VIEJAS TRADICIONES Y COSTUMBRES

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VIEJAS TRADICIONES Y COSTUMBRES Una de las profesoras de sexto de primaria del colegio San Ginés de la Jara, aquel día habló a sus alumnos de las fiestas, costumbres y hechos tradicionales de los pueblos en general, por lo que como trabajo o estudio, y previa información que debían pedir a familiares y amigos, les encargó que escribieran sobre dicho tema, si bien concretándolo en lo referente a Sabiote. Por ello, dentro del plazo que la profe les dio, cada uno de los veintidós niños y niñas que integraban la clase presentó su correspondiente trabajo, y si bien es cierto que en la mayoría de ellos se repetían las pocas tradiciones que no se habían perdido, aparecieron otras desconocidas para muchos de los jóvenes, y de las que para algunos viejos sólo quedaba el recuerdo. Satisfecha por el éxito de la experiencia, y tras exponer el caso en el claustro de profesores, decidió el director que la profesora resumiera el texto de los trabajos presentados, que se publicara tal resumen en la revista del colegio que aparecía a final de curso, y que se hiciera referencia al número de alumnas y alumnos que habían tratado los respectivos temas. He aquí cómo, con el título de arriba, se hizo la publicación en la citada revista: Las fiestas ecuestres del día de la Estrella: Cada día 1 de mayo, festividad de la Virgen de la Estrella, patrona de Sabiote, caballistas a lomos de yeguas y caballos pasean por las calles del pueblo y celebran después carreras en las afueras del mismo. Se cumple así una inmemorial tradición no perdida, en la cual los animales, bellamente enjaezados con ricas entremantas primorosamente bordadas, así como jáquimas en sus cabezas terminadas en adornadas moñas, llevan sobre sus lomos caballistas de todas las edades. Y al frente de esta procesión ecuestre, va el comisario, que enarbola el estandarte y lo juega o gira sobre su cabeza con el caballo a galope. Después, se inician las carreras de los restantes. (Tratan este tema la totalidad del alumnado). El auto de los Reyes Magos: Estas representaciones teatrales, aunque sin la periodicidad anual con las que antes se celebraban, no han desaparecido del todo por fortuna. En efecto, desde finales del siglo XVIII se han venido sucediendo las mismas entre Navidad y Reyes, y en tres noches han aparecido en escena “La infancia de Jesucristo”, “Las astucias de Luzbel” y “Los ensayos de la Cruz”. Tales actos, si bien casi siempre se celebraron en una plaza pública, últimamente se hicieron en lugar cerrado, Por supuesto, el director y los actores eran de esta localidad, al igual que el montaje escénico y cuanto se relaciona con dichas representaciones. Hoy, los viejos libros en se relatan estos hechos los conserva una familia sabioteña. (Igualmente tratan lo expuesto la totalidad del alumnado). Las latas de San Juan: Los más viejos del lugar, recordarán, sin duda, cómo durante la tarde del 23 de junio, víspera del día de San Juan, gran cantidad de niños, portando latas a las que hacían sonar de manera escandalosa e insistente, ya arrastrándolas o golpeándolas con palos y piedras, recorrían las calles del pueblo. Esta vieja tradición, ya perdida, procedía de un hecho de armas ocurrido siglos ha, cuando con ocasión de un ataque al castillo


2 sabioteño, a la sazón desprotegido porque sus huestes luchaban en Granada contra el moro, ante un inesperado ataque enemigo las mujeres y los niños se vistieron de guerreros, y desde adarves y torreones, con fuerte ruido de hierros y latas que simulaban los de espadas y otras armas, hicieron creer a los atacantes árabes que el castillo estaba bien defendido, por lo que éstos huyeron dejándolo a salvo. (Tratan estos hechos once alumnas y cinco alumnos). La cura de las quebrancías: Antiguamente, cuando los recién nacidos tenían quebrancías o hernias, cosa frecuente entonces, para curar las mismas era costumbre que el día de San Juan una pareja, que necesariamente habían llamarse Juan y María y ser solteros, quebraba la rama de un granado y, bajo el árbol, se procedía de la siguiente forma: Tras ligar la rama quebrada, cualquier persona íntima de la familia, o bien la misma madre del bebé, entregaba éste a la pareja diciéndoles: En el nombre de San Juan, el chiquillo os doy quebrado y sano me lo habéis de dar. A continuación, la dicha pareja se lo pasaban del uno al otro, a la vez que repetidamente se decían: -Tómalo Juan, dámelo María; dámelo María, tómalo Juan ... Luego, si la rama del granado sanaba, ocurría lo mismo con el niño. (Desarrollan este tema siete alumnas y cinco alumnos). Las visitas: Las visitas, en la forma en que antiguamente se hacían, es realmente una costumbre perdida. Constituían casi un rito, pues se anunciaban previamente, se recibía a los visitantes con las mejores ropas y eran atendidos en la sala o en lugar apropiado de la casa. Posteriormente, se hacía lo que se llamaba devolver la visita, que consistía en hacer otra para agradecer la recibida. Eran en verdad un acto realizado con más formalismo que en la actualidad, y en el que ante un hecho luctuoso, conmemorativo o festivo, las familias, los amigos y los vecinos se volcaban. Todo un hecho social que revelaba la buena educación, el deseo de agradar y la solidaridad de los que así procedían. (Ofrecen lo manifestado dos alumnas). Los noviazgos: La preparación para el matrimonio en nuestro pueblo tenía sus formas, y éstas se han seguido con cierto rigor hasta no hace mucho tiempo. Los inicios del noviazgo se producían acercándose él a ella o escribiéndole. Acercarse era un acto protocolario, todo un símbolo de interés del que luego decía la madre complacida: “fulano se le ha acercao a mi nena”. La carta fue otro medio de pretensión, si bien posterior, y tiempos ha la misma rara vez la escribía el novio, ya que, como normalmente no sabía hacerlo, buscaba para ello a una de las personas que supieran. Luego, cuando el noviazgo se consolidaba, la pareja podía hablar por la puerta a horas tempranas de la noche, pero nunca después de cenar, ya que, en este caso, los padres como mucho dejaban que la hija hablara por la ventana; mas cuando la misma estaba en lugar elevado, no había más remedio que “hablar a caliche”, como entonces se decía. Y si es que por carencia de ventanas había que platicar por debajo de la puerta, a eso los chiquillos llamaban “hablar a estilo perro”. El noviazgo se formalizaba ante los padres de ella cuando el novio “lo hacía saber”. Era este un acto mediante el cual dos representantes del mismo, que


