Y VI, DE NUEVO, AMANECER TOMÁS MARTÍNEZ ALONSO
Me llamo Tomás Martínez Alonso y nací el 1 de diciembre de 1951 en un pueblecito de la provincia de León, llamado Miñambres de la Valduerna, lamido por la aguas del Duerna y vigilado por la cúspide del Teleno. Aquí me enseñaron a leer, escribir, operar y a soñar. Realicé mis estudios de Bachillerato en la histórica ciudad de Astorga y los de Magisterio en la Escuela Normal de León. En la Escuela Oficial de Idiomas de Getafe intenté, aunque no llegué a conseguir, dominar la lengua gala. Ejercí como maestro a lo largo de treinta y ocho años; de ellos, quince como director. Los últimos dieciocho años en el C.E.I.P Jorge Guillén de Getafe. En la actualidad, vivo en Getafe y disfruto de mi recién estrenada jubilación, así como de la grata compañía de mi esposa, hijos, nietas y amistades. Con anterioridad, se ha publicado mi libro de poemas «La lluvia que moja mi otoño» (2013) y he querido que dicha lluvia nos siga mojando, con la publicación de «Y vi, de nuevo, amanecer»
Y VI, DE NUEVO, AMANECER TOMÁS MARTÍNEZ ALONSO
© TOMÁS MARTÍNEZ ALONSO
Edita:
I.S.B.N.: 978-84-15933-80-9
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A ni単os y maestros. Y, con el permiso de mi padre y de mi hijo, a mis cinco rosas.
«Un libro abierto, es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora» R. Tagore
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A LOS LECTORES No podría presentar este trabajo sin hacer alusión a mi primer libro publicado con el título de «La lluvia que moja mi otoño». Con él, llevé a cabo una de mis más pretendidas ilusiones; con él, tuve la ocasión de experimentar muchas, variadas y muy gratas sensaciones. Y eso fue debido a la excelente acogida de gente unida a mí en lo personal, en lo profesional o en lo familiar. Para ellos, mi agradecimiento más sincero. Del agradecimiento y del compromiso nace mi nuevo libro, «Y vi, de nuevo, amanecer», que no deja de ser una continuidad del primero. El agradecimiento por la buena crítica –no sé si demasiado benévola– y entrañables comentarios y el compromiso que adquirí, entonces, con algunos de mis lectores, me han llevado a escribir este segundo. Con su aparición he cumplido mi palabra, algo que, siempre he considerado tremendamente importante en mi vida. En torno a una fecha tan señalada –no estoy seguro de que fuera tan esperada– como ha sido la de mi jubilación como maestro de primera enseñanza y teniendo en cuenta mis recuerdos, sentimientos e impresiones a lo largo de un año, ha nacido este humilde pero ilusionado, como siempre, poemario. He querido clasificar sus poemas en cuatro grupos, coincidentes con las cuatro estaciones del año. Para cada estación he compuesto un soneto, al que sigue otro poema con el acontecimiento más importante de la etapa: mi jubilación, en primavera; la hospi·9·
talización de mi hija, en el verano; el nacimiento de mi otra nieta, en el otoño y el aniversario de mi boda, en el invierno. A partir de aquí, no he querido otra clasificación que no fuera la que me dictara el orden cronológico en el que la inspiración bajó a visitar mi pluma. A lo largo de varios años, el frontal de mis aulas estuvo presidido por un precioso proverbio hindú, atribuido a R. Tagore, sobre la importancia del libro. En él se nos dice lo que es o siente un libro según esté abierto, cerrado, olvidado o destruido. Es por ello que he querido destinar un lugar de honor en estas páginas. Señalar, por último, que he intentado, en esta ocasión, abrir más mis poemas al exterior, con una implicación mayor ante los sucesos que conforman el sufrido noticiero cotidiano; así como mi sincera opinión sobre alguno de ellos. También he querido dejar una tímida constatación de mis prioridades en la escala vital de los valores humanos. Con la esperanza de que, al menos, alguno de mis poemas, sea capaz de pintar colores en el jardín de vuestra sensibilidad y de que llegue a vosotr@s este fortísimo abrazo, muchas gracias. Tomás Martínez
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PRIMAVERA
¡Querido rosal florido qué bañas mi corazón con gotas de tu rocío!
