Pinceladas de Relatos
1 Antología de Relato y Prosa Poética de ª
´ Literaria” “Orbita
Pinceladas de Relatos 1 Antología de Relato y Prosa Poética de ª
´ Literaria” “Orbita 2010
Portada: “SOLEX-SEX FLOWER-3K” MARINO ROSETTI (ITALIA)
© Pinceladas de relatos. © Del autor de cada poema e ilustración. © De esta edición. Órbita Literaria, 2010. http://orbitaliteraria.spruz.com/ Licencia de propiedad intelectual Safe Creative Cod. 1011097804982 Todos los derechos reservados.
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Maquetación: Karyn Huberman Edita:
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ISBN: 978-84-938501-0-4 D.L: V-4459-2010
“Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.” Proverbio hindú.
Índice de Autores Alejo Urdaneta……………….…………29 Aline Bruzas………………….………...21 Antonio Arroyo Silva…………………..107 Blás Martínez Fernandez……...………...58 Clara Patricia Cano Castrillón …..….…119 Doris Melo Mendoza…….……………..26 Emanuela Di Stefano………..………….88 Emilia Calderón de la Garza…..….…....105 Fabio Massulla….……..………………66 Francisco Peiró Giménez..…..………...101 Gustavo Leal………..………………....124 Iven Marino Mesina…….……………...90 Ignacio González Tejeda….………….....12 Jorge Murillo….…………………….....57 JPellicer……..………………………….45 Karyn Huberman ………………….…...72 Kiko de la Rosa ……..……………..…....67 Lidia Kalibatas…..………………….....11 Livloazul (Livia Susana Lobato)….….. 94 Lucía Santamaría Nájara………………67 Maite Menor Millán…………………..110 Manuel Parra….……………………….48 Maria Oreto Martínez Sanchos………….50
PedroPerico…………………………..……85 Rocío Pérez Crespo……………………..…113 Sandra Fontecilla Aravena……………....….16 Teo Revilla Bravo………………………….78 Vilma Ferreira……………………………117
Prólogo Espacios para entrar y reinventarnos en cada entrega, en cada visión, en cada comentario, en una mezcla de arte y letra, añadiendo nuevas ideas que van definiendo una personalidad creativa, un carácter que actualiza momentos de expresión, en unas propuestas de habilidad literaria cargadas de novedad y energía. Así se van interpretando los espacios mediante la visión y la lectura, integrándose en formas, estilos, cromáticas y literarias maneras, que realzan el ritmo de esta órbita que se va agrandando como un gran calidoscopio de colores, mágica, libre, creadora...
Respirar personalidad, habitar la atmósfera de uno relacionándola con la del otro en lugares compartidos. Mirar alrededor y sentirse bien en un mundo cálido, sereno, íntimo y comunicativo.
Equilibrio, magia, misterio, formas de sentir esferas con personalidad propia. Sabias combinaciones, sombras y luces, placenteros encuentros con el arte, arropado entre [9]
cosechas personales y ajenas. Obras maestras, nobles e íntimos sentimientos, que la mente y la mano artesana lanzan -llegados desde la sensibilidad- atemporalmente...
Trasmitir ilusiones o sensaciones en los colores, en las líneas y trazos, en los volúmenes, formas o grafías geométricas, en cada detalle o luminaria de color. En cada verso escrito se manifiesta un universo de encontradas inquietudes y estados de ánimo. La existencia misma como arte y fusión de encuentros, en búsqueda constante de un equilibrio que parece escaparse...
