La Princesa que se Qued贸 Tiesa
Mar铆a del Mar L贸pez Delgado
La Princesa que se Quedó Tiesa María del Mar López Delgado
Para mi madre que eligió para mí el nombre más bonito
E
n el dulce y transparente reino de Caramelia nació una Princesa. La Princesita era suave, tierna, sonrosada y delicada. En cuanto la vio su padre, el Rey Bizcocho III, se quedó embargado por la emoción y no podía contener las lágrimas.
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En Caramelia existía la creencia de que el nombre marcaba irremediablemente el destino, por eso se guardaba como el mayor de los secretos y, sólo, se revelaba el día del nacimiento. El Excelentísimo Señor Don Serapio, Notario Mayor del Reino de Caramelia, aguardaba en la Biblioteca del Palacio el designio real.
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Cuando, por fin, bajó el Rey, estaba tembloroso y exaltado y quiso la mala suerte que ningún bolígrafo escribiese, así que Don Serapio tuvo que prestarle su pluma al Rey. El papel no era secante, las manos del Rey sudaban y temblaban por la agitación y encima la pluma no escribía con fluidez. El Rey quiso escribir Pétalo con su acento y todo, pero sólo acertó a escribir Pétula. No cerró la letra a y parecía una u, el rabito de la o se lo puso hacia la derecha y parecía una a.
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Por eso es tan importante que los niños y niñas escriban claro y sus letras resulten legibles. Así la inscribió Don Serapio: “Su Alteza Real la Princesa Pétula, nacida la primera mañana de la Primavera del año de la Rosa Mimosa”. Por todos los rincones del Reino de Caramelia se anunció su nombre y nacimiento.
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Cuando el nombre llegó a oídos de los Reyes, el Rey Bizcocho III y la Reina Magdalena, montaron en cólera e hicieron llamar a Don Serapio. El cual hizo constar que las páginas del Libro del Registro Real estaban numeradas y nada rubricado con su firma y sellado con el emblema real podía cambiarse. Doblando las rodillas ante los Reyes les mostró la inscripción y su firma: “Don Serapio Severo Fierro. Excelentísimo Notario Mayor del Reino de Caramelia”.
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