Rafael argeles

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Rafael Argelés

José Antonio Pleguezuelos Sánchez

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José Antonio Pleguezuelos Sánchez nace en Ceuta. Estudia magisterio en esa ciudad y consigue las oposiciones en Almería. Tras ejercer la docencia durante varios años en la provincia de Barcelona, se instala en San Roque (Cádiz) en 1985. En esta localidad comienza a interesarse por la Historia de la comarca y empieza a conocer la cara norte del Estrecho. Paralelamente consigue la Licenciatura de Geografía e Historia. Con el trabajo fin de carrera Medidas contra los liberales, San Roque 18231833 comienza a introducirse en el mundo de la investigación. En el año 2001 sale a la luz su primer libro: La Guerra de la Independencia en San Roque (1808-1814), al que le siguen La época de Franco en San Roque (1936-1975), Las ordenanzas de Gibraltar, junto a Adriana Pérez y José Beneroso, Mariano Bertuchi y San Roque, El Traje Azul, la vida y la época del maestro Gabriel Arenas, José Cruz Herrera y Mariano Bertuchi, los colores de la luz, en 2013. Ha publicado numerosos artículos en la revista sanroqueña Alameda, colabora en los Cuadernos del Archivo de Ceuta y participa habitualmente en las Jornadas de Historia del Campo de Gibraltar, que publica las ponencias y comunicaciones en la revista Almoraima. Ejerce de profesor de Ciencias Sociales en el IES Antonio Machado de La Línea de la Concepción y es miembro del Instituto de Estudios Campogibraltareños en la sección de Geografía e Historia.


Rafael Argelés

José Antonio Pleguezuelos Sánchez


Ilustración cubierta: El moisés. Óleo/lienzo. Colección particular

© textos: José Antonio Pleguezuelos Sánchez

Edita:

I.S.B.N.: 978-84-15933-90-8

Impreso en España

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.


Contenido

Prólogo....................................................................................................

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Introducción. ........................................................................................... 11 Capítulo I - Los primeros pasos.................................................................. 15 I.1. Los Orígenes Familiares................................................................................ 15 I.2. El Colegio de María Cristina de Toledo ........................................................ 16

Capítulo II - De Madrid a Roma. ............................................................... 19 II.1. Madrid........................................................................................................ 19 II.2. Mención honorífica y pensión en Roma....................................................... 20 II.3. Roma........................................................................................................... 25

Capítulo III - Una década de éxitos........................................................... 29 III.1. Abre estudio en Madrid y Tercera Medalla.................................................. 29 III.2. Primer Salón de Otoño............................................................................... 30 III.3. Primera exposición individual.................................................................... 32 III.4. Exposición en Algeciras y viaje a Marruecos............................................... 36 III.5. Evocaciones Marroquíes, 1924 .................................................................. 38 III.6. Socio de Honor.......................................................................................... 41 III.7. Exposición en Zaragoza y Segunda Medalla ............................................... 42 III.8. Nueva visita a Marruecos........................................................................... 46 III.9. Artistas Andaluces de Bernardino de Pantorba............................................. 48

Capítulo IV - Entre España y América. ...................................................... 51 IV.1. 1929, primer viaje a América...................................................................... 51 IV.2. Regreso a España y boda en Argentina ....................................................... 54 IV.3. Los temas suramericanos............................................................................ 57 IV.4. La madurez artística.................................................................................... 65

Capítulo V - El exilio suramericano.......................................................... 67

Contenido

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Capítulo VI - El reencuentro con su país. ................................................. 75 VI.1.Exposición Antológica en Madrid................................................................ 75 VI.2. Nuevas visitas a España.............................................................................. 76 VI.3. Exposición en Algeciras.............................................................................. 79 VI.4. Últimas exposiciones en España................................................................. 82

Capítulo VII - Muerte y reconocimiento.................................................... 85 VII.1. 1980, homenaje póstumo en Algeciras...................................................... 85 VII.2. Biografía de Margarita Bru Romo y cartel de Feria..................................... 86 VII.3. El Edificio de la Delegación Municipal de Cultura «José Luis Cano» y la Sala «Rafael Argelés» .............................................. 87 VII.4. La Sala VI del Museo Municipal de Algeciras............................................. 87

Galería de Ilustraciones........................................................................... 89 Apéndice Documental................................................................................ 127 Cronología............................................................................................... 139 Fuentes..................................................................................................... 145

