A nuestros lectores
La inundación de 2003 marcó un antes y un después en una sociedad que ya estaba arrasada por la pobreza. Hace 20 años, el 63% de los santafesinos era pobre y el 33%, indigente. Al abandono del Estado y la vida desnuda ante el mercado se sumó la abominable indiferencia con la que el gobierno siguió el paso de la creciente, más preocupado por las vacas y los cultivos que por las defensas de la capital provincial. La inundación, hay ya sentencia judicial que lo dice, fue un estrago cuyos culpables estaban en el gobierno. Fueron culpables de dejar ingresar el agua, de no avisar a la población y de no cuidarla. No todos fueron debidamente procesados. El mayor inundador, Carlos Reutemann, murió gozando su impunidad. Se cumplen 20 años del momento más triste de la historia de nuestra ciudad, pero también se cumplen 20 años de una lucha que nunca conoció claudicaciones, la del movimiento de inundados. Esta edición especial es una nota al pie de su coraje, su memoria persistente y su insistencia por justicia.
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Ileana Manucci, Gastón Chansard, Alan Valsangiácomo, Marcelo Przylucki, Milagros Argenti, Agustina Lescano, Lucía Guadagno, Federico Coutaz, Analía Giordanino, María Belén Degrossi, Octavio Gallo, Gabriela Carvalho, Gonzalo R. Vega y Sebastián “Rebo” Pérez.
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Arde el sur de Asia
Una severa ola de calor se ha extendido por gran parte de Asia, causando muertes y cierres de escuelas en India y temperaturas récord en China, que el martes 18 registró 42,4° C en Yuanyang, a sólo 0,3° C del récord nacional de abril. El lunes 17, más de 100 estaciones meteorológicas de 12 provincias batieron su récord de temperatura de abril.
Otros países con temperaturas récord: Laos, que el martes 18 alcanzó los 42,7°C; Tailandia , que superó los 45°C por primera vez en su historia; Myanmar, que el lunes alcanzó los 44°C. Además, durante abril, hubo registros de 44ºC en Pakistán, 43,5ºC en India, 41,7ºC en Bangladesh.
La primavera suele ser una estación calurosa en el sur de Asia, sobre todo porque en el verano llega el refresco con las lluvias monzónicas.
En China, las tormentas de arena azotan el norte, debido a vientos provenientes del desierto de Gobi, en la frontera de China y Mongolia.
Las altas temperaturas en India provocaron el cierre de escuelas en algunos estados, mientras que 13 personas fallecieron y decenas recibieron tratamiento médico debido a una insolación después de un acto de premiación que se llevó a cabo al aire libre en el estado de Maharashtra, donde viven 90 millones de personas y
Los artículos firmados no reflejan necesariamente la opinión del editor.
Pausa Nº 310, 27/4/2023
Propietario: Cooperativa de Trabajo Bajo el Fresno Limitada.
Director responsable: Ezequiel Nieva. Domicilio legal: Lavalle 3447, Santa Fe. Registro de la Dirección Nacional de Autor en trámite.
Impreso en Editora del Plata S.R.L., Concordia 1993, Gualeguaychú.
está la ciudad de Bombay. El clima inusualmente cálido también ha provocado advertencias sanitarias en Tailandia, donde el Departamento de Salud advirtió sobre el riesgo de insolación, especialmente para las personas que hacen ejercicio o trabajan largas horas al aire libre, como los trabajadores de la construcción y los agricultores.
El futuro ya llegó
La Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos reportó que marzo de 2023 fue el segundo marzo más caluroso desde 1850 y que en Argentina, fue el peor. Van 529 meses corridos con temperaturas por encima del promedio del siglo XX. Marzo de 2023 estuvo 1,24ºC por encima del promedio del siglo XX. Sólo marzo y febrero de 2016 registraron mayores anomalías (1,35ºC y 1,34ºC).
Cabe recordar: el objetivo global es no superar los 1,5ºC de calentamiento global, cosa de que la catástrofe climática en curso no vire a cataclismo irreversible. Los 10 años más calurosos ocurrieron desde 2010 a la fecha. El período enero-marzo de 2023 viene siendo el cuarto más caluroso desde que hay registro, con una suba de la temperatura de 1,04ºC sobre el promedio del siglo XX.
El Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat de la Nación abrió este miércoles 26 de abril, a las 10, una nueva inscripción para la línea Desarrollos Urbanísticos Procrear II, entre los que se encuentran los disponibles en Santa Fe, Sunchales y Rafaela.
En este caso, se pondrán a disposición un total de 662 viviendas ubicadas en 41 predios de 15 provincias, y la novedad será Destino Joven, una modalidad donde podrán anotarse específicamente los jóvenes de 18 a 35 años. Los créditos son a 30 años y se actualizan mediante la Fórmula Casa Propia, que tiene en cuenta la evolución salarial.
Son dos modalidades de inscripción paralelas: aquellos postulantes que tengan entre 36 y 64 años, y
cumplan con los requisitos, deberán llenar el formulario disponible en la Inscripción General, mientras que aquellos que tengan entre 18 y 35 deberán hacerlo en Destino Joven. Más allá de la inscripción diferenciada por edades, los requisitos generales son similares: ser argentinos/as o extranjeros/as con residencia permanente en el país; no ser propietarios o co-propietarios de ningún inmueble ni haber resultado beneficiarios de ningún plan de vivienda en los últimos 10 años; no registrar antecedentes negativos comerciales ni financieros; tener al menos un año de continuidad laboral registrada; y demostrar ingresos netos mensuales del grupo familiar de entre 1 y 10 Salarios Mínimos Vitales y Móviles.
La frase: “Dije que volvíamos para ser mejores: para ser mejores debemos democratizar nuestro espacio. Démosle la lapicera a cada militante. El peronismo tiene la fuerza, la militancia y los cuadros para lograr la victoria”. Alberto Fernández, presidente de la Nación, en su video de renunciamiento a las elecciones.
Dengue
El 15 de abril se notificó un nuevo récord histórico de fallecidos por dengue: 32 muertes confirmadas y más de 41 mil casos en todo el país, según el Ministerio de Salud de la Nación. Al cierre de esta edición, la cifra de muertos había escalado a 45 y la de casos a más de 65 mil
La circulación del virus se identificó en 15 provincias del centro, norte, noroeste y noreste, incluyendo a Buenos Aires, la Ciudad Autónoma, Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe.
Hasta ahora, en el pico registrado en 2020 se contabilizaron 26 perso-
nas fallecidas con pruebas positivas para dengue, lo que marcaba la mayor cifra histórica de decesos. En tanto, el virus también se registró en la región noreste, en Corrientes, Formosa y Chaco; en el noroeste, en Catamarca, Jujuy, La Rioja, Salta, Santiago del Estero y Tucumán y la provincia de San Luis, en la región de Cuyo. Además, se notificó la doble circulación de dengue y chikungunya en las localidades de Buenos Aires, CABA, Córdoba, Corrientes, Formosa, Salta y Santa Fe.
Sé que te excita pensar hasta dónde llegaré
Al cierre de esta edición, el dólar blue superó la barrera de los $490, una corrida de cerca de 90 pesos en 15 días, que rompió la relativa estabilidad de la divisa en la franja de los $390.
La corrida se desató con la enésima operación de off the record que salió desde el gobierno, relativa a la renuncia del ministro de Economía, Sergio Massa, y su sustitución por el ex CEO de Syngenta, Antonio Aracre, que fungía como jefe de asesores del presidente Alberto Fernández.
Esa jugada palaciega terminó con la renuncia de Aracre y el dólar pegando un salto $420. El segundo escalón de la corrida fue inmediatamente posterior al renunciamiento de Fernández a las elecciones 2023.
El marco de restrición externa –falta de dólares para financiar
importaciones y ofrecer a las empresas que mandan remesas, por ejemplo– se vio agravado por los efectos de la sequía. Se estiman que dejarán de ingresar al país unos 20 mil millones de dólares en razón de los cultivos perdidos por la falta de lluvia. Además, la disparada del dólar ilegal volvió ineficaz la última oferta de dólar soja.
Mientras tanto, Massa cerró una gira por Estados Unidos donde cerró la llegada de 1250 millones de dólares del Banco Mundial para atender a la sequía y a las Becas Progresar. También, se trajo un acuerdo de reformulación del programa con el FMI a raíz del impacto de la sequía sobre las reservas nacionales. El objetivo es relajar la exigencias del organismo y garantizar los desembolsos durante el año, para tratar de despejar empujones devaluatorios todavía más intensos.
Procrear: reabre la inscripción y hay una nueva línea joven
Te invito a mi primer congreso partidario
El sábado 22 y en nuestra ciudad realizaron sus congresos partidarios el socialismo y el peronismo. Casi simultáneamente, sesionaron en el Colegio Inmaculada y en el Cine Teatro de Luz y Fuerza.
La Rosa
El Partido Socialista de Santa Fe resolvió por amplia mayoría integrar el frente“Unidos para cambiar Santa Fe”, con miras al próximo proceso electoral provincial.
Con 231 votos afirmativos contra 79, se formalizó la decisión de conformar una coalición junto con otras fuerzas y competir con candidatos propios en las elecciones primarias provinciales del 16 de julio. Hasta ahora, al número lo tiene puesto Clara García.
Entre otras figuras destacas, estuvieron presentes la diputada nacional y presidenta del Partido Socialista a nivel nacional, Mónica Fein; el diputado nacional y secretario general de la fuerza a nivel provincial, Enrique Estévez; el presidente de la Cámara
de Diputadas y Diputados de Santa Fe, Pablo Farías; los diputados provinciales Clara García, Joaquín Blanco, José Garibay, Erica Hynes, Lionella Cattalini, Gisel Mahmud, Rosana Bellatti, Laura Corgniali, Lorena Ulieldín, Pablo Pinotti, Nicolás Aimar, y Esteban Lenci. También participaron el exgobernador Antonio Bonfatti y el intendente de Santa Fe, Emilio Jatón; los concejales de Santa Fe Laura Mondino y Paco Garibaldi. El encuentro también estuvo marcado por la negativa del sector de Bases, que levantó pancartas con la leyenda“No giro a la derecha” en referencia a los socios políticos con los que el partido conformará el nuevo frente.
El Justicialismo
Con la presencia de los cuatro precandidatos a la gobernación y representaciones de los partidos aliados, el justicialismo provincial sumó cerca de 400 referentes en su congreso.“El encuentro sirvió para mostrar unidad y volumen político”, dijo el titular del PJ provincial, Ricardo Olivera, que agregó “Venimos a construir algo cohe-
7,7%
Inflación de Indec para marzo
El Nivel general del Índice de precios al consumidor registró un alza mensual de 7,7% en marzo de 2023, la inflación mensual más alta de todo el gobierno de Alberto Fernández. En el primer trimestre del año, va acumulada una variación de 21,7%. En comparación con marzo de 2022, la inflación fue del 104,3%, la más alta desde 1991. Así lo informó el viernes 14 el Indec. El aumento de Alimentos y bebidas no alcohólicas (9,3%) fue el que
ARMAS Y ODIO
En la madrugada del domingo 16 de abril, un gendarme intentó disparar a “Babylon”, un boliche LGBTIQ+ de San Salvador de Jujuy. Luego de haber sido expulsado del lugar junto a su acompañante por mostrar una actitud violenta y discriminatoria, el hombre sacó un arma de su vehículo y pretendió gatillarla “al grito de tener intenciones de matar a todos los putos”, según señalaron desde el local bailable.
El accionar fue impedido por la seguridad del lugar y de la Policía. El gendarme y su mujer quedaron arrestados.
rente, no un frente de frentes cómo el del Socialismo PRO”.
Roberto Mirabella (perottismo), Leandro Busatto (La Corriente), Eduardo Toniolli (Movimiento Evita) y Marcos Cleri (La Cámpora) se sentaron adelante. En lugar también había referentes aliados del Frente Renovador, 100% Santafesino, Partido Solidario, Partido Fe, Unidad Popular, Producción y Trabajo, y Ciudad Futura, que va a la misma interna para los cargos municipales de Rosario.
Por solicitud de Busatto, el Congreso votó por unanimidad la expulsión del represor condenado Julio Adelaido Ramos, Personal Civil de Inteligencia de la dictadura que operó en la Facultad de Ingeniería Química. Ramos fue diputado provincial, entre 1987 y 1991, y concejal de Vera, entre 2005 y 2009.