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… Una marejada de recuerdos, arcaduces cadenciosos de mi noria, satélites que orbitan en el planeta adormecido de mi cerebro, musgo adherido en el norte de la humedad efímera de mi existencia, luchan, tercos, por romper la binza de mi sensibilidad. …
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PRIMAVERA Como brota en los niños la ilusión, en verde eclosionó la primavera, con pétalos colmada la ribera y arroyos que difunden su canción. Como bebe el sentimiento en la emoción, así esparcen las flores su olor fuera, siendo, tú, de estaciones la primera que saca del letargo a la pasión. Vístete, primavera, con amor, amor que quite el freno a la locura y riegue nuestras almas con frescor. Arrebata su risa a la amargura, tatúa en nuestros cuerpos tu color y deja que adormezca la cordura.
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INTERVENCIÓN Y POEMA DESPEDIDA EN EL ACTO HOMENAJE DE MI JUBILACION
«Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora», decía Lorca en uno de sus múltiples y magistrales versos. Así, mis recuerdos, picotean estos días en mi mente, haciendo balance en una balanza desequilibrada. El platillo de los buenos está repleta; el otro, el de los malos, vacío. Y es que o no me acuerdo de ellos o no quiero recordarlos. Son días difíciles. Mezcla de emociones y esperanzas, de añoranzas, más llevaderos gracias a vuestra generosidad. Recuerdo aquellos lugares que me han brindado la ocasión del desempeño de esta tan entrañable como difícil profesión, loada por unos y vapuleada por otros. A Cataluña, que me prestó su cuna; Asturias, que la llenó de verdes y esperanza. Y a Getafe que puso su empeño en todo lo demás durante tantos años. Recuerdo a los niños, a los compañeros y a los amigos que han hecho posible que lo difícil no lo fuera tanto o fuese, incluso, fácil. Ellos, los niños, han esparcido, en mí, su inocencia y ternura, aunque también han puesto, no pocas veces, a prueba el termómetro de mi paciencia. Vosotros, vuestra comprensión y apoyo que os agradezco. Quiero recordar mi intensa y extensa experiencia en · 14 ·
el ejercicio de la Dirección, ya que me enseñó a ser más cauto, menos visceral, más comprensivo y más tolerante. A ver las mismas cosas desde otro prisma diferente. También, a respetar y valorar el ejercicio de la misma por otros compañeros, aunque a veces, las menos, tuviera que ser desde la discrepancia. Desde luego, nunca desde el enfrentamiento. Deseo, de corazón, al actual Equipo, todo lo mejor en su nueva andadura. Yo sé que no es fácil. Recuerdo para todos los compañeros que nos han ido dejando pero que, a la mínima ocasión que tienen, se acercan a demostrarnos que no se olvidan de nosotros tan fácilmente. Para los que nos se acercan, también, porque estoy seguro que todavía somos pasto, al menos, en sus conversaciones. Y un recuerdo muy, muy especial, para vosotros los más jóvenes, que llegáis al Centro con vuestra arrolladora vitalidad y sonrisa puesta, dándoos cuenta, unos más que otros, de que los de más edad necesitamos un pequeño empujoncito de vuestro ánimo. Para todos, mi gratitud en este día tan especial, en el que, como diría D. Eloy, protagonista de una de las obras de Miguel Delibes: «La hoja roja ha aparecido en el librillo de mi vida», como aparecía en el librillo de los fumadores para avisarles de que el papel estaba próximo a terminarse. Solo me queda esperar y desear que las hojas en blanco que quedan sean muchas y que pueda disfrutarlas al lado de los míos, a los que tanto debo y quiero. Y viajar, pintar, leer, versificar. Habrá que hacer algo de deporte para plantar batalla a las goteras. También, · 15 ·
