiz, de Vea Murguía, como la Factoría de Matagorda ven como decae su actividad, lo que lleva a la primera de las instalaciones incluso a cerrar. También en esta fecha es cuando se crean los Astilleros Españoles, S.A., los cuales están a pleno rendimiento hasta las primeras reconversiones navales de los ochenta. En el año 2000, los Astilleros Españoles se fusionan con la Empresa Nacional Bazán, creándose IZAR, y años más tarde, en 2004, se segrega la rama militar y se crea NAVANTIA, compañía que actualmente mantiene la actividad naval en Puerto Real y San Fernando.
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La fortificación de la bahía de Cádiz Según se desprende de los restos arqueológicos del Castillo de Doña Blanca, en El Puerto de Santa María, y del Cerro del Castillo, en Chiclana de la Frontera, los primeros asentamientos amurallados que aparecen en la Bahía de Cádiz pertenecen a la época fenicia, debiendo existir anteriormente un hábitat polinuclear y abierto. En el Yacimiento Arqueológico del Castillo de Doña Blanca se ha documentado la existencia de tres murallas, construidas en tres etapas históricas diferentes. La primera y más antigua, fechada hacia el 730-720 a.n.e, está construida sobre una sólida base compactada con piedras y arcilla, y un zócalo de mampostería trabado con argamasa rojiza. El lienzo de muralla, de unos 3 metros de anchura y 4 metros de altura, está realizado, al igual que el zócalo, con mampuestos irregulares trabados con arcilla, material que también se utilizó para su revestimiento. Además, la muralla estaba reforzada por bastiones circulares y un foso excavado en piedra calcarenita de 20 metros de anchura y 4 metros de profundidad. Al siglo V a.n.e corresponde la segunda muralla, realizada con una fábrica mas elaborada que la anterior y siguiendo la tipología de casernas o casamatas. Por último, la tercera muralla, fechada entre los siglos IV y III a.n.e., de la que se tienen más datos, ya que se han excavado cerca de 240 metros. Esta muralla, al igual que la primera, está cimentada sobre una base compactada de arcilla y piedra con zócalo. Como la segunda, responde a la tipología de casernas o casamatas, con una separación media entre muros de 3,50 metros, con espesores aproximados de 1,20 metros el exterior y 0,90 metros el interior. En los 240 metros excavados, se han documentado cinco tramos de muralla separados mediante torres cuadrangulares de unas dimensiones aproximadas de 10x9 metros. Por último, el yacimiento del Cerro del Castillo, en Chiclana de la Frontera, que ha sido excavado recientemente, y que posee restos de un asentamiento fortificado, también de época fenicia. Hasta el momento, se ha documentado una muralla de unos 38 metros de longitud con estructura de casernas o casamatas, realizada con mampuestos irregulares.
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En época romana no existe constancia cierta de que ninguna de las ciudades de la Bahía de Cádiz se encontrara amurallada. Es claro que estas ciudades debían contar con algún tipo de defensas que pudieran ser heredadas de época fenicia; sin embargo, este sistema defensivo no ha podido ser documentado ni en fuentes escritas ni mediante el registro arqueológico. A finales del siglo III, Cádiz y su bahía decaen notablemente, quizás por un cúmulo de circunstancias (la crisis del siglo III; la caída del imperio romano, con el consecuente derrumbamiento de sus redes comerciales; el terremoto del año 382 d.n.e.; y las invasiones bárbaras), debiendo esperar al siglo VIII para su resurgimiento. Con la expansión islámica y la conquista cristiana, la Bahía de Cádiz empieza a recuperarse, construyéndose, en el período comprendido entre el siglo VIII y el siglo XIV, sus fortificaciones medievales: el Castillo y Cerca medieval, en Cádiz; el Castillo de San Marcos, en El Puerto de Santa María; y el Castillo de San Romualdo, en San Fernando. Pocos son los datos que se tienen de la Bahía de Cádiz durante la dominación musulmana, siendo en su mayor parte crónicas y leyendas en torno a antigüedades de otros tiempos, como el acueducto, las cisternas y el ídolo. Por estas fechas, la Isla de Cádiz, que abarcaba los términos municipales de Cádiz y San Fernando, se denominaba Yazirat Qadis y, según los cronistas musulmanes Al-Razi, Ibn Galib y Al-Idrisi, perteneció a la Cora de Saduna (actual Medina Sidonia). Las únicas referencias escritas sobre construcciones defensivas de Yazirat Qadis se deducen de los textos del geógrafo musulmán Al-Himyari y la crónica anónima Dikr bilad Al-Andalus, que hablan de la existencia de dos castillos: el del Teatro (Al-Malab), denominado así por estar construido sobre los restos del antiguo teatro romano; y otro, ubicado en el cabo del otro lado de la península de Cádiz, junto a la Iglesia de San Pedro, el cual puede ser, tanto un torreón defensivo situado en la Isla de Sancti-Petri, como el Castillo de San Romualdo. Estas edificaciones pudieron levantarse en el siglo IX, dentro la política defensiva costera impulsadas por los emires Abd al-Rahman II y Muhammad I para hacer frente a las continuas razias normadas.
