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LAS VOCES BAJO LA CAMA COMPILACIÓN Y EDICIÓN POR
MANUEL BARROSO
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ÍNDICE Y A MODO DE INVITACIÓN manuel barroso 5 Y EL ANTOLOGADOR ES EL QUE COMPARTE SUS JUGUETES bef 7 Y (AQUÍ LA AUSENCIA ES TÍTULO) pepe rojo 13 Y ME INTERESA EL ASUNTO ABARCADOR DEL LENGUAJE daniela tarazona 19 Y ES NECESARIO INVENTAR MUNDOS édgar omar avilés 28 Y LUCHO CONTRA MI PROPIO SER CUENTISTA ignacio padilla 35 Y LA FANTASÍA ES LA MADRE DE TODAS LAS REALIDADES patricia laurent kullick 42 Y ME GUSTA HACER ZAPPING IMAGINATIVO josé luis zárate 49 Y HAY GÉNEROS QUE PUEDEN FUNCIONAR EN UNA ÉPOCA Y EN OTRA YA NO rafael villegas 61 Y ES MUY DESALENTADOR QUE SIGAMOS EMPANTANADOS EN LA DISCUSIÓN DEL MUNDO NARRADO Y EL MUNDO A SECAS alberto chimal 75 Y ME GUSTA MEZCLAR GÉNEROS, Y LA NOVELA SE PRESTA PARA ESO bernardo esquinca 83 Y SIN HISTORIAS Y MÚSICA NO IMAGINO LA VIDA HUMANA verónica murguía 88 Y¿QUÉ HUBIERA PASADO SI...? rodolfo jm 93
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A MODO DE INVITACIÓN La narrativa mexicana contemporánea me ha interesado desde hace muchos años. La consumo y leo con avidez. No sólo la que responde a una imaginación fantástica, sino toda ella. Pero, la verdad, para estudiarla con profundidad (con la profundidad que se exige un obsesivo como yo), no basta con leer la creación literaria. Hay que aventarse los ensayos (Domínguez Michael, Yépez, Raphael, Chávez Castañeda y Santajuliana, Castillo Pérez, Sánchez Prado, Zavala, Ruisánchez, Prado, Damián, Chimal y un largo etcétera), asistir a congresos (zzz…), revisar una que otra tesis. Leer las entrevistas. Respecto al último punto, hay tres libros que me parecen ejemplares. La Generación de los enterradores II (Chávez y Santajuliana), Veintiuno. Charlas con escritores (Alarcón) y, sobre todo, El minotauro y la sirena (Carrera, Keizman). Fue este último el que plantó en mí la inquietud de hacer algo parecido. Y este año Penumbria me dio el pretexto perfecto para hacerlo. Eso es un poco falso. En realidad, quienes me dieron el pretexto fueron los autores. La importancia que, creo, posee su escritura y lo que le queda, aún, por decir. Son doce voces, cinco preguntas. Es decir: doce plumas que admiro, cinco inquietudes de las que necesitaba respuesta.
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Me gusta pensar que tĂş, lector, compartĂas alguna de esas inquietudes. Espero, entonces, que disfrutes el murmullo consistente de estos monstruos bajo la cama. Y
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Â
EL ANTOLOGADOR ES EL QUE COMPARTE SUS JUGUETES Bernardo Fernández, a quien todos conocen como Bef, es uno de esos pocos autores que gustan entre los lectores de a pie, captan la atención de los críticos y académicos y son respetados dentro de la Hermana República de las Letras.
Fotografía: Marco U. Morón
Tu nombre como escritor prácticamente se ha armado con tus novelas. ¿Pero qué hay de tus libros de cuentos (Bzzzt!!! Ciudad interfase y El llanto de los niños muertos)? Que
no
iba
a
llegar
a
ningún
lado
mi
carrera
haciendo
cuentos. Descubrí que podía hacer toda una carrera como cuentista, pero no iba a tener ninguna proyección comercial. Me interesaba llegar
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a la mayor cantidad de lectores, y el cuentista, por las circunstancias que sean, no lo logra y por eso dije “tengo que escribir una novela”. Y además al principio batallaba mucho porque yo tenía timming y formación de cuentista: acababa las novelas en sesenta páginas. Entonces acababa luego luego. Me costó mucho trabajo poder articular una novela. Ahorita está muy de moda hacer las novelas de cien páginas y en realidad creo que tenemos que escribir novelas de trescientas páginas, doscientas cincuenta, ¿no? Ahora estoy en eso: aprendiendo a articular novelas ambiciosas.
Casi todos tus lectores te identifican por tus novelas policiacas, pero eres el único mexicano que ha ganado el Ignotus con Gel Azul. ¡Esa era la novela que acababa en sesenta cuartillas! Quería hacer una novela policiaca, estaba muy metido en hacer… era mi fase cyberpunk… y además empezó como una novela muy torpe. Mi primer borrador era inmamable, eran puros homenajes frikis. La primera novela tiene la 8
cuestión de que quieres decir todo en ella y no puedes. Ahí empiezan mis coqueteos con lo policiaco, porque es una novela de detectives en el futuro. Yo siento que tuvo resonancia primero porque en España no hay cyberpunk. Eso no existe. Hay por ahí una novelita de Rodolfo Martínez y algún otro más, pero nada más. Creo que esa es una de las cosas que les gustó. No conocen la estética, no sé si no les gusta escribirla o no les apela. Creo que por eso la novela tuvo resonancia entre los lectores y obtuvo el premio.
¿Cuál fue la diferencia de proceso entre Los Viajeros y 25 minutos en el futuro? El antologador es el que comparte sus juguetes. El origen de Los viajeros es… Todas las antologías que había de ciencia ficción me parecían muy pobres literariamente. Tenían uno o dos cuentos buenos, pero tenías que leerte todas para hacerte de un corpus más o menos 9
interesante. Pon tú que había tres tomos y un buen cuento por cada uno,
siendo
muy
estricto,
claro.
Yo
sentía
que
era
muy
autocomplaciente el criterio de los antologadores. Claro que la función era otra, era más como tener presencia editorial, entonces era más una cosa de volumen. En ese momento. Las antologías tienen que ser como la pura mantequilla. Está bien si hay unas como de volumen, pero yo siento que hay que escoger lo mejor de lo mejor. Debe haber antes de Los viajeros no menos de ocho antologías de ciencia ficción mexicana, pero yo sentía que de todas no hacías una. Quise hacer una en la que cada cuento fuera una experiencia que, por lo menos, no te dejara indiferente. En Pulpo comics lo que hice fue juntar escritores que, en varios de los casos, también son dibujantes de comics. No había una antología importante de comics antes de Pulpo. Con 25 minutos en el futuro fue distinto. Por circunstancias que desconozco, se dejó de traducir ciencia ficción. Ya no se traduce en España ni en Argentina como se hacía tiempo atrás. Entonces los referentes se han oxidado. Tanto Pepe Rojo como yo consideramos que había muy buen material, que el cuento ha seguido evolucionando en Estados Unidos y Canadá. También en Inglaterra, pero ya nos quedaba muy amplio, ya no hubiéramos podido abarcar tanto. Inglaterra y Canadá por ejemplo, hacen antologías nada más para ellos. Era doble intención: una, poner al tanto referentes, y la otra, que las traducciones fueran cercanas. Yo incluso me acuerdo que había gente de la generación anterior a mí que escribía ciencia ficción como traductor español, como Domingo Santos traduciendo a Asimov. La intención era hacer traducciones cercanas a 10
nosotros. De hecho los cuentos más coloquiales están totalmente mexicanizados. ¡Qué hueva estar leyendo una novela con españolismos! Así que esa fue la intención. Sí, creo que eres el que comparte sus juguetes. Eras un coleccionista de juguetes y haces una antología para que cualquiera que se interese pueda jugar con ellos.
Hay unos que opinan que tu mejor obra es Ojos de lagarto… ¡Yo mismo!
¿Dónde la ubicas tú? Ciencia ficción. New Weird le llaman ahora. Eso lo inventó China Mieville. Se retoma como la novela de aventuras, las cosas extrañas, pero tiene mucho de ciencia ficción. Tengo una parte de biología alrededor de un dragón, explicando por qué hacen fuego los dragones. Es criptozoológica la novela. Pero yo sí digo que es ciencia ficción. Rara, new weird, así la veo yo.
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Un libro que te encante y que nadie pueda pensar que a ti te gustaría. Noticias del imperio. Me parece la mejor novela mexicana de fin de siglo. Soy súper fan.
Y
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(AQUÍ LA AUSENCIA ES TÍTULO) Pepe Rojo es uno de los escritores más interesantes que ha visto la literatura mexicana en los últimos años. Sus libros son rarezas que valen cada minuto usado en encontrarlos. Editorial Resistencia ha reeditado Punto cero y, ahora, Rojo toma la palabra.
Pepe y Cindy (fotografía: Ed. Resistencia)
Yonke es la muestra de un imaginario retorcido que pretende mezclar la cultura pop con la mass media, la literatura y la teoría (sobre todo el psicoanálisis). ¿Cómo te sientes, a distancia, respecto a él? Hace poco tiempo presenté la re-edición de Yonke + Ruido gris y decidí sentarme y dejar un lugar vacío que decía Pepe Rojo, escritor, porque de
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una u otra manera siento que lo escribió otra persona, a la que le envidio su condición de inexperiencia, lo que le permitía tomar riesgos, su emotividad cruda y lo descarnado que podía llegar a ser. Su escritura se basaba más en periodos casi vomitivos donde escupía todo lo que podía. En Yonke pude juntar varias de las cosas que me interesaban: siempre me ha fascinado la cultura popular y los subgéneros, estaba metidísimo en Lacan y los medios masivos, y, en retrospectiva, creo que la condición del cuerpo en la era de la comunicación de masas era uno de los intereses primordiales. Hay varios cuentos de los que me siento muy orgulloso, particularmente “Ella se llamaba Sara” y “El deseo y su cura”.
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I nte rrupciones es delirante, punto. Parece un largo ensayo de lo que entiendes por escritura. ¿Cómo surgió, hacia dónde apuntabas con él? I nte rrupciones es una especie de rompecabezas que armé con varios textos que tenía desperdigados por aquí y por allá. Había intentado hacer una antología de cuentos y otra de ensayos, pero ninguna me convencía. Tenía ganas de algo más experimental y decidí seguir la línea de un texto que se llama Datos Preliminares, en donde la mitad de los datos son reales y la mitad ficticios. A partir de ese texto, fui eligiendo otros que jugaran con imposturas, con la calidad misma de la “suspensión de la incredulidad”, pero tomando en cuenta también los ensayos que había escrito en esa tónica. Eso me permitió aventar a la mezcla varios textos experimentales que tenía guardados e incluí además otros textos que tenían que ver con la vida emotiva de los objetos. Después, hice una especie de DJ set con todos ellos. Luego vino el empaque de diseño que le hizo mi hermana, Careli, y que acabó de amarrar el paquete.
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Plan de juego y Punto cero son un par de novelas con una exploración muy parecida (pensando en cómo se narra, desde qué mirada
y
la
mirada
misma).
Hay
ecos
de
ellas
en I
nte
rrupciones, pero ¿qué tanto se parecen a lo que estás trabajando ahorita? El asunto de la mirada, el cuerpo y la subjetividad en la cultura contemporánea es algo de lo que no me puedo escapar y dudo mucho que alguna vez dejen de acechar las cosas que yo hago. Hace mucho que no me embarco en un proyecto largo de puras letritas, he estado trabajando en piezas más cortas, y algunas de ellas regresan a esos temas. Por otro lado, estoy preparando una antología de ensayos (los que no tenían cabida en I nte rrupciones) y hay varios que tratan esos temas (si no es que todos). Además, estoy trabajando en una serie larga de “fotografías escritas” que parecen más un confesionario, pero que me tienen muy entretenido, jugando también con la pérdida y confusión de la voz narrativa.
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¿Cómo fue tu experiencia como antologador en 25 minutos en el futuro? Divertidísimo. Por un lado fue como darle formalidad a una de las cosas que Bef y yo hacemos comúnmente, que es estarnos recomendando cosas que nos gustan mucho, y por otro fue como intentar hacer un mapa de los cuentos del género que más me han emocionado en los últimos 25 años. El criterio principal fue incluir cuentos que nos “volaran la cabeza”, cosa para la que la ciencia ficción es bastante efectiva. Además, siempre es un placer trabajar con Bef y el trato con Almadía siempre fue de apoyo, así que la verdad, me la pasé rebien y creo que quedó una antología bastante interesante y que hay varios cuentos que valen la pena ser leídos y releídos. Claro que después de una antología así, uno se empieza a dar cuenta de las cosas de los autores que uno no incluyó, pero es parte del trabajo. Ahora ya le propusimos a Almadía hacer un libro similar, pero esta vez de horror, género que me fascina y que está mucho menos organizado que la ciencia ficción. A ver si se animan.
