ALIAS & Co n02

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Editorial No voy a adornar este reinicio. Más bien, compartiré con ustedes, a modo de presentación, la explicación primera de nuestro proyecto: “No voy a esconder la mano tras haber tirado la piedra. Soy uno de los que propugnó que este fanzine se enfocara hacia el ensayo, la discusión, en una palabra la crítica. Y entiendo a esta última en su más amplio sentido, el cual podríamos denominar como el comentario del mundo, si no sonara muy pomposo y si no supiera en qué se va a transformar esta pretensión de absoluto en manos nuestras, dadas las aberrantes manías y deformaciones que nos constituyen. Digo que me pareció preferible la orientación referida, y esto porque si no me equivoco la mayoría de los fanzines que se hacen en Chile (y también en el resto del mundo) son especimenes temáticos dedicados a la narrativa o a la poesía con alguno que otro artículo de periodismo amateur a modo de excrecencia o añadidura. Si se me pregunta si pretendo entonces que el nuestro venga a llenar un espacio me veo obligado a contestar que sí. Y oportunidades (si no méritos) para hacerlo no le faltarán, considerando los canales por los que se apresta a ser distribuido. Concuerdo con Savater allí donde dice que la filosofía es, ante todo, una forma de escritura. Y no se puede hacer crítica (comentar el mundo, aunque sea bajo la forma de comentar esas escasas


obsesiones que para nosotros constituyen el mundo) sin filosofía, es decir, sin pensamiento. Alguien dijo que los fanzinerosos son “bestias pensantes” Me comienza a parecer que llegó la hora de hacer honor a esa definición. Que los próximos números no me desmientan.”

(Patricio Alfonso, 2009)

He aquí el segundo número de Alias & Co. Que florezca y fecunde.



Mi abuela es una de ellas. Le pregunté alguna vez que era lo que la llevaba a devorarse los libros de Agatha Christie y me contestó que era un vicio esto de acertar en quien es el asesino. Algo así como una Sra Fletcher* de los años 80. Claro está: como la mujer de sus años tenía un rol definido y bastante rígido que las excluía del trabajo y del libre pensamiento (a menos que hubiera optado por ser todo una Elena Caffarena), ella, después de entregarse a las labores domésticas, se enfrascaba en la lectura. Una lectura entretenida, con mucho de suspenso y participación. Porque las novelas policiales te dejan ser una mas de la historia siguiendo las pistas y sacando conclusiones. Se transforman en un puzzle de diario o en un juego de azar ¿le acierto?. Ella, -mi abuela-, tiene la colección completa de la Christhie lo que complementa con Conan Doyle, Diaz Eterovic y toda novela negra que llegue a sus manos. Y con el tiempo, debo decir, que la miro y le encuentro cara de investigadora privada con sus lentes caídos y sus pantalones a cuadritos…



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ay una escena al comienzo de la serie Lost en la que uno de sus personajes principales, John Locke, le explica las reglas del backgammon al infante Walt. Toma una ficha negra y una blanca y describe gráficamente la dualidad maniqueísta que subyace en el juego. Desde entonces el tema de los dobles opuestos se ha repetido a lo largo de la serie, convirtiéndose en el leimotiv que subyace en el corazón de la trama. Sin embargo, su desarrollo ha estado muy alejado de una óptica binaria simplista como la que dicha escena podría haber sugerido. En lugar de presentar dos bandos distintos, contrarios y complementarios, los binomios son intercambiables, modulares. Si bien en un comienzo la disputa entre ciencia y fe, manifestada en los personajes de Locke y el Dr. Jack Sheppard, y que plantea de manera contundente las diferentes visiones desde las que se puede interpretar la “experiencia isla”, se presentaba como la línea divisoria entre dos bandos, el desarrollo posterior de los personajes y la aparición de nuevos jugadores en la partida ha complejizado los pares opuestos de manera exponencial, convirtiendo la serie en una especie de mapa repleto de patrones autosimilares. Como una especie de ajedrez con un tablero en tres dimensiones. El resultado es abrumador. Lost no es una serie al uso, ni siquiera para el contexto actual, que es sin lugar a dudas el lustro de oro de las series de televisión. Donde las mejores series aún permanecen en los


