Periódico Estudiantil NEXOS - Universidad EAFIT - Ideas y cultura
www.periodiconexos.com ISSN: 2322-74GX, Año 31, Edición 210, 8000 ejemplares, Medellín, Noviembre de 2018
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ÍNDICE 04 05 06 07 08 09 10 12 14 15 16 17 18 19
La silenciosa rebelión de los libros Martín Uribe
Elogio al buen maestro Pilar Chacón Preciado Víctimas de la tontería Maria Antonia Ruiz Espinal
No es solo un piropo Mariana Hoyos Acosta Señorita Colombia: ¡Quítese la ropa! Álvaro Guerrero Arango
No es tan bueno como parece Valeria Echavarría Arroyave
Empatía Ricardo Castro Cano Nos pasa a todos Mateo Orrego López
Educación con los bolsillos rotos Eliana Tabares Sánchez
La elección de los pilos: una cuestión de percepción e ilusión Juan Pablo Restrepo Lopera
Dichosos ciegos y sordos Pablo Patiño Cadáver Exquisito Valeria Echavarría Arroyave y Karla Ospina Bonilla
Rabadilla Pedro Juan Vallejo Simple contundencia Paulina Echavarría Guisao Dirección Catalina Botero Orozco cboter29@eafit.edu.co Gerencia Anderson Amaya Saldarriaga aamayas@eafit.edu.co
Ideas y Cultura Asociación Cultural Periódico Estudiantil NEXOS
Edición Mateo Orrego López morrego7@eafit.edu.co Andrés Carvajal Álvaro Guerrero Juan Pablo Restrepo Juliana Londoño María Antonia Ruíz Desarrollo Lina M. Raigoza Restrepo humano lraigoz2@eafit.edu.co Agustín Rendón Calle Camila Méndez Laura Cabrera Edición web y Valentina Muriel Tamayo redes sociales vmuriel@eafit.edu.co Águeda E. Villa Alejandro Sierra Diana Holguín Juanita Gómez
Mariana Hoyos Miguel Ángel Correa Pablo Patiño Paulina Echavarría Pedro Juan Vallejo Valeria Echavarría Yerly Herrera Maria Camila Betancur Mateo E. Saltarén Rolf Camilo Arias Tomás Quintero Valentina Giraldo María Clara Molina Mariana Bedoya Nelly Paola Hernández Sebastián Garcés Sebastián Tamayo
Mercadeo Eliana Tabares Sánchez etabares@eafit.edu.co Cristopher Ojeda Martín Uribe Velázquez Juan Camilo Botín Juan Sebastián Ramírez Laura Osorio Vásquez Portada Cristina Fontán cristinafontanespinal@gmail.com Contraportada Maria Antonia Ruiz Espinal mruizes1@eafit.edu.co Diseño y montaje Pablo Agudelo @pabloagdlo Preprensa e impresión Casa La Patria Agradecimientos Desarrollo Humano Universidad EAFIT Fundado el 13 de agosto de 1987 por Jorge Restrepo, Jaime Cadavid, Claudia Patricia Mesa y Gustavo Escobar. Carrera 49 No. 7sur-50 / Bloque 29 oficina 517 EAFIT nexos@eafit.edu.co / www.periodiconexos.com Teléfono: 261 93 02
Los artículos firmados son responsabilidad de los autores y no representan expresamente el pensamiento editorial del periódico.
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A pelar el cobre Maria Antonia Ruiz Espinal mruizes1@eafit.edu.co
El pasado 26 de octubre el presidente Iván Duque anunció, junto a algunos de los rectores de las universidades públicas del país, lo que pareciera ser la solución para la crisis que vive la educación: el acuerdo que promete resolver los problemas de financiación de las Instituciones de Educación Superior Públicas durante los próximos cuatro años de gobierno. En el video del anuncio, Duque lee el documento donde están consignados los nuevos compromisos del Gobierno, mientras reafirma su posición como un “interlocutor que, con afecto y compromiso, quiere trabajar por la educación de nuestro país”. Acto seguido, en medio de abrazos y felicitaciones, todos pasan a firmar el acuerdo: primero Duque, luego la Ministra de Educación y, por último, los rectores. Pero entre ellos no se ve a ningún estudiante, tampoco a ningún profesor. ¿Por qué el Gobierno no llega a un acuerdo con los estudiantes y sí con los rectores de las instituciones? ¿Acaso los estudiantes somos incompetentes para negociar? Un día no hay voluntad para dialogar y al siguiente todo se resuelve en medio de abrazos y sonrisas: mucha pantalla y pocas acciones concretas. Pueden creer que los estudiantes somos niños caprichosos y los rectores adultos responsables, pero quienes realmente nos tomamos en serio la educación somos nosotros, los que nos estamos formando.
Mateo Orrego López morrego7@eafit.edu.co
do a cuestionar la realidad? ¿Que contrata profesores para leer diapositivas en lugar de maestros con vocación? ¿Que dispone de muchos recursos pero que no sabe cómo materializar proyectos? Asimismo, hay que preguntarse por qué, aún en el siglo XXI, las mujeres son vistas como objetos andantes en la universidad. ¿Qué pasa cuando un profesor –de esos que se convierten en vacas sagradas– acosa a sus alumnas y nadie dice nada? ¿por qué el resto de docentes miran para otro lado y permiten que la situación se normalice? ¿Qué se infiere del hecho de que sólo 9 de más de 200 universidades en Colombia tengan protocolos para denunciar el acoso? Estas preguntas sobre la educación y la universidad se enmarcan en una ciudad y un país. ¿Cómo viven los habitantes de una ciudad donde el alcalde gobierna a través de Twitter? ¿Por qué los colombianos solo se unen para cantar un gol? ¿Qué pasa cuando un sistema educativo –tal vez mundial– no le enseña a los estudiantes a hacerse preguntas sino que les da respuestas herméticas? ¿Qué sucede en una democracia cuando no se incentiva el pensamiento crítico? La escritora Andrea Marcolongo dice que los griegos se expresaban de una manera que consideraban el efecto de las acciones sobre los hablantes. Que ellos, libres, se preguntaban siempre por el cómo. Y que en cambio nosotros, prisioneros, nos preguntamos siempre por el cuándo.
Para nosotros la educación no es un negocio. Las universidades y los colegios no son empresas. Los rectores no son solo administradores y los estudiantes no somos consumidores que debemos adaptarnos a la oferta del mercado. Martha Nussbaum, filósofa norteamericana y doctora honoris causa de la Universidad de Antioquia, dice que tener un sistema educativo basado en la rentabilidad sólo produce naciones de personas con formación técnica que no saben cómo criticar la autoridad: útiles creadores de lucro con imaginaciones torpes.
El cuándo y el qué ya lo tenemos claro. ¿Cuándo? Hace mucho rato. ¿Qué? Desfinanciación, acoso sexual, gobiernos pantalla, alta calidad maquillada, escasez de maestros. Quizá ya sea hora de empezar a hacernos otro tipo de preguntas para reivindicar el cómo, ese que explica el desarrollo de los hechos y sus consecuencias. ¿Cómo elegimos nuestros gobernantes? ¿Cómo invertimos los recursos? ¿Cómo definimos la alta calidad? ¿Cómo nos tratamos en la universidad? ¿Cómo se define un buen maestro?
Si seguimos como estamos, de acuerdo con Nussbaum, ansiosas de lucro, las naciones y sus sistemas de educación pronto estarán produciendo generaciones de máquinas útiles, en lugar de ciudadanos que puedan pensar por sí mismos, criticar la tradición y defender los principios democráticos.
En esta edición hemos decidido hacernos preguntas. Como estudiantes, queremos dejar claro que somos nosotros quienes nos hacemos responsables de nuestra educación. No solo somos el futuro del país, somos el presente y la reivindicación de un pasado donde no se podía alzar la voz.
Y es que si para una nación avanzar significa aumentar su PIB, bajo estos parámetros mercantiles tan simplistas, hay que hacerse otro tipo de preguntas. Por ejemplo, ¿qué significa que un pregrado obtenga la calificación de alta calidad? ¿Esto implica que puede graduar estudiantes al por mayor sin haberles enseña-
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La silenciosa rebelión
de los libros Martín Uribe
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Estas son denuncias de los seres inanimados de una biblioteca: sillas cabeza de familia, pequeños cojines, mesas y libros maltratados. Un murmullo de auxilio de las voces que no pueden gritar.
Durante el día son otras las problemáticas que aquejan a los libros y demás objetos de la biblioteca: el SSM (Sindicato de Sillas y Mesas) ha sido contundente en su denuncia contra la gripe de “chicles” y la irresponsabilidad de la comunidad educativa al pegarlos en zonas íntimas y visibles de manera deliberada. Cada una de las mesas y sillas que han sido afectadas por el virus CH1CL3 (léase chicle) deben enfrentar un procedimiento sencillo pero indignante. Aunque el huésped no deja marcas visibles después de la extracción, se ha demostrado que existen daños psicológicos que afectan la estabilidad. Se estima que el 98% de las afectadas son rechazadas por las mismas personas que masticaron y causaron la infección. Otras denuncias hechas por el sindicato que comprometen a los estudiantes, se refieren al acoso constante de los zapatos sobre las sillas, el caso más reciente tiene que ver con un pequeño llamado Joaquín Cojín, aquí parte de su testimonio:
EAFIT entre las 50 mejores
muribev3@gmail.com “El estudiante venía de pleno aguacero todo encharcado y ni se trató de secar en la entrada, como no había casi nadie en la sala se sentó en mí mamá y me puso los pies en la cabeza así todo embarrado, ya estaba vuelto nada y lo que me salvó fué que otro estudiante que pasaba le «jaló las orejas» al que me estaba ensuciando a mí”.
Hasta los libros de pasta dura han roto en llanto tras la desaparición de sus familiares y colegas de barrio. Los ejemplares que son forzados a dejar sus estanterías han aparecido escondidos en lugares que jamás imaginaron: tomos de Derecho Penal en la sección de Ingeniería y libros de Filosofía abandonados entre fórmulas macroeconómicas. Los textos andan confundidos y quienes los buscan también. Es por eso que se han emprendido brigadas de búsqueda trimestrales en las que el personal de la biblioteca recorre los pasillos con la esperanza de encontrarlos. Estas brigadas tardan hasta dos semanas, y aunque es un respiro para quienes celebran el reencuentro con sus ejemplares, hay un desasosiego profundo por parte de algunas colecciones que aún no pierden la esperanza de volver a ver a sus seres queridos. La preocupación ha llegado a tal punto que algunos libros caen al suelo en la noche a modo de protesta; personal de aseo y vigilantes sospechan de un ataque literario por los susurros que se oyen en los pasillos cuando las luces se apagan.
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Lusilla de Mesa, madre de Joaquín, no planea adelantar denuncias en contra del estudiante, pero sí manifiesta su preocupación por las demás madres e hijos que son maltratados en la biblioteca. Argumenta que el buen ejemplo es la mejor manera de hacer que los agresores cambien.
En la medición de Empresas y Líderes que hace el Monitor Empresarial de Reputación Corporativa (Merco 2018), la Universidad se posicionó en el puesto 42 de las organizaciones con mejor reputación del país.
Viejos libros de la Sala Patrimonial, que necesitan de un cuidado geriátrico y ocupan el cuarto piso, han tomado posición frente a los demás en la biblioteca, Hojaime Sancomilla de 100 años expresa su opinión:
Premio por investigar la seguridad y convivencia en el Valle de Aburrá
“A los libros jóvenes de hoy en día los sacan de la biblioteca y cuando los traen vienen todos tatuados con lapicero y resaltador o inclusive con manchas de café. Y dígame ¿Un librachito de esos qué futuro tiene? ¡Ninguno! Nadie los va a querer leer, por eso es que hay tanto libracho desocupado. En las noticias dicen que en los barrios del segundo y tercer piso hacen bulla y ya no lo dejan conversar a uno con el lector, entonces uno a estas alturas ya ni baja por allá, como le digo, las cosas ya no son como antes”
En la más reciente edición de los premios Medellín Investiga se reconocieron, en la ca-
Además, se han presentado problemas debido a que algunos visitantes consumen alimentos en zonas no permitidas. Es preciso hacer una limpieza detallada para evitar plagas dentro del edificio. Los objetos piden a murmullos un espacio limpio. Estos son algunos personajes de la biblioteca que han decidido dar un paso valiente, hablar sobre ellos mismos y lo que otros callan. Es necesario ponernos en los zapatos de las sillas y las mesas y los libros y hasta las piedras si es necesario, para dejar a un lado ese caminar descuidado con el que tanto abusamos del entorno. Los objetos quieren gritar pero no pueden, no porque no tengan boca sino porque mantienen el respeto y la prudencia. Las cosas de la biblioteca quieren gritar pero en vez de eso susurran. Si hacemos silencio, tal vez podamos escucharlos.
tegoría estudiantes de pregrado, los aportes del eafitense Santiago Quintero Suárez en la creación de una política de seguridad y convivencia para el área metropolitana.
Propuestas para la estratificación
*** Parte de aprovechar los espacios de la Universidad es cuidar cada uno de ellos. En esta edición la biblioteca Luis Echavarría Villegas es protagonista con la campaña “Yo doy buen ejemplo” en la que se le recuerda a los estudiantes y visitantes cómo deben relacionarse en cada uno de los espacios del recinto. Los objetos tienen una función y nuestra responsabilidad debería ser honrar esos objetos con el cuidado de los mismos, prolongar su uso y disfrutar de su servicio. El buen ejemplo es u n principio para renovar las actitudes que tenemos con los otros y las cosas.
