mango
piĂąa
elote
fresa
tortuga
toro
puerco
pollo
chango Paco el Chato
abuelita
escuela
enanito
reina
rana
osito
diablito
leopardo
zorra garza
policĂa
pepino
boda
leĂłn
El conejo come zanahoria
El conejo come elote
Un pato
Un burro
Una gallina
Una paloma
Una rana
Un oso
El gato
Un gato cazรณ tres ratones.
Tengo un pollo
Mi pollo juguetรณn. Ya es un gallo.
Un ratรณn travieso
El ratรณn travieso Corre mucho Come queso.
El pato nada
Un patito se mece en el lago. Mi pato es nadador.
El zoolรณgico
Fui al zoolรณgico Vi muchos animales: Unos changuitos, Osos, tigres y leones.
El Metro El metro corre veloz… El día que conocí el metro, tenía mucho miedo, miedo de mirar que la gente corre y se empuja para subir y bajar. En los vagones del metro, cabe mucha gente y siempre van llenos, tan llenos, que a veces no se puede subir. Mamá me tomó de la mano y subimos, cuando lo hicimos, mi nariz quedó en la espalda de un señor gordo y no podía respirar; luego se volteó y pensé que me iba a destripar con su inmensa panza; tenía miedo y calor, cuando nos bajamos, sentí alegría y me dio mucha risa porque un señor perdió un zapato.
Mis juguetes Vivo en la ciudad, mis papás me han comprado muchos juguetes. A todos los quiero mucho. Tengo juguetes de plástico y de madera. También tengo una muñeca de trapo que quiero mucho. Por las tardes mis amiguitos van a mi casa a jugar conmigo. Yo platico con mis juguetes. A los más viejos los quiero más, porque están lastimados y los conocí primero.
Me gusta jugar Me gusta jugar con mis amigos. Juagamos a los encantados y a los volados, a las canicas y a subir papalotes. Papá hace papalotes de papel de china que suben muy alto, cuando están allá arriba se mecen suavecito, mueven sus flecos de papel y la cola de trapo; parecen peces que nadan en el agua. A veces se revientan y me quedo triste……
Los trompos Me gusta jugar a los trompos. Yo tengo un trompo que es muy bailador. Cuando tiro el cáñamo está bien enrollado, se queda dormido, luego lo levanto para que me baile en la mano. Allí en mi mano, dura mucho tiempo bailando, hasta que se le acaba la fuerza. Cuando va a dejar de bailar da unos cabezazos, parece que se muriera.
Mis hermanos Con mis hermanos me llevo muy bien, aunque a veces nos peleamos, porque son muy pesados conmigo; a mi papá no le gusta que riñamos y nos regaña. A veces nos deja sin domingos…. para que aprendamos a querernos como hermanos. Yo quiero mucho a mis hermanos, pero al jugar si nos lastimamos es cuando viene la riña. Pienso que debemos aguantarnos y no pelear porque no hay mala intención de lastimarnos.
Mi abuelito Mi abuelito tiene un rancho, por el rancho pasa un rĂo con mucha agua; tiene partes donde se puede nadar, es hondo y bonito. Mi abuelito crĂa ganado cebĂş. Los toros de esta raza son grandes, tienen una bola en el lomo. Algunos son negros y otros son blancos. Tienen las orejas largas y las patas gruesas. Son animales fuertes. Mi abuelito nos manda quesos.
Mis hermanos mayores
Mis hermanos me llevan a jugar; también me llevan a pasear; me compran juguetes y animales. Mis hermanos son muy conmigo; me quieren mucho.
buenos
A mi hermana la más pequeña, también la quieren mucho, porque es buena. A los dos nos llevan a las ferias. En las ferias hay ruedas de caballitos, ruedas de sube y baja, ruedas de la fortuna y muchos juegos más. Me llena de risa ver en los juegos animalitos de madera gordos y panzones.
La gallina y sus pollitos La gallina dice a sus pollitos: Por acá hijitos, les voy a enseñar a comer y a cazar gusanitos, a cuidarse de los malvados zorros; no coman mucho para que no se indigesten, coman nada más hasta que se llenen, para que crezcan fuertes y sanos; no se vayan muy lejos para que no corran peligro. Si comen carne, tomarán proteínas y en los vegetales vitaminas y minerales.
El cine Me gusta ir al cine; ver pelĂculas de animalitos. He visto cosas curiosas que me hacen reĂr, por ejemplo, gallinas que se comen a los zorros, ratones que se meten en las orejas de los elefantes y espantan a los gatos. Yo voy al cine con mis hermanos y con mis amigos, compramos cacahuates salados, palomitas, elotes con mantequilla, pepitas de calabaza, pepinos con chile y naranjas partidas a la mitad. ÂĄQuĂŠ ricas saben las naranjas con chile!
La Luna La luna se esconde tras la montaña, Para ver a la niña jugar con la arena. La luna ilumina la orilla del mar, Para ver a la niña jugar con la arena. La luna es de queso la luna es de miel, así tan redonda parece un pastel.
El รกrbol Los รกrboles me dan sombra; Crecen muy grandes, son nuestros amigos. Nunca rompas un รกrbol. Sus ramas y su hojas, nos dan aire fresco. Yo siempre riego los ร rboles para que crezcan Altos y frondosos.
Mi mamá
Mi mamá me cura cuando estoy enfermo, por las noches me deja en la cama para que me duerma. Me felicita cuando me porto bien, pero cuando me porto mal, me llama la atención con tal energía, que no me quedan ganas de volver a hacerlo. Es buena como todas las mamás. Y yo la adoro, porque es mi tesoro.
Mi mamรก me da consejos cuando se pone a platicar conmigo. Me dice que ame lo bello de la vida, las flores, las aves, el sol, las plantas, que son adornos para siempre y a gente que es buena, es lo principal. El agua, que es la vida y origen de los seres, que la cuide mucho para que dure en la tierra.
El fresno Fresno de hojas verdes todo el año, árbol de hojas frescas y lozanas, tu verde exuberante me parece fascinante, fuente de vida. De tus hojas figuro, brota existencia.
me la
Hojas frescas y verdes todo el año. Fresno que adornas las ciudades, con follajes que reviven y reaniman nuestras ilusiones ya perdidas en tus sombras. Los parques son hermosos con tus hojas, tu sombra fresca en los meses de abril, en los cálidos mayos, caen en mi frente, como una gota de alivio, a mi calor sofocante, a mi ansiedad sin fin….
Las flores Las flores son bonitas, tienen vida; las flores son esplendorosas; unas se llaman azucenas, otras se llaman rosas, tienen un olor muy agradable. Hay flores en los jardines y en el campo; a las flores de mi jardĂn las acaricio les hablo con cariĂąo; hay chiquitas y grandes. Parece que vieran el cielo.
