LA CANDELARIA: UNA VENTANA CULTURAL DESDE NUESTRA HISTORIA LAURA JULIANA PALACIOS PÁEZ MARÍA ISABEL JÍMENES CÁRDENAS HISTORIA Y FOTOGRAFÍA 2017-II
LA CANDELARIA: UNA VENTANA CULTURAL DESDE NUESTRA HISTORIA
Laura Juliana Palacios Páez María Isabel Jiménez Cárdenas Historia y fotografía 2017-II
INTRODUCCIÓN Recorremos historia, cultura, leyendas, mitos y tradiciones que se transforman a nuestro paso, nuestro camino se convierte en un descubrimiento en donde cada detalle se reinventa para contarnos lo inimaginable. Aquí, presentamos la ruta de detalles de un lugar que nos narra como ciudad y como ciudadanos, presentamos sus colores, sus personajes y todo aquello que hace parte de ella. Sin duda, Bogotá se ha convertido en una ciudad en donde el paso del tiempo ha tomado un frenesí casi imposible de evitar, sus calles atiborradas de afán, ruido y comercio, han desdibujado la ciudad de antaño en donde los sitios de alto renombre daban cuenta de la elegancia, la sobriedad y la cultura de la ciudad capital. Sin embargo, hay un lugar que aún se mantiene, una pequeña localidad que conforma el centro de esta ciudad acelerada: La Candelaria, un lugar mágico por descubrir. Caminar La Candelaria. Un sitio cuya trascendencia histórica va más allá de los nombres de sus calles, o de sus casas coloniales. Un lugar que se apropia de todo el lenguaje capitalino para abrirnos sus puertas en medio de caminos empedrados. No podemos hablar de este espacio sin que no se toquen nuestras fibras, La Candelaria, un rincón escondido en el centro de una gran ciudad, una invitación a conocer todo lo que fuimos y lo que aún somos como bogotanos, turistas y habitantes de esta gran urbe. Y es que no podemos contar Bogotá sin hacer referencia a este lugar, en el que hoy en día abundan manifestaciones que reconocemos y adaptamos como propias. Cómo hablar de La Candelaria sin hablar de las chicherías; pequeñas tiendas con mostradores en madera al mejor estilo de las de hace unos años, en donde el olor delata una de nuestra bebidas más autóctonas: la chicha, tradición que se ha venido reconfigurando para mantenerse vigente; hoy en día la encontramos de colores y con sabores exóticos para que nuestros paladares se deleiten. Palomas volando a todo dar revolotean entre los transeúntes desprevenidos que se contagian con el ambiente del lugar, palomas que alzan su vuelo y decoran nuestras plazas emblemáticas ¿Quién no tiene la foto con las palomas de la Plaza de Bolívar? Así como ellas, habitantes comunes de La Candelaria, la localidad se adorna con estatuas que sobresalen en los tejados, personajes icónicos que algunos miran con recelo o temor, o que ignoran en su paso contra el tiempo, otros, por el contrario, les salen al paso de relatos en donde estos personajes de acero y cerámica cobran vida en las noches capitalinas. La Candelaria se convierte en una alegoría, en un relato cuyo simbolismo se representa en sus colores vivos que adornan su arquitectura, en la invasión de grafitis, pinturas y obras de arte que hoy en día se han tomado paredes enteras, no hay quien no se detenga la primera vez que ve a la colorida indígena en la pared de la calle del embudo. Estos colores se combinan con la gran cantidad de artesanos que habitan el lugar, collares típicos, manillas, mochilas, y todo tipo
