ISSN:2322-74GX | A帽o 27 | Edici贸n 184 | Distribuci贸n gratuita | 14.000 ejemplares | Medell铆n, Junio - Julio de 2014 | www.periodiconexos.com.co
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Sumario En EAFIT
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Punto Crónico
Debate presidencial en EAFIT Valentina Bustamante M.
Encuentros
Política: ¿desciende a la B?
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Valeria Zapata G.
¿Ensombrece el Mundial Brasil 2014 el clima político en Colombia?
En el corazón de Prado Centro, un inquilinato delata la descomposición de la ciudad. Cada noche, Casa Vieja es hogar fugaz de vendedores informales, prostitutas, obreros y artistas de la calle.
Armónicos de una negra Danielle Navarro B.
Teresita Gómez habla en esta ocasión de su perspectiva del arte, la música y la fama con la potestad que le confiere su experiencia.
Foto-Reportaje
Actualidad
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Maria Camila Cardona A.
El pasado 24 de abril se llevó a cabo el debate previo a elecciones entre los candidatos del Partido Conservador, el Polo Democrático Alternativo y el Centro Democrático. El evento abrió un espacio a los argumentos, contra argumentos y por supuesto, al reflejo de las “hinchadas” políticas en la audiencia.
Opinión
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Casa Vieja, hogar de muchos mundos
Brasil 2014: más que un juego de pelota David E. Santos G.
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Más allá de un evento deportivo, el Mundial Brasil 2014 abre un espacio donde se juega el triunfo, o la derrota, de la economía y la política en el emergente territorio suramericano.
Delicias de papel Natalia Zuluaga S.
Dice Emily Dickson que “para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”. Dicho esto, no hay entonces mejor parada, para emprender el viaje, que una buena librería.
Letras
Cultura
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“Gabo”, el hijo del mundo
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Salir a cazar un león
Sergio Alzate
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La muerte de Gabriel García Márquez dio paso a opiniones de todo tipo. El Nobel que se fue no era solamente uno más de los hijos de esta nación. Era, además, el hijo del mundo. Carlos Mario Correa S.
“García Márquez (1927-2014), ahora no hay duda, atrapó a su león interior escribiendo Cien años de soledad, El otoño del patriarca o El coronel no tiene quién le escriba; y a su león exterior escribiendo cuatro mil páginas de artículos periodísticos que hasta ahora han sido recopilados por los estudiosos de su obra.”
El poeta del Valle del Sinú Juliana Rodríguez C.
Desde la muerte de Raúl Gómez Jattin en el año 1997, sus poemas se han ido arrumando como enterrados bajo los libros cerrados. Ahora, recordamos al “Loco de Cereté” a través de su vida y obra: nunca separadas, vida y poesía en el mismo cuerpo.
Fondo Editorial
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Las joyas africanas de Grodos Daniel Palacio J.
Las perlas de Goree, escrito por Daniel Grodos, es un libro compuesto por diez relatos breves ambientados en el África Subsahariana, basados en investigaciones y reflexiones del autor luego de su paso por el continente negro.
Sinfónica EAFIT
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Sensaciones previas de un solista Un relato basado en las divagaciones mentales de un músico momentos antes de su entrada a un concierto donde tocará como solista.
Imagen Lorena Zuluaga
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Una “limpieza” deshonesta Simón Pérez Londoño
Director / sperezl1@eafit.edu.co
Mientras las calles de Medellín se
preparaban para recibir el VII Foro Urbano Mundial el pasado mes de marzo, una extraña “limpieza” se fraguaba en algunos rincones de la ciudad. Se trataba, por supuesto, del acto de esconder indigentes con el objetivo de mostrar una imagen distorsionada de la realidad que habitamos, de las condiciones que sufrimos y de los paisajes que divisamos. Pero aquello que se hace en pro de una supuesta pulcritud, más que mostrar una ciudad limpia, revela una extraña vocación de engaño, de irresponsabilidad y de mal ejemplo. En primer lugar, además de las posibles discusiones que se puedan generar en torno a la violación de derechos humanos que tal acto podría implicar, surge el cuestionamiento por su relación con la exclusión a la diversidad y con el sentimiento de inferioridad frente a las potencias occidentales, paradigmas que han imperado en el país incluso desde la misma dirigencia. Es excluyente en la medida en que deja de lado una población colombiana de acuerdo a unos criterios estéticos bastante banales y refleja el complejo de inferioridad debido a que evidencia una vergüenza y una duda por lo propio; una desazón que no acepta lo que se ha creado a partir de injusticias sociales. Pero quizá lo más peligroso de tal engaño y maquillaje sea el mensaje que con ello se da a la ciudadanía. En lugar de promover la honestidad y el valor a la verdad —que los griegos lo denominaban “parresía”—, la institucionalidad da cuenta de la falacia como solución a los problemas. Es
curioso que, después de permitir tal proceder, se pretenda exigir una ética ciudadana que contemple un estricto sentido de legalidad y conciencia del orden. ¿Acaso, después de esconder los problemas que nos aquejan, podemos exigirle a la población que no esconda sus propiedades a la hora de su respectiva declaración de renta y que no tape las continuas violaciones a la ley? Es inconcebible que, después de emprender tales actos de deshonestidad pública, se piense que la ciudadanía no va a recibir un ejemplo de “viveza” y de engaño al mejor estilo de Tartufo. En ese sentido, es importante que reflexionemos sobre las implicaciones de los actos institucionales. Es hora de ponerle fin a esa complacencia con la distorsión de la verdad, vicio que viene en Antioquia desde tiempos antiguos y que se vislumbra claramente en cuentos tradicionales como es el caso de Que pase el aserrador, en donde mi tocayo Simón Pérez, personaje principal, con tal de obtener un empleo, se hace pasar por experto en un oficio que ni ha ejercido ni conoce. Y esto no parece muy distinto a la actitud institucional de presentarle a la comunidad internacional unas calles con condiciones camufladas y ficticias. No puede ser normal ni aceptada la deshonestidad con la realidad. Y mucho menos puede ser contemplada por la institucionalidad, que como garante del orden, debe demostrar con su gestión un ejemplo de pulcritud y ética frente a las condiciones en las que vivimos. Está bien que haya indignación por las injusticias y precariedades que se presenten en la ciudad y el país, pero
eso debe traducirse en campañas y políticas que luchen a fondo contra los problemas, no que los escondan con desdén y cinismo. Además, el hecho de esconder indigentes va de la mano con la otra dinámica a la que nos estamos acostumbrando: creer que haciendo énfasis en que somos la ciudad más innovadora e internacionalmente importante de Colombia, camuflamos el resto de situaciones que sufrimos en el diario vivir, como la violencia, el microtráfico, las bandas delincuenciales, la exclusión, el desempleo y la miseria. En lugar de pretender camuflar, es menester que se aproveche esa innovación, esa figuración inter-nacional que estamos obteniendo, en el combate directo y tajante frente a esos males que siguen creciendo, que se siguen apoderando de las comunas y de las calles. En lugar de tapar, hay que solucionar, construir y reconciliar. Es cierto que el hecho de esconder lo que sucede no se limita al asunto de los indigentes, y que llega incluso hasta la manipulación de cifras y al uso de bombas de humo que dispersan la atención de la opinión pública. Pero también es cierto que esto no es obra de una administración en especial, sino que es un desarrollo al que nos hemos ido acostumbrando con la fulguración de las mentiras y la opacidad de las verdades. Aunado a lo anterior, se han conocido en los últimos meses algunos atentados anónimos contra habitantes de la calle en Medellín, en consonancia con esa idea falaz de “limpieza social” que tanto daño le ha hecho al
DIRECCIÓN Simón Perez Londoño sperezl1@eafit.edu.co GERENCIA María F. Villafañe García mvillafa@eafit.edu.co
Ideas y Cultura Asociación Cultural
Periódico Estudiantil NEXOS
EDICIÓN Valeria Zapata Giraldo vzapata1@eafit.edu.co Daniel Aldana Valencia Valentina Bustamante Mesa María Camila Cardona Aguirre Susana Galvis Bravo Felipe Murillo Carvajal Daniela Navarro Bohórquez Daniel Palacio Jiménez Juliana Rodríguez Cano Natalia Zuluaga Salazar DESARROLLO HUMANO Gabriela Restrepo Betancur grestr12@eafit.edu.co María Camila Hernández Correa
país. En esa medida, el mes pasado se denunció una bomba supuestamente dirigida contra indigentes(las declaraciones oficiales advirtieron que era un atentado dirigido contra una estación de policía, pero terminó fue afectando a los indigentes) y el asesinato de varios de ellos en confusos hechos. Esto último prende las alarmas sobre lo que estamos entendiendo como limpieza, sobre el peligro de lo que implica “limpiar” ciertas vidas por criterios estéticos, por un modelo de vida que se ha instaurado. Sencillamente si seguimos permitiendo este tipo de escondite que se ha hecho a propósito del VII Foro Urbano Mundial y si toleramos esos otros atentados frente a los indigentes, terminaremos limpiando la ciudad de cuanto no se ajuste a dichos etéreos criterios sociales: terminaremos por aceptar la limpieza de homosexuales, de borrachos, de drogadictos, como lo han hecho las autodefensas con el sorprendente apoyo e indiferencia de parte de la comunidad. Si algo ha demostrado el desarrollo de la historia colombiana, es que el maquillaje y la limpieza de las condiciones reales de la comunidad sólo han servido para perpetuar los males, generar intolerancia y crear un ecosistema de la mentira. Definitivamente no es posible un panorama distinto cuando ya la exclusión y la falta de honestidad pública se han vuelto parte del pan de cada día en diversas esferas de nuestra sociedad. Solo queda esperar que ese afán de limpieza no acabe por corroer y manchar hasta el punto de querer escondernos incluso nosotros mismos.
MERCADEO Carlos Mario Arbelaéz Reyes carbel16@eafit.edu.co Santiago Jaramillo Jaramillo Mateo Emilio Saltaren Figueroa PORTADA Lina Moreno Restrepo DISEÑO Y MONTAJE Edison Alberto A. Taborda PREPRENSA E IMPRESIÓN Casa La Patria AGRADECIMIENTOS Desarrollo Humano Universidad EAFIT Carlos Mario Correa Soto Lina Moreno Restrepo Fundado el 13 de agosto de 1987 por Jorge Restrepo, Jaime Cadavid, Claudia Patricia Mesa y Gustavo Escobar. Personería Jurídica No. 568 de septiembre de 1993. Carrera 49 No. 7 Sur-50 / Bloque 29 oficina 401 EAFIT Teléfono: 261 93 02 / Fax 261 95 00 ext. 407 nexos@eafit.edu.co / www.periodiconexos.com.co
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¡Llegaron los 54! El pasado 5 de mayo EAFIT celebró su quincuagésimo cuarto aniversario con el concierto Sabor Latino Sinfónico. Felicitamos a la Universidad por la labor que ha realizado durante más de cinco décadas y lo que le sigue aportando a la sociedad.
Seminario de Narrativas
Debate presidencial
En julio se realizará el Segundo Seminario de Narrativas, que tratará sobre los límites y relaciones entre la literatura, la historia y el periodismo. Harán parte conferencistas invitados como Jorge Iván Bonilla, Alba Patricia Cardona, Carlos Mario Correa y Elías Domínguez, entre otros.
en EAFIT
Valentina Bustamante Mesa vbustam2@eafit.edu.co
candidato por el Centro Democrático quien quiere llevar una política de seguridad democrática, de la mano de la justicia. La inclusión social, la educación pública de calidad y reformas en el enfoque de la salud son algunos de los puntos que ofreció Óscar Iván Zuluaga en su propuesta para la presidencia.