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Prólogo

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scribir sobre una figura tan destacada en la historia de la pintura contemporánea nacional como Rafael Argelés Escriche es harto complicado y a este reto se atreve José Antonio Pleguezuelos Sánchez, ceutí por nacimiento y sanroqueño por adopción. Maestro de corazón y oficio se licenció en Geografía e Historia en la UNED de Algeciras, como muchos de los que sentimos la necesidad de escribir sobre el terruño. Ejerce como profesor de secundaria en La Línea de la Concepción. Sus primeras andanzas han ido de la mano de la Historia y en concreto del paso del Antiguo al Nuevo Régimen, del decadente absolutismo borbónico al compulsivo e inestable liberalismo de principios del siglo XIX (La Guerra de la Independencia en San Roque), el gran drama del sino de la España reciente (La España de Franco en San Roque). Le siguió su incursión en el arduo campo de la Documentación junto a Adriana Pérez y José Beneroso (Las Ordenanzas de Gibraltar). Y por fin la Biografía de personajes claves para entender la historia reciente en el campo de la enseñanza y política sanroqueña (El traje azul. La vida y la época del maestro Gabriel Arenas) o artística en el Campo de Gibraltar y lo que fuera el protectorado español en Marruecos (Mariano Bertuchi y San Roque, Mariano Bertuchi Nieto, la luz de Marruecos y José Cruz Herrera). Todo ello amén de los artículos públicos a lo largo de este periodo en las revistas Almoraima, Cuadernos del Archivo de Ceuta o Lacy. Con estos mimbres tiene más que acreditado su pase a este nuevo empeño: documentar y poner al día la biografía del pintor algecireño Rafael Argelés Escriche (1894-1979). La biografía de Argelés es de aquellas que llama la atención por sus difíciles inicios. Hijo de una familia numerosa, se convirtió en huérfano a los pocos días de nacer. Su madre, una viuda con una numerosa prole, lo tuvo más que difícil para afrontar su nueva situación, a la que por otro lado había que darle una rápida y eficaz solución, por ello la familia se trasladó a Madrid, pero su vida familiar duró poco ya que a los nueve años ingresó en el colegio que fundara la reina regente María Cristina en Toledo para huérfanos del cuerpo de Infantería; pero justo allí tuvo la gran suerte de encontrar a su ángel de la guarda: un maestro que le abrió las ventanas de su futuro, el pintor Ricardo Arredendo y Calmache, fue la persona decisiva, la que sacó a la luz un potencial de energías que debía encauzarse hacia un objetivo no previsto por los demás, pero que latía en las entrañas de joven aspirante a militar. Gracias a él se frustró una carrera para la que no había muchos alicientes y se alimentó otra de largo recorrido. Gracias a su preparación y a sus dotes obtuvo su primer premio en la exposición que en 1909 organizó el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La suerte está echada. El segundo paso hacia su futuro lo dio en esta ocasión el propio Colegio de Huérfanos. Le dio una pensión para que estudiara pintura en la Academia de Bellas Artes de Madrid. En este oportunidad tuvo un nuevo ángel de la guarda, el

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inspector de los colegios de huérfanos de militares, el general Martín Arrúe. Superada la oposición a una plaza en la prestigiosa academia, se inicia su carrera hacia un futuro prometedor. En su nueva casa conoció a otro alumno que se convertiría, al igual que él, en otro gran academicista, el linense José Cruz Herrera (La Línea, 1890–Casablanca, 1972). Afortunadamente todos los cursos iban acompañados de aprendizaje y premios. Junto al aprendizaje académico inició su experiencia autodidacta acudiendo al museo de los museos, el Prado, para copiar a los grandes y aprender de ellos ensayando con la pintura al aire libre. Sus tres pilares ya estaban en marcha. En 1914 acaba su etapa formativa reglada, que prolongará en Roma con una beca de estado, allí asumiría su adscripción al clasicismo renacentista, lo que le definiría en su devenir histórico. A partir de su regreso en 1919 se desarrollaría su etapa profesional en la que habría que separar dos periodos, el español hasta 1936 y el argentino desde esta última hasta su muerte en 1979. Siempre hay matizaciones y en ambos periodos existen. El periplo americano (1929-1935), habría que situarlo en su primera etapa porque su base seguía siendo el solar de sus orígenes, mientras el periplo español (1969-1977), en el segundo porque la base de su estabilidad artística se encontraba en la riberas del Plata. En ambas etapas hay una línea prolongada en el tiempo de carácter ascendente, cuajada de reconocimientos y premios de los que el lector encontrará su recorrido en las próximas líneas. Fue un pintor viajero, turista como también se le llamó, que supo incorporar a su paleta toda la policromía que observaba. De ello son muestra sus paisajes y tipos españoles, marroquíes o suramericanos. De todos ellos los que cobran un protagonismo especial con esta publicación son los que le inspiraron en el protectorado, porque no habían tenido hasta ahora un merecido reconocimiento. El viaje a Tetuán de 1923 le descubrió una nueva faceta creativa. Ese tipismo nuevo y envolvente fue capaz de seducirle de un modo tan agresivo que le dejó embrujado por sus tintes y a él se deberían la exposición de la Liga Africanista de 1924, varias portadas para otros tantos números de la revista África y un nuevo viaje al protectorado tras la consecución de la paz en el territorio. Con Suramérica su relación se inició de manera inconsciente cuando emprendió su carrera profesional en solitario en 1922, con su exposición en el Liceo de América, un premonitorio lugar de encuentro con su futuro, que no comenzaría a perfilarse hasta su primer viaje, allende la mar océano, en 1929. Allá conocería a su esposa Marta Inés Domínguez Argibay y allí acudirá definitivamente cuando los caminos tortuosos de la España del 36, le hagan la vida imposible a la democracia. En Argentina su paleta se hizo criolla. Era consciente de su academicismo, al que ni quería ni podía abandonar, pero ahora se libera de las tensiones propias de los corsés tradicionales. Su paleta se hace libre y aparecen en ella nuevos tonos sugeridores con un colorido más libre e intenso. Durante este tiempo su rastro se pierde incomprensiblemente en la España de su infancia, formación y grandes triunfos, lo que no le invalidaba en su patria de acogida, la próspera Argentina de mediados del siglo XX, en la que vino a la vida su hija Gloria y a la que llevó a su hija madrileña Marta, como tributo de la vieja patria a la nueva.