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Dime un libro que te encante y que nadie pueda pensar que te guste. Híjole, yo creo que La trilogía de Las leyendas de Dragonlance de Margaret Weis y Tracy Hickman. Creo que es el libro que más veces he leído en mi vida.
Y
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ME INTERESA EL ASUNTO ABARCADOR DEL LENGUAJE Daniela Tarazona me parece la escritora más interesante de la literatura mexicana actual. Un par de novelas le han bastado para hacerse de un lugar entre los lectores más exigentes. Ahora se pronuncia desde las profundidades de la cama.
Fotografía: Yvonne Venegas
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Dos libros en tres años. No es un ritmo que suele verse en los autores que acaparan la mirada de la crítica y los lectores. ¿Con qué tiene que ver ese ritmo de creación? Tiene que ver con la vida. Varios colegas que ya han publicado muchos libros versados sobre estas cuestiones me habían dicho que era muy difícil hacer una novela. Y yo no les creí hasta la mitad, más o menos, del proceso de El beso de la liebre. Y realmente me encontré con muchas dificultades personales: me cambié de país, me fui a vivir a Barcelona un tiempo y regresé casi al final. Hubo momentos en los que me parecía que la historia de Hipólita Thompson era realmente muy difícil de contar. Es un texto del que iba y volvía. Estaba muy inmersa y luego me alejaba queriendo mandarla a la chingada, no saber más de ella. Hubo momentos en los que dejé de escribir. Tuvo que ver con eso, con procesos emocionales, sobre todo. Pero también es que yo escribo cuando quiero. Y eso es bueno para ciertas cosas, pero para otras no tanto. La velocidad no es algo que me importe en lo más mínimo. Cuando veo que lo que estoy escribiendo tiene sustancia. Cuando no la tiene, de plano no me quedo sentada. No trato de buscar con la disciplina con la que quizá muchos escritores sí lo hacen. Todos los días machacando, dándole, dándole. Y también lo que me ha pasado hasta ahora es que siempre he escrito un solo libro a la vez. Ahora tengo tres proyectos de libro en mente, pero creo que voy a desarrollar uno y luego otro y luego otro. Creo. Tengo una relación muy difícil con la escritura, muy pasional. Una enorme satisfacción por escribir y un enorme repudio también porque me lleva a territorios de mi consciencia que me 20
desagradan y no me relaciono muy bien con eso. Y ahora he podido compaginar ese gusto por escribir con la posibilidad de hacerlo. Y creo que un texto así es mejor para el lector porque tienen una condición vital. Yo busco eso cuando leo y me gustaría que mis libros lo tuvieran.
En El animal sobre la piedra domina la transformación, en El beso de la liebre, la inmortalidad. Los temas parecen permear la forma de escritura, como si siguieras la idea de Pound de que la poesía – como poiesis– debe estar tanto en la forma como en el contenido. Efectivamente me importa. Yo trabajo con el protagonista o la protagonista –ahora tengo un EL protagonista– y el mundo que empieza a gestarse alrededor de ese personaje es una especie de bordado hacia afuera, como si el centro del bordado fuera el personaje y se fueran haciendo círculos alrededor de él. Como una especie de hongo vacío. Me 21
interesa que todo haga sentido (porque así me lo enseñaron en la escuela). Es decir: cada movimiento del personaje y de los personajes secundarios, los incidentales, el antagonista o un personaje que complemente sea para apuntar a un mismo sentido. Lo que trato es que, durante la escritura, durante la construcción de la historia, es preservar una emoción. Puede ser, por ejemplo, la ira. Puede tener otras emociones relacionadas, pero esa es la central. Entonces yo trato que la escritura y su contenido siempre esté apuntando a esa emoción. Como si estuvieras caminando hacia un punto. Ves todo a tu alrededor pero estás yendo hacia allá. Es lo que yo trato siempre. Entonces al tener un personaje tan complejo como Hipólita Thompson, que una de sus cualidades es la resurrección, yo me pregunté cómo representar en el texto esta condición del personaje. Yo escribía de manera lineal y con capítulos largos, pero me parecía que no iba a tener el mismo efecto. Qué texto le corresponde al cuerpo de Hipólita que se reconstituye, que puede ser partida en muchos pedazos y pierde la cabeza. Entonces tenía que ser un texto así: que de pronto no tiene cabeza, que se parte, que cuando tratas de ponerle un orden queda un poco fuera de lugar. También eso pasa. Cuando uno escribe, cuando uno lee, uno recompone. Quería que así fuera este texto. Y también pensaba mucho en la parte visual de un comic. Cómo una página de un comic puede ser una historia completa. Como si arrancaras una página y pudieras ver una historia cerrada. Trataba de que los capítulos fueran como viñetas y que las imágenes fueran como las ilustraciones de un comic. Y así se fue construyendo esta novela. Cada personaje y cada historia piden una 22
estructura determinada y yo confío ciegamente en eso. Cuando tú le entregas a un personaje una estructura que no le corresponde puede hacer que un libro no sirva, que a las pocas páginas quieras dejar de leerlo porque no está siendo transmitido de forma correcta.
Hay algo en tu trabajo de Clarise Lispector, Mary Shelley y mitos grecolatinos. ¿Qué otras influencias han marcado tu escritura? A mí me acompañó Mafalda. Tuve unos años de niña en que me creía Mafalda y respondía como ella. Viví en ese mundo, el del comic, el de la manera más encantadora de sentir que uno no pertenece a un mundo que se está desmoronando. Por muchas razones biográficas yo tenía esas sensaciones desde muy pequeña. Después me encontré con muchos autores: Kafka, Emily Brontell, Virginia Woolf, las grandes lecturas que nos enjaretaron en la universidad. Madame Bovary, Dostoievski. Para mí la escritura siempre fue la posibilidad de fugarme 23
y cuando me encontré con Lispector fue como “yo a usted la conozco de antes”. No sólo fue porque me asombra la capacidad que tiene para, en dos líneas, una verdad abrumadora y, al mismo tiempo, contar una historia de una ama de casa que de repente tiene una revelación fascinante. Lo que quiero decir es que no me considero una autora ni de una escuela ni de “autores favoritos”. Tengo mis autores que me gustan mucho, que releo. Rulfo, por ejemplo. Procuro que mi escritura sea muy próxima, que aunque sean imágenes muy complejas, muy elaboradas, no sea una escritura que tenga una “elevación”. No me interesa escribir así tampoco. Me gusta mucho la economía del lenguaje y eso lo admiro en Rulfo. Me parece el mejor maestro para eso en mi idioma. Pero no soy una autora que le tenga culto a un libro. Me he encontrado con textos que me han dicho más que otros y mi escritura tiene que ver mucho con mi experiencia, con mi biografía. Eso está y es en lo que más trabajo. Creo que un escritor es una persona que está en continuo examen de consciencia y con una percepción muy aguda del mundo que lo rodea, de las personas, sus tics, su origen. Y no me interesa el hecho noticioso. No hay una ciudad determinada ni un espacio determinado: son espacios y ciudades. Me interesa más el asunto abarcador del lenguaje.
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Mujeres
reptiles
(que
bien
podrían
no
serlo),
superheroinas
inmortales, científicas prometéicas, ¿desde dónde has configurado este imaginario femenino? En El animal sobre la piedra el punto de partida fue la pérdida de un ser querido. Entonces yo quería escribir un libro sobre la muerte. Me puse a escribir en tercera persona y era una historia de una mujer que viajaba asimilando la pérdida. Después surgió la cuestión de darle esa condición animal para poder representar de mejor manera su adaptación. Como si después de la muerte la única manera de sobrevivir fuera tener la piel más gruesa, soportar más el sol, tener la lengua dividida y todas las transformaciones. El caso de Hipólita fue otro. En las novelas que había leído, cuando había un personaje femenino que transgredía las leyes era condenada al final, caía en la desgracia. Platicando con una amiga yo le decía: ¿Cómo podría hacer un personaje que pueda ser más que eso? Entonces se me ocurrió de forma muy literal: llevarla a la muerte y, después de la muerte, cómo se reinserta en el mundo. También tenía que ver eso con burlar la condición de víctima femenina. Hacer un personaje que después de quemada, desmembrada, asesinada, volviera a vivir una y otra vez. Entonces la condición de este personaje sería esa decadencia. Patética además porque tiene todas estas posibilidades y no encuentra el camino. No porque no sea capaz, sino porque no hay camino para que ella pueda salvar a los pobres y defender la justicia. Es también poner en duda eso: qué es la justicia, lo que una semidiosa consideraría como justo. Son preguntas que tienen que ver conmigo también. Finalmente 25
me pregunto sobre cuestiones de mi género. Son cosas fundamentales para mí que no podría eludir. Y también había un gusto personal. Me fascinaba La mujer biónica y La mujer maravilla cuando era niña. Cuando volví a ver la serie completa para escribir este libro me pareció ridícula. Fue preguntarme por todas esas cuestiones que tienen que ver conmigo que soy mujer. Sobre de dónde vienen estos personajes: la primera viene de la muerte y la otra parte de querer hacer un personaje femenino cuya construcción y actos transgredieran la desgracia, la victimización. Que fuera más allá.
Dime un libro que te encante leer y nadie piense que puede gustarte. La primera vez que leí Los amantes de Elfriede Jelinek me desagradó profundamente. Con base en lo que te acabo de contar sobre Hipólita Thompson, quizá cualquiera pensaría que no me interesa porque es un libro con una enorme dureza hacia mucho de lo femenino. Sin embargo, creo que ahora lo revalúo. Creo que hay muchas cosas que ella ha visto sobre la situación de las mujeres. La construcción de estos personajes tan tremendos que me pregunto si es un buen recurso la manera en la que ella plantea esos personajes que de pronto lo que hacen es generarte un enorme conflicto. Es realmente cruda, realmente duele. Yo misma podría pensar que ese libro no me interesa, pero ahora me llama la atención ese modo de ver la condición femenina. Los best sellers. El de Los hombres que no amaban a las mujeres. No me gusta, para nada. Siempre trato de leer uno de esos libros: el 26
primero. Leí el primero de Harry Potter porque me intriga muchísimo qué sucede allí, qué encuentra en ellos una población altísima. Leí el de Larsson tratando de encontrar qué había en el personaje femenino que resultaba tan irreverente según la gente. Hay libros para todo. Hay libros como ese o como otros best sellers que de pronto pueden ser una buena compañía para estar sentado en la sala de espera del aeropuerto o cuando no necesitas nada y puedas estar al mínimo de tus capacidades mentales y leerlo. También me gusta que eso suceda, más que el libro en sí. No me gustó el de Larsson, no me gustó Harry Potter, pero me parece interesante, como escritor, estar leyendo esos éxitos editoriales. No sólo para preguntarse qué vio la gente en el texto, sino qué tiene que ver eso con el mundo, con el contexto. Eso es lo que te diría: también leo best sellers.
Y
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ES NECESARIO INVENTAR MUNDOS Si hay un autor extraño, literalmente extraño, en la actualidad de la literatura mexicana, tiene que ser Édgar Omar Avilés. Excéntrico de todas las formas posibles, toma ahora la palabra desde su mundo imaginante.