cómodos parámetros de la narrativa aristotélica y los episodios autocontenidos (incluso las últimas temporadas de 24 han mutado a subtramas individuales en cada episodio), Lost apostó en un principio por un esquema mixto, donde los flashback otorgaban un nudo argumental que se resolvía medianamente en el episodio individual, mientras la gran trama avanzaba en la isla. Sin embargo, a partir de la cuarta temporada, comienzan los flashforward y los saltos en el tiempo echan a correr dos tramas paralelas que se autorreferencian como espejos, abandonando para siempre la accesibilidad para el recién llegado. Pero Lost no es Twin Peaks ni The Prisoner. No pretende ser solo una serie de culto de narrativa experimental. Tiene alma y vocación pop. Sus personajes principales están tan bien construidos que pueden soportar giros radicales sin que pierdan coherencia interna. Hemos visto al cazador Locke transformarse en una marioneta del “destino”, al egoísta Sawyer liderar y ser guía para otros, a Jack Sheppard pasar de líder a renegado. Todo esto ha sido posible gracias a que Lindeloff y Cuse, los cerebros detrás de la serie, han echado mano a múltiples referencias sin tener ningún pudor. No solo series como Twin Peaks o The Prisioner están claramente presentes en la historia. Lost está plagada de literatura y narrativa gráfica. En la isla se han dado cita las construcciones ficcionadas de Borges (¿no es la isla un laberinto borgiano de tomo y lomo?), los delirios enteogenos de Philip K. Dick (Valis es clave para entender la serie), la estructura de historias como cajas chinas de Sandman de Neil Gaiman, las dinámicas interpersonales de X-Men (El binomio WolverineCyclops no ha tenido mejor interpretación que en Sawyer y Jack), la


estructura cristalina de Watchmen de Alan Moore o The Invisibles de Grant Morrison. En estos momentos se exhiben los últimos episodios de la serie. Si no entiendes bien que pasa o te parece que la historia no va para ningún lado, relájate, deja de pensar en el destino final y disfruta el viaje. Lo normal en Lost es la sensación de estar perdido.


Recomendaciones de la Biblioteca de Santiago: Si estĂĄs interesado en estos temas, en los autores y libros citados, te recomendamos puedas consultar estos tĂ­tulos en sus salas de lectura respectivas:


En sala Literatura: · · · · ·

Agatha Christie, Arthur Conan Doyle y Ramón Díaz Eterovic Jorge Luis Borges y Philip K. Dick Cantos de Maldoror del conde Lautreamont Roberto Arlt y Luis Sepúlveda Hacedor de Borges junto a Amberes de Roberto Bolaño

En sala Juvenil: · Sandman de Neil Gaiman y Watchmen de Alan Moore · Oscar Wilde



O

tra de esas figuras oscurecidas por su obra, aunque ambas se pueden unir el falso Conde nace en Montevideo, Uruguay en 1846, hijo de un diplomático francés. Luego de vivir allí algunos años, es enviado a Francia, primero al colegio de Tarbes y luego el liceo de Pau, que era además un internado. Ahí conoce a Paul Lespes, condiscípulo suyo, uno de los pocos que guarda recuerdos del Ducasse adolescente, con características que una vez más extrañamente coinciden con el famoso estereotipo «gótico »:

« Era un joven delgado, con la espalda un poco curvada, la tez pálida, los cabellos negros le caían sobre la cara, estaba generalmente triste y silencioso y como replegado en sí mismo. Nosotros pensábamos que echaba de menos su país natal... Le gustaba sobremanera la parte en que Edipo se arranca los ojos y maldice su destino, decía que le parecía muy bella; admiraba a Edgar Allan Poe y recuerdo que le entregó a otro de sus amigos un volumen con poesías de Teophile Gautier. Le teníamos por un espíritu fantástico y soñador, pero en el fondo un buen chico que no sobrepasaba el nivel medio de instrucción, seguramente por un retraso en sus estudios. Me mostró un día sus versos, no puedo juzgar pero me pareció de ritmo un poco extraño y el pensamiento obscuro. Detestaba en particular los versos latinos y sufría continuamente de dolorosas migrañas que creo influyeron notoriamente en su carácter… » Ducasse sale del Liceo en 1863 pero le envía a Lespes y a otro condiscípulo años después una edición de Cantos de Maldoror

