Emigración femenina en Setenil en los años del Desarrollo Franquista.

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MÁSTER INTERUNIVERSITARIO Y DOCTORADO EN GÉNERO, IDENTIDAD Y CIUDADANÍA

CÁDIZ, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2011


AGRADECIMIENTOS Serafina Domínguez Anaya Isabel Anaya Moreno Dolores Aguileras Camacho Josefa Cubiles Mi más sincero agradecimiento a cada una de ellas por haber colaborado de una forma tan amable a recordar como transcurrieron sus vidas en el extranjero. Gracias por contar sus experiencias de una forma sencilla pero a la vez detallada.


El motivo por el que estábamos interesados en realizar un trabajo de investigación sobre las mujeres de la sierra de Cádiz que han emigrado al extranjero es que pensábamos que era un tema muy interesante e importante, a la vez que poco trabajado. Por lo tanto, veíamos oportuno investigarlo para que se pueda llegar a conocer el trascendental movimiento migratorio femenino ocurrido en el entorno rural de la sierra de Cádiz, concretamente en Setenil de las Bodegas, en el periodo que trascurre desde medidos a finales del siglo XX.


Este trabajo tiene el objetivo de investigar, estudiar y analizar a mujeres que han emigrado al extranjero por motivos laborales durante los años 60, 70 y 80 del siglo XX. Veremos cómo han intentado conseguir un mejor puesto de trabajo y cómo han luchado por obtener una vida mejor en países como Suiza o Alemania. En el entorno rural de la provincia de Cádiz, concretamente en el municipio de Setenil de las Bodegas, apenas había trabajo, por lo tanto muchas mujeres decidieron tomar la dura decisión de emigrar al extranjero para conseguir mejorar su nivel de vida.


Una de mis hipótesis de partida era que pensaba que las mujeres emigraron porque no tenían otra alternativa. A lo largo del trabajo hemos podido ver como la mayoría de ellas emigraron alegremente y con ganas de emprender una nueva vida con su familia, y el motivo de su emigración no fue sólo el económico, sino que influyeron otros factores de peso y relevancia, rompiendo esto con la teoría prácticamente generalizada de que las mujeres que emigraban al extranjero lo hacían porque su nivel económico era muy precario y necesitaban ganar dinero para poder sobrevivir.


Otra de mis hipótesis de partida hace referencia al número de setenileñas que emigraron al extranjero. Sabía que algunas mujeres emigraron, pero no podía pensar que fueran tantas, ya que, como me ha comentado más de una mujer entrevistada, en los años 60-70-80 del siglo pasado llegaron a convivir en Zurich, sólo en esa ciudad, 250 personas de Setenil.


De las cuatro mujeres que hemos entrevistado, tres de ellas han emigrado a Suiza, concretamente a Zurich, y la otra ha emigrado a Alemania, concretamente en Frankfurt. Curiosamente, y debido a que una gran parte de la población de Setenil había emigrado a diferentes ciudades europeas, cuando regresaban en las vacaciones de verano el pueblo solía recibir a todos y a todas las emigrantes con los brazos abiertos, y para festejar el regreso se solía hacer una fiesta en su honor, conocida popularmente como la “fiesta del emigrante”, la cual consistía en dar la bienvenida a todos y todas las emigrantes comiendo, bebiendo y bailando hasta el amanecer.


Otro aspecto importante son los rasgos de parentesco, de redes de apoyo y solidaridad, viendo que entre los españoles y españolas, pero sobre todo entre las setenileñas y setenileños que convivían en la misma ciudad había unos lazos de unión muy profundos y arraigados que se habían consolidados por iniciar conjuntamente una nueva vida en el extranjero.


En los países industrializados las mujeres disponen de electrodomésticos que hacen más llevaderas las labores pesadas y al mismo tiempo disminuyen el tiempo necesario para su realización, mientras que en los países en desarrollo, el trabajo reproductivo tiene lugar bajo unas condiciones materiales de gran dureza, debido al elevado número de hijos y a la falta de servicios, equipamiento e infraestructura. Las mujeres emigradas han vivido ese cambio, en el sentido de que en su lugar de origen, ámbito rural, apenas había electrodomésticos, y en su lugar de destino sí los había.


