José Joaquín de Olmedo

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La América española no quiso ni pudo soportar más la explotación colonial, y buscó caminos de libertad.

A finales de S XVIII varios pensadores americanos reflexionaron sobre la necesidad de que el gobierno estuviera en manos de los propios americanos, como el quiteño Eugenio Espejo. Más tarde surgieron líderes militares y políticos, como Francisco de Miranda, Bernardo O´Higgings, José de San Martín, José Mejía de Lequerica y José Joaquín de Olmedo.

Estos líderes sembraron el fuego sagrado de la libertad, que dio nacimiento a nuestras naciones.


Ante la invasión napoléonica se convocaron las Cortes de Cádiz en 1810. En ella se destacarán los diputados José Joaquín de Olmedo y José Mejía Lequerica, quien morirá prematuramente en 1813. Si no se puede encontrar una respuesta política, entregaremos nuestra sangre y sacrificio por la libertad.

Los hombres hábiles ambicionan convencer, los hombres mediocres o sin talento no aspiran si no a mandar.

El joven guayaquileño José Joaquín de Olmedo luchó en las Cortes por acabar con las normas que regían y propiciaban la más inhumana explotación a los indígenas a través de las mitas y los obrajes.

¿La pobreza? La pobreza es el menor de los males y son tan pocas las cosas que se necesitan para ser rico, que solo es pobre el que quiere serlo.

De la voz comprometida de Olmedo brotan palabras perfectas y firmes, palabras que fortalecen el grito de libertad y que hasta el día de hoy hacen temblar y cuestionar.


Dignísimas autoridades, tomo la palabra para explicarles lo que sucede en América y las consecuencias de las mitas. ¡Es necesario acabar con ellas! Y para que ustedes comprendan y sepan que harán bien en desaparecerlas, deben conocerlas mejor.

Todos sabemos que desde el descubrimiento de América se acostumbra encargar o encomendar a varios indígenas a los conquitasdores, con el pretexto de que los defiendan y protejan, enseñen y supuestamente civilicen. Sin embargo, exigen altos e impagables tributos y obligan a los pobladores de América a realizar todo tipo de trabajos a cambio únicamente del supuesto favor de la conquista.

De ahí vienen las encomiendas y las mitas, bárbaras reliquias de la conquista y feudalismo, fomento de pereza de los nobles y esclavitud y dolor para los habitantes naturales de América, escondida bajo la mentira de la protección.

El remedio para acabar con estos horrores es muy simple y fácil. Se debe abolir la mita y terminar con la esclavitud y servidumbre personal de los indios. Que se borre señores ese fatal nombre de nuestro código; y ¡oh, si fuera posible borrarlo también de la memoria de los hombres!


Si alguna vez tienes que optar entre el gobierno imperial de España y el ideal criollo de libertad y progreso, ni por un segundo dudes en entregar hasta tu vida por la causa americana.

Don Miguel Agustín, padre de José Joaquín de Olmedo, se casa con Doña Ana Francisca de Maruri y Salvarría. De ese matrimonio nacerían dos hijos: Magdalena y José Joaquín Eufracio, éste nacido el 20 de marzo de 1780 en la ciudad de Guayaquil. Educado en una familia católica y de mucha disciplina, su padre lo envío a Quito a perfeccionar sus estudios en el seminario San Luis, y luego, en el convictorio de San Fernando. En él conocerá a José Mejía Lequerica y los dos serán alumnos de Eugenio Espejo. Un buen gobierno, mi estimado José Joaquín, es aquel donde buenas leyes hacen felices a buenos ciudadanos.


Olmedo obtiene diplomados en filosofía, derecho civil y derecho canónico muy joven. Esto le permite más tarde ser nombrado diputado por la provincia del Guayas ante las Cortes de Cádiz en España.

Su vida la dedica a las causas independentistas de su amada Guayaquil, de la Gran Colombia y de lo que luego se convertiría en la República del Ecuador.

Al ser disueltas las Cortes de Cádiz por Fernando VII, en mayo de 1814, luego de una corta estadía en Lima, Olmedo se radica en Guayaquil, integrándose a un grupo de patriotas compuesto entre otros por José de Antepara, Lavayen, Febres Cordero y Letamendi, quienes darán el golpe revolucionario del 9 de Octubre de 1820, independizando a Guayaquil y a su provincia de España. Más tarde, Olmedo será designado presidente de esta nueva entidad política y emprenderá la campaña para liberar la Sierra, controlada por los españoles.


Las acciones de Olmedo son consecuentes con el compromiso de alcanzar la independencia de su pueblo y mejores días para sus compatriotas.

Nuestro intento de mantener Guayaquil independiente no dio resultado.

La superioridad del ejército realista llevará a Olmedo a aceptar el liderazgo del general Sucre, enviado por Simón Bolívar para juntar sus fuerzas e iniciar la campaña de liberación de Quito que culminará el 24 de mayo de 1822 con la Batalla de Pichincha. A pesar de que buscamos la protección del general José de San Martín para que llegara a un acuerdo con Bolívar.

La antigua Audiencia de Quito se ha integrado por completo como Departamento del Sur a la Gran Colombia.

