Edición 196

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ISSN:2322-74GX | Año 29 | Edición 196 | Distribución gratuita | 12.000 ejemplares | Medellín, junio de 2016 | www.periodiconexos.com


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Asociación Cultural Periódico Estudiantil NEXOS

Junio de 2016

ÍNDICE

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EN BUSCA DE LA REACREDITACIÓN

POR MARÍA GIRALDO

TRAS EL JARDÍN POR MARTÍN URIBE

LA TERCERA EDAD DE UN POETA POR MARÍA ALEJANDRA CARRILLO

LOS CANTOS DEL CIENCIÓLOGO POR SOFÍA PÉREZ

DEL ARRABAL A MEDELLÍN POR MATEO ORREGO

¡HUMANOS, LAS MANOS! POR NATALIA ZULUAGA

EL LEGADO PERMANECE EN LA CALLE POR ESTEBAN RESTREPO

CARLOS FRAMB:PROFETA DEL REGRESO A CASA POR JHON AGUDELO

PERIODISMO SIN FILTROS Y PERIODISTAS INFILTRADOS POR CARLOS MARIO CORREA

LUEGO EL SIGUIENTE POR PAULINA ECHAVARRÍA

DE MINA EN VIDA

POR MANUELA GUTIÉRREZ

MICRO CUENTOS

POR TALLER DE MICRO CUENTOS

A SOLAS CON CON GONZALO ARANGO POR PEDRO JUAN VALLEJO

Ilustración Juan José Rodriguez www.juanjosebianchi.com


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UNA CIUDAD DE

PLÁSTICO Agustín Rendón Calle

Director/ arendon7@eafit.edu.co

Era un viernes como cualquier otro

en el instituto de artes, los estudiantes buscaban desesperadamente un lugar tranquilo para estudiar, donde las interpretaciones ajenas no se confundiesen con las notas propias. Algunos arrastraban sus instrumentos hasta el patio que colindaba con la abarrotada avenida, porque al parecer era preferible el rugir de la ciudad que el bullicio de los aprendices. De repente, el flautista que compartía atril con el semáforo decidió romper el silencio que ensordece a la ciudad en hora pico, acercándose a los barrotes de su celda, que por ventura daban al instituto y tenían vista al piano. Aquel sujeto huraño que vivía de la música a su manera, luego de hacer entender a los estudiantes que sabía de qué hablaba, deslizó sus manos entre las rejas y comenzó a interpretar magistralmente Mujer Divina de Joe Cuba y, sorteando aún las obvias limitaciones que supone tocar desde el otro lado de la cerca, cubierto por un manto grisáceo y cargando todos sus bienes en una bolsa, hizo que todos los músicos allí presentes, por un instante, quisieran ser como aquel indigente. Este hombre resultaba ser Edgar Espinoza, exintegrante del Grupo Niche, la Orquesta de Henry Fiol, entre otras, y como es costumbre en una sociedad regida por los medios, el video aficionado de aquel momento le dio la vuelta al país, logrando una vez más que los tradicionales espectadores colombianos cantaran al unísono, “Mulata, mi prieta, mi cielo, te quiero, te adoro, divina mujer”. Pero no todas las historias cantan

canciones y son vistas por todos, otras se construyen con plásticos negros a la orilla del río y al margen de la sociedad, porque como no hay noticia, no son contadas, quedando destinadas a ser devoradas por las fauces de una ciudad de plástico y luces centelleantes. Según la Secretaría de Inclusión Social, en Medellín existen más de 3.250 habitantes de la calle, cifra que puede ser superada con creces por la realidad. Por lo general estas personas se encuentran inmersas en el flagelo de las drogas, pero no por ello dejan de ser personas, aunque algunos “ciudadanos ejemplares” se llenen la boca con adjetivos como desechable para referirse a ellos y, siendo el lenguaje una construcción social, no sería descabellado pensar que hay muchos que entienden a los seres humanos como prescindibles. Para abordar una realidad social de este calado, es importante tomar prestadas experiencias de otros países, que ya superaron el velo que trae consigo un conservadurismo visceral como el nuestro, con políticas públicas encaminadas a entender a los habitantes de la calle como personas que necesitan ayuda por parte del estado y que tienen derecho a ella, no como un lastre para la sociedad que debe ser destruido o, por lo menos, ocultado cuando se viste de gala la comarca. Cuando Gregorio Sansa amaneció con su disfraz de insecto, luego de su onírica metamorfosis, comenzó a ser ocultado por su familia, quedando destinado a una habitación a la que escasamente entraba la luz del sol, llevándolo lentamente a soñar con

DIRECCIÓN AgustÍn Rendón arendon7@eafit.edu.co GERENCIA María Camila Cardona mcardo26@eafit.edu.co EDICIÓN Paulina Echavarría G. pechava2@eafit.edu.co

Ideas y Cultura Asociación Cultural

Periódico Estudiantil NEXOS

Natalia Zuluaga Miguel Ángel Correa Maria Alejandra Carrillo María Giraldo Martín Uribe Manuela Gutiérrez Sofía Pérez Esteban Restrepo Mateo Orrego Ximena Sanín Pedro Juan Vallejo

DESARROLLO HUMANO Santiago Londoño slondo24@eafit.edu.co Catalina Botero Dahyana Rivillas María Fernanda Villafañe EDICIÓN WEB Y Carolina Restrepo SOCIAL MEDIA crestre79@eafit.edu.co Nelly P. Hernández Sara Tangarife

su propia muerte y, aunque podría parecernos reprochable que su familia lo haya destinado al exilio social, siendo mas fácil vivir negando el problema que afrontándolo, debemos darnos cuenta de que como sociedad actuamos de igual manera con problemáticas como la indigencia, cuando ignoramos la existencia de como menos 3.250 almas, y solo caemos en cuenta de ellos cuando su presencia incomoda al inexistente urbanismo de Medellín. No podemos seguir acordándonos de los Gallinazos sin plumas de Julio Ramón Ribeyro sólo cuando infestan las redes sociales, recordándole a la sociedad que son personas, debemos, como ciudad, dejar de segregar a los diferentes, puesto que la problemática que subyace a la indigencia es la desigualdad y, de ella, todos somos cómplices silenciosos en tanto preferimos mirar hacia un lado. No seamos la ciudad de plástico que atormentaba a Rubén Blades.

Era una ciudad de plástico de esas que no quiero ver de edificios cancerosos y un corazón de oropel donde, en vez de un sol, amanece un dólar donde nadie ríe donde nadie llora con gentes de rostros de polyester que escuchan sin oír y miran sin ver: gente que vendió por comodidad su razón de ser y su libertad.

MERCADEO Manuela Sanín msaninb@eafit.edu.co Mateo Emilio Saltaren Andrés Ríos Santiago Mejía Daniel Gómez María Antonia Chinkousky Catalina Botero Mariana Lopera Felipe PORTADA Sara Rodas DISEÑO Y MONTAJE Daniel Beltrán Castello PREPRENSA E IMPRESIÓN Casa La Patria AGRADECIMIENTOS Desarrollo Humano Universidad EAFIT Fundado el 13 de agosto de 1987 por Jorge Restrepo, Jaime Cadavid, Claudia Patricia Mesa y Gustavo Escobar. Personería Jurídica No. 568 de septiembre de 1993. Carrera 49 No. 7 Sur-50 / Bloque 29 oficina 517 EAFIT nexos@eafit.edu.co / www.periodiconexos.com Teléfono: 261 93 02

Los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores y no representan expresamente el pensamiento editorial del periódico.


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EN BUSCA DE LA

REACREDITACIÓN María Giraldo Vargas mgiral95@eafit.edu.co

Hace

seis años la universidad recibió su segunda Acreditación Institucional de Alta Calidad por parte del Ministerio de Educación de Colombia, la cual se vencerá en la cercana fecha de 2018. Por eso, este año se realizará el proceso de Autoevaluación con el fin de renovar el Certificado de Alta Calidad de Eafit.

¿Qué es la Acreditación? La Acreditación Institucional es un certificado de calidad que se expide para programas e instituciones de Educación Superior. Debido a que este reconocimiento no es de carácter definitivo, la universidad debe volver a realizar el proceso a partir de este año para obtener la renovación antes de que se venza en el 2018. De 2003 a 2009 estuvo vigente la primera acreditación de la universidad, y en el 2010 se obtuvo nuevamente. En Colombia hay 289 instituciones de educación superior y solo 39 tienen la Acreditación. En el 2003, cuando se obtuvo por primera vez, sólo otras tres universidades del país tenían el certificado. “Hemos pasado de 4 instituciones a 39 en 13 años. Eso no es mucho”, dice Alberto Jaramillo, el director de Planeación de Eafit. Además de la institución como tal, también pueden certificarse los programas educativos individualmente. En la actualidad hay 17 pregrados acreditados en Eafit. Los únicos que no lo están son los más jóvenes, como Biología o Mercadeo, pues aún no cumplen algunas condiciones –por ejemplo el número de graduados– para poder recibir el reconocimiento. La política de la Universidad es intentar acreditar todos los pregrados y posgrados que cumplan los requisitos para aplicar.

¿Cómo se realiza el proceso de acreditación? Cuando se aplica por primera vez

es necesario inscribirse en el Sistema Nacional de Acreditación. Este Sistema lo coordina el Consejo Nacional de Acreditación (CNA), que se encarga de llevar a cabo todo el proceso para después decirle al Ministerio de Educación si la Universidad puede acreditarse o no. Cuando se trata de una renovación, se debe enviar una carta diciendo que la institución desea reacreditarse. Se deben presentar documentos como el estatuto de la universidad; los reglamentos estudiantiles de pregrados y posgrados; la información de los programas que existen, de la población de estudiantes y graduados, de los profesores y los títulos que tienen, de los datos sobre la biblioteca y sus recursos; la estructura física y la cantidad de aulas, auditorios, laboratorios, etcétera. El CNA revisa los datos y le dice a la universidad que puede iniciar el proceso de Autoevaluación, la cual se considera la gran fase dentro de la acreditación.

La Autoevaluación y los procedimientos La Autoevaluación tiene como fin revisar y reflexionar sobre el estado actual de la Universidad, y pensar en maneras de mejorar las falencias. Se compara lo que se quiere lograr en la Universidad con lo que ya se ha alcanzado. Este proceso requiere la participación de directivos, docentes, empleados, estudiantes, exalumnos y empleadores, pues solo integrando a todos los miembros de la comunidad eafitense se podrá obtener un panorama claro. Al final de la Autoevaluación se realiza un informe que se envía al Consejo Nacional de Acreditación, la organización encargada de llevar a cabo el proceso evaluativo, para revisar que cumpla con todas las formalidades. Una vez hecho esto, el Consejo designa unos pares académicos –por ejemplo rectores, vice rectores o docentes de otras instituciones– para que hagan

unas visitas a la universidad. Los pares realizan un informe en el cual dan su concepto al CNA para que emita un juicio sobre si recomienda o no la acreditación. En caso de haberse encontrado con buenos resultados, el Consejo le pide al Ministerio de Educación que emita la Acreditación, o si no, invitan a la institución a presentarse nuevamente en dos años.

