¿Quién eres,
Señor?
Semana Santa
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, la Verdad y la Vida libro semana santa 20093b.indd 3
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Introducci贸n
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urante esta semana, queremos acompañar a Cristo en su pasión, en el camino de la cruz, en su muerte; y prepararnos para su resurrección, que nos salva. Queremos preguntarle, como San Pablo, “¿Quién eres Señor?”, pedirle que nos muestre su rostro en estos días y que podamos descubrir, a través de la oración, reflexión y participación en la liturgia, que Él es nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida.
Lo haremos a través de la lectura orante –la Lectio Divina- de algunas cartas de San Pablo. Lo podemos hacer, siguiendo la siguiente estructura: - Oración inicial - Lectura del texto - Meditación y contemplación - Compartir - Oración final
Que en estos días podamos mirar honesta y libremente a nuestro interior y reconocer quién es Cristo para nosotros… que podamos acompañarlo en el dolor, con nuestro dolor, con nuestras preocupaciones y sufrimientos; que podamos reconciliarnos con Él -que nos perdona en la cruz- y con nuestros hermanos; que, con María, podamos esperar en silencio, contemplando y buscando reconocer la voz de Dios y, finalmente, que podamos alegrarnos de su resurrección que vence a la muerte por amor a nosotros.
Pidámosle a María, que acompañó a Cristo desde su nacimiento, en su vida pública y en el camino de la cruz hasta su muerte, que nos guie y conduzca, como Madre Nuestra, para que esta Semana Santa marque profundamente nuestra vida espiritual y podamos renovarnos en la fe.
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Desde el 29 de junio de 2008 hasta el 29 de junio de este año, SS Benedicto XVI ha declarado este tiempo como “año Paulino”, dado que se cumplieron 2000 años de su nacimiento. El Papa nos dice:
¿Por qué recogemos las palabras de San Pablo:
“¿Quién eres,
Señor?”
esta Semana Santa?
Estamos reunidos junto a la tumba de san Pablo, que nació, hace dos mil años, en Tarso de Cilicia, en la actual Turquía. ¿Quién era este Pablo? (…) Maestro de los gentiles, apóstol y enviado de Jesucristo: así se define a sí mismo con una mirada retrospectiva al itinerario de su vida. Pero su mirada no se dirige solamente al pasado. “Maestro de los gentiles”: esta expresión se abre al futuro, a todos los pueblos y a todas las generaciones. San Pablo no es para nosotros una figura del pasado, que recordamos con veneración. También para nosotros es maestro, apóstol y enviado de Jesucristo. Por tanto, no estamos reunidos para reflexionar sobre una historia pasada, irrevocablemente superada. San Pablo quiere hablar con nosotros hoy. Por eso he querido convocar este “Año paulino” especial: para escucharlo y aprender ahora de él, como nuestro maestro, “la fe y la verdad” en las que se arraigan las razones de la unidad entre los discípulos de Cristo. (…)
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¿Quién es san Pablo? ¿Qué me dice a mí? En la carta a los Gálatas nos dio una profesión de fe muy personal, en la que abre su corazón ante los lectores de todos los tiempos y revela cuál es la motivación más íntima de su vida. “Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Todo lo que hace san Pablo parte de este centro. Su fe es la experiencia de ser amado por Jesucristo de un modo totalmente personal; es la conciencia de que Cristo no afrontó la muerte por algo anónimo, sino por amor a él -a san Pablo-, y que, como Resucitado, lo sigue amando, es decir, que Cristo se entregó por él. Su fe consiste en ser conquistado por el amor de Jesucristo, un amor que lo conmueve en lo más íntimo y lo transforma. Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios y sobre el mundo. Su fe es el impacto del amor de Dios en su corazón. Y así esta misma fe es amor a Jesucristo. Muchos presentan a san Pablo como un hombre combativo que sabe usar la espada de la palabra. (…) Para él la verdad era demasiado grande como para estar dispuesto a sacrificarla en aras de un éxito externo. Para él, la verdad que había experimentado en el encuentro con el Resucitado bien merecía la lucha, la persecución
y el sufrimiento. Pero lo que lo motivaba en lo más profundo era el hecho de ser amado por Jesucristo y el deseo de transmitir a los demás este amor. San Pablo era un hombre capaz de amar, y todo su obrar y sufrir sólo se explican a partir de este centro. Los conceptos fundamentales de su anuncio únicamente se comprenden sobre esta base.
La experiencia de ser amado hasta el fondo por Cristo le había abierto los ojos sobre la verdad y sobre el camino de la existencia humana; aquella experiencia lo abarcaba todo. (SS. Benedicto XVI, 28 de junio de 2008)
San Pablo se sitúa como testigo y pregonero de la gracia. (…) Su personalísima confesión de amor expresa al mismo tiempo la esencia común de la vida cristiana: “La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Y ¿cómo se puede responder a este amor sino abrazando a Cristo crucificado, hasta vivir de su misma vida? “Estoy crucificado con Cristo y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Ga 2, 19-20). (S.S. Benedicto XVI, 17 de junio, 2007)
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¿Has descubierto ya a Cristo, que es el camino?
