Edición 191

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ISSN:2322-74GX | Año 28 | Edición 191 | Distribución gratuita | 12.000 ejemplares | Medellín, septiembre de 2015 | www.periodiconexos.com.co


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ÍNDICE

04 ZEUS AHORCANDO A ATENEA 05 SUPERAR ECOSISTEMAS DE ASFALTO: L’ART 06 DU DÉPLACEMENT LEÓN DE GREIFF: 120 AÑOS 07 RAFAEL LECHOWSKI: DEL 08 MÚSICO AL POETA FAC SIMILE: HACER SEMEJANTE 10 ODIAR A UN DIRECTOR DE CINE 12 LA MÁSCARA SE QUITA LA MÁSCARA 13 FUEGO PURO EN EL ESCENARIO 14 ENFERMEDAD ANIMAL 16 A JARDÍN HAY QUE CONTEMPLARLO 17 LA DICTADURA DEL ESTEREOTIPO 18 SI NO LO DAS PORQUE QUERÉS ¿POR QUÉ LO ESTÁS 19 DANDO? RELACIONES VERTICALES

POR MARÍA GIRALDO VARGAS

POR JORGE VEGA BUSTAMANTE

POR ESTEFANÍA VÁSQUEZ

POR MARÍA ALEJANDRA CARRILLO

POR AGUSTÍN RENDÓN CALLE

POR CAMILO MONTOYA C. POR LEÓN SIERRA URIBE

POR FELIPE ARCILA G.

POR SOFÍA PÉREZ ARISTIZÁBAL

POR MARÍA GIRALDO VARGAS POR LUISA BETANCUR OSSA

POR CAMILA CARDONA A.

POR ÁGUEDA VILLA G.

Ilustración María Toro Quijano Mariapalitos facebook.com/mariapalitosillustration


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DECIDAMOS QUÉ LEER Natalia Zuluaga Salazar

Editora / nzulag2@eafit.edu.co

– “¿Algunos de ustedes han leído Crepúsculo? Y si lo han hecho, ¿qué les gustó de la saga?” De esta manera, comienza una discusión planteada en el conversatorio inaugural de la última versión de la Parada Juvenil de la Lectura en la ciudad de Medellín: “Decidimos qué leer”. Este conversatorio, precedido por dos investigadores de la capital colombiana, abrió un pequeño debate basado en el tema de la lectura. Tanto en cantidad como en calidad. Mucho se ha afirmado que en Colombia no se lee. Que somos un país mil veces contado, pero pocas veces leído en nuestro interior. Pero, y aclaro que todo esto resultó del conversatorio, estamos sentados en un momento de la historia en el que una de las actividades más frecuentes es la lectura. Porque el texto no se limita al libro impreso, al periódico de la mañana o al documento académico; un texto es una composición de signos que necesitan de alguien que los decodifique y esto no puede tener límite de formatos. Sin embargo, ¿qué estamos leyendo? Decidimos qué leer, eso está claro, pero ¿hacia dónde nos están llevando esas decisiones? ¿Qué pasa por la cabeza de un adolescente de noveno grado que prefiere leer más de 1000 páginas de Stephenie Meyer a 300 páginas de Gabriel García Márquez? Tenemos en Colombia una enorme cantidad de jóvenes que buscan qué leer y hay algo que los Best Sellers o la llamada literatura juvenil les está dando. Algo que claramente no parecen encontrar en la literatura clásica o incluso en la contemporánea. Fácilmente podríamos depositar la culpa del problema de lectura en la educación primaria y secundaria que tantos fallos ha tenido en países como Colombia. Y dónde más decir que radica el problema, si es allí donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo como niños, jóvenes y adolescentes. Es allí, y durante ese tiempo, donde construimos lo que después nos servirá, para bien o para mal, como base de nuestra educación y de nuestro comportamiento. A la pregunta expuesta al comienzo de este texto y planteada en el conversatorio nombrado con anterioridad, una de las asistentes respondió sin titubeos: “Yo leí los primeros dos libros. Creo que lo que realmente me atrapó por un tiempo fue la descripción tan corta que se hace de Bella en la novela. Porque solo me dieron dos o tres rasgos de ella, no supe más del personaje. Y entonces eso me dio la libertad de llenar a Bella con cosas mías. Yo era Bella”. ¿Si ella es Bella, podría yo ser Ulises? ¿Podría yo depositar en Fermina Daza características solo mías? ¿Qué rasgos míos podría tener un hombre que enloqueció de tanto leer novelas de caballería? ¿O sería yo tal vez Sancho Panza, sencillo y bonachón? Atrevidamente voy a decir que lo que hace que aquél adolescente de noveno grado compre en la librería la saga de cuatro libros de Stephenie Meyer y no se vaya a casa con un ejemplar de El amor en los tiempos del cólera, es la identificación. Yo, personalmente, me enamoré

DIRECCIÓN María F. Villafañe García mvillafa@eafit.edu.co GERENCIA Hernando Vélez Herrera hvelezh@eafit.edu.co

Ideas y Cultura Asociación Cultural

Periódico Estudiantil NEXOS

EDICIÓN Natalia Zuluaga Salazar nzuluag2@eafit.edu.co Valentina Bustamante Mesa Miguel Ángel Correa Saldarriaga Felipe Arcila G. AgustÍn Rendón Calle Maria Alejandra Carrillo Paulina Echavarría María Giraldo Vargas Andrea García Vélez Águeda Villa G. María Camila Cardona A. Camilo Montoya C. DESARROLLO HUMANO María F. Villafañe García mvillafa@eafit.edu.co EDICIÓN WEB Y Sofía Pérez Aristizabal SOCIAL MEDIA spereza5@eafit.edu.co Carolina Restrepo Carolina Ramírez Santiago Londoño Ana María Jiménez

de Florentino Ariza, quise que me siguiera en el camino hasta el colegio y que me enviara cartas reafirmándome su devoción. Pero nunca me sentí identificada con Fermina Daza. No pude depositar en ella rasgos de mi personalidad porque García Márquez me regaló un personaje completo. “Contar historias - ficticias o no, realistas o embellecidas con dragones- es una manera de darle sentido al mundo alrededor nuestro”, afirma Julie Beck, columnista de la revista literaria The Atlantic. Y qué otra cosa podemos estar haciendo en noveno grado que buscar sentido. Andamos aparentemente muy ocupados viviendo nuestra vida como adolescentes, pero realmente estamos buscando sentido en cada cosa que hacemos o decidimos dejar de hacer. Ya solo con contar lo que nos sucede día tras día estamos construyendo historias con hilos narrativos que nos definen absolutamente. Contamos nuestras historias como si fuéramos parte de una novela o como si fueran cuentos cortos.Porque para noveno grado estamos inmersos viviendo épocas de grandes transformaciones personales, de encuentros crudos con la realidad y de choques frecuentes con todo lo que nos rodea. Buscamos entonces que sean esas historias las que nos regalen a la hora de presentarnos con el maravilloso mundo de la lectura. Sin embargo es a Ulises, al ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, a Zeus y a Aquiles a quienes recibimos como tarea por parte de nuestros profesores del colegio para leer en tiempos limitados y para analizar luego en tiempos récord. Y cuando terminamos con la educación secundaria y si acaso comenzamos la superior, están ahí las cifras para afirmar que en Colombia no leemos. Porque nos supo amargo La Ilíada, porque no encontramos nada que nos atrapara en La Odisea, porque al final nunca nos sentimos identificados ni con Don Quijote ni con Sancho Panza. Vale la pena aclarar que para nada estoy poniendo en duda la grandeza de la literatura clásica. Lo que aquí se cuestiona es la necesidad de leer estos grandes textos en una edad en la que lo que realmente estamos buscando es identificación. Poco sabemos de lo que estamos haciendo en noveno grado y, menos aún, tenemos idea de lo que haremos más tarde. Entonces, maestros, motívennos a aferrarnos a un hábito de lectura que tanto bien nos va a hacer por el resto de nuestras vidas. Aprovechen lo poco que sabemos de la vida y déjennos buscarnos en los textos sencillos, aquellos con historias parecidas a las nuestras, para luego llegar por nuestros propios medios a textos que nos lleven a otros mundos completamente distintos. “El maestro verdadero no enseña a resolver los problemas matemáticos, sino que instiga hacia la solución individual. El mejor método es el que cada uno tiene dentro. […] Cada hombre está llamado a llegar al Espíritu con sus propios pies. Cada mente manifiesta en su procedimiento el modo de su auto-expresión”. – Fernando González

MERCADEO Carlos Mario Arbelaéz Reyes carbel16@eafit.edu.co Mateo Emilio Saltaren Figueroa Manuela Sanín Cristian Arbeláez Daniel Hernández Catalina Botero Santiago Mejía PORTADA Laura Mejía Posada DISEÑO Y MONTAJE Daniel Beltrán Castello PREPRENSA E IMPRESIÓN Casa La Patria AGRADECIMIENTOS Desarrollo Humano Universidad EAFIT Fundado el 13 de agosto de 1987 por Jorge Restrepo, Jaime Cadavid, Claudia Patricia Mesa y Gustavo Escobar. Personería Jurídica No. 568 de septiembre de 1993. Carrera 49 No. 7 Sur-50 / Bloque 03 oficina 325 EAFIT Teléfono: 261 93 02 / Fax 261 95 00 ext. 407 nexos@eafit.edu.co / www.periodiconexos.com.co

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RELACIONES VERTICALES María Giraldo Vargas mgiral95@eafit.edu.co

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todas las relaciones interpersonales que tenemos los humanos, existe una bien particular. Es una relación que existe desde hace mucho tiempo en nuestra sociedad colombiana, principalmente en la antioqueña. Se da más que todo en las familias de clase media y alta, y es tan tradicional como la religión misma. Uno de los sujetos siempre es una mujer, la cual no es la madre de los hijos pero prácticamente los cría. Ella, que pasa todo el tiempo en el hogar pero no es su dueña. Ella, que prepara toda la comida pero es la última en probarla. Ella, a quien queremos como un miembro más de la familia, pero que no duerme ni pasea con nosotros. Evidentemente, es un vínculo bien peculiar. Al ser algo tan común en nuestra cultura, pocas veces –o más bien nuncanos cuestionamos sobre la infinidad de curiosidades y paradojas que surgen alrededor de esta relación; y no necesariamente con el fin de juzgar si está bien o está mal, o si es ético o no, sino con la mera intención de percatarse de lo extraña que es. Empecemos por el hecho de que en la relación en cuestión, una persona le da a la otra la responsabilidad de cumplir con los que deberían ser sus deberes más personales: lavar los platos, tender la cama, limpiar el baño, preparar la comida. Gajes del oficio de ser adulto. En otros lugares del mundo, desde que los hijos son aún niños se les enseña a cumplir con este tipo de responsabilidades: cada quien tiene que llevar su ropa sucia al cesto, los días para lavar los platos se reparten, cada uno tiende su propia cama antes de salir a trabajar o a estudiar, etc. ¿Será algo cultural? Pues aquí, pareciera que tenemos una pereza colectiva de cumplir con esas tareas, por lo tanto recurrimos a contratar una persona, una mujer, para que las haga por nosotros.

