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5. El rechazo y la carencia afectiva
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EL RECHAZO Y LA CARENCIA AFECTIVA
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El dolor de la soledad es considerado el daño emocional más cruel que puede experimentar el ser humano. Luego de este, el dolor más profundo es el causado por el rechazo.
El rechazo duele. Estudios académicos muestran que el sentimiento de rechazo es semejante al dolor físico, activando incluso las mismas áreas del cerebro. Sin embargo, mientras los dolores físicos pueden ser tratados con medicamentos o ejercicios, los dolores emocionales, como el del rechazo, pueden durar años.
Podemos definir el rechazo como abandono o repudio. Causa mayor dolor cuando el que nos rechaza es una persona que nos afecta, de quien esperábamos amor y cuidado, como nuestros padres, nuestro cónyuge, nuestros hijos o amigos cercanos, o personas a quienes apreciamos o amamos.
El rechazo produce un vacío en la persona, una carencia a ser suplida que parece no tener fin ni sustitutos, causando una herida que tarda bastante en cerrar.
Las personas que se sienten rechazadas asocian estas nuevas emociones a vivencias anteriores que les generaron un sentimiento de rechazo en el pasado, tales como un abandono parental o bullying. Cuando un novio se va, un marido traiciona a su mujer o una esposa decide abandonar la casa, se abren nuevas heridas que se suman a las antiguas. Eso hace que la persona establezca un patrón asociativo automático y crea que le sucederá nuevamente: «¡Todos me rechazarán!»
Muchos de los que fueron rechazados terminan boicoteando sus nuevas experiencias. Seguramente busquen los mismos patrones de
comportamiento en los demás, involucrándose siempre con personas infieles, agresivas o indiferentes afectivamente, o decidan cerrarse a nuevas experiencias, aun dentro de la iglesia o con Dios.
No podemos decidir por nuestros padres y abuelos. Algunos deciden irse y rechazarnos, impidiendo así que tengamos buenos recuerdos afectivos que quisiéramos haber construido en nuestra infancia. Pero podemos seguir hacia adelante, eligiendo con sabiduría nuevas figuras afectivas, como cónyuges, hijos, hermanos en la fe y amigos.
¿Quién te agrada?
Una de las habilidades más difíciles de la vida es aprender a conocer a las personas. Todos alguna vez nos desilusionamos en esa área. Confiamos en alguien que nos traicionó, y vivimos esperando actitudes coherentes y agradables de parte de esa persona hasta el día de hoy —lo que sin dudas puede no suceder.
Jesús tuvo a su lado a Judas durante tres años, quien fue cuidado y enseñado por el Maestro.
Una de las habilida- Tomás presenció muchos milagros. Pedro perdes más difíciles de mitió que su temor fuese más fuerte que su grala vida es aprender titud por la confianza que Jesús había depositado en él, y lo traicionó tres veces. De los doce a conocer a las discípulos solo Juan estuvo a los pies de la cruz personas. en el momento de la crucifixión de Jesús. ¡Y todos los maestros de la ley que habían leído y enseñado acerca del Mesías lo llevaron a la muerte!
Jesús trabajó para ganarse el afecto, la confianza y la transformación de sus discípulos, aun conociendo las peculiaridades de cada uno de ellos. De la misma forma, nosotros debemos buscar la sabiduría que viene de Dios para aprender a analizar a cada persona y a discernir el carácter de aquellos con quienes convivimos.
Recuerda siempre que tú decides quiénes pueden acercarse a ti —¿o permitirás que cualquiera se acerque a ti y haga suposiciones acerca de tu vida? Algunas personas tienen el talento de acercarse y absorber todo nuestro afecto. Se acercan lentamente y comienzan a quitarnos la alegría, los secretos que tenemos con Dios, nuestra paz, nuestro dinero, nuestra honra y nuestras esperanzas.
Es necesario en primer lugar que sepas qué te agrada de las personas. ¿Qué características admiras, con qué posturas concuerdas, y cuáles son las actitudes, valores y conceptos acerca de la vida que buscas en los
demás? ¿Quieres convivir con personas que promueven el chisme, las intrigas, la envida y la prepotencia? ¿O buscas en las personas integridad, prudencia, consideración, optimismo, coherencia y proactividad?