Teo Revilla Bravo
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“Al borde del edén” - Lidia Kalibatas La Plata – Argentina [11]
“Aquella vieja máquina de coser” Aquella vieja máquina de coser era uno de los objetos más preciados en la casa de Jacinto. Tenía cierta relación con la vieja mochila escolar que él usó durante el cuarto año de primaria. En esa época no se acostumbraba cargar con las enormes bolsas o maletas de tela plástica que, en la actualidad, son vistas en las espaldas de casi toda la juventud. Era de piel clara y su tapa principal se cerraba con correas y hebillas. Podía transportarse prendida de la mano, a manera de portafolios y, en ocasiones, con los tirantes incluidos, también podía llevarse a cuestas. Su mamá llevó a cuestas toda su vida, claro, en el sentido figurado, la máquina de coser, una Singer que originalmente se accionaba mediante pedales mecánicos. Con los incipientes avances tecnológicos de aquellos tiempos, fue modernizándose de forma tal que se le adicionó un motorcito eléctrico, el cual sustituyó para siempre el vaivén del movimiento de los pies. Entonces, simplemente con una leve presión al pedal, se iniciaba el mecanismo que permitía subir y bajar aguja e [12]
hilo con el objeto de unir dos pedazos de tela, ya fuera para confeccionar una prenda de vestir o algún otro elemento útil, como por ejemplo una bolsa, un mantel o una cortina. La máquina generaba trabajos alternos, como lo son el zurcido de dobladillos, el forrado de hebillas y botones o la colocación de ojillos en cinturones de tela. Jacinto y sus hermanos eran expertos en esos menesteres, así como en algunos otros de carácter doméstico; y es que tenían que echarle la mano a su madre, de tal suerte que barrían y trapeaban los pisos, lavaban platos, cocinaban, tendían el mantel y 'hacían' las camas. Ah, y no 'hacían' malas caras. Ese mueble mecánico contenía toda una carga histórica: y ésta tenía que ver con el desarrollo escolar y profesional de todos y cada uno de ellos. En buena medida, los alcances tanto en lo académico como en lo económico, se debieron a los desvelos que realizaba el único miembro femenino de la familia nuclear utilizando esa vieja Singer. Por cierto, para la creación de los modelos textiles, había 'figurines' y revistas de moda, así como también tijeras, dedales, agujas, cinta métrica y alfileres: en suma: instrumentos 'útiles' de trabajo. [13]
Para el alimento del espíritu se contaba con libros, cuadernos y 'útiles' escolares. Y precisamente por cargar todos esos objetos, aquella vieja mochila en ocasiones le provocó molestias en la espalda al joven estudiante. La máquina de coser no sólo le debió de haber provocado a su mamá ese dolor lumbar que soportaba con estoicismo, también le originó una pronunciada escoliosis o desviación curva en su columna vertebral. Cuando pasó a sexto grado de primaria dejó de cargar con tanta cosa y la vieja mochila dejó de ser 'útil'. Su madre y él decidieron su destino y éste fue, no el de tirarla a la basura, sino el de permitir que a otra persona le pudiera servir. Por otro lado, la modernidad y el trabajo llevaron una nueva máquina al hogar-taller de costura, motivo por el cual la vieja Singer también dejó de ser 'útil'. La mujer convocó a una reunión en la que propuso la donación de la máquina a una de las hijas de su esposo. Jacinto, en un principio, como que no lo comprendía bien. La mochila que dejó al pie de un árbol, enfrente de la casa, la misma que utilizó por dos años, la extrañaba bastante.
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Y su mamá, ¿cuánto habrá querido su máquina? ¿Cuánto la habrá extrañado? ¿Cuánto la habrá amado? ¿Y cuánto habrá amado a su esposo, para haber tomado esa importante decisión?
