Celia Est茅vez Lozano
Cuentos f贸rmicos
Y no digo que la Hormiga es indigna por no ser otra cosa. Modificación de uno de los versos de Walt Whitman
Estoy enamorad@ de todo lo que crece al aire libre. Walt Whitman La presión de mi pie sobre la tierra despierta mil afectos que desprecian mi mayor esfuerzo por describirlos. Walt Whitman Y la cigarra de la marisma, sin haber estudiado la escala, canta bien para mi gusto. Modificación de uno de los versos de Walt Whitman
A tod@s los que alguna vez han creído, creen o creerán en mí y, lo que es más importante aún, en sí mism@s.
Formisodio I
N
unca fui cigarra pero a menudo me imagino en su lugar, escucho sus cantos, admiro su lírica, comprendo su tendencia al disfrute y a la “dolce vita”. Yo soy una hormiguita obrera (H.O. nº 18.061.962 pone en mi ficha) y cuento con una vocación muy clara, aunque no cuente gran cosa: Hacer en este mundo lo que vine a hacer, si es que descubro a lo que vine. Soy consciente de ser una mínima hormiga que pocas ven y pocas tienen en cuenta entre tantas otras hormigas. Parezco una H.O. más, pero no es así. Lo singular de lo plural es algo difícil de distinguir. Todas mis semejantes tienen alguna peculiaridad que yo me esfuerzo en descubrir. Me parece una cuestión muy interesante: la originalidad, no la uniformidad y la similitud. Pero, como asegura la hormiga Zen Tífica, las hormigas somos insectos himenópteros muy socializados. La diferencia y la individualidad no sólo no son valoradas, sino que son abier-
tamente rechazadas, vilipendiadas y censuradas para favorecer al grupo. En estos momentos de cambios, remodelaciones, sustituciones, nuevas fundaciones y acondicionamientos varios en el hormiguero, entre tanto trasiego, tanta competencia atroz y tanta arribista pivotando alrededor de las hormigas aladas, yo espero pacientemente mi momento para encontrar mi lugar en este submundo de insectos que me ha tocado vivir. Aunque es obvio que todas somos fácilmente sustituibles por otras “individuas” que harán nuestra función de forma igual de eficaz, yo acometo mis cometidos con entusiasmo y diligencia intentando cometer los menos errores posibles. ¡Parece un trabalenguas! Sé que mi genuina forma de ser y de expresarme, con redundantes redundancias, juegos de palabras y crudo sarcasmo no gustan mucho en este ambiente, donde sólo interesa el “es la hora, obedece, calla et labora”. Es lo que hay. Lo acepto o lo cambio. No abandonaré. No os dejaré, porque soy parte integrante de esta Comunidad Fórmica, me guste o no. Os guste u os disguste. Tampoco agradan mi sentido del humor y del amor, pero yo nací diferente, creativa, observadora, analítica, escéptica, ambigua, crítica, espídica, empírica, oblicua, satírica y esdrújula. Políticamente correcta o no, así soy y mantengo mi independencia y gratos momentos de soledad a pesar de la masificación, el adiestramiento, las maledicencias y el hacinamiento que sufrimos por culpa de las hormigas supervisoras en aras del supuesto Bien Común del Hormiguero (B.C.H.).
Mis comentarios no gustan ni a las hormigas aladas, esas que ponen huevos y que por los mismos se creen con derecho a imponer “sus reales” ni a las hormigas macho, los zánganos, cuya única razón de existir es la reproducción, asistida o desasistida. ¡Todo por el esperma! En fin, cuestión de supervivencia de la especie. Las hormigas obreras, además de mayoría, somos hembras, estériles y ápteras porque la Naturaleza nos ha hecho así. Sus motivos tendrá. Las jerarquías están muy delimitadas en este submundo de insectos al que, me guste o no, pertenezco. Las castas condicionan nuestro modo de vida de una manera extremadamente injusta. Pero ocurre que yo no me siento igual que las demás, sólo me someto lo justo, lucho por nuestra dignidad de “obreras” y, acatando como acato las normas y mi papel de subalterna, lo que no entiendo es que no valoren los esfuerzos de las H.O. y que a una minoría disconforme con el statu quo imperante nos repitan eufemísticamente una y otra vez, que “no tenemos el perfil que buscan”. De modo que nos sustituyen con cualquier otra H.O. más modosita. Así están las cosas y así os las cuento en este cuento. Hoy he amanecido con el Sol. Sus primeros rayos fulgentes, anaranjados, colorados, cobrizos, violetas, rosados, amarillos han deslumbrado mis ojos compuestos y por primera vez he tomado conciencia de su fuerza, su calor, su luz. Disipadas las sombras, he sentido la necesidad de acercarme al lago.