“En Colombia no hay opinión pública, sino hinchas”. Gabriel García Márquez
A las 8:30 a.m. del 24 de abril, se
cerraron las puertas del Auditorio Fundadores para dar paso al debate presidencial entre los candidatos Óscar Iván Zuluaga, Clara López y Marta Lucía Ramírez, organizado por el Comité de Estudiantes de Ciencias Políticas. Juan Manuel Santos y Enrique Peñalosa no aceptaron la invitación al evento.
Las “hinchadas” del auditorio estuvieron presentes en el encuentro, apoyando cada una a su representante y haciéndolo también por medio de sus preguntas y tweets.
El encuentro se hizo para fomentar la participación en las elecciones, mediante los argumentos de los candidatos frente a temas de educación, administración del país y para reforzar la relación que debe haber entre academia y política, como lo expresó Julián Mazo, Director del Comité de Ciencias Políticas. “Colombia tiene que concentrar buena parte de sus esfuerzos en fortalecer las instituciones”, comenzó diciendo la candidata por el Partido Conservador, Marta Lucía Ramírez, hablando de lo central de su proyecto, que se quiere preocupar por la coyuntura, pero también por los temas a largo plazo. “Educación pública de calidad, gratuita para todos” y “profundización de democracia para la paz” son dos de las cosas que propone Clara López,
Pactos por la seguridad, por la educación, por el empleo, por la justicia y por la salud son los que propone Marta Lucía Ramírez. Por su parte, Clara López expresa su descontento con la opción de la reelección, pues considera que es un tóxico para la democracia.
candidata por el Polo Democrático Alternativo. Agrega también que lo que quieren es volver al espíritu y las raíces de la Constitución de 1991, que han sido extraídas de alguna manera por las reformas que se le han aplicado. “Quiero construir una Colombia distinta”, una que proteja la vida, la integridad y las libertades, expresó el
La educación versus el caudillismo, la inequidad, la privatización de instituciones como Isagen y Ecopetrol, la voluntad y participación popular, el proceso de paz y la legalización de la droga, fueron los temas tratados por los invitados, entre otras cosas, y los propuestos por los asistentes al debate. Hubo un descontento entre público finalizado el evento, pues este estaba programado para terminar a las 12:00 p.m. y se acabó treinta minutos antes de lo previsto, sin que se ofrecieran explicaciones.
Una forma de aprender en el verano Las inscripciones para la cuarta edición de la Escuela de Verano ya están abiertas. En esta ocasión, se dictarán más de ochenta cursos para estudiantes de pregrado, posgrado, alumnos desde noveno a undécimo y para el público en general. Desde el 9 de junio hasta el 8 de agosto se realizarán cursos de interés en temas como ciencias políticas, urbanismo, emprendimiento, entre otros.
Denuncia: ¡Cuidado con el carro rojo por el lote Los Guayabos! A una estudiante de Contaduría la atracaron el pasado lunes 12 de mayo a las 9: 00 a.m., cerca del parqueadero del lote Los Guayabos. La estudiante se dirigía a clase después de parquear su carro cuando un hombre salió de un carro rojo y la forzó a entregarle su celular. Aunque había mucha gente cerca, entre ellos vigilantes, nadie intentó ayudarla o impedir el robo. Tengan cuidado y denuncien en Monitoreo cualquier hecho similar. ¡Es por el bien de todos!
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David E. Santos Gómez
davidsantosg82@gmail.com
Ilustración Lorena Zuluaga
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estadios están sin acabar, las carreteras son limitadas y los aeropuertos se quedaron a medio camino.
n algún punto entre Italia 90 y Estados Unidos 94 la situación se descarrió. Hasta entonces, sin demasiada alharaca o luminaria, los mundiales de fútbol eran encuentros principalmente deportivos, de estadios a medida con una grama lo suficientemente buena para que rodara un balón y unas graderías que resistieran los saltos tras un gol. Una mascota simple (en ocasiones hasta el ridículo), un discurso inaugural, una ceremonia de apertura con baile y colores. Pare de contar. 22 jugadores y una pelota. Pero de ahí en adelante el asunto cambió radicalmente. A la carencia de fervor deportivo que alojó al evento del 94, se lo intentó maquillar con la pirotecnia típica norteamericana. Mejores estadios, más dinero, sol de verano y poco fútbol. Un mundial de Guardianes de la Bahía. Sintético, vacío, incoloro. La inversión, sin embargo, desbordó las proporciones lógicas hasta el momento. A la pérdida de barreras económicas también contribuyeron el ascenso de los derechos de televisión, la explosión de internet y la consolidación de los jugadores como figuras mediáticas multimillonarias. La mezcla explosiva convirtió al acontecimiento futbolístico en un alardeo mundial sobre el progreso del país anfitrión. La mesura no volvió a estar en el diccionario de los organizadores y, como en los Juegos Olímpicos, la cita afianzó su rótulo como evento geopolítico. Francia 98, Corea y Japón 2002, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010, se subieron sucesivamente el listón de la inversión. Cualquier gasto parece ahora insuficiente para demostrar al mundo que el país organizador está a la altura del mayor evento deportivo. Las potencias políticas y económicas
parecen sentirse cómodas con el reto, lo superan sin problema, pero aquellas consideradas emergentes se desbocan. Encuentran en el evento una oportunidad única para estar a la altura del grupo de las naciones dominantes. Actúan como nuevos ricos.
Descontento generalizado Ahora el reto es brasileño y las cuentas no cuadran. Cuando el entonces presidente Luiz Inácio “Lula” da Silva presentó al gigante latinoamericano como opción para albergar al evento, se ayudó de la fiebre nacional por el deporte y prometió un Mundial único en la tierra de la selección más ganadora. Y es cierto, la calidad futbolística está garantizada, sin embargo, hay profundas grietas en la exagerada inversión. Aún al triplicar el presupuesto inicial hasta los 12 mil millones de dólares (el doble del costo de Sudáfrica 2010, el Mundial más caro hasta el momento), los
Brasil es la estrella económica a mostrar en el hemisferio pero aún se queda corta en responsabilidad y organización. A pesar de su increíble desempeño, de capotear con maestría los coletazos de las crisis económicas estadounidense y europea, o de sacar de la pobreza a más de 30 millones de personas en la última década; parece estar lejos de naciones responsables en su gasto público. El desangre monetario generado por el Mundial de Fútbol ha llevado a una amplia mayoría de los brasileños a pasar del entusiasmo al desinterés y, de ahí, a la rabia y la protesta. Aunque según una encuesta de la firma Datafolha, en 2008 la aprobación de los brasileños hacia el Mundial estaba en un 79 por ciento, el pasado abril el apoyo bajó hasta los 48 puntos. Incluso ha sucedido lo impensado: otra encuesta adelantada por Unicarioca reveló que, a horas de que ruede el balón, solo el 55 por ciento de la población de Río de Janeiro apoyará a la selección brasileña y un 22 por ciento espera que la verde amarela pierda. El resultado es consecuencia de una ciudadanía cansada con gastos en un evento de un mes cuando aún hay evidentes carencias en sectores como la salud, el empleo o la educación. Ese descontento por lo invertido en el evento se trasladó desde hace meses a las calles. Brasilia, San Pablo y, sobretodo, Río de Janeiro, son escenarios continuos de protestas contra el gobierno central y su desaforada inversión en estadios, que se unen al incumplimiento en las promesas iniciales de mejoras en las
infraestructuras locales por la llegada del Mundial. Las promesas de hospitales, vías amplias o mejoras tecnológicas en los aeropuertos se quedaron a mitad de camino. La esperanza, tanto de dirigentes como de un porcentaje significativo de brasileños, es que el esfuerzo y el dinero invertido tengan un retorno mayor con los cerca de 4 millones de turistas, entre locales y extranjeros, que moverá el evento. La apuesta del gobierno es convencer a aquellos que van a ver los partidos para que vuelvan a Brasil una vez terminado el Mundial. En una reciente columna de opinión, publicada por el diario El País de España, el ex presidente “Lula” da Silva desestimó las frecuentes noticias internacionales que hacían eco de los retrasos y las protestas. Para el exmandatario, este será un Mundial impecable en un “nuevo Brasil”, acostumbrado a medirse con retos grandes que deja de lado los complejos propios de los suramericanos. Su proyección es un PIB beneficiado por el mes de fútbol y una visión internacional renovada de Brasil, ya no como una promesa de potencia, sino como un jugador de la geopolítica con plenas capacidades. Ante la presión y el continuo señalamiento como una nación que no está a la altura del evento, lo que se jugará entre junio y julio va mucho más allá de la esperada sexta copa para la selección brasileña, la elevación definitiva para Leonel Messi o la defensa del título por parte de España. Brasil es un microcosmos suramericano y su triunfo o derrota en la organización del Mundial lo recibiremos como propio, como el despegue económico y político de un territorio emergente o el fracaso de una zona que, aunque crece, no sabe cómo administrar su éxito.
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Armonicos de una negra
Danielle Navarro B. dnavarr1@eafit.edu.co
¿Qué se sabe sobre ella? Se sabe
a mis alumnos: la fama no se busca sino que tiene que llegar sin que uno la persiga, porque si uno solo busca la fama, el arte se vuelve ordinario”.
mucho, no poco se ha escrito: se sabe, por ejemplo, que toca el piano desde los cuatro años y que ahora es grado summa cum laude como Concertista y Maestra en ese instrumento; se sabe que nació en Medellín, en el 43; que se divorció de Dios, que fue monja Zen y que ahora esta filosofía es la que rige su vida. Se sabe que poco sabe de sus padres biológicos, solo que días después de haber nacido en el Hospoital San Vicente de Paúl, ella fue llevada a la familia Gómez Arteaga —don Valerio y doña Teresa— quienes trabajaban en ese entonces como vigilantes de Bellas Artes. Allí se crio. Allí tuvo su primer contacto, y muchos encuentros furtivos, con ese instrumento del que ahora es una maestra, maestra en todas las connotaciones que implica la palabra. Y aunque tanto se ha escrito sobre ella, su vida está llena de armónicos que si bien no acumulan detalles sobre su historia, sí hablan en conjunto de lo que hoy es Teresita Gómez, quien se refiere al arte, a la música y a la fama con la potestad que le confiere su experiencia.
—¿Cundo dice “arte ordinario”, se refiere al arte como mercancía? —Mercancía, sí, de eso hay que cuidarse muchísimo. El que respeta lo que está haciendo no puede dejarse degradar por dentro, el arte es como un diamante escondido que hay que cuidar. La música tiene alma, y si se la quitan, queda como una mueca. Para encontrar ese diamante, en sus palabras, “hay que tener una vida interior grande porque si vives solo en el afuera, vas a ser muy desgraciado”. —La exigencia del afuera y de la sociedad de consumo es demasiado pesada, demasiado violenta. Es algo que no puedes cambiar, porque ese es el mundo, pero ahí es donde viene el ajedrez de la vida: cómo vas a jugar esa partida sin que te tumben el rey. —Y a usted que la fama la ha perseguido desde niña, ¿nunca ha sentido esa amenaza?
