¿SE ECHARÁ TODO A PERDER? / VOCES, CARAS Y OPINIONES DE LA MOVILIZACIÓN ESTUDIANTIL / UN VIAJE DE CAFÉ, UN FUSIL EN LA CABEZA / EL SILENCIO RUIDOSO DEL NUNCA MÁS / LA INDIFERENCIA HUELE A MIERDA / BELLEZA CURATIVA / VENDER TRADICIÓN TEJIDA / UN CARAVAGGIO EN LAS SOMBRAS / EN SURCOS DE DOLORES / LAS LETRAS DE ARENA / SIN DESTINO / RECLAMO MORTUORUO / EL DINERO DE LOS MILLENNIALS / QUÉ TAN DIFERENTE SERÍA / RESEÑA: LA UNIVERSIDAD DE MI VIDA ISSN: 2322-74GX - Año 34 - Edición 224 - 4000 ejemplares - Medellín, Junio 2021-www.eafit.edu.co/nexos
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Asociación Cultural Periódico Estudiantil Nexos JUNIO 2021
ÍNDICE
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Voces, caras y opiniones de la movilización estudiantil Edición Nexos
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Vender tradición tejida Juliana Heredia
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Reclamo mortuoruo Susana Blake
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Un viaje de café, un fusil en la cabeza Mariana Arango Trujillo
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Un Caravaggio en las sombras Verónica Hoyos Giraldo
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El dinero de los millennials Pablo Sierra Saldarriaga
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El silencio ruidoso del Nunca Más Salomé Arango Botero
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En surcos de dolores Mariana Arango Trujillo
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Qué tan diferente sería Mariana Castañeda
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La indiferencia huele a mierda Eliana Tabares Sánchez
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Las letras de arena Juan J. Mesa
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Reseña La universidad de mi vida Pablo Sierra Saldarriaga
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Belleza curativa Maria Camila Gómez Ortiz
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Sin destino Ana María Jaramillo
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Conectando ideas Presidenta: Sara Gálvez Mejía sgalvezm@eafit.edu.co
Editora: Silvia Natalia Rojas Castro snrojasc@eafit.edu.co
Director de Desarrollo Humano: Andrés Osorio Zápata aosorioz@eafit.edu.co
Directora de Mercadeo Digital Laura Osorio Vásquez losoriov1@eafit.edu.co
Director de Relaciones Públicas Pablo Sierra Saldarriaga psierras@eafit.edu.co
Vicepresidente Financiero: Sebastián Arango Lazcano sarangol@eafit.edu.co
Equipo editorial Andrés Carvajal Andrés Vélez Nicole Rubinstein Eliana Tabares Diego Arcila David Ochoa Susana Blake Idárraga Salomé Arango Juan José Mesa Susana Estrada Jimena Delgado Juliana Heredia Natalia Torres Jaramillo Mariana Arango Trujillo Roberto Saldarriaga
Equipo de Desarrollo Humano Miguel Gómez Manuela Vahos Mariana Uribe Ana María Cardona Andrea Herrera Valentina Velásquez María Alejandra Amaya Valentina Muriel Susana Mojíca Marialejandra Domínguez Manuela Solera Lucy Ortega
Equipo Mercadeo Digital Verónica Hoyos Andrea Betancur Matilda Lara Gina Criollo Manuela Buriticá Narly Álvarez Jimena Delgado Alejandra Cardona Estefanía Roncancio Gabriela Pupo Diana Holguín Manuel Gutierrez Maria Isabel Muñoz
Equipo de Relaciones Públicas Tomás Quintero Nelly Hernández Susana Mojíca Alejandra Agudelo Valentina Motoa Andrés Vélez Manuela Diez Edier Múnera Sofía Trujillo Isaac Plaza José David Bustamante Elisa Villegas Juan Londoño Juana Hernández Laura Arango
Portada Ilustración de Ximena Arias ximenaarias.ilustra@gmail.com @_ximena.arias
Diseño y montaje Pablo Agudelo @pabloagart Preprensa e impresión Casa La Patria
Fundado el 13 de agosto de 1987 por Jorge Restrepo, Jaime Cadavid, Claudia Patricia Mesa y Gustavo Escobar. Carrera 49 No. 7sur-50 / Bloque 29 oficina 517 EAFIT edicionnexos@gmail.com / Teléfono: 261 93 02 (574) 2619500 extensión 9302
Los artículos firmados son responsabilidad de los autores y no representan expresamente el pensamiento editorial del periódico. Este periódico se imprime en papel Earth Pack, el cual es fabricado a través de fibras naturales de caña de azúcar, no tiene componentes químicos que afecten el medio ambiente.
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¿Se echará todo a perder? Sara Gálvez Mejía
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sgalvezm@eafit.edu.co
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@saragalvez03
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n el corazón del área metropolitana se encuentra una de las joyas históricas de Envigado: allí donde empieza a limitar con Medellín, está ubicada la Otraparte de Fernando Gónzalez. Este baluarte de la cultura pretende dar continuidad a la autonomía del pensar y la inquietud intelectual que el filósofo promovió durante toda su vida. Tras años de influencias, de ser la piedra en el zapato para los jesuitas, quienes incluso llegaron –bajo pecado mortal–a prohibir la lectura de sus libros. Fernando durmió como un hermafrodita en España e Italia y después de algunos viajes y otras presencias se sentó con unos cuantos ahorros y a sus 45 años resolvió comprar la emblemática casa.
Oliver Ehmig
En principio la llamó La Huerta del Alemán, en honor al anterior habitante del lugar, pero en 1959 decidió darle un nuevo nombre. Eligió Otraparte; después de una temporada en la que vivió una sensación de inquietud por salir de Colombia e irse a otra parte, quedándose definitivamente en Envigado. Esta casa hoy en día se encuentra a punto de cerrar sus puertas por problemas financieros resultantes del deterioro de las relaciones entre la Corporación que la administra y la Alcaldía de Envigado, propietaria de la misma. En 1984, veinte años después de la muerte de Fernando González, la Alcaldía de Envigado adquirió la casa del maestro, transferida por sus herederos, quienes siempre manifestaron su intención de que fuera conservada y usada para promover la cultura por medio de la obra de su padre. Así las cosas, la alcaldía realizó las restauraciones y adecuaciones pertinentes y en 1987 se abrieron las puertas de la Casa Museo Fernando González, pero en el año 2000 el municipio de Envigado decidió usar la casa como sede del proyecto llamado Ciudad Educadora, que tenía una intención más urbana y de desarrollo social, mientras la función de promover la filosofía, la literatura, la cultura y el trabajo del brujo de Otraparte, quedó relegada a un segundo plano. Es por esto que en el año 2002, Simón y Fernando, hijos del maestro, decidieron tomar las riendas del asunto y fundar la Corporación Otraparte, persona jurídica que tomó la administración del museo por medio de un contrato de comodato. Desde entonces, la Corporación ha sacado adelante el proyecto cultural y se
Sergio González han cumplido los deseos de los herederos del filósofo, sirviendo como un escenario para el arte, la memoria, la historia y la literatura. Es el lugar propicio para estudiar la obra del filósofo y percibir su presencia. El museo, declarado bien de interés público y cultural de la Nación en 2006, tiene dos fuentes de ingresos en las cuales se sustenta. La primera son las ganancias que recibe del café que opera en sus instalaciones. La segunda, que constituye el grueso de su financiación y, por tanto, la más importante, es el convenio cultural que año tras año se ha venido firmando con el municipio de Envigado. Sin embargo, el 2021 ha puesto en apuros a Otraparte, pues a la fecha en que se escribe esta editorial el municipio de Envigado se ha negado a firmar el mencionado convenio y el pasado mes de mayo el alcalde anunció que tienen intenciones de retomar el manejo del museo. Esto significa que durante los casi seis
meses que han corrido del año, la Corporación ha sostenido la Casa Museo sin los recursos del municipio. Por eso, recientemente anunciaron por vía de sus redes sociales que se encuentran en riesgo de cerrar sus puertas. Parece que se están cumpliendo las palabras casi proféticas de nuestro ex rector Juan Luis Mejía Arango, quien escribió en 1981, cuando Otraparte estaba a punto de desaparecer engullida por el acelerado crecimiento urbano de Envigado: “En “Otraparte” murió Fernando González hace diez y seis años. Su presencia se conservaba en la casa, en los árboles que plantó, en los animales que la habitaron. Muy pronto todo esto desaparecerá. Martel, el perro, decidió marcharse desde el otro día. Adiós, Otraparte.” Al conversar con una persona cercana a la Corporación, nos enteramos de que esta reticencia no es nueva, pues en realidad, la manifestación oficial que se hizo presente en mayo por parte de la alcaldía fue
más una confirmación que una sorpresa; ya varios años atrás venían generándose trabas en la relación entre la Corporación y la alcaldía, levantando sospechas que hoy conocemos como ciertas. Es así como la alcaldía pretende aprovecharse de la excelente gestión de la Corporación, quien es la responsable de haber levantado a Otraparte en lo que es actualmente, gracias a su decidido empeño en no dejar morir el legado del Maestro. Tras más de diecinueve años de éxito, la alcaldía persigue sus propios intereses al apartar a la Corporación, la cual ha creado un espacio de educación y cultura abierto para la comunidad. Es importante entonces que este espacio no se politice en manos de la Alcaldía de Envigado para que no se repita la historia del año 2000, cuando en pro de establecer otros proyectos políticos, la función cultural de Otraparte quedó desplazada. La Corporación ha logrado que la voluntad de los herederos del maestro no se pierda, logrando exitosamente abrir espacios para promover el arte, el cine, la literatura y la música, alcanzando la expansión y el crecimiento de la Casa Museo. La alcaldía, en lugar de venir como buitre a construir –o destruir– sobre el arduo trabajo ajeno, debe continuar con esta valiosa alianza entre lo público y lo privado, de modo que los envigadeños no pierdan nuevamente a Otraparte. El 8 de junio se reunieron la Corporación y la Alcaldía, llegando a la conclusión de permitir que la primera continúe manejando la Casa Museo, pero aún falta legalizar y firmar el convenio. La alcaldía se defiende, cambiando la narrativa y manifestando públicamente a través de twitter su apoyo a la Corporación y su intención de seguir trabajando en conjunto por la misión de llevar cultura a la gente de Envigado en la Casa Museo ¿Es posible que las tensiones desaparezcan?¿Se echará a perder el trabajo de diecinueve años? Esto es algo que aún está por verse, pero lo que está seguro es que la Corporación ha demostrado que sabe cómo mantener con vida el legado y obra del Brujo de Otraparte.
