Los cofres de la Xana
Cecilia Pérez García
Los cofres de la Xana Ésta es la fantástica historia que le sucedió a una niña de 12 años llamada Olaya. Era una niña normal, a la que le gustaba hacer las cosa propias de su edad, como jugar con sus amigas y amigos, ir al cole, leer, escuchar música, practicar deporte… y sobre todo pasear a la orilla del lago, que estaba muy cerca de su casa.
Una tarde cualquiera de finales del mes de Junio, cuando ya todo huele a verano y cuando parece que el atardecer nunca va a llegar, Olaya se fue a pasear al lago en compañía de su perro Chuti. De pronto, la orilla del agua transparente y cristalina, empezó a cubrirse de una especie de nube de la que salía un dorado resplandor y vio como la pequeña roca, donde ella se sentaba muchas veces a contemplar el agua, se estaba cubriendo de oro. De repente, sin saber de qué manera y como si hubiese surgido de las profundidades del lago, apareció sentada en su roca, una hermosa dama de extraordinaria belleza, de pequeña estatura y con unos largos cabellos rubios adornados con una cinta de perlas y flores. Parecía un hada y peinaba su hermosa cabellera con un peine de oro mientras se miraba en el agua como si fuera un espejo. Cantaba tan bien como los pájaros y a su lado tenía cuatro pequeños cofres de oro.
La niña, al verla, se asustó y decidió volver a su casa. Cuando se iba, una dulce voz le dijo: - Olaya, por favor, no te vayas y no tengas miedo de mí, pues soy una ”Xana” buena. Te conozco, porque muchas veces te observo cuando vienes a pasear y veo que eres una niña buena y cariñosa. Olaya cogió en el cuello a su perro Chuti
y
tímidamente se acercó a la Xana y le preguntó:
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- ¿Qué es lo que quieres de mí? - Me gustaría que tú me ayudases. A cambio, yo te recompensaré, regalándote uno de mis cofres. - ¿Y como puedo ayudarte yo? - contestó la niña. La Xana, le contó que vivía en una cueva situada en las profundidades del lago y era feliz, pero llevaba cientos de años haciendo las mismas cosas: peinando sus rubios cabellos con peines de oro, cantando con los pájaros, haciendo la colada, jugando a los bolos en su bolera de oro y cuidando de “les vaques”, de “les pites” y de los “Xaninos”, y que si nadie la desencantaba tendría que seguir así toda la vida y que a ella le gustaría poder vivir como una persona normal y conocer otros horizontes.
Olaya prometió ayudarla y la Xana le explicó las condiciones de su recompensa: - En cada cofre de oro tengo un tesoro - le dijo - y tienes que escoger cuál quieres. En el primero tengo “Riqueza”, en el segundo está la “Suerte”, en el tercero encontrarás la “Belleza” y el último está lleno de “Amor”. - Bueno - dijo la niña - me parece bien, pero tengo que ir a casa a contárselo todo a mis papás para ver que es lo que opinan ellos. - Muy bien - dijo la Xana - mañana es la Noche de San Juan y antes de la media noche tocaré a tu puerta tres veces; saldrás de tu casa, escogerás el cofre que hayas
decidido
y
en
ese
momento
quedaré
desencantada y ya podré marcharme.
Al llegar a casa y contarle a sus padres y a su hermana mayor todo lo que le había ocurrido, éstos se pusieron muy contentos. - ¡Qué bien! - dijo la madre - escojamos el de la “Riqueza” y así no nos faltará de nada.
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Pero el padre no estaba de acuerdo, él prefería el cofre de la “Suerte” y su hermana que era muy coqueta, quería el de la “Belleza”. Olaya les escuchaba atentamente y cuando todos dejaron de hablar dijo con todo su corazón: - ¿Por qué no nos quedamos con el del Amor? Así nuestro hogar estará siempre lleno de amor. Los cuatro se miraron y decidieron que era lo mejor.
Al día siguiente, justo antes de la media noche, tres golpes suaves sonaron en su puerta. Olaya salió y cogió el cofre del “Amor”. La Xana se puso muy contenta, se despidió y cuando se estaba marchando la niña la llamó y le dijo: - ¡Eh!, Xana buena, ¡te olvidas de los otros cofres! - No, - respondió la hermosa dama - si hubieses escogido cualquiera de los otros tres, te habrías quedado sólo con el elegido, pero al escoger el del “Amor” los otros también son para ti, pues donde va el amor, siempre va la belleza, la suerte y la riqueza. Y así en aquella noche mágica de San Juan, la Xana buena del lago, desapareció entre la niebla y nunca nadie más la volvió a ver.
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