Nuestra primera impresión no es tan engañosa si cuando conocemos a alguien ponemos mucho cuidado y atención. Luego de cinco mi- Tú decides quiénes nutos de conversación ya es posible que iden- pueden acercarse a tifiquemos una buena o mala educación o la falta de roce social. A partir de los juegos y coti. ¿O le permitirás a mentarios podemos identificar visos de envidia, cualquiera que se sarcasmo o arrogancia. Por medio de la mirada acerque a ti y haga podemos predecir la malicia, la prepotencia o la suposiciones acerca maldad. El problema es que muchas veces no de tu vida? consideramos esos detalles porque, al mismo tiempo, la persona se muestra atenta, inteligente, delicada, graciosa ¡y una gran contadora de historias!
Las personas tímidas y reservadas, que no muestran mucho en un primer momento, pueden ser más confiables que aquellas que muestran muchas virtudes de ellas mismas. Porque los que son honestos, decentes, confiables, amorosos y buenas personas no alardean acerca de sus cualidades —¡las evidencian cuando es necesario!
Para conocer realmente a una persona necesitamos tiempo, y convivir con ella por lo menos entre un año y medio y tres años. Pero ese conocimiento debe ir más allá de las palabras: ¿Qué dicen sus padres, pastores, cónyuges e hijos de ella? ¿Qué dice su pasado? ¿Su vida, aún dentro de la iglesia, está marcada por la irresponsabilidad y la falta de compromiso con Dios? ¿Acepta recibir órdenes de su jefe en el trabajo o de las autoridades de la iglesia? ¿Está envuelta siempre en el chismerío? ¿Explota con frecuencia?
Obsérvala. Eso no es juzgar. Observa si, aun llamándose cristiana, y habiendo recibido consejos pastorales y bíblicos, decide tomar el camino más fácil aunque sea el equivocado. ¿Maltrata a los que están debajo de ella? ¿Halaga solo a quienes tienen dinero o poder? ¿Señala siempre los errores de los demás? ¿Elogia alguna vez? ¿Cree que sólo ella sabe todo? ¿Tiene una lengua filosa?
Con un currículum así, considera la posibilidad de salir lastimado nuevamente si te relacionas con ella. ¿Vale la pena abrir tu corazón a alguien así? ¿O crees que contigo va a actuar de un modo diferente?
En el caso de que tengas un pariente distante que siempre te hiere intencionalmente, aléjate de él. Si se trata de un pariente más cercano,
como uno de tus padres, abuelos, hermanos o suegros, con los cuales es necesario que pases más tiempo, muéstrate con mucha simpatía pero a la vez actúa con mucha sabiduría. Entra en silencio y sal casi sin haber hablado de esas reuniones, comentando solo algo acerca del clima o de la cena. No abras tu vida, no le cuentes tus secretos, preserva tu vida conyugal y los logros de tus hijos.
Es difícil visitar a una madre sabiendo, de antemano, que te va a herir con sus comentarios. O esperar un «te amo» de un padre o de un abuelo que siempre decide criticar en vez de elogiar. ¿Qué decir de un cónyuge distante, que hace de tu casa un hotel, que nunca tiene una palabra amena, un abrazo fuerte, que no considera tu esfuerzo por mantener tu casa funcionando, ni le gusta dormir en cucharita?
Puedes tener tu almohada mojada de lágrimas, o recuerdos dolorosos y palabras que resuenan en tu mente que te lastiman a diario. Pero aunque te hayan lastimado o rechazado, aún en la iglesia en la que te congregas, mi consejo para ti es: ¡Persiste!
Persiste en orar. Habla con Aquel que te conoce. Cierra más tus labios con las personas y presenta tu dolor a Dios. Él no te rechaza; Él conoce tu dolor, pues él también fue rechazado por aquellos que amaba, y escogido por su pueblo para morir en la cruz del Calvario.