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En la primera mitad del siglo XIII, Cádiz pasa a manos cristianas. En estas fechas, el rey Alfonso X el Sabio ordena al Almirante Pedro Martínez de la Fee su ocupación y el mantenimiento de las condiciones que permitieran la repoblación de la villa. En la segunda mitad del siglo XIII, Cádiz se repuebla por una colonia de familias cántabras, configurándose un poblado coincidente con el actual Barrio del Pópulo. En esta zona existió, además del poblado, una Catedral, la conocida actualmente como Catedral Vieja, así como un Castillo y una muralla que la defendieron de numerosos ataques norteafricanos. Pocos son los datos que se tienen del Castillo de Cádiz, ya que éste ha desaparecido casi íntegramente, conservándose tan sólo una torre y tres puertas. Con respecto a la muralla, Fray Pedro de Abréu afirmaba en 1597 que es antigua, fuerte, con sus torres a trechos y bien fabricada, y Fray Gerónimo de la Concepción, en 1690, aseguraba que era de mampostería y coronada de almenas y torres. La altura y espesor de la muralla no eran constantes, como puede apreciarse en los restos que se conservan. En su construcción se utilizó sillería en las
Muralla y Arco de los Blanco (Cádiz). Estado actual
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puertas y en las zonas inferiores de los lienzos y torreones, y seguramente en algunos ángulos que necesitaban un mayor refuerzo. El resto debió ser de cal y canto puesto a mano. En cuanto a los torreones, todos éstos eran de planta cuadrada o rectangular y estaban rematados con almenas acabadas en pináculos. En un grabado de 1513 con la representación de panorámica de Cádiz y sus defensas (Archivo General de Simancas), se pueden contar a lo largo de toda la muralla hasta trece torreones, rematados todos por una imposta o, quizás, el parapeto sobre el que descansan las almenas. Dichas almenas estaban construidas siguiendo el canon de la época en Andalucía, contando con una gran altura. Alrededor, y por dentro, la muralla contaría con el camino de ronda, que la aislaría de las edificaciones del recinto, pero los arrimos, consentidos por el Ayuntamiento, fueron ahogándola interior y exteriormente de tal modo, que ya Abréu se dolía al expresar “...y a estar esta cerca limpia y sola de casas y edificios que se le han arrimado, pudiera ser de mucha importancia para esta ocasión”. El último censo que se otorgó por arrimo, seguramente por estar ya toda la muralla recubierta, fue hacia 1655. Otra de las edificaciones defensivas de época medieval en la Bahía de Cádiz es el Castillo de San Marcos, en El Puerto de Santa María. Esta fortificación, en origen, se trataba de una mezquita musulmana que fue transformada en templo cristiano en el siglo XIII. Con la conquista castellana llevada a cabo por el rey Alfonso X el Sabio entre los años 1257 y 1260 se debía elegir un lugar estratégicamente situado tanto desde un punto de vista defensivo como de centro de aprovisionamiento de la flota castellana para sus expediciones. Para ello se reconstruye la IglesiaFortaleza de Santa María, conocida a partir del siglo XIV como Castillo de San Marcos, finalizando la obra en 1268. Para ello se emplearon sillares y columnas romanas de acarreo, conservándose varias de estas columnas adosadas a pilares interiores. Esta reforma y construcción cristiana fue comenzada por el alarife Alí en los primeros años de la ocupación castellana y el edificio fue pronto convertido en un importante centro de peregrinación que
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destacaría como elemento singular de la población. Años después sufriría remodelaciones al mismo tiempo que se levantaba la muralla en la ciudad. Esta reconstrucción afectó tanto a su aspecto exterior como interior. Así, se abandonó el antiguo eje transversal de la capilla hacia el muro de la quibla, orientándola al lado norte, y abriendo una capilla mayor o ábside que se convertiría entonces en principal. La capilla ocupa la parte inferior de la torre principal del castillo - Torre del Homenaje- que se levantó probablemente en el mismo lugar donde podía haber estado el alminar de la antigua mezquita. Debido al cambio de orientación y con el fin de adaptar la visibilidad, debió abrirse una puerta en recodo en el lado opuesto al ábside. Así mismo se amplió todo el oratorio a costa del patio contando el edificio a partir de entonces con siete naves en forma de gran sala que queda a la izquierda de la entrada actual. Además la reforma afectó también a la cubrición general, pasando a ser abovedada, y al refuerzo y coronamiento de los muros, combinándose los caracteres religioso y defensivo.
Castillo de San Marcos (El Puerto de Santa María)
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El edificio adoptó la forma de un recinto rectangular flanqueado por ocho torres, todas con decoración almohade, y rematadas por almenas en picos. El conjunto se rodea de una muralla o cerca no muy alta. A fines del siglo XV y principios del XVI se realizaron nuevas obras de reforma y consolidación del conjunto a cargo de Luís de la Cerda, duque de Medinaceli. Estas obras consistieron en el recrecido de las torres, incluida la del Homenaje y la torre sur, el refuerzo de la cerca exterior, la apertura de la puerta que da a la plaza y la construcción de un nuevo cuerpo adosado a modo de sacristía, con lo que se potenciaron nuevamente sus valores militares y religiosos. Desde la sacristía, finalizada en el siglo XVII por el arquitecto Francisco de Guindos, se accede a la antigua puerta en recodo de la época alfonsí. El Castillo fue sede del Concejo hasta 1729, año en que se produce la incorporación de El Puerto a la Corona castellana tras un largo periodo de dependencia señorial de los Medinaceli. Fue utilizado como iglesia hasta el siglo XIX y más tarde se readaptaría para viviendas, hasta que a mediados del presente siglo se acometiera la última gran remodelación, en la que el edificio adoptó su actual imagen. Por último, en San Fernando encontramos el Castillo de San Romualdo, antiguo Castillo de la Puente, de Suazo o de León. Se trata de una construcción cuyos orígenes se creen que fueron el culto y la defensa militar de la zona. Su trazado, de perfectas dimensiones, guarda cierta similitud con el Ribat de Susa (Túnez), así como su Torre del Homenaje, a la que podemos comparar con la de la fortaleza hispano-musulmana de Loja (Granada) o con la Torre de la Sultana, de la alcazaba de la Alambra. Su esquema está compuesto básicamente por murallas con ocho torreones en cuadro y naves que cercan el patio central. Las torres, de las que sólo se conservan dos con su altura original, responden a varias técnicas constructivas; las situadas en el plano nordeste son macizas en planta baja, y con cámaras las ubicadas en el muro sudoeste. Destaca la Torre del Homenaje cubierta con bóveda esquifada de ocho paños sobre trompas angulares.
