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El primer Científico de Colombia

Asociación Cultural Periódico Estudiantil Nexos DICIEMBRE 2020 El primer Científico de Colombia

Edier Andrés Munera Gutierrez | @edier_munera Isabella Franco Moncada | @Isa_franco1

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Luego de escuchar “¡España no necesita de sabios!” como respuesta a sus suplicas, Francisco José de Caldas murió fusilado el 28 de octubre de 1816, en lo que hoy es el Parque Santander en Bogotá. Y es que en ningún momento se consideró que este hombre fuera indultado, pues el haber sido prócer de la independencia neogranadina no era de total agrado para el virreinato de Nueva Granada.

Caldas, junto con Antonio Morales y Camilo Torres, fue considerado una de las mentes maestras detrás del plan para el primer grito de independencia de la Nueva Granada, en el que Morales, propuso pedir prestado el florero del español Gonzales Llorente y sabiendo claramente que no lo haría, aprovecharon para formar una reyerta, la cual, desencadenó días después la época compuesta por guerras civiles entre centralistas y federalistas, conocida como la Patria Boba.

En este punto, Caldas decidió huir al sur y se refugió en la hacienda familiar de Paispamba, donde sin escapatoria fue apresado y remitido junto con otros patriotas a Santafé, lugar de su muerte. Sin embargo, esta faceta revolucionaria de no fue su único aporte a la historia colombiana, ya que por sus descubrimientos, expediciones botánicas e invenciones científicas fue conocido como el sabio Caldas o el primer científico de Colombia.

En las tierras payaneses nació el sabio Caldas un 4 de octubre de 1768, época en la que el Virreinato del Nuevo Reino de Granada, entidad territorial del imperio español, ejercía control total sobre la región que se constituye hoy por Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela. Allí, en su tierra, a temprana edad descubrió el gusto por las matemáticas, la física y la astronomía; sin embargo, doblegado por su familia se trasladó a Santafé a estudiar leyes en el Colegio Mayor del Rosario y paralelamente desarrolló estudios autodidactas de lo que más le interesaba: la ciencia.

Caldas, sin ejercer su profesión como jurista, en 1793 decidió realizar expediciones con el objetivo de detallar y registrar la geografía, la flora, fauna, costumbres y hábitos de

Ilustración: Sebastián Ceballos Maya | @qviron

cada región que visitó; en cada una de estas su equipo necesario se compuso de un barómetro, una brújula y un termómetro; cuando las herramientas se estropeaban, el sabio Caldas las reparó o construyó el mismo.

Contaba con una destreza incomparable para analizar y entender los fenómenos que regían estos equipos, tanto así que después de diversos experimentos y por accidente, el termómetro compuesto por mercurio, ocasionó que este último generara una fragmentación del medidor, a causa de la alta temperatura. Después de este suceso, observó que el agua en el volcán de Puracé, ubicado en un punto alto, hervía a diferente temperatura que la de Popayán, municipio con una altitud menor, por lo tanto, confirmó el principio físico, en el cual la presión atmosférica influye en el punto de ebullición del agua.

Es aquí cuando Caldas inventó el hipsómetro, instrumento cilíndrico en forma de pequeño horno, que sirve para medir la altitud de un lugar, observando la temperatura que alcanza el agua en ese sitio al hervir. A partir de este invento, en 1801 publicó un artículo en el periódico Correo curioso, titulado “La verdadera altura del cerro de Guadalupe”, el cual puso a prueba su reciente creación del hipsómetro, ya que, en respuesta a las mediciones erróneas sobre el cerro, donde se afirmaba que tenía de altura 418 varas, el científico corroboró que la altura correcta era de 719 varas, lo cual puede representarse con la altura de tres edificios Coltejer. Por otro lado, interesado en las expediciones botánicas, se relacionó con el maestro José Celestino Mutis, fundador del estudio de la medicina científica, botánica y astronomía en Colombia; de este personaje se vio influenciado para el desarrollo de investigaciones geográficas y de botánica, que más adelante los llevaron a entablar conversaciones con el sabio barón alemán Federico Alejandro von Humboldt, quien desarrolló las bases de la geografía física y la sismología, y a su compañero Aimé Bonpland, célebre médico y botánico francés.

Estos últimos tenían programada una expedición por América, y Caldas, al tanto de las inconsistencias de su formación científica, les solicitó el permiso para acompañar el viaje y de esta forma poder potenciar sus conocimientos en áreas de la geografía y botánica, en las que poseía vacíos intelectuales. Inicialmente los científicos aprobaron su solicitud, pero para la expedición decidieron sustituirlo por el noble español Juan Pío Montúfar; tal circunstancia frustró las aspiraciones del payanés, pero a su vez propició que José Celestino Mutis lo contratara para adelantar estudios sobre posibles nuevas especies en tierras caucanas y quiteñas.

Caldas se desempeñó como el alumno más diestro de Mutis, fue vinculado en 1805 como astrónomo de la Real Expedición Botánica, en la cual se clasificaron más de veinte mil especies vegetales y siete mil animales, en el territorio que actualmente está constituido como República de Colombia. Después de la muerte de su maestro en 1808 fue reconocido como la cabeza del primer observatorio astronómico colombiano y el primero construido en América, donde más adelante se reunirían de manera clandestina los próceres del grito de independencia.

