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Carmen Noël Ilustraciones: Esther Pérez
A mis sobrinos, Nacho y Sky, esos seres diminutos con sonrisa grande.
é de un enano travieso que ya veréis lo que hizo: llenó de manchas de mora de la casa al cobertizo. La cosa fue que este enano que era un tremendo glotón, salió al bosque a coger moras y se trajo un buen montón. Zarzamoras y grosellas encontró por el camino y se dijo: −¡Qué banquete!, las tomaré con buen vino.
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Dieron las cuatro y las cinco, dieron las seis y las siete, toda la tarde el enano, mete que mete que mete las moritas con la mano en su saco grandullón. Tantas metió, que el enano casi se dio un coscorrón cuando, llegando a su casa, no podía con el saco al subir el escalón.
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Por fin el enano en casa con su saco a reventar, descansando del esfuerzo, así se puso a pensar: − ¡Cuántas moras he cogido!, ¡ay, madre mía, qué ricas!, tengo rojas, blancas, negras, mas nadie las ha de ver, no sea que me las quiten y no las pueda comer.
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Y así pensando, el enano, ¡vaya susto se llevó!, − ¿Y si me vieron? − se dijo − con mi saco gordinflón Se acordó de sus vecinos, de Adela, del tío Andrés, de los niños y la abuela, de Ricardito y de Inés. − No quiero dar a ninguno − decía, asustado, el enano −, y empezó a comer moritas con la palma de la mano.
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