para vosotros tendré mis momentos, no lo dudéis. Me encantaría que vuestra tarjeta de presentación sobre mí dijera: este fue, es Tomás, buen maestro, buen compañero y buena persona. A tan alto grado, mas tan sencillo, aspiro. Quiero agradecer a todos este homenaje que hoy me brindáis –un poquito más, no os enfadéis, a los organizadores– y que pone fin a mis quehaceres profesionales. Deseo que los problemas por los que actualmente pasa la Escuela Pública, que ahora llora con las lágrimas de los recortes, tengan pronta solución y sea verdaderamente una escuela de todos y para todos. Para terminar, quiero desear un piélago de suerte a quienes estos días se pelean con el temario de oposiciones y a los que, por unas u otras causas, cambiarán de destino. Literariamente o quizás en realidad, quién sabe, he querido subir a la loma donde duerme en espera mi banco amigo y, allí, he pergeñado estos sentidos versos que os dedicó con todo mi cariño:
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NUEVO AMANECER o Poema para una despedida Regreso a la loma donde duerme, en espera, mi banco amigo, mi banco solitario de madera cavado con las grietas de la intemperie. Está la empalizada sin gorriones que, ayer, en revuelo, discutían. De algodón gris, preñado el cielo, y pone, la niebla, cortina en el paisaje. La soledad que ayer imploraba, hoy no deseo. Me levanto raudo, huyendo de añoranzas, deseo llenar futuro. Me queda mucho amor que regalar, me queda todo el tiempo del reloj. Soy marido, soy padre, soy alforja de abuelo cargada de esperanza que llena de ilusión exhibe panza. Mas la nostalgia me persigue hasta atraparme. Una marejada de recuerdos, arcaduces cadenciosos de mi noria, satélites que orbitan en el planeta adormecido de mi cerebro, musgo adherido en el norte de la humedad efímera de mi existencia, luchan, tercos, por romper la binza de mi sensibilidad. · 17 ·
Y lo consiguen. Y entonan triste estribillo de triste canción: Os echaré de menos, maestros, niños y papás, amigos, compañeros. De maestro o profesor, reforma tras reforma, me habéis visto saludar cada mañana, semana tras semana, apretar, firme, con mis dedos, la nívea tiza que hoy llora mi marcha sin consuelo, bajo la llovizna de su propio polvo. Oír su taconeo, picoteando cual Morse en la pizarra, día tras día. Habéis visto blanquear el tallo de mis híspidos cabellos y aparecer, en senderos, mis arrugas, cauces de los arroyos donde se bañan las gotas de mi sudor. Me habéis visto ilusionado, siempre sencillo y transparente, una veces, alegre y sonriente; otras, huraño o enfadado, –así es el agua de mi fuente– También, me habéis visto cambiar el calendario de nuevos cursos de viejos problemas enquistados, · 18 ·
pintar renglones blancos en la pizarra verde o enderezar algún árbol que se tuerce. Mi profesión es, hoy, pastilla de jabón que se resbala y escapa de mis manos; su espuma, otra vez, los recuerdos, la aldaba que llama a la puerta de los poros cerrados de mi piel. Vuelve el triste estribillo de triste canción: Os echaré de menos, maestros, niños y papás, amigos, compañeros. De todos, hoy, yo, no quisiera tener que despedirme, mas ya escribo con mayúsculas, en tinta de oro, en mi cuaderno nevado, vuestros nombres. Gracias por lo mucho que vosotros me habéis dado, perdón por lo que yo no haya sabido daros. Os echaré de menos, hoy, viendo atardecer, mas quiero ver, de nuevo, mañana, amanecer.
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