A corazón abierto

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“El segundo mandamiento es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” Mateo 22, 39. En la parroquia del barrio donde vivo; “Santa Clara de Asís”, uno de los requisitos para que los niños hagan la primera comunión es que papá y mamá reciban también un año de renovación y acompañamiento a su hijo en este proceso de preparación interior y en su compromiso con Dios. Soy catequista de los padres y en alguna ocasión la charla era sobre: “la Iglesia; el cuerpo de Cristo”. Para explicar que cada uno de nosotros formamos parte de esa iglesia, dibuje en el tablero el bosquejo de un templo, y dimos a cada uno de los padres una cartulina pequeña en forma de ladrillo, donde debían escribir tres

cualidades y dos defectos que personalmente sabían que los tenían. La intención era dejarles ver que cada uno de nosotros somos esos ladrillos con los que se construye la Iglesia y que para el Señor somos “muy” importantes así seamos “muy” diferentes. En el desarrollo de la actividad percibimos que la mayoría de estos papás no tenían claro cuáles eran sus cualidades y algunos ni siquiera tenían presente cuales eran sus defectos. Detecté inmediatamente que era un problema de autoestima. Realmente nunca le damos la importancia y el tiempo necesario a la reflexión íntima y al conocimiento de nuestro ser. Nos da miedo amarnos a nosotros mismos. Una cosa es ser ególatra, soberbio y orgulloso y otra, conocernos, tener respeto y amor por nuestro cuerpo y nuestro ser interior. Y creer que Dios habita en nosotros y nos transforma cada vez que lo descubrimos, se lo pedimos y lo más importante lo permitimos. Puntos de Interés: ¿qué es Autoestima? Autoestima y los seguidores de Cristo • Dios trabaja en ti si se lo permites • Indicadores de autoestima alta y baja. “No podemos dar de lo que no tenemos” y así mismo funciona alrededor de nuestras actividades. No estás en capacidad de dar amor sino te amas a ti mism@. Esto se llama Autoestima y es el tema de este número. El Señor dice en su palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Es un mandamiento, no un consejo, ¿por qué? Aquí encontrarás la respuesta. 1

Por: Diana Fernanda Vásquez S. Tel: 315 309 9114 Escríbenos: periodicoyosoy@hotmail.com *Ilustraciones: Cortesía de Fano Visita Nuestra página web: www.periodicoyosoy.com


Autoestima es:

¿Qué tiene que ver con nosotros? Es a partir de los 5-­‐6 años cuando empezamos a formarnos un concepto de cómo nos ven nuestros mayores padres, maestros, compañeros, amigos, etcétera. La autoestima es el núcleo principal alrededor del cual orbita cada aspecto de nuestras vidas.

La autoestima básicamente es un estado mental. Es el sentimiento o concepto valorativo (positivo o negativo) de nuestro ser, la cual se aprende, cambia y la podemos mejorar y se basa en todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias que sobre nosotros mismos hemos ido recogiendo, asimilando e interiorizando durante nuestra vida. En lo más profundo de nuestro ser existe una imagen que nosotros hemos creado, aunque no estemos plenamente conscientes de ello, que refleja la idea que nosotros nos hemos forjado de quienes somos como persona, y cuan valiosos somos con respecto a otros. Se corresponda o no con la realidad, esta imagen es nuestro punto de referencia con respecto al mundo que nos rodea, es nuestra base para tomar decisiones, y es nuestra guía para todo lo relacionado con nuestro diario gestionar en la vida.

Según como se encuentre nuestra autoestima, ésta es responsable de muchos fracasos y éxitos, ya que estos están intrínsecamente ligados. Una autoestima adecuada, vinculada a un concepto positivo de mí mismo, potenciará la capacidad de las personas para desarrollar sus habilidades y aumentará el nivel de seguridad personal, así como también es la base de una salud mental y física adecuada, mientras que una autoestima baja enfocará a la persona hacia la derrota y el fracaso.

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¿Qué tiene que ver mi familia con mi autoestima?