Por otra parte, es difícil saber en qué categoría encajaría esta relación. Laboral porque hay un contrato, le pagamos un sueldo, le brindamos unas prestaciones legales como en cualquier otro trabajo y ella nos brinda un servicio. Personal porque vive con nosotros, nos conoce desde hace tiempo, la queremos y ella nos quiere, nos importa y nosotros le importamos. Independiente de si el vínculo existe hace dos años, seis, o quince, al convivir con una persona tanto tiempo dentro del mismo espacio es inevitable no generar un lazo afectivo hacia ella. Con el tiempo empezamos a conocer más de su vida y ella de la nuestra, conocemos sus gustos, sus problemas, sus historias y sus pensamientos. Es como entablar una amistad en la cual uno de los dos es el superior, y el otro, a pesar de todo lo bueno, siempre se verá “obligado” a obedecer ciertas órdenes y a cumplir horarios, a ser la parte inferior de una relación vertical. Sí, por supuesto estamos hablando de las empleadas domésticas internas. Ellas, a quienes desde hace años acogimos en nuestros hogares para que realizaran los quehaceres y nos volvieran la vida más fácil. Ellas, a quienes hemos aprendido a necesitar casi como al agua, pues cuando no están presentes no sabemos ni qué hacer con nuestras vidas. “Hoy Luz no está, nos va a tocar salir a almorzar” “¡Ay no! ¡La empleada renunció! ¿Tenés alguna para recomendarme? Es urgente” “No sé que ponerme hoy porque Dolly no ha lavado la ropa esta semana”. Ellas, a quienes en serio queremos pero con una barrera invisible que, sin darnos cuenta, marca ciertos límites. ¿Acaso es eso normal? ¿Es ético? Así sea una forma de trabajo y le paguemos un salario a esa persona, pienso que no deja de ser un poco extraño el hecho de que prácticamente tenemos a una amiga o a una familiar como mucama. Héctor Abad dijo alguna vez en una columna: “Para sirvientas y criadas también funcionaba bien la disonancia cognitiva: si no las hubiéramos acogido —en general eran niñas huérfanas abandonadas— se habrían muerto de hambre: antes que agradezcan que las hayamos criado en nuestra casa; de no ser por nosotros estarían en la calle, a la intemperie, prostituidas, perdidas para siempre”. Por más que nos escudemos en el hecho de que la tratamos bien, le brindamos bienestar, techo y comida, no deja de parecerme curioso el hecho de que una persona a la cual con el tiempo empezamos a guardar en nuestro interior se vea “obligada” a lavar nuestros calzones, a limpiar nuestro sanitario y a cocinarnos los alimentos del día. Es pedirle a alguien que haga lo mínimo que deberíamos hacer por nosotros mismos con la excusa de que le damos dinero, que tal vez la estamos salvando de una situación peor, que le estamos ayudando a tener una mejor vida de la que podría estar teniendo en un país como este. Con esta reflexión no pretendo decir que tener una empleada del servicio significa que somos unos bárbaros sin corazón y mucho menos, decir que ser una empleada del servicio tenga algo de malo. De hecho creo que son mujeres admirables e igualmente creo que ambas partes actúan de manera inconsciente e inocente frente al tema, pues precisamente por ser algo tan tradicional, nunca le dedicamos una pequeña recapacitación a todo lo que conlleva esta relación tan singular. Simplemente sería útil que cada quien se preguntara en qué medida le parece normal, justo y correcto el trato que le da a su empleada, en qué ha acertado y en qué no, y así, poco a poco, ir creando un ambiente y un lazo mucho más positivo para ambas partes.

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¿Qué tienes para decir?

El próximo 16 de septiembre serán las Asambleas de Carrera, espacio que brinda la Universidad para que sus estudiantes pongan en común las opiniones que tienen sobre su pregrado y la institución como tal. El horario será de 10:00 a.m. a 2:00 p.m., período en el cual no se podrán realizar otras actividades académicas.

Un nuevo espacio para el desarrollo

El pasado 26 de agosto se inauguró en la Universidad el Centro Argos para la Innovación, una representación de la alianza entre la institución, el Estado y la empresa para el desarrollo de la industria, no solo en Antioquia, sino en todo el país. Este nuevo edificio cuenta con 12 laboratorios y espacios abiertos al público.

125 años de Simón el mago

En el marco del aniversario 125 del cuento Simón el mago de Tomás Carrasquilla, EAFIT inauguró la exposición que lleva el mismo nombre. La intervención cuenta con más de 30 ilustraciones acordes a la obra, que se encuentran distribuidas por todo el campus. El aniversario también se celebró con la reedición del libro y la presentación de la película, nombrada de la misma manera que el cuento y dirigida por Víctor Gaviria.


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ZEUS AHORCANDOA ATENEA Jorge Vega Bustamante fliavega@une.net.co

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xpertos y profanos se preguntan no con poca aflicción qué pasará con Grecia, país asediado por la deuda oficial con los países de la Unión Europea. La obra del catedrático y exmagistrado Javier Henao Hidrón, Un viaje por tres civilizaciones, da pie a los inquietos más por la lógica que por la ortodoxia bancaria a preguntarse si esa severidad no debería tener indulgencia y hasta para muchos, indulto. Son reiterativas las noticias que indican cómo la materialista Europa se proclama rampante acreedora, ignorando una nunca bien pagada herencia cultural que dejó la madre de la civilización moderna. “¿Qué es eso de estar acosando a quienes nos enseñaron todo, por miserables 350 millones de euros?” se pregunta el columnista Oscar Domínguez. Repasando la mitología que enseñan la historia griega y romana, cabe el símil: parece que Zeus, celoso, quiere deshacerse de Atenea por ser esta la diosa griega de la sabiduría, las artes y las ciencias. También nos lleva a evocar el mito clásico de El Rapto de Europa, donde Zeus, tomando forma de toro, se acercó a la princesa fenicia Europa, quien se bañaba en el mar; ella, montada en los lomos del manso y sexual animal, fue transportada a través del océano a la isla de Creta donde nacería Minos, quien con Pasifae, engendró al Minotauro. Se han olvidado de lo que dejó anotado la “memoria grabadora” de Platón durante los ocho años de convivencia con Sócrates, el gran maestro, que como Jesús no dejó nada escrito; el padre de la filosofía fue acusado de corromper a la juventud y obligado a envenenarse con cicuta, cuando en realidad fue enemigo de las tiranías administrativas y se interesó en los problemas morales del hombre. También la prédica socrática fue testimoniada por Aristófanes. Este poeta cínico ateniense transformó la comedia en arma para flagelar las costumbres de su época con su obra famosa Lisístrata, comedia-farsa donde Aristófanes preocupado se niega a dejarse cegar por el fanatismo patriótico y en ella calca su determinación: Lisístrata, esposa de alto oficial de las tropas, harta de la guerra, reúne a las mujeres y las compromete al paro de cerrar las piernas como advertencia al “sexo fuerte”, que al final, ante tan terrible amenaza, decide no ir a pelear. A propósito de la comedia, con esta dejó de ser aburrido el teatro, en especial por la obra de Eurípides y con Zenón el otro ingenioso comediógrafo. Ni qué decir de quien enriqueció la poesía, Píndaro, y de Demóstenes quien hizo retumbar las masas con su oratoria. Se olvidaron de los maestros de la historia narrada por Heródoto y Tusídides, a más de la tragedia escenificada por Sófocles, como de la medicina inventada por su símbolo hipocrático. Y de las artes visuales, de las cuales fueron ejemplo los pintores Polígnoto como Apeles y de los escultores Fidias y Praxiteles. Pasemos ahora con lo que se muestra a los ojos: lo atinente a la arquitectura y la escultura, testimonios que se les enseña a los viajeros y turistas que no han tenido ocasión de conocer la variopinta obra escrita que compendia Sofía, la madre de la filosofía. Se trata de los monumentos perennes, obras testimoniales que por más de 25 centurias aún permanecen -buena parte- en pie a pesar de las inclemencias del tiempo, las guerras y las hordas colonizadoras que pasaron arrasando como en la actualidad ocurre con el Estado Islámico en Oriente Medio. Fuera de los monumentos que se conservan en Atenas especialmente, en Europa se conservan esculturas y grabados “saqueados” por los ingleses que exhiben orgullosos en el British Museum de Londres, así como los de otros lares. La Acrópolis reúne en su cima rocosa múltiples monumentos y templos a los dioses. Allí está el teatro de Dionisio; fueron sus arquitectos Calícrates e Ictinos (siglo V a.J.C.), este último también constructor del templo de Bassai, dedicado a Apolo (idea de la belleza). El Partenón de estilo dórico, decorado por el escultor Fidias, es el santuario que evoca a Atenea, diosa de la mitología. Es el representante máximo de la

Ilustración Paula Andres Salas Florez behance.net/PASFZ

arquitectura helenística en el cual también colaboró el genio de Ictinos. Hay muchos más ejemplos de esa prolongada civilización, donde han utilizado multitud de rollos de papiro y toneladas de bloques de mármoles por siglos, relevando las maravillas que hoy los banqueros de la Unión Europea están ignorando. Los anales históricos hasta la modernidad están pletóricos de ejemplos de los genios de la música, las letras y las artes que murieron en la miseria pero a los cuales se les vino a reconocer, agradeciéndoles en la posteridad que valorizó enormemente sus obras como verdaderas fortunas, diferente a las de la antigua Grecia que parecieran ahora desvalorizarse. El país insular ha padecido crisis (¿cuál no?), pero ahora está siendo más duramente castigado. ¿Acaso el crack norteamericano de la pasada época no influenció en las economías de América? En realidad todos pagamos algo. Pobre del sufrido pueblo que pasa de acreedor a deudor, empeñado al poder del más fuerte. En estos meses la prensa económica internacional ha repetido la noticia que el Fondo Monetario Internacional dice “No al nuevo rescate de Grecia”. El F.M.I. se negará a unirse al rescate griego si no se cumplen las demandas de alivio de la deuda. ¿Qué tal? William Ospina plantea en Es tarde para el hombre la destrucción por este mismo de la naturaleza. Quien además está destruyendo, por el mal trato y el olvido de ese acervo, las herencias culturales como la helénica, que sigue siendo maestra a pesar de la ingratitud. Maestra que enseñó a través de decenas de centurias desde la civilización más antigua; la que ostentan los griegos como arma, pero de “poco peso”, a la que quieren avasallar y suplantar los líderes poderosos del mundo moderno con su boyantía. El mito antiguo se renueva siguiendo la sentencia de Erich von Daniken en El mensaje de los dioses: “fábulas, leyendas, mitos y sagradas escrituras están preñadas de verdades, de hechos reales”.