EAFIT, ONU-Hábitat, la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad del Rosario se unieron para estudiar los impactos y limitaciones del actual sistema de estratificación socioeconómica en Colombia y proponer un nuevo método para aspirar a una mejor calidad de vida y a un entorno urbano digno.
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Elogio al buen maestro Pilar Chacón Preciado
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De Platón a Wittgenstein, de Helen Keller a Stephen Hawking. Hoy, la historia se cuenta gracias a una vocación que ha hecho a hombres y mujeres portadores de saber. ¿Qué hace de alguien un maestro?
En 1902 se encontraron una serie textos escolares con 2.500 años de antigüedad. Estaban en Shurupak, una antigua ciudad sumeria, cerca de lo que hoy es Bagdad. Eran millares de tablas de arcilla en las que condensaron los saberes de la primera civilización. Los sumerios inventaron los jeroglíficos y el abecedario, y con ellos, la primera forma de escritura; fueron pioneros en dejar registro sobre sus creencias: la tierra era un disco flotando en el mar y Nammu, la diosa madre, creó lo demás. Midieron el mundo y fundaron la base de la aritmética. Crearon el primer manual de medicina que mezclaba fórmulas mágicas con química, y tuvieron tiempo para hacer literatura. Todo, dentro de las escuelas y con la orientación de sus maestros. Los profesores sumerios ordenaron el saber: a los más pequeños les enseñaron a escribir y a recordar, y a los mayores los educaron para los oficios que necesitaba el pueblo, como las leyes o la herbolaria. También redactaron, en medio de las invasiones, los primeros diccionarios. El ummia dirigía la escuela, y había un profesor auxiliar que caligrafiaba las tablillas para que los niños las copiaran y recitaran. Había maestros de dibujo y trazo, de gramática y de disciplina. Uno de esos profesores le escribió a un alumno que terminaba sus estudios, en un ensayo anónimo del 2000 a.C.: «Muchacho: puesto que no has desdeñado mi palabra, ni la has echado en olvido, te deseo que puedas alcanzar plenamente el pináculo del arte de escriba. Que puedas ser el guía de tus hermanos y el jefe de tus amigos; que puedas conseguir el más alto rango entre los escolares. Has cumplido bien con tus tareas, y hete aquí que te has transformado en un hombre de saber». En el Antiguo Egipto, las Casas de Vida eran templos dedicados a la enseñanza avanzada. Funcionaban como bibliotecas y talleres de copia de papiros. Allí conservaban el conocimiento que producían. De hecho, hay registros de las correcciones que los profesores hacían en los dibujos de sus estudiantes. Luego, en Grecia, los profesores eran los sofistas –hombres sabios–. Enseñaban utilizando el arte de la retórica y la oratoria. Los atenieneses consolidaron la educación, y la llamaron paideía.
Y en el 335 a.C., cuando los mentores salían a caminar por un jardín con sus alumnos para reflexionar sobre la vida, Aristóteles, maestro de Occidente, fundó la escuela peripatética. Aristóteles también le enseñó a Alejandro Magno. Y Julio César lloró en Hispania ante una estatua de su maestro, rey de Macedonia, por no haber conseguido tantas cosas en la vida como él. Boccaccio siguió las instrucciones de Dante y Petrarca. Leonardo Da Vinci aprendió en el taller de Verocchio. Siglos más tarde, Beethoven asistía a clases con Joseph Haydn y Antonio Salieri. El mentor de Sigmund Freud fue el médico y psicólogo Joseph Breuer. Y Aaron Copland, Philip Glass y Astor Piazzolla pasaron por las cátedras de la compositora francesa Nadia Boulanger. “Mediocre el alumno que no supera su maestro”, decía Da Vinci. Nadie que haya pasado por la escuela o la universidad se escapa de haber tenido buenos maestros a quiénes agradecerle. Y esas personas que dedican su vida al saber son conscientes de que su discurso tiene la fuerza de cambiar un destino. “El maestro ayuda a sus discípulos a acceder a esa luz de la que están excluidos”, escribió Dante Alighieri. Y esa luz es la vida misma: la comprensión de un pasado común y la construcción de un futuro particular. Las tres palabras que hoy se usan en el español para designar la más noble de las labores se tratan como sinónimos. Pero entender de dónde viene cada una explica las condiciones que hacen al hombre un portador de saber. ‘Maestro’ viene del latín magíster: el que está más experimentado en una actividad y por eso la dirige o enseña. ‘Profesor’ deriva del griego prophetes, refiriéndose a la acción de hablar delante de un público. Y ‘docente’ viene del verbo latino docere, que traduce ‘enseñar, o hacer que alguien aprenda’. Por eso, para ser maestro, ser experto es sólo el comienzo; hay que tener disposición para compartir el conocimiento y la fuerza suficiente para grabar su discurso en la memoria de quienes lo escuchan. George Steiner habla de una mano que guía la del alumno sobre las teclas del piano. Y lo hace para decir que “la única licencia honrada y demostrable para enseñar es la que se posee en virtud del ejemplo”. El profesor se revela ante
su estudiante desde su propia comprensión de lo que enseña: su capacidad para realizar el experimento, para resolver la ecuación delante de todos, para dibujar el desnudo en el taller o para escribir la corrección de un texto. “La enseñanza es actuación y puede ser muda”, concluye. El buen maestro le regala a su estudiante posibilidades de observación, le insiste en las preguntas, lo reprende y lo corrige a medida, sólo con el ánimo de hacerlo mejor. Un profesor se forma a golpe de lecturas y experiencias que luego traduce a sus alumnos. El verdadero maestro lo es también por fuera del aula; les muestra a los estudiantes los ejemplos para su vida y, al hacerlo, se convierte en uno de ellos. Agudiza los sentidos: escucha inquietudes torpes, pero es capaz de ver genios que otros no. Recurre a la paciencia y se demora en sus lecciones cuando las disfruta. Sabe que las notas no definen a sus estudiantes y que cualquier intento de medición no se compara con la conexión que puede lograr en su clase. El buen maestro es escaso, pero cuando aparece, la vida suma un saber y no vuelve a ser la misma. Hoy, el mundo afronta una nueva escasez. Según la UNESCO, se necesitan cerca de 69 millones de nuevos docentes para cumplir los objetivos de educación de 2030. ¿Cuántos de ellos lo serán de verdad? La labor se devalúa y, al tiempo, es más exigente. “Para poder ser maestro es necesario amar algo”, escribió el filósofo y escritor antioqueño Estanislao Zuleta, y explicó que sólo hay dos formas de conquistar la profesión: ser un “policía de la cultura” o un “promotor del deseo”. Y citó a Baudelaire para hablar de un maestro nuevo, difícil de encontrar; un maestro que entra en contradicción con los lugares comunes y que hace de los alumnos hombres buenos. El buen maestro no deja de ser aprendiz. Según Steiner, el profesor aprende de su estudiante cuando le enseña. Y para los más jóvenes, “la interrogación despierta el conocimiento”. Por eso el docente debe invitar a las preguntas e intrigar a los alumnos con su discurso. El buen maestro es un seductor intelectual. No se trata de llegar temprano a clase ni de recitar una lección; se trata más bien de conmover, de inspirar, de impulsar la curiosidad en una cabeza desprevenida.
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Víctimas de la
tontería
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Los criterios de acreditación de alta calidad en la educación son una lista de lugares comunes que no dicen nada. No miden el pensamiento crítico de los estudiantes ni la capacidad de los docentes para inspirar a sus alumnos. Como toda idea pública, la alta calidad es una convención aceptada, poco discutida y muy celebrada. ¿Qué presume y qué supone un pregrado cuando recibe la acreditación de alta calidad?
María Antonia Ruiz Espinal
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mruize s1@ e a f it. e d u. c o conductos regulares que no funcionan? ¿Echar a los buenos profesores, reemplazarlos con otros que no dan la talla e ignorar la petición de los estudiantes de tener profesores exigentes? ¿Presumir infalibilidad por llevar más de 10 años en un puesto? ¿Acomodarse en el poder en cargos sin límite de tiempo? ¿Tener docentes que dicen que los trabajos no deben ser de premio? ¿Publicar artículos solo por publicar, por tener clics, likes y mover una página?
Gustave Flaubert detestaba a los tontos y a las tonterías. Tanto así que, a lo largo de varios años, se dedicó a estudiar la estupidez y a clasificar los lugares comunes. En 1911, 31 años después de su muerte, se publicó por primera vez un trabajo que había dejado desperdigado en notas, archivos y papeles organizados en orden alfabético. El Diccionario de las ideas recibidas o catálogo de las opiniones elegantes reúne, sobre todos los temas posibles, las opiniones que ayudan a quedar bien en sociedad porque son las que comparte todo el mundo. Un efecto se puede convertir en causa, reforzar la causa y producir el mismo efecto de manera más intensa, dice Orwell en La Política y el lenguaje inglés. Y lo explica así: un hombre puede beber porque piensa que es un fracasado, y luego fracasar por completo debido a que bebe. Dice también que el lenguaje se ha vuelto feo e impreciso porque nuestros pensamientos son necios, pero la dejadez de nuestro lenguaje hace más fácil que pensemos necedades. Con la acreditación pasa lo mismo: presumir la alta calidad de un pregrado a partir de una lista de factores que no explican nada es contribuir al desastre lento. Elogiar el sinsentido. Tergiversar el verdadero significado de la calidad educativa. Suponer un estado de cosas a partir de indicios superficiales. Aplaudir la mediocridad y no hacer nada porque el calificativo de alta calidad es garantía de excelencia. Es decir que estamos bien sin realmente estarlo: creer que todo es genial y no hacer nada por mejorar. Salvando las insalvabilísimas distancias –como diría Leila Guerriero–, me imagino lo que añadiría Flaubert hoy en día a su diccionario. “Acreditación de alta calidad”: suposición de superioridad respecto a otros. Presunción de buen nombre sin tenerlo. Ornato de cualidades rimbombantes. Característica del buen vino. Sueño de todo mediocre. Particularidad de la sangre noble. Requisito de toda cerveza alemana. Atributo del chocolate suizo. Distintivo de la burguesía francesa. Calificativo para vanagloriarse. Sinónimo de alta alcurnia. Del latín qualĭtas, -ātis, es una condición determinada por una serie de criterios sin criterio. En síntesis, un Pajazo mental. Con P mayúscula. Como el catálogo de tonterías de Flaubert, existe un sumario de lugares comunes o, para quedar mejor en so-
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Ilustración: Lina Marcela Gómez Úsuga lina.gomez18.09@gmail.com ciedad, “un conjunto de lineamientos para la acreditación de programas de pregrado que, en sus diversos componentes, se desarrolla de la siguiente manera” de acuerdo con el sitio web del Consejo Nacional de Acreditación (CNA): primero está la autoevaluación, que consiste en el estudio que hacen los programas académicos a partir de los criterios definidos por el CNA. Después viene la evaluación de pares, que verifica los resultados de la autoevaluación y revisa cómo opera el pregrado. Y, por último, está la evaluación final que realiza el CNA a partir de los resultados de la autoevaluación y de la evaluación externa. Es como un one two three step by step que culmina con un reconocimiento público de la calidad por parte del Ministerio de Educación Nacional. Y es tan engañoso como la impostura con que generalmente se recibe un reconocimiento público: con el pecho inflado cual gallo de pelea y sonrisa de quokka. Es como pedirle a un grupo de personas que canten el himno nacional en un auditorio y que pretendan sentir lo mismo que en un estadio atiborrado de hinchas. Y es que ahora en lugar de observar se afirma, se cree sin discusión. El CNA evalúa, entre otros factores, que el pregrado incorpore profesores con altos niveles de cualificación y con modalidades de vinculación transparentes. Que se promueva la investigación para fortalecer el desarrollo integral. Que exista un ambiente educativo heterogéneo y flexible. Que se mantenga el contacto con los egresados para validar y mejorar el proceso formativo. Que exista un sistema de internacionalización para estudiantes y profesores. Que los docentes incentiven el desarrollo de competencias y habilidades en el
estudiante. Que haya recursos físicos y financieros adecuados y suficientes. Y si de hecho existen todos esos factores, pero no se cumplen como deberían, ¿qué es la alta calidad? ¿Un pregrado con profesores con doctorado que puntúan en investigación, pero que se rajan en docencia? ¿Contratar profesores para leer diapositivas y, que en vez de dar clase, se quejan de su vida? ¿Tener recursos para traer invitados internacionales, pero gastarlos en cosas superfluas? ¿Promover la investigación y crear grupos destinados a ésta, pero sin docentes a la cabeza que se tomen en serio a los estudiantes? ¿Tener profesores que en clase solo citan sus trabajos y no conocen a los grandes referentes? ¿Disponer de salones con computadores, software y recursos de alta tecnología, pero tener docentes de cátedra que dan clase con tutoriales de YouTube? Estos factores se puntúan de 1 a 5 en la autoevaluación y, al final, un sistema promedia la calificación. El resultado es una cifra. Un número que afirma o niega el cumplimiento de estos factores. Un número que dice poco de mucho, que responde al qué pero no al cómo. Y sin el cómo es imposible definir la calidad. Y es que la pregunta no es si hay recursos, sino cómo se invierten esos recursos. La pregunta no es si hay profesores con doctorado, sino cómo esos profesores inspiran a sus alumnos. La pregunta no es si hay actividades de formación integral, sino cómo esas actividades se alinean con los intereses de los estudiantes. Entonces, ¿qué es la alta calidad? ¿Hacer eventos extracurriculares de acuerdo a los intereses de los profesores y no de los alumnos? ¿Hablar de transparencia, diálogo, respeto y promover valores sin creer en ellos? ¿Establecer
Quizá la alta calidad empiece por tener profesores que enseñen a cuestionar la realidad. A ir más allá de lo obvio. David Foster Wallace, en Esto es agua, explica que la verdadera educación no es atiborrar a los alumnos de conocimiento, sino enseñarles a pensar. Y con eso se refiere a algo más profundo, a una idea más seria: aprender a pensar quiere decir aprender a ejercitar un cierto control acerca de qué y cómo pensar. Esto implica estar atento de forma tal que sea posible elegir en qué poner la atención y revisar el modo en que se llega a las conclusiones, el modo en que se construye sentido con base a lo percibido. Tal vez, para medir la calidad sea más acertado pensar en términos cualitativos que en cuantitativos, aunque sea insostenible estadísticamente. Y es que la cifra no es suficiente. Sacar 5 en el factor “instalaciones” no significa que se aprovechen de forma efectiva. Es tenerlo todo y no tener nada al mismo tiempo. Quizá haya que preguntarse por el cómo en lugar del qué. Proponerse graduar personas pensantes que se hagan preguntas en lugar de megáfonos que amplifiquen discursos. Decía Estanislao Zuleta que Flaubert sabía que más que ser víctimas del sistema, de la dominación, del poder, somos víctimas de la tontería, que es el principal enemigo. Si no fuéramos presas de la tontería probablemente nadie nos podría deslumbrar, seducir y explotar. Tal vez, si no fuéramos víctimas de la tontería sabríamos que hay poco que celebrar. Podríamos hablar desde la verdad sin ornamentos retóricos. Sabríamos que la mediocridad y la incapacidad de pensar van de la mano. Que la indiferencia, la pusilanimidad y la pasividad son un trío inseparable. Que acreditarse como un pregrado de alta calidad y no pensar en qué significa ese reconocimiento es aceptarlo sin hacerse las preguntas necesarias. Que aplaudir la apariencia es asistir al desastre lento: al fracaso majestuoso.