Además, se aprobó una moción de repudio “al intento de proscripción de Cristina Kirchner”, que fue planteada por Marilyn Sacnun, y otra de la ministra Silvina Frana para apoyar “una renegociación de la deuda con el FMI”.
Gasoducto Néstor Kirchner
El presidente de la empresa estatal Energía Argentina (Enarsa), Agustín Gerez, comunicó el 13 de abril que la construcción del Gasoducto Néstor Kirchner tiene un avance del 45%, por lo que debería estar operativo este 20 de junio.
Ya para este invierno, y sin estar a plena capacidad operativa, se prevé un ahorro de 4293 millones de dólares por la sustitución de importaciones energéticas. La obra principal consiste en un tramo de 573 kilómetros que se extiende desde la localidad neuquina de Tratayén hasta Salliqueló, en el centro oeste de la provincia Buenos Aires. Un segundo tramo llega al departamento San Jerónimo, en nuestra provincia.
cómo avanza este proyecto. Por lo pronto, la empresa estatal de cobre, Codelco, será la encargada de dar los primeros pasos en la instrumentación.
Alta movida
más incidió en todo el país. En ese rubro sobresalió la suba de Carnes y derivados. A su vez se destacaron las subas en verduras, tubérculos y legumbres, seguidas por leche, productos lácteos y huevo, y frutas. Educación registró un importante incremento (29,1%), por las subas en todos los niveles educativos al inicio del ciclo lectivo. El siguiente rubros con mayor variación en el período fue Prendas de vestir y calzado (9,4%).
Boric quiere crear una empresa nacional del litio
La movida implica que se transferiría parte del control de dos gigantes del litio, la chilena SQM (antiguamente, Sociedad Química y Minera de Chile) y la estadounidense Albemarle. Ambas son proveedoras de Tesla y otros fabricantes de baterías de litio y vehículos eléctricos. Las acciones de ambas compañías se derrumbaron tras el anuncio. Albemarle tiene concesión hasta 2043 y SQM hasta 2030.
Las organizaciones Orgullo Quebradeño, Identidad Marrón Xuxuy, Guepardxs, Comunidad de la Quebrada LGBTTTIQ+, Colectivo Autoconvocado de la Diversidad Perico y Libres y Diverses Jujuy exigieron en un comunicado conjunto “la capacitación en derechos LGBTINB+ en todas las instituciones de las fuerzas de seguridad”, la “sanción de la nueva ley de antidiscriminatoria” y la “incorporación de una perspectiva integral en las políticas de género orientadas al colectivo LGBTINB+”.
El presidente chileno, Gabriel Boric, pateó el tablero internacional del litio, mineral clave en la producción de baterías eléctricas y, por ello, en la transición hacia la energía verde. El jueves 20, por cadena nacional, anunció el envío de un proyecto de ley para la creación de la Empresa Nacional del Litio. Chile posee el 36% de las reservas mundiales de litio y en 2022 generó el 30% de la producción mundial, sólo superado por Australia.
“Chile tiene las mayores reservas de litio del mundo, un mineral que, al estar en las baterías de almacenamiento de energía, de autos y buses eléctricos, resulta clave en la lucha contra la crisis climática y una oportunidad de crecimiento económico que difícilmente se vuelva a repetir en el corto plazo”, dijo Boric desde el Palacio de La Moneda.
La estrategia tendrá seis líneas:
= El Estado participará en todo el ciclo productivo
= Las actividades de exploración, explotación y agregación de valor se harán en colaboraciones públicoprivadas, donde el Estado buscará tener mayor presencia.
= Se avanzará hacia el uso de nuevas tecnologías de extracción que minimicen el impacto en los ecosistemas de los salares. Además, se establecerá una red de protección de salares.
= Participarán las comunidades aledañas. Habrá una cumbre entre el Consejo de Pueblos Atacameños y Boric.
= Se promoverá no solo la extracción, sino también la generación de productos de litio con valor agregado.
= Se respetarán los contratos vigentes de explotación privada. Boric y su partido de gobierno no cuentan con mayoría en el Congreso, por lo que habrá que ver
En el tablero mundial de la disputa por los minerales del futuro, Boric sigue el camino que trazó el presidente Andrés Manuel López Obrador en México. Hace exactamente un año que se sancionó una ley que considera al litio como patrimonio de la nación mexicana y reserva su explotación y aprovechamiento en manos de una empresa del Estado.
Sobre el Triángulo del Litio de Chile, Argentina y Bolivia, una y otra vez la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, la generala Laura Richardson, expuso su interés. Recientemente, ante un think tank de la OTAN, Richardson se preguntó“¿Por qué es importante América latina?” y luego se respondió que es importante por “todos sus ricos recursos y tierras raras, tienes el Triángulo del Litio, que es necesario para la tecnología actual. El 60% del litio del mundo está en el Triángulo del Litio”.“Tenemos que intensificar nuestro juego en la región”, concluyó.
En Jujuy, un gendarme intentó disparar a un boliche LGBTIQ+
Veinte años de una herida que no cierra
—Siempre tuvimos esa certeza: que la Justicia es una mierda y favorece a la política.
En la voz de Patricia Pavón no hay grises. Dice que el 29 de abril de 2003 se había ido a trabajar y que la llamó su marido porque se venía el agua. Vivían en el barrio San Lorenzo. “Subimos las cosas a los muebles, porque el condenado había dicho por la radio que más de un metro de agua no íbamos a tener. Entonces dejamos todo abajo, nuestros animales, nuestros pájaros”. Patricia dice el condenado para referirse al entonces intendente de Santa Fe, Marcelo Álvarez. Él fue, efectivamente, uno de los tres sentenciados en la Causa Inundación, junto a los funcionarios provinciales
Edgardo Berli y Ricardo Fratti. La pena fue de tres años de prisión en suspenso. El gobernador Carlos Reutemann ni siquiera fue imputado.
Aunque el Poder Judicial de Santa Fe hizo de la Causa Inundación un letargo de 16 años lleno de marchas y contramarchas para garantizar la impunidad, los responsables políticos ya estaban condenados en la memoria de quienes decidieron no callar y gritar cuantas veces hiciera falta que la inundación de 2003 fue un crimen: con víctimas y con responsables.
El relato de Patricia continúa: —Ese día todos gritaban y corrían. Subimos lo que pudimos al techo: ropa, un nylon para taparnos, la televisión, la bicicleta y los cinco perros. Ese es mi recuerdo. Y
después la noche fría, lluviosa, la desidia, el abandono, muchos gritos de auxilio de gente que pedía que la rescaten. Escuchaba los gritos de mi vecina que estaba en silla de ruedas. De ahí salimos solos, nos sacó el barrio con canoas. Fuimos al puerto y después a una escuela donde estuvimos un mes. Hasta que nos fueron diciendo que teníamos que volver. Entonces decidimos con mi marido volver a limpiar. Bueno: no limpiar, era tirar. Tirar lo tuyo. Eso es lo que la puta política nos dejó.
El 6 de junio de 2003, ella estaba escuchando la radio. Unas personas se quejaban, pedían justicia, invitaban a una reunión. Pensó que quizás con ellos se sentiría mejor y así conoció la Marcha de las Antorchas. El 29 de julio de 2003 rodeó con ellos la Plaza 25 de Mayo, con una antorcha en la mano y pidiendo “Justicia en todo y para todos”.
—Después de 20 años y de lo que viviste, ¿qué sentís hoy?
—Mucha tristeza por los que ya no están y bronca por el abandono que vivimos. Porque los culpables nunca reconocieron lo que pasó, siempre se mantuvieron en la mentira. Para esta época vienen algunos políticos a querer sacarse fotos con nosotros, pero todos son cómplices de lo que pasó.
María Claudia Albornoz, hoy referenta de La Poderosa, fue una de las impulsoras de la Carpa Negra por la Dignidad y la Justicia. La carpa estuvo armada 198 días, desde el 29 de julio de 2003, reclamando justicia por las y los inundados.
El 29 de abril, a las tres de la tar-
de, la Negra Albornoz vio a una vecina corriendo por la calle J. J. Paso, en el extremo oeste del barrio Chalet. La mujer gritaba que se venía el agua. “Ahí me di cuenta de que eso iba a ser un desastre. Lo último que alcancé a agarrar fue la radio y a mi perra, porque ya había sacado a mi mamá y a mi hijo. Eran las tres de la tarde. Habíamos estado toda la noche anterior juntando los libros de la Vecinal, porque en esa época estábamos armando una biblioteca popular, y avisándole a la gente que trate de irse. Cuando entró el agua seguí yendo al barrio, a asistir a las
personas que se habían quedado en sus casas”, recuerda.
—¿Cómo fue volver cuando bajó el agua?
—Se había derrumbado el cielorraso de mi casa, así que tuve que romper una ventana para poder entrar. Parecía que había habido un maremoto porque estaba todo movido del lugar, tuvimos que romper los placares para seguir ingresando. En esos momentos se te viene todo encima, porque te preguntás “¿cómo sigo? ¿de qué voy a vivir? ¿cómo voy a alimentar a mi hijo?” Era el dolor de haber per-
dido lo poco o mucho que habías conseguido a lo largo de tu vida.
Con una tristeza infinita y una dignidad aún mayor, el movimiento de inundados —con integrantes como Patricia, María Claudia y tantas y tantos más— enfrentó, sobre todas las cosas, el olvido. La Negra subraya que hay una ley provincial que incluye la inundación de 2003 en las currículas, pero que el Ministerio de Educación de Santa Fe no implementa.
Santa Fe es una ciudad rodeada de ríos y los últimos meses de 2002 y los primeros de 2003 fueron particularmente lluviosos. Pero ninguno de los vecinos del oeste, de la zona empobrecida de la ciudad, imaginó nunca que su casa iba a terminar totalmente sumergida en el agua. Nadie imaginó un río corriendo a toda velocidad por calles y avenidas. Nadie imaginó morirse ahogado en la esquina o en una escuela reconvertida a centro de evacuados. No había imágenes para eso en la cotidianidad santafesina previa a 2003, en una sociedad que además trataba de zafar de la crisis de 2001 en las asambleas barriales y en los trueques del Parque Garay. Nadie imaginó porque nadie avisó. Los funcionarios públicos contaban con esa información pero tomaron la decisión política de abandonar a la gente. Sin justicia, y con los culpables muertos en la impunidad, el Estado provincial aún puede reconocer su responsabilidad. Esto no devolverá las 158 vidas perdidas, la salud deteriorada y los proyectos personales y colectivos que quedaron en el camino. Pero será un principio de reparación para aquella herida que sigue abierta en las orillas del Salado.
Dos integrantes del movimiento de inundados recuerdan el 29 de abril de 2003 y las luchas del después.El reclamo por memoria y justicia supo enfrentarse, a lo largo de los años y sin pruritos, a los poderes tradicionales de la provincia. Por Mariángeles Guerrero Mauricio Centurión
Reutemann sí lo sabía, pero no hizo nada
Por Ezequiel NievaEn los días y meses previos a la inundación de 2003 el gobierno provincial se encontraba monitoreando la crecida del río Salado. El 3 de mayo de ese año –ya con un tercio de la ciudad de Santa Fe bajo agua–, el gobernador Carlos Reutemann pronunció la respuesta que iba a marcarlo para siempre: “A mi absolutamente nadie me ha avisado”.
Desde el inicio de la inundación, Reutemann siempre buscó eludir sus responsabilidades. Nunca estuvo involucrado en la causa penal que sentenció a dos de sus funcionarios –Edgardo Berli y Ricardo Fratti–, en la cual solo debió declarar dos veces por escrito, en 2004 y 2013, en condición de testigo, amparado por sus fueros de senador nacional.
Las pericias técnicas que forman parte de la causa penal, la intensa cobertura periodística, los informes elaborados por la Universidad Nacional del Litoral y los testimonios que dieron en su momento sus propios funcionarios echan por tierra las excusas de Reutemann: el gobernador sabía lo que estaba pasando,
conocía la gravedad del fenómeno y, sin embargo, pese a ser el máximo responsable político de la provincia, nunca ordenó ni organizó la evacuación de las personas afectadas.