Situación social de Setenil que enmarca las experiencias de emigración. Setenil pasa de tener 3291 habitantes en el año 1900 a 5005 habitantes en el año 1960. Lo lógico era pensar que a partir del año 1960 la población aumentara considerablemente, pero por desgracia se produjo un gran bajón demográfico, descendiendo el número de habitantes en 1970 a 3455. Este gran descenso fue una tragedia para un municipio tan pequeño, el cual se vio considerablemente mermado. A partir de los años 90 se produjo un pequeño aumento de población debido a que muchas de las personas que emigraron al extranjero, por ejemplo a Suiza o Alemania, regresaron en los años 90. Una de las causas principales que prácticamente obligaron a estas cuatro mujeres a emigrar al extranjero para poder conseguir un trabajo fue que en el entorno rural de la sierra de Cádiz, concretamente en Setenil, apenas había trabajo y las condiciones de vida se agravaban cada vez más. Setenil es un pueblo mayoritariamente agrícola, por lo tanto la fuerza de trabajo es el campo, tanto el cultivo de la tierra como la crianza de ganados: porcino, ovino o vacuno. A partir de los años 60-70 del siglo pasado empezaron a introducirse en Setenil y su entorno las nuevas máquinas agrícolas, con el inconveniente de que cada vez hacía menos falta mano de obra, sustituyendo ésta por las nuevas máquinas.


La primera mujer que entrevistamos se llama Dolores Aguileras Camacho. Nació el 24 de enero de 1938 en Setenil de las Bodegas, está casada y tiene a dos hijas. De las cuatro mujeres que hemos entrevistado ella fue la única que no emigró a Zurich (Suiza), emigró a Frankfurt (Alemania). Seguidamente entrevistamos a Josefa Cubiles, nacida también en Setenil, concretamente en marzo de 1940. Esta casada y tiene dos hijos, y uno de ellos se ha quedado a vivir en Zurich, siendo este el motivo por el que muy a menudo regresan a esa ciudad para visitar a su hijo. La tercera mujer que entrevistamos se llama Serafina Domínguez Anaya. Ella nació en Setenil el 7 de diciembre de 1942. Está casada y tiene una hija y un hijo. La última mujer que entrevistamos fue a Isabel Anaya Moreno, nacida en Setenil el 22 de noviembre de 1956. Está casada y tiene un hijo y una hija.


Situación familiar previa a la emigración. De las cuatro entrevistadas, debemos decir que ninguna se encontraba mal económicamente. Las cuatro han tenido una vida normal antes de emigrar. Cuando le preguntamos a Dolores quién tuvo la idea de emigrar, la respuesta fue la siguiente: “Po mira, nos casamos. Tengo que decir que mi marido no era del gusto de la familia.”. Es este el verdadero y principal motivo por el que Dolores decide emigrar a Alemania, para poder rehacer su vida y poder estar tranquilamente con su marido. El caso de Isabel es diferente, debido a que ella conoció a su futuro marido en la discoteca del pueblo, durante el verano, cuando él regresaba de vacaciones de Suiza. Podemos ver ya como el futuro de Isabel empezaba a vislumbrarse, puesto que su novio, por aquella época, sólo regresaba a España por vacaciones, así que pronto tomaron la decisión de casarse y emigrar los dos a Zurich, donde su marido tenía un buen trabajo, un buen piso y hablaba correctamente el idioma. Y las otras dos, Serafina y Josefa, conocieron a sus respectivos maridos en la infancia. Josefa nos dice: “nos criamos juntos en la calle desde chicos, nos criamos juntos en la calle Mina”, la misma calle donde viven hoy día.


Lugares de emigración e inserción laboral o social. Dolores emigró a Frankfurt en el año 1971, pero no exactamente a la ciudad, sino a un pueblecito llamado Mercer Der, donde permaneció durante cinco años y estuvieron francamente bien, trabajando en una fábrica de paños llamada “paños modelos”. Su marido llevaba trabajando en una compañía aérea alemana cuatro meses. Durante los cinco años que permanecieron allí vinieron muy pocas veces a España, sobre todo porque su marido tenía pocas vacaciones. El motivo por el que decidieron emigrar fue el siguiente: “teníamos que pensar en nuestro porvenir, ambicionábamos un poquito más”. Cuando le preguntamos si emigra por obligación, la respuesta fue la siguiente: “Por obligación, por obligación…, como te diría, si y no. Teníamos eso pendiente de que queríamos mejorar, y después tampoco a la fuerza, a la fuerza tampoco. Con la serie de problemas familiares y todas esas cosas yo me quería ir. Había el disgusto, la familia, tu sabes, que estaba en contra, y mira, nos vamos allí y estamos mejor” Consiguieron ahorrar el dinero suficiente como para empezar de nuevo en Setenil. Una vez que regresaron se compraron una parcela para trabajarla y vivir de ella.