3 normalmente eran dos hombres de peso (que quiere decir formales y de respeto), se presentaban en la casa de la novia, empezaban platicando sobre temas generales y, en un momento de la conversación, lo corriente era que el más viejo de ellos dijera: “bien señores, aquí venimos a algo”. Y el “algo” que exponía a continuación era “que los chiquillos quieren casarse”. Otro acto solemne, previo a la boda y también desaparecido, fue el “sí”, que es la aceptación oficial de la novia y de sus padres al enlace (conocido luego como petición de mano). Según las ganas o posibilidades económicas que hubiera, a la casa de ella iban con el novio sus padres y los familiares íntimos, y, cuando no había impedimentos, acudían también invitados de las dos partes. La fiesta se celebraba de noche, y lo normal era que se ofrecieran dulces y licores, siendo el principal de éstos el risol, bebida que entonces se preparaba en las casas, pero que ha desaparecido. Y del acto, la parte fundamental era el sí de la novia, es decir, su asentimiento expreso cuando los jóvenes invitados pedían a voz en grito: “que diga la novia que sí”, ante lo cual la misma, toda ruborosa, decía sí con voz que no le salía del cuerpo. Finalmente, ella se sentaba, y los invitados iban depositando sobre su falda el regalo, que normalmente consistía en dinero. (En forma variada tratan lo dicho diez alumnas y ocho alumnos). Los duelos y los lutos: Aunque no el dolor interno, las demostraciones externas ante la muerte de un ser querido han variado de forma notable con el paso del tiempo.. Antes, tras el fallecimiento, los gritos, las lamentaciones, el cierre de puertas y ventanas exteriores y las negras vestimentas, eran una práctica habitualmente seguida en Sabiote, así como en tantos otros lugares españoles. El entierro religioso variaba de acuerdo con la condición social del fallecido o del deseo familiar. En el domicilio que fue del extinto se rezaba el rosario durante nueve días, y a continuación se celebraba en la iglesia la misa funeral. Después, y durante tres años, los parientes íntimos vestían de luto riguroso, y ellas (especialmente la viuda), llevaban también un manto negro que en la mayoría de los casos les llegaba hasta los pies. Con esta costumbre del luto, se daba la triste circunstancia de que como en aquellos tiempos los fallecimientos se producían con mucha más frecuencia que en la actualidad, había personas pertenecientes a familias largas que siempre vestían de negro. (Sobre lo expuesto se pronuncian cinco alumnos y diez alumnas) Las ánimas y las apariciones: En este ambiente de duelos, lutos, carencias e ignorancia, no era raro que arraigaran ciertas creencias, como ocurría en los casos de apariciones misteriosas, casi siempre de un alma en pena que, para alcanzar el cielo, se le presentaba a una persona íntima; y ésta, a fin de conocer sus propósitos, le preguntaba: “si eres alma del otro mundo dime a lo que vienes”. Estas supuestas apariciones, que se prodigaron durante tiempos no muy lejanos y de las que muchas personas que viven recuerdan, terminaban cuando se cumplían los deseos del ánima, la cual, casi siempre, encargaba una misa, y, al final de la misma, se presentaba de nuevo para hacer saber a su deudo que había logrado la gloria eterna. (Tratan el tema cinco alumnos y once alumnas). La cencerrá: Se perdió hace tiempo la costumbre de dar la cencerrada, es decir, de tocar cencerros tras las bodas de los viudos. Pero, en estos casos, no eran sólo cencerros los


