Ocho pasos

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STEPHEN ARTERBURN


Ocho pasos para una vida excepcional © 2015 por Stephen Arterburn y John Shore Publicado por Editorial Patmos, Miami, FL. 33169 Todos los derechos reservados. Publicado originalmente en inglés por Bethany House Publishers, 11400 Hampshire Avenue South, Bloomington, Minnesota 55438, con el título The Exceptional Life. © 2011 por Stephen Arterburn y John Shore A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas se toman de la versión Reina-Valera ©1960, Sociedades Bíblicas Unidas. Traducción: Adriana Powell Edición: Guillermo Powell Diseño de Portada: Luiz Felipe Kessler ISBN 13: 978-1-58-802744-3 Categoría: Vida Cristiana Impreso en Brasil Printed in Brazil


Para Kenny. TĂş lo viviste.



CONTENIDO Introducción .................................................................. 9 1. Abandone la culpa y la vergüenza; recupere la esperanza .................................................. 17 2. Abandone el resentimiento; recupere el amor .......................................................... 50 3. Abandone el temor; recupere la confianza .......... 80 4. Abandone la ira; recupere el perdón .................................................... 107 5. Abandone la gratificación instantánea; recupere la paciencia................................................. 138 6. Abandone la impotencia aprendida; recupere el poder .......................................................167 7. Abandone el aislamiento; recupere la conexión y la comunidad ......................197 8. Abandone la adicción; recupere la libertad ........229 Conclusión ..................................................................259


Reconocimientos Mis agradecimientos a Kyle Duncan y Christopher Soderstrom por su trabajo excepcional. John Shore, mi compañero de redacción, es un genio. Si lee algo en este libro que es bueno o muy bueno, proviene de mí. Si lee algo que es genial, proviene de John. Este libro es mi cuarta obra que contiene un implante de su cerebro. Los libros son mucho mejores gracias a John, y yo soy una persona mucho mejor debido a su influencia. Gracias, John Shore.


Introducción l otro día en el grupo casero del que soy parte, me hicieron una pregunta muy personal. Todos estaban invitados a responder; no era solo para mí. La pregunta fue: “¿Qué lo hace llorar?”. Hay muchas cosas que me hacen llorar, y con mayor frecuencia es por gozo más que tristeza. Por lo tanto hablé acerca de mi tendencia a llorar, así como espontáneamente lo hacía mi padre también. No es algo de lo que estoy particularmente orgulloso de admitir, pero la verdad es que soy una persona bastante emocional. No que me pongo a llorar mirando novelas en la televisión, como lo hacía mi abuelo. Ciertas canciones me hacen brotar lágrimas cada vez que las escucho. Tengo la tendencia a pensar acerca de mis propios sentimientos, y los sentimientos de otras personas mucho más de lo que pienso acerca de las clases de cosas que tal vez otras personas piensan, que no piensan acerca de los sentimientos: Ecuaciones lineales, o ideas de negocios o eventos deportivos.

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Lo que me importa, personalmente, lo que se queda conmigo, lo que noto más, a lo que me estoy volviendo más sensible, son los sentimientos. Las emociones. Las pasiones. Los dolores. Las necesidades. El amor. Toda mi vida está centrada alrededor de relacionarme y tratar con personas y sus sentimientos. Además, yo también he tenido que luchar para vencer algunos sentimientos bastante fuertes. Ahora que soy más mayor, lo que escucho, en realidad, son los corazones. Estoy más interesado en asuntos del corazón que en cualquier otra cosa. Además es muy bueno que sea de esa manera. Porque mientras mi corazón está ocupado absorbiendo y procesando toda clase de información, mi mente está hiperactiva. Si mi corazón fuera tan rápido a olvidarse de una cosa como lo es mi mente, estaría en un serio problema. A veces me pasa que me olvido de un compromiso o me encuentro parado en medio de una tienda preguntándome que se supone que estoy comprando. Tal vez me olvide donde puse las llaves de mi auto (o, como pasó hace poco, mi auto); tal vez no me ate los cordones de los zapatos; tal vez incluso suba a un avión que pensaba que se dirigía hacia un lugar, solamente para terminar arribando en otro diferente. Honestamente, cosas como esas me pasan muchas veces. Eso es justamente la vida con TDAH (trastorno por déficit de atención por hiperactividad). La semana pasada, cuando mi esposa Misty y yo regresábamos de la reunión de nuestro grupo casero, Mary Kaye estaba en la casa cuidando a nuestros niños. Alguien golpeó la puerta; era un miembro del grupo que traía mi Biblia, que me había olvidado. Misty le dijo a Mary Kaye: “Hace esta clase de cosas todo el tiempo”. 10


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Diez minutos más tarde alguien más tocó la puerta. Era el líder del grupo quien traía la cartera de mi esposa, que ella había olvidado. ¡Fue un gran momento para mí! De todas maneras, no tengo ningún problema de prestar atención cuando una persona me está contando algo que realmente le importa. En ese caso estoy 100 por ciento allí. Si alguien me comparte su problema, un conflicto reciente que le molesta, luchas y fracasos con una adicción, o cualquier cosa que le cause problemas emocionales específicos o generales, me pongo en sintonía como un radioaficionado al lado de una torre de transmisión de 10.000 vatios. (No se trata de que sepa algo acerca de asuntos técnicos. Sin duda, no tengo ni idea de lo que es una torre de transmisión y, no sabría diferenciar una radio amateur de un deportista amateur. Sin embargo hablé como si supiera lo que estaba diciendo, ¿verdad? Eso es aproximadamente la mitad de la batalla ganada allí mismo). Lo bueno es que mi profesión se adecua perfectamente a mi naturaleza. En mi programa de radio y televisión, New Life Live [Nueva Vida en Vivo], paso horas escuchando a las personas compartir sus problemas más profundos y personales. Y eso ocurre simplemente cuando estamos haciendo el programa. Además doy seminarios y conferencias y me involucro en los retiros de fines de semanas de New Life [Nueva Vida] para sanar a los que luchan contra la depresión, la ira, la adicción, los problemas de relaciones y cualquier clase de cosas que pueda imaginarse que impidan que una persona experimente lo mejor de Dios. Me encanta escuchar a las personas. Escucho sus corazones con el mío. 11


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Sin embargo, ¿sabe qué? Sucede que todos estos años mi mente, ha estado prestando atención a lo que mi corazón estaba haciendo. Mientras que mi corazón ha estado enfocándose intensamente en los problemas, las preocupaciones y los desafíos de miles o cientos de miles de personas, mi mente, con TDAH y todo, estuvo observando y siguiendo todo lo que estaba sucediendo entre mi corazón y cada una de esas personas. La razón por la que sé esto, es que hace aproximadamente un año, mi mente comenzó a inquietarme para que escribiera una nota o dos acerca de algo que estaba tratando de decirme. Por lo tanto comencé a asegurarme (siempre que me fuera posible) de salir con mi anotador y lapicera. Esto es lo que descubrí: Luego de años de estar íntimamente expuesto al sufrimiento de los demás, mi mente había discernido patrones sobre por qué y cómo las personas tendían a volverse disfuncionales, en diferentes grados. Lentamente pero con seguridad llegué a darme cuenta que sin importar cuáles fueran los problemas manifiestos de un individuo en particular, la raíz de su problema casi siempre se encontraba en la misma cosa: Se estaban aferrando a algo que necesitaban dejar ir, o algo se aferraba a ellos de lo cual debían desprenderse. Permítame decirlo de nuevo: Aferrándose a algo que necesitaban dejar ir. En casi cada una de las personas que alguna vez aconsejé, algo a lo que se aferraban evitaba que lograran algo mucho mejor. En otras palabras, había algo que necesitaban abandonar, a cambio de lo cual recibirían más de lo que alguna vez podrían haber soñado. 12


