[ParĂŠn tesis]
Editorial
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Del clima y sus c a m
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POR Iris BT
Las expresiones artísticas son un reflejo del clima social en un momento específico de la historia. Los productos artísticos de la actualidad hablan sobre los valores que la sociedad considera importantes y de la manera en la que cada individuo interactúa con estos valores.
La cultura de una sociedad se conforma por los productos artísticos que esta consume. Se crea un círculo en el que la sociedad alimenta el contenido, y el contenido influye en la sociedad.
El psicólogo francés Serge Moscovici acuñó el término representación social;
refiriéndose a una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de comportamientos y comunicación entre individuos. La representación social es la manera en la que cierto objeto, acontecimiento o individuo, se perciben por la sociedad a partir de lo que se narra en la vida cotidiana. Si bien resulta un concepto confuso y difícil de cuantificar ha ayudado a estudiosos de las ciencias sociales a comprender el comportamiento de las sociedades y sus reacciones a situaciones diversas. Sin embargo, en la era de la información, muchas de las percepciones son erróneas o se basan en meras suposiciones, en lo que alguien mencionó en Twitter o en lo que se comentó rápidamente en el noticiero.
Estamos expuestos a una gran cantidad de información y aún no desarrollamos un criterio que nos permita discernir entre lo que debemos tomar en serio y en lo que debemos dejar pasar.
Un buen criterio se crea poco a poco.
Estudiar los movimientos artísticos y tener contacto directo con el arte, me permitió desarrollar mayor empatía con lo que en ese entonces me parecía extraño y feo. Comprendí que la estética del arte va más allá de la percepción que se obtiene a partir de los sentidos y que los seres humanos pueden ser vistos de la misma manera. Es importante conocer la historia detrás de las personas, detrás de los acontecimientos y sus razones ser. La información usualmente está a un clic de distancia y si el tema nos resulta interesante, siempre se puede ahondar más y encontrar fuentes fiables para saciar nuestra curiosidad.
Es precisamente la curiosidad uno de los primeros requisitos para desarrollar un buen criterio. En un momento en el que se critica
tanto la manipulación de los medios, del gobierno y de los grandes conglomerados es importante tomar el control, dejar de sentir que el mundo gira y nosotros nos quedamos atrás. Es importante para seguirle el paso y para saber tomar nuestras propias decisiones y lograr que los valores que son importantes hoy, son los que realmente pueden impulsar a la creación de una una sociedad funcional. Somos agentes de cambio, influimos en las personas que nos rodean en los distintos camp os en los que nos desarrollamos. El arte y la interacción que tenemos con él, es una de las herramientas con las que la humanidad cuenta para dialogar de forma pacífica.
La música, las galerías, el cine, todo está a nuestro alcance y nos invitan a conocer otras perspectivas y otras maneras de ver el mundo.
Todas variadas y distintas, como las personas que las crean, como las personas que las miran. ≈
Fotos por http://stylelikeu.com/ Para ellas el estilo es una representación visual del Las fotografías fueron tomadas por Stylelikeu, un blog
interior. Su visión y talento la han
creado por el equipo de madre e hija: Elisa Goodkind
posicionado como una de las creadoras de contenido
y Lily Mandelbaum. Juntas se dedican a presentar el
con mayor relevancia detro del mundo del arte y el
estilo de personajes relevantes de la cultura popular,
entretenimiento. Es promotora de la equidad de género
presentando sus historias como determinantes en la
y de una cultura que celebre la individualidad de las y
elección y creación de la imagen personal.
los jóvenes.
Susan Sontag: contra la interpretaci贸n/ POR Sairy Romero
Sin importar qué tan heterogénea pueda ser una población, siempre podemos recurrir a su división simplista. Existen dos —muchos, pero quedémonos con dos— tipos de personas que aprecian el arte: los que abordan la experiencia en su forma básica, buscando el placer inmediato de los sentidos, y los que se inclinan por el contenido más que por la forma, buscando el placer de deducir, esperando que el artista agite nociones y entregue significado. Ninguno de nosotros podrá recuperar jamás aquella inocencia anterior a toda teoría, cuando el arte no se veía obligado a justificarse, cuando no se preguntaba a la obra de arte qué decía, pues se sabía (o se creía saber) qué hacía. — Susan Sontag, Contra la interpretación y otros ensayos. Quienes caemos en la última categoría tenemos cierta vocación de psicoanalistas y hermeneutas, con la certeza de que nuestra interpretación es particular y subjetiva, o con la idea de que tenemos acceso a la vida interna más hermética del artista. En su ensayo, Susan Sontag da el ejemplo de la interpretación de textos antiguos, textos con significados evidentes que no concordaban con los aspectos morales requeridos por los intérpretes y sus contemporáneos.