¿Qué significa que
Cristo sea el Camino, la Verdad y la Vida?
Sí, Jesús es -para nosotros- un camino que conduce hacia el Padre, el único camino. El que quiera lograr la salvación, deberá tomar ese camino. Ustedes a menudo se encuentran en una encrucijada, sin saber cuál es el camino que deben elegir, ni adónde ir; son muchos los caminos errados, como también las propuestas fáciles y las ambigüedades. No olviden, en esos momentos, que Cristo -con su Evangelio, su ejemplo y sus mandamientos- es, siempre y sólo, el camino más seguro que desemboca en una felicidad plena y duradera.
¿Has descubierto ya a Cristo, que es la verdad? La verdad es la exigencia más profunda del espíritu humano. Los jóvenes, sobre todo, están sedientos de la verdad sobre Dios, el hombre, la vida y el mundo. En mi primera Encíclica, Redemptor Hominis, escribí: “El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo -no solamente según criterios y medidas del propio ser inmediatos, parciales, a veces superficiales e incluso aparentes- debe, con su inquietud, incertidumbre e incluso con su debilidad y pecaminosidad, con su vida y con su muerte, acercarse a
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Cristo” (n. 10). Cristo es la Palabra de verdad pronunciada por Dios mismo como respuesta a todos los interrogantes del corazón humano. Es Él quien nos revela plenamente el misterio del hombre y del mundo.
¿Has descubierto ya a Cristo, que es la vida? Cada uno de ustedes desea ardientemente vivir su propia vida en toda plenitud. Viven animados por grandes esperanzas y muy buenos proyectos para el futuro. No olviden, sin embargo, que la verdadera plenitud de la vida se encuentra sólo en Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Solamente Cristo puede llenar, hasta el fondo, el espacio del corazón humano. Sólo El da el valor y la alegría de vivir, y esto a pesar de los límites u obstáculos externos. Sí, descubrir a Cristo es la aventura más bella de toda nuestra vida. Pero no es suficiente descubrirlo una sola vez. Cada vez que se descubre, se recibe un llamamiento a buscarle más aún, y a conocerle mejor a través de la oración, la participación en los sacramentos, la meditación de su Palabra, la catequesis y la escucha de las enseñanzas de la Iglesia. Esta es nuestra tarea más importante, como lo comprendió tan bien San Pablo cuando escribió: “Para mí la vida es Cristo”
Jesús dice a sus Apóstoles que tengan fe en Él, porque Él es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Cristo es el camino que conduce al Padre, la verdad que da sentido a la existencia humana, y la fuente de esa vida que es alegría eterna con todos los Santos en el Reino de los cielos. Acojamos estas palabras del Señor. Renovemos nuestra fe en Él y pongamos nuestra esperanza en sus promesas (…) Dirijámonos a Jesús. Sólo Él es el camino que conduce a la felicidad eterna, la verdad que satisface los deseos más profundos de todo corazón, y la vida que trae siempre nuevo gozo y esperanza, para nosotros y para todo el mundo. (S.S. Benedicto XVI, 20 de abril, 2008)
(Flp 1, 21). (Juan Pablo II, 27 de noviembre de 1988)
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Domingo de Ramos
5 de abril
Texto Bíblico Nos ponemos en presencia del Señor, haciendo la señal de la cruz: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Señor, en este momento de oración queremos poner en tus manos todo lo que somos y traemos: nuestras preocupaciones, dolores y alegrías, para que las recibas como ofrenda de amor y nos regales tener el corazón y la mente dispuestos a dialogar contigo y a escuchar lo que nos quieras decir, hoy. Implora para nosotros al Espíritu Santo para que nos ilumine y acompañe. Rezamos juntos: Padre nuestro…
Tengan, pues, los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no consideró codiciable ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Y en su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le dio el nombre que está por encima de todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. (Carta de San Pablo a los Filipenses 2, 5-11)
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En un momento de silencio, cada uno medita lo siguiente:
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¿Qué frase me llama, especialmente, la atención? (Detenerse en el texto meditando la frase que más me resuene. Repetirla varias veces buscando su sentido, qué me querrá estar diciendo Dios con ella)
2 3
¿Cómo le respondo yo a Dios?, ¿qué le quiero decir como respuesta a esta frase?
¿Qué compromiso me gustaría asumir hoy, a partir de esta frase que Dios me regala?
Señor, queremos compartir lo que hoy nos has dicho a cada uno, también poner en común nuestras peticiones y acción de gracias. (Cada uno puede compartir su frase y pedir o dar gracias a Dios).