El saldo es conocido por todos, pero vale reiterarlo porque el ejercicio de la memoria histórica es uno de los deberes del periodismo: 130 mil personas evacuadas, 158 fallecidos, un tercio de la ciudad bajo agua, pérdidas materiales millonarias y pérdidas simbólicas incalculables.
Reutemann dijo que no sabía, pero la evidencia demuestra todo lo contrario:
= En 2001 la provincia de Santa Fe creó un Comité de Emergencia Hídrica que tenía como meta hacer un seguimiento de las crecientes de los ríos y de las lluvias, que fueron muy fuertes sobre todo a partir de noviembre de 2002. De ese comité participaron el ministro de Obras Públicas Edgardo Berli, el director de Hidráulica Ricardo Fratti, el director de Vialidad José D’Ambrosio y la secretaria de Promoción Comunitaria Adriana Cavutto.
= El 10 de marzo de 2003 la defensa oeste de Santa Fe, inconclusa
desde su inauguración en 1997, sufrió un socavón –que fue reparado–a causa del primer pico de creciente del Salado. Ese día el río entró por primera vez a la ciudad y más de la mitad del campo de golf del Jockey Club se inundó. Vialidad Provincial construyó una defensa para desviar el agua: faltaba un mes y medio para el pico de la crecida extraordinaria y el Estado ya sabía que por ese tramo incompleto de la defensa iban a ingresar las aguas del Salado.
= El 13 de marzo hubo evacuaciones aisladas en viviendas de los barrios San Agustín II, Las Lomas, Cabal y La Tablada, en el noroeste de la ciudad de Santa Fe. Esa misma semana, en la Legislatura provincial, el senador Alfredo Esquivel le pidió al Ministerio de Obras Públicas datos sobre la defensa oeste y las medidas para evitar su posible colapso. Otra señal de que la política sabía lo que podía ocurrir.
= El 24 de abril, El Litoral tituló “Media provincia está bajo agua”. Habían caído 300 milímetros en solo un día en varias localidades al centro-norte santafesino. El efecto de esas lluvias intensas se empezó
a sentir en Santa Fe el 27 de abril y alcanzó su tope el 30.
= El sábado 26 de abril –un día antes de las elecciones presidenciales–, Reutemann declaró en Cable y Diario que los barrios del oeste de la ciudad iban a tener serios problemas con la creciente del Salado. Al día siguiente se pudo ver por televisión cómo esos mismos vecinos eran llevados a votar en camiones porque no podían llegar a las escuelas de tanto barro y agua.
= El 29 de abril a las 11.30 el Comité de Emergencia Hídrica recibió un mapa realizado por personal técnico de la Dirección de Hidráulica donde se podía observar con mucha precisión hasta dónde llegarían las aguas del río Salado dentro de la ciudad de Santa Fe. Según se pudo ver luego en la causa penal, las marcas de ese mapa coincidieron casi en su totalidad con las zonas inundadas.
Toda esa evidencia se conoció en el momento mismo de la inundación y forma parte del registro periodístico y documental de la época. El 5 de mayo de 2003, con la primera denuncia formal, se puso en marcha la causa judicial que iba a llegar a
sentencia casi 16 años más tarde, el 1º de febrero de 2019. Reutemann nunca estuvo imputado: fue liberado de culpa y cargo en 2006 por el juez Jorge Patrizi, quien no encontró “suficientes elementos de convicción” para indagarlo.
La sentencia firmada en 2019 por el juez Octavio Silva da cuenta de numerosas pruebas que apuntan directamente a Reutemann. Entre ellas: las voladuras de la Avenida Mar Argentino el 30 abril, por donde escurrió el agua acumulada en el sudoeste de la ciudad, y la demora en realizar esas explosiones, que conllevó que se inundaran vastas zonas del sur y del centro y que el agua tuviera dentro de la ciudad una altura superior al propio cauce del río.
Silva concluye que las voladuras en la Circunvalación “pudieron haberse realizado un día antes, el 29 de abril, acelerando los tiempos de evacuación de los excedentes, lográndose así disminuir los volúmenes de acumulación”. Sin embargo, la Justicia le puso punto final al tema y no se volvió a abrir ninguna investigación para determinar las responsabilidades del entonces gobernador.
Inundación 2003: memoria del abandono
Por Juan PascualComo acto político, la memoria se transforma con el paso del tiempo. El relato de lo que pasó, los rituales para evocar el pasado pueden permanecer más o menos iguales; la memoria suele nutrirse en la repetición de su núcleo duro y en la diversidad y proliferación de sus transmutaciones. Sin embargo, pese a que siempre se parece a sí misma, la memoria cambia porque en cada época dice algo distinto, algo actual para la época. La memoria, como interpelación pública, se ve modificada por la historia.
En el movimiento de inundados, la memoria fue una herramienta de transformación de la ciudad, incluso con poderosos efectos electorales. También fue la base de la resistencia ante la ominosa lentitud del Poder Judicial. Hoy, a 20 años del 29 de abril, ¿cuál es la actualidad de la memoria sobre la inundación?
Inundados nunca más Finalmente, un día la defensa oeste se cerró y sobre ella se continuó la avenida Circunvalación casi hasta Esperanza. Tras la inundación de 2007, el Estado atendió debidamente la construcción y operatividad de las estaciones de bombeo; la ciudad tuvo una nueva inundación producida por la desidia estatal. Las lluvias volvieron a ser extraordinarias, pero no funcionaba prácticamente ninguna casabomba.
En el movimiento de inundados, la memoria fue una herramienta de transformación de la ciudad, incluso con poderosos efectos electorales.
La ciudad trazó un plan ajustado de nuevos desagües troncales, que se va ejecutando de a poco. El movimiento de inundados fue particularmente insistente en la ampliación de la “Alcantarilla de Cruce”, un canal que atraviesa la Circunvalación y por el que desagua San Lorenzo, Chalet y el Arenal su agua y toda el agua que reciben desde norte. Originalmente era de un metro y medio la alcantarilla, en 2014 se inauguró su ampliación a los quince metros actuales. El propio gobernador Antonio Bonfatti reconoció, en ese entonces, que esa obra entró en el radar del Estado por el reclamo incesante del movimiento de inundados.
Las lluvias siguieron generando inundaciones, pero ni remotamente se comparan con lo que sucedía
antes, mucho menos con los efectos de la creciente del Salado de 2003. El agua inunda los barrios, pero se va muchísimo más rápido, como pasó en los temporales de febrero de 2015.
Qué hacer con el agua es hoy un tema ineludible a nivel municipal y provincial. Los planes explican tanto los retardadores pluviales de avenida Freyre como los planes de veredas verdes y de calles con adoquín articulado; el escurrimiento es un tema clave.
El problema de los anegamientos de los barrios más bajos de la ciudad comenzó a formar parte de la agenda real de las políticas públicas. Un poco se debe a los desastres continuos, pero en buena medida allí estuvo siempre la voz del movimiento de inundados reclamando las obras necesarias, sin cesar ni ceder. Su sola presencia en las plazas se convertía en el testimonio de la tragedia y de lo que faltaba hacer.
Ni olvido, ni perdón
En los Tribunales y en la plaza, el movimiento de inundados fue clave para que la Causa Inundación llegara a tener una sentencia y para que el ex ministro de Obras Públicas, Edgardo Berli, y el ex director de Hidráulica, Ricardo Fratti, sean declarados culpables. La muerte excusó al intendente Marcelo Álvarez, el tercer acusado, y la impunidad salvó a Carlos Reutemann, el principal responsable político y material.
El proceso se inició el 5 de mayo de 2003 con la apertura de la instrucción, a raíz de la demanda presentada por Chabela Zanutigh, junto a Maria Cristina Temporetti y Emiliano José De Olazabal. Varias demandas se le sumaron. Los principales impulsores de la causa judicial, los esposos María de los Milagros Demiryi y Jorge Héctor Castro, se constituyeron como actores civiles. Sobre su demanda produjo el fallo el juez Octavio Silva, casi 16 años después, el 1º de febrero de 2019.
El 19 de abril de 2006 la causa estaba en manos del juez Jorge Patrizi. Él decidió procesar sólo a Berli, Fratti y Álvarez, dictando la falta de mérito para todos los demás imputados (Carlos Miguel Gómez Galissier, José D'Ambrossio, Carlos Alberto Filomena, Juan Carlos Cafaratti, Juan José Maspons, Jorge Alfonso Bounous, Alejandro Hugo Alvarez Oporto) y señalando que ni siquiera existían “suficientes elementos de convicción como para indagar al gobernador Carlos Alberto Reutemann”. Una vez que fue confirmada esa resolución, tras haber sido apelada, quedó sellada la impunidad de quienes participaron en todo momento de los mismos hechos por los que se condenó a Fratti y Berli.
La propia sentencia señala que el
proceso fue tortuoso. El expediente, al final del recorrido, quedó compuesto por 26 cuerpos con 5238 fojas. Los 16 años fueron un pasamanos de jueces tirándose la papa caliente entre ellos y entorpeciendo la investigación, a tal punto que en un momento los acusados presentaron recursos de prescripción.
Y allí estuvo siempre el movimiento de inundados, sosteniendo una demanda judicial que le fue totalmente indiferente a todo el arco partidario mayoritario, de punta a
Sin la persistencia de los inundados, jamás se hubiera movido dos centímetros esta Justicia provincial dominada por el eterno Rafael Gutiérrez.
punta. Si fuera por los partidos, acá no pasaba naranja. En un momento u otro, todos le hicieron guiño, reverencia y besamano al mayor inundador. Nadie nunca tomó esa causa como realmente propia; más de uno contribuyó a la obstaculización. Sin la persistencia de los inundados, sin sus necesarios escraches, jamás se hubiera movido dos centímetros esta Justicia provincial dominada por el primo político de Reutemann, el eterno Rafael Gutiérrez.
Actualidad del 2003
¿Para qué ir hoy a la plaza del 29 de abril? ¿En qué nos puede interpelar la memoria una inundación que pasó hace 20 años? La relación entre el Estado y la sociedad era completamente diferente
en abril de 2003. Ni habían pasado dos años del 19 y 20 de diciembre de 2001. Vivíamos acostumbrados a la ausencia, el abandono y la represión; ese era el mundo natural y el horizonte a futuro. Las cosas habían sido, era e iban a ser así.
La sociedad sabía por principio que el Estado no iba nunca a estar ahí, donde fuere, excepto para pegarte. La sociedad no esperaba nada del Estado no porque fallara, hiciera poco o lo hiciera mal: simplemente no estaba ahí. En su lugar había otra cosa, más salvaje y cruel.
Un ciclo de desguace del Estado en favor del ordenamiento total de la sociedad bajo el criterio y mando único del mercado es lo que produce la inundación de 2003. Siempre el movimiento de inundados tuvo clara esa denuncia. Forma parte de su memoria.
Al mercado no le interesa –no tiene cómo producir ese interés–que haya estaciones de medición en el río Salado; durante el ciclo de desguace de los 90 se fueron desmantelando todas las estaciones de medición y para el 2003 no había ni un indicador propio del Instituto Nacional del Agua sobre ese río. Tampoco había una sola estación de tren activa que reporte cómo el agua iba tapando puentes y vías.
Al mercado sí le interesa que una obra pública se haga hasta donde lo necesita y nada más. La defensa oeste siempre fue, en verdad, una circunvalación, una ruta para la camionada. La creciente era un interés de segundo orden. Eso explica por qué no se construyó el Tramo III, la obra que hubiera salvado a la mayor parte de la ciudad. Apenas representaba el 3,16% del costo total pagado, tenía un plazo estimado de construcción provisoria de 37 días, pero no tenía ningún sentido para el transporte de
mercancías: sólo era útil para que no inundaran los más pobres.
Y al mercado no le interesa –tampoco tiene cómo producir ese interés– que haya protocolos adecuados de defensa civil, con equipos formados y presupuesto. Por la suya, estudiantes, docentes, creyentes de todas las iglesias, punteros comprometidos, deportistas unidos por sus clubes, ONGs, sindicatos, la universidad, lancheros y piragüeros, los movileros, proletariado mediático que coordinaba salvatajes y pedidos de ayuda, ocuparon el lugar de una ausencia, se plantaron para decir que era necesario un reconocimiento a los inundados como algo más que animales.
