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O CT U B R E 2013 / CIN E CLU B / U NI V E R SIDA D D E CHIL E


QUIÉNES SOMOS. CINECLUB Universidad de Chile

Como Cineclub Universitario nuestro objetivo es la exhibición y discusión de obras audiovisuales que no son acogidas por el estrecho circuito comercial, con el fin de reflexionar en torno a ellas con una mirada crítica, horizontal y pluralista. Mediante la exhibición de ciclos de la más diversa índole, además de la difusión de artículos de análisis sobre estas mismas, pretendemos forjar una mirada más fresca y aguda sobre este vasto mundo que es la imagen en movimiento, entendiéndola tanto como expresión artística, social y cultural. De esta manera, buscamos retomar la tradición que en los años ‘50 se inició en la Universidad de Chile, y que marcó un punto de inicio trascendental en el desarrollo del cine chileno. En este fanzine queremos llevar la experiencia del Cineclub al papel y difundir la palabra del cine, más allá de los visionados que hacemos cada miércoles en la tarde. La letra, al igual que la imagen, es una herramienta poderosa para dialogar acerca de la realidad, sea nuestra o ajena, y eso es lo queremos: instaurar una discusión acerca del cine que pueda llegar a manos de muchos estudiantes, profesores y funcionarios. Toma este fanzine y compártelo ¡hagamos correr la palabra!


IMÁGENES DETENIDAS, IMÁGENES DESAPARECIDAS. Los años de la Unidad Popular se caracterizaron por la unificación de luchas, por el trabajo colectivo para construir un país igualitario y justo. Trabajadores y estudiantes se unieron a esta causa, mujeres y hombres llevaban en su bandera la consigna de un país más consciente, construyendo el socialismo desde las bases. Este proyecto socialista también se ve reflejado en el trabajo cinematográfico, caracterizándose por ser un cine que si bien abordaba distintas temáticas, tenía en común estar fundamentalmente comprometido con un proyecto político concreto. Este compromiso, que a su vez complementaba y era motor de los cambios socio-políticos que trajo consigo el triunfo de Allende, eran instancias clave para este proceso, pues el desarrollo cultural iba de la mano con la concientización al servicio del pueblo y los cambios radicales. Esta actividad que se funde con la realidad del momento, se logra plasmar en 1971 en el Manifiesto de cineastas de la Unidad Popular con la redacción de Miguel Littin en conjunto con otros cineastas, vertiendo en él todo el fervor y compromiso que se tenía en este trabajo. La amplia colección de realizaciones cinematográficas se puede establecer como una herramienta portadora de lucidez. No sólo en cuanto a los temas que abordaban, sino también en la innovación de la técnica, creando así

“El cineasta revolucionario es el que lucha para acelerar el proceso de cambios y ayudar al avance social” Aldo Francia, Revista Primer Plano, N°5, Verano de 1973.


Dirección: Aldo Francia Guion: José Román, Aldo Francia, Darío Marcotti, Jorge Durán Año: 1972 Duración: 87 Min

(1) Un interesante artículo sobre algunos proyectos truncados por el golpe se puede encontrar en el sitio Cine Chile: http:// www.cinechile.cl/crit&estud-118

