Número de mayo de 2020 de la revista literaria "Oceanum"

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NUEVOS HORIZONTES

Amándose en uno de sus encuentros, los agujeros negros se encendieron de una manera prodigiosa, emitiendo un chorro de luz tan grandioso y luminoso que su llamarada pudo ser captada por los astrónomos de la NASA y así los descubrieron.

Isaías Covarrubias Marquina

e entero por una noticia de que en una lejana galaxia, a unos 3.500 millones de años luz de la Tierra, dos agujeros negros se encuentran y emiten una gran llamarada de luz y resplandor. Leo sobre ellos y me da por pensar que son amantes. Los agujeros negros, un hombre y una mujer, están unidos en una danza interminable, rodeados de la oscuridad más absoluta. Se encuentran y se aman como cuentan unos versos del cantautor uruguayo Jorge Drexler en su canción “Fusión”, preguntándose mientras descansan entrelazados: dónde termina tu cuerpo y empieza el mío… cuánto de esto es amor, cuánto es deseo, se pueden o no separar… dónde termina tu cuerpo y empieza el cielo, no cabe ni un rayo de luz… quién fue el que nos unió en un mismo vuelo, los mismos anhelos tal vez la misma cruz…

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Y entonces me da por pensar que mis amantes galácticos explican la teoría de los fósforos del doctor John Brown, el inefable personaje de la novela Como agua para chocolate, de la escritora mexicana Laura Esquivel, llevada al cine con éxito. La teoría de los fósforos del Dr. Brown se la transmitió su abuela y él se la cuenta a Tita, la protagonista de la novela, dice más o menos así: Todos nacemos con una caja de fósforos en nuestro interior; no los podemos encender solos, necesitamos oxígeno y la ayuda de una vela. Pero el oxígeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así, encender uno de los fósforos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión producida al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía el alma. Esta combustión es su alimento. Si uno no descubre a tiempo cuáles son sus propios detonadores, la caja de fósforos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fósforo… Claro que también hay que poner mucho cuidado en ir encendiendo los fósforos uno a uno, porque, si por una emoción muy fuerte, se llegan a encender todos de un solo golpe, producen un resplandor tan fuerte que ilumina más allá de lo que podemos ver… y


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