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La atalaya de menor sección, en la que algunos autores aseguran estuvo el alminar o minarete desde donde el muecín llamaba a la oración, se sitúa a la izquierda de la única torre que fue demolida en su totalidad, y que en el siglo XVII se convirtió en capilla y que ejerció como parroquia de la incipiente villa hasta mediados del siglo XVIII. Las naves son simples en construcción y se dividen a su vez en alcobas o estancias comunicadas entre sí mediante huecos arcados. La mayoría de ellas están resueltas mediante bóvedas semicilíndricas o de medio punto, aunque en algunas se utilizan las de aristas, vaídas o esquifadas. Pocos son los datos que se tienen del origen del castillo, habiendo además varias hipótesis que tratan de justificar la tipología del edificio y los restos encontrados en él. La mayoría afirman que la fortaleza isleña no es más que la superposición de construcciones de distintas épocas, debemos de tener en cuenta que su situación es bastante estratégica. Horozco, en 1598, describe que en los bajos del castillo existen restos de culturas anteriores; teoría que no ha sido demostrada después de las intervenciones arqueológicas realizadas recientemente. Otros indican la posibilidad de ser la pervivencia del Arx Gerontis tartesso o bien de una fortaleza bizantina. Torres Balbás, por ejemplo, lo cataloga como un ribat cristianizado; aunque su estructura, insólita en la España cristiana, hacen pensar que fue construido por alarifes moriscos allá por el siglo XIV. La última de las teorías, del profesor Eslava, contrarresta a la anterior y afirma que fue levantado por musulmanes en la primera mitad del siglo IX, cercano en cronología al Ribat de Susa (822), Alcázar de Mérida (835) y al Castillo de Triana (844), a los cuales se asemeja en planta y distribución. Eslava, sostiene además que corresponde al modelo defensivo de "Fuerte Cuadrado", tipología procedente de los campamentos romanos. Este supuesto corrobora además lo dispuesto por Cristelly, que afirma que ya existía en tiempos de Septimio y del visigodo Wamba, allá por el año 672 y que siglos más tarde perteneció al rey de Fez y de Marruecos, Jacob Aben Juseff, emir Almumenim e hijo del fundador de la dinastía almohade.
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Sea cual sea su origen, lo cierto es que defendió a su puente asociado, el de Suazo, y por consiguiente a la Isla, hasta la aparición de la pólvora y el cañón, instante en que empieza a ser inservible para la defensa de nuestro territorio.
Castillo de San Romualdo (San Fernando) a principios del siglo XX
A finales del siglo XV y durante el siglo XVI, los Reyes Católicos y posteriormente Carlos V mandan levantar torres defensivas para la defensa del Estrecho de Gibraltar contra la Berbería. Así, entre finales del siglo XVI y principios del XVII, tras la petición de las Cortes, Felipe II mandó fortificar la costa mediterránea y suratlántica, para impedir el asedio y ataque de corsarios. Fue una gran empresa de ingeniería militar destinada a proteger las costas de los reinos peninsulares frente a los frecuentes golpes de mano de los piratas norteafricanos. Con esta finalidad se proyectó un sistema de comunicación entre la costa y los recintos amurallados mediante torres vigías, todas colocadas en lugares estratégicos y desde donde dominaban buena parte de la costa. De este modo
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la costa de Andalucía quedó protegida desde Ayamonte hasta Gibraltar por un total de cuarenta y cinco torres, las cuales estuvieron financiadas por distintas entidades, o bien por los reyes, por las ciudades o por los señores. De estas cuarenta y cinco torres, diecinueve ya existían cuando el rey Felipe II ordenó a D. Frances de Álava y al comendador Luís Bravo de Laguna a supervisar la costa. En estos momentos, y con los avances realizados en las técnicas defensivas por los maestros del Renacimiento: Leonardo Da Vinci, Miguel Angel, Niccolo Machiaveli o Durero, empieza a implantarse una nueva tipología de fortificación: la planta poligonal. A finales del siglo XVI, dado el valor estratégico y comercial de Cádiz, comienza a fortificarse, construyéndose murallas y baluartes para su defensa. Bajo la dirección de Gabriel de Rojas, comenzó la construcción del Castillo de Santa Catalina en 1598, y durante los primeros años del siglo XVII se construyen los Baluartes de San Francisco, San Roque, Benavides y San Felipe. También en esta fecha comienza la reconstrucción y fortificación del Puente Suazo, interviniendo en este proyecto distintos maestros e ingenieros de esta centuria, tales como: Alonso Rodríguez, Benedicto de Rávena, Juan Bautista Calvi, Antonelli, Juan Marín o Tiburcio Spanochi, recogiendo la dirección de estas obras en el siglo siguiente Cristóbal de Rojas, Fernando Girón, Claudio Richardo, Ginés Martín de Aranda y Juan Román Arellano.
Plano del Puente Suazo, 1602. Servicio Histórico Militar, Aparici, S. XVII, Sección 1ª, nº 1, 1-47, Folios 210-212
Durante la primera mitad del siglo XVII se construyen en Cádiz el Fuerte de San Lorenzo del Puntal y el Castillo de Matagorda en Puerto Real, y a partir de 1650 se termina en Cádiz el frente de Tierra y se levantan el Baluarte de la Candelaria y el Baluarte del Matadero.