una nueva forma de hacer cine y transformándose en un hito para la historia del país. El golpe de estado detuvo ese proceso, la imagen que construyeran los cineastas chilenos de ahí en adelante se correspondería con otras funcionalidades que las circunstancias ameritaban. Habría un giro desde el compromiso con un proyecto político concreto hacia la construcción de una imagen centrada en la información y la denuncia de las atrocidades que la dictadura cometía durante los años setenta y ochenta. Desapareció entonces la gran utopía del nuevo cine Chileno, desaparecieron los ambiciosos planes de Chile Films para rescatar la identidad nacional a través del cine, desaparecieron películas completas como Palomita Blanca de Raúl Ruiz que sólo sería descubierta por los ojos y oídos de los chilenos 20 años después de su registro, desaparecieron miles de personas como Jorge Müller, otros tuvieron que escapar y nunca volvieron, sus nombres desaparecieron también de los créditos en las salas nacionales, fueron exiliados de las carteleras ese 11 de septiembre de 1973, desapareció una imagen que avanzaba con la cabeza en alto y a pasos agigantados pero que hoy no es nada más que una pieza de museo que refleja un modo de ver el mundo no predominante ni menos vigente1. Hoy nos preguntamos qué parte de esas desapariciones son las que nos penan hasta hoy y nos hacen prescindir de gran parte de la producción de cine nacional (sobre todo del cine de ficción, el caso documental es un punto aparte), ¿Qué hace que el público chileno esté tan alejado de su propio cine? Sentimos que es lo que hubo antes en forma de compromiso con el pueblo y que hoy llamaríamos compromiso con el espectador. Desde la creación del Fondo de Fomento Audiovisual en 2004 hemos sido testigos de un auge de la producción nacional, más recursos económicos pero no necesariamente un cine más necesario. El Fondo Audiovisual pareciera privilegiar a cineastas que trabajan más por proyectarse en festivales internacionales que en posicionarse como agentes importantes para una reflexión social relevante; estas películas que exploran temáticas sobre el sujeto contemporáneo capitalista, individualista y alienado, no son más que el reflejo de la configuración social en que los propios autores de estas obras


se encuentran inmersos y no deberíamos culparlos, son las historias que tienen que contar porque es el mundo que conocen, lo preocupante aquí es por qué no hay una diversidad real de miradas o por qué esas miradas no están funcionando políticamente al ser silenciadas o no apoyadas. Es que además este sistema socio-económico capitalista que domina al cine también, es bastante injusto y desequilibrado en todo sentido y sólo una élite puede acceder a la producción de estos objetos culturales; no hablamos sólo de la cuestión del precio de una entrada (las películas financiadas por el Fondo Audiovisual suelen exhibirse en las salas más baratas del país o en festivales con tickets bastante asequibles); hablamos de algo que contribuye de manera más crítica y profunda en alejar al espectador, es la capacidad de lectura. Un esfuerzo por educar al espectador tampoco se hace presente en nuestra época. Los cine clubes y otros escasos espacios de formación se encuentran relegados a pequeños esfuerzos dentro de las universidades u organizaciones colectivas puntuales; en los colegios apenas se nos muestra cine en las clases de arte, esas jornadas se dedican mayormente a enseñar nociones de dibujo básicas o aprender a tocar la escala de do en la flauta dulce. La consecuencia es que los mayores éxitos de taquilla nacionales han estado relacionados con el cine comercial de temáticas cómicas y/o sexuales. Con el Fondo Audiovisual se creó una ilusión de democracia tal y como con el sistema binominal; nuestro sistema político parece democrático pero todos sabemos que es ilusorio. Bajo las política del consenso, del empate “concertacionista” y “aliancista”, no existe una verdadera justicia, no hay un real juicio sobre nosotros mismos, o al menos el juicio que se hace no es del todo imparcial; existe una ilusión de diversidad al haber más producción cinematográfica en nuestra época pero ¿Nos hemos preguntado qué tan necesario es ese ejército de películas que salen cada año? ¿Nos hemos preguntado si en ese ejército de imágenes gritan todas las voces? ¿Nos hemos preguntado qué parte de las imágenes detenidas o desaparecidas por el golpe aún no hemos podido encontrar a pesar de estos 40 años que hoy nos pesan más que nunca?

Dirección : Helvio Soto Guion: Helvio Soto Año: 1971 Duración: 70 min



MANIFIESTO DE LOS CINEASTAS DE LA UNIDAD POPULAR.

cineastas chilenos: Es el momento de emprender juntos con nuestro pueblo, la gran tarea de la liberación nacional y de la construcción del socialismo. Es el momento de comenzar a rescatar nuestros propios valores como identidad cultural y política. Basta ya de dejarnos arrebatar por las clases dominantes, los símbolos que ha generado el pueblo en su larga lucha por la liberación. Basta ya de permitir la utilización de los valores nacionales como elemento de sustentación del régimen capitalista. Partamos del instinto de clase del pueblo y contribuyamos a que se convierta en sentido de clase. No a superar las contradicciones sino a desarrollarlas para encontrar el camino de la construcción de una cultura lúcida y liberadora. La larga lucha de nuestro pueblo por la emancipación, nos señala el camino. A retornar la huella perdida de las grandes luchas populares, aquella tergiversada por la historia oficial, y devolverla al pueblo como su herencia legítima y necesaria para enfrentar el presente y proyectar el futuro.