Lo que Homero describió en realidad como adulterio de Zeus con Latona, explicaron, era la unión del poder con la sabiduría. […] El intérprete, sin llegar a suprimir o reescribir el texto, lo altera. Pero no puede admitir que es eso lo que hace. Pretende no hacer otra cosa que tornarlo inteligible, descubriéndonos su verdadero significado. Debemos cuestionar nuestras interpretaciones aunque la reestructuración de la obra no sea nuestra intención explícita. La naturaleza del significado es tan maleable como el punto de vista del observador. Así como la interpretación fue utilizada como artificio para alterar la percepción de las obras, este ejemplo puede abarcar otros fenómenos actuales. Todo acontecimiento cultural es susceptible a las interpretaciones manejadas para moldear la opinión pública: desde la perspectiva que un noticiero le da a un evento, hasta la representación de un conjunto de personas en los medios de comunicación. Dentro de la vorágine de información en la que nos encontramos es imperativo preguntarnos si nuestras interpretaciones han surgido de nuestro análisis crítico, o si simplemente las hemos adoptado masticadas y digeridas por otros.≈
El año pasado, la artista Tatyana Fazlalizadeh comenzó el proyecto “Deja de decirle a las mujeres que sonrían” (Stop Telling Women to Smile), se popularizó en los Estados Unidos y en el mes de septiembre lo trajo a la Ciudad de México. Se trata de una serie de posters, diseñados para que se peguen en las paredes de las calles y sirvan como recordatorios: “Las mujeres no buscan tu validación”.
Muchas veces creemos que los problemas sociales son difíciles de resolver, pero es por proyectos como éste, que podemos recordar que existen personas involucradas y organizadas, que inician discusiones y buscan que éstos temas salgan a la luz. El primer paso para resolver un problema es hablar de él, encontrar las causas y buscar soluciones, siempre hay esperanza.
Impro perios/ POR Iirs BT
Un día que caminaba del colegio a mi casa, dos tipos en bicicleta comenzaron a seguirme y gritarme cosas. Yo tenía unos 14 años, y no supe cómo reaccionar. Caminé lo más rápido que pude y le conté a mis papás. Estoy segura de que cualquier mujer que lea mi anécdota, va a recordar más de una ocasión en la que le sucedió algo parecido. Muchas incluso nos preparamos mentalmente cuando tenemos que pasar frente a una construcción. El repertorio de albañil es un elemento más de la cultura popular mexicana.
[Aquí es la parte en la que admito la gran imaginación y picardía de muchos. El albur mexicano es único.]
¿Pero cuándo deja de ser un halago prefabricado y se transforma en acoso?¿Por qué esos halagos estan mal desde un principio?
La respuesta es simple, no existe tal cosa como un halago casual de extraño a extraño. Lo que sucede en la calle cuando un hombre le grita a una mujer o en los peores casos, impone el contacto físico, es acEs una realidad que todas las mujeres sufrimos de manera tan constante que ya se le comienza a adjetivar como normal. Y es aquí cuando el problema comienza; cuando las conductas que se repiten constantemente, tienden a adquirir un carácter perpetuo e incuestionable. La permanencia del acoso callejero propicia que las mujeres se sientan inseguras cuando salen solas; a pensar dos veces antes de usar una prenda que enseñe de más o incluso a defenderse por miedo a una peor agresión. Lo triste aquí es que el acoso callejero es una puerta abierta al abuso y la violencia. Un hombre que cree tener el poder y el privilegio que le otorga su género, asume que tiene libertad total para exigirlo inclusive a la fuerza. La mayoría de las violaciones, sobre todo en menores de edad, se dieron en ocasiones en la que la víctima conocía al perpetrador. Situándola en un esquema de poder en el que el hombre amenaza, manipula y hace creer a la mujer que la culpa es de ella. ¿Cuántas violaciones fueron confesadas muchos años después por vergüenza o miedo? No se puede seguir permitiendo la prevalencia de una cultura en la que la mujer se sienta tan disminuida e incapaz. En la que el destino a ser violentada se incluye por default en el certificado de nacimiento. Los hombres tienen que ser educados de una manera diferente, sin duda. Más no todo es cuestión de educación cuando el mismo sistema promueve la desigualdad. El cuadro telenovelesco en el que la mujer se embaraza para sacar provecho del galán rico, ha forjado y trascendido de manera tal, que cuando una mujer alega haber sido violada por su pareja, se duda de su palabra desde la primera instancia. El respeto y la capacidad de reconocer comportamientos erróneos se desarrolla en todas las personas, si bien hasta cierto punto