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En el siglo XVIII, Cádiz era una plaza fortificada y en 1717 se traslada la Casa de la Contratación y Consulado desde Sevilla. En estos momentos Cádiz contaba con los Baluartes de Santa Elena y San Roque (Frente de Tierra); el Baluarte de Santiago; el Baluarte de los Negros; la Puerta del Mar; el Baluarte de Santa Cruz; el Baluarte de San Antonio; el Baluarte de San Felipe; el Baluarte de la Candelaria; el Baluarte de la Soledad; el Baluarte de Bonete o de San Agustín; el Castillo de Santa Catalina, con los Baluartes de San Pedro y el de San Pablo, la Puerta de la Caleta y el Baluarte de Santa Catalina; la Puerta de San Sebastián; el semibaluarte de Santa Catalina; el Baluarte de los Mártires; la Batería de los Capuchinos; la Muralla del Sur, con el Baluarte del Matadero, semibaluarte de San Roque, la Batería de las Peñuelas; y, por último, el Castillo de San Sebastian. En el primer cuarto del siglo XVIII, San Fernando o La Isla tenía protegido sus cuatro puntos cardinales. Al este, el Puente Suazo, defendía la única entrada de Cádiz y San Fernando desde el continente. En este momento, el puente estaba defendido por dos baterías abiertas situadas a la derecha e izquierda del arrecife del camino de Puerto Real, y por un baluarte estrellado ubicado en la margen de San Fernando. Al sur, el Castillo de Sancti-Petri, defendía la entrada al caño del mismo nombre con un torreón y una batería semicircular perpendicular a la desembocadura de la ría; sirviéndole de apoyo la Batería de la Barca de Sancti-Petri y la Batería de Gallineras, situadas a orillas del mismo caño. Al oeste, dos baterías defendían el arrecife del camino que unía a San Fernando y Cádiz, el Castillo de la Alcantarilla y la Batería Doctrinal. Por último, al norte, “El Fuerte” de Cristóbal de Rojas defendía la entrada desde la bahía al caño de Sancti-Petri y al naciente Arsenal de la Carraca en la Isla de San Agustín, hoy Isla Verde. En este siglo XVIII, y con la casta de los Borbones, la entonces Villa de la Real Isla de León experimenta un notable auge, manifestándose en los ámbitos urbanísticos, defensivos y sociales. Así, se instala el Departamento de la Armada, y empiezan a construirse el Arsenal de la Carraca, la Población Militar de San Carlos o el propio Observatorio Astronómico. Este proyecto de Felipe V, para convertir San Fernando en una ciudad para el Estado, que continuaría con Fernando VI y que se materializaría con Carlos III, derivó en la segregación
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Plano de planta y sección del proyecto de construcción de la Batería de la Barca de SanctiPetri. Servicio Geográfico del Ejército. Siglo XVIII
de La Isla del mandato de la vecina Cádiz, constituyéndose con autonomía propia en 1766. La construcción de estas importantes instalaciones militares y el gran aumento de la población trajeron consigo una nueva política de fortificación de La Isla. En este sentido, durante el siglo XVIII se refuerza nuevamente el Puente Suazo, construyéndose primero la Batería de San Pedro, y posteriormente la Batería de San Pablo. Así, la entrada a la Isla y a Cádiz estaba resuelta mediante un complejo sistema de cortaduras, cada una de las cuales contaba con una línea defensiva. También, el Real Carenero, dispuso de muralla propia. Igualmente, la entrada al Caño de Sancti-Petri, por el sur, se refuerza, ampliando las instalaciones del castillo situado en el islote. Por su parte, la Punta del Boquerón empieza a fortificarse, construyéndose las Baterías de San Genís y de Urrutia.
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En el oeste, el Castillo de la Alcantarilla sufre las secuelas del maremoto que se produjo a mediados del siglo por terremoto de Lisboa, perdiéndose la pista desde entonces de esta fortificación, la cual se asemejaba en planta y tipología al Reducto de la Torre Gorda, anteriormente la Torre de Hércules. Éste se situaba junto a la cortadura que separaba el territorio isleño del gaditano por el Río Arillo, y que hoy, en terrenos militares se conserva parte de su estructura. Plano del proyecto de fortificación del Puente Suazo y Real Carenero en San Fernando y Puerto Real. Servicio Geográfico del Ejército, 957 – 1724
En el sur de la Isla, se proyecta el Sitio de Punta Canteras para el almacenaje de pólvora, construyéndose así tres polvorines, muralla y espigón. Por último, el incipiente Arsenal de la Carraca queda defendido por las Baterías de San Fernando, Santa Rosa, Santa Teresa, San Carlos, San Ramón y Dolores. En Puerto Real, en el Trocadero, se levantó el Fuerte de San Luís; y, por último, en El Puerto de Santa María se levantó el Castillo de Santa Catalina, la Batería de la Ciudad, la Batería de las Arenillas, la Batería de la Bermeja, la Batería del Palmar, la Batería de la Puntilla, y, la Batería de la Gallina.
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Así, si intensa parece la fortificación de la Bahía de Cádiz en el siglo XVIII, más lo fue a principios del siglo XIX. En este siglo, la nefasta decisión de Carlos IV firmando el Tratado de Fontenibleau, por medio del cual España se comprometía a dejar paso libre a las tropas napoleónicas contra el país vecino de Portugal, trajo consigo la invasión francesa y, por consiguiente, la Guerra de la Independencia. Con este panorama político, los españoles se dividieron ideológicamente en tres grupos: los absolutistas, los afrancesados y los liberales, perteneciendo los personajes de mayor valía a los dos últimos grupos. Mientras tanto, el grueso de la población española se constituyó en 18 Juntas Provinciales, para luchar contra el invasor, uniéndose todas ellas en la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, la cual asumía la soberanía nacional. En un principio, esta Junta se instaló en Aranjuez, pasando posteriormente a Sevilla y a la Isla de León (San Fernando), traspasos que se producían a medida que los franceses iban ganando terreno. Asentado en la villa este organismo gubernamental, se encomendó a D. Francisco Javier de Uriarte su defensa, según proposición de D. Antonio Escaño.