LAS NUEVAS VOCES

Del 10 al 14 de mayo se realizaron las votaciones a representantes estudiantiles y profesorales. Se registraron 5208 votantes entre alumnos de pregrado, posgrado y docentes. Para ver los resultados visitar eafit.edu.co

100 AÑOS DE PENSAMIENTOS DE UN VIEJO

¿QUÉ BENEFICIOS LE TRAE A LOS ESTUDIANTE? Claramente, el principal beneficio está en la tranquilidad y la seguridad de saber que se estudia en un lugar comprometido con el alto rendimiento. Muchas universidades en el exterior preguntan si los programas que han cursado los estudiantes tienen alguna acreditación y por quién fue otorgada, así que esto es un para quienes deseen hacer estudios en otras instituciones. El CNA también hace parte de una red internacional, por lo tanto el certificado que reciba la institución será aceptado por varias academias de otros países. Igualmente, el gobierno colombiano ha formado acuerdos para que haya homologación entre programas acreditados. Es un sello de calidad que también da cuenta de la categoría de los estudiantes para ser aceptados más fácilmente en diversos trabajos o estudios superiores. Por otra parte, en términos del programa Ser Pilo Paga, los estudiantes solo pueden escoger universidades acreditadas para cursar su carrera, lo cual les ayuda a asegurar que sus estudios serán serios y provechosos. Alberto Jaramillo asegura que lo más importante es el rendimiento, el compromiso y como lo dice su nombre, la calidad, porque desde que una institución se exponga a que la revisen y a autoevaluarse, quiere decir que está haciendo las cosas bien y no se niega a mostrarse. No es lo mismo estudiar en un programa que está acreditado a hacerlo en uno que no lo está.

Este año se cumplen 100 años de la primera publicación del texto de Fernando González Pensamientos de un viejo. Es por eso que el fondo editorial Eafit ha lanzado una nueva edición del libro.

EAFITENSE EN GIJÓN

Manuel Arango, estudiante de Eafit de música, ha sido admitido en el Festival de Piano Internacional en Gijón y estará representando a la Universidad del 16 al 28 de agosto. El Festival le ofrece a los pianistas de nivel avanzado una gran oportunidad para compartir con profesores renombrados internacionales.


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TRAS EL JARDÍN

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Martín Uribe V.

muribev3@eafit.edu.co

“No advertimos cuán importante es para una sociedad reconocerse en su territorio, explorar su naturaleza, tomar conciencia de su composición social y cultural, y desarrollar un proyecto que, sin confundirlo, agrupe a sus nacionales en unas tareas comunes, en una empresa histórica solidaria” - William Ospina, ¿Dónde está la franja amarilla?

E

n la historia que conocemos están los que disparan y los mueren. Ambos son hijos de la misma mamá, hijos de la tierra. Pero el río no conoce ideología mayor a la de fluir, por lo tanto no rechaza cuerpo alguno en su caudal. Al menos tenemos el río, ¿qué haríamos sin río? Este jardín que conocemos poco, corre peligro. Y ya que en el país se anda hablando del posconflicto y que tanta polarización trae esta palabra, hablemos entonces de qué va a pasar con esos lugares a los que antes no se podía llegar por miedo a un balazo. Hace poco el procurador lanzó una cifra alarmante, se estiman 200 mil hectáreas de coca en Colombia , cuando las cifras oficiales hablaban de 69 mil en 2014. El conflicto y el narcotráfico tienen una estrecha relación, ambos sumergen a las comunidades en relaciones de poder y dependencia, de explotaciones del territorio campesino y la biodiversidad que van en detrimento de nuestra riqueza. Pecamos por exceso o por ausencia: mucha tierra no titularizada (según cifras DANE, para el 2012, entre el 40 y el 50% de los predios rurales estaban en la informalidad), mucho y muchos en

Depronto es un mecanismo de defensa quedarse quietos, si parecemos muertos puede que no nos maten. manos de pocos. Reconocemos entonces que el conflicto armado acaba con la naturaleza, que en Colombia se amontonan excesivos y rechonchos cultivos de coca, que el sector extractivo afecta las aguas; sin hablar de otras tantas fuentes de contaminación. Sabemos que un montón de tierra es arrebatada a un montón de campesinos y supongamos que la guerrilla destruye gran parte de las selvas que habitan. ¡Que susto! Ahora imaginemos que todo ese conflicto se termina, que ya no se matan los unos a los otros, que por fin nos sentamos a dialogar y a firmar papeles muy importantes. Que después de hablar con mucha calma, se liman las asperezas. Ahora que ya se puede llegar a esos lugares lejanos casi vírgenes y de ecosistemas armoniosos, se nos pasó una cosita en la agenda. Olvidamos contar de nuevo con nuestra astucia. Pasamos por alto que si no ponemos atención, otros verán la oportunidad de un buen negocio y poco interés le van a prestar a los animales y a las matas del jardín, porque más abajo está lo que ellos consideran verdaderamente importante: la materia prima para hacer celulares, joyas, combustibles y tantas otras

cosas que se venden por necesidad o por lujo. El V Informe Nacional de Biodiversidad liderado por el Ministerio de Medio Ambiente y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2014, estima que el deterioro ambiental genera un costo anual equivalente al 3.5% del PIB, y que la cobertura de bosques naturales pasó de 56.5% a 51.4%. Ser uno de los países más biodiversos del mundo, no es sinónimo de conciencia ni de un buen uso del suelo, por el contrario, pareciera que nos hace perder de vista que los recursos son limitados, que las especies que se han perdido no se recuperan y que de a poco nos vamos quedando con nada. Volvemos a que en el principio todo era verde y cuando vio el hombre que era bueno, entonces decidió destruirlo. ¿Será qué estamos a tiempo de cambiar ese rumbo? ¿O al menos podemos acolchar un poco el golpe? No hace mucho nos mostraron documentales en los que se respiraba naturaleza propia, a más de uno que no va más allá del sofá se le encharcaron los ojos. Antes era casi imposible sacar tomas como esas. Hoy vemos que se pueden investigar nuevas especies de insectos, estudiar plantas y palpar

sitios inexplorados. Conocernos no está mal, al contrario, lo que hace falta es un empujón a la identidad, porque identidad anda muy tímida hace rato, anda como confundida, se debate en la desconfianza a casi todo: al Estado, al vecino, al paramilitar, al guerrillero, a la empresa, a esa moto, al carro que está ahí parqueado hace rato, a ese político, a la amenaza, al terrorista, al helicóptero, a esa mina, a ese uniforme. El asunto no está en un antes y un después del conflicto, va más allá de eso, el problema está en algún sitio del inconsciente colectivo, cerquita al cajón de la tristeza y el dolor comprimido. Porque es por esos lados de la mente donde está la chispa de lo que verdaderamente somos. Depronto es un mecanismo de defensa quedarse quietos, si parecemos muertos puede que no nos maten. Pero ya no nos sirve de mucho la estrategia, porque morir es inclusive más digno que ver cómo se derrumba lo que más amamos. ¿Pero para qué más muertos? Si no hay necesidad. Hay que ir pensando en otras formas de tomar las riendas. De retomar la fuerza que se nos ha debilitado y batallar con argumentos y acciones la tiranía de hacernos los ciegos, sordos y mudos mientras se acaba el jardín.


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LA TERCERA EDAD D E U N P O E TA Ilustración Juan Sebtián Múnera sehud17@hotmail.com

María Alejandra Carillo mcarrill@eafit.edu.co

R

ojelio Rojas es un poeta de los que le pone el alma a lo que hace, de los que lloran con poemas. Recita poesía con un tono de voz que cualquiera quisiera escuchar, es fuerte y al mismo tiempo cálida, es una voz que fácilmente pudo haber sido una de las mejores de la radio colombiana. Podría pasar por un hombre entre los 55 y los 65, pero tiene 73. Se pueden percibir varias facetas de él, se describe a sí mismo como un hombre “parco”, pero para conversar es todo lo contrario, la alegría puede evidenciarse en sus gestos y de repente la melancolía aflora en sus ojos llorosos, parece un anciano sin limitaciones físicas y sin embargo al ponerse de pie su bastón revela otra cosa. Al lado de Rojelio está sentado Darío Antonio Restrepo, de 78 años nacido en Titiribí, quien también disfruta de la poesía que ha memorizado a través de los años y me invita a sentarme junto a él. Darío no pierde el tiempo y en un momentico ya se me ha acercado y me está recitando poemas: En tu puerta sembré un pino en tu ventana una flor en tu pecho tres claveles y una azucena de amor Don Darío, ¿y usted a quién le recitaba esos poemas antes? A las niñas bonitas ¿Y a su esposa? Niña, yo soy viudo – dice y me cuenta que su esposa murió en un procedimiento quirúrgico.

por

Son las dos de la tarde del 18 de abril de 2016 y hace calor. En el hogar de reposo Bello Horizonte no hay ventiladores, pero ninguno de los ancianos parece notarlo, no se quejan del calor. La mayoría están ansiosos porque sea la hora del bingo para ir a jugar en el salón central. “Ese Bingo hace milagros”, dice Esteban, el psicólogo del hogar y explica que cuando de bingo se trata a nadie le duele nada y todos se paran a jugar. El megáfono del lugar suena algo duro invitando a los ancianos a participar del juego en el comedor. Se reúnen en torno a la usual bola azul de alambre que giran para que caigan las diferentes balotas, cada uno tiene su tabla para jugar y están ansiosos empezar. El personal de enfermería pasa con un carrito lleno de pocillos con mazamorra y triángulos de ponqué Ramo. La mayoría devora por completo el algo y se dispone a oír


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a la señora que pronuncia en voz alta una de las cinco letras seguida de un número. “N24”, dice Ligia, la voluntaria que hace el bingo, y casi ni se escucha en las últimas mesas del salón, o al menos así lo percibo yo. Quizás yo tengo más problemas de audición que ellos porque todos parecen oír claramente. El bingo está relativamente callado, no hay mucha fiesta sino hasta que alguien completa la letra L, la T o la tabla completa. Un hombre con un bastón de tres patas dice en voz alta “¡BINGO!” Todos miran quién es y esperan a que comprueben su victoria. La señora verifica que los números estén correctos, saca un fajo de billetes de dos mil, le entrega uno y continúa dándole vueltas a la bola. Rojelio está en la última mesa del salón de espaldas al bingo. Trata de descifrar lo que la señora pronuncia y pregunta: “¿N qué?” y eso me da a entender que efectivamente ella está hablando pasito. Él continúa quieto y en silencio va completando su tabla con los números que salen. De repente, una desesperación se revela en la brusquedad de sus movimientos y grita: ¡Silencio! Se voltea, me mira y se ríe. Justo al frente del bingo está sentado Antonio Jesús Toro, etiquetado entre los necios y los que se vuelan del hogar. Lo conocí en la mañana mientras conversaba con Ramón, el más cuerdo y amable del asilo. Llegó interesado por conocer el tatuaje de mi compañero Sebastián e interrumpió la conversación que estábamos teniendo con Ramón. Amigo, disculpe. ¡Muéstreme ese tatuaje! –Dijo Antonio con emoción. Sebastián se levantó la manga de su camisa y le mostró la cruz que tiene. ¡Ah, se parece a éste! – Y se remangó su camisa para revelar un tatuaje de líneas gruesas que dibujaban una mujer desnuda en tacones. ¡Ah, juemadre! – exclamó Sebastián y soltaron las carcajadas. ¿Y usted por qué viene aquí a…? ¡Mucho cuidado! – Le dijo Ramón a Antonio. ¿Qué, qué mijo? ¡Tengo unas ganas de matar a un viejo! – y agarró a Ramón del brazo. No, no, pero después del almuerzo mejor – Añadió Sebastián en chiste. ¡No! De una vez pa’que se vaya para el cementerio – dijo entre carcajadas.

que tan pronto sentía las ganas de orinar salía hacia el baño, pero no lograba llegar. Sus ojos revelaban una angustia, saltones, pendientes de la reacción de Claudia. ¿Quiere empezar a usar pañal? – le preguntó en un tono amable. .