INTRODUCCIÓN

“¡Buen trabajo, mente!” dije. (Debido a que estaba en el café del barrio en ese momento, lo dije para mí mismo. Al menos, espero haberlo hecho). “¡Lo hiciste. Redujiste a ocho las cosas a las cuales las personas se aferran, las cosas que necesitan abandonar para que puedan recibir algo mucho mejor! Estoy tan orgulloso de ti. Ahora te perdono oficialmente por todas las veces que manejaste el auto con la manguera de combustible aún adherida al vehículo y me hiciste pagar por los daños”. Ocho cosas. Creo que si fuera a tomar el problema principal de la vida de alguien, sin importar cuál fuera, sin importar cuán severamente estuviera interfiriendo con su propio bienestar o del de quienes lo rodean, podría reducirlo al hecho que debe soltar una de ocho cosas para poder obtener para sí mismo las cualidades beneficiosas que no pueden poseer por aferrarse a esa cosa. 1. Cualquier persona puede abandonar la culpa y la vergüenza, para recuperar la esperanza. 2. Cualquier persona puede abandonar el resentimiento, para recuperar el amor. 3. Cualquier persona puede abandonar el temor, para recuperar la confianza. 4. Cualquier persona puede abandonar la ira, para recuperar el perdón. 5. Cualquier persona puede abandonar la gratificación instantánea, para recuperar la paciencia. 6. Cualquier persona puede abandonar la desesperanza aprendida, para recuperar el poder. 7. Cualquier persona puede abandonar el aislamiento, para recuperar la conexión y la comunidad. 13


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8. Cualquier persona puede abandonar la adicción, para recuperar la libertad. Así es, abandonar una cosa mala para obtener una cosa muy, muy buena. De eso se trata este libro. Podría decir que se trata de promocionar su vida de rutinaria a excepcional. Cada capítulo de Ocho pasos para una vida excepcional trata sobre cada una de estas relaciones, arriba enumeradas, abandonar para obtener. En cada capítulo encontrará cinco secciones. La primera sección trata de asegurarse de entender perfectamente la naturaleza de la cualidad negativa, que es precisamente lo que debe abandonar. Identificaremos la cualidad que debe irse, aislaremos sus características, delinearemos su naturaleza, hablaremos acerca de su origen. La segunda sección observará los impactos negativos de esa cualidad, y como la posesión de esa cosa socava completamente todo lo que es positivo y saludable para su vida. La tercera sección le ofrecerá consejos prácticos, psicológicos y espirituales basados en la Biblia sobre cómo abandonar definitivamente la cualidad negativa. La cuarta sección presentará una discusión sobre el positivismo saludable centrado en Dios que sin duda obtendrá como resultado de erradicar lo que estaba evitando que lo lograra. La quinta sección presentará lo que hará por usted el descubrimiento y la posesión de esta nueva piedad. Aquí hablaremos en forma concreta sobre cómo puede 14


INTRODUCCIÓN

estar seguro que, de allí en adelante, su vida mejorará de manera que no hubiera pensado era probable. Finalmente, concluiremos con varias preguntas para estimular la discusión en grupo acerca del contenido del capítulo. En resumen, cada capítulo se divide en 1. 2. 3. 4. 5.

lo que se necesita abandonar; por qué debe abandonarse; cómo lograr abandonarlo; qué obtendrá de parte de Dios por abandonarlo; y lo que será capaz de hacer y ser una vez que lo haya abandonado (además algunos temas de discusión importantes).

Entonces, eso es todo. ¿Quiere ascender a la vida excepcional? Comencemos.

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Capítulo 1

Abandone la culpa y la vergüenza; recupere la esperanza (1) ¿Qué son la culpa y la vergüenza? Caídos y humanos Adán y Eva estaban viviendo la vida excepcional. Literalmente, era todo bueno. Pero así como hoy en día, para tantos que tienen tanto, no fue suficiente.

Y vio la mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos y árbol codiciable para alcanzar; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales….


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Más Jehová Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y el hombre respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo porque estoy desnudo; y me escondí. —Génesis 3:6–7, 9–10

Es muy fácil olvidar que la vergüenza y la culpa ahora forman parte de la condición humana. Y cada una tiene su propia razón particular para existir. Sin embargo, no es la intención de Dios que estemos atrapados en un mundo interior que solamente nos tira hacia abajo o nos empuja hacia atrás. En lugar de eso, lo que Dios quiere de su rebaño caído es “un dolor piadoso”. El dolor piadoso lleva al arrepentimiento, al cambio, al accionar bondadoso. El dolor piadoso es la clave de la transformación. Es una gran parte del plan de Dios para nosotros. Todos sabemos lo que le pasa a la persona que comienza a creer que es tan buena como Dios, que es tan pura, recta y capaz. Esas son las cosas más letales que una persona puede comenzar a pensar sobre sí misma. Por lo tanto, Dios ha construido en el centro mismo de nuestros caracteres el que no nos sintamos de esta manera. En este sentido, lo que sentimos cuando pecamos, el dolor piadoso que es parte del plan redentor de Dios para la humanidad, es una experiencia que nos protege del daño del orgullo. No queremos tener una clase de orgullo equivocado en nosotros mismos; eso sin duda es el comienzo de una larga caída que nos llevará de nuevo al punto donde recordaremos que Dios, después de todo, está a cargo de todo. 18


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Y debemos recordar esto. Debemos recordar que, este es el mundo de Dios; somos hijos de Dios; nuestro destino y bienestar, en realidad no solamente de nuestras vidas sino de las vidas de todos los demás y del mundo mismo, están en las manos de Dios. Comencemos con las razones por las cuales probablemente se siente culpable. En realidad, solamente hay dos. Primero, si se siente culpable, entonces está involucrado en un pecado, repitiendo un pecado o escogiendo pecar. (Ver también “segundo” inmediatamente abajo). Si todo lo que siente es culpa, entonces todo lo que siente es malo, y el sentirse mal no lo ayuda a cambiar su comportamiento. De hecho, una manera de sentirse mejor, aunque no es efectiva y es solamente temporal, consiste en repetir el pecado que le gusta y experimentar la gratificación inmediata que proviene de este. Todos pecamos. Todos somos imperfectos. Pero algunos estamos tan atrapados en un pecado que se podría decir que el pecado nos posee y nos controla, nos destruye rompiendo nuestra conexión con Dios y con los que nos aman. Segundo, la otra razón para sentir culpa: Tal vez, luego de hacer algo incorrecto, por ejemplo, se arrepiente, se aparta del mal (cambia), y le pide a Dios que lo perdone… pero la culpa aún lo inquieta. Si ese es el caso, al menos respecto a su propio pecado personal, o no cree plenamente, o no aceptó, o incluso rechazó el perdón de Dios, el perdón divino completo hecho posible a través de la sangre que Jesucristo derramó para redimirlo. Cuando estaba en la universidad, pagué por un aborto. Sin duda sentí culpa una vez que me di cuenta 19