Mi maestra
Mi maestra nos enseña cosas bonitas. Yo la quiero mucho, quiero seguir con ella. Es muy linda. Los niños son muy platicones, cuando nos ve platicando nos pasa al frente para que conversemos. Nos hace dibujar, nos hace cantar y hacer muñequitos con plastilina. A mí me gusta cantar y hacer figuritas con plastilina.
Los caballos ponis Los caballos ponis me gustan, parece que son caballos para los niños, son pequeños y mansos. Caminan y duermen como los caballos grandes, pero son pequeños, para que los monten los niños buenos, los niños que sueñan en ser grandes vaqueros, o llaneros justicieros.
Mi Colipastor Tengo un hermoso perro, es bravo, a los perros pequeĂąos los consiente mucho, pero con los grandes no se lleva, les ladra y se quiere pelear con ellos. Cuando llevo amigos a la casa, juega y salta con ellos, lleva y trae las pelotas y quiere jugar al futbol. Mi perro es fuerte y hermoso. Le cepillo su pelo. Duerme en su perrera blanca y cuida la casa. Mi papĂĄ me dice que lo mime, que es mi mejor amigo.
El tren El tren es pesado, es poderoso, corre por la vía y hace tran, tran, iu, iu. La tierra se mueve cuando pasa el tren, los rieles se sumen, el polvo se levanta, las plantas se inclinan como que le dicen: “Pase, su majestad”. Las cargas pesadas se embarcan en tren, ganado y petróleo, madera y fierros nuevos y viejos. Los viajes en tren son bonitos, se mete en los túneles y vuelve a salir en las curvas, sigue por la vía y hace iu, iu, tran, tran.
El soldado El soldado es valiente, da su vida por la patria y no se arrepiente. La patri es sagrada y muy grande. Mi Patria querida, parece que sufre cuando tiene hijos malos, que no la defienden. En febrero celebramos soldado mexicano.
el
dĂa
del
Mis juguetes mágicos
Los reyes magos buenos, traen juguetes para los niños, a mí me trajeron una muñeca que habla; si la peino se ríe, si la acuesto llora, pero cuando toma su mamila deja de llorar. Mis juguetes mágicos ¡ qué bien se saben portar ! Los que hacen juguetes, piensan en los niños y en los reyes magos que los van a comprar.
Las caricaturas En las caricaturas pasan cosas muy chistosas, que no son ciertas: gatos que les arrancan la cola, la recogen y se la ponen. Hay ratones sombrerudos que le hacen picardías a los gatos y a los personajes, les ponen bombas que les explotan y así todos quemados, todavía caminan, caminan muy aprisa, echan chispas por los ojos. Aunque sé que los cuentos de caricaturas no son ciertos, me divierten mucho.
Los pájaritos Los trinos de los pajaritos, son cantos bonitos, unos hacen tiu, tiu, otros hacen como que platican: pi,pi, ri pi pí; cui, cui, ri cui, cuí, otros hacen rit, rit, rit, cantan y brincan en danzas alegres, parece que les gusta que la gent los oiga, parece que invitan a la gente, a los “Ojos de agua” donde ellos se bañan; los pajaritos están alegres, cantando, cantando.
José y sus cabritos José es un niño que tiene unos cabritos, unos son grandes, otros son chiquitos, los pequeños balan. Ofelia dice que también se llaman chivitos. Por la mañana, las cabras amanecen llenas de leche. Su abuelita ordeña las cabras con crías. José toma leche hervida de cabra. La abuelita de José hace queso. Cuando José regresa a la ciudad, siente tristeza, porque deja a sus cabritos.
Rosas color de pastel Una rosa roja como la sangre, una rosa blanca, como tu piel, hay rosas amarillas, como algunas aves, hay rosas color de rosa como tus mejillas, hay rosas color de pastel. J.G.M.
Las golondrinas Las golondrinas son aves viajeras que viajan con su maletĂn, vuelan y vuelan y regresan a la tierra de donde se van. Las golondrinas se van cuando llega el frĂo, cuando es invierno, luego regresan cuando llega la primavera, cuando hay hojas nuevas en los rosales. Las golondrinas llevan y traen la primavera.
Al circo Pasen, pasen y vean tomen sitio donde quieran Dispรณngase a disfrutar de un circo espectacular. Al micrรณfono Jacinta presentando a los artistas. Con la trompa un elefante saluda muy elegante. Detrรกs de las bambalinas salen bellas bailarinas El domador de leones despierta las ovaciones. Se columpia un trapecista en el centro de la pista.
Un payaso un poco loco sale vestido de rojo. Aplaude fuerte la foca los niños abren la boca. La estrella que esperan todos es un cocodrilo bobo. Un mago presenta un truco el truco del almendruco. Un contorsionista guapo de repente se hace sapo. Diversión asegurada son las risas en la grada. Aplausos con ovación ¡Ya se acabó la función! Fin
El ratón
El ratón de la casa es muy travieso, le gusta el queso y el pan. Vive en el agujero. Por las noches le gusta pasear, camina de puntitas, para que no lo vea mi gato, porque sabe que no lo quiere y un día de éstos lo va a cazar y se lo va a comer.
La niña fea Yo no sé si soy fea o bonita, yo creo que soy fea, cuando me veo en el espejo, yo misma digo que me veo muy fea, así siempre me veo. Mi maestra me dice que no es cierto, que las niñas nunca son feas, que todas son bonitas, porque son buenas, porque saben hablar, porque son obedientes, porque saben reír y ayudan a su mamá y van a la escuela; así es que siempre ¡no soy fea!
Tengo un perico Tengo un perico. Mi perico habla, cuando alguien toca en la casa dice: “Rigo”, “Rigo”. Le chifla a las muchachas: fiu, fiu. Grita el nombre de mis amigas: “Blanca”…..”Meche”…. Imita el juego de la pelota: “Pasala, gooool, no seas loco” y todo el día esta habla y habla.
Un pollito El pollito de mi hermana se llama Pico. El pico de mi hermanita se sube en todo. Una vez el pollito voló y llegó hasta el tocador, se pegó en una patita. Luego mi hermana lo curó, el pollito estaba feliz porque lo había curado. Al día siguiente, por la mañana, el pollito voló de nuevo y fue a parar hasta el tocador, pero ahora ya no se pegó, aprendió a volar.
Un día mí mamá me llevó al bosque de Chapultepec, vi muchas cosas bonitas: Vi un leopardo y unos leoparditos, pájaros que volaban dentro de unas grandes jaulas. Luego caminamos un poco más para ver unos hermosos osos panda que vinieron de China. Los osos jugueteaban en un amplio prado verde. Tienen una mancha café en cada ojo. Las orejas son cafés. El resto de su cuerpo es blanco. El macho se llama Pepe Pepe y la hembra Ying Ying. La gente los quiere mucho.