No, yo no lo necesito, lo que pasa es que no alcanzo – repetía el señor

Su explicación, aunque redundaba, podía convencer a cualquiera, no importaba si no tenía un solo argumento, su convicción era absoluta. Para él, en su mundo, no tenía lógica usar pañal porque podía ir al baño, aunque no alcanzara. Pude percibir que a los ancianos les cuesta entender muchas cosas, es un proceso parecido al de un niño que se agobia por todo lo que pasa y no conoce. Asimismo, ellos no entienden que a medida que se hacen viejos, los años en lugar de sumar, restan. Se llevan consigo la salud, la independencia, las capacidades y como bien se sabe, la vida. Ese mismo día incluso, cuando llegamos en la mañana les estaban informando a los ancianos que Ángel Rojas había muerto y que no estaría más entre ellos. “B18”, se escucha ahora la voz fuerte y masculina de mi compañero quien se ofreció a continuar con el bingo. Ya los señores escuchan mejor porque Sebastián además de decirlo duro, repite. Maria José Posada está al lado izquierdo de Sebastián, desde el primer momento que lo vio entrar al asilo llamó su atención para contarle que estaba enferma de una pierna. Ella empezó a sentir una roncha que con el tiempo se fue transformando en una llaga que ahora le impide caminar. En el lugar le hacen curaciones y cubren su pierna con gasa blanca, sin embargo, en ocasiones el dolor es tan fuerte que ella llora desconsolada como una niña. Es quizás la mujer más dulce del hogar, les soba las manos a las personas, les da besos y habla con ternura. Sus ojos cubiertos por una capa grisácea y el ceño fruncido revelan la incertidumbre que lleva por dentro, con voz temblorosa y su mirada triste manifiesta la angustia que siente por no poder caminar. Maria José tiene noventa años y un montón de plegarias a Dios para que le permita volver a caminar. Se mueve por el lugar en su silla de ruedas azul y antes de irme me recuerda que debo orar por ella, que de verdad cree que su Señor pueda sanarla. Venga, ¿unos besitos? – le pregunta Maria José a Sebastián. Y él se agacha hasta que los labios de la señora le rocen la mejilla. Yo me despido de pie frente a ella y no me deja escapar, hace un gesto con su mano y hasta que no me inclino por un besito ella no queda tranquila. Buscamos a Rojelio para despedirnos y con un tono alegre nos pide que volvamos, que ha sido un placer conocernos y le aprieta la mano a Sebastián. “Ahí te vi bien diciendo los números” dice Rojelio cuando nos vamos, y yo me quedo con el recuerdo de un hombre que mientras recita poesía se llena de tristeza. No sé si simplemente lo toca mucho o hay algo de ella que le revive su juventud, pero de repente, como muchos de los ancianos del hogar, sus ojos se colman de lágrimas:

Don Antonio es de los “usuarios” que aun a sus 70 años consume bazuco esporádicamente cuando sale del asilo y no tiene ningún temor de decirlo. Es una chispita, todo el tiempo tiene ánimos y siempre está listo para un chiste, es un hombre que a pesar de su edad es vigoroso. No tiene ningún impedimento para caminar y a simple vista no parece estar enfermo, sin embargo, empezó a sufrir de úlcera varicosa años atrás y no pudo seguir trabajando. Así fue como perdió su independencia y empezó a dormir en la calle con su enfermedad hasta que un amigo lo llevó al hospital del barrio Buenos Aires, allí duró 8 meses viviendo del suero y con un hueco en la pierna. Noticias RCN sonaba en el fondo y se me dificultaba oírlo bien. La mayoría de los ancianos tienen impedimentos físicos para hablar, pero a Antonio con su voz ronca e inentendible más que entenderlo tenía que interpretarlo.

Siempre borracho entraba,

Y esa inocente,

Y siempre altivo el ebrio,

E inmaculada criatura

Y sin motivo, puñetazos,

No tuvo otro bautizo más que el llanto.

Cachetazos le daba a su mujer.

A la siguiente noche a tientas

Dura cadena ató sus corazones,

Por el muro,

Los eslabones de miseria

Hasta la puerta del hogar llegó el padre.

Los unió en el fango de la vida.

Pero esa noche no levantó la mano,

Y por no dormir en noches tenebrosas,

No dijo nada,

Sobre las frías losas,

La respetó el borracho, ya era madre!

Como Antonio hay muchos más ancianos solos en Medellín, que se enferman, los atienden en un hospital y no tienen a dónde ir una vez están sanos, o, por el contrario, sus familias los abandonan en los centros médicos. Otros viven en la calle o en casas donde ya nadie los cuida y por eso pasan a una lista de espera del municipio para ser transferidos a alguno de los 15 asilos que hacen parte de la Red Institucional de la unidad del adulto mayor AMAUTTA.

De ese hombre vil,

Y ella meciendo entre sus brazos

Borracho buscó la compañía.

Al niño que dormía, le dijo:

Ella mal humorada,

Infame, ¡dame la muerte, dame la muerte!

Bello Horizonte es uno de los asilos de la red y aloja a 86 ancianos de los cuales 75 son subsidiados por el municipio, 3 son jubilados y 8 son de caridad. Aquí reciben asistencia espiritual, actividades recreativas, alimentación dirigida por un nutricionista, atención gerontológica y psicológica, terapia ocupacional, atención en salud y enfermería, alojamiento permanente, fisioterapia y guardería. La mayoría de los ancianos viven en cuartos compartidos con otros del mismo sexo. Los cuartos de las mujeres parecen de niñas pequeñas, las camas las visten con ropas moradas y rosadas e incluso una señora tiene una muñeca al lado de su cama. Mientras la señora Claudia Gómez nos mostraba cada lugar de la inmensa casa de tres pisos, un anciano la interrumpió. Con una cara de angustia le pidió un minuto para explicarle su situación: que él no se estaba orinando de gusto, lo que pasaba era

Él displicente, La riña era frecuente, Cuando al entrar el borracho a su casucha

¿Por qué no me pegas? Quién te lo impide ¿El invierno acaso es menos crudo?

De bebidas harto, lleno,

¿Licor ya no venden en las tabernas?

La vieja puerta abría a los empujones.

¿Es que acaso te enmendaste?

Se oían maldiciones, trompadas

¿Borracho como siempre no llegaste?

Y después todo quedaba en silencioso.

Fingió el borracho no oír nada;

Una noche

Dio al hijo una mirada,

En que lentamente caía

Mezcla de estupidez y de cariño

La llovizna como un manto,

Y dijo a la mujer: ¿por qué me ofendes?

Un hijo les nació,

¿No sabes, no comprendes

Un hijo de ambos,

Que si te pego se despierta el niño?


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EL LEGADO PERMANECE

EN LA CALLE Esteban Restrepo M. erestr36@eafit.edu.co

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e niños, la grandísima mayoría de los hombres saben que el dueño de la pelota pone las reglas; que los dos mejores son los capitanes; que el más lento defiende; que el más gordo va de portero; y sobretodo, que sin importar lo que pase en el maravilloso transcurso del juego, se aplica la regla de oro: el último gol, gana.

Medellín. Esta iniciativa está liderada, por Esteban Estrada, un joven visionario apasionado por el fútbol, estudiante de Deportes en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, que reunió 17 equipos conformados por muchachos entre los 17 y los 30 años, con el ánimo de que en las noches, de lunes a sábado, el fútbol reemplace a las drogas.

Los más grandes de la historia de este deporte son cosecha del fútbol informal, del fútbol infantil y divertido, de un fútbol engendrado en la calle. Desde Pelé, que jugaba descalzo por las Calles de Trés Coraçoes, hasta Messi, escoltado por su abuela en los potreros de Rosario, nacieron de un juego de barrio los ídolos máximos de generaciones enteras.

El campo de juego mantiene las dimensiones de la HWC, pero los arcos son las populares banquitas: esas porterías metálicas cuadrangulares con un metro de lado. El torneo, que se juega en el coliseo cubierto del barrio La Frontera, cuya administración está a cargo del INDER y está ubicado junto a La de Polvo, la cancha de arenilla del sector, le da la oportunidad de participar a casi 150 jóvenes de más de 6 barrios.