¿Cuál fue la principal diferencia, en tu proceso de selección, entre Antes de que las letras se conviertan en arañas y Bella y brutal urbe? La respuesta es rapidísima: La experiencia (tanto como antologador como lector y, acaso, como escritor, conocer a más escritores, por ejemplo), porque guardan la misma premisa, que es la que yo busco 28
cuando leo una antología. Antes de que las letras se conviertan en arañas (Instituto Mexiquense de Cultura, 2006) es anterior a mi primer libro publicado en solitario, es el primero donde aparece mi nombre en portada (como compilador). En Bella y brutal urbe (Resistencia, 2013) tengo siete años más de camino. Pero me explayaré un poco, para
no dejarlo sólo como “La
experiencia”. En las dos antologías hay el mismo espíritu: un tema de marras amplio, que permite agarrar un poco los cuentos, pero no constriñe a poner lo poco que haya. En el primer libro, el tema es “cuento fantástico” y en el segundo “nacido en la Ciudad de México entre 1970 a 1989”. Muy amplio, ¿no?, lo que más me importa en una antología (al menos cuando yo leo una) es enfrentarme a cuentos muy buenos, propositivos, que no sean textos fáciles de encontrar en otras partes (muchos son inéditos o en publicaciones que ya no se pueden encontrar). Aunado al compromiso con los lectores, en tanto calidad y diversión que obtendrán con la antología, creo en el compromiso con los escritores. Entre los seleccionados hay escritores ya reconocidos y cuya obra admiro (no siempre me pasan estas dos cosas con los autores “reconocidos”), que tuvieron a bien en confiar en las antologías. Ellos, además de la fortaleza de sus plumas, permiten mostrar voces de otros escritores que no son tan conocidos. Creo que la obligación de un compilador no es ir a lo seguro, no es ser arribista, con autores que por sí mismos tienen un público e interés de críticos, de lectores y medios,
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sino apostar (al menos en un 50%) por autores no tan difundidos o hasta inéditos.
Bella y brutal urbe queda, además, con una edición muy cuidada, incluyendo ilustraciones, y tiene escaparates de venta, tanto en librerías como en las ferias del libro y presentaciones. Antes de que las letras se conviertan en arañas es un libro que, por su carácter de publicación en un fondo estatal, fue muy poco difundido.
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El universo desde el que escribes es, creo, el más desquiciado que ha visto la literatura mexicana. ¿Qué raíces tiene ese imaginario? Nunca me he propuesto la excentricidad por la excentricidad (me aburre la locura sin control), pero sí me gusta imaginar –mucho– y a esa imaginación darle forma, que sea verosímil en su mundo de locura. Creo que un texto muy pulido pero sin imaginación es un pedazo de plomo; un texto muy imaginativo pero sin pulir es una hoja al viento. Las raíces de lo que escribo son todo lo que leo, veo, escucho, platico, sueño, pero trasfigurado por mis traumas, filias, fobias, intuiciones, cultura y caprichos. (Por ejemplo, en filosofía hay cosas loquísimas. Sólo hay que darle una hojeada a Jenófanes, Schopenhauer, Heidegger, etc. Y la música, en tanto estructura, es sorprendente. Todo esto es materia para la literatura y para el imaginar.) Creo que la imaginación es una forma de expandir la realidad, criticarla, hacerla más interesante y épica.
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La noche es luz de un sol negro, Luna cinema y Cabalgata en duermevela son muestras moderadas de dicho imaginario, de una imaginación desbordada que, sin embargo, controlas. Por otro lado, Guiichi es una sobredosis de la misma. ¿Qué tan distinto es tu proceso de escritura entre cuento y novela?
Es un chip distinto, al menos para mí. Requiero un modo de estar en la vida muy distinto si hago cuento o si hago novela. Esto lo noto más en la novela que acabo de terminar (demoré cuatro años en escribirla, mide unas 250 cuartillas). Guiichi es, en realidad, mitad cuento, mitad novela: noveleta o cuentote. Nace así, como un cuento que fue creciendo, pero que pertenecía, originalmente, a Luna Cinema (que en esos entonces se llamaba Era etérea la materia). Entre muchas diferencias, una que subrayo es que, al menos como yo lo vivo, en la novela uno tiene que concentrarse más en la evolución de los personajes (y muchas veces la anécdota sirve para el desarrollo de los personajes) y en el cuento debe concentrarse más en la historia (y
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muchas veces los personajes son objeto para el desarrollo de la misma). Las subtramas en la novela van multiplicando la complejidad. El cuento tiene, por otra parte, la complejidad de que cada palabra debe ser exacta: por su brevedad, cualquier errata se ve muchísimo.
Esa imaginación desbordante es, me parece, tu poética. De Gran Fantaseador. El término es tuyo y me gustaría que hablaras de él más a fondo. Un Gran Fantaseador es quien hace de la imaginación una forma de arte, que busca proponer en el estado del arte de la fantasía. Philip K. Dick, Salvador Dalí, René Laloux, entre otros. Pero lo primero, lo que urge, es reconocer lo que puede sonar como una obviedad: en la historia de la humanidad hay una tradición en el imaginar, y por ende un diálogo en el que se puede proponer en su estado del arte. La fantasía, pues, es un arte que atraviesa, o puede atravesar, a las demás artes, artesanías e ideas del mundo. No soy un Gran Fantaseador, pero
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me gustaría algún día proponer algo interesante en el diálogo fantasístico. Y ésta es mi ética como modesto imaginador: buscar un día no decir lo mismo, asociar ideas que nunca han sido asociadas. Tal vez nunca lo logre, pero en dicha búsqueda espero, al menos, no decir tantas obviedades. En tanto a fantasía, no me suelen gustar las historias de vampiros o de dragones, sin embargo, en tanto a lo literario, hay muy buenas plumas que las escriben muy bien: arte en tanto literatura, aunque no haya arte en tanto fantasía. Creo que es necesario
inventar
mundos,
conectar
de
maneras
insólitas.
Asombrarnos.
Un libro que te encante y que nadie pensaría que te podría gustar. Un libro compuesto de varios libros: La Biblia. En serio, está loquísima, divertida, inteligente, emocionante, muy épica, muy bien escrita. Y hay de
todo:
amor,
sexo,
imaginación,
violencia,
sueños,
justicia,
venganza y un profundo sentido de lo humano. En particular me gusta Cantar de los Cantares y Eclesiastés (los dos atribuidos a Salomón). Y
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LUCHO CONTRA MI PROPIO SER CUENTISTA Ignacio Padilla es uno de los contadores de historias más interesantes que tiene las letras mexicanas. Sus cuentos son una bella máquina que funciona a la perfección y maravilla al lector. Por eso es que, ahora, habla ella de entre las voces debajo de nuestra cama.
En La catedral de los ahogados, Si volviesen sus majestades y La teología de los fractales lo fantástico se producía desde el lenguaje y se modificaban entre los dos. Esa experimentación ya no está en tu narrativa. ¿Qué y cómo cambió? Eres la primera persona que percibe un abandono de la búsqueda del lenguaje en esas obras. En mi obra, en realidad, lo que más me… yo sólo sé lo que he escrito a partir de lo que dicen mis lectores sobre eso. Y al contrario, sí hay algunas propuestas lingüísticas muy concretas en
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algunas novelas, pero si acaso, salvo Amphytrion, tanto Espiral de artillería como la propuesta lingüística que la mayoría de la gente consideró muy compleja de El daño no es de ayer, los cuentos de Los reflejos y la escarcha que tienen propuestas que a mi entender –y al entender de la crítica– son más complejas lingüísticamente hablando que las de Si volviesen sus majestades. En general son, desde mi perspectiva y la de la crítica, muy contadas las obras donde no hay una predominancia de la forma sobre el fondo. Ahorita estoy tratando de pensar porque no ubicaba esas cosas. Definitivamente no lo he abandonado. La catedral de los ahogados no me parece una propuesta compleja. Es una novela primeriza, un laboratorio de las formas y las palabras. Si volviesen sus majestades
ya es una propuesta más
abigarrada cuya resolución me causó cierta inquietud porque, en ese caso, la forma terminó devorando al fondo, a la historia. De ahí que, en Amphytrion en particular, hubiese buscado un equilibrio. Me hubiera gustado
simplificar
y
hacer
invisible
el
estilo.
El
único
caso
intencionado de esa invisibilidad es en mis cuentos. En el resto mi monstruo vuelve, resurge, pero sí hay una búsqueda de cierto equilibrio. Reconozco que tengo una manía barroca por el lenguaje, pero brego constantemente por que no acabe devorando a la historia. Casi nunca lo consigo. Y está bien que así sea. Ya he asumido que mi forma es mi fondo y que las anécdotas estarán marcadas por un lenguaje barroco. Procuro repetirme lo menos posible, encontrar nuevas herramientas, utilizarlas, invitar al lector a que las utilice.
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¿Cómo fue concebida tu tetralogía de cuentos y cómo fue cambiando de Las antípodas y el siglo
hasta Los reflejos y la
escarcha? No sabría decirte estrictamente cómo surge. No soy un autor que planee mucho sus obras a priori. A medida que van surgiendo me van indicando cierta naturaleza, cierta unidad o ciertas necesidades. Entonces, claro, siempre estoy escribiendo cuentos. Las antípodas y el siglo surge hace casi veinte años, y surge como un volumen en el que encuentro cierta unidad. Los libros siguientes van siendo escritos en un periodo de veinte años y terminarán siendo escritos en un periodo de treinta años. Resulta natural que haya contrastes. Sin embargo, la unidad siempre es el autor. Y ciertas coincidencias temáticas, de ambientes, de búsquedas lingüísticas. Vi que hacía falta, de mí o de cualquier otro autor, de los grandes libros cuentísticos por los que yo me formé. Tengo la desagradable sensación de que los libros de cuentos se han convertido en cajones de novelistas que, después de un rato de 37
escribir cuentos de navidad, deciden publicarlos. Mi reacción ante eso es: “no voy a publicar un solo volumen de cuentos en memoria de Historia universal de la infamia, Ficciones, El aleph, El bestiario, La oveja negra, El llano en llamas”, que eran propuestas unitarias. Y pensé en hacer que mis cuentos estén presentados de forma volumétrica, de forma unitaria. Y no sólo uno, voy a hacer cuatro. Sólo conozco un antecedente de propuestas de trilogía, en este caso, de volúmenes cuentísticos, que es la obra de John Berger. Mi idea es dejar alguna especie de legado cuentistero que pueda ser percibido como una totalidad.
38
El lenguaje era tu monstruo, tus libros de cuentos son bestiarios, ¿qué tanto alimenta esto tu obra ensayística? Mi obra cuentística marca el resto de mi obra. Siempre estoy escribiendo cuentos y, en ocasiones, el cuento crece y exige otro tipo de espacio. Me pide convertirlo en una obra de teatro, o en una novela o en un ensayo. Mis ensayos son obras de cuentista. Mis novelas son relatos que crecieron, son las novelas de un cuentista. Mis obras de teatro son eso, obras de un cuentista que crecieron. Los ensayos, de hecho, siguen siendo narrativos, porque estoy tratando de articular las mismas obsesiones que antes he traducido en cuentos.
Fuera de La gruta del Toscano (y eso es un decir), todos los monstruos de tus novelas son humanos. ¿Qué tanto cambia tu exploración en este género en relación a los otros?
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Si algo quisiera, y me alegra que repares en ello, es que no me pareciera demasiado a mi yo cuentístico en los otros géneros literarios. Mi escritura de novelas es bregar contra el cuentista. No lo consigo porque estoy plenamente consciente de que la novela es imperfecta. Su belleza está en la imperfección, el ritmo de la lectura tiene que ser más fluido. Un estilo demasiado pulido en cada frase, que es necesario para el cuento, no es tolerable para un lector en una novela. Es muy difícil leer una novela con el ritmo sostenido de un cuento. Sin embargo, termino escribiendo –y puliendo– mis capítulos novelísticos como si fueran cuentos. Eso genera una lectura que, a mi entender –digo, espero que agradable–, es fatigosa. Procuro olvidarme de la corrección de la forma para contar la historia novelística, procuro recordar que en la imperfección del novelista está la belleza de la novela. Que debo dejar el chip cuentista. Creo que mis novelas son cuentos engarzados. Sigo buscando escribir una novela que no sea una serie de cuentos. Y, sin embargo, siempre me traiciona el cuentista. Lucho contra mi propio ser cuentista.
40
Dime un libro que te encante y que nadie pueda pensar que te encante. Uno de Aira, por ejemplo. Cuando surgieron las dos grandes cabezas de la nueva literatura argentina, Ricardo Piglia y César Aira, naturalmente la gente me recomendó que me acercara a Piglia porque estaba mucho más en mi universo borgesiano. Aira es un autor que escribe mucho, muy rápido, muy descuidado, publica cada seis meses, cositas muy breves, algo reiterativas. Es como el anti-Piglia. Sin embargo, en aquel entonces,
me
acerqué
a
Piglia
y
me
costó
trabajo.
En
cambio Varamo me gustó muchísimo. Es un tipo de autor que me gusta mucho. La gente se escandaliza que me guste tanto Arturo PérezReverte, a quien respeto y admiro profundamente. Me parece un escritor necesario, un gran autor. Siempre va a haber un autor como él en todas las generaciones. De no ser por los finales de sus novelas, me parece un autor sumamente importante.