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A partir de 1969 llega la hora del regreso puntual al terruño. Ahora los vuelos interoceánicos de los años 30 regresan en sentido inverso, de Buenos Aires a Madrid y en especial a Algeciras. ¿Hay un periodo local? En este momento es cuando cobra todo su sentido su vinculación con la ciudad que le viera nacer. Su eco nacional se recupera, pero es en la Algeciras, apartada de los grandes encuentros plásticos, donde cobra un nuevo interés su nombre y su obra. En este sentido hay que levantar un brindis de reconocimiento a la figura del linense José Riquelme Sánchez, que conectó con él y le trajo a este rincón de la bahía: su Algeciras natal. Su primer reencuentro tuvo lugar en 1972. En estos días inició su amistad con Ramón Puyol Román, que desde hacía poco había regresado a su ciudad natal, en su caso, para no abandonarla. Si imprescindible es reconocerle a José Riquelme Sánchez su esfuerzo por recuperar a Rafael Argelés tanto en lo físico como en lo plástico, también habría que hacerlo con el Casino de Algeciras donde tuvo su encuentro plástico con sus paisanos y con Rafael García Valdivia por cederle al maestro del academicismo la sala de se pierde exposiciones Carteya, por él regentada en su primera andadura, y que puso a Algeciras a la altura que merecía en el plano artístico. Durante esta dilatada singladura por los caminos de la pintura, Argelés se ha especializado en el retrato tanto de sus afamados clientes como de los ensoñadores paisajes y paisanajes a los que supo dar protagonismo. Un protagonismo que será su seña de identidad, con una pincelada ágil y cadente, que nos envuelve y sirve para identificale desde la primera mirada. Murió en 1979 a los 85 años en su Buenos Aires de adopción, pero su eco afortunadamente nos acompaña. Sus vínculos afectivos y personales son otros de los asuntos que podemos seguir en estas líneas, en las que brevemente hemos hecho una semblanza refrescante, de una vida intensa y fructífera. Andrés Bolufer Vicioso