Autoestima y los seguidores de cristo

La persona, va creciendo y formando su personalidad dentro del ambiente familiar, que es el principal factor que influye en la formación de la misma, ya que le incorpora a ésta los valores, reglas y costumbres que a veces suelen ser contraproducentes. Algunos de los aspectos ya mencionados son incorporados, a la familia, por medio del "modelo" que la sociedad nos presenta, y éste es asimilado por todos los grupos sociales. Pero, la personalidad de cada uno, no sólo se forma a través de la familia, sino también, con lo que ésta cree que los demás piensan de ella y con lo que piensa de sí misma, al salir de este ambiente y relacionarse con personas de otro grupo diferente.

Es aquí donde autoestima y cristianismo se complementan. Los conflictos con uno mismo provienen de la dificultad de aceptar nuestros errores, y nada le reconcilia a uno tanto consigo mismo como el saberse amado. Cristo nos ha revelado el amor incondicional de Dios por cada ser humano. Quien, a pesar de sus defectos, se sepa amorosamente mirado por un Padre que le ama tal como es y que está dispuesto a perdonarle cada vez que le pida perdón. Sabiéndose así amado, se amará a sí mismo y, libre de yugos personales, se podrá dedicar de lleno a amar a los demás. En efecto, la paz interior no es el único fruto de la humilde autoestima de quien se sabe hijo de Dios. Una buena relación con uno mismo tiene también una importancia decisiva de cara a la calidad del amor a los 3

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demás. Es lógico que una actitud conflictiva hacia uno mismo dificulte el buen entendimiento con los demás, en primer lugar, porque es difícil que quien esté absorbido por sus propias preocupaciones preste atención a las de los demás. En segundo lugar, porque quien teme ser rechazado por otros se vuelve susceptible.

¿Por qué conocernos a nosotros mismos?

Quien se sabe hijo de Dios, se olvida fácilmente de sí mismo y aumenta la calidad de su amor a los demás. En cambio, quien desconoce esa dignidad, se ve impelido a cosechar éxitos que aumenten su autoestima y le hagan merecedor de la estima ajena. Pero de ese modo nunca alcanza una buena relación consigo mismo y con los demás, porque el yo está envenenado por el amor propio y jamás se satisface del todo. Quien desconozca el amor de Dios, ante sus propias miserias, tendrá dos opciones: o bien reconocerlas y deprimirse, o bien autoengañarse, eventualmente con ayuda de psicoterapia (hay quienes acuden a un psicoterapeuta para que les convenza de que son personas fabulosas). Pero así nunca se obtiene una paz duradera, porque la inteligencia engañada siempre protesta. Es aquí donde el cristianismo ofrece la mejor alternativa. El conocimiento de estas realidades sería la mejor propaganda para la vida cristiana. Tomado de la entrevista hecha a Michel Esparza, filósofo y teólogo, que ejerce su ministerio pastoral en Logroño. Y escritor del libro “La autoestima del cristiano”.

El ser humano es un conjunto formado por el cuerpo físico, la mente, las emociones y el espíritu. Todos estos elementos están íntimamente relacionados y no se pueden contemplar por separado, pues configuran un todo. Lo cierto es que en nuestras células se almacena toda la información que hemos ido absorbiendo desde que nacimos, cosas que nos marcaron cuando ni siquiera teníamos noción de quiénes éramos, y más tarde, sucesos que no entendimos y quedaron archivados en el plano del inconsciente. Todo eso que está almacenado ahí tiene aún más fuerza que lo hemos ido aprendiendo conscientemente hasta el momento, y es lo que realmente determina 4