A rescatar la figura formidable de Balmaceda, antioligárca y antiimperialista. Reafirmemos que Recabarren es nuestro y del pueblo. Que Carrera, O'Higgins, Manuel Rodríguez, Bilbao y que el minero anónimo que cayó una mañana o el campesino que murió sin haber entendido el por qué de su vida ni de su muerte, son los cimientos fundamentales de donde emergemos. Que la bandera chilena es bandera de lucha y de liberación, patrimonio del pueblo, herencia suya. Contra una cultura anémixa y neocolonizada, pasto de consumo de una élite pequeño burguesa decadente y estéril, levantemos nuestra voluntad de construir juntos e inmersos en el pueblo, una cultura auténticamente nacional y por consiguiente, revolucionaria. Por lo tanto, declaramos: 1. Que antes de cineastas, somos hombres comprometidos con el fenómeno político y social de nuestro pueblo y con su gran tarea: la construcción del socialismo. 2. Que el cine es un arte.


3. Que el cine chileno, por imperativo histórico, deberá ser un arte revolucionario. 4. Que entendemos por arte revolucionario aquel que nace de la realización conjunta del artista y del pueblo unidos por un objetivo común: la liberación. Uno, el pueblo, como motivador de la acción y en definitiva el creador, y el otro, el cineasta, como su instrumento de comunicación. 5. Que el cine revolucionario no se impone por decreto. Por lo tanto, no postulamos una forma de hacer cine sino tantas como sean necesarias en el transcurrir de la lucha. 6. Que, no obstante, pensamos que un cine alejado de las grandes masas se convierte fatalmente en un producto de consumo de la élite pequeño burguesa que es incapaz de ser motor de la historia. El cineasta, en este caso, verá su obra políticamente anulada. 7. Que rechazamos todo sectarismo en cuanto a la aplicación mecánica de los principios antes enunciados, o a la imposición de criterios formales oficiales en el quehacer cinematográfico. 8. Que sostenemos que las formas de producción tradicionales son un muro de contención para los jóvenes cineastas y en definitiva implican una clara dependencia cultural, ya que dichas técnicas provienen de estéticas extrañas a la idiosincrasia de nuestros pueblos.

9. Que sostenemos que un cine con estos objetivos implica necesariamente una evaluación critica distinta, afirmamos que el gran crítico de un film revolucionario es el pueblo al cual va dirigido, quien no necesita “mediadores que lo defiendan y lo interpreten”. 10. Que no existen filmes revolucionarios en sí. Que éstos adquieren categoría de tales en el contacto de la obra con su público y principalmente en su repercusión como agente activador de una acción revolucionaria. 11. Que el cine es un derecho del pueblo y como tal deberán buscarse las formas apropiadas para que llegue a todos los chilenos. 12. Que los medios de producción deberán estar al alcance por igual de todos los trabajadores del cine y que en este sentido no existen derechos adquiridos sino que, por el contrario, en el gobierno popular, la expresión no será un privilegio de unos pocos, sino el derecho irrenunciable de un pueblo que ha emprendido el camino de su definitiva independencia. 13. Que un pueblo que tiene cultura es un pueblo que lucha, resiste y se libera.

¡CINEASTAS CHILENOS VENCEREMOS!



EL ANALFABETO

(1965)

Segundo cortometraje de Helvio Soto, repite el equipo de Cine Experimental de la Universidad de Chile, y es el debút como actor de Miguel Littín , quien venía de realizar estudios en teatro y luego derivaría en la realización y producción cinematográfica. Posteriormente también fue incluída como parte del largometraje Érase un niño, un guerrillero y un caballo de 1967.