Óleo sobre lienzo del Juramento de las Cortes Generales y Extraordinarias de la Isla de León de 1810 en la Iglesia Mayor de San Pedro, que se conserva en el Salón de Plenos del Congresos de los Diputados. Casado del Alisal (1860)
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Así, nuevamente, se intensificó la fortificación de la Isla y sus alrededores. En el Puente Suazo, se corta el arrecife y se construye la Batería de San Ignacio; además, se establecen tres líneas de defensa con las Baterías de Daoiz, Velarde, Santiago y las Casas Fuertes de la Soledad, la Trinidad y la Maquina, es decir, las casas salineras de las salinas de Ntra. Sra. de la Soledad, de Ntra. Sra. de la Trinidad y de la Maquina. Recobra especial importancia la línea del Caño de Sancti-Petri, para la que se formaron baterías avanzadas y se armaron lanchas cañoneras. De este modo se construyen desde el Puente Suazo a la Punta del Boquerón la Batería de San Pedro, de San Judas, de los Ángeles, de San José de Bausel, de San Melitón de la Calavera y de Aspiroz. La playa del Castillo se fortifica con el Reducto de Lacy, la Batería del Rey Constitucional, de la Independencia y la Batería de los Intrépidos; esta última junto a los polvorines de la Marquina o de Camposoto. En el saco interior de la bahía se levantan la Batería de Caño Herrera, la del Lazareto, la de la Casería o del Ocio y la Casa Blanca, utilizándose el Sitio de Punta Canteras como Reducto nº 22 del destacamento inglés, aliado en esta contienda. Son también los ingleses y portugueses los que levantan la segunda y tercera línea defensiva del Caño de Sancti-Petri, para ello construyen reductos y baterías de tierra en las huertas isleñas, con los nombres de Batería Alta de San Judas, de los Ángeles, de Gallineras y del Cerro de los Mártires. En el saco interior de la bahía también se construyen los reductos ingleses nº 1, nº 2 y nº 3, así como otros reductos portugueses entre el Arsenal de la Carraca y la Población Militar de San Carlos. Fortificada la Isla, ésta fue atacada por tierra, o lo que es lo mismo, por el Puente Suazo, durante cuatro días, y viendo los franceses que no podían acceder a la villa, optaron por cercar la bahía, de tal modo que salinas, caballeros, baterías, reductos y fortines, sirvieron de bastión al asedio francés, el cual duró desde febrero de 1810 a agosto de 1812. Así, mientras en el litoral se estaba luchando con los franceses, en el teatro cómico, hoy Real
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Plano de la Batería del Ocio. Atlas de las Fortificaciones de San Fernando, Carlos de Vargas 1810 – 1814
Teatro de las Cortes, se estaba gestando el primer texto constitucional español. Expulsados los franceses, vuelve Fernando VII en marzo de 1814, siendo su primer edicto la abolición de la Constitución de 1812. Esto crea mucha indignación en las clases liberales, las cuales en 1820 se levantan en las Cabezas de San Juan (Sevilla), reteniendo al monarca en Cádiz y obligándole a jurar la Constitución. Viendo la Santa Alianza el carácter revolucionario que estaba adquiriendo la situación, envían a los Cien Mil Hijos de San Luis a liberar al rey, sucediéndose un nuevo episodio negro en la villa. Esta vez, los franceses conocían las técnicas de defensa isleñas, por lo que en 1823 tras la toma del Fuerte de Urrutia, tuvo que rendirse el Castillo de Sancti-Petri, tomando éstos la Isla hasta 1828.
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Acabado el trienio liberal no suceden nuevos episodios bélicos en la Bahía de Cádiz, por lo que dejan de construirse nuevos elementos defensivos, a excepción de los nuevos polvorines en el Sitio de Punta Canteras y San Severiano, y los búnkeres de la costa atlántica. Así, con los cambios que se producen durante los siglos XIX y XX, tanto en el tipo de artificios como en los sistemas defensivos, estas fortificaciones dejan de tener valor estratégico, entrando en desuso. Almenasur: plan integral de recuperación de fortificaciones costeras de San Fernando A finales del año 2003, la Gerencia Municipal de Urbanismo de San Fernando, asistida técnicamente por el Master de Restauración y Rehabilitación del Patrimonio de la Universidad de Alcalá (Madrid), pone en marcha el proyecto Almenasur: Plan Estratégico de Recuperación de Fortificaciones Costeras de San Fernando. Este proyecto, pretendía recuperar y poner en valor el patrimonio defensivo de la ciudad, para este año 2010, fecha en que se celebra el 200 Aniversario de la Convocatoria y Celebración de las Cortes Generales y Extraordinarias de la Isla de León. El 9 de Enero de 2004, el Alcalde de San Fernando, D. Antonio Moreno Olmedo, cursa petición al Excmo. Sr. D. Francisco Álvarez-Cascos Fernández y a la Excma. Sra. Dña. Pilar del Castillo Vera, Ministro de Fomento y Educación, Cultura y Deporte, respectivamente, para la aprobación de Almenasur, así como para la ejecución de las obras de la primera fase de dicho plan, la rehabilitación del Sitio Histórico "Puente Suazo y Fortificaciones Anejas". El 3 de Febrero de 2004, la Comisión Mixta de los Ministerios de Fomento y Educación, Cultura y Deporte decide aprobar la financiación, por subvención, de la Rehabilitación del Sitio Histórico "Puente Suazo y Fortificaciones Anejas". Esta actuación se incluye dentro del "Plan de Castillos y Arquitectura Defensiva", que el Acuerdo de Colaboración entre el Ministerio de Fomento y el Cultura, tiene para atender las necesidades del Patrimonio Histórico Español, mediante la realización de obras de conservación, mejora, restauración y rehabilitación, con cargo al 1% Cultural. Con este acuerdo, ambos Ministerios