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SUPERAR ECOSISTEMAS DE ASFALTO: L’ART DU DÉPLACEMENT Miguel Ángel Correa S. mcorre27@eafit.edu.co

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n esta ciudad, llena de semáforos en rojo, de curvas y obstáculos, nuestros pies recorren los caminos delimitados por el asfalto o las baldosas. Un pie por delante de otro, así hasta llegar a nuestro destino. Hallar belleza en este caos es virtud. Lleno de gente que choca sus hombros por las calles del centro, todos van caminando con un afán descontrolado y lo único que queda es esa arquitectura inmóvil dispuesta a ser superada. Al dibujar el recorrido de un punto A a un punto B en un plano urbano, la línea tiende a ser cambiante y arbitraria, como si de resolver un laberinto con un lápiz se tratase. Pero, ¿por qué no hacer la línea recta? Muchos de los que practican el Parkour piensan eso, en sortear las barreras físicas que se imponen delante suyo, para alcanzar un lugar con velocidad. Al Parkour lo definen como la disciplina física de moverse de un lugar determinado a otro con la mayor fluidez posible. No importan los obstáculos, solo llegar y llegar rápido. Los únicos aliados son el entorno y el propio cuerpo. Esta práctica suburbana, aunque de manera lenta, ha llegado a ser un furor entre los jóvenes que lo practican. *** Sebastián Peña vive en Sabaneta, tiene 20 años y trabaja en un restaurante. El día que tiene libre se quita el uniforme, se pone unos tenis y una sudadera. Su lugar de entrenamiento: toda la ciudad. Sebas entrena Parkour desde hace dos años y no puede ver una valla porque siente un incontrolable deseo de saltarla. Habla rápido, como con afán, da la sensación de estar dispuesto a salir corriendo en cualquier momento. Es un tipo alto y deportista que descubrió este mundo del Parkour mirando videos y de un día para otro salió de su casa para intentar hacer un salto mortal que le dislocó el brazo. Los practicantes de esta disciplina deportiva se denominan traceur. Los saltos imposibles, piruetas de gimnastas, el riesgo de caer de bruces sobre el cemento, define este deporte como uno de alto riesgo: un solo fallo en la ejecución podría suponer una fractura. Esta práctica no puede considerarse

un deporte ya que no se trata de superar a nadie en una competencia, el objetivo es fortalecer el cuerpo para aguantar y la mente para vencer el miedo. En otras palabras es un arte, y así lo dice el nombre original en francés: l’art du déplacement (el arte del desplazamiento). El Parkour se basa en la fluidez de los movimientos y en la eficacia de un salto bien ejecutado. Una variante de este es el Free Running, al cual se le añaden acrobacias y piruetas para hacer mucho más espectaculares los saltos. Aunque la diferencia entre los significados es notable, en esencia es lo mismo y a la hora de usar un término u otro no hay ambigüedad, el primero es de origen práctico y el segundo más acrobático. *** Le pedí el favor a Sebastián de enseñarme algún salto o pirueta. Estaba dispuesto a experimentar la adrenalina, aprender la fluidez de correr y vencer el miedo a las alturas. Acordamos el lugar perfecto en Sabaneta: una cancha sin demasiados obstáculos para un principiante como yo. Lo primero que me dijo fue tan imperativo que me desconcertó: “bueno, ¿ves esa caseta de allá? Pues de allá te vas a tirar y vas a caer bien”. No me esperaba eso, lanzarme desde el techo de una caseta de cemento a unos dos metros y medio del suelo. Yo esperaba un ejercicio de equilibrio o una iniciación al estilo del maestro Miyagi: “encerar mano derecha, pulir mano izquierda…no olvides respirar”. En el Parkour no hay tiempo para cosas básicas, vencer el miedo desde el principio es un gran paso. “Cuando caigas revuélcate en el suelo como si hicieras una voltereta para no dañar tus tobillos por el impacto” dijo Sebas. La explicación no me relajó para nada, seguía sudando de los nervios. Él quiso hacer la demostración primero, estiró sus piernas y sin dudarlo se tiró como un suicida, cayó sobre los pies y seguidamente rodó proyectando la fuerza de la rotación en los pies, el hombro y la espalda para que la energía lo volviera a levantar y siguiera corriendo. Llegaba mi turno, la hora del salto. Desde abajo no parecía tan difícil y al ver a Sebas me llenaba de coraje para hacerlo. Respiré profundo, cerré los ojos y empecé a correr. De pronto ya estaba en el aire. Como por instinto de supervivencia salí ileso de la estupidez que acababa de hacer, di la vuelta sobre mí mismo y seguí caminando. Hice lo mismo que me había enseñado mi maestro. *** Después de unos días conocí a Diego Ocampo, un muchacho bajito, de brazos fuertes y de piernas ágiles. Tiene un tatuaje en la espalda que dice “Parkour” y otro en un costado que reza “amor al movimiento”. Con él hubo una sesión intensa de trucos: saltos precisos, side flip, saltos mortales. Yo, obviamente, no lograba hacerlos todos, pero Diego sabe que al principio es difícil. Incluso a él le tocó trabajar duro para ser mejor: “sin sacrificio, no hay victoria”, explica. Se trata de una forma de pensar detrás de todos esos saltos que desafían las capacidades humanas. En el parkour se utilizan dos lemas. El primero: “ser fuerte para ser útil”, relacionado con ejercitar el cuerpo para poder salir airoso en diferentes situaciones. El segundo: “ser y durar”, que trata de conocerse a sí mismo, conocer sus propios límites y superarlos. Es decir, evitar las lesiones en el entrenamiento para perdurar en la práctica y mejorar con el tiempo. Diego me animaba a seguir practicando, en este gremio son muy receptivos

Ilustración Daniel Beltrán C. behance.net/danielus123

con los nuevos practicantes. Nadie es mejor que nadie. Él mismo me explicó: “cuando yo apenas empecé, los más experimentados hacían trucos y ellos mismos se acercaban a mí para enseñarme, en esto solo hace falta un poco de disciplina y disfrutarlo al máximo, hasta que tus músculos no puedan contraerse más”. Luego de tres años siendo fiel a su rutina, Diego Ocampo se curtió a base de caída tras caída, su cuerpo ya resiste las tempestades del día a día, ahora dice con orgullo: “ya no hay quien me detenga”. Él llevó su cámara: una cosa es hacer Parkour y otra es verse haciéndolo. Edita sus videos en Sony Vegas sin licencia, les pone música y los sube a internet. Vive en La Estrella y trabaja en Niquía, cada día hace una parada en Envigado antes de ir a encerrarse en la bodega de una tienda, en la otra punta de la ciudad. Cerca de la biblioteca Débora Arango, mueve sus muñecas, hace estiramientos y se olvida de todos, empieza a correr sin un destino, salta de pared en pared, sortea los muros con velocidad, le da un nuevo significado a la arquitectura: las escaleras son saltadas, los tejados son recorridos, los laberintos son superados. Todo es diferente si se es Traceur, rodeado del gris de los edificios y de la gente que camina lento, ante la oportunidad de buscar salidas en este ecosistema de cemento y metal, sólo le queda correr y fluir por esta naturaleza urbana.


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LEÓN DE G R E I F F: 120 AÑOS María Alejandra Carrillo mcarrill@eafit.edu.co

Francisco de Asís León Bogislao de

Greiff Haeusler era su nombre. Francisco por el santo, y León por el novelista ruso Tolstói. Sus padres Amalia Haeusler y Luis de Greiff nunca escatimaron en nombres, pero aun con todos los que le dieron él se agregó unos 127 más. Leo Le Gris fue uno de los tantos seudónimos que utilizó para escribir sus versos, así como Gaspar de la Nuit, Mateo Aldecoa, Sergio Stepansky, Lope de Aguinaga, Vogislao Von Greiff y Harold el Obscuro, entre otros. El 22 de julio anterior se conmemoró el natalicio de León de Greiff —o el Maestro, como la mayoría de sus amigos lo recuerda—; para ello, la Universidad EAFIT llevó a cabo un conversatorio con la participación de su hijo Hjalmar de Greiff, su gran amigo el ex presidente Belisario Betancur, el rector de la Universidad Juan Luis Mejía y el escritor Héctor Abad Faciolince, futuro biógrafo del poeta. Han pasado ya 120 años desde que Medellín recibió al poeta más importante de Colombia y, por si fuera poco, como lo recordó Juan Luis Mejía, se cumplió el centenario de la fundación de la revista que marcó un rompimiento con la literatura de su época y que el Maestro dirigió en sus primeras tres ediciones. En febrero de 1915, León de Greiff fundó la revista Panida, en compañía de doce amigos más, entre ellos Ricardo Rendón (el caricaturista del indio de los cigarrillos Piel Roja), quien fue el ilustrador de la revista y uno de los más grandes amigos de León hasta su suicidio, en 1931. Se especulaba que los Panidas habían hecho un pacto suicida, y —como Rendón— muchos otros lo cumplieron. El poeta, en lugar de suicidarse, murió con una foto de su amigo Ricardo en la mesita de noche. «Él era amigo de siempre de todos sus amigos», contó su hijo, y habló también

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Fotografía Cortesía Información y Prensa Universidad EAFIT

— “Maestro, le presento a Belisario Betancur”— dijo Fajardo. — “¿Betancur? ¿El jovencito que escribió que mi poesía se parece a los catálogos de Marroquín?” Y Betancur, temblando, respondió: «Sí, Maestro, pero no lo vuelvo a hacer». El auditorio de la Universidad alojaba las risas de todos los asistentes, que seguían la historia del expresidente: “Ahí empezó una amistad para toda la vida, que me honra y dura en toda la muerte”, concluyó Belisario. Al cabo de unos minutos, Hjalmar de Greiff expresó su gratitud: «Belisario, quien fue un cálido amigo de mi padre, siempre tuvo una buena relación con él, y con quien podía tener diferencias literarias respecto a Marroquín. Desgraciadamente, entre las cosas recopiladas no he podido encontrar el catálogo de la B de burro que iba a ser dedicada a Belisario, pero sigo buscando».

de lo mucho que su padre apreciaba al expresidente Betancur.

