Los peces ciencolores

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Los Peces Ciencolores Basilio Campos Rogel

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Los Peces Ciencolores Basilio Campos Rogel


Š Basilio Campos Rogel Edita:

I.S.B.N.: 978-84-16174-23-2

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sta historia, cuento, narración, aventura o lo que pueda ser, nació para poder tener a mi nieto Marcos, durante unas dos horas a mi lado, y casi pudo ser, aunque después, si no dos horas, fue una, pero durante el tiempo que duró dicho convenio entre su cabecita inquieta y yo, fue maravilloso para mí. Yo me sentí escuchado y halagado por el interés que mostraba en querer saber el desenlace de dicha historia, antes que yo pudiera inventarla. Por lo tanto mientras yo le contaba, él escuchaba, así pasaba el tiempo y la madre, la tía, la abuela, todos felices por no tener que entretenerlo y estar siempre a expensas de que les pidiera jugar con él cada diez minutos a un juego diferente. –El Yayo… (yo) –le dije que tenía un cuento para él, si lo quería escuchar en ese momento. La respuesta fue la siguiente: –Yayo te lo iba a pedir.

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Ése es Marcos, listo como un ratón y vivo como un lirón. Se dispuso a acomodarse lo más cerca de mí y también lo más cerca de la puerta, por si no le gustaba lo que le contaba así poder irse a la cocina con la excusa de beber agua, y no tragarse el rollo. –¿Marcos empiezo? –dije. –Cuando quieras yayo –contestó.

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maginemos un bosque con toda clase de vida, tanto vegetal como animal, con un perfume a madera húmeda mezclada con el aroma de las mil y una hierbas aromáticas, que diera a entender que estabas en un lugar tan agradable que te hacía olvidar todo lo demás. Esto es lo que le pasaba a Ardí y a Lla, una pareja de ardillitas canadienses que paseaban por la vereda de un río con un agua tan cristalina que parecía una lámina de cristal. Ardí le dijo a Lla: –Vamos a descansar en ese tronco que cruza el río de parte a parte. Se fueron hacia él y se sentaron en el medio. No dieron crédito a lo que estaban viendo en el agua, los peces del río eran todos a rayas de colores como el arco iris, pero además llevaban una argolla que les sujetaba por la cola de dos en dos.

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Los peces se escondieron tan rápidamente que casi no les dio tiempo a verlos Lla y Ardí, nuestros personajes, se miraron como si aquello que habían visto no fuera cierto. Entonces Ardí, le dijo a Lla: –Tenemos que saber qué les ha pasado a estos peces para poder ayudarles. Lla un poco asustadilla dijo: –¿Cómo lo podremos hacer sin que a nosotros nos ocurra algo similar? –Ardí le contestó: –Vamos a esperar a ver si se asoma algún pez, así se lo podremos preguntar. Estaban ya a mediodía sin ver aparecer ningún pez, cuando en la otra parte del tronco empezó a croar una rana muy bonita que hablaba… y les dijo: –Los Peces no saldrán mientras vosotros estéis aquí, porque la última vez que se fiaron, fue de unos que parecían monjes y gente de bien, que luego resultaron ser unos ogros terroríficos con unas capas hasta el suelo. –Yo estaba escondida bajo una hoja de nenúfar, la cual me cubría del sol, pero podía ver lo

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que pasaba en el tronco que hacía de puente. Lejos se oían unos cantos con tonos bajos y muy agudos que poco a poco se convertían en muy tenebrosos; cada vez se oían más cercanos. Yo no tengo vello, y se me ponían las glándulas de punta, y cada vez estaban más cerca. Yo pensaba que era una especie de procesión de alguna romería que tenía una afinación horrorosa de canto, pero cuando los tuve cerca de mí empecé a darme cuenta que no eran seres naturales. Eran como mitad orangutanes, mitad hombres, todos tapados con capuchas negras y con trajes de budas rojos, pero cuando más me asusté fue cuando uno que parecía el jefe, dijo: –Descansaremos aquí un rato y beberemos agua, puesto que nos falta una prueba para conseguir el diploma de Ogro. Bisbers que era el cabo que tenía el poder absoluto sobre todos los Legiogros de esa romería, dijo: –Esperaremos aquí al Gran Ogro Negrón y que él nos diga la prueba final del examen. Estos Legiogros, por rabia de no ser admitidos en la escuela de MAGOS del MISAL, se enrolaban en la lista de Legiogros, para ser ogros del mal, éstos nada más firmar con una gota de su

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sangre en el archivo del Kistran, desaparecían y directamente se enrolaban en alguna romería como ésta, y así iban errantes, hasta conseguir los puntos que servían para ser admitidos Estaban sentados en círculos junto al río, cuando un gran ruido como un trueno con relámpago incluido, iba troquelando encima del puente la figura del mago Ogro Negrón… –Yo cuando lo vi, me quedé quieta y quise averiguar más y por curiosa me caí al río, con tan mala pata que salpiqué de agua al Ogro Negrón y éste miró hacia el río, como yo caí al fondo rápidamente a mí no me vio, pero a los pobres peces que estaban sin enterarse de nada sí y creyendo que habían sido ellos, les dijo: –Por haberme manchado la túnica lo pagaréis caro–. Y con un rayo que le salió de sus ojos tan terrorífico los convirtió en peces de cien colores. Y los juntó por la cola de dos en dos con una argolla. Luego de convertirlos, les dijo: –Esto lo llevaréis encima de vosotros hasta que algún valiente pueda conseguir el contra embrujo que voy a poneros:

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