Hoy, sin importar lo que pasa en el complejísimo mundo del fútbol formal –rodeado de cantidades exorbitantes de dinero e innumerables captaciones mediáticas–, el fútbol callejero, en el seno de los más humildes escenarios, se ha desarrollado y ha visto cómo se crean competencias, iniciativas sociales y nuevos estilos y modalidades de juego, para así convertirse en una vía de escape y en un estilo de vida para muchísimos jóvenes a nivel global. La primera gran iniciativa fue la creación de la Homeless World Cup (HWC) o Copa Mundial de Fútbol Calle en el 2003. Se trata de un torneo de fútbol en el que participan equipos de todo el mundo conformados por hombres que son o fueron, bajo registro, habitantes de la calle. Se juega en equipos de 4 jugadores en un campo de 22x16 metros, con porterías inusuales que miden 4 metros de ancho y 150 centímetros de alto. La competencia se ha disputado en 13 países en América, Oceanía, África y Europa. En el balance general de las trece ediciones el líder es Chile con dos campeonatos, un subcampeonato y un cuarto puesto. También obtuvieron 2 campeonatos Brasil, Italia y Escocia. Este año, entre el 10 y el 16 de Junio, la HWC tomará lugar en Glasgow, Escocia. A pesar de que Colombia nunca haya tenido participación en la Copa Mundial de Fútbol Calle, en el país se han consolidado competencias informales de Fútbol 4 (4 vs 4) como es el caso del Torneo de Integración de la Comuna Nororiental, en

Alrededor del mundo los callejones, las plazas y las unidades deportivas se han convertido en el espacio idóneo para un impresionante derroche de talento en una combinación divertidísima del hombre con el balón. Y es precisamente esa combinación hombre-herramienta, en individual, la que le dio paso a una nueva disciplina futbolística, a una disciplina donde no se marcan goles y nadie corre detrás de la pelota, a una disciplina llamada Freestyle. El Freestyle o Fútbol Estilo Libre combina la calistenia, la gimnasia y el fútbol y se ha considerado más que un deporte, un arte. Este nuevo estilo nació en la segunda parte del siglo veinte en Corea del Sur bajo la influencia de las actuaciones de jugadores como Diego Armando Maradona sobre los dos grandes creadores Mr. Woo y Kang Sung Min. Sin embargo, fue el primero de ellos quien, en la década de los noventa, decidió expandir su creación y viajar por el mundo con una pelota mostrándole este nuevo arte a las nuevas generaciones. El Fútbol Estilo Libre se expandió por todo el mundo gracias a los medios masivos de comunicación, a la internet, a Nike y a Mr. Woo. En 2011 estableció su Federación en en el Reino Unido y más tarde, en 2015, declaró a Ronaldinho como su embajador número uno. En Colombia la historia del Freestyle está marcada por un joven que con tan sólo 20 años logró finalizar segundo en el Tour Mundial, y hoy, dos años después, ya es campeón del mundo en esta disciplina. Sebastián Ortiz, mejor conocido como Boyka

es un paisa que desde sus 14 años se enamoró de las piruetas y las dominadas y decidió hacerse el mejor del mundo. Boyka creció en un hogar familiar junto a su mamá, su tía y dos de sus tíos y, como la mayoría de los niños paisas, se inclinó por el fútbol desde muy niño. Pero a sus catorce años la vida deportiva le dio un vuelco, pues con la influencia de Miguel Ángel Trejos, uno de los pioneros del Freestyle en Colombia, cambió los partidos de los fines de semana por duras jornadas de entrenamiento en busca de nuevos trucos y figuras de fantasía. Sebastián asegura que después de 8 años sigue siendo un apasionado por lo que hace y es por eso que su vida entera y su rutina diaria giran entorno a una pelota. “En la mañana entreno con balón, por la tarde voy al gimnasio y en la noche me pongo al tanto de que es lo que está pasando con mis adversarios o nuevos practicantes en el mundo”. “Con el objetivo claro de llegar a ser el mejor dominando un balón de fútbol, he tenido momentos muy gratificantes, viajes inolvidables

y logros inimaginables” dice Boyka que además de soñar con ser un referente en su disciplina también quiere graduarse como fisioterapeuta y aprender inglés. El actual número uno del mundo confía en el talento de los colombianos y sabe que es un modelo a seguir: “represento a Colombia en la otra cara del Fútbol y así me he convertido en un ejemplo para los jóvenes de mi barrio. En vez de beber, fumar y consumir drogas, llevo un ritmo de vida lleno de buenos hábitos y aprovecho mi tiempo libre en algo sano”. “He conocido el mundo y me he convertido en un deportista de élite gracias al apoyo de mi familia, mis amigos, mis colegas y mis representantes. […] Cuando estoy de viaje a las personas que conozco les enseño a decir ‘Gracias, mompi’.” finaliza Sebastián. Así pues, en Colombia como en el resto del mundo a pesar de los majestuosos estadios, los uniformes de moda, las gramillas perfectas y la fama global, el legado se quedó y se quedará en la calle. Porque el fútbol es de todos y para todos. Sin reglas. Sin reflectores. Una pelota y unos amigos.


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DEL ARRABAL A MEDELLÍN

Ilustración Juan José Rodriguez www.juanjosebianchi.com

Mateo Orrego L.

morrego7@eafit.edu.co

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edellín, la de la eterna primavera, se alzaba papusa sobre el valle de un río que corría al pie de la cordillera central de Los Andes, extensa hasta donde alcanzaba la vista, cálida y gentil. Una ciudad de no más de 60 mil habitantes que era el centro del desarrollo económico, cultural y social del país en aquel entonces. En sus calles convergían personas de toda clase, desde obreros hasta tordos, desde musiqueros hasta ingenieros, desde grasas hasta presidentes. Todo su desarrollo e importancia se dio gracias a una posta máquina de vapor cuyos rieles atravesaban Antioquia. Desde Medellín hasta el río Magdalena, poco más de 100 km, se extendía la vía que hacía de esta ciudad una de las más importantes. Resulta que la construcción de esta ruta de tantas mentas que comenzó en 1874 y tardó casi treinta años, trajo consigo a un sinnúmero de inmigrantes, obreros en su mayoría que venían desde el campo buscando changar para sobrevivir. Junto con ellos llegó una música muy peculiar. En sus tiempos de atorrancia, durante los largos días de trabajo, entre cerveza y guaro, cuando no sonaban esos ritmos atravesados de los bambucos y pasillos que estaban por un lado del acetato, se podía escuchar salir de la vitrola las sentidas melodías de Ponzio y Villoldo, de los Gobbi y Mendizábal, de Greco y Maglio, entre algunas otras, que aunque eran de otra parte, se disfrutaban como si fueran de Medellín. Así, para 1920, discos con firmas como Casa Víctor, Casa Columbia o Brunswick se hicieron bastante famosos junto con títulos como El Choclo, El entrerriano y La Cara de la Luna, pues casi todos en la ciudad habían disfrutado de la belleza de estas músicas o, cuando menos, habían oído estos nombres. Fue así como por alguna razón ajena a la voluntad de los ciudadanos de esta metrópoli, más bien debido a su gusto o a ese subconsciente que guiaba sus actos, que para aquel entonces, el Tango, se había asentado en las personas a lo candombe, como parte de su identidad cultural, agrampando la ciudad, convirtiéndola casi que en un pedacito aparte de la lejana Argentina en cuanto a tangos se trataba. Fue el 10 de Junio del 35, cuando la ciudad ya era bastante conocida, que vino de visita un tal Carlos, muy famoso el hombre por su música y muy querido por todos los que distinguían su nombre, él sí que sabía llegar de lo más paquete a donde fuera que lo invitaran. Durante los 3 días siguientes a su llegada se presentó en el Circo-Teatro España, se escuchó Cuesta Abajo, Tengo Miedo De Tus Ojos, El Carretero, Melodía Del

Arrabal, entre otras de sus obras más apreciadas. Fueron tres días durante los cuales Medellín tenía su raye, pues a esta ciudad de tangos había llegado uno de los más grandes representantes del género: Carlos Gardel. Se fue el 14 de Junio dirigiéndose hacia Bogotá, tristemente se fue para nunca más volver, pues como todos lo recuerdan, murió el 24 de Junio en un trágico accidente de avión cuando regresaba a Medellín. “En Medellín, Gardel nació para la gloria” dice José Augusto Rivera, gestor artístico de la capital antioqueña, más de 50 años después de lo ocurrido, y es que Gardel cambió la historia del tango en la ciudad, o mejor dicho, de la ciudad en sí misma. En la casa del pueblo de San Pedro yació el cadáver de Gardel durante más de 4 meses, hasta que lo movieron a Buenos Aires, una odisea de dos meses que tuvo que pasar ya todo enfria’o. Pero durante el tiempo que estuvo en Medellín, Gardel fue como un santo y la ciudad su eterno lugar de descanso. A partir de su visita y durante un largo tiempo, en el centro de la ciudad, en los barrios de Guayaquil, en los bares y boliches, sólo se oían tangos. Donde era el Bosque de la Independencia se reunían todos aquellos quienes escuchaban tangos y también los que querían aprender a bailarlos, entonces pa’ sacar la chala aparecieron las yiras que enseñaban lo que habían visto en películas de Gardel, en películas de tangos. Eso era la ciudad, tangos, tangos y tangos… Y eso continuó siendo. Por allá en el 60 apareció un argentino, Leonardo Nieto. Su gobierno lo había enviado a representar a su país aquí en Colombia. Cuando llegó se sintió como en casa, pues esas melodías de arrabal siempre presentes en el sur también estaban aquí como un recuerdo de su hogar. Esto lo llevo a crear un gran evento en el que quería dejar a un lado esos fríos acetatos y que la gente de la ciudad viera a un verdadero cantante de tangos, uno que prendiera la milonga y el merengue, como no pasaba hacía años. Así en el 70 surgió el Festival del Tango en Medellín, y no contento con eso, dos años después adornó una casa con cuadros y discos y creó la Casa Gardeliana, dándoles a los medellinenses casi que un santuario en memoria del hombre que había cambiado la ciudad con su música. Bastó eso y la fama de la urbe para que en tan poco tiempo, Medellín llegara a ser “la capital del tango”. Pero la música no siempre es tan buena ni la milonga tan venturosa, porque en la capital del tango también se decían cosas malas del bandoneón y la guitarra. Que esa música es pa’ chupados y pa’ viciosos, que no traía nada bueno, que

no perdiera el tiempo con esas cosas, decían algunos; mientras que otros le decían a sus hijos o a sus nietos: “venga escuche este tanguito conmigo mijo”, eso es una música muy culta. Muchas opiniones habían por esos tiempos y muchas opiniones habrían de permanecer. Aunque la daga hostil o esa otra daga, el tiempo, los perdieron en el fango, hoy, más allá del tiempo y de la aciaga muerte, esos muertos viven en el tango. Y mientras todo permanecía igual en Medellín, más o menos a mediados de los años cincuenta, en Argentina apareció un taita bandeonista, carpetero para eso de la música. Había estudiado en Francia la música clásica, sabía tocar Bach, Beethoven y Schubert. Su nombre era Astor Piazzolla, por cuestiones de la vida, del arte, de la música, llegó al tango, espiantándose de la academia que tan monótona le parecía; pero el tango tampoco lo tenía muy contento, tocaba lo mismo y lo mismo y entonces le dio por crear su propio tango. Que nuevas armonías, que nuevas letras, que nuevas formas, un montón de términos que la gente no entendía, pero que cuando las escuchaban traducidas en los rasgueos de la guitarra y los bajos del piano, ahí sí reconocían el canyengue y se ponían a disfrutar. El “nuevo tango”, eso fue lo que creo Piazzolla, ¡claro! No a todos les gustó, pero eso no impidió que se volviera muy popular. Entonces también llegó a Medellín, se tardó más, pero al final llegó, y curiosamente este “nuevo tango” añapó a esos jóvenes que habían crecido oyendo a Angelis, a Godoy y por supuesto a Gardel, y es que ese tango no era pa’ chupados, pues había que tener mucho cráneo pa’ entenderlo. De esta manera, en la década de los ochenta,

cuando Piazzolla comenzó a sonar con más fuerza, la ciudad otra vez cambió, como hacía 50 años atrás con Gardel, salvando la tradición del tango y avivando la esencia de lo que era, es y será Medellín. Esa ráfaga, el tango, esa diablura, los atareados años desafía; hecho de polvo y tiempo, el hombre dura menos que la liviana melodía. Durante los años venideros, esa tradición que se reavivo en la ciudad se hizo presente con mayor fuerza tanto en jóvenes como en adultos, en hombres como en mujeres, en los ricos como en los pobres. Surgieron cada vez más personas que buscaban algo nuevo para el tango de la ciudad y entonces aparecieron lugares como La Boa, El Málaga, La Gayola, bares y cafés para todos los gustos repartidos por toda la ciudad, donde se escuchaba tango no más; las tangovías y los encuentros realizados en El Patio del Tango, que reunían a muchísima gente, donde se bailaba tango no más; agrupaciones integradas por viejos o por niños, orquestas de tangos, tríos, dúos, que tocaban tangos no más. Las tradiciones que pasaron de generación en generación eran tango, la gente era tango, Medellín se volvió tango. Ya han pasado casi 100 años desde la llegada de esa música a la capital antioqueña, y es innegable que su historia se ha visto marcada por las modificaciones que ha tenido el género. Un género que salió de los salones argentinos en los que tanto disfrutaban bailar hombres con hombres más de un siglo atrás, para atravesar medio continente y reposar en las calles de una acogedora ciudad que adoptó esos sonidos como suyos, haciéndolos parte de su esencia y de su identidad cultural, y que muy seguramente, no los dejará ir jamás.


