Cuando TobĂas conoce a Tito Primera aventura
Rodrigo Aceituno
Rodrigo Aceituno
Cuando TobĂas conoce a Tito Primera aventura
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oy es un día especial para Violeta, ya que cumple 4 añitos. Su padre, temprano, antes de ir al trabajo, se asoma a su habitación y la observa durmiendo plácidamente con un pie fuera de la cama. Enternecido se aproxima, le da un beso en la frente y deja en su regazo un regalo envuelto en un papel muy colorido, sabiendo que su hijita lo abrirá apenas despierte.
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Más tarde durante la mañana, la mamá de Violeta entra en su habitación abriendo las cortinas y con voz amorosa le dice: –Ya es hora de despertar hijita, el día está esplendoroso y además hoy es una fecha especial para ti ¿no?... ya que es tu cumpleaños mi niñita hermosa –mientras acaricia su carita de sueño. –Pero mami no puedo abrir los ojitos –dice Violeta remolona. –Mejor será que los puedas abrir –contesta la madre con mirada divertida–. Tu padre te dejó algo –y señala el colorido paquete con un lazo naranja que yace a su costado. .5.
La pequeña da un gran grito de alegría al notar el regalo junto a ella y como por arte magia, al instante, el sueño desapareció. No tarda ni dos segundos en rasgar la envoltura de su regalo, hasta llegar a divisar entre los jirones de papel unos ojitos oscuros que la miran con ternura. Esos ojos pertenecen a un hermoso, tierno y peludo oso de peluche que Violeta ama desde el primer instante. –¿Mami cómo se llama mi osito? –pregunta Violeta. –Papi aún no me lo ha dicho –responde su madre–. Pero... ¿qué nombre quieres ponerle tú? Violeta se queda pensando un rato, mientras mira a su osito. –Yo creo que se llama Tito, mami... ¡Sí, eso creo! –Bueno, entonces ese es su nombre, me gusta –dice su madre acariciando la cabecita de la niña.
De vuelta del trabajo, el papá de Violeta trae una hermosa torta y ricos dulces para celebrar.
Así mientras comen, cantan y ríen con las ocurrencias de la niña, la tarde va transcurriendo y no se dan cuenta cómo la noche ha llegado, y ya es hora de que Violeta se vaya a dormir. Violeta cansada con tanta diversión, se queda inmediatamente dormida; pero esta vez abrazada fuertemente a su nuevo y peludo amigo. Sus padres la tapan con las sábanas, le dan cada uno un beso en la frente y apagan la luz. El reloj del comedor indica las 12 de la noche, y un pálido rayo de luna se cuela por la cortina, pintando de un color marfil los objetos de la habitacion. Todo parece en calma, con Violeta durmiendo plácidamente, hasta que un leve estremecimiento sacude al osito de peluche que la niña sostiene en sus brazos, un imperceptible destello de vida se refleja en sus ojos oscuros y redondos. Su tierna y peluda figura comienza a deslizarse suavemente de los brazos de la pequeña niña. .7.
El osito un tanto desorientado, mira la habitación con detenimiento, sentado al lado de Violeta que duerme profundamente. De pronto siente una voz que lo llama desde algún lugar cercano: –¡Ey, tú, ven abajo! –escucha en un susurro. Con curiosidad más que temor, se arrastra por la cama hasta llegar al borde y asoma su cara peluda para saber a quién pertenece esa voz tan extraña.
En el suelo al pie de la cama, se asoma un curioso burrito de peluche que le indica con gestos al osito que baje con cuidado. Tito da una mirada a su dueña y con decisión desciende por la colcha hasta quedar frente al burrito, quien rápidamente lo guía por la oscuridad del espacio entre la cama y el suelo, hasta llegar a una puertecilla iluminada en la pared justo frente a ellos. .9.
Ya delante de la puerta iluminada, el burrito invita al osito a avanzar con una sonrisa amistosa. Tito entiende que esto es una invitaciĂłn amigable y no tiene temor de caminar hacia lo desconocido. Al entrar, despuĂŠs del fulgor inicial, se puede vislumbrar un enorme cuarto de color blanco, con una gran mesa rectangular al costado derecho, frente a una pantalla gigantesca. El osito mira extasiado a su alrededor, cuando siente la pata del burrito en su brazo.
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–Ahora ya podemos hablar, yo me llamo Tobías, soy el peluche del padre de tu dueña y te he estado observando. –La verdad es que no sé cómo me llamo –comenta el osito, asombrado de su propia voz–. Pero... ¿cómo puedo hablar? –exclama en voz alta sin poder entender. Tobías observa con detenimiento y le explica: –Tu nombre es Tito, lo escuché decir a tu dueña cuando te entregaron en sus brazos. –¿Tito?, ¿Tito? –repite el osito feliz de tener un nombre. –Vamos Tito hay mucho que conversar –dice Tobías invitando al oso a seguir conociendo esta habitación misteriosa.
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