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2018 NO ES SOLO UN PIROPO
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El acoso sexual en las universidades es un problema que no puede seguir escondido, archivado en los papeles de alguna oficina o en los chismes de pasillo. Hay que hablarlo porque ya es hora de que los acosadores se sienten en la norma. Esperen, ¿cuál norma?
Mariana Hoyos Acosta
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Mientras usted lee este texto - digamos media hora- dos niñas serán violadas, una mujer será víctima de alguna agresión sexual, cientos se quedarán calladas y decenas de casos quedarán impunes. En Colombia nos violan más, nos pegan más y nos maltratan más que a los hombres, pues el 76% de los casos de violencia de género son contra la mujer.
¿Qué pasa cuando tienes algo que decir sobre tu compañero, profesor, jefe de pregrado o decano? ¿A quién decirle? ¿Cómo hacerlo? ¿Dices nombres? ¿Te metes en problemas? ¿Te arriesgas a que no te crean? ¿Qué palabra vale más, la de una simple estudiante o la del maestro con doctorado? El miedo a denunciar es uno de los problemas más graves respecto al acoso sexual porque sin denuncias es imposible combatirlo. Y es normal que se intimiden ante acosadores sistemáticos que dicen cosas como: “Ser docente sirve para tres cosas: investigar, publicar y para comerse a una primípara cada semestre” o “yo no me acuerdo de nombres, pero sí de piernas... Tú ya tuviste clase conmigo, ¿no?”.
“Si le respondes a los morbosos en la calle, quedas peor tú que ellos”, me dijeron alguna vez, como si lo vergonzoso fuera que yo me hiciera respetar y no que otro me hiciera un comentario morboso. ¿Cuál es el mensaje? Mejor quédese callada y sonría dulcemente como si no la hubiera incomodado. Déjelo pasar y resígnese. En este país machista los acosos sexuales están profundamente arraigados y naturalizados. Generación tras generación hemos bailado y cantado el maltrato. No solo está en el reggaetón, también en las baladas, en el vallenato, en la música de diciembre, en la ópera y hasta en la salsa: “Mira negra, y ponte a fregar Coge el trapo y ponte a limpiar Si yo llego y mi papa no está Pau, pau, pau, te voy a dar”. Así dice la canción Si Te Cojo de Ismael Rivera. El acoso también lo leemos por las tardes con una taza de café al lado. La literatura está inundada de acoso hacia la mujer, La intrusa de Jorge Luis Borges es solo un ejemplo. En el cuento dos hermanos matan a una mujer porque ambos están enamorados de ella y afecta su hermandad. En él la mujer es un objeto que se posee, se usa, después estorba y se bota. Acoso en la música, en la literatura, en la calle, en la casa, en el trabajo y en la universidad. Sí, en la universidad. Hasta la microsociedad que nos educa y nos prepara para vivir en el mundo laboral, que debería ser un ejemplo de respeto, está impregnada de esa cultura maltratadora y machista. Esta problemática, calladita y tras bambalinas, hace que muchas estudiantes tengan que irse de la institución, cambiar de carrera y hasta abandonar los estudios. Lo sorprendente no es tanto el lugar donde ocurre, porque acoso hay en todas partes, sino que la mayoría de universidades en Colombia son laxas, ciegas y negligentes ante el tema. No hay cifras, intentan tapar el sol con un dedo y sus funcionarios dicen: “¿Qué quiere que yo haga? No le pare bolas y ya”, “ay, no creo que eso haya pasado así”, “no sea exagerada”, “tampoco fue tan grave”. Los estudiantes, los profesores y las directivas normalizan violencias sutiles que están detrás de miradas, insinuaciones, comentarios y chistes. Y cuando una universidad es negligente ante un caso de acoso sexual es tan culpable como el acosador, porque no garantizarle los derechos a los estudiantes es parecido a transgredirlos. A una estudiante de la Universidad del Valle un profesor le agarró la cara, le lamió la boca y después le dijo que era una maldita y que lo estaba provocando. Ella
Ilustración: Lina Marcela Gómez Úsuga lina.gomez18.09@gmail.comgmail.com lo denunció ante la Fiscalía y expuso el caso ante la oficina de Control Disciplinario Docente; allí presentó el testimonio de una docente que tenía cartas en donde otras estudiantes acusaban al mismo profesor de acoso sexual. Sin embargo, la situación se consideró un mal menor en el cual no se podía hacer nada. Un estudio que realizó Vice Colombia en 2017 a propósito de esta problemática, concluyó que de las 30 universidades colombianas que encabezan el Ranking QS de Universidades Latinoamericanas, solo nueve cuentan con reglamentaciones de equidad de género y violencia sexual o condenan el acoso. Después del estudio, otras dos están designando comisiones para hablar del tema y creando protocolos. Hay más de 200 universidades en Colombia y la mayoría se hacen las ciegas. A comienzos de este año, la Universidad Pontificia Bolivariana envió un correo a sus estudiantes en donde les daban tips para vestirse en la U. Allí recomendaron no usar falda corta, shorts, escotes profundos o ropa muy ajustada, pues “no hay nada más incómodo que distraer la atención de tus compañeros de clase y profesores”. Inmediatamente, tres estudiantes convocaron a través del hashtag #UPBenFalda a sus compañeros para que usaran falda al otro día, con el fin de manifestar su rechazo ante el correo enviado por la Universidad. “Yo no podía permitir que la universidad fuera un espacio que naturalizaba las violencias contra la mujer. Es ridículo que una institución esté participando activamente en la aceptación de estas actitudes, que parecen ser muy sutiles, pero que al fin y al cabo son el caldo de cultivo para violencias de mayor escala”, aseguró Margarita Restrepo, una de las creadoras de la iniciativa y del proyecto Bolívar en Falda, el cual visibiliza el acoso sexual en las universidades. Decirle a una mujer cómo se tienen que vestir para que no la acosen, es lo mismo, en menores proporciones, a decirle que fue su culpa que la violaran. Sin embargo, definir qué es y qué no es acoso es muy complicado. Hay una línea, muy delgada e invisible, que separa un
comportamiento coqueto a uno acosador. ¿Qué es acoso? La ley 1257 de diciembre 04 de 2008, que creó el artículo 210A del Código Penal Colombiano dice: “El que en beneficio suyo o de un tercero y valiéndose de su superioridad manifiesta o relaciones de autoridad o de poder, edad, sexo, posición laboral, social, familiar o económica, acose, persiga, hostigue o asedie física o verbalmente, con fines sexuales no consentidos, a otra persona, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3) años”. No se trata de hacer una cacería de brujas y de sancionar cualquier coqueteo. El acoso intimida, es agresivo y hostil. He ahí la diferencia cuando un profesor dice “¡qué ojos tan lindos!” a cuando dice “usted ya sabe cómo puede mejorar esa nota”. En el primero se halaga la belleza, en el segundo se objetiviza. El acoso, en su mayoría, no es ocasional, es constante. Empieza con una mirada, sigue con un comentario –aparentemente inocente-, puede seguir con una insinuación, mensajes de texto, correos electrónicos, el encierro en una oficina, en un baño o en un salón de clase. El acoso, poco a poco, se va intensificando. Por eso, cuando una víctima denuncia alguna de las primeras fases, la creen exagerada. Además, la falta de pruebas es otro enemigo de las denuncias de acoso sexual. ¿Cómo probar que alguien te miró morbosamente, que después te dijo que estabas muy linda, que te puso la mano en la pierna y lentamente la fue subiendo mientras te decía que tú no eras una niña como las demás y que él no tenía esposa? No se puede. Termina en “tu palabra contra la mía”. A veces lo único que hay son testigos, pero estos no siempre ayudan. Muchos casos muestran que los compañeros de clase no se indignan cuando ven que un profesor se está pasando de la raya con una alumna. En ocasiones, otros docentes saben lo que pasa, pero no dicen nada. Los testigos se vuelven observadores cómplices que dicen cosas como: “Usted ni tiene que estudiar para el parcial, igual ya lo tiene ganado”, “usted se sienta en la nota”.
Este año, a una alumna de Eafit, otro estudiante que ella no conocía, se le metió en varias ocasiones al cubículo mientras ella estudiaba sola. La abrazó, la acarició y le dijo que estaba muy linda, que le había encantado verla. Ella estaba incómoda, asustada y lo sacó. Otro día le puso la mano en el pecho y le insistió que le diera su número; ella no quiso y salió corriendo. Cuando le contó al vigilante lo que había pasado para que la ayudara, este se rió y le dijo que solo era un admirador que estaba enamorado de ella, que eso no había pasado a mayores pero que igual la iban a vigilar con las cámaras de seguridad. “Si yo estaba pidiendo ayuda era porque la necesitaba, no porque me estuviera haciendo la abusada”, aseguró la estudiante. A los pocos días él la abordó y le preguntó por qué siempre corría cuando lo veía, que a él le parecía hermosa y que por eso la perseguía. Ahí mismo gritó y le pidió ayuda a una amiga que por suerte estaba cerca, ella le dijo que la dejara en paz y que no la molestara más. Todo pasó frente a las cámaras con las que supuestamente la estaban cuidando los vigilantes. No se trata de decir que a los hombres no les pasan estas cosas. A ellos también los acosan profesoras y alumnas. Y de hecho es la misma cultura machista la que no los deja denunciar y reconocer estas actitudes, pues el que dice que se siente incómodo es “menos hombre” y “está desaprovechando la oportunidad”. Muchos, por el contrario, se sienten orgullosos de ser objetivizados. Sin embargo, no cabe duda de que las mujeres somos las protagonistas principales de esta historia de miradas morbosas, caricias incómodas, comentarios vulgares e insinuaciones sexuales no correspondidas. Aunque muchos digan que el límite es difuso, es evidente cuando alguien se siente incómodo con una actitud que, supuestamente, es un simple coqueteo. Si no es correspondido, pare. Si está refiriéndose sexualmente al otro y a este no le gusta, pare. Si quiere obtener algún favor sexual a cambio de una nota, sepa que de pronto esa persona hace parte de las que no nos quedamos calladas.
*Si usted es estudiante de Eafit y se siente acosado puede escribir a centrodeintegridad@eafit.edu.co
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SEÑORITA COLOMBIA:
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¡Quítese la ropa! Á lvaro Arturo Gue rre ro Arango
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ague rr14@ ea f it. e d u. c o
Teóricamente Colombia es una nación, históricamente está probado que fue fundada por curas y monjas a lomo de mula y que quedó pegada con mocos ¿Cómo se mantiene unida a una sociedad que no se pone de acuerdo en nada salvo en la creencia de que todo va mal?
que cree en la Virgen María. Usted aprendió a gatear, a caminar y a ir al baño sola de la mano de un sacerdote. La iglesia fue la principal estructura de poder y la encargada de proveer a la sociedad de múltiples servicios sociales como la educación y la salud desde el siglo XVI hasta el XVII. No hubo aldea en Colombia que no se construyera alrededor de una capilla por muy pequeña que fuera. La comunidad se organizaba entorno a ella, los más influyentes, ricos y respetados vivían al lado de la casa cural, los más pobres, los que tenían un pasado vergonzante y una reputación comprometida vivían más alejados.