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¡HUMANOS, LAS MANOS! Natalia Zuluaga S.

nzuluagasalazar@gmail.com

A

“¡ pareció la mano! Y la mano libertó al espíritu; libertó las mandíbulas y creó la sonrisa”, dijo Fernando González en las memorias de un Viaje a Pie que realizó en compañía de Benjamín Correa entre el 21 de diciembre de 1928 y el 18 de enero de 1929. Claro que desde mucho antes la mano había libertado al hombre: siendo instrumento de su evolución. Cada hemisferio del cerebro se encarga de la mano contraria. Así el hombre calculador y rígido ha sido agente de masacres o de grandes construcciones concebidas en su mente pero también en su mano derecha. El hombre amante y creativo ha festejado con copas sujetas a su mano izquierda. Y aún así ambos pueden manipular con la otra mano: el diestro con la izquierda y el siniestro con la derecha.

“¡La mano! ¡Qué universo tan inmenso de consecuencias fue el invento de la mano! El hacha, el gancho, el cuchillo, el bastón, la palanca…, todo es una prolongación de la mano”, continuó diciendo Fernando González mientras caminaba por el occidente colombiano desde Envigado.

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“Llegan cuerdas y salen locas”.

Estas manos, y estas cuerdas, pertenecen a un hombre que ha dedicado los últimos tres años de su vida a satisfacer deseos sexuales. Gozo Vital, como lo conocen quienes están cerca del teatro erótico, de la escena bondage de Medellín, es un tipo grande, de músculos y piel que te dicen cuántos años tiene, pero que también te dicen cuánto más aguanta. El Bondage, como técnica erótica que manipula e inmoviliza el cuerpo del sometido, es un arte que a Gozo le ha dado cientos de historias para contar. Tan solo sus manos han pasado por el Gozo de 20 años que se escapaba de la casa bajando por una cuerda desde el balcón, por el trabajo del rescatista y ahora por el gozo de generar placer sexual.

Estas manos pertenecen a Don Humberto. Pero más allá de eso, pertenecen a La Pana, nombre que le han dado sus habitantes a la Panadería Estefany’s, ubicada en el municipio de Envigado. 31 años tiene La Pana y 31 años lleva Don Humberto haciendo unos buñuelos que le recuerdan a uno como a la novena del 24 de diciembre, cuando todavía están calientes porque acaban de flotar en el aceite. Claro que estas manos también hacen pandequesos, almojábanas, pastelitos; pero sobre todo hacen memoria. Recuerdan, al tocar la masa, que en 1992 llegaron a La Pana después de estar limipando latas en Versalles. Las manos de Don Humberto, mientras amasan y hacen memoria de la historia que consigo lleva La Pana, agradecen a los comensales con el desayuno, la media mañana, el alguito o el antojo, el estar allí haciendo que la panadería exista aún después de haber tenido que sufrir el maltrato de la época de los 90 y la ola saludable de la época actual.

Estas manos, y las palabras que escriben, pertenecen a Pancracio Billotino, apodo que este niño de 12 años escogió para realizar una actividad que pretendía describir palabras cercanas a la paz desde ojos que tan solo han vivido 12 o 13 años, pero que han tenido que sufrir en su propio barrio la violencia urbana de una ciudad convulsionada como la nuestra. Pancracio afirma que la justicia es “la forma de expresar la igualdad” y, mientras conversa con sus demás compañeros del colegio Jesús Amigo, ubicado en el barrio Doce de Octubre, escribe tímido, como esperando que nadie lo vea, que nadie lo lea: “diversidad significa variedad. Sea de personalidad, amigos, cosas, etc. Y es importante respetar esto porque nos separa de los demás en


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Estas manos, y el mugre que las cubre, son el resultado de más de 20 años de trabajo de Camilo en Full Aires. Este taller, especializado ahora en la instalación y reparación de aire acondicionado, está ubicado en la calle San Juan y ha sido testigo del crecimiento de Camilo y su familia. El dueño del negocio, su padre, ha transformado a Full Aires en su estilo de vida, incluso convirtiéndolo en el lugar en donde muchas veces ha vivido por largo tiempo. La vida de Camilo está atravesada por el crecimiento de este negocio familiar y sus manos, con el tiempo, han adquirido la habilidad para conocer y poder manosear con confianza toda clase de automóviles. Las manos de Camilo son apenas un par de las 20 que a diario desembalan a una mujer o a un hombre de problemas con sus carros.

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LOS CANTOS

DEL CIENCIOLÓGO Sofía Pérez

mgutie54@eafit.edu.co

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“ o primero que vamos a hacer es quitarnos los prejuicios. Todos”. Dice Julio Ernesto Estrada mientras señala un cuadro de la virgen de Guadalupe. “La cienciología no es una secta, yo no voy a saludarlas acá con rituales extraños, ni vamos a adorar cosas raras. Y ahora sí, a lo que vinimos”. Se frota las manos y empieza a caminar hacia una mesa en el balcón. Su estudio de grabación, donde nos encontramos, se encuentra cerca a la Calle 70, en el último piso de un edificio residencial. Es un salón sencillo, de paredes blancas, dos cuartos insonorizados y un balcón que da de frente a la despedida del sol. Fruko, como lo conoce la mayoría es un hombre imponente, grande y de presencia amable. Sonríe, mucho. Tiene 65 años, pero se mueve con gracia, como si su mente perteneciera a un joven. “Al fin y al cabo, yo soy católico, pero soy cienciólogo. La cienciología me brinda las herramientas para poder tener los elementos”. Su voz es grave, con ritmo. Cada pocos segundos se detiene a pensar, como si estuviera sopesando lo que está a punto de decir. “Cienciología: saber como saber. Yo tengo esas herramientas para poder desarrollar un proceso de supervivencia”. Llegó a la cienciología por naturaleza. Un día, hace 38 años le dio un infarto y este, en vez de llevarse su mente para siempre, la cambió. “Yo llegué a ver el túnel. Es una cosa impresionante. Que fuera pa’ allá y yo no no, dejemen aquí. Le prometí al señor que me iba a

Llegó a la cienciología por naturaleza. Un día, hace 38 años le dio un infarto y este, en vez de llevarse su mente para siempre, la cambió. quedar acá, juicioso, y Él me dejó. Hasta el día de hoy me mantengo con una salud muy buena. Ya saqué Visa, soy bisabuelo”. Su entrada a una iglesia no implicó la salida de otra, pues según él, la cienciología es una forma de ver la vida, no una religión como tal. “Fui bautizado en la iglesia católica de América, y nunca cambié a otras religiones”, gesticula con sus manos, enfatizando mientras su peluca baila sobre su cabeza. “Me parece que hay otras religiones que tratan de llenar un vacío, entonces vienen y entran y se aprovechan con la palabrería hipnótica. Nos cambian, pero nosotros, aquí, ya no vamos a cambiar”. La iglesia de la cienciología fue fundada en diciembre de 1953 en Cadmen, New Jersey, por el escritor de ciencia ficción L. Ron Hubbard. Es, según las descripciones oficiales de su sede en Bogotá, “una religión que ofrece una ruta precisa que conduce a una completa y certera comprensión de la verdadera naturaleza espiritual de cada uno, de la relación de uno consigo mismo, con la familia, los grupos, la humanidad, todas las formas de vida, el universo material, el universo espiritual y con el Ser Supremo”. En cada ciudad grande del mundo hay, por lo menos, una

sede se cienciología. En Medellín, solamente, ya hay más de 5.000 cienciólogos. Sin embargo, ha sido catalogada por muchos como una secta o, incluso, una empresa, más que como una religión. Cuando habla, salta en el tiempo. Por momentos pierde el hilo de la historia y salta, de un momento a otro, 20 años más adelante en la historia de su vida. Alrededor de 1976, Fruko llegó a Manhattan. Allí, en la 54 con Brodway hay una sede de cienciología. “Estaban invitando a ver. Yo ya había leído Dianética, de L. Ron Hubbard, por lo que me metí para allá y empecé a escuchar cosas muy interesantes, coherentes. Ahí me quedó sonando el asunto”. Los días pasaron y su vida siguió como si nada. Su música creció y él se mudó a Los Ángeles, California. Allí permaneció de 1980 al 2000. “Allá estaban repartiendo unas invitaciones, yo tomé una y me metí a una conferencia y empecé a estudiar unos libros para poder tener el conocimiento”. Habla, gesticula y empieza a cantar de un momento a otro. Mientras cuenta su historia, se distrae, entona frases y pedazos de canciones antes de retomar el hilo de la conversación. “Me hicieron unas pruebas y me dijeron: No, usted no puede estar allá con los ordinarios, usted

viene para acá para el centro de celebridades. Ahí estaban John Travolta, Tom Cruise y otros artistas que en su dimensión son personas muy inteligentes. Todo allí es muy fidedigno. Además, me encontré todos esos artistas… y yo era otro”. Lo denominaron celebridad. Estudió, hizo cursos, pasó el tiempo y alcanzó el rango Clear en la cienciología. En la iglesia existe una terapia, la auditoría, procedimiento mediante el cual una persona es confrontada a un auditor que ‘aclara su mente’. Es decir, Fruko está capacitado como auditor. “A través de la terapia, auditación, el auditor le saca al paciente de la mente todas las telarañas; sin droga y sin hipnosis lo pone a funcionar de nuevo. No es acto de magia, es acto de inteligencia”. Fruko, además de cienciólogo es uno de los mayores exponentes de la salsa de América latina en el mundo. Por eso, según él, su música, como medio de comunicación acarrea una enorme responsabilidad. “Mis canciones las elijo bien para que no causen daño mental. Para que no hablen de desesperanza ni frustración. Cuando tocamos, es felicidad.”, dice y comienza a cantar: “sonriente, viene rosario...tun, tun, tun, tudut… por los charcos de un lugar… padabadabata…”


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CARLOS F R A M B :

PROFETA DEL REGRESO A CASA Jhon Agudelo G.

jhona45@hotmail.com

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ecuerdo que alguna vez leí en un texto de Tatarkiewicz que en la antigua Grecia consideraban arte lo que para nosotros hoy es artesanía. Estaba, sin embargo, por encima de esta consideración la figura del poeta. Para ellos era un profeta: quien al nombrar, crea; al proyectar, augura. De allí proviene quizás esa reputación mística del poeta en la cultura occidental. Aunque pocas editoriales se atrevan a publicarlos, aunque pocas personas se decidan a comprar sus libros, los poetas son respetados. Hay casi que un consenso en cuanto a su valor en la sociedad. Basta que cualquier cristiano se ocupe en desmembrar su prosa para que alcance el reconocimiento de su entorno afectivo. Basta que cualquier desentendido de la tradición poética procure innovar con versos alejandrinos para que una tía orgullosa le pida que declame sus poesías ante sobrinos y abuelos.

jóvenes interesantes, intelectual o físicamente. Diría que sus pasiones son los libros y los jóvenes. Le place abrir páginas y piernas densas.