Las cosas que me gustan A mí me gustan los juguetes porque me entretienen mucho, los animales, porque a veces me defienden. El animal que más me gusta es el perro. También me gustan los libros, porque me enseñan muchas cosas buenas.
Los juguetes que tengo Yo tengo una muĂąeca que habla con pilas. Las pilas le dan fuerza para caminar y para hablar. TambiĂŠn tengo un oso de peluche y un juego de tĂŠ. Tengo una bicicleta; cuando salimos me divierto mucho con mi bicicleta. Y mi robot me gusta mucho, yo siempre juego con mi robot. Cuando regreso de la escuela, juego con mi robot, siempre lo hago.
Piedras en la escuela Fíjate que en la escuela, un niño le pegó con una piedra a otro niño. La piedra me la tiraron a mí; pero me agaché y se desvió con el aire y le paegó a otro niño. El maestro nos castigó a todos para saber quién había aventado la piedra. ¿Verdad que no se deben tirar piedras?
Mi muñeca y mi gato A mí me gusta mi muñeca, es muy bonita, yo la quiero mucho, siempre juego con ella. También me gustan los gatitos. Yo tenía un gatito, pero se murió, se comió un ratón envenenado y se murió.
Los รกrboles
Los รกrboles se columpian cuando sopla el viento. Las hojas secas se caen, las hojas nuevas parece que juegan. Me gustan los รกrboles porque son frescos, dan aire limpio, alegran la vida. Donde hay รกrboles hay pajaritos, que brincan de rama en rama, como si hicieran gimnasia.
Sapito Sapito viejo y azul, dime ¿cuántos años tienes tú? ¿Qué es lo que tú haces por allí? Yo no hago nada malo, sólo te vengo a visitar aquí donde vives tú.
Los caballitos Me gustan los caballitos Su carrusel de luces y colores giran veloz. Yo monto en los que suben y baja, porque parece que reparan. Hay muchos caballos hermosos que parecen caballos que vuelan. Caballitos de madera, caballitos en las ferias, retozones en las ferias, retozones y panzones. Algodones color de rosa feria de dulces y globos, globos de mil colores, caballitos correlones.
Las pruebas Cuando hago prueba, me pongo nervioso, aunque sea poquita cosa, veo por la ventana, un ave presurosa, vuela que vuela; como tratando de decir lo que tengo que decir.
La niñez
Los meses pasan, también los días, jugaste un tiempo, crecise luego, y tu niñez la dejaste atrás, con todos sus encantos.
El agua es la vida El agua es la vida, la vida es de agua. Nadie puede vivir sin el agua; las plantas son de agua; las frutas vienen del agua; las flores crecen del agua; los animales son de agua. Yo soy de agua limpia, clara y cristalina.
Los grillos Es mi paraíso, por las noches, los grillos prosiguen cantando. Los pájaros cantan de día, los grillos cantan de noche, desde que amanece, yo oigo los cánticos de los animalitos cantores, de los animalitos que cantan, que alegran la vida de día y de noche.
Agua buena Agua buena, es clara y cristalina, dulce y transparente, tú puedes ver a través de ella hasta el fondo, aún en la corriente. Si echas una moneda, la puedes ver cómo llega hasta el fondo, si te echas un clavado, veo tu cuerpo hermoso cuando lo besan las burbujas celestes.
Los adornos de mi casa Mi mamá tiene una pared los adornos de la casa, los cuida mucho; son muñequitas de porcelana, venaditos, perritos, elefante. Tiene una muñeca y un oso de peluche. Un niñito montado en un jitomate, a éste me gusta mirarlo, me imagino un cuento bello y hermoso. Los domingos ayudo a mi mamá a sacudirlos.
Maestra Maestra bella, Cuando me enseñes, no me regañes; maestra linda; cuando me enseñes, tenme paciencia, no desesperes, ábreme tu corazón, háblame con cariño, que soy un niño; con tu experiencia y tu paciencia, voy a aprender.
Un sueño Soñar es inventar. Anoche soñé que mi lápiz era un mago, todo lo sabía y me aconsejaba y yo en la escuela era un niño que todo lo podía y eme lucía. Mi lápiz me enseñó a leer, me enseñó los números; mi lápiz amigo no me regañaba, con cariño todo me decía y yo sabía y entendía, mi lápiz se sentía feliz cuando me oía leer.
El manantial El Manantial de agua clara y pura. El agua brota de las rocas y suena fuerte al salir; corre sobre la arena y forma un río, onduloso y limpio, a veces sus aguas van lentas, pero también se deja caer con violencia. ¡Cómo me da hambre cuando voy de paseo! Nunca como tanto, como en los días de campo.
El aguacate Me gusta el aguacate, es rico en vitaminas. El aguacate lo como en guacamole, con jitomate y cilantro; los domingos, con la tĂa Chole como aguacate con sal, porque es muy rico, parece mantequilla.
Mis zapatos nuevos Cuando estreno zapatos me siento feliz; me siento seguro, pero a mis zapatos viejos les tengo cariĂąo, porque no me lastiman, estĂĄn suavecitos. A mis zapatos nuevos les doy grasa cada dĂa, para que me duren, como mis zapatos viejos. Mis zapatos nuevos, no quiero que se raspen, no quiero que se mojen, no quiero que se acaben. Antes de irme a la escuela los limpio con una franela. Mis zapatos nuevos, huelen a piel de becerro.
La carretera La carretera es un camino, que va y que viene, la construyen los hombres. Se pierde en el bosque, atraviesa la selva y llega hasta el mar. Van y vienen los hombres, van y vienen los niĂąos; los coches y los camiones. En los camiones viajan las cartas y las medicinas, las cabras y las gallinas, las frutas y las verduras, los mangos y los melones, las zanahorias y los ejotes. Los carros corren rĂĄpido en la carretera, parece que llegar quisiera a descansar.
El doctor A mí me dan miedo los doctores; cuando lo vamos a ver me sudan las manos y estoy nerviosa; pero más bien creo que no le tengo miedo al doctor, si no a las inyecciones, porque cuando vamos con el doctor que receta nada más pildoritas, me siento muy tranquila y hasta platico con èl.
El lago Los domingos vamos al lago, que ésta cerca de la casa. El lago es grande; hay muchas lanchas. Las lanchas tienen nombres como éstos: María, Blanca, Teresa, Panchita. El domingo alquilamos una que se llama Chabela. Se metió el agua en la lancha. Pensé que se hundía. Tenía miedo, porque no sé nadar. ¿Tú sabes nadar?