La donación

Más que intelectuales, poetas, pintores, laureanistas, estalinistas, liberales o conservadores, el escritor tenía amigos de la vida, amigos del alma.

León de Greiff también cargó con el apelativo de lector impenitente y llegó a atesorar en su biblioteca cerca de tres mil libros, de los cuales la familia de Greiff donó 600 a la Sala Patrimonial de la Biblioteca Luis Echavarría Villegas.

—“Belisario, íbamos en cómo conociste a León de Greiff. Parece que las circunstancias no fueron las más agradables que dijéramos porque habías escrito algo sobre León y luego te topaste con él en el Ministerio de Educación, acotó Juan Luis Mejía. —“En primer lugar, les ruego comprensión para el joven que era y quien les habla. De eso hace unos 110 años por lo menos. Yo soy contemporáneo de la Guerra de los Mil Días. Por eso pido comprensión para ese joven que quería hacerse notar…” El expresidente era un joven desconocido cuando recién se graduó de la escuela de Derecho y «necesitaba hacerse notar», así fuera a expensas de los famosos como León de Greiff. Por lo anterior fue que escribió un texto donde comparaba la poesía del Maestro con los catálogos de ortografía de José Manuel Marroquín. «Eran los que las gentes de mi edad usaban para aprender ortografía», evocaba Betancur con jovialidad mientras afirmaba que él pensó que su análisis «perversamente crítico» jamás iba a trascender el ámbito parroquial de la Iglesia de la Veracruz. Y con su ingenua seguridad se fue a Bogotá a buscar lo que llamaba «su destino», es decir, en busca de empleo y sueños. Al cabo de un tiempo, Belisario encontró un trabajo como segundo abogado del Ministerio de Educación Nacional y Carlos Martín Fajardo, su jefe, se lo presentó al director de bachillerato del Ministerio:

Héctor Abad Faciolince, su futuro biógrafo, tomó la palabra. «León de Greiff llegó a mi vida por el oído, por unas palabras que uno no entiende». Con su voz cálida evocó el momento en el que adquirió por primera vez un libro del Maestro y la importancia que cobraron para él los autores citados por León. Entonces, como si hubiera regresado de repente a ese momento de la infancia, hizo unas cuantas preguntas que le permitieron al público conocer parte de esa faceta biográfica. Recitó los versos del poeta y comenzó a contar anécdotas que despertaron más de una sonrisa en los rostros de los espectadores. «Hay episodios en los que su lenguaje le hacía más difícil la vida. Hay una carta muy bonita a Otto, su hermano, donde le dice que le iba a pedir por el telégrafo que le enviara las mazurcas de no sé quién y los impromptus de Shubert, pero no quisieron hacerlo “porque pensaron que estaba en clave” ». Del mismo modo, continuó Abad, «una vez lo apresaron junto con Antonio Montaña Cuéllar, y cuando le revisaron los bolsillos le encontraron unos poemas, seguro algo como: ‘Tabardo astroso cuelga de mis hombros claudicantes” y, de repente, los policías concluyeron: “esta es la clave, aquí está la clave de cómo se comunican estos comunistas”».

El poeta En lo que respecta a León, a secas, Héctor Abad Faciolince y Hjalmar afirmaron que él fue un funcionario público como cualquier otro. Disfrutaba muchísimo la música y era un hombre puntual y madrugador. Cuenta Faciolince que se levantaba para el trabajo y durante el camino solía detenerse a comer piña. También le gustaba mucho el trago, aunque era tajante al respecto: «Al aguardiente le debo muchas cosas, pero ¡ni un solo verso!». «No le gustaban los elogios de nadie —anotó Hjalmar—; obviamente, le gustaba ser leído y estimado por sus amigos, pero no buscaba nunca un aplauso». Aunque era un poeta reconocido entre los poetas, no fue un autor muy conocido en Colombia. Hjalmar recordaba que su padre se tardó diez años en vender los mil ejemplares de la obra poética publicada por la Universidad Nacional. En contraste, había logrado vender quince mil en Rusia y diez mil en Cuba. «Los gustos de mi padre eran por la literatura en general, él no era ni mejor ni peor poeta que los demás. Él no tenía interés de figurar en ningún ranking de poetas, él escribía lo que le provocaba, mejor dicho, no estaba en competencia. No fue un literato profesional, él fue un empleado público», señaló Hjalmar. Hasta el día de hoy, León de Greiff permanece en el anonimato para muchos colombianos. No obstante, para Hjalmar es un poeta por descubrir y por ello se ha dedicado a recopilar su obra con esmero. Pensando ante todo en el interés de las generaciones futuras y en que las versiones originales de su obra se preserven en su tierra natal.


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RAFAEL LECHOWSKI: DEL MÚSICO AL POETA

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Agustín Rendón C. arendon7@eafit.edu.co

Antes de subir al escenario los

poetas se reunieron, se saludaron unos a otros, compartieron, por lo que podía verse en sus caras, uno que otro chiste, y yo me dirigía, quizá eludiendo las buenas maneras, a saludar a Rafael Lechowski, quien se encontraba sentado sobre un muro como un cristiano cualquiera, jugando con sus pies suspendidos en el aire. Mi misión era clara, quería poder conversar con el poeta que otrora posaba de ser rapero, y por qué no, poder escribir sobre él: tarea difícil cuando de alguien con algo de fama se trata. Pero no fue así. Al saludarlo fue simplemente ineludible preguntarle si me concedería una entrevista, a lo que respondió con tranquilidad y sin ínfulas de mucho diciendo: “venga, dale, al terminar nos podemos sentar aquí”. Comenzó el antioqueño Edwin Rendón a recitar una poesía tan nuestra que los asistentes creímos haber podido escribir incluso en la casa de la abuela. Aplausos y suspiros hacían la segunda voz de cada verso, y así transcurría el evento. Acto seguido estaría en escena Rafael Lechowski, un poeta polaco radicado en España

por cuenta de la desigualdad social, que luego ver sus malas decisiones cobrando factura, se había convertido en un poeta en todo el sentido de la palabra. “Cuando muera, donen mi miseria a los más ricos” recitaba el joven español, y el público, en medio del recato que parece exigir un recital de poesía, no podía contener la risa, no burlona sino vengativa, con aquella clase opresora que todos creemos sufrir. Así avanzó el recital. Vuelta tras vuelta recitaban los poetas, algunos en un español refinado y otros en lenguajes inteligibles, al menos para el oído poco entrenado. Terminó el recital y el público se abalanzó con lapicero y cámara en mano sobre Lechowski, y a cada uno de ellos atendía con envidiable alegría, casi como si fuese él quien deseaba la foto. Fue pasando el tiempo y eventualmente el asedio de la fama terminó, nos sentamos no en el muro antaño prometido sino en un café con pretensiones internacionales que se encontraba junto al escenario. En un principio hablamos de Donde duele, inspira, disco que acababa de autografiarme, comentándole que disfrutaría escucharlo, y dijo: “a mí no me gusta escucharme, me oigo muy mal”, afirmación que rápidamente me llevó a preguntarle por sus gustos musicales. “Últimamente me decanto por los cantos gregorianos y todo aquello que incorpore la cítara, me parece que produce un sonido místico, y claro está, sin dejar a un lado al jazz, en especial a Alice Coltrane, esposa de Coltrane, quien logró introducir el arpa al jazz”. Pero de rap no se dijo nada. Esto comenzaba a esbozar los matices de la personalidad de un ser tan interdisciplinar como indefinible. —¿Es el amor una artimaña de la Naturaleza para la perpetuación de la especie humana? —preguntó el escéptico. —No —respondió el sabio. La especie humana es una artimaña de la Naturaleza para la perpetuación del amor. Artimaña - Rafael Lechowski


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Ilustración Daniela López daniwill9@yahoo.com

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Asociación Cultural Periódico Estudiantil NEXOS muestró inmediatamente interesado, y además se ofrece a hacerlo gratis, “si puedes darme cómo llegar, entonces con gusto allí estaré. Me parece importante ayudar desde el arte a rescatar los sueños de los jóvenes”, dijo, demostrando así que no es una simple fachada la del poeta solidario, sino que existe un compromiso con el mundo que lo rodea. Luego de unos cuantos minutos de conversación me invitó al ensayo que tendría lugar en las instalaciones de la mítica emisora de salsa Latinastereo, resaltando que allí tendríamos un entorno más propicio para que la entrevista se desarrollara. Del lugar resaltaba inmediatamente la decoración, de cada una de las paredes colgaba un trozo de la historia musical de Medellín, y al avanzar por el pasillo podía verse el estudio en el cual habitaban los melómanos, predicadores de la salsa en la ciudad; no es raro que no supieran quién se encontraba en el segundo piso, y de allí que preguntasen con soltura: “¿dónde es qué está el famoso? ¿Quién es que es ese?”.

base de toda sociedad, y que mientras más personas se interesen por este tipo de eventos, con toda seguridad se dispararán menos armas. El Festival de Poesía de Medellín este año fue dedicado a la paz, y al tocar el tema me dice: “no entiendo cómo podéis llevar 50 años con un conflicto que vosotros mismos os habéis creado. Si fuese una invasión de una potencia externa contra la cual no podéis revelaros, está bien, pero

“Si quieren conviértanlo en salsa, lo que quiero es ver que la gente no pueda contenerse y comience a bailar”

En el estudio Lechowski se alejaba del poeta y se convertía en el músico, dirigía las notas de cada uno de los instrumentos e invitaba a los intérpretes a dejar a un lado las partituras y a animarse a improvisar: “si quieren conviértanlo en salsa, lo que quiero es ver que la gente no pueda contenerse y comience a bailar”. Y así fue en el concierto, el otrora jazz tomaba matices más tropicales, la gente bailaba, y cuando llegaba el momento repetían cada uno de los versos con precisión inglesa.

“Llegó un momento en el cual me vi inmerso en un género tremendamente limitado, y me hago una pregunta, ¿yo qué soy?, soy un escritor y un músico, entonces he de dominar la palabra, y luego me veo haciendo bases y digo, pues bueno, he de conocer la música” y así fue, su obra entró en un proceso de refinamiento que lo ha llevado incluso a ser invitado a un festival de poesía, siendo exaltado como uno de los mayores exponentes del género.