sin dedicatoria, pero que Lespes reconoce inmediatamente como obra suya: " por el estilo; por las ideas que se entrechocaban como


una mezcla rara"... Una de las explicaciones mas difundidas a la creación de los Cantos de Maldoror (mal d' aurore) es la historia de una áspera discusión en el liceo con un profesor que admiraba mucho, a raíz de una poesía propia que lee en clases. De ahí que Gaston Bachelard y Julien Gracq imaginen, el primero Maldoror como producto de un resentimiento de adolescente, impregnado de una atmósfera escolar y el segundo lo atribuya a un rencor por su estadía forzada en el Liceo. Luego se suma otra visión, la de Jules Valle, que muestra a Ducasse como un agitador político y revolucionario, visión que le parece a su anciano condiscípulo Lespes exagerada. Sin embargo, no podemos ignorar la influencia del siglo y por cierto las convenciones de la novela gótica en su obra. Ducasse muere tísico en 1870 a los 24 años, habiendo publicado Maldoror a los veintidós. Testimonios sobre Ducasse recogidos por su primer biógrafo Genonceaux lo muestran como un espíritu afiebrado, siguiendo extrañamente la senda de su admirado EA Poe. Según Gómez de la Serna: "en los días fríos y lluviosos de Paris, Ducasse

se quedaba en cama hasta la noche, pensando y escribiendo, tenia un piano, el cual era su único lujo"… André Malraux: “Ducasse comía apenas, no trabajaba mas que en la noche después de tocar el piano y bebía tanto café que escandalizaba al dueño del hotel”... Los cantos de Maldoror se publican en 1869 y pasan totalmente desapercibidos hasta que son rescatados en 1920 por los surrealistas. Hay una edición muy bella de sus obras completas y poesías hecha por Andre Breton con dibujos muy logrados, en especial de Andre Masson, Max Ernst y como no, Salvador Dalí. Hay muchas fotos y retratos imaginarios del Conde, de Pastor y


Valloton, pero es una figura esquiva y sólo se conserva una foto que podemos presumir cierta. Algunas opiniones frente a esta obra que acumula miles de tesis, estudios, ensayos, plagios e influencias: - Andre Breton: "Incluso todavía soy absolutamente incapaz de considerar con sangre fría el mensaje fulgurante que me parece exceder por todas partes las posibilidades humanas" - Albert Camus: “son el libro de un colegial casi genial” - Andre Gide: “la lectura de Rimbaud y el canto 6 de Maldoror hacen que me avergüence de mi obra” - Louis Aragon: “si uno lo prueba, toda la poesía se transforma en algo soso y preparado” ¿Podemos imaginar mejor material para la leyenda?



O

scar Wilde escribe: “la vida, la mísera vida, verosímil y sin interés, reproduce las maravillas del arte”. En su caso era cierto, nadie más que el mismísimo Oscar Wilde podría considerarse una opus magna. ¿Y que hay del resto de la existencia?, ¿la mísera y aburrida vida es solo eso y nosotros le agregamos el componente que la transforma en tragedia? Tal vez la vida es un pizarrón rayado por millones de confusos y malos guionistas, sin protagonistas principales y tramas antojadizas, que pasa en todas partes y nadie se entera de mucho en realidad. Cuántos eventos escapan de nuestro umbral y así nos conformamos en pasar esta mísera vida sin hacernos muchas preguntas, en la comodidad de no saber cuál es la verdadera trama. Y si aún nos topáramos con un evento maravilloso, simplemente no nos daríamos cuenta. Los piratas se llaman Achille y Giovanni Battista JudicaCordiglia, fueron jóvenes en una época en que el mundo parecía joven. A finales de los 1950's tenían una estación de radio escucha artesanal en las afueras de Turín, en lo que fue antes un bunker alemán de la Segunda Guerra, que bautizan como Torre Bert. Eran parte de un movimiento de radioescuchas aficionados que seguía la encarnizada carrera espacial, especialmente de la Unión Soviética, acostumbrada al ostracismo. Una afición hecha de estática y la capacidad de la mente humana para encontrar patrones. El 28 de noviembre de 1960, el observatorio espacial de Bochum, en Alemania, interceptó señales de radio de un objeto que parecía ser un satélite. Después de una hora de rastreo, los hermanos captaron una débil señal de SOS en código Morse desde un objeto que se


