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De la tierra a las nubes
El nordeste argentino tiene el potencial para plantar un tipo de palmera que produce un aceite apto para biocombustible para aviones. Un subproducto, de alto valor económico, que se puede manejar a escala familiar y adaptable a esquemas mixtos.
Por VERÓNICA SALAMANCO ESPECIAL PARA CHACRA | contenidos@revistachacra.com.ar
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Acrocomia totai produce diez veces más aceite que la soja; se estiman entre 4.000 y 5.000 litros por hectárea.
La Organización Internacional de Aviación Civil (OACI) planteó como objetivo una disminución del 50% de la emisión de gases contaminantes en la aviación mundial para el año 2050. En esa fecha, las aerolíneas que no tengan un plan de mitigación y estén contaminando los cielos podrán ser sancionadas económicamente a través de medidas como el cobro de un “canon verde”. Según explica el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el proceso de fabricación de energías alternativas para aeronaves, conocido como biojet, es complejo ya que implica una combinación de petróleo y componentes no fósiles como el aceite vegetal o animal.
No es como el biocombustible para automotores, cuya mezcla es directa (diésel más biodiésel), sino que en el caso de la aeronáutica, sus condiciones extremas de operación hacen necesario producir un biocombustible con las mismas propiedades termo-físicas que el queroseno aeronáutico convencional, denominado queroseno sintético, SPK (Synthesized Paraffinic Kerosene, por su sigla en inglés).
para aviones se pueden utilizar dos tipos de materias primas: aceites vegetales o biomasa lignocelulósica”, explica Diego Wassner, docente de la cátedra de Cultivos Industriales de la FAUBA, “esta última es un recurso abundante y barato, que requiere de un proceso de gasificación, con lo que se obtiene monóxido de carbono e hidrógeno. Con esas moléculas simples, a través de un proceso que se llama ‘fischer-tropsch’, se fabrican combustibles líquidos sintéticos. De ahí sale una especie de crudo que, a través de destilación, permite obtener diferentes fracciones como nafta, diésel y biojet. El proceso es más complejo y la materia prima es más barata”. Considerando esto, la mejor alternativa se encuentra en el uso de aceites, que requiere un proceso más sencillo, llamado hidrogenación catalítica. El inconveniente es que la materia prima es más cara y, por eso, se está investigando la utilización de diversas especies de árboles de palma con propósito bioenergético.
Como la demanda potencial de biojet es altísima, se propusieron usar aceites provenientes de cultivos de segunda generación (productores de aceites como jatropha, camelina o microalgas). A este grupo pertenecen las palmeras Acrocomia totai, una especie nativa de alto valor aceitero.
Hace cinco años que la Facultad de Agronomía (UBA) está realizando trabajos de investigación a campo para ensayar técnicas de manejo, producción y recolección de esta palmera en el NEA, cuyo fruto permitiría obtener 5.000 litros de aceite por hectárea, que supera ampliamente los 500 litros que se obtienen en la misma superficie con la soja.
“Naturalmente, la palmera prospera en climas subtropicales húmedos. En Argentina, se encuentra en Corrientes, Chaco, Formosa, Salta y norte de Santa Fe, siendo un recurso poco explotado y con mucho potencial”, señala Wassner. Para comenzar con una plantación, se debe tener en cuenta que los suelos deben tener textura arenosa y no ser inundables. Al hacerse a bajas densidades (500- 700 plantas por hectárea) y una distancia entre surcos de entre 4 a 5 metros, no es necesario laborear todo el lote, sino que se podría trabajar solo la línea de plantación. Como no hay instalaciones dedicadas a la producción de plantines, se obtienen del monte, donde germinan en forma espontánea y en gran cantidad. Los dos primeros años crece lentamente y luego comienza a despegar en altura, hasta que inician la floración al quinto año.
“Tenemos poca información todavía sobre este cultivo y estamos buscando más sitios para hacer evaluación de genotipos y condiciones ambientales. Aquellos productores y organismos de investigación que quieran sumarse a realizar pequeñas parcelas de experimentación son más que bienvenidos”, invita el docente.
De la Acrocomia se extraen dos tipos de aceite: el de la pulpa, rico en ácido oleico, de bajo precio y apto para uso alimenticio o en biocombustibles y el de la semilla o almendra, rico en ácido láurico, para usos en cosmética y de alto precio. Argentina hoy importa el 100% de este último tipo de aceites.
Si se cosecha como la palma africana, cortando el racimo antes de que empiecen a caer los frutos, la vida útil estará condicionada por la altura de la planta. A medida que crece en altura, se hace más difícil cosechar y, en
A partir de la semilla de la palmera se obtienen dos tipos de aceite, el proveniente de la pulpa y el de la semilla. Argentina, actualmente, importa el 100% de estos aceites.
Investigadores de la Facultad de Agronomía (UBA) trabajan en el desarrollo de Acrocomia totai en el nordeste argentino.
algún momento, empieza a resultar antieconómico y hay que renovar la plantación, como se hace con la palma africana.
Un pequeño productor, que maneje una superficie reducida, puede recolectar el fruto desde el suelo, aunque no sean las plantas más productivas, y con ello obtener un ingreso extra. En Paraguay se lo promociona como la jubilación de campesino. Allí, en 2018, se obtenía un margen neto de entre 350 y 450 dólares por hectárea y por año. Nada despreciable, sobre todo, considerando que el país vecino tiene menor costo de mano de obra y menor carga impositiva. Para cubrir la potencial demanda de aceite para biojet, el desarrollo de este cultivo se debería hacer de modo regional, involucrando a productores de los países limítrofes que ya tienen experiencia con especies similares. En Brasil, por ejemplo, poseen al menos 12.000 hectáreas de plantaciones por entrar en producción, mientras que en Paraguay explotan palmares naturales desde hace 60 años y cuentan con una industria que procesa el fruto para obtener el aceite de las semillas
“En Argentina, donde no contamos con montes densos con esta palmera, se debería empezar a generar condiciones que promuevan el desarrollo del cultivo. Por ejemplo, mediante
programas de mejoramiento genético, el desarrollo de tecnología de manejo agronómico y una rigurosa evaluación de su factibilidad económica”, señala el investigador quien, por otra parte, también destaca el impacto positivo de esta plantación para el medio ambiente.
“Estas palmeras se podrían incorporar a la producción de sistemas silvopastoriles, lo que ayudaría a revertir el proceso de desmonte y mejorar la situación económica en pequeñas explotaciones familiares. Esto significa que el productor podría seguir trabajando con sus animales y, a su vez, tener un producto más, con un ingreso económico extra de alto valor”.