Y
41
LA FANTASÍA ES LA MADRE DE TODAS LAS REALIDADES Mucho se ha hablado de “los narradores del norte” en el mundillo literario mexicano. Sin embargo, es raro que quienes enumeran estos nombres mencionen a Patricia Laurent Kullick. Y resulta más raro cuando, al visitar su obra, uno se encuentra con la elegancia, el talento y la imaginación de la que carecen muchos de sus compañeritos de patio. Por eso ahora, caminando con paso de tarántula, Laurent Kullick levanta la voz.
42
Cuéntame un poco de la Mancuspia: sus inicios, su propuesta, su actualidad. La Mancuspia se inicia entre un grupo de amigos. Era un proyecto editorial para hacer una revista de textos breves, lúdicos o solemnes, pero con calidad literaria, así como editar libros de escritores independientes. A mí me invita Héctor Alvarado que hoy en día tiene la editorial Ediciones Intempestivas. Ahora me asombra lo que Héctor logró al formar el grupo, pues todos éramos muy dispersos, solitarios, individualistas y egocéntricos. Tuvo el tino –y desatino– de incluir a muchas mujeres escritoras: Anna Kullick, Malena Múzquiz, Graciela España, Dulce María González, Gabriela Torres, Minerva Reynoso y yo. Escritores fueron Héctor Alvarado, Mario Anteo, José María Mendiola, Julio César Méndez, Gabriel González Meléndez, Fernando Elizondo. La primera bronca fue entre machos alfa: Chema y Mario desertaron. Julio también se fue por otra razón. Gabriel es tan disperso que no creo que sepa que ya no nos juntamos y Fernando sigue publicando la revista con apoyo de otros escritores. Este grupo, por alguna razón que sobrepasa mi lógica, despertó muchas envidias y resquemores. Las siguientes broncas fueron externas. Recibimos constantes críticas y ataques de periodistas y del gremio de escritores. Pero nosotros todo lo que queríamos era jugar a Los Cronopios y vender bonos de Mancuspiedad para que la revista siguiera circulando. Publicamos más de quince libros de escritores que ahora son parte importante de la cultura en Monterrey. La idea era también que el DF se diera cuenta que la Búfala (Monterrey) despertaba. Después de seis años, lo que ya 43
termina de rematar al grupo fuimos sus mujeres: seducción al marido de otra, celos, intensidad, pasiones, abandonos, rompimientos de parejas, renuncias, gritos, botellazos, psiquiatras. Así termina una época que empezó imprimiendo besos con labial rojo en todos los sobres que enviábamos a los escritores de México para seducirlos con una colaboración y una suscripción. Algunos de ellos tuvieron broncas con sus
mujeres,
pero
otros,
como
colaboraciones de excelente calidad.
44
Álvaro
Mutis,
nos
mandaron
Desde Ésta y otras ciudades
hasta
Están por todas partes,
llegando a su punto más alto en El topógrafo y la tarántula, lo que permea tus cuentos es un imaginario fantástico muy sutil, elegante. Controlado en su justa medida, diría yo. ¿Cuáles son las raíces de esa exploración? Yo leí con placer desconocido El Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell, que me parece de un hiperrealismo muy poético. Después me llegó como regalo El Señor de los Anillos, allá por 1984 (eran dos extremos de la literatura). Me negaba a leerlo porque la fantasía europea
no
estaba
en
mi
canon,
más
bien
leía
a
rusos
y
latinoamericanos, que también eran una aleación de hierro y alas, pero elfos, wargos y orcos no me apetecían para nada. Sin embargo, me impactó la congruencia de Tolkien y deduje entonces que la fantasía era la madre de todas las realidades.
45
Esta sutileza de la imaginación fantástica llega a su punto más alto en El camino de Santiago hasta parecer una poética. ¿Cómo fue el proceso de escritura de esa novela y cómo la ves ahora? Me llamó mucho la atención un crítico que alguna vez me dijo que yo no planeaba mis estructuras y que hacía maromas mortales con la sintaxis y los capítulos. Pero no es así. Al Camino de Santiago le quité casi cuarenta hojas, porque sentí que no pertenecían. Me dolió mucho quitarlas, porque eran de muy buena calidad, pero simplemente agarraron otro camino. Editar la novelita fue bastante agotador. Están planeados todos los capítulos y tengo los dibujos y los diagramas de cada uno de ellos. Me interesaba, eso sí, que fuera una estructura totalmente diferente a la convencional. Me interesaba también que no perdiera la frescura y candidez de un borrador. A mí me encantan los borradores, yo misma me considero un borrador humano.
46
Y después de eso, de casi once años, el aparente silencio. Virtualmente
desapareciste
del
mapa.
¿En
qué
has
estado
trabajando?, ¿qué más has publicado? Después del Camino publiqué Infancia y Otros Horrores, que es una especie de antología de los cuentos que más me gustaron y agregué un par nuevos. Luego publiqué El circo de la soledad en Ediciones Intempestivas (hace dos años), que es sobre cinco mujeres ebrias que secuestran al marido de una de ellas porque la quiere dejar. Ahora estoy buscando editorial para publicar una novela breve que se llama El jardín del ADN.
Dime un libro que te encante y que nadie pueda imaginar que te guste. Tratado sobre Magia Blanca de Alice Bailey. Me fascina el rollo teosófico y los tratados del fuego cósmico. Tienen explicaciones muy padres sobre las dimensiones, los rayos que llegan a la tierra, etc. Es budista, pero yo no practico el budismo, simplemente tengo fascinación por ese libro 47
porque tiene candados de contradicción. No es para leer sino para hacer tus propias conclusiones.
Y
48
ME GUSTA HACER ZAPPING IMAGINATIVO José Luis Zárate es mi escritor favorito. Eso no es ningún secreto, es tan notable como que el sol quema mucho, o que la gente suele ser estúpida. Pero si eso fuera todo no tendría razón de estar aquí. El detalle es que también es una de las voces más fuertes que habitan bajo la cama.
En En el principio fue la sangre el motor son los asesinos seriales. En Entre la luz…, es la cultura pop que terminó en el canal cinco. Todo de forma lúdica, pero crítica, dura. ¿Qué tan diferente es tu proceso de escritura entre tus ensayos y el resto de tu obra?
49
Son las cosas bonitas, vistosas y llenas de colores que consumíamos sin saber qué demonios nos estaban diciendo. En Puebla hay una cosa muy extraña –que a mí me da mucha gracia porque es la evolución. Cuando llegaban las películas de Disney, llegaban al Cine Colonial. Todo el mundo sabía que ahí había películas correctas y animalitos que hablaban. Pasó la época de los cines concesionados por el estado y se acaba la distribución exclusiva de estas películas. Ahora el Cine Colonial es el único cine porno de Puebla. Disney se convirtió en porno. ¿Qué pasaría si proyectaran sus viejas glorias?, ¿cómo reaccionaría la gente? Dirían: “¡Yo vi eso!”. De pronto me di cuenta de que no importa qué esté pasando aquí y ahora, conservo muchas de esas cosas brillantes y hermosas que consideraba cool para entonces, a pesar de la nueva realidad. Yo quería hablar de esa época luminosa jugando, rearmando qué significarían, pero no negando que son parte de nuestro disco duro. Así salen mis ensayos. Tengo la necesidad de explicar por qué algo me gusta, por qué considero que algo es valioso. Me gustan mucho los ensayos, los libros de divulgación científica, los libros donde alguien trata de convencerte de algo. Sólo que hay una serie de convenciones políticamente correctas en los ensayos que son muy necesarias, pero que hacen que sean difíciles de leer. Hacen que realmente tengas muchas ganas de leer un ensayo para acabarlo. A mí me gusta usar un lenguaje mucho más accesible, más de plática. Poner a veces el mensaje árido, pero que el ensayo no sea árido. Yo lo considero una plática a las tres de la mañana en la que tu mejor amigo trata de convencerte que la flaca que lo trae loco es hermosa a pesar de 50
que tú pienses que está bien flaca. Esas pláticas son ensayos. Ese ambiente de charlar de las cosas que nos interesan y que, de cierta manera, nos da pena decir que nos interesan. El ensayo es hablar de lo que se quiere hablar, independientemente de si viene al caso o no. Cuando uno escribe, muchas veces hace que los personajes digan lo que uno quiere que digan. El ensayo le habla directamente al lector. Usa las herramientas del escritor para hablarle al lector del ambiente que lo rodea. Se puede a veces. Uno tiene muy buenas intenciones, pero no siempre sale.
De Hyperia
o
Quitzä
y
otros
sitios
a
Castillos
que
se
incendian o ¿Cómo terminó la humanidad?, ¿qué tan diferente es el proceso de creación entre el cuento largo y la minificción?, ¿qué tan distinto ha sido armar estos libros? 51
Yo siempre he escrito minificción. En uno de los primeros talleres a los que asistí, todos se quejaban porque siempre llevaba un cuento. Aparte eran larguísimos. Malos pero larguísimos. Entonces un día dije: “No traje un cuento largo. Traje 75 minicuentos”. Yo leía la revista El cuento religiosamente.
Primero
los
minicuentos
y
luego
todo
lo
demás. El libro de la imaginación es uno de mis libros centrales. Cuando me preguntan por mi mayor influencia como minicuentista, yo respondo que es La pared de Pink Floyd. Es una película, pero yo la veo fascinado por todo lo que puede significar la pared. Es lo que aísla al roquero, lo que lo mantiene aislado del horror, es la madre, el gobierno. Un mismo concepto tiene tantas variantes como uno quiera. Puedes agarrar un símbolo y convertirlo en un millón de cosas. Lo que pienso, cuando escribo minicuentos, es: ¿Cuántas versiones puedo dar de esto?, ¿de cuántas formas puedo verlo?, ¿cómo lo narraría, si es la princesa y el sapo, la reina?, ¿y la princesa, el sapo, los otros sapos del estanque?, ¿y si los sapos piensan: “¿Si nos besa nos haremos príncipes?”? Y entonces hay una generación de sapos que tratan de seducir princesas. Actualmente, de las cosas que más me horrorizan es que el gobierno ha eliminado la diplomacia de sus palabras: o estás conmigo o estás contra mí. Siempre están hablando de versiones únicas. No hay quien se equivoque, no hay pendejos, no. Todos son malignos. Es una versión o la del enemigo. Pero hay montón de grises en medio. Y hay que mostrarlos. Es muy diferente a los otros cuentos que escribo. Ahorita estoy haciendo una serie de cuentos sobre Sherlock Holmes. Jugar con las piezas del canon y contar otra cosa. 52
Cuando escribo cuentos de terror trato de escribir una observación morbosa de la realidad. Hay que potencializarla para hacer inquietante el ambiente. Depende de lo que quieras narrar cómo agarras los cuentos.