Ignacio González Tejeda México D.F. - México
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“Catarsis en tres movimientos” La partitura que estaba frente a su vista siempre le había provocado los sentimientos más encontrados. La conocía perfectamente, en tiempo e intensidad; pero el hecho de que le moviera fibras muy profundas y selectas, provocaba olvidos inexplicables y, por ende, errores garrafales en cuanto a su ejecución. Aunque fuera solista, nunca tocaba sin ella. La única vez que lo hizo, hace ya más de veinticuatro años, no pudo finalizar ni siquiera el primer movimiento. Lo comprendía todo: notas, matices, reglas y formas de ejecución, tanto como las figuras específicas del ritmo. Pero, a pesar de conocer la estructura a la perfección, todo lo que era la melodía armónica le llegaba demasiado al alma y eso lo atribuía a que no era cualquier obra, menos aún el compositor de la misma. De él se contaban múltiples historias, la más conocida era la de cierta deformidad en las manos extremadamente grandes, lo que le permitía un virtuosismo nunca antes visto. Y sus dedos larguiruchos correspondían a esos cuadros, ficticios para muchos, pero que conllevaban fuertes dosis de verdad. En la academia tuvo un compañero que investigaba todo lo que podía sobre los autores más representativos de cada época o estilo. Y de éste en particular, por mucho que ya [16]
se hubiera escrito, siempre permanecía en el ambiente esa indescriptible sensación de escepticismo y magia. Y su identificación era plena, sobre todo en lo referente a su último amor inconcluso, plasmado en la obra homónima, la misma que en cualquier momento esos mismos dedos comenzarían a hojear. Titubeaba una vez más, un suspiro largo y profundo se le escapó sin alcanzar a detenerlo. Le obsesionaba sobremanera aquella historia no contada, y apenas esbozada, por escritos de congéneres herederos de aquel músico magistral. No entendía bien la razón pero creía hallar cierta relación entre el amor fallido que dio origen a aquella creación y la malograda interpretación que aconteció en su vida, al intentar prescindir de aquel texto de obra musical. Pareciera que el director le había brindando estos instantes para la reflexión. Subió un poco más la mirada y vio los rostros receptores de algunos integrantes de la orquesta. “¿Cuántas historias habrá frente a sus ojos?” Se preguntaba. “¿Podrá sentir lo mismo que yo (o al menos algo parecido) el brillante intérprete de la flauta transversa? ¿O la bella damisela que acaricia las cuerdas del arpa? ¿O el desparpajado primer cello (el que por cierto nunca ha amado a su instrumento)?”
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Poco a poco, los murmullos del público expectante se vieron reducidos hasta llegar casi al silencio absoluto. Se acercó lentamente al hermoso piano de cola, que refulgente lo esperaba -creía percibir en él vida propia-. Tomó asiento mientras hacía tronar los dedos, movimiento necesario que los presentes creían necesario antes de comenzar a interpretar. Sin embargo, éste respondía más bien a un recurso que reemplazaba al profundo suspiro que se le venía desde el centro mismo de su cuerpo cada vez que vivía este momento y que no podía exteriorizar. Observa al director que en un suave gesto de manos le da la orden para comenzar y, de este modo, sus dedos se desplazan con la cadencia necesaria de aquel primer movimiento. Este allegro maestoso representa cabalmente la presencia-ausencia de la amada. Aunque la pieza no corresponde del todo al período romántico (exhibicionista de sentimientos por excelencia), la fuerza de las notas permite arrancar al intérprete, paso a paso, la descarnada narrativa melódica que refleja la situación expuesta de abandono, misma que, sólo alguien que hubiere transitado por esos esteros solitarios, puede captar al vuelo, como es el caso del solista, quien aborda y arremete, tratando siempre de gritar las verdades insoslayables. Y en un instante que detiene el tiempo una vez que la emoción de ambos, solista y compositor, se funden al fin, después de tantos años, en un complemento perfecto y [18]
alucinante, de la partitura van surgiendo en cada nota dibujada, imágenes y figuras que cobran vida y se despliegan como escenas gigantescas ocupando el espacio que antes era orquesta, escenario y público presente: Un carruaje avanza desbocado -al compás de percusiones y cuerdas bajas disonantes- sobre un camino destrozado por el lodazal de lluvias implacables. Afortunadamente, los ojos del pianista tuvieron a bien posarse de nuevo en las grafías del cuaderno pautado y el sendero se reconstruye en el tránsito lógico del andante moderato, el remanso “necesario” del segundo movimiento que, en esta pieza en particular, se toca en continuo, sin hacer pausa alguna entre éste y el primero. Es entonces cuando la orquesta interviene con apuntes y alegorías que van predisponiendo el dramático desarrollo melódico. Aunque nadie lo percibe, es el momento de un profundo suspiro que podría salir de la parte interior del piano, pero que en realidad lo externa el solista. Pareciera que ese gesto humano estuviera escrito en la partitura, debido a la ausencia del silencio entre las partes en ejecución. Todo está listo para el desenlace. Al comenzar el allegretto con brío, tercer y último movimiento, la orquesta se despliega fastuosa y abruptamente, desarrollando a la perfección tan compleja creación. No hay tiempo real en aquel instante en que, poco a poco y descendiendo, va quedando el sonido puro del piano solista. El intérprete, convertido en ermitaño y [19]
caminante, buscador de una sabiduría que se envuelve en el manto de lo sencillo de toda verdad, alumbra sin estridencias aquel final. Se voltea la hoja de la partitura y una página en blanco le confirma lo que tanto él como el compositor lograron encontrar: Sin la vida -la creación- el amor no podría manifestarse, amor que se expresa y se da sin condición. No es el final de la búsqueda el sentido y la respuesta, sino la búsqueda misma.