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nuestro comportamiento, nuestros impulsos, las metas que conseguimos y las que no… en definitiva, la realidad que tenemos. A medida que vamos profundizando en nuestro interior, capturando y desactivando esos pensamientos tan arraigados, se va dando una transformación, no exenta de dolores físicos (lo que se almacenó en nuestras células y quedó impreso en el cuerpo) o de recaídas en “nuestras” enfermedades; pero al mismo tiempo, nos vamos deshaciendo de todo ese lastre que ni siquiera es nuestro muchas veces. Las frases que nos repetían constantemente personas de autoridad en nuestra vida (padres, familiares cercanos, maestros) quedan incorporadas en forma de pensamientos autónomos que ni siquiera sabemos que tenemos. A su vez, las emociones que nos produjeron estas palabras, se grabaron en el tejido muscular y determinaron futuros desequilibrios físicos que se llegaron a cronificar; lo que se llama nuestros puntos débiles. Si nos decían que nunca serviríamos para nada, es muy posible que actualmente estemos en un trabajo muy por debajo de nuestras posibilidades reales, que nuestros fracasos sean mucho mayores que nuestros logros, que seamos patosos o poco desenvueltos en sociedad, y así muchas más tendencias que dificultan la armonía y el bienestar. Luisa Joaniquet

“Examíname, señor. Y reconoce mi interior. Explórame y reconoce mis pensamientos, mira si voy por mal camino y guíame por el camino eterno”. Salmo 139: 23-­‐24 Dios te ama tanto que quiere que hagas algunos cambios en tu corazón para que disfrutes plenamente de su amor y de todo lo que te da. Para eso se requiere un conocimiento detallado de nuestro ser. Descubrir que me gusta, que me molesta, que aprecio y que tengo de los demás, nos ayuda a mantener dominio sobre nuestras emociones. Que, se verá reflejada en nuestras interacciones diarias. Es estúpido decir que no necesitamos de nadie, porque nuestra vida gira alrededor de nuestras relaciones con los demás, con Dios, con la naturaleza y por simple ley de la naturaleza; conmigo mismo. Todo lo que hacemos tendrá una respuesta positiva o negativa, según haya sido nuestra actitud y nuestras intenciones. Esa es la famosa ley de la siembra y la cosecha. 5

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Por eso si queremos dejar una huella positiva a lo largo de nuestro caminar debemos tener en cuenta los siguientes pasos: 1- Iniciativa: Es tomar la decisión de trabajar por el mejoramiento y crecimiento interior. Debe ser ¡ya! Que no se quede en palabras. Hay que reconstruir lo que hiciste mal o lo que otros derribaron con palabras, actitudes, acciones. (Padre, madre, familiares, maestros, amigos, pareja, hijos). 2- Intimidad con Dios: Dios quiere que seas cabeza y no cola. Por eso necesitas depender Dios. Sólo él conoce al interior de tu corazón; sabe cuáles son tus cualidades, tus defectos, conoce tus heridas, sabe quién o que las ocasionó. Sólo él te sana y te libera de tus propias cadenas. Además te da la fortaleza necesaria para sostenerte en este proceso muchas veces doloroso. Pero él está ahí; para consolarte y animarte. (Josué 1,9).

3- Observar mi interior: Tenemos que aprender a ser nuestro mejor amigo y sólo lo conseguimos si conocemos nuestro ser interior. En un espacio cómodo y a solas dedico tiempo para conocerme. Me observo en diferentes situaciones, en mis diferentes roles (hij@, madre o padre, amig@, hermano, pareja, emplead@). Identifico las personas, las cosas o las situaciones que me afectan positiva o negativamente. Con quienes me puedo expresar libremente y siento confianza; veo sus cualidades y las aprecio. Miro con atención las personas que influyen sobre mí, la dependencia que tengo de mis posesiones, o las circunstancias en las que me veo involucrado. Observo como esos factores externos influyen y cambian mi estado mental y emocional. Quien me causa temor y porqué. Observo mi carácter y mi personalidad. ¿Soy yo quien quiero ser? ¿Mi carácter y personalidad corresponde con mis ideales? ¿Llevo la vida que quiero llevar? Dejo salir mis recuerdos, sin culpar a nadie, solo los observo; soy consciente de las emociones que me causan estos recuerdos, miro que sentimientos experimento, algún sentimiento negativo o prefiero ponerle un sentimiento positivo, aprender de el y dejarlo fluir. Creo pensamientos positivos acerca de mí mism@. En mí interior hay muchas cualidades, las observo y las disfruto y me doy cuenta que me producen paz. Reconozco que sólo hablando, sintiendo, pensando y obrando correctamente, mantengo la presencia de Dios en mí.