La voz en Xanto, novelucha libre no tiene que ver con las de La ruta del hielo y la sal, Del cielo profundo y el abismo o El tamaño del crimen. ¿Cómo logras esa polifonía en tus novelas? En mis inicios, cuando empecé a leer, no tuve una biblioteca a la mano. Tenía libros de mi papá, que leía mucho, y sus intereses eran muy variados. No había acceso a bibliotecas públicas, no había internet. Yo conseguía los libros en las librerías de viejo. Mi papá me dio el mejor consejo: “Hijo, puedes leer lo que quieras, siempre y cuando tú te lo compres”. Podía leer lo que quería en la casa, pero era lo que podía conseguir. Cerca de mi secundaria había una tienda de libros de tercera. Mojados, hinchados, baratísimos. Compraba lo que me alcanzaba, entonces mi lectura era increíblemente variada. Casi 53
siempre best sellers de los setenta. Tiburón, Infierno en la torre, era de chile, mole y de manteca. Y una de las cosas que más me gustaba entonces era que los fines de semana íbamos a ver una película. ¿Qué película?, la que fuera, la que pusieran en el cine Puebla, que era el sitio al que nos gustaba ir. Entonces podía ser una de vaqueros, una bíblica, un musical, nadie sabía qué íbamos a ver, era nuestro día de ir al cine estuviera lo que estuviera. Entonces para mí cambiar de contexto imaginariamente es normal. Un día estoy leyendo sobre tiburones y al otro sobre vampiros y podía ver una película de Gastón Santos y luego una del Santo y luego una de Godzilla. Para mí, hacer zapping imaginativo era lo más rico de esa época. Entonces, cuando me siento a escribir, hago zapping imaginativo. No digo: “Ya tengo una voz establecida, tengo que conservarla”, digo: “¿Qué vamos a contar esta semana?”. Mi voz narativa viene de la necesidad de lo que voy a contar. En Del cielo profundo y el abismo era Superman hablando como detective duro y cansado de la vida, pero sin dejar de ser Superman. Tenía que ser ingenuo, grandes sueños pero poca capacidad cerebral. La ventaja de Superman es que es Superman. No tiene que ser Batman. Él llega, le pega a los malos y ya ganó. La novela trata de una caída, de la muerte de Superman. Todo lo que lo rodeaba tenía que tener elementos progresivamente más oscuros y que fueran hacia la muerte. Eso da una voz, un contexto. La ruta del hielo y la sal es la narración en primera persona de un capitán homosexual. Yo la empecé como juego: “Vamos a expandir una escena de Drácula a novela”. Me gustaba la idea del viaje maldito y terrible, así que me puse a leer cosas 54
de viajes malditos y terribles. Arthur Gordon Pym, el viaje del Pequod. Y me di cuenta de que casi todos los viajes malditos son buddy movies. El protagonista se une al viaje y la tripulación se vuelve su familia. En realidad, el primer Drácula de Bram Stoker está luchando contra una enfermedad. La primera víctima, que es Lucy, se consume. ¿Cómo te enfrentas a una enfermedad?, ¿cómo la golpeas? Las páginas van desmejorando, van muriendo. Me gustaba esa idea. Y te das cuenta que toda pelea con una enfermedad es la pelea con la soledad, estás solo con tu enfermedad. Entonces no podía ser una buddy movie, tenía que ser un relato de soledad. La voz del personaje se me convirtió en una voz sola, no tiene lazos con nadie desde que empieza la novela. ¿Y por qué no tiene a nadie?, pues hay que hacerle un background: pasó algo terrible que hizo que se quedara solo. Pensando en lo que quieres, en el ambiente que quieres, se va transformando tu personaje, la voz. Cuando me siento a escribir no pienso en la voz, sino en las circunstancias del personaje. Si no es un optimista no puede ver las cosas bonitas. Y mientras cambia el personaje, lo que lo rodea debe cambiar. En mi novela
Fe de ratas
quería hacer un narrador
omnisciente metiche. El narrador omnisciente es como un mayordomo inglés. “Las cabezas rodaron por el suelo” y no hay ninguna emoción. Yo quería que fuera: “Y le sacaron las tripas y estaban asquerosas”. La voz narrativa es un personaje. Conforme estás escogiendo las palabras para narrar, las estás convirtiendo en un personaje. Las voces tienen que ver con el relato, y como me gustan cosas dispares, mis voces son dispares. Una vez es un luchador mexicano, un marido que se siente culpable. Y 55
también es que no me gusta contar dos veces lo que ya conté. Cuando terminé Xanto, novelucha libre me gustó tanto el personaje que quise hacer una segunda parte. Esbocé la novela, tengo unas cuarenta páginas. Eran los ochenta y sonaba ridículo: Xanto contra los narcovampiros. Empezaba en el secuestro de un agente de la DEA al que llevan a un rancho donde hay una fiesta. Él sabe que va a morir. Mientras avanza la fiesta pasan cosas más y más raras. Entonces no había narcosatánicos. Si la hubiera escrito nadie me la hubiera creído. Lo veo ahora y digo: “Dios, debí haberla escrito hace veinte años. Ahora dirían: “La primera narconovela mexicana”. Pero bueno. Había dos vampiros en lucha: Pedro Malo y Jorge Bueno. Me gustaba mucho Dos tipos de cuidado. Peleaban entre sí. Y desarrollé eso, pero no le vi mucho caso porque ya había hecho luchadores, ya jugué este juego. Y me puse a hacer otras cosas.
56
Gente como Bef, Alberto Chimal o Karen Chacek están haciendo cosas importantes en la tradición de la literatura de imaginación fantástica en México. Todo después de lo que Verónica Murguía, Gerardo Porcayo o tú empezaron. ¿Cómo ves el momento actual de esta tradición en el país? Yo tengo un problema para describir personas. Cuando me preguntan por la edad de alguien, sólo hay tres opciones: son de seis años, hormonosos o viejos amargados. Y cuando me preguntan: “¿Cómo te ves en tu generación?”, yo respondo: “No veo generaciones”. Si te preguntas quién es una generación hay que preguntarse quién está escribiendo.
Cuando
me
preguntan:
“¿De
qué
generación
te
consideras?”, yo digo: “… ¿Hormonosa?”. Soy parte de una tradición de literatura fantástica, y ésta ha estado siempre. Hay quien la practica y quien no. Al contrario de la novela policiaca, que puede rastrearse con Rafael Bernal o Paco Ignacio Taibo II. Lo fantástico es narrar que hay algo más allá de nuestra realidad o que no hemos terminado de entender nuestra realidad. Me gusta mucho una frase de Arthur C. Clarke
que
dice:
“Toda
la
tecnología
que
no
entendemos
la
consideramos magia”. Entonces toda realidad que no entendemos es fantástica. Un niño llega a mitad de la película, no entiende nada. Entonces llena los espacios con su imaginación. De pronto llega la noche y un niño de dos años pregunta quién apagó el sol, si la luna es un foco que se puede desenroscar. La literatura fantástica está bien hormonosa en este momento. Viva, burbujeando. Los editores de repente dijeron: “¡la gente sí lee estas cosas!”. Taibo II nos lo dijo: son 57
unos idiotas. De las diez películas más taquilleras, cinco o seis son fantásticas. De los libros más vendidos, igual. Dejémoslo claro: ¿cuántos conocen a Ulises y cuántos conocen a Drácula? Al fin, después de mucho tiempo y best sellers, en México se dan cuenta de que sí se leen estas cosas y empezaron a editarlas. Es una ola, sube y baja. En los ochenta, la ciencia ficción a todos les falló. Editores, escritores, divulgadores. Nos dieron el portazo en la cara. Nos habría dado más coraje si no le hubieran dado el portazo a todo el mundo. No tuvimos acceso a un mercado editorial y la gente se desesperó. “¿Para qué escribo esto si no va a ser publicado?”. Eran tiempos anteriores a internet. Ahora puedes escribir sin que te pelen en tu terruño, pero ya no es importante. El terruño ahora es la red. Andy Warhol dijo que todos serían famosos quince minutos en el futuro. Le faltó decir que habría millones de canales. Puedes hacerte famoso en 9gag. Tienes una comunidad que te lee, te sigue o se entera de que existes. Yo me considero parte de la literatura de la imaginación porque me encanta ese tema. No somos todavía un movimiento coordinado, pero somos existente. Lo que me gusta de esto es lo que me gustaba de la ciencia ficción en los ochenta: no hay líderes. Hay gente conocida que escribe, pero no hay quien dicte cómo debe escribirse. Hay una tradición muy seguida en México: es la del maestro asesino. El escritor que da su verdad, tiene su grey, pero que mata a todos los que sean como él porque no puede haber dos machos alfa en la misma manada. Le pasó al PRI antiguo, al CTM. Se murió el líder máximo y todo se derrumbó porque no había segundos al mando porque fueron destruidos por el 58
mismo líder para que no le hicieran sombra. Eso mismo pasa mucho en la literatura mexicana. En la literatura de imaginación hay gente notable, pero no un líder moral, porque lo más rico es que cada quién anda por donde quiere.
Dime un libro que te encante y que nadie pueda pensar que te guste. La colina de Watership de Adams. Es la narración épica de unos conejitos que cambian de la colina A a la colina B. Está contada desde el punto de vista de los conejos, en un tono muy serio y es increíble. Hay toda una lucha, hay profetas, hay guerreros, hay nazis. Y todos son conejos. No conejos antropomorfizados, son conejos que hacen todo lo que hacen los conejos. No creo que nadie crea que me guste, básicamente porque nadie la conoce. Liberty bar de George Simenon. Es una historia del comisario Maigrett. Es increíble esa novela. Es la forma perfecta de narrar ocho vidas lo más escuetamente posible, sin 59
florituras. Y, de pronto, te das cuenta de un universo más grande de lo que está pasando. Absolutamente realista. Uno acaba destrozado. Ensayos de divulgación científica, sobre los fractales, cosas así. Terry Pratchett decía: “No sólo la literatura importa”. En Microciervos hay una parte en que los personajes se ponen a leer los tipos diferentes de pavimento que existe para los puentes. Y sacan toda la simbología desde tipos de pavimentos. En Carrera de ratas dos personajes se ponen a comparar los senos de las mujeres con notas musicales. Siempre puedes tomar otra nomenclatura del mundo y usarla en tu obra.
Y
60
HAY GÉNEROS QUE PUEDEN FUNCIONAR EN UNA ÉPOCA Y EN OTRA YA NO Hace años, Bernardo Fernández (Bef) escribió en Los viajeros que la imaginación fantástica en la literatura mexicana podía sentirse segura con su relevo generacional. Todo gracias a que ahí estaba Rafael Villegas. Eso lo dijo antes de que apareciera Juan Peregrino no salva al mundo, libro que no hizo más que confirmar la afirmación. Por eso está aquí, por eso brota su voz ahora.
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Platícame un poco sobre tu carrera anterior a Juan Peregrino no salva al mundo. ¿Dónde y qué publicaste antes?, ¿qué fue de esos libros?, ¿cuál fue su proceso de escritura? El proceso de esos primeros tres o cuatro libros fue el accidente. La ignorancia también. Y las ganas de ser leído. El primer libro que saqué (yo tenía 23 años) fue de poesía, porque en ese tiempo estaba haciendo poesía, estaba muy clavado en eso. Según yo hacía poesía, pero ahora no me queda tan claro si realmente lo hacía. Pero tenía muy claro que lo que quería era jugar con el lenguaje, destrozarlo para ver qué podía hacer después con él. Y en esos dos primeros libros, Galería prosaica presenta y Video Ergo Zoom, trato de desmontar el lenguaje para escribir un discurso que no precisamente comunicara algo. Quería probar las capacidades sensoriales del lenguaje, a escucharlo y hacerlo escuchar. Quería aprender un montón de cosas con el lenguaje mismo, y eso fue el objetivo de esos libros. Así los hacía, mi objetivo era jugar con las palabras, aprender a usarlas. Y lo de la publicación de esos textos fue una cosa de suerte porque, ya teniendo los libros armaditos, los mandé a diferentes concursos. Porque vi que todo mundo hacía eso. Vamos, estoy hablando de un muchacho ignorante que no conoce las reglas de los mundos literarios, de cómo ser un escritor o de cuándo es apropiado que un escritor publique algo. Yo no conocía nada. Me di cuenta de que había carteles de concursos por ahí pegados y lo que hice fue mandarlos y, por suerte, ambos salieron premiados. Y así fueron publicados. Muchos dicen que no vale la pena publicar los escritos de juventud. A mí no me quedó de otra. No tenía idea que no hay que 62
publicar lo primero que uno escribe porque luego uno se puede arrepentir de eso. Siempre fui muy desvergonzado con eso. Tenía muchas ganas de ser leído y de ser dialogado, de que lo que yo dijera pudiera ser escuchado. Una ambición muy de juventud. Obviamente me gustó la idea de que se publicaran, pero me costó trabajo después ver que mi interés no era la poesía. Era lo que estaba escribiendo, pero no era un lector de poesía, yo leía otras cosas. Sentía que me hacía falta hacer un ejercicio de sinceridad y plantearme qué era lo que me interesaba escribir. Por eso dejé la poesía. Fue un periodo pequeño, pero me sirvió para saber qué se podía y qué no se podía hacer con las palabras. Y es algo curioso porque esos dos libros (desde los títulos se puede ver) tenían poemas escritos en función de imágenes. A mí lo que me interesaba, en realidad, era trabajar con distintos lenguajes. En este caso imágenes y palabras. Luego salió La virgen seducida que, aunque su título parezca de novela barata de porno suave, es, en realidad, un ensayo sobre la llegada de los protestantes a México en el siglo XIX. Esto de la virgen fue sacado de un discurso de un sacerdote católico de esa época que, advirtiendo a sus feligreses, dijo que los protestantes ponían en peligro al país y que México no iba a ser otra cosa que una virgen seducida. De ahí sale el título. Lo que hago ahí es un análisis de los discursos religiosos de la época. El libro también salió por concurso. Y después de eso creo que lo que vale la pena de publicar libros que ganaron concursos (y publicarlos joven) es que desde muy joven te das cuenta de que las publicaciones estatales pueden ser la perdición de cualquier obra. El de La virgen seducida estaba publicado por el 63
congreso de Jalisco, entonces el 90 por ciento de la edición debe estar en las oficinas de algunos peces gordos de la política del estado. Están perdidos, vamos. Yo conseguí que me dieran más ejemplares de los que me correspondían y los estuve regalando. Los intenté vender y no lo logré, así que empecé a regalarlos. Todos estos libros no se encuentran no porque quiera esconderlos, sino porque están perdidos. Hay otra edición de La virgen seducida hecha por la Universidad de Guadalajara. Si uno entra a las bodegas de la universidad, encuentra un cerro de esa edición. No están perdidos, pues, están llenos de polvo ahí, y ahí se van a quedar. Y también es verdad que tampoco me siento tan a gusto de intentar que se conozcan porque son trabajos sin tanta intención como lo que hago ahorita.