*** Lo primero que llama la atención de su apartamento son las paredes: muchos diplomas enmarcados y retratos de Bach, de García Lorca y de ella por todas partes. Cerca de una pequeña sala está el cuarto de la música, —con su piano de cola— y en el salón central, donde están los cuadros, otros dos pianos cubiertos decoran el espacio. Más allá, al fondo de la casa, está su habitación y en seguida, hay una gran biblioteca atestada de libros que esperan ser ordenados. El apartamento queda en el piso trece de uno de los edificios clásicos del Centro de Medellín, ubicado en el cruce de la avenida la Playa con el Palo. Es antiguo, pero reformado, y cada detalle de la casa revela, con la prudencia de lo que no quiere decirse, rasgos de la personalidad de esta artista a quien el talento no manifestó timidez para preferirla.
Ilustración Elizabeth Builes Carmona
En cuanto a ella, vestido con flores, zapatos planos amarillos y gafas tan redondas como los aretes combinaban ese día con el mueble azul celeste de la sala, donde se sentó a atender esta visita que aplazó dos veces y para la cual, sugirió que leyera un folleto donde está resumida su vida con un poco de su personalidad.
Apenas empezaba la conversación y con sus palabras, se iban haciendo visibles las imágenes de su rutina: bailar tango, cocinar, leer mucho, estudiar y, desde luego, dar clases de piano. Entonces, al hablar de sus alumnos, tocó el tema de la fama: “El ser humano, por lo general, busca la fama. Yo siempre les digo
—Yo desde pequeña tuve fama porque era raro ver una niña chiquita, negra, hija de los porteros y que empezara a tocar piano. En el 51, ¡eso tuvo que haber causado mucha cosa! Pero la música es muy grande y cualquier cosa que uno hace, es nada en el arte. La fama nunca ha estado en mi pensamiento. Ahora que hay reconocimiento yo se lo agradezco al universo, no hablo de dios porque esa palabra ya está muy trillada, ¡qué pecao! *** De sus gustos musicales se ha escrito que para ella, Bach es el pulso del universo; que le gustan Chopin, Mozart, Beethoven… Pero que a Teresita Gómez le gustan el hip hop y el rap, ¡eso fue toda una sorpresa!
Junio - Julio de 2014 “Hasta yo bailé”, sonríe mientras cuenta que el sábado 29 de marzo estuvo en el teatro Pablo Tobón Uribe en el concierto de Javier Ibarra, representante del hip hop español, en el lanzamiento de Kase.O en 2014 por Latinoamérica. —Se reunieron los raperos de Medellín, oiga, ¡como en un templo! Los muchachos más educados del mundo. Me estremeció mucho verlos a todos en unidad pacífica. Además, los textos de las canciones eran muy filosóficos, muy de abrir conciencia. Ellos están en contra de todo: de la política, de la televisión, de los periódicos, de la mentira, de las noticias… —¿De las noticias? —Sí, yo por ejemplo no pude volver a ver ningún noticiero. Las de Colombia son tristes, las de afuera son tristes. ¡Todas las noticias son tristes! Además, últimamente les dio por hablar de enfermedades sofisticadas y ni siquiera hay buenos hospitales. Yo no entiendo para qué te muestran cirugías y narices divinas cuando hay gente que se está muriendo porque no tiene una aspirina. — ¿Cómo ve la situación de los artistas en Medellín? —En Medellín, en Colombia y en muchas partes se han hecho cosas y se ha avanzado, pero el gobierno no le juega mucho al arte porque, en cierta forma, el arte es subversivo. Los artistas, ¡son una fuerza! Están ahí quietecitos, pero cuando se unen, si se despiertan… a eso le tienen miedo. El arte rechaza cualquier sometimiento, cualquier abuso. Por eso los países tercermundistas, como nosotros, no aportan lo que deberían aportar al arte ni a la cultura.
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Asociación Cultural Periódico Estudiantil NEXOS FV: Teresita, encontrémonos hoy en Café Vallejo. TG: Ay, Fernando, ahora no puedo. FV: ¿Ahora no puedo? ¿Y si nos morimos, qué? — ¿Que si me gusta Vallejo? ¡Pero claro! Es muy bueno que en el país de uno haya alguien que se atreva a decir todo lo que dice Vallejo, porque al que le caiga el guante… ¡que se lo chante! Y eso que no lo han matado. Me parece un milagro. Al decirlo se ríe con malicia. Teresita conoció a Fernando antes de que fuera el Fernando Vallejo que ahora conocemos. Antes de que su figura resonara como la de un hombre irreverente, inconforme; de una sinceridad desgarradora y acusadora que revuelca las entrañas de un país que a palabras “necias” que no es capaz de asumir, prefiere oídos sordos. A él, Teresita lo conoce desde antes, y según dice, “es, absolutamente, un maravilloso ser humano. Es un ser dulce, de los más dulces que yo conozco”, y enérgica refuerza que personas como él son las que nos hacen falta:
—Se necesitan personas así, que se atrevan a decir todo lo que él dice, ¡ojalá hubiera más como él! Por personas como Vallejo es que hubo quema de libros y censura. Por eso es un milagro que esté vivo. Por ejemplo, que hubieran matado a Jaime Garzón es algo que a mí todavía no me cabe en la cabeza. Era un ser maravilloso, peligrosamente maravilloso… (Silencio) Había conciencia. *** La cocina de la casa es como un altar, no porque esté llena de santos, sino porque parece un lugar sagrado. En una de las paredes, un afiche con El manifiesto del Zen revela que este “conoce solo una vida inmensa que contiene todo tipo de contradicciones en una armonía profunda”, y en otra, varias pinturas están organizadas sobre un pequeño recuadro en cerámica que dice Estado civil: feliz. “Es que yo estoy desmaridada”, explica Teresita con una sonrisa picaresca.
La fama no se busca sino que tiene que llegar sin que uno la persiga, porque si uno solo busca la fama, el arte se vuelve ordinario
— ¿Usted cree que no le invierten al arte, no porque no sea rentable, sino porque puede llegar a ser subversivo? —Las dos cosas, porque el arte une. Somos unidad y ahora la gente no piensa en eso. El arte tiene que hacer pensar, los artistas generan conciencia. —¿Por qué cree que es importante la formación de artistas en una ciudad como Medellín? —Las orquestas de niños en los barrios me parece que es una labor muy buena, porque la música, en sí misma, te va puliendo. Acercarse a la música te transforma porque, por ejemplo la clásica, es para el alma, para el espíritu; induce al silencio, al aquietamiento. Por eso hay conciertos transformadores, porque la gente sale tocada y no sabe por qué. El espíritu de la música sensibiliza, es un espíritu muy fuerte. *** Mientras hablaba de los autores colombianos que le gustan, como William Ospina, recordó una anécdota con un amigo —de sus escritores preferidos— a quien conoce desde hace mucho tiempo: Fernando Vallejo. Teresita Gómez, 1995. Elkin Obregón
También se divorció de dios, porque según dicen, “negro que no se divorcie de dios, no es negro”. En cambio, el Zen es el modelo de vida que ella quiere seguir: con tranquilidad, sin apegos y en armonía. —El apego es lo que nos hace sufrir. Todo es impermanente. La gente dice “mi mamá”, “mi novio”, “mi marido”. Todo eso hay que soltarlo, no para estar feliz, sino para que no le roben a uno la alegría. — ¿Por qué no para ser feliz? —Porque yo no creo en eso. *** Alguna vez escuché que un buen pianista es aquel que nos hace olvidar que el piano está hecho de martillo; Teresita Gómez es uno de ellos. Ella, toda, es música, no solo con su instrumento, sino también con su voz, tan ronca, tan propia de ella, que habla entre pausas, revelando su armonía.
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El poeta del Valle del Sinu Juliana Rodríguez C. jrodri47@eafit.edu.co
“Descifro mi dolor con la poesía Y el resultado es especialmente doloroso Voces que anuncian: ahí vienen tus angustias Voces quebradas: ya pasaron tus días La poesía es la única compañera Acostúmbrate a sus cuchillos que es la única.” De lo que soy,
Raúl Gómez Jattin
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n diversas ocasiones, como nos lo ha podido relatar el tiempo, la vida de algunos poetas ha quedado traslapada por la historia que se cuenta en sus poemas. Lo que sabemos sobre la vida de algunos de ellos es realmente poco si nos quedamos únicamente con la lectura de sus narraciones. Si bien en ellos encontramos un puente interesante entre las palabras y nuestras emociones, no son suficientes, en la medida en que algunos escritores viven tan entrañablemente el oficio o arte de ser poeta, que sus vidas son en la cotidianidad misma que acontece a cada minuto, el más innombrable poema, que no tiene cómo escribirse porque una hoja de papel y unas letras no lograrán contarlo. Esto lo podemos percibir, seguramente, en el escritor cartagenero Raúl Gómez Jattin, el poeta del Valle del Sinú. Con él ocurre aquello que hemos descrito: al leer sus ‘menesterosos poemas’—como él lo menciona— intuimos algo que nos quiere narrar a través de sus palabras, algo que nos habla de lo que siente o piensa, nos impregnamos de sus mismas agitaciones, de repente somos nosotros, también, los que vivimos su poema, algo por dentro nos estremece diciéndonos que también poseemos entrañas. Algo nos puede ocurrir que nos hable de aquello que el loco de Cereté quiere gritar con su voz desgarradora y de gigante. Al correr a cazar más historias de su vida, descubrimos que este hombre en su vida logró transfigurar el verbo y vivir más allá de escribir, porque sabía de forma íntima que para concebir los poemas, hay que rasgar la piel. Al hablar de su poesía debemos hablar del mes de mayo de los años 1945 y 1997, cuando nace y muere. De un país llamado Colombia, de la cuenca resplandeciente bajo el sol de las tres de la tarde a orillas del río Sinú; de Cartagena, a veces hermosa y entonces, también maldita; de ángeles clandestinos, de locura y hermosa sensibilidad. El escritor no nace el día en que la madre da a luz, sino aquel día en que se descubre el vínculo que se ha de tener hasta el momento de la muerte, con los efectos que produce el encuentro con la poesía en el diario vivir. Algunos, dedicados a este oficio, reconocen que no se puede ser poeta de medio tiempo y oficinista la otra mitad, tal vez en nuestros días, esto sea posible en la medida en que lo bello de la poesía es que no pide un oficio o un arte en especial, sino que busca expresarse a sí misma a través de todo, por esto el panteísmo de Raúl “— ¡Qué va! No vas a parte alguna porque el cielo lo llevas en ti”1.
Ilustración Juan Esteban Tobón
Con sus poemas podemos ver que era un hombre convencido de que la vida está llena de alucinación, de realidades sugestivas y de una sensibilidad enorme que nos condena a vivir constantemente con una herida abierta a la que todo le arde. Arde Raúl es precisamente uno de los textos dedicados a las narraciones de su vida y su obra, publicado por el barranquillero Heriberto Fiorillo, donde podemos entender un poco más la vida tan incendiaria del poeta Raúl Gómez Jattin: “Caótico y demente en el vivir, equilibrado y lúcido en su poesía, fue clásico y trasgresor al mismo tiempo, renunció a la simulación, bajó a los infiernos, narró en verso la crónica de sus tormentos y se reinventó a sí mismo a través del dolor. Su amor por la poesía sobrevivió a todas sus locuras, y él sobrevivió con ella gracias al espíritu incandescente de su creación” 2.
