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LUCES AMARILLAS
Necesitamos un plan B
LAS HERRAMIENTAS QUE UTILIZAMOS NO TENDRÍAN LARGA VIDA. EL PRODUCTOR DEBE ENCONTRAR DENTRO DE SU ESQUEMA UN PUNTO DE EQUILIBRIO ADECUADO Y MINIMIZAR EL IMPACTO SOBRE EL AMBIENTE.
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Es muy probable que muchos de los productos en uso en el agro encuentren limitaciones en un futuro no tan lejano. Debemos estar preparados.
Jorge González Monta-
ner no necesita extensas presentaciones. Para el coordinador de Agricultura de la región CREA Mar y Sierras ha llegado el momento de replantearse algunas cosas. “Los productores empiezan a darse cuenta que tienen dos roles: por un lado generar alimentos; por el otro, disminuir el uso de recursos y reducir los riesgos de contaminación ambiental. Discutimos mucho lo que pasa
con los agroquímicos y la situación de conflic-
to crece”, advierte el profesional. La realidad nos demuestra que tenemos que contar con un plan B. A diferencia de lo que ocurre con el fútbol, en este caso el equipo que gana se debe cambiar, porque lo más probable
es que el grupo de herramientas que estamos usando para que los planes funcionen se vuel-
va obsoleto en poco tiempo. Toda la biología se adapta a las cosas que hacemos y, a medida que lo hacemos repetitivamente, aparecen los fracasos en el mediano o en el largo plazo. Por eso necesitamos un plan B. “Puedo garantizar que antes o después, mu-
chos de los productos químicos que hoy empleamos van a ir prohibiéndose de manera
progresiva -enfatiza González Montaner-. Pensemos que el monocultivo de soja pierde hasta un 5 % del glifosato aplicado, que queda en el ambiente; el problema no es tanto el producto, sino la cantidad. Tenemos que mejorar los productos que usamos pero sobre todo reducir significativamente la cantidad que usamos. Es positivo que distintos organismos se hayan puesto de acuerdo para monitorear el estado del ecosistema en los diferentes barrios”.
A LAS COSAS
El tema no es solo declamatorio. En los grupos
CREA se está empezando a trabajar en agri-
cultura y biodiversidad. Están estudiando los
costos y beneficios de incorporar prácticas de intensificación ecológica a la agricultu-
ra extensiva en la Argentina. “Tenemos que entender que las huellas hídrica y de carbono forman parte de cuestiones ya incorporadas globalmente y no podemos eludir estos temas. Estamos acostumbrados a evaluar cómo nos fue mediante el resultado productivo y preten-
demos que se empiece a considerar también
el resultado ambiental”.
Es posible reducir el EIQ apelando a un cambio de productos y el uso de cultivos de servicio.
La idea es superar un sistema con determinado nivel de servicio económico y de servicio ambiental, y subir esa frontera hacia sitios donde mediante el cambio tecnológico tengamos un aumento en los servicios económicos, pero también un incremento en los servicios ambientales. “Hay muchas actividades que permiten transitar este camino, que es el que estamos tratando de orientar. Podemos tener el mismo rendimiento de soja pero con un EIQ (coeficiente de impacto ambiental, por su sigla en inglés) indudablemente mucho mejor”.
NUEVOS RECURSOS
Ciertas estrategias aumentan el uso de agroquímicos sin mejorar el rendimiento; hay que desecharlas. La herramienta propuesta para ponderar esto es el método de Medición de Im-
pacto Ambiental de Pesticidas de la Universi-
dad de Cornell, Estados Unidos. “Puede decirse que 20-30 es un excelente valor como índice de riesgo en una rotación, mientras que cuando tenemos un índice de 100 estamos muy complicados. Nuestras prácticas actuales
LUCES AMARILLAS
A criterio de este profesional los servicios ecosistémicos están funcionando cada vez peor. Catorce de las 18 contribuciones de la naturaleza se han visto disminuidas. La polinización es uno de los servicios afectados en la medida en que no hay biodiversidad. Existen zonas donde la abundancia de soja llevó a elevar las napas (se consume agua apenas seis meses al año).
nos ubican en un EIQ de 113; cambiando de productos se puede llegar a reducirlo de manera significativa. Y si le agregamos cultivos de servicio (CS) y la aplicación selectiva, irá todavía más abajo. No se puede hacer de la noche a la mañana, pero tiene que ser el camino”. En CREA están empezando a estudiar los productos biológicos que nos pueden acompañar en esta tarea, herramientas que nos ayuden a bajar la carga de químicos sin alterar demasiado los resultados. Entre ellos se prueba el uso de extrusado de soja para aportar N, y lo comparan con las fuentes habituales. “En el caso del fósforo (P), estamos pensando en el guanito (fuente orgánica) e incorporar microorganismos a los productos que ya tenemos. Participan asimismo de los ensayos nuevas trichoderma (pueden combinarse con P y darle mayor actividad) y hay más de 20 bioestimulantes estudiados. “Con Gustavo González Anta estamos trabajando en el nanozinc, una partícula muy diminuta para que tenga menor impacto ambiental y resultados muy significativos. Asimismo cabe citar a Bacillus mezclados con urea, que ayudarían a disminuir la volatilización, además de actuar como fungicidas o bioestimulantes. El Oxocat se está utilizando con gran asiduidad”. Para González Montaner, cada productor debe saber cuánto factura y a la vez debe conocer cuál es el impacto ambiental que genera y con eso tomar la decisión acerca de cuál es el equilibrio en el cual quiere pararse.
Claudio Gianni Fuente JAT CREA
PLAGUICIDAS: Dinámica ambiental
El empleo de agroquímicos exige especial cuidado en los volúmenes que se utilizan. La idea es apuntar a reducirlos.