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de lo que había hecho. Sin embargo, seguí adelante y viví en silencio sin que nadie supiera acerca de mi pecado. La culpa no me motivó a cambiar, simplemente me aisló del resto del mundo. Era cristiano, y pensaba que había ido demasiado lejos, cometido un pecado demasiado grande como para ser perdonado. Por lo tanto quedé atrapado en mi propia obsesión, la cual no le hizo bien a nadie. Necesité de la verdad y el amor y la gracia para salir de la culpa e introducirme en el dolor piadoso. Fue entonces que mi vida se encaminó hacia una dirección totalmente diferente. La culpa era una señal de que algo estaba muy mal en mi vida. Su culpa es como una bandera roja de alerta que le indica ya sea de aceptar lo que Cristo ha hecho por usted o dejar el pecado que está cometiendo. La vergüenza es diferente. La vergüenza es una identidad. La vergüenza se apodera de cada aspecto y dimensión de una persona, le succiona la vida, y le impulsa a continuar como alguien “inferior” o “menos que” los demás. Es trágico que muchas personas lleven una carga antinatural de vergüenza que debería ser de alguien más. Conocí cientos de víctimas de abuso que sienten vergüenza por lo que sus abusadores les hicieron. El abusador le transfiere de una forma violenta su vergüenza a la víctima. La vida bendita, la vida abundante, comienza cuando dejamos la vergüenza no justificada y logramos una nueva identidad con una nueva dirección. La vergüenza, por ejemplo, que obtuvo porque sus padres le decían que era malo. O la vergüenza que deriva 20


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del conocimiento secreto de las cosas terribles que hizo, lo cual provoca que viva en el dolor del pasado. Esa vergüenza es innecesaria; es corrosiva para su vida. Esa es la vergüenza de la cual necesitamos ser liberados. Y podemos serlo. La culpa y la vergüenza no tienen lugar en su vida, y si está reteniendo alguna de ellas, tiene trabajo para hacer, algunas elecciones para realizar que lo liberarán y le permitirán vivir vibrantemente en la gracia, la misericordia y el amor de Dios. Se daña a usted mismo Si separamos la culpa que simplemente viene del hecho de ser parte de ese estado o condición humana que la Biblia llama “caída”, lo que queda es la clase de culpa que no se conecta con Dios de ninguna manera. Donde no hay dolor piadoso, el sentido de error de la persona no tiene propósito. Por ejemplo, en algunas personas, llamadas sociópatas, no hay experiencia suficiente de lo erróneo. En los casos en que la mayoría de nosotros nos sentiríamos culpables, el sociópata con frecuencia se siente justificado. Por lo tanto, la primera clase de culpa, la clase que proviene de la manera en que Dios nos designó, es buena si podemos sentirla y luego dejar de hacer lo que estábamos haciendo (o comenzar a hacer lo que deberíamos estar haciendo). La segunda clase, la que es causada por algo con lo cual aún no estamos involucrados, no es buena. Es completamente equivocada. Nos roba la esperanza, y necesitamos deshacernos de ella (en lugar de ignorarla o rechazarla). Cada vez que miente, hace trampa, o pone sus deseos egoístas por encima de los demás, está creando para sí 21


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mismo lo que llamo culpa estancada. Y aunque podría emplear muchas palabras para hablar acerca de las clases de cosas que las personas hacen para producir (y mantenerse atrapadas en) esta clase de culpa que les roba el corazón y les satura la mente, me metería en un laberinto y supongo que no necesito hacerlo. Voy a suponer que usted está tan familiarizado con lo que hace, lo cual provoca que viva en la culpa estancada, como lo está con cualquier otro tema o asunto de su vida. Todos somos de la misma manera. Todos sabemos cuáles son las clases de cosas que hacemos que nos provocan sentimientos profundos de arrepentimiento. Engañamos. Robamos. Somos infieles. Ponemos el egoísmo pasajero por encima de las necesidades reales de los demás. Una y otra vez actuamos de maneras que sabemos que son equivocadas, que sabemos que son dañinas para nosotros y para los demás, que sabemos que no le agradan a Dios. De nuevo, me refiero a las elecciones y acciones autodestructivas y compulsivas que hacemos debido a que no estamos en contacto con nosotros mismos ni con Dios, lo cual nos hace sentir incapaces de detenernos y cambiar. Me refiero a los pecados que nos poseen, nos controlan y nos destruyen. ¿Qué sucede cuando los escogemos y los cometemos? Una vez más, no solamente dañamos a los otros; me daño a mí mismo, y usted se daña así mismo. De hecho, mis errores casi siempre me dañan más de lo que dañan a la persona que ofendí. Probablemente, superará, y bastante rápido, lo que sea que le haya hecho. Probablemente dirá: “Finalmente me doy cuenta que Steve Arterburn es un cretino desconsiderado con la 22


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mente cerrada. Es bueno saberlo. Es tiempo de borrarlo de mis contactos, de quitarlo de mi Facebook, de dejar de seguirlo en el Twitter.” Sin embargo, lo que sin duda permanecerá es la culpa que siento por haber hecho lo que hice. Me carcomerá. Me deprimirá y me hará volverme a mí mismo de todas las maneras posibles, lo cual solamente servirá para debilitar mi resolución de cambiar. Al final, la culpa que echo sobre mí y luego arrastro por todos lados me privará de mi esperanza. Se juzga a usted mismo Es algo gracioso. Bueno, en realidad no es gracioso de ninguna manera. Pero es verdad que cuando las personas hacen algo equivocado, generalmente empeoran las cosas, al menos, para sí mismos, para luego juzgarse duramente por hacerlo. Digamos que estaba en el comedor en nuestras oficinas de New Life [Nueva Vida]. (Y deseo enfatizar, este ejemplo fabricado nunca sucedió en realidad). Digamos que me di cuenta que había sobre el mostrador una caja de dulces que alguien tuvo la crueldad de traer. Además digamos que, con una curiosidad indolente, levanté la tapa. Y digamos que adentro de la caja vi el único dulce que quedaba. Y supongamos que me encantan tanto los dulces que prácticamente atropellaría a un buen amigo para conseguir uno. Luego, digamos que mientras yo estaba contemplando este tesoro deseable, escuché a alguien que venía por el pasillo. Imagínese viéndome cerrar la tapa, darme vuelta, y apoyar mi espalda contra el mostrador escondiendo la caja detrás de mí, para que no la vieran. 23


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“¿Quedan algunos dulces?” Dice la mujer mientras cruza la puerta. Sin poder evitarlo, digo bruscamente: “No queda ninguno. Qué lástima, ¿no le parece?”. Ella se va. Agarro el dulce, lo envuelvo en una toalla de papel, lo escondo en medio de un diario, regreso a mi cubículo, me siento en mi escritorio, abro el “paquete”, y lo disfruto como si fuera el último dulce del mundo. Honestamente, no hice esto. Pero pensé en hacerlo. Y si alguna vez lo hubiera hecho, ¿sabe lo que me hubiera dolido mucho más que las calorías superfluas, o el conocimiento de que le habría privado a alguien de un placer pasajero? La autoincriminación. Eso es lo que hubiera continuado carcomiéndome por dentro mucho después de que hubiera terminado el dulce. Además, no me hubiera disculpado con la persona a la que habría engañado, porque entonces tendría temor de lo que pensaría acerca de mí. ¿Cómo o por qué confiaría de nuevo en mí si supiera que le mentí solamente para conseguir una basura de comida? El problema hubiera empeorado cada vez más dentro de mi cabeza hasta que básicamente me hubiera paralizado. Pensamos que somos buenos, o naturalmente adeptos, para discernir los motivos e identificar la esencia del éxito o del fracaso en los demás. La mayoría de nosotros lo somos. Pero en lo que la mayoría de nosotros somos realmente buenos es en juzgarnos a nosotros mismos. Tendemos a no tenernos ni siquiera la mitad de la consideración que les tenemos a los demás. Sin lugar a dudas, somos nuestros jueces más duros. Nos decimos cosas que nunca le diríamos a un amigo, o posiblemente, a nadie. 24


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Ese es el problema. No solamente debemos dejar de hacer las cosas que mantienen en nuestras vidas la culpa (estancada) que disuelve la esperanza, también necesitamos dejar de empeorar el error cargándonos con auto-juicios que superan (o que no coinciden) con la severidad del daño que hicimos. Con frecuencia, todo lo que necesitamos para comenzar a caminar en el camino de la libertad, de regreso a la esperanza, es darnos una carta de “libertad”. Esa carta es una combinación de la gracia de Dios y de nuestro comportamiento responsable.