¿Qué celebramos este día? La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos, día que une la entrada triunfante de Cristo y el anuncio de la pasión. Cristo es aclamado como Mesías con ramos de olivos por los habitantes de Jerusalén. Los ramos son el signo de la expresión de la fe en Cristo, Mesías y Señor. Los ciudadanos de Jerusalén ven a Jesús trayendo vida y buscan ramas para saludarlo. Por un momento, la gente revivió la esperanza de tener consigo a aquel que venía en el nombre del Señor. Al menos así lo entendieron los más sencillos, los discípulos y aquellos que acompañaron a Jesús, como un Rey. A su vez, este es un camino que inicia Cristo hacia la muerte, para la salvación de todos los hombres. Por eso, este domingo tiene un doble carácter, de gloria y de sufrimiento, que es lo propio del Misterio Pascual.
Te agradecemos, Padre bueno, este momento contigo. Para finalizar rezamos un Ave María e imploramos, para nosotros la bendición de Dios, “en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”.
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Lunes Santo
6 de abril Texto Bíblico
Nos ponemos en presencia del Señor, haciendo la señal de la cruz: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Señor, en este momento de oración queremos poner en tus manos todo lo que somos y traemos: nuestras preocupaciones, dolores y alegrías, para que las recibas como ofrenda de amor y nos regales tener el corazón y la mente dispuestos a dialogar contigo y a escuchar lo que nos quieras decir, hoy. Implora para nosotros al Espíritu Santo para que nos ilumine y acompañe. Rezamos juntos: Padre nuestro…
Entiendo, por lo demás, que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación misma espera anhelante que se manifieste lo que serán los hijos de Dios. Condenada al fracaso, no por propia voluntad, sino por aquel que así lo dispuso, la creación vive en la esperanza de ser también ella liberada de la servidumbre de la corrupción y participar así en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos, en efecto, que la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta el presente. Pero no sólo ella; también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior suspirando para que Dios nos haga sus hijos y libere nuestro cuerpo. Porque ya estamos salvados, aunque sólo en esperanza; y es claro que la esperanza que se ve no es propiamente esperanza, pues ¿quién espera lo que tiene ante los ojos? Pero si esperamos lo que no vemos, estamos aguardando con perseverancia. Asimismo el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar. Por su parte, Dios, que examina los corazones, conoce el pensar de ese Espíritu que intercede por los creyentes según la voluntad de Dios. (Carta de San Pablo a los Romanos 8, 18-27)
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En un momento de silencio, cada uno medita lo siguiente:
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¿Qué frase me llama, especialmente, la atención? (Detenerse en el texto meditando la frase que más me resuene. Repetirla varias veces buscando su sentido, qué me querrá estar diciendo Dios con ella)
Señor, queremos compartir lo que hoy nos has dicho a cada uno, también poner en común nuestras peticiones y acción de gracias. (Cada uno puede compartir su frase y pedir o dar gracias a Dios).
2 3
Te agradecemos, Padre bueno, este momento contigo. Para finalizar rezamos un Ave María e imploramos, para nosotros la bendición de Dios, “en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”.
¿Cómo le respondo yo a Dios?, ¿qué le quiero decir como respuesta a esta frase?
¿Qué compromiso me gustaría asumir hoy, a partir de esta frase que Dios me regala?
¿Qué celebramos este día? Entre el Domingo de Ramos y el Jueves Santo aparecen tres días, el Lunes, Martes y Miércoles Santos, que nos permitirán reflexionar en la importancia de la Semana Santa y prepararnos para vivir el Triduo Pascual.
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Martes Santo
7 de abril Texto Bíblico
Nos ponemos en presencia del Señor, haciendo la señal de la cruz: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Señor, en este momento de oración queremos poner en tus manos todo lo que somos y traemos: nuestras preocupaciones, dolores y alegrías, para que las recibas como ofrenda de amor y nos regales tener el corazón y la mente dispuestos a dialogar contigo y a escuchar lo que nos quieras decir, hoy. Implora para nosotros al Espíritu Santo para que nos ilumine y acompañe. Rezamos juntos: Padre nuestro…
¿Qué más podemos añadir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no va a darnos gratuitamente todas las demás cosas juntamente con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios, si Dios es el que salva? ¿Quién será el que condene, si Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado y está a la derecha de Dios intercediendo por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Ya lo dice la escritura: “Por tu causa estamos expuestos a la muerte cada día: nos consideran como ovejas destinadas al matadero.” Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. Porque estoy seguro que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Carta de San Pablo a los Romanos 8, 31-39)
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En un momento de silencio, cada uno medita lo siguiente:
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¿Qué frase me llama, especialmente, la atención? (Detenerse en el texto meditando la frase que más me resuene. Repetirla varias veces buscando su sentido, qué me querrá estar diciendo Dios con ella)
Señor, queremos compartir lo que hoy nos has dicho a cada uno, también poner en común nuestras peticiones y acción de gracias. (Cada uno puede compartir su frase y pedir o dar gracias a Dios).
2 3
Te agradecemos, Padre bueno, este momento contigo. Para finalizar rezamos un Ave María e imploramos, para nosotros la bendición de Dios, “en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”.
