”Bienaventurados los mansos de corazón porque ellos poseerán la tierra. Mateo 5,4
Puntos de Interés: ¿Qué significa mansedumbre? ¿Qué es ecuanimidad? Cuando tenía 18 años, apogeo de la adolescencia rebelde, me regalaron un libro que se llamaba “Tus zonas erróneas” y entre lo que entendí y recuerdo, el autor enseñaba a no darle importancia al pasado, no vivir pensando en el futuro sino disfrutar el presente. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero animaba a la persona a no darle importancia a las críticas y observaciones que otros me hicieran, así que todo me resbalaba. Me lo tomé tan apecho que mi mamá terminó rompiendo el libro y tirándolo a la basura. Estas ideas, llamaron mi atención y tuvo una influencia muy marcada en esa etapa de adolescente. Por un tiempo viví desarrollando esa propuesta de vida y les cuanto que mi espíritu se sentía cómodo, aunque no del todo. Me di cuenta que al resbalarme todo no dejaba que mis sentimientos fueran afectados por los
comentarios de otros. Entonces conservaba la calma y aceptaba a los demás como eran. Mis relaciones en la universidad eran excelentes con la mayoría de las personas, yo no las juzgaba y no me afectaba sus comentarios. Fue mi piso durante varios años y lo recuerdo con mucho cariño, porque de pronto, me dio un toque de persona diferente, con actitudes diferentes, no agresiva y esto marcaba la diferencia con respecto a mis compañeros, aparte de eso era buena estudiante, creativa, y alegre. Noté que empezaba a atraer tanto a jóvenes como a adultos, ya que les parecía una chica interesante. En ese entonces hablaba menos y escuchaba más, eso me hacía aún más interesante. Les gustaba mi manera de pensar y actuar y se sentían cómodos conmigo. Pero como el diablo es puerco, lo utilicé para manipular. Gracias a Dios tenía una mente sana y mis manipulaciones no pasaron de ser cosas de muchachos. Realmente fue una buena época, ahora que lo recuerdo. Hoy que lo veo con más calma, no estaba equivocada, solo le di el sentido equivocado. Sencillamente lo acomodé a mis caprichos juveniles, tratando de justificar mi comportamiento irreverente, 1
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convirtiéndome en una persona fría, por eso la reacción de mi mamá. Ella quería pelear… yo no, ella quería alegar… yo no, yo, conservaba la calma y sólo la observaba, creo que esto la exaltaba más. Hasta ahí está bien. La falla estuvo en no mirar el trasfondo de sus reproches. Estaba preocupada por el giro de pasividad mal entendida con el que estaba tomando las responsabilidades que tenía. De ser algo positivo, pasó a ser algo muy negativo. Entré en un estado de aletargamiento, que no me importaba nada. Con el tiempo olvide aquella historia del libro. Después mi vida se volvió un caos y no se en que momento mi corazón se empezó a llenar de ronchas. De un extremo pase al otro. A todo le di importancia, malo si me miraban, malo si no, en fin, ¡que pereza! Y lo peor es que en este estado me sumergí por 20 años, hasta que decidí dejar entrar a Dios en mi corazón y le permití que gobierne mi vida. En el deseo de agradar a Dios, comenzamos a buscar elementos de ayuda para tal fin. Y, si se tiene la inteligencia espiritual abierta, el Señor nos va mostrando porque lado debemos comenzar. Hace poco Marta, una amiga muy querida que Dios puso en mi camino, un ser de mucha luz, me regaló un libro pequeño llamado “sabiduría de la vida,
de José Luis Gogo Val” Y en cada hoja hay reflexiones para alimentar el alma. Me sugirió que leyera una por día y lo meditara el tiempo que fuera necesario. He aquí la que me mando a recordar una hermosa época: mis 18 años. “Rencor, venganza, represalia… Sentimientos que pueden asomar sorpresivamente en el alma. Tendencias ocultas y que cualquier imprevisto puede despertar. El corazón tiene esas adherencias y es preciso cuidar su sarpullido. Sólo quien apuesta deliberadamente, de manera habitual, por la bondad y por la mansedumbre hace posible su brote inesperado. Que no exista lugar en tu corazón para el rencor amargo” Yo, tengo claro que Dios conoce lo que hay en el interior de nuestro corazón, y cuando él ve en nosotros el deseo y la actitud de cambiar, va poniendo en nuestro caminar la dolencia y el remedio. Que quiere decir esto; que el Señor nos va mostrando los sentimientos ocultos de nuestra alma que deben ser trabajados y nos dice el cómo. Por eso les recomiendo que todos los días en su intimidad con Dios le pidan que abra sus ojos, su mente, su corazón, sus oídos, su inteligencia espiritual; ya que es el único modo de entender la forma como nos habla el Señor. Mi espíritu entendió el mensaje que Dios me daba a través de este texto. Eso significa que mi alma carece de bondad y mansedumbre o hay falencias. Hoy dedicaremos esta edición sobre la mansedumbre fruto del Espíritu Santo. (Gálatas 5,23). 2
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Mansedumbre “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres de la tierra”. Números 12,3. Mansedumbre es la palabra griega “praotes”, que significa aquella disposición tranquila, equilibrada del espíritu, que mantiene las emociones bajo control. No se refiere a una persona débil o tonta; sino a la que posee la cualidad de perdonar injusticias, corregir sus faltas y gobernar bien su propio espíritu. La mansedumbre es una total dependencia del Padre Celestial. En resumen, la mansedumbre es autocontrol; es ser sabio para manejar: el poder, la autoridad, y también sus emociones aun cuando está bajo presión. Un gran ejemplo de mansedumbre lo tenemos en un buey; que es un animal muy manso, pero a la vez, muy fuerte. La persona mansa no se ve afectada ni por la crítica ni por la alabanza. La mansedumbre es la solución para terminar con la ira y el carácter explosivo. Una cualidad propia de una persona mansa es la ecuanimidad.