Prólogo

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Introducción

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afael Estanislao Argelés Escrich (Algeciras, 1894-Buenos Aires, 1979) nació para ser artista. Cuando un periodista le preguntó cumplidos los ochenta años si había realizado el sueño de su vida contestó sin dudarlo que sí, que había podido vivir de la pintura; y ese fue su objetivo desde que apenas tuvo uso de razón. Aunque Bernardino de Pantorba escribió en 1929 Artistas Andaluces, donde aparece una breve biografía de Rafael Argelés, y Margarita Bru publicó en 1983 un acertadísimo trabajo monográfico patrocinado por la Diputación de Cádiz dedicado a la vida y a la obra del algecireño, poco más se ha escrito, aparte de algunos párrafos en diversas enciclopedias. Citemos igualmente algunos artículos del crítico de arte José Francés y algunas referencias que hizo José Riquelme Sánchez en varios de sus estudios sobre la pintura campogibraltareña en los años setenta y ochenta –desde aquí mi homenaje más íntimo y sincero a tan buen campogibraltareño–; y otras notas de Andrés Bolufer Vicioso, investigador preciso y capaz que trabaja el arte de esta comarca gaditana. Por otro lado, Cuesta Arana nos ha dejado unos párrafos en su blog sobre los interesantísimos encuentros que tuvo con Argelés en Algeciras en los años setenta. Así pues, esta edición nace con el ánimo de aunar los trabajos anteriores y de sumar nuevas aportaciones. La propia red, a la que se ha aludido anteriormente, ha trazado nuevas perspectivas relacionadas, sobre todo, con la numerosa prensa que ha abierto sus hemerotecas; a lo que hay que añadir lo consultado en archivos y bibliotecas, y las aportaciones de sus hijas, que han enriquecido sustancialmente esta investigación. Sumado todo ello aparece un trabajo renovado, apoyado por una generosa galería de ilustraciones y una novedosa cronología. Rafael Argelés nació en Algeciras en 1894 cuando su padre, oficial de Infantería, estaba destinado en esta ciudad. Al poco tiempo de ver la luz se quedó huérfano de padre, por lo que su madre decidió trasladarse a Madrid con sus hijos, donde había más expectativas para todos. Cuando apenas tuvo cumplidos los nueve años ingresó, al igual que lo hiciera su hermano José, en el Colegio de Huérfanos de Infantería María Cristina de Toledo. Parecía que su vida iba orientada hacia la carrera militar, pero el pequeño Argelés era refractario al mundo de la milicia; su destino estaba destinado a esgrimir no armas sino pinceles. Y para ello luchó con todo su talento y con todas sus energías. Formado en la Academia Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid entre los 1910 y1914, y posteriormente en la de Bellas Artes de Roma, donde estuvo cuatro años, al volver a España abrió estudio en Madrid y pronto encontró un hueco en el denso y prolífico panorama artístico español. Durante su época de formación, tanto en Madrid como en Roma, se había dedicado, asimismo, a visitar museos y viajar por los alrededores buscando motivos plásticos que le inspirara.

Introducción

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Ese espíritu viajero estaba muy en consonancia con su vivo carácter y también con las corrientes del momento, todo ello sin salirse de la senda del realismo. Y su espíritu viajero lo llevó a visitar los lugares más recónditos de la España de los años veinte. También, por esos años, viajó a París comisionado por la Academia de Infantería; y a Marruecos, donde estuvo pintando sin cesar durante tres meses en Tetuán. Ya a finales de la citada década realizó una larga gira por Sudamérica, recalando en Río de Janeiro, San Pablo, Montevideo y finalmente Buenos Aires. Y en la capital de Argentina quedó prendado de la guapa porteña Marta Inés Domínguez, con la que se casaría en la famosa iglesia «la Redonda» de la citada ciudad en 1934. Tras realizar un nuevo periplo por Suramérica en 1935, Argelés quiso instalarse en España donde llegó al año siguiente. En Madrid nació Marta, su primera hija. Apenas unos meses después estalló la Guerra Civil, por lo que decidió volver con su familia al país suramericano. Allí vivirá el resto de su vida, volviéndose su pintura más autóctona. No obstante, desde 1969 hasta 1977, inundado por la nostalgia, realizó varios viajes a España y también a Italia, donde había fijado la residencia Gloria, su segunda hija, quien había heredado el espíritu artístico y viajero de su padre. El reencuentro con su querida Algeciras tuvo lugar a finales de 1972 y desde entonces las visitas fueron constantes: «¡Volveré!, ¡volveré!», llegó a exclamar tras la exposición que realizara en enero de 1973 en el Casino de Algeciras. En 1977 embarcó en Lisboa hacia Buenos Aires para no regresar más; en el mes de agosto de 1979, en pleno invierno suramericano, exhaló su último suspiro. Al año siguiente Algeciras le dedicó una calle y, años después, una sala expositiva de la Delegación de Cultura de la calle teniente Miranda recibió su nombre. En cuanto a su obra, Argelés fue un maestro de un realismo profundo y delicado, a veces tachado por algunos críticos de «pintura blanda» y por otros de «pintura intimista», que basculaba entre el «esencialismo zuloaguista y el naturalismo». Un arte que alcanzó el cénit en los años treinta; período que coincidió con esa edad ubérrima de los treinta a los cuarenta años, en los que normalmente se alcanza la madurez intelectual. ¡Lástima que se disfrutara poco de ese arte en España! La paleta de Argelés tocó una variada temática; no nos podemos olvidar de algún que otro bodegón, de las maternidades que tanto cultivaría en los años cincuenta y sesenta, de la pintura religiosa, de la que tuvo algunos brotes a lo largo de su vida, de los paisajes y sobre todo de los retratos. No era raro ver en las numerosas exposiciones que montó algunos paisajes de los lugares que visitaba. Impregnado por las corrientes pleniaristas que circulaban a finales del siglo XIX y principios del XX, quizá influenciado tanto por su primer maestro, el turolense Ricardo Arredondo, como por sus profesores en la Escuela Especial, los valencianos Muñoz Degrain y Cecilio Plá. También los paisajes –paisajes suaves, a veces bucólicos–, verdaderos remansos de paz, dicen mucho del algecireño. En cuanto al retrato, ya hemos indicado que Argelés fue sustancialmente un pintor de retratos. Él mismo llegó a reconocer que, básicamente, los retratos le permitieron vivir de la pintura. Realizó dos tipos de retratos: uno de encargo y otro más personal. Del primer tipo en España llegó a pintar a destacadas personalidades civiles y militares; en Argentina

