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“SANTIAGO DE LAS MUJERES” RESPLANDECE EL FILME DOCUMENTAL

Lowell Fiet Especial Para En Rojo

Lo más importante que puedo decir sobre el impresionante documental de largometraje “Santiago de las Mujeres”, dirigido y producido por Rosamary Berríos, es que todo el mundo —por cierto cada puertorriqueñx— debe verlo, y, si es posible, verlo en el cine en pantalla grande. Así se puede mejor captar y apreciar su capacidad de revelar la riqueza visual, la textura cinestésica y la profundidad mito-histórica del ambiente cultural y humano de las vidas de las mujeres protagónicas del pueblo de Loíza en su relación a la imagen de Santiago de las mujeres y a las fiestas anuales de Santiago Apóstol.

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Además, es una visión de Puerto Rico como es, sin gafas turísticas ni gríngolas folclóricas ni las pretensiones primer mundistas de compañías de relaciones públicas. Esta mirada penetrante muestra su africanía y su identidad hispano-caribeña como sellos de orgullo del “primer piso”, como decía José Luis González, de la puertorriqueñidad y no como un “token” cultural ni el cuartito de atrás donde vive “tu agüela” o Toña (de “Vejigantes”).

La directora, natural y residente de Loíza y profesora de Estudios de Medios en el Recinto de Arecibo de la Universidad de Puerto Rico, ha trabajado desde 2014 el tema de las mujeres loiceñas vistas a través de su devoción a Santiago de las mujeres. Conozco el trabajo y compromiso con su pueblo desde 2006, cuando Rosamary hizo la video-documentación de la exposición “El arte de Loíza” y el simposio “Re-Visiones de Santiago Apóstol” en el vestíbulo y los pasillos de la Biblioteca Lázaro del Recinto de Río Piedras de la UPR. Grabar y editar la memoria digital de ese evento mostró un alto nivel de creatividad y destrezas profesionales que resultó en un logro mayor en DVD.

No obstante, “Santiago de las Mujeres” luce por encima de sus trabajos previos y posiblemente de cualquier otro documental sobre Loíza y las fiestas de Santiago Apóstol, por dos razones principales: primero, la presencia constante de la directora dentro de la geografía fílmica y cultural durante una década de grabación y producción; y segundo, y tal vez más relevante, el enfoque sobre las mujeres que mantienen y cuidan la imagen de Santiago de las mujeres durante todo el año y que “corren” el santo en las procesiones de las fiestas.

Existen tres imágenes de Santiago Apóstol en Loíza, cada una con su día de celebración y procesión dentro de las fiestas: Santiago de los hombres (26 de julio), de las mujeres (27 de julio) y de los niños o Santiaguito (28 de julio). En casi treinta años de asistir y documentar las procesiones, mi enfoque ha sido los personajes profanos (y también sagrados) del Caballero, Vejigante, Loca y Viejo. La parte ritual cristiana-católica de los santos me ha servido más como contexto, el escenario y la escenografía en movimiento que crean el espacio estético privilegiado en que “bailan” estos performeros simultáneamente ancestrales y actuales.

“Santiago de las Mujeres” invierte esa propuesta; de hecho, los personajes profanos casi desaparecen dentro del trasfondo visual, y son los santos mismos y sus devotas que asumen los papeles protagónicos. La gran sorpresa de esta película surge porque no estamos concentrados en Vejigantes, Caballeros, los santos y el festejo, sino en las vidas de devotas de uno de los santos.

Las tres imágenes de Santiago aparecen, pero es Santiago de las mujeres, también visto y celebrado como Santa Ana (cuyo día también es el 27 de julio), que sobresale en el filme. Y más que el santo, son las mujeres y sus creencias prácticas y espirituales —su manera de vivir— que la película nos pone en relieve. El santo es parte de sus vidas, y vemos y oimos de las especificidades cotidianas que constituyen su fe, su orgullo, sus relaciones familiares y generacionales, su creatividad, su querer vivir en Loíza y su devoción al santo como elementos de su complejidad y hermosura humana.

