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Introducción a la presente edición del 25 aniversario
El lenguaje de los perros – 25 años después
Un domingo cualquiera de hace 25 años, tras dos años de estudio, observación, filmación y recopilación de material sobre las señales de calma, mi colega y yo estábamos evaluando nuestro trabajo del día en mi casa. Ståle estaba muy callado y reconcentrado en sí mismo así que al final no me quedó más remedio que preguntarle qué era lo que se le estaba pasando por la mente. Me miró durante unos segundos y me dijo: «Turid, ¿tienes idea de lo que hemos hecho?». No, no tenía ni idea. «Hemos descifrado el código». Continuamos sentados en silencio durante un rato, abrumados por lo que habíamos hecho y descubierto durante aquellos años.
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Sin embargo aquello era solo el comienzo. Desde entonces han transcurrido 25 años llenos de observaciones y verificaciones. Sin mencionar que El lenguaje de los perros. Las señales de calma se ha convertido en un best seller, traducido a más de 20 idiomas. Vídeos. DVDs. Incontables viajes por todo el mundo impartiendo charlas, seminarios, conferencias y formando a los educadores caninos.
Con todo, lo más maravilloso es ver lo mucho que se ha difundido el concepto de «señales de calma». Al principio nadie comprendía de lo que estábamos hablando. Hoy en día la mayoría de los profesionales conocen el término «señales de calma». No hace mucho recibí un correo electrónico de una persona que me preguntaba si yo estaba familiarizada con el término «señales
de calma». ¡Claro que sí!, respondí sonriendo para mis adentros. Para mí, esa fue la confirmación de que habíamos logrado que el concepto realmente se popularizase entre los amantes de los perros –hasta tal punto que ya no se sabe quién lo acuñó.
Durante los primeros años el concepto fue acogido con un cierto desprecio y una pizca de burla y sarcasmo –especialmente entre adiestradores y otros profesionales del mundo del perro. En dos o tres ocasiones recibí amenazas: «de palizas» y de «hacerme picadillo» como alguien me dijo mientras hacía el gesto de querer darme un puñetazo en la cara. Me resultó bastante sorprendente que las reacciones fuesen así de fuertes pero, con el tiempo, desaparecieron. La gente comenzó a darse cuenta por sí misma, leyeron el libro y comprobaron con sus propios ojos cómo sus perros utilizaban ese lenguaje con los otros perros y con los humanos. Como es habitual, las cosas que ves con tus propios ojos son las que eventualmente terminan por convencerte.
Después de tantos años ha llegado el momento de ver qué ha sucedido tras la publicación del libro y tras todas nuestras observaciones. El concepto de señales de calma es ahora muy popular en amplios círculos y este es un dato muy positivo. Lamentablemente, muchas personas han malinterpretado su significado y también el cómo utilizarlas, y el hecho de seguir recibiendo infinidad de consultas me ha llevado ahora a esta revisión y ampliación de la publicación en la que encontraréis respuesta a muchas de las dudas más frecuentes.
También, durante estos 25 años, he aprendido muchas otras cosas y he ampliado mi perspectiva. Aun así, aquello en lo que creía entonces se ha confirmado posteriormente, y eso no solo me ha dado mayor seguridad sino que ha reforzado en mí la convicción de que el perro posee un lenguaje propio que utiliza para comunicarse; precisamente por esa razón he retomado para esta edición de aniversario gran parte del material que ya había
escrito para la primera edición. Durante estos años he tenido el placer de observar a miles de perros y ni una sola vez durante estas observaciones he tenido duda alguna sobre el hecho de que los perros posean un lenguaje propio y sobre cómo este lenguaje puede ayudarnos a relacionarnos en el día a día con ellos.
La capacidad de comunicar de los perros está fuera de toda duda. Si queremos entenderlos y aprender a vivir con ellos, hacer cosas y trabajar juntos, es indispensable comprender su lenguaje y saber interpretar tanto las señales de calma como las señales de incremento de la distancia.
La primera edición no volverá a reimprimirse pero su contenido es todavía hoy tan válido como lo era entonces. Esa es la razón por la que, en esta segunda edición, revisada y ampliada, he dejado el texto original como estaba, pero he añadido un capítulo en el que respondo a las preguntas más frecuentes que he recibido a lo largo de los años. Estas respuestas incorporan algunas de las experiencias que he adquirido, y los cambios que han traído consigo. Y para terminar, pero no por ello menos importante, todas las observaciones que he realizado durante todo este tiempo.
❚ En resumen:
Durante treinta y dos años he trabajado personalmente con 500 - 1200 perros por año (500 a 600 en los primeros años y luego de 800 - 1200 durante los últimos veinte años). Lo que hace un total de entre 25.000 a 30.000 perros.
Los observo en cualquier lugar, en cualquier momento o situación. Por ejemplo ayer, un día como cualquier otro, observé a 17 perros y anoté cómo se habían movido, cuáles habían sido sus expresiones, qué tipo de señales realizaron cuando sus dueños tiraron de ellos o los dejaron en lugares inverosímiles, cuando eran arrastrados a lo largo de la carretera sin tener la más mínima oportunidad de explorar nada, cuando los acariciaban, les reñían o jugaban con ellos –en resumen, en todo tipo de situaciones. Supongamos que 17 es la media. Diecisiete perros cada día durante 25 años hacen un total de aproximadamente 154.000 observaciones.
Estos pueden parecer simplemente números pero para alguien fundamentalmente curiosa e interesada en su trabajo como yo, estas observaciones son fundamentales para aprender siempre algo nuevo.
La primera cosa que hay que hacer es observar con atención y tomar nota de lo que hace tu propio perro. Ahí es donde comienzas a ganar conocimientos, a aprender. Además, tienes que intentar confiar en lo que ves, y en lo que el perro te dice. Los perros no mienten. Basándote siempre en el hecho de que todo lo que el perro te dice tiene un significado. Quizá sea exactamente esta la diferencia más importante entre los perros y los humanos.
Los perros no mienten.
Turid Rugaas
Hagan, 21 de julio de 2016