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financian una cantidad máxima de 1.950.000 euros, 50% del importe total, en tres ejercicios presupuestarios, tramitados por convenios anuales. Los días 18, 19 y 20 de Noviembre de 2004, se celebra en San Fernando el I Congreso Internacional de Patrimonio "Criterios de Restauración y Fortificaciones Costeras" con las siguientes conclusiones: 1. Las fortalezas litorales deben recuperarse en el marco de los SISTEMAS DEFENSIVOS a que pertenecen, mediante la figura de los PLANES ESTRATÉGICOS. San Fernando se engloba dentro de la Bahía de Cádiz, que a su vez forma parte del Sistema Defensivo Atlántico - Estrecho de Gibraltar. 2. El PLAN DIRECTOR es el método interdisciplinar idóneo para acometer la restauración de estos conjuntos; así, ALMENASUR, PLAN ESTRATÉGICO DE RECUPERACIÓN DE LAS FORTIFICACIONES COSTERAS DE SAN FERNANDO responde a este criterio. 3. La primera fase de ALMENASUR es el "Proyecto de Adecuación, Rehabilitación y Mejora del Entorno del Sitio Histórico Puente Suazo y Fortificaciones Anejas", aprobado por los Ministerios de Fomento y Cultura dentro del Plan de Castillos y Arquitectura Defensiva. 4. La creación de una RED EUROPEA con IBEROAMÉRICA representa la RELACIÓN, UNIÓN y COOPERACIÓN entre los distintos sistemas defensivos litorales y arsenales a ambos lados del Atlántico. La representante de la UNESCO incita a San Fernando y la Bahía de Cádiz a proteger su conjunto de fortalezas y arsenal militar, debiendo solicitar, en conjunto con las fortalezas del Caribe y con los otros tres grandes Arsenales de España del siglo XVIII, Ferrol, Cartagena y La Habana, la declaración de Patrimonio de la Humanidad.
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5. Los USOS y FUNCIONES de estos conjuntos deben estar enfocados a su mayor accesibilidad y como nuevos servicios urbanos con repercusión sobre la sociedad, significando un gran potencial para el futuro de sus poblaciones. 6. La FINANCIACIÓN debe ser multidepartamental, en una coordinación ejemplar con Ferrol y Cartagena, siendo esta última modelo del resto de los conjuntos fortificados españoles y del Caribe Iberoamericano. El proyecto se dividió en cuatro fases, correspondiendo éstas con: 1. Proyecto de Adecuación, Rehabilitación y Mejora del Entorno “Sitio Histórico Puente Suazo y Fortificaciones Anejas”, cuyas obras de la primera fase están pendientes de finalizar, siendo estas financiadas por el Ministerio de Fomento. 2. Proyecto de Recuperación de las Fortificaciones Costeras de Sancti-Petri. De esta fase, el Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, a través de la Demarcación de Costas Andalucía-Atlántico, está ejecutando las obras de consolidación del Castillo de Sancti-Petri y ha redactado los proyectos de restauración de las Baterías de San Genís y Batería de Urrutia, dentro del Plan Bahía. 3. Proyecto de Recuperación de las Fortificaciones Costeras del Saco Interior de la Bahía de Cádiz, incluyendo las del Arsenal de la Carraca, del cual aún no se ha tramitado ningún expediente por ninguna adminsitración. 4. Proyecto de Recuperación de las Fortificaciones Costeras de la Playa del Castillo-Río Arillo, que al igual que la fase anterior, aún no se ha tramitado ningún expediente por ninguna adminstración.
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El proyecto de adecuación, rehabilitación y mejora del entorno “Pente Suazo y fortificaciones anejas” Breve reseña histórica y estado inicial El origen del Sitio Histórico “Puente Suazo y Fortificaciones Anejas” es el propio Puente Suazo. Según Estrabón (Libro III), el puente fue construido por Cornelio Balbo el Menor, insigne gaditano, en el año 17 a. de C. El que construyeron los romanos, con 14 arcos, tal vez aprovechando materiales de uno anterior, debió tener un aspecto similar al de Córdoba de 16 arcos, o al de Mérida. Es probable que un terremoto registrado en el año 382, con epicentro en el mar, entre el Cabo de San Vicente y la ciudad de Cádiz, produjera el consiguiente maremoto. Muchos de los arcos quedarían destruidos y con los vaivenes de las invasiones bárbaras, no hubo ocasión de reconstruirlo. De este terremoto hay al menos 14 referencias más o menos coincidentes en cuanto a coordenadas, en publicaciones especializadas. Posteriormente a la Reconquista cristiana, el Logar de la Puente, nombre con el que se denominaba a San Fernando estuvo en manos de la familia Suazo, quienes en 1411 reconstruyeron el puente, usándose desde entonces como aduana de las mercancías procedentes del puerto de Cádiz. La importancia que fue adquiriendo el puerto gaditano durante el siglo XVI favoreció una nueva reconstrucción del puente, así como la construcción de unos astilleros para la carena de barcos. Por documentos de Simancas sabemos que el carenero tiene su origen en la petición que hizo Antonio de Ledesma el 14 de noviembre de 1562, para construir a sus expensas dos muelles y almacenes para la carena de barcos. El 18 de octubre de 1564 se autoriza a Ledesma -que era veedor de las obras del Puente- para que construya dos muelles y dos almacenes según había solicitado. Tal vez se aprovecharon restos de las construcciones antiguas para estos nuevos muelles del Carenero. Debido al trasiego de barcos que iban y venían de América el carenero y el puente debieron tener una actividad constante hasta el traslado de la Casa de