Si se hace el ejercicio de recorrer el país desde Leticia hasta Riohacha preguntándole a la gente si cree o no que Colombia es una nación, seguramente la mayoría no tendrá ni idea. Sin embargo, en ese afán de demostrar que sabe de todo y que nadie lo corcha, el colombiano le responderá largo y tendido, sin ponerse siquiera colorado y con una seguridad que no deja lugar a ningún indicio de ignorancia. Le dirán que claro que sí, que tenemos un mismo ejército, que hablamos la misma lengua, que nos inculcaron la religión de los once mandamientos, que tenemos un origen más o menos homogéneo, tradiciones y costumbres similares, que nos criaron con el mismo rejo, y que nos contaron los mismos mitos de chiquitos. También le dirán que claro que no, que no existe espíritu nacional alguno en Colombia distinto al sentimiento que despierta un gol de la selección de fútbol, que somos es regionalistas, que tenemos acentos y platos típicos muy diferentes, que hay regiones que todavía están apartadas y dejadas en el olvido, que es imposible ser nacionalista cuando no se ha vivido una dictadura o una guerra con un vecino extranjero. Finalmente no encontrará consenso alguno. Está en Colombia, y eso pasa casi siempre. Pasó en el proceso de independencia hace dos siglos, pasó en el plebiscito de la paz, y pasó en la consulta anticorrupción. Lo paradójico es que entre los lugares más comunes de la sociedad está quejarse de los gobiernos corruptos y lamentarse por las profundas e irreparables heridas que cree le ha dejado la guerra. Colombia es sin duda alguna, un plato de lo más exótico, un bocatto di cardinale como caso de estudio y de análisis, y es que el apodo del país del Sagrado Corazón de Jesús se lo tiene bien ganado y con creces. Es el único país de Latino América que no ha sufrido nunca una dictadura o ha tenido un gobierno de izquierda, el país donde el voto femenino fue instaurado por un militar que se hizo presidente sin hacer elecciones, y donde el fiscal anticorrupción está en la cárcel por corrupto. El país que, como bien describe Ricardo Silva Romero en su Historia Oficial del Amor, está poblado por hombres y mujeres encantadores que eventualmente te pueden mandar a matar. ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo en aspectos que para cualquier tercero parecerían elementales y hasta obvios? ¿Cómo se logra comprender una sociedad tan polarizada? ¿Cómo se derrumban tabúes si en la mesa no se habla de sexo, política, ni religión? ¿Cómo y hacia donde avanza una sociedad que cree que todo lo que ha hecho en el pasado está mal y que siempre hay que empezar desde cero? Los colombianos saben de reinados, y tienen claro que las preguntas difíciles se responden al final. Por ahora lo más importante para que Colombia se entienda es que se conozca a sí misma.
Primero la blusa señorita Tenga la bondad de al menos enterarse donde y cuando nació. En una tierra que le quedaba grande en todo el sentido de la palabra, en un territorio vacío, recóndito y escondido donde no llegaba casi nadie, atravesado por
El ciclo de vida del neogranadino estaba marcado por los sacramentos católicos, no solo nacía, crecía, y se reproducía. También se bautizaba, se confesaba, comulgaba y finalmente se moría la mayoría de las veces, según el argot popular, de envidia.
Bájese de esos tacones
Ilustración: David Flórez simernio@gmail.com
tres cordilleras intransitables y partido a la mitad por un río que en el que en un inicio solo fluían plagas y enfermedades, en un territorio en el que no había ningún imperio o alguna organización política y social considerable. En cuanto a su edad, deje de quitarse años. No fue con la independencia que nació, fue cuando un grupo de exiliados del Reino de España se empezó a mezclar con unas incipientes y muy elementales comunidades indígenas, los Tayrona en el norte y los Muiscas en el centro del país principalmente, incomunicadas entre sí. Desde que nació en el siglo XVI le ha dado la espalda al mar. Se asentó en Bogotá, la capital más apartada de todas, persiguiendo la Leyenda del Dorado. Sus costumbres, su forma de vestir, de comer, de crianza, de vivir en comunidad, de concebir la riqueza, son importadas, y no fueron propiamente impuestas a la fuerza. Según los registros históricos, el proceso de conquista y posteriormente la colonia fue bastante sencillo para los nuevos habitantes americanos en la Nueva Granada comparado con como había sido en los actuales territorios de México, Perú y Argentina donde sí encontraron una recia resistencia. Los nuevos y viejos habitantes se integraron rápido, aprendieron la lengua, la religión, las formas de vivir, vivieron en comunidad, se respetaron y se hicieron pasito durante tres siglos ¿Sabía eso señorita? No siempre fue usted una nación violenta.
Ahora el pantalón No le de pena darle a la religión el lugar que se merece en su historia. Reconozca que usted es una madre, y
Caiga en cuenta que sus hijos de hoy son hijos de la provisionalidad y del engaño. De una provisionalidad producto de un miedo constante, de un riesgo permanente, de estar listo para salir corriendo cualquier día, por un temblor, por un río desbordado, por una inundación, por una expropiación, etc. Esa idea de querer alcanzar el éxito y ser profeta en tierras ajenas es la huella que quedó de la persecución que vivieron durante siglos los primeros españoles que llegaron expulsados de su tierra. Prueba de que siempre pensaron que estuvieron de paso, es que comparativamente con otras culturas de la región, en Colombia no hay grandes manifestaciones artísticas y arquitectónicas. ¿Para qué levantar un gran monumento o una iglesia enorme si el día de mañana hay que salir de aquí? ¿Por qué quedarse estático cuando hay tierras libres y fértiles por todas partes? Si me permite señorita, me atrevería a decirle ahora que la veo casi desnuda, que uno de sus rasgos más característicos es la desconfianza, y de todo corazón, yo la entiendo. Cómo no va a ser usted una nación desconfiada si la leyenda del Dorado terminó siendo un cuento chimbo, si se mantuvo durante siglos en un Statu Quo que le arrebató la independencia a la brava, si esta tierra que parecía prometedora, terminó siendo bastante modesta, si la independencia solo le demostró que no tenía ni idea de administrar algo, si siempre ha sido aversa al cambio. Además, tanto tiempo invertido en mantener una buena reputación, en buscar aprobación, en ese exceso de cordialidad y cortesía, el miedo al qué dirán y el normalizar las relaciones hipócritas, definitivamente le han reforzado esa condición de desconfiada.
Lo que falta: ¡Todo! ¿Sí ve? ¡El problema suyo es que no confía! ¡En nadie! Ni en usted, ni en su familia, ni en sus amigos, mucho menos en sus gobernantes. Cree que todo el mundo se la va a hacer, se la va a jugar, que le quieren robar, quitar lo que es suyo, le quieren meter los dedos a la boca, y obvio usted no se va a dejar. Por eso es que no da papaya y no deja que nadie le enseñe como hacer hijos. Por eso es que prefiere trabajar sola, así el éxito es suyo y el fracaso es porque así lo quiso Dios o porque alguien le hizo la cagada, de ahí también su individualismo. Usted señorita no es violenta, ni está predestinada a matarse, usted simplemente no le cree a nadie y piensa solo en usted, y hasta que eso no cambie yo no le voy a devolver su ropa.
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No es tan bueno
como parece
Valeria Echavarría Arroyave |
vechava2@eafit.edu.co
La administración de Federico Gutiérrez en la Alcaldía de Medellín es vista con muy buenos ojos. En el huracán de la opinión pública, la ciudad parece ser la panacea. Nos quieren hacer creer que todo está de maravilla pero ¿se puede gobernar una ciudad a través de las redes sociales?
cas (las más desentendidas por parte del Estado) como la Comuna 13 incrementaron en un 86%.
Las cifras de homicidios suben, los estudiantes llenan las calles, el trabajo informal atiborra las aceras y los parques. Todo eso pasa mientras el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez sonríe rodeado de niños para sus cuentas de Facebook y Twitter. Aquel que repite “Estamos trabajando por Medellín” se queda corto en su expresión debido a que está por completar su mandato y ha sabido usar más los dedos que la cabeza. La política tiene siempre una cara dicotómica, la del ámbito de la legalidad, es decir, aquella que se ciñe a las normativas para evitar así un poder arbitrario. Y otra de la legitimidad, referente al apoyo, la aceptación y justificación de un poder político. El alcalde se ha esmerado desde su posesión en el 2016 por la segunda cara, en donde denominó como “obsesiones” de su gobierno local problemáticas tales como: seguridad, movilidad sostenible, calidad educativa, desarrollo social y económico incluyente. Vale cuestionarse cuánto de ello es cierto y cuánto se ha cumplido, cuando por un lado, a pesar de que la opinión pública catalogue su administración de forma positiva, las cifras, la crítica y el análisis versan en otra vía. Siguiendo cifras de Medellín Cómo Vamos, la ciudadanía respalda su gestión con más de un 80% de favorabilidad. Pero académicos y analistas ni siquiera llegarían a la mitad de la anterior cifra.
#ConfianzaCiudadana Fico, como la gente lo reconoce, ha logrado una aceptabilidad inmediata y un dinamismo importante en los medios de comunicación. Cuenta con una discursividad y un manejo de masas increíbles; nadie lo desconoce. Gildardo Antonio Bueno, magíster en ciencias políticas de la Universidad de Antioquia, en su texto “El populismo como concepto en América Latina y en Colombia” habla de la categoría neopopulismo afirmando que éste, mediante cierto estilo, formas discursivas y estrategias, logra manipular la voluntad del pueblo pues son elementos con los que el líder —paternalista, personalista y carismático— logra acceder a ellos y generar un vínculo mayor. Lo anterior se adscribe a la personificación del alcalde de Medellín, quien, no solo es un líder político sino una marca comercial en sí mismo, que necesita de las buenas percepciones de su público para venderse de mejor manera. Siguiendo esa línea, el sociólogo francés George Balandier afirmaba que el lenguaje, las simbolizaciones y las imágenes producen un efecto mediático enorme en el ámbito político. Mire las propagandas de la Alcaldía y su logo “Alcaldía de Medellín, cuenta con vos” campañas amenas, alegres, digeribles. El marketing político de Fico le apuesta a defender sentimientos colectivos mediante discursos llamativos con emociones fáciles, se vale pues de argumentos que se ganen la confianza diciéndoles lo que quieren oír.
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El alcalde de la gente y para la gente afirmó en sus redes sociales que “donde hay autoridad, quienes deben temer son los delincuentes y no los ciudadanos de bien” Esta es una visión del Estado meramente coercitiva, cuando la función del Estado y su personificación ha de ser un equilibrio entre control y confianza, corresponsabilidad y garantías.
Ilustración: Maria Camila Cardona mariacamilacardona97@gmail.com Las percepciones de los ciudadanos asciendan escalonadamente, al igual que la de la mamá y los tíos de muchos. Según la encuesta Gallup, los datos frente a la aprobación del desempeño fueron los siguientes: el administrador anterior, Aníbal Gaviria, terminó con un índice de favorabilidad del 66%, ya con Federico comenzó con una del 78% a mediados de febrero del 2016 y en abril del presente año con una favorabilidad del 86%. Sin embargo, ese aspecto es el macro y el más visible en la política, logrando así que conflictos de raíz y que subyacen queden relegados. En cuanto a los procesos sociales, en temas de equidad de género, inclusión social e igualdad, la Alcaldía se ha desentendido casi por completo. El Informe de Presupuesto de Inversión por Resultados (RPR) indica cómo se han focalizado los recursos y cuáles son sus prioridades. A modo de ejemplo, está el caso de la Secretaría de la Mujer versus la Secretaría de Comunicaciones. En el 2015 La Secretaría de la mujer tenía un presupuesto asignado de $11.330 y en el 2017 de $6.717. En cambio, la Secretaría de Comunicaciones pasó de tener un presupuesto de $6.788 en el 2015 a uno de $15.136 en el 2017.
#ElQueLaHaceLaPaga Así, terminan muchas de sus publicaciones casi a modo de promesa o compinchería con el gobierno nacional. Ese hashtag hace parte de una estrategia a cargo Iván Duque, la Policía y la Fiscalía como plan ofensivo para combatir la delincuencia. Disiente entonces es la forma en que criminalizan más de lo que educan, en que materializan sus políticas públicas bajo dinámicas de represalias. Evidente es cómo la Ley del Talión explica sus ideologías políticas. Desde su candidatura abanderó como política central la seguridad, específicamente basada en combatir tres pilares: la criminalidad, la ilegalidad y la desigualdad social. La anterior triada tambalea, en tanto que reduce el término seguridad a exclusivamente combatir el crimen organizado y tener más cámaras de seguridad, dejando de lado los tratamientos integrales y humanos. Ufanándose que al capturar más de 100 cabecillas, algunas de la “Oficina de
Envigado”, “La Terraza” o “La Convivir” como del resto de 300 bandas criminales de la ciudad, podrá hacer un ejercicio integral y coherente. Estas medidas son efectistas pues evade soluciones ante problemas estructurales, es decir, problemas complejos que persisten en el tiempo los cuales son interdependientes con otros problemas, que atañen a la población y al interés general. Ignora así los procesos y va a la coyuntura tal y como lo hizo con los jardines de la Oriental ante la crisis ambiental, aunque beneficiosa la medida no logra impactar a largo plazo ni mitigar la situación. Esto traduce que Federico quiere todo para ya y de la forma más fácil posible. A sabiendas que procesos paulatinos de (re)construcción social, tal como los procesos comunitarios han demostrado que logran más impactos positivos que las prácticas policivas. Se le olvidó que Medellín sigue siendo históricamente una de las ciudades más desiguales e inequitativas. Pero cree que con una oferta institucional que fortalezca organismos de justicia y seguridad va a mejorar exponencialmente. Retomando el RPR en el 2015 la Secretaría de Seguridad se encontraba en el puesto 12 con una inversión de $58.581. En el 2017 ya ocupaba el puesto 8 con $124.545, y en el 2018 en el puesto 6 con una inversión de $258.998. Representó un 5,5%, siendo el más alto porcentaje desde 2008. Aunque lo planteado en los párrafos anteriores sea condición necesaria para desestabilizar las estructuras criminales no es suficiente para dirimir el tema tan álgido que vive la ciudad. No se puede hablar de un cambio sustancial en políticas de seguridad ya que si miramos el Informe de Calidad de Vida de Medellín Cómo Vamos (2017) en términos efectivos pero sobre todo eficientes, Medellín posee los niveles más altos de extorsión del país y una tasa de homicidios que va en aumento. Del 2016 al 2017 pasó de 21,5 a 23,2 por cien mil habitantes. Presentando 581 homicidios. En una temporalidad cercana no se puede olvidar que mayo del 2018 fue el mes más violento en donde hubo un aumento del 51%. Y, que los homicidios en zonas periféri-
Federico es un reduccionista. Ante problemas de naturaleza pública toma como eje de ejecución el control estatal a través del uso de la fuerza, mostrando su debilidad ante el resto de temas. En su mandato ha comprobado que tiene la fuerza militar y que detenta el poder de las armas mediante el respaldo de la fuerza pública, contando con un apoyo exacerbado de los militares y la policía. Tanto que se saltó la norma, que es sino ver la Comuna 7, 8, 13 en donde las zonas están militarizadas. Un habitante de la 13 relató que cerca a su casa había una estación de policía y también estaba el ejército cerca, sin embargo frente a conflictos no atendía ante ninguno porque “o el policía tenía nexos con los combos y me delataban o el militar no me generaba buena espina” Por otro lado, bajo su administración la brecha entre educación pública y privada se acrecentó. Durante el mes de octubre Federico no publicó en su canal directo (redes sociales) apoyo o información alusiva a las problemáticas de desfinanciación de los institutos de educación superior de índole pública. Pero el 18 de dicho mes cumplió su cita, casi romántica, de divulgar la visita del presidente Iván Duque a Barrio Antioquia en unos de los operativos contra el microtráfico. Curioso que defienda a la educación como centro y apuesta para contrariar prácticas ilegales en donde afirme que ello es más importante que las capturas. Curioso que diga que garantizar las mejores condiciones educativas es un imperativo (#LaEducaciónEsElCamino) cuando no ha tomado postura frente a la crisis. Justamente, ello es lo que indica la Alianza Pa´ Dónde Vamos, en donde, señala que la no garantía de trayectorias escolares totales, oportunas y plenas (desde educación inicial hasta educación superior) inciden en el crecimiento de la desigualdad en la región. Federico no ha contado con nosotros, se ha quedado con una visión de la política desenfocada y reducida. Medellín, una ciudad de paradojas y contrastes, la cual ha sido escenario de expresiones dramáticas frente a la violencia, no solo desde lo tradicional, los muertos, sino desde la mirada integral, aún tiene que saldar una cuenta con el conflicto y la desigualdad social de los sectores más vulnerados. Para así, reconciliarse con su pasado y generar una apuesta desde la colectividad, dejando de lado una vez por todas su guion y sus vestiduras de un partido que no ha querido visibilizar para que, tal vez, pueda tener una visión más allá de la seguridad y sea una realmente democrática.