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Voces, caras y opiniones de la
movilización estudiantil Edición Nexos
Manuela Vahos |
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n el marco de las movilizaciones llevadas a cabo en la jornada de protestas del Paro Nacional, que ya cumplen más de un mes, la comunidad eafitense no pasó desapercibida. Bajo la premisa “indiferentes nunca más”, el estudiantado comenzó a solicitar respuestas frente a la pregunta: “¿Qué hará la Universidad ante la situación actual del país? En Twitter comenzaban a circular de manera masiva imágenes que decían “que difícil estudiar mientras matan a mi pueblo”, y es que según cifras de la ONG Temblores se reportan 16 fallecidos (15 civiles y un policía), 1,037 civiles y 1,029 agentes heridos en el marco de las movilizaciones. Pero las redes sociales, además de convertirse en el espacio para la manifestación, también afectaron la salud mental de una gran porción de la comunidad: la ansiedad y la falta de sueño se encontraban entre las quejas más recurrentes por parte del estudiantado, y los rumores de un posible cese de actividades
comenzaban a tomar fuerza: “No tenía energías para estudiar, me sentía muy impotente por la indiferencia de ciertas personas con opiniones demasiado frías”, afirmó una de las estudiantes entrevistadas, perteneciente al pregrado en Psicología. A causa de estas preocupaciones, los representantes estudiantiles de cada carrera convocaron a la comunidad a diversas asambleas divididas por escuelas para hacer un sondeo general sobre los sentimientos de los alumnos y, a su vez, recopilar propuestas sobre la postura que debía adoptar la Universidad respecto a la situación. En el caso de la asamblea llevada a cabo por la Escuela de Humanidades, que fue llevada a cabo el 5 de mayo, cerca de 300 personas atendieron el llamado a través de Teams, que es el máximo que la plataforma permite, mientras en YouTube había otras 400 aproximadamente. “Hay que tener la terminología clara. No fue una asamblea porque no fue solo con estudiantes, no se exigió quórum, no hubo
agenda. Esto fue una reunión con los directivos y profesores para que los estudiantes se pudieran expresar directamente con ellos”, comenta María Bran, representante estudiantil de Ciencias Políticas. A pesar de que las propuestas presentadas en las discusiones fueron llevadas a los respectivos jefes de carrera y demás administrativos, y algunos docentes permitieron la flexibilización en la entrega de trabajos, el descontento permanecía y pronto los carteles anunciando un plantón estudiantil para el 6 de mayo en el portón de Las Vegas comenzaron a circular en redes sociales. “EAFIT me ha educado para ser empático, no indolente” “De privada, pero todos somos estudiantes, ¡empatía!” Estas fueron algunas de las frases que se leían en los carteles que portaban los estudiantes plantados en el pavimento durante la jornada. Las opiniones frente a esta
@vahosph
jornada, a pesar de que en su mayoría fueron favorables, también lograron dividir a la comunidad: Susana Gómez Jiménez, estudiante de Negocios Internacionales y Economía, afirma: “Para mí, hacer un paro, bloquear vías, se ve como algo tan simple, pero afecta a tantas personas, empresas y familias (…) El problema no es que EAFIT haga parte de las movilizaciones, para mí el problema es que se hagan bloqueos a las vías, porque estamos obligando a personas a parar con nosotros cuando quizá esas personas no quieren”. A pesar de que hubiese un choque de opiniones dentro de la comunidad, las movilizaciones llevadas a cabo en el marco del paro pusieron sobre la mesa una conversación a nivel nacional, la cual incitó a todos los estudiantes de la comunidad, independientemente de su carrera, a cuestionarse y a inquietarse respecto al futuro del país, mismo que queda en sus manos.
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UN VIAJE DE CAFÉ, UN FUSIL EN LA CABEZA Mariana Arango Trujillo | marangot1@eafit.edu.co |
@mariangot_
En 1997 Nelson Zapata transportaba sacos de café en 22 llantas; un lluvioso día de agosto en Valdivia por poco pierde su vida a causa de unos siete u ocho fusiles sujetados por una banda criminal.
“Uno sabe que sale, pero no sabe si vuelve”, dice el dueño de la tractomula negra recordando lo ocurrido en los años noventa: una década que manchó de sangre las señales de tránsito de Colombia. El pánico era colectivo en las carreteras nacionales; miles de tractomulas, camiones, volquetas, doble troques y muchos más carros de carga fueron quemados, secuestrados, robados, cargados con droga y desaparecidos.
Nunca se supo de las dos últimas de la caravana. Ni antes ni ahora. El tesoro de 22 llantas de Nelson Zapata llegó a Puerto Valdivia gracias a un compañero de la Cooperativa Risaralda que la manejó hasta encontrarse con su dueño. No hubo agujeros de sangre y la carga llegó entera. Nelson se casó, conformó una familia y pudo seguir “calentándose los pies” unos años más. Es ahora coordinador de colisiones en la concesionaria Kenworth de la Montaña y agradece por los miles de kilómetros y aprendizajes en carretera.
Muchos conductores perdieron la vida, el sustento o las ganas de vivir amenazados. La mayoría con la nalga plana por trabajar durante dieciséis horas en jornada normal. Paradas en total de máximo tres horas, ampollas en los pies por los abruptos cambios de temperatura, transportando los alimentos que comemos a diario y metiendo los respectivos cambios según el terreno. Pero qué cambió para ellos: que estaban vivos y ahora muertos. A mediados de agosto de 1997 Nelson Zapata, a quince días de casarse, se despidió de su mamá, quien lo encomendó, como siempre, a María Auxiliadora. Para ese entonces llevaba trabajando en su mula negra modelo 72 alrededor de cinco años. Ese día transportaba un viaje de café para exportación: 35.000 kilos, 500 sacos de café, cada uno de 70 kilogramos, quince arrumes de treintaidós sacos y uno de quince. El viaje se cargaba en Almacafé Bello y se descargaba en la Sociedad Portuaria Santa Marta. A pesar de ser muy puntual y preciso con los tiempos, no tenía en sus cálculos que 5 kilómetros antes de llegar a la primera entrada de sur a norte de Valdivia se bajarían siete hombres con fusiles. Cuenta Nelson con excelente memoria que le atravesaron un Nissan blanco y azul encabinado. Se bajaron armados con fusiles y revólveres; atrás venía una moto y dos carros. Para ese entonces los viajes de café y textiles eran oro por su valor comercial y por ello debían viajar con escolta en cabina, pero el guardián del oro en grano era un jubilado del ejército que poco aportó. Además de los escoltas, las mulas iban en caravana: cinco tractomulas que llevaban una diferencia en tiempo de unos 10 a 15 minutos. Nelson Zapata manejaba el tercer carro de la caravana por las carreteras húmedas gracias al invierno de agosto. “Estábamos encañonados. Me apuntaban de todos los frentes”. Nelson analizaba y pensaba en alternativas para
Ilustración: Julián Patarroyo |
@julianpatarroyo.co
poder llegar a Santa Marta, no solo con el viaje, sino con vida. El enfusilado que iba adelante con él respiraba más fuerte que los filtros que resoplaban a cada lado de la parte superior del capó. Nelson parecía haberle realizado un peritaje a esa vía en específico, porque cuando le dijeron que se orillara faltando 1 kilómetro para llegar a Puerto Valdivia él les refutó diciendo:
—— ¿Ustedes vienen por la plata, por el viaje, por el carro…o por mí?
El conductor de la negra del 72 manejaba de medias porque los carros eran muy calientes y sin calzado era más cómodo. “Cuando me estaba amarrando los cordones cogí la plata del anticipo debajo del tapiz, metí millón trescientos mil pesos en el zapato izquierdo y me bajé del carro”. Con un fajo de billetes como plantilla en su zapato blanco y verde recibió otra orden: “Tenía que cruzar la calle hacia donde me iban a esconder o a matar”. Un Kodiak azul bajaba: era el camión ganadero de Adolfo, según recuerda Nelson. El carro paró en seco para ver cómo podía ayudar a desvarar a la negra, el instinto del varado fue correr hacia el carro y pegarse de la agarradera de la puerta derecha. Les dispararon por detrás y sin compasión. “Mirá güevón en lo que me metiste”, le dijo Adolfo a Nelson mientras revisaban si tenían agujeros de sangre.
Les importaba el viaje. Continuó manejando aproximadamente a unos 12 kilómetros por hora durante 40 minutos. Haberles cambiado el punto de referencia significaba modificarles la estrategia, pero él no sabía si la improvisación con hombres armados iba a resultar mejor o peor. Al llegar a la primera entrada de Valdivia lo hicieron orillar. “Bajate por el lado derecho”, le dijeron.
Los debían de estar esperando en Valdivia, así que Adolfo aceleró hacia Puerto Valdivia, por el retén del ejército sobre el río Cauca. Su camión vacío iba muy rápido: 1.500 revoluciones por minuto, pero no había reloj que midiera las revoluciones de sus corazones. Luego de contar la historia en el escuadrón, el ejército se montó en un lechero a buscar la tractomula negra.
— — Venga, no. Ahí siempre ha habido una falla geológica. Cómo me van a hacer orillar el carro ahí, se me voltea. —— Dele pues más abajo, pero no nos mirés más, güevón—, le respondió su acompañante aferrándose aún más al fusil. Luego le pidieron la plata y volvió a protestar con valentía:
De la banda criminal se supo que era una trilladora que no podía cumplir con las cuotas de exportación, así que robaban el café y lo reempacaban. “Se habían coronado muchos viajes, menos el mío”, comenta Nelson recostado en su silla esperando una Kola Roman. Se comenzó a reportar con más frecuencia en casa y viajaba con aerosoles porque en víspera de elecciones quemaban los carros: “Prefería que me lo marcaran a que me lo quemaran”. La relación de la banda criminal con la guerrilla es inconclusa, sin embargo, ni un particular se mueve por esa zona sin que ellos lo sepan. A pesar de que las carreteras nacionales en la década del noventa eran sangrientas, la inseguridad en las vías ha existido desde siempre y aún perdura. A los conductores se les recomienda no parar entre Puerto Bélgica y Yarumal para evitar ser cargados con droga o exponerse a enfrentamientos de orden público y tampoco trasnochar entre Valdivia y Los Llanos de Cuibá para prevenir que les prendan fuego a los vehículos. Después de varios días Nelson se encontró con un amigo en Buenaventura, César Mario Vélez, quien a punto de llorar le decía: “¡Eh, Ave María, hermano! Nos habían dicho que lo habían matado”. No fue el único equivocado. Nelson “disfrazó” la mula negra quitándole las franjas laterales para pasar desapercibido. “Mi mayor miedo era que me quitaran la vida, pero aquí estoy”, cuenta sonriendo mientras le da un sorbo a la bebida. “Secuestro simple”, dicta la ley, pero tener un fusil en la cabeza y estar cerca de la muerte no es tan simple. Poco ha cambiado después de dos décadas: políticos que prometen modificar las fallas geológicas al mismo tiempo que se roban el anticipo debajo del tapete y actores armados que secuestran los sacos de café amenazando vidas con fusiles.
