A mi padre Víctor Manuel Pinto Silva
Él se encierra en su pieza después del trabajo fuma (aunque no debe) y lee periódicos viejos cuando está conmigo lleva sus años a la boca aconseja pregunta por mamá aunque no me deja contestar besa su lumbre y mira fijo yo me acerco a sus ademanes prendí un cigarro busqué mujer pero no alcanzo el rigor de sus dedos aun no me parezco a su tos su cama cuando me llevo los platos y le dejo sin voces el perdona la oscuridad reposa con sus ojos y el humo que sube a engancharse en la viga donde tiemblan las ropas de siempre este es mi viejo el que sabe descifrar la música
del vientre de los zancudos y me dice escucha... es el silencio
Se te va la edad en tos buscas las mañas del samán hablo de médicos y sonríes el cuerpo se regala al monte y los guarapos de la mujer que todavía quiere me han tocado la puerta dice y mi corazón es un bombillo quemado que parte algún niño
A mi abuela Terminia Peña
Los pasos buscan sombra entre un bufido de vocales que mana de sus adentros el viento arrancó los cueros la noche de su pelo y las vestiduras de las sillas apenas vive la penumbra que es de esa edad la queja de cocoa viene esposada a la luna se divorcian sus ojos de las cosas cuando piensa ya la tarde no es para el amor vestidos y plazas sólo queda hacer guarapos valeriana para las espinas de la noche me han dicho que el frío ronda estas sendas que el carpintero ha tenido mucho trabajo tu eres de bien no debes temerle no mientras visite un corazón a preguntar por la salud y los hijos
En verdad a uno lo cambian los aĂąos se nos da un lomo de viento y pisada de tierra se deja de buscar otras tallas mas yo aĂşn deseo la de un samĂĄn
Reposa bajo el mango tiene poses de caimán todos lo conocen lo saludan y él murmura algo la silla inclinada son los días sus pies hacen un nudo de colear toros y su silbido regala hierbabuena admiro su pausa y el grito amanillo que borra las cruces de la loma así llega el sopor y la chicharra a tejerse en la palma del sombrero y baja la culebra con ganas de morderle pero él reza su oración
Las piernas son chinchorros que se deshilan ya no deseo oĂr misas sin dios ni que se me pudra la carne aunque se fue el talento de colibrĂ llega un viento de medallas que abre los caminos como antes los muslos y la brisa me respeta
Esta edad me descubre sentado para ensayar las muecas del Ăşltimo dolor una muchacha saluda y pregunta por la suerte de nubes le digo que no llueve pero abre la sombrilla y se escurre en la vereda se saben cosas por que se han vivido
El Samán se agrieta de edad no tiene niños que jueguen béisbol a su ruedo suelta fantasmas de cal que de noche brincan las paredes y se esconden en el níspero hay uno que repite el saco con parchos en los codos un sombrero de fieltro los dientes que atraparon una luciérnaga el arrojo del chimó
Se confiesa alto un malestar de truenos todos abren sus rosas impermeables y sonrĂo ya no me asustan estos pucheros de tormenta
Acodarse en un guayabo oír chasquear lo que sostuvo el cuerpo comprar a las seis el velón para las ánimas encomendar los hijos a dios hacer más después de tanto sol es presumir
Tengo bálsamo en las palabras por el beso en tu frente tomo los libros y salgo a la calle a buscar transporte pero el látigo de mayo tiende adentro piensa en la gracia de tu vestido bajo el umbral se abre un rocío en la tarde que era buena y no quiero saber más cuando no vea sobre el hombro la seña de cruces tu encomienda
A doña Herminia Tomaste la reja con fuerza última para ahorcar el tiempo a un reloj de arena los actos de pujanza fugaron cenizas con el soplo de los años para tu boca no hay espaldas de lana de chimó los besos tu hombre se fue con sus amistades de antes tiene frente de cruz
Su divorcio me llevó a restar los paltos en la mesa teñirme a la piel de cuando nacen los bombillos comer un día la rabia con la madre y beber al otro la culpa con el hombre me he convertido en un intruso que le da vueltas a la casa detrás de un cigarro estudio lo callado de una cerradura cuando se tranca el pecho los viejos se dejaron no se alisarán cuando les venga el sol del vaivén de las mecedoras
Caen aldabadas en la puerta de esta casa sin gente cada una es un golpe en el pecho de mi madre cuando murmura en el altar siento que todo este silencio que ahora es el color de la paredes es por mi culpa por mi culpa por mi gran culpa
Vengo a entregar el cuerpo a tu 贸vulo con el perd贸n de no soltar avisos pero no encuentro tu queja ni el color del solar que hilvana los labios del padre 驴ad贸nde han ido las voces?