ENTREVISTA LUIS HORTA. En conmemoración a estos 40 años del golpe militar le preguntamos al coordinador de la Cineteca de la Universidad de Chile, Luis Horta, la importancia de la memoria en el cine y el rol que juega la Cineteca al rescatar esas películas, cortometrajes, documentales y vídeos que retratan una parte de nuestra historia. Según lo que has visto, ¿Qué películas de ficción y documental retratan mejor la experiencia de la dictadura? Primero que todo, pienso que los horrores de una dictadura son irrepresentables e irretratables. En ese contexto, hay que entender que muchas cosas no se han dicho o no se conocen hasta el día de hoy, lo que significa que el acercamiento de la sociedad hacia ese periodo esté recubierto de ciertas capas que nos imposibilitan entender en su real dimensión, lo que también genera cierto grado de ansiedad común por conocer y hablar, en torno a la semana de conmemoración por los 40 años, aquello de lo que no se había hablado antes. La dictadura no solo fue un golpe de estado, sino que significó un proceso de intervención cultural que afectó cada uno de los ámbitos de las relaciones sociales, y la violencia fue tal que se cuentan más muertos que en la Guerra del Pacífico. Se implementó por la fuerza un nuevo modelo, cuyo predominio se manifiesta hoy en el espacio público y privado: la competitividad, el mercado o el exitismo lo podemos encontrar en nuestros espacios habituales, y esos intangibles creo que más que retratarse se evidencian en numerosas obras. Concretamente, películas que aborden las diversas dimensiones de lo anterior son variadas, desde la denuncia hasta obras productos de un contexto. Personalmente, una película producida en la época y que me sigue impactando mucho es Por la vida de Pedro Chaskel, un docu-


“...Lo que vivimos ahora es un simulacro de Chile...“

mental modesto y tremendamente humano en que un grupo de personas de distintas ideologías y modos de vida se agrupan en torno a un movimiento en contra de la tortura. La fortaleza de esas personas, que únicamente se mueven con el fin de denunciar y con la valentía de ir a la calle a pesar de la violenta represión del Estado, hace reflexionar sobre el lugar que nos corresponde en la sociedad de acuerdo al contexto que nos toca vivir, la coherencia y los principios. Es un gesto de respeto por sí mismo, dar la cara con las realidades que uno considera justo reivindicar. Otra película que considero relevante es Imagen Latente de Pablo Perelman, un poco por lo mismo ya que se trata de una película colectiva realizada por un grupo de cineastas que ni siquiera cobraban y hacían la película por respeto a la realidad, con el interés de poner los pies en la tierra por medio de una obra. Me parece que más allá de lo que narra, expresa una forma de ver el cine que nos merece una reflexión profunda. Asimismo, ¿Qué rol jugaba el cine de la Unidad Popular en la construcción de un proyecto revolucionario en Chile? El cine, como todas las expresiones artísticas, tuvieron preponderancia durante el período de la UP que visto en perspectiva permite entender un espacio de libertad bastante importante en la creación. Si bien no hubo grandes obras, sí hubo intenciones de construir relatos sociales, y creo que aún no se sistematizan aquellas obras bajo un prisma local, identitario. Es lamentable incluso que se hable aún del “cine de la UP” sin conocer esas películas, o que muchas de ellas se instrumentalicen despojándolas de su sentido original. El cine, durante el periodo de la UP, agudiza su sentido popular y se va a mostrar a las poblaciones, a las fábricas, y no le interesan los modelos dominantes de comercialización