La oficina
La oficina se parece a la escuela. Hay muchas personas y papeles, máquinas que escriben y máquinas que suman y restan. Señoritas que escriben cartas y señores que las ordenan. Las personas tienen un escritorio en vez de banca, hay un jefe que ordena para que el trabajo salga bien. Tienen su horario para llegar y para salir. A veces faltan porque se enferman, como en la escuela nos enfermamos los niños y faltamos.
La Alameda La Alameda está en el centro de la ciudad, es un parque muy bonito. Tiene árboles muy altos y muchas fuentes, el agua brota y baña las estatuas. Hay bancas bonitas y flores hermosas. Por las tardes van a vender globos de colores. Muchos niños vamos a jugar a la Alameda. Un viejito llega todas las tardes con sus amigos, a platicar y darle de comer a las palomas
El delfín El delfín está en el estanque. Es estanque tiene mucha agua. El delfín tiene un hoyo en la cabeza, por ahí respira. Mucha gente va a verlo. Tiene su compañera. En el estanque también vive una tortuga. A veces traen una foca para que los mire. La foca tiene miedo al delfín. El delfín atrapa las rueditas con su trompa, baila fonki y le pega a la pelota con la cola. La muchacha que le enseña le ordena con un silbato. El delfín sale al piso y le da un beso al a muchacha.
La exposición ganadera
Mi papá nos llevó a la feria ganadera. Vi muchos animales, como borregos, conejos, marranos, caballos, toros y vacas. Papá llevó su cámara y nos tomó fotos con algunos animales. En algunos puestos vendían comida: carne asada al estilo norteño y longaniza de Toluca. En otros puestos vendían animales. Mi mamá me compró unos pollitos; me los dieron en una bolsa de papel con agujeros. Cuidare en el patio de mi casa a mis pollitos para que crezcan sanos y gordos y cuando estén grandes, los comamos en un día de fiesta.
El soldadito que adoraba cantar Valores: Las apariencias engañan, ayudar, perdonar
En el Reino de las Nubes, un sitio dónde el sol no se esconde por la noche y donde todas las fantasías se hacen realidad, vivía Felipe, un soldadito de plomo al que le encantaba cantarle a los niños. Felipe pasaba horas y horas entonando bellas melodías para los niños de su reino. Sus cantos invadían todas las casas y así los chicos podían disfrutar de esa música tan especial que entonaba. Era una melodía tan hermosa que hacía que los bebés dejaran de llorar y durmieran plácidamente. Todo iba estupendamente hasta que un día llegó al Reino de las Nubes, en forma de sombra, un Brujo con cara de sapo enfadado. Tenía un traje color violeta que le llegaba hasta la punta de los zapatos y estaba lleno de lentejuelas con brillos negros. Tenía una nariz muy larga y finita que terminaba como un cono gigante de helado y unos ojos saltones que le daban un aspecto temible. El mago cara de sapo se llamaba Antón y venía de un lejano planeta llamado el Planeta de las Sombras. No tenía pinta de tener ninguna buena intención y en cuanto los niños del reino lo vieron se encerraron en sus casas por miedo a que les hiciera algo malo. Una mañana se presentó el Mago Antón ante el soldadito. - Hola soldadito. Han llegado hasta mi Reino noticias sobre tus increíbles melodías y deseaba pedirte un favor muy importante...
El soldadito había oído a los demás niños desconfiar del mago por su aspecto tenebroso y tuvo miedo de que tratara de engañarlo pero vio en sus ojos algo que le hizo pensar que de verdad necesitaba su ayuda. - Dígame señor mago. ¿Qué puedo hacer yo por usted? - Los niños enfermos de mi reino necesitan de tus canciones para mejorar. ¿Podrías venir conmigo? Por favor es importante... -¡Por supuesto que sí! Estoy seguro de que con algunas melodías especiales que tengo guardadas los niños se pondrán muy bien. Al día siguiente el Reino de las Nubes se despertó en silencio. Felipe no estaba allí para cantar sus melodías como siempre hacía y los niños empezaron a preocuparse creyendo que algo tenía que haberle ocurrido a Felipe para que no entonara sus canciones. Así que decidieron ir a ver a la poderosa Hada de los juguetes. El Hada sospechó enseguida que el mago Antón había raptado a Felipe, así que le dijo a los niños que no se preocuparan y se marchó directa al lejano Planeta de las Sombras de donde procedía el brujo. Pero al llegar al Reino de Antón, el Hada no podía creer lo que veían sus ojos. Felipe se encontraba cantando canciones para el hospital donde los niños enfermos de ese reino esperaban curarse para regresar a sus casas. - Mago Antón, solo puedo pedirte que me disculpes. Venía aquí dispuesta a llevarme a Felipe pero creo que todos los habitantes del Reino de las Nubes nos hemos equivocado contigo. No eres un mago malvado, sino un mago realmente bueno.
- No tienes que disculparte hada - dijo con una tímida sonrisa - a veces mi aspecto hace que la gente piense que soy malvado cuando no lo soy. Así que tranquila, estás perdonada. Felipe decidió quedarse el tiempo que fuese necesario en el reino de Antón para así poder ayudar a todos los niños enfermos, mientras que el hada regresó al Reino de las Nubes, donde contó a todos los niños lo equivocados que habían estado con Antón y cuál era desde entonces el nuevo oficio de Felipe, el soldadito cantor.
Estrellita de oro Valor: Humildad Había una vez un rey viudo que tenía una hija muy bella. Unos años después de haber perdido a su esposa conoció a una mujer que también tenía una hija y decidió volver a casarse de nuevo. Tras su matrimonio, la mujer se volvió cruel con la hija del rey. Le tenía mucha envidia porque era mucho más bella que su hija y como castigo la mandaba todos los días a lavar al río. La joven se resignaba y cumplía con las órdenes de su madrastra pues sabía que a pesar de todo, su padre era feliz junto a ella. Un día, estando la muchacha en el río una mujer que lavaba a su lado perdió un anillo. - ¡Se me ha caído! ¡Se me ha caído mi anillo! ¡Ayúdame a recuperarlo hija mía, que tengo muy mala vista y no lo veo por ninguna parte! - No se preocupe señora - dijo la muchacha sumergiendo su brazo en el agua sucia y helada. Pero el anillo no aparecía y tanto tuvo que agacharse la muchacha para tratar de recuperarlo que acabó dándose con algo en la frente. Afortunadamente el golpe mereció la pena ya que gracias a él pudo recuperar el anillo. Aunque sucedió algo extraño… en el lugar donde la joven se había golpeado, la frente, comenzó a salirle una estrella. Al llegar a casa la madrastra de la muchacha le dijo en cuanto la vio: - ¿Qué es eso que llevas ahí? La muchacha le contó avergonzada lo ocurrido y dijo no entender cómo le había salido aquella estrella. - ¡Mañana serás tú quien vaya a lavar! - le dijo a su otra hija - ¿Yo? ¡Ni hablar!¡Que vaya ella!