Francisco José de Caldas marcó el inicio del desarrollo de la ciencia en Colombia, personaje que además de su aporte científico en el país, se reconoció como mártir de la patria, representando de la mejor manera su propia expresión, “dichoso el hombre que después de su muerte sirve de ejemplo a la humanidad”.

El visitante El visitante

Diego Velásquez Varela | @diegangas

Después de un día completo de trabajo en el campo, el frío de la noche se había vuelto insoportable y me había obligado a volver a casa; decidido a que merecía algún tipo de satisfacción como recompensa a mi esfuerzo, tomé una cerveza y me recliné en mi silla. Mis ojos se situaron en el paisaje que se extendía a través de la ventana, y fue grato notar cómo mi jardín estaba floreciendo poco a poco.

Sí, esta es la vida, esta es la forma en que un hombre debía terminar un largo día, rodeado de naturaleza y silencio. Mientras tomaba otro trago de la botella, escaneé la tierra sobre el borde del vidrio, hice una pausa, y mantuve los ojos fijos al paisaje. ― ¿Qué es esto?—pensé Había una figura ahí afuera, una forma blanca que contrastaba con el mundo oscuro que lo rodeaba y que caminaba de izquierda a derecha a través de mi visión.

Dejé la cerveza en el suelo de la habitación y me incliné un poco pensando que los 4 centímetros extra aclararían de alguna manera la figura que se acercaba. Mientras lo hacía, la figura se detuvo y pareció contemplar algo, y después de un momento, giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia mí.

Permanecí inmóvil mientras se acercaba, mi corazón empezó a latir un poco más rápido cuanto más mis ojos trataban de enfocarse en lo que estaba mirando, fue entonces cuando la figura llegó a mi puerta, que me di cuenta de que lo que estaba observando simplemente no tenía sentido. Una persona vestida de astronauta, el traje blanco que llevaba no podía confundirse con otra cosa, tampoco el casco que había puesto sobre sus hombros, ni la visera dorada dónde se reflejaba la tenue luz nocturna.

Me mantuve firme y completamente desconcertado sobre lo que tenía que hacer con este extraño visitante que mantenía sus rasgos ocultos detrás del casco.

Ilustración: @jhonm.art

—Buenas noches —dijo el hombre.

—¿Hola? ¿En qué puedo ayudarlo? - Contesté claramente desconcertado.

El hombre del traje espacial volvió a hablar, con un poco más de urgencia.

―Señor, entiendo que pueda estar confundido, sin embargo, el traje es pesado y he viajado todo el día, ¿podría dejarme entrar? estoy muy agotado.

Aunque estuviésemos en posiciones diferentes, lo entendí. También había sido un largo día para mí.

― Claro que sí, puede quedarse esta noche, justo me preparaba para cenar, ¡tome asiento!

La mirada del hombre cambió de inmediato, al igual que yo, parecía que había estado solo durante mucho tiempo. Dejó su casco en la entrada de mi hogar, se quitó sus grandes botas, y se sentó junto a mí. pañía se apoderó de mí, y después de reunir las agallas suficientes para romper con el silencio, pregunté:

― ¿A dónde te diriges? ¿Volviste a la tierra o te vas?

―Por lo pronto, diría que acabo de llegar a mi destino ―contestó en forma de chiste― ¡gracias por recibirme! Nada remarcable sucedió durante el resto de la noche, cenamos, hablamos sobre nuestra familia y lo que habíamos logrado a lo largo de nuestras vidas, teníamos problemas similares, aunque el era astronauta y yo un granjero.

Finalmente me despedí y me preparé para ir a la cama, sin embargo, mientras dormía, escuché que alguien llamó a la puerta desesperadamente.

—No quiero molestarte, pero ¿Qué hiciste para tener así tu jardín? – preguntó el astronauta, que esta vez tenía puesto su casco. —Gracias por notarlo, los últimos días he trabajado muy duro en él, está en su mejor momento. —contesté

El astronauta había perdido la mirada de antes, ahora me miraba con lastima, y antes de que pudiera preguntarle qué sucedía, sentenció:

― Los girasoles están doblados y las veraneras perdieron todo su color, el césped no lo ha cortado y las manzanas de su árbol se están pudriendo en el suelo, ¿seguro está en su mejor momento?

― ¿A qué se refiere? ¡solo sienta el aroma del jazmín!

Mi jardín está mejor que nunca, me encargo de podar y regar cuando se debe, sé un poco de botánica, sé cuidar plantas.

― ¿Estás seguro de que estamos viendo el mismo jardín? Porque lo que yo veo es uno muy descuidado.

― ¡Ya entiendo! ¿Quieres verlo más de cerca cierto? Espérame un momento.

Tomé las llaves de mi mesa de noche, y me dirigí a la puerta que daba al jardín convencido de hacer cambiar de parecer al astronauta que se encargaba de juzgar mi esfuerzo.

―Acompáñeme por aquí. De repente, noté que el astronauta había mantenido el silencio, fue cuando giré mi cuerpo para verlo que pude darme cuenta de lo que había sucedido.

No había astronauta, no había jardín, carecía de tanto cuidado que estaba a punto de apoderarse de la casa como si se tratara de una selva, volví a mi hogar y tomé mi teléfono.

― Buenas noches, no es mi intención molestarte, pero necesito ayuda. – dije agobiado.

― ¡Dios mío! No habías venido en más de un mes, toqué tu puerta y no atendiste. Empezabas a preocuparme.

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