(2) Lo que la culpa/vergüenza le hace a su vida Envenena su fuente Todos hemos escuchado que una manzana podrida puede contaminar a todas las demás en la caja. Aunque creo que esto es verdad, no puedo certificarlo, debido a que no compro manzanas por “cantidad”; por lo general compro una bolsa con cuatro o cinco. Sin embargo, sé con seguridad, en base a mi experiencia personal, que una frutilla podrida finalmente arruinará a todas las otras que están en la caja. Solamente hace falta que una frutilla decida dejarse la barba para que todas las otras frutillas se sientan inspiradas a hacer lo mismo. Antes que se dé cuenta, la deliciosa fruta que esperaba disfrutar con helado de vainilla se parece a un pequeño roedor rabioso que lo haría huir dando gritos si lo viera acercarse a usted en la vereda. Es así como son las frutillas. Una se echa a perder, y esa una puede arruinar toda la caja. 25


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¿Por qué menciono esto? Debido a que la culpa y la vergüenza son la frutilla en mal estado en la caja que es su vida. Arruinan todo. Y tampoco necesitan mucho tiempo para hacerlo. Traje a nuestra casa una caja de frutillas hermosas y perfectas, las puse sobre la mesa, fui al buzón y volví, guardé mis cosas, escuché mis mensajes, y cuando volví a la cocina, ya me encontré con mis frutas transformadas en una cancha de fútbol. Así de simple, lo que podría haber sido un agasajo refrescante y maravilloso se convirtió en Cuando peludo conoció a frutilla. La culpa y la vergüenza envenenan la manera en que percibe y responde, tanto a su propia persona como a los demás y a las cosas. Componen un equipo sin misericordia, que corrompen la integridad de todo lo que infiltran. La culpa y la vergüenza son como los anteojos de sol muy oscuros que tiene la tentación de ponerse cada vez que se siente particularmente culpable y avergonzado. No oscurecen algunas de las cosas que ve mientras que le permiten ver a las otras con su luz natural. Oscurecen todo. Nada se ve bien cuando ve las cosas a través de la culpa y la vergüenza. Nada se ve normal. Nada se ve saludable. Todas las personas y todas las cosas tienen sombras y oscuridad. Una persona plagada por la culpa o la vergüenza tiene una dificultad genuina para participar en la vida y disfrutarla. No puede involucrarse completamente con los otros debido a que siente como si tuviera un yugo alrededor de su cuello, bloques de cemento alrededor de sus pies, una pesada carga sobre su espalda. Donde otros ven sonrisas, esta persona ve gestos de dolor. Donde 26


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otros experimentan risas o carcajadas, esta persona experimenta felicidad falsa o forzada. Donde otros sienten gozo, esta persona se siente vacía. Y simplemente no puede sacudir el peso que la tiene clavada al piso para embarcarse en lo que podría ser el mejor vuelo de su vida. Lo hace sentir indigno del amor Como hice alusión anteriormente, hubo un episodio vergonzoso en mi pasado, uno sobre el cual escribí y hablé cientos de veces. Cuando estaba en la universidad, dejé embarazada a mi novia. Cuando me enteré que estaba embarazada, la presioné para que hiciera algo que ahora me parece repugnante, la persuadí para que abortara el bebé. Una cosa acerca de ese tiempo horrible, algo sobre lo cual no escribí demasiado, fue cómo la culpa y la vergüenza me hicieron sentir completamente indigno de amor. El hacer algo contra el mismo orden de la naturaleza arruina la habilidad de pensar que uno es digno de que alguien lo ame alguna vez. Siente que cada vez que alguien lo mira, todo lo que puede ver es lo que ve cuando se mira en el espejo: Su vergüenza. Recuerdo, inmediatamente después de lo que hice, que caminaba por el predio de nuestra escuela y veía en todos lados, jóvenes de mi edad, que estaban pasando un tiempo lindo. Algunos jugaban juntos sobre el césped, otros sentados en grupos charlando. Las parejas caminaban tomadas de la mano; los compañeros se empujaban y hacían bromas. Todos parecían estar en armonía con los demás. Yo me sentía como si tuviera una enfermedad, que si alguien me tocaba su brazo se caería. O que si alguien me miraba huiría dando alaridos, como si hubiera visto a un monstruo. 27


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Sentía que nunca más volvería a ser parte de una relación amorosa. Permití que la culpa y la vergüenza me hicieran creer que nunca más experimentaría el amor, la compasión de los demás, para siempre incapacitado para todo sentimiento o afecto. ¿Cómo podría alguien amarme ahora? Nadie podría. No lo harían. Estaría solo siempre. Estoy agradecido que no resultó de esa manera. Jesús me mostró que incluso un pecador miserable como yo podía recibir su amor y aceptar su sacrificio que limpia todos los pecados. Lentamente, pero con seguridad comencé a salir del pozo profundo en el cual mis pensamientos y acciones me habían enterrado; con la ayuda de Jesús, y con el proceso doloroso de hacer enmiendas y restituciones, pude apropiarme del sentido que yo, también, tenía un lugar debajo del sol. Finalmente, tomé mi lugar entre los vivos nuevamente. Y puedo decirle, que estoy agradecido de haber vuelto a involucrarme en las actividades de la buena vida cada momento que estoy en ella. Pero nunca olvidé lo que significó estar fuera de la vida, tan consumido y cubierto por la culpa y la vergüenza que a veces parecía que apenas podía continuar existiendo. Si está lleno de culpa y/o vergüenza al punto que a veces se siente de la misma manera, espere. Tome mi ejemplo: Si está dispuesto, Jesús se encargará de que no se sienta de esa manera para siempre. Lo tiene atrapado en el pasado Una vez conocí a un anciano a quien llamaré Tom. Cuando Tom tenía aproximadamente setenta años, “Joan”, su esposa por cuarenta años, falleció. Los había conocido por años antes de la muerte de Joan. Cuando estaban juntos, Tom no era alguien a quien 28


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se podía catalogar rápidamente como el esposo más amoroso del mundo. La dura verdad de esto es que no trataba muy bien a Joan. No la consideraba con seriedad, la rebajaba o se burlaba de ella con mucha facilidad; en sentido general tenía la tendencia a comportarse como un necio con ella. No era agradable estar con ellos. Además no era solamente la forma en que se comportaba con Joan en público; aproximadamente en diez o más años de matrimonio, Tom había cometido una serie de adulterios. Con lágrimas en los ojos, Joan, mucho después, me confesó que Tom nunca se había disculpado realmente. Él había terminado las relaciones, y sentía que eso sería suficiente para ella. No lo fue, por supuesto, pero interesada en mantener la apariencia de una familia relativamente feliz, Joan se había contentado y aparentado que era suficiente. Cuando ella murió, Tom entró en una depresión que honestamente, tomó de sorpresa a los que lo conocían. Parecía amar más a su esposa después que se fuera que lo que la había amado cuando vivía. Con el paso del tiempo, Tom, en lugar de salir gradualmente del dolor que se siente luego de la pérdida de uno de los cónyuges, parecía sentirse peor y peor. Lo único que hacía era hablar de su esposa Joan como un ángel. Parecía casi obsesionado con los recuerdos que tenía de ella, los cuales, francamente nunca parecían coincidir con la calidad de tiempo que en verdad pasó con ella. Durante el período de casi un año que hablé con Tom, comencé a darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Se sentía tan mal acerca de la forma como había tratado a Joan que su mente y conciencia no lo dejaban continuar con su vida luego de que su oportunidad para corregir sus errores de larga data, había muerto, literalmente. Casi tan literalmente como eso, estaba él atrapado en el pasado. 29