- Ella ya tiene su estrella así que irás tú y punto ¿O es que vas a dejar que tu hermana tenga algo que tu no? La muchacha fue al río y como no había forma de que se decidiera a tocar el agua porque estaba muy sucia, la madre acabó metiéndole la cabeza a la fuerza en el río. Pero lo peor no fue que la metiera, sino que la sacara… - ¿¿Pero qué es eso?? - dijo la madre atónita mientras señalaba asustada frente de su hija La hija, que se imaginó algo terrible en cuanto vio la cara de susto de la madre, se llevó las manos a la frente y gritó con todas sus fuerzas al darse cuenta de que lo que tenía en la frente no era una estrella sino un rabo de burro. - ¡Rápido, al médico! ¡Tenemos que quitarte eso de la frente!- dijo la madre mientras la hija lloraba. El médico decidió que lo mejor era cortárselo a ras y para disimularlo le pusieron un velo. Al llegar a casa se encontraron con la carroza real en la misma puerta de su casa. En ese momento la madre recordó que hacía un tiempo que el príncipe se encontraba llamando de puerta en puerta para elegir a su esposa de entre todas las mujeres del reino. Y precisamente había llegado a su casa ese mismo día. - Ayúdame a encerrar a tu hermana en el desván. No podemos dejar que el príncipe vea que es ella quien tiene la estrella de oro. - ¡Sí madre! La madre le dijo al príncipe que era su hija, la que portaba el velo, quien había tenido la gracia de recibir la estrella de oro así que el príncipe la subió en su carroza creyendo que era ella la muchacha a quien estaba buscando para convertirla en su esposa.
Pero de repente, los caballos de la carroza dieron un traspiés y a la muchacha se le cayó el velo de la frente de la sacudida. - ¿Qué es eso? ¡Eso no es una estrella, es una cola de burro! - dijo el príncipe enfadado cuando se dio cuenta de que habían tratado de engañarlo. Rápidamente volvió a la casa de la muchacha y allí encontró encerrada en el desván a la muchacha que en realidad buscaba, su estrella de oro. Volvieron a palacio, se casaron, fueron felices y comieron perdices.
El rescate de Papá Noel Valores: humildad, bondad, ayudar, inocencia La mañana de Nochebuena amaneció oscura y triste en aquel barrio tan pobre. Las nubes no dejaban pasar los rayos del sol y la negrura del cielo amenazaba tormenta. Pequeños y mayores miraban hacia arriba con la esperanza de que se disipara aquel nublado, porque sería muy difícil que Papá Noel llegara con su trineo en aquellas condiciones. Los niños cantaban y corrían en las calles abrigados con sus viejas bufandas aprovechando hasta el último minuto. Las abuelas preparaban el encuentro de toda la familia, afanándose por darles la mejor cena posible. No habría caviar, ni marisco, ni grandes lujos en la mesa. Pero el amor con el que estas mujeres cocinaban no se pagaba con dinero, y el placer de reunir a hijos y nietos era lo más valioso. Cuando dieron las siete de la tarde se empezaron a escuchar unos truenos que daban miedo. Todos los niños se apresuraron a entrar en sus casas. En pocos minutos la lluvia empezó a caer tan fuerte que hacía casi imposible estar en la calle. -Así Papá Noel no podrá llegar con su trineo -se lamentaban los niños. Los padres intentaron consolar a los niños, que estaban muy preocupados. Pero la alegría de estar con los abuelos, los tíos y los primos enseguida les hizo olvidarse de todo. Cuando amaneció ningún niño encontró regalos en su casa. Sus humildes árboles de Navidad estaban vacíos. -¿Qué habrá pasado? -se preguntaban todos, entristecidos y preocupados. Temían que a Papá Noel le hubiera pasado algo y se hubiera accidentado con aquella terrible tormenta. Los niños salieron a la calle para averiguar qué había pasado con el pobre Papá Noel. En ese momento, oyeron un tintineo. A lo lejos vieron llegar un tractor con un enorme remolque cargado hasta arriba de…¡regalos! Conduciendo, el mismísimo Papá Noel. -¡Mirad, niños, parece que Papá Noel está bien! ¡No le ha pasado nada!
-¡Y el padre Valentín está con él! Los niños corrieron a recibirlos con los brazos abiertos, llenos de júbilo. Cuando el tractor se detuvo los pequeños se echaron en brazos del padre Valentín y del mismísimo Papá Noel. - Estábamos muy preocupados -dijo uno de los más pequeños -. Pensamos que habías tenido un accidente en la tormenta, Papá Noel. -Y así fue, pequeño gorrión- dijo Papá Noel con voz profunda -. Afortunadamente, el padre Valentín me encontró, me rescató y me ayudó a salvar todos los regalos. -¿Y el trineo? ¿Dónde está el trineo? ¿Dónde están los renos? -fueron preguntando los niños con inquietud. -Tranquilos -intervino el padre Valentín -. Los renos están a salvo. Se han llevado el trineo para repararlo. ¿Queréis ver los regalos? -¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Entre el padre Valentín y Papá Noel repartieron todos los paquetes. Ningún niño se quedó sin regalo. Gracias al padre Valentín aquella Navidad fue la más especial que se recordaba en el barrio
El mago y las manzanas Irene Hernández Valores: generosidad, bondad, ayudar ,egoísmo, compartir
Érase una vez, un mundo en el que cada vez había menos comida. Casi no había fruta, ni carne, ni pescado, ni verduras y todas las personas y animales empezaban a tener hambre. Entre todos repartían la poca comida que había para que todos tuvieran siempre algo que comer, pero estaban muy preocupados porque la comida se estaba acabando. Un día, una niña que se llamaba Dora iba paseando por el bosque. Su mamá le había pedido que fuera a buscar frutos de los árboles. De repente, vio una cesta que brillaba mucho y, cuando se acercó, se dio cuenta de que estaba llena de manzanas. Dora fue corriendo a coger la cesta, pero oyó una voz muy fuerte que le dijo: - Soy el Mago de las Manzanas mágicas. Si coges esta bonita cesta de manzanas tendrás que darle un buen uso para que la magia continúe. Dora cogió la cesta y, rápidamente, se fue corriendo mientras pensaba qué hacer con las manzanas. Cuando llegó a su casa las escondió sin que nadie se diera cuenta y siguió pensando sobre el buen uso que podría darles. Ni siquiera se atrevió a probar ninguna de las manzanas. Los días pasaban y cada vez había menos comida. Los habitantes de aquel mundo ya sólo comían una vez al día y, poco a poco, todos comenzaron a ser más egoístas. Algunos guardaban toda la comida que podían en sus casas sin compartirla con los demás. Tenían tanto hambre que querían todo para ellos sin importarles que los demás tuvieran comida o no. Un día, Dora se encontró con un amigo que se llamaba Ramón. El pobre de Ramón llevaba más de un día sin comer nada porque en su casa no había nada de comida para él ni para su familia. - Ramón, ¡tengo una idea!, pero es un secreto y no se lo puedes contar a nadie – dijo Dora Dora llevó a su amigo a su casa y le ofreció algunas manzanas. Ramón, muy contento, se las llevó y se fue muy agradecido. Cuando Ramón se fue, llegó otro amigo de Dora que se llamaba Luis que, muy triste y hambriento, le dijo:
- Dora, llevo más de dos días sin comer. En mi casa no tenemos nada. ¿Sabes dónde puedo encontrar comida? Dora sacó varias manzanas y se las dio a Luis para que las comiera con su familia. Luis, es un secreto y no se lo puedes contar a nadie – dijo Dora Luis se fue corriendo a su casa para comer las manzanas y Dora se quedó mirando la cesta. Ya sólo quedaba una manzana y Dora tuvo muchas ganas de cogerla y comérsela. Pero no se atrevió porque en su casa todavía había algo de comida y quería guardarla por si más adelante ella o alguien tenía hambre. De repente, un hombre con barba blanca y muy larga apareció en su casa. Era el Mago de las Manzanas Mágicas. - Dora, ¿qué has hecho con las manzanas mágicas? – le preguntó el mago Dora, muy asustada, le contó al mago que había dado varias manzanas a varios amigos que tenían mucha hambre. Cuando le enseñó la cesta el mago, muy sorprendido, le dijo: - ¡Pero si sólo queda una manzana! Dora se puso muy nerviosa y no sabía qué hacer. Quiso pedir perdón al mago por no haber guardado más manzanas, pero el mago, con una gran sonrisa, llevó a Dora fuera de su casa. Cuando Dora salió, vio como todo estaba lleno de comida y como todo el mundo comía y reía. Te dije que si dabas un buen uso a las manzanas la magia continuaría y la magia ha hecho que siempre haya comida para todos y nadie vuelva a pasar hambre – dijo el Mago Todos los habitantes agradecieron a Dora que hubiese sido tan buena compartiendo las manzanas con quien tenía hambre en vez de comérselas todas ella y aprendieron que siempre es mejor compartir con los demás todo lo que tenemos.
El niño valiente y los gigantes Irene Hernández Valores: obediencia, las apariencias engañan, ayudar En una aldea muy lejana vivían muchas familias felices. A menudo hacían fiestas muy divertidas en las que había mucha comida y bebida y en las que todo el mundo cantaba y bailaba hasta que se escondía el sol. Desde la aldea se veía a lo lejos un castillo en una montaña pero los habitantes nunca se acercaban a él. Tenían mucho miedo porque siempre había dicho en ese castillo vivían unos gigantes malignos. Por eso los papás y mamás de la aldea no dejaban que sus hijos fueran a jugar cerca del castillo, ya que tenían miedo de que les pasara algo malo. Un día, el niño más valiente de la aldea desafió a la prohibición de sus padres y decidió que iría al castillo. - Esta misma noche iré al castillo que hay en la montaña - les dijo el niño a sus amigos - ¿Qué? ¿Estás loco? ¿No sabes que está prohibido? Además allí viven unos gigantes muy malos... - No me importa. Además no me da ningún miedo. Llegó la noche y sin que nadie se diera cuenta, el niño se dirigió hacia el castillo. Iba caminando por el bosque totalmente a oscuras cuando de repente, el niño tropezó con unas piedras y cayó en un agujero que había en el suelo. Se hizo tanto daño, que aunque trató de evitar las lágrimas, no pudo evitarlo. Alguien se acercó hasta él de repente. Pero… era muy grande para ser una persona… ¡era un gigante! - ¡Fuera! ¡Déjame en paz! ¡Vete o te tiraré una piedra! - le gritó el niño intentando protegerse - Solo quiero ayudarte. Te he oído llorar. - ¿Y cómo sé que no me estás mintiendo? ¡Eres un gigante! ¡Seguro que quieres comerme! - Mis padres y yo no comemos personas, somos vegetarianos. Pero si no quieres que te ayude me marcharé por donde he venido - dijo el gigante cabizbajo dándose la vuelta El niño se quedó pensando en las palabras del gigante y se dio cuenta de que podía confiar en él. Además su aspecto no era precisamente temible. Parecía más bien un gigante bonachón. - ¡Espera, no te vayas! - gritó el muchacho - ¿Quieres que te ayude? - contestó el gigante - Por favor... El gigante cogió en brazos al niño valiente y lo llevó a su castillo. Allí el niño conoció a mamá gigante y a papá gigante. Todos eran muy grandes pero ninguno tenía pinta de ser malvado como contaba la gente de la aldea. - Se puede saber pequeño niño, ¿ a dónde ibas en plena noche tú sólo por el bosque?
El niño, asustado, respondió: - Vengo de la aldea. Quería llegar hasta el castillo y demostrar a todos que no tengo miedo a los gigantes. - ¿A nosotros? ¿Y por qué nos habrías de tener miedo? - No sé… es lo que dice la gente, que sois muy malos y coméis personas. Mamá gigante se echó a reír y explicó al niño que no tenían nada que temer. Ellos eran gigantes vegetarianos, por lo que no comían personas. - Oye pequeño, ¿tus padres saben que estás aquí? Es muy tarde y podrían estar preocupados - No les he dicho que venía… si se lo decía sabía que no me dejarían venir. Está prohibido - En ese caso, no deberías haberlo hecho. Los padres siempre dicen a los niños las cosas por algo. ¿No crees? Los gigantes ayudaron al niño a recuperarse de sus heridas y cuando estuvo mejor lo acompañaron hasta la aldea. Pero en cuanto los aldeanos los vieron por allí corrieron a encerrarse en sus casas por miedo a que les hicieran algo. - ¡Podéis salir! ¡Los gigantes son mis amigos! Sólo vienen a acompañarme. No me han hecho nada malo, de verdad Los vecinos oyeron al niño y con algo de desconfianza salieron de sus casas. El niño valiente explicó a todos los habitantes lo que había pasado. Les explicó que había caído en un agujero y que de no ser por ellos, aún seguiría allí con algún hueso roto. Los habitantes se disculparon ante los gigantes por su actitud y en agradecimiento por salvar la vida del pequeño prepararon una de sus fiestas con mucha comida, música y baile.