Mientras se desarrollaba la entrevista, un poeta que antes había compartido escenario con Rafael interrumpió preguntándole tímidamente sus honorarios. Le extendió una invitación a su natal México para compartir talleres de arte con los jóvenes de la región, logrando así cumplir con la cruzada de presentarles alternativas a la realidad social tan compleja que generan el narcotráfico y los valores de alquiler. A esto Lechowski se

“Lo que busco con mi música es dignificar al rap, las cosas que me gustaban al principio, ahora no me seducen. Me di cuenta de que las personas a las cuales yo respetaba no sentían tanto respeto por el rap, y más que ir en contra de ellos quise aprender de ellos, así que me di a la tarea de hacer del rap un género más lleno de poesía, de música, algo digno de respetar”. Ha logrado fusionar el rap con lo más sublime que tiene para ofrecer el jazz, llegando inclusive al punto de dedicar más tiempo a la música que a la voz misma, logrando así crear una atmósfera de cohabitación melódica entre la música y la palabra. ¿La poesía o el rap?, le pregunto. “A mi me salvó la música, mientras estaba encerrado en el reformatorio culpando al mundo por la muerte de mi padre, preferí acercarme a aquellos que improvisaban que a quienes iban por malos pasos”, me responde. De aquí que sienta un agradecimiento tal con sus fanáticos que solo pueda ser pagado por medio de un trabajo arduo, en el que conste un trabajo cada vez más reflexivo. Actualmente los admiradores de Rafael Lechowski sueñan con escuchar su obra, Quarcissus, anunciada hace ya tres años, y de la que el artista sólo dice, “sé que al escucharla entenderán a qué se debió todo ese tiempo”. Las sensaciones que se lleva Lechowski y cada uno de los poetas de Medellín son unívocas: “Medellín, sin duda, es la capital de la poesía en el mundo, no en vano a cada uno de los eventos llegan personas de todas las edades y se sientan a escuchar, como si lo entendiesen todo”. Resalta también que la cultura es la

parecéis a gusto con lo que sucede”, y concluye que “lo que hace falta aquí es una revolución, no digo violenta. En mi país expulsamos a la Unión Soviética sin disparar una sola bala, lo único que necesita el pueblo es ser consciente de lo que sucede y no permanecer en silencio, cambiar su forma de pensar y entender que en ellos está la solución”. La conversación cada vez dejaba más al descubierto las múltiples facetas de Rafael, y al tocar casi por error el tema de la política, interrumpió mi discurso diciendo: “cuando se vaya Uribe yo creo que las cosas van a cambiar, vosotros estáis en una dictadura de tal magnitud que ni os dais cuenta, siempre están los mismos allí arriba, fuera Uribe por su padre, su abuelo y su quinto abuelo el pirata”. Rafael Lechowski, más que un músico, es un poeta, demostrándolo en cada una de sus acciones, y no uno del montón, sino uno de esos que tiene la empatía a flor de piel y que si pudiera llegar a definirse en una única palabra, esta sería amor. Amor hacia el mundo, hacia la naturaleza, amor por las personas. Un ser humano que se define a sí mismo como un asceta urbano, que prefiere la soledad y el silencio, al asedio que otorga la fama cual suplicio.


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FAC SIMILE: HACER SEMEJANTE

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Camilo Montoya C. cmonto41@eafit.edu.co

La edición facsimilar de la libreta contiene retratos de líderes de la revolución liberal, paisajes de las campiñas y los campamentos, comentarios burlescos y caricaturas políticas. 1 Edición facsimilar de un códice completo de un diccionario latino, de fecha desconocida.

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2 La libreta de dibujos de un artista y grabador que vivió en carne propia la Guerra de los Mil días, llamado Peregrino Rivera Arce, fue reproducida en una edición facsimilar bajo el título “Artistas en tiempos de guerra: Peregrino Rivera Arce”.

7 Las reproducciones de documentos políticos antiguos son testimonios vívidos del pensamiento de épocas pasadas. La caligrafía prolija, la redacción cuidadosa, compleja y rebosada de epítetos, inscrita en un papel soberano pero estropeado por el paso del tiempo, colman de solemnidad un documento oficial de la República de Colombia.

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el artista no abandonó su vocación y llevó en la contienda su libreta, de la cual salió la colección “Recuerdos de campaña”, un registro de 41 dibujos que testimonian la vida militar y rural de la época.

os facsímiles son reproducciones meticulosas de documentos antiguos como cartas, diarios, mapas, libros de gran valor o dibujos a mano, que imitan con altísima calidad los pormenores de las piezas originales, dando como resultado una copia casi idéntica, que en muchos casos recrea las texturas, los colores, los pliegos o los defectos de los documentos originales. Los facsímiles permiten a todo el mundo acceder a piezas históricas cuyo valor las obliga a estar celosamente resguardadas en museos o bibliotecas. Emulando las vicisitudes del tiempo -el desgaste natural de las tintas, el cuarteado de las texturas, las manchas confusas de los papeles-, la experiencia de leer un facsímil puede embelesar la imaginación: explorar las condiciones en que se produjo un trazo, se rubricó una firma o se dibujó un retrato. Es evocar, con todas las huellas de las circunstancias cambiantes, una realidad que ya ha sido vivida.

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La poca preservación de la memoria histórica, sobre todo de documentos que atestiguen la sociedad colombiana antes de que explotara la Guerra de los Mil Días, hace que los facsímiles de revistas de intelectuales se conviertan en piezas de gran valor histórico. En la foto, una portada de “Repertorio”, en una edición recopilatoria y en una edición facsímilar, de 1896.

5 Peregrino llegó a gozar de cierto reconocimiento en la esfera artística criolla, pero el inicio de la guerra en 1899 lo obligó a formar parte del bando liberal.

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ODIAR A UN DIRECTOR DE CINE León Sierra Uribe

leonsierrauribe@hotmail.com

Wong Kar – Wai tuvo que

haber sido uno de esos alumnos insoportables que desobedecen cada palabra que el profesor sugiere. El asunto es que en su desobediencia se sale con la suya y termina creando algo superior a la propuesta del maestro o dicho mejor, a la propuesta de la academia. Y es que en las películas de Kar – Wai, como Deseando amar o 2046, por mencionar sólo dos, todo es hermosamente distinto. Él instala la cámara en los lugares menos imaginados y nos pone a ver la escena desde una pequeña hendidura, tras un objeto, o detrás, incluso, de un sonido. Porque sus creaciones son, ante todo, un poema acústico. La música en sus películas no está ahí para llenar un vacío, está para ser protagonista. Nos va llevando, nos va meciendo, va poniendo el acento esencial a la historia. Es tan fuerte su presencia que he llegado a creer que él primero crea la música, o la recoge de aquí y de allá, y sobre esa fiesta sonora le da forma al guión. Sus historias son poderosamente sencillas. O tal vez sea más exacto decir que desde una historia sencilla, como la del encuentro de un hombre y una mujer en un pasillo de una

pensión barata, él nos narra en qué va el mundo, valiéndose de símbolos que siempre han estado gravitando junto a nosotros y que no hemos visto. Wong Kar – Wai nos invita a mirar y ver. Por eso juega con los movimientos de la cámara, haciéndola lenta. Por eso abre y cierra el zoom, regalándonos, como generoso abuelo, primeros planos excepcionales: un zapato, unas manos golpeando suavemente una mesa, un teléfono que aguarda, el humo de un cigarrillo que asciende, un número en una puerta… Pareciera decirnos que en cada objeto, por abyecto que sea, está contenido el universo, la literatura toda, el cine de la A a la Z, nuestras luchas. Lo que somos. Y esa rebeldía de una cámara que cuando esperamos que vaya a la izquierda va a la derecha, o se instala en un ángulo que ocupa sólo un fragmento del personaje o del hecho, ayudándonos a descubrir otras realidades de la realidad, o cuán falsa puede ser una verdad. Y aquí no termina: su juego con la luz y la sombra (que, acaso, eso es el cine), es genial. Siempre hay una lámpara acompañando una escena, lámparas solitarias, escuálidas, femeninas (sí, ahora caigo en la cuenta, todas sus lámparas son femeninas).

Pareciera decirnos que en cada objeto, por abyecto que sea, está contenido el universo, la literatura toda, el cine de la A a la Z, nuestras luchas. Lo que somos.

Los escenarios, que suelen ser pocos, son una suerte de obras pictóricas en movimiento. Quizás por eso le encanta presentar el escenario a solas y luego nos obsequia el ingreso de los personajes. Juego que invierte varias veces en una misma película, porque también hace suceder que luego de ocurrida la escena, cuando los personajes se retiran, deja ahí la cámara rodando para que contemplemos ese espacio. De tal manera que ingresemos mucho más en él con nuestra mirada, convirtiéndonos en (otros) personajes de la historia. Luego tenemos los actores, que casi siempre son tristes y siempre son de una riqueza actoral descollante. Pero sucede que este director, nacido en Shanghái en 1958, comete un error imperdonable: sus películas se acaban, no duran por los tiempos de los tiempos. Así que después de que terminan, digamos a la hora y cuarenta minutos, no me queda otra que seguir viviendo mi propia vida, o actuar que la estoy viviendo. Por eso lo odio hasta los tuétanos.