o internacionalización. Sin embargo es un proyecto abortado, del cual se debería pensar que habría pasado si hubiese continuado. Me llama mucho la atención la libertad crítica de los cineastas del periodo, pienso en Ruiz, Helvio Soto o varios más que tenían una aproximación bastante desprejuiciada, y definitivamente estaban más interesados en la vanguardia estética que en el panfleto. Esa idea de una administración del campo cinematográfico centralizada es lejano a la realidad, ya que había mucha producción independiente, de bajo presupuesto, y realizada muchas veces con el único fin de hacer obras populares, denunciar, describir, documentar el proceso. También existe un cine de propaganda que, irregular o no, nos permite entender una lógica de autoría frente a la realidad que hoy día muchos miran con nostalgia, pese a contar con más recursos para proponer una reelaboración de algunos de esos preceptos. Está la percepción de que en el cine Chileno se repiten ciertos recursos constantemente: sexo, garabato, política. Refiriéndose como política a todo lo que pasó después de los ’70 y, especialmente, después del ’73. ¿Cuál es tu opinión acerca de eso? Yo creo que esa percepción la han instalado los medios dominantes, básicamente porque el mercado atrofió la mirada del público. Después del Golpe de Estado se produce un retroceso en la relación del cine y las audiencias, por mucho que los cine-arte hubiesen intentado romper con ese modelo homogéneo y mercantil. Existe así hoy una mirada reduccionista de lo correcto e incorrecto, donde nosotros mismos —expuestos con nuestro habla, nuestros sonidos, nuestras luces— somos lo incorrecto, mientras que el espectáculo de la violencia y los modelos culturales del “primer mundo” se transforman en lo correcto. Creo que aún existe un cierto predominio de esas tesis, a pesar de algunas tendencias mucho más globalizadas que intentan trabajar en los bordes del lenguaje o en historias cercanas a nuestra identidad. Imagino que aquellas percepciones de lo correcto y lo incorrecto proviene de algunos circuitos de crítica anquilosada en los medios masivos, dominantes y conservadores, cuya cultura cinematográfica es reducida e incluso aún hoy reivindican la cultura de las bellas artes. Personalmente pienso que el cine chileno —y por ende la sociedad chilena— cuentan con dos grandes tabú: el golpe de estado y las relaciones afectivas.Pienso en Luis Cornejo, el cineasta que escribía unos cuentos maravillosos de la forma más incorrecta que se pueda pensar (según la crítica en los años 50): con garabatos, sexo, violencia, en conventillos, retratando a obreros y pobladores. El modelo cultural que desarrolla la dictadura, hace que


nuestra realidad se oculte bajo el espectáculo televisado, en el show alienante, en la erotización permanente. Chile se transforma en una imagen publicitaria, que esconde su identidad para construir un artificio, una entelequia. Por eso es que el quiebre del 73 es tan violento, por que desaparecemos como sujetos de la pantalla chilena. Aunque esto no es absoluto por cierto, ya que existen muchos intentos por recuperar esa presencia, ya sea en el lenguaje como en la forma. Ahora, hablando de la Cineteca. ¿Qué rol cumple en relación con la memoria, es solo archivar y guardar o más bien restaurar y difundir? ¿Qué problemas ha existido para esto último? Una Cineteca que se defina únicamente como un acopio de películas, es una Cineteca que se quedó en el siglo pasado. Hoy, una Cineteca debe ser un productor de sentido, un espacio de reflexión intelectual desde el campo de la imagen. Una Cineteca es un centro especializado de investigación, y en ese sentido es la imagen un espacio subversivo, al aludir a la memoria permanentemente, enemigo principal de la vacuidad y lo efímero. Es cosa de fijarse: ¿A quienes les interesa olvidar? ¿Quiénes instalan en su discurso que es mejor no recordar? Evidentemente que para lo anterior es necesario trazar líneas que sean coherentes con un proyecto —en nuestro caso— académico, y que permitan profesionalizar el rubro hacia un estado que posibilite un diálogo con las audiencias, ser un complemento pedagógico y a la vez convertirse en un repositorio de la imagen contemporánea, ya que la precaria ley de depósito que existe en Chile está ayudando con mucho entusiasmo a la desaparición del cine de hoy. Tenemos que volver a hacer que el cine sea necesario, que existe la necesidad entre la población por encontrarse en sus propias obras cinematográficas. Si no es en la universidad del Estado ¿En quien debiese recaer sino la formación de audiencias? Ahora se ha podido hacer un trabajo mayor de concientización en las autoridades para apoyar a las cinetecas en Chile, dado el valor que han adquirido los archivos audiovisuales. Hoy todos los profesores universitarios recurren a las imágenes en movimiento para complementar sus clases, los documentalistas emplean el archivo con relativo conocimiento, y creo que lentamente existe una valorización y sensibilización hacia un campo invisible de trabajo. También existen los típicos problemas de financiamiento, pero creo que no es lo fundamental, ya que lo primero es tener un proyecto de gestión de archivos con expertos que conozcan la realidad chilena. La misión es más amplia del “tengo una idea” o “deberían restaurar tal o cual película”, y ello pasa por tomar conciencia del trabajo que significa