El encuentro con la poesía es un momento sagrado en el que todo ideal del ser como hombre, se desmorona sobre un acantilado de grandes y atrayentes precipicios. Sólo aquel que abre el libro y acepta la cita con el poema, encuentra aquello que sabe muy bien, ha de removerle las entrañas, ha de hacerlo caminar en medio de un laberinto interno que lo conduce a lugares desconocidos de sí mismo, verá con cada letra caer tempestades adentro y, adentro, verá al mismo tiempo surgir una verde selva que reaviva, que libera los más grandes demonios, como quien desenvaina una brillante espada para enterrársela a su enemigo, y ese enemigo es él mismo. Tú lo sabes Raúl, y con tu voz de gigante nos dices: “Los habitantes de mi aldea dicen que soy un hombre despreciable y peligroso Y no andan muy equivocados Despreciable y Peligroso Eso ha hecho de mí la poesía y el amor Señores habitantes Tranquilos que sólo a mí suelo hacer daño...”3 Hace poco leí un artículo escrito por Andrei Codrescu, publicado en la revista El Malpensante. Allí se habla del por qué, según el autor, no hay poesía en los periódicos, y como respuesta se le ocurre que “Se puede sacar poesía de un periódico, pero no hay poesía en él. La razón, me parece, es la publicidad, que reivindica como suya la poesía e, implícitamente, todo el posible contenido de oposición del periódico” 4. Según esta reflexión que hace el autor rumano, recordar a modo de efeméride al poeta colombiano Raúl Gómez Jattin, nos permite a través de los lectores, recordar ese espacio tan ajeno y abandonado de la poesía en los periódicos. Aún más, nos permite invitar de nuevo a este hombre del Valle del Sinú, para que nos recuerde con su presencia, cuál es la importancia de las palabras, que, aunque en diversas ocasiones no expresan cabalmente lo que anhelamos, han servido al hombre durante siglos para configurar su larga y ardua búsqueda. Con sus poemas podemos ver que esa búsqueda constituyó un darse cuenta continuo de que estamos arrojados en medio de un desierto donde no hay torrentes que salven vidas, puestos aquí a la deriva, esperamos que llegue esa especie de viento que nos mueve. No obstante, la vida en conjunción con la poesía se han encargado de confirmarnos que no hay más desaparecido que nosotros para nosotros mismos, que de tanto buscarse en otros nadie se ha encontrado. “El artista [y acá añado: el hombre] tiene siempre un mortal enemigo que lo extenúa en su trabajo interminable y que cada noche lo perdona y lo ama: él mismo”5. 1. Cielo. El esplendor de la mariposa (1993) en Antología poética: Amanecer en el Valle del Sinú. Fondo de Cultura Económica, 2004. Bogotá, Colombia. 2. Tomado del URL http://bibliotecajuanzuletaferrer.wordpress. com/2012/03/10/arde-raul-la-terrible-y-asombrosa-historia-delpoeta-raul-gomez-jattin-heriberto-fiorillo/, el 17 de mayo de 2014. 3. Conjuro. Amanecer en el Valle del Sinú. (1983-1986). Jattin, Gómez Rubén. Amanecer en el Valle del Sinú. Fondo de Cultura Económica, 2004. Bogotá, Colombia. 4. Andrei Codrescu, ¿Por qué no hay poesía en los periódicos? Recuperado del URL http://elmalpensante.com/index. php?doc=display_contenido&id=1297, el 17 de mayo de 2014 5. Scherezada. Hijos del tiempo. (1989). en Antología poética: Amanecer en el Valle del Sinú.Fondo de Cultura Económica, 2004. Bogotá, Colombia.
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El poeta y el loco ¿T
e gustaba mayo, Raúl? En ese mes de repente naces y mueres como cerrando un ciclo, como deshaciéndolo todo, como quien dice: ‘borrando las huellas’. Naces en mayo del año 1945, y mueres míticamente en el año 1997. ¿Estarás cruzando ahora la calle sin ningún afán, sin ningún bus; o estarás sentando como en tu niñez, cerca al mar, recogiendo conchas de caracoles? Eras Raúl, el sabio, el poeta y el loco, pero no eras nada extraño. Naciste en un país donde la locura es concebida como una enfermedad, por lo que hace de los seres que envuelve bajo su manto, porque plantea un estilo de vida que no es coherente con nada de lo que la sociedad concibe. ¿Qué llevabas en tu pecho, Raúl?, algo en tu poesía logra cantarme tus pesares con la delicadeza del sonido del
agua que cae por el Nilo, pero sé que no logras echar a volar por completo aquella mariposa que, resplandeciente, anidaba en ti. Eras el niño que mira extasiado el río Sinú, el dios que adora, el ángel oscuro de tierra costera que anda descalzo porque no tiene miedo de romperse la piel, tan liviano como una hoja cuando tu cuerpo grande y pesado se mueve mecido por el viento que estremece la hamaca sobre la que descansas. “El Ángel Oscuro —sus Anunciaciones, sus certeros golpes, sus Iluminaciones— recorre estas galerías en cuyo fondo estas Raúl— ¿en qué grada o color de la Angeología?, desmesurado y frágil, nimbado de aniquilaciones...”1 , todo aquel que se refiere a ti sabe muy bien cómo viviste. En tu voz, de gigante enfurecido y niño escondido, se escucha un dolor arraigado que suena a vida y a soledad.
Rómulo Bustos en: Jattin, Gómez Raúl. Los hijos del tiempo. Ediciones El catalejo, 1989. Cartagena, Colombia.
El dios que adora Soy un dios en mi pueblo y en valle no porque me adoren sino porque yo lo hago, porque me inclino ante quien me regala unas granadillas o una sonrisa de su heredad.
Me defiendo
Antes de devorarle su entraña pensativa
O porque voy donde sus habitantes recios
Antes de ofenderlo de gesto y de palabra
a mendigar una moneda o una camisa y me la dan.
Antes de derribarlo
Porque vigilo el cielo con ojos de gavilán
Valorad al loco
y lo nombro en mis versos.
Su indiscutible propensión a la poesía
Porque soy solo.
Su árbol que le crece por la boca
Porque dormí siete meses en una mecedora
Con raíces enredadas en el cielo
y cinco en las aceras de una ciudad. Porque a la riqueza miro de perfil
Él nos representa ante el mundo
mas no con odio.
Con su sensibilidad dolorosa como un parto.
Porque amo a quien ama. Porque sé cultivar naranjos y vegetales aún en la canícula.
Equilibrio
Porque tengo un compadre
A vuestras espaldas Vino fuerte
a quien le bauticé todos los hijos y el matrimonio.
Amores desdichados de mi vida Los más
Porque no soy bueno de una manera conocida.
Me construí poderoso y soñador
Porque no defendí al capital siendo abogado.
y ustedes se quedaron
Porque amo los pájaros y la lluvia
con las hilachas inasibles de mi poesía
y su intemperie que me lava el alma.
Seres queridos
Porque nací en mayo.
De cuerpos intocados
Porque sé dar una trompada al hermano ladrón.
De pieles adoradas
Porque mi madre me abandonó
Seres que me preservaron del destierro de la carne
Cuando precisamente más la necesitaba.
al ejercitar en mí la sexualidad enamorada
Porque cuando estoy enfermo
Seres inhospitalarios Así me gustaban
voy al hospital de caridad.
Ellos me enseñaron que cuando se aman así
Porque sobre todo respeto sólo al que lo hace conmigo,
se pierde
al que trabaja cada día un pan amargo y solitario y disputado
y que cuando se pierde en el amar
como estos versos míos que le robo a la muerte.
se gana en alma.
Esta publicación se hace en homenaje al poeta Raúl Gómez Jattin con fines educativos y culturales.
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Delicias
de papel
Ya lo decía Borges que siempre imaginó el paraíso como una biblioteca, y para este caso, el paraíso, con seguridad, es una librería. Librópolis, El Acontista, Los libros de Juan, Exlibris y Palinuro fueron los lugares que durante unas horas dejaron que el Periódico NEXOS entrara y conociera más a fondo el mundo de los libreros. En estos lugares fácilmente puede uno encontrarse con los ejemplares más nuevos y con grandes reliquias de la literatura, pero más allá de eso, toparse con hombres y mujeres que han dedicado su vida a los libros, ha sido toda una experiencia. Natalia Zuluaga S.
nzuluag2@eafit.edu.co
“La Alegría de Leer fue
nuestro libro de lectura”, cuenta Luis Alberto Arango, dueño de la Librería Palinuro. El texto fue la compañía de muchos colegiales colombianos en la época de los 50’. Esta es tal vez la joya más grande que tiene la Librería y cuya venta no está permitida, ya que sus dueños prefieren conservarla.
E
l encantador olor a libro viejo se respira en el aire de Los libros de Juan. Las estanterías del establecimiento están llenas de tesoros literarios y quien lo visite fácilmente querrá quedarse allí un buen rato.
“Cada lector tiene algo especial que
hace de este oficio una cosa hermosa”, dice José Aníbal, dueño de Librópolis, lugar que se encuentra ubicado en el centro de la ciudad, con el objetivo de estar más cerca de la verdadera esencia de Medellín. El verbo “juniniar” todavía se oye en los pasillos de esta librería.
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En latín, ex libris significa “de entre
los libros”. Comenzando la Edad Media, ex libris era una marca personal, una especie de sello de propiedad que cada quien le ponía a sus libros. La satisfacción de tener una librería donde quien vaya pueda detenerse un tiempo para tomarse un café o comer algo, es lo que más alegra a Patricia Melo: librera y dueña del lugar.
El Acontista encontró su nombre en un poema de
León de Greiff, el cual se titula Relato de Guillaume de Lorges y recita: “Yo señor, soy acontista. Mi profesión es hacer disparos al aire. Todavía no habré descendido la primera nube. Mas, la delicia está en curvar el arco y en suponer la flecha donde la clava el ojo”.
“Un día el miniaturista José Antonio Suárez visitó la librería Palinuro [...] En la librería había un zarzo y sosteniendo el zarzo vio una viga de madera cálida pero desolada. ‘Esta viga vacía está buena para colgar algunos de mis dibujos’ dijo”. Así lo manifiesta Héctor Abad Faciolince en un pequeño folleto que contiene las diez ilustraciones que inauguraron la viga. Nueve años después en la viga se siguen exponiendo obras de otros autores y actualmente el trabajo de Adriana Roldán se exhibe allí.
“[…] d
Libros leídos son los que
caracterizan el establecimiento de Los libros de Juan. Esta librería es un lugar fascinante para encontrar verdaderas joyas literarias.
etrás de mí, siguiéndome, irán todas las cosas amadas […]”. – Meira del Mar. Exlibris, librería ubicada en Carlos E. Restrepo no es solo un lugar dónde comprar libros. La comida, la repostería y el café son también especialidades de este lugar.