¿Cómo le respondo yo a Dios?, ¿qué le quiero decir como respuesta a esta frase? ¿Qué compromiso me gustaría asumir hoy, a partir de esta frase que Dios me regala?
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Miércoles Santo
8 de abril
Texto Bíblico Nos ponemos en presencia del Señor, haciendo la señal de la cruz: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Señor, en este momento de oración queremos poner en tus manos todo lo que somos y traemos: nuestras preocupaciones, dolores y alegrías, para que las recibas como ofrenda de amor y nos regales tener el corazón y la mente dispuestos a dialogar contigo y a escuchar lo que nos quieras decir, hoy. Implora para nosotros al Espíritu Santo para que nos ilumine y acompañe. Rezamos juntos: Padre nuestro…
Todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación. Porque era Dios el que reconciliaba consigo al mundo en Cristo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y confiándonos el mensaje de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, y es como si Dios mismo los exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo les suplicamos que se dejen reconciliar con Dios. A quien no cometió pecado, Dios lo hizo por nosotros reo de pecado, para que, gracias a él, nosotros nos transformemos en salvación de Dios. (Segunda carta de San Pablo a los Corintios 5, 18-21)
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En un momento de silencio, cada uno medita lo siguiente:
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Qué frase me llama, especialmente, la atención? (Detenerse en el texto meditando la frase que más me resuene. Repetirla varias veces buscando su sentido, qué me querrá estar diciendo Dios con ella)
Señor, queremos compartir lo que hoy nos has dicho a cada uno, también poner en común nuestras peticiones y acción de gracias. (Cada uno puede compartir su frase y pedir o dar gracias a Dios).
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Te agradecemos, Padre bueno, este momento contigo. Para finalizar rezamos un Ave María e imploramos, para nosotros la bendición de Dios, “en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”.
¿Cómo le respondo yo a Dios?, ¿qué le quiero decir como respuesta a esta frase?
¿Qué compromiso me gustaría asumir hoy, a partir de esta frase que Dios me regala?
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Jueves Santo
9 de abril
Texto Bíblico Nos ponemos en presencia del Señor, haciendo la señal de la cruz: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Señor, en este momento de oración queremos poner en tus manos todo lo que somos y traemos: nuestras preocupaciones, dolores y alegrías, para que las recibas como ofrenda de amor y nos regales tener el corazón y la mente dispuestos a dialogar contigo y a escuchar lo que nos quieras decir, hoy. Implora para nosotros al Espíritu Santo para que nos ilumine y acompañe. Rezamos juntos: Padre nuestro…
Por lo que a mí toca, del Señor recibí la tradición que les he transmitido, a saber, que Jesús, el Señor, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía”. Igualmente, después de cenar, tomó el cáliz y dijo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; cuantas veces beban de él, háganlo en memoria mía”. Así pues, siempre que coman de este pan y beban de este cáliz, anuncian la muerte del Señor hasta que él venga. (Primera carta de San Pablo a los Corintios 11, 23-26)
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En un momento de silencio, cada uno medita lo siguiente:
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¿Qué frase me llama, especialmente, la atención? (Detenerse en el texto meditando la frase que más me resuene. Repetirla varias veces buscando su sentido, qué me querrá estar diciendo Dios con ella)
Señor, queremos compartir lo que hoy nos has dicho a cada uno, también poner en común nuestras peticiones y acción de gracias. (Cada uno puede compartir su frase y pedir o dar gracias a Dios).
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Te agradecemos, Padre bueno, este momento contigo. Para finalizar rezamos un Ave María e imploramos, para nosotros la bendición de Dios, “en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”.
¿Cómo le respondo yo a Dios?, ¿qué le quiero decir como respuesta a esta frase? ¿Qué compromiso me gustaría asumir hoy, a partir de esta frase que Dios me regala?
¿Qué celebramos este día? El Jueves Santo es el día en que recordamos que Jesucristo es modelo de humildad al lavar los pies de sus discípulos, recordándonos que Él no vino a ser servido sino a servir. Tras el lavatorio de pies, recordamos la institución de la Eucaristía, en la Última Cena. Esa noche se torna oscura con la oración de Jesús en el Huerto. La contemplación del dolor de Nuestro Señor comienza a estremecernos y nos prepara para comprender la profundidad de su Pasión.