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M Ricardo Castro Cano ricardocastro0697@gmail.com @camarografia
Desde hace algunos años tomé la decisión de conocer Medellín. Y acompañado de mi cámara me he movido de sur a norte y de oriente a occidente a través del valle, las lomas, las calles asfaltadas, los pisos de tierra, las baldosas de colores, las montañas, los caminos de antaño y los nuevos atajos. Siempre atento. Este ejercicio ha despertado en mí un interés por la cultura popular de la ciudad: las particularidades de las personas, sus pensamientos, prácticas, lenguaje y, sobre todo, su realidad. He podido mirar a los ojos a personas que siempre pasaba de largo. He conversado con pillos, prostitutas, indigentes, madres solteras con 5 hijos, niños que nacieron con menos 100 puntos en la carrera por el éxito, desplazados, enfermos, drogadictos: un sinfín de personajes que viven en esta ciudad pero que, pareciera, habitan otras dimensiones. La Medellín más innovadora los ha borrado de sus pantallas. No existen en las redes sociales del alcalde, y menos en las nuestras. Nadie les da like, retweet ni los comparten en sus muros. En este camino he logrado desarrollar la empatía, la comprensión y la solidaridad. Y he entendido que, como explica el filósofo iraní Ramin Jahanbegloo, se trata de vivir el pluralismo empático, que consiste en comprender lo diferente que somos pero acercarnos a esa diferencia por medio de la interacción. He vivido 20 años en Medellín y apenas hace algunos meses conocí el barrio El Concejo del corregimiento de Altavista. Allá, diariamente, los habitantes aguantan balaceras, reclutamiento ilegal, tráfico de estupefacientes, homicidios, vacunas y los estragos del control que han ejercido Los Chivos y Los Urabeños. Sin embargo, la realidad se muestra más cruda a medida que la intimidad aumenta: los ranchos de tabla y las viviendas construidas en zonas de alto riesgo son la más clara representación de la marginalidad. Víctimas del conflicto armado, los habitantes de Altavista tuvieron que abandonar sus hogares en los pueblos de Antioquia para llegar a esta ciudad que, sin descanso, los revictimiza. Según el Sistema de Información para la Seguridad y Convivencia-SISC, en los primeros 6 meses de 2018, 323 personas fueron asesinadas en Medellín, y fue Altavista el lugar con mayor número de homicidios. Al día de hoy, ya se superan los 500 homicidios, lo que representa un aumento del 10% respecto al mismo período del año pasado. Hay que conocer el entorno que nos rodea para librarnos de tanto prejuicio: aprender a mirar más allá de las montañas. Solo es cuestión de escuchar y mirar al otro, así nacerá la empatía, se reforzará la identidad e irá desapareciendo la indiferencia. Agradezco a Jonier Quiceno y a Sara Loaiza por mostrarme Altavista. Su casa, la nuestra.
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Fotografías: Ricardo Castro Cano
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Las 32 universidades públicas del país se enfrentan a una grave crisis de financiación. El pasado 10 de octubre, más de 40 mil personas marcharon en Medellín para hacerle entender al gobierno que se necesita una solución pronto. A este movimiento se sumaron estudiantes de algunas universidades privadas de la ciudad.
¿Le importa a la Universidad Privada la crisis de la Pública? fue un año importante para Colombia. El país trataba de salir de una década llena de violencia, en la que la gente en cada ciudad vivía con miedo constante, pues la terrible guerra contra el narcotráfico había quebrado al país. La promulgación de la Constitución del 91 había devuelto la esperanza al pueblo y parecía que por fin todo iba a mejorar. Pero ese año, el 2 de marzo el país sufrió un apagón, producto de la crisis energética que dio paso a la recordada “Hora Gaviria”; el 22 de julio Pablo Escobar se escapó de la cárcel “La Catedral” junto con su hermano; y el 28 de diciembre, para rematar el año, se aprobó la Ley 30, en la que se estableció una nueva regulación para la educación superior. Esa misma ley sería la que, 26 años más tarde, llevaría a las universidades públicas del país a una crisis de financiación que se anunciaba desde años atrás. es un año importante para la educación. Los estudiantes, como en anteriores ocasiones, le exigen al gobierno una pronta solución a esa crisis que para la fecha, tiene a las 32 universidades públicas del país con un déficit acumulado de 18 billones de pesos y que las hace vivir con el miedo constante de no poder seguir brindando sus servicios a los estudiantes. Este año, el 10 de octubre, más de 40 mil personas se unen para marchar en Medellín. A las dos de la tarde el
Parque de Los Deseos está repleto. Hombres, mujeres, adultos, jóvenes, profesores, estudiantes, empleados, universidades públicas, universidades privadas, todos están allí y a cada minuto llegan más. Juan Luis Mejía Arango, rector de la Universidad EAFIT, apoya la iniciativa que surgió desde los estudiantes de su universidad por sumarse a la marcha, y afirma que siempre debería haber una actitud de solidaridad entre las universidades públicas y privadas pues “un país sin universidades públicas es un país inviable, ya que estas instituciones son el mayor espacio generador de equidad”.
Pero ¿entonces qué es una actitud de solidaridad? ¿Para ser solidarios basta con el mero hecho de afirmar un apoyo cuando se pregunta por una posición? ¿La solidaridad no debería ser también una actitud propositiva frente a la crisis del otro? Parece que no es ninguna de las anteriores, pues hasta ahora, en Medellín, ninguna institución privada se ha manifestado oficialmente sobre la crisis que enfrenta la Universidad Pública y pareciera que se queda sola en su lucha. Guillermo Orlando Sierra es el rector de la Universidad de Manizales –ciudad que también fue partícipe de la marcha– y para él, “la educación está adherida a la estrategia de desarrollo de un país, y en ese sentido no habría que discriminar entre lo público y lo privado, sino que la apuesta de Colombia debería ser la generación de pensamiento crítico como ruta para el fortalecimiento de la autonomía nacional”, y es por esto que, desde su punto de vista, las universidades públicas y privadas tienen el deber de trabajar conjuntamente en la creación de una política pública que pueda solucionar el problema que atraviesa el país. *** Ya se oyen cantos y se ven carteles en alto, algunos tratan sobre las precarias condiciones de la educación, otros sobre la incompetencia del go-
bierno; algunos hacen preguntas y otros exigen respuestas. Y estando uno allí, de pie en medio de la gente, es inevitable preguntarse si realmente todo eso servirá para algo, si más de un mes sin clases y el esfuerzo de miles de estudiantes será reconocido de alguna manera, y no se perderá en el recuerdo de la ciudad, del país y de los mandatarios, como “el otro día de la marcha”. Llega el momento de partir y las pancartas se extienden a lo ancho de la calle. La marcha ha empezado, la gente se mueve. Y de repente, llueve. La lluvia, demasiado fría, hace que todos saquen sus chaquetas y sombrillas y la calle se cubre, por primera vez en la tarde, de círculos de colores. Lo cierto es que todos ignoran la lluvia, que a nadie le importa mojarse un poco con tal de hacerle saber a toda la ciudad que más de 500.000 estudiantes están en paro, todo porque sienten que, hasta ahora, ninguno de los gobiernos ha hecho lo suficiente para asegurar el futuro de las universidades públicas en el país: para asegurar su propio futuro. *** El problema de la Ley 30 de 1992 está en que estableció que la nación debía aportar un porcentaje a la financiación de las Instituciones de Educación Superior Públicas dependiendo del aumento del Índice de Precios al
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Consumidor (IPC). Es decir, el estado aportaría un porcentaje conforme aumentara el salario mínimo de los colombianos, y el resto de dinero provendría de los recursos y rentas propias de cada institución. Para la época éste era un aporte considerable, que alcanzaba a subsanar las necesidades de las universidades. Esta ley también decía que este porcentaje debía aumentarse gradualmente año tras año, pero como el aumento del IPC fue tan poco comparado a las crecientes necesidades de expansión de las universidades, los recursos casi que se congelaron. Fue así como, en resumidas cuentas, poco a poco los aportes de la nación se hicieron insuficientes y las universidades públicas tampoco podían solventar con sus propios recursos las demandas económicas, llegando hasta el día de hoy en el que se encuentran en números rojos. *** La lluvia cesa rápidamente. Unas cuadras más allá de la Universidad de Antioquia, a un lado de la avenida, parado en la mitad de uno de los cruces, hay un hombre de camiseta roja que carga en sus hombros a un niño, éste, con una sonrisa, sostiene un cartel que dice “Yo marcho por mi futuro”. El hombre se llama Carlos y el niño Miguel, son hermanos. Carlos estudia en la Universidad de Antioquia y Miguel aún está en el colegio, y aunque antes no sabía muy bien qué estaba pasando, cuando su hermano le explicó, dijo que también quería salir a apoyar. Como Carlos y Miguel, familias recorren juntas las calles. No solo son estudiantes y profesores los que marchan, son también ciudadanos que, desinteresadamente, se suman al simbólico acto de caminar. Tres señores van alegres, junto a un grupo de estudiantes, uno de ellos es Gerardo Pérez. Gerardo dice que es un feliz pensionado que dedicó su vida al trabajo social. “Yo soy un convencido de que, si queremos crear un país más justo y equitativo, lo primero que tenemos que hacer es generar una educación donde todo el mundo tenga las mismas oportunidades de acceder a ella”, porque cree que esa es la única forma de cambiar la manera de ver el mundo y la sociedad. *** Antes de la marcha, el rector de la Universidad de Antioquia, John Jairo Arboleda, reconoció que los estudiantes son los primeros actores políticos de la institución y que por eso, este tipo de movilizaciones se convierten en las principales maneras de sensibilizar a la sociedad. En las redes sociales, los movimientos nacionales estudiantiles hicieron todo lo posible para que las personas se enteraran de qué era lo que estaba pasando, por qué se iba a realizar la movilización y qué esperaban obtener, y convocaron a tantos como les fue posible. Mientras todo esto pasaba, en la comodidad y tranquilidad de la mayoría de Universidades Privadas de la ciudad, el debate institucional sobre
Asociación Cultural Periódico Estudiantil Nexos la problemática no se generó. Una burbuja de privilegios en la que parecería que, a veces, los problemas no van más allá de lo que pasa de porterías para adentro. *** Unas cuadras después de la San Buenaventura, entre los que están más adelante, los coros se detienen y comienzan los abucheos, los chiflidos, los gritos de desaprobación. Algunos, confundidos, miran de lado a lado intentando averiguar qué está pasando. Entonces todos señalan, sobre el lado izquierdo de la calle, a un hombre, y lanzan esa mirada recriminatoria propia de la madre que prohíbe a su hijo hacer algo y éste, sin importarle, igual lo hace. Aquel desgraciado personaje había cometido lo que sería el error de pintar una pared. “¡No pinte!” Grita la gente, y un hombre, alto, de pelo largo, chaqueta negra y mochila al hombro, responde impetuosamente: “Si la pinta te molesta, no entendiste la protesta” y otro le sigue, ambos defienden el graffiti. La gente a su alrededor los mira extrañados, pero nadie les dice nada, entonces comienzan a caminar rápidamente y se pierden entre la multitud, tal vez buscando unirse a aquel cuyos actos aprueban. El graffiti, que apenas dice “Universi”, queda inconcluso y todos vuelven a la normalidad de la marcha. Unos cuantos pasos después, los cantos vuelven a parar, esta vez porque todos están apurados por abrir otra vez su sombrilla. Llueve nuevamente. No, esta vez diluvia. La marcha llega al Parque de las Luces. Se ve, desde arriba, el colorido espectáculo de las sombrillas, desde abajo de ellas, los ríos que corren a los pies. Algunos, inevitablemente, ceden ante la abundante lluvia y se despiden de la marcha, pero la mayoría se niegan a cambiar la protesta por la comodidad de su hogar y siguen con la convicción de llegar hasta el final. Cuarenta mil personas pasan frente al edificio de la Gobernación de Antioquia, marchan pacíficamente. Esta vez, a diferencia de muchas otras, no hay Esmad, ni balas de goma, ni heridos, ni capturados; eso sí, unos cuantos madrazos en los cantos para aquellos en el poder que hasta el momento no han hecho nada. Las sombrillas desaparecen poco a poco, la lluvia no ha parado, pero la verdad es que ya no importa. *** Mariana es estudiante de Ingeniería de Procesos en EAFIT y su padre trabaja en la universidad pública. Para ella no debería importar si se es estudiante de una pública o una privada, porque al final “todos somos estudiantes y lo que está pasando, nos está pasando a todos”. También asegura que si le preguntara a sus compañeros si saben qué es lo que está pasando con las universidades públicas la mayoría no podría contestarle, por lo que la universidad también debería generar los espacios para informar y participar.
