ISSN:2322-74GX | Año 29 | Edición 197 | Distribución gratuita | 12.000 ejemplares | Medellín, septiembre de 2016 | www.periodiconexos.com
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Asociación Cultural Periódico Estudiantil NEXOS
Septiembre de 2016
ÍNDICE
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¡DEJA TU LEGADO!
POR SIMÓN PÉREZ
EL CUERVO Y EL FARO POR PEDRO JUAN VALLEJO
LA GRANDEZA DE LA FIESTA POR ESTEBAN RESTREPO
UNA VIDA MENOS Y UN ACTO DE VIOLENCIA MÁS POR SOFÍA PÉREZ
UN SUEÑO PINTADO DE AMARILLO POR MANUELA GUTIÉRREZ
EL LÁPIZ SE QUEDA CON LOS HILOS POR PAULINA ECHAVARRÍA
UNA CASITA DIFERENTE POR MARÍA GIRALDO
ANGÉLICA
POR MATEO ORREGO
5 MINUTOS EN EL TATAMI POR MARÍA ALEJANDRA CARRILLO
YA NADA NOS UNE
POR MARÍA XIMENA SANÍN
CARTA DESDE ARGENTINA POR MIGUEL A. CORREA
NO TENGO UN PESO EN EL BOLSILLO POR MARTÍN URIBE
Ilustración Andrés Correa andres.correa.m@hotmail.com
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LA CONVERSACIÓN
QUE ESTAMOS
DEBIENDO
Agustín Rendón Calle
Director/ arendon7@eafit.edu.co
En mi ciudad los sueños eran mudos,
los ciudadanos ciegos por el temor al brillo de la violencia y las buenas ideas quedaban relegadas a tiempos mejores. Muchas bombas azotaron selectivamente la tranquilidad de los medellinenses, otras a los bogotanos y otras, ocasionalmente, en Mónaco, kilos de sangre y sangre por kilos. Contrario a lo que dicen los abuelos, no todo tiempo pasado fue mejor. Y sí, sí es posible soñar. Los colombianos tuvimos que pasar por mucho, la opinión pública tuvo que mantenerse en privado, dejando tras de sí una conformista bruma de desinformación que aún hoy en día se diluye en un miedo aprendido ¿Cuál toma del Palacio de Justicia?, mientras en el centro de Bogotá se rodaba una de las escenas más Hollywoodenses de nuestra historia nacional, a la hora de las noticias veíamos Millonarios VS Unión Magdalena, el ciclón bananero, demostrando así el poco compromiso del país con la industria del cine criollo. Bien dicen las abuelas que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante y, no precisamente por arte de magia este país salió a flote; llegó un momento en el que tuvimos que decidir si nos quedábamos o si seguíamos de largo. Terminamos por pasar la página, comenzando a construir un pacto social que, si bien no sirve, sirvió ni servirá de panacea, plantea un buena hoja de ruta, dejando en claro lo que realmente importa. Tener acceso a las oportunidades, la gente, los sueños de esas gentes. Las grandes verdades nacen disfrazadas de pequeñas preguntas, todo es susceptible al cambio y, aunque como sociedad o masa, elija usted, nos resistamos, los homosexuales, gays, maricas, o raritos, ya pueden casarse, la misa ya no es en latín y de espaldas, el dólar ya no está a dos mil y los buenos bares de los 80 se están volviendo discotecas. Ah, y por cierto, empezamos a preguntarnos por la paz.
DIRECCIÓN AgustÍn Rendón arendon7@eafit.edu.co GERENCIA María Ximena Sanín msaninp@eafit.edu.co EDICIÓN Paulina Echavarría G. pechava2@eafit.edu.co
Ideas y Cultura Asociación Cultural
Periódico Estudiantil NEXOS
Miguel Ángel Correa Maria Alejandra Carrillo María Giraldo Martín Uribe Manuela Gutiérrez Sofía Pérez Esteban Restrepo Mateo Orrego Ximena Sanín Pedro Juan Vallejo
DESARROLLO HUMANO Catalina Botero cboter29@eafit.edu.co Santiago Londoño Esteban Restrepo Manuela Gutiérrez
EDICIÓN WEB Y Carolina Restrepo SOCIAL MEDIA crestre79@eafit.edu.co Nelly P. Hernández
Daniel Gómez
El problema no es el cambio, porque en eso consiste esta ilusión. Lo realmente importante aquí es cómo se afronta y qué se aprende de él. Porque aunque nos guste dividirnos entre buenos y malos, derecha o izquierda, blancos, negros, azules o nipones amarillos, en últimas somos una misma sociedad, con los mismos problemas y casi siempre movidos por mismos temores y, solamente partiendo del reconocimiento de nuestras diferencias podemos caer en cuenta de cuán similares somos. Sí, está claro que como nación estamos en un punto crucial de nuestra historia, no por tener la opción de paz, sino por haber puesto a un país entero a hablar de paz, a Colombia, a la eterna víctima y el ocasional victimario pensando en clave de paz: entendiéndose hacia atrás y pensándose a futuro. La sociedad civil hablando de paz, de cómo es, de cómo se pactó y de cómo debería ser, pero paz al fin y al cabo. Aquí antes no se hablaba sino de bomba acá, bomba allá, que Pablo esto y Pablo lo otro, pero de pobreza, educación, oportunidades poco se decía. Como todo cambia, los argumentos también, antes era Pablo, ayer las FARC y hoy el Proceso de Paz. Pero vamos a medias, aún no ha comenzado la discusión cuya omisión ha desangrado al país, pero por fin estamos preparados para tenerla. Es hora de hablar de oportunidades, de justicia social, de coger al toro por los cachos y ver en qué hemos fallado. Nada es casual y nos merecemos cada uno de los llantos de esta guerra tan nuestra, ya que al omitir sistemáticamente esa conversación que le debemos a las víctimas, a los victimarios y al país entero. En últimas y para no joder mucho, si quiere votar, vote, si va a votar sí, hágale y, si la elección es el no, pues bueno. La paz no depende del 2 de octubre ni de Santos ni del otro. Depende de los ciudadanos, de cómo decidamos afrontar los problemas de nación de ahora en adelante, si bajo la lógica de la paz o de la guerra, que atormentaba a Rubén Blades.
MERCADEO Manuela Sanín msaninb@eafit.edu.co Mateo Emilio Saltaren Andrés Ríos María Antonia Chinkousky Catalina Botero Mariana Lopera Felipe Domínguez
PORTADA Daniel Beltrán Castello DISEÑO Y MONTAJE Daniel Beltrán Castello PREPRENSA E IMPRESIÓN Casa La Patria AGRADECIMIENTOS Desarrollo Humano Universidad EAFIT Fundado el 13 de agosto de 1987 por Jorge Restrepo, Jaime Cadavid, Claudia Patricia Mesa y Gustavo Escobar. Personería Jurídica No. 568 de septiembre de 1993. Carrera 49 No. 7 Sur-50 / Bloque 29 oficina 517 EAFIT nexos@eafit.edu.co / www.periodiconexos.com Teléfono: 261 93 02
Los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores y no representan expresamente el pensamiento editorial del periódico.
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¡DEJA TU LEGADO!
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Ranking ASC-Sapiens premió a grupos de investigación eafitenses
Breve: EAFIT se destaca con sus grupos de investigación en el ranking ASC-sapiens. Entre ellos el primer puesto en la categoría de Estrategias pedagógicas para el fomento de la ciencia, la tecnología y la innovación fue para el Cibiop (Grupo de investigación en Ciencias Biológicas y Bioprocesos)
¡Ya tenemos bloque 1!