Josefa nos cuenta que emigró a Suiza en el año 1965, permaneciendo allí hasta el año 1990, o sea, que han permanecido en Suiza veinticinco años. La idea de emigrar la tuvo su marido. Por aquella época había mucha gente de Setenil trabajando en Suiza. Entre unos y otros se arreglaban los contratos laborales para que la gente del pueblo se pudiera ir a Zurich con los papeles en regla. Por lo tanto, su marido, que por aquella época era su novio, emigró primero, estando cuatro meses. Luego vino, se casaron y ya se fueron los dos, donde le esperaba a Josefa una buena casa y un trabajo. El motivo por el que emigró fue: “para estar mejor, para mejorar, claro”. Josefa nos dice a través de las entrevistas que estaban muy contentos en Zurich, que era una ciudad muy bonita y acogedora, la gente era muy amable y correcta, donde la mayoría de la población vive del turismo, por lo tanto hay una gran cantidad de restaurantes. Pero al principio lo pasaron muy mal porque echaban mucho de menos Setenil, aunque en realidad su marido lo pasó peor que ella en ese sentido. Al hacer una pequeña comparación entre Zurich y España nos dice que Suiza estaba mucho más adelantada que España en todo lo sentidos, como por ejemplo, algo en lo que hizo mucho hincapié fue la puntualidad que había, también la limpieza, el respeto y el orden. A Josefa le gustó muchísimo la vida de esa ciudad. No quería regresar a España, pero tuvo que hacerlo porque su marido echaba mucho de menos Setenil.


Serafina emigró a Zurich en agosto de 1968, donde permaneció hasta diciembre del año siguiente, o sea, estuvo 16 meses en esa ciudad. El motivo por el que Serafina decidió emigrar fue porque su pretendiente por esa época estaba en Zurich. Estuvo once meses y cuando regresó a Setenil se casaron y a los pocos días después Serafina se fue con su marido a Suiza. Él ya tenía arreglado los papeles, contrato de trabajo, el piso… El motivo por el que Serafina tuvo que emigrar, fue por necesidad económica: “Fue por obligación, la necesidad te obligaba”. En realidad mereció la pena porque cumplieron su objetivo, que no era otro que poder regresar a Setenil con el suficiente dinero como para comprarse una casita donde poder vivir junto con su marido y criar a su hija y a su hijo. “Cuando vinimos compramos la casita de las cuevas que nos costó 41.000 pesetas.” El idioma fue para ella una barrera, pero en realidad no tuvo problemas porque las compañeras/os eran españolas/es e italianas/os, por lo tanto, como ha ocurrido con las demás, se defendían con el italiano. Pero a pesar de todo ha estado muy contenta en Zurich, y nos dice que en absoluto está arrepentida de haber emigrado. Si fuese otra vez joven se iría, pero para mucho más tiempo, ya que sólo pudo estar un año y medio.


Isabel emigró a Zurich, el 23 de septiembre de 1979, justo un mes después de casarse, o sea, que llegaron del viaje de novios, Canarias, y a los pocos días se fueron para Zurich, donde permaneció hasta el año 1991, doce años. El motivo por el que Isabel emigró fue porque su novio, por entonces, llevaba mucho tiempo trabajando en Zurich. Él sólo venía a Setenil en navidades y en verano, y en uno de los veranos que vino de vacaciones decidieron casarse e irse a vivir juntos a Zurich, donde él ya le tenía preparado un piso y un trabajo. Emigró porque su marido trabajaba en Suiza, pero no se fue obligada, se fue muy contenta, con muchas ganas de viajar, de conocer nuevos lugares y de experimentar nuevas experiencias, porque por aquellos años en Setenil había poca salida laboral y la vida social estaba estancada y era muy monótona. Le gustaba mucho la ciudad, sobre todo porque tenía muchos parques, lagos, unas buenas carreteras. Estaba muy bien allí, pero uno de los motivos que le hicieron regresar a España era la climatología. A pesar de estar muy bien en Zurich se acordaba casi todos los días de Setenil. Poco a poco se fue acostumbrando, empiezas a vivir tu nueva vida, pero hasta ese momento lo pasó un poco mal. Un hecho que le ayudaba a estar informada de los acontecimientos que sucedían en España era que su marido le traía del trabajo todos los días los periódicos de España, además de poder ver la primera cadena internacional.


Experiencias laborales. Dolores empezaba a trabajar muy temprano y terminaba a las 14:00 o a las 15:00, o sea que trabajaba unas siete u ocho horas diarias, de lunes a viernes. Al preguntarle si cobraba igual que su marido la respuesta fue rotunda: “No, yo cobraba mucho menos, mucho menos. Aquello no estaba mu pagao. No es que fuera un trabajo mu trabajoso, pero yo tenía mis papeles en regla, me pagaban todas las cosas que es por eso por lo que yo trabajaba allí”. A continuación le preguntamos que si en general las mujeres cobraban menos, y la respuesta vuelve a ser rotunda: “Si, por lo menos en la fábrica esa que yo estaba si, después ya no se yo. Siempre, tú sabes, ellos son ellos. Yo si cobraba mucho menos, y con to y con eso se cobraba mucho más que aquí (Setenil), y tenías todos tus seguros, todo, todo, todo” “Pero yo no me sentía explotá, no, yo ni nadie, eso si que yo jamás, jamás ha habido una discriminación ni mirarte por encima del hombro.” Ella empezó a trabajar en la fábrica estando embarazada. No quiso comunicarlo por si acaso no la admitían o la echan de inmediato, pero cuando ya llevaba unos dos meses trabajando lo comunicó, y la verdad es que no hubo ningún tipo de problema, la respetaron y la trataron muy bien, pagándole lo que le tenían que pagar y ayudándole en lo que hacía falta.


