LA CRUZ DE MI ABUELA
Agradecimientos : A Ramona Flores y Soler, por ser la motivación. A Carles Casanova y Tomàs, por ser la inspiración. A la vida y recuerdo de Julián Aliau y Fabra.
LA CRUZ DE MI ABUELA J煤lio Aliau CON:
Ramona Flores
autoedici贸
El tren fue para ella un nexo de unión enlazando épocas y emociones. Así como en dirección hacia el pueblo, años después volvía de Francia en forma de trabajador inmigrante. Nunca dejó de escupir humo, un humo que se quedaba congestionado en las entrañas buscando la válvula de escape.
Des de sus temblorosos ojos, Ramona observaba a su madre con su hermanita en brazos preparando las maletas con prisas. Ramona tenía nueve años cuando la enfermedad que habitaba en su padre se lo llevó para no poder verlo nunca más.
El trayecto se hizo s u f i c i e n t e m e n t e l a r g o des de AlmerĂa hasta Tortosa. Buscaban el afecto y consuelo de uno de sus hermanos, uno que pudo plantar las semillas de su vida en un pequeĂąo pueblo cercano. Se encontraban a bordo de un tren cansado, cansado de contar y contar los innumerables tablones de madera que sobrepasaba, y que para ello, su madre solo comprĂł dos billetes.
Esta vez, únicamente podía ver la oscuridad de unas maletas que la escondían debajo de un asiento de pasajero, mientras aguardaba la ilusión de que un viajero descuidado tirase al suelo un pedacito de su merienda.
Al llegar no encontraron al hermano hasta despuĂŠs de unos duros dĂas. Continuaron igual de errantes durante muchos aĂąos, en los cuales agacharse para recoger y comer un desecho de piel de plĂĄtano era un placer vagabundo.
Al poco tiempo de llegar ya era criada en casas de señores, y su madre repetía constantemente el esfuerzo de sobrevivir, esta vez en una pequeña cabaña, por una familia, por unos exprimidos corazones mancados de cariño y afecto.
Cumplió veinte años, y ya era hora de plantar árboles con algo de esperanza. Y así, conoció el amor de su vida, Julián, que tenía cuatro años más que ella. -Si te casas conmigo -decía Julián- yo me ocuparé de que no te toque trabajar nunca.
Se casaron y, con esto, la familia se amplió con la llegada de tres hijos. Incluso, después de muchos años, llegó en forma de una dulce nube la lluvia refrescante, nietos. Los árboles empezaron a dar sus frutos. -Me mentiste -Le dijo Ramona cariñosamente después de unos años. -Has trabajado porqué has querido -Le contestó él con cara de no haber roto nunca un plato.
Pero su mirada tembló intermitentemente durante el transcurso de sus años. Esta vez, no valían las dulces nubes, ni los trenes victoriosos que llegan firmes incluso con el delirio de las vías. Ésta vez se fueron y no volvieron.
Nunca se está preparado para decirle adiós a una madre.
(Siempre quedaba el apoyo de Juliรกn para superarlo todo.)
Ramona cuidaba de los nietos cuando sus padres trabajaban. Su adorable compañía era la esencia de un dulce, nosotros, los niños que lo disfrutaban en sus bocas. Y allí estaba yo, fascinado por poder distinguir dos arrugas que se mostraban impacientes por contarme una triste historia.
Dos arrugas con forma de cruz que se dibujaban entre la nariz y el labio superior, la zona donde habita la risa, la zona donde habitan las lágrimas. Entonces me hacían gracia. -Abuela, ¡ tienes una cruz debajo de la nariz! -Le decía. Supongo que me conmovía igual que ahora.
Todo fue de golpe, as铆 como cuando dices que ya no quieres y lo tienes y cuando quieres apagar para encender, cuando quieres salir para entrar. En cuando pas贸 la nube de lluvia refrescante y la cera de las velas era suficientemente fr铆a como para asustar al calor, lleg贸 la tormenta, silenciosa, cautelosa, pero
i mp aci en te.
Y una orquesta de truenos estrepitosos y relámpagos ardientes que ahogaron el rugido más espantoso quitó de las manos de Ramona aquel soporte, aquel antiguo balancín, aquel dulce cojín, aquel, aquel fabuloso marido, padre y abuelo.
Poco a poco he ido perdiendo la mirada en aquella cruz, todo y sabiendo que todavía pasea por su suave cara dominada por secos riachuelos. Ahora, además, carga con otra. Una que no se ve, que no se toca, que no se escucha; una que se resiente pesante y temblorosa corazón adentro, muy adentro.
autoedició
Título original: La creu de la meva àvia © 2013. del texto: Júlio Aliau © 2013, de les ilustraciones: Júlio Aliau y Carles Casanova © 2013, Autoedició / España © 2013, de esta edición: Autoedició / Tarragona Edición: Júlio Aliau julioilustracion.blogspot.com.es www.facebook.com/julioaliauilustrador jaliaut@gmail.com Esta obra forma parte del proyecto final del CFGS de Ilustración a EADT
La historia que narra La cruz de mi abuela relata la vida hasta hoy de una persona muy especial para el autor. Ramona, protagonista, madre y abuela, se ve acorralada por una tormenta al largo de su vida. Eso, le dificulta la firmeza de sus pasos y la invita, sin ella quererlo, a degustar los sabores dulces y amargos de la vida. Todo eso, con la ayuda de la combinaciĂłn de ilustraciones elaborados por un pequeĂąo dibujante de cinco aĂąos.