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¿Sabe lo que dicen acerca de un criminal que siempre regresa a la escena del crimen? Que lo hace porque busca algo valioso, algo que dejó atrás: Su conciencia. Eso es lo que Tom estaba haciendo. Estaba tratando de encontrar la paz que nunca le había importado cuando hubiera sido mucho más fácil conseguirla. Por un largo tiempo, Tom no fue honesto consigo mismo a cerca de por qué no podía desprenderse de aquello que le estaba causando una profunda preocupación. Tenía que disfrazar, incluso para sí mismo, el hecho que mucha de la razón por la que estaba dolido por la “angelical Joan” tenían menos que ver con la persona que Joan realmente había sido y más que ver con su propia carga de culpa y vergüenza por la forma en que la había tratado cuando estaba viva. Con mucha consejería y oración, finalmente Tom pudo hacer las paces con Joan de verdad y con la persona que él finalmente llegó a ser. Su proceso nos enseña una lección valiosa: Mientras la culpa y la vergüenza lo mantengan atrapado, no puede ocupar completamente el presente, menos prepararse para el futuro.

(3) Cómo abandonar la culpa y la vergüenza Descargue el equipaje que no es suyo Liberarse de la culpa y la vergüenza no es la cosa más fácil de lograr. En estas dos trampas hay muchos engaños que atrapan sus piernas, se aferran a su ropa, que amenazan con hacerlo caer de nuevo. Lo principal entre estos desafíos es, aprender a entender la diferencia entre aquello por lo que debería sentirse culpable y por lo que no. 30


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Al principio, parece demasiado simple, ¿verdad? Si me enojo con alguien y le digo algo desagradable, posteriormente, cuando me sienta culpable, es fácil saber exactamente por qué. Tales culpas obvias de causa y efecto no son un misterio para descifrar. Pero esta no es la clase de culpa que incapacita a tantas personas. Si lucha con sentimientos de culpa que rara vez o incluso nunca “se van”, entonces casi con certeza, en su vida hay un asunto más profundo, una vergüenza que está por debajo de lo que usted puede acceder inmediatamente luego de hacer un inventario sobre cómo se comportó. En su búsqueda por la causa que la ocasiona, debe cavar mucho más profundamente. Cuando cava más profundamente, si lo hace con diligencia y honestidad, encontrará algunas cosas que lo sorprenderán. Principalmente, encontrará que mucho de la vergüenza que por mucho tiempo asumió que le pertenecía naturalmente, no le pertenece. No es suya. No la causó; no la provocó. Estuvo dispuesto a creer que hizo algo equivocado; estuvo dispuesto a asumir que mucha de la culpa de cualquier problema que lo haya acompañado, se basaba en lo que una vez hizo o dijo, o no hizo o dijo. Sin embargo, con frecuencia ese no es el caso en realidad. Con frecuencia aceptamos la responsabilidad moral por algo que salió mal por lo cual no había nada que pudiéramos hacer. Muchas personas que son víctimas se consideran a sí mismas por el contrario como perpetradoras. Esta tendencia común de la naturaleza humana comienza donde todos los pensamientos o sentimientos disfuncionales lo hacen: En la niñez. 31


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Por ejemplo, si su mamá le gritaba o le pegaba y lo señalaba diciendo “eres malo”, usted le creyó. No se daba cuenta que lo que le estaba diciendo era que hizo algo malo. Lo que escuchó, lo que su mente joven registró como una verdad imborrable, es que usted es malo. Inherente, intrínsecamente malo. Que mientras otros chicos eran buenos, que obedecían a sus padres y nunca le causaban pena, usted lo único que causaba a los suyos era pena. La mayoría de tales ejemplos, los que involucran a la mayoría de los padres y a la mayoría de los hijos, son mucho menos manifiestos. Las palabras y las acciones bien intencionadas pero equivocadas que los padres les dicen a los hijos con frecuencia son implícitas e incluso no habladas. De todas maneras, todos los medios que transmiten ese mensaje entregan el mismo veredicto dañino. Sin duda, como niños hicimos cosas malas, y no dejamos de hacer cosas malas cuando crecimos. Pero hay una gran diferencia entre escoger lo equivocado o actuar incorrectamente (por un lado) y ser malo, como persona (por otro lado). Si alguna vez se encuentra perdido en sentimientos de vergüenza para los cuales no encuentra una razón definitiva, vuelva atrás. Vuelva a su niñez. Vuelva al tiempo cuando era muy joven, cuando sentía que lo que sus padres le estaban diciendo de una manera específica o en cientos de maneras sutiles, era que usted, era malo. Entonces, dígase a sí mismo que de ninguna manera era malo, era simplemente un niño. ¿Siente que se le levanta la carga? Ese es usted, quitando la carga de su vida y de su conciencia, una carga que nunca le perteneció. Sin embargo, para muchas personas, no es tan fácil levantar la carga de la vergüenza. Fueron víctimas, 32


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sin razón alguna, de un abusador, ya sea familiar o desconocido. Cuando el abusador pone su vergüenza sobre la víctima, la víctima la carga por años. El abuso puede presentarse de diferentes formas. Recuerdo el diálogo que tuve con una mujer que tuvo un aborto cuando tenía dieciséis años. Quedó embarazada, y su madre la obligó a abortar, la llevó a la clínica y observó mientras lo hacían. La joven fue consumida por la vergüenza por años. Cuando escuché esto, le dije que no había tenido un aborto. Que alguien la había obligado a hacerlo y que el aborto se había realizado en ella, pero que el aborto no era su obra. Que no había razón para su vergüenza. Sí, ella tuvo relaciones sexuales con un muchacho, y eso estaba mal. Pero el aborto mismo era algo que ella no había escogido. Había estado cargando la vergüenza de su madre por años; de hecho, ella realmente deseaba criar a su bebé. Observe más cuidadosamente sus “transgresiones” Sin entrar en mucho detalles, una vez hice algo que sabía que no debería haber hecho, una transgresión contra un amigo que no era significativamente terrible. Pero lo hice de todas maneras. Y luego me sentí mal por esto, por un largo tiempo. Tenía certeza que él sabía lo que yo había hecho y, que por lo tanto, ya no estaba muy interesado en continuar siendo mi amigo. Yo entendí esto definitivamente porque yo no hubiera querido ser su amigo si él me hubiera hecho lo que yo le hice a él. Por lo tanto, convencido de que a él ya no le interesaba asociarse conmigo, dejé que nuestra amistad se disipara. Y mientras el tiempo pasaba, lo veía cada vez menos. 33


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Finalmente, sin embargo, no me sentía cómodo con eso. No soy la clase de persona a la que le gusta dejar el trabajo emocional inconcluso, y sentía que en este caso era exactamente lo que había hecho. Un día, aunque no había hablado con él por bastante tiempo, lo llamé y lo invité a tomar un café. Fue bueno verlo de nuevo; poco después, estábamos charlando de la misma manera que lo hacíamos antes. Al final, junté el coraje para decirle porque le había pedido que nos reuniéramos. Me disculpé por el mal que le había hecho, y aunque mi confesión era sincera, también le expliqué las condiciones en que estaba mi vida en esa época, las cuales habían conspirado para impulsarme a actuar en maneras que posteriormente me causarían gran culpa y vergüenza. ¿Sabe qué? ¡Él ni siquiera sabía de lo que yo estaba hablando! El incidente que en mi mente había adquirido tanta importancia, que había permitido arruinar nuestra amistad, era algo acerca de lo cual la “víctima” de mi mentira estaba apenas consciente. Permítame aclararlo: Él sabía lo que había sucedido; era consciente de las circunstancias generales que rodeaban el evento que me había impulsado, básicamente, a huir. Pero no me había culpado por nada. No me hacía responsable de nada. En cuanto a lo que a él se refiere, yo había permitido que nuestra relación se desvaneciera porque había comenzado a hacer otras cosas y a relacionarme con otras personas. Posteriormente, cuando pensé a cerca de esto, de nuevo me di cuenta que mi “transgresión” no había sido tan dramática como me había parecido. Debido al respeto y afecto que le tenía a mi amigo, exageré lo que había 34