Hay ahí mucho más que resiliencia, ese berreta concepto de gerentes y derrotados. Había ahí un conocimiento político profundo, de organización con lo que hay. Destrezas de sobrevivientes, un resentimiento furioso, un fermento de transformación. Las rutinas, las discusiones, las acciones de la sociedad durante la inundación fueron inseparables de esa experiencia vital de la intemperie cotidiana que implicó el desguace del Estado. La memoria de esa experiencia vital, esa nada sórdida de país arrasado, parece haber quedado muy atrás en el tiempo. Esa es la interpelación actual de la memoria por la inundación de 2003.
La inundación de Santa Fe es la coronación del ciclo de desguace del Estado de los 90. Un Estado desguazado es impotente e incapaz. No tiene cómo ni con qué, y todos lo sabíamos. Y dejó así en el abandono a una sociedad ya arrasada, organizada desde abajo para contenerse y salvarse a sí misma. Esa era la vida política de 2003; acaso la vuelta a esa intemperie esté delante de nuestras narices.
20 años después, por qué el reclamo del movimiento de inundados nos interpela y tiene actualidad.Jorge Castro, actor civil de la Causa Inundación. Su militancia junto al movimiento de inundados fue determinante para que haya sentencia.
A 20 AÑOS DE LA INUNDACIÓN 2003
Un puñado de voces contra el olvido
José Almeida Por Agustina LescanoLas notas en la prensa repetían la palabra “lluvia” casi todas las semanas a partir de enero de 2003. El 29 de abril, a la mañana, el entonces intendente Marcelo Álvarez declaró en El Cuarto Poder por LT10, la radio que toda persona en la ciudad que pudiera estaba escuchando, para saber qué hacer, qué pasaba en otros barrios, o simplemente para empezar la jornada, porque todavía no sospechaba nada. “Al vecino que habla de la zona sur: le digo que no tenemos problemas en la casabomba 1. Todo el barrio Centenario, la villa del Centenario, Chalet, San Lorenzo, El Arenal, no va a tener ningún tipo de inconveniente. El suroeste de la ciudad no va a tener problemas”, afirmó Álvarez. Pocas horas después se inundaron. La mayor cantidad de muertos por el paso del río se registró en esas zonas.
Desde horas antes, la información circulaba de manera fragmentada en esa misma radio y en otros medios de la ciudad. "Sentir el agua en los pies, haciendo cosquillas adentro de los zapatos. Relatar por la radio 'el avance de la masa hídrica'. ¿Cuándo habíamos empleado esa frase? Parado en una esquina teléfono celular en mano, como si fuera un micrófono, mientras la madrugada se obstina en seguir siendo noche. Sentir el agua en los tobillos, entrando por los zoquetes. Vecinos como fantasmas, moviéndose en las penumbras, cargando a sus hijos. Las pupilas dilatadas, tratando de adivinar el próximo paso, evacuándose, pero adónde”, así lo recordó Walter Saavedra, hombre de radio que aquella madrugada recorrió las zonas inundadas cubriendo para Radio de Noticias. El relato, con voz y pluma del locutor, se puede escuchar en el podcast Pausa Play.
En los 20 años que transcurrieron, múltiples voces, testimonios y relatos han encontrado un espacio de visibilización en trabajos y proyectos que conservan y mantienen la memoria vigente de lo sucedido. Por esta razón, pretendemos recuperar aquellas palabras de personas cuyas historias estuvieron atravesadas por este episodio oscuro de la capital santafesina, antes, durante y después del 29 de abril.
Estado ausente, lazos vecinales Los barrios enfrentaron el abandono de los funcionarios con organización, pero una organización espontánea, rápida, a contrarreloj, porque la lucha de las y los vecinos fue contra la incertidumbre y el desconcierto ante la información a retazos del verdadero riesgo que se avecinaba.
Victoria Medina tenía cuatro años en abril del 2003 y vivía en Santa Rosa de Lima, cerca del río. El 29
de abril es el cumpleaños de su hermana y como “todavía no se venía el agua” aquel día estaban preparando los festejos. “Eran los medios y el gobierno diciéndote ‘no se viene, no se va a inundar’ y vos ver y saber que sí se venía el agua. Nadie sabía por dónde, si iba a arrancar primero por un lado, por el otro. Primero se decía que por Fonavi, después por el barranco. Todo era muy confuso, pero nosotros sabíamos que se venía. Por eso puede ser que todo el
Vanesa Fernández: “Nunca tuve atención. Desde eso que pasó, no me la ofrecieron. A mí no se me murió un perro, se me murió un hijo”.
barrio alcanzó a sobrevivir a esto, capaz que no hubiese pasado si nos agarraba más desprevenidos como en el 2007. Si no hubiésemos estado informándonos entre los vecinos no estaríamos acá”, afirma, ya adulta. El testimonio forma parte del proyecto Niñas y niños de la inundación, publicado quincenalmente en Pausa y próximo a publicarse dentro de la editorial Vera Cartonera.
“Con mi marido, Pancho, pertenecíamos a la ONG Manzanas Solidarias. Yo coordinaba la manzana, y si bien sabía lo que pasaba, no había tomado conciencia de lo que podía pasar. Ni de lo que pasó” recuerda Beatriz Grosvald, vecina que se sumó a colaborar junto a su familia en el centro de evacuados del Club Teléfono. “Era un caos. La gente
llegaba llorando, preguntando por sus familiares. Creo que fue el presidente del Club que nos pidió que nos hagamos cargo, y con Pancho teníamos dos opciones, dar vuelta la cara o quedarnos. Y nos quedamos. Fue terrible, mucha gente perdió su casa, o tuvo un ACV, o depresión, un ataque al corazón. Había personas que deambulaban por los centros de evacuados buscando a su familia y cuando uno pasaba por los barrios parecía una guerra, todo estaba destruido, y lo peor era el olor que quedó. Cuando llegó el Gobierno, en vez de respetar lo que ya estaba organizando, empezaron de nuevo e hicieron un desastre. Desde el 2003 hasta ahora la situación de los barrios populares no cambió nada, es cada vez peor. Ahora también se necesita ayuda”, reflexiona.
El 29 de abril de 2003, Vanesa Fernández tenía 23 años y vivía sobre el Terraplén Irigoyen, a la altura de calle Entre Ríos, con el padre de sus hijos: Elvio, Araceli y Uriel Ramón Castillo. Uriel tenía 21 días. Cuando el agua llegó al barrio, se fueron a la casa de un hermano en Chalet. A la tarde el agua llegó ahí también, y Vanesa intentó evacuarse junto a sus hijos en una canoa particular. Llegando a Colón, el agua la dio vuelta.
“El agua me hundía. Tragaba agua y me levantaba. Yo sabía que me estaba por morir, yo me estaba muriendo, no sé nadar. Tragué mucha agua. Sentía que me golpeaba con cosas. Siento algo que golpea el pecho y, con el mismo reflejo me agarro y era una las columnas que sostienen las tribunas, afuera del estadio. Me quedé prendida ahí y empecé a gritar que sacaran a mis hijos. Después no supe más nada de mis hijos, yo pensé que mis hijos se habían ahogado los tres”, recordó Vanesa en
que llevar a la justicia. Fue uno de los principales responsables y cómplices de Reutemann. La facultad de ingeniería química había hecho esos estudios. Ahí estaba la verdad que teníamos que conocer todos”. El testimonio es de Graciela García, referente de la Marcha de las Antorchas. Su voz, que se alzó tantas veces para leer los nombres de los muertos -los reconocidos y los que no-, quedó registrada en la investigación “Lo que el Salado sigue gritando: 10 años después” (2013) realizada por Miguel Cello, Julieta Haidar y Carlos del Frade y publicada como libro por el Instituto de Investigaciones Gino Germani a los 10 años del crimen hídrico.
una entrevista con Pausa en 2018.
Evacuada en la escuela de comercio de Santo Tomé, Vanesa pudo encontrarse con sus dos hijos mayores cuatro días después. De Uriel no supo nada hasta el domingo 4 de abril, cuando la busca un patrullero para llevarla a reconocer el cuerpo en la Seccional Segunda. El bebé había sido encontrado por pescadores. “Yo no estaba bien. No estoy bien. Tampoco nunca recibí ayuda psicológica. Nunca me la ofrecieron. Nunca tuve
Graciela García: “Con arena protegíamos las casas… Pero sin quererlo, armamos nuestra propia trampa: la misma que había empezado Reutemann”.
atención. Desde eso que pasó, nunca. A mí no se me murió un perro, se me murió un hijo”, afirmaba.
La salida siempre fue colectiva “Los vecinos ponían arena, protegíamos las casas…Pero así, sin quererlo, armamos nuestra propia trampa, la misma que había empezado a armar Reutemann, nosotros la fortalecíamos sin saber […]. Estas cosas pasan por el cuerpo y la piel de cada uno. Habíamos caído en la trampa. Su silencio para 130 mil personas, 28 mil familias, fue la muerte, el desamparo, la desolación, algunos salimos como ratas… queríamos resguardar nuestras casas… no teníamos idea qué iba a pasar. Por qué Barletta no hizo lo que tenía que hacer, entregar el estudio de la universidad, lo tuvo
Mientras el agua bajaba, las semanas fueron reagrupando a las y los vecinos en un movimiento que hasta la actualidad se planta frente a Tribunales para recordar a los jefes de ese palacio lo que los inundados jamás olvidarán: la impunidad, la desidia y la búsqueda de justicia. “Nos organizamos como vecinos en mayo de 2003. En República del Oeste, la única vecinal que nos daba apoyo y después en el club Mitre, del barrio San Lorenzo. Qué hacer… Jorge Aguilar, el tortero, dijo de hacer una carpa. Necesitábamos tiempo, parecía una locura… 29 de julio de 2003…Carranza había amenazado con reprimir cualquier tipo de manifestación que se hiciera en la plaza. Hablé con la secretaría de derechos humanos de la nación, a la noche se veían los francotiradores de la Inmaculada, la casa de gobierno y tribunales. Nos pidieron los nombres a todos. A los 14 días nos llevaron presos a dos compañeros de barrio Centenario y a mi. Sostuvimos esto hasta que asumiera Obeid. Velas para alumbrarnos. Y salimos con las velas a dar una vuelta por la plaza. Todos los martes las hicimos”, recuerda Graciela. Con motivo de la sentencia en la causa Inundación el 1° de febrero de 2019, María Claudia Albornoz, integrante de la Carpa Negra por la Memoria, la Verdad y la Justicia, comentó a Pausa que “no hubo justicia, hubo sentencia”. Por lo que el reclamo, la memoria y la búsqueda de justicia sigue vigente.
“Se cerró una parte, que también era impensada en la Justicia santafesina y en la Argentina. Un juicio tan largo, con tantas trabas, con tanta suciedad. Se cerró algo que para nosotros era impensado: que se dicte una sentencia, y que diga que todo lo que dijimos durante un montón de años era así. Porque cuando dicen que hay culpables, en algún momento nos dan la razón. Así que no hubo justicia, hubo sentencia: hay culpables, dos se murieron, y uno está vivo y sigue generando inconvenientes, igual que la Provincia”, concluyó la militante.
Publicaciones, proyectos e investigaciones forman parte del sostén de la memoria del crimen hídrico.Los barrios enfrentaron el abandono con organización a contrarreloj, ante la incertidumbre y la falta de información.
Centros de evacuados: búnkers de la solidaridad comunitaria
pan, haciendo olladas de mate cocido, de tener la ventaja de contar con la infraestructura del comedor de la escuela”.
La falta de contención estatal e institucional en la gestión de la emergencia hizo que la gente tuviera que asumir el papel de rescatistas y cuidadores, pero esto no detuvo a los vecinos de Santa Fe en su esfuerzo por ayudar a los más necesitados. La inundación a Santa Fe demostró que, en tiempos de crisis, la comunidad demostró su fuerza y solidaridad para con el prójimo.