En sus aguas se dibujaba un evanescente reflejo del Astro Rey y mi propio reflejo, un tanto trémulo por el suave movimiento que el viento provoca en la superficie. Me he observado de reojo, he girado sobre mí misma, he contemplado mi flanco izquierdo, luego el derecho, me he escrutado como si no me conociera de nada, con ojos ajenos y, sinceramente, he disuelto mis pequeñas íntimas dudas: a mi perfil no le ocurre nada, es parecido al de las otras, es un perfil de hormiga obrera (una H.O. como otra cualquiera). Toda la Naturaleza que me circunda es como es sin preguntarse porqué. ¡¡¡Fuera timideces y complejos!!! La hormiga Bibijagua, eremita, pensadora y consejera de la hormiga Reina es la autora del axioma escrito en la entrada del hormiguero: Respeta el derecho ajeno: vivirás en un nido sereno. De modo que las ideas de Bibijagua me dan alas para ser yo misma y, sin embargo, el comentario de la hormiga supervisora sobre mi inadecuado perfil no me aclara cómo remediar la inestabilidad en mi labor que tanta inquietud e incluso tristeza provocan en mi ánimo. ¿Puedo cambiar de perfil? ¿He de variar mi aspecto? ¿Debo dejar de pensar, de ser yo, de existir para complacer a mis superioras? ¿Por qué cuestionan mi competencia? ¿Por qué no valoran mi profesionalidad? ¿Tengo que rebajarme para que otros se vean ensalzados? ¿Cómo acomodarme a las cómodas conveniencias de las hormigas supervisoras, a sus alienantes normas, a sus arbitrarios modos y a sus elitistas modas? Hay un trabajo que hacer.
Me van cambiando de galería en galería, de cámara en cámara, de zona en zona. Emigro más que las traidoras e invasivas hormigas argentinas. Os cuento: Mi primer destino, siendo aún pequeñina, fue ser aprendiza en el Criadero de Larvas, donde el trabajo de acondicionamiento, acomodación y manutención de las crías no tenía ni horario ni, por supuesto, salario. Contiguo al Criadero estaba el Mimadero de Pupas, donde me pasaba la jornada entera mimando y acariciando a las futuras hormigas para estimular sus chacras y potenciar mediante antenapuntura sus códigos genéticos vitales. Todo el proceso estaba supervisado y auspiciado por la hormiga Zen Tífica y Bibijagua. Durante cinco lunas, trabajé en la Galería de Semillas, acarreando pesos excesivos, descascarillando, masticando y ensalivando los granos recogidos para hacer nuestro pan de hormiga. Luego me destinaron al Almacén de Caza donde mi misión era trocear y desecar la carne de las presas localizadas por las hormigas exploradoras y abatidas por las hormigas amazonas. Yo misma me convertí en almacén viviente durante una época de escasez especialmente cruda. O mejor dicho, el almacén era mi propio elástico abdomen. Nadie criticó ni cuestionó mi perfil entonces. ¡¡¡Menos mal!!! Estuve colgada del techo de la Cámara Provisoria junto con otras compañeras hasta que la sequía remitió. Allí, inflada como un globo y ordeñada de tanto en tanto como un vulgar pulgón, no paraba de pensar y proyectar futuros interesantes, soñaba aventuras inverosímiles, imaginaba nuevas y fantásticas misiones
que cumplir a favor del Bien Común del Hormiguero (B.C.H). Aunque, lo primero era recuperar la forma de una H.O. normal. ¡¡¡Otra vez el perfil!!! He colaborado con la cuadrilla de hormigas alfareras en las reformas de algunas cámaras, el ensanche de sendas galerías o construyendo nuevas salas y estancias. Las ampliaciones y remodelaciones en el hormiguero son frecuentes, debido a nuestra incesante expansión. En uno de esos cambios laborales sobrevenidos, me tocó incluso asistir a la asistente de la hormiga Sixta en las inmediaciones de la impresionante Cámara Nupcial de la hormiga Reina a la que jamás he visto (y eso que se supone que soy una de sus hijas). Durante un tiempo se me destinó a la zona donde cultivamos hongos (ahora comprendo de dónde viene la expresión “me aburro como un hongo” porque constaté durante tres años lo sosos que son). He acometido temporeras tareas de recolección fuera de nuestro dedálico hormiguero. He ascendido también a los frutales más hermosos para surtir con trocitos de fruta el Almacén de Verano y he bajado a las orillas del lago para recolectar minúsculos manjares frescos para el Almacén de Entretiempo. ¡¡¡Todo por el Bien Común del Hormiguero y la continuidad de las nuevas generaciones con el mismo Sistema Social Tradicional (S.S.T.)!!!