Timoteo fue despreciado y rechazado por los creyentes por ser joven, pero Pablo le dio un consejo interesante: «Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.» (1 Timoteo 4:12,16). Sé ejemplo para los que están cerca. Que tu proceder sea siempre correcto e íntegro. Que tu
Mantén un corazón amor alcance a los débiles y a los enfermos. Que puro, sin heridas ni tu fe en Dios sea indestructible. rencores. Perdona a Mantén un corazón puro, sin heridas ni rencores. Perdona a quienes no merecen tu perdón. quienes no merecen Decide olvidar lo que escuchaste. Pon un punto tu perdón. final a las discusiones, bálsamo sobre las heridas y pídele gracia a Dios para seguir adelante. Decide levantar la mirada, arreglarte y quererte más. El rechazo destruye la autoestima, pero el amor de Dios puede reconstruirla, y ello hará que decidas alimentar más el amor por ti.
Dios te ama. Él te dio dones y talentos. Cree en las competencias y habilidades que te otorgó.
Dios no nos rechaza; nos acepta como somos. Y su plan es transformarnos para que seamos lo mejor que podamos, restaurando nuestras emociones y transformando nuestra imagen y autoestima.
Carencia y dependencia emocional
Al crear a Adán y Eva, la primera orden que Dios les dio fue: FRUCTIFICAD. Esa palabra señala la necesidad de que fueran fértiles y multiplicaran la especie, pues ellos habrían de poblar la tierra con hijos e hijas.
Como psicóloga, también identifico esa palabra con el inicio de la vida emocional. Dios creó a Adán y a Eva adultos, con la estatura correcta; los hizo física e intelectualmente perfectos y capaces. La inteligencia y las habilidades de ambos eran muy superiores a las que tenemos en la actualidad, pues su mente aún no se había corrompido por el pecado. Por lo tanto, cuando Dios les ordenó que se multiplicaran no se refería solo a que lo hicieran numéricamente sino también emocionalmente, utilizando la sabiduría y la comprensión que les otorgó a ambos.
Ellos debían convivir, aprender a relacionarse entre ellos y con todo lo que Dios había creado, además de adquirir un conocimiento cada vez mayor de Dios, quien conversaba con ellos a diario. ¡Qué maravilloso era el Edén!
La primera orden dada por Dios al primer matrimonio instituido por Él fue «Dejarás a tu padre y a tu madre». Esa expresión señala la necesidad del ser humano de buscar la madurez y la independencia emocional, que si lo aplicamos a la actualidad abarcaría también la independencia financiera.
Tanto la dependencia como la independencia emocional forman parte de la naturaleza humana. Nacemos absolutamente dependientes del cuidado, del afecto, de la educación y del significado que los demás nos otorgan. Necesitamos que nos carguen en brazos, recibir elogios, agradar, que nos presten atención; necesitamos a los amigos, a los hermanos, la comprensión ajena. Lamentablemente muchos atraviesan su infancia sin recibir cariño, con padres abusivos, madres ausentes y frías, bloqueados emocionalmente, sufriendo física y verbalmente, sintiéndose vencidos en su alma y en su cuerpo.
Tanto la dependencia como la independencia emocional forman parte de la naturaleza humana. Nacemos absolutamente dependientes del cuidado, del afecto, de la educación y del significado que los demás nos otorgan.
Siempre necesitaremos del otro. El ser humano está dotado social y emocionalmente y es un ser relacional. Necesitamos tener una familia, hermanos, amigos, primos, un cónyuge, hijos, nietos. Y, luego de la conversión, nos insertamos en la iglesia que es la familia de Dios, de la cual esperamos comunión y afecto. El problema de la dependencia surge cuando la importancia que les damos a los demás se
El problema de la vuelve una necesidad incontrolable, una obsedependencia surge sión. Tal es el caso de la madre que no permite cuando la importan- que su hijo sea feliz cuando se casa por estar cia que les damos a lejos de ella; del marido o de la esposa que no pueden cortar el cordón umbilical con su familos demás se vuelve lia de origen, haciendo más acuerdos con sus una necesidad padres que con su cónyuge; de la mujer que incontrolable, una fue abandonada por un hombre que resolvió obsesión. terminar su matrimonio e iniciar una nueva familia, pero que pasa sus días siguiendo a su «ex» en las redes sociales; del novio que deja de estudiar y de hablar con sus padres y amigos por una jovencita que lo domina, al punto de preferir morirse antes que terminar su relación con ella; de la muchacha que conquista a un muchacho y, aun sabiendo que si se casa con terminará mal su matrimonio, prefiere casarse antes que quedarse sola.