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4- Actúa: Dios no quiere que te quedes quieto. Marca la diferencia en todo lo que hagas. En tu casa, con tus amigos, en tu trabajo, en tu iglesia. La acción sólo la pones tú. Repite frases o textos bíblicos con los que te sientas que refuerzan tus flaquezas. 5- Desechar: Tenemos que deshacernos de todo aquello que no da fruto en nuestra vida y nos lastima o nos mantienen sujetos a ese sentimiento de autocompasión, rechazo, o culpabilidad. (Amigos, lugares, programas de tv. o Internet. Charlas, etc.) 6- Enfoque: Debemos tener presente lo que queremos; donde estamos y hasta donde queremos llegar con este trabajo interior, que no es más que edificar en bien de nuestro progreso espiritual. Sólo cuando entendemos, aceptamos, perdonamos y trabajamos en embellecer nuestra alma; entenderemos a las demás personas y podremos ayudarlas de alguna manera, pero lo mejor es que podremos amarlas como son, porque ya comprendemos su proceder y seremos luz en sus vidas. Puede que seas esa persona que Dios pone en su camino para que la acompañes en su proceso de amor a sí mismo. Porque es difícil aceptar que no nos quieren por nuestro proceder; pero mucho más difícil y doloroso es no aceptarnos nosotros mismos. 7- Revisión diaria: Indiscutiblemente tenemos que evaluar nuestro trabajo. Identificar lo que nos presenta dificultad y dolor en este proceso y el porqué. Ponerle

al Señor en oración estas situaciones para que sea él sanando, liberando y fortaleciéndonos para no desmayar. Poco a poco aprenderemos a conocer el tiempo oportuno para cada cosa: escuchar, hablar, perdonar, y agradecer cuando logramos superar cada nivel. Recordemos que estamos trabajando nada menos que con nuestras emociones y por lo tanto es una labor muy delicada, dispendiosa y que requiere de tiempo, años, toda la vida.

Importante:

Tratarnos con gentileza, aprender a decir ¡no! Establecer límites, y tener un tiempo para nosotros, nos permite potenciar nuestras energías, forman parte del cambio que alimenta nuestro corazón y eleva el valor por nuestro propio ser.

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Indicadores de una autoestima baja:

Autoestima alta:

• Es indeciso. No confía en sus capacidades. • Espera a que los demás le digan que hacer. • Es su propio obstáculo para sus metas. • Necesidad de aprobación. • Necesidad de Aceptación. • Conflictiv@, disociad@r. • Sentimiento de culpa. • Sensación de rechazo continúo. • Exagera sus errores. • Inseguro por miedo a equivocarse. • Es muy sensible a la crítica y ante ella se siente atacad@. • Gran necesidad de complacer. • No se atreve a decir: ¡No! • Se exige mucho así mism@. • Tiende a sentirse deprimid@. • Todo lo ve negativo. • Se queja continuamente. Entre otros…..

• Tiene claro cuáles son sus valores y no teme cambiar si la experiencia de la vida le demuestra lo contrario. • Confía en sí mismo. Confía en su capacidad para resolver sus problemas. • Esta dispuest@ a pedir ayuda cuando lo necesita. Tiene metas. • No se considera inferior ni superior a nadie. • Disfruta con la diversidad de actividades. • Dice ¡No!, sin sentirse culpable. • Respeta opiniones. Se siente capaz de comunicarse y de escuchar a otros. • No tiene miedo a equivocarse porque sabe que de los errores se aprende. • Conoce sus fortalezas y sus debilidades y trabaja en ellas para mejorar. • Lee, analiza, reflexiona y vive a corazón abierto la palabra del Señor, sin pena, ni temor a burlas, porque sabe que Jesús es camino para tener un corazón conforme al corazón de Dios. Sabe que imitándolo asegura su vida eterna con Dios. 8

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