de objetos que sacan a la luz los mejores talentos de quienes las fabrican. Detener el tiempo en las calles de este lugar, más allá del ejercicio de caminar se trata de un recorrido en donde se exalta el paso del tiempo, en donde cada esquina guarda lo profundo de la historia de un país, de una ciudad y de quienes a diario la transitamos. La Candelaria se convierte en un lugar común, en un lugar de encuentro en donde todos cabemos y hacemos parte, en donde las clases sociales se desdibujan al lado de un espectáculo de malabaristas alrededor del Chorro de Quevedo. Si existe una forma de escapar de la rutinaria vida capitalina, es un recorrido por este lugar, preguntarse sobre las placas de cada calle, o aquellas que reposan en las grandes puertas de madera de las casas que hoy en día son centros culturales o edificios oficiales, hablar con sus habitantes cotidianos y reencontrarse con nuestras tradiciones e historias. La Candelaria abre sus puertas hacia lo desconocido, un lugar que debe recorrerse sin afanes, sin prisa y vigilando cada detalle que está presente. Hostales temáticos, restaurantes, cafés, teatros, librerías, un sin número de opciones que muestran todo aquello de lo que estamos hechos. Es tan atractivo que no hay un día en que uno no se encuentre a su paso algún grupo de turistas extranjeros fascinados con las historias que se conservan en estas calles, por algo será… Esta localidad se ha convertido no solo en un recorrido histórico y turístico, más allá de su existencia y su trascendencia, La Candelaria se ha transformado con el paso del tiempo en lugar hecho para reivindicar nuestras memorias de una forma atractiva y novedosa. En ella reposan nuestros aconteceres, los hechos heroicos de la lucha por la libertad, las narraciones de grandes intelectuales y una atmósfera que evoca el pasado desde lo actual. ¿Quién no ha caminado La Candelaria? ¿Quién no ha recurrido a alguno de sus lugares para un escape repentino? ¿Quién no ha visto los mágicos atardeceres bogotanos que adornan con colores rojizos sus casas coloniales? ¿Quién no se ha antojado de algo en el mercado de las pulgas? ¿Quién no se ha sentado en el chorro a disfrutar de una buena chicha mientras escucha a un cuentero? El tamal de la puerta falsa, los paseos con almojábana y agua de panela en el tranvía, los museos de La Candelaria, las estatuas humanas, los bailes, cantos y todo aquello que se convierte en una oportunidad desde nuestra cultura. La Candelaria nos conecta, nos deleita y nos invita a disfrutar la ciudad de una forma diferente, haciendo pausa a las grandes plataformas comerciales y avenidas, y dándole play a un recorrido místico que se convierte en una obligación para todo aquel que toca suelo bogotano. Un espacio en donde quedan en el olvido las pretensiones y las apariencias, en donde se deja a un lado con vehemencia todo aquello no somos; un lugar que contagia y que merece ser vivido.
En estas fotografías presentamos relatos, damos una muestra de nuestras vivencias, de nuestro caminar por La Candelaria, de días y tardes recorriendo sus calles camino hacia nuestra Universidad. Una experiencia que se convierte en un reencuentro con nuestros pasos, en una forma de crear conciencia de todo en cuanto nos rodea a medida que andamos por caminos de piedra. Evocamos el pasado por medio de una muestra que evidencia que La Candelaria no es una localidad más en el mapa de Bogotá, sino que se configura dándole paso a una gran plataforma multicultural en donde se respira un país entero, una vitrina colombiana que se recorre desde Bogotá, y es que si de sitios imperdibles se trata, la respuesta es más que segura: La Candelaria. Este trabajo es un reflejo desde nuestras percepciones, las percepciones que hacemos desde nuestro lugar común y siendo habitantes cotidianos, un reencuentro con los personajes que vemos todos los días, una mirada diferente a los detalles, los colores y los elementos que adornan nuestro camino día a día. Presentamos historias, cultura, tradiciones. Presentamos un recorrido de lo que somos, lo que habitamos y lo que reconocemos. La Candelaria, un lugar que nos habita y nos conforma, que ha dejado de ser un simple escenario para volverse parte de nuestra vida cotidiana. En esencia. Candelaria: una ventana cultural desde nuestra historia.