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pintó a la alta sociedad y también a los mayores próceres del país. En cuanto al retrato más personal, el de los personajes sencillos y populares, supo atrapar con especial sensibilidad el interior de sus personajes. En todos los trabajos intentó reflejar el alma de los retratados; sin embargo, tuvo especial comunión con el alma infantil y el alma femenina. En los últimos años de su vida su pintura se vuelve menos precisa y la pincelada se torna más gruesa, anunciando un final que estaba próximo; el balance había sido realmente gratificante: más de setenta años pintando y disfrutando de su afición favorita. El libro sale coincidiendo con el 120 aniversario de su nacimiento. Momento preciso para revivir la figura de uno de los artistas más importantes nacidos en Algeciras. Por último, aprovecho estas páginas para agradecer a todas las personas e instituciones que me han apoyado para que este trabajo saliera a la luz y en especial a Marta y Gloria, hijas de Rafael Argelés. El autor

Introducción

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Capítulo I

Los primeros pasos

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asada las doce del mediodía del viernes 2 de mayo de 1980, en los salones abarrotados de público de la Biblioteca Municipal de Algeciras, el alcalde Francisco Esteban Bautista decía emocionado: «La ciudad de Algeciras representada por su Ayuntamiento, cumple hoy honrosamente un deber de justicia y gratitud con uno de sus hijos más queridos y admirados». El primer regidor se refería a Rafael Argelés Escriche. ¿Quién fue este algecireño que merecía tal expectación y tan sentidas y laudatorias palabras?

I.1. Los Orígenes Familiares En una fatídica madrugada del cinco de julio de 1894 fallecía de neumonía en el Hospital Militar de Algeciras el oficial de Infantería José Argelés Muñoz a la edad de 41 años. Moría con el corazón roto, dejando atrás una joven viuda y ocho hijos. José Argelés Muñoz, natural de Arcos de la Frontera (Cádiz), había nacido el nueve de agosto de 1852. Era hijo de Pedro Argelés Bruno y de María Muñoz Espósito, y orientó su vida por el camino de las armas. Su ingreso en el Ejército data del 6 de noviembre de 1874 como soldado quinto de Infantería. Al año siguiente combatió en la tercera Guerra Carlista (1871-1876), alcanzando el grado de alférez de Milicias Provinciales, y poco después el de alférez declarado de Infantería por méritos de guerra. El 28 de febrero de 1877 fue destinado a Cuba con el grado de teniente de Infantería, cuando se estaba librando una feroz guerra contra la insurgencia cubana –la denominada I Guerra de Cuba, o la de los diez años (1868-1878)–. Poco después se le concedió el empleo de teniente de Infantería por antigüedad, y meses más tarde el grado de capitán por servicios de campaña. También participó en la «guerra chiquita» (1879-1880), pasando a la Península en 1887, en clase de teniente y la salud mermada, al depósito de Arcos número 35. En 1892 fue destinado al Regimiento de la Reina en La Línea de la Concepción. Tras su paso por La Línea, donde nació su hijo José, quien con los años alcanzaría el grado de jefe de la Guardia Civil, fue trasladado a Algeciras en 1893, donde estuvo de servicio ordinario durante todo el año y parte del siguiente hasta que el 24 junio 1894 se dio de baja para el servicio por hallarse enfermo. En esta situación continuó hasta el 4 de julio, fecha

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en la que ingresó en el Hospital Militar de la ciudad campogibraltareña, donde falleció horas después, en la madrugada del referido cinco de julio1. En cuanto a su vida familiar, José Argelés Muñoz se había casado estando destinado en Cuba con María del Valle Escrich Lizaga, natural de Écija (Sevilla). El apellido Escrich (españolizado, Escriche) es de origen francés y le venía dado a nuestro biografiado por su abuelo paterno, que había contraído matrimonio en España con una joven de Arcos de la Frontera. Pocos días después de la muerte del joven oficial, el 16 de julio, se bautizó en la algecireña Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Palma al último de sus hijos, que había nacido a las tres de la madrugada del día siete de mayo anterior en la calle Imperial (actualmente calle Alfonso XI), conocida popularmente como calle Convento. El pequeño, que estaba destinado a alcanzar la gloria en el mundo de la pintura, recibió el nombre de Rafael Estanislao Argelés Escrich. Fue bautizado por el cura interino Cristóbal Porras, siendo sus padrinos Rafael Aguilar, segundo teniente de la Guardia Civil, y Julia Argelés, hermana del bautizado; y testigos Juan Terán y Antonio Vega, vecinos de Algeciras2. Aunque un bautizo siempre es un acontecimiento feliz y venturoso, poco había que celebrar con la muerte del padre aún presente en la memoria. En este estado de cosas, el panorama que se le presentaba a la joven viuda era desolador. Es por eso que la amplia familia decidió trasladarse a Madrid, donde había más perspectivas para todos.