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EL SILENCIO RUIDO Salomé Arango Botero
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na carretera estrecha y agrietada, rodeada de minifundios conduce al pueblo de Granada. A ambos lados se pueden apreciar las casas de campesinos: de los trabajadores. Pequeñas montañas forman el paisaje de la entrada al pueblo. En estas, la caña, la papa, la lechuga aferran sus raíces a la tierra. El clima templado abriga las hojas de los cultivos y propicia el ambiente adecuado para su crecimiento. Al llegar, el parque principal de hace unos años ya no está. La humedad del lugar se siente en la nariz, aquel aroma a lluvia, cuando se sabe que está cerca. Una iglesia impone su presencia en el centro del parque. A su lado, una casa antigua de fachada blanca y de puerta de madera atrae la mirada. Encima de ella se pueden ver unas letras doradas que dicen: Salón del Nunca Más. Los lugares guardan historias, recuerdos y al mismo ser humano. Existe un espacio donde las historias cobijan las paredes, los recuerdos vagabundean en el aire y los cuerpos perdidos quedan atrapados en fotografías, en bitácoras y en aquel espacio. Una puerta vieja de madera separa al visitante de un mundo encapsulado en el tiempo. Las historias que habitan allí son desgarradoras. Un mural de fotos, diarios, fotografías de Jesús Abad Colorado, una escultura de la madre víctima de la operación Sirirí, Fabiola Lalinde, y el relato de Gloria Quintero, miembro de la Asociación de Víctimas de Granada, hacen del lugar algo vivo: por más que pasen los años estas historias no mueren. Aquellos objetos instalados uno a uno no solo representan un espacio tangible para la memoria, sino que engloban un contexto, reflejan una sociedad y sobre todo cuentan la verdad. El deterioro también ha tocado la puerta: las paredes despintadas,
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salitotiti@gmail.com |
parches verdes, negros y olorosos escabulléndose por rendijas y el agua inundando los pisos se convierten en representación de este pueblo olvidado. El gobierno ha dejado a un lado a las víctimas. Este aire de abandono revela la situación actual que viven las personas perjudicadas por el conflicto en Colombia, es una realidad más representada en la materialidad del lugar. Los objetos y espacios físicos manifiestan las cosas que no se perciben a simple vista, lo intangible: la historia. Una vez se ingresa por aquella puerta, el olor a lluvia impregna nuevamente las fosas nasales. La habitación se ilumina para dar lugar a un mural, ubicado en la pared del fondo, con más de 300 fotografías de hombres, mujeres y niños que invaden todo el campo de visión. En cada foto se encarna el conflicto, unas retratan vidas que ya no están y otras gritan: ¡Se busca! Las familias de las víctimas recurren al lugar para apreciar una vez más sus rostros. En su libro de crónicas, Hugo de Jesús Tamayo relata que “cuando don Salvador logra llegar al fondo del cementerio —como él lo llama—, se queda a metro o metro y medio antes de la pared, pues las madres, por lo regular, contemplan por diez o quince minutos a sus familiares”. Ese mural, nos afirma Gloria, es para dignificar las vidas que fueron arrebatadas por la violencia. Este es el altar imponente que ruega por que sus historias no sean repetidas una vez más. La palabra cementerio cobra mucho sentido en los habitantes de Granada y más para las familias de los desaparecidos. El Salón del Nunca Más es un santuario donde reposan almas ignotas de la guerra. Los cuerpos aún yacen en los ríos, en los campos, bajo tierra y tal vez en lugares inimaginables.
@salomearango_b
Muchas de estas familias no han podido realizar una sepultura, un duelo como se debe: con el cuerpo entre brazos. El Salón les ha permitido sanar y promete que aquellos rostros no serán olvidados. Un silencio ruidoso se siente adentro. Es como si las caras del mural, las fotografías de Abad Colorado, las bitácoras, quisieran vociferar sus historias. Una de las voces que le sigue dando vida a estos relatos es doña Gloria Quintero. Esta mujer cuenta cada historia como si no le hubiera bastado la desaparición de su hermano para apropiarse de cada una como si fuera suya, propia. Cuida del lugar como cuida una madre de su familia: las fotos son sus hijos, las bitácoras sus diarios y las paredes de aquel salón son su hogar. Cuenta Alberto, el conductor de la ambulancia en la época de los 2000, en el libro de Tamayo: “Aquí no se sacaba pecho diciendo que era un amigo importante el que murió. No, aquí se sentía la partida de decenas de hermanos del pueblo, hermanos campesinos, trabajadores; y algunos de ellos murieron al pie de las zanahorias que cultivaban en sus fincas”. En el Salón, las víctimas son eso: inocentes que pagaron por una guerra ajena, “se escuchaba en los rumores del pueblo que a ese lo mataron por guerrillero o por estar donde no debía”, dice Gloria; pero al final todos terminaban siendo padres, hijos, amigos y hermanos granadinos. Después de un tiempo, el pueblo se fue dando cuenta de que señalar no era la forma de buscar la paz. Adentro se encuentra, en la pared del lado derecho, una vitrina con las bitácoras dedicadas a los desaparecidos. En ellas, familiares, amigos y hasta visitantes desconocidos les escriben cartas a las víctimas. Otra manera de digni-
ficar sus vidas. Una en particular llamó la atención. Gloria señaló: “Ese señor de la foto no es de Granada, una muchacha que estaba visitando el salón nos dijo que si podíamos poner la foto de su papá en un cuaderno y la pusimos. Al tiempo, una persona le escribió una carta”. La hija pequeña de Gloria, Stefany, leyó: “Imagino… Que usted pudo ser un padre de familia… ¿Quién es usted? ¿Qué le ocurrió? ¿Por qué? Es la primera vez que estoy en este lugar pero, siento un aire familiar acá, me acoge. También soy víctima, diferente a usted, pero víctima. Nos une el dolor aunque de alguna manera me gustaría tener su paz; espero que así sea. La vida sigue… Aquí no está su nombre, pero lo voy a llamar libertad, porque es usted, soy yo, somo mil, diez mil, millones… Usted, señor Libertad es libre… Un fuerte abrazo…”. En el Salón del Nunca Más no solo caben las historias de los granadinos, sino las de toda Colombia. Allí se guardan las historias de millones de personas que sufrieron como los granadinos. Allí permanece el ser humano en las historias, en los testimonios, en las fotografías, en las esculturas y en las palabras que habitan en el Salón. Por desgracia, a los colombianos los une una historia en común: el sufrimiento. En la pared del lado izquierdo está la exposición que muestra una fosa simbólica de los desaparecidos. Una abertura hecha en la pared con dos vidrios a cada lado y llena de tierra significa las personas que no han sido encontradas, pero también simboliza a las personas, pocas, que han sido halladas y cuyos cuerpos han podido ser sepultados. Unas siete fotografías acompañan la exposición: son los cuerpos hallados. Al pararse en frente de la fosa sim-
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SO DEL NUNCA MÁS
Ilustración: Santiago Briceño | bólica el reflejo de uno mismo se puede percibir. Al ver esto, la persona imagina como si fuera ella misma la enterrada, la persona perdida que seguro ya hace parte de la tierra, de las montañas, de las flores. Aquella que ya ha fertilizado todos los campos de Colombia con su cuerpo. Ese es el mayor problema que enfrentan las víctimas hoy, porque entre más pasen los años será más improbable que sean identificados. Gloria dice que el proceso de búsqueda y de identificación de los cadáveres es muy costoso, además de complicado. Por el momento, Corporación Región está brindando, junto con la Unidad de Búsqueda, apoyo para hallar a los desapare-
cidos. El gobierno no se ha manifestado ante la situación. Las fotografías de Abad Colorado están en todo el Salón. Una de ellas, pasando a la habitación de al lado, está puesta sobre un caballete y su tamaño es del triple que las otras. Está puesta a manera de cuadro. En aquel recuerdo se puede ver el pueblo destruido de Granada después de los ataques impartidos por las FARC y los paramilitares en el año 2000. Lo que resalta a la vista es el letrero que llevan los marchantes, una pancarta verde, negra y blanca que dice: territorio de paz. En la otra habitación El Salón se puede apreciar la escultura de
Adriana Lalinde. Si se observa más de cerca se ve a una mujer arrodillada, con la cabeza apoyada encima de sus piernas. Gloria relata que esa obra de arte simboliza a las madres del conflicto armado colombiano, específicamente a Fabiola Lalinde, madre víctima que dejó la conocida operación Sirirí. Otra madre a la que le arrebataron a su hijo y que trabajó incesantemente hasta encontrarlo. El arte no puede escaparse de la vida del ser humano y menos estar alejado de lo que pasa. El arte representa la vida misma. Hoy, las puertas del Salón no están totalmente abiertas al público porque está próximo a ser remo-
@bris_y_dinomarios
delado. No obstante, el espacio cuenta siempre con la disponibilidad de sus encargadas para quien quiera escuchar. Ellas siguen compartiendo las historias allí reunidas para que sea conocida la verdad. El Salón se construyó con tres objetivos: “Sensibilizar, dignificar y despertar conciencia”, dice Gloria, “las personas han aprendido, yendo a esos lugares y escuchando las historias, a no señalar ni juzgar las vidas de las víctimas que han sufrido tanto”. Tal vez entonces no estaremos condenados a volver a vivir el horror y la violencia. Tal vez nuestra esperanza habrá que cosecharla en lugares donde el perdón y la paz reinen, como en el Salón del Nunca Más.