La persona casada no debe pasar toda su vida dependiendo emocionalmente de un cónyuge irresponsable y desleal, que gasta todo su salario en bebidas y orgías. No se debe subestimar a un hombre que golpea a su esposa o a sus hijos, porque esto dejará severas secuelas en el alma de ellos. Chantajes emocionales, del tipo: «Si me dejas me mato» o «Si amas a Dios, a tus padres o a tus hermanos más que a mí te mato» deben ser tratadas.
Un matrimonio sano no puede pelearse entre sí debido a que los suegros interfieren de forma inconveniente en su vida diaria porque son infelices en su propio matrimonio. Nuestros hijos siempre serán nuestros, pero los debemos criar para que un día construyan sus propias familias. Son flechas que deben volar hacia adelante, y construir nuevas experiencias y su propia carrera.
El problema de la carencia es que no le permite a la persona soltar el cordón umbilical. Y eso le impedirá crecer, y también lo lanzará hacia relaciones en las cuales sufrirá.
El necesitado de afecto chantajea a los demás, negocia cariño y acepta recibir heridas emocionales. Si te sientes carente de afecto tal vez necesites volver a recordar que tienes un Dios que te creó, que te ama, que tiene pensamientos excelentes acerca de ti, y que jamás actuará como las personas que te lastimaron ni como tus padres naturales.
«Tú formaste mis entrañas; me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré, porque formidables y maravillosas son tus obras; estoy maravillado y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, aunque en oculto fui formado y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar ni una de ellas. ¡Cuán preciosos, Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!» (Salmos 139:13-17).
«¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? ¡Aunque ella lo olvide, yo nunca me olvidaré de ti!» (Isaías 49:15).
Necesitamos recibir afecto. Necesitamos del abrazo y las caricias. Nos gusta estar con las personas que amamos pero nuestras carencias deben ser saciadas en Dios, quien nos ama fiel e incondicionalmente.
Si necesitamos depender de alguien, ¡que sea de Dios!
Escoger a nuestros amigos
Los amigos no surgen de la nada. Una persona se convierte en nuestro amigo con el paso del tiempo, y se vuelve alguien muy especial para nosotros. Podemos tener muchos colegas o compañeros, pero debemos analizar bien cómo es cada uno para elegir a aquellos que en el futuro serán promovidos a la categoría de amigos.
Un amigo puede haber tenido vivencias diferentes a las nuestras, pero los valores y conceptos que priman en su vida deben ser semejantes a los nuestros. Un cristiano no puede tener como amigo y consejero a un inconverso —¡No existe la comunión entre las tinieblas y la luz!
Algunos son nuestros amigos por unos años y luego nos distanciamos por distintos motivos: cambiaron sus valores, nosotros maduramos, nos convertimos a Cristo, decidimos casarnos y profundizar nuestra amistad conyugal, o decidimos tener una vida más cercana a Dios.
Los casados deben incluir a sus cónyuges en sus relaciones de amistad. Si eso no sucede y tu cónyuge no tiene comunión con ellos, ¡aléjate
urgentemente! Los amigos no pueden destruir matrimonios ni pelearse con los hijos de sus amigos.
Un amigo no puede destruir tu carrera o profesión, haciendo que te vuelvas un mal profesional. Un amigo te dice verdades bíblicas. Y si discutes con él a causa de ello, debes alejarte de él.
«En todo tiempo ama el amigo y es como un hermano en tiempo de angustia» (Proverbios 17:17).
«Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto. Leales son las heridas que causa el que ama, pero falsos los besos del que aborrece.» (Proverbios 27:5-6).
«Mejores son dos que uno, porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! Que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.» (Eclesiastés 4:9-10).