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Viernes Santo
10 de abril
Texto Bíblico Nos ponemos en presencia del Señor, haciendo la señal de la cruz: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Señor, en este momento de oración queremos poner en tus manos todo lo que somos y traemos: nuestras preocupaciones, dolores y alegrías, para que las recibas como ofrenda de amor y nos regales tener el corazón y la mente dispuestos a dialogar contigo y a escuchar lo que nos quieras decir, hoy. Implora para nosotros al Espíritu Santo para que nos ilumine y acompañe. Rezamos juntos: Padre nuestro…
Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un sumo sacerdote eminente que ha penetrado en los cielos, mantengámonos firmes en la fe que profesamos. Pues no es él un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, sino que ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, pues, con plena confianza al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y encontrar la gracia de un socorro oportuno. El mismo Cristo, que en los días de su vida mortal presentó oraciones y súplicas con grandes gritos y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado en atención a su actitud reverente; y precisamente porque era Hijo, aprendió sufriendo a obedecer. Llegado a la perfección se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen. (Carta de San Pablo a los Hebreos 4, 14-16; 5,7-9)
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En un momento de silencio, cada uno medita lo siguiente:
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¿Qué frase me llama, especialmente, la atención? (Detenerse en el texto meditando la frase que más me resuene. Repetirla varias veces buscando su sentido, qué me querrá estar diciendo Dios con ella)
Señor, queremos compartir lo que hoy nos has dicho a cada uno, también poner en común nuestras peticiones y acción de gracias. (Cada uno puede compartir su frase y pedir o dar gracias a Dios).
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Te agradecemos, Padre bueno, este momento contigo. Para finalizar rezamos un Ave María e imploramos, para nosotros la bendición de Dios, “en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”.
¿Cómo le respondo yo a Dios?, ¿qué le quiero decir como respuesta a esta frase? ¿Qué compromiso me gustaría asumir hoy, a partir de esta frase que Dios me regala?
¿Qué celebramos este día? El Viernes Santo recordamos el prendimiento, flagelación, coronación de espinas, juicio, camino del Calvario, crucifixión y muerte de Jesucristo. Es un día que debe animarnos a una profunda reflexión, a una concentración profunda en el misterio del sufrimiento y de la muerte del Señor. Valdrá mucho la pena que este día leamos el Evangelio atentamente y participemos del viacrucis, reflexionando seriamente sobre nuestra vida y la generosidad de Dios que da su Vida para nuestra salvación.
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Sábado Santo
11 de abril Texto Bíblico
Nos ponemos en presencia del Señor, haciendo la señal de la cruz: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Señor, en este momento de oración queremos poner en tus manos todo lo que somos y traemos: nuestras preocupaciones, dolores y alegrías, para que las recibas como ofrenda de amor y nos regales tener el corazón y la mente dispuestos a dialogar contigo y a escuchar lo que nos quieras decir, hoy. Implora para nosotros al Espíritu Santo para que nos ilumine y acompañe. Rezamos juntos: Padre nuestro…
¿Ignoran acaso que todos nosotros, a quienes el bautismo ha vinculado a Cristo, hemos sido vinculados a su muerte? En efecto, por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo quedando vinculados a su muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva. Porque si hemos sido injertados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección. Sepan que nuestra antigua condición pecadora quedó clavada en la cruz con Cristo, para que, una vez destruido este cuerpo marcado por el pecado, no sirvamos ya más al pecado; porque cuando uno muere, queda libre del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, confiemos en que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no vuelve a morir, la muerte no tiene ya dominio sobre él. Porque cuando murió, murió al pecado de una vez para siempre; su vivir, en cambio, es un vivir para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios, en unión con Cristo Jesús. (Carta de San Pablo a los Romanos 6, 3-11)
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En un momento de silencio, cada uno medita lo siguiente:
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¿Qué frase me llama, especialmente, la atención? (Detenerse en el texto meditando la frase que más me resuene. Repetirla varias veces buscando su sentido, qué me querrá estar diciendo Dios con ella)
Señor, queremos compartir lo que hoy nos has dicho a cada uno, también poner en común nuestras peticiones y acción de gracias. (Cada uno puede compartir su frase y pedir o dar gracias a Dios).
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Te agradecemos, Padre bueno, este momento contigo. Para finalizar rezamos un Ave María e imploramos, para nosotros la bendición de Dios, “en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”.
¿Cómo le respondo yo a Dios?, ¿qué le quiero decir como respuesta a esta frase? ¿Qué compromiso me gustaría asumir hoy, a partir de esta frase que Dios me regala?
¿Qué celebramos este día? Con la muerte del Señor en la cruz, el mundo se cubre de tinieblas. Un momento de espera en la que la Iglesia nos pide que acudamos a la Santísima Virgen, la madre dolorosa que ha recibido de José de Arimatea el cuerpo sin vida de Jesús. Es precisamente en este Sábado Santo cuando podemos apreciar la grandeza de la Santísima Virgen.