Simón Pérez.
sperez11@eafit.edu.co
U no
podría aventurarse a afirmar que una de las causas del conflicto armado que ha devastado a Colombia por más de medio siglo es la desigualdad social en el acceso a las oportunidades. En consecuencia, elementos como la brecha entre el campo y la ciudad, un déficit considerable en la cobertura de la educación superior y la falta de empleo son imprescindibles en una discusión a propósito de cómo construir paz y evitar una futura reaparición de la guerra. El reto de la sociedad civil y del Estado es eliminar las exclusiones que originaron tal estado de desigualdad, que han hecho que se forme el caldo de cultivo de la violencia. Uno de los componentes de ese reto es lograr condiciones más equitativas en el acceso a una educación superior de alta calidad, partiendo de que es una de las formas de conseguir un desarrollo humano integral de la población y una mayor inclusión económica. Lamentablemente hoy la realidad nacional en esta materia no es la mejor. Algunas de las más importantes universidades públicas del país se encuentran desfinanciadas y congestionadas, aplicando mecanismos de
admisión que establecen barreras muchas veces infranqueables para el ánimo de jóvenes que pronto se ven tentados a desertar el camino académico y terminan movidos a abrazar un futuro de precariedad laboral. Por otra parte, el alto costo de las universidades privadas crea otra barrera para una familia promedio colombiana. De este modo, los jóvenes encuentran otro obstáculo en un sistema que hace agua por todos lados. Y las cifras son coherentes con este panorama: datos revelados por El Tiempo dan cuenta de que en la ciudad de Medellín hay aproximadamente 142.000 jóvenes que ni estudian ni trabajan, en gran medida por falta de oferta laboral y por la deserción y las barreras de acceso a la educación. Pero nuestro país no está condenado a la indiferencia ante la escasez de oportunidades. La solidaridad es un valor que destruye las barreras que impiden que la educación sea un propulsor de equidad y de desarrollo. Es por eso que los estudiantes y los egresados de Eafit hemos decidido unir esfuerzos para crear un fondo con el objetivo de tener más becas
en la Universidad, permitiendo de ese modo que otros jóvenes talentosos puedan acceder a unos claustros de talla mundial como los nuestros. Con este propósito, se concibe el Fondo de Estudiantes y Egresados de la Corporación Amigos Eafit, con el apoyo de los representantes estudiantiles y una comunidad de donantes que cada día crece más. Actualmente, el fondo cuenta con 8 estudiantes becados y pretende ampliar su impacto en la inclusión social de la ciudad. Como una forma de lograr lo anterior, se creó la campaña “Deja tu legado” , que recolecta fondos y crea conciencia entre toda la comunidad estudiantil sobre la importancia de ampliar la cantidad de becados en nuestra alma mater. Para nosotros hoy es un orgullo contar con una Universidad que se aproxima a un 20% del total de la población de pregrado con algún tipo de beca. Pero no nos conformamos con eso. Por el bien de nuestra ciudad, invitamos a todos los compañeros a que se sumen a esta iniciativa y podamos decir que juntos rompemos las barreras aparentemente inquebrantables de la exclusión.
A partir del 29 de agosto la universidad Eafit estrena nuevo bloque de idiomas en el parque Los Guayabos. El edificio es de ahora en adelante el bloque 1 y está pensado para responder a las necesidades académicas de la enseñanza y el aprendizaje de lenguas extrageras.
40 años del Pregrado en Ingeniería de sistemas
En 1976 inició actividades el programa de Ingeniería de Sistemas en la Universidad. Este impulsó a que Eafit dejara de ser una institución de escuela de administración y finanzas e instituto tecnológico a ser Universidad. Durante el mes de septiembre se realizarán diferentes eventos para conmemorar los 40 años del pregrado.
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EL CUERVO Y
EL FARO Ilustración Juan José Rodriguez www.juanjosebianchi.com
Pedro Juan Vallejo. pvallej1@eafit.edu.co
No
parecía un día para hablar sobre la muerte. Cuando llegué al Hospital General hacía un calor aplastante y varias personas estaban haciendo una fila larguísima en la entrada. Pensé que no iba a llegar a tiempo para la entrevista, pero me acerqué a un celador y le dije que venía a una cita con el doctor Juan David Osorio. Pude entrar sin hacer la fila y lo primero que percibí fue el olor a limpio que caracteriza a los hospitales. Yo creo que es para esconder el olor a muerte. Subí al sexto piso y dos enfermeras me indicaron que Juan David estaba sentado en la terraza. Nos sentamos ahí mismo. La cúpula de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús resaltaba en el paisaje. A pesar del calor y del ruido de la calle, ninguno de los dos propuso que nos pasáramos de lugar. Mejor así, la muerte siempre trabaja con la cotidianidad de fondo y precisamente íbamos a hablar de ella. Juan David tiene cejas gruesas, barba tupida y acento antioqueño. Respondió mis preguntas con sencillez. Nada de términos raros, nada de vanidades. Tal vez esa sea la consecuencia de un trabajo como el suyo, en donde se necesita más humanidad que conocimientos técnicos. ¿A qué se dedica? Acompaña a personas que padecen enfermedades terminales para que, como él mismo lo dice, “puedan decir en algún momento: puedo morir, creo que moriré bien.” Un trabajo indispensable en esta sociedad que le huye a la cercanía de la muerte. Él, en cambio, desde el pregrado se sintió atraído por los cuidados al final de la vida. “Desde que era estudiante me parecía muy cagada que en los hospitales dijeran, vea, llegó un
chicharrón, para referirse a alguien que padecía una enfermedad terminal. No, no es un chicharrón, es un ser humano que está sufriendo”. “La tendencia actual es que nosotros no nos veamos ni viejos, ni enfermos y que el muerto no se vea. Entonces cada vez somos más fóbicos ante la muerte y por eso la medicina, la psicología y la sociedad actual le han sacado el cuerpo al asunto”. Sin duda tiene razón. Olvidamos que, como afirma Fernando Savater, la consciencia de la muerte es parte esencial de nuestra condición humana y, por ende, perder esa consciencia implica perdernos un poco a nosotros mismos. Juan David no lo olvida. Ya son 15 de años de caminar con sus pacientes hasta el final. 15 años de entregar malas noticias, pero más que eso, 15 años de ser un faro para guiar a sus pacientes en un camino en donde el miedo quiere llenar el alma de oscuridad. Por eso tiene claro que para acercarse al otro y darle una mala noticia, “primero hay que ser solidario, entender que al otro le duele; segundo, ponerse a la altura del otro: estoy viendo a un ser humano con sufrimiento, y en el caso de los familiares, a unos seres preocupados con el sufrimiento del otro”. Juan David no se queda solo en palabras. Entiende que ponerse a la altura del otro implica hacer coloquial un lenguaje tan lejano como el médico y precisamente esa forma coloquial de dar las malas noticias, me llamó mucho la atención cuando me hablaron de él: no es fácil encontrar un galeno que aterrice el lenguaje enmarañado y Juan David es consciente de esto. “Cuando vos sos médico, vos ves que la gente habla muchos idiomas: según su cultura, según su familia,
según de donde vengan, según lo que hayan estudiado. Pero parece que nosotros, solo tenemos un idioma: la medicina. Es ahí donde yo digo: tengo que hablarle al campesino en términos de campo, al plomero en términos de plomería, al albañil en términos de albañilería. Se trata de un asunto de humanidad y de compasión”. Seguía llegando el murmullo de los carros y algunas palomas se habían parado en un cable de luz. A la mayoría de las personas el contacto con la muerte los abruma, porque no es algo constante ni cotidiano, pero a él, que lleva muchos años mirándola a la cara y anunciado su llegada, pensé que quizá ya no lo afecta tanto. Me equivoqué. “Siempre te tiene que afectar. Cuando a vos te deje de afectar el dolor del otro, perdiste el curso. Porque nosotros estamos para cuidar el sufrimiento del otro, entonces siempre te va a afectar. Pero debés tener la consciencia de que a vos también te va a pasar, de que vos también te vas a morir, y así te va a doler un poco menos”. Suena fácil, pero como dice Juan David, el tabú que se cierne sobre la muerte impide que veamos una verdad tan simple. “Culturalmente no nos han aproximado al morir: a los niños no se los lleva a los velorios, no se los lleva a las clínicas a ver a los pacientes morir, no los llevan a que se despidan del abuelito, del papá, de la mamá o de los amigos… Tenemos los superhéroes que nunca mueren, los médicos que hacen todo para alejar la muerte. Entonces toda la cultura busca que no veás la muerte como una realidad propia, sino como algo ajeno, y si es algo ajeno, ¿para qué pensar en ello?” Brillante. No quería irme sin preguntarle por
el apodo que le tienen en el Hospital. Pensé que de pronto era una pregunta imprudente, pero Juan David la tomó sin prevención y entre risas me dijo, “aquí los médicos y las enfermeras no solo me dicen el Cuervo; me dicen el Buitre, Juanmatachín, la Parca, la Huesos, de todo me han dicho. Pero se les olvida que ellos hacen lo mismo, solo que procuran no verlo. Todos los especialistas estamos acompañando, en mayor o menor medida, algún paciente que tarde o temprano va a morir”. Sí, a un paciente que va a morir. Como él, como yo, como todos. Entonces miré la iglesia que estaba cerca y se me ocurrió preguntarle si cree que hay algo más allá de la muerte. “Si lo hay no importa porque no me atañe la muerte. Epicuro decía que cuando estamos la muerte no está, y cuando la muerte está ya no estamos. Pienso igual que Epicuro, nos podemos morir, pero nunca estamos muertos”. Pero aun así convivimos con el miedo de la muerte, y pocas veces nos preguntamos cuál es la importancia que tiene la muerte para la humanidad. “¿La importancia de la muerte? Fácil: darte un motivo para vivir.” Con tanta contundencia no fue necesaria ninguna pregunta más. Salí del Hospital General y volví a la cotidianidad de la calle: buses pitando, motos tratando de esquivar el tráfico, vendedores ambulantes, ejecutivos de cachaco, calor. Todos viviendo sus vidas como si no fueran a morir nunca. En el sexto piso quedó Juan David, un cuervo que no solo anuncia la llegada de la muerte, sino que también sirve de faro para iluminar un trayecto que, en muchas ocasiones, creemos plagado de oscuridad.