Numerosas burlas se han creado con la intención de ridiculizar el hecho de que en Medellín (y me aventuraría a decir que en todo el Valle de Aburrá) abunden los poetas. Se eleva el rumor desde cualquier cafetín de que aquí hay muchos poetas pero poquita poesía. Lo que se cuestiona entonces es el parámetro endeble con el que se otorga el epíteto. Ante lo cual no hay, no obstante, un riguroso método que atribuya objetiva y justamente esta investidura. Algo que, en mi opinión, no debe preocuparnos. Es preferible que pululen las personas con delirio de grandeza intelectual y no aquellas que pretenden figurar imponiendo el terror.

He estudiado literatura. Y entre lecturas académicas he formado una convicción: hay que separar al artista de su obra. Pero con Carlos no he podido. Él hace parte de su obra, como un largo performance que no ha llegado a su fin, aunque él mismo, autor y obra, lo augura: mientras compartimos un experimental licor de cannabis, lima los detalles de su acto final; el que recibe la botella es Luis, artista plástico, hábil esculpiendo con metales. Hablan de una chaqueta de hierro, de una barca, de somníferos, de un libro que permanezca en la memoria como un deslumbramiento, de aquella hermosa imagen que emula la fundamental nada: el mar abierto.

Esto sin embargo no resta que sea gratificante encontrar, una noche cualquiera, en un parque particular, a un verdadero poeta. Carlos Framb es su nombre. Y para conocerlo basta pasearse apenas caiga el sol por el Parque del Periodista. O emboscarlo en la tarde entre los estantes de las bibliotecas del centro. Suele estar acompañado de

Su voz es un canto, aunque es malo para la música — al menos eso dice. Pero no hay que creerle: sus poemas son sonatas que revelan la armonía del universo. “Cuántas distancias esculpiéndonos los pies, inventándonos caminos, dejando a la abrasión del tiempo decantarnos un perfil”, dice el poeta, frente a la licorera de Sebas, inmerso en una pausa que se opone al paso de buses ruidosos y afanados transeúntes. Al frente, del otro lado de la calle, su amado parque, lugar en el que confluyen vida y muerte, improvisado ágora en el que sin ningún tabú habla de muerte voluntaria.

Porque Framb es poeta en el sentido antiguo: defensor de la vida digna, profeta de la muerte propia. Ha descendido, cual Zaratustra, de las montañas de Sonsón a las calles del centro a compartir su prédica. Panorama de la vida que intercala con declamaciones a pura memoria de sus poemas favoritos.

Ilustración Daniela López daniwill9@yahoo.com

Reiteradamente recurre a Borges. Inicia uno de sus poemas y se desliza hasta el último morfema. Su memoria es prodigiosa. Es en este sentido, al igual que el poeta de otrora, hábitat de la memoria. Puede, sin ningún problema, recitar de principio a fin sus textos en prosa, sus dos novelas, con la misma habilidad que después de tragos y trabas recuerda el camino a su modesta finca. Dice un verso de Paul Celan que la poesía es una especie de regreso a casa. Vive en medio de la nada, bajo el imponente cosmos, rememorando la anécdota que marcó su vida: aquel sorpresivo cruce de cartas con su referente, Carl Sagan. Conserva con especial cariño el corto pero personal mensaje que le envió de vuelta. Su casa en el campo no tiene puertas ni ventanas, pues, como él dice: Nada pueden robarme. ¿Qué se le puede robar a un ser que ha trascendido? Es muy conocido el episodio que lo lanzó a la vitrina pública. Acto marcado por el desprendimiento. Todo hace suponer que su hermano lo encontró en el momento justo. Pero dado que es un poeta, que sus días son versos y sus actos metáforas, cabe sospechar que se haya ido, que el Carlos que

encontramos en las calles de Medellín sea una versión literaria del que fue carne y hueso. Algo que, al conocerlo a fondo, se presenta muy factible. Suele ser jovial, incluyente con quien lo aborda, ingenioso constructor de elipsis: varias preguntas con las que he intentado explorar sus más penosos secretos me han sido respondidas con un jocoso “si te lo contara, tendría que matarte”. Toda su vida está marcada por la muerte. Pero la muerte en un sentido positivo. Las experiencias con ella lo han llevado al punto de considerarla su caprichosa amiga. Habla de ella como Cioran hablaba del suicidio. Sin esa idea presente, es muy probable que — como advertía el rumano—, hace rato se hubiese matado. Pero, en lugar de esto, vive al límite. Reta la muerte, la provoca, juega con ella, la agrede con la ingenuidad del que en el fondo quisiera ser su amante. No es raro que nos haya encargado la botella y se haya ido tras los bíceps del brusco joven que toda la noche le picó el ojo. Muy posible es que vuelva en un rato a relatar su experiencia sensorial, a contarnos entre risas que le pidió un beso con lengua y tres disparos en el corazón.


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PERIODISMO SIN FILTROS Y PERIODISTAS INFILTRADOS Carlos Mario Correa Soto ccorrea9@eafit.edu.co

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ommasso de Debenedetti, conocido como “el mentiroso profesional”, inventó durante diez años —entre el 2000 y el 2010— unas ochenta entrevistas y otra cifra similar de noticias imaginarias con escritores candidatos y ganadores del Premio Nobel de literatura, dirigentes políticos y líderes religiosos que los periódicos de Europa y de América Latina publicaron o copiaron como verdaderas. Debenedetti, profesor italiano de literatura en la escuela secundaria, al principio lo hizo como un juego y con el tiempo lo convirtió en una cruzada personal: desnudar las debilidades de los medios. Dando entrevistas, cartas y noticias falsas a los periódicos — dice en una entrevista real que le hizo la periodista María Gabriela Méndez para la revista Arcadia de abril del 2013— se dio cuenta de que muy pocos verifican las noticias y las fuentes de información. “Entonces empecé a crear contenidos falsos para mostrar la fragilidad del sistema”, asegura. Incluso los editores y los jefes de redacción de los periódicos, antes que verificar los datos de los artículos que les enviaba Tommasso, le pedían que pusiera a hablar a sus entrevistados famosos de política, religión y economía, y lo “graduaron” de periodista.

Imaginándose por ejemplo la sangre derramada por cientos de personas en hechos violentos en campos y ciudades del país y del exterior…Cuando ni siquiera han visto la sangre de un uñero… testimonios y hechos, así como para infiltrarse en el trabajo de otros periodistas y robarles descaradamente y a la luz del día su información. Como lo hizo recientemente una editora del diario más reconocido de Medellín. Tan conservador para unos asuntos pero tan licencioso para otros…

Ahora hay más medios, más tipos de periodismo y más periodistas, tanto de información como de entretenimiento, y nunca como ahora el periodismo y los periodistas habían recibido tantas críticas y reproches por su trabajo.

Tommasso Debenedetti fue descubierto por los agentes del escritor norteamericano Philip Roth. Pero no ha parado de hacer travesuras: ahora se dedica a usar las redes sociales para seguir probando la debilidad de los medios: por ejemplo ha “matado” a escritores y políticos del mundo, entre ellos varias veces a Fidel Castro y no son pocos los medios que han corrido a anunciar el fallecimiento del líder cubano.

Una de las quejas más reiteradas es por la superficialidad, la carencia de novedad, la imprecisión y la falsedad en los datos, en los nombres de personas y lugares, y en las declaraciones y en las acciones de los personajes de las entrevistas y las historias.

El drama real es que el periodismo hoy está atacado no solo por los mentirosos como Debenedetti sino por la improvisación que desplazó el mando profesional, la imaginación, la creatividad, el orden, la planificación, el buen lenguaje y la edición puntillosa.

En muchos medios, impresos y virtuales, hay como una Patente de Corso, un descuido generalizado que le ha abierto las puertas al fanta–periodismo o periodismo fantasma, donde cada vez sacan más partido personas muy hábiles para inventar fuentes de información,

Llueven las acusaciones a los periodistas y a los medios por su superficialidad, el desorden, de información a medias, incompleta, sin investigación, sin rigor y sin sensibilidad… Antonio Pardo García, notable formador de periodistas en la radio

colombiana, en su libro Un apuesta por el periodismo (2013), destaca que la “función el periodista es trasladar a la sociedad, en lenguaje sencillo, el conocimiento de una hecho o de una persona. Informar. Ayudar a entender lo que sucede. Por lo tanto, debe tener un liderazgo en conocimiento, confianza y respeto”. Es un gran desafío periodístico consiste en convertir acontecimientos o declaraciones en sencillos y atractivos relatos para el conocimiento colectivo, inmediato o posterior como historia, como entrevista, crónica y reportaje. Los relatos, orales o escritos, deben llevar el alma de los hechos y de las épocas… El motor del periodista hoy como ayer no es la tecnología sino la curiosidad. Pero ahora el empirismo en la profesión está fuera de lugar y es necesaria una preparación muy completa que revista de sólidos conocimientos la indispensable curiosidad… Pero es muy difícil ser curiosos encerrados en las salas de redacción y conectados a Internet todo el tiempo como periodistas de mesa. El detonante de la curiosidad es el contacto con la gente en los lugares cotidianos de trabajo, de estudio, de tránsito, de creación artística, de práctica deportiva y recreativa, recogimiento familiar, de convivencia social.