recuperar la memoria de un país tan golpeado en ese concepto. Para ello están las Cinetecas, para aportar en la puesta en valor de la memoria, de forma sistemática. ¿Crees que hay poca difusión de las grandes obras del cine chileno y poco conocimiento sobre ellas? Aún sí, y es lamentable ya que tenemos películas tremendamente importantes y valiosas por muchos aspectos. Hace poco veía un documental chileno del año 57, que estaba pensado para ser una especie de propaganda a los extranjeros para que vinieran a vivir a Chile. Uno de los motivos de orgullo promocivvonal eran los paisajes y que la educación era gratuita. Cuando uno exhibe esa película, aparentemente menor y con fines publicitarios, una frase así, acompañada de las imágenes de la universidad del Estado, realmente es una piedra en el zapato: algo pasó, algo dolió, algo molesta. Que una película “menor” provoque esa molestia, es el valor de las imágenes, es la poesía del cotidiano que nos hace tomar conciencia de nuestra realidad. Creo que lamentablemente muchos esfuerzos de exhibición se encauzan en la instrumentalización política, o se enmarcan como parte las relaciones públicas más que en un verdadero plan de formación de audiencias y acceso del cine nacional. Yo aún no veo un proyecto estatal o universitario que sea transversal y prolongado en el tiempo para abordar y problematizar el campo del patrimonio audiovisual. No basta con editar DVDs o hacer una muestrita por aquí o por allá, no basta con repartir DVD’s gratis a lo largo del país, hace falta aún formar a las audiencias, educar a sujetos críticos que tomen conciencia de su realidad. En eso el cine chileno es tremendamente “útil”. Podríamos decir que existe un antes y después para las artes en general después del golpe militar. Muchos artistas fueron exiliados, detenidos y/o muertos, además de la censura que se vivió después. ¿Qué cicatriz dejó en el cine esto? Varias. Creo que Chile desapareció después del golpe, Chile se acabó. Lo que vivimos ahora es un simulacro de Chile, un espacio que alude a él, pero que no lo es. Perfectamente podríamos estar viviendo una película sobre Chile, pero que no es Chile, como esas recreaciones de episodios históricos o las biografías sobre personalidades. La cultura popular debe haber sido tan imponente antes del golpe, que aún senti-


mos los coletazos, aún por ejemplo emergen los vestigios de la antigua Universidad de Chile. Creo que tras la caída de la dictadura hubo un intento de “comenzar todo de cero” y no recuperar y reposicionar aquello que la dictadura eliminó. Nuestra Cineteca, por ejemplo, que era estatal, recién se reabre en 2008: ¿Le interesaba al Estado reabrir la Cineteca que el mismo Estado —intervenido por militares— cerró? Creo que el gran problema, la gran “cicatriz” pasa por el modelo educacional, el corazón de la sociedad. Por eso la dictadura atacó con tanta violencia a las instituciones educacionales: la Universidad de Chile fue intervenida por militares, fragmentada, con profesores, alumnos y funcionarios exonerados, detenidos y muchos muertos, con unidades clausuradas, con quema de archivos, libros y negligencias que posibilitaron la pérdida patrimonial irreparable. La dictadura atacó al epicentro de la creación, y con eso mantuvo el control del país, le entregó la cultura a la televisión, al mercado, a los privados, a la competencia. La cicatriz es tan grande y la tenemos tan cerca, que aún no podemos verla en su dimensión total. Hace varios años hemos visto en el cine chileno una explosión de nuevas películas y géneros, que se ha tomado la gran pantalla con mucho éxito. ¿Podríamos decir que se ha superado de alguna forma ese stop que puso la dictadura en el cine? Creo que deberíamos definir lo que es éxito. ¿El público? ¿Los premios? Personalmente no creo en las obras exitosas, tampoco en las que se toman las pantallas, creo más bien en aquellas películas que tratan de darle sentido a la realidad, que son capaces de hacer poesía, de cuestionarnos, de provocarnos. En ese sentido el éxito pasaría por la capacidad de conmover que plantea una película, la capacidad de conmoverse también con la realidad. Un público alienado, entregado a la televisión ¿Con qué herramientas cuenta para leer una pieza cinematográfica? Aún así, aún con la censura y el control, para estos 40 años del Golpe de Estado, los programas de TV sobre la memoria, aquellos que empleaban fragmentos de películas de denuncia (por que no las pasan enteras, las editan para tener el control del discurso), marcaban alta sintonía: hay un interés por las personas por acercarse a su historia, a si mismos. La efervescencia del empleo de los archivos es precisamente parte de eso, traer al ahora el ayer, releerlo, resignificarlo, interpretarlo. Muchos cineastas se sobrepusieron al golpe por medio de la realización de películas, por ende quizá no existió nunca un “stop”, quizá hubo una reconfiguración del panorama en varios sentidos, temporalidades y experiencias que se superponen y no tienen por que ser lineales. Veo que ahora hay muchos cineastas que hacen cine comercial y me parece