alejaba de la Tierra. Nueve semanas antes que Gagarin se coronara como el primer ser humano en el espacio, el 2 de febrero de 1961, un corazón y una entrecortada respiración cruzaron los cielos de Italia y fueron a caer sobre su red de rastreo. Hay reproducciones en el sitio web en donde se escucha un latido irregular como un martilleo que se debilita y extingue, mientras que el aliento es de alguien que se ahoga. Pero las secuencias son tan cortas y vagas, llenas de estática, que una de las palabras que vino a mí fue pareidolia, una de las trampas de nuestra mente asociativa. Pero aún así, es desolador pensar en el último registro de un ser humano, apagándose tan lejos, que, repetido en ciclo perpetuo, se transforma en un mantra existencial. Ambas grabaciones tienen el mismo poder que las psicofonías: nos erizan y excitan. Para mayo de ese mismo año, la carrera espacial estaba declarada con el vuelo suborbital del norteamericano Alan Shepard y la Unión Soviética quería dar un nuevo golpe lanzando la primera mujer. El 23 de mayo de 1961, los hermanos vuelven a capturar otro fantasma y graban la voz de quien se presume fue Ludmila Tokov, en reentrada en una cápsula en llamas. Su voz es una secuencia distorsionada en un ruso inentendible; Sin perder el control, se puede adivinar un velo de angustia mientras dice “¡puedo ver una llamarada!” y “Siento calor, siento calor”. Los hermanos adquirieron inmediatamente una gran cobertura mediática: dos chicos que con solo material doméstico podían rastrear lo mismo que las agencias espaciales hacían con millones en inversión. Llegan a incluso a interceptar en 1962 imágenes de nuestro satélite natural de la nave rusa Luna-4 y diversas misiones norteamericanas. En 1964 ganan “La Feria de los Sueños”, un programa de concursos que les regala un viaje a NASA. En 1965 crean la red Zeus que contaba con 17 estaciones alrededor del mundo, tan sofisticada que pudieron predecir con 12 horas de


anticipación que la nave rusa Lunik IV no alunizaría y seguiría de largo. Y luego sigue un patrón muy clásico en las conspiraciones porque, supuestamente, la Inteligencia italiana confiscó sus imágenes, dejándolos sin uno de sus testimonios basales, y para 1966 la red estaba desmantelada sin ninguna explicación. Cada cual desde entonces se dedicó a lo suyo como si nunca hubiera existido Torre Bert. En 2007, se les dedicó un documental que se llamó “Piratas del Espacio”. Hay un corolario, un referencia que nunca pude comprobar -como es lo usual-, sobre Fidel Castro. Arnaldo Tamayo Méndez fue el primer latinoamericano que viajó al espacio, en 1980, y para la ocasión Castro visitó Zvezdny Gorodok, la Ciudad de las Estrellas. Fue invitado a visitar la oficina de Yuri Gagarin, que había quedado tal cual desde su muerte, los relojes detenidos en la hora del accidente. Luego pasó a la sala de los mártires, donde se encuentran los nombres de todos los cosmonautas que dejaron de existir durante el programa espacial soviético. El mural debiera comenzar con Aleksei Ledovsky, lanzado en un cohete R-5A modificado con una trayectoria suborbital, a finales de 1957. Y la lista al parecer era larga. Hay quien tiene razones para dudar. Las discusiones son extensas sobre la veracidad de las grabaciones y se les acusa de escribir un script. ¿El mito no se trata de eso precisamente: el sentido de la maravilla incorporado a eventos que son tan interpretables? Hay tantos dispuestos a creer que la explicación más increíble es la más real. Así nacieron (como un oxímoron perfecto) los “cosmonautas perdidos o fantasmas”, aquellos supuestos primeros seres humanos en cruzar la barrera de la atmósfera antes que Gagarin y no tener la