Lugares Viviendo entre catedrales: La catedral Primada de Colombia, tras su primera misa en el siglo XVI, esta iglesia se ha convertido en un ícono para los creyentes de la religión católica. fotografía: Laura Juliana Palacios Páez
EL PALACIO: la historia que esta plasmada en cada ladrillo es la memoria de cada colombiano.
Fotografía: María Isabel Jiménez Cárdenas
Fotografía: Laura Juliana Palacios Páez
Más cerca de Dios: La religión simpre ha sido lo más importante en este país conservador, la iglesia de Egipto muestra como la comunidad se preocupa más por la estructura de su inglesia que la de su propia casa.
Fotografía: María Isabel Jímenez Cárdenas
El lider del cielo: Simón Bolivar, libertador de nuestras tierras posa en lo alto de la plaza demostrando la grandeza de su trabajo.
Un viaje en el tiempo: todos los domingos pasa el tranvía lleno de curiosos turistas, este hace un recorrido por toda la candelaria, va desde unas catarataras hasta el Chorro de Quevedo. El viaje incluye desayuno santafereño y entradas a los museos.
fotografía: María Isabel Jiménez Cárdenas
fotografía: María Isabel Jiménez Cárdenas
Una catedral de música: La catedrál fue terminada en 1676, conocida por ser una catedral musicalisada y por estar en formade cruz al lado de otras iglesias.
El arte muestra nuestras raices, muestra nuestra raza y como debemos cuidar y mantener nuestras creencias y nuestra cultura, las calles de la candelaria estan llenas de nuestra cultura, tatuadas de multiples colores
fotografía: María Isabel Jiménez Cárdenas
Arte y cultura
A R T E E N M A D E R A
En las calles un hombre pone una silla de tela y pedazos de madera pulidos, Don Juan talla simbolos representativos de capital en su época indígena.
Fotografía: Laura Juliana Palacios Páez
FotografĂa: MarĂa Isabel JimĂŠnez CĂĄrdenas
Los colores en tela: al caminar por el Chorro de Quevedo, apreciamos el arte de diferentes artesanos que no ven otra salida que impromir su amada tierra en manillas o en collares, plasmas los colores del cielo y de su tierra.
Egipto vive: Después de tantas guerras internas que habían en el barrio Egipto, la comunidad decidió hacer un graffiti al lado de la iglesia, en donde reflejan que la comunidad sigue ahí después de todo lo que han tenido que pasar.
Fotografía: Laura Juliana Palacios Páez
Fotografía: María Isabel Jiménez Cárdenas
La seĂąora de las artesanias: la famosa pintura de la indigena en medio de un tienda de artesanias, hace que el callejon del arte cobre vida, con sus diferentes colores y su mirada al cielo nos da un sentimiento de paz
Un monumento de plumas: muchas perosnas son tan importantes como los monumentos de la Candelaria, en la plaza el monumneto son las palomas.
fotografía: María Isabel Jiménez Cárdenas
fotografía: Laura Juliana Palacios Páez
La sonrisa arrugada: pasando por la candelaria notamos más de un j cada uno con una hisroria que contar, personaje, el señor Juaqeuin vive del reciclaje, dice que la vida es dura pero siempre una sonrisa ayuda a mejor el mal día
La carcajada tatuada: en la pared de una casa blanca había un afiche de el señor Joaquín, el dueño de la casa nos contó que fue un señor emblemantico en el barrio Egipto por su carisma y respeto, era un señor que vivía en la calle pero nunca se dejó ver triste.
fotografía: Laura Juliana Palacios Páez
Una paz humana: Bogotá acoge en sus calles a Don Anibal. un señor promotor de la paz y con su alegría nos hace amar a nuestra patria y sentir que algún día serémos mejores de lo que pensamos
fotografía: Laura Juliana Palacios Páez
CONCLUSIÓN: Capturar estas fotografías se convirtió en un proceso más allá del aprendizaje en sí mismo. Las expectativas se enfocaron en captar la esencia de La Candelaria, y su elaboración nos permitió redirigir las miradas, captar momentos que se dan todos los días, pero que dejamos pasar sin prestar mayor atención. Este trabajo es el resultado de días en los que nos dejamos cautivar por esta localidad, descubriendo todo aquello que siempre está y es omitido.