Los dibujos de Laura Autor: Irene Hernández Valores: superación, esfuerzo, ayudar, amistad, aceptación, ilusión Los dibujos de Laura era una niña de nueve años a la que le encantaba aprender cosas nuevas. Siempre estaba pendiente de lo que le enseñaban en el colegio y de lo que le explicaban sus padres. A Laura le gustaba leer e inventar historias con personajes fantásticos. Se le daba muy bien escribir cuentos y siempre que en el colegio tenían que hacer tareas de escritura se divertía mucho. Un día, la profesora les dijo: - Vuestra próxima tarea va a ser escribir un cuento, pero esta vez vamos a hacer algo diferente: cada uno va a escribir un cuento y lo tenéis que acompañar con dibujos que reflejen la historia. Tenéis dos días para hacerlo. Cuando la profesora mandaba estas tareas, Laura siempre se ponía muy contenta, pero esta vez algo diferente ocurrió. - Laura, ¿por qué no estás contenta? ¡A ti te encanta escribir cuentos y además se te da muy bien! – dijo su amigo Tomás Laura, muy avergonzada y triste, dijo: - Tomás, a mí me encanta escribir cuentos, pero soy muy torpe dibujando y esta tarea no me va a salir bien. ¡Ya lo verás! Ya en casa Laura se puso a hacer sus deberes y pensó: - ¡No voy a ser capaz de hacer los dibujos que nos pide la profesora! ¡Va a ser el peor cuento de todos! Laura lloró y lloró y su madre entró en la habitación: - Laura, ¿qué ocurre? - Mamá, tenemos que escribir un cuento y acompañarlo de dibujos y yo dibujo muy mal. ¡No seré capaz de hacer un buen cuento! Su madre le recordó que no todos los niños lo hacen bien todo. Siempre hay algo que hacen mejor y algo que hacen peor y que lo importante era intentarlo y aprender. Laura se dio cuenta de que a ella lo que le gustaba era aprender a hacer cosas nuevas y mejorar cada día así que se puso a escribir su cuento. Decidió escribir una historia sobre un dragón que tenía que aprender a volar. Era una historia fantástica y la acompañaría de un dibujo de un dragón volando encima de un castillo. Cuando Laura terminó no le gustaba. Pensaba que estaba muy mal hecho así que lo tiró a la papelera y se puso a dibujarlo otra vez. Lo dibujó una y otra vez, pero nunca conseguía hacerlo bien. Se hizo tarde y ya era hora de dormir, así que se dio por vencida y se fue a la cama. Al día siguiente, su amigo Tomás le preguntó: - Laura, ¿Ya has dibujado tu cuento? - Tomás, soy muy torpe. Lo hice casi nueve veces y siempre salía feo y mal. No voy a ser capaz. ¿Tu ya has terminado el tuyo? – dijo Laura
Tomás sacó su cuento de la mochila y lo mostró a Laura. Tenía varios dibujos muy bonitos, con muchos colores, así que Laura le preguntó si podía leerlo. Pero Tomás, avergonzado, le dijo: - Mis dibujos han quedado bien, pero me da vergüenza que leas mi cuento porque a mí se me da muy mal escribir y tú lo haces mucho mejor que yo. Los dibujos de Laura recordó lo que su madre le había explicado la tarde anterior y entendió que lo realmente importante era esforzarse por aprender y hacer las cosas cada día un poco mejor. - Tomás, ¿y si yo te ayudo a mejorar tu cuento y tú a mí a dibujar el mío? – le dijo Laura Así, los dos niños hicieron esa tarde sus deberes juntos, se ayudaron mucho y se esforzaron un montón. Laura dibujó y dibujó con la ayuda de Tomás y ella le ayudó a mejorar su escritura hasta que por fin quedaron satisfechos con sus cuentos. Cuando llevaron sus deberes al colegio al día siguiente resultó que sus cuentos y dibujos fueron de los mejores de su clase y ambos aprendieron que con esfuerzo e ilusión se pueden conseguir las cosas. Análisis de sus valores Este entrañable cuento explica a los niños que deben aprender a aceptarse con sus virtudes y defectos, con las cosas que hacen bien y las cosas que no hacen tan bien. Una vez hayan hecho esto deben saber que con esfuerzo y superación podrán conseguir casi cualquier cosa que se propongan, por más difícil que les parezca. Tal y como le ocurre a Laura, la protagonista de esta historia y quien cree que de ninguna forma aprenderá a dibujar. Por último el cuento nos enseña que los amigos pueden ayudarnos mucho a conseguir lo que nos propongamos y que sólo hace falta tener ilusión por conseguirlo y ganas de seguir intentándolo tantas veces como haga falta.
Los dos gemelos y la caja mágica Autor: Irene Hernández Valores: generosidad, bondad, amor, egoísmo Érase una vez dos hermanos gemelos que se llamaban Juanito y Miguelito. Tenían el mismo color de pelo, los mismos ojos y la misma sonrisa. Además su madre siempre los vestía igual. Pero había algo que los diferenciaba: uno era más travieso que otro. Juanito siempre hacía rabiar a Miguelito hasta que lo hacía llorar. En vacaciones fueron a visitar a sus abuelos. Ellos vivían en una casa en mitad del bosque donde había muchos árboles y sitios para jugar. Un día, mientras corrían al lado del río, Juanito hacía rabiar a su hermano continuamente así que al final Miguelito decidió esconderse en una casita de madera que encontró por el camino. Se quedó allí un rato esperando a que Juanito lo dejara tranquilo cuando, de repente, encontró una caja que brillaba mucho. Era una caja preciosa, bastante pequeña y pintada con muchos dibujos antiguos. Miguelito se acercó a la caja y la miró detenidamente hasta que la cogió y la abrió muy despacio. Al abrir la caja, una voz muy dulce le dijo: - Soy la caja mágica de los deseos. Puedes pedirme todo lo que quieras pero has de ser bueno y no ser egoísta, sino me iré apagando poco a poco hasta no poder hacer realidad los deseos de ningún otro niño nunca jamás. Miguelito soltó la caja porque se asustó mucho al oír aquella voz, pero rápidamente se acercó de nuevo y volvió a abrirla. - Pídeme un deseo y te lo concederé, pero piénsalo bien porque tiene que ser un deseo importante - dijo la caja. Miguelito cerró la caja y la guardó en su mochila. Cuando llegó a casa de sus abuelos la escondió debajo de la cama sin darse cuenta de que su hermano Juanito, estaba espiándole desde la ventana. Cuando Miguelito salió de la habitación, Juanito fue a buscar lo que su hermano había escondido y se encontró con aquella preciosa caja. Cuando la abrió, la caja le dijo:
- Soy la caja mágica de los deseos. Puedes pedirme todo lo que quieras pero has de ser bueno y no ser egoísta, sino me iré apagando poco a poco hasta no poder hacer realidad los deseos de ningún otro niño nunca jamás. Juanito, rápidamente, pidió a la caja que aquella habitación se llenase de golosinas para él sólo y la caja le concedió el deseo. Empezó a comer y comer hasta que llegó su hermano Miguelito. Éste vio todas aquellas chucherías y pidió a Juanito que le dejara comer alguna, pero su hermano le dijo que todas eran para él porque así se lo había pedido a la caja mágica. Miguelito se enfadó mucho porque su hermano le había quitado la caja y porque además estaba siendo egoísta al no querer compartir con él ninguna golosina. Tenía miedo de que la caja se enfadara así que fue corriendo a abrirla y fue cuando vio que la cajita ya no brillaba tanto. Miguelito había pensado su deseo, así que cuando la cajita le habló, le dijo: - Cajita mágica, me encantaría que me ayudases a hacer que mi hermano se portase mejor conmigo, con mis papás y con nuestros amigos y que no fuera tan egoísta. La caja le concedió el deseo y, por sorpresa, todas aquellas golosinas de la habitación desaparecieron. Juanito se sorprendió mucho, pero algo había cambiado. En vez de enfadarse con Miguelito, se acercó a él y dándole un abrazo fuerte le pidió perdón por haberse portado mal con él. Miguelito estaba muy feliz, porque la caja mágica había cumplido su deseo. Ahora su hermano Juanito se portaba muy bien con todos y jugaba con él sin hacerle rabiar. Los dos hermanos guardaron la caja mágica y siguieron pidiéndole deseos. Siempre pedían juntos buenos deseos para su familia y sus amigos y la preciosa caja mágica nunca dejaba de brillar.