Gran parte de esto nos llega a través del estilo “tú a tú” (sin intimidación) en el diálogo entre la cámara y las protagonistas. Hilda Juana Pizarro es la figura principal entre el grupo de mujeres cuyas historias constituyen el texto fílmico. Persona multi-talentosa, Hilda narra su vida en Loíza, en Nueva York, su regreso a la Isla; relata sus actuaciones en películas, como artesana de flores y dueña de un quiosco de frituras; también cuenta de la muerte de su mamá en la boda de un nieto y queda entretejida en todo su relación a Santiago de las mujeres. Dentro de su vida y circunstancias modestas, tiene una presencia “más grande que la vida” que nos transmite su fuerza espiritual de esperanza, fe y amor.

La cámara también dialoga abiertamente con Ana Silvia Fuentes del conocido restaurante El Sazón de Silvia en Colobó y la mantenedora (a través de su hijo) de la imagen de Santiago de las mujeres. Conocemos a Daisy Tapia mientras habla de su vida como cartera a tiempo parcial, su familia e historia en Loíza, su relación con su papá y la importancia de participar cada año en llevar las literas de los santos por la carretera 187 hasta el final de su ruta en el sector Las Carreras. María del Pilar Tapia cuenta de su devoción de “correr” el santo a través de años. Comenzó acompañando a su abuela y tiene la seguridad de que alguien de su familia continuará en la tradición cuando ella no pueda hacerlo.

Dalia Pizarro participa cada año con su hijo, como una forma de honrar a su marido fallecido quien fue también devoto de Santiago Apóstol. Cuenta de cómo su vida está enlazada con los santos y que ella y su hijo ya se visten cada año de Caballero o Vejigante. Rosa Julia Calcaño, mantenedora de la imagen de Santiago de los niños, narra sobre su relación con el santo de palo más famoso de las fiestas, su historia de más de 200 años y añade detalles esenciales sobre “mantener” los santos a través del año. Raquel Ayala provee otros elementos del ambiente cultural de las fiestas y de la “ruta del santo” por hablar de su papá, Castor, el artesano maestro de máscaras y hasta curandero y de su familia dentro de la zona creativa creada por las fiestas.

Priscila Osorio conversa con la cámara sentada en una silla y con una foto enmarcada en sus manos de ella llevando la litera de la imagen de Santiago de las mujeres. Doña Priscila falleció en 2017 pero vive en el documental al insistir que como mujer ella solamente marcharía con el santo de las mujeres. Así también subraya la dualidad de Santiago de las mujeres y Santa Ana, madre de María. Sin extender demasiado, la interpretación de ella abre a un posible Santiago Apóstol tripartito de padre, madre e hijo que refleja el sentir de varias de las mujeres devotas de Loíza.

“Santiago de las Mujeres” nos permite conocer, respetar, apreciar y hasta amar a estas mujeres. Revela algo de las fiestas de Loíza no presente en ningún otro documental o estudio, pero más que todo nos muestra, a pesar de los supuestos síndromes de pobreza con todo su bagaje de la violencia, la droga, el subdesarrollo personal, etc. —factores universales en todo Puerto Rico, el resto de América Latina y el Caribe y también grandes sectores de Estados Unidos—, que una inmensa sensibilidad, espiritualidad y creatividad humana gobiernan las vidas y tradiciones del pueblo de Loíza.

Para cerrar, repito que la fotografía fílmica es asombrosa. Igualmente, la música y la banda sonora son impecables. Gracias a Idalise Delgado y Cheery Viruet y sus equipos de cámara y a Roig Berríos y sus equipos musicales. Gracias a las mujeres. He conocido a Ana Silvia, Raquel y Rosa Julia por años, pero hasta ahora, Hilda, Daisy, María del Pilar, Dalia y Priscila han sido caras sin nombres dentro de las procesiones. Ya sabemos sus historias.

Y gracias al trabajo magistral de Rosamary Berríos y todo su equipo de producción. El sentido de orgullo es grande.

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