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LA INDIFERENCIA
HUELE A MIERDA Eliana Tabares Sánchez | etabares@eafit.edu.co |
@elianatabares
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unos pocos kilómetros de Valledupar, rodeado de rejas grises y monitoreado por un circuito de seguridad que se controla desde Bogotá, se encuentra una pocilga. Popularmente se le conoce como cárcel La Tramacúa, por su gran tamaño; pero por su olor, sus fallas infraestructurales, la falta de servicios básicos como el agua y las constantes violaciones a los derechos fundamentales debería denominarse El Mierdero del Sistema Penitenciario de Colombia. Y es que pararse frente a ese edificio gris con barrotes azules oscuros es aterrador aunque sea para un visitante. A pesar de que el piso caliente da la sensación de que las suelas de los zapatos se derretirán pronto, atravesar el detector de metales hace que se hiele la piel – sensación que no se asemeja ni un poco a cuando se cruza ese rectángulo que suena cada vez que pasa una persona en el aeropuerto con la ilusión de un viaje –, porque en el primer caso se llega a un pasillo oscuro en el que definitivamente eres sospechoso. Si eres mujer y vas a visitar a un preso no puedes llevar brasier, los guardias escarban en cada una de las cosas que llevas en busca de celulares, cargadores, drogas, elementos que, con el ingenio de una persona encerrada todo el día, se puedan convertir en armas… Algunas esposas de personas privadas de la libertad en La Tramacúa mencionan que la primera vez que atraviesan esas rejas azules y las someten a requisas incómodas les dan ganas de no volver, ganas que se incrementan al pasar al patio donde se encuentran con nubes de mosquitos, un olor a podredumbre que quema las fosas nasales, y a sus amados. En el año 2000, bajo el mandato del presidente Andrés Pastrana, fue inaugurada la cárcel que pretendía acabar con el hacinamiento de las instituciones penitenciarias del país, con el pensamiento iluso de que la solución al problema de sobrepoblación penitenciaria era la construcción de más y más cárceles. Las 15 hectáreas que la componen están distribuidas en: dos pabellones para sindicados, dos de mediana seguridad, cuatro de máxima seguridad y un “pabellón del horror”. No existe un reporte exacto de la cantidad de presos que alberga, y
un preso solo alcanzan para comprar acetaminofén e ibuprofeno y no para los demás elementos básicos necesarios para atender a un ser humano.
Ilustración: Maria Paula Toro | el INPEC tampoco da datos confiables sobre su sobrepoblación, pero según la Defensoría del Pueblo se alcanzó un hacinamiento de 181%. Entonces, con su construcción no se solucionó el problema de las demás cárceles, sino que se sumó a la lista de penales que sobrepasan su límite de internos. Un diseño basado en las prisiones gringas y el apoyo del Buró Federal de Prisiones de Estados Unidos harían pensar que esta es una cárcel diferente, una en la que sí se respetan los derechos de los presos y se cumple con el propósito de estos espacios: resocializar a los delincuentes. Y sí, solo basta con recorrer los primeros metros de alguno de los pabellones para confirmar que este es diferente a los demás penales del país, lo es, es mucho peor. Una de las principales diferencias es que en Valledupar se obliga a los presos a bañarse todos los días, pero no se tiene en cuenta que por las llaves de las duchas no sale agua. El suministro de este preciado recurso es muy limitado; cuando están de suerte lo ponen durante 5 minutos, tiempo que utilizan no para ducharse sino para llenar botellones y llevarlos hasta las celdas. Allí, a pesar de que hay sanitario, el agua no se utiliza para eliminar los desechos del baño sino que se conserva para su consumo durante el día. Pero, ¿entonces qué pasa con los excrementos del baño? Pues sencillo, ahí quedan hasta que se tenga la oportunidad de conseguir más agua de la necesaria para beber. Otras veces hacen sus
@lapiz_de_cristal
necesidades en bolsas plásticas para después tirarlas al patio, es mejor que los alrededores huelan a mierda y no la celda en donde duermen. Desde 2001 la Defensoría del Pueblo, reclusos o sus familiares, y ONGs han hecho innumerables denuncias respecto a la condición del agua. Cuesta creer que después de un año de su inauguración solo ha llegado agua diariamente al primer piso y esporádicamente del segundo al cuarto, pero según algunos informes de colectivos que velan por el cumplimiento de derechos fundamentales de los presos, nunca ha podido llegar hasta el último piso de la edificación. Después de veinte años la situación no ha cambiado, los presos siguen teniendo peleas para conseguir agua, peleas que han terminado con heridos en las enfermerías y sin agua para limpiar sus heridas. Con el sistema de salud la situación no es diferente. Una fuente interna del penal que no quiso revelar su identidad explica que para que un preso pueda lograr ser atendido debe convencer a los guardias de que su dolencia es grave, cosa que no es nada fácil. Es común ver a un recluso deshidratado, con diarrea de varios días ocasionada por la ingesta de alimentos descompuestos, llegar a la enfermería con las muñecas sangrando porque esta es la única manera en la que los trabajadores del INPEC le permiten acudir al médico. Pero llegan allí y se encuentran con despensas vacías porque parece que los 22 millones de pesos anuales que dicen que cuesta mantener a
Esta actuación de los guardianes es pan diario dentro de esas paredes grises, esto sumado a los golpes, maltratos psicológicos, humillaciones, castigos y utilización de gases lacrimógenos. Si bien es cierto que allí se encuentran unos de los presos más peligrosos de Colombia, nada justifica que en el 2002 funcionarios del INPEC hayan matado a golpes a Luis Fernando Preciado por hacer ruido dentro de su celda después de las 7, hora en la que todos deben guardar absoluto silencio. O que en 2008 Frank Herrera haya solicitado el suministro de su medicamento psiquiátrico y que los guardias hayan preferido suministrarle tres cápsulas de gases lacrimógenos dentro de su celda de dos metros de ancho por tres de fondo, lo que le hizo perder el conocimiento. Pero, ¿qué hace que estas conductas sean avaladas dentro de la cárcel? El caso del 2002 no es el único, esto ha ocurrido en alguno de los nueve pabellones de la Tramacúa, pero ninguno es diferente al de Javier Ordoñez, el abogado que la policía mató a golpes en septiembre del 2020 y por el cual los colombianos salieron a quemar varios CAI del país. Los disparos al cuerpo con gases lacrimógenos a los manifestantes del Paro Nacional por parte del ESMAD han sido objeto de críticas y enfrentamientos entre los ciudadanos durante los últimos meses, pero que el INPEC lo haga contra un preso no es objeto de descontento entre la población. Y es que decidimos olvidarnos de quienes se encuentran allí encerrados, no queremos enterarnos de lo que sucede dentro de esas paredes porque muchas veces consideramos que por haber cometido un delito no merecen algo mejor. Tal vez el descontento se ha generado porque las víctimas de la Policía han sido ciudadanos que no han cometido delitos, pero esta no debería ser la justificación, finalmente quienes se encuentran viviendo en el mierdero que se esconde detrás de esas paredes de concreto merecen un trato digno porque esos violadores, asesinos, ladrones o narcotraficantes tienen algo en común con quienes nos encontramos en libertad, son seres humanos.
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Belleza curativa
Maria Camila Gómez Ortiz |
@camg.fotografia |
@camigomez2699
L
os términos cambio y cabello están íntimamente relacionados. Se tramitan de manera conjunta cuando de crisis y duelos se trata. El género femenino se ha empeñado en cuidar, modificar y mejorar su cabello, invirtiendo cientos en él, sometiéndolo a cuantos procedimientos y productos existen en el mercado: plancha, rizadora, queratinas, decoloraciones, mechones, californianas, corte de puntas, hasta el cuello, el flequillo…
hits del reggaetón sonando más duro que las escasas conversaciones y algunos cuadros de afros fueron apenas fachada. La terminología fue complicada al principio, no se referían a los cortes con nombres, sino con números, desde el cero hasta “el siete”, pasando por el difuminado, algunos dibujos y cortes con nombres de futbolistas u otros gentilicios como el alemán o el argentino. El arquetipo de barbero es reconocible: la gorra, los tatuajes y tenis son casi un uniforme. Más allá de eso, los hombres encuentran en ellos eruditos o, como los describieron, “unos parceros” en temas de masculinidad. Lejos de cualquier percepción, ellos cuidan mucho más su pelo que las mujeres, pues sus cortes deben ser más constantes.
Más que por moda o tendencia, hay presente un patrón: según varias mujeres de diferentes edades, estratos socioeconómicos, gustos y estilos, cuando se sienten estancadas, terminan una relación o algo no va bien en general, toman la decisión de hacer un cambio en su cabello. Y, entre más radical el cambio, mayor la mejora en sus vidas hasta el siguiente corte, es decir, una nueva crisis. Es así como cambiar, cortar, quitar y decrecer ayuda a mejorar, sanar, renacer y crecer. De esta manera las mejores herramientas para sanar un corazón parecen ser unas tijeras y una buena cantidad de peróxido. Para muchas, la epitome de los cierres emocionales y nuevos comienzos va acompañada de un cambio considerable en el cabello. Como si los amores de verano se fueran con el tinte, los cuernos se taparan con el flequillo y las traiciones se superaran luego de una decoloración. Esta noción, aunque nóstica, está respaldada por varias explicaciones psicológicas, según lo explica Raquel Mascaraque, especialista en Psicología Emocional. Pensamos de forma abstracta y simbólica, un cambio de pensamiento o de planteamiento vital consume mucha energía; por eso, acompañarlo de un cambio físico ayuda a que sea más fácil de asimilar. Así, vernos al espejo como una persona distinta apoya al cerebro en ese proceso. Además, según la profesora Rose Weitz de la Universidad de Yale, es una de las partes de nuestro cuerpo que podemos cambiar a voluntad, lo que nos genera una sensación de control. El cabello es un protagonista silencioso en la vida diaria de las personas. Sus usos y significados son tantos que su percepción varía según el género, la edad y la cultura de quien lo porte. Para los celtas, el cabello largo en hombres es sinónimo de fuerza y en las mujeres de fertilidad; entre los punks significa oposición; en India, para los sijs, el cabello y la barba son un elemento sagrado, por eso no pueden cortarlo. Las rastas son una forma de protesta para reivindicar los derechos de la raza negra, además de buscar la similitud con Jah, el dios león. En Asia el cabello recogido significa decencia, en cambio, el cabello suelto y despei-
Aunque aseguran no cortarse el cabello para regenerar algo, lo hacen en cambio para mantener todo en orden. El hombre es su versión maximizada los primeros días del corte. Para ellos es un tema de autoestima y son mucho más arriesgados si se trata de cambios, dado que suelen pensar mucho menos en las opiniones de otros. Además, cuando de trabajo, motos, carros y mujeres se trata, su barbero es el buen pastor y la barbería su congregación.
