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ENCUENTROS CERCANOS

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LA LEY 22

LA LEY 22

ANA TERESA PÉREZ- LEROUX ESPECIAL PARA EN ROJO

…YdijoDios: Produzcanlasaguascriaturasquesemueveny tienenvida,yavesquevuelensobrelatierra, enelfirmamentoabiertodeloscielos.

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—Génesis1:20

…YdijoDios:Produzcalatierraseresvivientes segúnsugénero,bestiasyreptilesyanimalesdela tierrasegúnsugénero.Yfueasí.

—Génesis1:24

…YlosbendijoDios;ylesdijoDios:Fructificady multiplicaos,llenadlatierraysojuzgadla,yseñoreadsobrelospecesdelmar,ysobrelasavesde loscielosysobretodaslasbestiasquesemueven sobrelatierra.

—Génesis1:28

La separación es el pecado original. El señor se aleja del siervo, la ama de la esclava. En esa distancia, no logran escucharse las plegarias, el dolor, ni las alegrías. Los seres vivientes hablan todos: ¿Seremos capaces de escucharlos?

Los Hadzas De Tanzania Hablan Con Los P Jaros

Al norte de Tanzania, en lo profundo de los bosques, viven los Hadzas, la última tribu del Africa que no practica la agricultura. Viven de la caza y el forrajeo. Dan Saladino, en Eating to extinction, cuenta la peculiar adaptación que encuentran entre esta tribu, y las aves señaladoras (Indicator Indicator), también llamadas guías de la miel. El cazador le murmulla a los pájaros, y los pájaros le gorjean de vuelta. El tema de la conversación son las colmenas. Los humanos buscan la miel, pero es difícil encontrar las colmenas. Las aves desean la cera, pero temen que las abejas los piquen. Los hombres saben usar el humo para calmar las abejas, y así poder quitarles parte del panal sin ser atacados. Después de ponerse de acuerdo, los pájaros conducen al cazador al lugar correcto, y el cazador toma una porción del panal, se chupa la miel, y le escupe la cera al piso para dejársela al pájaro, que espera su recompensa. Los cazadores que hacen los ruidos tradicionales llegan a las colmenas tres veces más frecuentemente que los que no lo hacen.

El Grito De La Langosta

Estamos en un banquete chino, despidiendo al maestro de Taichi. La gente habla, y come, y los platos pasan y pasan. La sopa de alas de tiburón, más carne. Las espinacas chinas. Más carne. Arroz frito con camarones. Más carne. Yo estoy sentada cerca de la entrada. El camarero empuja un carrito. En el centro de la bandeja una langosta negra, enorme, con las muelas amarradas. “Esa tiene por lo menos 20 libras”, dice otro huésped. “Es un banquete importante”, aclara el camarero. “Con ese tamaño, debe tener casi ochenta años. Una pena. Esas son las paridoras, que más huevos ponen.”, añade mi marido. Creció pescando en la costa del Atlántico Norte, y sabe mucho acerca de las langostas. Pero tiene alma de campesino, y lo primero que piensa es cómo proteger la cosecha.

La langosta me mira fijamente. Con sus ojos brillantes como bolitas de azabache me pide auxilio. Es el fin, me dice. El camarero vuelve, y se la lleva, y desaparecen tras las puertas del salón de banquete. No tengo la menor duda, me pidieron ayuda, y no hice nada. En ochenta años, hasta una langosta puede adquirir conciencia.

Ensalada De Desayuno

Phyllis se levanta una mañana y mira por su balcón, y se da cuenta que sus lirios hostas no están en el jardín: han desaparecido. Voltea la cabeza y se encuentra cara a cara con un alce. Es un animal imponente: media tonelada de peso y siete pies de altura, y con un paso mecánico de animal prehistórico. Se miran sorprendidos, y el alce se da la vuelta, y se va tranquilo, media hoja de lirio colgándole de la boca.