suerte de sobrevivir para la gloria. Engloba todo lo que la tragedia necesita ser: una muerte triste y desesperada en la soledad ignorante de la noche, por un objetivo que te supera pero la sobrellevas, y con solamente un par de oídos que te escuchan sufrir. Si a Oscar Wilde le propusieran morir como un corazón moribundo cruzando el cielo sobre Italia habría sonreído satisfecho. No en vano volvería a escribir: “La vida imita al arte”, pero ¿es cierto? ¿No será que la inesperada complejidad de la vida, aquella cuyo espectro visible es tan aburrido, es en esencia el arte? La imaginación es capturada por relatos como éste: inconexos, volubles, difíciles de corroborar o descartar, pero que al final queremos creer como en una novela.



I. SUICIDAS EN RAPANUI

Las noches de Octubre seguían estando frías, las calles tejidas por adoquines y las casonas antiguas eran el prólogo de una velada especial. Mi destino era el Rapa o Rapanui, lugar donde mi amigo Alejandro organizaba un evento. El Rapanui es una típica casona familiar de comienzos del siglo pasado, con paredes altas, mucha ornamentación y una gran puerta principal. Durante el día funcionaba como antro adolescente, donde la cerveza barata y los ritmos tropicales eran pan de cada día. Pero de noche y en ocasiones, las cumbias y el reggaeton se devolvían al trópico dando paso a sonidos de ultratumba. Para ser franco más que un local nocturno daba la sensación de ingresar a un templo romano de utilería, con la diferencia que en vez de Júpiter o Saturno te recibía un “Moai” de cartón. Era pasada la medianoche y no había llegado mucha gente, centrando entonces mi atención en el pobre decorado del local (unas luces por aquí, sillas plásticas por allá, espejos y un escenario al fondo). Después de saludar al deejay de turno y comprar una cerveza me quedé esperando. Diez minutos después y medio aburrido encontré en mi bolsillo el ticket de la fiesta: “American Cyborg” se llamaba, incluía dos pistas de baile y la presentación de las bandas “Humanoides” y “Suicide Solution”. Esta última era supuestamente la banda revelación de Argentina (por lo menos así decía el ticket) y debo reconocer que sentí un poco de curiosidad por verlos en vivo.


La cerveza se acababa cuando algo se movió en el escenario, eran los “Humanoides” que estaban por comenzar. Los “Humanoides” son una banda electrónica que tal como dice su página web: “se inspiran en el comportamiento decadente del ser humano”. Dentro de su repertorio tienen un curioso tema llamado “Pinoshit”, donde combinan voces del general con samples electrónicos, convirtiendo a pinocho en el Kraftwerk criollo. Después de escuchar un par de temas fui por otra cerveza, en el trayecto me encontré con los deejays de la pista dos (el colectivo Hardnation), quienes con una cara del porte de un buque cargaban sus equipos a duras penas. Producto de reclamos de los vecinos (con llegada de pacos incluida) tuvieron que desinstalar y cambiarse de pista. El nuevo lugar era un cuartucho de no más de veinticinco metros cuadrados, ubicado a un costado de la entrada. Por suerte instalaron rápido y en menos de lo esperado volvío a retumbar su música levanta-muertos. “Humanoides” terminaba su presentación. Me dieron pasadas las dos cuando volvió haber movimiento, se venía el plato fuerte. Me contaba días atrás Alejandro que el par de suicidas venían desde el norte, uno de ellos tenía una novia y antes de regresar a Buenos Aires, aprovecharían de tocar ante el público chileno. Cinco minutos después aparecía el dúo “Suicide Solution”, ebrios y vestidos totalmente de negro, la maldad absoluta hecha persona. El primer tema comenzó con una batería tarrienta pero asesina, la que era acompañada frenéticamente por la cabeza del tecladista. Era curioso ver tanto empeño ya que la percusión y el