CONCEJO
DE LA CIUDAD DE SANTA FE
Por Marcelo PrzyluckiTodo empezó cuando llegó la noticia de que La Garau, la profe de matemática, se había inundado. Entonces, Julia tenía 16 años y estaba en cuarto año de la Almirante Guillermo Brown, una de las escuelas de más renombre de la ciudad: “Me acuerdo patente que fue un martes. Ese día, tipo 10 de la mañana, ella no llegó a dar clases y era re loco porque sabíamos que vivía en el Parque Garay y no nos cerraba que el río llegue hasta ahí y eso. Al mediodía ya avisaron que era posible que al otro día lleguen algunas familias, bueno, ese día nunca llegó… la escuela explotó de gente esa misma noche”, se acuerda todavía hoy, mientras charla con Pausa
Según los informes del Ministerio de Salud provincial fueron 475 los centros de evacuados improvisados que refugiaron a las víctimas del crimen hídrico de 2003. Espontáneamente en Santa Fe, Recreo y Monte Vera debieron abrirse las puertas, aulas, canchas, salones y patios para contener a los más de 50 mil personas autoevacuadas. En contrapartida de la gran cantidad de daños materiales y pérdidas humanas, la inundación de 2003 demostró la fuerza de la comunidad y la solidaridad sin condicionamientos entre vecinos.
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www.concejosantafe.gov.ar
Dando vueltas por la escuela, Julia y sus compañeros de la escuela gestionaban contención y la ayuda que podían, siendo adolescentes, a las familias que no paraban de llegar, mojadas, desmembradas y despojadas de sus cosas, sus hogares y sus vidas tal y como las habían construido hasta ese 29 de abril.
“Éramos pendejos de 16 años acompañando familias que acababan de perder todo, de un día para el otro, haciendo arroz para 300 personas, compilando listas de nombres escritos a mano y saliendo a buscar personas. Nos hicimos cargo como pudimos, mi viejo era director de la Escuela República Argentina, la 262 que también fue centro de evacuados, pero en mi escuela éramos los estudiantes y exalumnos y así. Una vez estaba sirviendo comida y un señor me pide que le sirva, cuando lo miro era León Gieco, estuvo con Víctor Heredia y una noche tocaron unas canciones ahí. Esas fueron las únicas autoridades que yo vi.”
Durante los días que siguieron, Santa Fe se organizó de manera espontánea en escuelas, clubes, vecinales y hogares de parientes y conocidos para ayudarse mutuamente. Muchos llevaron comida y agua a los refugios, otros construyeron puentes temporales y rescataron a personas atrapadas en sus hogares.
“Cero plan de contingencia, los centros de evacuados fueron totalmente autogestivos”, asevera Karina, docente y comunicadora que fue trabajadora voluntaria activa al servicio de las familias refugiadas en la Almirante Brown. Se acuerda, además, de las cuadras de la ciudad quedando oscuras, de un mensaje de texto que la llevó a ella y a otra gente a acudir a la escuela, de un profesor del coro tal vez llamado Roger que consiguió la llave. “El es la única figura de autoridad de la que tengo impresión alguna. Cada quién hacía lo que podía o sabía, yo me recuerdo cocinando
Más allá de los 53 mil autoevacuados y de los 130 mil afectados indirectamente, hubo una porción de la ciudadanía que no tomó conciencia de lo que estaba pasando: “Recuerdo estar yendo a la casa de mi madre en mi Citroën 3CV el 1º de mayo y la Costanera estaba llena de gente tomando mates, como si nada. Y esa postal me quebró”, reseña Karina todavía con dolor.
Más allá de las distintas perspectivas, los relatos coinciden en que fue la población civil la que se hizo cargo de gestionar la emergencia, fueron la vecina y el primo, el directivo de la escuela y las amas de casa organizadas. No fue el intendente Álvarez, no los cuerpos armados, no el gobernador Reutemann. Tampoco Eduardo Fratti ni Edgardo Berli. Durante las evacuaciones de emergencia por el avance despiadado del Río Salado, fue la gente la que salvó a la gente.
La inundación de 2003 sacó a relucir la solidaridad de la comunidad, que se organizó en forma espontánea para auxiliar a las víctimas de la desidia estatal.
José Almeida
Padres, se buscan
El arquitecto Guillermo Saus, de barrio Sur, iba y venía trasladando muebles y cargando electrodomésticos. Aunque el agua llegó hasta el pasaje en el que vive, no pasó de algunos centímetros de su cochera.
“Estábamos trasladando algunas cosas, cuando lo escucho a este nene de unos cinco o seis años que venía llorando en la oscuridad, desesperado pobrecito bajo la llovizna. Venía del barrio San Lorenzo”. Pasó casi una semana hasta que, por casualidad, se encontraron con un móvil de TN. Ante los micrófonos, avisó que está alojando al nene perdido. Los ojos verdes, perdidos, del chiquito a la deriva eran quemados por el flash de una cámara que lo enfoca.
Pasaron algunas horas hasta que se dio con la familia del nene desencontrado: estaban en el centro de evacuados del Club Regatas. El encuentro no demoró en concretarse.
“Fue así, todo improvisado, espontáneo y entre los mismos vecinos. Así como se descuidó esa obra sin terminar, después tampoco se atendió a la gente por parte de nadie más que la misma gente”.
Una lucha que sienta jurisprudencia
Por Milagros ArgentiEl 5 de mayo de 2003, Ana Isabel “Chabela” Zanutigh, por entonces titular del Sindicato de Amas de Casa, presentó una denuncia ante el fiscal Ricardo Favaretto para pedir que se investiguen presuntos ilícitos cometidos por funcionarios públicos durante la inundación del río Salado.
El expediente cayó en el Juzgado de Instrucción de la 7ª nominación, a cargo de Diego De la Torre. Estuvo regido por el Código Procesal Penal viejo, en el cual el juego se dirimía entre jueces, fiscales y abogados. Todo por escrito (salvo algunas declaraciones) y sin participación de las víctimas.
Sin embargo, Milagros Demiryi y Jorge Castro encontraron un vericueto en ese oscurantista Código (vigente hasta 2014), y en 2004, consiguieron involucrarse en el proceso, constituyéndose en actores civiles, para demandar a quienes resultasen culpables penalmente, y a los Estados provincial y municipal. Fue el inicio de una batalla desigual y plagada de obstáculos interpuestos por los poderes de más alto rango, que armaron una valla de contención alrededor de los mayores responsables de la catástrofe: el ex mandatario Jorge Obeid, el ex pluriministro Juan Carlos Mercier y, sobre todo, el ex gobernador Carlos Alberto Reutemann. Ninguno
El poder político armó una valla de contención alrededor de Jorge Obeid, de Juan Carlos Mercier y, sobre todo, de Carlos Alberto Reutemann.
de los tres fue llamado a indagatoria. Apenas se los citó en tanto testigos. Como si solo hubieran sido observadores.
El 1° de febrero de 2019 la causa tuvo sentencia. Una sentencia muy tardía y que no abarcó a los principales inundadores, pero que selló a fuego una lucha colectiva y sentó jurisprudencia a nivel nacional.
Los comienzos
Entre 2003 y 2005, De la Torre llamó a declarar a 34 personas, fundamentalmente, funcionarios. Como se dijo, Reutemann fue citado como testigo. En cambio, su ministro de Obras Públicas, Edgardo Berli, y su director de Hidráulica, Ricardo Fratti, junto al intendente de Santa
Fe Marcelo Álvarez y a otros siete servidores públicos debieron atravesar indagatorias. Por su parte, Jorge Obeid, que en 1997 inauguró la defensa inconclusa por la que irrumpió el agua, pasó totalmente desapercibido.
En 2005, los peritos Jorge Bacchiega, Jorge Maza y Juan Carlos Bertoni realizaron un informe técnico sobre las causas de la inundación. Los especialistas establecieron que “la capital provincial presentaba problemas estructurales que no correspondían ser resueltos en una situación de emergencia, sino que debieron haberse evaluado y corregido en forma previa” e hicieron especial hincapié en el cierre del tramo III del terraplén, un cierre que, aseguraron, no tenía posibilidades de éxito una vez ingresada el agua a la ciudad. Asimismo, indicaron que “el inicio del ingreso del agua a la ciudad y su incremento el 27 y 28 de abril conforman un aviso importante que debió haber determinado acciones de evacuación”, y garantizaron que “con los registros existentes en poder de las autoridades de la provincia y la utilización de modelos matemáticos de fácil y libre disponibilidad, era factible establecer la fecha, la cantidad de agua y la velocidad de la misma”. O sea: con lo que ya venía pasando en días previos, ya sabían lo que pasaría el 29 de abril.
Gente que no Reutemann hizo su primera declaración testimonial el 12 de abril de 2004, por escrito, como se lo permitían sus fueros de senador nacional. “Ningún organismo técnico nacional, provincial ni municipal, ni ninguna autoridad o persona, dio aviso de la magnitud que alcanzaría el hecho, que constituyó una verdadera catástrofe imprevisible”, escribió. Sus palabras no difirieron en nada de la tristemente célebre frase “a mí nadie me avisó” que pronunció en mayo de 2003.
A fines de 2005, la causa recayó en el juzgado de Jorge Patrizi. El 19 de abril de 2006 resolvió procesar al ex intendente Álvarez, el ex ministro de Obras Públicas Berli y al ex director de Hidráulica Fratti por el delito de estrago culposo agravado por la muerte de 18 personas; dictó la falta de mérito para otros siete imputados, y en un desconcertante apartado, aseveró: “No existen elementos suficientes como para sospechar que Carlos Alberto Reutemann ha participado de los hechos”. Hasta el día de hoy persiste la duda: ¿por qué el magistrado dispensó de responsabilidades a alguien que nunca fue indagado y que no estaba entre los imputados?
Milagros Demiryi lo descifra ante Pausa: “Está claro que esta Justicia está contaminada por intereses que no son justamente una administración de Justicia de calidad para todos. Tiene un ojo tapado: ve solo para un lado”.
En 2013 se produjo la segunda declaración testimonial del exgobernador. Los nueve años transcurridos le sirvieron para aducir que no recordaba lo sucedido. El resto de su texto es una reproducción
Milagros Demiryi: “Es la primera causa penal de todo el país que juzgó y condenó a responsables políticos por una catástrofe que no fue natural”.
del anterior: a él, insistió, nadie le había avisado nada. El ex piloto de Fórmula 1 falleció el 7 de julio de 2021, sin pisar los Tribunales santafesinos más que para abrazar en actos institucionales a su ex primo político: el juez de la Corte Suprema Rafael Gutiérrez.
Algunos que sí
El 5 de marzo de 2008, el fiscal Norberto Nisnevich pidió que se eleve a juicio el expediente. Fue el primer funcionario judicial que se animó a decir que los procesados “se desempeñaron en forma negligente”; y en dar “por probado que la inundación del río Salado era previsible”. Tres años después la causa se abrió a prueba, y tras pasar por una
cantidad incalculable de jueces y fiscales, en 2013 quedó a cargo de Gustavo Urdiales y Mariela Jiménez, respectivamente.
Esta última logró que sean llamados a declarar Obeid y Mercier. Un logro que no fue más que simbólico, porque las declaraciones de ambos no fueron de ningún valor. El 28 de enero de 2014 murió Obeid.
Sentencia y jurisprudencia
El 1° de febrero de 2019 el juez Octavio Silva condenó a Berli y Fratti a tres años de prisión condicional por el delito de estrago culposo agravado por la muerte de 18 personas. El tercer imputado, Marcelo Álvarez, había fallecido impune el 9 de abril de 2018.
En su fallo, el magistrado asevera que “el anegamiento pudo haber sido prevenido y retrasado” y recalca la abultada evidencia que indicaba que la ciudad estaba en serio riesgo a causa de la defensa inconclusa. También señala la responsabilidad de los acusados “en el marco de las funciones públicas que desempeñaban”.
La resolución de Silva fue apelada por Fratti y Berli, que perdieron en esa segunda instancia. El ex ministro murió de coronavirus el 12 de mayo de 2021. Fratti, el único condenado que queda con vida, recurrió a la Corte provincial, donde reposa el expediente hace un año.
Que todavía no haya sentencia firme no es casualidad. “Esto va indicando una estrategia que es conocida y que más allá de que no estemos en dictadura, es la que usaron los defensores de los represores, que es la de apelar permanentemente a mecanismos que son legales, pero dilatorios”, sostiene
Demiryi.
Ahora, los escenarios posibles son dos: que la Corte ratifique lo fallado en primera y segunda instancia, o que se decida por una supuesta prescripción. Si este fuera el caso, los actores civiles no lo dudan: “Vamos a ir a la Corte Suprema de la Nación”.