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LA GRANDEZA DE LA FIESTA Esteban Restrepo M. erestr36@eafit.edu.co
”El que no quiera ir a los toros, que no vaya. Y que dejen de tocarnos los cojones, que hay cosas más importantes. Pero que no hablen de ecología ni de amor a los animales, porque no conozco a nadie que los ame más que los ganaderos y los toreros”. Joaquín Sabina.
P
ara muchos -por moda, gusto, o ignorancia- se ha convertido en una cátedra personal juzgar y criticar la tauromaquia de manera indiscriminada. Ahora bien, quienes hemos vivido la tauromaquia desde dentro, con sus verdades, sus sinsabores y de la mano de sus actores principales, nos hemos encontrado con que muchas de dichas cátedras no son más que declaraciones vacías, argumentos mentirosos y causas insoportables, de personas que tiran a la basura la reputación de quienes con respeto y validez defienden su posición taurina. Últimamente, para una sociedad que se cree ecologista, animalista y revolucionaria, los taurinos nos hemos convertido en “asesinos, ignorantes y estúpidos”, todo porque asistimos a una fiesta y disfrutamos de un arte que muchos no conocen, no entienden y no respetan. Este juicio, obviamente apresurado, se torna gracioso cuando se hace evidente que, por absurda mayoría, son ecologistas, animalistas y revolucionarios los que andan por ahí pronunciándose a favor del respeto, la igualdad y la inclusión pero no les tiembla la mano para amenazar y acribillar a los toreros cuando tienen la oportunidad: haciendo un acoso que contrasta con sus supuestos ideales de respeto. Responsabilizándome de mis conceptos, voy a defender mi tradición y a dejar en claridad por qué la taurina es una cultura que trasciende, y además me voy a tomar el atrevimiento de invitar, a quien se
arriesgue, a que asista a una corrida de toros y vea que no hay ningún bárbaro inhumano en los tendidos de una plaza. Tenga en cuenta: si usted no tiene la sensibilidad para ver un animal o un humano morir, evítese y evítenos el escándalo. A quienes proclaman defender la vida del toro, sin ni siquiera saber cómo se les cría, frecuentemente se les olvida mencionar dónde vive el toro, cómo vive y a dónde tiene la posibilidad de volver si por bravura, calidad y nobleza sale vivo del ruedo. El campo bravo, principalmente identificado por su ecosistema de dehesa, es decir, un sistema boscoso controlado donde conviven simultáneamente múltiples especies de fauna y flora, es el hábitat del toro desde que nace hasta que se lidia en plaza. Ganaderos, capataces y mayorales entregan sus días al toro, y procuran que en el campo bravo el protagonista de la fiesta viva “como un rey” en comparación a los animales que viven en superficies de pastoreo, ganadería o cautiverio. Por ejemplo, a diferencia de las reses de producción de carne, que en su tiempo de vida consumen y habitan en promedio 0.9 hectáreas de tierra, el toro bravo, en un intervalo de tiempo similar, vive y consume de un aproximado de 8.1 hectáreas. Una diferencia notable. Retratar a un toro de lidia ha de ser difícil si entramos en tecnicismos, pero básicamente es un gigante de más o menos 500 kilogramos, dotado con dos astas macizas y puntiagudas, que por naturaleza está dispuesto a embestir cualquier cosa que le represente peligro. Y que además, como lo demostró en sus estudios el profesor Juan Carlos Illera del Portal, tiene la increíble capacidad endocrina de contrarrestar el sufrimiento y reducir el dolor y el estrés a niveles prácticamente nulos. Atrevidamente hay quienes se refieren al toro bravo como indefenso e inducido; pero por su parte, hay otros valientes, a veces
de luces y otras de corto, que se juegan la vida cada tarde y se llenan de grandeza bajo la posibilidad de morir ante el poder del animal más bello del mundo. Novilleros, matadores, apoderados, ganaderos y mayorales viven por el toro y es por la tradición de una fiesta centenaria que sus familias tienen un techo. Pero no son solo ellos. Para muchos en los países taurinos (Colombia, México, Perú, Venezuela, Ecuador, Costa Rica, España, Francia y Portugal) sería una completa desgracia que por la ignorancia de una sociedad que quiere dar de qué hablar, el futuro de sus familias se vea comprometido. Es tal la magnitud de la fiesta brava que tan solo en España aproximadamente tres millones de personas se benefician del negocio en torno a la tauromaquia. Distante a lo que creen las
resistencias opositoras, las corridas de toros no son la celebración de una industria defensora de la tortura, por lo contrario son un espectáculo en el que se manifiesta un arte tradicional, como cualquier otro legado cultural y religioso. Un arte en el que la vida y la muerte se miran a los ojos en el seno de un ruedo. Entregar la vida por la tauromaquia es tarea de quienes mejor la representan, tarea de quienes por convicción han vivido en los potreros, los corrales, los chiqueros y las plazas. Pero es tarea de aquellos que amamos por gusto y tradición esta fiesta, sacar a la luz múltiples verdades que con el tiempo dejaron de decirse, para que por lo menos quienes no comparten la tauromaquia tengan la suficiente entereza para respetarla.
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UNA VIDA MENOS Y UN ACTO DE VIOLENCIA MÁS Ilustración Malicia camilaq90@hotmail.com
aceptable o que no puede modificarse. No me atrevo a decir que yo tenga la razón, o que yo sea mejor que un taurino de cualquier modo. Pero en todo caso, no estoy de acuerdo con la violencia y mucho menos contra un animal, que se puede defender, sí, pero que es inocente. Solo imagínense ser un toro:
Cuando llegó la máquina rodante no entendía nada. Ya la había visto antes; llegaba, tomaba unos cuatro o cinco toros y se retiraba. Esta vez me tocó el turno a mí. Una de las criaturas de dos patas que la conducía nos subió en la parte de atrás. Éramos cuatro, pero solo tres terminamos el viaje. Ya solo recuerdo la brisa y el olor a pasto de mi hogar. Cinco años. Eso fue lo que me duró la libertad. Es mucho tiempo para algunos, pero es menos de un cuarto de lo que mi vida podría durar. Libre, habría llegado hasta 28 años, ahora, me arrebataron casi 3 décadas de vida.
Sofía Pérez A.
Permitir que dos opiniones diferentes puedan dialogar es un reto al que no siempre le damos cabida. G enera l men t e, t ememos a enfrentar al otro en un diálogo sin caer en agresiones. Estos artículos intentan dialogar entre ellos y presentar opiniones contrarias, así como sus autores lo hacen. Este es un ejercicio que quiere reivindicar la libertad del otro para poder hablar con su propia voz. El periódico Nexos no se hace responsable por las opiniones presentadas por los autores y guarda su
spereza5@eafit.edu.co
No se puede justificar la muerte.
¿Qué diferencia hay entre matar a alguien después de darle una buena comida y matarlo luego de una comida promedio? El resultado es el mismo, una vida menos y un acto de violencia más. No me refiero a la violencia dirigida a seres humanos. Hablo de asesinato, sí, asesinato de animales. En específico de la tauromaquia.