I.2. El Colegio de María Cristina de Toledo En Madrid transcurrió la infancia del pequeño Rafael rodeado de su madre y hermanos mayores: «Me llevaron a Madrid y en Madrid me quedé hasta los ocho años». Y siguiendo los pasos de su hermano José, ingresó a los nueve años en el Colegio de María Cristina para huérfanos de la Infantería de Toledo, con el fin de prepararse para la carrera militar; una salida prácticamente asegurada si se acoplaba al régimen de la milicia. Estamos en el año 1903: «Yo estaba destinado a ser militar como mi padre y mi hermano mayor. Pero otras batallas me estaban reservadas en la vida». El citado Colegio, según nos cuenta José Antonio González Carmona, ocupaba el antiguo Cuartel de San Lázaro hasta el comienzo de la Guerra Civil (durante la contienda armada el Cuartel sufrió numerosos destrozos). Siempre llevó ese nombre de la reina regente, y es que María Cristina fue para los huérfanos de los militares como una verdadera hada madrina. Ella vivía pendiente de las necesidades del Colegio, activaba las gestiones para subvenir y resolver sus acuciantes problemas y, con frecuencia, le hacía donativos espléndidos de sus propios fondos. En suma, los huérfanos de los militares eran –y nunca mejor empleada la frase– «los niños mimados» de la reina Cristina. Nada pues tiene de extraño que se llamara «cristino» a cada alumno que pasaba por sus aulas3. 1  Hoja de servicios de José Argelés Muñoz. Archivo General Militar, Segovia. 2  Partida de bautismo de Rafael Estanislao Argelés Escrich. Iglesia parroquial Nuestra Señora de la Palma, Algeciras. 3  Información extraída de www.pinfanos.net

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Rafael Argelés


Cuando Rafael Argelés ingresó en el Colegio de Huérfanos era un niño delgado, más bien de regular estatura, inteligente y bien humorado, de carácter alborozado y vivo. Según refiere La Época: «Argelés era refractario a las Matemáticas, y los números y signos de la teoría convertíanse, bajo su lápiz, en figuras llenas de movimiento y gracia»4. Cuestión de la que se haría eco años después Margarita Bru Romo en su libro Rafael Argelés vida y obra, «Resultó un alumno capaz, pero inquieto y distraído. La carrera militar no le atraía; la disciplina, un tanto enérgica, del colegio, le iba mal a su temperamento excesivamente alegre y bullicioso y fue castigado, no pocas veces, a varias horas de calabozo por hacer caricaturas en clase y por dibujar en vez de hacer los deberes en los estudios»5.

Retrato de Enrique Ochoa, dibujo de Argelés

Viendo estas aptitudes, de todas las materias que se ofertaban en el Colegio la que más le gustaba y atraía era la asignatura de Dibujo Artístico, que impartía con gran entusiasmo y dedicación el eminente pintor y profesor Ricardo Arredondo y Calmache. Esta afición de Argelés la compartía con el estudiante portuense Enrique Ochoa, igualmente huérfano de militar e igualmente destinado a ser un pintor famoso: «Otro compañero en el Colegio María Cristina, paisano de la gaditana Algeciras, también huérfano de militar, y que luego sería un importante pintor: Rafael Argelés Escriche (1894-1979), coincidiría con el artista portuense, estableciéndose entre ambos una gran amistad. De esta época se conserva un retrato a carbón que el joven Argelés realizó del también joven Ochoa. Ambos artistas hicieron sus pinitos pictóricos de la mano del artista Ricardo Arredondo y Calmache»6. Como Enrique Ochoa era tres años mayor que Argelés indudablemente le influiría en su decisión de ser pintor. En cuanto a los temas vemos, igualmente, que tenía una facilidad natural e innata para el retrato. Ricardo Arredondo, su primer maestro, había nacido en la localidad turolense de Cella en 1850. Llegó a Toledo con 12 años y es en esta ciudad donde recibió su primera formación artística al ser discípulo de Matías Moreno. Años más tarde pasó a la Escuela Especial de Pintura, dependiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. En 1875 era uno de los dibujantes al servicio de la Comisión encargada de la publicación de los Monumentos de España. Al volver a Toledo, poseía un gran conocimiento 4  La Época, 24 de septiembre de 1914. 5  BRU ROMO, Margarita: Rafael Argelés, su vida y su obra. p. 9. 6  www.enriqueochoa.es