fantástico, ya que conviven con películas documentales o íntimas. Todas esas películas —de forma conciente o no— hablan de una realidad del país, de la sociedad, de nuestros deseos y frustraciones. En ese sentido el cine es tremendamente valioso, por que ya sabemos que la imagen es subjetiva, alegórica, y que estamos adentro de un mundo de imágenes. A mi personalmente me provocan todos esos archivos que circulan por la web donde personas comunes y corrientes filman marchas, filman la violencia del Estado, filman la represión policial, pero también cumpleaños, chistes, actividades personales e invisibles. Esas imágenes están condenadas a desaparecer o a no ser vistas nunca más. Esas imágenes van a describir muy bien el mundo de hoy, y es necesario que sobrevivan. Nuestra realidad está supeditada por una imagen efímera, vacua, pero tremendamente honesta incluso en su cinismo, y ella es la que debemos preservar para otras generaciones que ni siquiera conoceremos.


LA GENTE OPINA... ¿Qué es para ti la experiencia del cine?: La experiencia del visionado es para mí entablar una relación no sólo con la obra, sino con todo lo que ella incluye; con el (o los) discursos implícitos en ella, sus personajes, el autor, los paisajes. Es como se dijo alguna vez “más grande que la vida”, porque el cine no se restringe a “representar”, sino que se instala como un espacio de reflexión muchas veces camuflado con el encanto de la “imagen en movimiento”. EL AMIGO AMERICANO Dirección: Wim Wenders Guión: Wim Wenders (Basado en Ripley’s game, novela de Patricia Highsmith) Año: 1977 Duración: 127 min.

Una película: El amigo americano, de Wim Wenders. Un director: Michael Haneke. Un cortometraje: De momento no tengo ninguno jaja. Un documental: Nobody’s business, de Alan Berliner.

Entrevistada: Camila Pruzzo, Licenciada en comunicación audiovisual.

Monserrat Ovalle, Felipe Garrido, Pascale Céspedes, Camila Pruzzo, Luis Horta. Diseño y diagramación: Bruno Jara Hecha por estudiantes y ex estudiantes de la U. de Chile.


Ciclo octubre:

MIÉRCOLES 18:15 HRS Sala Jorge Müller Instituto de la Comunicación e Imagen ENTRADA LIBERADA

AFECTO Y PODER EN LAS RELACIONES HUMANAS 2 de Octubre 9 de Octubre

Terciopelo Azul (David Lynch, 1986) Con Ánimos de Amar (Won Kar Wai, 2000)

16 de Octubre

El Desprecio (Jean Luc Godard, 1963)

23 de Octubre

El Aficionado (Krzystof Kieslowski, 1979)

30 de Octubre

Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976)

Cineclub Udechile Revista Séptimo Arte R7A www.r7a.cl.

cineclubuch cineclubudechile@gmail.com

A V. I G N A C I O C A R R E R A P I N T O #10 4 5, Ñ U Ñ O A


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