4 que producían el ruido, eran también latas, hierros, gritos... Todo un estruendo en el que se voceaba quien se casaba, el estado de ambos y el ánimo de darles la cencerrá por el hecho de ser uno viudo, pero mayormente si lo eran ambos. Entonces se solía cantar antes de iniciar “el acto” algo así como:. Si el viudo Pio se casa, con la viuda de Adan, no tenemos más remedio que darles la cencerrá Y a continuación se producía el dicho estruendo. (Tratan este tema once alumnas y cinco alumnos). Los vayas: Según el diccionario, uno de los significados del término “vaya” consiste en prescindir de la consideración y respeto debido a una persona, pero en general se suele emplear de forma semiamistosa mediante la burla, la sátira o la pulla. Precisamente en el Quijote se hace alusión a esta última, cuando Don Quijote y Sancho encontraron a tres aldeanas en el camino. Entonces, al hacer creer el escudero a su amo que una de de ellas era Dulcinea, aquella le dijo: ¡Mira con qué se vienen los señoricos ahora a hacer burlas de las aldeanas, como si aquí no supiéramos echar pullas como ellos! Pues bien, no hace mucho tiempo que en Sabiote las conocidas vayas eran una costumbre seguida cuando personas jóvenes y con gana de juerga se reunían, ya en un trabajo tipo recogida de la aceituna, o bien en agrupaciones tipo romerías o en las ruedas y cánticos de San Antón y la Candelaria. Entonces cualquier ocasión era buena para iniciar los vayas, pero no en término despectivo o hiriente para la persona afectada, sino, como antes decíamos, empleando el humor, la ironía o la pulla. Así, un día que en la aceituna una de las que más guerra estaba dando con sus vayas arrastraba descuidadamente su bufanda, otra de distinta cuadrilla, con la que peleaba verbalmente desde que llegaron al tajo, le dijo: Frasca, ten cuidao mujer, que vas arrastrando el hopo. En un corro de las hogueras de San Antón, una de las que participaban le cantó despechada al que pasaba y no la atendía como ella esperaba: Un estudiante tunante se puso a pintar la luna, y del hambre que tenía pintó un plato de aceitunas. (Lo expuesto lo desarrolla una alumna únicamente) Las verrugas y los orzuelos: Las verrugas, que son unos abultamientos redondos producidos en la superficie cutánea, así como los orzuelos, o pequeños tumores formados en el borde del párpado, son unas molestas alteraciones poco frecuentes ya, pero que antes tenían una mayor manifestación en las personas. A fin de combatir y curarse de tales dolencias, era frecuente en Sabiote. (así como en otros muchos pueblos), recurrir a personas que sin ningún tipo de estudios ni preparación especial, pero con una gran voluntad y convencidos de que tenían un don especial, se dedicaban a curarlas. En nuestro pueblo se ha recordado con cariño a Pedro José Blanco Rodríguez, conocido por “el Padre Eterno”, como una de las últimas personas que curaron estos males, cosa que hacía mediante una planta conocida como “torovisco” y rezando una oración cuyo contenido nunca dio a conocer. Pero fueron muchos los que decían haber


5 sido curados por este medio, ya a través del “Padre Eterno” o de alguna otra persona que asimismo se decía favorecida de este don especial. (El tema lo desarrollan una alumna y un alumno) Jugar y cantar al corro: Hasta no hace demasiados años, con motivo de festividades tales como San Antón y la Candelaria, con sus hogueras, o bien del carnaval, con sus máscaras, era corriente que en los corros o ruedas a las que jugaban las muchachas durante aquellos días, se entonaran cantares alusivos a personas o situaciones diversas, en las que se ponía de manifiesto la chispa y picardía de los autores de las mismas, o el salero y donaire de las que las cantaban. En la actualidad, si bien las hogueras son ya muy escasas, antaño eran muchas las que ardían aquellas noches de fiesta con el ramón de las recién podadas olivas. Y cerca de las mismas chiquillos y chiquillas fumaban cigarros de matalahúva, en tanto que los mocicos saltaban sobre las llamas y las mocicas entonaban canciones alusivas a situaciones concretas. Así, al mirón que con gesto de burla presenciaba todo ello, le cantaban: Eres alto y delgado como el hinojo, lo que tienes de alto tienes de flojo. Cuando respecto al destinatario de la letrilla había duda, ellas seguían: Eso va pa quien le va, eso va pa quien lo entiende, que el carbón que ha sido ascua con poca lumbre se enciende Al galán que con gestos o miradas se ponía pesado, le decían cantando: A ese de la gorra echarlo fuera, porque tiene la pata de cantarera. Y si el que pasaba era un quinto o hacía la mili tenía que oir: La que quiera un soldado tenga entendido, que siempre tendrá novio nunca marido. (Tratan el asunto doce alumnas y siete alumnos)


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