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ES UNO DE LOS DISTINGUIDOS e inmerecidos privilegios y deleites de mi vida. No entrené para hacerlo, no lo vi venir, y me sigue sorprendiendo hasta hoy. He sido llamado a poner las palabras del evangelio en una página tras otra en un libro tras otro. Me levanto cada mañana con entusiasmo y aprecio. Al principio, la escritura no me resultaba natural. Escribía con tanta confianza como una persona que, arrastrada por el espíritu invernal, patina sobre hielo por primera vez. Recibí de regreso mi primer manuscrito con las correcciones y comentarios del editor en rojo, ¡y parecía una carnicería! Pero me he mantenido en ello y estoy profundamente agradecido de que esto es lo que tengo que hacer con mi vida, mi tiempo, mis dones y mi conocimiento.

Solo tengo una cosa que ofrecer: las verdades del evangelio del Señor Jesucristo. Todo lo que hago con cada libro es ponerme las gafas del evangelio y mirar otro tema en la vida de un creyente o en la cultura de la Iglesia. He dicho en broma que solo he escrito un libro; simplemente le cambio el título cada año. Debido a que el evangelio es tan infinitamente profundo, sé que podría seguir escarbando en él durante el próximo siglo y nunca llegar al fondo.

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También sé que las aplicaciones del evangelio a la vida cotidiana son tan amplias y variadas que nunca me quedaría sin cosas nuevas para examinar desde la perspectiva del evangelio.

Verás, el evangelio no es solo un conjunto de hechos históricos. Sin duda es eso. Está basado en actos divinos de intervención y sustitución que si no son reales e históricos le robarían al evangelio su fiabilidad, promesa y poder. Pero el evangelio no es solo un conjunto de hechos históricos, sino también una colección de realidades redentoras actuales. Ciertas cosas son verdaderas ahora, y son verdaderas para cada creyente, debido a lo que Dios hizo históricamente y está haciendo actualmente a través de ellas. Hay más. El evangelio es una identidad viva para todos los que creen. Nos hemos convertido en algo en Cristo, algo que es glorioso y nuevo y lleno de un nuevo potencial. La buena teología del evangelio no solo te define quién es Dios y lo que ha hecho; también redefine quién eres como Su hijo.

Una última cosa. Como dije antes, el evangelio está destinado a ser un nuevo juego de anteojos que cada creyente utiliza y a través del cual mira la vida. Déjame decirlo de otra manera. El evangelio de Jesucristo está destinado a ser la hermenéutica de tu vida, es decir, el medio por el que entiendes y das sentido a la vida. Esto es importante porque los seres humanos no viven la vida basándose en los hechos de su experiencia, sino en su interpretación de los hechos. Sean conscientes de ello o no, cada ser humano es un creador de sentido, un teólogo, un filósofo o un antropólogo, siempre considerando las cosas por separado para entender lo que significan. Como líder de un ministerio, estás haciendo un trabajo teológico no solo cuando predicas, enseñas o diriges, sino también en la forma en que piensas sobre ti mismo, entiendes tu ministerio y te relacionas con tus compañeros líderes. Cada libro que escribo tiene el propósito de ayudar a la gente a mirar algún aspecto de la vida o del ministerio a través de la lente del evangelio.

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A veces este maravilloso trabajo que se me ha dado fluye con facilidad; las palabras parecen salir volando de mis dedos y llegar a la página del libro. Pero otras veces parece que paso mucho de mi tiempo de escritura mirando la página no escrita, debatiendo cómo se dirían mejor las cosas y orando por la sabiduría y la capacidad que no tengo por mi cuenta. En esos días, no estoy seguro de si el problema soy yo y la variedad de distracciones y debilidades que traigo al proceso de escritura o si es el tema y todos los delicados equilibrios que necesitan ser expresados bien. No me desanimo cuando el trabajo es duro, porque estoy profundamente convencido de que he sido llamado a hacer este trabajo, no porque yo sea rico en dones y sabiduría, sino porque mi Señor es glorioso en todos los sentidos, y me encuentra en mi debilidad con una fuerza que solo Él puede dar. Escribo siempre como un pastor. Esto puede parecerte extraño, pero escribo con una congregación en mi mente. Escribo con amor por la gente que tengo en mente. Escribo con pasión para que conozcan la profundidad de lo que se les ha dado en la asombrosa gracia y el amor ilimitado de Jesús. Y sé que, debido a que la obra de Jesús a nuestro favor es completamente suficiente, puedo ser honesto. No hay daño que el pecado haya hecho o hará que no haya sido abordado por Su persona, Su trabajo, Sus promesas y Su presencia. Escribo convencido de que nosotros, la comunidad de creyentes, podemos ser la comunidad más honesta de la tierra porque no hay nada que pueda ser conocido, revelado o expuesto sobre nosotros que no haya sido cubierto por la obra expiatoria de Cristo. Al final, confío en que mi trabajo no solo dará a la gente una nueva forma de pensar sobre la información del evangelio que encuentran en sus Biblias, sino que en última instancia llevará a una transformación del corazón y de la vida. Escribo con la esperanza de que mis palabras estimulen la fe, el amor, la esperanza, la valentía, la alegría, la humildad, la perseverancia, la misericordia y la generosidad, y que encontremos estas cosas no solo en todos los

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lugares típicos donde la gente vive y se relaciona, sino también en las relaciones y el trabajo de los encargados de dar liderazgo a la Iglesia.

Es con esta esperanza que les ofrezco este libro. Escribo como un pastor que ama a los pastores y tiene un profundo aprecio y respeto por los sacrificios diarios que cada líder del ministerio hace por el bien del evangelio de Jesucristo y la salud espiritual del pueblo de Dios. Como todos los demás libros que he escrito, pienso en él como un libro sobre el evangelio. No es primero una crítica al liderazgo del ministerio, sino más bien un llamado a dejar que el evangelio de Jesucristo forme la manera en que nos vemos como líderes, la manera en que nos relacionamos unos con otros como una comunidad de liderazgo, y la forma en que hacemos nuestro trabajo de liderazgo en el ministerio. Este no ha sido un libro fácil, porque escribí queriendo examinar las cosas difíciles, pero lo hago de una manera que refleja la esperanza y el amor del evangelio. No quería que la honestidad disminuyera la esperanza o que la esperanza debilitara la honestidad. Mi esperanza es que, al leerlo, seas bendecido no solo con esperanza, sino con la esperanza que corrige, protege y establece nuevos objetivos donde sean necesarios. ¡Que Dios los bendiga ricamente a ustedes y a todo lo que hagan en Su nombre!

Paul David Tripp 13 de mayo de 2019

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