—¿Tienen alguna esperanza de que la Corte de Gutiérrez falle a su favor?
—Mirá, si nosotros hubiéramos perdido la esperanza, no habríamos emprendido esta lucha.
En cualquier caso, la sentencia en sí ya es una batalla ganada. “A pesar de no haber llegado al máximo responsable, Carlos Alberto Reutemann, o a las condenas necesarias en función del daño producido, esta causa sienta precedente. A nivel de jurisprudencia es la primera causa penal de todo el país que juzgó y condenó a responsables políticos por una catástrofe que no fue natural”, celebra Demiryi.
Y nuevamente, pese a las dos décadas transcurridas, se esperanza: “Ojalá lleguemos a un fallo favorable. Por la memoria de quienes ya no están, de los que murieron en la inundación y en particular de los que creyeron en la palabra de las autoridades, del intendente Álvarez diciéndoles ‘quédense en sus casas que no les va a pasar nada’ y de todos los que fallecieron después. Pero también por todos los que han ido quedando a lo largo de estos 20 años, que somos por sobre cualquier otra condición seres humanos que hemos construido una lucha, convencidos de la necesidad de transformar esta forma de hacer política, la de la desidia y el desprecio a la vida”.
Pese a que todavía esperan sentencia firme de la Corte Suprema de la provincia, las condenas dictadas a los responsables políticos de la inundación de 2003 generaron un precedente inédito a nivel nacional.Por más de una década, las cruces que representan a los muertos de la inundación señalaron las responsabilidades políticas de la catástrofe.
El periodismo durante la inundación
Por Gastón ChansardEl rol de los medios de comunicación de Santa Fe fue determinante durante la inundación de 2003. Dos décadas después se puede observar con mayor claridad hasta dónde el periodismo jugó un papel cuasi estatal para resolver los graves problemas de la ciudadanía, desde encontrar a familiares, gestionar un lugar en un centro de evacuados o conseguir una embarcación para rescatar personas afectadas.
La visibilidad de los medios de la ciudad se fue rescatando y valorando con el correr de los años, pero pocas veces se reflejó, desde los mismos medios de comunicación, cuánto afectó al trabajador de prensa la inundación.
En estas líneas van las sensaciones de 2003 y 2023, los trabajos realizados en un contexto de catástrofe, la ambigüedad del ser humano y el periodista y cada una de las historias que dejarán cicatrices por el resto de cada una de esas vidas.
El agua y la tele Gastón Neffen era el coordinador periodístico de Cable y Diario, estaba a cargo del noticiero al mediodía y a la noche con el programa
“El tema del día”. Como periodista, trabajó durante varios años en El Litoral. “Es lo más movilizante que cubrí en mi vida. Ver a tu ciudad en esa situación es terrible, ade-
mitir de corrido, desde el mediodía hasta las 10 de la noche. Nosotros no éramos un canal de noticias de 24 horas. Llegaban los camarógrafos y se emitía el crudo en directo”.
“La inundación me afectó profundamente. Viví situaciones complicadas donde me hicieron replantear un montón de cosas. Cuando terminó todo sentí que me tenía que capacitar mejor para el abordaje de situaciones traumáticas. Me fui a un seminario a Buenos Aires para instruirme sobre la temática y de ahí me quedó una norma profesional: los periodistas no podemos curar ni contener, pero cuando contamos las historias tenemos la responsabilidad de no agravar el daño”.
La radio en el agua
más de la inundación en sí, ver al Ejército desplegado de esa manera, los helicópteros y mirar a la gente atravesando ese infierno fue indescriptible”, es lo primero que destacó Neffen en charla con Pausa. “Entré al Hospital de Niños con el agua a la altura de las zapatillas y me fui con el agua por arriba de la cintura. No recuerdo haber cubierto nada tan complejo como la inundación, tiene otro impacto cuando cubrís algo así en la ciudad donde creciste”.
El trabajo en CyD se alteró de manera absoluta: “Recuerdo a uno de los camarógrafos y directores, Fernando Nicola, que nos proponía emitir el material en crudo, era tan impactante y constante lo que nos iba llegando que llegamos a trans-
En 2003 Carina Bolatti era una de las periodistas que hacía móviles para LT9. “Mi trabajo comenzó la mañana de ese lunes 28 de abril en el barrio La Tablada, en ese lugar los vecinos habían convocado al móvil de LT9 para denunciar que el agua del Salado estaba ingresando en sus viviendas. Mientras estaba en el extremo noroeste de la ciudad, me entero de que el agua también había ingresado a la planta transmisora de la radio en Recreo”, cuenta la actual periodista de Radio EME
“El martes (29 de abril) el trabajo periodístico fue caótico, así como el río estaba desbordado, nosotros también. En lo personal sentía que era necesario estar cerca de la gente, al menos para darle la posibilidad de pedir ayuda. A tal punto fue el compromiso con el trabajo en esos días que, a pesar de tener uno de mis hijos muy pequeño (todavía lo amamantaba), sólo volvía a casa
para dormir. Sabía que mi hijo estaba bien cuidado y que en ese momento yo era más útil en la calle”, recuerda Bolatti.
Inundada en primera persona “Gise, tengo el agua en la esquina de casa y estamos viendo cómo sacamos a la abuela”. Ese fue el diálogo telefónico el 29 de abril entre la periodista Gisela Vallone y su madre.
La mamá y su abuela salieron, su papá se quedó. “Mientras tanto yo seguía trabajando en la radio, recién a media tarde pude pasar por la casa de mis viejos, en ese momento el agua ya estaba a la altura del dintel de la puerta”, cuenta la periodista que en 2003 era movilera de LT10.
“Mi papá tenía un taller, el de toda su vida, habían quedado autos de sus clientes y todas sus herramientas. Es un hombre de pocas palabras, pero esa vez estaba quebrado, había perdido todo. El agua no demoró tanto en bajar, pero cuando volvimos a entrar a la casa había un gran olor a podrido, todo lleno de barro, los pocos muebles que habían quedado totalmente mojados y la marca en las paredes, señalando hasta donde llegó el agua”.
Sus recuerdos van y vienen. “Yo quería ayudar a mis viejos, pero al mismo tiempo quería estar en la calle para ayudar a la gente, por mi trabajo y mi vocación, yo no podía no estar comunicando lo que estaba pasando. Nosotros éramos un nexo, cada vez que yo paraba en la calle y veían que era el auto de LT10, la gente corría desesperada”.
La periodista se quiebra, respira profundo y dice: “La ciudad era un caos, parecía que nos habían bombardeado, veía que un cuarto de la
José Almeidacuando terminase el juicio me iba a confesar quién lo mal informaba. Lamentablemente esa información provocó que muchos vecinos creyeran que iban a estar salvados”.
Tepper recuerda que una mañana llegó un señor a la radio: “Pidió hablar conmigo, lo atendí y lagrimeando me comentó que su bebé estaba en neonatología del Hospital de Niños y no sabía dónde estaba”. Hace silencio y sigue: “Esa clase de testimonios se repetían y además en ese momento se había caído la antena de LT9, así que LT10 se había convertido en un nexo entre el relato periodístico y la contención social, ante la desesperación de la gente”.
Y al final expresa: “En lo personal, uno no puede desvincular el sentimiento del ser humano con el periodista. Ningún periodista puede quedar inmunizado frente a una situación de esas características. Con el correr de los días me iban pesando todos esos testimonios que calaban el alma”.
ciudad salía a la calle y no sabía a dónde ir”.
Las paredes le hablan a Gisela, la herida está ahí, hasta el día de hoy. “Durante varios meses las paredes quedaron sin revoques para poder airearlas, revocarlas y volver a pintarlas sin esa humedad, pero hay una pared, en el pasillo, que la pintan una y otra vez y se vuelve a descascarar, esa pared me recuerda todo el tiempo la inundación, esa pared es la cicatriz que le quedó a la casa” ubicada en Barranquitas.
Entre tanto dolor, flota un recuerdo: “Una de mis hermanas perdió las fotos de su fiesta de 15 años, en otras fotos que todavía están dando vueltas aparecen las otras cicatrices, las que también nos quedaron a cada uno de nosotros”.
El primer y el cuarto poder
“El martes 29 de abril llegué a la radio cerca de las 5.30 de la mañana y a las 6 se apersonó el intendente (Marcelo) Álvarez. Nos dijo que la situación en la ciudad se estaba complicando mucho, se sentó en el estudio y comenzó a relatar lo que estaba pasando y lo que podía llegar a pasar”, recuerda detalladamente el periodista
Guillermo TepperEl histórico conductor de LT10 afirma en diálogo con Pausa: “Estoy convencido, incluso así lo declaré como testigo ante la Justicia por ese largo reportaje, que el intendente había recibido una pésima información. Nunca se investigó quién o quiénes llamaban permanentemente a su teléfono (en medio de la entrevista) para brindarle información sobre el estado de los barrios”.
Y agrega: “Una vez, en una charla privada con Álvarez, me dijo que
La lección del Salado
Alejandro Pérez estuvo con su cámara de televisión (Cable y Diario) en muchos barrios afectados y centros de evacuados. A partir del voluminoso material obtenido y desde su mirada de documentalista, en aquellos días de 2003 registró imágenes que servirían para un maerial histórico. “Había una propuesta para hacer una edición especial para fin de año que durara unos 45 minutos, pero con tanto material nos propusimos hacer un documental, que a la larga terminó siendo un documento. Fueron cientos de horas de edición, fue gran trabajo que me llenó de satisfacción, emocionalmente fue tremendo, tuve que revivir toda la catástrofe. En lo laboral, fue lo más importante que hice”.
Ese documento audiovisual se llama “La lección del Salado”, un enorme trabajo comunicacional e histórico que lo comparten laboralmente Alejandro Pérez, María Víttori y Guillermo Dozo.
“No se habla tanto de la muerte, de las personas que fallecieron ahogadas, las que murieron a raíz de enfermedades generadas por la inundación y de las que se suicidaron”. El dolor y la indignación de la injusticia se hace presente en cada palabra del realizador audiovisual.
“Los funcionarios te mentían, hicieron negocios con la comida y ellos saben que murieron muchas más personas de las que siempre dijeron”, completa Pérez.
Así se vivió la inundación de 2003 desde los sentidos de los comunicadores, tan santafesinos y humanos como las fotos que ya no están y ese daño que nos quedó.
Los hechos desde la óptica de las y los trabajadores de los medios. Cinco voces que estuvieron en el agua, cinco profesionales que se debatieron entre el deber laboral y la humanidad en un contexto de catástrofe.Carlos Reutemann y Marcelo Hammerly recorren el Hospital de Niños el 29 de abril de 2003, en medio de la bronca de los vecinos.
“Ningún periodista puede quedar inmunizado frente a una situación de esas características”, dice Guillermo Tepper, conductor de LT10.
El verdadero desastre ocurre después
y mental de las personas afectadas. Las organizaciones sociales tuvieron un rol clave.
Por Octavio Gallo“Me acuerdo de ese día, pero eso no es nada, el verdadero desastre viene después”, relató Francisco Niklison en “Niñas y niños de la inundación”, el especial publicado el año pasado en Pausa. Después del 29 de abril, con el río Salado y su arrollador caudal llevándose puesto todo, quedó al descubierto una Santa Fe desahuciada, con gente sobre los techos, tiritando arriba de una canoa o deambulando desorbitada por las avenidas. El agua ya había entrado: ¿y ahora qué?
Según el Indec, en enero de 2003 el 63,7% de los santafesinos era pobre y el 33,8%, indigente. La gente ya no tenía casi nada antes de la inundación. El gobierno no sólo había omitido dar aviso de una catástrofe que debió haber previsto, sino que incluso había negado que sucedería: las palabras del intendente Álvarez afirmado que “el suroeste de la ciudad no va a tener problemas” todavía resuenan. Por si esto fuera poco, tampoco estaba organizando la evacuación de las personas. Las listas de “desencontrados” eran redactadas por UNL y ATE, sin ninguna ayuda estatal, y las condiciones en los centros de refugiados –llegó a haber 475, que albergaron a 75 mil personas- eran deplorables. El informe de Médicos del Mundo al respecto identificó
Mercedes Martorell: “Se intentó presentar el fenómeno como una catástrofe natural para diluir la responsabilidad del Estado”.
los siguientes factores de riesgo: mala alimentación, falta de colchones, frazadas y abrigo, riesgo eléctrico por instalación precaria, escasa cantidad de baños y duchas, presencia de roedores y basura, aberturas sin protección adecuada, falta de privacidad e imposibilidad de conciliar el sueño por la iluminación, el frío y el ruido. También constató “la falta de organización (desorganización absoluta en algunos momentos) de las instancias operativas a cargo de las autoridades provinciales y municipales”.