Finalmente dice que las decisiones del Gobierno también han sido un acto de corrupción porque “¿cómo esperan que un país progrese si le quitan recursos a la gente que la va a hacer progresar?”. *** Mientras esto sucedía, el Gobierno anunciaba la reasignación de 500 mil millones de pesos para la educación. El ministro Alberto Carrasquilla lo hacía con la frente en alto, orgulloso del logro, como diciendo: “vean que nosotros sí respondemos”. Y seis días más tarde, el presidente Duque habría de anunciar el aumento en 1 billón de pesos en el presupuesto de Educación para invertir durante los próximo dos años. Ambos anuncios, pañitos de agua tibia, respuestas mediáticas frente a las demandas de los estudiantes, quienes hasta hoy piden el incremento de 4,5 billones de pesos en financiación para las Instituciones de Educación Superior Públicas, los recursos necesarios para enfrentar la crisis. Doblar a la izquierda y tomar la avenida Las Vegas. Ya ha parado de llover. El cansancio se hace sentir, los morrales pesan casi tanto como los carteles mojados, y los zapatos y las medias emparamadas, dan la impresión de que a cada paso se pisa un charco. Ya no hay sombrillas y se oyen pocos cantos. La gente empieza a tomarse la otra calle de la avenida, dejan un carril para que los carros pasen de uno en uno. “El que no pite no quiere a la U” comienzan a cantar algunos buscando levantar los ánimos y la mayoría de conductores, resignados y sin poder hacer más frente al len-
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to avance, sonríen y pitan, pitan con ritmos y los estudiantes se alegran. Entre toda la gente mojada y cansada, una mujer de shorts y blusa de manga corta, con el cabello recogido en una cola, sigue caminando con paso firme después de más de tres horas de marcha, como si apenas hubiera empezado, es Oriana Mejía. Ella propone los cantos, salta, grita, está convencida de lo que tiene que hacer. Cuando se le pregunta por qué está en la marcha dice: “Nosotros estamos aquí para poder decirle al Gobierno que ya estamos cansados de lo que está pasando”. Cree que no habrá una respuesta inmediata y que muy seguramente los gobernantes van a esperar a que todo pase sin hacer nada, pero no le importa, porque si no responden entonces ella vuelve a marchar “y así hasta que por fin nos cumplan con lo que nos tienen que cumplir”, dice, cortante, antes de seguir su camino. Ya quedan pocas cuadras, Homecenter está cerca, es el aviso de los últimos metros. No hay luz del sol y la noche se siente fría. De pronto la gente saca sus celulares y enciende el flash. La calle se ilumina como si fuera un concierto. El paso se acelera por última vez. Ya no hay cantos, pero todos se ven animados. A lo lejos se escucha alguien hablando por un parlante y a la gente aplaudiendo. La emoción y la satisfacción se sienten. Hombres, mujeres, adultos, jóvenes, profesores, empleados, estudiantes de la universidad pública y privada han llegado juntos hasta el Politécnico. Culminan una jornada en la que han demostrado que el problema es de todos, y en especial de todos de los estudiantes. Entonces ¿No lo es también de todas las universidades?
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Educación con los bolsillos rotos E liana Tabare s Sánc he z
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e tabare s@ e af it. e d u. c o
Actualmente las instituciones de educación superior públicas están pasando por una crisis de financiación producto de las regulaciones de la Ley 30 de 1992. Pareciera que todo es culpa del Estado, pero ¿realmente lo es?
No es correcto afirmar que frente a la crisis que se presenta en las universidades públicas el Estado se está quedando de brazos cruzados. Además de los $4,4 billones aprobados por el Congreso, de los cuales $1,7 billones los recibirá el ICETEX, se autorizó el incremento de un billón adicional para fortalecer la educación superior en las regiones de Colombia. Tampoco podemos asegurar que estos recursos son suficientes para solventar los gastos de funcionamiento. ¿Cómo $4,4 billones bastarán sin antes hacer un ajuste a las normas que los regulan? Para dar un ejemplo, algunos profesores de la universidad pública alcanzan un salario de hasta 30 millones de pesos al mes, a pesar de que solo estén dedicados a la investigación y no dicten ninguna clase. Esto sucede gracias al decreto 1279 de 2002, que reglamenta el régimen salarial y prestacional de los docentes de las universidades estatales y está basado en un sistema de puntos que se otorgan de acuerdo a la formación académica, la experiencia, los títulos universitarios, entre otros. Así se establece que cuando los profesores en ejercicio aumentan su experiencia, elaboran y publican artículos en revistas indexadas, realizan posdoctorados y participan en congresos, se les asignan más puntos, los cuales elevan exponencialmente su salario. Con este decreto se puede evidenciar un interés por hacer dinámica la docencia universitaria, incentivando la formación de los profesores y su producción de conocimiento; además de garantizar la igualdad de posibilidades para todos aquellos que cumplen con los requisitos y quieren acceder a dicho beneficio. Pero, como los colombianos tenemos la costumbre de pervertir iniciativas, esto se convirtió en una fuente fácil para que los docentes accedieran a beneficios como el pago de la realización de posgrados sin hacer mayo-
res esfuerzos. Y no solo eso, pues haciendo una revisión del decreto se encuentra que el aumento en los salarios no tiene un tope máximo de crecimiento y es allí donde surge el problema. Pues para atender las asignaturas de aquellos docentes que se han dedicado exclusivamente a la investigación, se requiere contratar profesores adicionales. Hecho que incrementa el gasto de funcionamiento en términos de salarios. Que las universidades investiguen es fundamental, sí, pero se deben revisar los mecanismos establecidos en la norma para el control, evaluación y calificación de la producción académica; con ello se pondría un filtro al crecimiento acelerado en el gasto de funcionamiento en este sector.
En una consulta realizada por el periódico La República, profesores de la Universidad Nacional manifestaron que de acuerdo a la puntuación del docente, pueden ganarse entre 8 y 12 millones de pesos mensuales si trabajan tiempo completo y acreditan su doctorado. Por otro lado, la Constitución le otorga a las universidades autonomía universitaria, lo que les da derecho de plantear y modificar sus estatutos, definir y organizar sus labores formativas, docentes, científicas y culturales, seleccionar a sus profesores, y establecer y aplicar sus recursos para el cumplimiento de su misión social y de su función institucional. Lo anterior le da la potestad a cada universidad de manejar un escalafón propio y puntuar a los docentes de manera diferente. Por ejemplo, en la universidad Nacional, por obtener un título de Ph.D se pueden otorgar entre 40 y 80 puntos de acuerdo a la duración del programa, mientras que en la Universidad de Antioquia, por el mismo título se asignan 80 puntos sin importar la duración.
Entonces, las universidades pueden establecer los lineamientos de la carrera docente y del esquema para acceder a los puntos salariales como deseen, siempre teniendo en cuenta lo dispuesto en la Constitución, pues en Colombia, ésta se encuentra ubicada por encima de cualquier ordenamiento jurídico y todas las reglas que se dicten deben seguir todo lo allí dispuesto, de lo contrario serían “inconstitucionales”. Con esto no se pretende afirmar que el manejo de la carrera docente al interior de las universidades públicas sea causa directa del déficit de la educación, sino que se quiere cuestionar el control que se ejerce sobre el reglamento docente para verificar que los recursos se están utilizando de manera eficaz y orientado al logro de los fines de la educación superior. En una entrevista realizada en Caracol Radio a Antonio Navarro Wolff, busca que reconozcamos que el Gobierno está haciendo esfuerzos por mejorar las condiciones de las instituciones, y que nos debemos centrar en buscar medios para obtener recursos de otros sectores y no descargar esta responsabilidad totalmente en el Estado como si fuese el único responsable de la educación superior en Colombia. Pero así como el gobierno le entrega recursos a las universidades para que inviertan en infraestructura y hagan un fortalecimiento de la educación pública, deben brindar la ayuda necesaria para que este crecimiento se mantenga, porque de nada le servía a la Universidad Nacional tener el edificio más importante e insigne de la facultad de artes si no cumplía con las normas de sismoresistencia, estaba agrietado y no tenían recursos para repararlo, por lo que tuvieron que demolerlo. Esta es una situación de “toma y dame”, la culpa no recae totalmente en el Estado y tampoco en las universidades , pero ambos deben trabajar conjuntamente para remendarle los bolsillos a la educación.
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LA ELECCIÓN DE LOS PILOS:
UNA CUESTIÓN DE PERCEPCIÓN E ILUSIÓN Juan P ablo R estre po Lope ra
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jure st82@ e af it.e du.c o
“El cambio social siempre es un esfuerzo colectivo” - Alejandro Gaviria
¿Por qué los pilos las prefieren privadas? Un mes después de la toma de posesión del gobierno Duque, la ministra de Educación, María Victoria Ángulo, incumplió una promesa de campaña cuando anunció que el programa Ser Pilo Paga no recibiría más beneficiarios; de inmediato, en la arena de discusión pública se distinguieron dos tipos de percepciones, la de quienes defendían la decisión y la de quienes la lamentaban. En general, el debate ha girado en torno a argumentos fiscales, ahora bien, ¿A qué se debe que el programa sea cuestionado desde ese punto de vista? Para contestar dicha pregunta es necesario mencionar que la mayoría de los recursos han ido a parar a universidades privadas, pues los pilos las han preferido. Según Julián de Zubiría, reconocido experto en temas de educación, sólo el 15% de los beneficiarios está en instituciones del Estado. A su vez, el presupuesto de las universidades públicas no alcanza a cubrir los gastos, por lo que su déficit, de acuerdo con el Sistema Universitario Estatal, asciende a cerca de 18.5 billones. Surge entonces una nueva pregunta: ¿Por qué los pilos han preferido a las instituciones privadas? Probablementela respuesta a dicha cuestión sea un asunto de reputación mediática. Moisés Wasserman, quien fue rector de la Universidad Nacional entre 2006 y 2012, explica que en Colombia persiste la idea de que lo privado es superior a lo público ¿La idea expuesta por el profesor Wasserman se corresponde con la realidad? En algunas ocasiones los claustros oficiales han alimentado una imagen negativa gracias a infortunados hechos de corrupción, como ejemplos pueden citarse las presuntas entregas de títulos sin cumplir los requisitos en la Universidad Popular del Cesar, las investigaciones al rector de la Universidad de la Guajira y la cooptación de los
Consejos Superiores por parte de las élites regionales, no obstante, es importante reconocer hechos que los fortalecen; según la firma Sapiens Research Group, las tres mejores universidades del país son públicas: Nacional, Antioquia y Valle. Cabe señalar que típicamente las acciones corruptas han estado ligadas a las instituciones estatales no acreditadas en alta calidad, que son la mitad de las instituciones, es decir, 16 universidades. Son muchos los indicadores que reflejan la gran contribución científica de las instituciones oficiales, casos concretos pueden rescatarse de los resultados de la convocatoria 737 de 2015 de Colciencias titulada como “Reconocimiento y medición de grupos de investigación, desarrollo tecnológico o de innovación”: en el año 2015 de las diez universidades con más grupos de investigación, las estatales sumaban entre sí alrededor del 80% de los grupos y el mejor de los establecimientos públicos superaba en casi 420 grupos al mejor de los establecimientos privados. Con cifras como las anteriores resulta paradójico que la educación superior pública esté atravesando una de sus peores crisis: dinero insuficiente para hacer frente a los retos tecnológicos, y a la demanda de nuevos cupos y bajo desempeño en empleabilidad. Esto último hace referencia al ranking que la empresa Quacquarelli Symonds Limited, en asociación con la más grande editorial de literatura científica del mundo, Elsevier, publicó el pasado septiembre, en el que cuatro de los cinco primeros puestos en Colombia son ocupados por universidades privadas. A pesar de contribuir enormemente a la ciencia, los pilos no optaron por claustros oficiales. Pareciera entonces que los resultados en Investigación y Desarrollo no son aún criterios de uso masivo para elegir universidad, y del mismo modo, pareciera que la capacidad para tener egresados en altos cargos ejecutivos sí fuese un criterio importante. Adicionalmente, es imperativo mencionar que el programa en cuestión únicamente beca estudiantes
en universidades acreditadas y que catorce departamentos no tienen alguna (Tolima, Putumayo, Meta, Córdoba, Sucre etcétera), por lo que tal vez esa sea otra de las razones por las que los pilos eligen las privadas. El rector de la Universidad Pedagógica Nacional, Leonardo Fabio Martínez, explicó en su columna para El Espectador que dadas las condiciones que regían a Ser Pilo Paga, la mayoría de los aspirantes optó por instituciones privadas debido a la posibilidad de ascenso social. La anterior no es una idea descabezada, en un país con niveles de desigualdad altos, la movilidad social es un factor determinante. A mi juicio, la posibilidad de relacionarse con futuros tomadores de decisiones y la buena conexión entre el sector empresarial y las universidades privadas son lo que mejor explican la elección de los pilos. Uno de los puntos a favor para mantener Ser Pilo Paga era que el programa permite que gente de diversos niveles socioeconómicos estuviese junta en un ambiente académico, algo difícil de concebir hace algunos años. No obstante, precisamente esa es la función de la Universidad Pública: servirle a todos los ciudadanos sin distinción de clase y es por eso que los intereses de ésta deben ser prioridad de todo gobierno, por lo que su actual crisis, que es el consolidado de problemas del pasado, debe solventarse tan pronto como sea posible. En mi opinión, resulta innegable que la Educación es un vehículo de transformación social impecable, por lo que cada esfuerzo en calidad y cobertura que se haga sobre ésta merece el debido reconocimiento. Ser Pilo Paga debe ser visto como un experimento interesante que permitió que más de 40.000 jóvenes de escasos recursos económicos accedieran a educación superior, pero más importante aún, que nos permitió evidenciar claramente la crisis de las universidades públicas.