¿Cuál fue el origen, la idea básica de Juan Peregrino no salva al mundo? La idea básica de Juan Peregrino es que los discursos, los signos, las imágenes, las palabras, todo eso puede incidir literalmente en la 64
realidad, en su transformación. No digo transformación para bien o para mal, no hablo de mejora, simplemente de que nos cambian de una u otra manera. Tengo la sospecha, como creo que la tiene mucha gente, de que inciden más allá de ser mero entretenimiento o distracción de la realidad. Creo que la realidad está constituida por cuestiones más intangibles. Históricamente lo podemos ver, por ejemplo, en las narraciones fascistas del nazismo. Nadie puede negar que incidieron en la realidad. Las historias sagradas de todas las religiones han incidido en la realidad. Entiéndase la realidad como lo que vemos, lo que hacemos, cómo nos movemos, cómo nos comportamos. Determinan toda la cultura. Todo lo que inventamos y hacemos para vivir en este mundo. Las historias son una parte central de lo que somos y lo que podemos ser. Juan Peregrino es la historia de una especie de mesías que está destinado a salvar a su ciudad natal a través de las palabras. Esa es la idea base: que la palabra puede transformar el mundo. Yo creo que todo esto es una preocupación vieja para mí. Yo crecí entre protestantes. Pasé mi niñez y parte de mi adolescencia entre protestantes, para quienes el texto y las palabras tienen un peso mayor que para un católico. La relación de los católicos con la Biblia suele ser muy fetichista. Esta idea de tener una Biblia enorme y abierta en la sala o el comedor, pero que nadie lee. Parece un objeto que no debe ser leído, incluso. Que debe ser contemplado, adorado, que es sagrado. Y la idea del protestantismo es eliminar al intermediario entre dios y los hombres. Entonces para los protestantes, la relación debe ser más directa y estar mediada por la Biblia. Tú ves una Biblia protestante y 65
está rayada, tiene marcas. La gente la estudia. Creciendo con esa idea, la palabra se vuelve mucho más importante. Incluso esta idea de que las palabras tienen poder, de no ponerle cierto nombre a un niño porque puede afectar su futuro, o de no llamar a alguien estúpido porque puede volverse estúpido. Ese tipo de ideas es llevar al extremo la idea de que la palabra puede incidir en el destino de las personas. Sí, es una preocupación, hasta ahorita. La empiezo a desarrollar en Juan Peregrino, pero creo que voy a retomarla en otros proyectos. Es un tema que me apasiona.
Louisiana promete ser un texto puro de ciencia ficción y, de repente, de algún modo, no lo es. ¿Qué fue lo que intentaste con ese texto? Hay mucho de eso porque tengo una relación de amor-odio con los géneros en la literatura, el cine, lo que tú quieras. Porque en realidad – aunque los géneros son una forma de organizar nuestro pensamiento,
66
nuestra imaginación, nuestro discurso para explorar ciertas áreas (ciertos géneros son más efectivos para explorar ciertas áreas de lo que somos que otros) y son como un martillo, un cuchillo, una herramienta para trabajar nuestra comprensión del mundo– no me gusta la idea de trabajar desde dentro del género. Me gusta que las historias sean más grandes
que
el
género
al
que,
se
supone,
pertenecen.
Creo
que Louisiana tiene los elementos de la ciencia ficción: el viaje espacial, los problemas en la nave, todo eso es convencional. Pero mi idea era ver qué se podía contar con esos elementos sin que se trate de eso. Se trataba de desmontar el género y tratar de armarlo de forma distinta. Posiblemente eso tiene que ver con mi gusto específico por las historias. No me gusta la ciencia ficción porque sí, me gustan las buenas historias dentro de cada género. Creo que lo que se hace mucho es tratar de visitar, una y otra vez, el género con todas sus reglas. Y hay quienes saben hacerlo bien, pero la mayoría de las veces son un fracaso. Mi intención es acercarme a los géneros, pero desde afuera. Como colocar al género adelante, verlo desde diferentes ángulos y ver de qué forma puedo cambiar sus reglas o pensarlo de otra manera. Tal vez es mucha influencia de China Miéville. Es lo que él hace una y otra vez. Agarra en Consejo de hierro, por ejemplo, la lógica y los arquetipos de los westerns para
contar
una
historia
con
una
carga
política
impresionante, con un personaje homosexual. Es la historia de un trenciudad que huye de otra ciudad, la metrópoli Nueva Crobuzón. El trenciudad se vuelve periferia de Nueva Crobuzón de la manera más literal posible. La ciudad perseguidora envía diferentes batallones para cazarla 67
desde hace años. Es un western, sí, pero la ciudad es un tren, hay una especie de vaquero pero no es un vaquero sino un constructor de golems. Lo que hace Miéville es tomar el género, hacerlo pedazos y convertirlo en otra cosa. Porque lo que importa es armar la historia. Si el género te sirve para eso está bien, pero lo peor que alguien puede hacer es suscribirse al género y tratar de respetarlo completamente. Hay géneros que pueden funcionar en una época y en otra ya no, así que tenemos que ver cómo nos acercamos a ellos, desde dónde. Es todo un reto.
La literatura mexicana parece andar muy metida en un “debate” entre la literatura “fantástica” y la “realista”. Tratas algo así en tu ensayo incluido en Hic Svnt Dracones, pero me gustaría que ahondaras en el tema. Hay ocasiones en que, cuando se trata de hacer una genealogía de lo fantástico, hay quienes se van muy atrás. Ponen a Gilgamesh, relatos religiosos, lo que tú quieras donde aparezcan dioses. Y hay quienes han 68
dicho que eso no es lo fantástico, sino que nace en el siglo XVIII, hay cierto abordaje de la literatura, cierta mirada, ciertas reglas. Todorov marca un poco la pauta de lo que se supone que es lo fantástico. Y en ese sentido sí, la literatura fantástica como la conocemos ahora tiene una historia mucho más breve de la que queremos atribuirle a veces. Pero lo que quiero distinguir, y tal vez faltan mejores palabras para hablar de ello, es que hay una forma de entender la realidad que sí es más antigua que todo lo demás, es tan antiguo como el pensamiento mismo. Y de ahí deriva lo fantástico como lo entendemos ahora. Esta forma de entender la realidad va más allá de intenciones estéticas, de la literatura, el arte. Es una forma de pensar y entender el mundo que va más allá de eso. Trato de imaginar a un humano primitivo queriendo cruzar un barranco. ¿Cómo opera su mente para resolverlo? Tiene que funcionar en sentido práctico, de que ahí hay un barranco y que si cae probablemente muera ahí. Eso no tiene nada de fantástico, es un reconocimiento de lo real y no podríamos sobrevivir como especie sin eso. Pero al mismo tiempo, nuestra mente trabaja con lo invisible. La invención de un puente o poner un tronco para poder cruzar el barranco.
Eso
es
imaginación,
concebir
algo
que
no
existe
materialmente. Pasa primero en la mente y luego va a la realidad. Creo que nuestra mente siempre se mueve entre estos dos puntos de la inteligencia. Una inteligencia que reconoce lo que es y hay, y también lo que no hay pero podría haber. Ambos casos son imaginaciones porque, finalmente, estando frente al barranco, lo que haces es imaginar la posibilidad de tu muerte. No ocurre, pero proyectas en tu mente la 69
posibilidad del peligro. Y luego proyectas algo que no existe todavía y lo colocas ahí. Esa segunda mirada, que podríamos llamar mirada de extrañamiento, no reconoce el mundo como es, sino como podría ser. Creo que esa mirada va a la par de la otra, pero deriva en un montón de cosas. Las primeras historias de ficción vienen de ahí. Y estas historias, después, se pueden seguir derivando, especializando, hasta convertirse en un universo. Muchas veces la realidad es una cosa que se ha acomodado en función del pensamiento científico, de la Ilustración para acá. Cuando se empieza a establecer lo que sí existe. Entonces es necesario un pensamiento contrario. No es que salga, es una forma de pensar que va entrelazada con la otra. En este sentido, yo trato de regresar a eso (si es que una vez existió, claro. También esto es pura imaginación de mi parte). Trato de retomar ese asunto y de no pensar que hay estos textos fantásticos y no fantásticos, textos realistas y no realistas. Para mí cualquier texto, cualquier discurso, es un ejercicio de imaginación. La forma en que organizamos ese ejercicio puede o no parecerse a lo que está afuera, pero incluso el naturalismo y el realismo tienen un grado de separación con lo real. Lo que llamamos literatura fantástica es aquello que se separa mucho más. Estamos hablando de grados de separación, de mimesis con lo que se supone que es real. Es importante tener ese abanico de posibilidades porque con ese abanico de grados de separación de la realidad podemos explorar diferentes perspectivas de un mismo asunto. Cosas que no podemos entender si no las llevamos al espacio, cosas que no podemos entender si no las tratamos en una vecindad. Todo el panorama que esto nos aporta, o por 70
lo menos un acercamiento al panorama completo de lo que somos. Para mí la ficción de cualquier tipo –literaria, gráfica, cinematográfica, lo que sea– tendría que servirnos. Cuando digo lo que debería ser la ficción lo digo para mí, no de que esto es la obligación del arte ni nada. Lo digo como mi propio proyecto. La ficción debería servirnos para comprender aspectos que no entendemos de nosotros mismos, conocer nuestra condición de humanos. A lo mejor suena como cliché, pero creo que sigue siendo el centro de la búsqueda del arte. Tenemos un abanico que va desde lo que parece la realidad y llega hasta narraciones rarísimas y todas son posibilidades para entender. Son acercamientos distintos y necesitamos de todas ellas para ver las cosas. Así que yo no dividiría el debate entre “realistas” y “fantásticos”, el debate tiene un montón de matices. Hay autores “fantásticos” que hacen un trabajo más cercano a la realidad que algunos “realistas” donde se nota algo extraño en el fondo de sus textos. Tú ves True detective y es una historia, digámoslo así, realista. Todo se explica, no hay nada sobrenatural. Pero terminas de ver cada capítulo y se queda la sensación de que hay algo más. ¿Entonces qué es True detective?
