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El jardín como un espacio de liberación personal
from Jardines Imaginarios
by Paula Orozco
(2019). Mi mamá, Patricia, cogiendo mangos en la finca de Mario, uno de sus cuñados. [Fotografía]. Elaboración Propia.
Cabe resaltar que la disposición de un espacio físico dedicado a una actividad de ocio, como lo es la jardinería, tiene grandes implicaciones en la vida de la persona que la práctica. Hay que tener en cuenta que son pocos los lugares físicos que se destinan únicamente para realizar alguna actividad que nos distraiga de nuestra vida laboral y nuestra vida doméstica. Un ejemplo diferente al jardín podría ser la apertura de un estudio o un taller que se disponga para realizar alguna actividad de ocio y que no esté relacionada con nuestro desenvolvimiento profesional. Me refiero a que un artista de profesión debería adecuar un espacio que le permita desarrollar bien sus tareas laborales. En cambio, alguien como yo que tiene el pasatiempo de dibujar, no está en la obligación de abrir este tipo de espacio. De esta forma, el jardín es muy importante para quien practica la jardinería. Especialmente en el caso de las mujeres, quienes suelen tener la directriz del hogar, ya que destinar una zona especial para el esparcimiento representa una liberación para ellas, debido a que esto les brinda una agencia de individualidad y libre expresión, al ser una actividad que logran mediar entre su vida laboral y doméstica (Bhatti, 2016).
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Ordenar para ordenarnos
Retomando el tema del orden que traté en el capítulo del jardín como un ente constructor de identidad, al ser este una extensión de nuestra identidad; ordenar el jardín es un acto de ordenarnos a nosotros mismos. Hablando con mi mamá, le pregunté si ella pensaba en algo cuando arregla las matas. Su respuesta fue que en esos momentos piensa en todo y en nada. Es decir, no tiene un tema concreto en la mente pues está concentrada en su labor, sin embargo, al mismo tiempo se le pasan por la cabeza miles de pensamientos relacionados con todo lo que está pasando en su vida, todo lo que ha pasado y todo lo que pasará. De acuerdo con Clément (1994, p. 8), el desorden natural puede ser visto como un generador de ideas o reflexiones personales. Aquí me remito a la literatura rusa, donde los jardines son una representación del estado mental de las personas. En estos se ven reflejados sus pensamientos, sus sentimientos y emociones. Del mismo modo, una alteración o transformación en el espacio refleja la mutación del individuo. Un ejemplo es El Monje Negro de Antón Chéjov, publicado en 1894. La narrativa de este cuento se desarrolla en el campo, pero el espacio más importante es el jardín, y es allí donde se dan las conversaciones -más bien, alucinaciones- que el protagonista mantiene con la fantasmal figura de El Monje. Estas conversaciones son una materialización de sus pensamientos e inflexiones más profundas, y es en este espacio donde el protagonista logra tener reflexiones filosóficas sobre su estado. Dentro de esta heterotopía el personaje encuentra la felicidad, y no solo por las conversaciones que mantiene, sino por el pasado del personaje que es evocado a través del paisaje.