dependiendo el contexto. Retornando al acoso callejero que es absolutamente innecesario y muchas son las muestras de incomodidad mostradas por las mujeres al recibirlas, se vuelve entonces una lucha de poder en la que el hombre necesita probar su virilidad en toda oportunidad que se le presente. ¿Quién les enseñó a los hombres a tener que probar que ciertamente lo son? La construcción de los estereotipos de género resulta degradante de la dignidad humana cuando orilla a hombres y mujeres a tener que probarse y definirse constantemente. La presión que se ejerce en los hombres a presentarse en la sociedad como fuertes, dominantes e irreverentes, distorsiona la percepción de su valía intrínseca como ser humano, propiciando así una mentalidad machista, en la que la única manera que conocen de comunicarse y tratar a una mujer es mediante la dominación y la violencia. Se debe recalcar que no es sólo culpa de los hombres. Las mujeres ayudamos a promover de igual manera la desigualdad. Al llamar de manera despectiva a una mujer con una sexualidad liberal, al criticar el exceso de maquillaje o de escote o el largo de una falda. Al no aceptar que una mujer, ¡como nosotras! puede obtener un puesto alto sin necesidad de ofrecer favores sexuales, al promover una falsa idea de la virginidad, generando confusión e ignorancia en las adolescentes. Éstos y muchos otros comportamientos convierten a la sexualidad femenina algo inalcanzable y peligroso, se le resta el poder a las mujeres sobre sus decisiones y su actuar. El acoso callejero y todos los tipos de acoso, por instancia, son un tema delicado y de larga discusión. Involucran los cimientos más básicos de la construcción de una sociedad pero hasta no eliminarlos, crear una sociedad equilibrada y funcional seguirá siendo una utopía.≈
El humano y las estatuas/ POR Sairy Romero
D
esde la infancia me han incomodado las imágenes religiosas. A pesar de mi ateísmo, nunca pude eliminar completamente la idea de que me vigilan, de que reprochan cada falta de disciplina y cada falla en mi carácter. Ahora sé que lo que me incomoda es el concepto de algo que puede mantenerse estático en un estado de iluminación congelada, en un oxímoron desmesurado como «éxtasis inamovible».
éxtasis. (Del lat. tardío ex[s]tăsis, y este del gr. ἔκστασις). 1. m. Estado del alma enteramente embargada por un sentimiento de admiración, alegría, etc. 2. m. Rel. Estado del alma caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación y el amor, y por la suspensión del ejercicio de los sentidos.
La máxima representación de la suspensión de los sentidos es un cadáver, y esta definición entrelaza el talante cadavérico con una disposición enteramente opuesta como la contemplación, acción inseparable de los sentidos. Quienes tienen el objetivo de obtener la santidad sólo tienen que a cometer la simple tarea de deshumanizarse por completo. Algunas figuras religiosas parecen estar detenidas en un estado calmado e impasible. Otras, como la que estuve observando antes de comenzar a escribir este ensayo, están siempre con los ojos desorbitados y los brazos extendidos, alzados para alcanzar o recibir lo que se supone que es místico e inefable. Permanecer de ese modo, con la conciencia en su punto álgido y abrumador convertida en escultura, difiere poco de otros métodos de tortura. Por eso existe la locución «punto álgido», porque el momento crítico y culminante de algo es exactamente eso: un momento, un punto, y no se prolonga indefinidamente en una especie de coma. ¿Cómo puede apreciarse la iluminación y la claridad absoluta sin tener un recuerdo vívido de la incertidumbre y la confusión intrínseca en el ser humano? De la misma manera en que la primera etapa del enamoramiento no puede durar demasiado tiempo (ninguna ciencia avanzaría porque nadie podría concentrarse en nada, y por el descuido de las parejas embelesadas leeríamos titulares sobre incendios y muertes inusitadas a diario), ningún fenómeno humano puede paralizarse. La humanidad es una especie joven, pero no lo suficiente como para ignorar la evidencia de que la incertidumbre y las fluctuaciones constantes son partes esenciales de nuestra existencia. Sin embargo, seguimos haciendo esfuerzos innumerables para preservar todo lo que nos hace sentir cómodos, todo lo que creemos que nos caracteriza, hasta entumecer eso que se aprecia precisamente porque es fugaz.
La colectividad valora las creencias firmes, la defensa de los argumentos arraigados, pero basta con conocer un poco más sobre nuestros cerebros y su funcionamiento para darnos cuenta de que nada es rígido, de que nos reestructuramos todo el tiempo. La apariencia de estabilidad, de una personalidad invariable, no es más que la voluntad de verlo todo con la misma familiaridad. La identidad que sostenemos como individuos y como sociedades debería ser tan alterable como el sentido de las palabras, como las interpretaciones posibles de la ley más flexible.
Con el tiempo, las imágenes religiosas han dejado de inquietarme. El recordatorio de que nunca llegaré a tener una identidad inmutable y un estado de conciencia sólido, ideal e infalible me causa más entusiasmo que vergüenza. Es preferible ser un humano volátil que reconoce a la persona que era hace más de un año pero no siente ningún compromiso con ella. Alguien con muchas preguntas, ninguna certeza, y extrema curiosidad. Alguien con un organismo integrado por células que se regeneran completamente en menos de una década.
Alguien que no es una estatua.
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