Es arte. Es un acto cultural. ¿Cómo se va a cambiar la tradición? También la esclavitud fue tradición una vez. El machismo era natural y parte de la cultura. Las peleas de perros son cultura, aún hoy, para algunos. Ser homosexual fue considerado una enfermedad y era castigado con cárcel. La vida cambia y la cultura también, es mutable por naturaleza, no es estática. No porque algo esté establecido y nos hayamos acostumbrado a ello quiere decir que es
Ahora estoy en un sitio oscuro y estrecho. Escucho un ruido constante, parece una multitud, pero no sé de dónde viene. No puedo ver, huele a sudor y miedo. He perdido la noción del tiempo y no sé cuánto llevo aquí. Hay algo que me presiona el pecho, no lo había experimentado antes, no me deja respirar. Lo siento profundo, en el corazón, o en un estómago, no estoy seguro. Es como si la sangre se me hubiera paralizado. Los pensamientos no me fluyen, no soy capaz de reaccionar. De pronto, todo se pone blanco y los murmullos se convierten en gritos. Creo que estoy ciego y ahora sé que es lo que me ahoga, terror. Un terror tan grande que lo único que logro hacer es correr, como si el mundo no tuviera final. Pero el toro es solo un animal, no siente dolor, no piensa en esas cosas. Él no tiene sentimientos, eso es de humanos. ¿A quién se le ocurrió esa excusa tan pobre? En cuanto al dolor, el toro es un mamífero y, a menos que por arte de magia su sistema nervioso funcione distinto al de los otros mamíferos, siente dolor. En cuanto a si piensa o no, no tengo forma de comprobarlo,
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pero así como yo no puedo decir que sí piensa, nadie puede decirme que no lo hace en algún nivel, por más básico que este sea. En cuanto a que todo antitaurino debería ser vegetariano, no digamos las cosas a la ligera. En muchos casos se trata más bien de un rechazo por el morbo que nos causa la violencia, la emoción que trae consigo la muerte y no tanto estar en contra de la muerte de un animal. La arena parece representar la antigua figura del gladiador, un hombre que entretiene a un público por medio de una lucha a muerte contra un animal. La única diferencia es que el hombre no es criminal y no lucha contra otro hombre. Eso sí sería bárbaro, pero contra un animal no, este no piensa ni siente igual, por supuesto que no. Es cierto que con algunos animalistas, el tema se ha convertido en una pelea donde nadie entrega razones reales, solo se enfrascan en atacarse entre taurinos y antitaurinos sin llegar a ningún lado. Se alegran por la muerte de este torero, de aquel otro. Las redes sociales se llenan de insultos lanzados por parte y parte, y al final, nadie gana el argumento, solo se fomentan más odios. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que la lucha es injusta para el toro. En España, el Ministerio de Educación exige un curso mínimo de 2.000 horas para convertirse en torero. El toro tiene unos segundo cuando sale a la arena para entender la situación y defenderse. El torero sabe por qué está en la plaza, el toro no. Además, si el primer torero falla, hay otros dos esperando para ayudarlo o reemplazarlo en caso de que muera, el toro solo se tiene a sí mismo. Así que, ¿quién tiene la ventaja? Yo no sé quién tiene la razón en ningún caso, ni pretendo tenerla yo. Solo sé que en mi estructura mental, no cabe celebrar la muerte del otro, sea humano o animal, pero espero que ambos se defiendan cuando se les agreda. No me parece justo que alguien pueda matar como entretenimiento y salga limpio de ello. Sea por arte o cultura, la muerte es muerte y no debería celebrarse como un espectáculo.
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UN SUEÑO PINT DE AMARILLO Manuela Gutiérrez V. mgutie54@eafit.edu.co
E
ra un sueño muchas veces contado pero poco emprendido. Habían sido muchos años de guerra y de olvido, de asesinatos, desaparecidos, desplazados, dolor y criminalidad. Años de lágrimas, diálogos perdidos y generaciones olvidadas. El sueño era una utopía, una paz alejada de la realidad. Después de tantos años de conflicto, no había idea alguna de cómo sería el primer día de paz. El relato de un sueño anhelado era así: el himno se escuchó a todo clamor, el pronunciamiento de un país unido a favor de un sueño pintado de amarillo. La gente salió a las calles vestida de blanco, se abrazaban los vecinos y era tanta la alegría que alzaron banderas blancas en todas las ventanas, parques y carreteras. Las armas eran solo un recuerdo desvanecido, se habían quedado en el pasado ya enterrado y poco memorable. La belleza del país era vanidosa y sonrojada pues se desnudaba ante los ojos de todos. Los rincones no conocidos eran visitados con frecuencia. Colores vivos, pueblos llenos de casas que habían recuperado su armonía después de llegar de nuevo la esperanza. Alegría, vida, ilusión, este era un nuevo renacer. Se reconoció al otro como igual, no importó el color, el lugar, su ideología o creencia, simplemente eran colombianos. Con el tiempo, fue una leyenda, una tal “guerra”, un recuerdo de esos que la mente sepulta para no recordar. Los secuestrados volvieron a casa, los desplazados al campo, se supo la verdad y se esclareció un nuevo comienzo. Esta es la utopía contada, pero aclamada, la utopía escrita por más de mil manos, una que todos y cada uno ha soñado. Se reconstruye la historia, se escucha al campesino, al obrero, al presidente, a la vecina que
enviudó, se escucha al tendero de la esquina. Las voces del pueblo son las que valen; las que han abierto el pecho y han dado un paso adelante; los que se les mueven las fibras y se paralizan con la verdad de su igual. Los que matan por obligación o por deber, por sobrevivir y no morir en el intento; los que están cansados pero no han encontrado otra salida, esos que nacieron en el país de “cien años de soledad” y mal que bien han compartido la misma historia. *** José Pérez, Ex campesino del departamento de Antioquia. A las 5 de la mañana del mismo día, cada semana, don José Pérez se levantaba con el sonido de unos fuertes golpes que retumbaban en toda la casa ubicada en un rincón de Antioquia. Uno de esos jueves a la misma hora, la historia de Don José se partitió en dos. Una cacerola vieja, cuadros caídos y matas sin regar eran los únicos bienes que tenía la finca de él. Eran pocos hombres, armados y atemorizantes. Los disparos iban uno tras otro. De los marranos, las gallinas y las plataneras no quedó nada. Fue como si la misma muerte hubiera pasado por allí. Los paramilitares enfurecidos habían amenazado a don José y a su familia por supuestos nexos con las FARC. Ese día la vida en el campo fue más que un recuerdo para la familia de este campesino. Aquella madrugada salieron huyendo, dejando sus 10 hectáreas de tierra y el cultivo. “¿Que si perdonaría?, no es tan fácil como parece, pero es necesario. Hay que perdonar y volver a empezar. Me siento afortunado de haber conocido la guerra de frente, sobre todo por sobrevivir a ella. Nosotros, las víctimas, somos los que contamos la historia y sobre ella hay que construir país” menciona don José.
*** Pedro Mejía, Abogado. A las 5 de la mañana, del mismo día, cada semana, el doctor Pedro Mejía se levantaba para emprender la rutina diaria. Un café bien cargado, el radio sonando con las noticias de la mañana y la piña servida antes del desayuno. Leía sereno las noticas y no había día en el que no maldijera su país por las desgracias que ocurrirán. El reloj de pared sonaba detenidamente mezclándose con el silencio de la soledad que lo acompañaba. Abría el periódico y se encontraba con la cifra de desplazados que llegaban anualmente a ciudades aledañas. Decía: “Hay que construir paz. No me ha tocado el conflicto directamente, pero sé que quienes lo viven conocen sus consecuencias. No he llorado a un familiar por una bala de guerra, pero ya es suficiente de tanto dolor creería que la mayoría nos cansamos de ver sufrir al país” comentaba Pedro Mejía. *** Rosa, Empleada de servicios varios. A las 5 de la mañana del mismo día, cada semana, Rosa López comienza su día. Debe dejar listos a sus 3 hijos para que una vecina cuide de ellos y ella pueda salir a trabajar, hacerles el almuerzo y dejarles la cama arreglada. Es madre soltera, vive en un barrio al Norte de Medellín. Una hora más tarde toma un integrado, aborda el metro y está al otro lado de la ciudad a las 7: 00 a.m. aproximadamente. El padre de Rosa fue asesinado a manos de uno de los grupos armados de Colombia, su madre desesperada decidió enviarla a la ciudad donde una de sus tías y alejarla de las matanzas que debía presenciar. En su pueblo natal
habían matado, fusilado y torturado a muchas personas cercanas a ella. “Nunca se me olvida como mami nos escondió en la cocina y nos decía que no respiráramos. Yo no sabía que estaba pasando pero temblaba del susto. El disparo que sacudió mi cabeza fue cuando mataron a papá… Eso no ha sido fácil, ahora pienso en los que siguen sufriendo. ¿Si me entiende? No por uno, sino por los que vienen” asegura Rosa. *** El 24 de Agosto de 2016, las delegaciones del Gobierno Nacional y de las FARC-EP anunciaron que habían llegado a un Acuerdo Final, integral y definitivo, sobre la totalidad de los puntos de la Agenda del Acuerdo General para la Terminación del Conflicto. Fue uno de los días que se han vivido con más euforia y alegría por miles de víctimas, accionarios a favor de la paz, jóvenes, viejos, niños. Las redes sociales se inundaron de mensajes, de imágenes, canciones, bandera blancas y claro, mensajes negativos. Se concentraron en las calles de las principales ciudades del país con globos, banderas, camisetas blancas y miles de mensajes a favor de la paz, de los acuerdos y de la construcción de un país nuevo. Ese día se conmovió el corazón de colombianos aquí y en el exterior, era un momento esperado por décadas. Habíamos tomado el primer paso, comenzamos a decir ¡no más! Así fue, el 24 de Agosto se sembró una nueva esperanza: ¡no nos sigamos matando, creamos en la paz! La paz no es esa firma que se concretó en la Habana, no es el fin último. Es un medio.
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TADO
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09 Ilustraciรณn Sara Tomate hello@saratomate.com
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EL LÁPIZ SE QUED Paulina Echavarría G. pechava2@eafit.edu.co
Este tipo se caracteriza porque la finalidad de la pieza no es precisamente para ser usada, llevada como un collar. Hay obras que si bien usan todos los elementos de la joyería están pensadas para ser expuestas y no llevadas. Muchas piezas de joyería contemporánea buscan devolverle el valor a las piezas, que no era monetario, sino que era una narrativa entre la pieza y el cuerpo de la persona que la usa.