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arqueológico y arquitectónico de los monumentos, que mezclará con una gran sensibilidad a la hora de reflejar en el paisaje naturalista, especialmente las arboledas, y el entorno cigarraleño. Sus viajes por Francia y España y las nuevas corrientes impresionistas, redefinen el enfoque sobre la ciudad, acercándose a la fotografía y buscando científicamente un mayor protagonismo de la luz en sus cuadros. A las primeras enseñanzas de Matías Moreno se añaden las de Carlos de Haes y Pablo Gonzalvo. En su última trayectoria compartió la fidelidad por el paisaje toledano y la creación de las atmósferas luminosas con Aureliano de Beruete7. Y con el maestro Arredondo avanzaba Argelés a pasos agigantados –Ricardo Arredondo llegó a señalar que Argelés fue uno de los mejores alumnos que Ricardo Arredondo tuvo–. Estando en esta tesitura, una fecha marcó definitivamente la vida del algecireño: «El pequeñuelo obtuvo un primer premio en una Exposición del Círculo de Bellas Artes madrileño, y este triunfo decidió al Colegio de Huérfanos a costear al pequeño pintor los estudios en la Academia de Bellas Artes»8. Este premio pasará a su biografía como su primer éxito artístico, y así quedaría años después reflejado en esta nota de La Correspondencia Militar: «Excepcionales condiciones para la pintura reúne este joven artista, que, siendo casi un niño, obtuvo un premio de dibujo en la Exposición artístico-escolar que en el año 1909 se celebró en el Retiro por iniciativa del Círculo de Bellas Artes»9. Su destino estaba marcado, y ese sería el gran objetivo por el que luchará con todas sus fuerzas a pesar de su corta edad. Cuando en 1975, con 81 años, le preguntaron cuál era su mayor satisfacción en la vida, Argelés contestó sin dudarlo: «La he cumplido con creces: ser lo que soy, pintor. Esa era mi ilusión desde niño y la he satisfecho plenamente»10.

7  Datos extraídos de www.artelista.com/autor/4132638078787280-arredondo.htm 8  El País, 25 de septiembre de 1914. 9  La Correspondencia Militar, 15 de septiembre de 1914. 10  Diario de Cádiz, 18 de diciembre de 1975.

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Capítulo II

De Madrid a Roma

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s indudable que en la concesión de la pensión para estudiar en la Academia tuvo un importante papel la obtención de aquel premio artístico-escolar del Retiro; al igual que lo tuvo el general Martín Arrúe: «Un día, por suerte, –comenta Margarita Bru– llegó al colegio el inspector de Colegios de Huérfanos de Militares el general Martín Arrúe, académico de la Historia, y, al hablarle los profesores de Rafael Argelés ‘un chico con el que no se podía hacer nada porque lo único que le gustaba era dibujar’, el general Arrúe ordenó que lo llevaran a su presencia y le preguntó: ‘Veamos, muchacho; si no quieres estudiar ni ser militar, ¿qué es lo que quiere ser?’ ‘Pintor, mi general’, respondió el muchacho sin vacilar. Sorprendido el general por la prontitud y energía de la respuesta le prometió que lo sería si aprobaba el examen de ingreso en la Academia de San Fernando»11. El propio Argelés relató sus principios artísticos de esta forma: «A los once años [sic] libré mi primera batalla pictórica. Cuando andaba por esa edad se organizó un concurso nacional de dibujo, en el que participaron alumnos de todos los colegios de España. Y yo me saqué el primer premio. Ante esa victoria, se interesó por mí el general Martín Arrúe, que era director de infantería y de todos los colegios militares de esa arma. Por disposición suya ingresé en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Es decir, el general Arrúe lo dispuso así, pero yo tuve que ganarme el ingreso a la academia por concurso, de acuerdo con las disposiciones del reglamento, que también eran generales. Por cierto, que en ese concurso me conquisté también el primer puesto, cuando apenas había cumplido doce años».

II.1. Madrid En efecto, ante esta inestimable oportunidad, el joven Argelés se preparó a conciencia y consiguió superar el examen de ingreso «con la mejor puntuación»12, y en el curso 1910-1911 ingresó en la madrileña Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, dependiente y anexa a la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en el churrigueresco palacio de Goyeneche, gracias, como se ha comentado, a la pensión que le concedió la Asociación del Colegio María Cristina: «mediante una colecta que el general Arrúe hizo entre sus compañeros, se consiguió dinero suficiente para costear la carrera»13. 11  BRU ROMO, Margarita: Opus cit. p. 9. 12  Idem. 13  Idem. pp. 9 y 10.