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LA MÁSCARA SE QUITA LA MÁSCARA

Felipe Arcila G.

farcila@eafit.edu.co

Por la entrada peatonal de la Universidad Eafit, en la avenida Las Vegas,

Víctor León González Álvarez de 52 años, se dedica con esmero a atender el quiosco que heredó de su padre, donde vende gaseosas, café, cigarrillos, dulces, entre otros. Su carisma y cuidado en la atención le han permitido ganarse muchos clientes fieles, pero antes de instalarse aquí, este hombre en el recorrido de su vida estuvo varias veces de cara a la muerte. Víctor nació en una familia antioqueña de siete hermanos, de los cuales, según su padre, él era el más echao pa’ lante. Desde joven ayudaba a su padre Fabio con una heladería que tenían, pero lastimosamente, lo económico no compensaba la labor. En el 81, el antiguo dueño de la heladería le ofreció un trabajo en el aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, donde comenzó a relacionarse con muchas personas, entre ellos, un capitán que trabajaba allí, que le ofreció laborar en un hangar cargando y descargando aviones. “No sabía qué era en ese entonces pero como pagaban mejor, por la plata baila el perro”. Cargando y descargando, a Víctor le pidieron que probar la mercancía para ver la reacción: un polvo color crema el cual se fumó. A los pocos días, Víctor León estaba entregado al vicio del basuco. Comenzó a adelgazar y a deteriorarse, y las mentiras comenzaron a crecer. Cuando su familia se enteró, él decidió escaparse para Bogotá, donde comenzó a trabajar en el negocio. “Fueron cuatro años en los que hice mucha plata, plata de droga, claro. Logré montar dos empresas: una de confecciones y otra de baterías de carros. Todos los días era beba, fume y prostitutas, pero lo que por agua viene, por agua se va. Todo lo que había conseguido con droga, se me fue en droga esa hijuemadre”. Entre esas noches de mafia y rumba, hubo una en la que se fue con su novia de ese entonces a reclamar una plata en una discoteca. Llegaron dos individuos en moto y comenzaron a fumigar el lugar. Hubo 23 heridos y 18 muertos esa noche, entre ellos la novia de Víctor. Herido en el suelo, abrió su boca y sus ojos, y se hizo pasar por otro de los muertos. Esa noche terminó en el hospital. Una de las tres balas que recibió, había impactado la médula espinal y le dijeron que quedaría lisiado, que no podría volver a caminar y que si volvía a hacerlo, sería muy lenta la recuperación. “Me pegué de María Auxiliadora y de Dios, y gracias a ellos estoy caminando. Bueno, y a una cagada también. Me intenté parar para el baño y me pude sostener en las paredes. Unas enfermeras me vieron y me comenzaron a gritar “¡Bruto!”, “¡Animal!”. Les pude demostrar que sí podía”. A los dos meses pudo volver a Medellín, donde se reencontró con su familia y con el vicio. Pero con su orgullo nunca perdió la vergüenza; no se drogaba en las calles sino que se iba para hoteles de mala muerte en Guayaquil a hacerlo. Acabó durmiendo en las aceras del centro de la ciudad, durmiendo en un pedazo de cartón y arropándose con un plástico. Varias veces tomó veneno y pastillas para matarse, pero nunca murió. Después de dos años en las calles, se reencontró coincidencialmente un día con su madre. Aún recuerda cómo ella le acarició la cabeza y se quedó con un mechón de pelo en su mano; las drogas y el veneno lo tenían deteriorado y el pelo

Fotografía Felipe Arcila G.

se le había comenzado a caer. Volvió a su hogar, donde estuvo seis meses recuperándose. Su familia le ayudó a replantear su situación y decidió montar un negocio de empanadas. Volvió a trabajar cerca del Olaya Herrera, ya no cargando y descargando aviones sino vendiendo las empanadas Come Come, nombre que resultó de cuando un niño de unos cuatro años lo vio y le gritó a su mamá: “ahí viene las empanadas come come”. Para promocionarlas Víctor cantaba: “calienticas, sabrositas, come come empanaditas”. Un día un capitán le ofreció que si él mandaba a hacer un pendón del negocio, lo amarraría en su avioneta y le haría la publicidad. Fue así como el nombre Come Come le dio tres vueltas a Medellín por los aires. Con nuevos impedimentos para hacer las empanaditas Come Come, Víctor tocó las puertas de Don Mauricio, un italiano dueño de una de las discotecas de la zona de Barrio Colombia. Se encargó del parqueadero del lugar y en una noche se hizo 420.000 pesos. Los taxistas de la zona lo empezaron a llamar Máscara, porque tenía el perfil del famoso personaje de cara verde: delgado y con la cara larga. Una noche, en la discoteca del italiano se iba a celebrar Halloween y harían un concurso de disfraces. Víctor no perdió el tiempo: se pintó la cara con vinilo verde, se quitó el poco pelo que tenía, se puso una camisa blanca de manga larga, un pantalón beige y una pava blanca; cogió el perro de su casa, se fumó unos basucos y salió. Esa noche se hizo tres millones de pesos en dos concursos que ganó. En el 2009 se hicieron en Medellín las convocatorias del Factor X. Hizo fila por tres días, esperaba, iba a su

casa a comer y a drogarse y volvía. Se presentó ante el jurado disfrazado de La Máscara y lo rechazaron. En su aburrimiento regresó a su casa a consumir. Eran las 10:00 p.m., se estaba fumando un basuco y quería suicidarse otra vez. Estaba en el patio de su casa y miró hacia el cielo. “Quería hablar con Dios –llora mientras cuenta– y le ofrecí un trato. Estaba aburrido con mi vicio y le dije que si me dejaba pasar al Factor X y que si paraba a mi hermano de la cama, que en ese entonces tenía una enfermedad en la que se le quebraban los huesos solos, yo dejaría el vicio. A los tres minutos sonó el teléfono de la casa, era de RCN. Me dieron otra oportunidad y me pidieron una entrevista en mi casa. A la hora volvió a sonar del teléfono, era de la clínica a decir que mi hermano había recuperado el conocimiento. ¡Era un milagro!, tenía guardadas 70 papeletas de basuco, las tiré inmediatamente por el sanitario y hasta el día de hoy no he metido nada”, cuenta Víctor. La Máscara tuvo cuatro meses de contrato con el canal RCN y sigue haciendo presentaciones en varias discotecas de Medellín. Con la muerte de su padre, se encargó del quiosco –cuyo nombre no puede ser otro que el de su padre mismo– donde recientemente lo han visitado de Espacio Público. Él pide que no lo saquen del lugar ya que ahí le va bien y tiene miedo de que si se va, pueda volver a la vida nocturna y recaer. Con amabilidad y humor es como Víctor González atrae a sus clientes día a día y es así como a lo largo de su vida ha ido superando etapas, logrando quitarse la máscara de su pasado.


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Sofia Pérez Aristizábal spereza5@eafit.edu.co

Catalina Cuervo es cantante de ópera, ingeniera de sonido y entusiasta de Fitness, pero cuando el tiempo se lo permite, se convierte solo en la hija, hermana, sobrina de alguien. Una mujer común que trata de llevar una vida igual a la de cualquier joven de su edad, pero a quien el cronómetro no se lo permite.

Es 1986, hay una habitación y

en ella, una niña de cinco años que escucha lo que narra su abuela. En vez de cuentos para dormir, óperas. La leyenda de una mujer maldecida por su madre, historias de amores perdidos, la vida de una prostituta, experiencias contadas en música y teatro. – Tu tía abuela Alba siempre le rezó a Dios para que te diera una voz hermosa– le dice Ligia Valencia a su nieta–, y él se la dio. Desde ese momento, la niña, apenas consciente del secreto que guardaría por muchos años, le pidió a Dios cada noche que le diera una voz hermosa. Y su deseo se cumplió. *** Catalina Cuervo es reconocida por Marca País como una de las cinco mujeres colombianas más destacadas del canto lírico en el mundo. Nació en Medellín en 1981, hija de Blanca Samur y de Mauricio Cuervo. Tocó piano hasta los 12 años, cuando decidió que le gustaba el rock y empezó a estudiar guitarra en la academia de música Solo Rock, en el barrio El Poblado. A los 18 se fue

para Miami, donde se graduó como Técnica en ingeniería de sonido. Más tarde entró a la Roosevelt University of Chicago y allí obtuvo una Maestría y Diploma de Artista en Música y Ópera. Actualmente trabaja como cantante, modelo, entusiasta de Fitness y bailarina de danza Árabe. *** Es 15 de mayo, son las 8 de la noche y el Teatro Metropolitano de Medellín abre sus puertas al público que espera a ver Los Gavilanes, zarzuela de Jacinto Guerrero y José Ramos Martín. La audiencia, en su mayoría conformada por personas de la tercera edad, hace alboroto mientras aguarda a que se abra el telón. El lugar, a juzgar por la fuerza de las conversaciones, más que de ancianos parece lleno de niños que esperan revivir los años cincuenta, cuando en la radio escuchaban las mismas melodías que están a punto de presenciar. Se apagan las luces. Se abre el telón. Surge una voz amarga, llena de poder. Catalina está en el centro del escenario, parece fuego puro. Así es ella cuando está en el escenario: fuego, vida, poder. Canta sobre un amor perdido más de una vez y tal es su expresión, que parece como si esa fuera su propia historia. *** – Nunca me ha dado miedo montarme al escenario –dice Catalina, que se encuentra en un vestidor del teatro, frente a una luz que parpadea sin falta cada 3 minutos, mientras hace maromas intentando medirse los vestidos para la zarzuela que representará en 2 días–. No tengo la menor idea de lo que es ponerse nerviosa. A mí nunca me dieron nervios, ni siquiera cuando estaba chiquita. He tenido siempre, eso sí, una emoción enorme cuando estoy esperando en las patas del escenario para entrar. Es esa sensación como de: ¡listo! Hágale pues, empecemos. Cuando habla, el sonido es chillón, joven y delgado; completamente distinto


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ser mejor que el resto. El éxito musical es algo individual, que si no se ama, no se consigue. Ella lo ama, ama su carrera. –Para triunfar, no se puede pensar en la competencia. No se puede tener en la mente nunca que hay otros 7.000 detrás de lo que yo tengo. Porque entonces, ¿para qué intentarlo siquiera? *** Ha interpretado a tantas Marías para María de Buenos Aires que ya perdió la cuenta. Se especula que es la cantante en el mundo con mayoría de producciones de esta obra. Además ha protagonizado papeles como: Magda en La Rondine de Puccini, Alinda en Giasone de Cavalli, Antonia en Los cuentos de Hoffman, Condesa Susanna en El Secreto de Susana de WolfFerrari y Micaela en La Tragedie de Carmen y pronto interpretará a Frida Kalho en Frida de Robert Xavier Rodríguez.

a su voz de cantante. En el escenario parece un alma anciana, llena de experiencia y disciplina; pero afuera es como un niño: llena de energía, haciendo bromas sin parar y riendo por todo. Detrás de ella aparece un hombre moreno y alto que la mira fijamente con cara de mamá brava. Tiene un metro en una mano y una tela en la otra. Analiza a Catalina de arriba abajo como si fuera un dibujo y revolotea a su alrededor midiendo cada espacio disponible de su cuerpo. Acomoda una tela, acomoda otra, se corre para atrás, vuelve a poner la misma tela. Al finalizar, hace un gesto hacia una puerta al fondo del salón, como señal para entrar al vestidor.

–Catalina es una diva, pero solo donde tiene que serlo: en el escenario. – dice Elvio Barilari, director de su primera María, para el documental.

dejó vencer. *** En la opinión de Catalina para el documental Una historia a varias voces de Telemedellín, en su carrera lo que importa es el profesor, no la universidad, por eso ella escogió la Roosevelt University. Para estudiar con Judith Hadden.

Triunfar en la ópera, sobretodo hoy en día en que para no quedarse en el pasado se está buscando adaptarse a nuevas tendencias y tecnologías, es muy difícil. Según Judith Hadden, es una carrera donde un día hay trabajo y al siguiente no, lo que es muy difícil de aceptar para muchos.