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FICCIÓN
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“Dichosos ciegos y sordos” Pablo Patiño
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ppatino2@ e af it.e du.co que parece ser incapaz de dejar de practicar, y debo decir que soy uno de sus mejores atletas. Dichosos los ciegos y los sordos, cuyos ojos y oídos han sido sellados a la ira que de este pecado nace.
Ilustración: Sara Rodas Correa sararodascorrea@gmail.com
Envidiadísimo amigo, Esta noche, luego de que hayas leído esto, me dispondré a eliminar de mi ser los sentidos que facilitan mi sufrimiento. Pero no quiero que te sientas culpable, solo fue un daño colateral, eres un victimario inocente y yo una víctima culpable. Déjame explicarte. ¿Alguna vez has logrado sentir cómo mis ojos se postran sobre ti? Sobre tus movimientos, sobre tus amigos, sobre tus conquistas, sobre tu ropa, sobre tu piel ¿Alguna vez lo has sentido? ¿Cómo mis días se apagan al conocer el éxito de tu última dichosa aventura? ¿Puedes sentir que vivo aceptando incumplidos deseos? Aunque sea un simple cosquilleo o la más mínima corazonada de la envidia que te profeso, de la envidia que nos une. Envidio todo lo que eres, porque inmediatamente entiendo que ser como tú, una mínima imitación decente, me es tan posible como cruzar océanos con una simple bocanada de aire o hacer que las estatuas lloren mis penas junto a mí. Llego a clase de 6 de la mañana con los ojos extraviados en dos bolsas de piel oscura y arrugada. Debo caminar mucho, el bus me deja a varias cuadras de la universidad por lo cual despertarme a las 4:30 es lo mínimo que me puedo permitir. En el salón pocos se ven igual de cansados que
yo. Inicia la clase y unos diez minutos después llegas vos, sonriente, vestido impecablemente, alto, delgado, una figura tan finamente cincelada, con el cabello en perfecta forma y con una sonrisa blanca como los tableros del aula. Saludas al profesor sin que te importe que interrumpir la clase. Sacas tu computador y empiezas a tomar notas mientras en alguna ocasión observas los resultados de los partidos de futbol de la noche anterior. Deseo con ansias que el profesor te pregunte algo para castigar tu arrogancia, para que al menos tu belleza se vea eclipsada por un momento por una pizca de humillación. Parece ser que el profesor se apiada de mí y quiere saber tu opinión sobre el último tema, espero malicioso sólo para desilusionarme al escuchar cómo respondes de manera elocuente a las interrogantes que te lanzan ¿Pero cómo pudiste leer todos los textos? Yo estuve desvelándome, forzando mis parpados abiertos hasta la medianoche y apenas me fue posible llegar a la mitad. No puedo sino enfocarme en las palabras de la lección del día para no desfallecer de sueño. Intervienes en otros momentos en la clase y todos notan tu absoluto dominio del tema. ¡Mierda!, olvidaba que también eres brillante. Desde la primera vez que esa gruesa voz salió de tu boca me sorprendió tu sagacidad y notable inteligencia. Tu cerebro pareciera estar en disputa con tu figura por decidir cuál de los dos sorprende y seduce más a la gente que
te rodea. Te adoramos, como un angustiado buscador de respuestas que sigue al líder de su culto, y como las moscas revolotean sobre la boñiga. Un hombre no puede ser bendecido de tal manera por Dios, que este último se tomara el tiempo de hacerlo tan perfecto sería un descaro y desacato de su labor ¿Qué labor? Hacer a todos los hombres iguales, para que la envidia no fuera el pecado capital más común. Iguales, pero no igual de miserables. No quiero que mi dolor sea como una epidemia que nos mate a todos sin distinciones ni cortesías. No deseo sentir lo que los alemanes llaman Schadenfreude, un sentimiento que es tan colectivo y detestable que buscar una palabra que lo defina inmediatamente es la mejor opción. Quiero que lo que produce tu goce y tu tranquilidad no huyan de mí, que no me sean extraños. Ser el envidiado por una vez en mi vida. Soy olvidable, soy el que no cala en las mentes, en los pueblos, en las realidades ni en la historia. La letra muda, la canción que nunca se interpreta, el alumno anónimo, el no amado, el no requerido. En los juegos de la envidia, los observados ignoran su condición y los meticulosos observadores continúan con su tarea mientras que las lágrimas de la ira –hija fea de la envidia- tratan de impedir a sus ojos alargar el tormento. Porque la envidia no puede ser más que eso, un tormento; el más desgastante deporte del hombre. Deporte
Pero te pregunto, para no dejarte como el simple receptor de mis quejas ¿Son cambiables los papeles? ¿Llegas a envidiar alguna vez? Tal vez lo hagas, pero no con la misma dedicación que yo. Tus ojos no se postran en los demás como los míos lo hacen, tus deseos no te corroen la carne como los míos lo hacen. Puedes envidiar, pero a vos, la impotencia nunca te lacerará el espíritu tanto como a mí. Y es que te acepto que lo hagas, ya que el que no acepta la envidia es peor que nosotros. Peor que tú y tu maldita perfección y peor que yo, con mi odio confesional. El hipócrita es peor. Aquel hipócrita que disfraza la falta de sexo como castidad, aquel que vende la ignorancia como inocencia, aquel que hace pasar la pobreza como humildad, ya que este engaña para que el portador de los dotes sienta culpa de lo que, natural o artificialmente es. Vos te pavoneas inconsciente y yo odio muy consciente, con los pies en la tierra y con un entendimiento frio de la situación. Pero él, el hipócrita, el maquillador, no acepta el pecado capital esperando crear un nuevo grupo de arrepentidos. Despreciable aquel que crea una raza de seres que se sientan honestamente culpables sin razón justa. Por eso te digo que no te sientas culpable cuando alguien de la universidad o de nuestros círculos comunes te comente, perturbado o con la misma naturalidad con la que se relata el último chisme, que Giovany, por su propia mano se ha quedado ciego y sordo. Esta noche, con un gotero, verteré una lágrima de blanqueador en cada uno de mis ojos, destruyéndolos, cegándome, luego, con un picahielos, me perforaré ambos oídos, arruinándolos, ensordeciéndome permanentemente. Quedaré hermético, inmune a los dolores que me provoca observarte todos los días. Y no solo a ti, que eres el blanco de mis palabras, pues la envidia la experimento en todo momento. Por el hombre bello, por el negro semental, por el deportista triunfador, por el carismático y por el idiota descomplicado y desentendido de la realidad. Pero te envidio, como el enfermo terminal envidia al que muere de risa o en su cama en la noche, en toda la gloria y permanencia que esta nos ofrece, nulidad igual a la que tendré luego de quedar sordo y ciego a ti. Giovany Esquirla
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Fotografía: Maria Antonia Ruíz
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mruizes1@eafit.edu.co
Valeria Echavarría Arroyave vech av a2@ e af it.e du.c o
CADÁVER
EXQUISITO
Karla Ospina Bonilla kospina1@ e afit. e d u. c o
Los árboles brillan, reverdecidos aquí en mi alma La metamorfosis de los días Desde los suelos tu cuerpo aún tiembla Tinieblas que ahogan la voluntad Estancados en lo que fue, en lo que hubiese sido, en tu impermanencia Tumultos de esperanzas en las redes para pesca Se antoja tu alegría, tus ganas de devorarte y lamerte el mundo Recuerdos chiquiticos de pequeñitos ojos, de luces en lo alto Del choque espontáneo de tu ausencia austera, de tus palabras sin sentido o de tu cuerpo casi muerto ¿sobre el mío? Pedazos de ilusiones que lleva cancerbero Me dicen que me quede, tendida, a oscuras, en vos y sin vos Y se apaga en el día la sombra del olvido Y regresan los recuerdos más fuertes que el alba Y se muere la noche y se acaba la peste y descansa el alma.
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RABADILLA
P edro Juan Valle jo
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pjuanv alle jo@ gmail.co m
Mi abuela dice que las gallinas de casa no se cogen corriendo. Yo chiquito no entendía el dicho y arrancaba detrás de La Pancha o de Gertrudis y no alcanzaba a cogerles ni una pluma, pero un día vi a la abuela acariciando a La Pancha mientras terminaba de hervir el agua y esa gallina se dejaba pasar la mano por la cabeza sin saber que dentro de un rato la iban a volver sancocho. Ahí fue cuando me explicó que a las gallinas solo hay que fingirles un poquito de cariño y listo. Después aprendí que lo mismo aplica para las mujeres, pero, sobre todo, que también sirve para los niños. Oscar David fue el primero. Al principio solo me gustaba mirarlo cuando salía de la escuela y se quedaba jugando fútbol en la plaza. Yo me sentaba en el Café de los Moner y pedía un perico con pandequeso y lo miraba jugar y la verdad es que jugaba lo más de bueno. Metía goles y se veía todo sudoroso en la espalda y en las nalguitas y a mí me daba por rascarme el cuello y pasarme la lengua por el bigote. Después me hizo falta verlo más seguido y empecé a perseguirlo hasta la casa. Una casa que queda bien lejos del pueblo, por la carretera destapada de Serranías y mucho más allá de la hacienda Balandú, esa choza que tiene el jardín lleno de lombrices y la madera podrida de tanto abandono. El problema es que yo de bruto quebraba algunas ramas y Oscar David se volteaba, pero como no veía más que sarros y maleza se ponía a gritar Amáaaa, ¿es usted? Amáaa y salía corriendo como alma que lleva el diablo. Por las noches me escondía en el platanal que hay arriba del rancho de Los Montoya y me daba pesar porque ponían a Oscar David a cambiar el aguamasa de los marranos y a él le daba miedo, pero igual el papá lo sacaba de una oreja y le decía que deje la maricada, que los hombres no le tienen miedo a la noche y le cerraban la puerta en la cara. Y al momentico Oscar David pasaba hasta la marranera y cambiaba el aguamasa mirando para todas partes y cuando ponía los ojos en el platanal era como si sintiera mis ojos encima porque se devolvía como un tiro y empezaba a darle juete a la puerta y a gritar Apáaaa, ábrame que ya terminé, ábrameee, y zapateaba contra la tierra y a mí me daba algo verlo así todo agitadito y otra vez me pasaba la lengua por el bigote.
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río y ahí en la rama de un carbonero estaba ese pájaro cabecirrojo y de plumas negras al que tanta fiesta le hacen en el pueblo. Todavía había luz, pero el río se había oscurecido primero que el monte. Ah, ¿le gustan los gallitos de roca?, yo conozco un atajo por donde hay montonón, le dije y me adelanté para abrir el alambrado que hay al final de los rieles. No, don señor, mi papá dice que por ahí las brujas lo hacen perder a uno. Cuáles brujas, camine que acompañado no pasa nada.