Fotos Natalia Zuluaga S
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“Gabo”,
el hijo del mundo Sergio Alzate S.
sergio.andresas@hotmail.com
Al morir Gabo no cayeron flores del cielo ni el pavimento se convirtió en un mullido colchón amarillo. Ninguna peste del insomnio azotó a las personas y la flora intestinal no estalló en un maremágnum insoportable. No hubo asunciones de vírgenes ni caravanas de nietas prostituidas que lo lloraran. El mundo –insensible, absorto en sus giros perennes- siguió como si nada hubiese pasado. Fue allí cuando la muerte de él, de Gabriel García Márquez, se hizo palpable, en la indiferencia del tiempo y en la normalidad casi dolorosa con que la naturaleza respondió a ella. Sí, había muerto otro hombre de la larga lista histórica: muchos antes de él y muchos más tras él lo harían
P
ero el muerto no era cualquiera. No era uno más en la marea anónima que se olvida al estallar la espuma en la arena. Por eso, el onirismo esperado en la realidad se trasladó al internet. Las redes sociales colisionaron, divididas entre aduladores y detractores. Las frases volaron y graznaban en las pantallas de computadores y dispositivos móviles. Las mariposas amarillas eclosionaron tempranamente y los pescaditos de oro inundaron los ríos informáticos. La noticia, sucedida un 17 de abril, comenzó como una chispa y creció hasta ser un incendio que danzaba y se arremolinaba hasta el cielo. Desempolvadas, sus frases relucían en las páginas de inicio de Facebook o Twitter. Letras blancas contra un fondo negro trasmitían fraccionadamente sus pensamientos. Sobre el amor, la soledad, la muerte, la memoria. Los tópicos heterogéneamente se daban cita y eran loados por medio de “me gusta” o retuits. Las palabras de un difunto se materializaban en la Babel tecnológica, mientras que en la realidad próxima su voz ya se había apagado. “Gabo”, tal vez, se había convertido en uno de esos fantasmas que recorrían los pasillos de una casa Caribe. Sus detractores también se dieron cita. Insultos –cobardes, pues se escudaban tras el rostro ajeno de una pantalla− se esgrimían como endebles argumentos contra una obra. Que mexicano, que guerrillero, que apátrida, que mentiroso, que lejano, que aburrido, que cubano, que se quemaría en las llamas del infierno. Y hasta en los corrillos físicos se dejaban caer rabietas contra el hombre y su obra. Critican a un autor porque se va lejos de una tierra que nunca lo valoró lo suficiente, de un pueblo que prefiere llorar muertes extranjeras y extrañas que las propias. De las espaldas que se voltearon para no apoyarlo y de las puertas que le estrellaron contra las
narices. De un pueblo ingrato que no se tomó el tiempo de leer y entender su obra, pero que no obstante inmortalizó en cada una de sus líneas. De aquellos a quienes la izquierda les huele a azufre, a guerrilla, a algo diferente que es necesario temer. De los aduladores gratuitos que prostituyen una obra hasta el cansancio. De los detractores que necesitaban asesinar a ese padre literario que con su fama los ensombrecía. Del mito en vida que su siempre creciente prestigio edificó. De las historias que en Francia, México, Colombia, en los rincones del mundo donde se sentó, encorvado, a escribir, lo perseguían y le recordaban esas narraciones escuchadas en el caluroso pasillo de la casa de la abuela. De esa primera escuela que le enseñó a hacer su oficio. De la fama que el máximo galardón literario le concedió. De un país que entre bombas y fuego cruzado se mataba (y se sigue matando). Del vallenato y sus juglares que siempre llevó en la memoria, en el corazón, en sus entrañas, en la piel. De esos personajes que ya no eran suyos: entes que caminaban entre las sabanas, por la orilla de algún río, por la plataforma de un barco a vapor, por entre los vericuetos de una ciudad amurallada, entre piedras del tamaño de huevos prehistóricos. De mandatarios que debían retratarse con él, el colombiano más famoso; el colombiano más universal, como era llamado. De todo y de nada a la vez, pues nunca se fue, nunca abandonó a ese país, a ese pueblo, a ese mar, a ese horizonte que se abría bañado por el salitre; a esas gentes que eran personajes de carne y hueso y tinta y un poco de irrealidad y un poco de miseria palpable; a ese Macondo (de amores, odios, clichés, soledades) que universalizó y que no fue creado a su medida: Macondo es a la medida de una humanidad de distintas pieles, distintos ojos, cabellos, mas eso no importa, pues convergen en sus calurosas calles como si hubiese sido el escenario de la creación.
Su vida quedó como el más valioso ítem de su testamento: una obra rica, versátil, cambiante. Un haber literario y periodístico que será leído y releído en todas las épocas y en todas las latitudes No se puede odiar por irse a alguien que nunca se marchó. Que en sus maletas, en los cuartos de ese corazón que ya dejó de palpitar (al menos físicamente), llevó por todo el mundo, ondeando con orgullo, los colores de su tierra. Y es que los momentos que en 1982 fueron televisados nunca se pueden olvidar. Un Gabriel García Márquez, con los cabellos debatiéndose entre el blanco y el negro, danzaba con desparpajo Caribe. Un sombrero vueltiao sobre su testa y una mulata con faldón blanco siguiendo su ritmo como si fuera su sombra. Una caja, un acordeón, una guacharaca retumbaban en Estocolmo: una ciudad fría y extranjera que se inundó del folclor patrio que muchas veces se tilda de corroncho. Colombia, su tricolor, viajó hasta allí en una época en la que las estrellas mediáticas nacionales no habían acaparado el interés internacional. Si en algún momento el realismo mágico caminó sobre la tierra, tuvo que ser en ese. En que los mitos colombianos –caribes, pacíficos, amazónicos, del centro o de nuestros llanos, no importa: en ese momento era Colombia entera en el cuerpo de un costeño− danzaron, cantaron, corearon, aplaudieron y gritaron en Europa. Pero habían pasado ya más de treinta años desde eso. Vino el amor, el cólera, los demonios, las putas tristes. Luego, silencio. Una segunda muerte,
pues la primera fue cuando debió exiliarse en el extranjero. La segunda era el silencio del escritor que ya no creaba. El mutismo de las páginas nunca concebidas. El 17 de abril de 2014 llegó la última, la definitiva. La tercera resignación en la que el cuerpo cumplió su ciclo. Y la vida, su vida, se convirtió en el recuerdo de quienes lo leyeron –y de quienes fingieron hacerlo−. Su danza vallenata había terminado. La mortaja, hecha y deshecha muchas veces, estaba terminada. Con ella se cubrió a ese cuerpo que en sus últimas apariciones distaba del hombre que los videos y fotos habían retratado durante años. Y Colombia, Latinoamérica, el mundo fueron cubiertos con ella también. La universalidad de su vida se lamentó en la universalidad de su muerte. Tal vez sus detractores tienen razón en que no era colombiano: era un humano ubicuo que en sus venas se entrecruzaban las sangres de todas las fronteras. Afortunada Colombia – Aracataca, especialmente− por parir de su tierra a un ciudadano del mundo. Y tras los primeros días de conmoción, las redes sociales y medios se acallaron. De su muerte solo quedaron cenizas. Pero su vida quedó como el más valioso ítem de su testamento: una obra rica, versátil, cambiante. Un haber literario y periodístico que será leído y releído en todas las épocas y en todas las latitudes. Como un fantasma omnipresente, Gabo, el hijo del telegrafista, ha derrotado a la muerte. Se puede asesinar al cuerpo, pero no al espectro de la memoria. “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, dijo él en sus memorias. Y su vida no será esa que muchos prefieren odiar: será la que gracias a sus libros y reportajes se recuerda para contarla. Adiós, no escritor: adiós, nación entera. Adiós, hijo del mundo.
Ilustración Lina Moreno
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Salir a cazar un león
Ilustración Lina Moreno
El siguiente texto corresponde a la intervención del profesor Carlos Mario Correa en la gala de premiación de la décima edición de la jornada de práctica informativa —o maratón periodística— Periodistas en la Carrera, Comunicación Social de EAFIT, realizada el martes 13 de mayo Carlos Mario Correa S. ccorrea9@eafit.edu.co
E
n nuestras vidas “todos tenemos que cazar un león”, le dijo Gabriel García Márquez, en una noche de remembranzas en París, al periodista Plinio Apuleyo Mendoza, quien estaba escribiendo el libro Aquellos años con Gabo. Y en seguida puntualizó: “Algunos hemos llegado a hacerlo pero temblando”. García Márquez (1927-2014), ahora no hay duda, atrapó a su león interior escribiendo Cien años de soledad, El otoño del patriarca o El coronel no tiene quien le escriba; y a su león exterior escribiendo cuatro mil páginas de artículos periodísticos que hasta ahora han sido recopilados por los estudiosos de su obra. No se escriben cuatro mil páginas impunemente. En Colombia incluso los estudiosos han olvidado que el acta del jurado del Premio Nobel
de Literatura que García Márquez recibió en 1982, decía: “por su obra literaria y periodística”. Todos los periodistas tenemos una cacería pendiente. Todos. Algunos, los menos, atrapan a su presa; otros apenas logran identificarla; la mayoría sólo la ve pasar o la deja ir. Pero quien no atrapa a su león— o a su tigre— corre el riesgo de ser devorado por éste. Y la cacería periodística —como lo dice el periodista mexicano de Univisión, Jorge Ramos Ávalos— casi siempre implica un reto al poder, al conocimiento, a la irreverencia, al temor, a la timidez, al tiempo, a la falta de recursos o de espacio en los distintos medios…A veces la caza del león requiere conseguir una entrevista exclusiva, otras, denunciar la corrupción a través de una noticia o de un informe; o descubrir una trampa,
una mentira, un complot…y a veces, aunque debería ser todas las veces, la cacería del león consiste en descubrir al ser humano que ocultan los datos noticiosos, las estadísticas y el mismo lenguaje cifrado, simple y simplificador, del periodismo informativo. Descubrir al ser humano, decir quién es, qué hace y cómo hace lo que hace es la cacería más noble y más útil (quizá la única permitida para no alterar el equilibrio ambiental) que podemos hacer los periodistas. Y esa cacería empieza cuando el reportero deja su casa o la sala de redacción y sale a la calle para empezar su jornada como reportero. “Reportero es lo único que volvería a ser en mi vida…Una de las ocasiones en las que más he lamentado no estar en Colombia fue cuando ocurrió el envenenamiento colectivo
de Chiquinquirá (en 1969); yo hubiera ido gratis a cubrir ese acontecimiento”, destacó García Márquez en su autobiografía Vivir para contarla (2002) Permítanme ahora hablarles, si se quiere, desde el lugar común de la parodia al propio estilo de García Márquez, para explicarles un aspecto básico del estilo de su trabajo como cronista reportero.