Josefa estuvo un tiempo trabajando en un restaurante de montaña, para luego bajar a la ciudad, Zurich, donde estuvo trabajando veinticinco años en el mismo restaurante, con los mismos dueños, que eran catalanes y se portaron muy bien con ella. Ella trabaja de camarera y su marido lo hacía de cocinero. Trabajaban cinco días a la semana y descansaban dos. Trabajaban unas ocho horas al día cada uno, pero, según nos dice Josefa, su marido ganaba más dinero que ella porque los cocineros estaban mejor pagados. Le impactó mucho los adelantos que había, como por ejemplo el lavavajillas, el pelador de patatas, secadoras… En el trabajo todas las compañeras/os eran españoles, así que no tuvo problemas de entendimiento. Las vacaciones en el trabajo eran en verano, por lo tanto, aprovechaban para regresar a Setenil. Ella regresaba dos semanas antes que su marido, llegando a estar cinco semanas en Setenil, que era el tiempo que los niños tenían vacaciones en el colegio. Estaban muy contentos con el trabajo. Además estaban asegurados. Nos dice que llegaron a ahorrar el dinero suficiente como para poder vivir hoy día cómodamente. No se ha arrepentido en absoluto de haber emigrado tantos años, y cuando regresan, cosa que hacen casi obligatoriamente porque tienen un hijo viviendo en esa ciudad, tienen que ir al restaurante donde trabajaron tantos años para hacer una visita a los dueños.


Gracias a que Serafina estuvo un tiempo trabajando en Zurich hoy día sigue teniendo una pequeña paga por haber trabajado en el extranjero: “To los años pa cobrar ese dinero tenemos que mandar un papel que es la fe de vida, que es pa saber si estamos vivos o estamos muertos”. Serafina estuvo muy contenta con su trabajo. Trabajaba de camarera en un restaurante y le gustaba mucho lo que hacía. Respecto al tema económico nos dijo que cobraba igual que su marido, concretamente, setecientos francos al mes. Tanto ella como todas sus compañeras y compañeros estaban asegurados y aseguradas en el trabajo. Todas y todos tenían los papeles en regla y eran tratados por igual, nunca llegaron a mirarla por encima del hombro ni a menospreciarla. En realidad se sentía muy a gusto con el trabajo que desempeñaba y se sentía muy valorada. Un día de trabajo se puso a regar las flores del restaurante, sin ser ese su trabajo, pero como las vio un poco secas decidió regarlas. Parece ser que era alérgica a alguna de las flores que regó y le salieron una gran cantidad de ronchas en el brazo. Al día siguiente se tuvo que poner mangas largas para trabajar para que no le viesen la gran cantidad de ronchas que tenía en el brazo.


Serafina trabajando de camarera en el restaurante. Foto tomada el 10 de junio de 1969.


Cuando Isabel llegó a Zurich su marido llevaba ya diez años trabajando en la fábrica de correos. Por entonces, las esposas de los trabajadores tenían preferencias para ser contratadas, así que de esta forma Isabel empezó a trabajar en correos (la Posta), pero antes de que la contrataran allí estuvo nueve meses como limpiadora, trabajando dos horas y media todas las tarde. Ella tuvo su primer hijo, y unos meses después empezó a trabajar en la posta. En un principio trabajaba cinco horas diarias durante tres días a la semana, en horario de tarde-noche: de 18:30 a 23:30, que era lo que a ella le venía mejor. Cuando había más trabajo iba también los sábados, y unos años después, después de tener a su hija, empezó a trabajar la jornada completa, o sea, de lunes a viernes de 17:30 hasta las dos de la madrugada. Y algún domingo también trabajaba, pero eso era opcional, si le venía bien. En todos los trabajos que ha realizado ha estado siempre asegurada y con los papeles en regla. La puntualidad en todos los aspectos de la vida cotidiana de Zurich era extraordinaria, pero en el ámbito laboral quizás más. Nadie se atrevía a llegar tarde.