Entonces, a mi modo de ver, el primer filtro que tendría que superar un trabajo periodístico debería ser del contacto del periodista con los personajes de los que informa y a partir del cual crea sus historias. Un contacto comprobable, patrocinado, verificado y bien aprovechado. Supervisado por editores talentosos y estrictos. Encerrados en las redacciones — supeditados a la máquina Internet y bajo la pesadilla del aire acondicionado— infiltrados en las redes sociales, en las páginas de libros, de periódicos, blogs y en piezas audiovisuales; infiltrados en reportajes ajenos tomando datos y declaraciones, haciendo y rehaciendo versiones e imaginándose acciones, muchos medios y periodistas insertados en esta dinámica de producción de contenidos lo que están haciendo es ficción…Imaginándose el mundo de la gente…Imaginándose por ejemplo la sangre derramada por cientos de personas en hechos violentos en campos y ciudades del país y del exterior… Cuando ni siquiera han visto la sangre de un uñero… Llevar las noticias, antes que al editor como verificador de datos, a la peluquería para emperifollarla, perfumarla y vestirla para la ocasión con olores y trajes de fantasía Falsos positivos en el periodismo de noticias y de reportajes. Así los he


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llamado y mostrado en mis clases. Errores inexcusables que cometen los periodistas en su desempeño todos los días en su loco afán. Pero no todos errores derivados de una deficiente preparación profesional, o por indolencia y falta de mística o por un carácter delictivo. Casi siempre presionados y coartados por la enorme improvisación y confusión de los sistemas periodísticos que en este momento tienen muchos de los medios en los que están comenzando a trabajar. Entre ellos el sistema de crecer que se puede hacer periodismo de noticias y de historias verídicas y útiles dándoles la espalda a las personas. En nuestros periódicos —y por extensión en todos los medios de carácter informativo— los nuevos reporteros deberían recibir una primera e importante lección que quizás no puedan conseguir siempre de sus profesores en el tablero de la clase universitaria: a los periodistas —“Esas moscas de la carne”, como los llamó Tom Wolfe — en general nadie los está esperando casi en ninguna parte para darles información. El periodista es quien debe acercarse a la gente y a su mundo; es quien debe tomar contacto, sumergirse en el mundo de los demás y desde allí dar cuenta de su complejidad. Ese contacto del periodista con las fuentes testimoniales de información es único e intransferible; define en gran parte su supervivencia profesional y laboral. Es una ocasión en la cual se mezclan toda suerte de sensaciones: miedo, prevención, predisposición, prejuicio, preocupación…Si el periodista no las enfrenta por sí mismo le será muy difícil llegar a un nivel de madurez que le permita alcanzar mejores oportunidades.

Y, como mínimo, la oportunidad para que nuestros periodistas y nuestro periodismo de cada día vuelvan a conjugar los verbos preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar, antes de correr a contar…; que “son los verbos capitales de la profesión más arriesgada y más apasionante del mundo”, en palabras de Tomás Eloy Martínez (1934-2010), otro de los maestros que quiero mencionarles para apoyar mi convicción de que sin oficio no hay talento que valga. Sobre todo en el periodismo, una actividad — entre todas las del comunicador social— de notable exigencia vocacional e intelectual en la cual la práctica, la constancia y la disciplina hacen no solamente al maestro sino, especialmente, a sus alumnos. En un artículo titulado “El infiltrado”, publicado en El País de España del pasado 12 de febrero, el escritor mexicano Juan Villoro se pregunta si: ¿Es lícito que unos periodistas mueran por hacer su trabajo y otros se apropien de su información? La pregunta de Villoro viene al caso del último libro del periodista italiano Roberto Saviano titulado Cero Cero Cero (2014) en el que se ocupa del mercado mundial de cocaína y en el que ofrece un impresionante cúmulo de datos sobre el crimen organizado. Ciertos pasajes, que de por sí parecían poco creíbles, han sido puestos en entredicho por investigaciones posteriores. Engrandece Por ejemplo, en su número de febrero, la revista Nexos en México publica un contundente ensayo del periodista estadounidense Michael Moynihan sobre los plagios del autor italiano. Algunas

de sus “informaciones exclusivas” provienen de Wikipedia y muchas de sus “entrevistas” son recreaciones de textos ajenos. Su información coincide asombrosamente con lo que el periodista mexicano José Luis Castillejos escribió para la agencia Notimex. ¿Cómo justifica Saviano los pasajes que parecen venir de otros colegas? Entrevistado por Moynihan, recurre a la previsible evasiva de que los textos se asemejan porque se basan en los mismos datos. “Usar información ajena es perfectamente válido, siempre y cuando se reconozca”, indica Villoro. Villoro refiere que conoció 54 páginas que Saviano presentó a diversas editoriales en el otoño de 2012 para vender su libro. Ahí asegura que el contenido de su trabajo es “absolutamente verdadero”, producto de “indagaciones, entrevistas y grabaciones telefónicas”. Pero no, concluye Villoro. Saviano se apropió de la información que otros periodistas mexicanos reportearon y publicaron en medios locales. En medios locales como el periódico El Sol de Orizaba, en el estado de Veracruz, donde por su trabajo han sido asesinados más de 15 periodistas en año recientes, entre ellos Anabel Flores Salazar, hace pocos meses. ¿Es lícito que unos mueran y otros se apropien de la información? Pregunta en su artículo Juan Villoro. No responde allí mismo. Pero dice que “Saviano no se infiltró en las redes del poder — como lo hizo utilizando el método del periodismo encubierto para investigar las historias de su libro más

CLARINEAFIT Solistas: Mariano Rey (Argentina) -Clarinete Javier Asdrubal (Colombia) - Clarinete Cuarteto de Saxofones Caovva Bailarina: Ana Isabel Lopera Contemplación y Danza Astor Piazzolla Allegro Tangible Astor Piazzolla Historia del Tango Astor Piazzolla SaxomanÍa Aldemaro Romero Jueves 15 de junio, 8:00 pm. Auditorio Fundadores

15 famoso, Gomorra (2007) —.Ahora lo que también hizo fue que se infiltró en reportajes ajenos; reportajes de valientes periodistas mexicanos. En enero cuando una avivada lectora de El Colombiano descubrió que una periodista y editora internacional se infiltraba en las entrevistas de varios de sus colegas de periódicos como el New York Times…, las traducía con descarada fidelidad y las firma como de ella…sin moverse de su escritorio… No sé a ustedes. Pero a mí me dio pena por ella y por su periódico, y vergüenza ajena a la vez… ¿Estos son los periodistas que se están formando y están formando a otros en la universidad? Muchos se preguntaron en las redes sociales. En la Universidad buscamos periodistas militantes del periodismo de inmersión, con tiempo para dedicarse a su trabajo de reporteros, para zambullirse en el espacio y en la vida de las personas sobre las que van a contar sus historias y noticias; que ese esfuercen por estar cerca dela gente, por sentirla, por conocerla y comprenderla. Para no decir mentiras. Para contribuir a que nuestros medios no nos digan tantas falsedades. Como periodistas y profesores queremos que nuestros estudiantes tengan en cuenta el “mandamiento del buen periodista” del Chicago Tribune: “Si tu madre te dice que te ama, verifícalo”; y además que puedan comprobar cómo “de cerca nadie es normal”, según escribió el cantautor brasileño Caetano Velosa.


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LUEGO EL SIGUIENTE

Paulina Echavarría G pechava2@eafit.edu.co

Fotografía Paulina Echavarría G @Paulina.egg

Caminar, poner un pie delante del otro y luego el siguiente. Respirar. Hacer el juego de los pies y luego volver a respirar. Las líneas del piso no son tan importantes después de todo y el juego no está en si pisarlas o no sino en hacer el truco con los pies; uno adelante y luego el siguiente. El calor del pavimento es agobiante y hostiga como esos merengones de carretera del oriente: se cuela en la garganta y cuesta un gran trabajo tomar cualquier bocanada de aire. Pero lo importante no era el calor sino el movimiento: uno adelante y luego el siguiente. Algunas veces hay que levantar la vista para cruzar la calle o porque una palmera en un balcón mancha la fachada con sus pinceladas verdes. Las paredes de una casa llenas de colores son vecinas de unos edificios modernos y con fachadas de vidrio, los empapelados lindan con los grafitis aquí y allá. Los tonos, las texturas y las formas parecen hacer una inmensa colcha de retazos que está cortada, como por azar, con unas medidas precisas y asimétricas. Así se camina: uno y luego el otro. Las tijeras que trazaron esta ciudad tajaron a voluntad historias, calles y casas y dejaron un montón de cosas unidas por delicados hilos. Algunas veces el alivio de los hilos se ve cuando una casa se une a otra y parecieran cantar la misma canción. Luego, en otros retazos, el anhelo insaciable de mantener las cosas unidas pone a los hilitos en una tensión casi a punto de desgarrarlos. Y nos aferramos a ese deseo de no sentirnos solos o cambiantes, a no dejar que esa historia –delicada como un hilo- deje de contarse: como si al desgarrarse un poquito de olvido nos invadiera. Pero seguimos caminando. Y halamos de él esperando traer cerca cualquier cosa: todo menos la soledad. Y luego el truco de los pies, uno adelante y luego el siguiente.


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DE MINA EN VIDA Manuela Gutiérrez V. mgutie54@eafit.edu.co

Briceño, Antioquia 28 de Febrero de 2016 “Ese día tenía claro que debía caminar con cuidado y con el machete abría el camino para prevenirme de algo, puse el pie izquierdo y ¡¡bum!! voló todo lejos. No sé dónde quedó el fusil, solo veía esquirlas, tornillos y mi vida pasar en cámara lenta. Sentía impotencia, dolor, náuseas, ganas de morir y desespero en todo mi cuerpo. Yo era consciente de todo lo que estaba pasando en ese momento. Mis dos compañeros estaban alejados de mí, a no más de 30 pasos, ellos salieron ilesos. Corrieron a ayudarme, me montaron en una camilla y como estábamos lejos del pueblo se tardó un poco la ambulancia. Llegamos al puesto de salud y supe que había perdido mi pierna izquierda”. El 28 de Febrero de 2016, la vida del soldado regular Maldonado Álzate cambió por completo. Era un día de militancia normal, pero algo lo hacía presentir que no debía caminar por aquel potrero del que, las personas de la zona le habían advirtieron con anterioridad. Llevaba apenas un año prestando servicio militar y con frecuencia pensaba en volver a su casa, conseguir su libreta y acomodarse a un trabajo. Tenía puesto el uniforme y unas botas de caucho, con fusil en mano, unos cuantos víveres en su espalda, y el miedo que lo acompañaba a diario. Con 21 años recién cumplidos, Jonathan entró al ejército Nacional de Colombia, no por voluntad propia ni por negligencia de su familia. La ley lo dice así. Con otros proyectos de vida, la obligación de conseguir su libreta militar se atravesó en el camino, pues nació en el país donde, mal que bien, hacer parte de la guerra es un deber como ciudadano. La realidad que lo cobijó antes del ejército estuvo marcada por la adicción a las drogas y la necesidad de trabajar desde los 15 años para ayudar en su casa y desde entonces no estudió. Después de perder su pierna izquierda, el soldado Maldonado entró a la cifra de los miles de jóvenes que han sido víctimas de un conflicto de décadas, pero que han sufrido las repercusiones del mismo. La dirección contra minas de la Presidencia de la República, ha reportado en los últimos diez años un registro de 2.185 accidentes, los que dejaron como