La entrevista de Bolívar con San Martín tuvo lugar entre el 26 y 27 de julio de 1822 en Guayaquil. Al parecer San Martín resolvió retirarse y dejar la campaña de liberación del Perú en manos de Bolívar.


Distanciado de Bolívar por la anexión de Guayaquil a la Gran Colombia, se radicó en Lima donde fue electo diputado el departamento de Puno y participó en la redacción de la primera Constitución peruana.

LA VICTORIA DE JUNIN CANTO A BOLÍVAR El trueno horrendo que en fragor revienta y sordo retumbando se dilata por la inflamada esfera, al Dios anuncia que en el cielo impera. Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta la hispana muchedumbre que, más feroz que nunca, amenazaba, a sangre y fuego, eterna servidumbre, y el canto de victoria que en ecos mil discurre, ensordeciendo el hondo valle y enriscada cumbre, proclaman a Bolívar en la tierra árbitro de la paz y de la guerra. (…)

Delegado por el Congreso para invitar al libertador para que libere al Perú, volvió a establecer amistad con Simón Bolívar y al conocer de la victoria de Junín, escribió “La Victoria de Junín, Canto a Bolívar”.


Nombrado en 1825 Embajador de la Gran Colombia en Londres, permanecerá algunos años en el exterior. A su regreso a Guayaquil en 1830 será electo prefecto y en agosto de ese mismo año concurrirá a Riobamba como diputado a la primera Constituyente de la República del Ecuador. La anexión definitiva del Archipiélago de las Galápagos al territorio nacional, es otro de sus destacados logros, alcanzado en noviembre den 1831, cuando se desempeñaba como prefecto del entonces departamento de Guayaquil.


Flores no puede hacer con la Constitución lo que se le venga en gana… En marzo de 1845, acompañado de otros patriotas como Vicente Rocafuerte, Diego Noboa y Vicente Ramón Roca, José Joaquín de Olmedo fragua el primer movimiento insurgente desde que el Ecuador fuera República. Juan José Flores era en ese momento Presidente del Ecuador.

De ninguna manera Noboa. Ocho años por periodo de gobierno es una locura, claramente pretende perpetuarse en el poder…

Justamente Vicente Ramón, presiento que vamos a retroceder mucho y perder lo ganado con tanto esfuerzo.

La nueva constitución floreana es una verdadera carta de esclavitud, nadie podrá resistir tanta tiranía e impuestos. La deuda externa será cargada a cada uno de los ecuatorianos.

¿Qué sugieres José Joaquín?... ¡El pueblo no quiere más guerras!...


La Revolución Marcista se desarrolló entre el 6 de marzo y el 17 de junio de 1845 y fue un movimiento armado revolucionario que enfrentó las fuerzas de Juan José Flores. Se inició en la ciudad de Guayaquil y finalizó en la hacienda “La Virginia” en los alrededores de Babahoyo.

Juan José Flores fue obligado a capitular el 17 de junio en la hacienda “La Virginia”, de propiedad de José Joaquín de Olmedo, entregando el poder al gobierno provisorio surgido de la Revolución Marcista.


Derrocado Juan José Flores se conformó un gobierno presidido por Olmedo y acompañado por Vicente Ramón Roca y Diego Noboa. Poco tiempo después Olmedo renunció a sus funciones y, más tarde fue elegido Roca como Presidente de la República. José Joaquín de Olmedo continuó con funciones públicas hasta su muerte.


La poesía sería uno de sus más importantes recursos para llegar a la conciencia y al alma de la gente.

ESTUDIO y aplicación, forman a la juventud; y emulación de virtud, sin envidia ni ambición.

BONDAD, el que la merece, con ánimo siempre igual, no se abate con el mal, ni en el bien se ensorbece.

JUEGO es una diversión, honesta si es moderada; pero si es inmoderada causa nuestra perdición.

HONOR es en sumo grado, el alma del ciudadano, sin honor es miembro vano, y pernicioso al Estado.

GRATITUD siempre a favor, es un deber justo y grato; y por eso el hombre ingrato, es un monstruo que da horror.

LIBERTAD, oh dulce nombre; hermoso y celeste don, tú eres la misma razón, tú eres el alma del hombre.


¡Qué dignos son de risa esos hombres soberbios, que piensan perpetuarse pintándose en los lienzos! De blasones ilustres sus cuadros están llenos, de insignias y de libros y pomposos letreros.

De este modo ellos piensan que sus retratos viejos serán un gran tesoro a sus hijos y nietos, y que todos los hombres del siglo venidero su arrugada figura mirarán con respeto.

Su poema “Mi retrato” expone, con mucha ironía, su gran sentido de humildad.


José Joaquín de Olmedo, falleció el 19 de febrero de 1847, a la una y cuarto de la mañana, a los 66 años y 11 meses de edad. La tumba del prócer, en el Cementerio General de Guayaquil, contiene un filosófico epitafio: “Fue el padre de la patria, fue el ídolo del pueblo, poseyó todos los talentos, practicó todas las virtudes”.

Gabriel García Moreno, conmovido con su fallecimiento, escribió a manera de homenaje póstumo: “Desgraciada República que pierde a los que podían salvarla del naufragio, mientras viven tranquilos los que intentan estrellarla contra los escollos”. Ilustración: Luis Donoso - www.parteraproducciones.com


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