De Setenil han trabajado muchas personas en la Posta, correos, y nos dice que estaban muy bien, que era un buen trabajo y les daba muchas posibilidades, como por ejemplo cuando tenían que llamar a España no pagaba las tasas, sino sólo la llamada, por lo tanto les salía mucho más barato llamar a Setenil. Me ha reiterado varias veces que en los trabajos no había favoritismos ni nada por el estilo, la que valía para hacer su trabajo permanecía en él y la que no valía la despedían. Terminaba de trabajar por la noche-madrugada y tenía la mañana y parte de la tarde libre para dedicarse al cuidados de su hijo y de su hija, de la casa, para hacer la compra…, pero ella sola no se ocupaba de realizar todas las tareas domésticas, sino que su marido colaboraba mucho, se repartían las tareas. “Además, él ayudaba a pasar la aspiradora, a poner la lavadora, to, to, to…, pero vamos, que todavía me ayuda, no te vayas tú a pensar que… ¡ya ve! Los machos ibéricos ya se han extinguío.”(Rie). Tanto ella como su marido estaban muy contentos con el trabajo que realizaban. Además, gracias al buen sueldo que tenían pudieron ahorrar el dinero suficiente. “to lo que tenemos lo hemos ahorrado allí, porque ganábamos mucho dinero. El cambio de franco a peseta también, y nosotros teníamos una colocación buena y se ganaba bastante”.



Constitución de redes de apoyo y solidaridad Dolores nos cuenta que en Alemania eran más amables y puntuales, pero que aquí los hospitales estaban mucho más limpios que en Alemania. Cuando dio a luz, fue la dueña de la casa, que vivía en el piso de abajo, la que llamó al hospital para que viniera la ambulancia. Recuerda que la trataron muy bien y que tenían una grandísima puntualidad. Josefa tenía muy buenas relaciones con los vecinos, se llevaban muy bien y había mucho afecto entre ellos. La mayoría de los vecinos eran españoles: gallegos, asturianos, andaluces…, pero también había muchos poloneses. Con una familia polonesa tenían muy buenas relaciones. Josefa nos dice que “esto, (señala un cuadro) y otra cosita que tengo por ahí, me la regaló un polonés para que lo tuviera de recuerdo” Había una gran solidaridad entre las personas de Setenil, y alrededores, que vivían en Zurich. En el lugar donde vivían, Serafina era la única que estaba casada, y las compañeras le decían que si les podía poner la olla, y ella lo hacía gustosamente porque allí lo compartían todo. Por ejemplo, cuándo su tía o su abuela le mandaban de Setenil chorizos, morcillas o cualquier producto de allí, pues lo solía compartir con sus compañeros y compañeras. Como había tanta gente de Setenil en Zurich, entre ellos se ayudaban lo que podían, llegándose a producir una gran solidaridad mutua.


En esta foto vemos a Serafina con su marido. Foto tomada el 19 de junio de 1969.


Normalmente Isabel se relacionaba con los españoles y españolas. En el trabajo tenía varias compañeras de Setenil, y también tenía compañeras de otras ciudades españolas y también muchas italianas. En realidad ella no tenía problema para relacionarse con los demás porque su marido hablaba, y habla, alemán perfectamente, por lo tanto, cuando ella necesitaba preguntar algo, llamar por teléfono…, su marido le ayudaba. Además, sabiendo italiano te podías relacionar con la mayoría de las personas porque en Zurich la mayoría de la población hablaba italiano, olvidándote de aprender el alemán. Isabel nos cuenta que llegó a integrarse en la sociedad, que llegó a sentirse muy cómoda en la ciudad, pero que apenas mantuvo relaciones con suizos ni suizas, sobre todo por la barrera del idioma y porque pensaba que los suizos y suizas eran muy diferentes a los españoles y españolas. “Es que tienen otra mente, porque yo no comprendía por ejemplo por que levantaba esa mujer a los niños chicos a las 6 de la mañana pa que tuviese que desayunar con el padre, y yo decía: esta mujer está loca, po ellos eran así, y a las 7 de la tarde tenían que estar los niños ya acostaos”. “Nosotros teníamos un cuarto de hora o 20 minutos de pausa, nosotras nos sentábamos todas juntas, nos íbamos a la cafetería, nos tomábamos un café, hablábamos de nuestras cosas. ¿Qué hacían ellas? Ellas se sentaban solas y cogían un libro y se liaban a leer.”


Al hablar del aspecto sanitario nos cuenta que la sanidad es privada, es un seguro que se llama la “Grand Quincasa”, pero que cada persona tiene un precio diferente, o sea, que los hombres pagan una determinada cantidad, las mujeres otra y los niños y niñas otra. También, dependiendo del número de hijos o hijas que tengas pagas más o menos, y en función del trabajo que tengas y de si todos los miembros de la familia están trabajando se paga una cantidad u otra. Como los sueldos que se ganaban trabajando eran tan altos, el nivel de vida también era alto. “El nivel es altísimo porque se ganaba mucho, pero aquí (Setenil) está por encima de lo que se gana. Allí el nivel de vida es altísimo porque se gana mucho, pero se vive mejor allí que aquí, la calidad de vida es mejor allí”.


En la foto de la derecha vemos la celebración del bautizo de la hija de Isabel. En la celebración fueron una gran cantidad de familias de Setenil y varios compañeros y compañeras de trabajo de Isabel y de su marido. El bautizo se celebró en noviembre de 1985. En la foto de la izquierda vemos a una familia de Setenil merendando en casa de Isabel. Con lo cual vemos como las relaciones entre paisanos se estrechan en el extranjero. Foto tomada en verano del 1987.