¿Qué es Ecuanimidad? “Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar, porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas” Eclesiastés 10,4 Constancia e igualdad en el ánimo, manteniendo una actitud equilibrada y serena; Neutralidad, equilibrio o justicia. La ecuanimidad es una poderosa energía de precisión, cordura, armonía y equilibrio. Es imparcialidad, respuesta proporcionada, medio justo, ánimo estable entre las vicisitudes o adversidades, mente firme e imperturbable ante el elogio o el insulto, la ganancia o la pérdida, lo agradable y lo desagradable. Una persona espiritual usa su mente como un espejo. No se aferra a nada ni rechaza nada. Recibe, pero no conserva. Un espejo refleja innumerables imágenes, pero se mantiene intacto. Existe una actitud que dirige su atención hacia donde necesita, pero que, al igual que el espejo, no hace perder la propia estabilidad interior. Pero la ecuanimidad es también compasión, pues nunca es frialdad, desinterés o falta de sensibilidad. Es la visión equilibrada y clara que pone las cosas en su lugar y sabe ver, en el fondo de los eventos y fenómenos, la acción de las leyes de la naturaleza. La ecuanimidad surge al asumir conscientemente lo inevitable sin que el ánimo se turbe. Todo fluye, todo se modifica, todo cambia.
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Mansedumbre; Ecuanimidad Nada permanece, solo la fidelidad de Dios. La persona ecuánime comprende esta verdad, por eso mantiene el ánimo sosegado aún en las circunstancias más difíciles. Ecuanimidad es vivir en el presente, libre del pasado y del futuro y sin reaccionar con avidez o aversión. La ecuanimidad nace cuando uno no se aferra a lo agradable y no añade sufrimiento a lo desagradable. Las sensaciones surgen y se desvanecen, es su dinámica natural, como es la dinámica de esta Vida, pasar. La ecuanimidad es tolerar el misterio de las cosas, sin juzgar. Este beneplácito constituye la fuente de la propia seguridad y confianza. Tiene una perspectiva totalmente diferente de la Vida pues, por lo general, el ser humano vive en un nivel de rechazo que la debilita profundamente. La ecuanimidad surge también cuando se ve la ilusión del ego. Si no se comprende el hecho de que el ego ocasiona todo ajetreo, confusión y sufrimiento, no se puede ejercer una verdadera ecuanimidad.
Mediante la ecuanimidad se logra una mente silenciosa y atenta que puede tener mayor observación, consciencia, conocimiento y comprensión. Es una manera de VER el exterior y nuestro interior. Ecuanimidad no es indiferencia sino apertura. Es equilibrio de ánimo ante lo placentero y lo displacentero. Como pueden ver a los 18 no estaba tan lejos de lo que Dios quiere que aprendamos. A aceptar todo lo que nos llegue, en paz, evaluar con tranquilidad lo positivo y lo negativo de las circunstancias sin involucrarnos emocionalmente. Así nos volvemos imparciales permitiéndonos tomar decisiones acertadas para el bien de nosotros y de los demás. La paz, es la característica de esta actitud. Mientras la mansedumbre es la disposición tranquila y serena del espíritu para mantener nuestras emociones bajo control, la ecuanimidad es un permanente equilibrio del ánimo mientras se está observando todo lo que nos llega; como mirando por una ventana, sin juicio, sin opinión, sin miedo, sin que afecte. Es aprender y dejar pasar sin aferrarnos. De ahí lo que dice el Señor, que los mansos poseerán la tierra; porque es una manera de vivir sin apegos, dando lo mejor de nosotros; serenidad, equilibrio y sabiduría, esto nos permite ser el polo positivo en todo lo que pensamos, hablamos y hacemos; es ser la solución no el problema. Es poseer la tierra. “Mansedumbre, dominio de sí, contra tales cosas no hay ley”. Gálatas 5,23. 4
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