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Domingo de Resurrección
12 de abril
Texto Bíblico
Nos ponemos en presencia del Señor, haciendo la señal de la cruz: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Señor, en este momento de oración queremos poner en tus manos todo lo que somos y traemos: nuestras preocupaciones, dolores y alegrías, para que las recibas como ofrenda de amor y nos regales tener el corazón y la mente dispuestos a dialogar contigo y a escuchar lo que nos quieras decir, hoy. Implora para nosotros al Espíritu Santo para que nos ilumine y acompañe. Rezamos juntos: Padre nuestro…
Les recuerdo, hermanos, el evangelio que les anuncié, que recibieron y en el que han perseverado. Es el evangelio que los está salvando, si lo conservan tal y como lo anuncié; de no ser así habrían creído en vano. Porque yo les transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, y que fue sepultado; que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Pedro y luego a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que la mayor parte viven todavía, aunque algunos ya hayan muerto. Luego se apareció a Santiago, y más tarde a todos los apóstoles. Y después de todos se me apareció a mí, como si se tratara de un hijo nacido fuera de tiempo. Yo, que soy el menor de los apóstoles, indigno de llamarme apóstol por haber perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Al contrario, he trabajado más que todos los demás; bueno, no yo, sino la gracia de Dios conmigo. En cualquier caso, tanto ellos, como yo, esto es lo que anunciamos y esto es lo ustedes han creído. (Primera carta de San Pablo a los Corintios 15, 1-11)
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En un momento de silencio, cada uno medita lo siguiente:
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¿Qué frase me llama, especialmente, la atención? (Detenerse en el texto meditando la frase que más me resuene. Repetirla varias veces buscando su sentido, qué me querrá estar diciendo Dios con ella)
Señor, queremos compartir lo que hoy nos has dicho a cada uno, también poner en común nuestras peticiones y acción de gracias. (Cada uno puede compartir su frase y pedir o dar gracias a Dios).
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Te agradecemos, Padre bueno, este momento contigo. Para finalizar rezamos un Ave María e imploramos, para nosotros la bendición de Dios, “en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo”.
¿Cómo le respondo yo a Dios?, ¿qué le quiero decir como respuesta a esta frase? ¿Qué compromiso me gustaría asumir hoy, a partir de esta frase que Dios me regala?
¿Qué celebramos este día? Con este día concluye la Semana Santa. Del dolor y la oscuridad pasamos a ver a un Jesucristo deslumbrante, Rey de Reyes. Comienza la Pascua con el Domingo de Resurrección y llegamos al momento cúspide en el calendario litúrgico. Jesús ha muerto por nosotros, pero ha resucitado abriéndonos las puertas del Cielo.
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VĂa Crucis
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Vía Crucis Vía Crucis significa “Camino de la Cruz”. Se trata de un camino de oración que busca adentrarnos en la meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en su camino al Calvario. El camino se representa con una serie de imágenes de la Pasión o “Estaciones” correspondientes a incidentes particulares que Jesús sufrió por nuestra salvación, desde el momento que es aprehendido hasta su crucifixión y sepultura. Al rezarlo, se nombra la estación y se lee el evangelio que relata lo que sucede en cada estación. Meditemos con un corazón humilde lo que vamos presenciando, acompañando a Cristo al Calvario.
Lector 1: Nos ponemos en presencia del Señor, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Señor Jesús, queremos acompañarte en el camino de la cruz… contemplarte y admirarnos de tu generosa entrega de amor por nosotros. Descubrir quién eres y reconocerte como nuestro Camino, Verdad y Vida. Regálanos comprender el misterio de lo que viviremos y que, con nuestra vida, podamos encarnar lo que Tú has hecho por nosotros.
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Primera estación:
Jesús en el Huerto de los Olivos Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: “Quédense aquí, mientras yo voy a orar”. Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo: “Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando”. Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía: “Abbá -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. (Mc 14, 32-36)
Lector 2: Jesús, queremos acompañarte en tu tristeza y angustia, queremos hacer oración, como Tú. Pensamos en lo que nosotros podemos estar viviendo que nos causa dolor o preocupación y en el miedo que nos produce el sufrimiento. Señor, te lo ofrecemos para hacer más llevadero tu dolor y te pedimos que nos regales conocer la voluntad de Dios para nosotros; que podamos confiar en ti y así podamos decir contigo: “Padre todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Segunda Estación:
Jesús es traicionado por Judas y arrestado Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado esta señal: “Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado”. Apenas llegó, se le acercó y le dijo: “Maestro”, y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. (Mc 14, 43-46)
Lector 2: Perdónanos, Jesús, por todas las veces en que somos como Judas y te traicionamos…. negándote o llevando una vida distinta de lo que nos enseñas. Queremos que seas nuestro Maestro, que realmente podamos seguirte y aprender de ti. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Tercera Estación:
Jesús es condenado por el Sanedrín Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: “¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?” Él permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: “¿Eres el Mesías, el Hijo del Dios bendito?”Jesús respondió: “Sí, yo lo soy, y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo”.