Reconstrucción y balance Muchos años después frente al pelotón de fusilamiento de la fama internacional, Gabriel García Márquez habría de recordar aquella tarde remota de 1954 en la que José Salgar, el emblemático jefe de redacción de El Espectador de Bogotá, lo indujo
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a trabajar la crónica de reportero. Hasta entonces el futuro Nobel de literatura había dado cuenta del mundo en algunos relatos publicados en el mismo periódico “cachaco”, en una novela que seguía inédita en el cajón de su escritorio y en varios artículos de comentario en los diarios “costeños” El Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla. Fue un momento sublime y el escritor lo consignó en Vivir para contarla donde relaciona sus experiencias hasta los 27 años de edad: “Me parece que Salgar me puso el ojo como reportero, mientras los otros me lo habían puesto para el cine, los comentarios editoriales y los asuntos culturales, porque siempre había sido señalado como cuentista. Pero mi sueño era ser reportero desde los primeros pasos en la costa, y sabía que Salgar era el mejor maestro, pero me cerraba las puertas quizás con la esperanza de que yo las tumbara para entrar a la fuerza. Trabajábamos muy bien, cordiales y dinámicos, y cada vez que le pasaba un material, escrito de acuerdo con Guillermo Cano y aun con Eduardo Zalamea, él lo aprobaba sin reticencias, pero no perdonaba el ritual. Hacía el gesto arduo de descorchar una botella a la fuerza, y me decía más en serio de lo que él mismo parecía creer: —Tuérzale el cuello al cisne. […] Creo que él no podía perdonarme que me desperdiciara en malabarismos líricos, en un país donde hacían falta tantos reporteros de choque. Yo pensaba, en cambio, que ningún género de prensa estaba mejor hecho que el reportaje para expresar la vida cotidiana. Sin embargo, hoy sé que la terquedad con que ambos tratábamos de hacerlo fue el mejor aliciente que tuve para cumplir el sueño esquivo de ser reportero”. Así mismo, muchos años después, el propio Salgar (1921-2013) habría de recordar aquella época en la que influyó definitivamente para cambiarle el estilo de cronista a García Márquez: “Cuando me preguntan sobre la forma como trabajamos con Gabo, me limito a destacar dos cualidades que he admirado en él desde que lo conocí, muchísimo antes de la fama: la pulcritud de sus originales y su disciplina para el trabajo periodístico. Por lo general los reporteros jóvenes trabajan con angustia, hablan a la vez por dos teléfonos, sus escritorios tienen montones de papeles revueltos y sus cuartillas pasan llenas de tachaduras.
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Gabo fue la excepción. Investigaba a fondo y con calma, ordenaba las ideas y las palabras y como un torero medía los terrenos para ejecutar limpiamente la faena a la hora que le correspondía, o sea que no demoraba la entrega del periódico a los lectores. Sin duda, el triunfo de García Márquez se debió en gran parte a que aplicó a la novela su disciplina de periodista”. García Márquez, en efecto, fue un diamante pulido en las salas de redacción de El Universal, El Heraldo y El Espectador; del semanario Crónica y del diario El Nacional –estos dos también de Barranquilla–, que fueron las publicaciones periódicas donde trabajó en una época en la que éstas eran el escenario ideal para aprender el oficio periodístico y el arte –y los trucos– de la escritura, al lado de insignes editores y “pescadores de almas” como Clemente Manuel Zabala; Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas y Alfonso Fuenmayor, (“Todos venimos del viejo”, expresó alguna vez Cepeda Samudio), “entre los costeños”; y José Salgar, Guillermo Cano, Eduardo Zalamea y Gonzalo González (Gog) – su primo y coterráneo de Aracataca–, “entre los cachacos”, con quienes se alternaba en El Espectador la escritura de notas sueltas en la sección editorial “Día a Día”, y quienes inicialmente lo apoyaron para que escribiera una columna con artículos “acronicados” de crítica cinematográfica, la cual es pionera en este campo en la prensa colombiana. Pero en el caso de García Márquez –valga la aclaración– la formación en el oficio de escritor de prensa se dio a la inversa del común de los periodistas: primero como columnista comentarista, básicamente de escritorio, y luego como reportero de calle. No obstante, a juicio del profesor francés Jacques Gilard, el más conocido investigador de su obra periodística, García Márquez como periodista y como escritor, es y ha sido siempre un estilista, y precisa que ello es más sensible que nunca cuando se considera su labor de comentarista de prensa y humorista, en la que muchas veces se trataba de llenar un espacio, de decir cosas –a veces
muchas cosas– a propósito de poco o de nada. Y puntualiza: “todo venía a ser cuestión de estilo: de manera de decir las cosas, y también de manera de plantearlas, con lo cual se amplía bastante la estrecha noción de estilo. Y con un agravante en el caso de García Márquez: su ambición de ser escritor lo llevaba a privilegiar más aún la búsqueda de planteamientos y expresiones originales. Quizás sea esto último lo que más definitivamente marca el periodismo de García Márquez en los cinco primeros años”. En este orden de ideas, si bien su inserción en el oficio periodístico transcurrió bajo el signo del comentario y si bien García Márquez nunca olvidaría el temor que sintió en 1954 ante la obligación de convertirse en reportero, puede pensarse que muy pronto manifestó una tendencia a cruzar la frontera de los géneros, quizás de manera cada vez menos inconsciente. De todos modos y sin que lo viera él con claridad, en 1952 estaba listo para inaugurar otro aspecto de su quehacer periodístico, para pasar de la inmovilidad del comentario a la vida del reportaje, de la interpretación de la realidad a su reelaboración. Se estaba anunciando una evolución de la actitud periodística, literaria y política”.
Nacimiento de un reportero Así que en julio de 1954 cuando se da su paso concreto a la práctica del reportaje –es decir, cuando debe cumplir con una asignación precisa como reportero en el escenario de los acontecimientos–, después de seis años de labor periodística, significa una importante etapa en esa
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actividad de García Márquez, “cuanto más que se inicia en ella de manera particularmente exitosa”, pese a que debió hacer frente al problema técnico de tener que abarcar muchísimos datos sin haber tenido un aprendizaje previo. Aunque, junto a otros integrantes del Grupo de Barranquilla, había oído los conceptos que Álvaro Cepeda Samudio tenía sobre las características y el uso del reportaje en el periodismo norteamericano. Entonces –señala Gilard– “cuando se encontró ante la obligación de escribir sobre hechos concretos, complejos y mal conocidos, se acordó de lo que decía su amigo y trató de poner en práctica esos preceptos”. Su primer gran reportaje apareció publicado en las páginas 1 y 19 de El Espectador del 2 de agosto de 1954, con el título “Balance y reconstrucción de la catástrofe de Antioquia”, y comprendió una serie de tres crónicas sucesivas sobre la muerte de 75 personas, entre ellas la madre del famoso ciclista Ramón Hoyos Vallejo, en un derrumbe de tierras en el sector de la Media Luna en Medellín, ocurrido la mañana del 12 de julio; es decir, que en palabras del propio García Márquez era “un pescado muerto”, o sea un tema ya tratado como noticia por todos los medios. El escritor recuerda que Salgar, el jefe de redacción, no le pidió que tratara de establecer lo que había pasado hasta donde fuera posible, sino que le ordenó “de plano reconstruir toda la verdad sobre el terreno, y nada más que la verdad, en el mínimo de tiempo. Sin embargo, algo en su modo de decirlo me hizo pensar que por fin me soltaba la rienda”. Con dicho trabajo se anuncia a la vez la tendencia detectada por Gilard en los reportajes garciamarquianos: el método de balance y reconstrucción de los hechos –o de reconstrucción y balance como lo hará de forma más tradicional– empleado en su máxima expresión treinta años después, por ejemplo, en Crónica de una muerte anunciada (1982); que literalmente viene a ser la reconstrucción y el balance de un crimen real ocurrido varios años antes, a través del intercambio de recursos periodísticos y literarios que la convierten en una parodia de la crónica periodística embalada en la caja de la novela realista moderna. Continùa en la página 16
16 He aquí la precisión de Gilard al respecto del título de la “opera prima” reporteril de García Márquez: “habla de balance y reconstrucción. Estos dos elementos, aunque debieron ir aquella vez en el orden inverso, pueden encontrarse en casi todos los reportajes de esa época. Es decir, que están cada vez que es posible que estén”. Como en efecto están claros en su relación más lógica, es decir, la de “reconstrucción y balance”. Los reportajes garciamar-quianos suelen iniciarse con un elemento anecdótico, a veces espectacular, y vuelven luego a los orígenes de la historia antes de irla reconstruyendo. El procedimiento aparece bajo su forma más llama-tiva en reportajes sobre individuos, y cree que quizás haya sido aprendida por García Márquez de los folletines del siglo XIX, pero que manejó con tanta habilidad que llegó a establecer una especie de pauta muy usada en el periodismo colombiano. “Desde luego –señala Gilard– se piensa también en la frase inicial de Cien años desoledad donde se da un juego cronológico de este tipo. Es solamente uno de los muchos puntos comunes que pueden encontrarse entre
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Asociación Cultural Periódico Estudiantil NEXOS los experimentos hechos en el periodismo y la obra de ficción en pos de la definitiva consecución de una técnica narrativa y de un discurso literario con una marca de estilo. De la práctica del reportaje en aquellos años García Márquez sacaría en claro una reflexión que publicó en su columna “Quién cree a Janet Cooke”, del diario El País de España, el 29 de abril de 1981: “En periodismo un solo dato falso desvirtúa sin remedio a los datos verídicos. En la ficción, en cambio, un solo dato real bien usado puede volver verídicas a las criaturas más fantásticas. La norma tiene injusticias de ambos lados: en periodismo hay que apegarse a la verdad, aunque nadie la crea, y en cambio en la literatura se puede inventar todo, siempre que el autor sea capaz de hacerlo creer como si fuera cierto. Hay recursos intercambiables. Si un escritor dice que vio volar un rebaño de elefantes no habrá nadie que se lo crea, porque el buen periodismo le ha hecho creer al mundo que los elefantes no vuelan. Pero no faltará quien se lo crea si apela al recurso periodístico de la precisión y dice que los elefantes que vuelan eran 326. Yo oí contar muchas
veces, siendo muy niño, la historia de un cura rural que levitaba en el momento de apurar el cáliz. Intenté contarlo en una novela, pero no conseguía creerlo yo mismo, hasta que cambié el vino por una taza de chocolate, y el cura se elevó como un ángel a dos centímetros sobre el nivel del suelo”. Y de su preocupación por contribuir a remozar la enseñanza del periodismo en América Latina —un aspecto que hemos considerado desde el inicio de nuestro Periodistas en la carrera…—, destaco el siguiente comentario de García Márquez: “El objetivo final no deberían ser —solamente— los diplomas y las credenciales, sino el retorno al sistema de talleres prácticos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en un marco original de servicio público. Ya sea en las aulas, en las salas de redacción o con escenarios construidos a propósito, como los simuladores aéreos que
reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear los desastres antes de que se los encuentren de verdad atravesados en el camino. Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a morir por eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, y no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente. Así pues, en las diez ediciones de Periodistas en la Carrera, nuestros estudiantes reporteros han salido a campo abierto en la selva de cemento de Medellín y de su entorno, exponiéndose física e intelectualmente para lograr cazar su león… varios de ellos inspirados por el olfato y la destreza del cazador mayor en la historia del periodismo colombiano: García Márquez.
Sensaciones previas
de un solista
esta temporada, abierta por el virtuoso Maestro ruso Sergei Sichkov.