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Dime un libro que te encante y que nadie podría pensar que te guste. Voy a dar el peñanietazo, pero un libro que me encanta desde hace muchos años es la Biblia. A los doce años ya la había leído tres veces (familia de protestantes, tiene mucho sentido). Me gusta sobre todo el Antiguo Testamento. Dios en el Nuevo Testamento se vuelve un poco cursi, en el Antiguo Testamento es un gran personaje. Es uno de los mejores villanos que ha dado la ficción. Es tan buen villano que se supone que todo lo que hace es bueno, pero la Biblia entrega argumentos (sobre todo en la historia de Job) de que, cada que interviene, hay una cosa incomprensible que va más allá de lo que entendemos como bien y mal. Podríamos darle una lectura mucho más transgresora porque tiene un gran personaje en Jehová El Terrible. Por eso me gusta mucho y por las historias tan humanas. Tiene esos grandes momentos incomprensibles que tienen que ver con las épocas de los textos. Historias donde la moral de los personajes puede resultar extrañísima, aunque lo nieguen, a quienes tratan de seguir la Biblia al pie de la letra hoy en día. Hay un montón de reglas que no funcionarían con nosotros. Y, por supuesto, toda esta posibilidad de imaginación desbordada. Soles que se detienen, ríos de sangre, Leviatanes. Y el lado más carnal como el pasaje en el que Lot tiene sexo con sus hijas. Eso y además están los detalles oníricos, proféticos, imágenes alucinantes. Es una gran serie de libros. Soy declaradamente ateo, por eso supongo que nadie podría pensar que me gusta la Biblia, pero me encanta. Otros que siempre me han obsesionado, por más que no sean literatura, son los 72
almanaques mundiales. Los que sacaban cada año y vendían en las tiendas o los puestos de periódicos a fin de año. Es sólo la cronología de hechos del año de todo el mundo, y luego tiene una sección país por país. Y trae sus datos: bandera, población, presidente. Es esta cosa tan ridícula, que si lo siguen publicando ya no tiene ningún sentido, era una cosa que no me podía perder. Lo compraba cada año y aunque Mozambique tuviera al mismo presidente que el año pasado me gustaba repasarlo y ver que seguía el mismo tipo. Y me gustaba la idea de que el mundo es algo mucho más grande que eso o que yo mismo. Y por eso me interesaba, me interesa. Y porque me interesa la geografía. Se supone que son países reales, pero para mí Mozambique es tan imaginario como la Tierra Media. Está lejos, no lo conozco, no sé qué hay ahí, no sé si lo veré. ¿Qué me dice que realmente está ahí? La idea de que el mundo es mucho más grande que yo, y que lo será hasta cuando me muera, es una cosa que me atrae. Los almanaques me servían para eso. Era la organización de todo lo que yo consideraba todo el saber del año. Que claro, eran puros datitos que ahora pueden consultarse en Wikipedia, pero entonces era sólo con el libro. Me obsesionaba tener todos los años. Si podía conseguir un año anterior para completar, lo compraba. Los compré, creo, hasta el 2001. Después, sobre todo con internet, ya no le vi sentido. Puedo sustituirlo con Google Maps o Google Earth, que son dos espacios en los que puedo pasar horas “caminando” por calles y avenidas que no conozco. Y necesito eso: la aclaración, por lo menos virtual, del espacio que no me es inmediato. Eso me funciona para entender que el mundo es más 73
grande que yo y evitar ese mal ejercicio que tiene mucha gente, que es mirarse el ombligo toda la vida.
Y
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Â
ES MUY DESALENTADOR QUE SIGAMOS EMPANTANADOS EN LA DISCUSIÓN DEL MUNDO NARRADO Y EL MUNDO A SECAS Muy pocos escritores en México tienen la presencia de Alberto Chimal. Sale en la tele, habla en la radio, imparte cantidad de cursos y participa mucho en redes sociales, pero eso es lo más leve. Lo realmente pesado es que ha generado una obra vasta y, a base de trabajo y de historias, se ha ganado un lugar grande en las letras latinoamericanas. Se entiende, entonces, que callemos para que su voz brote de lo más profundo de debajo de la cama y se pronuncie.
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Has comentado mucho sobre la idea de la literatura de imaginación (a veces tratada como literatura de imaginación fantástica (término que prefiero)). Es un subgénero, una etiqueta para desmarcarse de otras, un momento en la literatura contemporánea, una forma de entender las historias, ¿qué es? En un primer momento quería ser un nombre, nada más: uno que incitara a leer con menos prejuicios de los que inspira el conjunto de los términos mercantilizados en boga que nombran formas de narrativa no realista: “ciencia ficción”, “literatura fantástica”, etcétera. También quería disipar un poco la confusión que se da entre todos ellos. Hay gente, incluso en los medios y en la academia, que dice ficción (a secas, sin adjetivos) cuando quiere decir ciencia ficción… y de hecho está pensando en una etiqueta para referirse a la serie de Harry Potter. Así de mal estamos en cuanto a términos. Otra confusión similar es la de “géneros” y “subgéneros”. Dado que los prejuicios no parecen haber disminuido, ni siquiera entre mis propios “colegas”, tengo que agregar que, en el fondo, la imaginación fantástica no es más que un recurso literario, que se puede emplear dentro de los “géneros” (o “subgéneros”) narrativos conocidos como tales, pero también fuera de ellos. Un ejemplo de la literatura mexicana que me gusta usar es el de Pedro Páramo. Evidentemente, Juan Rulfo no escribió dentro del “género” (o “subgénero”) del relato de fantasmas inglés del siglo XIX, ni tampoco dentro del horror sobrenatural estadounidense del XX, ni en ningún otro parecido a éstos, simplemente porque vivió, leyó y escribió 76
en un contexto muy distinto del de Sheridan le Fanu o Lovecraft. Negarlo sería absurdo. Pero, por otra parte, en Pedro Páramo hablan los muertos. Un hecho que juzgamos imposible en el mundo real es verdad literal en el mundo narrado de la novela. Sin que Pedro Páramo deje de referirse a la vida rural, a la historia mexicana, a todo aquello por lo que suele elogiársele, también hay ciertos momentos de su texto que utilizan la imaginación fantástica: la descripción de algo imposible a sabiendas de que lo es. Esto no tendría por qué impedir que se elogien todas las virtudes del libro ni que se le ponga, como suele hacerse, en el tramo final del “género” (o “subgénero”) de la novela de la Revolución. Hay que ver la cantidad de dificultades en las que se meten escritores y críticos cuando intentan “razonar” que los hechos narrados de forma realista en Pedro Páramo, o en los cuentos de Octavio Paz, o en Aura, sí son ciertos (cuándo y en dónde, me pregunto yo), pero los que recurren a la imaginación fantástica son “metáforas”… La narratología no es una especialidad nueva de los estudios literarios, pero esas lecturas la ignoran del todo al confundir a un mundo narrado –que es una representación– con el mundo a secas. Es frecuentísimo y sumamente desalentador, porque es otra forma en la que los prejuicios que mencionaba antes siguen existiendo. Tengo que agregar lo siguiente: en este momento de mi vida me parece
también
muy
desalentador
que
en
México
sigamos
empantanados en esa etapa de esa discusión. Que a más de una obra aparecida en este país se le niegue el derecho de ser leída sin adjetivos por delante, sin prejuicios de por medio, me parece un signo de nuestro 77
atraso: uno de tantos. No es sólo un problema literario, lo que en última instancia (la verdad) no sería tan importante: también es un reflejo de otros mecanismos de exclusión y de desigualdad que nos resistimos a reconocer y denunciar. He comentado mucho sobre este tema, como dices, pero francamente ya estoy cansado de hacerlo. Preferiría concentrarme en escribir, para los pocos o muchos lectores que pudieran llegar a mi trabajo y encontrar algo de valor en él, y nada más.
En La ciudad imaginada tienes un cuento en el que le das el papel de dios al lector para que pueda montar, deshacer y rearmar el mundo que le otorgas. ¿Puede dicho juego verse como tu poética? Me gusta esa lectura. Y sí, es al menos una parte importante de lo que me propongo. Debo reconocer que es una aspiración rara, dado que pone por delante al lector.
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La torre y el jardín es (creo), aparte de un clásico nuevo de la literatura en español, una historia de cómo amamos las historias. Es algo que, de algún modo, trazas también en Gente del mundo, en Grey y, de modo más sutil, en Los esclavos. ¿Es un tema que guía tu proceso de escritura? Para mí no es un tema sino un afecto sincero. Un lugar común es que la ficción puede considerarse una especie de mecanismo, cuyo funcionamiento se contempla desde fuera y que se aprecia en función de cualidades, acciones y resultados que están siempre a un lado de nosotros, pero yo no creo en ese cliché. Para mí la ficción puede llegar a ser algo mucho más íntimo y cercano: algo como un órgano del cuerpo, como un sentido adicional a la vista, el oído, etcétera. Una forma distinta de investigar la vida y nuestro lugar en ella. Con esto nos acercamos a otro gran conjunto de clichés –los que en la actualidad se refieren sobre todo al proceso de escritura de la novela–, así que antes
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de chocar con ellos agrego que, por otro lado, sí me importa mucho crear cuentos y novelas en los que el lector pueda involucrarse de diversas maneras, escoger entre varias alternativas y hacer uso de su propia creatividad, a partir del reconocimiento de que, al menos en cierto nivel de la lectura, siempre está presente la idea de que el lector se relaciona con una representación. También se podría decir así: mi trabajo trata, entre otros temas, el de las representaciones. Gracias por lo que dices de la novela, por cierto.
En un ensayo dices que la literatura de imaginación fantástica descoloniza la imaginación. ¿Crees que su auge en la actualidad se deba a dicha capacidad? Creo
que
la
imaginación
fantástica
puede
contribuir
a
esa
descolonización, pero puede también no hacerlo. Lo digo porque el auge al que te refieres es de hecho el de un puñado de franquicias de historias controladas por grandes conglomerados globales cuyo fin es precisamente colonizar a sus posibles consumidores, atraerlos a sus 80
mundos narrados y no soltarlos nunca. Lo que hacen es lo contrario de lo que yo defiendo como una posibilidad única de la imaginación fantástica. No hay nada de malo en sumergirse en mundos ficcionales amplios y detallados (y los más populares de esta época tienden a lo absolutamente inabarcable, al abrirse a la difusión en muchos medios o “plataformas” distintos). Pero lo que los hace populares no es que alienten a reexaminar o criticar la realidad: esto hay que reconocerlo. La causa de que esto sea así no es la herramienta (el recurso de la imaginación fantástica) sino el uso que se le da.
Dime un libro que te encante y que nadie crea que pueda gustarte. Con eso, en realidad, me estás preguntando por mi imagen pública o los lugares comunes a los que ésta podría reducirse… No soy la mejor persona para responder, dado que me miro desde adentro y con todas las dificultades del caso. Te puedo decir, eso sí, que hay libros y autores que me gustan mucho, que han influido en mí y a los que incluso he
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hecho referencia más o menos explícita en mi trabajo, y que ningún lector parece haber buscado en los textos, tal vez porque no son parte de la imagen de un “autor de género”. Hasta hace poco tiempo –que una persona lo mencionó en relación con La torre y el jardín en una red social– uno de ellos era Mario Levrero, a quien leo desde la adolescencia, cuando de veras era autor de culto. Otro es Emmanuel Lévinas. La huella del otro, que es un par de ensayos publicados en español por Taurus en 2000, me caló muy hondo.
Y
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ME GUSTA MEZCLAR GÉNEROS, Y LA NOVELA SE PRESTA PARA ESO El feliz (y terrorífico) día que tenga un hijo (o una hija), la arrullaré como buen(a) niñ@ de paja: con historias terroríficas, con sangremuertos-y-aplastados. Sus palabras para dormir serán las de
Bernardo Esquinca.
Palabras con la voz del Centro Histórico, el miedo y el misterio. Voz que, ahora, surge de debajo de la cama para mostrarse.
Carretera perdida. Un paseo por las últimas fronteras de la civilización es un libro interesante, ameno y bien pensado. ¿Qué ha pasado con tu producción ensayística? Hago mucha más ficción que ensayo porque prefiero la narrativa. Sin embargo, he seguido haciendo de vez en cuando textos ensayísticos y, 83
algún día, se juntará otro libro. A diferencia de las piezas de Carretera perdida, que son muy de coyuntura y por lo tanto caducaron muy rápido, los textos que he estado trabajando ahora son atemporales, y ligan ideas y lecturas en torno a lo siniestro con una intención más perdurable. Algunos de ellos pueden leerse en el sitio web de Mórbido.
¿Cómo fue el trabajo de creación y compilación de Ciudad Fantasma? Muy gozoso, porque fue un trabajo hecho desde una perspectiva de fanáticos del género, sin intenciones academicistas. Tanto Vicente Quirarte como yo nos guiamos por nuestros gustos personales, por los cuentos que nos marcaron como lectores y escritores, y acudimos a nuestros libreros más que a la hemeroteca. Al mismo tiempo yo, que nunca antes había fungido como antologador, descubrí que es otro tipo de felicidad, la de reunir y poner el trabajo de otros ante los ojos del
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lector. Ahora está el proyecto de hacer País fantasma, con leyendas de toda la república, pero ese libro llevará más tiempo.