teclado estaban previamente grabados, haciendo de su mímica una sobreactuación desquiciada. Al costado del actor se encontraba el vocalista, que supongo en un acto de “rebeldía”, se daba golpes en la cabeza con el micrófono. Después de pegar un grito y golpearse de nuevo comenzó a cantar, o eso parecía ya que no se escuchaba nada. Quizás cantaba bien (y se oía mal) quien sabe, el asunto es que producto de tanto golpe el socio se había piteado el micrófono, que más encima lo había prestado la banda anterior. Lo que aconteció después fue digno de antología, por un lado estaba el tecladista moviéndose como inyectado y por el otro el vocalista tratando de arreglar el micrófono. El público al no entender que sucedía se empezó a latear, yéndose al cuartucho “HardTechno”. Los minutos pasaban cuando ingreso un Humanoide y alguien de la producción, ahora entre los tres intentaban solucionar el entuerto. El primer tema había terminado. En el comienzo del segundo el tecladista movía su chasca con mayor fuerza, como queriendo robarse nuestra total atención. Ahora en el suelo los tres tipos seguían con el micrófono, el que parecía había muerto definitivamente. La poca gente que quedaba se empezó a ir, como cachando el olor a gladiolo. Al cabo de unos minutos y al ver que no había otra solución el vocalista optó por cantar a capela, cagándola aún más. Finalmente fue sacado del escenario sin antes tirar un par de chuchadas al público (los cinco que quedábamos). El tecladista al verse sólo, siguió con su mímica como si nada hubiera pasado. Estuve a punto de darle el premio a la ética profesional, sino se le hubiera ocurrido salir corriendo dejando la música sonando. “Quien arranca sirve para otra guerra” dicen por ahí, pero él no quería arrancar precisamente, sino que fue directo a


la pista dos (la HardTechno), para reclamar y exigir que bajaran la música, ya que según él opacaba su presentación. Fin del segundo tema y fin de la presentación. Desde esa vez no se supo más de “Suicide Solution”, tampoco si hubo algún comunicado o explicación. Lo cierto es que “American Cyborg” quedó dentro del listado de “eventos memorables” de la escena dark criolla, todo gracias a este particular performance. La fiesta se repitió a los pocos meses en el centro de eventos “Morgana” en Valparaíso, pero esa no tuvo ningún muerto.



E

n su relato El Gato del Brasil, Arthur Conan Doyle describe un felino que nosotros, más informados que él en zoología, no podemos identificar. Y no podemos hacerlo por la sencilla razón de que la bestia descrita por el autor de Sherlock Holmes no existe. El gato de Conan Doyle es una bestia imprecisa, que para constituirse toma vagas notas de aquí y de allá, agrupa rasgos de especies que el catalogo de la zoología conoce. Pero sobre todo acude a lo que el promedio del imaginario popular de su época y de su nación consideraría un felino salvaje, una bestia exótica y ciertamente muy peligrosa. ¿Es tal imprecisión un defecto? Yo creo que sí. Incluso creo que merced a tal imprecisión el relato de Conan Doyle no ha envejecido con éxito. Seguramente, sus lectores contemporáneos y simpátridas - para quienes Brasil podía ser todavía un lugar legítimamente exótico, como la Europa del Este para los de Stoker - no requirieron de la exactitud taxonómica válida para nosotros, ahítos de eso que se llama divulgación científica, espectadores de Animal Planet.

Sin duda, aquello que podríamos designar como lejanía mediática con el modelo puede ser considerado un atenuante en el caso de Conan Doyle. Pero la imprecisión puede ser también, y en las antípodas, algo que tiene que ver con literatura de maquetas, con un servilismo de la imagen prefabricada. Empecé a leer Un Viejo que Leía Novelas de Amor, de Luis Sepúlveda. .Llegué – y no pasé de ahí – a un punto en donde se describe a un felino que