El documental, sigue a Catalina por diferentes etapas de su carrera. En él se ve una mujer grande, de cabello pálido y aire de importancia.

El concierto terminó, Catalina toma sus maletas de forma acelerada. Ni siquiera tiene tiempo de despedirse apropiadamente de sus compañeros, o de regalarle fotos a los fans que tanto la aplaudían hace pocos minutos. Actúa en una velocidad que ya es común en ella, pues todo viene con un peso encima y el de ella es el cronómetro que la persigue todo tiempo. Concluye su carrera por los pasillos del teatro, sube a un taxi y la llama desaparece a la espera de un nuevo fuego en otro escenario.

– ¡Venga, yo acá me voy cambiando muchacho! – Yo quiero ver eso, pero siga, siga hablando… Catalina tiene experiencia para cambiarse en segundos y se mete en el siguiente traje sin que se vea nada. –Oíste Carlitos, yo nunca en mi vida había visto un vestido tan feo. Él la mira como si quisiera pegarle un golpe y dice: –¡Ojo pues, que yo soy el que te hace la ropa para todo esto y me puedo vengar! –¡Ay no, pero no es por ti!–, responde mientras se mira al espejo sonriendo e intenta acomodarse el vestido. *** Entrar al mundo de la ópera y de la música clásica es un reto desde el principio, pues cada semestre decenas de miles de aspirantes se presentan a las escuelas más prestigiosas de música y arte del mundo, pero solo unos pocos pasan todos los filtros. Según el U. S. News & World Report, la academia Julliard ha sido catalogada como la escuela de música con tasa de ingreso de alumnos más baja en Estados Unidos; aceptando solo el 7% de los aspirantes. De acuerdo a estadísticas de Berklee College of Music, solo 35% de quienes aplican son aceptados cada año y el 31% de estos son estudiantes internacionales. En la Roosevelt University of Chicago, de miles de aspirantes, solo 503 estudiantes se encuentran activos actualmente según información oficial de la escuela. *** Suena el primer timbre de un teléfono, suenan dos, suena otro. “¿Aló?”. “Sí, ¿me comunica con Ligia por favor?”. Silencio. Cata sacrifica cualquier cosa por su carrera. – Se escucha ruido de estática en el fondo, un niño que llora, alguien en una cocina y, como un susurro levemente superior, la voz de Ligia Cuervo, tía de Catalina, por el teléfono. – Ella es una mujer muy familiar, tiene muy pocos amigos en Medellín. Allá en Miami tiene más, pero todos son del teatro y la ópera. Tal vez eso sea lo que la diferenció del resto, tal vez por eso triunfó. Suena otra vez el teléfono, alguien contesta, tiene una voz dulce, paciente. Es Blanca Samur, madre de Cuervo. –La diferencia la hace persistir, estar ahí, ir a todos lados, presentarse en todas las audiciones y no parar ante nada. A mi hija le tocó muy duro, pero nunca se

***

–Cada cierto tiempo llega un estudiante que tiene algo especial. Que uno sabe que tiene una cualidad única– Dice Judith Hadden en la entrevista–. Cata es una mujer única, es fuego. Ella es fuego absoluto. *** Es 15 de mayo, son las 10:30 de la noche, Catalina está sentada cerca del escenario del Teatro Metropolitano, organiza sus cosas para terminar un día de trabajo. Esta misma noche viaja a Bogotá donde interpretará otra ópera durante la siguiente semana y luego vuela a Miami, a seguir con su rutina normal. –Yo creo que la base de todo como músico son dos cosas: la preparación y la seguridad en sí mismo. Lidiar con la crítica es lo más difícil porque nosotros cantamos de nuestra alma; de nuestro espíritu y de nuestra emoción. Cuando uno tiene cosas duras en la vida, es muy difícil concentrarse. Y la ópera y el canto lírico necesitan una concentración brutal, cosa que se pierde cuando se está afectado. En la música la competencia es con todos los compañeros. No se estudia en grupos, se estudia solo para

Catalina representó a Colombia como finalista en la competencia internacional alemana “Neue Stimmen”, donde quedó entre los 15 del mundo. También ganó la división de Chicago para la competencia de “Classical Singer Magazine” y fue finalista, por la misma, en la ciudad de Nueva York .


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ENFERMEDAD ANIMAL Paulina Echavarría G. pechava2@eafit.edu.co

José Libardo Porras, en su

última novela, incursiona en la vida de un enfermo: un enfermo que no sabe qué padece pero que sabe que la enfermedad acecha en su vida y que su cuerpo va cediendo, lentamente, a las tinieblas del malestar que avanza y carcome como desde adentro. Libardo, el Libardo que padece con el pasar de los días, protagoniza ese laberinto de la enfermedad. Evocando la famosa metamorfosis de Kafka, el título de la novela del autor trae a la cabeza esa idea de la invasión de un entidad extraña en la fragilidad del cuerpo humano para transmutarlo y reducirlo a algo que -en definitiva- no es. Y así, con la duda de una irrupción animal en la piel humana, el escritor y poeta antioqueño publica su novela Adentro, una Hiena como ganadora del Premio a la Creación del año 2014 por Novela Inédita, en la categoría de autor con trayectoria. Porras toma la línea de la vida y la muerte con pinzas de microbiólogo y con sutilezas diminutas narra, acompañado de un lenguaje rítmico con rastros de una prosa llena de poesía sutil, cómo un hombre puede navegar entre el estar enfermo y ser un enfermo. Con la voz del Libardo protagonista se relata, de manera tenue, el advenimiento de la enfermedad en un cuerpo que no sufría de nada: tan solo de los excesos propios de la vida. Esa enfermedad estaba cargada con algo que era como el recuerdo de un dolor, el eco de algo que no era pero que insistía en doler. Era como una pena premeditada que llegaba al

acecho, avisaba su lento acercamiento a esa materialización del dolor. Y justo así, es como sucede la metamorfosis y el sufrimiento: “nace con un animal insomne que desde adentro lo va devorando…”, dentro de ese Libardo que se veía confinado a la idea del dolor. La jauría de animales comenzaba su acecho porque, para el autor, ese dolor inexplicable que sienten los que no saben de qué sufren no se puede traducir –necesariamentea otra cosa sino al imaginario de lo que podría causar el tormento atribuyéndole esas características salvajes propias únicamente de los animales.

Con un anestesiar propio de las toneladas de analgésicos, esta última novela de José Libardo Porras (el Libardo de carne y hueso), se desliza ante la manos del lector dejando la incertidumbre del dolor ajeno.

Con las preguntas dejadas en el aire, intangibles, también surge una búsqueda de explicaciones de hechos que podrían salvar a ese cuerpo. ¿Cómo nos aferramos a la vida aun siendo enfermos?

¿Qué pasa cuando nuestro cuerpo es invadido por ese dolor inexplicable y totalmente desconocido? ¿Qué pasa en la vida de alguien que tras despertar un 25 de diciembre hay algo que ya lo habita dentro y que lentamente va tomando territorio?

Sin más, cuando lo inexplicable se acomoda en el cuerpo, es un dolor casi animal el que parece acosar: “Una hiena me destroza la parte posterior del estómago, una prensa hidráulica me aplasta el pulmón izquierdo o el jinete sin cabeza me pisotea el hígado con su cabalgadura”.

En medio de todo, la enfermedad acecha, mezclándose con los aromas de la vida cotidiana, los amigos, la familia y las largas horas en las habitaciones de hospital. Y para Libardo, ese Libardo ficticio, “[…] el demonio me abrió en la región lumbar y me injertó una monstruosidad que comenzó escarbando adentro como un polluelo (desesperaba por no poderme rascar) y al desayuno ya lo hacía como una gallina, como un cuervo al almuerzo y a la cena como buitre”. Ahí, cuando la semilla se ha plantado y ha crecido, el misticismo se llena de cánticos, rezos y oraciones que evocan todo menos la muerte. De esa forma, el tiempo pasaba con la amenaza latente de la dolencia entre las salas de espera, los consultorios, los exámenes de protocolo y las dosis recomendadas de Alka Seltzer, omeprazol, acetaminofén, ibuprofeno, Trimebutina, Debridat. Por último, el santuario del Tramal: ese reino donde el dolor no amagaba.

Portada del libro Adentro, una hiena José Libardo Porras Fondo Editorial Universidad Eafit


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A JARDIN HAY QUE CONTEMPLARLO

Fotografía Luisa Betancur Ossa

Luisa Betancur Ossa

cargocollective.com/atriptychofone

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ientras caminaba por sus calles, noté que la mayoría de puertas y ventanas estaban abiertas, invitándome a observa las vidas recónditas de este pueblo que no se encuentra propiamente ni en el presente ni en el pasado. Habitaciones con camas dobles y puertas que dan a otras habitaciones, impidiendo la intimidad y conservando tradiciones de hace varias décadas como el niño Jesús en la cama. Rodeado de montañas cafeteras, Jardín es uno de los pueblos Antioqueños que no le hizo caso al tren de la modernidad y se quedó en su propia dimensión de espacio y tiempo. Pocos celulares y muchos teléfonos viejos. Hace más de un año, mientras caminaba por allí, me topé con la casa de esta señora. No recuerdo su nombre, pero ella se despedía de su hermana. Me llamó la atención su entrada, llena de plantas y vida: contrastaba con su cara pálida. Le pedí una foto y muy amablemente ella aceptó diciendo: “¡pero espéreme yo voy por el perro!”. Para mi sorpresa el perro era inflable. Ella afirmó: “hay que tenerlo de la correa para que no se vaya”. Se pasa por el parque y el mar de sillas de colores, vacías o no, son un recordatorio de que, aunque Gabriel García Márquez captó muy bien lo que es realismo mágico en Colombia, a nuestra generación aún le queda mucho por explorar, descubrir y documentar. Jardín no es Macondo, pues allí sí paró de llover y la lluvia fermentó muchas flores, algunas de las cuales sus habitantes cuidan con mucho cariño.