Ilustración: Camila Cano Tapias | nado es sinónimo de coqueteo. Sin contar las nociones bíblicas como la historia de Sansón y su increíble fuerza proveniente de su cabello o algunos mitos mexicanos sobre trenzarlo para curar la tristeza. *** El templo de la belleza: la peluquería, sitio donde la máxima deidad que se adora es el cabello y sus sumas sacerdotisas son las estilistas, es el lugar ideal para profundizar en conjeturas relacionadas con el tema. En el centro de la ciudad, junto a las gordas de Botero, los turistas sacándose fotos y una que otra trabajadora sexual, situada en el icónico edificio Gutenberg se encuentra la Peluquería Real, lugar que parece detenido por el tiempo. Su estética es la mezcla entre los años 60 y 70, con grandes sillas viejas de color rojo, estantes desgastados, pero, sobre todo, estilistas muy de la época. Con más de sesenta años de servicio, es el lugar perfecto para enredarse en conversaciones y desmitificar creen-
@canotaapias cias. Martha Henao, comentó que lo más raro que un cliente le ha pedido ha sido que le depilara el miembro, aunque si a algo está acostumbrada es a escuchar cosas extrañas dentro de dichos muros. Eso es porque la figura de peluquera, según la mayoría de las mujeres, como pocos otros oficios, es un híbrido entre consejera, amiga y hasta guía espiritual. Así que ir a la peluquería es como ir a terapia y cortarse el cabello es parte del tratamiento. De las primeras cosas que Martha pregunta a una mujer antes de cortarle el cabello es si tienen su periodo. Aunque parece ser una creencia arcaica, es una de las muchas conocidas: desde las fases de la luna, en menguante crece y en creciente se apesta, la mano de marica amada por muchos y odiada por otros; cortarse el cabello con fiebre o gripa es malo, pero enterrar un mechón de cabello es beneficioso, hasta que jalarse el cabello hace que crezca. Ninguno avalado por la ciencia, pero todos ciertos. La barbería, en cambio, con la mezcla de colores azul, blanco y rojo, los
Avanzando por el sur, se podía notar cómo las peluquerías iban cambiando. Ya no estaban en los garajes de las casas y sus letreros, además de ser más pomposos, incluían palabras como “alta peluquería” y algunas frases en inglés. Aunque en esta zona el ambiente y los precios eran radicalmente distintos, las mujeres parecemos tener más afinidad con ellos. Veinte minutos fueron suficientes para escuchar varias charlas clientas—peluqueras, peluqueras—peluqueras, clientas— clientas, clientas—novios y entender que el cabello nos trenza como género. El cuidado de lo que puede ser, según palabras de algunas mujeres presentes en el salón, una “marca personal”. Sin importar la peluquería en la que entrara o la persona a la que le preguntara, los mitos y devoción a estos eran los mismos. Luego de eso, no resultaba difícil imaginar las historias que estarían atrapadas entre los pelos de los demás, la cantidad de tristeza que se enredaba y colgaba del cuello de tantas mujeres, o qué grito de esperanza y alivio brillaba en las hebras y los ojos de las que recién salían de la peluquería. Sin cortar la carga positiva de ego que sucede a los caballeros al estrenar corte, o el poder que acompaña una rapada a lo Britney, sin duda se deben seguir consagrando los cultos a la belleza curativa de un buen cambio en el cabello.
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VENDER
TRADICIÓN
TEJIDA
Juliana Heredia | jherediab@eafit.edu.co | @juliheredia8
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arlina Arce vende sus collares, canastos y bolsas tejidas en Medellín. Quince días atrás se fue de su tierra, el pueblo indígena Embera Katío en el Chocó, dejando a su madre viuda y a su hija. Normalmente, la economía de esta comunidad se sostiene por la pesca, la caza y la agricultura; son gente del maíz, que es lo que más se cultiva en la zona. Pero en las grandes ciudades su ingreso económico se basa en artesanías propias de su cultura. La situación de cientos de indígenas desplazados de sus territorios es la misma. Muchos de ellos llegan a las urbes huyendo de la violencia de los grupos armados, el narcotráfico y el reclutamiento forzado. – ¿Dónde está viviendo? – Niquitao. Tengo que pagar 20 mil pesos para la habitación del inquilinato. El barrio Niquitao ha sido albergue para los desplazados como Carlina —entre indígenas, inmigrantes, campesinos— que llegan a Medellín. Su camino para llegar hasta las zonas urbanas es largo, se exponen a peligros inminentes y, por supuesto, todo es agotador. En Colombia hay 106 pueblos indígenas reconocidos por la Organización Nacional Indígena de Colombia y, según un censo del DANE en 2018, hay 1.905.617 indígenas en el país. Muchos de ellos se asientan en parques y calles principales para encontrar una manera de subsistir. Familias enteras viven hacinadas en pequeñas habitaciones de inquilinatos. Carlina se defiende poco con el español, logra decir una que otra frase y citar los precios de su mercancía. Sin embargo, todavía le cuesta y piensa mucho antes de hablar. – ¿Quién le enseñó a tejer? – Mi mamá, mi abuela. Enseñaron collares para novia, para hacer fiesta. Ropa, canastos, todo me lo enseñó mi mamá y mi abuela. Los accesorios que antes se hacían con semillas y huesos pequeños, ahora se hacen con chaquiras o mostacillas de colores vivos. Con esto crean diseños de rombos, espirales, círculos e, incluso, animales. Aunque en la comunidad embera los tejidos son mayormente una actividad femenina, los hombres también confeccionan manillas, collares, aretes y accesorios para adornar el
cuerpo. Representar la cosmovisión, los mitos y las tradiciones de esta comunidad es trabajo de todos sus miembros y estas artesanías son una manera de conservarlos. Unas cuadras más arriba está Delia Inés, también vendiendo accesorios en el parque de La Presidenta. En una esquina del lugar puso una manta con su mercancía y un pedazo de icopor apoyado en un murito para colgar aretes. Tiene 35 años y está atenta a la gente que llega al parque principalmente por el mercado campesino que se instala cada domingo. Mientras tanto Alessander, de unos 3 años, y Werman, de 9 meses, juegan a las peleas. Más de una persona se detienen a observar la escena, conmovidos por la inocencia de los dos pequeños. – ¿De dónde viene? – Risaralda. Vivo sola en la montaña. Aquí llevo ocho días. Los dos hermanos están inquietos, tienen mucha energía. Saltan y corren de aquí para allá hasta que el juego se transforma en una verdadera batalla entre ambos. Delia los separa, reprendiéndolos en su dialecto. Carga a Werman en su espalda y sigue atendiendo a las personas que llegan a su puesto de venta. –¿Quién le enseñó a hacer los collares? – Mi mamá. Con aguja y tejiendo–. Sus respuestas son muy cortas y simples. Habla despacio y repite algunas palabras como para asegurarse de que yo entienda lo que dice. Pertenece al pueblo Embera Chamí, gente de la montaña. Es tradición que
Juliana Heredia | las madres y abuelas les enseñen a las nuevas generaciones este arte tejido. Lo que más llama la atención son unos colibríes hechos con chaquiras de colores y los famosos Okamas. Estos últimos son los más populares, pues son una prenda femenina altamente simbólica en la cultura embera. Okama significa “camino que recorre el cuello” o “camino tejido”, es un elemento sagrado para las mujeres. El tejido del collar habla sobre las experiencias propias que vive la mujer, como un tipo de registro temporal codificado; sus ilustraciones representan historias de vida. Para los embera, el tejido es una manera de pintar imágenes y de plasmar anécdotas. Antiguamente, los collares y brazaletes tenían poderes de sanación y protección para la persona que lo portara. Todavía hay algunos que conservan la costum-
@juliheredia8
bre de crear diseños especiales para rituales de la comunidad. Se utilizan decenas, cientos, hasta miles de chaquiras dependiendo de lo que se vaya a realizar y los trabajos pueden tomar días o semanas para estar listos. Para esta cultura, los colores y figuras utilizados en los diseños no son casualidad, todo tiene un significado e intención conectado con la tierra y la naturaleza. Estos elementos construyen historias, son una manera de mantener vivas las tradiciones orales que perduran entre generaciones. No usan letras para contar las historias, sino patrones en los tejidos. Antes eran objetos con significados importantes para el pueblo Embera, ahora son accesorios coloridos que las personas ajenas a su cultura utilizan y los turistas compran como un bonito souvenir.
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UN CARAVAGGIO EN LAS SOMBRAS Verónica Hoyos Giraldo | vhoyosg1@eafit.edu.co |
@verohog
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l pasado 8 de abril se iba a llevar a cabo una subasta en la Casa Ansorena de Madrid, en donde se subastaría un cuadro atribuido al pintor español José de Ribera, con una puja inicial de €1,500 euros. Ese mismo día, a poco tiempo de iniciar, intervino el Ministerio de Cultura para declarar esta obra como inexportable y proclamarla Bien de Interés Cultural (BIC) pues, al parecer, se alertó que podría tratarse de un caravaggio. Posteriormente, el Museo del Prado presentó un informe afirmando que: “existen razones fundadas y documentales para atribuir la obra a Caravaggio”. Los boletines e informes no fueron solo una sorpresa para la comunidad de Madrid, sino también para todos los historiadores y aficionados al arte e, incluso, para la familia dueña de la obra, pues no tenían idea del verdadero autor del cuadro ya que hace 15 años, en una expertización, se le habría atribuido a Ribera, pintor contemporáneo a Caravaggio cuyas pinturas tenían una fuerte influencia de su parte. “Es como ganar El Gordo, pero también es un lío tremendo”, dice Arthur Brand, un “detective del arte” al diario El País, dado que ser dueño de una obra con gran peso histórico, perteneciente a un artista que dentro de sus habilidades instauró un movimiento artístico en su momento, es una gran responsabilidad y más si es señalada BIC, porque, aunque declarar algo como patrimonio no hace que los dueños tengan la obligación de donar o vender al Estado, sí los insta a salvaguardar la obra en buenas condiciones porque, en caso de sospecha de que esto no se está haciendo, se podrá expropiar forzosamente y obligar a pagar su restauración. Es un lienzo de 111×86cm de figuras religiosas, un Ecce Homo, es decir, la escena de un Jesús antes de su crucifixión, lo cual referencia al Barroco. La silueta que más resalta es la del nazareno coronado de espinas, delante de quien hay un sujeto mostrando las palmas de sus manos y detrás un hombre cubriéndole los hombros con una manta roja. El Museo del Prado afirma en el boletín que “no existen dudas de que la pintura constituye un magnífico testimonio del primer naturalismo italiano, una escuela que ejerció gran influencia en todo el arte europeo. La técnica estilística, el protagonismo de los primeros planos de los personajes, el realismo de modelos humanos, el contraste lumínico y la sobriedad compositiva configuran la
tas de una manera muy elocuente y similar a La Madonna de Rosario. El tipo de pincelada es propia de su etapa en Nápoles”. Teniendo ya las características de estilo del cuadro, se debe también saber cómo llegó a España, ¿lo hizo de manera legal? Preguntas como estas también se deben de plantear para descartar falsificaciones. Por fortuna, siempre que se vende, se dona o se exporta una pieza de arte se le otorga una documentación oficial. En este caso, la obra cuenta con un documento de compra de 36 páginas que data de 1823, en el cual la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando entrega el cuadro al político Evaristo Pérez de Castro, en un intercambio de obras de arte en la que se citan los nombres de Bartolomé Esteban Murillo, Alonso Cano, y Carabaggio (con b en el documento original). La familia propietaria aseguró desconocer todos estos documentos e inventarios, y sostienen que no conocen ni la autoría ni el origen de la obra.