El dragón que escupía chocolate Autor: Eva María Rodríguez Valores: superación, esfuerzo
El dragón que escupía chocolate Si piensas que todos los dragones son malos y que echan fuego por la boca, te equivocas. Hace tiempo existió uno muy especial. No escupía fuego y apenas podía volar. La verdad es que no escupía nada. Todo el mundo en su pueblo se burlaba de él llamándole Llama seca. Aunque un día la historia cambió. Cuando se hizo mayor decidió armarse de valor y salir a explorar el mundo. Puede que no pudiera ni tostar unas simples almendras, ni elevarse dos palmos del suelo con sus débiles alas. Pero estaba tan harto de tantas burlas que lo que no podía era aguantar ni un minuto más a aquella pandilla de maleducados. Y se fue. Caminó y caminó sin mirar atrás durante varios días por el Bosque Negro que rodeaba la Tierra de los Dragones hasta que llegó a un claro donde no había nada más que hierba verde. El dragón se quedó asombrado mirando aquella hierba. Jamás se había imaginado que de la naturaleza pudieran brotar colores tan hermosos. Era lógico que nuestro amigo no hubiera visto nunca algo así, ya que sus vecinos incendiarios lo arrasaban todo en sus prácticas de vuelo. Mientras miraba embelesado aquel milagro de la vida apareció una viejecita que parecía salir de la nada. Sí, la típica viejecita de los cuentos, esa que nunca sabes si va a ser buena o va a ser mala, y que siempre imaginamos con pinta de bruja. - Amigo dragón, ¿qué miras con esa cara de asombrado?- preguntó la vieja. - Miro los colores del campo- respondió el dragón-. Nunca los había visto. - Y, ¿por qué no los quemas?- insistió la buena señora, a ver si lo provocaba. - Porque no puedo -dijo el pobre dragoncito, con cara de pena-. No tengo fuego en mi garganta, ni fuerza para volar, ni nada que merezca la pena. Entonces, la vieja bruja le miró a los ojos fijamente, estudiando la profundidad de su mirada. Después de un rato observando a aquel dragón le dijo, muy seria:
- A ti lo que te pasa es que te falta valor para intentarlo. ¿Hace cuánto tiempo que no das un salto e intentas volar? El dragón la miró sorprendido. Descubrió que jamás había intentado volar alto, que sólo agitaba las alas un poquito, pero sin ponerle empeño ninguno. ¿Para qué iba a intentarlo, si ya sabía él que no podía? Toda la vida se había pasado el pobre escuchando que no podía volar. ¿Cómo iba a saber él más que el resto de dragones? - Muy bien, amigo dragón -dijo la anciana. Te propongo un trato. Si tú consigues volar hasta lo alto de aquella montaña y me traes un huevo del águila calva que allí vive yo te devolveré el don de escupir fuego, un fuego voraz que arrasará con todo lo que se encuentre a tu paso. El dragón no podía creer lo que oía. Sólo tenía que hacer un pequeño esfuerzo y podría ser tan malvado como los demás. Cogió carrerilla y, cuando iba a dar el salto… - Espera un momento -dijo el dragón parando en seco-. ¿Para qué quieres tú ese huevo? - ¡Y a ti que te importa, dragón entrometido! -respondió la vieja, furiosa -. Vete volando a por ese huevo o jamás recuperarás tu dichoso fuego. - ¿Sabes qué te digo bruja? -dijo el dragón, con cara de pocos amigos-. Que no quiero tu fuego. Yo no quiero arrasar los campos ni quemar los bosques. No quiero que la gente me odie por destruir lo que más aman. Sólo quiero disfrutar de la belleza de la vida y encontrar gente que me quiera y no gente que me quiera ayudar por interés como tú. El dragón que escupía chocolate vieja, tras oír estas palabras, entró en cólera. Empezó a conjurar un hechizo que hizo que se oscureciera el sol y que se apagara el color de las flores. El dragón, asustado, echó a correr tan rápido que cuando se quiso dar cuenta estaba volando. - ¡Puedo volar! -gritó a los cuatro vientos. Después de varias horas de vuelo, el dragón estaba agotado. Cuando aterrizó pensó que, si había podido volar, también podría hacer otras cosas. Pero no quería echar fuego por la boca, así que deseó muy fuerte hacer algo que pudiera hacer al mundo más feliz. Entonces abrió la boca para escupir, a ver qué salía. ¡Y salió chocolate! ¡Chorros de chocolate calentito, listo para tomar con unos buenos churros!
Unos niños que pasaban por allí lo vieron, y corrieron a ver a aquel milagroso dragón. - Ven con nosotros a nuestro pueblo - Podrás vivir con nosotros y seremos todos muy felices. Y así fue. El dragón se fue con los niños y fue recibido con los brazos abiertos. Y como todos los días el dragón les daba chocolate calentito para desayunar, ahora todo el mundo lo conoce como Llama dulce. Análisis de sus valores El cuento nos habla del valor de la superación. De esforzarse por lograr aquello que nos resulta complicado y de la enorme satisfacción que produce el conseguirlo. Tal y como le ocurre al dragón protagonista de esta historia, que cuando por fin se esfuerza por hacer lo mismo que el resto de los dragones, se da cuenta de que puede volar y escupir chocolate y eso lo hace muy feliz.
ESCUELA PRIMARIA MIGUEL HIDALGO
TM
LIBRO DE LECTURA PRIMER GRADO
NOMBRE DEL ALUMNO:
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