En un principio, reconocimos la importancia de La Candelaria como sitio histórico, turístico y cultural. Sin embargo, a medida que avanzamos en la búsqueda de las fotografías y los momentos, nuestra atención se centró en los detalles, en los caminos que transitamos todos los días; sin duda, este trabajo es un reconocimiento a nuestro entorno.
Descubrimos en La Candelaria a sus personajes, sus colores, sus características icónicas y las historias que día a día se rememoran caminando sus calles. Las fotografías son el producto de un reencuentro con nuestros lugares cotidianos, la perspectiva de quienes la caminamos a diario y que aun así no notamos en nuestro habitual recorrido camino a la Universidad.
Este trabajo abrió puertas a una exploración minuciosa de nuestro espacio, un descubrir de las particularidades que se evidencian en cada una de las fotografías. Más allá del resultado gráfico, los aprendizajes evocan una nueva idealización sobre este sitio que inicia con aquellos con los que compartimos la elaboración del mismo, conversaciones con vendedores, charlas con cuenteros, y con aquellos historiadores cuyo único certificado son las vivencias y el tiempo.
El centro de la ciudad es un recuento con lo que somos; este trabajo se plasma como un conjunto de evidencias que muestran la importancia de este lugar para la ciudad. Todos hacemos parte de este espacio, y más aún quienes estudiamos aquí, en un sector tan diverso y rico que demuestra mediante las vivencias en un ambiente que se convierte en la memoria de todo un país, como un sector que suscita todo tipo de emociones.
Es importante resaltar en este punto y a forma de conclusión, uno de los imaginarios que se ha construido en la actualidad en torno al centro de la ciudad, lo que ha conllevado a una forma de estigmatización. La inseguridad. En el momento en que iniciamos la elaboración de este trabajo reconocimos de inmediato que la mayoría de personas que visitan localidades como La Candelaria, llegan con un estado de temor , lo anterior debido a que se ha construido todo un discurso de inseguridad en este sector; poco a poco deconstruimos lo anterior, dando paso a una realidad distinta, en donde más allá de este problema social se vive un ambiente acogedor y de esparcimiento cultural para todos aquellos quienes pasan por el mismo.
En La Candelaria, encontramos un espacio que permite revivir la atmósfera de los pequeños pueblos de Colombia, sus calles angostas, sus casas con paredes de adobe, tejados de barro y grandes puertas en madera. Sus habitantes dispuestos a dar indicaciones, sus vendedores con artículos llamativos y diferentes, ellos, pasan los días fabricando artesanías en estas calles, en búsqueda de los curiosos que se dejan contagiar de la belleza de sus piezas. Encontramos nuestra historia y nuestra cultura, museos que son visitados día a día por miles de personas, y que guardan en ellos lo mejor que tenemos como país, una vitrina que es la muestra de lo que tenemos; centros culturales y teatros que ofrecen una forma alternativa de entretenimiento. Cafeterías de tradición, pequeños lugares propicios para una charla con el atardecer a las espaldas.
En la construcción de este trabajo conocimos espacios, relatos y tradiciones, nos dejamos seducir por la música de quienes se ganan la vida ambientando las calles de la localidad, encontramos tambores, guitarras, marimbas y más. Descubrimos un sector que va más allá de la trascendencia autóctona, nos tropezamos con las crónicas de jóvenes, adultos y ancianos que reúnen lo que sucede en La Candelaria con el paso del tiempo.