Un vitral de espíritus encerró el sueño de los gatos que tenía en una caja de cartón alguien entró a desollar las cortinas y las fotos que ahora se desaguan caigo en la excusa de inventar un poema para disimular tanto silencio
Frente a la casa bato los brazos en la ausencia del lenguaje en esta tarde mi cara es otra cuando tiembla en los espejos rotos un maullido molesta al fantasma del perro que pena en las sĂĄbilas y muestra su sonrisa agito los brazos en la concordia de tufos y ningĂşn aroma es el de los cuadros la reja ataja el silencio a tus puertas de espalda a los vestigios
A Carlos Osorio El cuerpo busca un movimiento aprendido del hombre que se fue la brisa preĂąa cortinas cura de polvo la peinadora de mamĂĄ que ya no aplaude al piso con sus chancletas busco figuras caras de muertos por donde resbala la luz de la calle llega la hora en que los vagos se silban de esquina a esquina
La casa adelgaz贸 la purgaron matrimonios y pleitos las columnas empalidecen los vestigios se hacen menos junto al espacio un vendaval se llev贸 los rezos y la contra de s谩bila detr谩s de la puerta me asaltan primeras lunas con el llamado de agua de las chicharras merodea el viento
Te encontré hacías una genuflexión ante los años y el borrador de la lluvia aquí estoy con mi palabra para evitar el mapa de polvo a nuestros pies aun eres la misma tus matas de mango el cilantro y su perfume bordeo tu cuerpo vestido de tierra y sol y la inocencia que nunca deshabitó las manos taconea en el ansia de tu puerta de hierro pero el recibirme como antes no es oficio del montón de periódicos la silla patas arriba un eco avisa de soledad pero ellas continúan con palpito se entremeten por tu esqueleto y corredores sin sombra como si golpearan la arena bajo el agua
Esto de ser poeta me convierte en los mosquitos que circundan los bombillos de la casa
La lluvia hace que todos giremos las llaves para tendernos en los cuartos tras la ventana se piensa en los amores el agua al escurrirse en la pared intenta la silueta de ella un tufo de flores marchitas se mezcla con mi cigarro esta tarde no tiene voz la casa
Detr谩s de los surcos de luz el mimbre macera la sangre las manos que saben de cicatrices llevan el aro del altar el que degoll贸 el vientre y tiene culpa de los suspiros
Los relรกmpagos se llevaron las sombras de la sala hay mucho espacio en la mesa mientras juego con mi sopa el aire sobre las sillas es la ausencia
Los hijos se marchan con la ponzoĂąa de las avispas santiguarse frente a la iglesia y una cruz de cuchillos para negar el invierno sus piernas llevan un rasgo de tierra y sĂłlo vuelven con el alfiler de la memoria no tienen el vicio del sol que sube a embriagarse en la montaĂąa se asfixia en los espejos
Te miro desde lo entreabierto de tu cuarto un trapo negro flota en el techo y tus manos que no saben de estar solas buscan el clima de las misa me conjugo a los anillos y al vacĂo del matrimonio no tengo ojos de estrujarte no es la enfermedad es que soy tu hijo
Después del regaño a las patas del caimito brotaba la horma caliente de la correa sobre el cuerpo pero todo pasaba cuando el cielo hacía correr una estrella en el filo de la hojilla una gota de sangre que adornara las muñecas era suficiente para un respiro de alivio
Con una carrera hicimos vibrar las charcas embrujados por el perfume del maĂz y a lluvia tenĂamos duendes al escondemos la boca de la vecina nos llevo al inocencia hasta la edad del zamuro hoy ellos se resignan a la corbata limpiar comederos hacer inventarios en la memoria a la sombra del mango tengo el trajĂn del sol mi sueldo la reminiscencia de unos nombres grabados en la acera
La sombra de la abuela cruzaba el patio sin ojos ni boca con un relámpago en la mano la hornilla mutilaba su lengua de gas cedía el pedestal del búho que graznaba en el lumbre de mis ojos era la leña roja eran sus cuentos de muertos que en el susto me apresaban a la cama a techarme de cobijas inundarme de sudor
Fue un diciembre eso lo recuerdo llorabas disfrazada de muerta recité la petición que a medias contestó papá hubo silencio el ventilador imitaba las abejas te pensé afortunada por los billetes que contabas y contabas sin olvidarte de gemir insistí mi lengua entre caldos ardientes respondió el lenguaje de las tumbas
Se dormía el cacharro con quejas mecánicas la puerta cortaba la tarde se advertían tus botas de hierro y de noche yo te esperaba con un ósculo silencio y entre la poca luz trallas cara de urna la bendición quizás dios la contestó yo seguía lujurioso
En el centro de la envergadura teníamos imágenes de vapor que escondieron la luz desarmo las huellas de arena paso la quebrada de un salto apenas quedan oficios atrapas canarios en la tina concierne a otros corazones para los demás es más fácil una caja de cigarros en la oscuridad del bar las calles se comen al monte mojo los dedos en lo que no alcanzo el cemento y la casa al aire no es igual al menos no crecimos en las fotos
El verano hambreaba a los ĂĄrboles del patio de noche estiraban sus manos de chamizas para darme el sueĂąo de sus estampas frente a la luna pero al cerrar los ojos se acercaban a la ventana negra para robarme lo que guardaba en los labios
Veintiún años más tarde vuelvo los ojos al patio de esta casa que se me va aun me sorprende el polvo y la ordenanza del silencio de los helechos mientras los días pasan y pasan me quedo con al figura de los soldados de plástico esperando una guerra que no llega