En el hogar. Dentro del ámbito del hogar Dolores nos cuenta que su marido colaboraba exactamente igual que ella. Su marido tenía doble turno, o sea, que trabajaba muchas horas. Pero al regresar a casa se encargaba de realizar la compra, y si empezaba a trabajar por la tarde, cuando Dolores regresaba del trabajo ya tenía la comida preparada. Vivían en un pequeño bloque que contaba de tres pisos: en un piso vivían los dueños, en otro vivían unos gallegos y en el otro vivían ellos. Las relaciones con los vecinos eran excelentes. Dolores nos dijo: “El dueño estaba loco con mi Encarni (la hija de Dolores) porque jamás lloraba y la quería con locura. Que la niña tenía que ir, por ejemplo, a ponerse una vacuna, si Manolo estaba trabajando po me llevaban ellos, siempre, siempre, siempre me llevaban ellos con un cochazo que no veas. (Ríe) Cuando nos vinimos lloraban que no veas, nos llevábamos mu bien mu bien con ellos. Luego bauticé yo a la niña, allí se celebró, luego me puso otra habitación con su calefacción para la niña, para que no tuviera ruido, que no se fumara… porque el bautizo de la niña duró desde por la mañana hasta por la noche, pero unos cuantos matrimonios nada más. Se portaron demasiado bien cuando nació la niña, entonces íbamos a estar que si invitábamos a uno, que si invitábamos a otro, y dice Manolo po lo que hacemos es que los invitamos a todos.” .


Josefa vivía justo arriba del restaurante, por lo tanto tenía una situación muy favorable porque la casa y el trabajo la tenía en el mismo sitio. En esa casa, que era propiedad de los dueños del restaurante, crió a sus dos hijos, que como hemos dicho anteriormente, uno de ellos aún sigue viviendo en Zurich. Realizaba doble trabajo, o sea, que echaba las ocho horas en el restaurante y después tenía que hacer las tareas del hogar. Recibía poca ayuda por parte del marido, quizás, cuando la visitaba su hermana le ayudaba un poco con los niños. Había veces que se dedicaba a planchar, otras veces a la cocina del restaurante, y le daban la oportunidad de que las ocho horas de trabajo las administrara como quisiera, permitiéndole tener un horario mucho más flexible y compartido para poder realizar “cómodamente” las tareas del hogar, cuidar a los niños y trabajar en el restaurante. Serafina estaba muy contenta con el lugar donde vivían, sobre todo porque vivían en el mismo edificio donde estaba el restaurante donde trabajaban, o sea, que de la casa al trabajo no había prácticamente nada. Las habitaciones eran individuales pero la cocina y el baño eran compartidos


Isabel nos cuenta que le gustaba mucho la casa donde vivían en Zurich. En Setenil las casas eran más bajas de techos, más pequeñas, no tenían calefacción, aire acondicionado ni tantas comodidades, y de repente se encuentra con un piso repleto de comodidades y el suelo de parqués. La diferencia era abismal. De vez en cuando le dice a su hija que le mire la casa de Zurich en Internet, en el Google Earth, y cada vez que la ve se pone muy contenta al recordar aquellos maravillosos años. En el bloque donde vivía ella vivían también muchos españoles/as, cosa que les hacía la vida más fácil. Además, en el bloque vivían muchas compañeras suyas de trabajo. “Yo me acuerdo haber visto a Josefita, esa que tú le has hecho la entrevista, y al mario, en un restaurante que trabajaban los dos por allí cerca, y muchas veces po me lo encontraba a ellos por la tarde cuando salían. Te encuentras a un montón de gente de Setenil”. Un aspecto significativo es que en Zurich la mayoría de las personas no tienen casas propias, suelen vivir de alquiler. No se compran casas porque los impuestos que se pagan son muy altos, pero, en cambio, si la alquilas pagas muy poco, y más aún si tienes hijos o hijas y si la mujer no trabaja.


Tiempo de ocio. Cuando Dolores dejó de trabajar dedicaba el tiempo libre a dar paseos con la niña. Iba de un pueblo a otro paseando tranquilamente, aunque debía ser precavida porque el clima era muy cambiante, porque lo mismo estaba el sol fuera que de repente se ponía a llover. Dolores vivía muy tranquila. Cuando trabajaba en la fábrica estaba todas las mañana ocupadas, pero por las tardes las dedicaba a la casa y a dar paseos. Cuando tuvo a su hija dejó de trabajar para ocuparse íntegramente de ella, teniendo más tiempo para ocuparse de la casa y de salir a pasear. No solían ir mucho a los bares porque le ponían unas cervezas muy grandes y no había tapas, y ella echaba mucho de menos una tapa con una cerveza. Los fines de semana que su marido descansaba solían coger el coche para ir al pueblo de al lado a escuchar misa en castellano. Un día, de repente, salió Setenil en la televisión. Evidentemente se emocionó mucho y llamó inmediatamente por teléfono a las amigas que tenía en Alemania para que vieran su pueblo. Su marido le traía todos los días del aeropuerto los periódicos de España, con lo cual se entretenía y a la vez se mantenía informada. El tiempo de ocio o tiempo libre Josefa lo dedicaba a pasear con los niños por los jardines, a ir a la montaña e incluso iban a veces a esquiar. También iban muchos domingos a misa, a una iglesia que daba la misa en español.