Ilustración: Maria Camila Duque Lopera | obra como un exponente de gran interés de la pintura italiana naturalista del siglo XVII”. El cuadro está actualmente en sus respectivos estudios de autentificación, es importante para la historia del arte dar con el verdadero autor de esta obra, juicio que podría tardar años. Pero, ¿cómo es el proceso de autentificación de una obra de arte? Consta de algunos pasos donde varios historiadores, expertos y restauradores hacen un análisis pictórico de la obra para definir su época; estudiosos del artista en cuestión tratan de identificar rasgos que definan su autoría —si el cuadro tiene marco, este también entraría en estudio— y luego se entraría en un proceso de estudio documental en el que se busca resolver el año de creación, el lugar, cuántas veces fue trasladada de su origen y cómo llegó a donde está actualmente. Hay que tener en cuenta que en estos casos puede ser más complejo que con una obra actual, ya que existen
@maria.duque_
más regulaciones. Se debe considerar también que Michelangelo Merisi Da Caravaggio fue uno de los pintores más importantes del Barroco italiano, por lo que su estética influenció centenares de artistas de la época, tanto que se le nombró a la suma de características de su obra como un movimiento pictórico: el caravaggismo. Esto hace que encontrar una pintura con las particularidades del italiano no descarte inmediatamente a otros artistas de la época. Especialistas como María Cristna Terzaghi, que han estudiado a profundidad a Caravaggio, no tienen duda de que el cuadro tiene mucha similitud con lo que el pintor solía hacer en sus obras: “No es una cuestión matemática. Hay algunos detalles importantes como la figura de Pilatos. Caravaggio usa el mismo modelo en La Madonna de Rosario que está en Viena. La composición es muy caravaggiesca: los tres hombres que vienen de la oscuridad hacia la luz. Las manos de Pilatos están pues-
Una pieza más del acertijo pareciera haberse puesto en su lugar cuando se descubrió que dentro de un inventario de obras de la colección real de Carlos III, de 1789, había un cuadro con las mismas dimensiones y con características de la escena que se ajustan perfectamente. Esto aclara cómo dio a parar el cuadro con la familia: de Nápoles pasó a manos de la colección Real, de ahí a la Real Academia de San Fernando y de ahí a Evaristo Pérez de Castro. Sumado a lo anterior, en 1954 Roberto Longhi publicó una copia de un Ecce Homo de Caravaggio que es igual a este cuadro y que se creía perdido, lo que da más razones fundadas para creer que la pieza puede ser efectivamente un caravaggio. Solo alrededor de 60 obras son reconocidas como originales de este autor, por lo que un debate como el que inició en dicha subasta es un hecho histórico de gran relevancia para la historia del arte y el enriquecimiento cultural de España. El Ministro de Cultura y Deportes ha mostrado su interés de tenerla en el Museo del Prado si se comprueba su autenticidad pues “sería lo ideal, es el lugar natural de una obra tan maravillosa como esta”. La comunidad del arte está ansiosa por conocer al autor de esta pintura porque, sea un caravaggio o no, la majestuosa obra ya forma parte de su historia y estudio por el solo hecho de haber generado sumo debate.
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En surcos de dolores Mariana Arango Trujillo | marangot1@eafit.edu.co |
@mariangot_
“No nos maten” grita el pueblo colombiano.
Las calles se tiñen con sangre inocente; de los héroes que aún tienen dolientes.
Colón nos conquistó, Bolívar nos liberó, pero quién nos masacró.
Los cantos de los que sufren se enardecen y permanecen en vela.
El total de víctimas ascendiendo, y el aliento desfalleciendo.
El “demos” lucha contra la “cracia”, en breve anunciará su retirada.
El dolor en el pecho. Tatuado. La Paz en el horizonte. Lejana. El marchante que baila. Asesinado.
“Pan y circo”, es la sátira aplicada, pero hasta el pan escasea en la Morgue Colombiana.
“El gobierno no es soberano”, la obediencia arremete cual espada y la legitimidad se atrinchera evadiendo la puñalada del abuso de autoridad.
La sangre derramada ya no es en honor a la patria sino a causa de ella.
Maria Camila Gómez Ortiz |
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LAS LETRAS DE ARENA Juan J. Mesa | grafiasdeunsofiante.com
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sta historia ocurrió hace cuatro años, ella tenía diecinueve y yo dieciocho; éramos los únicos jóvenes en el teatro. En una conmemoración de treinta años El Águila descalza presentaba su obra Tango Tango. Yo no sabía bailar, mucho menos tango, pero sabía las canciones y tarareé repitiendo con el Zurdo Cruz cuando se inclinó a los pies de Malena y dijo: “Sueño con el pasado que añoro, el tiempo viejo que lloro y que nunca volverá”. Habíamos llegado en taxi antes de las ocho. El elenco de actores (Cristina, Carlos Mario y Blandón) auspició una velada de vinos luego de la función, por lo que ya eran casi las once. En Prado no había taxi que pasara a esa hora de la noche y la lluvia nos impedía caminar hasta La Oriental para buscar uno. Estábamos en la terraza viendo llover cuando los crespos nevados de Cristina aparecieron a nuestro lado. -Perdón, ya casi nos vamos. Estamos viendo si escampa un poco -le dije. -Qué están pensado, no los voy a echar. ¿Les gustó la obra? -Fue una maravilla, cantás hermoso. Me quedo con esa parte: Fuimos madres, viudas, locas…vanidosas, bravuconas y muñecas -se adelantó Isabella en comentar. -Encanto, eso me alegra. Díganme, a qué se dedican -preguntó Cristina. -Yo artes, y él derecho; ambos en la Universidad de Antioquia. -Carlos Mario también estudió en La Universidad -antes de agregar algo más apareció Aguirre con una botella de vino blanco y un par de copas. La conversación transcurrió sobre los pasillos de la Facultad de Artes. Al cabo de unos minutos Cristina le pidió a Carlos que nos contara la historia de la corbata, y fue así como Aguirre comenzó: —Esta corbata me la regaló Marco Blandón, ustedes lo conocen, es el bandoneonista que acompaña las piezas de la obra. Al principio no fue obsequio: la dejó una tarde luego de ensayar y en la noche del estreno fue la única que encontré en el camerino; la trajo de Egipto. Blandón viajó durante dos meses por África y Asia; la prenda – agitó la corbata con su mano– la consiguió en un mercado callejero de El Cairo, aunque muy lejos de allí fue su encuentro con el viejo. »Para aquel entonces yo ideaba el guion de País Paisa. En 1985 recibí una postal de Blandón a las orillas del río Éufrates. Vestía un turbante café en su cabeza y posaba junto a un kurdo y dos camellos; aquél era su traductor, el joven había estudiado historia mesopotámica en la Universidad de Bagdad. Hablaba árabe, kurdo, inglés y conocía el sumerio. »El veinte de marzo partieron desde Nasiriya a las ruinas de un asentamien-
Ilustración: Alejandra Vélez Giraldo | to sumerio ubicado a las afueras de la ciudad. Blandón llevaba en su bolsa una cámara análoga y dos botellas de agua. Mientras tanto, el joven kurdo cuidaba en su túnica una libreta de viaje revestida en cuero. Cuando llegaron al yacimiento no había mucho para ver: la temporada de vientos del año anterior hizo que sobre los restos de columnas y pilares reposara una gruesa capa de arena. En el último montículo sobresalía un frontón de piedra, la figura en su interior era la de un hombre barbado que se inclinaba sobre una pradera. El kurdo le dijo a Blandón que aquel hombre era un dios: Enki, el señor de la tierra. »Durante el resto de la mañana las únicas vistas que lograron fueron las inscripciones de los mausoleos, muros tallados en cuneiforme de los cuales el traductor kurdo pudo, mientras comparaba las grafías con su libreta, balbucear: Aquel que vio todo hasta los confines de la tierra… Lo oculto vio, desveló lo velado… Todo su afán grabó en una estela de piedra. »La expedición había sido cuanto menos decepcionante, en especial porque Blandón tenía muchas esperanzas de tomar algunas fotografías de restos sumerios. Además, para su infortunio, una ventisca los hizo varar en una pequeña aldea junto al yacimiento. El día, como decimos nosotros, se había perdido. Al menos eso pensaban.
»Al ponerse la tarde vieron a los habitantes del pueblo reunirse en un hemiciclo de piedra. La aldea palidecía junto a las ruinas del palacio. Era una docena de chozas de barro que se iluminaban con lámparas de queroseno. Ya no hacía mucho calor y tanto Blandón como su guía se acercaron a la muchedumbre. La gente rodeaba a un anciano que se encogía en la arena; tenía sus ojos cerrados y parecía murmurar. El joven que acompañaba a Blandón habló en árabe y preguntó a un hombre, el cual ni siquiera pareció inmutarse. Repitió, esta vez en kurdo: -Qué miran. -Al viejo. -Qué esperan del viejo. -Que haga lo que sabe hacer. Hará lo que hizo su padre y el que fue padre de su padre. Hará aparecer las letras. -¿Las letras? -Sí, las letras. Están escondidas en la arena. »En efecto, el viejo acariciaba el suelo. Alzó la manó y dijo algo que Blandón no entendió. El joven kurdo le explicó que estaba pidiendo agua. Sin pensarlo mucho Blandón sacó una de las botellas que guardaba en su bolso y la puso en la palma de su mano. Suavemente el viejo regó la arena.
@amarillaverdelimon
»Blandón dice que nunca volvió a ver algo igual. Cada gota que caía se mezclaba con la arena y tomaba forma. No se trataba de grumos azarosos, no, eran líneas y círculos, también puntos. En algún momento le pareció ver una A, aunque su guía kurdo la llamó aleph. Cuando la botella estuvo vacía, en el mar infinito de la arena ya había un lineal de signos. Ciertamente Blandón no pudo comprender si surgía de la tierra un alfabeto o un mensaje (si acaso se distinguen), pero las grafías de arena le recordaron a las inscripciones sumerias que habían visto en la mañana. El joven kurdo miraba con asombro y señalaba cada letra mientras leía su diario. »Fue tanta la fascinación que me causó la historia que Blandón me regaló las fotos. Si alguna vez vuelven al teatro pueden buscarlas en las paredes. Son letras dibujadas en arena, pero el trazo no está hundido, sino elevado; como si la mano que las talló viniera de abajo, de la tierra. Ya había escampado. Cristina y Carlos Mario nos acompañaron a la puerta y a unas cuadras pudimos conseguir un taxi. En el asiento de atrás miré a Isabella y le dije: -La tierra ¿habrá aprendido a hablar? -Tal vez -respondió -. O quizá nos lo enseñó a nosotros.