Nuestras fotografías son la conclusión de una transformación, un proceso en el cual cambiamos la forma en la que vemos y vivimos nuestra localidad, un trabajo que puso en marcha la activación de nuestros sentidos en concordancia con los detalles del sector, una forma de comunicación no verbal en la que el lugar nos transmitió todo aquello que lo constituye y lo armoniza para generar en sus visitantes una experiencia diferente a la que se pueda vivir en cualquier otra parte de la ciudad. En medio de la construcción de este trabajo logramos evidenciar todos los procesos por los cuales ha pasado La Candelaria, una localidad de tradición histórica bogotana que hoy en día emerge con un sin número de alternativas que están al tanto de los planes contemporáneos de la ciudad. Esta transformación no ha dejado de lado las características icónicas de la localidad, sin embargo, se ha encaminado en generar un producto innovador que descubrimos y evidenciamos en las fotografías que están plasmadas aquí.
La Candelaria, nos ofreció una experiencia en la que pudimos apreciar y reconocer una localidad diferente, nos permitió caminarla y recorrerla siendo sus inquilinos habituales para convertir este trabajo en una apropiación del espacio, de la historia y de la cultura que se respira allí.
Explorar la experiencia del tranvía recorriendo las calles de La Candelaria, una caminata por la Plaza de Bolívar que estuvo más allá del paso cotidiano y apresurado, entrar a la Catedral Primada de Bogotá para envolverse en un ambiente absolutamente diferente e inimaginable, centrar la atención en las estatuas de los tejados, aquellas que están allí, pasan desapercibidas y guardan todo tipo de historias en su existencia, apreciar los grafitis, las pinturas y los colores vibrantes que contagian alegría.
A lo anterior se suman las celebridades callejeras de La Candelaria, en estas fotografías reposan los rostros de los personajes que nos encontramos, que disfrutamos y que reconocemos como figuras representativas de este sector de la ciudad. En medio de risas, de charlas y con actos de espontaneidad se capturó la esencia de estos personajes y otros más, quienes con su presencia adornan este sector de la ciudad.
Estas experiencias se convirtieron en un proceso de trabajo muy satisfactorio, cuya construcción estuvo inmersa en las historias que giran alrededor de las fotografías que se presentan, cuyo énfasis estuvo centrado en plasmar y contar desde los detalles a La Candelaria.
Es importante mencionar también los aspectos negativos que se encontraron, a pesar de que esta localidad tiene unas profundas implicaciones turísticas y sociales, además de su trascendencia y belleza, se reconoce que existen problemáticas específicas como la indigencia y el consumo de sustancias psicoactivas en algunos sectores específicos; lo anterior se convierte en una fuga importante de visitantes ya que se evidencia además una falta de control al respecto.
Sumado a esto, también encontramos que el alto índice de turistas que recorren la zona a diario se desencadena en problemas ambientales por el exceso de basura en sectores específicos, lo anterior se convierte en una preocupación para los que habitualmente estamos en la localidad.
En resumen, este trabajo se presenta como un proceso de deconstrucción de los imaginarios alrededor de La Candelaria, así como una forma de manifestar lo que hay más allá de lo que apreciamos a simple vista. Estas fotografías reflejan la identidad de esta localidad y el trasegar del tiempo en ella como una forma de reencuentro y reivindicación.
Resaltamos las historias, la tradición y la cultura. Este trabajo es la muestra de un sector de la ciudad que guarda en sus calles la Bogotá de antaño y que es la exposición de la transformación del tiempo, de historias de libertad, personajes heroicos y por sobre todas las cosas es una forma de expresar los aconteceres cotidianos.
Para finalizar, quisiéramos distinguir que este trabajo guarda en cada una de las fotografías un ejercicio de reflexión frente a La Candelaria es una expresión desde la perspectiva de dos estudiantes que recorren estas calles casi a diario y cuyo esparcimiento y entretenimiento también se desarrolla aquí.
Recalcamos, que en esencia el trabajo se convierte en una forma de mostrar a La Candelaria como una ventana cultural desde nuestra historia.
HISTORIA Y FOTOGRAFÍA 2017-II