E
l corazón comienza a latir fuertemente en el camerino, justo antes de salir al escenario. Los recuerdos de ensayos anteriores y de errores cometidos nublan los pensamientos. El futuro está a la vuelta de unos minutos y si no me concentro, todo se irá al piso. Hoy estoy solo, si me equivoco nadie me salvará. La Orquesta, que generalmente afina los desaciertos individuales que pueden cometerse en una presentación, estará en las tablas haciendo acto de presencia, pero no frotará una sola cuerda, no tocará ningún instrumento. Creería que el sueño de todo músico es hacer presentaciones como solista y tener un auditorio lleno. Quiero sentirme egocéntrico, más que siempre. Estar debajo de las luces, mirando a cientos de personas que esperan a su intérprete, me hace sentir especial. Sin embargo, esta anhelada situación se está volviendo irónica; aunque mis dedos están inquietos y quieren tocar ya, las piernas no dejan de temblar. Encogido y angustiado debo repetirme frente al espejo —cuantas veces sea necesario— que tocaré como nunca, con desenvolvimiento y soltura, imaginando que mi pasaporte dice que soy vienés, aunque solo fuera para darme confianza. No quiero defraudar al público, quiero que no olvide mi espectáculo y seguir los positivos lineamientos de
Esta noche seré dirigido por el talentoso Andrés García, nacido en Medellín y residente en la meca de la música clásica occidental: Viena. De este mítico lugar salen excelentes violinistas hasta debajo de las piedras y aunque García deseaba traer un invitado europeo con él para que hiciera de solista, la oportunidad es mía. El Maestro, no obstante, me ha hecho sentir cómodo durante el montaje de la presentación, pero mi intranquilidad está fundada en la falta de continuidad como único concertista ya que hago esto una vez cada dos años y con obras diferentes, siempre es como una primera vez. Hace unas semanas el Maestro Andrés Pinzón —reconocido intérprete de oboe a nivel mundial—hizo una excelente exhibición como único concertista en este mismo escenario. Pienso en él y me motivo, pero a la vez pienso en salir huyendo del teatro hasta el aeropuerto José María Córdoba, entrar a la plataforma de vuelos internacionales y comprar un tiquete para cualquier sitio, lejos de aquí. Quedan unos pocos segundos de previa, se viene el concierto. Escucho el protocolo, los saludos al público, a la Orquesta, al Maestro, al Director… Por fin, ahí está mi entrada. Paso por el corredor delgado que queda entre los muchos violinistas que conforman la primera y segunda línea de La Orquesta. Las espaldas de mis compañeros me cubren del público, al frente están “los de adelante”, los Maestros. Tomo mi lugar, cerca de la fila de los violonchelos, no muy lejos de los bajos ya la vista de las violas, la flauta, el clarinete y los timbales, ahora todos mis pensamientos son notas, son música. Texto original de Salvadr
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Política: ¿desciende a la B?* Valeria Zapata Giraldo vzapata1@eafit.edu.co
“La Selección Colombia tiene más poder de convocar a una identidad nacional que una selección política que son más bien clientelas” Gonzalo Medina, periodista y profesor de la Universidad de Antioquia
Jueves 12 de junio, Arena de São
Paulo. Un show de 25 minutos en el principal centro financiero de Brasil inaugura el evento deportivo más importante del mundo. La mirada de fanáticos, economistas y políticos se concentra en el país anfitrión. Sábado 14 de junio, Estadio Mineirão, Belo Horizonte. La Selección Colombia debuta contra Grecia luego de 16 años de ausencia en el Mundial. Su regreso ha provocado en el país una reacción generalizada de orgullo, euforia, expectativa y exaltación de sentimiento patrio, hasta el punto que casi se han agotado las entradas concedidas a los colombianos para la primera fase y las próximas, si la Selección logra avanzar. Domingo 15 de junio. Día de segunda vuelta de elecciones. Con los resultados de la primera vuelta de los comicios del 25 de mayo, el presidente candidato Juan Manuel Santos se enfrentará con Óscar Iván Zuluaga por la Presidencia de la República para el período 2014-2018. Las fechas anteriores designan a junio como un mes definitivo en el ámbito político y deportivo. Y a pesar de ser eventos que se dan en territorios distintos, en la agenda mediática de nuestro país ambos serán claves, tanto que pueda existir la probabilidad de que para la fecha el Mundial se sobreponga a los asuntos de política nacional y provoque un decrecimiento en el número de votantes a la segunda vuelta de elecciones presidenciales. Hace cuatro años, con el Mundial Sudáfrica 2010, sucedió lo mismo. Los partidos del 20 de junio de ese año coincidieron con la segunda vuelta de elecciones en la que se debatió Juan Manuel Santos con Antanas Mockus. En las transmisiones nacionales de los partidos, los periodistas recordaban a los espectadores asistir a las urnas con frases por el estilo de “aun tienen dos horas para salir de sus casas y dirigirse a su puesto de votación”, entre otras. El resultado: el triunfo de Santos
Imagen Alter Eddie
con el 69,05% sobre Mockus, con el 27,52%. Número total de votos: 13,04 millones. La reducida cifra de votos no sorprende al compararla con la de las recientes elecciones de marzo de 2014 para el Congreso de la República y la primera vuelta de los comicios presidenciales, en los que participaron solo 14,3 y 13,2 (respectivamente) millones de personas a ejercer su derecho –y su deber– al voto. Si en Colombia hay habilitados 32,9 millones para votar, ¿dónde quedaron el 25 de mayo los 19,7 millones restantes? Con los resultados anteriores, no sería justo culpar al Mundial de que en segunda vuelta, el porcentaje de sufragantes esté por debajo de la mitad de habilitados para votar. El abstencionismo, según los antecedentes en elecciones anteriores, es un fenómeno que ya hace parte de la vida política colombiana, teniendo como consecuencia que los candidatos ganadores lo hagan con márgenes de legitimidad muy cuestionables. Lo que sí puede estar presto a suceder es que esas cifras se agraven por la cortina de humo impuesta por la fiesta mundialista, dispersando la opinión pública y quitándoles relevancia a los temas de discusión en torno al rumbo de la Casa de Nariño para el próximo período. Sin embargo, con los últimos escándalos divulgados por los medios respecto a Óscar Iván Zuluaga, su defensor Álvaro Uribe y su contendor, el presidente Santos, el clima político pareciera haberse levantado luego del letargo con el que venía desde el año pasado. Las elecciones han logrado ponerse en el primer lugar de la agenda mediática y en los temas de opinión de columnistas, interacciones en redes sociales y la opinión pública en general, reduciendo las posibilidades de que un evento deportivo lo opaque. El presunto hacker, las chuzadas, supuestos dineros del narcotráfico, los trinos que parecen una balacera
Tampoco es extraño que Colombia busque apelar a su sentimiento patrio por otros medios distintos a la política. El fútbol llena un vacío de país que ha fracasado con sus instituciones, es una forma de expresión que une a su población
en el ciberespacio, y contiendas pueriles en los debates previos a las elecciones despertaron a las aburridas campañas. Aburridas, por la falta de ideas y la sobreoferta de imágenes, figuras, redentores y títeres políticos. Actualmente están despiertas por el regreso del bipartidismo colombiano, ahora diferenciado por los que juegan en pro o en contra del uribismo. Así como en el fútbol, a Colombia y su panorama político le sale la frase de García Márquez en la que expresa que “aquí no hay opinión pública sino hinchas”. Barras bravas que distorsionan la agenda de los medios, invaden las redes, abuchean en los debates políticos, y tienen una fe ciega en sus líderes. El fortalecimiento de figuras, más que de ideas, llevan a un país a pensar que la solución a sus males radica en la estadía en el poder de determinado dirigente. Con todo lo anterior, si el próximo 15 de junio la abstención vuelve al papel protagónico de las elecciones, burlando la democracia y acolitando el triunfo de alguno de los candidatos con apenas cerca de un cuarto de la totalidad de la población colombiana, no podemos atribuirle toda la culpa al fútbol. El hecho se debe, especialmente, a la carencia de una cultura política en determinados sectores de la población que no tienen acercamiento a ella, por desconfianza, por poco fomento de ella a nivel educativo y por un hostigamiento generalizado de las promesas de los candidatos, la compra de votos y más tarde, la ineficiencia y la mala administración del país.
Con una historia política desangrada y actualmente con unas elecciones políticas manchadas por la suciedad de las ansias de victoria para anotarse puntos en una guerra personal entre el presidente candidato, y el ex presidente y su Centro Democrático, tampoco es extraño que Colombia busque apelar a su sentimiento patrio por otros medios distintos a la política. El fútbol llena un vacío de país que ha fracasado con sus instituciones, es una forma de expresión que une a su población, que mueve emociones en los espectadores al otro lado de la pantalla de un televisor que proyecta las imágenes de un equipo que luego de 16 años volviera a estar en el evento deportivo más importante del mundo y que hace que la gente corra a comprar la camiseta de su Selección. No nos extrañemos entonces si en estas próximas elecciones presidenciales el abstencionismo persiste. Que tampoco se haga raro si los porcentajes de votantes por dos de los candidatos –Santos y Zuluagaraye por lo similar, en parte, gracias a la técnica del “contrapeso” o del voto estratégico por parte de la población, que decide no votar por el candidato que más se ajusta a sus propias convicciones, sino por el que puede tener más fuerza para impedir que su menos favorito gane. Menos aún dejemos de esperar que por los próximos días, las tensiones políticas se hagan incluso más fuertes, que aumenten las denuncias y la participación en las redes sociales. Y si al clima electoral lo ensombreció recientemente un hecho como la celebración del triunfo de Nacional sobre Junior, es porque las masas necesitan un respiro de las aguas turbias por las que se mueve el país por estos días, en una Colombia de fe ciega en su nómina titular política. *En el fútbol profesional colombiano suelen distinguirse tres categorías –A, B y C-, teniendo en cuenta el nivel de competitividad de los equipos.
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Casa Vieja, hogar de muchos mundos
María Camila Cardona A. mcardo27@eafit.edu.co
Una construcción que en algún momento fue sinónimo de opulencia, ahora se ha convertido en un hogar fugaz donde la noche es a nueve mil pesos por persona. Obreros, vendedores de confites en los buses y en la calle, limosneros, artistas de semáforo y prostitutas habitan este inquilinato en el corazón de Prado Centro
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Casa Vieja, como se conoce popularmente este lugar, la recubre una fachada color verde oscuro y, como muchas de las edificaciones del barrio donde está ubicada, tiene un aire de estilo republicano. Sus paredes agrietadas delatan el peso del tiempo, que trae consigo historias que se entretejen en sus pasillos. La casa alargada contaba originalmente con once habitaciones, que ahora se han convertido en 24 por la demanda de estos hogares de pagar a diario. En una de las recámaras vive “Lucerito”, quien a eso de las seis de la tarde toca a la puerta de entrada al lugar. Es una mujer de rostro cansado y anciano, no sé si más cansado que anciano o más anciano que cansado, pues sus marcadas y profundas arrugas se contrastan con la tristeza en sus ojos. A pesar de pagar cada día, el sitio se ha convertido para “Lucerito” en un hogar. Diez años lleva en Casa Vieja, tiempo suficiente para apropiarse de ese cuarto como suyo y acostumbrarse a variar de compañeros de vivienda con cierta regularidad. Ella, que perdió a su familia por la violencia de los años ochenta y que vende chicles en el Parque Berrío para pagar cada noche el alquiler, dice no sentirse capaz de abandonar la casa pues allí siempre hay alguien, no se siente sola y puede ser “algo así como feliz”. Su cama es pequeña y está pulcramente tendida, en frente tiene un pequeño cajón donde guarda sus secretos, sus tesoros. “En ese nocherito están todas mis riquezas y ni creas que tienen que ver con plata”, cuenta. Así como en el de “Lucerito”, en cada cuarto hay pequeños mundos, pequeños hogares.
Casa Vieja tiene reglas establecidas. “Claro, no puedo dejar que esto se me vuelva un despelote. Las normas son claras: está prohibido el uso de drogas y alcohol, la entrada es hasta la una y se vuelve a abrir a las cinco de la mañana, y debe procurarse mantener la limpieza de los baños y habitaciones” dice Sandra, administradora del lugar.
Ilustración María Isabel Giraldo
Recostar la cabeza en la misma almohada cada noche y despertar con la certeza de quién duerme en el cuarto del lado no son situaciones constantes en este tipo de lugares, pero aquí, a pesar de que las habitaciones son pagadas cada noche, las personas de la casa son relativamente estables, pues Sandra trata de generar un ambiente ameno y familiar para todos. Por ello, 20 de las 24 habitaciones tienen el mismo inquilino cada noche.