Ignacio González Tejeda México D.F. - México Sandra Fontecilla Aravena Talagante – Santiago de Chile
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“Ayer”
Pasados....ayeres que no nos pueden devolver presentes. Miradas hacia atrás...Vestigios de tiempos que se tejieron con horas, minutos, segundos de un existir. Espacios donde fuimos habitando, cumpliendo con el rito sagrado de...vivir. Retrospectiva de recuerdos, algunos aniquilados, otros, cosechados en el hoy, que nos enfrenta al ayer. Ese ayer donde pudimos ser, dioses profanos, guerreros derrotados, clones de sonrisas prestadas, caballeros andantes en tierras inexploradas, Isis, Popea, Juana de Arco o Lady Godiva. Habitar en un bosque encantado, navegar en mares de estrellas o abrazar pedazos de una muñeca rota. Capturar el brillo del sol en los ojos o el perfume a tierra mojada en las manos. Jugar a la ronda catonga o a la mancha venenosa. Me escondo y...¡Pido mancha!
Hundirnos con el "Submarino amarillo" y volver a navegar en sueños con "Yesterday". ¡Declarado culpable! A quien nos robó un beso a la luz de la luna y las gotas de rocío se hicieron un festín. [21]
Dolores de partidas...no anunciadas. Huérfanos de amores y un ¿Por qué? Días dorados..."Te amaré toda la vida". Promesas escritas a perpetuidad. Laberintos donde las voces se apagaron. Fabricantes de silencios que fueron ganando espacios...arquitectos de nuestro propio destino. Destinos paralelos, equidistantes y un punto de fuga. Teoremas del adiós...Ya nada es igual a, soledad más soledad, resultado incierto.
Ayer que ríe. Ayer que duele. Ayer que clama. Ayer que inventa. Ayer que nos juzga, El hoy, que nos señala, en que no se puede, volver el tiempo atrás.
Aline Bruzas La Plata - Argentina
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“Navegando en el lago de los sueños” - Aline Bruzas La Plata – Argentina
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“Qué espero yo de ti”
Deposité sobre el cristal de mis sueños, un reloj de arena. Me inquieta el paso del tiempo, este tiempo que corre, que me quita por momentos mis ilusiones y me hace ver cuán esquiva es la realidad, la que nos demuestra que no todo lo que añoramos puede ser posible en ella. Te siento tan lejano, inalcanzable, en un espacio que no habito. Pero cuando te veo, desdibujado en el arco iris de tus palabras, quiero entender, hasta dónde me pertenecen o es sólo un camino absurdo en donde mis pasos están siempre en el mismo lugar. Cuántas primaveras han pasado, cuántos otoños vistiéndose de amarillos en cielos azules que se resisten al gris. Qué espero yo de ti… ¿Un murmullo de letras que me inviten a soñar? ¿Tu dulce mirada penetrando en mis sentidos? ¿Una sonrisa que viaje a través del viento? Sólo eso…no me alcanza. Como quisiera…sentir tu piel y la mía en un solo encuentro al final de un día cualquiera de un tiempo indefinido.
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