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SIN DESTINO Ana María Jaramillo - Grupo Letras
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a fila es corta, pero no se mueve. Jóvenes y viejos esperan impacientes bajo el sol a que les devuelvan la plata del concierto que se canceló. Florencia recorre las caras una a una y se detiene en la de alguien que se le hace conocido. Levanta la mano para saludar y en respuesta recibe una mirada indiferente que luego se pierde bajo la visera de una gorra, así que baja la mano rápidamente, queriendo pasar desapercibida. El rosado de sus mejillas se intensifica, como cada vez que algo la avergüenza.
la cara, así que Florencia prefiere mantener sus ojos sobre la calle que se proyecta cuadro a cuadro, enmarcada en el rectángulo de vidrio. La incomodidad de Lucas se dedica a jugar entre la gente, recorriendo caras y cuerpos, imaginando historias y cansancios. Luego, guarda los ojos bajo su gorra, se pone los audífonos y sube el volumen de la música. La tensión crece con cada semáforo, con cada brinco del bus destartalado que los obliga a rozarse, dejando a Florencia sin palabras mientras Lucas se traga las suyas antes de que salgan.
El tiempo corre y la fila sigue sin moverse. Dos hombres se ofrecen a ir por comida mientras los demás buscan un lugar en la sombra. Florencia se sienta en el andén y alguien llega a su lado. Es él otra vez. Florencia está segura de haber visto esa cara antes, así que se anima a lanzar la primera pregunta y de ahí otra y otra, como en una especie de entrevista, y en las respuestas cortas que recibe va descubriendo a un tipo más tímido que antipático. Se llama Lucas, y aunque el nombre no le trae ningún recuerdo, sigue convencida de que se han visto antes. Las orejas de Lucas son pequeñas, muy pequeñas para su cara larga. Su gorra enmarca unos ojos, ni grandes ni pequeños, de un color indefinido. Florencia se enfoca en la barba, gruesa y desordenada como una esponjilla, luego en la nariz grande y en la boca de labios delgados como dos largas líneas. Lucas sigue con la mirada las manos de Florencia y sus dedos largos que no paran de moverse mientras lanza nuevas preguntas. Luego se distrae persiguiendo lunares que lo guían de los brazos al cuello y de ahí a la cara. Al llegar a los ojos, desvía la mirada. Mientras tanto, las preguntas de Florencia los llevan hasta una amiga en común y por último al barrio en el que viven. Son vecinos. Antes de que puedan decir más, la fila se pone en movimiento y los obliga a separarse. Aunque Azar los puso en ese lugar, es Destino quien lleva varios meses maquinando el plan, y lo corto de la conversación lo decepciona. Su amigo lo mira a lo lejos y sonríe, poco le importan los finales felices o predecibles, para él no existen buenos ni malos caminos, solo una serie de casualidades. Esa tarde, Florencia llega a casa más temprano de lo normal y se derrama sobre el sofá para recuperar el aliento. Esta vez no son las escaleras las que la han dejado sin aire. El calor
Ilustración: Camilo José Rivera |
@camilojose
es asfixiante. El sol entra por todas las ventanas y no hay un solo lugar en el que pueda refugiarse. Las gotas de sudor le corren por el cuerpo y las ventanas retumban con los bajos del reggaetón del vecino del frente. Siente un deseo innegociable de bajar a la tienda por cerveza.
piden con las palabras de siempre que no habían usado nunca.
Mientras lidia con el calor de la tarde, Destino trata de concentrarse en recalcular su plan, pero una carcajada de Azar le hace desviar la mirada en el momento justo en que Florencia y Lucas se cruzan en la tienda. Nuevamente Destino se ha quedado atrás y ha dejado escapar una jugada obvia. Siente que les ha dado demasiado tiempo y decide acelerar su plan.
Florencia se sube a un bus destartalado que la lleva del trabajo a su casa. Es la hora en la que el ritmo de la ciudad se acelera tanto que deja de fluir. Como siempre, el bus está lleno de hombres y mujeres cansados, unidos a las sillas por el sudor de la espalda o apretujados entre las bancas colgando de las barandas sin poder esconder el olor rancio de las axilas. Un movimiento llama la atención de Florencia justo antes de que arranque: una mujer se levanta de prisa y corre hacia la salida. Las piernas cansadas de Florencia se enfocan en el puesto vacío y luego en el tipo que les abre campo para que puedan sentarse. Es Lucas.
Al cruzarse nuevamente con Lucas, Florencia no puede evitar sonreír. Y aunque él le devuelve una mirada indiferente, eso no la desanima. Pide dos cervezas y lo invita a sentarse con ella en el muro de afuera. Sin la influencia de Destino, la conversación surge azarosa, hacia ninguna parte, y cuando la tarde refresca se des-
Destino está decidido a tomar las riendas del asunto, no confía en Azar y su manera casual de trivializar cada historia. Para él es un asunto serio, un plan que tiene que cumplirse.
Florencia pasa rozando las piernas de Lucas y se sienta junto a la ventanilla. Se saludan, pero están demasiado cerca para mirarse a
Destino se impacienta, sabe que no debería intervenir a ese nivel, pero no lo resiste y, después de llamar la atención de Florencia, empuja a Lucas contra su cara. Ha cruzado un límite. Tras un beso accidental que no parece un accidente, Florencia vuelve a mirar fijamente por la ventana y Lucas entierra la cabeza como avestruz, los ojos bajo la gorra. Ambos ruegan porque la calle fluya y el barrio aparezca pronto en la ventanilla para huir de esa banca; no hay otra forma de escapar, porque saben que van hacia el mismo lugar. Un poco antes de su parada, Lucas se lanza hacia la puerta. Florencia permanece en la banca hasta el último minuto. Cuando baja del bus, Lucas ya ha desaparecido. A partir de ese día, los esfuerzos por unirlos resultan inútiles. Aunque Destino insiste en producir encuentros en la calle, ellos desvían la mirada y huyen con pasos rápidos. Cuando intenta reunirlos en la tienda los encuentra ocultándose tras los mostradores y, aunque trata, no logra que vuelvan a subir al bus de las seis. Cansado de intentar, Destino se rinde, reconoce su error y decide dejarlos tranquilos y aceptar su derrota. Le preocupa que este fracaso pueda afectar el rumbo de la Historia, pero no ve otra opción. No encuentra nada más qué hacer. Los días pasan, igual que las semanas y los meses. Destino, ocupado en definir el rumbo de otras historias, termina por olvidarse de su fracaso. Así llega ese martes, uno cualquiera. Lucas y Florencia se cruzan en la calle y sus manos se rozan sin querer. Iluminada por la casualidad, Florencia toma la mano de Lucas con fuerza. Él se detiene y la mira a los ojos por primera vez desde ese día en el que, sin planearlo, se encontraron creyendo ya conocerse. De la mano, sin oponer resistencia, dejan que Azar los devuelva, paso a paso, hacia el terco Destino.
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Reclamo mortuorio
Susana Blake | susanablake2810@gmail.com
Y
o soy tu muerto. Pellizca la piel de tus dedos y baja la mirada con vergüenza. Te avergüenzas de mí ante los otros y ahora, también de ti ante mí. Y mis contornos negros, mi mugre y mi sal te apabullan, te repelen, pero yo te repelo a ti. Yo soy el muerto tuyo. Pasaron ya tus ojos por mi cuerpo y mis pies sucios, cerraron ya tus botas mis ojos abiertos. Pero seguías sin saber, todavía, que yo vivía, palpitaba. Sigues sin saberlo, pues solo has visto mi estarmuerto: mi sangre, mis huesos inmóviles, mi ya extinguido terror. Te envolvía el sueño de la vigilia cuando yo nací. Y cuando rompió valiente mi llanto, tu enorme y grotesca carcajada quiso llenar mi tierra: brutal, violenta, infame. Yo vagaba por la ciudad y la vivía, respiraba su sucio aire y caminaba por sus costas. Admiraba sus pobres árboles y los colores, aunque fueran artificiales, penetraron mi corazón —como las mismas flores de los campos que también vivía, por los que también vagaba—.
Ilustración: Maria Camila Jiménez |
Pero ¿acaso tú conocerás los pobres árboles, las flores, el campo, la risa o color alguno? Te habrá extrañado que diga «yo soy tu muerto», pues no podrías siquiera haber imaginado que yo existía, aunque habitáramos el mismo mundo, la misma madre.
@la_femme_illustration
Todavía recibo tu negación. Todavía persistes en acallar mi grito desdichado, así como otrora quisiste anular mi reclamo y mi júbilo. A mí me fue negado vivir ligero. Desde el amanecer alguien posó todo el peso de los hombres, su desgracia y su pena: ¡Oh, penuria solamente cargaron las rodillas enflaquecidas de mis progenitores!
¿Cómo hemos de llevar este dolor? ¿Cómo conducirlo y dónde deshacernos de él? Si es que ahora es nuestro propio cuerpo.