Paula Estrada es una mujer de 40 años que se dedica a hacer joyas artísticas. Por mucho tiempo vivió en Barcelona donde aprendió su oficio y desde el 2013 regresó a Medellín. Ahora se dedica a la ser artista y a ser docente. En el mes de agosto se ganó el premio Lápiz de Acero en la categoría joyería con sus obras Crónicas de Río e Hilos Interiores.
Aquí, el Paula es profesora de joyería en una universidad de la ciudad de Medellín perfeccionamie desde principios del 2014. Allí da un materiales son módulo inicial en el tema.. En sus clases, no aportarle un le gusta influenciar a sus estudiantes sobre la orfebrería artística e invitarlos a pensar en conceptos, irse más allá de las técnicas.
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DA CON LOS HILOS
valor de las piezas ya no está en el material usado ni en el La obra de Paula incluye muchos ento de la técnica sino en el concepto que propone el artista. Todos los materiales y técnicas. Sus últimos válidos: desde el papel hasta la tela. Incluso, los metales que parecen trabajos parten del concepto de los n valor a la obra. tejidos y el cuerpo humano. Paula teje hilos de diferentes materiales y luego los une para recrear las fibras del cuerpo humano.
El lápiz de acero es el reconocimiento más importante al diseño en Colombia. Todo el proceso es administrado por la Revista proyectodiseño. Para la edición 2016 se realizaron las premiaciones el 5 de agosto y la obra de Paula, en la que se exalta lo contemporáneo y artístico, quedó galardonada.
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U N A C A S I TA DIFERENTE María Giraldo V.
mgiral95@eafit.edu.co
– ¿Sabe qué día es el domingo? – No ¿Qué día? – ¡El día de la madre! – ¿Sí? –¡Sí! Por eso hicimos estos regalitos en la escuela… Yo le hice uno. ¡Feliz día! –me dijo, y me entregó un dibujo y una toallita amarrada en forma de conejo. No supe qué hacer ¿Cómo decirle que yo no era su mamá? Bueno, era obvio, y ella sabía, pero igualmente no pude evitar sentir mi corazón partirse un poquito al haber escuchado esa frase. – ¡Gracias, Jessi hermosa! – le dije con una risa nerviosa pero amable, y le pregunté a quién más le había hecho un regalo. –Le estamos haciendo uno a Sonia pero no le diga – me respondió, y luego agregó – pero como yo ya le di uno a usted entonces ya me tiene que adoptar. *** Han pasado ya dos años desde la última vez que visité aquella casa blanca, en una calle ambientada por otras casas coloridas y guayacanes típicos del barrio Prado, en el centro de Medellín. Solía ir a alfabetizar con otros cuatro compañeros allí, a La Casita de Nicolás, un hogar de adopción y protección a los menores con derechos vulnerados. La Casita de Nicolás se fundó en 1978 gracias a la iniciativa de unas mujeres de la sociedad antioqueña, quienes reunieron los recursos con ayuda de sus esposos y amigos para fundar un hogar de adopción y cuidado a los infantes. Hoy en día está avalada por el Instituto Colombiano Bienestar Familiar, ICBF, y realiza unas ocho adopciones al año, una cifra que ha disminuido con el
Ilustración Daniela Osorio www.laperspectivadelagolondrina.com
tiempo, pues antes solía rondar las 23. No obstante, para su directora Claudia Méndez, con solo un niño que se adopte al año la labor vale la pena, pues se le está cambiando la vida a una persona. Como Jessica, en Colombia hay alrededor de 5000 niños en espera de ser adoptados, y en la fundación hay otros 51 que por algún motivo no pueden vivir con su familia. Hace dos años había más o menos esa misma cantidad, repartidos en cuatro grupos según sus edades: Neonatos y Lactantes Bebés; Lactantes Mayores, Párvulos y Escolares. Fui asignada, junto a mis compañeros, a cuidar al grupo de los Escolares, niños entre los cinco y trece años de edad, aunque realmente muy pocos pasaban de los diez. Estaba conformado por más o menos 20 niños. Los encontré sentados en el piso de una sala grande, discutiendo entre hombres y mujeres por cual programa de televisión ver. Sonia, la profesora encargada de cuidarlos en el día, nos presentó y les contó que los acompañaríamos algunas tardes durante los próximos meses para hacer diferentes
actividades. “Se tienen que portar muy bien”, les dijo. Nos miraban en silencio, curiosos, hablaban entre ellos pero no nos decían nada. Al cabo de un tiempo, dejaron su timidez de lado y en medio de juegos, conversaciones y tareas, nos fuimos volviendo amigos. Un viernes al mes, pasábamos las tardes juntos haciendo tareas y juegos, ellos aprendiendo de nosotros y nosotros aún más de ellos. Les enseñábamos cosas tan sencillas como pintar dentro de la línea o escribir bien una letra, algo que para muchos era todo un reto. Después de dos visitas a la fundación, los niños empezaban a recordarte, a saltar de la alegría cuando llegabas, a contarte lo que habían hecho en las últimas semanas, a preguntarte por qué habías tardado tanto en volver. Después de toda una tarde juntos te pedían que no te fueras, que jugaran fútbol una vez más, te invitaban a dormir o te pedían que les ayudaras con la última plana de vocales antes de irte. La Casita de Nicolás, al igual que otras fundaciones de protección a menores, aloja niños en diferentes
situaciones. Claudia, la directora, me explicó que algunos están de paso porque su familia biológica vive en algún tipo de condición que vulnera sus derechos. Los otros, quienes sí están en adopción, es porque definitivamente no pueden vivir con su familia, ya sea porque no tienen una, o por las condiciones extremas o inmejorables. Actualmente, la fundación tiene alrededor de cinco niños en condición de adopción. Los demás reciben una visita semanal de sus padres, a quienes se les hace un seguimiento para evaluar si es posible devolverles el niño luego de que mejoren el estado de su vida. Todos conviven la mayor parte del día en aquella casa, excepto en el momento que van al colegio. No están con su familia, pero han construido allí un hogar. Pude ver la manera en la que actuaban como verdaderos hermanos: los más grandes protegían a los más chiquitos, otros tenían grupitos con los más cercanos y estaban todo el tiempo juntos, todos sabían sobre la vida de los demás y les gustaba contar lo que les pasaba, y obviamente, como cualquier grupo de hermanos, también peleaban bastante entre ellos.
Septiembre de 2016 La casa está completamente adecuada para alojar a los 52 niños que viven allí actualmente, aunque tiene capacidad para recibir hasta 64. Cada uno tiene su propia ropa, su cama, sus cosas de aseo personal y algún juguete propio. De resto, comparten los baños, el comedor, la sala de estudio, los juegos y la atención de la profesora, que es lo más cercano que tienen a una madre. Presenciar la situación que viven no es fácil. Aunque el tiempo que pasé con ellos fue indescriptiblemente feliz y gratificante, en el fondo de cada uno podía ver reflejos de las duras situaciones que han vivido. Algunos niños eran miedosos y extremadamente tímidos, otros eran demasiado violentos para su edad, hablaban de venganza y peleas. “Le voy a pegar bien duro”, dijo un niño una vez en medio de un partido de fútbol porque su amiguito se había tropezado con él. Se quedó furioso mirando al vacío con una ira que se le veía en los ojos, repitiendo que quería pegarle a su compañero, quien le pedía disculpas y trataba de abrazarlo mientras él se negaba. Para él, y para otros, el vengarse de su compañero era la solución más lógica. Uno empieza a hacerse ideas de cómo o por qué pudo aprender eso, y termina resignándose para no seguir pensando en las horribles posibilidades que se imagina. En ocasiones tocaban temas como el dinero, preguntaban cuanto teníamos o cuánto valía alguna
Asociación Cultural Periódico Estudiantil NEXOS cosa. Varios querían pasar la tarde abrazándonos y pidiéndonos que los cargáramos, y a veces nos decían “te quiero” después de dos veces de habernos visto.
dejaron rastros en su parte física y psicológica.
En general, lo que más se percibe en los niños es la falta de amor, cosa que cada uno expresa a su manera. Sueñan con el día en el que unos papás vengan por ellos, y cada que alguno se va con su nueva familia, los otros se preguntan cuánto falta para que llegue su turno. Lo más triste, según cuenta Claudia, es que muchos empiezan a dejar de extrañar sus verdaderos hogares porque recuerdan el descuido, el maltrato, el hambre y la falta de atención que han vivido, y prefieren estar en la fundación o soñar con unos nuevos papás que puedan darles todo lo que se merecen.
La adopción, más allá de ser un acto altruista, debe ser un acto de amor en el que las carencias de dos partes deben complementarse. La necesidad de unos padres de tener un hijo y dedicarle su vida debe encontrarse con la necesidad de un niño de tener una familia que lo cuide, lo quiera y lo eduque. No es una obra de caridad, sino de complemento.