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hecho. No lo había herido. No lo había insultado ni le había faltado el respeto. Él apenas se preocupó por lo que yo había hecho; desde su perspectiva, era perfectamente entendible. Tan simple como eso, recuperé a mi amigo. Y aprendí una gran lección: Si algo que le hizo a alguien lo está carcomiendo, analícelo. Examínelo. Háblelo con la otra persona honesta y directamente. Tal vez realmente descubra que no solamente no le hizo daño con lo que hizo sino que tampoco nunca lo vio como una afrenta, en primer lugar. Y si es necesario será perdonado. ¿Acaso no vale la pena tratar de descubrir lo que pasó para restaurar una relación quebrada? Recuerde que es solamente humano Una cosa básica pero importante que a veces le digo a las personas que llaman al programa New Life Live [Nueva Vida en Vivo] es esto: En algún momento es importante que recuerden que son solamente seres humanos. Esperamos demasiado de nosotros mismos. La mayoría de nosotros estamos más que dispuestos a perdonar las transgresiones de los demás… sin embargo cuando se trata de nuestra propia transgresión, no somos tan generosos ni tan misericordiosos. Deseamos ser perfectos. Anhelamos ser la mejor madre, el mejor padre o esposo o esposa o hermano o hermana o empleado o empleador, y la lista continúa, que pudiéramos ser. Cuando no llegamos a cumplir con nuestras expectativas personales, nos volcamos hacia la vergüenza o la culpa, las que a partir de entonces cargamos y que solamente nos sirven para hacernos aún menos efectivos de lo que seguramente seríamos, si tan 35


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solo nos tomáramos un momento, de vez en cuando, para recordar que después de todo, somos humanos. No Dios. Ni Jesús. Solamente nosotros. Solamente nosotros caídos, mortales. En ningún lado se encuentra expresado con más brevedad y elocuencia lo que significa y cómo en verdad se siente ser humano, como en Romanos 7, Pablo dice: Porque sabemos que la ley es espiritual; más yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley; que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contrala ley de mi mente, y que lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado. —Romanos 7:14–25

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Eso es honestidad. Y así de honestos debemos ser con nosotros mismos.

(4) Recupere la esperanza Recuerde la cruz Cuando la culpa y la vergüenza lo abruman de tal manera que a veces siente que es casi imposible poder levantarse de la cama en la mañana, y mucho menos llevar una vida productiva y feliz, lo que le falta en estos casos es esperanza. Esto es lo que hacen la culpa y la vergüenza, lo hacen sentir que la esperanza simplemente está fuera de su alcance. No podemos tener esperanza por algo que sabemos que es imposible. Si veo a un hombre tratando de hacer flotar un globo aerostático, y veo que el globo tiene una rotura, no tendré ninguna esperanza que pueda volar. Puedo ver al piloto bombeando aire locamente; puedo ver al hombre ponerse sus lentes y calibrar su brújula; puedo verlo atar las bolsas de balasto en la canasta. Y aun así sabré que sería mucho mejor para él estar en su hogar sentado en su sillón disfrutando de una limonada y de una película a estar haciendo todas las planificaciones y el esfuerzo para poner el globo en el aire. Es probable que de verdad y en lo profundo de su ser anhele que el globo vuele. Tal vez pueda desear volar él mismo, sin un globo. Pero anhelar y desear no son lo mismo que una esperanza real, viva, certificable. En su obra maravillosa El Hombre en busca de sentido, Viktor Frankl escribe sobre cómo, en medio de un sufrimiento impensable bajo el Tercer Reich de Hitler, él conservó su esperanza aferrándose a la visión de que 37


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un día les daría charlas a los psiquiatras sobre cómo sobrevivir en condiciones horribles. Su esperanza se hizo realidad, cuando cumplió su sueño una vez que estuvo fuera del campo de la muerte nazi. Frankl también cuenta sobre otro hombre, algunos de cuyos sueños se hicieron realidad por coincidencia. Por lo tanto, cuando este hombre soñó acerca de un día específico en que todos serían emancipados, creía que su sueño era verdadero. Esta esperanza fue como su elixir en el auge de su vida diaria. Sin embargo, resultó ser una esperanza falsa, una que no estaba fundamentada en la realidad. Cuando la fecha se acercó, y no hubo evidencia de que serían liberados, el hombre se enfermó gravemente; el día posterior a esa fecha, murió de disentería. Cuando las personas pierden la esperanza, tienden a sentir que perdieron todo. Cuando estamos cargados con culpa y vergüenza nos sentimos como ese globo dañado, desinflados, inútiles, muertos en el piso. Podemos sentirnos demasiado perforados por las fallas, incluso como para creer que podríamos ser cocidos de nuevo y rellenados con vida. Cuando no nos llenamos ni nos levantamos y nos movemos, todo lo que podemos experimentar es cuán terrible se siente vivir sin la única cosa, la esperanza, que tal vez por encima de todo, nos puede dar gozo y valor. Cuando se siente culpable y avergonzado, no tiene esperanza. Y cuando no tiene esperanza, se siente desesperado. Una persona sin esperanza es un caparazón. Necesitamos esperanza para continuar; ¿por qué ir a algún lado si sabe que “allí” no será para nada mejor que el terrible lugar donde ya se encuentra? 38


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¿Cuál es la única cosa que una persona realmente desesperada puede hacer si desea levantarse del piso y comenzar a vivir la vida de significado que Dios desea para ella? Así es, volverse a Dios. Cuando no tiene esperanza, debe volverse a la única fuente de esperanza real, Jesucristo, quien dio su vida en la cruz como sacrificio, en nuestro lugar, para que ninguno de nosotros vuelva a estar paralizado por la desesperanza. Si se siente lleno de culpa y vergüenza, deje de hacer todo lo que está haciendo en este momento, y ponga toda su atención en Dios. Él está esperando saber de usted. Vaya a un lugar tranquilo y pídale a Dios que lo acompañe. Luego en silencio escuche su voz, o espere a sentir su guía. Si no lo siente, vuelva hasta que lo sienta. Él quiere restaurar su esperanza, y lo hará. Ahora, muchos de nosotros tal vez pensemos que esto sería suficiente. Pero no lo es. También se necesita a las personas. Dios usa a las personas. Él anhela que oigamos su voz, pero también desea que otros escuchen nuestra voz, en forma de una confesión. Necesitamos conectarnos con los demás; la clave para esto es la confesión. Debemos confesar nuestros pecados unos a otros para que la sanidad sea completa (Santiago 5:16). Pablo nos instruye a confesar con nuestros labios, no solamente a apartarnos y a pasar tiempo con Dios en privado (Romanos 10:9), y digo esto a pesar de que soy un gran testigo de lo que significa experimentar a Dios en privado. Necesita a las personas, y las personas lo necesitan, si desea experimentar esperanza real y una creciente vida real. 39