causa estragos entre los pobladores de un caserío selvático sudamericano. La fiera se nos describe imprecisamente, aunando caracteres diversos, con lo que resulta una vez mas un felino nebuloso, un gato a lo Conan Doyle. Sólo que aquí no valen los atenuantes que podría exculpar, por lo menos hasta cierto punto, al caso anterior. Sepúlveda perpetra su texto en pleno auge de la “cultura de la información”, y ubica la acción del mismo en un entorno realista que debería corresponder al de un sector del trópico sudamericano, es decir, en una zona del mundo donde los felinos salvajes de mayor tamaño son – en orden decreciente - el jaguar, el puma y el ocelote. (En verdad, atribuir al tercero ataques seriales a seres humanos entraría ya en el terreno de lo inverosímil) Me adelanto a una objeción. ¿Por qué exigir verdades y precisiones a relatos de ficción, a tramas inventadas y consiguientemente pobladas de seres imaginarios? La respuesta es que tal exigencia no la hago yo. La han hecho los propios autores de tales ficciones, al elegir para ellas los parámetros medios de una realidad convencional o, para decirlo con todo rigor, son los textos por ellos escritos los que la demandan. En tanto lector, lo único que yo puedo exigir es consecuencia. Un ejemplo au contraire: en su colección de cuentos El Criador de Gorilas, el escritor argentino Roberto Arlt describe un África que no existe en África, sino en su cabeza. Por supuesto, nadie en su mediano juicio le plantearía a Arlt los reparos que yo acabo de plantear a Conan Doyle y a Sepúlveda. No es mucho mas lo que podría decir sobre el nebuloso gato de Sepúlveda sin haber acabado de leer el libro. Más, salvo que la historia de una vuelta de tuerca sobre la que yo – mea culpa – no estoy enterado, tal felino no sería sino un síntoma y un


elemento de una cierta estética de la “tipicidad” en la que un gato “típico” forma parte de un trópico también “típico”, de un cliché de tarjeta postal enteramente funcional a la imagen que podría tener un lector anglosajon ávido de exotismo y colorido “local”, de un paisaje tan impreciso como la fiera que lo asola. Ciertamente, para tal decorado de cartón piedra no se necesita una bestia de verdad. A la caricatura del trópico le basta y le sobra con la caricatura de una fiera.



Postulamos

una fragmentología, explicitando una forma de comprender, una poética al figurarse. Decimos que el hombre es un instante e instancia de inquietud, un arrojo a reinvenciones, solidificaciones y colector de vestigios. “El mundo no se da por entero y la percepción más aún la corta.” art. 1º, Manifiesto Fragmentalista.

Este sentimiento, esta percepción comulga con algunas obras literarias y del pensamiento. Hay un epígrafe que inicia “Amberes”, novela de Roberto Bolaño, que es de Blaise Pascal, que denota a un sujeto en sentida reflexión, captando el espacio-tiempo que lo ubica en un ser y estar a los que cuestiona su porqué, y que descubre producto de un inventario de elementos e instancias, causas y efectos múltiples que lo arrojan allí, a su precariedad existencial, suma de fragmentos que a poder de la voluntad, transmutan las “cosas” de una interpretación, de un sentido de “valor”, a una “Realidad” – la idea es de Nietzsche. La misma obra “Amberes” de R. Bolaño da cuenta de un constructo narrativo, que combina formatos de prosa y guiños de guión cinematrográfico, apoyándose en “la parte por el todo”: de la suma de fragmentos, el relato se completa (o intenta) o sugiere en la ‘mente’ del lector, que como el escritor, tiene su propia y singular labor.


“Adrogué”, poema de Jorge Luis Borges, une ambas ideas, la de Pascal y Bolaño: es el poeta nostálgico, existencial, que se detiene a poetizar los elementos del hogar que lo cobijó y dejan sugerir lo que al final se evidencia: el yo, ¿de qué está compuesto? ¿cómo es que nos conspiramos su frágil forma? ¿de qué otro modo intentar una explicación sino armando una interpretación por unión de fragmentos? “El antiguo estupor de la elegía me abruma cuando puesto en esa casa y no comprendo cómo el tiempo pasa yo, que soy tiempo y sangre y agonía” “Adrogué”, de El Hacedor (1960) de J. L. Borges.



ALIAS & Co.

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