En Las Carreteras De Terranova

Los accidentes cuando chocan carros con alces son casi siempre fatales, para ambas partes. En las carreteras en Terranova hay letreros donde anuncian las fatalidades de cada estación. “Alces, 3. Humanos, 0”. Hace poco más de cien años, los introdujeron a la isla, con la intención de alimentar a los pobres. Trajeron cinco. Hoy en día la población es de unos ciento veinte mil. Se han propagado sin freno porque no tienen predadores, y están haciendo destrozos con los bosques boreales. Se ha propuesto importar lobos para ver si devuelven el balance a la naturaleza.

Intimidad

Mi cuñada vive con sus animales. Se ofende cuando digo que los caballos tiene mirada profunda, con conciencia, pero que las vacas no parecen tener inteligencia. Me responde que las vacas también son muy listas, y tienen personalidad y sentido del humor, pero tienes que observarlas por mucho tiempo para poder discernirlo.

Sojuzgada

Lily mordió otra vez a un perro. Yo estaba subiendo calle arriba, y era día de ventas en el barrio. Todo el mundo saca una mesita, y ponen sus cucuruchos, y libros y ropa usada en venta. Viene gente de otras calles, y todo muy animado. Una mujer con su perro de correa muy suelta se acerca, y su perro viene a curiosear a la mía. La Lily le saltó al cuello y no quería despegarse. Como yo tenía al otro perro mío y no quería acercarlo a la pelea, solo podía sacudir la correa de Lily. Yo gritaba, la otra dueña gritaba, hasta que al final soltó al otro animal. Después de revisar a su perro para ver si había herida abierta, la mujer comienza a vocearme: “¿Y qué hace usted trayendo un perro agresivo a una actividad del vecindario?” “No la traigo a la actividad, la llevo para la casa”. “Mi perro tiene trece años, como se atreve”, como si hubiera sido yo quien le mordió la perro. “Y la mía doce, y mal genio,” le contesto. Llego a casa malhumorada, encuentro a mi marido de estupendo humor: vendió sesenta dólares de CDs usados a coleccionadores de música, un dólar cada uno. Solo le quedan dos cajas más. En la casa, le quito la correa a la perra, y la miro mal. Me mira, y con los ojos me dice: “¿Pero que querías que hiciera? Era un pug.”

Justo En Ese Momento

Voy en bici, y me cuelo por la calzada, para no llegar tarde a mi próxima reunión. De un arbusto sale un mapache joven. Tiene un pelaje castaño claro, muy lindo. Algo no anda bien con este, apenas puede sostenerse. Habrá perdido la madre y estará desfallecido de hambre, o tal vez, enfermo. El distemper y la rabia son endémicos en la población de Mapaches. Me mira desamparado; sabe que va a morir. Talvez no quiere morir sólo.

La muerte. “La ola”, obra cumbre del artista japonés Katsushika Hokusai, muestra un tsunami gigante. Si te fijas bien, verás que hay tres botes en la imagen. Y si te fijas aún más (me tomó dos décadas darme cuenta) en cada bote hay cabecitas representando los marineros de los botes. Pero no están pintados como gente, sino como cráneos de calaveras. El grabado no representa el peligro de la naturaleza, como había yo pensado todos estos años, sino el momento en que te das cuenta en que te vas a morir, y te sabes ya descarnado.

Se Oreando

Le hablaba a mi gata y hoy le hablo a la perra. También me contestan. Mi tío, que tampoco es muy cuerdo, decía que no eras loco si oías voces, sólo si les contestabas. Por ese criterio, estoy completamente rematada. Me habla la perra, el mapache bebé, y hasta la langosta. A veces me hablan hasta los árboles y el pasto. Una vez le pedí a unos ratones que se mudaran de la casa, para que no cayeran en la trampa nueva que había comprado Bill. Y me hicieron caso, y se fueron, después de habernos plagueado por ocho meses. Lo que nunca, nunca he logrado, es señorear sobre ellos.

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