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Acepte el amor de Dios Una amiga mía tenía un gato muy loco. Era adorable (el gato), gris y blanco, con pequeñas medias blancas. Lo interesante era que aunque se notaba que disfrutaba que lo acaricien, siempre se daba mañas para mantenerse fuera del alcance de la mano de mi amiga, a quien le encantaba darle afecto en todo momento. Entando en su casa, charlando, Félix (no es su nombre real, es una broma, porque los gatos no pueden leer) saltaba al sillón al lado de mi amiga. Invariablemente mi amiga extendía su mano para acariciar a Félix. En el momento justo antes de que hiciera contacto, Félix se alejaba de manera tal que la mano de mi amiga no podía alcanzarlo. Entonces se daba una vuelta como si estuviera diciendo: “¡No puedo esperar por tus caricias!”, y/o tenía una expresión que parecía decir: “¿Qué pasó? Pensé que querías acariciarme. ¿Ya no somos amigos? ¿No me amas?” Entonces, mi amiga se inclinaba lo suficiente como para tratar de alcanzar a Félix una vez más. Si alguna vez tuvo un gato (o creo que debería decir, si alguna vez un gato lo tuvo a usted), sabe exactamente lo que Félix hacía. Se movía de nuevo, lo suficientemente lejos como para que apenas lo tocara, y no lo necesariamente cerca como para que fuera acariciado. Es así como alguno de nosotros actuamos cuando se trata de recibir el amor de Dios. Decimos que lo deseamos; incluso sentimos que lo deseamos. Y lo hacemos; sí anhelamos que el glorioso poder sanador del amor precioso de Dios por nosotros nos cubra y nos llene. Pero cuando se trata de en verdad recibirlo, nos movemos para que no nos alcance. Nos comportamos 40


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como Félix. En lugar de simplemente esperar, y aceptar el amor que sabemos que Dios desea darnos, que desea compartir con nosotros, que desea que aceptemos de Él, nos hacemos los inalcanzables. Y cuando hacemos esto debido a que estamos llenos de culpa y vergüenza, ya no es un juego, ¿verdad? Si no que nos movemos más allá del alcance de Dios porque nos sentimos indignos de la esperanza que siempre está tratando de extender hacia nosotros. Si eso es algo que usted sabe que está haciendo, si siempre se está moviendo para evitar recibir el amor de Dios por usted, deje de hacerlo. No lo haga más. Quédese en un solo lugar. Pídale a Dios, de nuevo, que lo ame. Luego prepárese para las mejores caricias que alguna vez haya recibido en toda su vida. La esperanza lo espera. Simplemente pídala, y luego recíbala cuando llegue. El conocimiento del amor de Dios se desarrolla en el tiempo (no es inmediato) Cuando se trabaja, como es mi caso, en el ministerio de animar a otros a tener una relación más cercana, más profunda y más satisfactoria con Jesucristo, una cosa con la que siempre se choca es la idea común que estar con Jesús sucede en un momento. No sé si es la cultura en la cual vivimos, donde muchos estamos acostumbrados a que nuestras necesidades se satisfagan rápidamente, o si es principalmente parte de la naturaleza humana desear conseguir siempre todo tan rápido como sea posible (o ambas). Sin embargo, sea lo que sea, está en nosotros, sin duda. Básicamente, las personas quieren ser sanadas rápidamente. Entiendo esto. Soy así en especial si consigo 41


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un poco de algo que he anhelado muchísimo. Si me siento a mirar televisión con mi esposa y mis hijos, y Misty va a la cocina a hacer unas palomitas, pienso para mí mismo, un poco de palomitas es todo lo que necesito mientras me siento aquí y disfruto de este tiempo con mi familia. Luego sentiré el aroma que me llega a bocanadas, y pensaré en lo bien que huele y la casi desesperación por probarlas. Solo deseo un poquito, me diré a mí mismo. Las palomitas tienen muchas calorías sin valor nutritivo. Y si tienen mucha manteca, entonces es peor que las calorías vacías, por lo tanto puede ser malo para ti. Por lo tanto, comeré solamente un puñado. Luego, Misty trae un recipiente grande hacia la sala. Nuestros hijos lanzan lo que en esencia es un ataque pleno. Yo, al ser uno de los adultos más maduros en la habitación, debo comportarme. Lentamente estiro mi brazo, tomo algunas palomitas y las lanzo en mi boca una a la vez. Luego, sin embargo en el transcurso de tal vez cuatro segundos, debo tener cuidado de no lastimar a mis hijos mientras me lanzo desesperadamente sobre el recipiente de palomitas. Pensé que solo quería probar. Una vez que lo hice, quise todo. Con respecto al amor de Dios, desearlo todo es una cosa buena. Debería estar hambriento del amor de Jesucristo. Sin embargo, a la misma vez debería entender que con Dios no hay una línea final. No hay “meta”. Nunca es demasiado. A diferencia de las palomitas (y yo debo saberlo), en el caso de Dios, el recipiente (o barril) no tiene fondo. Siempre, siempre hay más. 42


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La esperanza real en la vida no viene de conocer plenamente a Dios de una sola vez. Parte de lo que debe aprender a esperar es esto: Conocerlo, y conocer sus caminos, un poquito más, cada día de su vida aquí en la tierra.

(5) Viva una vida llena de esperanza El optimismo de una vida libre de culpa Todos tenemos muchas opciones. Una de las cosas acerca de las cuales la mayoría de nosotros tenemos muchas opciones es, saber lo que queremos. Podemos tener casi todos los bienes materiales que buscamos (especialmente si estamos dispuestos a trabajar con ahínco para obtenerlos); no importa cuán relativamente pobre una persona sea, y a pesar de las situaciones o circunstancias, cualquiera puede tener casi todo lo que desea espiritual o emocionalmente. La pregunta que los filósofos y los teólogos sabios siempre le formulan a los que buscan conocimiento, los que vienen a ellos para que los orienten es: “¿Qué desea?” ¿Qué desea? ¿Alguna vez se ha hecho esta pregunta realmente? ¿Acumular dinero? ¿Lograr fama? ¿Ser la persona más famosa del mundo? ¿Lograr poder político absoluto, para que todos en el planeta hagan lo que usted ordena? ¿Qué es lo que desea? En realidad, he pensado mucho en esto; no soy ni un famoso ni renombrado sabio, pero he pasado mucho tiempo meditando sobre esto para mí mismo e inquiriendo de los demás. ¿Sabe lo que me llevó a creer el haber considerado esta pregunta por décadas? La cosa más importante que las personas necesitan y desean en la vida es esperanza. 43


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Sin esperanza, no tiene nada. No tiene espíritu. No tiene ánimo. No tiene sentido de aventura. No tiene alegría. No tiene motivo para levantarse en la mañana. No tiene propósito. No tiene razón para sobrevivir y trabajar, para descubrir y disfrutar un día mejor, una temporada mejor, una vida mejor. ¿Cuándo tiene esperanza? ¿Una esperanza duradera, que nutra la vida y se base en la realidad? Cuando se libera de la culpa y la vergüenza. Entonces el mundo es hermoso. Esperanza. Esto es lo que tiene que anhelar, una vez que haya sacudido de su espalda la gran mochila de culpa y vergüenza y finalmente sea libre para abrazar la vida que Dios siempre le quiso dar. El optimismo también es una gran parte de la esperanza. El optimismo produce motivación; sin motivación, la esperanza se muere junto con la vida que Dios tiene guardada para usted. Con optimismo, motivación ¿y esperanza? Entonces la vida es maravillosa, llena de oportunidades sin fin esperando que usted y Dios hagan de ellas cualquier cosa que ustedes deseen. El futuro, libre del pasado Me gustaría explorar el último párrafo un poquito más. Cada vez que pienso acerca de lo que significa vivir una vida de esperanza en Jesús, estos son algunos de los versículos que vienen a mi mente: La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.