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LA DICTADURA DEL ES T E R E OTI PO

Camila Cardona A. mcardo26@eafit.edu.co

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os estereotipos de belleza han cambiado a través del tiempo, antiguamente se consideraba bella a la mujer que tenía caderas anchas y un abdomen redondo, puesto que esto garantizaba la perpetuación de la especie. Luego se consideró la cintura angosta como la de un “reloj de arena” y con esto los temibles corsés que comprimían hasta el aire de los cuerpos. Pero los estándares de belleza cambian demasiado rápido, en la actualidad una mujer es hermosa mientras más prominentes sean sus curvas sin importar si se consiguen en base a plástico o químicos misteriosos. Basta con observar la cantidad absurda de productos que hay en el mercado para el cuidado de la piel, el cabello, para prevenir el envejecimiento prematuro, las estrías, la celulitis, las manchas causadas por el sol, entre otro millón de productos para otro millón de males que, tal vez, ni padecemos. También hay una dieta para cada ego herido, para un antes y después de las vacaciones, convirtiéndose en un círculo vicioso de dietas interminables, de caprichos venidos a menos, de helados de chocolate que se quedan en los aparadores, pero que daríamos lo que fuera por poder comer, y que nos negamos simplemente por estar “a dieta”. Y no bastando con productos, dietas, ejercicios y demás abstenciones, está también el abominable mundo de la moda, de la Haute Couture, que nos impone un molde de turno en el cual las mujeres debemos caber, moldes inventados únicamente para satisfacer el deseo de la desfiguarada industria, y si no cabemos en este, entran al juego los cirujanos plásticos y los centros de belleza estética, quienes con el filo de bisturís, nos dan a las mujeres la perfección que la genética no nos pudo brindar. Pero no sólo cambiamos nuestros hábitos alimenticios, los rituales de belleza o los productos para la “figura perfecta”, sino que estamos dispuestas a modificar nuestro cuerpo, a cambiarnos por otros, porque la genética no fue lo suficientemente generosa con nosotras. Queremos la nariz de Kate Middleton, la cola de Jen Selter, los senos de Irina Shayk, un abdomen perfectamente plano para terminar pareciéndonos más a un prototipo creado por el photoshop y

... las estrías, la celulitis, las manchas causadas por el sol, entre otro millón de productos para otro millón de males que, tal vez, ni padecemos.

las cirugías plásticas y mucho menos a nosotras. Modificamos y modificamos nuestro cuerpo, pero odiaríamos parecernos a Donatella Versace. A continuación una mujer expone su caso para demostrar cómo la afanosa búsqueda por la perfección puso en absoluto riesgo su vida, todo por conseguir la apariencia perfecta: “Llevaba tres meses buscando cirujano plástico que me quitara las estrías que había dejado el embarazo de mi primer hijo. Todos los que me conocían me habían dicho que no, que estaba demasiado delgada, que no era necesario, que no me hiciera una abdominoplastia, pero yo estaba decidida a hacerlo, hasta creía que la necesitaba realmente. Llevaba dos años sin ponerme un bikini por la vergüenza que sentía de mis estrías y necesitaba con urgencia hacerme una cirugía que me quitara este problema de encima. Conseguí, por fin, una persona que me operara. Sentí que me entendía, que sabía lo que yo necesitaba. Pactamos una cita, me dijo que costaría siete millones de pesos, que me podía operar en vacaciones, pero que debía subir un poco de peso, pues pesaba muy poco y no tenía suficiente grasa corporal y piel para la cirugía que tenía planeada. Llegó el día que tanto había esperado, por fin iba a operarme y a quitarme las terribles estrías que tenía en la parte baja del abdomen. Debí haber subido dos kilos en tres semanas, pero los nervios y la ansiedad no me

lo habían permitido y, por el contrario, había bajado dos kilos. Ingresé al quirófano pesando 50 kilos y contando varios días sin comer. Tenía que estar a las 7:00 a.m. en la clínica. Toda mi familia estaba pendiente de mí, ninguno estaba de acuerdo con lo que iba a hacer, pero aun así quería hacerlo. A las 9:00 a.m. estaba lista para la cirugía, me habían hecho los últimos exámenes y estaba preparada para entrar al quirófano. Ya había firmado todas las cláusulas limitativas de la responsabilidad y empezaba a sentir los efectos de la anestesia. Me despedí de mi familia y recé por última vez para que todo saliera bien. Cuando desperté estaba en una habitación demasiado blanca, demasiado iluminada, demasiado fría. Llamaron a una enfermera, me reacomodaron las intravenosas y pude ver mi cuerpo inmóvil, vendado totalmente. Lo único que sentía era un fuerte dolor en el abdomen. Entró mi familia, me preguntaron cómo me sentía y me contaron que hubo complicaciones luego de la operación y que la falta de grasa había hecho que mi cuerpo no pudiera recuperarse satisfactoriamente. También supe, por el cirujano plástico, que como no había tenido suficiente piel para estirarme el abdomen, mi ombligo no era normal, sino que tenía un ombligo plano y que tal vez había quedado más arriba y torcido. En este momento acepto que el error no fue del cirujano plástico que

me dejó sin un ombligo digno de mostrar en la calle, el error fue mío por operarme, por ignorar a todos los que me dijeron que no la necesitaba. Estuve al borde de la muerte y yo fui la culpable de esto. Casi dejo a mi hijo sin madre, a mi madre sin su única hija y a mi esposo sin una esposa por una mala decisión en mi vida”. No sería correcto afirmar que está mal seguir cierto tipo de estándar de belleza, aplicarse una que otra crema, hacerse una que otra corrección, intentar una que otra dieta. Con lo que intento discutir es con el hecho de que esto se lleve a extremos nocivos para la salud, que se vuelva una adicción al punto de creer que pesar más de 50 kilos es realmente malo y que la anorexia y/o la bulimia sean el pan de cada día. La belleza está estrechamente ligada a la cultura, a la tradición, a las costumbres. Algunos consideran bella a la mujer rubia voluptuosa de las vallas publicitarias, con piernas largas y cuerpo ideal; otros la relacionan con los accesorios, los tatuajes, los tamaños de diferentes partes del cuerpo. Realmente nunca estaremos conformes con nuestros cuerpos o con lo que somos, siempre buscaremos más y tal vez cada vez más dolorosos y riesgosos tratamientos para nuestra salud. Solo espero que las mujeres dejemos de arreglarnos para otras mujeres y sus envidiosos comentarios o, pocas veces para satisfacer los inalcanzables caprichos de los hombres, y empecemos a creer en nuestra belleza.


Septiembre de 2015

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SI NO LO DAS PORQUE QUERÉS, ¿POR QUÉ LO ESTÁS DANDO? Águeda Villa G. avillag@eafit.edu.co

Lo que a simple vista suena

como una campaña feminista para adolescentes, adoptada por alguna marca de condones, es en realidad un viaje completo de aprendizaje y conocimiento. Y no, no es tampoco una campaña de educación sexual, ni busca que las personas se amen mucho y se lo den solamente a la persona que quieran y cuando quieran. Lo Doy Porque Quiero va más allá del cuerpo: es un viaje de la mente y de la conciencia; un encuentro entre personas dispuestas a compartir lo que saben a cambio de pasar un buen rato con un par de cervezas y gente que no conocen. Nació hace cuatro años de la cabeza de Andrés Smith, un físico al que le encanta aprender y que, a pesar de ser profesor en la Universidad Eafit, se muestra inconforme con algunos aspectos del modelo educativo tradicional. Dice que algunos docentes se han encargado con el tiempo de volver el aprendizaje algo rígido y aburrido, enfocado en el quehacer: ahora es bastante común ver estudiantes

que asisten a clase y presentan sus trabajos porque saben que es su deber y dejan de lado la pasión, olvidando aparentemente cuál fue la motivación para elegir la carrera que están estudiando. En medio de esa necesidad de poner las ideas en contexto, Andrés trata de enseñar de manera distinta y motiva a sus estudiantes a que no se queden en el curso y vayan más allá. De su necesidad de sobrevivir, Andrés comenzó a plantearse el concepto de lo económico. En Lo Doy Porque Quiero nadie recibe una remuneración: el pago real siempre vienen siendo dos cervezas; si alguien quiere ofrecer su talento de alguna manera, debe hacerlo porque quiere, haciendo alusión al nombre del programa y compartiendo genuinamente, sin esperar nada a cambio. Los bares, según cuenta Andrés, son lugares que lo ayudaron a crecer durante su vida universitaria. Estando siempre en un centro educativo, rodeado de lo mismo y de los mismos, ese espacio que le otorgaba

a la cerveza le traía personas nuevas y temas distintos de conversación que lo sacaban de su letargo académico. Allí encuentra personas que se dedican a oficios distintos al suyo. Es en los bares en donde puede sentarse en una misma mesa con el sociólogo, con el abogado, con el diseñador; encontrar temas en común o aprender cosas de otras áreas que antes no conocía. Dice que en las conversaciones de bares nacen las mejores ideas, y ahora que escribo esto me pregunto entonces si la idea de hacer Lo Doy Porque Quiero nació también de alguna conversación de bar... Vivir, como Andrés dice, sin tensiones, sin egos, sin miedos y sin envidias, en un ambiente donde la retroalimentación sea la bandera en todo momento. Es ver los bares de otra manera. Astronomía, crochet, chucu-chucu, programación, medio ambiente… ¡No hay límites! En Lo Doy Porque Quiero se puede hablar de lo que sea gracias al interés de que sea divulgativo: debe bastar una hora aproximadamente para que todos los

19 visitantes de Lo Doy Porque Quiero entiendan de qué se está hablando y queden con ganas de regresar. Todos los temas que se han expuesto durante estos cuatro años tienen cosas que generalmente no conocemos; es bonito ver cómo alguien se toma el tiempo de rescatar un tema específico, ponernos a todos en contexto y enseñarnos. En la universidad se aprende el quehacer, y en los bares se aprende de la vida. El escenario de Lo Doy Porque Quiero es Calle 9+1, porque, para apoyar su idea de los bares, efectivamente tendría que llevarse a cabo en uno. lodoyporquequiero@ gmail.com recibe mensajes de personas interesadas en enseñar lo que saben o en hablar de lo que les gusta, siempre con las ganas de transmitírselo a alguien más. A partir de ahí, se les asigna una fecha, que generalmente es un martes o un jueves, días que los seguidores de Lo Doy Porque Quiero separan en sus agendas y dedican a ese aprendizaje colectivo que los aleja de sus rutinas un rato mientras se empapan de un tema que no conocían. En Lo Doy Porque Quiero no hay notas, no hay talleres, no hay tareas: basta con tener las ganas de asistir y aprender junto a más personas curiosas. Al final de cada sesión, vemos esa relación entre lo económico y lo que se enseña: entre los asistentes al bar se va pasando una cajita para hacer un aporte voluntario que se le dará al final al expositor, pues no hay un pago real para él por compartir su conocimiento... A eso se va a Lo Doy Porque Quiero: ¡a darlo! Y es que si no lo das porque querés, ¿por qué lo estás dando entonces?



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