El enorme padecimiento que significó para las personas la interrupción de sus cursos de vida se veía agravado por la certeza de haberlo perdido todo, inclusive, en muchos casos, a un ser querido. La desidia
y la violencia con la que el Estado abordó la situación de las víctimas se reflejó en la nula importancia que le dio a la atención de la salud mental de las y los inundados: el diseño y la implementación de estrategias de cuidado y reparación estuvo a cargo –al igual que en todos los demás ámbitos de acción- de la sociedad civil.
“Algo más se llevó esa inundación que fue mi salud, y en cierto modo la salud de todos”, contó María Elena Schafer, docente de la escuela Falucho de Barranquitas, que perdió a su mamá en la catástrofe hídrica, y añade: “Un mes después de todo esto empecé con ataques de pánico. Tuve dos o tres años de mi vida que no sé lo que pasó, no me acuerdo”.
Saber acompañar
La Escuela de Psicología Social de Santa Fe Dr. Enrique Pichón Rivière fue pionera en el acompañamiento a las y los inundados, tanto en los centros de evacuados como en su propia sede y en la plaza de Santa Rosa de Lima. También formó parte del Comité de Salud Mental, conformado por los Colegios de Psicólogos y Psicopedagogos y por profesionales de distintas disciplinas, y del Comité de Solidaridad, que integró junto a organizaciones sociales y no gubernamentales, gremios y vecinos. En cada uno de esos lugares su labor siguió el mismo principio rector: escuchar y atender las inquietudes de los damnificados.
“A veces no hay que inventar nada, hay que saber acompañar”, sintetiza Mercedes Martorell, psicopedagoga, magíster en Salud Mental y Psicología Social y cofundadora y directora de la escuela, y hace especial énfasis en el carácter político del trabajo de la institución, que apuntó a desnaturalizar lo que había pasado y generar junto a los inundados un proceso de comprensión de las causas que les permitiera salirse del lugar de víctimas: “La gente veía nubes y se aterrorizaba, y no era porque era panicosa, era porque todavía no habían cerrado el terraplén. Se la estaba catalogando de enfermos mentales cuando había razones objetivas para que tuvieran ese daño. Se intentó presentar el fenómeno como una catástrofe natural, y con eso lo que se hacía era diluir la responsabilidad del Estado y garantizar la impunidad”.
Para María Angélica Marmet, referente de la escuela, es “la impunidad, el hecho de que no haya responsables”, lo que “garantiza que la herida siga abierta”. “Tenías que tener un carnet de inundado para ir a buscar comida, cuando esto sucedió en la zona más pobre, y con una pobreza terrorífica como la que había
en 2003”, recuerda.“La gente no tenía nada, les arrebataron sus cosas, llegaban sin ropa”, añade Martorell. Para ella, la desprotección de la población no fue casual: “Se habla de Estado ausente, pero el Estado no puede estar ausente, por definición conceptual. Si estuvo desatendiendo la necesidad de un sector es porque estaba atendiendo otras cosas”.
María Angélica
Marmet: “Pasó mucho tiempo y la gente nos contaba que todavía iban a buscar algo a un armario que ya no estaba”.
Transcurrida apenas una semana de la inundación, el gobierno empezó a presionar para la reanudación de las clases y el retorno de los damnificados a sus casas, postura a la que la Escuela de Psicología Social se opuso, tal como cuenta el libro “Situaciones de catástrofe”, que recopila las intervenciones de la institución durante la inundación: “El discurso y las acciones que se emprendieron respecto de ‘volver a la Escuela’ y ‘volver a la normalidad’ eran una propuesta que fracturaba la sociedad y promovía –entre otras cosas- la conversión de las víctimas en culpables (precisamente de la demora en normalizar la ciudad)”.
“Fuimos testigos de cómo se iban dando las órdenes de ir desocupando las escuelas desde el gobierno,
en algunos casos fue de noche y en camiones, a casas que todavía estaban mojadas”, recuerda Martorell.
“El volver a la casa fue tremendo”, relata Marmet. “Ahí aparecieron las montañas de objetos, que eran la historia de cada familia. Fue muy duro para la gente. Pasó mucho tiempo y nos contaban que todavía iban a buscar algo a un armario que ya no estaba más. Todavía tenían una valija preparada con aquellas cosas que tenían que llevarse si volvía a haber una inundación”. Las heridas que dejó la inundación fueron tan terribles que el acompañamiento de la escuela se extendió durante meses y, en algunos casos, hasta años. “La escuela hizo lo que le dice a la gente que hace, y eso me genera un enorme orgullo por nuestro grado de coherencia”, destaca Marmet, y Martorell resalta que “aprendimos todo lo de lo que nuestros instrumentos teóricos son capaces cuando los llevás a la práctica”.
Muertes silenciadas
La Casa de Derechos Humanos de Santa Fe relevó 158 muertes producto de la inundación, a diferencia de las 23 que admitió el gobierno provincial. Ese recuento abarca muertes por causas asociadas como paros cardíacos, ACVs, patologías agudizadas o trastornos de estrés postraumático que se desencadenaron a partir de la inundación, aunque hayan transcurrido días, semanas o meses. Por ejemplo, Armando Oliva, barrendero de Cliba, que murió el 28 de octubre de 2003, luego de haber perdido todo: “Le agarró una embolia: nosotros decimos que
murió de tristeza”, dijo su hija Delfina. O Pedro Sieliwonczyk, canillita, que “entró en un proceso de depresión y cuando se cumplieron nueve meses falleció por un cuadro de ACV”, según sus hijas. O José Leguiza, que se suicidó el 1 de septiembre de 2003 a sus 46 años: el agua le había tirado la casa abajo. O la abuela de Luis Molinari, que murió tres días después de la inundación porque no tenía más sus medicamentos. O los padres de Norma Vera, que murieron con días de diferencia luego de que sus vidas “se fueran apagando” porque la vuelta a casa era una quimera imposible.
Las vidas que se vieron atravesadas por la catástrofe son incalculables. Los daños económicos, que sí se pueden medir, fueron estimados en 233 millones de pesos por la Cepal, que proyectó que la reconstrucción demandaría 393 millones. Para eso el gobierno nacional destinó 500 millones, gran parte de los cuales fueron dirigidos a 234 localidades de la provincia que jamás tocó el Salado.
20 años después de un crimen que sigue impune –y que va a seguir siéndolo por la muerte de los principales responsables-, Martorell se pregunta “si la justicia no va a llegar nunca, ¿cuáles van a ser los procesos subjetivos y simbólicos que reparen la situación?”, y casi instantáneamente Marmet ensaya una posible respuesta: “A mí me parece que tendrán que ver con el sostén de la lucha y de la organización colectiva para mantener viva la memoria de lo que ocurrió. No sólo recordar el fenómeno, sino entender por qué pasó”.
Así como no hubo políticas de prevención, tampoco hubo medidas para la atención de las secuelas en la salud físicaCuando el agua bajó, en las casas inundadas estaban, perdidos para siempre, los objetos que eran la memoria de cada familia.
Yo quiero tener un millón de amigos
Por Belén DegrossiHe adelantado en columnas anteriores que durante una gran parte de mi vida (14 años, para ser más precisa) transité un espacio eclesiástico en donde cursé la totalidad de mis años formativos. En criollo, y como me gusta decir a mi, fui a una “escuela de monjas”. No para formarme como monja, no confundan. A veces creo que hubiera sido una buena alternativa, pero no es el caso. No, fui a una escuela que era dirigida por monjas, en donde se nos formateaba la cabeza, el corazón y el deseo. A veces extraño esos días tortuosos pero más simples. El rezo de la primera mañana, la bajada de línea constante, las facturas con crema del recreo, la clase de religión. Deberé en algún momento dedicarle una columna a esos años. Requiere de otros tiempos. Hoy nos aboca algo más urgente. Hoy nos convoca el desprecio por Santiago Maratea.
Lamento de antemano si estoy metiendo en esta bolsa a algún lector o lectora que tenga al día de hoy algún tipo de aprecio por el Julian Weich millenial. Este es un buen momento para retirarse a leer algunas de las maravillosas notas, informes y columnas que este periódico alberga.
Para quienes no lo conocen, Santiago Maratea es el resultado de un experimento científico que combinó el deseo de protagonismo de los hermanos Süller, la frescura inútil frente a la vida de cualquier palermitano promedio, los ideales de un couch venido a menos, algunas consignas de Juan Carr y ciertos tintes ideológicos de Patricia Bullrich. Esa pipeta del horror fue sometida a incontables horas de fiestas Bresh y momentos emotivos de Bailando por un Sueño (esos en los que suena el pianito de fondo que nos indica que Tinelli está emocionado) y de ahí salió Santi. Consecuentemente, es producto del mismo experimento que nos dió a Santiago del Moro. También Santiago, también rubio, también porteño, también con ansias de protagonismo. Quizás el modelo primigenio fue Santiago
Bal, que como bien sabemos también era rubio, porteño y con ansias de protagonismo. Probablemente de ese mismo experimento incluso haya salido Santiago Cafiero. No me hagan repetir. Creo que se entiende el concepto.
Con todo, Santi irrumpió en los medios hace tiempo de la mano del señor Mario Pergolini. Ya venía con cierto aire “influencer” en redes sociales, pero el bueno de Mario le dio en Vorterix un programa con el que
Maratea combina el deseo de protagonismo de los hermanos Süller, algunas consignas de Juan Carr y ciertos tintes ideológicos de Patricia Bullrich.
Santiago terminó de promocionar su marca personal. De ahí, claro, se fue mal. Como todo el mundo que se va de Vorterix. Como la experiencia con Pergolini no le alcanzó para cubrir la cuota de gente turbia, su segundo momento de fama
llegó de la mano de Yanina Latorre, pieza fundamental de estas columnas. Realmente yo le debo la mitad de mi carrera a Yanina. No sería nada en este mundo sin Yanina y sin las monjas. Banquen, porque esto tiene correlación.
En esa escuela aprendí una cosa espectacular: la diferencia entre tener un gesto solidario y hacer caridad es que la caridad se ve. Se hace para que se vea. Se declama primero y se muestra después. Es lo que nos infla el globo de la autoestima, lo que nos hace ascender en la escala moral, lo que nos apalanca para poder mirar de arriba al resto de la sociedad. El acto caritativo está ahí para caretearla. Lo sabía Eva Perón, lo sabían las monjas y lo sabe Santi Maratea. En nuestra escuela de monjas había tres tipos de alumnas (todas mujeres, sí): las que pagaban su cuota mensualmente, las que provenían de familias más adineradas que pagaban más de una cuota por hija (como una suerte de cuota “solidaria”) y las que no pagaban cuotas y eran becadas. Una suerte de teoría del derrame de cuotas que hubiera resultado emocionante si no fuera porque ese sistema era visible. Todas sabíamos quiénes eran las “solidarias” y las “becadas”. Eso nos configuraba en alumnas de primera, de segunda y de tercera. Se armaba así una jerarquía, una pirámide, en donde la distribución se sostenía pero jamás nos acercaba a un mínimo piso de igualdad. Las “becadas” y las “solidarias” eran hijas de becadas y solidarias y probablemente ahora sean madres también de becadas y solidarias y todas bailábamos en círculos al ritmo que nos proponian unas monjas de las que era imposible calcularles las edades ya que, como todas buenas
monjas, tenían el cutis impecable y habían encanecido a los 20 años.
Y si conocen una monja con arrugas o sin canas me llaman. Porque yo no las he visto nunca en la vida.
Volviendo al Jesucristo Superstar de Instagram, quizás por esto es que Santiago hace lo imposible para remarcar que lo que él hace “no es caridad”. Quiere esconder que lo que busca, en el fondo y como todos, es la más absoluta de las validaciones. Cree que está inventando
La diferencia entre tener un gesto solidario y hacer caridad es que la caridad se ve. Se hace para que se vea. Se declama primero y se muestra después.
algo. Como todos los millenials, que creemos que descubrimos el mundo y apenas si podemos con nuestra propia insípida existencia.