Serafina solía dar paseos por la ciudad en sus ratos libres. Le encantaba pasear y conocer la ciudad porque le parecía una ciudad preciosa. La abundancia de lagos era una de las cosas que más le impresionaba. Muchas tardes que tenían libre solían ir a casa de unos amigos a merendar juntos y a pasar la tarde., pero previamente tenían que acordar la hora de llegada para que cuando llegase la hora estuviera todo bien puesto: el té, las pastas…, ya que, como hemos hablado, la puntualidad era muy importante. Los fines de semana es cuando Isabel y su marido solían tener más tiempo libre, pero no todos los fines de semana, porque había algunos que decidían trabajar pasa ganar un dinero extra. Pero al fin y al cabo, los fines de semana los dedicaban para hacer la compra, descansar, ir a la montaña con los niños/ as, si nevaba cogían un trineo, iban a los parques, había uno en concreto que le gustaba mucho, el parque “Europa Park”. También iban a visitar las cataratas, viajaban a las ciudades cercanas, llegando incluso a visitar Alemania. La última semana que estuvieron en Zurich la cogieron de vacaciones para hacer visitas turísticas, llegando a ir al sur del país par ver ciudades como Lugano o Ginebra. Los viernes y sábados por la noche solían ir a cenar a restaurantes y después a dar un paseo por la ciudad. Como ella nos decía en la entrevista: ”Los sábados y los domingos eran pa nosotros. Además que éramos jóvenes, salíamos más que aquí, más que aquí salíamos” .


Otro aspecto que le llamó la atención a Isabel fue la limpieza. Veía la ciudad muy limpia y siempre muy bien cuidada, sobre todo porque la gente tiene civismo y cuidan las cosas como si fuesen suyas: “Mira, yo un día, recién venia de aquí (Setenil) iba comiéndome una mandarina por la calle y no se me ocurre otra cosa que tirar la cáscara a la calle, y venía un hombre detrás de mi recogiendo las cáscaras, y cuando llega a mi me tocó y le digo; perdone, perdone… No echan ni un papelito al suelo, eso con el orden y la puntualidad…” Europa Park (parque de atracciones) Foto tomada el 27 de julio de 1991

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En esta foto vemos a Isabel con su hijo y su hija disfrutando de un día en la montaña de Zurich. Foto tomada en febrero de 1987.


En esta foto vemos a Isabel y a su hija en un parque natural. Foto tomada en septiembre de 1986.


Otros aspectos relevantes. Dolores nos cuenta una anécdota muy curiosa: “Yo allí fui a arreglarme la boca, pero yo tenía un puente puesto y cuando fui al dentista, él practicaba mucho el español, le gustaba mucho que fueran españoles porque le gustaba practicar el español, y cuando fui me dijo, y me sentó mal, que el puente mío estaba tan rebién hecho que parecía que lo habían hecho allí (En Alemania). Y yo le dije que ustedes tenéis más dinero, más cosas…, pero la mano de obra la tenemos nosotros mucho mejor que ustedes., y lo que pasa es que ustedes tenéis muchos más adelantos que nosotros”. Como hecho anecdótico, por decirlo de alguna manera, fue que cuando Josefa cumplió cincuenta años, los dueños del restaurante la invitaron a comer y le regalaron cincuenta rosas, quinientos francos y le tocó una tuna. En Zurich han tenido lugar los dos bautizos de sus dos hijos y las dos comuniones. Lo celebraron prácticamente igual que en Setenil, sobre todo porque la mayoría de los invitados eran españoles y españolas. Pero hay muchos aspectos que hacen que la vida en Zurich sea mejor que en España, como por ejemplo las infraestructuras, había una gran cantidad de carreteras y muy bien preparadas, había muchos paseos, parques, lagos. Para los coches había muchos parking…