Ilustración: Alejandro Díaz alejodiaz598@gmail.com Las primeras veces después de perseguir a Oscar David me dio por ir a la iglesia a rezar esa oración que dice Por mi culpa/por mi culpa/ por mi gran culpa y cuando miraba al cristo que hay encima del altar sentía que él también me estaba mirando y que la sangre no paraba de bajarle a chorros por la frente y por las costillas. Por mi culpa/por mi culpa/ por mi gran culpa, dije muchos días y traté de no perseguir más a Oscar David, pero una tarde los niños estaban jugando en la plaza y el más langaruto chutó el balón lejos e hizo volar a las palomas que sonaron como la ropa que extienden en los alambres. Era un balón desinflado y lleno de hilachas que rodó hasta mi mesa y al rato apareció Oscar David -preciso Oscar David- y me dijo Señor, ¿me hace el favor y me pasa el balón? Yo le sonreí como mi abuela cuando me hacía sentar en los hormigueros o me escondía avispas en la sopa y le dije Claro, pero ¿mejor no quiere un balón nuevo de los que venden en la miscelánea de los Marín? Sí, señor, pero no tengo plata, me respondió en el mismo tono achicopalado que yo utilizaba con mi abuela y entonces me entró un calor en el estómago. Si quiere apenas termine el partido viene a buscarme y le doy un regalo. Él sonrió y se pasó un dedo por la nariz y salió corriendo con el balón entre el brazo y la cintura. Yo solo atiné a pedir tres tintos
bien cargados y cuando Oscar David apareció todo sudoroso, casi tumbo la taza por la tembladera que me dio en las manos. Don señor, ¿sí me va a dar el regalo? No se afane, muchacho, camine mejor lo invito a un fresco y al final le compro un balón. Bueno, don señor, me dijo y se limpió el sudor del cuello. Es con todo gusto y si quiere después lo acompaño hasta la casa que ya lo va cogiendo la noche para caminar solo. Pero ¿usted sí sabe dónde vivo? No, yo solo lo he visto caminar por Serranías, pero cuando estemos por allá usted me explica el resto. Salimos del pueblo por los rieles y Oscar David no paraba de mecer la bolsa de plástico en la que iba el balón. Don señor, de verdad que muchasmuchas gracias. Le repito que es con todo gusto, muchacho, pero más bien deme usted un regalo a mí y dígame cómo se llama. Oscar David Montoya, me dijo sin parar de mecer la bolsa como si fuera la cola de un perro. Yo iba a su lado y le miraba el cuello delgadito y lleno de pelusa, pero siempre que le iba a mandar la mano sentía el casqueteo de una mula y cuando me volteaba no había nadie. Oiga, don señor, ¡vea un gallito de roca!, gritó cuando estábamos pasando el puente que hay encima del
El atajo era muy estrecho y tocaba caminar uno detrás del otro para no irse por el despeñadero y terminar en el río que sonaba como si fuera un derrumbe. Yo le dije a Oscar David que pisara firme y se cogiera de las ramas y él me hacía caso y hasta me entregó la bolsa con el balón. No lo vaya a botar, don señor, que si no mañana toca jugar con el balón viejo que ya es pura vejiga. A lado y lado había matas de café y más adelante llegamos a un plano y lo primero que vimos fue un árbol con una sola rama y varias estacas alrededor. Ay, don señor, vea qué aguacate más lindo. ¿Bonito, cierto? Lo sembré hace unos días, le dije y él se agachó y empezó a caminar como un mono mientras le tocaba las hojas. Sí, bien bonito sí está, pero todavía no ha pelechado del todo, me respondió y entonces me acerqué despacio y dejé caer el balón y cogí la bolsa de las agarraderas. Tiene razón, todavía le falta, pero no se preocupe que desde hoy usted me va a ayudar a que peleche, le hablé en secreto y aunque trató de gritar solo se oyó cómo la bolsa que se le metía en la boca. Ahora voy con Leidicita por la trocha de La Herrera y mientras caminamos me acuerdo de Oscar David y del balón y del árbol de aguacate. Ella va de falda negra y diadema y con una bolsa llena de gelatina de pata. ¿Está rica?, le pregunto y ella se chupa los dedos y después me mira con los cachetes empegotados. Sí, está muy rica, don ¿cómo es que usted se llama? Rabadilla, Leidicita, dígame Rabadilla. Ah, bueno, don Rabadilla: está muy rica, pero ¿usted sí está seguro de que por aquí es más rápido? Es que a mí este monte tan oscuro me da mucho miedo, me dice y yo le acaricio el pelo y me rio antes de cogerle un cachete y pasarme la lengua por el bigote.
Noviembre de
2018
RESEÑA
Asociación Cultural Periódico Estudiantil Nexos
SIMPLE CONTUNDENCIA - COMPLEJA SENCILLEZ Ye rly He rre ra Encontrar la narrativa de Lina María Parra es como encontrar algo que uno nunca se imaginó que existiera pero que una vez descubierto, se vuelve necesario. Sus historias, sus personajes y el lenguaje están cargados de una sinceridad que cautiva al lector y no le deja más salida que seguir inmerso en los universos que crea con sus cuentos, donde los detalles evocan la perfecta imagen y como en “Los partos” (uno de los primeros cuentos) la vejez se vuelve crujido: “La cama es vieja y cruje, las maderas del suelo son viejas y crujen, sus huesos son viejos y cruje. Aun así se mueve con cuidado, no quiere despertar a su mujer”.
Lina María Parra, galardonada con el premio Becas a la creación de la Alcaldía de Medellín en 2017 y publicada en el Fondo editorial EAFIT, es una de las voces jóvenes de la ciudad que confronta tópicos como la familia, lo cotidiano, la feminidad y el dolor con un manejo del lenguaje en el que están presentes el humor y la sinceridad. ¿Qué caracteriza al primer libro de cuentos de Lina María Parra?
Malas posturas es el primer libro de cuentos de Lina Maria Parra que fue publicado en el Fondo editorial EAFIT como parte del programa de becas de la creación del municipio de Medellín del año 2017. Esta publicación, que tiene 11 cuentos, es digna del premio que recibió pues cada una de las historias de este libro tienen una autenticidad, no solo en el lenguaje sino en la mirada y descripción de esos universos propuestos. Este libro es, sin duda, un inesperado y grato descubrimiento de las voces jóvenes de la ciudad. Un elogio a la sencillez, no porque su trabajo sea burdo o sin complejidad, sino porque su grandeza está en que se ocupa de temas de humanidad latente con una sutileza total y contundente. Tan elemental es que en uno de sus cuentos, cuando la protagonista comienza a temer por un embarazo no deseado, la angustia se comparte en cada página leída y las reflexiones de esa mujer tienen una fuerza que hace inevitable no quedarse inmenso y, como ella, preguntarse ¿qué hago? “Leía sin leer, así como se leen las revistas. Leía, lo juro, intentaba procesar las palabras y
RESEÑA
En algún cuento del libro Autoayuda de Lorrie Moore, una narradora coach se dirige a una mujer que quiere ser escritora y le da un consejo: «Fracasa estrepitosamente. Lo mejor es que fracases a edad temprana, a los catorce años, digamos». La desilusión es necesaria, dice la coach, y motiva a la aprendiz a malograrse una, dos, tres veces en cualquier cosa, en todo, y luego también en la escritura. En otro cuento, la coach le dice a una mujer que se va a vivir con su pareja que al principio se sentirá consolada, necesitada, amada. Pasará una semana, un mes, un año, «y empezarás, en cierto modo, a sentirte aburrida».
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y he rr e r @e a f it. e d u. c o
a la vez pensaba. La lectura era música de fondo, que a veces estorba, pero no lo suficiente para ahogar el pensamiento. Qué hacer entonces, pensé. Digamos que sí hay una cosita de célula ahí. Digamos. Qué hago” Es algo admirable, pues no pierde el tiempo ni distrae al lector con cosas que no son importantes e indispensables, sino que su determinación con el lenguaje y su aproximación a los temas carga de un sentido y de una dimensión absoluta su narrativa. Y si bien este es su primer libro de cuentos, Parra ya ha publicado anteriormente. No solo en Colombia ha participado en diferentes medios literarios, sino que también ha hecho parte de ediciones bilingües como la antología The Crisis Inside, publicada en Alemania. Además de escritora, Lina trabaja como profesora de literatura y escrituras creativas y, dentro de su trayectoria académica, es graduada de Filosofía y Letras (Colombia) y magíster en Estudios latinoamericanos de la Universidad de Leiden (Holanda). Lina María tiene una capacidad para fijarse en los detalles de la realidad que construye la vida en sí, que hacen parte de lo que cada uno ha visto o vivido y gracias a su mirada es imposible no sentirse reflejado o encontrar esa escena dentro de lo propio. La familia, la religión, el cuerpo, el dolor, la feminidad y la vida misma son tópicos presenten en sus historias: que además llevan una sinceridad particular de ella. Así pues, las tradiciones antioqueñas adquieren la renovación desde el humor y la mirada de las voces jóvenes como la de ella; como retando a lo sagrado y establecido. “Me comí las hostias con Coca-Cola en el descanso. Quizás, pensaría muchos años después, en su senilidad [de la monja madre del colegio] nos había dado hostias consagradas, tal vez
hice la primera comunión un año antes de lo debido, sentada en una manga, pasando el cuerpo de Cristo con gaseosa”. Su último cuento, y el que le da nombre al libro de cuentos, “Malas posturas” logra transmitir de tal forma el dolor, la incomodidad de un cuerpo que duele y que ha dolido desde siempre. Con la excusa de un ojo que se va nublando de una bruma blanca, la narradora lleva al lector por su historia clínica descrita desde el padecimiento de enfermedades que ya no solo están en el cuerpo, sino que son la narradora misma: desmayos, cólicos, parches de piel rojiza, gastritis, dolor de espalda por el frío y dolor en los ojos, la cuencas, en el cerebro y en el cráneo son algunos de los padecimientos que la narradora vive de forma intensa. Tan intensos, que cuando los describe la piel del lector se tensa y la respiración se contrae como si se sintiera el dolor tras una cirugía de columna que fue larga e invasiva “Como pude me sostuve de las barandas de la cama y traté de sentarme. Sentí cómo se me abría la espalda por la mitad, como un cierre del cuello a la cadera. El dolor. Sentí un peso terrible sobre mí, como si tuviera encima una carga insoportable” Así es como una cirugía de escoliosis, unos cólicos menstruales, una gastritis, migrañas intensas y un ojo nuboso los adopta el lector y es imposible luego no verse a través de los dolores propios, de los desórdenes con lo que cada quien carga e, incluso, terminar por rascarse bruscamente -con rabia- el ojo como intentando eliminar ese dolor literario que se aloja en el lector mismo.
Coaching para fracasar estrepitosamente Danie lle Nav arro Bohórque z Dice la coach: «Te ataca con más insistencia. Una inquietud. Un virus de insatisfacción». La terapeuta guía aparece en varios cuentos del libro y nos da instrucciones para aprender a hablarle a la mamá, por ejemplo, que es tan difícil; para mentir al decir que somos fuertes y que estamos tranquilas cuando aceptamos ser amantes, para ocultarle a mamá que papá ya tiene novia, para tener el valor de decirle adiós al novio que nos ama tanto, pero que nos aburre más (¡qué pesar!).
Reseña sobre el libro Autoayuda de Lorrie Moore
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Siguiendo la estética de un frío manual de instrucciones, pero con una dosis de ironía, Lorrie Moore imita la estrategia de los manuales de autoayuda que instruyen a los lectores en la conquista del éxito en el trabajo, en el matrimonio, en la amistad y en la familia para confeccionar algunos cuentos de su primer libro Self-help (1985). En ellos se percibe una melancolía que caracteriza la narrativa de los escritores norteamericanos nacidos en los sesenta y los setenta. Como anota Zadie Smith en el epílogo de Generación quemada —antología de cuentos que reúne a varios autores norteamericanos de dicha generación como David Foster Wallace, Amanda Davis, George Saunders, Jonathan Safran Foer, A.M. Homes, para citar solo algunos—, por debajo de las sonrisas de compromiso existe en Estados Unidos «una tristeza que está tan hondamente arraigada en la cultura y que se advierte hasta en los detalles más nimios». Esa tristeza es interna, no se apacigua comprando y reluce en la narrativa de los escritores de esta generación: «se desprende una melancolía infinita de los nuevos paisajes americanos tan infectados por lo empresarial», apunta Smith.
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d a nie lle na v a r r o @g ma il. c o m
Lorrie Moore se suma a un grupo de autores estadounidenses que aún están jóvenes y vivos (a excepción de algunos como David Foster Wallace, que decidió colgar su vida en una cuerda en 2008, o de Amanda Davis, que falleció en un accidente de avión en 2003). Hace parte de la generación de la posguerra y asistió a la formación de aquel país que rápidamente se constituyó en una «sociedad industrial avanzada», es decir, en palabras de Herbert Marcuse, aquella caracterizada por un progreso desmedido, en la cual los controles sociales exigen «la abrumadora necesidad de producir y consumir el despilfarro». La sociedad norteamericana de la segunda mitad del siglo xx estuvo definida por la acentuación del capitalismo. Y ante la necesidad de mercados que dinamizaran una producción que empezaba a acelerarse, puso en venta el estatus, las ilusiones, la belleza y el amor y convirtió el estilo de vida en un producto más del mercado. Esto generó una cultura particular, denominada la sociedad de consumo, cuyos valores éticos, estéticos y morales fueron definidos, en gran medida, por la publicidad. En ese contexto tuvo lugar el apogeo de los manuales de autoayuda, los cuales operan como estrategia publicitaria de los valores y predican instrucciones de distinta índole para hacer feliz a una sociedad. En los cuentos de Autoayuda salpica una ironía ácida que lacera con sutileza en los títulos: «Cómo ser la otra mujer», «Guía de divorcio para niños», «Cómo hablar a tu madre», «Cómo hacerse escritora», y aporrea un poco más cuando la narradora coach dice, por ejemplo, que al mostrarle tus escritos a tu madre ella les echará una ojeada, te volverá a
mirar con cara inexpresiva como una rosquilla y te dirá: «¿Y si vacías el lavaplatos?», o dirá por fin, con voz flemática: «Qué bonito, vaya, la verdad es que me haces flotar». Uno de los consejos memorables de la terapeuta guía es que cuando vayas a una boda «Observa todo aquello de lo que te estás librando». Moore emula el discurso del coaching y juega con emociones privadas como el amor, el dolor, la tristeza, el aburrimiento y la frustración, tan ajadas y manoseadas por el discurso publicitario. Sus cuentos revelan pesimismo ante una sociedad amenazada por «la muerte de la autenticidad», como lo refiere Zadie Smith, y, sobre todo, nos muestran que en este mundo gobernado por el imperativo de la felicidad, habita en nosotros, hondamente, una melancolía indestructible. Nota del editor: si usted quiere conseguir esta guía de Autoayuda, puede conseguir la edición del libro en español en Amazon a 900 dólares.
FotografĂa: Maria Antonia Ruiz Espinal
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