LO QUE DE MARIO SE DECÍA... PERO NO ERA Educación emocional Micaela Montalbán Martínez
LO QUE DE MARIO SE DECÍA... PERO NO ERA Educación emocional Micaela Montalbán Martínez
A mi hijo Raúl por la espera y a todos esos "Marios" que me he cruzado en mi carrera por la inspiración
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Mientras todos los niños jugaban en la nieve, Mario miraba por la ventana de su casa hacia el exterior. En su mirada no se veía tristeza, no se veía alegría, ni siquiera envidia, porque en realidad de Mario se decía que no sentía. Se decía, pero no era así. Mario sentía, pero sobre todo sufría.
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Hacía ya ocho años que una pareja de jóvenes tenían la inmensa ilusión de ser padres. Un día, Leire fue a buscar al trabajo a su marido Daniel: –Cariño, lo hemos conseguido, ¡por fin vamos a ser papás! Daniel no pudo más que llorar de felicidad y los dos se fundieron en un gran abrazo. Cuando pasaron nueve meses, llegó al mundo un niño más bien regordete, de pelo oscuro y con unos grandes ojos de color miel, al que sus padres pusieron por nombre Mario. Era el primer hijo, sobrino y nieto de la familia, por lo que en casa todo el mundo estaba muy pendiente de él. Cuando Mario tenía un año, sus padres comenzaron a preocuparse porque veían cómo los niños de su edad jugaban entre ellos, saltaban, bailaban… 7
es decir, se relacionaban con los demás. Pero de Mario se decía que era diferente, porque no actuaba como los otros niños. Tenía fijación por los dinosaurios y se sabía el nombre de hasta los más antiguos que existieron. A sus cuatro años de edad, no era extraño encontrarlo en su habitación haciendo una fila con todos sus dinosaurios de juguete y recitando sus nombres sin parar: –Velociraptor, Diplodocus, Tiranosaurio, Triceratops… Así se podía tirar un buen rato. De hecho, a sus padres le hacía mucha gracia esta afición para un niño de tan corta edad. Por eso, cuando llegó su quinto cumpleaños, decidieron prepararle una fiesta sorpresa relacionada con el mundo de los dinosaurios, donde invitaron a todos sus compañeros del cole. 8
Mario, que no sabía nada sobre esa fiesta sorpresa, llegó a casa con su papá después de haber pasado la mañana en la granja de sus abuelos. –Mario, ve a buscar a mamá y dile que ya estamos en casa –le dijo su padre. Cuando se adentró en el salón, todos sus compañeros del cole aparecieron y gritaron a coro: -¡¡¡SORPRESAAAAAA!!! De repente, Mario pegó un brinco y se fue a la esquinita donde se encontraba la chimenea, tapándose los oídos y emitiendo algunos sollozos. Su madre, preocupada, se acercó y le preguntó: –Cariño, ¿qué ocurre? ¿No te gusta la sorpresa que te hemos preparado por tu cumpleaños? Mario no contestaba, limitándose a mirar hacia otro lado con cara de enfado y con sus manos todavía tapándose los oídos. 9
Su madre insistió: –Mira mi vida, han venido todos tus amiguitos con los que vas al cole cada día. Ángela, Carlitos, Pedrito… Además, si te fijas bien, hay dibujos y globos de dinosaurios por todas partes, ¿no te gusta? –¡No quieroooo! –contestó el pequeño algo alterado–. ¡Quiero que se vayan! Y sin más, subió hasta su habitación y cerró la puerta.
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