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Abandonaba el Colegio, donde dejaba numerosas amistades; abandonaba igualmente el uniforme militar, pero no el espíritu de aquella institución a la que siempre estaría enormemente agradecido y unido; y se dirigió a Madrid para cumplir la gran ilusión de su vida. Rafael Argelés entraba en su particular edén, en el mundo que había soñado entre tantas y tantas horas de tedioso estudio rodeado de libros bajo la ineludible disciplina militar. Instalado en la Academia de Bellas Artes, donde se matriculó en seis asignaturas, entabló amistad con nuevos compañeros. Uno de ellos fue José Cruz Herrera (La Línea, 1890-Casablanca, 1972), cuatro años mayor y campogibraltareño también, con el que coincidirá en los próximos años en diversos acontecimientos artísticos y eventos sociales. En la Academia se mostró como un alumno muy aplicado ávido de aprender, y ya en el mes de marzo de 1911, «El huérfano D. Rafael Argelés, pensionado por la Asociación para cursar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, ha sido recompensado con dos diplomas de honor en premio a su aplicación y aprovechamiento», resaltaba La Correspondencia Militar14. Meses después, en junio, el mismo periódico informaba de otra recompensa: «El huérfano del expresado Colegio D. Rafael Argelés, pensionado para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, ha obtenido en las oposiciones de fin de curso el primer premio de 250 pesetas en dibujo y un accésit en paisaje»15. De la afición y empeño que puso Argelés en su aprendizaje se hizo eco años después A. Marquéz en La Capital de Buenos Aires: «Conocí a Rafael Argelés en Madrid, [...]. Era casi un niño, y ya se destacaba entre los mejores alumnos de la Academia de San Fernando»16. Él mismo llegó a recordar estos premios no sin nostalgia: «Todos los años se realizaban concursos, y todos los años me llevaba yo el primer premio». Esa aseveración de Argelés no es exagerada, pues en los tres años que estuvo matriculado en la Escuela obtuvo numerosos galardones según consta en los libros de matrícula17. Sin embargo, los éxitos del alumno Argelés se vieron en parte enturbiados por una triste noticia; acabándose el año, el 5 de diciembre de 1911, su primer maestro Ricardo Arredondo fallecía en Toledo. Superado el mal momento, el joven artista continuó su instrucción y poco a poco se fue preparando para enfrentarse al público y a la crítica. Precisamente en el curso 1911-1912 no consta que Argelés se matriculara en la Escuela debido a que ese año estuvo cerrada por obras. Ello no supuso ningún impedimento para su formación pues algunos alumnos aprovecharon ese largo paréntesis para presentarse a concursos, realizar viajes o visitar museos.

II.2. Mención honorífica y pensión en Roma Mientras seguían las obras en la Escuela y con el permiso de ésta, en mayo de 1912, se presentó con la sana ilusión y expectación del novel a la Exposición Nacional de Bellas Artes, donde obtuvo una mención honorífica por su cuadro El consuelo del abuelo, que 14  La Correspondencia Militar, 9 de marzo de 1911. 15  Idem, 7 de junio de 1911. 16  La Capital, 29 de octubre de 1944. En Rafael Argelés, su vida y su obra de Margarita Bru Romo, p. 90. 17  Véase el Apéndice Documental.

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Rafael Argelés


El consuelo del abuelo, mención honorífica en la Exposición Nacional de 1912

sería reproducido poco después en blanco y negro en la revista La Ilustración Artística, ilustrando el cuento Desesperanza. El óleo, que fue donado por Argelés al Colegio de Huérfanos de Toledo, presidió durante muchos años el comedor de aquella institución y se da por desaparecido18, hace referencia al apoyo que tienen los abuelos en sus nietos. En esta ocasión es una nieta la que acompaña a su abuelo, de oficio zapatero, en sus quehaceres laborales. Lógicamente, el premio supuso un aldabonazo insospechado para subrayar el esfuerzo y empeño que estaba mostrando Argelés en sus estudios. También el Colegio de Huérfanos de Toledo en su fiesta de la Inmaculada, patrona de Infantería, del ocho de diciembre de aquel año tuvo una mención especial a su triunfo: «El nombre de Rafael Argelés, que en la última exposición de Bellas Artes consigue una mención honorífica, debe unirse, y en primer término, a aquellos que enaltecen el Colegio»19. Por esas fechas la Exposición Nacional de Bellas Artes otorgaba las más altas condecoraciones que podía alcanzar un artista en España. Creada durante el reinado de Isabel II por Real Decreto de 28 de diciembre de 1853, su primera edición databa de 1856. Tenía 18  Revista Cristinos, números 288-289. p. 10. 19  Heraldo Militar, 11 de diciembre de 1912.

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