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La historia de Vesla

El enorme pastor de brie realizó un violento ataque acompañado de gruñidos y ladridos. A toda velocidad se dirigía hacia la pequeña elkhound, que se paró inmediatamente, se quedó inmóvil y giró su cabeza hacia un lado. El perro se paró perplejo, desconcertado, a tan solo unos pasos de la elkhound, como sin saber muy bien qué hacer. Entonces comenzó a buscar a un lado y a otro alguna actividad alternativa, olisqueando ligeramente el suelo, distraídamente, y finalmente volvió al punto de partida junto a su dueño.

El lugar en el que esto sucedió era mi pista de entrenamiento. El pastor de brie era un perro con problemas de relación con otros perros que un cliente había traído a mi consulta. La pequeña elkhound era mi perra Vesla, que entonces tenía ya trece años.

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Hace ya tiempo que Vesla está cazando por los campos celestiales pero durante muchos años ella fue la ayudante más competente y eficiente que habría podido tener, me ayudaba siempre con otros perros para resolver sus problemas de interacción con los de su especie. Vesla sabía siempre lo que tenía que hacer y siempre se las arreglaba para apaciguar a los otros perros cuando se mostraban agresivos, asustados, estresados o simplemente cuando la hostigaban. Durante once años ningún perro ha sido capaz de conseguir hacerle perder el equilibrio mental, los nervios. Ella es el retrato clásico de la supervivencia, una perra capaz de resolver conflictos, con todas las destrezas de comunicación necesarias para sobrevivir junto a los demás perros.

Pero Vesla no siempre se había comportado de ese modo. Llegó a mis manos como una perra vagabunda y teníamos la intención

de encontrarle una familia que la adoptase dado que no se adaptaba a mis perros y mostraba un comportamiento muy agresivo y violento. Se peleaba, tenía reyertas, disputas, estaba estresada, era imposible y yo no me sentía con fuerzas como para comenzar a trabajar con ella. Pero nadie la quería, por lo que, con un suspiro de resignación, decidimos quedárnosla y con mucha paciencia comencé a integrarla en nuestra familia de personas y perros.

Fue un tiempo de pruebas y experimentación. Puedo decir con toda honestidad que Vesla ha sido el peor perro que yo he tenido en mi casa en toda mi vida. Pero, gradualmente, las cosas mejoraron. Dejó de trepar por las cortinas y ya no era necesario tenerla con la correa en casa para proteger a los demás perros. Comenzó a salir de paseo junto con los otros perros sin intentar morderlos todo el tiempo. De cuando en cuando conseguía incluso relajarse.

Unos 9 meses después llegó el resultado que tanto habíamos esperado. Un día, mientras estaba observando a los perros de la granja para tener alguna confirmación o para que se me ocurriese algo para seguir progresando, noté con gran sorpresa que Vesla empezaba a comunicarse con los otros perros. Las señales que los demás perros le habían enviado, y su comportamiento, empezaban a dar sus frutos. La misma Vesla parecía haber recibido un regalo de Navidad. Corría por todas partes con aire radiante e intentaba usar este remedio milagroso que acababa de descubrir. Como me había percatado de que estaba recuperando su lenguaje canino intenté usar mi método de adiestramiento habitual: elogiar y premiar cada pequeño paso en la dirección adecuada. Cada vez que iniciaba una señal de calma o cualquier otro comportamiento deseado, yo la elogiaba. Ella progresaba día a día.

Hoy, 25 años después, sé que probablemente habría mejorado todavía más rápidamente si yo no la hubiese distraído con mis

elogios porque la gratificación en forma de cumplidos, golosinas o cualquier otra cosa, distrae al perro haciendo que se desconcentre de lo que queremos que aprenda. Hoy en día sé que en aquel periodo ella mejoró, sobre todo, gracias a la ayuda que recibió del resto de mis perros.

En poco tiempo Vesla se convirtió milagrosamente en una perra sociable. Algunos meses después todos sus comportamientos agresivos desaparecieron, y desde entonces hasta el día de su muerte, once años más tarde, nunca más entró en conflicto o altercado alguno con otros perros. Tuvo siempre el control de las situaciones, era tranquila y sabía cómo intervenir en cada circunstancia.

La historia de Vesla me hizo comprender que era efectivamente posible reeducar a los perros para que utilizasen el lenguaje que, por algún motivo, habían olvidado. Desde entonces he estudiado más a fondo su sistema de comunicación y trabajo con los perros problemáticos para ayudarlos a convertirse en perros normales capaces de comportarse bien en contextos sociales.

En cierto sentido esto se ha convertido en mi estilo de vida y en mi principal trabajo aunque como educadora de perros me ocupo también de muchas otras actividades. Lo que aprendí de Vesla ha enriquecido mi vida y hoy estoy mucho mejor preparada para entender lo que el perro siente y consecuentemente sé también cómo ayudarlo mejor. Me doy cuenta de que, en general, desde distintos puntos de vista, existe una mayor compenetración entre los perros y yo.

Después de todos estos descubrimientos puse en marcha un proyecto sobre las señales de calma junto a Ståle Ødegaard, un compañero mío. Durante uno o dos años nos ocupamos del adiestramiento y de la observación de perros. Ståle grabó muchísimos vídeos, hicimos muchas diapositivas y recopilamos una enorme cantidad de material que utilizamos para una presentación que hicimos en algunos clubs. Poco después las obligaciones familiares de Ståle aumentaron y nuestra colaboración terminó.

Más o menos en el mismo periodo entré en contacto con algunos educadores caninos extranjeros y la presentación que habíamos preparado se tradujo al inglés y se añadieron muchas de las diapositivas. Aquellas imágenes ya han dado la vuelta al mundo pero la gente parece no cansarse nunca de ellas. Todavía hoy viajo al extranjero 25-30 veces al año y, a pesar de tratar también otros temas, la presentación sobre las señales de calma sigue siendo la más demandada.

Agradezco a Vesla todo lo que me enseñó. Me cambió la vida. También todo mi agradecimiento para Ståle: sin él nunca habría realizado la serie de diapositivas, los vídeos ni el proyecto en sí. En realidad nosotros dos conseguimos hacer lo que tanto admiramos en los perros: colaboramos y resolvimos conflictos comunicándonos entre nosotros.

Más tarde escribí un libro en inglés al que siguió una versión en noruego. El texto se tradujo después a varios idiomas: español, italiano, griego, japonés, chino y muchos otros más.

Y ahora, 25 años después de haber escrito el primer libro, completo la presente edición del aniversario.

Gracias Vesla, por todo lo que me has enseñado. Has cambiado mi vida.

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