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: “¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?” Y todos sentenciaron que merecía la muerte. (Mc 14, 55; 60-64) Lector 2: Señor, cuántas veces juzgamos injustamente a los demás… nos llenamos de prejuicios y no los acogemos. ¡Cuánto nos duele, también, cuando nos ocurre a nosotros! Todo esto recae también, en ti, en el momento en que eres juzgado a muerte por el Sanedrín! Tú, que eres la verdad, ayúdanos a reconocerte como nuestro Mesías, como el hijo de Dios que es juzgado hoy, por cada uno de nosotros. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Cuarta Estación:
Jesús es negado por Pedro Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos : Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: “Tú también estabas con Jesús, el Nazareno”. Él lo negó, diciendo: “No sé nada; no entiendo de qué estás hablando”. Luego salió al vestíbulo y cantó el gallo. La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes: “Este es uno de ellos”. Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro: “Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo”. Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban
hablando. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: “Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces”. Y se puso a llorar. (Mc 14, 66-72) Lector 2: Señor, hoy, como a Pedro, nos duele haberte negado… cuando debíamos defender nuestra fe y valores, cuando nos desentendimos de críticas y cuestionamientos a nuestra Iglesia… cuando te dejamos fuera de nuestra vida. Tú conoces nuestra naturaleza humana, sabes que repetidas veces nos olvidaremos de ti y, aun así, nos amas y estás decidido a entregarte por nosotros. Señor, regálanos hoy el poder serte fieles en nuestra vida cotidiana. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Quinta Estación:
Jesús es juzgado por Pilato Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos.
crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. (Lc 23, 1-4; 23-24)
Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato. Y comenzaron a acusarlo, diciendo: “Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías”. Pilato lo interrogó, diciendo: “¿Eres tú el rey de los judíos?” “Tú lo dices”, le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: “No encuentro en este hombre ningún motivo de condena”. Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera
Lector 2: Señor, cuántas veces nos dejamos llevar por la mayoría y tenemos miedo a defender lo que pensamos o, simplemente, nos es indiferente. Como Pilato, accedemos a lo que los demás quieren. Perdona cada una de las veces en que la indiferencia ante ti y ante los demás hombres nos inmoviliza y no nos permite actuar con justicia y amor. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Sexta Estación:
Jesús es flagelado y coronado de espinas Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: “Salud, rey de los judíos”. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. (Mt 27, 26-30)
Lector 2: Señor, te golpean brutalmente flagelando tu piel, se burlan de ti y de tu realeza coronándote de espinas. En estos momentos, llevas en tu cuerpo el dolor de tantos enfermos y maltratados y, en tu espíritu, el dolor de los perseguidos y humillados. Gracias, Señor, porque muchas veces nos sentimos así y hoy reconocemos que todo esto lo sufriste por nosotros, por aliviar nuestro dolor, por salvarnos. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Séptima Estación:
Jesús carga con la cruz Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado “del Cráneo”, en hebreo, “Gólgota”. (Jn 19, 16-17)
Lector 2: Señor, hoy queremos abrazar contigo la cruz… la vida nos traerá cruces, pequeñas o grandes, sufrimientos con los que tendremos que vivir. ¡Qué distinto es si los vivimos contigo, Señor! Si los cargamos para aliviar el peso que tú cargas. Si nos damos cuenta que la única manera de llegar a la plena felicidad, a la resurrección, es compartiendo contigo nuestro dolor. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Octava Estación:
Jesús es ayudado por el Cireneo Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. (Mc 15, 21)
Lector 2: Cuántas veces, Señor, pasamos al lado de alguien que sufre y no nos detenemos a ayudarlo o simplemente no lo vemos. Regálanos ser como el Cireneo que, aun cuando fue obligado, te ayudó a llevar tu cruz… que podamos alivianar tu cruz acompañando a quienes sufren en nuestras familias, amigos o en el trabajo. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Novena Estación:
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: “¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos”. (Lc 23, 27-28)
Lector 2: Señor, te queremos pedir por cada una de las mujeres que sufren hoy… principalmente por las que pertenecen a nuestras familias y amistades. Enséñanos a seguirte en el camino, como lo hicieron las mujeres de Jerusalén en el Calvario. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Décima Estación:
Jesús es crucificado Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: “El rey de los judíos”. (Mc 15, 24-26)
Lector 2: Señor, te contemplamos en la cruz. Te han desvestido y se han repartido tus ropas, han traspasado tus manos y tus pies con los clavos y pendes de los maderos. Regálanos comprender el misterio de la cruz y poder reconocerte como el rey de nuestra vida, como nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Décima Primera Estación:
Jesús promete su Reino al buen ladrón Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino”. Él le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”. (Lc 23, 39-43)
Lector 2: Señor, queremos decirte como el buen ladrón, “Jesús, acuérdate de mí”. Tú que sabes lo que somos y hacemos, acuérdate de nosotros en tu Reino y regálanos la felicidad de la vida plena, que tanto anhelamos. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Décima Segunda Estación:
Jesús crucificado, la Madre y el Discípulo Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. (Jn 19, 26-27)
Lector 2: Hoy nos regalas, Señor, a María como madre nuestra y nos invitas a que, como el discípulo amado, la llevemos a nuestra casa, a habitar en nuestros corazones. En los momentos de dolor, María es expresión de entereza y fidelidad a ti. Regálanos poder conocerla, acercarnos a ella y, cada vez más, asemejarnos a ella. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Décima Tercera Estación:
Jesús muere en la cruz (Nos ponemos de rodillas y hacemos un momento de silencio) Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y diciendo esto, expiró. (Lc 23, 44-46)
Lector 2: Qué incomprensible nos parece tu muerte en la cruz, Señor. Lo que puede verse como un fracaso humano es lo que te permitió salvarnos. Regálanos comprender la profundidad de tu amor por nosotros, un amor que se prueba en que das tu vida, por cada uno, en la cruz. Rezamos un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria. (También se puede cantar o rezar un denario o misterio del Rosario)
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Décima Cuarta Estación:
Jesús es depositado en el sepulcro Lector 1: Te adoramos, ¡oh Cristo, Camino, Verdad y Vida!, y te bendecimos. Todos: Que por tu santa cruz redimiste al mundo. Lector 1: En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. (Jn 19, 41-42) Lector 2: Jesús, elegiste no descender vivo de la cruz sino resucitar del sepulcro… tener una muerte verdadera, un auténtico silencio durante tres días. Ahora sólo queda esperar. Parece interminable la espera
del tercer día. Señor, haznos perseverantes para estar junto a ti en el silencio, en la frustración, en los fracasos, en la muerte. Regálanos la confianza en ti y creer en tus palabras: “No tengan miedo. Yo he vencido al mundo. No falto nunca a la cita. Estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Señor, aumenta nuestra fe, regálanos creer que Tú eres nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida y que, juntos, podamos alegrarnos de tu Resurrección. Lector 1: Al terminar nuestro vía crucis imploramos la bendición de Dios, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
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Sacramento de la Reconciliaci贸n libro semana santa 20093b.indd 47
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La Iglesia nos propone cinco pasos a seguir para hacer una buena confesión y aprovechar, al máximo, las gracias de este sacramento. Estos pasos expresan simplemente un camino hacia la conversión, que va desde el análisis de nuestros actos, hasta la acción que demuestra el cambio que se ha realizado en nosotros.
Examen de Conciencia Ponernos ante Dios que nos ama y quiere ayudarnos. Analizar nuestra vida y abrir nuestro corazón sin engaños, traduciendo lo meditado en palabras concretas que expresaremos al sacerdote.
Arrepentimiento
Propósito de no volver a pecar Si verdaderamente amo, no puedo seguir lastimando al amado. De nada sirve confesarnos si no queremos mejorar. Podemos caer de nuevo por debilidad, pero lo importante es la lucha, no la caída.
Decir los pecados al confesor El sacerdote es un instrumento de Dios. Dejemos a un lado la vergüenza o el orgullo y abramos nuestra alma seguros de que es Dios quien nos escucha.
Recibir la absolución y cumplir la penitencia Es el momento en que recibimos el perdón de Dios. La penitencia es un acto sencillo que representa nuestra reparación por las faltas que cometimos.
Sentir un dolor verdadero por haber pecado ya que hemos lastimado a Dios.
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Breve cuestionario para el examen de conciencia Respecto a mi relación con Dios: ¿Creo verdaderamente en Dios o confío más en brujerías, amuletos, supersticiones, horóscopos? ¿Amo a Dios sobre todas las cosas o amo más a las cosas materiales? ¿Voy a Misa los domingos? ¿Me confieso y comulgo frecuentemente? ¿Hago oración, como un diálogo íntimo con Dios? ¿He usado el nombre de Dios sin respeto? ¿Defiendo a la Iglesia y a sus representantes? Respecto a mi relación con los demás: ¿Trato bien a mi familia? ¿Busco hacerlos felices o que se haga lo que yo digo? ¿He matado, robado o mentido? ¿He hecho daño a alguien? ¿Acostumbro hablar mal o pensar mal de los demás? ¿He permitido que sentimientos de envidia o rencor den lugar a actos que puedan perjudicar a otros? ¿He pasado a llevar a otros ya sea con mi actitud o con mis palabras? ¿He herido a alguien con mis palabras?
¿Cómo ha sido mi comportamiento con mis padres? ¿He sido respetuoso? ¿Y con otras autoridades como profesores, personas que sirven, trabajadores, gente más sencilla? ¿He sido generoso, he compartido de lo mío cuando alguien lo ha necesitado? ¿Intento hacer una linda vida familiar o me dejo llevar por la lata o por el mínimo esfuerzo y me quejo, soy peleador y poco agradecido?
Respecto a mi relación conmigo mismo: ¿Lucho por ser mejor cada día? ¿He controlado mi carácter? ¿He sido leal a mis amistades? ¿Me preocupo de realizar mis obligaciones con responsabilidad y con la conciencia de que son parte de mi misión personal? ¿Me preocupo de mi salud, considerando que mi cuerpo es un regalo de Dios? ¿Duermo lo necesario, como lo suficiente, trato de llevar una vida ordenada, dentro de mi realidad? ¿Me preocupo de cuidar mi cuerpo a través de la alimentación, bebida, gustos? ¿Soy respetuoso con mi sexualidad? ¿He sido fiel? ¿Cuido y respeto el cuerpo de los demás?
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Edici贸n Direcci贸n de Pastoral DuocUC www.pastoral.duoc.cl Dise帽o y diagramaci贸n Magdalena Tagle C.
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