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—Juan 14:27 (NVI) Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas. —Josué 1:9 (NVI) Para el afligido todos los días son malos; para el que es feliz siempre es día de fiesta. —Proverbios 15:15 (NVI)

¡Siempre es día de fiesta! Esta es una de mis líneas favoritas en toda la Biblia. No conozco otra manera mejor de describir una vida que, gracias a que la culpa y la vergüenza no la gobiernan, se vive con la esperanza gozosa y optimista que solamente el conocer y caminar con Jesús puede proveer. Cuando me despierto en la mañana, no quiero pensar acerca del pasado. No quiero meditar acerca de todas las cosas malas y desagradables que hice cuando era joven. ¡Ni siquiera deseo pensar acerca de todas las cosas malas y desagradables que hice ayer! ¿Cómo me ayudaría eso? Dios no desea que yo me revuelque en mis penas y pecados del pasado. En lugar de eso, Dios desea que tenga fe en el cambio que Él espera que yo acepte como mi herencia porque soy uno de sus seguidores. Dios no quiere que me amargue o que esté triste. No quiere que viva con la cara larga, quejándome con todos sobre lo horrible que son las cosas, lamentándome de que el mundo es un lugar horrible, o por el mal que esta o aquella persona me hizo. ¡De ninguna manera! Dios quiere que viva una vida que refleje la esperanza que me prometió a través de su hijo, Jesucristo. 45


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Pablo dice: “Alégrense en la esperanza”, (Romanos 12:12). Cuando me vuelvo a Dios, y me alejo de la culpa y la vergüenza, sin duda soy libre para hacer exactamente eso. Me debo a mí mismo, a mi familia, a mis amigos y a mi Dios no hacer nada menos que eso. La importancia de la restitución Antes de terminar con el abandono de la culpa y la vergüenza para recuperar la esperanza, permítame hablar un minuto acerca de la restitución. Tengo un amigo que se llama Zebediah (debido a que estoy cansado de usar “Tom” y “Bill” todo el tiempo). Zeb es dueño de una firma que desarrolla software en el Sur de California. Hace unos años atrás, una compañía muy grande le ofreció a Zeb mucho dinero por su compañía mucho más pequeña, y él aceptó. Todos sus años de duro trabajo habían dado resultado. Lo había logrado. Estaba viviendo “el sueño americano”. Había un solo problema con la buena fortuna que Zeb había tenido. Tenía un socio. “Throckmorton” no era un socio igualitario, a menos no en términos de ser dueño de la mitad del negocio; había invertido una buena cantidad de dinero, eso seguro, pero su valor real tenía que ver con el sudor y sangre que había puesto en el negocio. Creía en la calidad del producto por el cual Zeb lo había convocado a que se uniera para que lo ayudara a desarrollarlo y a venderlo, y probó esto por medio de sus esfuerzos incansables para lograr el éxito de la compañía. En definitiva, Zeb y Throck tenían visiones diferentes. La idea de Zeb básicamente era hacer crecer la compañía hasta que fuera lo suficientemente grande como para atraer la clase de ofertas de compra que finalmente tuvo, 46


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mientras que Throck quería que ellos continuaran siendo los dueños y hacer crecer la compañía tanto como él y Zeb pudieran. Throck tenía confianza que cuanto más esperaran, más valor tendría. Decididamente estaba en contra de venderla “temprano”. Zebediah era consciente de las convicciones de Throckmorton cuando le hicieron la primera gran oferta. La aceptó de todas maneras, sin haberlo discutido con su socio. Sabía que no estaba haciendo lo correcto, sin embargo sentía que no tenía elección, debido a que sabía que Throck no aprobaría la venta, y (aunque no tenía temor de perderla) no deseaba ninguna interferencia con los procedimientos del trato. Era la compañía de Zeb. Sin duda tenía derecho a venderla cuando quisiera, a quien quisiera, por la cantidad que quisiera. Pero había herido a su amigo y socio. Aunque Throck ganó mucho dinero con la venta, estaba herido porque Zeb esencialmente había vendido la compañía a sus espaldas. Los antiguos socios no se hablaron por años. Zeb, siguiendo mi firme consejo, finalmente habló con Throck y le ofreció una disculpa plena, profusa y sincera. Además, le ofreció invertir dinero para ayudarlo en cualquier nuevo negocio que necesitara capital. Y Throck podría tener el control completo. “Me sentí mucho más aliviado luego que lo hice”, dijo Zeb posteriormente. “Todos esos años me había pesado mucho la culpa por lo que hice. Hubiera sido mejor si me hubiera disculpado tan pronto como cuando sucedió.” No permita que el error que ha cometido sea una carga sobre usted ni siquiera un minuto más. Levante el teléfono. Escriba una carta. Mande un correo electrónico. 47


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Pero si ha herido a alguien, y usted lo sabe, y la persona herida sabe que usted lo sabe, no pierda otro minuto llevando la carga por lo que hizo. Haga restitución. Se lo debe a la persona a quien hirió; se lo debe a usted mismo; y se lo debe a aquel que, después de todo, es el Príncipe de Paz. Si su ofensa incluye algún componente económico, conseguirá la verdadera libertad con una restitución plena. La paz mental y la restauración de la relación sin lugar a dudas valen lo que cueste arreglar las cosas completamente.

Preguntas para discusión ¿Qué piensa acerca del desafío de distinguir entre culpa y vergüenza? (es decir, entre [a] la culpa que resulta de un error que ha cometido y [b] la vergüenza que alguien probablemente puso sobre usted o la vergüenza que usted inapropiadamente se pone sobre sí mismo.) ¿Le resulta fácil o difícil identificar dónde termina la culpa legítima y dónde comienza la vergüenza dañina? ¿Cree que se juzga a usted mismo más duramente que lo que juzga a los demás? Si es así: ¿Por qué piensa que lo hace? ¿Siente que las otras personas lo juzgan tan ásperamente como usted se juzga a sí mismo? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Alguna vez ha estado tan cargado por la culpa o la vergüenza que cayó en una verdadera depresión? ¿Qué sintió durante esa experiencia? ¿Cómo salió de esa depresión? 48


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¿Qué significa, en su vida, vivir con un sentido de esperanza? ¿Cómo se manifiesta su “sentido de esperanza”? ¿Qué cosas (o qué clase de cosas) lo impulsan a dejar de aferrarse a la esperanza? ¿Qué fortalece su esperanza? ¿Siente que tiene problemas para aceptar completamente el amor de Dios? Si es así: ¿Por qué? ¿Si fuera libre virtualmente de toda la culpa y la vergüenza, qué piensa que haría con su vida? ¿Cómo cree que se sentirá haciéndolo? ¿Qué clase de cosas probablemente sentiría y haría que piensa que no puede hacer ni sentir hoy?

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¡Viva una vida excepcional!

Si fuera a tomar el problema principal de la vida de alguien, sin importar cual fuera, sin importar cuanto estuviera interfiriendo en su propio bienestar o de quienes lo rodean, podría reducirlo al hecho que debe renunciar a una de ocho cosas para alcanzar aquello que desea lograr. Aprenda cómo liberarse de: t t t t t

la culpa y la vergüenza, para recuperar la esperanza. el resentimiento, para recuperar el amor. el temor, para recuperar la confianza. la ira, para recuperar el perdón. la gratificación instantánea, para recuperar la paciencia. t la desesperanza aprendida, para recuperar el poder. t el aislamiento, para recuperar la conexión y la comunidad. t la adicción, para recuperar la libertad.

Categoría: Vida cristiana


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