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El dinero de los millennials Pablo Sierra Saldarriaga | psierras@eafit.edu.co |
@pablosierra00
C
amilo Olarte estudió ingeniería de diseño de producto en EAFIT, buscó especializarse en emprendimiento y la respuesta obtenida en su momento fue que los ingenieros no podían emprender. Cuesta pensar que, en una universidad formada para tal fin, se reciban estas negativas; menos mal Camilo hizo caso omiso de de esas enseñanzas, y así hoy puedo escribir acerca de LOKL LIFE. —He soñado con una empresa, más que por el producto, por la cultura que se genera alrededor —dice Camilo en una entrevista por el teléfono, a las once de la noche— y eso es LOKL. Quiero ser un líder que toque vidas. No tanto siendo altruista, sino buscando el desarrollo. En 2019 se fundó LOKL, una empresa emergente o startup, nacida en Medellín. Es una plataforma de inversión inmobiliaria para jóvenes profesionales que apenas están empezando su vida laboral, freelancers o nómadas digitales. En suma: personas que busquen utilizar su dinero o ahorros iniciales de una manera accesible, al mismo tiempo que crean y hacen parte de una comunidad. Porque el propósito fundamental de esta empresa es lograr que sus inversores se sientan parte de algo. LOKL es el lugar donde no existe la necesidad de manejar un gran capital, sino que, con inversiones desde los cuatro millones de pesos, los inversores se pueden hacer a un inmueble en valorización. Personas que busquen procesos de inversión inmediata, en los cuales no haya mayores procesos burocráticos. Personas que busquen la flexibilidad para manipular su dinero o en palabras de su fundador “donde no te tengas que amarrar por treinta años a una hipoteca”. En LOKL LIFE se piensa que el ego, bien manejado, crea amor propio. Eso es emprender. Es un servicio para que
Imágenes: Cortesía de las personas puedan construir su proyecto de vida. Eso de que salgo de la universidad y quiero invertir, comprar un apartamento, pero, ¿cómo si no tengo tanto dinero ni experiencia?, ¿cómo si no me quiero endeudar de por vida? Y ese es el sistema que debe evolucionar. Bajo el ideal de impactar la mayor cantidad de vidas y transformar el factor económico de una generación, la de nosotros los jóvenes. “Se trata de hackear el sistema un poquito” LOKL se traduce en una marca pensada desde el hogar. Es un hombro donde apoyarse los primeros años, pues su misión es ayudar a las personas a crecer. Un startup que desmitifica la idea que nos adjudicaron a los millennials de que no queremos ser dueños
de nada, porque pensamos que esa es la libertad. En LOKL una cosa no choca con la otra: puedo tener libertad para manejar mi dinero y a la vez ser propietario de algo, en otras palabras, conectarme con algo, con un espacio; LOKL quiere que nos sintamos parte de algo. O en las de Camilo: “Home is not a space, is a feeling”. —Hay más valor en probar rápido que en acertar lento—sostiene Camilo—; al menos así funciona en el emprendimiento. INDIE STUDIO GROUP es un proyecto de vivienda ubicado en Laureles al lado de la avenida Nutibara. Para encontrarlo solo hace falta caminar hasta ver un edificio que parezca un helado de chicle con cereza derritiéndose. INDIE es el proyecto piloto con el que LOKL LIFE debuta en el sector inmobiliario. —INDIE es disruptivo, LOKL es seguridad—. Son los conceptos que conecta Camilo al hablar de su startup. Con tener un ahorro mínimo de cuatro millones en adelante, LOKL LIFE es la plataforma que te permite ser propietario de un apartamento en INDIE STUDIO en cuestión de unos “clicks”. De esta manera, con una pequeña inversión se puede ser propietario de un lugar en
@lokl.life
valorización, y que permite tener la flexibilidad del manejo de dinero que necesita una persona que recién empieza. Basta con invertir el dinero a través de la plataforma, que es la generadora de toda la estructura formal en materia de seguridad para la tranquilidad del usuario, donde tiene la certeza de que su dinero está bien ubicado, y que podrá manipularlo sin todos los protocolos del sistema inmobiliario tradicional. INDIE STUDIO consiste en un conjunto de espacios diseñados para vivir en comunidad: co-living, co-working, co-merce. Hacer parte de la filosofía que considera que cada metro cuadrado se puede aprovechar, explotando al máximo la creatividad de los individuos que habitan en él. Y esta se genera desde el mismo ejercicio de hablar, y es por eso que, con un spanglish avanzado –como jocosamente se refiere Camilo a su lenguaje y el de su equipo– estos nómadas digitales construyen alternativas para darle herramientas de flexibilidad, seguridad y accesibilidad a una generación, la nuestra, que, desde la vía tradicional, la establecida, pensaba que solo podría ser dueña de algo amarrándose de por vida a un banco.
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Qué tan diferente sería Mariana Castañeda | Ganadora del Nexcolar | Colegio María Auxiliadora de La Ceja
Ilustración: Manuela Buriticá | ¿Qué tan diferente sería? Apuesto a que todos nos hemos hecho esta pregunta. ¿Qué tan distinta sería yo misma/o?, ¿qué tan diferente sería mi vida?, ¿qué tan diferente…todo? A partir de cada una de estas preguntas, surgen otras cuestiones: ¿cómo he vivido esta pandemia?, ¿la he vivido bien o por el contrario mal? Tantos interrogantes… Por mi parte, todo ha sido muy confuso, pero al mismo tiempo todo ha sido “tan claro como el agua”. Cada una de las cosas que han pasado se definen en un antes de la pandemia, un du rante y un ahora; o como yo lo veo: lo que fui, donde me perdí y lo que soy. Al principio creía lo que la mayoría: “Solo una semana en casa y regresaré a mi vida ‘normal’”. Qué equivocada estaba. Una semana, dos, tres, cuatro, cinco… Perdí la cuenta. Tal vez fue apenas en la cuarta semana, cuando comprendí que por un buen tiempo no volvería al colegio, con mis profesores, con mis amigas o con mi familia. Durante la cuarentena. En esos meses fue cuando me perdí, me di cuenta de que tal vez no me gustaban tan-
to las cosas que creía amar; cuando entendí que extrañaba mucho las pequeñas cosas como salir un rato, estudiar presencialmente y estar con mi familia. Fue cuando mi estabilidad comenzó a temblar, mi estrés aumentó y mi vida dio un vuelco.
lo tengo. Al igual, decidí preguntarme a mí misma, en este momento: ¿qué tanto cambié? Eso lo tengo claro, cambié muchísimo. Pero, ¿cómo vivo todo lo que está pasando? Aún lo sigo pensando, aunque sé que es diferente de cómo era al principio.
La primera cosa que entendí de esto fue: lo tengo todo. Me quejé tanto los primeros meses… “Hay demasiadas tareas, ya vi muchas series, casi no duermo, estoy cansada del encierro, quiero salir, me sofocan estas cuatro paredes…”. Hasta que un día entendí que lo mío, comparado con lo de otros: no era nada. Me sentí tan mal al pensar en estas cosas: ¿y los niños, jóvenes y adultos que no pudieron seguir estudiando?, ¿y aquellos que no tienen hogar?, ¿aquellos que han perdido a su familia?, ¿qué hay de las personas que no tienen qué comer? Qué desagradecida era.
Refiriéndome a la primera pregunta, hay algo que fue lo que generó mi principal cambio. Literalmente, me perdí en miles de páginas. ¿A qué me refiero? Bueno, quiero decir que hace siete meses descubrí un nuevo hábito: la lectura.
Pero llegó el ahora. El momento de comprender que debía estar agradecida porque en todo este tiempo he tenido salud, comida, estudio, casa y a mi familia; tal vez no de la forma que imaginaba antes de la pandemia, pero
Nunca he sido de las personas que aman leer. Los libros que había leído en el colegio nunca me habían llamado mucho la atención. Pero llegó ese día de querer intentar algo diferente y, lo primero que hice, fue coger un libro. Recuerdo cómo me lo “devoré” en menos de una semana, todas las emociones que pasé al leerlo y al hablar con otros sobre él. Fue tanta la afección, que decidí seguir leyendo diferentes libros con distintos temas literarios. Hasta el momento creo que he leído 25. Como dije, esa fue la acción que determinó mi principal cambio, pues
@manuburitica
leer un libro es entrar en mundos diferentes y encariñarse con personajes que el autor sitúa en nuestra imaginación. Desde ello he de responder mi segunda cuestión: ¿cómo vivo la pandemia, el ahora? Cada quien tiene su forma de sobrellevar lo que está pasando. Esta es la mía. Estudio todo lo que más puedo y disfruto de todo el conocimiento que recibo en cada día nuevo. Me saboreo cada comida y las oportunidades que esto me ha dado de estar con mi familia. He decidido ayudar a algunas personas que me necesitan en esta pandemia. Me regalo días para mí misma donde veo la televisión, reflexiono un rato, hago ejercicio y, por último, hago lo que he de describir con una frase que me fascina: “Adquirir el hábito de la lectura y rodearnos de buenos libros es construirnos un refugio moral que nos protege de casi todas las miserias de la vida” -W. Somerset Maugham. Estudiante: Mariana Castañeda. Grado: undécimo. Género: opinión.
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Reseña La universidad de mi vida Pablo Sierra Saldarriaga | psierras@eafit.edu.co | ¿Qué le puede aportar a un joven universitario leer La universidad de mi vida con tanto libro por delante? Esa fue la pregunta que me hice a modo de resistencia, antes de zambullirme dentro de las memorias de Jota. No es un libro que esté en boca de todos y, tampoco el nombre de su autor, pero cuando uno tiene, como lector, la misma humildad que tuvo su escritor al concebirlo, puede sorprenderse con el contacto generado.
el terreno del periodismo colombiano, escrito, radial y televisivo, de la segunda mitad del siglo XX; a través de géneros como el deportivo, la crónica roja o el económico. Toda la trama se aborda según la tesis de que la vida es la universidad de la que solo nos graduamos al morir, la universidad que enseña a punta de calle, puertas tocadas, favores brindados, despidos de trabajo. Todo lo que, a falta de un diploma, Jota consiguió.
J. Enrique Ríos, periodista sin título, ni siquiera de bachiller, escribió La universidad de mi vida (2020) como segunda entrega de unas memorias ya empezadas a contar en su anterior libro Vida conquistada (2006), cuyo título fue sugerido por su amigo, el escritor y periodista Alberto Aguirre. A partir de la idea de que un hombre debe hacer tres cosas fundamentales en la vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro, pedaleamos en bicicleta las memorias de pioneras carreras fundadas por el autor, sin las cuales no hubiéramos tenido campeones mundiales como Cochise Rodríguez. Recorremos, en un lenguaje sencillo, costumbrista y antioqueño,
Este libro cuenta, además, con un generoso apéndice, típico de periodista agudo, donde se da constancia de un sinfín de conferencias, viajes, notas de prensa y premios recibidos. Entra en la conversación, también, la voz de cercanos que, con testimonios, dan claridad al prisma que se desenrrolla a lo largo de 323 páginas contrastantes, de las cuales alrededor de 90 abordan el retorno de una muerte inminente y lo que supone para una familia colombiana darle la vuelta al mundo para cuidar de un padre que dedicó toda su vida a hacer lo propio con los suyos. A mi parecer, lo más valioso que ofrece el texto es su testimonio sobre la
@pablosierra00
vida laboral periodística en Colombia. Un joven que aspire al periodismo en este país, seguro se encuentra constantemente con el abismo de la incertidumbre. Pues bien, en este libro hay ilustración más que suficiente acerca de lo que se puede esperar del periodismo en Colombia. Otro factor de valor en el libro es la reflexión, transversal a la trama, que se desarrolla en pos del empirismo. Para Jota nunca representó un obstáculo sin superación el hecho de no haber siquiera terminado el bachillerato, y como humildemente demuestra, la universidad de la vida basta y sobra. Es también notable su determinación a superarse, cómo cada despido, cada puerta cerrada, cada situación delicada de salud fue un resorte dinamizante de su vida. Cómo el saberse con una buena actitud y unos pilares claros —el amor, la familia, la disciplina, la integridad— constituyen el remedio perfecto para pasar los exámenes críticos de la vida, en los que no hay para donde coger. Cómo caminar con fe en el paso que está por darse significa la brújula del porvenir.
Pienso que su lector ideal es algún muchacho antioqueño que se interese por el periodismo como opción de vida. Leer a J. Enrique es ir a la clase de periodismo que ninguna universidad del país, aun buscándolo, podría ofrecer. ¿Por qué? Es sencillo: es un libro no de teoría, sino de experiencias; no de método, sino de empirismo.
Hablemos de salud mental Ganadora del concurso/ilustradora: Juana Hernández
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@xjuanisx