consecuencia 4.051 víctimas. De estas, 1.549 fueron civiles, es decir el 38%, y 2.505 militares, el 62%. Muy por encima de otros países como Camboya y Afganistán. Los días en Briseño fueron desoladores, Jonathan relata: “El tiempo de descanso era mínimo, en realidad no dormíamos más de 3 horas. Todo el día uno vive tensionado y cree que ya vienen a atacarlo, hay que estar precavido. Tienes un fusil en la mano y por eso sientes poder sobre otros […] La vida es diferente, vives en una guerra donde pierdes el cabal de tus acciones. Son días enteros viendo el mismo paisaje, pasando frío y lo más duro es la soledad y la lejanía. Las noches se hacen eternas”. La vida es diferente allí, incluso los hombres del ejército Nacional son protegidos bajo otra jurisdicción, pues el sentido de la razón y de la vida puede perderse por completo. Es un panorama diferente, una realidad desconocida para quienes viven la guerra desde afuera. Jonathan inspira tranquilidad y seguridad cuando habla, piensa en un futuro lleno de metas y no le teme a los retos nuevos que se crucen en su camino. “Ahora quiero salir y seguir con mis proyectos. Me gusta la música, y espero hacer grandes cosas. Veo la vida de otra manera, la valoro más y sé que estoy vivo por algo”. Según cuenta, estará protegido por el Estado, pues este le proporcionará una pensión durante toda su vida. En este momento está establecido en el hospital de la Cuarta Brigada, cuenta con las condiciones necesarias para rehacer la vida de las víctimas de minas antipersonas. En el barrio los colores de Medellín está ubicada la cuarta Brigada y al lado está el Hospital militar. Para entrar es necesario un permiso o con alguna invitación, sus instalaciones son modernas y los colores claros de su infraestructura muestran tranquilidad. Pese a las historias que alberga, tiene un ambiente agradable y sereno. Ésta zona es arborizada lo que genera una sensación fresca. Colombia es el único país en

América Latina y uno de los cuantos en el mundo donde se continúan sembrando minas antipersona. Esta práctica tomada casi de una historia de terror, se hace con el objetivo de delimitar el territorio y generar miedo a sus oponentes o a los campesinos dueños de las tierras. La creación de minas antipersonas radica en dejar secuelas en las víctimas (físicas y mentales) y representa un proceso arduo y extenso de recuperación, de gasto por parte del Estado y, por supuesto, el abatimiento de su oponente. Antes de este suceso Jonathan era un colombiano como muchos tantos que son indiferentes al conflicto, no entendía su origen y no iba más allá de la realidad misma de su familia y su barrio. Una de las consecuencias de este accidente fue cambiar esa perspectiva alejada y desinteresada pues relata historias en las que conoció guerrilleros, paramilitares y otros soldados. “Muchos de ellos no saben el origen del conflicto ¿por qué lo hacen? Así los obligó su condición”. La mayoría de los jóvenes actores del conflicto no tuvieron otra opción, pues las amenazas y la vida en medio de enfrentamientos es diferente a lo imaginado. “Es una guerra que no tiene sentido, somos cabezas inocentes las que rodamos y somos Colombianos matándonos unos a otros. ¿Lo de las minas? No tengo rencor, porque ahora lo veo de otra manera”. La mina que atacó a Maldonado Álzate era pequeña, una botella casera con residuos, esquirlas, y un terrible olor a excremento. Esto es uno de los puntos más escabrosos sobre las minas antipersona, su creación casera e infecciosa, además de la parte explosiva. Una mina está constituida, como lo propone Como es propuesto por la Escuela Colombiana de Ingeniería :“básicamente de un Sistema de iniciación, un cuerpo de plástico (mina mariposa: PFM-1), madera (PMD-6) o metal, y de un carga explosiva”. “Quisiera llorar y desahogarme, haber tenido libertad en decidir si

quería ir a la guerra. Luego tomo aire y entiendo la importancia de aprender de lo ocurrido. Soy fuerte y tengo apoyo” La rutina cambió, se levanta, va a terapia a las 9:00 a.m, desayuna y se dedica a su pasión, la música. En las tardes hay actividades dentro del centro de recuperación para que cambien un poco de ambiente,y así es el ritmo de sus días hasta que culmine el servicio que aún no termina de pagar. Según relata, el servicio militar es equivalente a los años que estuvo remiso, en su caso 2 años, independiente de los accidentes que haya sufrido dentro del mismo. Tras varias décadas de conflicto armado en Colombia, esta situación se ha convertido en una de las prácticas de mayor gravedad. Es un drama humano que interfiere en todo tipo de ámbitos. Es un costo alto para el país la desactivación de las minas, sumando la protección de las mismas víctimas. De acuerdo al Observatorio de Minas de la Vicepresidencia (OMV): “cada sobreviviente le cuesta al Gobierno 250 millones de pesos lo que significa que, por cuenta de la guerra, el país ha perdido medio punto del PIB en rehabilitación de las víctimas de las minas antipersonal”. Hay que imaginar que con ese 0.5 del PIB podrían alimentarse miles de niños que a diario sufren desnutrición, incluso financiar los proyectos de infraestructura del país o poder prestar atención médica a un elevado número de ciudadanos que mueren por falta de recursos día a día. Desde el Estado debe hacerse un esfuerzo enorme para abordar y detener esta práctica violenta, pues acaba con la vida de inocentes a diario en el país. Además surge la pregunta por el servicio militar obligatorio, pues al igual que Jonathan miles de ciudadanos deben cargar un fusil en sus manos para la protección de la ciudadanía. Sigue siendo una guerra perdida, una guerra entre inocentes que desconocen ideales y verdades, donde el más débil muere a manos de quien algún día también morirá a manos de esta tan dolorosa realidad.


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Redacción Nexos

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MICROCUENTOS

edicionnexos@gmail.com

“Cuando un cuento es bueno, es cuando ha retratado bien la vida. Si retrata bien la vida y la vida es triste, pues el cuento será triste también” deja claro Augusto Monterroso, maestro del microrrelato.

En el marco de la celebración del Día del Idioma y el quinto aniversario del Semillero de Análisis del Lenguaje,

se realizó en Eafit, con el apoyo del Centro de Estudios en Lectura y Escritura (CELEE) y el Departamento de Humanidades, el taller de microcuento dirigido por los profesores Jorge Iván Agudelo y Mónica Gil. El taller fue abierto al público y contó con la participación de 45 personas. De igual forma, la Maestría de Escrituras Creativas, bajo la direción de Camilo Suárez quiso vincular su programa de posgrado al taller, apoyando el evento. A continuación presentamos los cuatro microrrelatos mejor logrados en la actividad.

Mientras ella no esperaba, esperaba. Murió. Marisol Martínez

Cuando el balón salió de sus pies, el niño sintió que sería el gol de su vida. Vio con claridad el vuelo estéril del portero. Pero nadie se acercó a felicitarlo. La cara de desconsuelo de sus padres lo hizo dudar. Observó el tablero y leyó que el equipo rival se ponía en ventaja. Juan Carlos Diez López

“Qué pereza esta clase, ni sé para qué la dan”, pensó el profesor. Santiago Fiallo

Una pareja cenando una comida insípida en un comedor grande. La sal está en la mitad. Marta Peláez Gaviria


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A SOLAS CON CON GONZALO ARANGO ustedes nos proponen una fe muerta, la resignación, la culpa, el remordimiento, toda una filosofía de la muerte y el pesimismo. no somos culpables. no tenemos remordimientos. nuestros padres gozaron al fabricarnos. nosotros estamos contentos de vivir. el mundo es bello. sabemos que vamos a morir, pero no nos creen más complejos de trascendencia. honramos con orgullo la existencia y su límite. por eso no vamos a llorar ni a suicidarnos a las 4 ni a las 5, ni ahora ni a deshoras. es interesante vivir y es interesante morir. no hagan de la vida y la muerte una desgracia. todo es simple como el huracán y la guerra”. - Manifiesto al Congreso de Escribanos Católicos. Gonzalo Arango. Pedro Juan Vallejo pvallej1@eafit.edu.co

D esde

que miré la portada supuse que iba a engancharme con el libro: el color negro opaco del fondo, el título escrito en letras blancas, la imagen de un Gonzalo Arango que entre la pinza de sus dedos aspira el último pensamiento del cigarrillo… y claro, también el olor a páginas nuevas recorriendo mi nariz. Ahora, después de haber leído Obra negra puedo decir que la curiosidad valió la pena. En sus páginas encontré el pensamiento de ese hombre que muchas veces he escuchado mencionar – especialmente por personas que se creen pontífices de la literaturapero a quien no había tenido la oportunidad de leer con minucia. Tan solo tímidas aproximaciones al ya gastado Medellín a solas contigo o al no menos conocido Carta a un maniquí. Así que ésta lectura fue un tremendo aprendizaje: me encontré con un autor que, más allá de las ínfulas de grandeza que aparecen en algunos escritos como Naditación 14 o del afán de ser el poeta maldito de ésta

sociedad, esconde un pensamiento marcadamente existencialista y una calidad literaria innegable. Y es que voy a ser muy sincero con ustedes: cuando empecé a leer Obra negra me asaltó un sentimiento de disgusto. En esa primera sección llamada La nueva oscuridad, hallé, en la mayoría de los textos, eso que tanto reprocho a algunos escritores: unas ganas estúpidas de autoproclamarse diferentes. Como si no tuvieran claro que la diferencia no se presume, se demuestra. Pero en las siguientes secciones el panorama fue mejorando. Cada vez los textos se volvían menos la excusa del ego y pasaban a ser críticas incisivas, demoledoras, certeras. Lo mejor es que ese impulso crítico que rodea la obra, empezó a justificarse en la misma calidad del texto y no en la figura del autor; cuestionamientos que aparecían bajo la forma de una narración, de una poesía, o incluso, como simples pensamientos vueltos tinta. Pero entonces, ¿cuál es el mensaje que Gonzalo Arango

plasma en Obra negra? Simple: una reivindicación de la libertad del hombre, dejando claro que mientras sigamos ligados a esas cadenas morales –o mejor, moralistas- que nos retienen, nunca podremos asumirnos como seres libres que (se) eligen (en) cada decisión; se trata de una apuesta por la autonomía, por la responsabilidad –en el mejor sentido Sartreano de la palabra. Un mensaje que llega con fuerza en Manifiesto al Congreso de Escribanos Católicos, con crudeza en Una coliflor para el idiota, y con brillantez en El sermón atómico. Sin duda fue una gran experiencia acercarme al pensamiento de Gonzalo Arango. Una persona que negó el típica esquema de: camioneta, misa, trabajo de gerente y finca en Llanogrande, para entregarse de lleno a la escritura, pero especialmente a la vida; un hombre que aplicó con creces la célebre frase de Darío Lemos: “Mi vida es mi obra, lo demás son papelitos”.

Obra negra Gonzalo Arango Medellín, Fondo Editorial Universidad Eafit, 2016.



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