Más allá de lo que presencié en con el grupo de Escolares, también ocurre que muchos de los bebés y recién nacidos tienen graves problemas respiratorios o de salud en general, debido a que sus madres consumieron drogas durante el embarazo. Les toca pasar mucho tiempo hospitalizados y en diferentes tratamientos para fortalecer su salud. Recuerdo que algunos tenían pequeñas cicatrices en sus caras o en sus cuerpos, y a otros se les dificultaba enormemente concentrarse o escuchar. Incluso llegaban a tener consultas psiquiátricas por ese tipo de problemas. Las duras vivencias
***
En Colombia pueden adoptar las personas mayores de 25 años, ya sean solteras, una pareja heterosexual u homosexual. Deben presentar varios documentos personales y leer los lineamientos de adopción de Bienestar Familiar, un extenso documento donde se explica todo acerca del tema. Hecho esto, la pareja o la persona entra a un proceso de talleres, cursos, evaluaciones psicológicas y sociales para determinar su idoneidad como papás, y por último, después de tener suficiente información, el comité de la fundación decide si son aptos o no para adoptar a un hijo. Muchos de Colombia y de la son adoptados extranjeros, pero el ICBF cambió estipulando que debe quedarse en
los niños de Casita de Nicolás por parejas de desde hace poco los lineamientos, todo niño sano Colombia, y solo
13 los niños enfermos, los que ya están muy grandes o los grupos de hermanos pueden ser adoptados por padres del exterior. Durante mi estadía en la fundación, me acerqué bastante a otros dos niños además de Jessi. Tomás, de cinco años, tenía siempre una sonrisa adornada por dos hoyuelos y unos dientecitos blancos y simétricos, además de sus características gafas redondas que lo hacían ver aún más tierno, y su hermana Kelly, tímida, risueña y siempre actuando como una princesa. Me robaron un pedazo del alma con sus abrazos que se sentían más sinceros que los que he recibido de personas que conozco hace años, y su capacidad de transmitir amor y su infinita necesidad de recibirlo me dejaron marcada. Al pasar aquel tiempo con ellos entendí que el amor y la familia va más allá de unos genes heredados y una sangre compartida, y entendí que es posible adoptar un niño ajeno y amarlo como uno propio. Me prometí considerar la opción de adoptar un hijo cuando quiera formar mi familia, y cuando me despedí un pedazo de mí se quedo allá. Y hoy, a los dos años de haber regresado, sentí la indescriptible felicidad de enterarme que Tomás Y Kelly se fueron hace unas semanas a vivir con sus nuevos padres a Italia.
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ANGÉLICA Ilustración Andrés Correa andres.correa.m@hotmail.com
Mateo Orrego L.
morrego7@eafit.edu.co
Era un martes en la mañana, hacía
bastante frío, me desperté temprano para ir a clase de siete a la universidad. Salí de mi casa a las seis y media, subí a la buseta y llegué a clase justo a tiempo. Era una de esas tantas clases que uno espera que transcurran con normalidad, pero no había pasado más de una hora cuando la clase se vio interrumpida por una llamada. Alejandro Violín, decía en la pantalla de mi celular, supuse que no era una llamada importante así que decidí no contestar. Intenté volver a concentrarme en la clase, pero unos minutos después vibró otra vez el teléfono, lo puse en silencio y lo ignoré. No habían pasado diez minutos cuando decidí mirar el celular nuevamente: 7 llamadas perdidas; 4 de Alejandro y 3 de Maria V. No me preocupé, pero supuse que era realmente importante para que me llamaran con tanta insistencia. Salí del salón para devolver la llamada, marqué el número de Alejandro primero y me contestó inmediatamente: -¡Oe! -¡Q’hubo! ¿Qué pasó? Estoy en clase. -¿Usted ya sabe lo que pasó? El día anterior había visto en Facebook una publicación de un compañero que pedía donar plaquetas para una amiga que estaba enferma. Bastó entonces con que Alejandro me hiciera esa pregunta para que me diera cuenta de lo que había ocurrido. -Pues… yo creo que sí. Pero igual cuénteme –dije lentamente como si no quisiera saberlo. -Angélica se murió… ***
En la vida uno nunca está preparado para decir “adiós”. Sean por el motivo que sean, las despedidas no son situaciones muy alegres. En mi caso, que no pude despedirme realmente de ella, sólo podía preguntarme por qué las cosas habían pasado así. Angélica tenía 16 años, tenía mi misma estatura, el cabello largo, un piercing en la nariz, cejas bien definidas y ojos oscuros y grandes. Recuerdo que siempre sonreía y tenía cierta facilidad para hacerlo sonreír a uno, era en serio encantadora. La había conocido algunos años atrás en la orquesta en la que yo tocaba. Compartíamos varios gustos y nos habíamos convertido en buenos amigos. Hacía un tiempo que no hablaba con ella pues me había retirado de la orquesta, pero le escribía de vez en cuando y me la encontraba por la calle ocasionalmente, siempre se veía igual de bonita y contenta. Recuerdo especialmente una tarde que fuimos a comer helado y después a un concierto de jazz junto con unos amigos. Ella llevaba una blusa blanca y un jean, también unas gafas de sol, el cabello suelto, como siempre, un poco más abajo de los hombros. ¿Qué te pasa? Me preguntaba con frecuencia, pues yo mantenía distraído. Ella buscaba hacerme reír, no porque estuviera preocupada, sino más bien porque era imposible que junto a ella alguien estuviera serio o peor aún, aburrido. No caminaba, más bien saltaba como una niña pequeña, hablaba de sus amigos, de música, del papasito que acababa de pasar por su lado mientras caminábamos. Los temas de conversación eran infinitos, uno podía escuchar durante horas su voz sin cansarse y era todavía mejor escucharla reír. Era increíble. *** El resto de la llamada con Alejandro
no fue importante, intentaba asimilar lo que me habían acabado de decir. Me tomé un momento y llamé a Maria V, la conversación no fue muy diferente. -Hola Mari ¿Cómo vas? -Bien Mate, ¿Ya sabes lo que pasó? -Sí, Alejo me acaba de contar. Hablábamos pausadamente, sin saber cómo continuar la conversación. No hubo muchas palabras más, sólo una despedida seca y el amargo sentimiento que dejan esas noticias, esas noticias que uno no se espera un martes en la mañana. Un día en el que los acontecimientos van de la alarma suene antes de las 6, del café que se acabe para el desayuno o que se muera una amiga… En el mundo mueren 108 personas cada minuto, es decir 6.480 personas cada hora y 155.520 personas cada día. Curiosamente de ese inmenso número de personas que dejan atrás este mundo, es rara la ocasión en la que una de ellas es un conocido, un familiar o un amigo; casi nunca, la muerte, toca tan cerca nuestra vida. “Nunca me acuesto a dormir sin pararme a considerar que, aun siendo todavía un hombre joven, tal vez no vuelva a ver otro día…” Escribió Mozart en una de sus cartas a su padre, porque él comprendía la fragilidad de la vida humana. Pero uno que trata de vivir tranquilo, no piensa nunca en que quizá el día de mañana ya no va a estar. *** La verdad es que nunca comprendí qué le pasó a Angélica, le había dado una infección en su sangre y había sido suficiente una noche para que su salud se pusiera muy mal. Nadie pensó nunca que Angélica pudiera tener un
fin tan precipitado, pues para quienes la conocíamos, en ella la voluntad de la vida era más fuerte que cualquier pronóstico. Sin embargo, las cosas no son siempre como uno espera. Angélica murió en la madrugada de un martes. Recuerdo bien la misa que se dio al día siguiente antes de su cremación, la iglesia estaba repleta, hasta había gente afuera intentando oír las palabras del padre. Algunos compañeros y profesores habíamos conformado un grupo para acompañar la misa, igual que lo habíamos hecho para su fiesta de 15 años; una noche en la que estaba realmente hermosa, con un vestido rojo, un lindo peinado y la sonrisa más bella que nunca. En aquella ocasión tocamos La niña de tus ojos, su canción favorita, pero ahora no era para festejar sino para despedirla; nos era imposible retener las lágrimas mientras tocábamos y recordábamos todos los momentos que habíamos vivido junto a ella. No había nada más triste y difícil que tener que aceptar el hecho de en un cajón de madera, yacía el cuerpo de esa mujer con quien en otro tiempo nos reíamos, con quién salimos a comer helado, con quien fuimos a conciertos, con quien compartimos, esa mujer junto a quien vivimos y que ya no estaría más. Ojalá que el budismo tenga razón, que la muerte no sea sólo dejar de existir, sino un período de descanso para recobrar energías y prepararse para nuevos ciclos de existencia, nuevos períodos en los que pueda volver a encontrarme con esa Angélica que una vez conocí y que por ahora no volveré a ver. Confío en que donde sea que esté, estará bien y que, aunque estas cortas palabras no puedan hacerle justicia a todo lo que ella fue, las recibirá con el mismo amor y alegría con que solía llevar su vida.