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Plano de las Baterías de San Francisco Javier y Jesús y María en el Caballero Suazo. 25- SHD GENIE, MARINE, R14, 110
la Contratación de Sevilla a Cádiz, momento en que también se traslada el Departamento Marítimo de Cádiz a la Isla de León. En estos momentos se comienza a fortificar el Puente Suazo con la construcción de sus dos cabezas (Caballero Suazo y Baterías de Santiago y la Concepción) y la Batería de San Pedro. Durante el siglo XVIII, la Isla experimenta un auge económico importante con la construcción de la Población Naval de San Carlos, el Arsenal de la Carraca y el Observatorio Astronómico, lo que provoca la segregación de Cádiz en 1766. El asentamiento de instalaciones militares en el término municipal de San Fernando y su condición de paso para las mercancías del puerto de Cádiz, obligan a fortificar nuevamente el Puente Suazo, construyéndose las baterías de San Pablo y San Ignacio. En el siglo XIX, con el estallido de la Guerra de la Independencia, el Consejo de Regencia se instala en la Isla, después de haber huido de Aranjuez y Sevilla. Esta decisión obligó mejorar la defensa de la villa, por lo que se fortifica toda
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Plano de las Baterías de Santiago y la Concepción. 26- SHD GENIE, MARINE, R14, 112
Plano de la Batería de San Pedro. 27- SHD GENIE, MARINE, R14, 111
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su línea costera, haciendo especial hincapié en el Puente Suazo, única entrada por tierra a la Isla y Cádiz. Así, además de construir avanzadillas y baterías, para su mejor defensa, Francisco Javier de Uriarte manda volar la bóveda central del puente en 1809 y rebajar su pavimento en 1810. Acabado el asedio a la Isla de León, tanto el puente como su fortificación dejan de ser un lugar estratégico para la defensa de San Fernando, convirtiéndose en un lugar estratégico para la comunicación de la Bahía de Cádiz. Así, a finales del siglo XIX se demuele parte del Caballero Suazo para la construcción del tranvía que debía comunicar San Fernando con Chiclana de la Frontera; en 1964 se amplia la plataforma de la carretera, construyendo un voladizo de hormigón y demoliendo parte de las fortificaciones y almacenes del Real Carenero; y, en 1982 se reparan las estructuras realizadas en las obras de 1964. Obras de reparación de las vigas centrales del Puente Suazo (1984)
Desde entonces, el Sitio Histórico ha ido sufriendo continuas alteraciones, principalmente incluyendo usos inadecuados en el mismo. Se trata de una extensión de terreno situado en el Parque Natural de la Bahía de Cádiz, a ambos lados del Caño de SanctiPetri. Dicho caño constituye la principal arteria de comunicación entre las aguas libres del Océano Atlántico con las aguas interiores de la Bahía de Cádiz, a lo largo de un sinuoso recorrido de 18 kms. de longitud. La zona concreta de actuación, está calificada en el PORN del Parque Natural de la Bahía de Cádiz como salinas y marismas antropizadas. Las marismas están caracterizadas por una gran incidencia del medio marino que se establece a través de una compleja red de caños y canales, por los cuáles penetra el agua salina durante la pleamar. Atendiendo a sus valores históricos y naturales, el estado de conservación que presenta el Sitio Histórico no es el más adecuado, manteniéndose hasta
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hace relativamente poco tiempo actividades inadecuadas en el mismo, como un arenero, varías chatarrerías con vertidos y hasta un prostíbulo, ubicado en el lugar donde se situaba la Batería de la Concepción (Área I - Fase II). Descripción de las obras El Proyecto Reformado de Rehabilitación del Real Carenero y Restauración de Baterías Defensivas se corresponde con la primera fase (Área II y Área III) del Proyecto de Adecuación, Rehabilitación y Mejora del Entorno “Puente Suazo y Fortificaciones Anejas”. El proyecto pretende ser un elemento de gestión integrada entre la recuperación del patrimonio cultural y la regeneración medioambiental de un área degradada, debiéndose alcanzar los siguientes objetivos: - Eliminar usos inadecuados y paralizar el constante proceso de deterioro del patrimonio cultural existente en el Sitio Histórico, recuperándolo y poniéndolo en valor para permitir, no sólo la aproximación de los ciudadanos a su riqueza cultural, sino también conseguir un mejor conocimiento mutuo y una mayor comprensión frente a la diversidad de las culturas y de su expresión. - Frenar el proceso de degradación del entorno natural adyacente, regenerándolo y adecuándolo. - Contribuir a la dinamización y desarrollo en forma ordenada de las actividades comerciales, culturales y turísticas. - Contribuir a la gestión integrada durante el proceso de recuperación, puesta en valor y uso de los recursos culturales y ambientales de esta zona litoral. - Vincular mediante itinerarios peatonales Real Carenero - Puente Suazo Castillo de San Romualdo - Calle Real, focos de origen y crecimiento de la actual San Fernando. - Regeneración medioambiental del entorno, adaptando los caminos existentes en el Parque Natural como senderos peatonales.