Una relación que causa peleas y heridas no es amistad. Por lo tanto evalúa a quiénes llamas amigo: ¿Le gustan las peleas y la violencia? ¿Defiende prácticas deshonestas? ¿Tiene conversaciones indecentes y depravadas? ¿Te induce a pecar con sus palabras y acciones? Las buenas amistades te llevan a estar en paz con Dios, te impulsan a que tu matrimonio
Un amigo te dice esté mejor, y son de ayuda para tu crecimiento verdades bíblicas. personal y profesional. Las buenas amistades te
Si discutes con él a llevan a la santificación y a la madurez. Recuerda también que debes escoger adecuacausa de ello debes damente a la persona que estará contigo duranalejarte de él. te toda la vida, que será testigo de cómo vives a lo largo de los años: tu cónyuge. En definitiva, luego de elegir a Dios, escoger con quién te casarás es la decisión más difícil e importante que tomarás en la vida.
Dos cónyuges que se conectan adecuadamente y que intercambian emociones positivas a diario constituyen un matrimonio que se sostendrá la mayor parte del tiempo. No necesitan planificar vacaciones con amigos para poder divertirse, ni estar siempre con un grupo para huir de los problemas.
Cuando un matrimonio cultiva la amistad conyugal no necesita que otros intervengan en sus asuntos. Logran mantener conversaciones
amenas, reírse juntos, divertirse de a dos, y decidir juntamente con Dios las mejores estrategias a implementar en la vida diaria. Más allá de que, eventualmente, estar con amigos siempre es bueno, todo matrimonio debe construir recuerdos de momentos y conversaciones agradables de a dos. Por lo tanto, es importante que aprendan a construir una relación pacífica, evitando las peleas y las discusiones, muchas veces innecesarias, que acaban con el placer y la alegría de estar casados. Al fin y al cabo, todos necesitamos y deseamos la paz en nuestra vida familiar.
Escoge bien quién estará a tu lado. En tu infancia no pudiste elegir lo que los demás te harían, pero en la vida adulta las decisiones las tomas tú. Decide escoger un cónyuge y amigos que sean siervos de Dios, comprometidos en su intimidad con Él, que amen no solo la casa de Dios sino a Dios mismo, de tal manera que te emocione y te haga bien.
Perdonar, el mejor remedio
Perdonar no significa olvidar. Nuestra memoria mantiene conscientes las vivencias del yo. Creer que quien perdona olvida es un gran error. Perdonar es recordar la ofensa sin que nos genere odio, rebeldía ni deseos de venganza. Es aprender a convivir con el dolor de la traición sin el deseo de castigar al otro por lo que nos hizo. Es recordar sin rencor al punto de poder amar y, si fuese necesario, recorrer la segunda milla con aquel que nos lastimó.
Perdonar no hace que la herida cicatrice instantáneamente. Aunque nos arranquemos la flecha y perdonemos a quien nos la lanzó, existe un proceso que debemos experimentar hasta que la herida cierre y cicatrice. Los que perdonan pueden continuar por meses sintiendo el dolor de la traición o del disgusto que les provocó el ofensor. Es necesario esperar el tiempo que lleva que el alma humana asimile los hechos, entienda los motivos, conviva con los recuerdos y se apacigüe su dolor —¡no el recuerdo de lo que sucedió!
Decide superar tu dolor, controlar tus pensamientos, y no alimentar sentimientos de rabia o de auto conmiseración. Recuerda que el dolor puede ser insoportable, el hecho ocurrido puede haber sido muy malo, pero la persona que te lastimó puede aún necesitar que la bendigas con tu perdón.
Luego de elegir a Dios, escoger con quién te casarás es la decisión más difícil e importante que tomarás en la vida.
El perdón no es una opción. Realmente perdonar es la única opción que tienes para ser sanado de tu dolor, de la ira, de las enfermedades, del envejecimiento precoz, de la mirada turbia y de la aniquilación de tus proyectos de vida.
Perdonar no significa Nos gusta imputar culpas al otro, recordarolvidar. Nuestra le cuánto nos lastimó, «refregarle en el rostro» memoria mantiene todos sus errores, mantener un registro de las fallas ajenas, lo cual termina contaminando conscientes las nuestros recuerdos. Lo mejor es que sigamos vivencias del yo. hacia adelante sin tener grandes expectativas, ¡pues algunas personas jamás reconocerán ni asumirán sus errores!
No nos olvidemos que el perdón es una dádiva voluntaria para aquellos que no la merecen —¡porque si hubieran actuado correctamente no necesitarían nuestro perdón! Es la decisión personal de renunciar a nuestro derecho de exigir que el otro se retracte por el hecho de que nosotros tenemos la razón o por haber sido lastimados por él.