Isabel nos cuenta que en Zurich las clases están formadas por unos diez u once alumnos y alumnas, pero para que el profesor o profesora no estuviese con “tantos” alumnos y alumnas se dividían en turnos, entrando un turno un día a las ocho de la mañana y otro día a las diez de la mañana, para que así las clases fueran más personalizadas y los niños y niñas aprendieran más. Cuando tuvo a su hijo en el hospital hubo un pequeño problema y tuvieron que tener al niño en observación durante varios días. Al despertarse y no poder ver a su hijo llamó inmediatamente a una enfermera, pero resulta que ella no hablaba español ni italiano y por lo tanto no le podía explicar lo que le pasaba a su hijo. Pero muy amablemente buscó por el hospital a un médico suramericano para que le contase detalladamente lo que tenía su hijo. Este médico atravesaba cada día ese gran hospital para contarle a Isabel la evolución de su hijo. “Son cosas que a lo mejor pa ellos no tiene importancia pero pa una si que las tiene. Y te digo una cosa, eso no se me va a olvidar nunca. Ese detalle que tuvo el médico conmigo y me explicó lo que tenía, tu sabes…”. “Hombre, yo, con 23 años, sin haber salio de aquí (Setenil), en un hospital tan grande, sin entenderme, mi mario no estaba allí, yo te digo la verdad, me volví loca, pero después te dan un apoyo, una satisfacción, te animan, si, si.”


CONCLUSIONES Cuando las emigrantes y los emigrantes regresaban no sólo traían regalos y souvenirs para sus familiares, sino que dejaron grandes divisas que sirvieron para que España pudiera crecer económicamente, y una visión muy diferente de la vida que contrastaba con la de aquellos que se quedaron en el pueblo. Ideas de democracia y libertad quizás que sirvieron para crear un germen de cambio en la sociedad, y que mantenía en constante vigilancia a los servicios de inteligencia de los cuarteles rurales. Las cuatro mujeres emigradas han alcanzado sus objetivos, siendo el principal de ellos adquirir el suficiente dinero como para vivir en Setenil de una forma más holgada y placentera. Otro objetivo, secundario, pero también muy importante, ha sido el de poder vivir una nueva experiencia que les cambiara la vida y les enriqueciera en todos los sentidos. Creemos que este segundo objetivo también lo han alcanzado las cuatro mujeres emigradas. Las cuatro se adaptaron muy bien en sus trabajos y sus hogares. Llegaron a sentirse tan felices y tan cómodas en sus respectivas ciudades que realmente no querían regresar a España. No es que regresaran a la fuerza, pero parece ser que sus respectivos maridos eran los que sentían verdadera nostalgia por su patria e hicieron todo lo posible por regresar.


Los hombres, quizás, se distraigan más en el pueblo porque se van al bar con sus “amigotes” a ver el fútbol, los toros, a jugar a las fichas, a las cartas…, pero las mujeres casi siempre están “encerradas” en casa “matando” y “contando” las horas porque la vida rural es mas monótona, aburrida y cansina que en las grandes ciudades, donde hay más opciones para dedicar el tiempo libre. Normalmente se piensa que las mujeres que han emigrado al extranjero lo han hecho a la fuerza, porque las necesidades económicas le obligaban y que la estancia en el extranjero ha sido un verdadero calvario. Pero al realizar este trabajo podemos llegar a la conclusión de que esa idea generalizada no se cumple siempre, porque, como hemos visto, la mayoría de las mujeres entrevistas han emigrado por motivos sentimentales y muy gustosamente, más que económicos, y su estancia allí ha sido una experiencia muy grata. Por lo tanto, en conclusión, podemos afirmar que las mujeres se adaptan más y mejor que los hombres, porque los cuatro maridos querían regresar y las cuatro mujeres preferían quedarse. Pero también debemos aclarar que ninguna regresó a Setenil en contra de su voluntad. Las cuatro también querían regresar porque echaban de menos a sus familias, amigas…, en general, el pueblo; pero a la vez también querían quedarse. De esa manera, cuando sus maridos tomaron la decisión de regresar ellas no pusieron impedimentos.


Las cuatro mujeres entrevistadas nos han contado su experiencia de forma muy positiva, pero muchas veces se obvia que la emigración llegó a resultar un drama para aquellas familias que se separaban, en una época en que las comunicaciones no funcionaban como hoy día. En muchos casos resultaba una verdadera tragedia dejar atrás a la tierra que les vio nacer y a los seres queridos que quedaban en ella. Conocer cómo se desarrolló este proceso para tantas y tantos setenileños y setenileñas que un día hicieron las maletas y salieron destino a otros países en busca de una vida mejor, es conocer mejor nuestra pequeña historia En cuanto al tema de las entrevistas, puede que no cuenten grandes historias, ni sean mujeres destacadas en algo importante, pero mi intención no era reflejar a mujeres de la elite política, social o cultural, sino mostrar a la mujer luchadora, la ama de casa, la mujer trabajadora, que pasa inadvertida por la Historia y que su única pretensión es salir adelante junto a su familia en el día a día, huyendo de complicaciones para vivir en paz. Esta ha sido mi intención y es lo que creo que es lo que se ha mostrado en las entrevistas, voces anónimas que en este caso sí tienen nombres y apellidos y que relatan su experiencia de esfuerzo y superación.


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