T. S. Eliot afirma que un escritor debe aportar algo a una tradición, a partir de su trabajo, para pertenecer a ella. Los niños de paja, Demonia y Mar negro son ya parte importante de la tradición de terror en México. Sin embargo, tienen rasgos notables del terror estadounidense. ¿A cuál de las dos crees deberle más?, ¿dónde están tus mayores influencias? Mis influencias están en diversas partes, lo mismo en la literatura mexicana que en la anglosajona, en el cine que en la televisión. Puedo decirte, por ejemplo, que dos libros fundamentales en mi formación fueron El libro de la imaginación de Edmundo Valadés y El principio del placer de José Emilio Pacheco, al mismo nivel que las lecturas de Edgar Allan Poe y Ray Bradbury. No sé si existe una “tradición” de terror en
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México, porque se ha escrito muy poco al respecto, pero sí de lo fantástico. Para mí la única escritora mexicana que consagró la totalidad de su obra al género de terror es Amparo Dávila.
Por otro lado, tus cuatro novelas juegan con el género policiaco. ¿Te sientes más cómodo en esa tradición para tus textos largos (pensando en tus dos noveletas de terror)? No es que piense de antemano “esto va a ser una novela de tal género”. Mi cabeza no funciona así. Pienso en la historia, en sus posibles ramificaciones,
y
generalmente
cuando
hago
novela
desarrollo
misterios. Así ha sido desde Belleza roja. Los cuentos me salen más terroríficos. Curiosamente, no he hecho una novela exclusivamente de terror. Quizá porque me gusta mezclar géneros, y la novela se presta para eso.
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Dime un libro que te encante pero que nadie pueda pensar que asĂ sea. Panorama mexicano 1890-1910, que son las memorias de Ciro B. Ceballos.
Y
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Â
SIN HISTORIAS Y MÚSICA NO IMAGINO LA VIDA HUMANA Pocas voces más contundentes bajo la cama que la de Verónica Murguía. Tres novelas y un libro de cuentos le han bastado para ganarse el respeto de los pobladores de la Hermana República de las Letras Mexicanas. De ahí que, sin más preámbulos, le cedo la palabra.
El fuego verde parece una primera aproximación a lo que después fue el universo de Loba. Tomando en cuenta el tiempo entre ambos libros, ¿qué tanto cambió el proceso de creación entre Luned y Soledad? En efecto, es el mismo universo, el mismo “momento” , aunque me tomé algunas libertades. Lo que cambió los procesos, el lenguaje y el acercamiento fue la escritura de El ángel de Nicolás, que fue un ejercicio 88
muy exigente para mí, pues nunca había escrito cuento. A la fecha he escrito sólo una docena. La obligada restricción, el laconismo, la economía en las imágenes me dio impulso para escribir un libro más largo. Suena contradictorio, me estoy dando cuenta, pero así fue.
El mundo fantástico es el mundo histórico en El ángel de Nicolás. Es, de tus libros, donde más claro se ve esta inquietud entre fantasía e historia. ¿Podrías ahondar un poco más en ella? Fui una niña enfermiza con un aparato ortopédico. El librero estaba ahí. Leí —creo que es mucho decir, mejor debo contar que hojeé hasta que lo deshice— un ejemplar de Orlando furioso y otro de una Crónica de las Cruzadas de Michaud. Se me hizo bolas el engrudo: creí que el mundo en el que se arrojan cabezas con catapultas a ciudades sitiadas (en el sitio a la ciudad de Nicea, en donde los Cruzados se portaron como miserables) y el mundo en el que Orlando atraviesa a tres 89
enemigos con una lanza eran el mismo. Allí comenzó mi curiosidad, la pasión que ha sido el eje de mi vida: la Historia. Cuando crecí y los separé, me di cuenta de que la realidad pide poco a la ficción, son absolutamente complementarias e inseparables.
La magia está en la palabra, en el verdadero nombre de las cosas. Auliya es, creo, la cumbre de esta idea en tu obra. ¿Cómo te sientes respecto a esa idea, a ese libro, a 17 años de distancia? Me siento igual. No puedo desprenderme de la idea porque está en la raíz de mi formación religiosa (el Verbo hecho carne, etcétera) y mi educación lectora. Amo La rama dorada
y todos los libros de
antropología y de historia de las religiones que hablan del nombre verdadero de las cosas. Mientras más se manosea, usa y jode el lenguaje, como lo hacen la propaganda, la publicidad y el periodismo brutal (El Gráfico, TV Novelas, etcétera), más me asombra, por ejemplo, 90
el poder revelatorio de la poesía o de cierta forma de escribir Historia y temas científicos. El lenguaje, se ha dicho mucho, es una aproximación al mundo. Y se está contrayendo, agostando, porque el lector exige facilidad. Yo no quiero pedirla ni ofrecerla (excepto cuando escribo para niños pequeños, ahí cuido la precisión y la sencillez).
Y como hilo conductor de todo —de tus personajes, de tus temas, de tu trayectoria— está el amor por las historias. Como si fuera la piedra angular de tu trabajo… Es que sí lo es. Yo las necesito. Ahora mismo estoy leyendo un libro (Station Eleven de Emily Saint John Mandel) situado después del Apocalipsis, y un personaje tiene tatuada una leyenda que dice “Because surviving is not enough” o algo parecido. Es una actriz que va con una compañía poniendo Shakespeare, cuando ya no hay gasolina, ni ciertos animales, ni electricidad, ni medicina. Sólo hay desolación y la belleza de un mundo que se repone poco a poco de nuestra 91
destructiva estancia en él. Se supone que la frase es de Star Trek. Es verdad. Sobrevivir no basta. Sin historias y música no imagino la vida humana.
Un libro que te encante y que nadie pueda creer que te guste. Millones y millones. Todos los libros de los gatos detectives de Lilian Jackson Braun, una viejita que escribía estos libros policiacos en los que no pasa nada aunque maten hasta al perico. Muy ingenuos, muy chistosos. Los gatos son los detectives. El lugar es inaudito, no es USA ni es nada: se llama Mooseville y no hay más que blancos de la tercera edad. Muchos libros malos me encantan. Los que detesto son los malos que se creen buenos. Los pretenciosos.
Y 92
¿QUÉ HUBIERA PASADO SI...? Alguna vez, la revista Chilango sacó un artículo con entrevistas a escritores mexicanos a los que no había que perderles la pista. Uno de ellos era Rodolfo J. M., a quien un solo libro le bastó para atrapar las miradas, y ahora, con sus manos puestas en varias caras de la literatura, se pronuncia desde las profundidades de debajo de la cama.
Muchos de tus lectores se engancharon a tu escritura, cual si fuera coca, gracias a Todo esto sucede bajo el agua. Y, cuando esperaban algo parecido, apareció La vida amorosa de las cigarras. ¿Qué tan diferente fue el proceso de ambos libros?, ¿te divertiste dando un giro radical a lo que habías presentado como arranque? La verdad es que no me plantee dar ningún giro. Me pareció una consecuencia lógica. Quiero decir que uno de los recursos que más me
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gustan de la ciencia ficción es la ucronía. El ¿qué hubiera pasado sí…? La vida amorosa… es una ucronía que responde al ¿qué hubiera pasado si la izquierda hubiese ganado la presidencia en los 90’s y, como parte de su experimento social, hubiese legalizado la pornografía y la prostitución? El libro no tiene nada de ciencia ficción, pero tampoco de pornográfico, y mucho menos de político. Eso sí, me divertí mucho al escribirlo, sobre todo durante la fase de investigación de campo.
¿Cómo fue el proceso de nacimiento, gestación y evolución de la antología Hic Svnt Dragones?, ¿qué tan parecido (o alejado) fue del proceso de El abismo y Negras intenciones? Fueron procesos muy distintos, salvo en lo que respecta al trabajo de edición,
que
hasta
cierto
punto
depende
mucho
de
ti. Negras
intenciones fue el primer proyecto que propuse a una editorial, y como tal fue muy desgastante, supongo que cometí muchas novatadas, 94
aunque también aprendí mucho. Con El abismo ya sabía más o menos qué esperar, sólo que esta vez el proceso fue más largo, pues la editorial que me había dado el sí tuvo ciertos problemas y canceló muchos de sus proyectos… entre ellos la antología, así que fue necesario buscar otra casa editorial y pasar por un nuevo dictamen y los tiempos que ello implica. Así que al final fue un libro muy distinto al que tenía en principio.
Hic Svnt Dracones nace de la invitación directa de René López Villamar, quien estaba por lanzar una colección de antologías en formato ebook, y quería que la primera de ellas estuviese relacionada de alguna manera con la literatura fantástica y sus alrededores. Por esos mismos días yo escribí en una reseña a Toda la sangre, de Bernardo Esquinca, que hacía falta un análisis serio sobre el rechazo de la crítica nacional por la literatura fantástica. René leyó la reseña y me invitó/retó a coordinar una antología que fuera una muestra crítica de la literatura fantástica
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nacional contemporánea donde al mismo tiempo se hiciera el análisis que yo propuse. Así que en esta ocasión todo fue sobre ruedas. Lo cierto es que siempre falta espacio para incluir a todos los autores que quisieras. Por una u otra razón toda antología resulta incompleta.
Se ha dicho mucho en conferencias, mesas, ponencias, revistas, tumblrs y/o sucursales del perverso Mefisto sobre la literatura de imaginación fantástica (o no-realista, o fantástica/de terror/de ciencia ficción, o weird o el-nombre-que-aún-no-se-descubre-muybien-que-digamos).
¿Tú
cómo
sientes
dicha
literatura
en
la
actualidad nacional?, ¿qué escritores dirías tú –desde la posición que tomaste (a sabiendas o no) después de Hic Svnt Dracones– que se notan más en estos momentos? Creo que la literatura mexicana pasa por un buen momento y que hay autores bastante talentosos y ambiciosos narrativamente hablando como para ofrecer más de una joya. Lo que no sé es si todos los autores 96
en los que pienso se ven a sí mismos parte de, por ejemplo, una antología de la imaginación fantástica. No faltaría quien dijese que nunca ha leído literatura fantástica y que lo suyo es literatura a secas. Y muy probablemente tendría razón. Como lector te puedo decir que disfruto muchísimo los cuentos de Guadalupe Nettel y Mario González Suárez, así como los de Alberto Chimal y los de Bernardo Esquinca. Me gustan las primeras novelas de Mario Bellatin y la saga de Sunny Pascal, de Paco Haghenbeck, o la saga del Malasuerte, de Hilario Peña. El primer libro de Carlos Velázquez también me gusta mucho, así como los cuentos de Iris García, Paul Medrano, Bibiana Camacho, Federico Vite, Edgar Omar Avilés y Rogelio Flores. Afortunadamente hay muchos escritores mexicanos
cuyo
trabajo
no
se
limita
al
discurso
Desgraciadamente no es posible nombrarlos a todos aquí.
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realista.
Ya viene, ya se acerca, ya está aquí. ¿Qué es Tatuaje?, ¿de qué trata este nuevo juego? Tatuaje es un experimento narrativo en el que participamos más de 10 personas, entre escritores, programadores, diseñadores, animadores, actores, dibujantes… Todo bajo la coordinación de Mónica Nepote, quien le ha dedicado buena parte de su trabajo del último año a impulsar piezas literarias que al aprovechar las plataformas digitales, y utilizar diferentes disciplinas artísticas, se convierten en algo aún más grande. Yo escribí la noveleta que sirve como punto de partida para la pieza digital, y su tema es el lenguaje como fuerza creativa. Lenguajes matemáticos, de programación, la poesía, la magia, los tatuajes, los sueños, las leyendas urbanas, las creepy pastas. Todo contado desde el punto de vista de un fisgón a sueldo (alguien que se gana la vida siguiendo a la gente y fotografiándola sin que se dé cuenta), y a quien le pasan cosas muy raras. El sitio de internet, que será interactivo, a la manera de ciertos videojuegos narrativos elaborados por desarrolladores independientes, se lanzará en enero de 2015, y la noveleta, que se podrá descargar gratuitamente en formato epub, estará disponible unas cuantas semanas después.
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Dime un libro que te encante y que nadie pueda creer que te guste. En busca de Klingsor de Jorge Volpi. No es que me encante, pero nadie puede creer que me guste.
Y
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Â
Manuel
Barroso
(1990) es un adicto a las historias, al hiphop
y
a
monstruos. porque
lo
los
Escribe necesita
para sobrevivir. Es el emisario, en esta realidad, de Blaine, el niño ciego.
PORTADA Marco Ulises Morón Ciudad
de
México,
1990.
Estudia la carrera de Literatura Latinoamericana
en
la
Universidad Iberoamericana. Es reseñista de Malinche en la sección de Libros y, si está de humor, de cine.
100
CIUDAD DEL OTOÑO PERPETUO DICIEMBRE, 2014
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