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- Fomentar la materialización de los objetivos del Plan de Ordenación del Territorio de la Bahía de Cádiz. - Fomentar la materialización de los objetivos del Plan de Ordenación de Recursos Naturales y Plan Rector de Usos y Gestión del Parque Natural de la Bahía de Cádiz. - Rehabilitación del Real Carenero, vinculado a la actividad portuaria y de construcción naval en la Bahía de Cádiz. - Excavación, recuperación y rehabilitación del dique de Pizarro, vinculado a la carpintería de ribera en la Bahía de Cádiz. - Regenerar el entorno del Real Carenero, recuperando el frente portuario al Caño de Sancti-Petri. - Rehabilitación del conjunto de fortificaciones que conforman el sistema defensivo de la entrada a la Isla y Cádiz por tierra. - Restauración del Puente Suazo, vinculados a la actividad portuaria y de construcción naval en la Bahía de Cádiz. - Excavación de los caños que sirivieron de foso a las baterías defensivas. En esta fase de la recuperación del Sitio Histórico “Puente Suazo y Fortificaciones Anejas”, las intervenciones se clasifican en: - Intervención en el Medio Físico. El estado de conservación que presentaba el Sitio Histórico hasta el inicio de las obras no era el más adecuado, manteniéndose hasta hace relativamente poco tiempo actividades inadecuadas en el mismo, como un arenero, varías chatarrerías con vertidos y hasta un prostíbulo. Además de estos usos, esta zona del Parque Natural de la Bahía de Cádiz está afectada por la presión ejercida por la antigua Carretera Nacional Madrid – Cádiz.
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Con la regeneración medioambiental del Sitio Histórico se pretende restablecer los procesos y funciones ecológicas, y las interacciones bióticas y abióticas mediante la limpieza general del área de intervención, la recuperación del régimen hídrico de los caños mareales (fosos defensivos) y la limpieza de los bordes del Caño de Sancti-Petri.
Proceso de excavación y limpieza de los caños mareales del Sitio Histórico (17/06/2010)
Este proceso de recuperación ambiental se está realizando mediante la colonización natural, ejecutando en los caños mareales variaciones en la altura y en la pendiente, por lo que será el régimen mareal el que determine la extensión de la zona intermareal, y la profundidad y duración de la inundación. Con este criterio, además de crear diferentes estratos de inundación y salinidad, estamos obteniendo diversas áreas de zonación de especies animales y vegetales para el establecimiento de diferentes comunidades de plantas y macroinvertebrados y fauna del suelo, siendo estos últimos un recurso esencial para el mantenimiento de comunidades de aves acuáticas, principalmente limícolas. Además de la limpieza general, la recuperación del régimen hídrico de los caños mareales (fosos defensivos) y la limpieza de los bordes del Caño de Sancti-Petri, se va a actuar en los muros de una antigua salina para favorecer la nidificación de aves autóctonas del Parque Natural de la Bahía de Cádiz.
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- Intervención en Bienes Inmuebles de carácter histórico-cultural: Estas intervenciones se centran principalmente en la Rehabilitación del Real Carenero y la Restauración de las Baterías Defensivas (Batería de San Pedro, Batería de San Pablo, Batería de San Ignacio y Batería del Ángulo). La rehabilitación del Real Carenero pretende recuperar el estado original de uno de los primeros astilleros de la Bahía de Cádiz, cuyas raíces se hunden en el siglo XVI. Trasladado los usos del Real Carenero al Arsenal de la Carraca, estos almacenes sirvieron de cuarteles durante el asedio a la Isla de León en la Guerra de la Independencia, para posteriormente ser desmilitarizados. Desde entonces, los almacenes han albergado diferentes usos, como fábrica de licores, carpintería de ribera, bodega e incluso cabaret, lo que ha ido provocando diferentes alteraciones en las edificaciones. Entre estas alteraciones, las más significativas son las ampliaciones verticales, la apertura de nuevos huecos, el cegado de huecos originales, etc… También, la ampliación de la anchura de la antigua Carretera Nacional IV trajo consigo la demolición de antiguos almacenes, ventas, etc… Por tanto, en el proceso de rehabilitación, que no contempla la adecuación a los usos posteriores, se va a recuperar el estado original de las edificaciones del Real Carenero, reconstruyendo las zonas demolidas, demoliendo las ampliaciones verticales y recuperando las fachadas originales. Asimismo, se
Proceso de rehabilitación de los almacenes del Real Carenero
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van a reconstruir las cubiertas, con materiales tradicionales, ejecutadas con forjados de madera y ladrillo, así como teja de derribo. A destacar, el proceso de recuperación de las fachadas originales, donde además de utilizar el mortero de cal y la sillería de piedra arenisca, se va a enlucir con la técnica del esgrafiado con los colores originales. Con respecto a las baterías defensivas, una vez desmilitarizadas, éstas fueron abandonadas, manteniéndose a la suerte de los agentes naturales y antrópicos. Así, su ubicación en un entorno marismeño ha provocado pequeños asentamientos diferenciales; la acción del viento y la lluvia ha causado la pérdida de los revocos originales y el lavado de juntas; y, por último, la acción del hombre, con la ejecución de construcciones auxiliares, contaminación, pintadas, etc… Al igual que en el Real Carenero, la intervención en las baterías defensivas persigue la recuperación del estado primitivo de las construcciones, interviniendo en las patologías estructurales y recuperando los revocos y enlucidos originales. Asimismo, se van a reconstruir las cubiertas, con materiales tradicionales, ejecutadas con forjados de madera y ladrillo de los cuerpos de guardia, y se van a reconstruir las bóvedas de los polvorines. Todo el proceso de rehabilitación del Real Carenero y Restauración de Baterías Defensivas se está llevando con control arqueológico y siguiendo los criterios de la Instrucciones Particulares de la Inscripción del Sitio Histórico en el Catálogo General de Patrimonio Histórico de Andalucía. . - Urbanización del Sitio Histórico: Consiste principalmente en la dotación de infraestructuras básicas, tanto al Real Carenero como a las Baterías Defensivas, tales como saneamiento, abastecimiento de agua, baja tensión, telefonía, etc… Además, la urbanización contempla la iluminación general del Sitio Histórico, la iluminación monumental de los almacenes del Real Carenero y la construcción de itinerarios peatonales mediante pasarelas y plataformas de madera.
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