Puertas cerradas, pocas abiertas, luces prendidas, otras apagadas. Cuartos que son mundos. Casa Vieja es el reflejo de una problemática nacional pero también es la esperanza de 35 personas
La relativa estabilidad dentro de la morada no es un factor común en los aproximadamente 200 inquilinatos que, según la Alcandía Municipal, están registrados en Medellín. El hacinamiento y graves problemas de salubridad son muestra del riesgo que puede representar esta modalidad de vivienda, que finalmente ha surgido como alternativa para muchas personas que no tienen acceso a un hogar digno y que muestra una falla representativa en las políticas públicas.
patrimonial muy bonita, pero dentro de ella hay un problema social terrible. Un síntoma de la descomposición de la ciudad”. Manifiesta Juan Fernando Hernández, investigador experto en el tema, en la Revista Solé.
“El inquilinato es lo que está tapado, son las heridas cubiertas de la ciudad, las zonas potenciales de alto riesgo. Cuando se habla de alto riesgo, la gente piensa inmediatamente en los barrios periféricos, en las zonas que sufren deslizamientos e inundaciones. Pero no piensan en un inquilinato. Usted puede ir al barrio Prado y ver una casa
*** Mientras la mayoría de los habitantes ya se han instalado en su cuarto, un par de mujeres van de salida. Su horario es diferente, pues ejercen su oficio en las noches; van vestidas de manera llamativa, con mucho maquillaje y tacones altos. Catalina tiene una falda azul oscura que le llega a la mitad del muslo con una blusa negra de pronunciado escote y piedras brillantes que forman líneas verticales.
Lleva su cabello negro recogido y unos aretes, tan largos que casi tocan sus hombros. Marcela, su amiga, lleva un vestido rojo corto que combina con sus labios, unas medias veladas negras y al cabello suelto despelucado lo adorna una balaca dorada. Caminan imponentemente haciendo sonar sus tacones y moviendo las caderas de lado a lado. Al preguntarles en qué trabajan, Catalina me contesta: “somos bailarinas” y de inmediato ambas se echan a reír. Siguen risueñas su camino hasta atravesar la puerta principal. Catalina vive en la única habitación con servicio de baño. Según Sandra, es de las que menos se relaciona con las personas de la casa y es de las únicas que paga quincenalmente la pensión. “Vive desapegada, dicen que este es el lugar en el que más ha durado. No busca hogar ni familia, solo quiere tener dónde dormir todo el día”. Puertas cerradas, pocas abiertas; unas luces prendidas, otras apagadas. Cuartos que son mundos. Casa Vieja es el reflejo de una problemática nacional pero también es la esperanza de 35 personas. Un lugar en el que se sienten seguros, en el que encuentran una suerte de familia prestada y el que, por lo pronto, no tienen deseos ni posibilidades de dejar.
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Daniel Palacio Jiménez nexos@eafit.edu.co
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s curioso leer historias que supuestamente sucedieron en latitudes distantes a las latinas y que, con el pasar de las hojas, los hechos vayan adquiriendo la posibilidad de ser comparados con los del día a día en cualquier noticiero hispanoamericano. Las perlas de Goree —escrito por Daniel Grodos y compuesto por diez breves relatos— es una obra limítrofe al periodismo, basada en la investigación de expedientes, que sirvieron para la creación de algunas narraciones, y en la reflexión hecha por el escritor respecto de distintos lugares y personajes que se encontró a su paso por el África Subsahariana. Leyendo algunos segmentos como Still Nacht (Noche Tranquila), Que te dejen, Duele el cuerpo, entre otros, tuve la sensación de estar paseando por lugares conocidos, ilustrados por vocablos mitológicos o por recuerdos sin inicio. En esos instantes quise acercarme a Borges y recordar unas palabras escogidas por él para retratar sus percepciones en relación con las tierras confusas que habitamos en sueños, o que bien dibujan África. Dice el argentino que “de esa región inmersa rescato restos que no acabo de comprender: hierbas de sencilla botánica, animales algo diversos, diálogos con los muertos, rostros que realmente son máscaras, palabras de lenguajes muy antiguos y a veces un horror incomparable”. El continente Negro, ese que según los libros tiene una fauna y una biodiversidad envidiable; cuna de los ancestros, tierra de sufrimientos y muertos, dominada y explotada por actores egoístas, por hijos de coronas sin escrúpulos, por aquellos que han dictado al mundo los lineamentos que componen nuestra historia, están contenidos en el texto de Grodos.
Ese gigante tectónico dividido en términos geográficos por colores y teces, lastimado por egos europeos, rico en cobalto, en diamantes, en pobrezas y que además es víctima —diríamos algunos— de una violencia originada por falacias capitalistas, se sumerge en la indiferencia de relatos escondidos por los medios de comunicación. Grodos, médico de origen belga que abandonó las labores referentes a su profesión y dedicó tiempo a participar en proyectos que involucran ayudas para latinos y africanos, insinúa que “el mito es una madre que consuela, y la historia es un padre que educa” usando para esto anécdotas propias o de otros extranjeros que chocan culturalmente al llegar a África, como la que en un principio me pareció racista, no obstante a la postre pude librarla del juicio: “nunca he visto a un negro quedarse solo, sin un gesto, sin motivo, mirando el mar. Y además de uniforme”. Tal vez el personaje lo dijo gracias a sus reducidos conocimientos de África, los cuales se atrevían a opinar que allí “las playas son lugares usados como retrete, o sitios de juego, de ligue, de ratería, de picnic o de trabajo, pero no de contemplación”. Al avanzar con la lectura estos dictámenes irán cambiando de frente, aunque en el ya mencionado Still Nacht, protagonizado por un exmilitar Nazi, viejo, gordo y solo, que al tener que desaparecer de Europa se escondió en la Subsahariana para continuar con su desprecio hacia los superficialmente distintos y llenar sus predios —seguramente robados a los nativos— de esclavos, las referencias racistas se tornan agudas. “Por qué los blancos siempre ponen nombres”, le decía un nativo al belga cuando este lo definía como un poeta, dado su interés a la contemplación del paisaje, pareciéndole increíble que siendo soldado y negro se interesara por dios o por la inmensidad propuesta
por el cielo y el mar diluidos en el horizonte. Para el militar, poder contemplar los panoramas o visitar el hotel en donde se hospeda algún conocido que estuviese de paso en su país, son los principales rasgos de la democracia proveniente del discurso occidental, la que tanto ha tratado de ser impuesta en dominios africanos o americanos; sin embargo, no entendía que la democracia “es poder decir lo que se piensa sin ser molestado y poder cambiar a los jefes”, pues en sus clases de preparación para defender a la señora imperialista nunca le habían dicho que la libertad de pensamiento hacía parte de sus derechos. “La abstinencia es el método más seguro y luego ideal”, le decía el asistente Luis Pasteur a uno de sus pacientes infectado de VIH y aquejado por la falta de aliento. El sueño de Luis Pasteur —seudónimo de Kamanda wa Kamanda— hace referencia a un joven graduado de la Escuela Técnica Católica para enfermeros, y es una perspicaz burla a los métodos educativos empleados por los occidentales en su afán por alienar a los colonizados. “¿Y bien?, ciudadano. Convendría que reaccionaras cuando te hablo. ¿Suele tener relaciones sexuales con otras personas que no sea su cónyuge? (…) ¿Cuántas parejas sexuales distintas tuvo usted durante este último año? ¿Frecuenta a prostitutas? ¿Frecuenta hombres que salen con prostitutas? ¿Padeció de cualquier derrame o llaga a nivel de los órganos genitales?”. Una máquina come libros, así parecía el pobre enfermero atendiendo a su primer paciente; no sabía cómo sacarle datos y lo peor no sabía cómo darle información de su interés; recordaba que sus profesores holandeses le hablaban de la importancia de la empatía, pero “¿dónde guardan los blancos la empatía? Son demasiado astutos. Es como los recursos presupuestarios. Todo el tiempo hablan
de ellos pero nunca se sabe dónde están ni como obtenerlos ”. Este pasaje ilustra que cuando la educación es un modelo copiado se vuelve un error repetido, una arista dogmática que indica un progreso reducido. El Fondo Editorial de la Universidad EAFIT, en su interés por ofrecer obras literarias interesantes, novedosas y entretenidas, saca a la venta Las perlas negras de Goree del escritor belga, Daniel Grodos, quien actualmente reside en Bolivia. El libro lleva el nombre del último relato, ocurrido en la Isla de Goree —siglos atrás destinada para la contención de esclavos y hoy día puerto de prostituas y alegrías para extranjeros— ubicada al occidente africano, delineada por el Océano Atlántico, epicentro de la mayoría de los relatos, que intentan bajar de Senegal hasta Níger, y luego de la República Central Africana hasta Kenia o Tanzania. Chicos consumidos por las drogas y la vida callejera figuran en Duele el Cuerpo, penúltimo cuento del autor compuesto por personajes que perfectamente podrían estar en la Avenida León de Greiff, en los alrededores de la Minorista o en Barbacoas. “No queremos que el pegamento toque ni siquiera nuestra ropa. Si nos persiguen, dejamos caer lo que hemos robado”, claro, si huelen a sacol la golpiza que les darán será mayor. El grito de auxilio es conocido por nuestros oídos, “necesitamos que nos enseñen un trabajo, que permitan que nos divirtamos, que cantemos, que bailemos. Que nos den trabajo de verdad”. Tal vez las calles de los países africanos, negros y pobres, no sean tan distintas a las de Medellín, por lo menos ambos lugares carecen de identidad y son víctimas de filosofías lejanas a la realidad. Colombia, Malí, Uganda, Guinea, Ecuador, todos unidos por la ignorancia, por los complejos de bastardía y la búsqueda de una democracia que al parecer no es el sistema político necesario para suplir las necesidades de los sobrantes del mundo occidental. Las perlas negras, libro de domingos.
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El Gigante Egoísta “Esta es la historia de un gigante, que protege su jardín, que los niños no se acerquen eso es lo que va a impedir” Lugar: Teatro el Trueque Hora: 11:30 a.m. Fecha: Junio 8, 15 y 22. El 29 de junio la obra se presentará en la Casa Teatro El Poblado. Informes y reservas: 217 26 05
Temporada oficial filarmed 2014 Mayo-julio / Precios: $40.000-$60.000
¡Richard Strauss,
Strauss y Reinecke
Javier Perianes al piano
-Poema Sinfónico “Don Juan” -Muerte y Transfiguración -Concierto para No. 1 para corno
-Sinfonía Alpina de R. Strauss (1864-1949) -Concierto para flauta de C. Reinecke (1824-1910)
-Sinfonía No.2 de L. van Beethoven -Concierto para piano en La menor de E. Grieg
celebración de los 150 años su natalicio
Fecha: Viernes 30 de mayo 8:00 pm Lugar: Teatro Metropolitano Director: Francisco Rettig (Chile) Solista: Gabriel Betancur
Fecha: Sábado 7 de junio 6:00 pm Lugar: Teatro Metropolitano Director: Francisco Rettig Solista: Elizabeth Osorio
Fecha: Viernes 11 de julio 8:00 pm Lugar: Teatro Metropolitano Director: Alejandro Posada Solista: Javier Perianes