Cuanto más amamos más corremos el riesgo de que nos lastimen. El amor nos vuelve vulnerables, de modo que las heridas que nos produjeron aquellos que más amamos —nuestro cónyuge, nuestros padres, nuestros hijos o nuestros amigos— son las más difíciles de curar. Es imposible no sufrir cuando se destruye el sueño que teníamos, cuando nuestros proyectos se desmoronan o cuando la ilusión de un matrimonio perfecto se desvanece. Aquel que traiciona produce heridas en el alma del otro, el que lastima provoca dolor y el que hiere hace que el otro sufra.
Decidir perdonar es renunciar y sacrificar tus derechos, es no devolver con la misma moneda la ofensa recibida. En ese sentido, perdonar puede parecernos injusto, incorrecto, equivocado. Al fin y al cabo, lo ideal sería esperar que aquel que nos lastimó se arrodille a nuestros pies suplicando nuestro perdón y
El perdón es una reconociendo sus errores —muchas veces hasdádiva voluntaria ta deseamos que la persona pague por lo que para alguien que no nos hizo. Sin embargo, en la vida real, son mulo merece. chos los que nos herirán y nunca regresarán a limpiar nuestras heridas, y continuarán con su vida sin culpa ni remordimiento.
Conversa de forma clara con aquel que te hirió, especialmente si es alguien con quien debes convivir, como uno de tus hijos, tu cónyuge o uno de tus padres, de tal manera que puedan recordar y elaborar las
situaciones que los llevaron a actuar mal, repensando sus acciones futuras para que no continúen yendo por la vida lastimando a los demás con sus actitudes.
Especialmente en el matrimonio, compartir el dolor es escuchar el sufrimiento del Se necesita valor para otro, enjugar sus lágrimas y aprender a conversar durante las crisis. Si tú fuiste el que abrazar en silencio, actuó mal admite tu error. Encarar el probleesperando que las ma de frente es tener una actitud madura, de heridas que tú abriste alguien que se arrepintió de verdad y que tie- se cierren, pidiendo ne la oportunidad de santificarse y corregirse perdón repetidas veces, mediante el pedido de perdón. Se necesita valor para abrazar en silencio, esperando que reafirmando la promelas heridas que tú abriste se cierren, pidiendo sa de actuar correctaperdón repetidas veces y reafirmando la pro- mente en el futuro. mesa de actuar correctamente en el futuro.
En una relación íntima, ten siempre en mente que la decisión de perdonar puede significar decir con tus labios y con tu corazón «te perdono» todas las veces que sea necesario, aunque tu corazón aún esté sangrando. El dolor se cura con el tiempo y al recibir amor a diario.
Si guardas rencor por personas que te hirieron en el pasado, o que sabes que cuestionarían tu decisión, perdónalas a la distancia. Perdona en silencio, delante de Dios, y libérate del peso, de la herida y del dolor. Al fin y al cabo, perdonar es fundamental para ser curados y perdonados, y además es un mandamiento imprescindible para que tan- Sana tus carencias en to el que acepta el perdón como el que lo Dios. Sé sabio para ofrece reciban la bendición. poder discernir cómo
«Y ante todo, tened entre vosotros ferviente son las personas a la amor; porque el amor cubrirá multitud de hora de escoger a tus pecados» (1 Pedro 4:8). amigos. ¡Y aprende a elogiarte delante del
Perdona. Decide amar con el amor de espejo! Dios. Cultiva el amor. Cuando te des cuenta de que tu stock de amor está bajo ora y ayuna, acudiendo a la fuente que es Dios. Pero no te olvides que para que el amor crezca fuerte y pueda dar fruto debes cultivarlo con tus actos.
Abraza a las personas y muéstrales tu amor a aquellos a quienes amas.
Perdona, renunciando a tu derecho de tener la razón, lo cual te garantiza que estás haciendo lo correcto.
Sana tus carencias en Dios. Sé sabio para poder discernir cómo son las personas a la hora de escoger a tus amigos. ¡Y aprende a elogiarte delante del espejo! ¡Decide no sentirte ofendido por lo que te digan los demás y ámate a ti mismo!