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5 MINUTOS EN EL TATAMI
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María Alejandra Carillo mcarrill@eafit.edu.co
Las luces del día ya han empezado
a caer y se filtran por entre las texturas de aluminio verde del Coliseo. El salón de entrenamiento está en su mayoría cubierto por el Tatami amarillo con gris y las paredes del fondo por espejos con un retrato de Jigoro Kano pintado en el centro, el creador del judo. Juan Pablo creció aquí. Desde los cuatro años empezó a practicar judo como una alternativa que sus papás tomaron para su hiperactividad y desde entonces no hay una sola tarde o mañana en la que él no venga a este lugar. El día y la noche de Juan Pablo giran en torno a los entrenamientos, todos los días, a las seis de la mañana y seis de la tarde. Dos horas cada sesión, en la mañana entrenamiento físico y en la tarde combate. Su mayor miedo: faltar al entrenamiento, el resto no le preocupa. Es conocido como mundialista, medallista, campeón panamericano, suramericano, nacional, departamental y sin embargo Juan Pablo. El Coliseo de Combate de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot está impregnado de linimento y sudor. Varias personas se entrecruzan por el centro del Coliseo, se escuchan gritos y movimientos bruscos en los tapetes de entrenamiento o Tatami, su nombre en japonés. Juan Pablo hoy está vestido de azul, otras veces de blanco, pero siempre tiene el Judogui para entrenar, un kimono azul amarrado con un cinturón (o mejor llamado Obi) y un pantalón. Todos de tela gruesa y áspera que permiten el agarre del rival. En la parte alta de la espalda del Judogui lleva la insignia “Hernández” y justo debajo a quién representa: COL. A su lado está Juan Camilo, su mejor amigo de aproximadamente la misma edad, pelo negro y una chivera en toda la cumbamba. Él es la sombra de Juan Pablo, siempre está cerca. Difícilmente cambian de pareja para hacer los ejercicios y la mayor parte del tiempo se enfrentan para pelear. La mamá de Juan Pablo es su fan número uno en las graderías, conoce los puntajes, lo acompaña a los torneos nacionales y quisiera verlo en otras partes del mundo, pero no puede porque es difícil en términos económicos. Se sabe las técnicas, conoce los judokas y entiende muy bien el deporte. En ocasiones se pone nerviosa cuando Juan Pablo sale a competir, pero constantemente ora y confía en que Dios está con él. Antes de que Juan Pablo se pare en el Tatami, ella ya conoce su rival y lo estudia, sabe qué rendimiento y capacidad tiene cada uno. Juan Camilo quiere contarme cosas de Juan Pablo, que le encanta Adam Sandler, que se ha visto todas las películas de él y que su marca de ropa favorita es Mizuno. Esa es la segunda
afición de Juan: el cine. Ve todo tipo de películas menos las de amor, esas no le gustan. Al igual que en la vida real, Juancho no está interesado en el amor por ahora. No le interesa ninguna mujer a pesar de que lo aclamen. Generalmente le cuesta no sonreír cuando dice sí y los pómulos se le suben hasta los ojos. Juan Pablo parecía conocerse muy bien, algo me decía que ya muchos curiosos, deportistas y periodistas se habían acercado a él para conocerlo, pero jamás para entender quién era. “Desde que tengo memoria me ha gustado mucho el judo porque desde niño a uno le gusta es el juego”. La mayoría de sus palabras suenan bien pensadas y acomodadas en un discurso bien preparado, pero si a Juan Pablo se le da la atención, el deja ver su interior. Se concebía a sí mismo como el mejor del mundo, el que nadie podía superar, pero tuvo suficiente con que alguien le ganara para entender que no era así. “La primera vez que competí fue en Cartagena, en un nacional con 30 competidores y quedé de tercero. Eso para mí fue un choque. A mí nadie me ganaba en Antioquia, yo era el niño referente, la estrellita y en Antioquia siempre quedaba de primero, incluso en eventos nacionales, pero eran copas a las que no iba todo el país. Pero yo creía que yo era el mejor del mundo, me dio duro quedar de tercero. Pero me motivó a seguir entrenando y a ser mejor”. *** Los ojos están puestos en Juancho. Para casi todos, él es la estrella, el que nunca está bravo, el amable, el risueño, el representante, el excelente, etc. Pero es claro que Juan Pablo no ha llegado a serlo solo, él es una persona formada a partir de un sinnúmero de esfuerzos. Quienes lo rodean, sin excepción, han dado lo mejor que tienen para que él brille, se han tragado el dolor, la angustia, el temor y la preocupación a fin de entregarle a Juan Pablo exactamente lo que necesita. Su hermano mayor Jonathan es uno de esos, opacado por el éxito de Juancho porque es lo que Jonathan soñó en algún punto de su vida. “Sin embargo, con él comprendí que Dios siempre tuvo el control de mi vida, y que todo lo que pasaba conmigo era su voluntad. Creo que desde ese momento empecé a ver a mi hermano con otros ojos, comprendí que tanto éxitos como triunfos solo eran pequeños momentos de una vida total de sacrificio, disciplina y renuncia a cosas”. Él es su fan número 2. Para Jonathan ha sido difícil entender el desempeño y los logros de su hermano, sin embargo, no ha vacilado en tragarse sus preocupaciones y miedos para alentarlo y cada día recordarle que él puede llegar a Tokio 2020. “Empecé a
admirar a mi hermano exageradamente, él además de obtener un sinfín de logros deportivos era un excelente estudiante, un hombre muy inteligente, me dejaba perplejo su capacidad de redacción y su cosmovisión. Creo que, si no fuera un deportista, sería un excelente psicólogo. Él siempre está ahí para todos nosotros, su familia. Es un hombre muy familiar y de verdad que sabe valorar lo más importante.” *** Hernández desde pequeño ha sido moldeado para pelear y después, sin más reparos, abrazar a su enemigo. Eso es lo bonito del judo, además del hecho de que no significa una amenaza a la integridad del otro, a diferencia del Karate o Taekwondo. De los 1.300 judokas inscritos en la Liga Antioqueña de Judo, Juan Pablo es de los pocos que han logrado un patrocinio que le permite “foguearse” en diferentes competencias a nivel internacional y de esta manera, tener una mejor preparación. La convocatoria Talentos Deportivos Postobón, recibió más de 700 colombianos sobresalientes en 14 disciplinas diferentes con el fin de encontrar un apoyo económico y de éstos, solo 25 gozan de la ayuda, incluyendo a Juan Pablo. Ha corrido con la suerte de ser apoyado y visibilizado por los medios, pero a diferencia de él, muchísimos judokas tienen que dejar el deporte porque sus familias no tienen los recursos para todo lo que requieren. La tasa de deserción, según el presidente de la Liga Luis Eduardo Ochoa, es casi del 50% porque comparado con otros deportes, el judo tiene una mensualidad costosa, además del uniforme y los ascensos. Él asegura que se debe principalmente al factor económico, aunque también hay otras razones, pero en términos generales, los judokas no pueden continuar y muchísimo menos llegar a un ciclo
olímpico, que según la revista Dinero, tiene un valor aproximado de $37.239 millones por sostenimiento mensual, incentivo económico, atención médica y prevención del dopaje de varios deportistas. *** Juan Pablo tiene la mirada fija en su mejor amigo, lo agarra del cuello del Judogui y trata de lanzarlo al piso, pero Juan Camilo se resiste. Como un par de cangrejos que se desplazan horizontalmente peleando con sus tenazas, el uno lanza su mano a atacar al otro y así sucesivamente hasta que Juan Pablo logra el agarre perfecto y cruza su pierna por detrás de la de su rival para hacerlo caer. El judo tiene un sistema de puntuación que permite determinar la victoria del judoka y consiste en darle un valor a tumbar, ahorcar o luxar al oponente. Por tumbarlo y que caiga de espalda por completo (Ippon) son 100 puntos, si es casi un Ippon pero le faltan algunas características es un Wasari y vale 10, por caer de lado (Yuko) 1 punto. Además, por inmovilizar 10 segundos, 1 punto, por inmovilizarlo 15, 10 puntos y 20 segundos equivalen a 100 puntos. Una vez Juan Pablo tiene a su amigo en el piso intenta estrangularlo con sus brazos y Juan Camilo sigue luchando por soltarse, toda la pelea dura solo cinco minutos que para ellos significan segundos en los que descargan meses enteros de entrenamiento. Toda una vida de preparación física para unos segundos de victoria, para lo que hoy se ve más cerca: un ciclo olímpico. Sus esfuerzos y su tiempo a una pasión que para muchos se ve imposible de alcanzar. Pocos como Juan han logrado un patrocinio, mientras que al menos el 50% están dejando su sueño porque no hay la capacidad económica, porque no hay la atención, porque de 700 personas solo 25 logran el sueño.