Santiago empezó primero a declamar. Su aura de niño bueno con materias de coaching y marketing arriba le daba a veces cierta ventaja en los debates esporádicos que se le presentaban en la radio. Santiago cree, como todos los Santiagos, que se las saben todas. Al menos los que salieron de aquel laboratorio del que hablábamos más arriba. Y Santiago vio en un momento una brecha, un vacío, un espacio: ahora que Julián Weich llevaba años fuera de la televisión y que Marcelo Tinelli había abandonado la pantomima de cumplir sueños… nadie se estaba encargando de la fructífera tarea de
recoger y repartir dádivas y limosnas. Entonces empezó de a poquito. Primero una colecta por acá pidiéndole 100 pesos a cada uno de sus miles de seguidores. Después otra colecta por allá, pidiéndole 250 pesos a su millón de seguidores. Ahora una gran colecta, pidiéndole “lo que puedan poner” a sus 3 millones de seguidores entre los que se encuentran Constantini, Messi y Grobocopatel. Hay algo de Santiago que es espectacular: ha sabido construir una imagen en la que nadie pregunta, no se interesa, ni se asoma a mirar quiénes son sus 12 apóstoles. Así es que el tipo anda de la mano con Galperín, con jefes y CEOs de fundaciones y sacándose fotos con Patricia Bullrich sin que nadie le pregunte, le exija o le pida una sola explicación. Maneja miles de millones de pesos y nadie descree de él. Quizás porque las cosas “se hacen”. Quizás porque es rubio, porteño, y tiene ansias de protagonismo. Quizás porque logró canalizar algo latente en nuestra generación de personas que aspiran a ser rubias y porteñas, y también tienen ansias de protagonismo pero con menos seguidores. Quizás esto es lo que más me molesta de su fenómeno: la forma en la que sus seguidores eligen a dedo a qué causa ponerle guita más rápido y a cuál no. La caridad también es discrecional. Santiago elije a su criterio cuáles son las cosas a las que prestarles atención. Nos impone lo que es urgente y lo que no. A veces sus seguidores responden con celeridad. A veces, justo es el mes en el que estuvo el Lollapalooza o en el que se lanzó la Play 5 entonces no están con guita de sobra como para tirarle unos pesos. En esas ocasiones, se lo puede ver desmotivado. Pero es sólo por un rato, hasta que las ansias de protagonismo vuelven a embargarlo. Hijo de un conocido empresario porteño, Rafael Maratea, al que él prefiere no nombrar, Santiago parece siempre dispuesto a subirse a cualquier ola de turno que lo deje más o menos cerca de la Avenida de la Fama. Ahora, en su última colecta, pretende salvar a Independiente de la ruina. Sorpresivamente de todos los clubes de primera que pasan por malas rachas económicas, elige ayudar al que está en manos del macrismo. Elige, también, pegarle de refilón a los Moyano. Y una no puede evitar mirar con cierto recelo a este pibe con ínfulas de salvador, blanco y rubio, hijo de empresario, que se asoma de a poquito al mundo del fútbol, quizás por curiosidad, quizás como una escalera que nos lleve de a poquito a conformar el “mejor equipo de los próximos 50 años”.
Viene bien recordar por qué las colectas de Santiago Maratea, el Julián Weich millenial, son una pose alejada de lo que es la solidaridad. La beneficencia en su versión instagramer.Nuestro Jesucristo Superstar de Instagram, Santiago Maratea, hace lo imposible para remarcar que lo que él hace“no es caridad”.
VARIOPINTA
Papá Cintas
Por Analía GiordaninoEsa frágil cinta/ era nuestro orden. Estela Figueroa, La cinta*
El uso de una cinta o hilo para curar viene del culto a las reliquias de los mártires. Pienso en el sudario y en las ropas manchadas del aceite verde olivo sobre el suelo de la piedra. Retazos de la tela quedan esparcidos después que el cuerpo se ha levantado, restos de hilos se resguardan y se atan a los dedos de los seguidores, un borde se arranca y se esconde entre los pliegues de una túnica. El estadal o medida de curación con cinta o hilo tiene un anclaje popular. Las clases altas accedían a la visión cercana de las reliquias, incluso a tocarlas, pagando con dinero o poder. El pueblo las veía de lejos durante las procesiones y los creyentes le acercaban una tela, un pañuelo, para recibir la influencia, para guardar el efluvio, que se imponía sobre los enfermos. Los retazos bendecidos probablemente se cortaban en cintas, y la medida era la distancia del brazo (del codo a la punta de los dedos) de quienes habían estado cerca de la reliquia. Los colonizadores usaban cintas en sus cuellos cuando llegaron, como amuletos protectores.
En Origen, devenir y nuevos tipos de la medida para curar (República Argentina, siglos XX-XXI) de Margarita E. Gentile, se diferencian cuatro medidas sanadoras en América: la medida del perro, que era una cinta sobre el cuello de un perro que no hubiera cambiado sus dientes, se rodeaba con esa medida el cuello de los niños para favorecer su dentición; la cinta roja para ganar a las cartas, y aquí la medida provenía del largo del cuerpo de un niño difunto (un angelito); la medida de la virgen, tomada de la altura de una santo; el centímetro o cinta para el empacho. Esta última se origina en el renacimiento y usa las medidas del cuerpo humano (el Vitruvio de Da Vinci).
Ustedes lo recordarán: la curandera rodeaba con una cinta la circunferencia de nuestra panza, y con esa medida repetía tres veces una oración en susurros y un mo-
vimiento: el codo yendo y viniendo de la medida a la boca de nuestro estómago. Si el antebrazo llegaba entero, nuestro cuerpo estaba sano. Si sobrepasaba a boca, había un empacho. Algo parecido pasaba con el susto o la angustia: la medida de la cinta era sobre el largo de las piernas y el codo se movía hasta la parte de la pelvis.
La he invocado varias veces en mis textos: la curandera a la que me llevaban no tenía uno de sus pechos y olía a sus gallinas que andaban sueltas en el patio, quejándose y pegando el olor y las plumas a las paredes, asustando a los pájaros en las jaulas. La cinta que usaba la curandera era siempre la misma y olía a mugre vieja.
En casa curaba el empacho mi abuela, con el centímetro. Ese mismo centímetro se usaba para hacer moldes, mi abuela era modista. A coser había aprendido sola y después en la fábrica, a curar, no sé quién le había enseñado. Nunca me quiso contar qué repetía en voz baja pasaba el codo tres veces. A mí ese secreto me tenía en suspenso. Yo quería entender esas palabras sin que ella me las dijera pero me parecía que redondeaba más la boca y decía más para adentro. Después de un tiempo dejé de querer saber. Le observaba la belleza de sus manos, el aire que partían en dos, el toque sincopado que hacía con sus uñas en punta suspendiendo unos segundos la mano al terminar de medir, y antes de hacer la señal de la cruz sobre mi cuerpo.
Por Federico CoutazTus dioses te abandonaron, es seguro. Don Quijote de la Mancha, es la pura verdad, tan simple como eso. Es desesperante. Es para llorar a gritos. Qué difícil que es todo, que desastre que es todo. Para qué voy a hablar si nunca pude. Ves que no pego una. Vos, como te llames. Escuchame tarado. A llorar a la iglesia y coman muchas ostias. A llorar al campito. Llora tate llora. Así es la vida, triste y jodida, unos cogen y otros miran.
Si no querés comer no comás, son geniales, hago malabares. Me quemé hasta el upite. Es un relaje, todo.
Lloro porque estoy muy triste. Decí carozo, cómo te gozo. Yo de acá a la chacharita. No se termina nunca.
Lo que te quiero decir, es que, de todos modos, las palabras ya no son necesarias.
Hasta acá tus frases, las psicóticas, las melodramáticas, tus refranes y ese verso de Milosz que elegiste. Me pidieron que hable de vos, que cuente cómo eras, y fue un infierno, hubieras dicho, porque eras raro, porque eras sin palabras, como si no te salieran, como si no te sirvieran. Es cierto que las urgentes y necesarias nunca faltaron y fueron claras, precisas y rotundas. Casi todo lo otro eran frases repetidas, puteadas y verso. Música o silencio. Eras un poeta cansado de las palabras.
Por eso no sé cómo decir algo de vos, muchísimo menos elegir palabras que transmitan algo de vos. No se puede decir el silencio.
Una vez vi una película coreana en la que una anciana campesina caminaba una eternidad para visitar a una amiga. Cuando llegaba, se sentaban en el piso, tomaban algo y se quedaban todo el tiempo en silencio hasta que la visita terminaba. Lloré mucho, ahora entiendo por qué.
“Iba con mi padre sin hablar,
rara vez hablábamos los dos, nos bastaba con mirarnos a los ojos y callábamos”, cantaba Víctor Heredia, más de una vez lo escuchamos juntos o en simultáneo.
Mis recuerdos más felices con vos son en silencio y el silencio está hecho de algo que no tiene palabras, comprensión y amor podría decir, pero es como no decir nada.
Nunca logré con nadie más decir lo innecesario y lo indecible con los ojos. A veces pienso que sigo buscando inútilmente eso, pero tratando de escribir.
Soy raro como vos, pero a vos te salían las dos cosas y también desaparecer en lo más profundo de vos mismo, con tus fantasmas, tus dioses y tus muertos.
Ahora tengo puesto un pulóver tuyo que me traje el otro día que refrescó y andaba en bici. Anoche Paloma soñó con vos. Mañana voy a enterrar tus cenizas en el patio de casa, esta tarde compré el jazmín que vamos a plantar. Si me animo voy a leer el poema tuyo que ya sabés, y sino capaz nos quedemos en silencio, con vos, con la planta, con la nada.
120 metros más cerca de la luna
Por Adrián BrechaLos faraones de la carrera espacial juegan a conquistar la galaxia, mientras que nosotros nos entretenemos roleando en redes y peleando por el litio, todo sea por un papel verde que garantice el sabor del éxito. Hace algunos días, Elon Musk fue noticia por despegar, despilfarrar dinero y explotar un cohete en vivo a escala global. Podríamos decir que el cohete le explotó en la cara. Cuatro minutos después de lanzar su primer cohete espacial, éste estalló, dejándolo sin saber dónde mirar y con buena parte de la prensa hablando de “fracaso”. “Podríamos decir que ha sido un fracaso porque la misión no ha ido según lo planificado”, señala una periodista, mientras que otro periodista apunta al éxito de la misión sin entender muy bien lo que está sucediendo.
El cohete no alcanzó todos sus objetivos, pero tampoco le hizo daño a nadie ni tomó medidas contra ningún argentino. Sin embargo, en la empresa de Musk aplauden y hablan de “éxito”. “Starship nos ha dado otro final espectacular”, defendió un portavoz de la empresa. Si toda explosión es un éxito, en estas pampas podríamos dar cátedra. La empresa dice que sí lo fue, aunque no lo llama explosión, sino “un rápido desmontaje no programado”. El buen uso del lenguaje hace del eufemismo un plan y su uso un programa político.
¿Cuántas pizzas salen de un cohete espacial? Según los informes, el costo del lanzamiento del cohete de SpaceX fue de alrededor de 200 millones de dólares. Si asumimos un precio promedio de una comida chatarra de 10 dólares, podríamos comprar 20 millones de menús con esa guita. Por otro lado, si consideramos un precio promedio de una cena en un restaurante donde te sirven empanada en una pala de 100 dólares, podríamos comprar dos millones de cenas. Este párrafo lo dolarizamos porque la culpa en el fondo es de Tato Bores. Si usted no conoce a Tato, era como el Guille Aquino de antaño, pero tomaba vermouth.
También podría decirme que comparar el costo del lanzamiento de un cohete con la cantidad de comida que podríamos comprar puede no ser la forma más justa de evaluar su valor. Además, debemos sumar que puede tener beneficios para la exploración espacial, la investigación científica y la tecnología, que pueden ser mucho más difíciles de medir en términos de costo-beneficio. Sí, es cierto. El que tiene plata hace lo que quiere con 3400 toneladas de combustible. También puede construir una pirámide, según la época y los alienígenas ancestrales que colaboraron en semejante empresa.