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YA NADA NOS UNE
Maria Ximena Sanin msaninp@eafit.edu.co
Fotografía Paulina Echavarría G @Paulina.egg
Esta vez no lograste sorprenderme, ya estaba preparada. En el fondo siempre lo supe, como el cielo sabe que en algún momento verá la lluvia caer. Me lo esperaba, sabía que pasaría. Mi verdadera sorpresa fue darme cuenta que ya no me importaba. Algunas veces -y quiero decir casi siempre- ignoro lo que pasa porque es más sencillo seguir como si nada. Pero dejando a un lado la costumbre, ese momento no pude ignorarlo, solo me quedaba reconocerlo y aceptarlo. Así eres, así fuiste. No te preocupes, ya no existen reclamos, ya nada nos une. Dentro de mí no hay huellas de odio ni de rencor, y aunque el tiempo ha calmado un poco mis ansias de juzgarte, no te perdono. No completamente. Ya no te espero y tampoco te anhelo. Me voy porque ya no quiero volver a ti cada noche como quien vuelve a casa. Me voy porque es hora de terminar la función, cerrar el telón y seguir viviendo.
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Miguel A. Correa
mcorre27@eafit.edu.co
Mojé
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C A RTA D E S D E ARGENTINA Ilustración Juan Esteban Tobón nauj.esteban@gmail.com
mi
cara desesperadamente. Hacía demasiado calor para ser un hospital. Siempre pensé que los hospitales eran lugares fríos, sin embargo aquel día sentí una rigidez extraña, como de culpabilidad. No podía quitarme de encima ese perfume a formol que paulatinamente invadía la pieza. Mientras mojaba mis brazos evitaba mirar el espejo, me arrimaba intensamente a la pequeña ventana para no respirar de ese aire contaminado y estéril. No pude evitarlo, dirigí mi mirada al reflejo que arrojaba. El espejo corroído albergaba una figura a lo lejos, desdichada, decrépita y desnuda. Postrado en una cama se asemejaba a un pez: tenía ojos perlados en tonos podridos y daba bocanadas como si estuviera fuera del agua. No había esperanza, prácticamente ya estaba muerto. Hace una semana recibí una carta desde Argentina. Era mi amigo que contaba cómo su abuela había fallecido. Siempre es difícil hablar de esas cosas, pero noté un tono confuso e impenetrable camuflado entre sus líneas. Parecía disfrutar de contarme aquello.
…viste loco, mi abuela la palmó. Vos no sabes lo enojado que estoy, pero no te preocupes que ya estoy más tranquilo, ya estoy un poco más libre y para que te vengás a trabajar acá. A las 3:30 recién la metimos al cajón. Yo la encontré tirada en el suelo, tuve que romper los cristales de la puerta y forzar la cerradura. Un olor a mierda tenía esa pieza. Supongo que ese es el olor de la muerte; una muerte con
nombre, apellidos y recuerdos. Simplemente la vieja se había cagado encima. Tenía la comida intacta sobre la mesita, sólo le había dado un sorbo al jugo de naranja que se derramó por todo el suelo. Le dio un infarto y cayó de cara contra el piso, se dio tan duro que el golpe le quebró los dientes y le reventó la nariz y los labios dejando un reguero de sangre. Las gafas se le rompieron y perforaron sus ojos. Estaba irreconocible. El jugo y la sangre que brotaba empezaron a mezclarse dejando una mancha enorme. Creo que tardé demasiado en llamar a una ambulancia. Cuando llegó la policía su rostro parecía ajeno, ya no era mi abuela. Los policías sospecharon que lo había hecho una persona… menos mal no revisaron el jugo. No podía esperar más para irme, no soportaba aquel hospital. Cada vez que lo veía en ese espejo creía verme a mí mismo dentro de unos años. La enfermera
llegó para dejarle el almuerzo, no probó nada, solo le dio sorbitos con entusiasmo a la avena que le había traído. Siempre pensé que las arrugas de la vejez eran un sinónimo de escamas ásperas pero me equivocaba. Nunca toqué a mi abuelo, solo lo hacía para saludarlo con un beso en su rojiza y puntiaguda mejilla, sin embargo así tan cerca de perecer, parecía un bebé. Nunca lo quise demasiado, nunca fue una buena persona. Hay una cosa, lamento admitirla, la única vez que me sentí su nieto fue cuando él estaba más vulnerable. Recuerdo que me ordenó que le cerrara una cortina, la luz de la calle le molestaba. Sí… esa simple orden sustituyó todos los años de historias de juventud, todas las veces que no lo acompañé en su taller, todos los diciembres que no me llamó para saludarme, todas las veces que no me dio la bendición después de un cuento para dormir. Quizá
yo
también
haya
heredado su maldad al tratarlo con esta extraña indiferencia. Ahora estoy decidido a marcharme para Buenos Aires, tratando de escapar de esa imagen del espejo. Tal vez ese reflejo no me distinga tanto de él. Mi amigo cuando me escribió esta carta sobre lo de su abuela no parecía tan afectado, más bien parecía libre. Probablemente utilizó esas palabras para generar algún tipo de empatía con su causa, como una misión oculta que debía cumplir consigo mismo. Murió en torno a las siete de la noche. El doctor revisó todos los aparatos que lo monitoreaban, todo en orden. Me mantuve serio y mirando al suelo, no me atreví a mirar a nadie a la cara. Respondí correctamente a todas las preguntas que me hacían; el guión estaba perfecto. Me marché y los dejé tirados. No somos buenas personas…mi abuelo no era buena persona. Menos mal no revisaron su avena.
Septiembre de 2016
Asociación Cultural Periódico Estudiantil NEXOS
NO TENGO UN PESO EN EL BOLSILLO
19
Ilustración Juan Sebtián Múnera sehud17@hotmail.com
Martín Uribe V.
muribev3@eafit.edu.co
Este confuso personaje se ha creado a partir de los 13 cuentos que Javier Zamudio reúne en el libro Espiar a los felices. No hay una historia que sobre, ni una palabra que esté de más. Hay fisuras en cada realidad. Y hay que leerlas. Sobra decir que recomiendo este libro. En menos de una línea viajé, odié y reí. Es el libro al que voy recurrir cuando me sienta nocivamente feliz. La mejor manera de promocionarlo es leerlo en un bus, o en la silla de un parque. Tal vez algún curioso sienta la necesidad de espiarme y así quizá encuentre la belleza.
No tengo un peso en el bolsillo. Pero tengo la sonrisa de otro. Algo de ese mundo imperfecto robaré si atrapo la felicidad ajena. No tengo un peso en el bolsillo y puede ser que mis días en el calendario se estanquen en un viernes 13. Puede ser que en mi maletín de cuero solo tenga historias, tantas que solo cabe aire. Tal vez mañana entierre un
ideal bajo un palo de mango. Y al
adelgazar. Ya no me quedan muchas
día siguiente encuentre un muerto
cosas para amar, rescataría mi sofá
en la alacena. Espiaré a mis vecinos,
y unas escaleras metálicas de tijera
cuando
que suben y bajan a la infinita
espiarme
haya
perdido
sentido. Cuando la curiosidad se agote al desconocerme. Yo podría robarme las sonrisas de otro, pero ojo, no devuelvo un diente de placer.
frustración. Soy
la esquina que ignoran
de una habitación vacía. Soy una partícula de polvo que se cuela
Si se me enreda la lengua no es
en oídos sucios. Escucho, veo y
por borracho sino por de buenas.
estoy ahí para tener una duda. Por
Las botellas las pago yo muchachos,
eso espío a mi mujer y a mi amigo.
porque no hay nada más triste que
Porque ellos se escabullen a mis
estar contento y no tener con qué
espaldas. Por eso veo porno en la
pagar. Apagaré las luces en la noche
cama de alguien que no me ama. Por
para que no me miren los vecinos,
eso te veo en el cine y te manoseo
para
mientras
en el oscurito de los árboles. Hay
ellos mueren de hambre en la plaza
una razón por la cual anoto en mi
pública. Odiaré a la mujer que amo
libreta negra: el queso para la rata.
comer
tranquilo
porque me envenena, a mi y a los mendigos.
Dios me salve de que un balazo me dañe la miada, aunque no creo
No tengo un peso en el bolsillo
en intervenciones divinas. Creo en
pero es posible que adopte un gato
el azar y por azar terminaré en un
callejero, no a una mujer. El día
bosque, lejos de mi padre. Caminaré
de mi muerte procuraré mirarme
hasta que mis zapatos solo sean pies.
bien al espejo para reconocer a mi
Compraré un pan, dos cigarrillos y
asesino ¡Ya sé! la solución para
me mudaré al río, donde pueda ver
mi dilema es volverme comunista
las flores crecer.
o socialista o viajar a África para
Espiar a los felices Javier Samudio Medellín, Fondo Editorial Universidad Eafit, 2016.
Vigilado Mineducaciรณn